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Senderos que se llevan en el alma
Viernes, 16 de Febrero de 2007 La mágica combinación entre la corbata, una
mochila y horas de caminata
Una práctica universitaria en el Caquetá, fue la culpable de que Leonardo Rojas,
funcionario del Viceministerio de Educación Superior, empezara a descubrir la belleza de las
montañas colombianas.
En el año 2000, con un grupo de amigos decidió recorrer gran parte del país, desde
Florencia hasta el Cauca, pasando por muchos sitios que los llevaron también hasta el Huila.
Tan sólo una mochila y pocos pesos en el bolsillo los acompañaba, fueron caminos de trocha,
largas caminatas y experiencias duras, que lo único que lograron fue que crecieran las ganas
de descubrir más senderos.
Desde ese 2000 hasta el momento, llevan la montaña en el alma. Cada viaje es una
experiencia distinta, el hecho de alejarse de la selva de cemento que los abriga a diario, hace
que se encuentren consigo mismo, con su espíritu y la magia de la montaña que los alimenta
de fortaleza.
Compartir es la clave del éxito, ser uno, con varios corazones, cada vez que deciden
avanzar metro por metro del camino. Sentir que se puede contar a ciegas con el otro, hace que
se llenen de paz interior y que todos los temores que se presentan, se esfumen.
El número de excursionistas que asisten a cada aventura, varía. Unas veces van unos,
otras veces se animan otros, pero siempre asisten personas valiosas que saben el significado
de lo que van a vivir.
Leonardo trabaja con el proyecto de los Centros Regionales de Educación Superior
CERES, su labor por muchas regiones del país, hace crecer el amor por lo que hace fuera del
Ministerio. Al visitar el proyecto en diferentes sitios de Colombia, se da cuenta que hay
muchos lugares por descubrir y compartirlos con sus amigos aventureros para él es muy
importante. Para Leo, como le dice la mayoría que lo conoce, es una forma de complementar
su vida, de lograr combinar lo que a diario hace, con la mágica experiencia de sentirse libre en
los picos de las montañas, nevados y todo lo que ha logrado conocer.
Leo y sus amigos buscan que cada salida sea un reto cada vez más grande. Se proponen
y comprometen a buscar un lugar cada seis meses, el destino es lo de menos, el riesgo los
mueve a convertirlo en inolvidable.
Sus recorridos han sido realmente considerables: en el Caquetá, desde Curillo hasta San
Vicente; el Putumayo, de Mocoa hasta Puerto Asís; sin embargo Leonardo confiesa que
después se dejaron atrapar por la montaña, y desde ahí, buscan escalar altos picos y dejarse
acariciar por la nieve de los Nevados.
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Amigos de varias partes de Colombia se han ido uniendo a esta experiencia, al igual que
los indígenas de distintos lugares, especialmente del Cauca, con los cuales han subido al
Volcán Puracé, un sitio realmente especial para ellos.
El Nevado del Ruiz, el Volcán de la Olleta, el Nevado del Cisne, y el Nevado de Santa
Isabel; todos los anteriores del Parque de los Nevados, han sido algunos de los destinos de
Leonardo y sus amigos. Han pasado de todos en ellos, la clave es aclimatarse al sitio, llegando
uno o dos días antes, hacer recorridos pequeños y luego sí, emprender la marcha hasta la meta
impuesta con el corazón.
Cuando uno de los caminantes se queda, los demás nunca lo dejan sólo, es por esto que
la fuerza interna por alcanzar el pico, se hace muy fuerte para no truncar el deseo de llegar.
No hay que ser un "duro" para pertenecer al grupo. Hay que tener ganas de ir, aguantar
con el alma caminatas largas, hidratarse muy bien, tener en el corazón el significado de la
palabra "compañerismo", y sobre todas las cosas, creer que se va a lograr la meta. La alegría y
el buen humor caracterizan a esta tropa ya conformada y es requisito para quien se quiera
unir.
El Nevado del Cocuy también ha sido un destino muy importante para estos
aventureros. En él han descubierto senderos que rebasan la belleza de la naturaleza. Estando
allí deben pasar por un sitio que se llama Lagunillas, luego llegan al Pulpito del Diablo, una
roca que perfectamente forma un cuadrado.
Hay que tener en cuenta que la energía que irradian las personas que acompañan estos
viajes, es indispensable para estar bien en conjunto. Específicamente, para Leonardo esta
práctica significa desconectarse de lo habitual, tranquilidad en la mente, en el corazón, en el
espíritu, y de esta forma libera sus pensamientos y es su alimento para el alma.
UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE
Las montañas del Cauca han sido mágicas para este grupo. En el año 2001, en el Volcán
de Puracé, en el Cauca, 7 montañistas fueron asesinados. La comunidad indígena Páez,
familiares y amigos de estos excursionistas, pidieron que se celebrara una ceremonia religiosa
de las dos culturas en honor a ellos y para que sus almas descansaran. Los indígenas lo hacían
también para que el Volcán perdonara esta ofensa, ya que lo consideran un Dios. En medio de
muchas personas se inicio el rito católico y el indígena, con respeto mutuo por sus tradiciones.
Cuando terminó, cobijó a todos los presentes una nube de niebla sumamente espesa que
duró segundos, fue para ellos algo inexplicable, un frío lleno de calor invadió sus cuerpos, y
en ese instante el líder indígena anunció que el Volcán ya había perdonado el hecho que había
ensuciado su suelo con las sangre de los excursionistas asesinados por el conflicto armado en
Colombia.
Es así como Leonardo Rojas alimenta su corazón de paz, reflejándose ésto a la hora
lucir traje de corbata, caminado los pasillos del Ministerio, sonriendo y saludando con cariño
a quien se le atraviese, y siempre añorando que se llegue la próxima aventura.