Reino de - Fundación Ciudadanía y Valores

Anuncio
Reino de España: plurinacionalidad, federalismo y regionalización
Joaquim Ventura. Crítico literario y periodista cultural (Premià de Mar, Barcelona). Doctor en
Filología Románica (UB). Colaborador en prensa (Galicia Hoxe, Faro de Vigo). Candidato a las
elecciones europeas (1987 y 1989) por Izquierda de los Pueblos (Entesa dels Nacionalistes
d’Esquerra).
La Constitución de 1978 pretendió resolver dos tensiones que España arrastraba de siglos: 1) la
consolidación de las libertades frente a la herencia del régimen autoritario surgido de la
victoria franquista en 1939 (período en que las libertades fueron negadas como no lo habían
estado desde la “década ominosa” 1823-1833), 2) resolver los conflictos territoriales
heredados del mal cierre de los antiguos reinos hispanos, especialmente de los Decretos de
Nueva Planta, agravados por el unitarismo impuesto ora en nombre del liberalismo igualador,
ora de la unicidad patria.
El primer apartado podemos darlo por bien resuelto, en general. El segundo, en cambio, no se
encaró –o no se pudo encarar- con acierto. Frente a algunas singularidades, se fomentó el
“café para todos”, provocando que todas las regiones fuesen singulares, iguales en la
singularidad, a pesar de la diferenciación constitucional entre nacionalidades y regiones (sin
distinguir quién era qué).
Treinta y cinco años después queda en evidencia que la proliferación autonómica no ha
resuelto el problema sino que lo ha agravado (aún más con las consecuencias de la crisis
financiera y económica, que ya es social). La organización autonómica generalizada se ha
demostrado inviable no por ella misma sino por la formación de redes clientelares que han
derivado en despilfarro, megalomanía y, en demasiadas ocasiones, corrupción. Al mismo
tiempo, la Administración central no se ha adelgazado en igual proporción a como aumentaba
la administración autonómica (son flagrantes los casos de Sanidad y Educación, cuyas
competencias han sido transferidas a todas las CC. AA.). Eso también ha producido un gasto
enorme, no siempre productivo de cara al ciudadano.
1
En estos años se ha alcanzado una paradoja: es legal (y no podría ser de otra manera) postular
otro modelo de Estado, incluida la secesión de alguno de sus territorios, pero el corsé
constitucional (o mejor, constitucionalista, por parte del PP y del PSOE), impide que esas
políticas puedan plantearse con mayorías parlamentarias. Conviene decir, asimismo, que
desde las fuerzas políticas que preconizan otro modelo territorial del Estado no siempre ha
habido lealtad constitucional. Ese choque se planteó con la sentencia del TC respecto del
Estatut de Catalunya de hace dos años, cuando el alto tribunal enmendó la soberanía popular
expresada en sede parlamentaria (Catalunya y ambas cámaras de las Cortes) y con el
referendo de los ciudadanos catalanes.
Y como lo que mal empieza mal acaba, ahora toca correr para evitar la fractura que se
preconiza en Catalunya (sin entrar ahora en razones sobre la misma y su instrumentalización).
Por fin, caemos en la cuenta de que: a) la proliferación autonómica plena fue un sinsentido por
poco sostenible, y b) hay que reformular la división territorial de España en clave federal. De
acuerdo pero habrá que ponerle muchos cascabeles al gato.
El primer problema a abordar, en la línea del informe de expertos sobre la federalización que
ha presentado la Fundación Ciudadanía y Valores, es reducir el número de comunidades
autónomas. Hueso duro de roer, una vez todas tienen su respectivo caramelo. ¿Qué criterios
usamos? ¿La masa crítica de ciudadanos? ¿Razones históricas? ¿Razones lingüísticas?
Para alcanzar una solución medianamente razonable habrá que abordar algunas hipótesis de
trabajo. Condición sine qua non para ello será, como dice el informe, la lealtad constitucional.
Tanto de las fuerzas políticas centrífugas como de las centrípetas.
España, Estado plurinacional
Convendrá desarrollar lo que ya está en el texto de la CE 1978: distinción entre nacionalidades
(o naciones) y regiones, sin que ello haya de mermar en los derechos de los ciudadanos, y
asunción de las lenguas habladas en España como lenguas de todos los ciudadanos y del
Estado, sin distinciones artificiales y con criterios científicos (mediante ley orgánica: definidas
claramente (castellano, catalán, gallego, vasco, asturiano eventualmente, y occitano de Arán),
todas -sean mayoritarias o no- serán plenamente oficiales, además del castellano, en sus
territorios naturales; cualquier ciudadano podrá dirigirse a cualquier administración en
cualquiera de esas lenguas.
Se entenderá que las naciones o nacionalidades definidas en la futura constitución se
realizarán plenamente en el conjunto español por la misma lealtad constitucional que hemos
señalado. Cederán su soberanía ad perpetuam a la federación (sólo el conjunto de la
federación podría devolvérsela, llegado el caso).
2
España, Estado federal / país regional
Un problema verdaderamente peliagudo será establecer qué territorios podrán tener la
condición de estado federado, no tanto por ellos sino por la exclusión de los restantes. Otro
problema resultante, ni que sea por residual, es cómo definiremos al conjunto de esos
territorios no federados. Imaginemos un supuesto: si los estados federados fuesen Catalunya,
País Vasco, Navarra, Galicia, Andalucía, Canarias, Comunidad Valenciana, Islas Baleares y
Aragón (o cualquier otra combinación), ¿cómo le llamamos al resto? ¿Sería estado federado o
no? Además, ¿qué relación se establecería entre los estados federados y el conjunto restante?
(este problema lo hubiese resuelto la autonomía singular pero la proliferación del “café para
todos” lo impidió). Y aún más: ese conjunto sería “Estado central” en estado puro?
En cualquier caso, un nivel administrativo y político que tendría que desaparecer es el
provincial (tanto en la Administración periférica del Estado como en las diputaciones), al
menos en el seno de los estados federados (excepción hecha de los territorios históricos
vascos). En consecuencia, también tendrían que desaparecer (o reducirse mucho) las
delegaciones de la Administración federal central en los territorios, limitándose a las
competencias que le quedasen como exclusivas y que deban ser territorializadas (Defensa,
Hacienda, etc.).
Una solución que daría racionalidad, estabilidad e igualdad entre los territorios federados –
pero que resultaría muy difícil- sería optar por un doble nivel. Autonomías dentro del estado
federado, siendo las primeras de nivel político inferior a las actuales (sería la solución de la
“federación histórica” por naciones): Castilla-León-La Mancha (incluidas Asturias, Cantabria,
Extremadura, Murcia y la provincia de Madrid: 9.600.000 hab1. pero sin su capital y su área
metropolitana, que actuarían a manera de distrito federal: 5.500.000 hab.); País VascoNavarra-Rioja: 3.150.000 hab.; Galicia: 2.800.000 hab., territorios de la antigua Corona de
Aragón 15.000.000 hab.; Andalucía (con Ceuta y Melilla), 8.400.000 hab.; Canarias: 2.100.000
hab.. Adecuaría la división a criterios histórico-lingüísticos, reduciría el número de entidades
federadas (serían seis), que tendrían “masa crítica” demográfica suficiente, y resolvería el
problema del territorio “no federado”. Difícil por inviable, lo cual obliga a ser imaginativos. La
alternativa sería reducir –por singulares- las entidades federadas a Catalunya, País Vasco,
Navarra, Galicia, Islas Canarias y, eventualmente, Andalucía.
En todo caso, otro tema a abordar, una vez se hubiese solucionado el anterior y de acuerdo a
ello, sería la transformación de aquellas comunidades autónomas que no hubiesen pasado a
1
De incluir La Rioja la popblación aumentaría en 300.000 habitantes.
3
estado federado en regiones españolas. Quedarían como entidades descentralizadas, incluso
conservando denominación y símbolos, pero sin poder legislativo.
En resumen, la federalización es posible y necesaria pero presenta tres problemas de
complicada solución: decidir qué comunidades autónomas pasarían a estados federados, qué
sería y cómo se llamaría el conjunto territorial distinto a los estados federados y cómo tratar a
las regiones (ahora CC. AA.) que lo compondrían.
4
Descargar