EL MUNDO DE NUESTRO JARDÍN Fuera estaba lloviendo. Mi madre nos preparó chocolate caliente y nos arropó con las mantas de lana que la abuela Margara hizo el invierno pasado. Juan, mi hermano mayor, que parece más pequeño que yo, se puso a ver su programa de televisión favorito pero yo no lo quería ver y tuvimos una pequeñísima pelea y nuestra madre nos dijo que si seguíamos así nos apagaría el televisor y nos castigaría. Fuera dejó de llover pero empezó a nevar, nosotros estábamos muy contentos de que nevara porque si seguía nevando al día siguiente (lunes) no iríamos a la escuela. Eran las cinco de la tarde y el programa favorito de Juan se terminó. Yo le pedí a mi madre si podíamos ver una película, ella pensó que era una gran idea y decidimos entre los tres qué película ver. Cuando terminó decidimos salir a jugar con la nieve. Juan no se dio cuenta de que había un agujero en el suelo y tropezó entrando dentro del agujero, estoy segura de que nadie se puede imaginar lo que el suelo de nuestro jardín esconde. Yo como solo tenía 10 años no sabía como reaccionar y fui como una tonta y le pregunté que si estaba bien. Como Juan tardaba en responder me asusté un montón pero ni siquiera fui a decirle nada a mi madre, solo podía pensar en tres cosas: Cómo estaría Juan, Qué iba a hacer y cómo se me ocurre preguntar si estaba bien después de haberse caído del jardín nevado. Al fin el me respondió diciéndome que era lo mejor que le había pasado en toda su vida, también me dijo que bajara y yo como una tonta cogí y bajé. Tenía mucho miedo de lo que podía haber allí abajo. ¡Todo era chocolate y caramelo! Era todo un sueño hecho realidad. Lo que más me sorprendió fue ver que allí abajo había unos duendecillos, los chicos eran de color azul y las chicas eran de color rosa. Nos llevaron a la plaza, al museo, al ayuntamiento y al parque. En el parque nos dijeron que comiéramos lo que quisiéramos. Íbamos a poder elegir entre dos fuentes de chocolate: una de chocolate blanco (llamada la fuente dorada) y una de chocolate con leche (llamada la fuente del saber), no entendía por qué se llamaba así ni de dónde venía el nombre “la fuente del saber” en una fuente de chocolate pero en fin, no todo es como nosotros queremos. Al final decidimos coger un cachito de columpio y beber de las dos fuentes. Los duendes nos dieron unos vasos y nos dijeron que cogiéramos todo el chocolate de la fuente que quisiésemos, también que todo esto debía permanecer en secreto. Les dijimos que queríamos saber un porqué pero a mí la verdad es que me daba igual porque solo podía pensar en que parecía el cuento de “Hansel y Gretel”. Ellos nos dijeron que no lo debían saber porque ese mundo era secreto pero que nosotros podíamos ir cuando quisiéramos ya que nosotros creamos ese mundo. No los podíamos entender, nadie había creado nada de nada porque sólo somos dos niños, Juan tiene 12 años y yo tengo 10, no podemos ni podíamos haber creado absolutamente nada.Los duendes nos dijeron que de pequeños los creamos en sueños y que se hicieron realidad. Volvimos a casa y le preguntamos a nuestra madre si alguna vez habíamos soñado en duendes y un mundo de caramelo y ella nos dijo que sí. Estuvimos dándole vueltas al tema y al final decidimos volver allí cada tarde, total los habíamos creado nosotros y teníamos más derecho que ellos a estar allí. A partir de ese día hemos ido todas las tardes al mundo de nuestro jardín y los duendes nos han permitido enseñarle el mundo a nuestra madre. Después de que mi madre viera todo ese mundo nos dijo que estaba orgullosa de nosotros y que jamás se perderá una tarde en ese mundo de duendes. autora: Míriam Martínez Márquez curso: 1rB. Primer premi de narrativa en llengua castellana. Categoria A