desafios y compromisos de las asambleas de dios en colombia para

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DESAFIOS Y COMPROMISOS DE LAS ASAMBLEAS DE DIOS EN COLOMBIA PARA
LA TRANSFORMACION TEOLÓGICA, SOCIAL, CULTURAL Y PÚBLICA
TEOLOGIA
Sobre lo teológico se propuso el debate sobre la diferencia entre Reino de Dios de iglesia. La
ponencia que fue presentada muestra el desafío de la iglesia en sentido de llevar a cabo los
principios de la justicia, la misericordia, la paz y la reconciliación. Es claramente entendido que
estos principios son fundamento teológico del anuncio del Reino de Dios presente, además son
puntos de convergencia en contexto social con la sociedad civil.
Por esta razón, las Asambleas de Dios deben concentrarse en la precisión del significado del Reino
de Dios y su distinción con la iglesia, siempre con el desafío presente de la incidencia pública con la
promoción de los principios del Reino tales como el perdón, la reconciliación, la restitución, la
dignidad, la libertad.
Es importante señalar la tensión entre dos interpretaciones de Reino de Dios. La primera asume el
Reino de Dios en términos de reino humano. Pero la otra interpretación tuvo en cuenta el contexto
bíblico en cuanto a la predicación de Jesús sobre el Reino frente presencia del Imperio Romano. Las
Asambleas de Dios deben guardar esa sensibilidad bíblica al mencionar explícitamente las
parábolas como clave hermenéutica para interpretar el Reino, o al subrayar el carácter espiritual que
distingue al Reino de Dios, en relación al reino humano cuya prioridad son las aspiraciones de
dominio.
Las Asambleas de Dios deben considerar que el Reino de Dios es la manifestación de Dios y el
cumplimiento de Su Plan en la tierra, el cual inicia en el gobierno de Dios en el creyente, se
extiende a los que están alrededor de este mediante relaciones transformadas, genera comunidades
de fe y trasciende hasta lo último de la tierra. Su concepción acerca del poder y la autoridad se
basan en el servicio.
Las Asambleas de Dios deben considerar la iglesia como una plataforma para hacer cumplir el
Reino de Dios. La iglesia es el agente del Reino de Dios entre nosotros. De esta manera, la iglesia
influye en la dinámica social al estilo de embajadores; no en una forma impositiva, sino a través de
la incidencia. Es por eso que las Asambleas de Dios deben considerar la iglesia como un cuerpo
comisionado por Dios para la transformación del mundo, entendiendo que cuando la iglesia se
convierte en un fin en sí misma, no trasciende el Reino de Dios. Así, es perceptible que la iglesia
cumple función de medio, entre tanto que el Reino es un fin. La iglesia es el medio por el cual es
anunciado el Reino de Dios entre nosotros.
SOCIAL
En cuanto al tema social, se ha enfatizado la responsabilidad social de la iglesia como comunidad
de fe y la responsabilidad de sus líderes frente a las realidades sociales. Las Asambleas de Dios han
sido desafiadas escuchando las experiencias de organizaciones, que basadas en una perspectiva de
fe, han tenido una trayectoria intensa en el campo social con la población vulnerable.
Frente al desafío, se consideró que la persona no es solamente un ser espiritual, pues justamente
dicha consideración ha sido una limitación en la práctica de nuestras iglesias. Es por ello que las
Asambleas de Dios deben abordar al ser humano en su ser integral, lo cual le permite concientizarse
de que su responsabilidad social hace parte de su responsabilidad teológica.
Dado este abordaje antropológico integral, las Asambleas de Dios deben mantener en diálogo la
teología con las realidades sociales. Esto significa un desafío a pensar desde otros sujetos sociales
tales como los de los jóvenes, los niños, las mujeres, los ancianos, los desplazados, los
desempleados entre otros que podríamos señalar como sujetos sociales vulnerables. Al mismo
tiempo, el desafío se extiende a la preparación de nuestra gente en los campos político, cultural y
social. En ese propósito, las Asambleas de Dios deben centralizar la experiencia de estos sujetos
sociales y propender por la formación de sus creyentes en las ciencias humanas.
La formación se vuelve prioridad en la agenda de las Asambleas de Dios. Dicha prioridad se hace
concreta en la planeación estratégica a nivel nacional, regional y local. Las Asambleas de Dios
deben priorizar la responsabilidad social en la asignación de recursos y los contenidos de los
Seminarios Bíblicos y las escuelas de liderazgo.
Por último, las Asambleas de Dios deben condenar a los esquemas de discriminación y exclusión
basadas en el principio bíblico que predica el bien y la misericordia para todos. En ese sentido
nuestras iglesias se esfuerzan por estudiar la realidad social de su entorno incluyendo las
necesidades de lo no creyentes dentro de sus planeaciones locales. Así, las Asambleas de Dios, en
sus instancias ejecutivas, académicas, y congregacionales, deben procurar una actitud de humildad
y de diálogo con los profesionales dedicados al estudio de la realidad.
CULTURA
Cuando los cristianos se reúnen cada domingo para celebrar el culto, hay una manifestación masiva
de la cultura del Reino de Dios. Las Asambleas de Dios entienden por cultura el espacio donde se
define el conjunto de normas, valores, creencias que deben regular la conducta del grupo social.
Hablar del cambio cultural exige previamente un cambio de paradigma. No se debe confundir el
cambio de paradigma con un cambio que se da dentro de una cultura sino el cambio del sistema de
pensamiento que determina la cultura. Así el paradigma es un modelo de pensamiento que
conforma el patrón que ha de seguirse, gobierna la conciencia del ser humano y promueve un orden.
Para hablar de los valores cristianos, se deben determinar dentro del paradigma del Reino de Dios, y
para reinterpretar un paradigma, se debe ir a la fuente, reinterpretarla y estructurar un cambio. Esto
implica un diseño estratégico y una acción pertinente. La sociedad de hoy trabaja con los valores
del utilitarismo. La educación no representa los valores del ser, sino del mercado. Hay una carencia
de los valores de la Reforma Protestante como la libertad, la dignidad y la justicia.
La iglesia ha visto a la cultura como una amenaza cuando la identifica con el concepto de “lo
mundano”, no obstante, la iglesia ha permitido que el sistema de valores de la cultura se implante en
su discurso y en su práctica. Las Asambleas de Dios deben confrontar la cultura del mundo regulada
por los valores del individualismo (valor egoísta), el consumo (valor hedonista), la competencia
(valor de la supervivencia del más salvaje), el interés (valor del provecho personal en perjuicio del
otro), y debe ser confrontada con la cultura del Reino de Dios. Las Asambleas de Dios reconocen
que estos valores han regulado la vida de las Iglesias. No obstante las Asambleas de Dios
comparten la necesidad de un cambio de paradigma en el que hacer de la iglesia con reinterpretación de la cultura del Reino de Dios. Las Asambleas de Dios deben resistirse a la
importación de los valores culturales de este mundo y deben comenzar por su transformación
interior para llevar a cabo la transformación exterior del mundo que le rodea.
Con todo lo anterior, es claro que la cultura juega un papel muy importante debido a que
pertenecimos a ella. Frente a ello, las Asambleas de Dios deben enfatizar la vocación de
transformación cultural cambiando el concepto religioso y tradicionalista por una mentalidad
centrada en el paradigma del Reino de Dios. Las Asambleas de Dios tienen la tarea de reeducar a
los creyentes y no creyentes en la cultura del Reino y traducir sus valores para la transformación
cultural.
Finalmente, La iglesia es portadora de un capital inmaterial que es el mundo de los valores, un
capital reconocido por entidades internacionales como las Naciones Unidas. Siendo sal y luz, las
Asambleas de Dios deben afectar con propuestas culturales aquellos medios de difusión y
reproducción de la cultura como los medios de comunicación, las artes o el sector educativo. La
iglesia siendo fiel a la cultura del Reino debe y puede ofrecer una alternativa a un mundo
globalizado que se ha deshumanizado en virtud del mercado.
POLITICA
La dimensión pública-política de la misión hoy día ya no es cuestionable. Con la participación de
los cristianos en la Constituyente de 1990 y su eficacia política con la consolidación de la libertad
religiosa en Colombia, después de cerca de un siglo donde la religión oficial del Estado era la
Iglesia Católica, hoy día la presencia y pertinencia publica política de los cristianos evangélicos en
el país es un deber y una vocación. Existe un gran consenso en el pueblo evangélico que sí hay un
llamado para los cristianos para la vida pública en este país. De la misma manera, que la política es
la dimensión pública de la religión y la religión es política. Visto así, las Asambleas de Dios
consideran que la política es una vocación profética para el cristiano.
Hoy día se tiene la percepción de que el porcentaje del pueblo cristiano evangélico esta alrededor
del 30 % de la población colombiana. No obstante, teniendo la capacidad de poder de opinión y
participación la incidencia pública es deficitaria. La comunidad de creyentes cristianos no llega a
ser una masa crítica. Varias son las razones que conduce a esto, entre ellas la el manejo limitado de
conceptos como: “cultura del Dios”, “ser testigos”, o “vocación profética”. También, incide el peso
de los errores cometidos por la participación política de los años noventa y la primera década del
año 2000, tales como la falta de unidad política, la búsqueda de privilegios personales, la ambición
egoísta del poder y la improvisación en la práctica política.
Por lo anterior, las Asambleas de Dios consideran importante tener en cuenta varios derroteros y
desafíos que surgen mediante un proceso de reflexión participativo de la iglesia, desde una posición
de ser “agentes de transformación”. Tres son los principios que bien pueden expresar dicho sentir:
formación, organización y participación.
La formación debe estar sustentada en un proceso de traducción de los valores del Reino al ámbito
público, en la formación para la ciudadanía desde el quehacer de las iglesias. Basado en este
presupuesto, las Asambleas de Dios comparten el sentir de conformar centros de pensamiento
político, escuelas de formación ciudadana, creación de universidades que lleven a cabo este proceso
de traducción de los valores del Reino de Dios a la sociedad civil y la opinión pública. Las
iniciativas de incidencia pública deben estar basadas en el principio de la “unidad del cuerpo de
Cristo”, la fidelidad a la experiencia de fe, el discernimiento como el análisis crítico de la realidad
socio política del país. Con estas premisas, las Asambleas de Dios contribuirán al diseño de un plan
estratégico interdenominacional, que parte de un diagnóstico y hace operativo en la realidad sociopolítico la traducción de los valores del Reino como el perdón, la reconciliación, la restitución, la
dignidad, la libertad; sustentable en el marco de la libertad religiosa y el derecho a la asociación.
Finalmente, las Asambleas de Dios consideran que la participación política debe estar orientada por
la definición de una agenda política común, por ejemplo, en temas de posconflicto, justicia,
desigualdad, enfocada en el ámbito local, regional y nacional. Del mismo modo, la forma de ejercer
la participación debe se debe dar dentro los marcos definidos por el sistema político, esto es la
conformación de un movimiento político o de grupos de ciudadanos críticos como las redes de
gestores políticos en los ámbitos locales, regionales o nacionales Los fines de la participación deben
apuntar a la incidencia pública traducida en: la inserción en cargos de corporaciones políticas de
elección popular, la participación propositiva y crítica en los planes de desarrollo de los entes
gubernamentales, la gestión de proyectos con los entes públicos, la organización de movimientos en
función de la persuasión o presión para influir en la toma de decisiones o la revisión de políticas, la
actuación organizada frente a problemas sentidos por la sociedad, y la influencia en la opinión
pública en pro de una sociedad justa que atiende los derechos económicos, sociales, culturales y
ambientales con especial atención a la población vulnerable. Bajo este marco de incidencia pública,
las Asambleas de Dios reconocen la necesidad de establecer alianzas con entidades eclesiásticas,
gubernamentales, privadas o políticas, que tengan compatibilidad en sus valores rectores y la
valoración de la política como un espacio para vocación de servicio.
La iglesia “Asambleista” comparte la idea que reflexión más acción es igual transformación. En
ese sentido, está a la espera unas directrices institucionales del Concilio de las Asambleas de Dios
de Colombia para poner en práctica la continua y profunda reflexión teológica vinculada con la
realidad, la integración del campo social dentro en su discurso sobre “misión de la iglesia”, el
análisis detenido de su predicación frente a la cultura imperante y la concientización sobre la
necesidad sentida de presencia y pertinencia en la política pública colombiana.
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