Privatización de la codicia Rafael Mies M., Ph.D. Profesor Titular de la Cátedra de Capital Humano Embotelladora Andina ESE - Escuela de Negocios, Universidad de los Andes ¡El mundo se está cayendo a pedazos! Este ha sido el comentario de la semana. La causa técnica: Insolvencia de los deudores habitacionales en Estados Unidos para cumplir sus compromisos. La causa de fondo: la codicia de los agentes financieros. De la economía pasamos a la moral y me parece bien, ya que todo lo humano puede y debe ser juzgado de acuerdo al bien o mal moral que produzca. En este sentido, me sumo a los que plantean que la crisis económica actual se genera por una importante carencia de fundamentos morales y una exacerbación de las ganancias de corto plazo. Sin embargo, me parece muy injusto, o al menos miope, pensar que esta falta de moralidad es exclusiva del mundo “privado”. El planteamiento que hay detrás es que el mundo público y estatal se encuentra libre de la codicia y vicios afines, y que estos están radicados principalmente en los que generan riqueza privadamente. ¡Esto es una falacia! Valga algunos ejemplos: Cuando un político inaugura obras sin terminar, con fines puramente electorales ¿no es acaso la codicia por unos votos más que lo llevan a estas decisiones francamente inmorales? ¿Qué hay detrás de aquellos que permiten desmanes, violencia y delincuencia antes que aparecer oponiéndose a un movimiento sindical, claramente contaminado por pretensiones ideológicas? ¿No es acaso el apego desordenado a una imagen de “tolerante y democrático” lo que impide actuar de acuerdo a la moral y condenar al que evidentemente es un delincuente? Cuándo algún juez no se atreve a sancionar en derecho frente a temas complicados como los derechos humanos, por miedo a las represalias políticas, y a perjudicar su “carrera funcionaria” ¿no se trata esta de una situación egoísta, propia del que está más preocupado de sus intereses que del bien social? No nos engañemos, nadie esta libre de tener los ojos llenos de “pajas” o incluso “vigas” derivados de la codicia y la ambición. La crisis subprime es realmente una crisis moral, pero no es una crisis del modelo económico neoliberal, sino una crisis humana. Nuestra sociedad hace años que hace agua por una falta de sentido trascendente de la vida y una ausencia de valores básicos que normalmente se aprendían en familias, numerosas y austeras. El vacío moral no es algo exclusivo ni del mundo privado ni del público, ni de los ricos o de los pobres, ni de la Alianza o la Concertación o los Independientes. Los vicios morales son algo que caracteriza vivamente la época que vivimos y yo soy el primero en ponerme en la fila de aquellos que necesitan más Dios y menos Ravotril. No quiero terminar simplemente “empatando” las miserias del mundo privado y público y prefiero poner el acento en que las grandes virtudes morales son también propias a todo el género humano con absoluta independencia de las creencias o colores. La cruzada contra la codicia y en favor de la generosidad, se ganará cuando muchos tengamos la humildad para aceptar nuestros defectos, pero primordialmente el coraje para reconocer que lo bueno está en todas partes sin exclusión: en el gobierno, en las fuerza armadas, en los movimientos estudiantiles y sindicales, en muchos empresarios y políticos. Ojalá que lejos de dividirnos aún más, esta crisis reúna esas mentes brillantes y generosas que Chile tiene, y que ellas efectivamente trabajen por el bien común de todos. Publicado "Mirada Crítica", Diario Financiero. Octubre 2008