EL CRITERIO MEDICO 25 de Marzo de 1864. ESTUDIO BIBLIOGRÁFICO. Oonsideraolones orltioas aoeroa de los principios fundaméntalos de la Homeopatía, por el Dr, D, Cayetano Cruxent. Oours d'HomcBopathie par le Dooteur Edmond C. do la Pommerais. II. Sentada la evidente necesidad de una noción de la vida como base de la ciencia médica, importa buscar esa noción con buen espíritu filosófico. Esta investigación forma el objeto más Arduo do la filosofía médica, y por ella han luchado ardientemente las opuestas escuelas filosóficas y médicas desde los primeros tiempos de la historia de la ciencia. Dos han sido y son todavía las tendencias observadas en la marcha de las ideas: unarealista, atomlsticaú materialista, otra idealista, dinamista ó espiritualista. Ningún médico, ni aun de aquellos que, renegando de la filosofía, manifiestan aborrecer las teorías y quieren ser exclusivamente prácticos, deja de obedecer, más ó menos, sin pensarlo, íi una de osas tendencias; que es ley intrínseca y necesaria de la razón humana remontarse siempre á la idea primordial de causa. No hay extravio ni exageración en que no haya incurrido cada una dé esas doctrinas. Los materialistas han llegado al extremo do considerar 4 la materia dotada esencialmente, no solo de la actividad vegetativa, sino hasta de la animal, intelectual y racional, atribuyendo á la acción exclusiva de un órgano la inteligencia y la razón. Los espiritualistas por una parte han considerado íi veces el organismo como puro efecto del espíritu, y los dinamistas por otra han llevado la idea de unidad hasta la identificación absoluta de toda fuerza y de toda sustancia en la naturaleza. La experiencia de tales aberraciones puede hasta cierto punto servir de disculpa á los que renie- 122 EL CRITERIO MÉDICO. gan de las teorías y se hacen resueltamente empíricos. Pero la medicina no puede sustraerse á la ley de toda ciencia, y debe buscar, más que ninguna otra, en el conocimiento del ser vivo el principio y la base de su constitución. Es preciso, por lo tanto, recurrir á lafilosofía,mas no en busca de hipótesis y de abstracciones, sino en busca de método, en busca del método de combinar el testimonio de los sentidos con el producto de la reflexión, la experiencia con la razón, la síntesis con el análisis. Por mucho que esta recomendación se haya repelido, la experiencia esti demostrando li cada instante la necesidad de renovarla. Casi todas las doctrinas médicas hoy profesadas, aun las mas sanas en apariencia, se hallan contaminadas de algún vicio de exageración atomística ó dinamista, pecan por organicisias y materialistas, ó por vitalislus y espiritualistas. Los que en el mundo médico pasan por vitalistas, porque admiten ciertas enfermedades esenciales y creen en una fuerza medicatriz espontánea, cuya influencia provoca las crisis y reacciones saludables en las enfermedades, no son en realidad sino eclécticos, carecen de principio fijo. Su terapéutica es las más veces emph'ica: la doctrina apenas les sirve para nada. Los espirituaUstas y dinamistas por otra parte suelen abstraer la fuerza de la sustancia, forjando uno ó laíis entes que en sí no tienen representación ni valor para nosotros. Y asífluctúay hafluctuadosiempre la ciencia médica entre corrientes opuestas. Al proponerse Ilahnemann la reforma radical del arte de curar, al intentar la elección de un método de aplicar los medicamentos, no empírico sino enteramerite racional, comprendió la necesidad de destruir todas las hipótesis que hasta aquel tiempo habian servido de norma á los prácticos. No se entretuvo en desarrollar teorías fisiológicas: exclusivamente preocupado por su idea de reformar el arte, no dijo sobre la vida sino lo que consideró necesario para explicar su concepto de la enfermedad y su método terapéutico. Según flahnemann, el organismo no nos ofrece sino fenómenos en el estado de salud, fenómenos en el estado de enfermedad; la causa productora de estos se esconde á nuestras miradas, es superior á nuestro conocimiento, y cuantas hipótesis so han inventado ó inventen sobre ella son aventuradas. Los fenómenos, pues, nos revelan ünicamente la acción de esa causa ó fuerza del organismo, y ellos solos han de guiarnos en el estado de enfermedad para la elección de los remedios. Pero oigamos á Hahnemaun mismo. EX CRITERIO MÉDICO. t23 Dos años antes de publicarse el Organon de la medicina racional, deoia: «IVo pueda explicarse el modo de reunión y enlace de las di«versas partes constitutivas del hombre, la manera de reaccionar wunas sobre otras y sobre los agentes exteriores que obran en ellas, de «producirse los órganos necesarios al ejercicio de la vida, y el cómo «estos órganos forman un todo, en un individuo vivo y sano, no puedo «explicarse todo esto, como so ha intentado siempre hacerlo hasta «ahora, ni por los principios de la mecánica, de la física ó de la quirai»ca, ni por las leyes ú las cuales obedecen los líquidos y sóhdos en la «naturaleza inorgánica, ni por la gravitación ó el rozamiento, ni por «el choque ó la fuerza de inercia, ni por las leyes de la atracción, do «la cohesión ó do la repulsión, ni por la configuración de las partes, wni por las leyes de la elasticidad, de la expansión ó de la conlraclili))dad de los cuerpos inorgánicos, ni por las de la propagación de la «luz y producción del calor, ni, finalmente, por los fenómenos del «magnetismo, de la electricidad y del galvanismo. ))Aunque todas las partes conslilulivas del cuerpo humano se ha«llan en el resto de la naturaleza, sin embargo, todas reunidas ejer»cen, para corresponder á las exigencias de la vida y de los demás «destinos del hombre, una acción tan particular, que este modo ab«solulamente especial de relacionarse y conducirse unas con otras y ))con el mundo exterior, no puede ser apreciado sino en ól mismo, y «so escapa á las explicaciones tomadas de la mecánica, de la estática, «de la física, de la química. ( Valor de los sistemas en medicina).)) Haciendo más adelante una pintura de las aberraciones fisiológicas y patológicas que nos trasmite la historifl, dice: «Ya imaginaban «un principio espiritual que dirige y domina todas las acciones del «organismo en estado de salud y en el de enfermedad; ya se creia «haber encontrado la causa de los temperamentos y de las comple«xionos, así como la de las enfermedades y las epidemias en la in«fluencia de cuerpos celestes separados de nosotros por millones de «leguas; ya finalmente se apficaban al cuerpo humano las antiguas «ideas místicas enlazadas con el número tres; veíase en ól el universo «en miniatura, y se creia explicarlo por los débitos y miserables da«tos que poseemos sobro el conjunto de la creación.» Hahnemann rechaza, pues, asi el animismo stahlian9 como el materialismo. ¿Cuál es su opinión propia? ¿Cuál es su teoría de la vida? Veámoslo: ' «Lo que une las partes vivas del cuerpo humano, de modo que 124 EL CRITERIO MÉDICO. «resulte de ellas un organismo tan admirable, lo que las determina 4 «conducirse de una manera tan directamente contraria á su primitiva «naturaleza física ó química, lo que las anima y las impele á tan sor«prendentes acciones autonómicas, esta fuerza fundamental, en fin, ))no puede ser representada como un ser aparte: no hacemos mas «que entreverla de lejos; escápase á todas nuestras investigaciones, »á todas nuestras percepciones. Ningún mortal conoce el substralum »de la vitalidad ó la disposición íntima á priori del organismo vivo. «Ningún mortal puede profundizar este punto, ni aun describir su «sombra; ya hablen en prosa, ya en verso, las lenguas humanas «no expresan sobre él sino quimeras y galimatías. «Durante los dos mil añoson queso ha estado tratando de filoso^ «fía y medicina, no se ha adelantado un paso en el conocimiento á npriori de la vitalidad del cuerpo organizado, ni de la fuerza inte«leotual que obra en su interior No se puede concebir siquiera un «medio capaz de conducirnos áeste conocimiento. (Valor de los sis))temas en medicina).)) Tal era el lenguaje empleado por Ilahnemann en 1808, cuando las ideas de Condillac y de Gabanis estaban enseñoreadas del campo en filosofía y en medicina. No era fácil así que so le comprendiera. Aun hoy mismo, con la deplorable dirección que se dá á los estudios médicos en las escuelas, ¿cómo es posible que sea bien comprendida ó aceptada esa idea do unidad y do fuerza que preside ó impulsa en el sor vivóla formación del organismo, sosteniendo la armonía de las funciones y llenando un Gn determinado en cada acto individual? Para que esta doctrina dó Ilahnemann vaya penetrando en el ánimo de los jóvenes médicos, para que esa idea de fuerza que palpita en todas sus obras de patología y terapéutica quitando al órgano, al acto, á la función toda significación propia, y haciéndolos considerar nada más que como fenómenos dependientes déla acción de una causa común que los enlaza todos y constituye la unidad del individuo, es preciso que se rasgue esa venda sensualista que aun o[\isca á tantas inteligencias. Hasta entonces no será bien comprendida ni apreciada la doctrina ñsiólogo-patológica de Hahnemann. El fundador de la Homeopatía siguió las huellas de los grandes médicos que recuerda la historia, los cuales atribuían á la naturaleza (natura) como causa única los movimientos vitales, ya fisiológicos, ya morbosos; y lo prueba claramente el entusiasmo con que hablado Hipócrates cuando la ocasión se le presenta: «Nunca, dice, se estuvo IL GRITERÍO MÉDICO. 125 «más cerca de descubrir el arte de curar que en la época de Hipócra))tes. Este observador escrupuloso buscaba la naturaleza en la mtuirraleza. Describía exactamente las 'enfermedades, sin añadirles »nada, sin tomar colores á la pintura, sin permitirse razonamiento «alguno. Ningún médico ha sobrepujado después su talento para la «observación pura.» (Esculapio en la balanza.) Pero ITahnemann quiso dar á esa idea de naturaleza un valor real y una significación más fecunda en patología, para que todas las teorías solidistas, humoristas, astrológicas, místicas y químicas de la enfermedad cayesen de un solo golpe y no se levantaran jamás, dominadas por el principio superior de unidad de causa, do fuerza, de naturaleza, vislumbrado hace cuarenta siglos, y oscurecido después y siempre por la densa niebla de las hipótesis y de los sofismas. Casi parece excusado manifestar que toda tentativa para borrar de la ciencia médica ese principio verdaderamente secular, en que Ilahnemann asentó su doctrina, conduciría á la destrucción de la ciencia misma. Así, pues, las ideas organicistas, abierta y exageradamente materialistas, profesadas en las Consideraciones criticas acerca de los principios fundamentales de la Ilomcopatia, son un deplorable retroceso en medicina; y para nuestra Escuela vienen á ser como verdaderos parásitos que acabarían por consumir el tronco mismo de la doctrina, aniquilar el elemento cientlflco más importante que posee, romper el lazo que la une con las antiguas escuelas vitalistas, lazo que ha de estrecharse algún dia, y entregarla sin defensa á merced do su enemiga mortal, necesaria é irreconciliable: la Escuela iatro-qulmica. El autor de las Consideraciones criticas dirige repetidas veces en el primor capítulo de la obra un cargo muy severoá Ilahnemann por el sabor místico de sus escritos, por haber mezclado sus creencias religiosas con sus opiniones científicas, por las tendencias espiritualistas de su doctrina. Pudiérase ante todo hacer al autor este cargo mismo por su encarnizamiento contra el espiritualismo, contraía metafísica, y en una palabra, contra todo lo quo no sea materia y'Sensación pura. Poro ya haremos ver más adelante cuánta ofusqacion revelan semejantes acusaciones: limitémonos á declarar en este instante, que Hahnemann tiene una defensa natural y directa contra, ese injusto cargo del autor de las Consideraciones criticas. Hela aquí. El misticismo y el espiritualismo de Hahnemann serian un mal si se hubiesen encarnado en su doctrina, hasta el extremo de dar á su dinamismo vital el carácter francamente animista, si Hahnemann hubiese profesado en 126 EL CRITERIO MEDICO. SU Organon esa misma doctrina de Stahl, que explícitamente había condenado en su preciosa Memoria sobre el Valor de los sistemas en medicina. Algunos impugnadores, que sin duda conocian poco la doctrina dé Stahl, han acusado á Ilahnemann de profosar esa dootrina, por solo el hecho de confundir la fuerza vital con el alma, y de atribuir por lo tanto á esta los actos orgánicos, lo mismo que los intelectuales y morales. Si esos impugnadores han observado el curso délas ideas desde los tiempos do la aparición del Organon hasta nuestros dias,.sabrán ya que ese monodinamismo humano, que ese neoanimismo tiene hoy por defensores filósofos de primer orden, y cuenta representantes médicos de talento, no solo dentro, sino también fuera de la Escuela homeopática. Si Hahnemann,pues, dio á entender como de paso, quo consideraba en el hombro el alma y la fuerza vital como una misma cosa, no hizo sino anticipar una doctrina que, sea cual fuere la suerte que le esté reservada, prevalece actualmente en la filosofía. Pero el ilustre autor del Organon de la medicina no ha tenido todavía la suerte de que se haga do su obra una crítica imparcial, que examine su doctrina en conjunto, y dejo do ver contradicciones entre párrafos cuyas ideas mutuamente se completan. Ilahnemann, lo hemos dicho ya, no tuvo por objeto, como Stahl, desarrollar una teoría fisiológica: su mira principal fué co.Tibatir el materialismo patológico, que bajo las formas de solidlsmo, do humorismo, dequimismo localizaba esencialmente la enfermedad, y convertía las virtudes medicinales en acciones mecánicas. Con la teoría del dinamismo vital la organización y la vida son una función, la enfermedad una función anormal espontánea, la acción del medicamento una función anormal provocada. Los síntomas son manifestaciones de un desorden, cuyo verdadero punto de partida no se puedo asegurar dónde está, por mas que aparentemente se hallo en sitio accesible á los sentidos: son actos funcionales anormales. Así, pues, vida, organización, enfermedad, síntomas, acción medicinal, todo esto son fenómenos; todo esto son representaciones de la causa, de la fuerza individual. Que esta fuerza esté ó no identificada en el hombre con el alma, es cuestión en que Ilahnemann no ha entrado formalmente, y en cierto modo ajena á la medicina. Lo importante os el reconocimiento de un principio, de una fuerza vital en cada organismo, inseparable de su sustancia, y de cuya acción general y presente en todas las partes, depende la vida. E t CHITERIO MÉDICO. 127 Hé aquí el dinamismo vital según Hahnemann; una teoría altamente filosófica, erigida para destruir el materialismo módico. Veamos con qué pretendía reemplazarla el Dr. Cruxent, y cómo la interpreta el Dr. Pommerais. I. O L I V E B 1 BRICHFEUS. FILOSOFÍA MEDICA. EL ECLECTICISMO EN Lk ESCUEL\ ALOPÁTICA. Uno tras otro se han ido sucediendo en el trascurso de los siglos, desdo Hipócrates hasta nuestros dias, diferentes sistemas médicos que, rigiendo por más ó menos tiempo los deslinos de la medicina tradicional, se han destruido sucesivamente arrebatándose el dominio de las ciencias médicas, dominio efímero las más do las voces por la misma instabilidad de sus doctrinas. Luchando incesantemente, haciéndose una guerra sin tregua, desterrado de las escuelas y de la práctica el que ayer ostentaba todo su poderío y esplendor, por el que hoy venia con su brillante teoría llevando én pos de sí numerosos prosélitos, á destruir y ridiculizar todo lo dicho y practicado hasta entonces contrario al dogma que llevaba inscrito en su bandera, la medicina secular ha seguido su camino llena de confusión y desorden, de uno en otro sistema, llegando con esa misma confusión y desorden crecientes al estado con que en la actualidad se ofrece á, nuestra vista. Mas si al dejar de ser un dogma en la enseñanza médica y un guia único en la práctica de sus adeptos; si al desaparecer vencidos por el que les iba á reemplazar, esos diversos sistemas hubieran quedado para siempre sepultados en el olvido, monos tendría que ocharles en cara la humanidad , monos doloroso seria su recuerdo; pero desgraciadamente había de suceder todo lo contrario. Expuestos y explicados en la historia de la medicina, descritos con toda precisión y claridad sus principios y los fundamentos en que se apoyaban, ó inscritos en sus páginas con caracteres indelebles, pasaron de siglo en siglo y de época en época, leídos con afán por la posteridad médica, para ser después por ella comentados, y servir, andando el tiempo, para la creación de otros nuevos. Así es que han llega- 128 EL CRITERIO MÉDICO. do hasta nuestros (lias corregidos los unos y aumentados los otros, sombrando siempre la confusión en la terapéutica y llevando consigo la vacilación y la duda, que no podian menos de nacer adoptándose en principio, y después en la práctica, los preceptos emanados de tan heterogéneos sistemas. Y que esa lucha sin descanso y esa confusión han llegado hasta nuestros dias, siendo cada vez mayores, es innegable; solo podrían desmentirlo inteligencias ofuscadas y animadas exclusivamente por el ciego espíritu de secta. Ahi están para aseverar nuestro aserio la Escuela italiana, la de Paris y la de Montpeller, disputándose una supremacía que nunca alcanzarán, no solo por su misma impotencia, sino también por la honda división que entre sus individuos reina, do lo cual es una buena prueba la de Paris. Pero de ese desorden engendrado por encontradas opiniones é ineficaces tentativas, de ese caos que envolvía la medicina de los siglos, no podía menos de resultar una teoría que intentara armonizar las diversas doctrinas que militaban en opuestos bandos, y ver de apaciguar la lucha en que estaban de continuo empeñadas. Y se dijo: «Ilecopilemos, escojamos de los diversos sistemas lo más selecto que en ellos se encuentra después do entresacar de las obras clásicas y de las mejores monografías cuanto pueda sernos útil y convenga á nuestro objeto, y esté en armonía con lo que hemos observado en nuestra práctica, pues así recorreremos de una manera regular y metódica las numerosas materias que encierra la patología.» Tal fué el origen del eclecticismo moderno. Apenas enunciada esta brillante aunque falsa teoría, fácil para la inteligencia como de seguir en la práctica, numerosos partidarios la adoptaron con entusiasmo, pensando encontrar en ella el desiderátum en medicina, proclamándola como una verdad incontrovertible 6 ideándola pródiga en felices resultados. Y tanto se extendió y propaga esta funesta doctrina, que bien podemos decir que es la üníca que impera en el dia en la escuela alopática, siendo observada por sus adeptos, si no por todos en la teoría, al menos sí en la práctica. Poco importa que se declaren partidarios de la medicina italiana de' liipocratismo de Chomel, de la organopatía de Piorry, del iatro-quimismo,etc.;les veremos en su inmensa mayoría eclécticos en la práctica, y á muchos de ellos subyugados por el más craso eclecticismo. Nacido de la duda y de la confusión ese mal llamado sistema mé- EL CRITERIO MÉDICO. 129 dico, tenia por necesidad que llevarlas consigo, aunque sus prosélitos creyeran y asegurasen lo contrario, defendiendo y encubriendo además los errores de las doctrinas antagonistas que le sustentan, siguiendo sus preceptos y las tristes consecuencias que de su diversidad debian originarse; cosas que la práctica y el tiempo están demostrando bien palpablemente, y que para cerciorarse de ello no hay mas que tender la vista por las obras y clínicas alopáticas de nuestros dias. Asi es que, en lugar de los beneficios y adquisiciones que pensó realizar en provecho do la ciencia, el eclecticismo ha llevado á su seno un caos mayor del que existía antes de su presentación en el campo de la medicina oficial, siendo sus aspiraciones ilusorias ó irrealizables por falta de una base sólida en que poder apoyarse, y por carecer de una verdad que no tiene, porque no la ha encontrado en ninguna de las doctrinas módicas que forman su conjunto. El eclecticismo, pues, no^ sirve para otra cosa que para evidenciar más y más los atrasos y contradicciones de la escuela alopática: es una prueba relevante ó irrecusable, la mayor que ha podido presentarse, de la estancación de la medicina, de la paralización del progreso médico: es, en ün, como dico un célebre autor, el statu quo do la medicina. Pensando asi el ecléctico, eligiendo y reuniendo lo que mejor le parece y juzga conveniente de todos los métodos y sistemas que han reinado en la ciencia, cree responder satisfactoriamente á lo que la humanidad exige de él, llevando su obcecación hasta pensar que se ha levantado un edificio indestructible constituyendo á la medicina—¡pobre ciencia!—en el mayor grado de esplendor. •Veamos si no lo que dice uno de 'los autores más distinguidos de la escuela ecléctica: «Francos en la exposición de nuestras convicciones, las presentaremos con claridad, abrasando según los casos las diversas teorías que se hallan fundadas en la rigurosa observación y en la verdadera experiencia, aunque enlazadas siempre con la filosofía. Nos declaramos, por lo tanto, por el eclecticismo práctico. . Así es que la medicina expectante de Hipócrates en ciertos casos, la práctica de StoU en otros, la de Sydenham en muchos, la de Brown, la del contraestimulo, la de Broussais, la de Bouillaud, etc., todo lo recomendamos en determinadas circunstancias, y todo manejado con oportunidad nos conduce al fln principal que nos proponemos, inclusa la misma hidroterapia. Otro tanto haremos con respecto á la patogenia, en la que el humorismo moderno se encontrará á la par de las teorías vitaüstas y solidistas, sin descuidar lo que nos enseña la 17 130 EL CRITERIO MÉDICO. tiscuela orgánica.» Otro autor de la escuela deParis, cuya obra anda en maQos do todos, nos dice también: «En el estado actual de los conocimientos médicos, la nosografía no debe ser exclusivamente OT' gánica, ni exclusivamente eíiológica, ni exclusivamente sintomática. Ha de tener por precisión algo de las tres. Es indispensable adoptar un método mixto Extraño á toda especie de Secta, no he tenido que atacar ni defenderá ningún hombre ni i ninguna doctrina: donde quiera y siempre, he buscado la verdad y la he proclamado, cualquiera que sea su origen.» No puede darse una prueba más grande de la paralización del progreso médico, producida por el eclecticismo, y de la arrogancia con quo so quiere asentar que, buscando y reuniendo las verdades diseminadas en las varias escuelas médicas, se ha levantado una verdad general, apoyada por supuesto en la fdosofla, con lo cual se ha salviado la medicina del caos ep que se agitaba. Pero si fuese posible el eclecticismo médico, si se le concediera razón de ser, habría necesidad de admitir la hipótesis do quo no solo existen verdades en todos los sistemas que han reinado en alopatía desde Hipócrates hasta la actualidad, sino quo se poseen también todas las verdades necesarias para desarrollar y dar impulso á la ciencia. Mas como ningún sistema alopático lleva consigo la verdad; como todos parten de un sollsma, y se apoyan en el mismo principio falso que siempre les ha hecho deleznables y controvertibles, no es posible que encuentre en ellos el ecléctico, por máj quo otra cósase diga en.contrario, esas verdades tan decantadas, ni menos posible aun que pueda formar ese conjunto, con el cual cree haber llegado á la cúspide del saber y de los adelantos, para dirigir desdo ella el curso de los estudios médicos. Es por lo tanto imposible el eclecticismo en medicina. Sin embargo, supongamos por un momento que es posible el eclecticismo médico, y que por consiguiente existen esas verdades; ahora preguntamos: ¿dónde están las reglas, qué leyes hay formuladas para su observancia? ¿Qué guia conduce al práctico para llenar las indicaciones? No tieno otras leyes ni guias que su experiencia, su buen ó mal criterio individual, esta es la verdad: con ellos va tan- . toando por eso mctre magnum de sistemas, zozobrando á cada paso, rodeado de confusión, y llevando en su mente continuamente la duda. Las consecuencias de este procedimiento se dejan conocer perfectamente. El ecléctico, conducido únicamente por su capricho y su criterio, buscando según los casos, en la doctrina de Rasori, en la de EL CRITERIO MÉDICO. 131 Bouillaud, Piorry, etc., los medios con que llenar las indicaciones, ó bien en un mismo caso como sucedo comunmente á causa de la variedad de los 'síntomas, ejerce una medicina altamente perjudicial que desnaturaliza la enfermedad, y produce agravaciones, á veces bien funestas, administrando una variedad tan considerable de medicamentos, desconocidos por él la mayor parte de ellos en su modo de obrar en el organismo. Falto de una ley general que le guie en terapéutica, sin norte fijo para caminar en medio de la confusión que lo rodea, marcha á ciegas, y sin embargo orgulloso, porque adornado de los conocimientos patológicos modernos de su escuela, cree poseer con ellos todo lo ütil y necesario para el ejercicio de la medicina fiada al eclecticismo. Esta doctrina, que es como si dijéramos la síntesis do las demás doctrinas médicas alopáticas, se ha apoderado por completo do la medicina secular, y á ella se inclinan todos los afiliados en los diversos bandos en que esta está dividida, por más que de tiempo en tiempo se hagan una guerra sin tregua, defendiendo sus principios : en el terreno de los hechos siguen el eclecticismo práctico en su inmensa mayoría: esa es la tendencia general. Ya hemos hablado de los errores en que se funda el eclecticismo que guia hoy á la escuela oficial en la práctica, y de la confusión que le es inseparable. Solo añadiremos con Renouard que es una doctrina estéril, la falta de todo principio, incapaz de crear nada duradero, no pudiendo dar origen mas que á la duda y á la incertidumbre; es, en fin, un autocratisnio individual convertido endogma. Considérense ahora las consecuencias que producirá una doctrina tan llena de errores.* La Homeopatía, entre tanto, que ve la decadencia de la medicina oficial, y la confusión que reina en su seno, progresa más y más do dia en dia, á pesar de los obstáculos que se oponen á su paso, triunfando do todos los ataques que se la dirigen, y probando con sus hechos la verdad eterna que encierra su doctrina, proclamada hace más de medio siglo y sancionada por el tiempo, siendo á la vez la que ha venido á regenerar la, medicina: y ante, el cuadro que presenta la escuela secular, comparado con el estado tan brillante en que ella se encuentra, y el bello porvenir que la espera,puede-contestar con Cicerón á las declamaciones de sus contrarios, que el tiempo no ha confirmado ni confirmará jamás las ilusiones de la opinión sino los juicios de la naturaleza. PAZ ALVABEZ GONZÁLEZ. 132 EL CRITERIO MÉDICO. NECROLOGÍA. Ba:NNINGHAD8EN <. El dia 23 de enero ultimo falleció en Munster (Prusia), á consecuencia de repetidos ataques de apoplejía, á la edad de "9 años, el barón Clemente María Francisco de Bcenninghausen, doctor en Derecho y en Medicina. Hóaquí unadolorosa noticia que ha producido el sentimiento másprofundode tristeza en todos los discípulos dellahnemann y en los verdaderos amantes de la Homeopatía. Esta pérdida irreparable ha venido á herirnos cuando acabábamos do recibir uua prueba más del talento y laboriosidad del ilustre anciano con las Glosas de los Aforismos de Hipócrates, trabajo importantísimo, rico legado con que el sabio continuador dellahnemann, antes de abandonar la tierra, ha querido favorecer á nuestra Escuela, libro, en fin, lleno de cienciay adornadooon vastísima erudición, cuyo estudio, examen y juicio crítico serán el mejor elogio fúnebre que pueda liacorso de Bojnninghausen. Nació Boennighausen el dia 12 de marzo do 1785 en el castillo de Ileringhaven, pertenencia de sus padres, situado en la provincia de Overyssel, en Holanda. Perdió á su padre, chambelán del príncipe de Munster, en 18J2, y en 1828 á su madre. De cinco hermanos sobre-vivió ól solo, heredando el título y los bienes paternos. Sus antepasados figuran entre la más antigua nobleza do Westfalia y del Ilhin: los documentos del siglo xni citan sus nombres y sus blasones. Bcenninghausen pasó los primeros tiempos de su vida en el campo, más entregado á los ejercicios y distracciones que podían desarrollar su constitución física que á los trabajos del espíritu. A la edad de doce años fué enviado al gimnasio (Ateneo ó Liceo) de Munster, donde fué colocado entre los últimos alumnos de la clase; pero desde el primer semestre llegó por sus esfuerzos al primer banco en el cual se sostuvo; hecho insignificante, si se quiere, pero que prueba, sin embargo, cierta firmeza de carácter y perseverancia en e < Los datos biogrí fieos se han tomado do, la biografía qiin clDr. Mouremans ha publicado en su traducción de las Glosas de fos Aforismos de Hipócrates, extraída de la Historia de la Ilomeopatia de Kleinert. EL CRITERIO MÉDICO. ' 133 trabajo. Seis años después, fué á estudiar jurisprudencia á la Universidad holandesa de Groninga; y pasó allí tres años, estudiando además del derecho, medicina y ciencias naturales en cursos separados y voluntarios. El 30 de agosto de 1806 obtuvo el título de doctor utriusque juris, y el 1." de octubre del mismo año prestó juramento como abogado en el tribunal de primera instancia de Deventer, y desde este dia dio principio á su breve carrera de legista. Con motivo de las funciones que hubo de desempeñar su padre en la corte del rey de Holanda, Luis Napoleón, padre del actual emperador de los franceses, el joven Boenninghausen tuvo ocasión de dar á conocer sus cualidades, y en breve tiempo ocupó los puestos más importantes del Estado. La abdicación de este rey que tan benéfico habia sido para él, le afectó vivamente, y le hizo renunciar todos los cargos que se le ofrecían, retirándose en setiembre de Í8I0 á la vida doméstica. En medio de la tranquilidad de esta vida empezó á dedicarse á la agricultura y á todas las ciencias relacionadas con ella, pero muy especialmente á la botánica. Habiendo contraído matrimonio en 1812, fué á establecerse en 1814 en su propiedad de Darop, con objeto de explotarla y dirigirla él mismo. Entabló relaciones con los más distinguidos agrónomos de .^lemáftia, Thaer y Schwers entre otros; dio á luz en los Alíales de MoecjUn muchos artículos sobre el cultivo del centeno en Tícenle, trabajo que Thaer mandó imprimir por separado; fundó la Sociedad agronótnica de Munster, que es la primera de esta clase organizada en la parte occidental de la monarquía, y existe todavía, aunque en mayor escala. Entre otras Memorias publicadas en esta época por Boenninghausen, figura IÍÍ Estadística de la agricultura de Westfalta pava, el año 1828,, que forma un tomo de 242 páginas en 8." El Gobierno le habia nombrado en 1816 comisario del distrito de Coesl'eld, donde están situadas las tierras de Darop, dignidad que aceptó Boenninghausen. Su fama do agrónomo se habia hecho ya célebre y so buscaba su opinión como hombre teóricay práctico, y le fueron encomendadas funciones las más vastas é importantes en el territorio del Rhin y la Weslfalia. Los continuos viajes hechos con este motivo lo proporcionaron la ocasión de estudiar la flora de esas comarcas, y dio á luz en 1824 el Prodromus florm Monasteriensis. F"uó en esta época director del Jardin botánico de Munster, y por este medio se puso en relación con los primeros botánicos do Europa. Sus escritos de agricultura y botánica fueron buscados con avidez, muchas socie- 134 EL CRITERIO MÉDICO. dades científicas le enviaron diplomas, y, poivultimo, recibió la distinción más señalada quo puedo desear un botánico, pues Sprengel y Reichembach dieron cada uno el nombre de Boenninghausen á una planta clasificada por ellos. En 1827 su salud, robusta hasta entonces, fué atacada por una tisis purulenta, según declaración de dos célebres módicos alópatas. Habiéndose agravado terriblemente la enfermedad en la primavera de 1828, hasta hacer perder las esperanzas de salvación, Boenninghausen escribió una carta de despedida á su antiguo y venerado amigo el botánico y médico Dr. A. Weihe de Herford, primer homeópata de los paises del Rhin y de la Westfalia, circunstancia que sin duda ignoraba Boínninghausen por no haber tenido con ese profesor otras relaciones que las botánicas. Lleno Weihe de pesadumbre con esta noticia, contestó pidiendo una exacta descripción de la enfermedad y de sus síntomas secundarios, y manifestó la esperanza de salvar á un amigo tan querido por el nuevo método terapéutico. Bcsnninghausen siguió puntualmente los consejos do su amigo, y al fin del verano estaba curado. Desde este momento Boenninghausen so convirtió en decidido partidario y activo propagador de la Homeopatía. En vano defendió el nuevo sistema ante los médicos deMunster, á quienes trataba como miembro y cofiindador de la Sociedad de Medicina; solamente dos ancianos, los doctores Lutterbeck y Fuisting le siguieron, admirados por algunas curaciones sorprendentes de enfermos suyos que habían acudido á Boenninghausen. No habiendo este recibido el título de médico, tuvo que limitarse en los primeros años á facilitar y propagar la práctica de la Homeopatía por medio do la publicación de diversos escritos científicos. En 11 de julio do 1843 alcanzó por fin la autorización para ejercer libremente la Medicina. De este primer período datan las diversas obras de Boenninghausen, cuyo mérito no solo las puso en las manos de casi todos los homeópatas alemanes, sino que el mismo Hahnemann se sirvió de ellas hasta su muerte. Boenninghausen no habia tardado en convencerse do que la base de toda curación verdadera es el conocimiento exacto de las fuerzas medicinales. Todos sus esfuerzos se encaminaron á descubrir el verdadero caráctei- de los remedios y clasificarlos de manera que el práctico pudiese, sin perder tiempo, ayudar á la memoria, ó bien hacer investigaciones en las mismas fuentes. Al principio no pudo Boenninghausen dedicarse á la resolución de estos problemas, EL CRITERIO MÉDICO. 135 sino durante algunos meses en invierno, pero una vez obtenida su dimisión de funcionario del Estado se consagró enteramente á las lareas literarias y á la práctica médica. Testimonio son de ello los arliculos publicados en los Archivos médicos, en la Gaceta homeopática alemana, y en el Journal du, Dispensaire Ilahnemann de Bruselas. Y hay que añadir luego H2 tomos voluminosos cii 4.°, que forman el diario médico de Boenninghausen, llenos de preciosas noticias y de profundas observaciones. Su última obra, publicada en 1863, es digno coronamiento de su vida científica y literaria. Reservándonos dar extensa idea á nuestros actores de esta importante publicación cuando hayamos hecho de ella elestudio necesario, vamos á trascribir dos ó tres párrafos del prólogo en que resalta la modestia del autor al lado do lo grandioso del objeto de su libro. Después de haber manifestado que no quoria dar á su trabajo el titulo de comentarios sino el do simples glosas de los aforismos hipocráticos, dice: «No tenemos, ni remotamente, la presunción de colocarnos en la «línea de los verdaderos sabios; reclamamos únicamente la cualidad »de prácticos, y aprovechamos una oportunidad de publicar nuestra «opinión, fundada en una larga experiencia; decimos no más que lo «que creemos indispensable para justificar la forma de esta obra. «Su objeto está indicado en su mismo-título.» «Damos primero una traducción de los escritos hipocráticos más «nombrados. Esta traducción se ha hecho en vista de las ediciones «más correctas, y se ha comparado minuciosamente con otras tra«ducciones latinas, alemanas y francesas «En las glosas que acompañan á los aforismos hemos usado de ,raá3 «libertad, y hasta quizás de alguna mayor arbitrariedad. Expliqué»monos, «Hay en nuestra época dos cuestiones que reclaman principal.«mente una discusión tranquila y profunda: la primera es la tenden»c¡a materialista que domina á la medicina moderna; la segunda, la «verdadera naturaleza y el valor de la Homeopatía, sobre la cual lan«tas ideas erróneas han circulado. «Estas dos cuestiones nos han preocupado sobre todo al redactar «nuestras glosas; y no hemos dejado pasar la menor oportunidad de «proclamar abiertamente las opiniones que mediante observaciones 136 EL CRITERIO MÉDICO. «minuciosas, y la larga experiencia adquirida en un tercio de siglo, nhemos formado ó modificado en nuestras convicciones. «Nuestros principios, basados en los hechos, no podrán ya ser nrefulados cual conviene, ni con simples negaciones, ni por la Hacusacion de ignorancia, ni con un desdeñoso encogimiento de «hombros.» Desde 1820 se estableció una correspondencia íntima y activa entre Hahnemann y Boenninghausen, y desde la muerte del venerable fundador y do los veteranos de la Homeopatía, Buenninghausen estuvo en relaciones con la mayor parte do los homeópatas de Alemania y del mundo. En 1848 fundó la Asamblea anual de los médicos homeópatas del Rhin y do ta Weslfalia, institución quo todavía se conserva. La mayor parto de las sociedades homeopáticas le contaban en el número desús individuos. El Collegium med. hom. occident. de Cleveland (Estados-Unidos) le nombró Doctor medicincB en 1854. El Emperador de los franceses le hizo caballero do la Legión de Honor en abril de 1861. Hasta la edad de 78 años muy cumplidos ha gozado Boonninghau. sen de una silud robusta. Sus fuerzas tísicas y morales le permitían concentrar como antes toda sa actividad en una ciencia, á la que ha consagrado el resto de su vida, tan activa y diversamente empleada. Su muerto ha sido tranquila, sin sufrimientos, sin agonía: la muerte del justo. El respetable Dr. Jahr, dice: , «C.do Boenninghausen tenia, como todos los verdaderos sabios, »como todos los hombres de ingenio, una sencillez atractiva, y era «agradable y simpático en su trato social. Sus variados conocimien»t03, la urbanidad do su carácter, la severidad de sus principios re«ligiosos, políticos y morales le granjeaban la estimación y el res«peto hasta de sus más fogosos ,adversarios. Cuantos hayan tenido «la singular dicha de entablar con él, de cerca ó do lejos, relaciones «científicas, ó hayan necesitado de sus consejos, darán con nosotros «el más vivo testimonio, asi de la generosidad como de la dulzura de «su espíritu y de su corazón.» Boenninghausen era considerado, en efecto, como el patriarca de la Homeopatía, como el sucesor do Hahnemann: sus consejos eran buscados hasta desde el fondo del Nuevo Mundo, y su voto universalmente respetado. EL GRITERÍO MÉDICO. 137 Más afortunado que Ilahnemann, ha dejado siete hijos, dos de los cuales harí seguido el ejemplo do su padre. El mayor, Carlos, nacido el 5 de noviembre de 1826, vive hace algunos años en París, y ha coatraido enlace con la hija adoptiva de Mad. Ilahnemann. Vivo en compañía de esta respetable señora , la cual ha puesto á disposición de su yerno adoptivo la herencia cientiQca del fundador. Carlos Boonninghausen posee así una doble riqueza de que la escuela no dejará de participar con el tiempo. ¡Dios le haga inspirarse con el espíritu de los' dos grandes hombres á quienes ha heredado! Asi la pérdida de estos se hará menos dolorosa, porque do esta manera HAHNEMANN Y BoENNiKGiuusEN no mofirán nunca para la ciencia. I. 0. B. REVISTA EXTRANJERA. Invetatigacionos médioo-flsiológicas sobre el oxígeno, por los Sret. Demarquay y Leoonte. En los últimos números de los Comptes rendus semanales de la Academia de Ciencias de París ha aparecido el informe dado por los Sres. Andral y Bernard, acerca de las investigaciones médico-fisiológicas sobre el oxigeno» que en dos Memorias presentaron los señores Demarquay y Leconte, cuyo extracto 08 el siguisnto: oEn nuestra primera Memoria hemos expuesto la influencia que el oxígeno ejerce en los animales que lo respiran por algún tiempo, y hemos demostrado que el aire vital no producía sino una gran turgencia del sistema vascular sanguíneo; que no determinaba inflamación alguna visceral, y finalmente, que su presencia en la sangre se manifestaba por signos inequívocos en las soluciones do continuidad de la piel. Posteriormente hemos estudiado la acción del oxigeno en el hombre sano ó con solución de continuidad en la piel. Aplicado localmcnte en una herida reciente ó antigua por medio de una manguita de caoutchouc, el aire vital no produce dolor vivo; el individuo manifiesta sentir algo de picazón y calor; é iguales sensaciones produce inyectado en las cavidades mucosas ó serosas. Se le ha inyectado sin inconveniente alguno en la vejiga y en la túnica vaginal; y á consecuencia de esta inyoccionse ha curado uno de nuestros enfermos que padecía un hidrocele. Si se aplica el oxígeno á úlceras de buen carácter, obaér18 138 « L CRITERIO MÉDICO. vase al cabo de algunas horas que la supuración se ha modiBcado: es menos abundante, más tenue; los pezoncillos carnosos parecen mis pequeños, y tienen un color agrisado; pero algún tiempo después, cuando so separa el oxígeno, vuelven á ponerse rojos y turgentes; y si las aplicaciones se repiten muchos días y por algunas horas cada vez, acaban por determinar una inflamación más ó menos viva de las heridas. Pero lo más notable es la acción del oxígeno sobre la rubefacción congestiva ó inflamatoria que rodea á las heridas y úlceras, pues la modifica rápidamente. Usando de esta propiedad, hemos conseguido á veces combatir la rubefacción que rodea á las úlceras de las extremidades y la inyección de la piel que deja el eczema. La parte más interesante do estas invcstigacionos es la acción que el oxígeno ejerce en el organismo siendo respirado. Nosotros hemos respirado el oxígeno, y lo hemos hecho respigar á nuestros discípulos y á algunos amigos á la dosis do 20 á 30 litros sin ningún inconveniente. Desde sois meses á esta parte hemos sometido un gran número de nuestros enfermos á la acción del aire vital, sin determinar accidente: algunos de ellos han respirado 20 6 40 litros diarios por espacio de un mes ó seis semanas, sin experimentar otra cosa que una gran modificación en su salud. Las personas quo respiran el oxigeno sienten un poco de calor en las fauces ó en el peclio: á veces algo do embriaguez á cefalalgia. Al empezar las irdialacioncs do oxígeno, el pulso se liacn generalmente más vivo y concentrado; en otros enfermos, al contrario, e| numero de pulsaciones disminuye. Estos sen los fenómenos primitivos. Los secundarios son más marcados: muclias personas experimentan, después de haber respirado el aire vital, una sensación de bienestar general, respiraciuii más fácil, y una necesidad de reparación. En efecto, uno de los fenómenos curiosos de este agente es levantar las fuerzas y avivar el apetito. La necesidad do reparación es tal, que los enfermos piden que se los aumente el alimento, y se ven obligados á multiplicar sus comidas. Hay, sin embargo, excepciones: los enfermos extenuados por largos padecimientos no han experimentado esa modificación. Los enfermos que padecían úlceras recientes ó antiguas, las han visto inyectarse, ponerse rojas, y dar una supuración más abundante al cabo de algunos dias de respirar el oxígeno. Esta particularidad explícalos hechos observados por Cliaptal y Fourcroy, que hicieron respirar el oxígeno á tísicos en tercer grado, los cuales experimentaron al pronto algún alivio; mas luego los fenómenos inflamatorios se hicieron más intensos, la expectoración más abundante y la tos más frecuente, no tardando en venir la muerte. ¿Qué habría sucedido si, en vez de hacer respirar el oxígeno en el tercer período de la enfermedad, se hubiese hecho al principb? Sea como quiera, nuestros experimentos, lo mismo que los de nuestros predecesores, prueban la acción reconstituyente del oxígeno. L O. B. EL CRITERIO MÉDICO. 130 CARTAS CRÍTICAS IV. iOh!I! Señores Redactores de EL CRITERIO MÉDICO: Muy señores mies: Ni epígrafe mas breve ni admiración mas larga habrán ustedes visto en una carta de este género. Y es que estoy asombrado de las cosazas que he Icido desde que remití á ustedes mi anterior. Cada dia me convenzo mas de la utilidad que nos reporta el periodismo, pues gracias á él nos llegan, hasta los raas escondidas lugares, noticias de tanto portento que por acá ignoraríamos eternamente, á no ser por ese grande elemento de la civilización. Un malogrado escritor dijo en un banquete do gente del oficio, que si ios periódicos eran la medida do la ilustración y cultura dn las sociedades, de los partidos, y de las distintas clases del Estado, no podía caber duda de que la clase módica era la primera en ilustración, puesto que solo en Madrid tenia nnco ó doce periódicos. Y todavía no se publicaban La Voz de los ministrantes, ni El Vigía de los partidos. Es evidente que la familia médica es una gran familia, errante como los hebreos, según dicen algunos; socialista hasta no poder mas, como dicen otros; cristiana sí les agrada á ustedes mejor esta frase, corno lo prueban esa mismS palabra tan sentimental, familia, con que so nombra, y la no menos, hermanos, con la cual se llaman unos á otros los que á la tal familia pertenecen. Es verdad que hay hermanastros y padrastros; puro ha de haber de todo en una larga parentela. Esto no quita para que sea una familia grande. Y ademas do las buenas cualidades antes citadas, tiene la de ser filarmónica, si hemos d?, juzgar por los muchos órganos y organillos de que dispone. Estoy esperando que el dia menos pensado salgan los mozos de sala de los hospitales con su órgano titulado Ei Voto de los enfermeros, periódico de las clases médicas, porque aquí todos somos unos, desde el doctorazo de nueve años de colegio híista el sacamuelas y el herrador, y todos pertenecemos á la gran familia. Quisiera yo, para mejor simbolizar el amor que se tienen y se profesan los hermanos, que cambiaran de patrón; es decir, que San Cosme y San Damián no fuesen ya los santos tutelaros de las clases médicas. Esto no es una cscentricidad, y lo demostraré con solo indicar á San Bartolomé como el patrón que yo hallo mas adecuado para esta buena familia; porque, según refiere el Martirologio, San Bartolomé fué desollado vivo y anduvo con sií pellejo al hombro; y los médicos que se desuellan vivos sin cesar unos á otros, además de lo quo la sociedad los desuella, debieran tener por tutelar y santo de su devoción al mártir que caminaba con la piel ó cuestas. Mas dejando á un lado estas consideraciones, ajenas á mi objeto de hoy, vuelvo á ,mi comenzado asunto, y di- 140 EL CRITERIO MÉDICO. go á ustedes que, gracias á la prensa médica, he sabido las notabilidades que brillarán en el fataro Congreso. Y no he podido menos do estampar mi primera admiración al ver que tenemos celebri<ladcs en anatomía y cirugía carao Velasco, Toca, Rubio, Sulor; en medicina legal un López, en filosofía un Santucho, en'literatura un Usera, en patología un Santero, un Asuero, un Es. colar; y en hidrología un Zabala, un Pérez Manso. Así lo ha dicho H. de M. en El Siglo Médico, dos iniciales muy autorizadas. Quiero enriquecer mi biblioteca, y para olio ruego á ustedes me remitan un ejemplar de cada una de las obras de todos esos sapientísimos varones. La segunda admiración del epígrafe de estacarla ha sido excitada por la lectura de un número do El Restaurador farmacéutico, el cual publica una exposición que D. Antonio Bausili ha dirigido por segunda vez al señor Ministro de la Gobernación, reclamando contra el auto dictado por el Gobernador de Barcelona en favor de la facultad ó derecho de los homeópatas para suministrar por sí mismos los medicamentos á los enfermos, sin que vengan obligados á pedirlos en receta á las boticas. No puede darse cosa mas injusta que la providencia del Gobernador de Barcelona, ni nada mas equitativo que lo exigido por el Sr. Bausili y £1 Restaurador. Ello es verdad que también los médicos alópatas, sobre todo los especialistas, tienen en sus gabinetes de curación farmacias enteras para uso de sus clientes, y de ellas proveen á estos de pildoras, pomadas, pociones antisifdíticas sin mercurio, y otra porción de drogas que son un secreto, como que algunas se las hacen traer de la Mesopotamia, y tienen virtudes especialísimas y seguras para curar tísicos, cancerosos, ciegos, tuertos, mudos, sordos, paralíticos y leprosos. También es cierto que muchas farmacias están convertidas en consultorios permanentes, y los boticarios dan al enfermo consulla gratis, y de pago solo el medicamento que ellos recelan. La humanidad va ganando en esto, y yo no veo inconveniente en que así continúen las cosas. Del mismo modo se observa, en las grandes poblaciones sobro todo, que los cirujanos visitan cuanto les sale de medicina; y solo cuando so aproxima el momento de certificar la defunción indican á la familia que la cosa es grave y conviene llamar un medicó. Todo esto y mucho mas que me callo es equitativo, legal, y por añadidura económico para esa pobre humanidad en cuyo obsequio deben sacrificarse los individuos de la consabida familia. Los subdelegados comprenden que así conviene sigan estas cosas, y por eso no consideran denunciable ni siquiera reprensible lo que antes dejo indicado. Tratándose do los homeópatas, ya varia de aspecto la cuestiun; y la lógica de médicos y farmacéuticos no puede ser mas irresistible y convincente. Unos y otros iiacen coro para decir: «La Homeopatía es una farsa; sus medicamentos, grajea inerte é inofensiva.» Luego los subdelegados de Farmacia proceden bien cuando reclaman para los de su clase el privilegio de vender la grajea inerte, aunque haya maliciosos que los tachen de cómplices de la tal farsa homeopática. «Nosotros, añaden algunos, no nos metemos en honduras; lo que queremos es vender glóbulos, y diluciones y de toiio, sean medicamentos ó no lo sean. En lo demás, allá se entiendan los médicos.» A esto contestan los homeópatas, faltos, por supuesto, de sentido común, que si sus medicamentos han de pedirse en recetas á las oficinas de farmacia, es preciso que se consignen EL CRITERIO MÉDICO. 141 SUS preparaciones en la farmacopea oficial, y se enseñe su posología en las Facultades. jCanastoI exnlaman los módicos alópatas: ¡hay es un grano de anís lo que piden! Non possumus, hermanos; arréglense como puedan con los de los botes. Tienen razón los de las petacas, dicen á esto los farmacéuticos; ¿no han asegurado ustedes muchas veces, señores alópatas, que .tus hahnomannianos empleaban sustancias enérgicas, venenos terribles, con los que comprometían la vida de los enfermos? ¡Uuó inocentes! replican los de la antigua escuela. Eso lo decimos para asustar á las gentes, á lio de que no caigan en la manía de hacerse curar sus dolencias por ese descabellado sistema. Pero con toda tranquilidad pueden ustedes vender glóbulos por arrobas, y cajas y cajones, y cuanto se les antoje, porque en todo ellu no hay un átomo de medicamento. ¿Conque no es necesario hacer esa serie de diluciones, ni entretenerse en esas tonterías que nos recomiendan esos locos? No, señores, lo mismo da de un modo que de otro. ' Los homeópatas les salen al paso otra vez, y con la falta de criterio con que en lodo proceden, dicen á los farmacéuticos: «Puesto que ustedes reclaman el derecho de preparar y vender medicaníentos, y nuestras sustancias curativas no lo son, según lo declara la escuela alopática y ustedes con ella, y se les niega una página en la farmacopea olicial, y se afirma por todos su inercia, en razan á que la química (¿conocen la espectroquimia?) no encuentra reacciones en ellas, no procede reclamar un derecho que no corresponde á la industria científica que ustedes ejercen.» ' £n vista de tan desatinado razonamiento, los farmacéuticos de seso, y El Restaurador á la cabeza de todos ellos, se lian propuesto dirigir á la superioridad exposiciones á lo Bausili, y ya verán ustedes si consiguen ó nó su intento. ¡Pues no faltaba más sino quu así se menoscabarán los intereseaes de clase tan benemérita! Es esta cuestión tan compleja, tiene tantos lados por donde mirarla, que yo renuncio á continuar dándole vueltas, con tanto más motivo, cuanto que aún me resta explicar mi tercera admiración, ó lo que es lo mismo, la razón de ser de la última que he colocado detrás del ¡oliül que sirve de epígrafe á esta carta. En algún tiempo pasó ratos deliciosos leyendo las obras del P. Isla, y también los tuve iguales en una ocasión en que rae facilitaron el sermón del cura de Chaorna, documento curioso que se conserva en el archivo de los duques de IVledinaceli, y que valió á su autor un benoticio simple cuncedido por el Hey; á condición de que el buen cura no volviese á predicar en su vida., Nada digo á ustedes de las cartas del célebre critico antes citado, ni de su Fray Gerundio de Campazas, porque no habrán olvidado el sermón del P. Soto; pero sí les citaré para muestra un trocito del sermón del cura de Chaorna, pues como documento que no está impreso, es probable que no lo hayan leido. Decia este santo varón, hablando de nuustro Padre Adán, «que era el hombre más afable y gallardo de su tiempo; tanto, que cuando salía á la calle todos sus vecinos su le acercaban para saludarle y conversar con él, y hasta las monjas se asomaban á -sus rejas para tener el gusto de verle pasar; pero que Eva era la más gulismera y chismosa de cuantas mujeres había habido hasta entonces.» jie preguntarán ustedes que á dónde voy á parar con esto; y yo le» conle»' 142 EL CRITERIO MÉDICO. taré que escribo nada mas que mis impresiones y recuerdos, excitados por la lectura del numero 46 del periódicu titulado £í Vigiade los partidos. No sé qué relación pueda existir entro las notas do este órgano y lo que acabo de decir; pero ellu es lo cierto que el mencionado número me recordó los sermones del P. Soto y del cura de Cliaorna; y como no me doy razón de este fenómeno psicológico, voy á extractar un PRUYECTO DG SANIDAD CIVIL, causa de mi asombru. Uice así la exposición que precede al proyecto de ley: (iSeñura: ya es lieni))po dü que la sanidad de los pueblos y los dignos profesores encargados de la Bsanta misión de curar á los enfermos de evitar epidemias y contagios en los Mmisraos y las naciones; en lin de guardar los mas recónditos secretos de las «familias y á la sociedad entera, á la altura de la civilización y exigencias soDciales, de los cambios sufridos en las mismas; Señora, ha llegado la ocasión «que los profesores del arle ciencia de curar salgan del abandono en que basta »lioy so los ha tenido, y que la salud de lus pueblos no sea una mentira. Los «pueblos de todo se cuidan menos de la salud do sus habitantes; puro lodo el «cual no existe en la incuria y abandono de los pueblos, si que lo peor es, lu «que ya los dignos profesores no pueden sufrir, es la falla de respeto áque son «acreedores. Se les considera menos que á un ajalareado ganapanes, como un «esclavo vendido, y en verdad, que por un pedazo de pan por uliinentar tan «grandes houd)res á sus hijos. Ved lo que practicó el lley médico con leyes «Divinas, cun su luz ó inteligencia sobrenatural en esto valle de mentira, lu»var el alma y curar el cuerpo. A nosotros cumplo ocuparnos de la ultima «parte, quedándonos la satisfacción de haber hecho bien a sus semejantes que «poco ó nada nos premian fuera de la Curte de S. M.; que uos miran y tratan «sm prójimo ni compasión, nos tildan y apodan y martirizan como á aquel l)i«vino Pastor. El Padre dijo al Hijo: cura esas almas corruptas y hmpia el «cuerpo apestado. Imitadle, señora, é indudablemente que la luz de la razuu «verá una única y gran ley de la salud, porque donde existen escasas afeccio«nes y simples de mala moral, el cuerpo no sufre tanto. Créalo asi V. M.: antes «de todo la salud de su nación. Señora. ¿Uué podrá decir A V. Al. el más pig«meo medico de pueblo; que particulares sustanciales podran nacer de su plu»ma que agraden? La salud y enfermedades no parecen sino panales do rica «miel y que todo hombre hambriento tiene derecho á gustar, mas que el que ))se ha sacriücado cual laboriosa abeja eligiendo en el campo de la medicina ej «mejor néctar de los cálices para su conslruccion. Imperitos oücinislas en lodo «loque atañed la salud del hombre; iutrusiones hasta por albeilares sin lin; «curanderos que plagan el limo terrestre, anuncios y venias de cual llamados «especiíicos sin cuento; escesos y licencias de los caciques y autoridades con «los profesores que con sus inmoralidades no pueden conquistar, lié aquí i^l «occeano caótico de la mas grande délas ciencias. Por eso los médicos de pue»blo están llenos de pavor; mas lo inscrito no tiene replica, y todo y mucho «mas pudiera probarse. Mientras una ley de sanidad no haga á los profesores «independientes de los pueblos, ni habri razón, se carecerá de respeto y con«sideracion, y la buena salud marchará de abismo en abismo como hasta aqui. «Kn este concepto ansiosos esperamos uua ley de Sanidad parecida i la que «sigue.»—CAPÍTULO ÚNICO {compuesto de 89 articulas). Nada so olvida en ellif; organización de partidos, Consejos, direcciones de puertos, de baños, cuaren- EL CRITERIO MÉDICO. 143 tenas, y cuanto á la higiene se refiere, todo se arregla en el capitulo único. uEn prini{iT6ra y otoño m inspeccionará la liigieno y salubridad de los pueblos más crecidos. Los médicos serán responsables de las faltas higiénicas y de salubridad, tanto en el interior do la Península como en los puertos. Si del examen de ios buques resultase enfermedad sospechosa ó contagiosa, quedarán sujetos á limpiarse personas de viaje, tripulantes, buques y cargamento, h^ta que el médico documente de su sanidad. Guando un buque sea foco de infección ó de contagio, convendrá iuceu .iar liasta el carganí uto, hasta consumir los objetos más preciosos du los viajeros. Cuando las malus influencias hayan sido consumidas por el fuego ó de otra manera, pasarán los cargamentos á poder del comercio. Para que el movimiuiilo sea uniforme 6 igual, todo penderá del fotogenode la Gobernación. Los inspectores consejeros perderán el destino, mucho, si en la falta de noticias ha existido graliíicacion. So prohibe tener dentro de la población toda clase de ganados, mucho más los ue pezuña: constriíyanse fuera corrales á su estancia. Las carnes sa venderán entre Norte y Mediodía, etc., etc.» Hasta todo lo anterior, copiado del proyecto de ley y de su preámbulo, para que ustedes vean si en efecto su lectura recuerda los sermones del P. Soto y del cura de Chaorna. Por mi parte renuncio á todo comentario, pues coa trascribir algunos párrafos de tan curioso documento, se admira la profundidad de todo él, sus bellezas, sus construcciones tan gramaticales, y los giros tan originalísnnos de su estilo. Yo pediria un beneücio simple para el autor, con la obligación do no escribir una línea en toda su vida, á Un de que descanse de la fatiga que le habrá ocasionado la concepción y parto del fenómeno que tengo el gusto de exponer hoy al público como una notable curiosidad. Pedirla también al fiscal de Avila, denuncie y mande recoger escritos que pueden calificarse de subversivos del buen sentido; y que envuelven delito de luso idioma castellano, bi esto no cslá previsto en el Código, se lo agradecerán los amantes del lenguaje de Cervantes, y motivará una aclaración sobre este particular. En este momento me acuerdo que la Constitución del Estado tiene un artículo que garantiza á los tontos del veto que yo pretendía, puesto que todo español puede publicar libremente sus ideas. Mientras no se adicione que las ideas habrán de expresarse con formas inteligibles siquiera, ya que no sean correctas ni castizas, no tiene fundamento nada de lo que he dicho. Sabia que contábamos con eminencias en todos lis ramos de nuestro arte; porque don H. doM. nos lo ha dicho; pero como se olvidó hacer mención de los escritores y periodistas más distinguidos, no nos dio á conocer algunos de los redactores y colaboradores de los periódicos médicos. Y lo cierto es que los hay notabilísimos y son dignos de figurar al lado de los nombres citados al principio de esta carta, como especialidades en diferentes ramos de la cieneia. Tenia razón aquel célebre escritor á quien aludi: la medida de la cultura de una clase está en el número de periódicos que publica, y yo añado que también lo está en la calidad. De tanto bueno coinu se escribe en la vasta prensa médica de Madrid y de las provincias, no puede menos de inferirse que la gran familia se ha ilustrado ya de sobra, y no queda nada por aprender á sus individuos, ni de fondo ni de formas, potque aquel os como el mar, y estas variadas y de lodos los géneros y gustos. 144 Bt. CRITERIO MÉDICO. Vean ustedes cómo se hu justificado la triple admiración que he puesto á la cabeza de esta misiva, la cual deseo llegue á sus manos sih tropezar en el camino con yuguladores de nuestro idioma, no sea que me la descuarticen en castigo de mi osadía. En la próxima carta me ocuparé de otros asuntos más sustanciosos que los de la presente; y hasta que llegue eso dia, queda á las órdenes de ustedes su amigo, EL MISMO. VARIEDADES. El dia iOdel próximo abril, la Sociedad Hahnemanniana Matritense celebrará el aniversario de Halmemann con la sesión pública y solemne como lo ha hecho en años anteriores, Está encargado del discurso el distinguido socio don Bopigno Villafranca. Se invita por el presente anuncio á los homeópatas de provincias para que concurran á dicha sesión los que gusten y puedan verificarlo. Hemos recibido los dos primeros números de La Crónica Médica, periódico que se publica en Sevilla bajo la dirección y colaboración de muy ilustrados profesores. Deseamos larga vida á nuestro nuevo colega. Del Monitor de la Salud tomamos lo siguiente: «Á propósito de cuestiones médico-legales, citaremos el nuevo medio de investigación con que acaba de enriquecerse la ciencia para resolver las cuestiones más espinosas de asesinato. Admitido el hecho de que en la retina de un moribundo queda grabado el último objeto que percibió por la vista, cabe muy bien sacar por fotografía aquella imagen, que no pocas veces será el retrato del asesino. El Dr. Sanfor, de Buston, lia hecho una prueba que parece decisiva, con motivo del asesinato do un tal Beardsley. Empezó por hacer dilatar la pupila mediante una ligera solución de atropina ó de belladona, mandó fotografiarla en seguida, y el examen por el microscopio dio la cara y los vestidos del asesino, y reprodujo hasta los cantos ó piedras con que se habia perpetrado el asesinato . La última impresión déla vida, dice aquel profesor, ha de ser naturalmente la más enérgica, por el temor, por la ansiedad, ó por cualquier otra causa. La fotografía nos dará, pues, el mapa del ojo; mapa tanto más correcto y marcado, cuanto menos sea el tiempo trascurrido desde la muerte del individuo.» ADVERTENCIA. A primeros de abril se girará contra los suscritores que todavía tienen atrasos del año anterior. El administrador do dicho año ruega á los interesados se sirvan aceptar y pagar las letras cuando las reciban. Editor responsable: D. César Alegria. HlDRID, 180i: Imprcala de Viceale, y Lavajos, Prcciailos, U.