Reflexiones de Benedicto XVI sobre la música

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Reflexiones de Benedicto XVI sobre la música
Por Alfonso Medina
Todo el mundo reconoce en el Papa Benedicto XVI una sabiduría nada común, y en muchos campos del saber humano, es un
verdadero maestro, sus palabras están llenas del más profundo conocimiento del tema en el que tiene que hablar.
Son muchas las ocasiones, en que después de un concierto o una audición musical, ha tenido que hablar. Así pues, recojo
pues una serie de comentarios y enseñanzas que el Papa nos ha transmitido en diversas ocasiones, y que he recogido y he
seleccionado sin pretender ser exhaustivo y completo.
La música es una disciplina que el Papa conoce profundamente, aunque el Papa más que un experto y comentarista musical,
lo que quiere es evangelizar desde el arte musical.
El Papa, en la mejor tradición alemana, es un gran amante de la música clásica. Toca el piano –cuando sus obligaciones se lo
permiten- y admira a Bach, Mozart (es su artista preferido) y Beethoven, Palestrina y Berlioz, Haendel y Liszt. La música fue
para Benedicto XVI un alivio también durante los años del régimen nazi: en su autobiografía recuerda una serie de conciertos
en Ratisbona que acrecentaron su vocación musical. «La Palabra convertida en música–ha escrito–es por una parte
encarnación, atracción de fuerzas prerracionales, atraer el sonido oculto de lo creado. Y no es sólo encarnación de la Palabra,
sino espiritualización de la carne». Las obras de los clásicos fueron también un alivio para el Pontífice durante los años del
régimen nazi
Gratitud de Benedicto XVI por conocer el mundo de la música
Benedicto XVI da gracias a Dios por haber conocido el mundo de la música y a los maestros que le enseñaron, da las gracias a
todos los músicos porque nos dan a conocer la belleza de la música que tiene su fuente última en Dios.
Al echar una mirada hacia mi vida pasada, doy gracias a Dios porque puso a mi lado la música casi como una compañera de
viaje, que siempre me ha dado consuelo y alegría. También doy las gracias a las personas que, desde los primeros años de mi
infancia, me acercaron a esta fuente de inspiración y de serenidad.
Doy las gracias a los que unen música y oración en la alabanza armoniosa de Dios y de sus obras: nos ayudan a glorificar al
Creador y Redentor del mundo, que es obra maravillosa de sus manos. Y expreso el deseo de que la grandeza y la belleza de
la música os den también a vosotros, una nueva y continua inspiración para construir un mundo de amor, de solidaridad y de
paz.
Estoy convencido de que la música es realmente el lenguaje universal de la belleza, capaz de unir entre sí a los hombres de
buena voluntad en toda la tierra y de hacer que eleven su mirada hacia las alturas y se abran al Bien y a la Belleza absolutos,
que tienen su manantial último en Dios mismo. (16 abril 2007).
Valor educativo de la música
Benedicto XVI en otras ocasiones habla del valor de la música en el proceso educativo de la persona, y nos dice que la
participación en el canto y en la orquesta humaniza al hombre y le lleva a aspirar a metas cada vez más altas.
“El estudio de la música reviste un alto valor en el proceso educativo de la persona, ya que produce efectos positivos en el
desarrollo del individuo, favoreciendo el crecimiento humano y espiritual”.
El Papa reconoció que “en el contexto social actual, cualquier obra de educación parece volverse siempre ardua y
problemática”. “A menudo entre padres y profesores se habla de las dificultades que se encuentran a la hora de transmitir a las
nuevas generaciones los valores básicos de la existencia y de un recto comportamiento”. “Esa situación problemática atañe
tanto a la escuela como a la familia y a los diversos organismos que se ocupan de la formación”.
Como respuesta, “la música es capaz de abrir las mentes y los corazones a la dimensión del espíritu y lleva a las personas a
levantar la mirada hacia la altura, a abrirse al bien y a la belleza absoluta, cuya fuente última es Dios”.
“La alegría del canto y de la música son, además, una invitación constante para los creyentes y los hombres de buena voluntad
a comprometerse para dar a la humanidad un porvenir lleno de esperanza”.
Por otra parte, continuó Benedicto XVI, “el deber de no tocar solos, sino de hacer que los diversos 'colores' de la orquesta, aun
manteniendo sus características propias, se fundan” y “la búsqueda común de la mejor expresión, todo esto constituye un
ejercicio formidable, no sólo en ámbito artístico y profesional, sino en el ámbito humano en general”.
El Papa destacó que “los jóvenes, aunque vivan en contextos diversos comparten la sensibilidad a los grandes ideales de la
vida, pero encuentran muchas dificultades para vivirlos”. “Buscan también, a veces de forma confusa y contradictoria, la
espiritualidad y la trascendencia para
encontrar
equilibrio y armonía”.
“No podemos ignorar sus necesidades y expectativas, ni tampoco los obstáculos y amenazas que encuentran”.
Según Benedicto XVI, los jóvenes “sienten la necesidad de acercarse a los valores auténticos como el carácter central de la
persona, la dignidad humana, la paz, la justicia, la tolerancia y la solidaridad”. El Santo Padre al renovar su convicción de que
en esa búsqueda la música es capaz de conducir a ese equilibrio y a esa armonía, recalcó que la alegría del canto y de la
música son además una constante invitación a los creyentes y a los hombres de buena voluntad a comprometerse para dar a
la humanidad un porvenir rico de esperanza.
Pero además el Papa resaltó el valor colectivo de la experiencia de tocar en una orquesta donde con paciencia, ejercicio y
escucha se trata de lograr la mejor expresión musical en conjunto- aun manteniendo las características propias – lo que
“constituye una palestra formidable, no sólo en el plano artístico y profesional sino bajo un perfil humano global”.
La educación para el canto, para cantar en coro, no es solamente un ejercicio del oído exterior y de la voz; también es una
educación del oído interior, del oído del corazón, un ejercicio y una educación para la vida y para la paz. Cantar juntos, en coro,
y todos los coros juntos, implica prestar atención al otro, al compositor, al maestro, a la totalidad que llamamos música y
cultura.
Así, cantar en coro es una educación para la vida, una educación para la paz, un caminar juntos... Demos gracias a Dios... y
hagamos todo lo posible para que la paz crezca en todos nosotros y en el mundo. Estoy seguro de que precisamente esta
hermosa música es un compromiso en favor de la paz y una ayuda para vivir en paz (20 julio 2007).
El Santo Padre concluyó manifestando su deseo de que la grandeza y la belleza de las piezas musicales magistralmente
interpretadas puedan donar a todos una nueva y constante inspiración a aspirar a metas cada vez más altas en la vida
personal y social.
Lenguaje universal de la música
El Papa nos habla en otra ocasión del lenguaje universal de la música que se hace oración.
“Este concierto de hoy nos ha permitido, una vez más, disfrutar de la belleza de la música, lenguaje espiritual y por tanto
universal, vehículo muy apropiado para la comprensión y la unión entre las personas y los pueblos”.
“La música forma parte de todas las culturas y, podríamos decir, acompaña toda experiencia humana, del dolor al placer, del
odio al amor, de la tristeza a la gloria, de la muerte a la vida.
El Papa también destacó que en el transcurso de los siglos y de los milenios, “la música ha sido siempre utilizada para dar
forma a lo que no se puede dar con las palabras, porque suscita emociones de otra manera difícilmente comunicables”.
“La gran música -prosiguió- se extiende al espíritu, suscita sentimientos profundos e invita casi naturalmente a elevar la mente
y el corazón a Dios en todas las situaciones, sean gozosas o tristes, de la existencia humana”.
La música nos acerca al Creador
Los sonidos maravillosos me han hecho olvidar la cotidianidad y me han transportado al mundo de la música que... para
Beethoven significaba "una revelación más alta que cualquier sabiduría y filosofía". La música, de hecho, tiene la capacidad de
remitir, más allá de sí misma, al Creador de toda armonía, suscitando en nosotros resonancias que nos ayudan a sintonizar
con la belleza y la verdad de Dios, es decir, con la realidad que ninguna sabiduría humana y ninguna filosofía podrán expresar
jamás. Por ello, concluyó, “la música puede convertirse en oración”.
Para orar con la Palabra de Dios el sólo pronunciar no es suficiente, se requiere la música. Dos cantos de la liturgia cristiana
provienen de textos bíblicos, que los ponen en los labios de los Ángeles: el Gloria, que fue cantado por los Ángeles al nacer
Jesús, y el Sanctus, que según Isaías 6 es la aclamación de los Serafines que están junto a Dios. A esta luz, la Liturgia
cristiana es invitación a cantar con los Ángeles y dirigir así la palabra a su destino más alto.
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor (cf. 138, 1). Aquí se expresa la conciencia de cantar en la oración comunitaria en
presencia de toda la corte celestial y por tanto de estar expuestos al criterio supremo: orar y cantar de modo que se pueda
estar unidos con la música de los Espíritus sublimes que eran tenidos como autores de la armonía del cosmos, de la música de
las esferas (12 septiembre 2008).
En un concierto de música sacra comenta las palabras de S. Agustín, que dice: cantare amantis est. El amor es fuente del
canto. El canto es expresión del amor. En estos cantos oídos hoy he percibido un gran amor a esta tierra que nos dio el Señor.
Y en la acción de gracias, en el amor a la tierra, está presente y resuena también el amor a1 Creador, el amor a Dios, que nos
dio esta tierra, esta vida de alegría, una alegría que vemos más aún a la luz de nuestra fe, la cual nos dice que Dios nos ama.
Que la armonía del canto y de la música, que no experimenta barreras sociales y religiosas, represente una constante
invitación para los creyentes y para todas las personas de buena voluntad a buscar juntos el lenguaje universal del amor que
hace que los hombres sean capaces de construir un mundo de justicia y de solidaridad, de esperanza y de paz.
También en este concierto, una vez más, hemos podido experimentar cómo una música de alto nivel nos purifica y nos eleva,
en definitiva, nos hace sentir la grandeza y la belleza de Dios (20 octubre 2005).
Son también innumerables y bellísimos los comentarios de Benedicto XVI sobre diversos compositores, al finalizar la escucha
de sus composiciones, especialmente sobre Bach, Mozart. Vivaldi, Schubert etc. pero haría demasiado amplio este comentario.
Quede ese quehacer para otra ocasión.
Los sonidos maravillosos me han hecho olvidar la cotidianidad y me han transportado al mundo de la música que... para
Beethoven significaba "una revelación más alta que cualquier sabiduría y filosofía". La música, de hecho, tiene la capacidad de
remitir, más allá de sí misma, al Creador de toda armonía, suscitando en nosotros resonancias que nos ayudan a sintonizar
con la belleza y la verdad de Dios, es decir, con la realidad que ninguna sabiduría humana y ninguna filosofía podrán expresar
jamás. Por ello, concluyó, “la música puede convertirse en oración”.
Para orar con la Palabra de Dios el sólo pronunciar no es suficiente, se requiere la música. Dos cantos de la liturgia cristiana
provienen de textos bíblicos, que los ponen en los labios de los Ángeles: el Gloria, que fue cantado por los Ángeles al nacer
Jesús, y el Sanctus, que según Isaías 6 es la aclamación de los Serafines que están junto a Dios. A esta luz, la Liturgia
cristiana es invitación a cantar con los Ángeles y dirigir así la palabra a su destino más alto.
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor (cf. 138, 1). Aquí se expresa la conciencia de cantar en la oración comunitaria en
presencia de toda la corte celestial y por tanto de estar expuestos al criterio supremo: orar y cantar de modo que se pueda
estar unidos con la música de los Espíritus sublimes que eran tenidos como autores de la armonía del cosmos, de la música de
las esferas (12 septiembre 2008).
En un concierto de música sacra comenta las palabras de S. Agustín, que dice: cantare amantis est. El amor es fuente del
canto. El canto es expresión del amor. En estos cantos oídos hoy he percibido un gran amor a esta tierra que nos dio el Señor.
Y en la acción de gracias, en el amor a la tierra, está presente y resuena también el amor a1 Creador, el amor a Dios, que nos
dio esta tierra, esta vida de alegría, una alegría que vemos más aún a la luz de nuestra fe, la cual nos dice que Dios nos ama.
Que la armonía del canto y de la música, que no experimenta barreras sociales y religiosas, represente una constante
invitación para los creyentes y para todas las personas de buena voluntad a buscar juntos el lenguaje universal del amor que
hace que los hombres sean capaces de construir un mundo de justicia y de solidaridad, de esperanza y de paz.
También en este concierto, una vez más, hemos podido experimentar cómo una música de alto nivel nos purifica y nos eleva,
en definitiva, nos hace sentir la grandeza y la belleza de Dios (20 octubre 2005).
Son también innumerables y bellísimos los comentarios de Benedicto XVI sobre diversos compositores, al finalizar la escucha
de sus composiciones, especialmente sobre Bach, Mozart. Vivaldi, Schubert etc. pero haría demasiado amplio este comentario.
Quede ese quehacer para otra ocasión.
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