ANTOLOGÍA DE LA POESIA ITALIANA. Por José Carlos Mariátegui Difícil el oficio de antologista. Es raro que la antología salga indemne de la crítica. La antología no puede aspirar, razonablemente, sino a ser un muestrario aproximado de la poesía o de la prosa de un pueblo o de una época. Pero se le exigen, habitualmente, cualidades absolutas: se quiere que sean completas, imparciales, exactas, perfectas. Este tipo de antología ideal está todavía por realizarse; carece de antecedentes; no hay ningún motivo para creerlo posible; pero se le reclama siempre que aparece una antología cualquiera. En francés (ediciones de Les Ecrivains Reunis), Lionello Fiume y Armand Henneuse, han publicado una Antología de la Poesía Italiana contemporánea. El material de esta selección es la “maravillosa floración lírica” italiana posterior a D´Annunzio. Lionello Fiume, poeta de acendrado sentido estético, precede el mejor equipo de vanguardia aducta. Tiene las condiciones de juventud y sensibilidad necesarias para enfocar con justeza el panorama de la poesía italiana de su época. Es un hombre de gusto, bastante lejano de las actuales querellas de grupo o de partido, para apreciar el valor de sus contemporáneos. No resistiría, sin embargo, esta antología, como todas, la dura prueba de una crítica aferrada al canon abstracto de la antología perfecta. Por ella, el lector se puede formar una idea aproximada del repertorio poético de la Italia post- d´annunziana. Si, relativamente, se contenta con esta idea aproximada, reconocerá en Fiume y Henneuse dos discretos Cicerones. La selección parte de los crepusculares – Giovanni, Corazón, Moretti, F.M. Martín – “esos poetas” - comentan los antologistas - que fueron los primeros en aportar, a la poesía italiana del nuevo siglo, la simplicidad de estilo , la humildad de tono, el estremecimiento de la emoción profundamente sentida, cuya necesidad se advertía tan grandemente después de las orgías oratorias y verbales de D´Annunzio. Continúa con los poetas futuristas: Marinetti, Buzzi, Palazzeschi, Folgore, etc., con los de la Voce: Ungaretti, Jahier Saba Moscardelli; con los del “Vanguardismo”, capitaneando precisamente por Fiume. Concluye con los de la Ronda y 900 sin olvidar a los independientes de la calidad de Ada Negri y Sibila Alseramo que escapan a toda clasificación de capilla o de movimiento. (Este es el itinerario de la labor previa de agrupación y compilación, porque en el volumen se observa, regularmente, el orden alfabético). Se constatan, desde la primera lectura, algunas gruesas omisiones, de las que no son responsables quizá siempre los compiladores. Estos piden en el prólogo que se tenga en cuenta, en su descargo la omisiones debidas a la hostilidad inexplicable encontrada al demandar la autorización ritual. Autorización que en nuestro país, nada rigurosos todavía en materia de propiedad literaria, no embaraza ni estorba, por cierto, a los antologistas. Pero la explicación no basta para que no se eche de menos entre otros, en esta tabla post-dánnunziana, a valores tan significativos como Papini y Soffici. Publicado en Mundial, Lima, 1929