“LA MUERTE SIMPLEMENTE ES LA OTRA CARA DE LA VIDA

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ARTÍCULO DE DIVULGACIÓN
Chihuahua, Chih. 2 de noviembre del 2014
“LA MUERTE SIMPLEMENTE ES LA OTRA CARA DE LA VIDA”
Por José Francisco Lara Padilla, Centro INAH Chihuahua
Finitud, tránsito, retorno, ascenso o descenso a ámbitos distintos al terrenal,
trascendencia, transformación energética y un prolongado etcétera, son sólo algunas de
las nociones que en torno a la muerte se han articulado en el vasto universo cultural. No
es para menos, ya que la muerte, omnipresente en la conciencia humana, ha sido eje de
reflexión filosófica, referencia de buena parte de los sistemas religiosos y objeto de
estudio de un gran número de ciencias, entre ellas, la antropológica.
La experiencia de la muerte es un acto personal pero no necesariamente solitario. La
ciencia médica descubre a diario métodos para prolongar la vida humana.
¿Qué hacer cuando la muerte es inminente?
La tanatología surge formalmente a mediados del siglo XX como una especialidad que se
desprende de la medicina y cuya propuesta intenta vincular ciencia y humanismo en
torno al moribundo.
Me permito compartir la entrevista realizada por quien esto suscribe y la etnohistoriadora
Ana Hilda Vera a la psicóloga y tanatóloga mexicana Piri Gay, quien nos compartió su
visión y experiencias relacionadas con el ejercicio profesional de la tanatología. Dicha
entrevista fue realizada en el año 2006 y publicada en la revista Coexistencia, etnología,
diversidad, ciencia, arte y humanismo, Núm., Invierno de 2006.
¿Qué es la muerte?
Desde el punto de vista biológico es un registro cerebral plano, es cuando ya no
hay ondas cerebrales; ni siquiera es cuando se detiene el corazón, porque el
corazón sabemos que puede tener rato sin funcionar, mientras nuestro cerebro
siga haciéndolo. Entonces, la muerte es un registro cerebral plano. Esta acepción
se da desde un punto de vista occidental, desde una perspectiva científica.
¿Hay otros puntos de vista?
Sí, la tanatología budista, por ejemplo, te habla de diferentes disoluciones de los
elementos de nuestro cuerpo, por lo que cuando el médico te dice “estás muerto”,
estás muerto físicamente; sin embargo, tu flujo mental --entiéndase energía, alma,
espíritu o como le quieras llamar--, aún no abandona tu cuerpo. En términos
budistas, la muerte sería el momento en que el flujo mental se separa del cuerpo,
es decir, de la entidad que lo sostuvo durante su estancia en este plano de
existencia. La muerte simplemente es la otra cara de la vida, todo lo que nace
tiene que morir, la única forma de no morir es no nacer.
Considero que la muerte es lo más natural que tenemos, lo que pasa es que
culturalmente le hemos dado una connotación muy trágica debido al apego.
Sufrimos mucho cuando una persona se muere porque estamos muy apegados a
ella, porque no entendemos que una de las características de la vida es la
impermanencia, que todo es pasajero, que todo tiene un final, que nada es para
siempre. Si pudiéramos vivir con esta conciencia nos sería menos doloroso el que
una persona muriera.
¿Qué es la tanatología?
Es el estudio interdisciplinario de la muerte y de los moribundos y la forma de
paliar el sentimiento de pérdida y de culpa de los familiares.
¿Cuándo surgió la tanatología?
La tanatología, en realidad, ha existido siempre como un aliento humanista y
solidario que acompaña al moribundo. Hay infinidad de imágenes que así nos lo
demuestran, por ejemplo, la soldadera que atiende al soldado malherido, los
frailes y religiosos que recluidos en sus monasterios cuidaban a los viajeros y
enfermos terminales. Ha sido la regla que las personas se interesen por asistir a
sus familiares moribundos. Ahora, como disciplina formal, la tanatología comienza
con la doctora Elizabeth Kübler-Ross en la segunda mitad del siglo pasado.
Kübler-Ross, quien es autora del famoso libro Sobre la muerte y los moribundos,
funge como pionera de los estudios tanatológicos. Es ella quien empieza a
observar a los moribundos desde el ángulo médico. Le interesaba saber qué
hacían, por qué etapas pasaban y cómo llegaban a la muerte.
Algunos autores resaltan la importancia de alcanzar una muerte digna, ¿qué
opinas al respecto?
Se dice que hay que darle al moribundo una muerte digna, sin embargo, no estoy
de acuerdo con este argumento, ya que considero que no hay muertes dignas o
indignas.
La muerte es la muerte. Cuando se refiere a la muerte indigna, se alude a
prolongar la vida de los seres humanos que se encuentran en una etapa terminal
mediante conexiones y vida artificial, así como a través de recursos médicos,
tecnológicos y científicos. No obstante, esta prolongación artificial más que ser
indigna es dolorosa.
La tanatología enfatiza su trabajo en el hecho de que la muerte llegue de la
manera más natural posible. El tanatólogo brinda asistencia y acompañamiento al
enfermo que está muriendo. Muchos tanatólogos conciben la idea de que deben
“ayudar” al enfermo. Realmente creo que nosotros no podemos “ayudar”. La
posición del tanatólogo debe ser: Vengo aquí a acompañarte. Estoy aquí con el
corazón abierto para ti. Le entro contigo, a lo que sea. Me muero contigo –en el
sentido figurado-- y estoy ahí para lo que se te ofrezca en este trance tan
importante.
No se trata de tenerles lástima y compasión, no.
Yo trabajo con tanatología budista, por lo que destaco la importancia de la vida, y
de que podamos tener conciencia de que cada momento puede ser el último.
Tenemos una preciadísima y preciosísima existencia humana que es muy difícil de
obtener y muy fácil de perder, ya que con cualquier cosa podemos morir; por lo
cual, destacamos la importancia de vivir el momento presente, que es el único
real que tenemos. Los tanatologos budistas también trabajamos en hacerle ver a
las personas que ahora es el momento de decirle a sus seres amados que los
quieren; de abrazarlos y besarlos y no esperar a tener culpas a la hora de la
muerte por todo lo que no hice y por todo lo que no dije. Por todo lo anterior, a mí
me gusta más la parte oriental de la tanatología, ya que trabaja más con la vida.
¿Cuáles serían las diferencias que existen entre la tanatología orientalbudista, a la que te adhieres, y la tanatología occidental?
En el mundo occidental concebimos la muerte como algo trágico, como un castigo.
En el mundo oriental se le percibe como algo más natural; como un pasaje. La
razón de esta distinción tiene que ver, en parte, en que en el mundo oriental se
cree en el renacimiento o en la reencarnación. Los budistas creen en el
renacimiento, los hinduistas creen en la reencarnación. Nos damos cuenta que la
muerte es simplemente la etapa de una vida. Asimismo, en las concepciones
orientales se cree en el karma, en que todo es causa y efecto. Todos tenemos un
karma que sostiene a la vida y cuando se acaba, se acaba. Lo anterior se
explicaría a partir de nuestras acciones cometidas en esta vida y en vidas
pasadas, que vienen desde tiempos sin principio. En este mismo tenor, se cree
que hay lazos kármicos tan
fuertes, que hacen que la persona muy
probablemente renazca dentro de la misma familia.
A mi juicio es mucho más natural este pasaje al que se refiere el mundo oriental,
en el que realmente se ve al cuerpo simplemente como un recipiente de este flujo
mental.
Mientras en el mundo occidental, particularmente en el mundo católico, se cree
que si la persona muere estando en pecado, se va al infierno a quemarse por
siempre; y si tiene un premio va a sentarse a la diestra de Dios Padre y si no, se
va al purgatorio.
La educación por supuesto que también tiene que ver, por ejemplo, si vemos a
nuestro padre, que tradicionalmente es la figura fuerte de la familia, llorando como
desesperado por la muerte de nuestra abuela, pensamos que la muerte debe ser
algo espantoso. Tiene que ver todo lo que nos transmite nuestra cultura, nuestros
padres. Por eso creo que oriente ve con mucho más naturalidad a la muerte. Las
percepciones orientales que aquí he señalado coinciden mucho con las culturas
ancestrales nuestras, con las culturas indígenas mesoamericanas. Ellos ven con
mucha más naturalidad la muerte, lo cual no significa que no sufran; por supuesto
que sufren porque van a extrañar a la persona, pero no en la misma forma.
Si bien, como señalas, existe una tanatología occidental y otra budista, no
obstante, hay infinidad de culturas, ¿para trabajar con todas ellas,
suponemos, tendrías que adentrarte en cada cosmovisión, en cada noción
específica de muerte?
Creo que tendrías que adentrarte un poco, sin embargo, considero que podemos
trabajar con cualquier persona, porque todos somos seres humanos y todos
sabemos lo que se siente sufrir, lo que es perder a un ser querido, lo que se siente
extrañar. Todos tenemos apegos. No hay nadie que no tenga cierto grado de
apego, por lo que nosotros, conociendo la naturaleza humana, podemos trabajar
con esto. Es necesario tener conocimiento sobre las diferentes religiones y
culturas que existen, no obstante, los sentimientos con los que se trabajan son
universales y todas las personas tienen la capacidad de entenderlo, sin importar
su religión o situación social o económica.
¿La tanatología también se ocupa del duelo de los deudos que le sobreviven
al difunto?
Trabajamos el duelo porque el duelo viene de nuestras expectativas equivocadas
de permanencia, de que la persona siempre va a estar conmigo, siempre va a
estar para mí.
También de nuestras expectativas de control: ¿Por qué se murió ahora si yo lo
necesitaba tanto? Debemos darnos cuenta de que no tenemos ningún control.
También trabajamos con las culpas, porque uno de los principales sentimientos
que se quedan en los deudos es el de la culpa. Por todo lo que no dije, por todo lo
que no hice o por todo lo que dije y por todo lo que hice. Se trata de mostrarles a
las personas que cada quien hace lo que puede. Muchas veces te dicen los
deudos: “yo tengo la culpa porque si lo hubiera llevado al Hospital Ángeles en
lugar del hospital público no se hubiera muerto”. Lo que intento hacerles
comprender es que todos morimos en el momento que nos toca.
Por eso tratamos de trabajar con los deudos antes, para que pongan en orden
todos sus asuntos, para que no haya nada pendiente, para que puedan aclarar
sus problemas, decir “te quiero”, abrazar, besar, despedirse y después dejar ir a la
persona. Si los deudos no lo hicieron, hay formas de trabajar esto, de explicarles,
de hacerles ver que todas las culpas están basadas en absurdos, ya que no
somos tan importantes como para ser culpables de la muerte de alguien.
El duelo y la pérdida son situaciones que no necesariamente tienen que
estar asociadas con el deceso de una persona. ¿La tanatología también
trabaja ese tipo de pérdidas?
Todos los días tenemos duelos. Todos los duelos y pérdidas los puede trabajar un
tanatólogo. No nos damos cuenta que a diario tenemos pérdidas: estamos
perdiendo un día de nuestra vida, perdemos las ilusiones, el trabajo, perdemos la
juventud, perdemos el cabello, perdemos el tiempo; a diario, también nuestro
cuerpo realmente está muriendo, nuestras células todos los días mueren --la
célula que más dura, vive cinco años--; hemos muerto infinidad de veces a lo largo
de nuestra vida y no nos damos cuenta de eso. Pasamos por alto los duelos que
internamente nos producen todas estas situaciones.
Conforme a tu experiencia ¿qué tan importante es una creencia religiosa
para la experiencia de la muerte?
Pienso que una creencia religiosa no es tan importante como un camino espiritual.
La palabra religión no quiere decir otra cosa más que juntar, más que reunir, más
que religar. Considero que es muy importante tener un camino espiritual y creo
también, que para enfrentar a la muerte, de lo que debemos asegurarnos es de
tener una vida plena; ya que todos morimos como vivimos. Si tu vida ha sido
plena, contrario a lo que crees, en el momento de la muerte te vas contento, te vas
satisfecho. Debemos procurar vivir con conciencia y presencia. En realidad, lo que
puedo percibir es que las personas no tienen mucha fe en sus religiones, por eso
es que les mueve tanto el tapete la muerte.
Sabemos que dentro de la filosofía budista existe una técnica para “bien morir”
llamada Powa. ¿Nos puedes compartir algo al respecto?
Para esto tienes que ser budista y muy practicante. Tu le puedes practicar el Powa
al que está muriendo y el que está muriendo puede practicar su Powa. Hay
diferentes tipos de Powa. El más común es la práctica de la emisión de la
conciencia en el momento de la muerte. La conciencia debe salir por la coronilla.
Es lo ideal, aunque según la filosofía budista la conciencia puede salir a través de
cualquier orificio del cuerpo. Entre más alto sea el orificio, es mejor augurio para tu
próxima reencarnación. Lo que se practica es trabajar con la conciencia hasta el
momento de salir. Personalmente he practicado el Powa a mis pacientes, y al
momento de hacerlo sale una gota de sangre por la coronilla.
Durante el momento de la muerte, según el mundo tibetano budista, no hay que
mover el cadáver en tres días.
Si pudiéramos hablar de un duelo “ideal”, ¿cuáles serían las etapas de dicho
proceso?
No hay duelo ideal. El duelo es un proceso personalísimo. Ninguno es igual a
otros. Podríamos afirmar que hay ciertas etapas, sin embargo, cada caso, cada
duelo es particular. Podríamos decir que la primera etapa es el shock, es como si
te aventaran una cubeta de agua fría. El shock viene con una especie de
adormecimiento de nuestro cuerpo, que es como un mecanismo de defensa del
propio cuerpo. Este mecanismo es importante, ya que si no se diera, el impacto
sería insoportable. Después viene la negación y posteriormente, poco a poco, te
va cayendo el veinte; entonces viene una etapa de enojo en la que te haces
muchas preguntas: ¿por qué se murió?, ¿por qué a mí me tocó vivir esto, si soy
tan buena, si me porto bien? Seguimos viendo a la muerte como un castigo.
Incluso te enojas con Dios por lo que te pasa y hasta te sientes culpable por tener
esos sentimientos. Te enojas con el mundo y con las personas que tienen lo que
tu perdiste. Cuando empiezas a tomar conciencia de la pérdida entras en una
etapa de depresión exógena (ya que viene de una causa externa), cada caso es
diferente y esta etapa se puede complicar si ya tienes una depresión endógena, es
decir, una depresión derivada de desequilibrios químicos dentro de tu cuerpo
(cada duelo es diferente porque depende mucho de la edad, del sexo, del
momento en que muere la persona, de tu situación socioeconómica). En esta
etapa es cuando te das cuenta de que no volverás a ver a esa persona y lloras
mucho, tienes todos los síntomas de la depresión, se alteran tus patrones de
sueño, los patrones alimenticios, comes mucho o no comes, las cosas que antes
te causaban alegría dejan de interesarte. En esta etapa es muy importante que la
familia entienda que no pueden forzar a quien experimenta el duelo con frases
como: “anímate”, “tienes que salir adelante”. Hay que darle su tiempo. Otra cosa
que es malísima es decirles “no llores” o “no llores porque no lo dejas ir”. Estas
sugerencias generalmente denotan la impotencia de quienes rodean al deudo. Lo
que subyace atrás de estás restricciones que se le tratan de imponer al deudo
son: “yo no sé qué hacer cuando tu lloras”; “a mi me molesta que tu llores porque
me pones muy nerviosa, muy inquieta; me haces sentir que no sé qué hacer”.
Nadie se muere de llorar. Llorar es una válvula de escape.
Entonces vienen los cambios de humor, de repente la gente está muy contenta,
luego muy deprimida. Al principio piensas las 24 horas del día en el muerto, luego
vas pensando 20, luego 15, luego 10, luego 2 luego 1... luego te das cuenta que
ya no pensaste en él y te entra la culpa. ¿Pero cómo? Entonces empiezas a tratar
de recordarlo a fuerza.
¿Cuál sería la conclusión favorable de un duelo?
Si tú elaboras bien tu duelo, lo más probable es que salgas entre uno y dos años,
aproximadamente. El dolor va disminuyendo poco a poco hasta poner al difunto en
un lugar especial de tu corazón; y seguir con tu vida. Si no lo concluyes, lo irás
arrastrando toda tu vida; es entonces que cuando viene otro pequeño duelo, por
más insignificante que éste sea, pareciera ser que nuevamente se murió la
persona que amabas, aunque se haya muerto algo sin relevancia, como la mosca
que vuela. Se hace una especie de acumulativo, por ello es que hay que ir
resolviendo cada duelo.
Cuando muere alguien querido, con el paso del tiempo te acostumbras a su
ausencia; ¿qué pasa cuando pierdes, por ejemplo, un miembro de tu cuerpo y
experimentas justo esa sensación de pérdida diaria? ¿Hay duelo también?
Sí, existe en el caso que comentas un proceso de duelo igual que en algunas
muertes, como es el caso de la muerte de un hijo, donde muchas veces el duelo
no termina porque siempre, el día a día te recuerda la pérdida que tuviste.
Si viviéramos sólo el momento presente, no sufriríamos tanto. En el caso del duelo
por la mutilación de un miembro del cuerpo o por discapacidad, más bien sufres
por pensar en cosas tales como: “Cuando yo tenía mi brazo bien”, “Cuando yo era
un hombre feliz y completo”.
Definitivamente la pérdida de un miembro del cuerpo no se olvida tan fácilmente.
Si la trabajáramos con un tanatólogo, tal vez se resolviera. El reto es vivir con el
cambio derivado de la mutilación, de la discapacidad o de la incapacidad, y darte
cuenta de la impermanencia de la vida: como era, ya no es, y ahora debo hacer lo
mejor con lo que tengo. Sé que es difícil lograrlo, pero se debe intentar.
¿Qué factores tendría que considerar un tanatólogo para intentar ayudar en
el manejo del duelo a los deudos?
En primer lugar tendríamos que ver cómo cada persona ha manejado las pérdidas
a lo largo de su vida, ya que existen patrones familiares en cuanto al manejo de
los duelos y de las pérdidas. El tanatólogo debe atender este tipo de patrones
familiares. Estos patrones se repiten y se siguen, por ello considero que todo
tanatólogo debería ser psicoterapeuta.
¿Quiénes consultan al tanatólogo?
Generalmente son los familiares del moribundo. Después se trabaja tanto con el
enfermo como con las personas que conviven con él.
¿Consideras que consultar a un tanatólogo es una práctica elitista?
No me parece elitista, es tan válido como consultar a cualquier especialista.
Por mi parte, tengo un grupo de ayuda con el que me reúno periódicamente. Es un
servicio gratuito. Asimismo, trato de asistir a programas de radio y televisión
constantemente para que las personas conozcan lo que es la tanatología y
puedan ayudar y/o ayudarse en caso de alguna pérdida. Los medios de
comunicación me permiten llegar a muchas personas.
Los tanatólogos también apoyan a los enfermos del sector salud de forma gratuita.
¿Quieres agregar algo que consideres importante transmitir a nuestros
lectores?
Destacaría simplemente que es necesario estar consciente de que lo único seguro
que tenemos en la vida es la muerte. Lo más sensato es prepararnos para lo único
seguro que tenemos. En el caso de la tanatología budista lo que te proporciona es
un mapa de lo que va a suceder en ese momento. Si nosotros sabemos lo que va
a suceder seguramente estaremos menos asustados. Es como si vas a un país
que no conoces y llevas un mapa, ya estudiaste el idioma, sabes más o menos lo
que vas a encontrar. No vas tan asustado como si asistieras a un lugar totalmente
desconocido donde no sabes lo que va a pasar. Sería muy sensato que todos nos
preocupáramos cuando estamos vivos, cuando estamos bien, de prepararnos para
ese momento –el de la muerte—que con toda seguridad va a llegar. Debemos vivir
el presente con toda intensidad, con toda presencia; tratando de hacer de nuestra
vida algo significativo, ya que es lo único que podemos heredar a quienes se
quedan: nuestro amor, nuestro ejemplo de vida, de felicidad. Por ello, debemos
destacar los valores en cada actividad que realicemos en la vida, trabajar para
conseguir lo que deseamos, sin apegarnos a lo material, disfrutándolo en vida,
estando conscientes de que nos iremos sin nada, salvo nuestro estado mental.
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