Lectio miercoles 17 de octubre 2012

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Lectio miércoles 17 de octubre 2012, vigésima octava semana T.O. Ciclo – BLecturas: GÁLATAS 5, 18-25; SALMO 1; Lucas 11, 42-46
PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
SE NOS OLVIDA LO PRINCIPAL
1. Hagamos las LECTURAS
Pero, ¡ay de ustedes, los fariseos, que pagan el diezmo de la menta, de la ruda y de toda
hortaliza, y dejan a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que
practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de ustedes, los fariseos, que aman el primer
asiento en las sina gogas y que se les salude en las plazas! ¡Ay de ustedes, pues son
como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!» Uno
de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a
nosotros!» Pero él dijo: «¡Ay también de ustedes, los legistas, que imponen a los
hombres cargas intolerables, y ustedes no las tocan ni con uno de sus dedos!
VEAMOS NUESTRA REALIDAD: EL MAESTRO NOS ENSEÑA SOBRE EL
DIEZMO – Es sorprendente cómo Jesús pudiera curar todas las enfermedades - los
ciegos, los sordos, los leprosos, sí, y también pecadores conscie ntes de sus fallos, pero
no podía curar a los fariseos y escribas de su ceguera de “ojos abiertos”. Jesús quizás
no los ataca tanto por su observancia literal de la ley ha sta del último detalle, sino por
estar tan absortos por los detalles de la ley que no veían la raíz de todas las leyes,
justicia y amor.
2. MEDITEMOS la lectura
a. ¿Qué dice el texto?
La función de la Ley es garantizar lo mínimo en la vida social para alcanzar lo máximo
en la vida diaria. El problema es que, como cualquier institución, la Ley puede ser
evadida con las mismas formalidades que se crean para cumplirla. Esta situación
paradójica recuerda el dicho popular: “hecha la ley, hecha la trampa”. El texto de hoy
presenta una serie de lamentaciones que hacen evidente un cumplimiento puramente
formal de la Ley, en detrimento de un compromiso más auténtico y existencial. La
primera de ellas, pone en evidencia que exigencias absolutas como la justicia y la
misericordia se ven burladas por mecanismos absurdos como el pago de impuestos por
condimentos y especias. Si bien estos impuestos son importantes en orden a la
sustentación del culto y los ministros, la relación con el prójimo y con Dios se ven
relativizadas, al no concretar en actitudes, comportamientos y opciones la realización de
la justicia interhumana.
b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy?
Podemos leer la Palabra con un ojo crítico y censor respecto de escribas y fariseos...
sólo que a veces actuamos de igual modo.
Nos apegamos demasiado al cumplimiento estricto de determinadas normativas y
preceptos en pro del cuidado del "afuera", a menudo por cuestiones del qué dirán, del
sostenimiento del poder y del prestigio, y nos olvidamos de Dios y del hermano.
De nada sirve atenerse a la estricta observancia de la letra pequeña de nuestros deberes
si no hay amor. Nuestra fé entonces pasa a ser una idolatría de un falso dios que
inventamos para nuestra exclusiva conveniencia... y continuamos en la sintonía del
olvido del otro, en especial del más desamparado.
Por eso el Maestro embate con dureza contra esta actitud: -sepulcros que no se ven,
sepulcros blanqueados- dirá sin vacilar.
Sin vivir el amor del Padre en nosotros y sin practicar la justicia del Reino -dar y darse
sin medida y sin interés propio, por pura gratuidad- todo acto que presuponemos como
religioso se torna una ideología vana y peligrosa: es el ejercicio cínico de la hipocresía.
Quizás vaya siendo tiempo para pensar, junto con el Maestro, cual es la justicia que
debemos practicar... Y cual es la imagen que tenemos de ella.
Si por justicia recuperamos el sentido primordial de dar a cada uno lo suyo, entonces la
justicia no será tanto una mujer de ojos vendados portadora de una balanza, sino más
bien una madre con los ojos bien abiertos, atenta a las necesidades de cada uno de sus
hijos.
3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del
corazón
-¡Ay de ustedes, los fariseos, que les gusta estar en el primer banco en la sinagogas...
y que se les salude en las plazas!...
¿Apetezco también yo los honores, la consideración? ¿Qué forma tiene en mí ese
orgullo universal? ¿esta seguridad de tener la razón? ¿ese querer llevar a los otros a
pensar como yo? Hay mil maneras sutiles de querer el "primer puesto".
4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios?
Señor Dios nuestro: Tu Hijo Jesús personificaba el cumplimiento perfecto de la Ley y
los Profetas. Él conocía, enseñaba y vivía esto: que el cumplimiento de la Ley y de las
promesas consiste en servirte a ti y al pueblo con justicia y amor. Queremos que estas
dos virtudes sean las guías de nuestras vidas, para que con él busquemos a los
hermanos y sobre todo a ti, persona viviente, Dios nuestro por los siglos de los siglos.
Amén.
5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy?
Motivación: Creemos en Jesucristo. Le reconocemos como nuestro Señor y Salvador.
Esto nos compromete, por tanto, a practicar justicia y amor a Dios y a nuestro prójimo.
¡CUIDADO!
El sacerdote anunció que el domingo siguiente vendría a la iglesia el mismísimo
Jesucristo en persona y, lógicamente, la gente acudió en tropel a verlo. Todo el mundo
esperaba que predicara, pero él, cua ndo fue presentado, se limitó a sonreír y dijo: Hola.
Todos, y en especial el sacerdote, le ofrecieron su casa para que pasara aquella noche,
pero él rehusó cortésmente todas las invitaciones y dijo que pasaría la noche en la
iglesia. Y todos pensaron que era muy apropiado. A la mañana siguie nte, a primera
hora, salió de allí antes de que abrieran las puertas de la iglesia.
Y cuando llegaron el sacerdote y el pueblo, descubrieron horrorizados que su iglesia
había sido profanada: las paredes estaban llenas de pintadas con la palabra ¡CUIDADO!
No había sido respetado un solo lugar de la iglesia: puertas y ventanas, columnas y
púlpito, el altar y hasta la Biblia que descansaba sobre el atril. En todas partes,
¡CUIDADO!, pintado con letras grandes o con letras pequeñas, con lapicero o con
pluma, y en todos los colores imaginables.
Dondequiera que uno mirara, podía ver la misma palabra: ¡CUIDADO! Ofensivo,
irritante, desconcertante, fascinante, aterrador. ¿De que se suponía que había que tener
cuidado? No se decía.
El primer impulso de la gente fue borrar todo rastro de aquella profanación, de aquel
sacrilegio. Y si no lo hicieron, fue únic amente por la posibilidad de que aquello hubiera
sido obra del propio Jesús.
Y aquella misteriosa palabra, ¡CUIDADO!, comenzó a partir de entonces, a surtir efecto
en los feligreses cada vez que acudían a la Iglesia.
Comenzaron a tener cuidado con las Escrituras, y consiguieron servirse de ellas sin caer
en el fanatismo. Comenzaron a tener cuidado con los sacramentos y lograron
santificarse sin incurrir en la superstición. El sacerdote comenzó a tener cuidado con su
poder sobre los fieles, y aprendió a ayudarles sin necesidad de controlarlos. Y todo el
mundo comenzó a tener cuidado con esa forma de religión que convierte a los incautos
en santurrones. Comenzaron a tener cuidado con la legislación eclesiástica, y
aprendieron a observar la ley sin dejar de ser compasivos con los débiles.
Comenzaron a tener cuidado con la oración, y esta dejó de ser un impedimento para
adquirir confianza en sí mismos. Come nzaron incluso a tener cuidado con sus ideas
sobre Dios, y aprendieron a reconocer su presencia fuera de los estrechos límites de su
iglesia.
Actualmente, la palabra en cuestión, que entonces fue motivo de escándalo, aparece
inscrita en la parte superior de la entrada de la iglesia, y si pasas por allí de noche,
puedes leerla en un enorme rotulo de luces de neón multicolores."
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