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Iglesia, tienes que aprender de este humilde burro...
Este interesante artÃ-culo nos ofrece una reflexión a partir del grafito de Alexamenos (conocido
también como grafito del Palatino) es un grafiti encontrado en un muro en el monte Palatino, en
Roma. Se lo considera la primera representación pictórica conocida de la crucifixión de
Jesús.
Este Jesús con cabeza de burro nos habla de un Señor que desde la humildad se hizo
servidor y transformador de personas y del mundo ... ¿Qué pasarÃ-a si a mi colocan esa
cabeza de burro? ¿Qué pasarÃ-a si al Papa Benedicto le dibujan con una cabeza de burro?
Creo que nos molestarÃ-amos mucho ¡tamaña falta de respeto! ... sin embargo es el camino
del discÃ-pulo misionero... el camino del Dios-asno, pobre, pacÃ-fico, humilde, gran mensaje
para muchos de nosotros que buscamos solemnidad, ceremonios más que celebraciones,
 pompa más que simpleza, honores más que servicio, tÃ-tulos, aplausos, notoriedad ... en la
Iglesia también tenemos que aprender mucho de este "Burro-maestro"...
"Encontrarán un asno atado,
sobre el que no ha montado
todavÃ-a ningún hombre.
Desátenlo y tráiganlo"
(Mc 11,1-11)
Para ver se necesitan el ojo y la luz. Después de la curación del ciego, esta escena nos entrega la luz
para discernir quién es el Señor. Con ella se inicia el primero de los seis dÃ-as de Jesús en
Jerusalén. Es el principio de la nueva creación que culminará al sexto dÃ-a en la cruz. AllÃ-, finalmente,
veremos al hombre nuevo, al verdadero rostro de Dios en el del Hijo.
En un grafito del Palatino, hay una imagen de un crucificado con cabeza de asno y el siguiente escrito: "Al
menos adora a su Dios". No se trata de una representación blasfema, sino del Ã-cono más adecuado a
Jesús, el Hijo de Dios, que fue condenado a muerte por blasfemia (Mc 14, 64).
Efectivamente, Jesús es Señor, Cristo y Juez Supremo en cuanto condenado a muerte. La cruz es la
distancia infinita que Dios pone entre Él y cualquier representación de Él. Es un Dios crucificado, cuyo
único poder está en amar y dar, hasta ponerse en manos de todos, sin juzgar ni condenar a nadie. Esta
escena del asno nos sana de la imagen satánica que todos tenemos de Dios, incluso Pedro (Mc 8, 33).
Destruye a aquel dios que los ateos niegan y los "religiosos" afirman.
Desde Betfagé, donde los peregrinos se purificaban para entrar a Jerusalén, Jesús envÃ-a a dos de
sus discÃ-pulos a buscar un asno. La penúltima misión de los discÃ-pulos será buscar y encontrar el
asno. A ella le seguirá la tarea final: encontrar la habitación superior donde se celebrará la EucaristÃ-a.
El asno es el protagonista del relato. Animal humilde de servicio, que lleva las cargas de los otros. Como
Jesús, el siervo de todos, que en la cruz cargará nuestros males. Con un amor más fuerte que toda
muerte, realizará plenamente la Nueva Ley que san Pablo sintetiza: "Ayúdense mutuamente a llevar sus
cargas y cumplan asÃ- la ley de Cristo" (Gal 6, 2). Esta es la libertad de Dios en la tierra: ser servidores
unos de otros en el amor recÃ-proco. Nuestra semejanza con Dios está en nuestra capacidad de amar y
servir, realización de su Reino.
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El asno está, pero está atado: y nadie lo ha montado ni lo quiere montar. La misión de los dos
discÃ-pulos es desatarlo, porque sobre él viene el Reino. La misión de Jesús, y la nuestra, es desatar
en cada uno la capacidad de amar y servir. La falsa imagen de Dios la ha atado. El pecado, común a
todos, nos impide conocerlo y llegar a ser como Él.
Lo único que ha requerido el Señor en todo el Evangelio es el asno desatado. Además, es la única vez
que Jesús se llama a sÃ- mismo "el Señor". La escena prevista se realiza. Es profecÃ-a perenne. Quien
ha venido de esta manera vendrá siempre asÃ-. Viene donde quiera que lo acojan tal como es. Nosotros
esperamos que Dios venga en gloria y poder, tomando para sÃ- todo y a todos. Y, en cambio, se entrega a
todos (¿No es entregarse el amor, ponerse en las manos de otro?).
SÃ-, su fuerza es el amor; su gloria, la humildad; su poder, servir. No viene a caballo, como quien tiene
poder, o en un carro de guerra, como quien quiere conquistarlo. "Humilde y montado en un asno" (Zac 9, 9).
De esta manera, hace desaparecer caballos y carros, todo dominio y violencia del hombre sobre el hombre.
El que viene asÃ- es bendito porque asÃ- viene el reino de Dios. Quien no viene asÃ- es maldito: no viene
en nombre del Señor, sino en el de Satanás. Toda misión consiste en presentar a un Dios-asno: pobre,
pacÃ-fico, humilde. Solo asÃ- se des demoniza nuestra imagen de Él y del hombre, su Hijo. Y solo asÃviene el Reino, que nos libera de la raÃ-z de todo mal.
La avidez de poseer todo y a todos: cosas, personas, nosotros mismos, a Dios. "Señor: ¿es ahora que
vas a instaurar el Reino?". AsÃ- suena la última pregunta de la Iglesia naciente a su Señor que se va. El
momento en que viene es "este" si somos sus testigos (Hch 1, 6-8). Testigos de su ser asno.
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Autor: Silvano Fausti, S.J. Biblista y escritor
Artículo original de Revista Popoli. Publicado en Revista Mensaje, Santiago de Chile, marzo 2010
SE PUEDE usar este material con toda libertad, citando la fuente.
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