Claves históricas de la ganadería. Las estructuras pecuarias y la

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Claves históricas de la ganadería.
Las estructuras pecuarias y la trashumancia
en la comarca de Gúdar-Javalambre
EDUARDO GARGALLO MONFORTE
Los rasgos geográficos de la comarca de Gúdar-Javalambre imponen condicionantes inexcusables para el desarrollo económico. Mas no sólo: puede decirse que la
ganadería, la foralidad y la singularidad de la práctica
trashumante constituyen pilares fundamentales para
entender el cómo y el porqué históricos de los vaivenes
sócio-económicos de la comarca. Entre los límites
comarcales quedan contenidas las dos zonas de pastos de
verano más importantes del área levantina. De modo
que, para desarrollar una ganadería extensiva de tal trascendencia como la demostrada a lo largo de siete siglos,
las cabañas serranas se vieron obligadas a establecer
conexiones con las zonas de pastos de invierno dispersas
por el litoral levantino: desde la desembocadura del Ebro
hasta la del Júcar. Así nació la red de vías pecuarias trashumantes que se extienden por el territorio a modo de arterias por las que discurrir cíclicamente la auténtica sangre de la economía serrana tradicional: los ganados trashumantes.
Sin embargo, las estructuras ganaderas no deben simplificarse e identificarse exclusivamente con las vías pecuarias –aunque éstas sean hoy, aún en su abandono, las
más visibles y reconocibles–.
Las primeras instituciones ganaderas son disposiciones forales (s. XIII) que, en
su desarrollo, dieron sustento a las primeras estructuras pecuarias, tanto organizativas (cerraja, ligallos...) como físicas o plasmadas en la distribución de espacios ganaderos (boalajes, ejidos, dulas, dehesas, aleras...). Es necesario remarcar
que la totalidad del territorio de la comarca de Gúdar-Javalambre perteneció
históricamente al Alfoz de la Villa de Teruel, con la salvedad de los enclaves de
señoríos laicos –Mora, Manzanera–, de órdenes militares –Alcalá de la Selva– o
eclesiásticos –Linares, Puertomingalvo...–; correspondiéndose el resto del territorio con tres de las Sesmas que articulaban la antigua Comunidad de Aldeas de
Teruel: Campo de Monteagudo, Sarrión y Rubielos. Por ello, para entender el
desarrollo ganadero de la comarca, es necesario conocer la historia ganadera de
la antigua villa de Teruel, ya que fue aquí, precisamente en el territorio de la
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comarca de Gúdar-Javalambre, en donde los turolenses ubicaron y dieron vida a
sus principales activos pecuarios.
1. EL SIGLO XIII. CONFORMACIÓN DE LAS PRIMERAS ESTRUCTURAS PECUARIAS
A grandes rasgos, el siglo XIII puede compartimentarse en dos grandes bloques: la
primera mitad supondrá el asentamiento de las estructuras pecuarias básicas para
el desarrollo de la ganadería estante. Es a partir de la segunda mitad, tras la conquista del reino de Valencia, cuando se posibilita el desarrollo de la ganadería trashumante que no quedará completo hasta finales del siglo XIV.
Mientras el proceso de repoblación del territorio comarcal se dilata hasta finales del
siglo XIII, la misma elaboración del texto foral que sustentó las relaciones de los
nuevos pobladores no queda completa hasta mediados de siglo. Esto explica por
qué en ese primigenio Fuero sólo se hace hincapié en la estructuración de la ganadería estante, siendo significativo el reflejo de un contexto histórico particular marcado por la inestabilidad de un territorio de frontera: regulación de cabalgadas, protección de expediciones comerciales, redención de cautivos, repartos de botín, etc.
1.1. Los espacios pecuarios
Genéricamente, en las cartas de población se mencionan los pastos como elementos de uso comunal. Esta libertad de pastos, adquirida junto con el concepto de
vecindad, tan sólo quedaba restringida en huertas, sembrados y viñas y en las dehesas y boalares amojonados por el Concejo. Así, estos espacios estratégicos de
reserva de pastos son dos de las primeras estructuras pecuarias que toman forma.
Las regulaciones prosiguen con el uso comunal de abrevaderos y de otros espacios,
como la dula y el ejido del concejo, en los que pastorear a los animales domésticos
que se destinaban tanto a labores auxiliares de agricultura como para el sustento de
la casa. Ello dio lugar a la aparición de pastores especializados, como el dulero, que
recogían diariamente los animales, los pastoreaban en los lugares determinados y
los devolvían a sus propietarios al anochecer. Otra de las instituciones puesta en
marcha en estos primeros momentos es la alera foral: acuerdo recíproco de pasturaje entre territorios vecinos (por ejemplo, entre aldeas de Teruel y lugares de señorío), según el cual los ganados de uno y otro término podían pasturar en el vecino
“de sol a sol y de era a era”, lo que limitaba el pastoreo tanto temporalmente
–práctica diurna– como espacialmente: partir de la era comunal y volver a ella, respetando siempre los acotados, mieses y viñas.
1.2. Regulación de la cabaña ganadera
La cabaña ganadera turolense poseyó desde sus orígenes una protección expresa
del rey de Aragón; cualquier acto contra ella era equiparable al allanamiento de
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Comarca de Gúdar-Javalambre
Masía ganadera de La Valtuerta (Mosqueruela)
morada. Esto se materializó con la elección, por parte del concejo de Teruel de un
oficial real denominado “Guardián de las Cabañas de Teruel”. Su misión no era la
de impartir justicia sino la de amparar y proteger a los pastores y rebaños de Teruel
en tránsito y defender sus intereses y privilegios en el vecino reino de Valencia. En
contraprestación a la protección otorgada por parte de los monarcas aragoneses,
los ganados estaban sujetos al pago de dos impuestos: el herbaje se cobraba sobre
los derechos de pastos y el montazgo gravaba el tránsito de los ganados. Mediado el
siglo XIII, Jaime I instituyó un único impuesto a abonar anualmente al transitar los
rebaños por las rutas trashumantes en sus desplazamientos a Levante. El tributo
consistía en seis carneros por cada mil ovejas de cría y tres dineros jaqueses por
cada res de vacuno mayor de un año. El punto de “collida” más destacable del área
que nos ocupa quedó establecido en el paraje conocido como “La Jaquesa”
(Albentosa).
La ordenación de las estructuras pecuarias, con la delegación de funciones reales en manos de la villa de Teruel, se complementó con el establecimiento del
cargo denominado “Caballeros de la Sierra” (también “montadores” o “montaraces”). Inicialmente su número se fijó en nueve. Existía un requisito notable en
cuanto a restringir el acceso al cargo, dado que cada caballero debía disponer de
dos monturas con las que desarrollar sus misiones. Éstas consistían, esencialmente, en vigilar y asegurar el buen estado de los montes y pastos turolenses,
controlando las amojonaciones y corrigiendo las infracciones de uso; asimismo,
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1370, Octubre, 2. Teruel.
Carta pública del tranzamiento y venta de treinta y cinco cabezas de ganado de los montazgos realizados por don Pasqual Calvo, montador de la Sesma del Campo de Monteagudo.
(Archivo de la Comunidad de Teruel, en Mosqueruela).
Anno a nativitate Domine M CCC septuagesimo dia miercoles, dos dias andados del
mes de octubre presentes ante mi notario e los testimonios dich scriptos Pero Guillem
de Celadas procurador de la Universidad de las Aldeas de Teruel fizo vender en publico en cant diecisiete carneros e borregos et dieciocho ovejas marinas e grosas que son
portadas XXXV cabeças las quales habia recebido de don Pasqual Calvo, montador de
la sesma del Campo de Montagudo. Loa quales fueron corridas, vendidas e trançadas
assi como a mas dant a Domingo Molian, vecino de la dita Ciudat por voz de Gil de
Molian, corredor publico de la dita Ciudat por precio de cada una cabeça de los ditos
carneros e borregos de diez sueldos jaqueses e las ovejas a precio de cada huna cabeça
de las ditas ovejas de seis solidos jaqueses que montan el dito ganado al precio sobredito doscientos setanta ocho solidos jaqueses. Et el dito Pero Guillem Procurador
sobredito requirio a mi notario iusnombrado que de la dita venta et trançamiento le
ficiese carta publica testimonial que fue feta en Teruel anno dia e mes sobreditos. Presentes testigos son desto Domingo Ferrando, veçino de Allepuç e Domingo Gil
Navarro, veçino de Celadas, aldeas de la dita Ciudat.
Sig + no de mi, Viceynt Calvo, Notario publico de la Ciudat de Teruel que esta carta
escrebí et releí.
realizaban el cobro de montazgos y herbajes a los ganados foráneos y debían
responsabilizarse de la seguridad de los rebaños turolenses en el interior del
territorio de la villa.
Las penas para los ganados que entrasen en los lugares vedados podían hacerse
de tres maneras, a escoger: degüella, calonia y daño. Éstas podían ejecutarse por la
parte legítima, es decir, el dueño de la heredad, hijos, criados, procurador o
guarda del lugar, bastando en ocasiones con su juramento. Si los ganados eran
sorprendidos dentro de los límites del vedado podía aplicarse tanto la degüella
como la calonia. La degüella consistía en mostrar la “prueba de sangre”, es decir,
degollar una res de lanar o cabrío si la infracción era diurna o dos si eran sorprendidos de noche, siempre que la transgresión fuese efectuada entre el día de
la Santa Cruz de mayo hasta el día de San Miguel de septiembre. Por su parte, la
calonia consistía en ejecutar una prenda de parte del ganado infractor, la cual era
vendida y con el producto de la venta se hacía efectivo el precio de la calonia.
Ésta quedó establecida para los ganados gruesos en doce dineros por res y en
los ganados menudos en cuatro dineros por res hasta cien cabezas; de ahí para
arriba, “aunque fueran mil cabezas”, la calonia era de treinta y tres sueldos y
cuatro dineros. En un mismo día no podían ejecutar más de dos calonias aunque
el ganado fuese sorprendido tres o cuatro veces en el vedado. El daño sólo podía
pedirse cuando la parte legítima no sorprendió al rebaño dentro de los vedados
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Comarca de Gúdar-Javalambre
pero, constatando el daño y probando con testigos que un determinado ganado
andaba por la partida, era a éste al que se le exigía el pago de los daños.
1.3. Organizaciones pastoriles
El Fuero de los Pastores recogió las condiciones legales por las que éstos debían regirse. Así, definió perfectamente el concepto de cabaña, englobando al
ganado trashumante, hato, perros, caballerías de transporte, aparejos y tiendas,
y la completa jerarquía de pastores, rabadanes, cabañeros y otros sirvientes ocasionales. Del mismo modo, especificó cómo el dueño del ganado debía contratar al pastor por un año, renovándola el día de San Juan. Si el pastor, antes de
transcurrido ese periodo, abandonaba la guarda del rebaño, perdía la soldada;
no obstante, el pastor tenía derecho a la remuneración íntegra anual si era el
dueño del ganado quien lo despedía antes de parir las ovejas. La retribución del
pastor de ovejas se denominaba anafaga y consistía en el diezmo de los corderos,
el octavo de los quesos, el diezmo de la lana, de las ovejas laneras y de los carneros, el octavo de la leche de las cabras y el diezmo de los cabritos. El propietario del ganado tenía de plazo hasta el día de San Martín (11 de noviembre)
para entregar al pastor su participación en los productos del rebaño y cierta
cantidad de otros alimentos, en especial grano.
La organización de los propios pastores alcanzó su máxima expresión de autonomía y autogestión en la Cofradía de la Cerraja. A ella sólo podían acceder los pastores, distinguiéndolos incluso de los propietarios de ganado que “aún cuando
Rebaño de ganado ovino
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poseyesen ganado, se pastoreaba no por ellos mismos, sino por otros”. Esta institución medieval se regía mediante una asamblea general de pastores, también
denominada “cerraja”, que tenía lugar para San Miguel de septiembre. En ella se
renovaba anualmente a la Junta o Consejo que formaban cuatro alcaldes, otros tantos consejeros y un escribano. La principal función del Consejo de la Cerraja era la
de administrar justicia entre los pastores por “los fechos de las cabannas”, caracterizándose por su capacidad de ejecutar las sentencias de modo inmediato y sin apelación posible. Algunas de las facultades de la Cofradía inciden sobre lo arcaico de
su génesis –posiblemente a inicios del XIII– ya que estipulan los estatutos la capacidad de enviar “barruntes” para inspeccionar las áreas de pasto de los ganados,
estableciendo luego, de acuerdo con sus informaciones, los límites de seguridad en
los que pasturar a salvo; e incluso estaban facultados para armar a los pastores
para su defensa. Obviamente, esto sólo podía suceder en el ambiente de inseguridad fronteriza previo a la completa repoblación del término de Teruel. También es
significativo que esta institución contase con una Almosna o fondo financiero con
el que hacer frente, principalmente, a los rescates o redenciones exigidos sobre los
pastores turolenses cautivos por los musulmanes.
Junto a la Cerraja se desarrolló otra institución pecuaria: el Ligallo. Comenzó
como una congregación periódica de todos los pastores del término de la villa
que tuviesen ovejas ajenas mezcladas en sus rebaños. Las dos reuniones anuales
del Ligallo se realizaban en mayo y en octubre, justo antes y después de realizar
el desplazamiento trashumante –lo que explica su pervivencia al margen de la
Cerraja–. Eran los alcaldes del Consejo de la Cerraja quienes asignaban el ganado recuperado a aquellos que justificaban su propiedad mediante juramento,
resolviendo cuantos pleitos se generaban entre los pastores. Caso de existir
cabezas de ganado no reclamado durante cuatro Ligallos (dos años) era encomendado a dos “homes buenos”. Pasado este tiempo sin ser reclamado, el ganado se tranzaba y vendía y el producto de la venta pasaba a formar parte de la
Almosna de los Pastores.
2. EL DESARROLLO TRASHUMANTE
Tras el recorrido por la completa génesis histórica de las diferentes estructuras
pecuarias, la ganadería medieval de la comarca se enfrentó al desarrollo trashumante durante todo el siglo XIV. Reguladas de forma autóctona las áreas de
pasto estivales enclavadas en sus propios términos, los serranos turolenses vieron crecer sus cabañas a caballo entre los dos reinos. Sin embargo, el desarrollo
del motor económico de la zona no estuvo exento de conflictos y sucesos. El
primer problema al que debieron enfrentarse fué la reciprocidad de derechos de
pasto que se generó con los nuevos lugares de realengo de Valencia (Castellón,
Villarreal, etc.). Con los lugares de señoríos vecinos (Baylías, lugares del arzobispo...) se establecieron concordias y acuerdos durante el primer tercio de
siglo. Pero tanto en la parte aragonesa como en la valenciana, el crecimiento de
los rebaños trashumantes se fue haciendo notable a la vez que los conflictos de
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Comarca de Gúdar-Javalambre
Ordinaciones de 1608
“La Comunidad de Teruel tiene su termino cerrado de tal manera que ningun estrangero
puede entrar en el con sus ganados gruessos y menudos a pascer, ni leñar, ni culturar, sino
que aya algunas concordias y pactiones, como las ay entre algunos lugares de dicha Comunidad con lugares de las baylias, y otros, acerca de los usos de leñar y pascer. Esto presupueso,
dezimos que para los vezinos de todos los lugares de la dicha comunidad, todos los terminos
de los unos lugares y de los otros son comunes: de tal manera, que pueden los unos en los
terminos de los otros ad inuicem & viceversa pascer con sus ganados, assi gruessos como
menudos, en todos los terminos indistintamente, exceptado en las huertas, viñas, campos
sembrados, huertos plantados, redondas, y boalages antiguos, y que se acostumbra guardar
en los tales lugares”.
los turolenses con los ganaderos foráneos pero con la misma protección real.
Hasta la sentencia de Villahermosa (1390), la presencia de ganados valencianos
en los pastizales de verano de Gúdar y Javalambre fue fuente inagotable de violentos enfrentamientos. Los conflictos también fueron constantes con la Casa
de Ganaderos de Zaragoza, habida cuenta de los sobresalientes privilegios que
amparaban a la más poderosa organización ganadera de Aragón.
Al mismo tiempo, las aldeas turolenses van logrando una organización y desarrollo
en torno a la Comunidad de Aldeas que las libera de gran parte del peso feudal de
Teruel. El apoyo decidido de la Comunidad al rey aragonés en los sucesos bélicos
de mediados del siglo (guerras de la Unión y de los Pedros), les recompensó con
una autonomía plasmada en privilegios, voto en Cortes, jurisdicción propia, etc.
Puede decirse que, al finalizar el siglo XIV, han conseguido capitalizar el motor de
la trashumancia, aportando a la Corona cuantiosas rentas. La trashumancia posibilitó, sobre todo, el auge del comercio lanero y el florecimiento de las industrias
pañeras autóctonas.
El grado de autonomía fue sostenido hasta las alteraciones de finales del siglo
XVI. Derogados los fueros propios y estragada la institución comunal, la reforma,
plasmada en las Ordinaciones de 1608 lleva implícita una nueva situación para la
ganadería comarcal. Ese cambio casi sutil es la desaparición total de reciprocidad
de pastos entre las tierras de la Comunidad y los lugares del reino de Valencia.
3. LA DECADENCIA COMUNAL Y GANADERA
Otro cambio se avecinaba a pasos agigantados y vendría dado como consecuencia de
la implantación de nuevas regulaciones de los espacios pecuarios y la desarticulación
de los esquemas de poder medievales. Las estructuras comunales, sustento de la
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Área de pastos de Motorrita (Gúdar)
ganadería extensiva medieval, comenzaron a diluirse y, en su lugar, nuevos adehesamientos, roturaciones y cerradas fueron poniendo en manos privadas porciones cada
vez más sustanciosas de los espacios pecuarios. Los “enajenamientos” posibilitaron
la expansión privada y, las más de las veces, agrícola, a costa de los hasta entonces
extensos espacios reservados al pasto comunal. La trashumancia comenzó su agonía
con una fase de arrendamientos y subastas de pastos de los espacios adehesados. Las
estructuras asociativas ganaderas fueron quedando obsoletas. Como muestra de este
proceso podrían citarse las siguientes disposiciones legales:
— Real Decreto de 26 de mayo de 1770, por el que se ordenaba el reparto de tierras de propios y arbitrios, así como las tierras concejiles labrantías.
— Real Decreto de 15 de junio de 1778, que concede la facultad, tanto a propietarios como a arrendatarios, de cercar y cerrar las tierras sin necesidad de
especial licencia.
— Decreto de 4 de enero de 1813, que disponía la reducción a dominio particular
de los baldíos y de otros terrenos comunes. Las fincas así formadas debían
cerrarse, respetando, eso sí, el paso de caminos y cañadas.
— Decreto de 8 de junio de 1813 declarando cerradas y acotadas todas las
dehesas y demás tierras pertenecientes a dominio particular. Sus dueños disfrutarían de absoluta libertad para arrendarlas o no y para aprovecharlas para
pasto o cultivo.
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Comarca de Gúdar-Javalambre
4. TRASHUMANCIA E IDENTIDAD CULTURAL
En nuestros días, ni siquiera la protección legal impide que la red de vías pecuarias
trashumantes se vaya desdibujando del paisaje. Con los últimos vestigios de lo que
fue la ganadería extensiva tradicional, con los fantasmas de las asociaciones, comunales, los fueros y costumbres, la historia y la realidad..., con la agonía de los últimos pastores, los mermados pobladores de la comarca de Gúdar-Javalambre pueden ver cómo desaparece uno de sus más arraigados rasgos de identidad.
Adaptarse a la dureza del territorio serrano ha conllevado el apego a tradiciones
seculares cuyo mantenimiento casi inalterado durante tanto tiempo, más allá de
constituir la prueba evidente del respeto debido a los ancestros, indica que dieron
sustento a la regulación autóctona de la vida cotidiana. La solidez de las estructuras pastoriles fue fruto de una serie de estrategias puestas a prueba generación tras
generación, siglo tras siglo. Pero el inmovilismo que pudiese derivar de este hecho
queda matizado y suavizado, precisamente, por el peso histórico de la actividad
trashumante: año tras año, cíclica y continuadamente, desde noviembre hasta
mayo, los pastores serranos, sus ganados y, con ellos, la principal economía local,
se abren hacia todo el Levante, conectando con otras gentes. Esta apertura, que
hoy puede parecer intrascendente, mantenida a lo largo de siete siglos de forma
ininterrumpida, enriqueció y modeló la propia configuración social del resto de la
población serrana, la que permanecía en los pueblos y masadas durante el invierno.
Las relaciones, incluso familiares, nunca se han circunscrito al término cerrado de
un solo pueblo o un grupo de pueblos vecinos, sino que se han dispersado –como
los ganados trashumantes– por áreas tan distantes y diferentes como las del litoral
levantino comprendido entre Tarragona y Murcia.
La trashumancia es esencialmente adaptación y movimiento. Su historia demuestra
que ha proporcionado los mejores resultados cuando a esas dos características se
les ha añadido más asociación que individualismo, más interés común que propiedad privada, más autonomía que dirigismo externo. Seguramente todo ello refleje
que, en algún momento, los rasgos de identidad cultural de los pastores serranos
sintonizaron con las claves de equilibrio del “desarrollo sostenible” para saber
vivir en “su” territorio.
BIBLIOGRAFÍA
— ARGUDO, J.L. y GARGALLO E. (1993): “Evolución histórica y del marco jurídico de la ganadería trashumante en la Sierra de Gúdar”. Cuadernos de la Trashumancia, 14, ICONA, Madrid, pp. 25-43.
— GARGALLO, E. (1996): Mosqueruela en los siglos XIII y XIV. 1265-1366. El nacimiento de una Villa ganadera. Pecuaria XXI, 1, GEPA, Teruel.
— SÁNCHEZ ADELL, J. (1986): “Aportaciones a la historia de la ganadería medieval castellonense. La sentencia
de Villahermosa entre Castellón y las aldeas de Teruel sobre pastos, de 1390”. Estudis Castellonencs, 3, Diputación
de Castellón, pp. 311-336.
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