Labradores al uso, labradores a la moda: el lenguaje del traje en

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LABRADORES A LA MODA, LABRADORES AL USO:
EL LENGUAJE DEL TRAJE EN ARAGÓN
EN LA EDAD MODERNA
Israel Lasmarías Ponz1. Universidad de Zaragoza
A mi yaya Angelina,
porque cuando le pregunto dudas sobre el traje,
sonríe y se siente importante; y para mi lo es.
El ámbito rural se caracterizó por ser durante toda la Edad Moderna uno de los escenarios fundamentales de la vida cotidiana, básicamente porque durante este periodo,
España era un país agropecuario. En el escenario de la España rural los protagonistas
fueron labradores y pastores, que participaban de la enorme cantidad de desigualdades
que se podían dar dentro de una sociedad estamental y de los sectores sociales, que la
componían. En este sentido se debe hacer una distinción entre jornaleros, labradores
contratados a sueldo; pequeño campesinado propietario; y labradores ricos, grandes
propietarios que contrataban a los jornaleros para las labores agropecuarias.
Los historiadores venimos teniendo, desde hace varias décadas, un gran interés por
conocer la vida cotidiana de gentes que no eran importantes desde el punto de vista social y oficial. Para comprender en toda su dimensión la vida cotidiana de estas gentes no
privilegiadas se hace necesario conocer, describir e interpretar el traje que llevaban o
lucían.
Desde la perspectiva del historiador, la obtención de fuentes que describan la vida
cotidiana de individuos sin poder político o económico es un problema complicado de
resolver, porque no se recoge en los documentos oficiales, emitidos por el poder. Por
tanto se deben buscar fuentes alternativas. Entre éstas, se encuentra la posibilidad de
rastrear en los archivos históricos notariales con la finalidad de obtener de entre sus
fondos: testamentos, inventarios de bienes, memorias o relaciones de cuentas y otras
documentaciones, que le sirvan al historiador para poder acercarse a las características
de las prendas que utilizaron los titulares de estos documentos. Por ello, este es el tipo
de documentación que he utilizado para resolver la necesidad de conocer el traje de los
labradores en el antiguo Reino de Aragón. Y así, toda la documentación la he obtenido
del Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Alcañiz (AHPNA), que recoge la
1
Israel Lasmarías Ponz es becario del Instituto de Estudios Turolenses, trabaja en el Departamento de
Historia Moderna de la Universidad de Zaragoza.
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documentación notarial de la comarca del Bajo Aragón histórico y del Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Zaragoza (AHPNZ).
EL TRAJE DE LABRADOR
Según la documentación que he consultado los labradores bajo aragoneses vestían:
camisa, almilla, cuello, ropilla, jubón o capa. Pero se debe centrar la descripción, solamente en aquellas prendas más características que fueron: sayo, calzones y capote. El
sayo, era una prenda a modo de casaca hueca, con mangas, larga, aunque rara vez pasaba de las rodillas, se vestía sobre la camisa y no tenía botones por meterse por la cabeza.
Podía realizarse en diversos materiales, según la riqueza del labrador que lo vestía, en
picote o paño fino negro o en un material tosco como el burel2. Además incluso podían
ser de luto3. Los calzones eran una prenda para cubrir las piernas y se caracterizaban
por ser prendas toscas de burel, no estaban ni recogidos, ni fruncidos en la rodilla, y
podían estar abiertos por abajo y en ocasiones, sin rematar el doble, deshilachados.
Un tipo concreto de calzón fueron los zaragüelles, realizados en lienzos de color
blanco, que se vestían bajo los calzones toscos. Otro tipo de calzón fueron los greguescos, realizados en tejidos toscos como el burel, que se caracterizaban por estrecharse
hacia la rodilla y tener poco vuelo. Lo que ocurre es que originalmente estas prendas
eran diferentes, pero con el tiempo los nombres de estas prendas se utilizaron para cualquier tipo de calzón sin hacer distinciones; por ello encontramos zaragüelles de burel y
estameña4. El capote fue otra de las prendas más usadas por estos labradores y se caracterizaba por ser una prenda simple con delantero y trasero sueltos (capotillo de dos
haldas), unidos solamente en los hombros con una abertura para meter la cabeza con las
mangas cortadas en rectángulo, dobladas a lo largo y colgantes y con capilla grande en
punta. Estos capotes se vestían sobre la camisa. Por último existía un gran capote de
abrigo, que se vestían sobre los otros capotes, la ropilla o el jubón. Esta era una prenda
grande que permitía envolverse por completo al labrador y se caracterizaba por ser holgada y abierta por delante5. Las noticias de capotes que poseo no describen apenas las
prendas, pero si que indican que estaban realizadas con materiales toscos como el burel6.
En conclusión se observa que el traje de estos labradores estaba fundamentado en
tres tipos de prendas. Estas tres prendas eran vestidas tanto por labradores enriquecidos
2
“Un sayo de picot viejo Un sayo de paño negro fino viejo.”, AHPNA, Joan Tomás Ardit, Inventario
de Antonio Bosque, labrador… Y “un sayo viejo de paño burel” AHPNA, 1590, Joan Royo, Inventario de
las casas de Pedro Gassia, labrador de Alcañiz.
3
“Ítem un sayo de luto viejo”, AHPNA, 1584, Bartolomé Royo, Inventario Jerónimo Félez, de Alcorisa.
4
“Ítem unos çaraguelles de burel nuevos”, AHPNA, 1584, Bartolomé Royo, Inventario Jerónimo Félez…
5
Estas descripciones de capotes estan tomadas de: Carmen Bernis, El traje y los tipos sociales en el
Quijote, Ediciones del Viso, Madrid, 2002, p. 411-414.
6
“Un capote de burel medio usado”, AHPNA, 1608, Joan Tomás Ardit, Memoria de bienes de Antón
Bosque… Aún siendo un “labrador rico” y propietario utilizaba una tela muy tosca para sus capotes.
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el lenguaje del traje en Aragón en la Edad Moderna
como por los más desfavorecidos, la única diferencia entre el vestido de unos y de otros
era el tipo de material con que estaban confeccionadas las prendas: mientras los más
adinerados lucían paños finos, los menos utilizaban telas toscas como la estameña o el
burel.
EL TRAJE DE LABRADORA
Por lo que respecta a las prendas que utilizaron las labradoras que habitaron en el
Bajo Aragón durante el Siglo XVII, la información que proporciona la documentación
aporta prendas como: la camisa, los cuellos, las calcetas, el mandil y el manto. Aunque
sobre este conjunto de prendas destacan: la saya, el sayuelo y las mangas. La prenda que
por antonomasia vistieron estas labradoras bajo aragonesas fue la saya. De los dieciséis
documentos notariales recogidos en el AHPNA, sólo tres no recogen noticias de esta
prenda (son documentos que hacen referencia a varones) y en los trece restantes se
enumeran hasta treinta y dos sayas de diferentes características y en algunos documentos como la memoria de bienes de Antón Bosque y Bárbara Casanova, “labradores ricos” de Valdelagorfa se recogen hasta ocho, siendo algunas de gran riqueza7. En conclusión no hay ningún documento en el que aparezca una labradora, que no recoja al
menos una saya. La saya era una falda que se caracterizaba por poseer unos pliegues en
la parte de la cintura y los tejidos con que se confeccionaban variaban en función del
poder adquisitivo de su dueña. Así se recogen sayas de calidad, realizadas en paños finos, doradillo, raja o palmilla, que según Carmen Bernís era el tejido de más calidad
con que una labradora hacía su saya8. Frente a estas calidades también encontramos
sayas de labradoras más modestas realizadas en paño de lana de color pardo sin teñir (la
lana al no estar teñida conservaba su color natural muy poco apreciado), que era el más
barato9. Por lo que respecta al color las sayas se realizaban en tejidos muy vistosos: verde, naranja, morado, colorado, azul o verdegay10. Igualmente estas faldas podían estar
decoradas con cercas y forradas en colores combinados con el de la saya. La saya fue
utilizada por las labradoras de la Edad Moderna para practicar actividades diversas,
desde las más comunes hasta las más excepcionales como el matrimonio11.
La prenda que complementaba a la saya era el sayuelo o cuerpo, que en la documentación se denomina “saico”. Esta prenda cubría el torso de la mujer, dejaba al aire la
camisa por el escote y por las mangas, porque carecía de mangas o eran de quita y pon;
lo que no evitaba que en muchas ocasiones se diese una relación intrínseca entre sayuelo
y mangas12. Al igual que ocurría con la saya, las diferencias de riqueza entre los labra7
AHPNA, 1608, Joan Tomás Ardit.
Carmen Bernís, El traje y los tipos sociales… p. 432.
9
“Ítem una saya morada en quarenta sueldos, Item una saya parda en onze sueldos y medio”, AHPNA, 1583, Bartolomé Royo, Inventario de Bartolomé Asensio…
10
Verde claro. AHPNA, 1605, P.J. Fraello, Testamento Cebrián-Hidalgo, labradores de Alcañiz.
11
“Ítem le mando y prometio azer una saia de paño fino para la misa nupcial del color que ella quisiere.”, AHPNA, 1603, Joan Tomas Ardit, Capitulación Matrimonial Ripio-Añón, de Valjunquera.
12
AHPNA, 1608, Joan Tomás Ardit, Memoria de Antón Bosque y Bárbara Casanova…
8
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dores hacían que según su dueña unos cuerpos fueran confeccionados en telas de calidad como: la raja, el paño fino y la cochinilla o en tejidos más toscos como la estameña.
En cuanto a los colores de los sayuelos eran variados, combinados con el color de las
sayas y sobre todo vistosos: morado, verde, negro, embiolado (violeta), naranja y púrpura Además estos cuerpos quedaban más lucidos todavía al estar decorados con guarniciones de telas y terciopelos. Por lo que respecta a las mangas, éstas estaban en relación
directa con el sayuelo y también por extensión con la saya. Así los materiales y colores
con que estaban tejidas y teñidas las mangas eran iguales que los tejidos y tintes de los
sayuelos y sólo merece destacar el hecho de que había mangas estrechas o anchas.
En definitiva, se puede concluir que el vestido de estas labradoras del Bajo Aragón
estaba compuesto fundamentalmente de: sayuelo, mangas y saya; prendas todas de colores muy vivos confeccionadas con telas ricas o toscas dependiendo del poder adquisitivo de la labradora.
Analizadas todas estas prendas se puede concluir que las prendas que utilizaban estos
labradores del Bajo Aragón en los siglo XVI y XVII eran prendas, que no seguían los
dictados de la moda, impuestos por la Corte y la nobleza; aunque si que es cierto que
algunas prendas como el sayo habían sido prendas de moda en la Corte siglos atrás13.
Por tanto los labradores vestían “al uso”14, es decir utilizando prendas propias de su
condición social de labradores; unos más ricos, otros más pobres, pero las prendas que
vestían, aún siendo unas más lucidas y otras más toscas eran las mismas para todos. Es
más, estas prendas de labradores se correspondían con las prendas propias del traje
idealizado de labradores15.
A LA MODA
Ahora se trata de establecer una comparación entre el traje que lucían los labradores
de Zaragoza, capital del Reino y el traje de los labradores del Bajo Aragón, que ya he
analizado. Así comparando la documentación del AHPNA y la del AHPNZ he comprobado lo que nunca pensé: que el vestido de un grupo social como el de los labradores,
carentes de privilegios, pudiese llegar a resultar tan interesante.
El hecho es que de los ocho documentos de labradores de la ciudad de Zaragoza sólo
en dos, fechados en 1600 recogen prendas “al uso de labradores”. Y lo más significativo
es que en todos los documentos se recogen prendas a la moda, propias del vestido de la
13
Carmen Bernis, El traje y los tipos sociales…, p. 405.
“Ensemble con esto una saya y sayico de raxa de color que ella querra y ensemble con esto una
cama de ropa a uso y costumbre de labradores”, AHPNA, 1606, Bartolomé Sancho, Capitulación Matrimonial Albalate-Lop, de Castelserás.
15
“El traje y bestido hera de pastora o serrana desta manera: sayas de raso berde con guarnicones
por el ruedo de raso blanco y encarnado, plegadas las sayas con sus afforças, como las labradoras las
usan, sayu[e]los de lo mismo y con la mesma guarnición…”. Estos datos han sido proporcionados por el
catedrático de la Universidad de Salamanca, Pedro M. Cátedra y se refieren a una relación de un torneo
de la Cofradía de los Caballeros de Santiago en Zamora en 1573.
14
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nobleza aragonesa; incluidos los documentos de 1600 que recogen prendas “al uso”
como sayos, sayas y cuerpos de gran riqueza.
Se debe anotar que estos ocho documentos pertenecen a labradores adinerados. En
esta documentación se recogen: mantos de burato, escoto y seda; sayas enteras (vestido
talar propio de la nobleza, nada que ver con la falda campesina); basquiñas y jubones de
materiales ricos a la moda; guardapíes con galones; guantes y manguitos; puños; agujetas; caparazones de caballo y espadas guarnecidas. Por encima de todas estas prendas
cabe destacar cuatro: el vaquero, las calzas, los chapines y sobre todo el guardainfante.
Estas cuatro últimas prendas eran por antonomasia propias de la Corte y de la nobleza y
evidentemente no correspondían a la condición social de los labradores que las llevaban.
El vaquero masculino se caracterizaba por ser una prenda entallada, abrochada por
delante con alamares y por tener unas mangas tubulares, aplastadas y estrechas que colgaban de los hombros y no se vestían. Esta prenda era propia para festejos de caña o
sortija, pero se incorporó al traje civil. El rico labrador zaragozano, Joan Alegrio, poseía
un “vaquero de raja morado guarnecido con pasamanos y vetas por delante para atarse
(alamares)” 16, asociado a un caparazón de gala de caballo. Esto no es baladí, porque
quiere decir que este labrador poseía cabalgadura y la engalanaba con un caparazón,
utensilio propio de justas militares17.
Las calzas masculinas fueron durante los siglos XVI y XVII las prendas por excelencia con que los nobles se cubrían las piernas. Eran prendas lujosas y de gran belleza,
realizadas en ricos materiales, con entretelas vistosas y decoradas profusamente con
cuchilladas, pasamanos, ribetes, cordoncillos…Tengo noticia de que dos labradores
ricos de Zaragoza lucieron calzas18.
Los chapines eran el calzado más acorde con la condición de nobleza y eran propios
del traje de aparato de las damas de la Corte cuando vestían con faldas de ruedo, incluso
existía una pragmática de 1600, que obligaba a las cortesanas a llevar chapines con las
prendas de ruedo. No era sólo la riqueza de materiales con que se confeccionaba este
calzado lo que lo hacia ostentoso, si no el hecho de que al estar realizada su suela con
corcho y todo el zapato forrado con telas muy delicadas, los chapines se deterioraban
rápidamente al arrastrarlos por el suelo lo que se traducía en un gasto continuado. La
labradora de Villanueva de Gállego, Mariana Juste aportó a su matrimonio entre otras
cosas: “unos chapines con betas de colonia naranjados”19 e Isabel del Barco, labradora
de Zaragoza poseía “unos chapines de paño nuebos” 20.
Por último el guardainfante fue la prenda por excelencia del vestido de aparato de la
Corte, no se puede comprender el traje cortesano sin esta prenda. Por tanto era la prenda
16
AHPNZ, 1600, Miguel Villanueva.
En el Relato de las fiestas que a la beatificación de Teresa de Jesús… celebradas en Zaragoza en
1615 se describen varios nobles vestidos con ricos vaqueros que participan en el juego de sortija. Y en
esta misma obra se describe la sortija que celebraron los labradores en esos festejos vestidos con vaqueros.
18
AHPNZ, 1600, Miguel Villanueva, Inventario de Joan Alegrio… y AHPNZ, 1600, Martín Español,
Capitulación Matrimonial de Villa-Juste, labradores ricos de Villanueva, barrio de Zaragoza.
19
AHPNZ, 1600, Martín Español, Capitulación Matrimonial de Villa-Juste…
20
AHPNZ, 1607, Mateo Villanueva.
17
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que mejor expresaba la condición de nobleza a partir del vestido. En este sentido en el
reinado de Felipe IV (1621-1665) el protocolo sustituyó el verdugado por el guardainfante como prenda de ruedo propia de la Corte; el hecho era que el verdugado había sido
adoptado por gran cantidad de plebeyos desprestigiando su nobleza. Así se entendía que
el guardainfante al ser una prenda tan costosa no lo podrían lucir las gentes comunes.
En este sentido Maribel Bandrés apunta que las mujeres de la Corte gustaban de llevar guardainfante, porque era símbolo de riqueza y porque las damas lo encontraban
muy favorecedor, al asegurar las señoras que les hacía la cintura muy estrecha21. En
cualquier caso, si se pretendió que el guardainfante fuese una prenda exclusiva de la
nobleza no se consiguió, porque en 1644 en la relación de cuentas de la casa de Pedro
Ezquerra, labrador del lugar de Pastriz, se anotó el gasto de “un guarda infante valona y
cintas” para su hija Manuela22. Además se ha de hacer notar que por los retratos de los
pintores de la Corte, el guardainfante en 1644 tan sólo hacia diez años que se había sido
impuesto por el protocolo cortesano.
Tanto, estas cuatro prendas, como las que he comentado al principio del apartado las
vestía con total asiduidad la nobleza zaragozana de los siglos XVI y XVII23. Por lo tanto
estos labradores, vestían prendas imitando el traje de los nobles. Esta imitación responde a unas pautas sociales, que deben ser analizadas, para comprender el vestido en toda
su dimensión, implicándolo en una sociedad que lo utilizaba como símbolo.
EL LENGUAJE VISUAL
Alonso de Andrade decía en 1643 que: “aunque la lengua calle, el vestido habla”24.
Esta sentencia de mediados del siglo XVII esconde un trasfondo social muy importante.
La sociedad de la España moderna, era una sociedad estamental, mantenedora de su
status quo vigente y teóricamente cerrada. Es decir cada individuo debía ocupar el lugar
que le correspondía en la sociedad desde que venía al mundo hasta que lo abandonaba.
Este conservadurismo afectaba también al traje, ya que cada individuo debía vestir según su condición. Tomás Ramón, dominico zaragozano, en 1635 escribía en una pragmática: “El Labrador tiene su particular vestido, el Letrado el suyo, el Ciudadano el
suyo, el Soldado el suyo…”25.
Pese a todo, había individuos inconformistas que buscaban un ascenso vertical en la
sociedad que los catapultase a los privilegios y honra de la nobleza. En una España económicamente poco estable, el siglo XVII se caracterizó por ello, los individuos buscaban la seguridad de los privilegios nobiliarios. Este ascenso no fue fácil, pero tampoco
21
Maribel Bandrés Oto, La moda en la pintura de Velázquez. Usos y costumbres del siglo XVII, Eunsa, Pamplona, 2002, p. 46.
22
AHPNZ, 1644, Juan Jacobo Arañón.
23
Mi trabajo de DEA: La vida cotidiana en Aragón en la Edad Moderna: traje, moda y apariencia,
leído en 2004 en el Departamento de Historia Moderna de la Universidad de Zaragoza. Inédito.
24
Fernando Bouza, Palabra e imagen en la Corte, Adaba, Madrid, 2003.
25
Tomás Ramón, Nuevas Prematica de reformación, contra los abusos de afeytes, calçado, guedejas,
guardainfantes… Imprenta de Diego Dormer, Zaragoza, 1635.
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el lenguaje del traje en Aragón en la Edad Moderna
fue imposible. Existían mecanismos que permitían este ascenso y la riqueza era el fundamental. Era tan importante la riqueza, porque permitía acceder a un buen matrimonio,
pero también a la compra de un título de nobleza; la sangre ya no era el único mecanismo para convertirse en noble. Ahora bien, los privilegiados acabaron aceptando estos
ascensos concretos, con la condición, como también reconoce Gómez Zorraquino26, de
que los nuevos incorporados se convirtiesen en defensores del conservadurismo oficial.
Esta condición debió ser irrenunciable, puesto que era básica para la supervivencia de la
organización social.
Así pues, el dinero ya podía comprar la honra, pero esta honra también se debía demostrar públicamente; tanto antes como después de conseguirla. Es decir se debía imitar
el modus vivendi de los nobles. Solamente así, un individuo accedería con todas las consecuencias a la nobleza. En la Zaragoza de los siglos XVI y XVII había muchos individuos enriquecidos que imitaban el modo de vida de la nobleza; en lo que se refiere al
vestido mi trabajo de DEA está repleto de ejemplos de individuos adinerados que sin ser
nobles, vestían a la moda cortesana27. Un texto de la época que puede ser muy significativo es el siguiente: “cada uno quiere por su trage, y por su trato, parecer lo que no
es: el oficial, el escudero, el caballero, el señor, el Grande, el Rey que quiere parecer a
Dios. El refran de que no hace el hábito al monje de todos estados se verifica, porque
ya todos van tan bien vestidos, que es menester revelación del Cielo para conocer quién
es cada uno, quién Caballero, quien no, quien Labrador.”28
Estos labradores zaragozanos, que con sus propiedades y arrendamientos habrían adquirido grandes cantidades de dinero, como cualquier otro grupo social sentían deseos
de abrazar la infanzonía. Me refiero a los labradores zaragozanos, porque como se ha
comprobado los del Bajo Aragón vestían, aún siendo ricos propietarios con prendas “al
uso”. El por qué de esta circunstancia no es el objetivo de este estudio y por tanto requerirá un estudio posterior.
El modus operandi que seguirían estos labradores sería el de imitar el modus vivendi
de la nobleza. Es decir, si el labrador querían alcanzar la infanzonía con su riqueza, debía comenzar a vivir como un noble, para que simbólicamente su visualización exterior
fuese la de un noble en todos los aspectos de la vida: casas29, transportes, ademanes,
lenguaje, cultura y, evidentemente traje.
En el siglo XVII se impuso, según Bouza30, la vía de la imagen como mecanismo para adoctrinar a las masas sin alfabetizar, pero los gestos, lugares y apariencias, también
se reflejaron en la imagen de los labradores. Y así, éstos comenzaron a servirse de me26
José Ignacio Gómez Zorraquino, “Ni señores, ni campesinos. El gobierno de los ciudadanos en
Aragón”, Francisco, José Aranda Pérez, Burgueses o ciudadanos en la España moderna, Univ. de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2003.
27
Israel Lasmarías Ponz, La vida cotidiana en Aragón en la Edad Moderna: traje, moda y apariencia.
Leído en 2004 en el Departamento de Historia Moderna de la Univ. de Zaragoza. Inédito.
28
Tomas Ramón, Nueva prematica… 1635. p. 284-288.
29
Joan Alegrio, labrador de Villanueva denominaba a su casa como si un noble fuese: palacio. Y lo
más significativo es que el notario da fe de ello, porque se denominan así en el documento notarial.
AHPNZ, 1600, Miguel Villanueva.
30
Fernando Bouza, Palabra e imagen…
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canismos propios de una sociedad conservadora, para cuando menos, intentar ascender
socialmente. Se estaba fundamentando todo en la base de la apariencia, que expresa el
deseo de movilidad o lo que es lo mismo de querer demostrar ser, lo que no se es31. En
este deseo de movilidad, la moda actuaba como un elemento más de comunicación.
Retomando los ejemplos concretos de los documentos de AHPNZ se observa, que los
labradores ricos seguían pautas del modo de vida de la nobleza: participaban en festejos
bélicos propios de la clase militar, que era la nobleza; montaban a caballo y poseían
adornos suntuosos para ello como caparazones; o llevaban espada y daga, decoradas con
riquísimas guarniciones32. Si algo era representativo por la vía simbólica de la forma de
vida de la nobleza era: el montar a caballo y portar armas. Esto era así, porque desde el
origen de la sociedad estamental la nobleza había nacido para apoyar al Rey con sus
mesnadas en la guerra.
Dentro de este modus operandi de los labradores no faltaba el vestido. Y esta utilización del traje cortesano, como lo denomina Carmen Bernís33, no se podía explicar si no
era por una razón de peso; un interés realmente fuerte que compensase sacrificios personales. Como ejemplo el caso de Manuela Ezquerra. Que esta labradora de Pastriz llevase guardainfante presuponía varias cosas.
En primer lugar un gasto enorme en tejido tanto en cantidad, porque el guardainfante
requería una falda con mucho vuelo, como en calidad, para que tanta falda resultase
lucida debía ser de un tejido apropiado para la exhibición. En segundo lugar suponía
una incomodidad personal el caminar con semejante falda por un ámbito rural como era
Pastriz, peor acondicionado que la Corte. En tercer lugar se supone que el guardainfante
exigía el uso de chapines; si difícil resultaba caminar con chapines y prenda de ruedo
guardando los ademanes requeridos en la corte con suelos acondicionados, cuánto más
difícil resultaría en Pastriz.
En cuarto lugar la imposición del guardainfante obligó a modificar la arquitectura
interior de las casas: puertas y mobiliario; los transportes: sillas de manos, coches y carrozas. Si estos gastos los tuvo que solventar la Corte, también los tendría que solventar
Manuela Ezquerra. Y por último con el uso del guardainfante Manuela Ezquerra estaba
conculcando una serie de leyes suntuarias, que impedía el uso de determinadas prendas,
adornos y tejidos a determinados grupos sociales y fuera del protocolo de la Corte.
Todo esto no puede resultar casual: el derroche, la incomodidad y la ilegalidad debían tener una o varias recompensas. Supongo que varias: por un lado lucir con ostentación una prenda que simboliza visualmente los gastos antes mencionados. Y por otro
vestir imitando el traje a la última moda de las damas de la Corte, lo que presuponía
estar acondicionada visualmente por si se presentaba la ocasión de ingresar en el estamento de la nobleza por la vía del matrimonio o por la de la compra de un título. Si no
es por esto, no se puede explicar la incomodidad, la ilegalidad y los dispendios, que se
imponía a sí misma una labradora rica, alejada de la Corte. Porque ésta si que obligaba,
31
Covarrubias definió apariencia en 1611 así: “lo que a la vista tiene un buen parecer y puede engañar en lo intrínseco y sustancial” en Tesoro de la Lengua castellana o española, Madrid, 1611.
32
Joan Alegrio poseía caparazón para engalanar su caballo y espadas y dagas muy ricas. Ver nota 28.
33
Carmen Bernis, El traje y los tipos sociales…
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el lenguaje del traje en Aragón en la Edad Moderna
y además desde la niñez, a un uso protocolario del vestido. Y es cierto que las damas se
veían muy galanas con las prendas que llevaban, pero no es menos cierto que en determinados momentos hubiesen querido librarse de la incomodidad cotidiana que imponía
el rígido protocolo de la Corte madrileña de los Austrias.
Finalmente, retrotrayendo los comportamientos históricos de los individuos a
nuestro tiempo, algo que el investigador no puede hacer siempre en Historia, se observa
lo siguiente: que el deseo de lucir nuestro poder económico, social o político, haciendo
ostentación de ellos utilizando el vestido como vehículo de comunicación era una práctica ya inventada en el siglo XVII. Así, este mecanismo existía en las sociedades preindustriales en las que la moda como industria no se podía entender como se hace a partir
de la Revolución Industrial y del establecimiento de la sociedad de clases.
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