Duvillaea antarctica - Ediciones Universitarias de Valparaíso PUCV

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Cochayuyo
Duvillaea antarctica
© Jorge Muñoz Peralta, 2007
Inscripción Nº 166.834
ISBN 978-956-17-0416-9
Ilustraciones y diseño gráfico del autor
Ediciones Universitarias de Valparaíso
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
12 de Febrero 187, Valparaíso
Teléfono 227 3087 - Fax 227 3429
[email protected] • www.euv.cl
Impreso en los talleres de
Litografía Garín, Valparaíso
HECHO EN CHILE
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita
de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas
en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía
y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de
ella mediante alquiler o préstamo público.
Patente en trámite
crónica ilustrada de Valparaíso
A Francisco, Javiera y Catalina,
ciudadanos ilustres de mi propio
Puerto Principal.
PRÓLOGO
Conocí a Jorge Muñoz Peralta con motivo de la preparación
de mi primer libro, allá por 1986. Como Diseñador Gráfico,
formado profesionalmente en la Universidad Católica de
Valparaíso, no sólo fue el responsable de ese hijo primogénito
sino de otro más, en sus dos diferentes ediciones, colaborando
también en un tercer libro en forma parcial. Me impresionó
de partida el enorme valor artístico de su trabajo y su
extraordinaria facilidad para sintetizar ideas complejas,
mediante imágenes, a partir de conversaciones, planos de
ingeniería o difusas fotografías antiguas. También aprecié la
calidad de sus fotografías y de su diseño, que ha inspirado
posteriormente a otros profesionales. Noté de inmediato
su pasión por la Historia, por Valparaíso y por los asuntos
del mar, de lo cual ya tenía noticias por una extraordinaria
serie de ilustraciones sobre la Guerra del Pacífico que él
había elaborado anteriormente con otro autor. Así nació una
colaboración y, por qué no decir, una amistad que nos acerca,
pese a las diferencias de edad y profesión.
Todo lo señalado atrás respecto del trabajo de Jorge Muñoz y
mucho más están presentes en el libro que hoy presentamos.
Ahora él es el autor de los textos principales, habiendo
agregado además algunos relatos de cronistas y descripciones
de poetas que complementan la obra. Aquí se nota también
la huella dejada en el autor por la Escuela de Arquitectura y
Diseño de la Universidad Católica de Valparaíso. En el libro se
destaca específicamente a sus profesores, el poeta Godofredo
Iommi y el arquitecto Alberto Cruz.
Indudablemente que también hay una influencia de Renzo
Pecchenino (Lukas) en el estilo de las ilustraciones y en la
concepción del libro, que sigue la huella de los Apuntes
Porteños y Apuntes Viñamarinos y esto lo reconoce el autor
en su introducción. Pero es sólo una huella, porque el tema
lo desarrolla en forma diferente, mostrando una visión muy
personal de Valparaíso y su gente.
En este libro se hace énfasis en tipos humanos que no
habían sido tan destacados antes, como los changos y sus
descendientes, algunos oscuros personajes como Juan Gómez
y los tipos populares del Valparaíso actual que descienden,
según el autor, de esos habitantes originarios, sin dejar de
mencionar a los españoles, a sus dichos y hechos, tratados
con humor e ironía. Creo que con su mirada de artista crea
un incentivo para que historiadores y antropólogos exploren
desconocidas vetas del pasado porteño.
Me parece que la iniciativa de editar este libro no puede ser
más feliz porque llenará de satisfacción a sus lectores y a la
vez, ayudará a esta ciudad que vive una etapa difícil en la
actualidad.
Le deseamos éxito a su autor, ya que es su primera obra
enteramente propia. Esperamos también que nos siga
deleitando en el futuro con sus ilustraciones y demás trabajos
artísticos que sintetizan, con un certero golpe de vista, lo que
podría decirse en muchas y a veces inútiles palabras.
Carlos Tromben Corbalán. MS AE., M.Hist.
Valparaíso, Noviembre 2007
“La diferencia de hora entre Valparaíso y París es de 4h 55’50’’,
comprobada el 25 de Febrero de 1709 por el sabio monje
franciscano Luis Feuille, que en esa época llegó a bordo del
buque mercante San Fermín y venía tomando la longitud de
ciertos parajes del mar del sur.
La diferencia de hora, también comprobada, entre Valparaíso y
Londres es de 4h 46’36’’.”
Valparaíso y Talca están prácticamente en el mismo meridiano.
Al que leyere
Si el amable lector ha comido alguna vez el caldillo marinero,
podrá entender con más propiedad la estructura de este
trabajo.
En una sumatoria de encuentros fugaces con imágenes,
nuevas y antiguas, se ha intentado mostrar Valparaíso al modo
propio de la ciudad, es decir, un caos que de alguna forma, a
veces funciona.
Es algo parecido a una carpeta de apuntes, sin mucha
cronología ni orden, como pudo haber sido un script de cine
italiano en los años 50. La fórmula no es nueva, la estableció
Renzo Pecchenino en sus libros de apuntes. Torpe e injusto
sería no reconocerle como un gran maestro.
Si Valparaíso es algo muy cercano a la generación espontánea,
esta edición también. No tuvo inicio, fue una búsqueda
sin mucho rumbo que se alargó por más de lo pensado; las
fichas se convirtieron en páginas y así quedaron, medio
desperdigadas. Se fue tentando luego algún orden, cuya
lógica está por verse.
No obstante para conducir la lectura hay tres textos, el
“oficial”, en columna ancha y cuerpo mayor, que podría
entenderse como la melodía principal; otro a veces tanto o
más relevante que el texto central, en columna angosta y tipo
un poco más discreto, lo constituyen las glosas y citas.
El otro relato son las imágenes, que originalmente pensadas
con fines poco más que decorativos, han ganado definitivo
lugar en la lectura, como protagonistas.
El objetivo inicial de esta investigación fue un folletín turístico,
pero como Valparaíso se resiste sistemáticamente a ser
turístico, esta publicación se ha resistido desde su origen, a ser
folletín.
“No pienso Valparaíso.
Esas cosas mientras más se piensan, más se desfiguran.”
Valparaíso fotografiado a mano desde un transbordador espacial.
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“Está situado aquel puerto en 33 grados 2 minutos de latitud
austral, i 303-48 de lonjitud. En realidad no es puerto,
porque, espuesto todo su surjidero a los vientos norte i
nordeste, que en invierno son furiosos, no tienen seguridad los
navíos, i se han experimentado no pocas desgracias en algunos
de los que han invernado en él. Pero con todo es el mas
frecuentado de los de Chile, i en él se almacenan todos
los jeneros”
Vicente Carvallo Goyeneche, 1791.
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“ Los barcos entran y salen de la bahía arriesgada a los vientos
que la terquedad de los chilenos forzó obligándola a volverse
desembarcadero. Hierve en malecones y agua un pueblo vivo,
que parece marsellés o catalán; va y viene un cardumen de
tráfico marítimo que grita en inglés y en español las picantes
interjecciones marineras.”
“ Un mar violento y voluntarioso, excita y espolea con yodos y sales
a los grupos de descargadores, de grumetes y gente de pesca. Es un
agua digna de griegos, brava y humana; ni el caldo hirviendo del
Ecuador ni la plancha mortecina del Círculo Austral. ¡Bahía mayor
de Valparaíso! Anda en novelas y poemas ingleses y noruegos.
Quien navegó la conoce y la cuenta siempre al contar sus mares.”
Gabriela Mistral, 1931.
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América,
la del sur,
fue fundada en Valparaíso,
el que nunca
fue fundado.
durante y después
la aventura europea
¿no quiso hallar el paso o estrecho
que calmase
su lejanía de indias?
continente encontrado pero no aceptado
¿no se buscó más bien
dejarlo de lado
como un obstáculo?
América encontrada y velada
pues aún
apenas admitido su hallazgo
¿no fue la empresa
volverla parte de un centro distante?
(amereida. Godofredo Iommi)
Entender a Valparaíso requiere una previa mirada en la
arqueología del devenir americano.
Su destino es común con el del espíritu continental y su
tránsito por la historia ha sido también, desde su origen,
alumbrado por los soles y relámpagos de la contradicción, la
ambivalencia que ha bañado al continente desde la llegada
del huinca. Una concepción de mundo en que la vida y la
muerte son sólo hermanas gemelas en una existencia intensa,
subsistente entre el despojo y el regalo.
La latinidad, el alma inmanente de América, parece latir
perpetua bajo las piedras de la primitiva ciudad española,
fundada desde y para la corona, bajo la orden imperial y la luz
del clérigo; ciudad inventada cuando el mundo era plano, que
hubo de levantar con urgencia su matemática rigidez sobre los
sinuosos basamentos de templos antiguos, y hoy requebrada
por el tráfago y saturada por el débito, deja aún escapar entre
sus intersticios oscuros a la serpiente ancestral, el ánima
vernáculus que dibuja por dentro al hombre de América.
El latinoamericano, español entreverado con indio, cópula
furtiva de lo cartesiano y lo mágico, conserva hasta hoy la savia
indígena originaria, salvaje como la tierra misma que tocaron
por primera vez las rodillas del conquistador.
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Valparaíso es esa misma amalgama, pero globalmente
enriquecida por su destino marítimo.
“El destino de Valparaíso es señalar a
Chile que el mar es su destino”.
Sospechas, primero, de antiguas migraciones desde la
Polinesia, europeos luego, Españas o Inglaterras de variada
naturaleza, que versaron unos y malversaron otros, chinos de
la China llegaron por miles a engrandecer aun más el norte
grande, que negros y mulatos sólo de esclavos hubo en este
lado de la América, y por último, no menos avasallador, el
norteamericano, inmenso, simpático, ruidoso e irreverente,
que cargado de abalorios terminó con la conquista,
aderezando aún más este extraño caldo genético cultural.
Alberto Cruz Covarrubias.
Todos y cada uno fueron tocando tierra obligada en este único
puerto, haciendo de Valparaíso la gran matriz que recibió
por varios siglos el descargo ingente de largas y demenciales
travesías oceánicas, donde mezcladas todas las razas de aquel
mundo antiguo, con sus sueños de gloria demolidos por el
mar de los mares, ya casi sin dios, enarbolando su pasión
inmoral y vehemente, conspiraron en la construcción de esta
ciudad y esta raza extrañamente cosmopolita, orgullosamente
mediocre.
“En Valparaíso se habló inglés antes que en Inglaterra”.
“ Y sin embargo entre los vaivenes del verbalismo ad usum en que a la postre
se convierten las ideologías importadas y los estallidos de violencia, nuestra
América existió, existe e irrumpe invitándonos sin tregua al coraje. Coraje
para abrirnos a su realidad, coraje para aceptar su historia y sus medidas,
coraje para conformarnos en el riesgo y a la aventura de ser lo que podemos
ser.” “...es la única manera de disipar la niebla de cobardía que nos recubre y
envenena.“
15 de Junio, 1967
Fragmento de la Declaración por la Reforma Universitaria en la
Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso.
Una revolución sui géneris, cuya energía no manaba de la política sino de la
poesía.
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Hubo una gran rivalidad entre Diego de Almagro y Francisco
Pizarro, originada en la desmedida ambición de ambos y en la
sagacidad de este último que, buscando sólo para sí la fama
y la riqueza, consiguió los favores del rey Carlos V para que le
fuera otorgado el título de Marqués, mientras a Almagro sólo
el de Adelantado.
Nuevamente en la historia, dos chiquillos malcriados peleando
por la misma tortilla.
Establecido el Virreinato en Cuzco y luego de colaborar
con Pizarro en la destrucción del imperio Inca, Almagro
entusiasmado buscó algo más que hacer.
Solicitó entonces a la corona el derecho privado sobre la tierra
explorada al sur del Perú, territorio al que llamaría
Nueva Toledo.
La fundación de Valparaíso y su consecuente abandono fueron
un solo y mismo acto, de dudosa solemnidad.
Fatigado por la travesía, humillado y empobrecido por el
fracaso de su empresa, la que de oro para el reino no consiguió
más que guijarros, Diego de Almagro, primer fundador
legal de Valparaíso, decidió aquí desandar su camino,
maldiciendo esta tierra ajena de Dios, agreste, magra y
“poblada de salvajes de la peor especie.”
El fracaso empresarial de don Diego en este puertecillo
fundado a medias, más que un ordinario revés en la
historia, sería para Valparaíso el triste augurio de un
largo extrañamiento. Digno debut para la ciudad de los
amores quebrados.
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La pugna entre los jefes se había reavivado entonces por
el dominio de la propia ciudad de Cuzco, capital de todo el
imperio conquistado, la que concluyó en 1535, en un acuerdo
en el cual Pizarro se comprometía a dividir las ganancias
totales.
Lo que Almagro no supo es que Pizarro había metido también
en la ecuación a todos sus hermanos.
Parte el Adelantado hacia el Sur, a comienzos de
julio de 1535, a la cabeza de una lucida hueste con
la que espera hacer de la Nueva Toledo un imperio
semejante al del Perú .
Le siguen por mar tres barcos cargados con los
abastecimientos.
De las tres embarcaciones, la primera, de nombre
San Cristóbal, al Mando de Juan Fernández, no
logra zarpar del Callao. La segunda, el Santiago,
al mando de Alfonso Quintero, estropeada luego
de varar, abandona la comisión logrando sólo la
pequeña Santiaguillo fondear en la rada de Quintil.
“Esta tierra, a la mucha fama que tenía de
oro, la salió a descubrir el Adelantado don
Diego de Almagro desde el Perú por la orden
que adelante se dirá.”
Enterado Almagro, quien se encuentra en el
valle de Cancanicahua, actual San Felipe, de los
progresos de la expedición marítima, envía a su
capitán Juan de Saavedra con un destacamento, a
reconocer tierras y tomar contacto con la nave.
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Cabalgando por la costa hacia el sur, el diligente emisario divisa
desde los altos cerros al norte de una bahía llamada Alinmapu
por los indios, la embarcación anclada junto a un caserío
rústico al pie de abruptas colinas, con hermosas quebradas
colmadas de vegetación exuberante.
La belleza del paisaje, la caleta amistosa y tranquila le
rememoran su natal pueblo español en Castilla la Nueva, por lo
que llama a su visión, Valparaíso.
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Iniciado el mes de septiembre de 1536, Pedro García de Villalón
al mando de la nao española Santiaguillo, en avanzada de la
expedición de Diego de Almagro, ha recalado al socaire de los
fuertes vientos primaverales, junto a los cerros altos al sur de
la bahía de Quintil, llamada por los lugareños Alinmapu, que
en su lengua significa tierra quemada. García fondea buscando
respiro a los ánimos y reparo a la pequeña embarcación,
maltrecha, inundada “e que venía muy mal condicionado y
hacía mucho agua, e no traía ya estopa ni pez para poder ser
calafateado, por la mucha broma* que el navío traía.”
Almagro llega luego por tierra, estableciéndose
provisionalmente en la bahía que reclama y nombra para la
Corona, mientras tienta inútiles incursiones por mar hacia el
sur y hace lavar infructuosamente las arenas del Marga Marga.
(*)El Terenidae o Broma, molusco marino
como un gusano que destruye la madera de
los cascos, fue el causante del fracaso de
grandes empresas en América, los barcos
que llegaban de largas travesías terminaban
hundidos o debían ser sometidos a costosas
reparaciones antes de continuar viaje.
Otra broma es que Alonso Quintero, de “más labia
que astrolabio”, como muchos navegantes de su
época no sabía navegar. Calculó erróneamente
la posición de Valparaíso, situándola en el 47º
sur, aproximadamente a la altura del golfo de
Corcovado, al sur de la isla de Chiloé.
Almagro pensó entonces que se encontraban a
medio camino del fin del mundo, el temido Cabo
de Hornos, sus vientos feroces y la posibilidad
de enfrentarse con los indígenas del bosque. Ello
sumado a los problemas políticos en norte del
reino terminaron por rendirlo.
Se suele clasificar a La Santiaguillo como nao,
un tipo de embarcación generalmente de tres
palos y de generosas dimensiones, entre la
carraca y el galeón.
Se usaba también en España el término
nao para mencionar a las grandes
embarcaciones de popa redonda
y velas cuadras. Colón modificó
el aparejo latino de La Pinta
y La Niña, reemplazándolo
por velas latinas, debido a su
buen rendimiento con vientos
portantes, lo que les daba a las
carabelas aspecto más robusto,
como una nao de menuda estampa.
En América las pequeñas embarcaciones que debían remontar la corriente
y el viento sur, recuperaron su aparejo latino, mucho más efectivo en
barlovento.
La Santiaguillo, descrita como la más pequeña de las naves que, junto al San
Cristóbal y el Santiago, zarparon en apoyo a Almagro, pudo entonces haber
sido una carabela similar a La Niña de Colón, con su original aparejo latino.
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Pero no hay oro ni gloria en la antesala del fin del mundo.
Abandonadas la fama y la riqueza, toma lo que puede y
estampa en su diario la orden de retorno hacia Cuzco, donde
más tarde el verdugo rubricará con garrote la última página.
Desalentado y vacilante luego de su decepción en las tierras
del sur, Almagro ha recibido noticias del Perú. La rebelión
indígena contra Cuzco amenaza al imperio conquistado, por lo
que decide entonces como última jugada, volver a liberar a la
sitiada capital y reclamarla para sí luego de la victoria.
No lo espera sino su propia guerra de poder contra el
inescrupuloso Pizarro y sus secuaces hermanos, quienes
terminarán por tomarlo todo, su vida inclusive.
Almagro y Pizarro arribaron a América como socios.
“Como entre los compañeros españoles, que el adelantado don Diego de
Almagro tenía, había algunos de malas intenciones, fueron parte a hacerle
volver de la provincias de Chile donde había ido, que de la ciudad de los Reyes a
ellas hay quinientas leguas.”
“...y poniendo en la prisión Hernando Pizarro a don Diego de Almagro, justificó
su causa cortándole la cabeza.”
Gerónimo de Vivar, 1558.
“Comenzaron apostando el alma con la esperanza
invencible del que ha sido un perdedor.
Terminaron humillando al cielo, destrozando sus
estrellas y orinándose en la Luna y en el Sol.”
Rubén Blades
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Valparaíso hijo de la desgracia, abandonado en su cuna,
vagó por el olvido durante ocho años más, tiempo luego del
cual el conquistador Valdivia, el 3 de septiembre de 1544, le
reconociera como “…el puerto de Valparaíso para el trato de
esta tierra i de la ciudad de Santiago”.
Otra ceremonia discreta. No se selló acta alguna, no se
trazaron plazas ni solares. Luego de toda suerte de lisonjas y
reconocimientos verbales todo quedó aparentemente igual.
De acuerdo a la costumbre local, Valparaíso estaría
funcionando desde entonces con “patente en trámite”.
En seguida, don Pedro entregó al marino genovés don Juan
Bautista Pastene, el estandarte “y en él posado un escudo con
las armas imperiales, y bajo del, otro con las del dicho señor
gobernador”, nombrándolo su Lugarteniente y Capitán General
en el Mar.
Capitán. Yo os entrego este estandarte para que bajo la sombra
y al amparo dél sirváis a Dios y a Su Majestad, defendáis y
sustentéis su honra y la mía, e me déis cuenta dél cada e
cuando os lo pidiese, e así haced juramento e pleito homenaje
de lo cumplir.
Luego de las bendiciones y de las despedidas a la comitiva
todos se retiraron a dormir la siesta.
Inmediaciones del
Muelle Prat hacia
1550.
Muy posteriormente en 1802, se lograría del Rey de España
el título de “Ciudad de Nuestra Señora de las Mercedes de
Puerto Claro”. Luego de una década de petitorios y cartas,
fue otorgado por Mandato Real el título y los emblemas que
la reconocían como ciudad, pero los documentos oficiales
no llegaron sino hasta noviembre de 1811, declarada ya la
independencia, en cuyo evento se convocó públicamente para
la creación de sus estandartes oficiales que la vestirían ante el
mundo como
muy noble e ilustre ciudad.
Es decir el conducto regular tomó más de 200 años.
No cabe duda que Valparaíso fue fundada en Chile.
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