PSICOANÁLISIS MULTIFAMILIAR EN LA PREVENCIÓN DEL SUICIDIO Un recurso para un servicio de Consultorios Externos. Autora: Dra. Inés Josefina Puig 1 Palabras clave: Psicoanálisis multifamiliar – recurso yoico – García Badaracco – Argentina Resumen: La autora desea referirse a un recurso preventivo y terapéutico, también psicoeducativo y docente, para el abordaje institucional de los pacientes gravemente perturbados, considerados casos difíciles y que, frecuentemente, incluyen el suicidio: el Psicoanálisis Multifamilar, creado por el psiquiatra y psicoanalista argentino Jorge E. García Badaracco que la autora aplica en el Hospital B.A. Moyano de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Presenta breves viñetas clínicas de casos atendidos por ella. Abstract: The author wishes to refer to the Multifamily Psychoanalysis, a preventive and therapeutic strategy endowed with psychoeducation and teaching aspects, for an institutional approach of patients affected by severe mental disorders –that are considered to be difficult cases, besides, many a time, suicide is attempted by patients involved. This strategy has been created by Dr. Jorge E. García-Badaracco, an Argentine psychiatrist and psychoanalist. The author, Dr. I.J. Puig applies this Multifamily Psychoanalysis at the Outpatient Department of the Buenos Aires-located Dr. Braulio A. Moyano Memorial Hospital, a mental hospital for women. Short, clinical cases she has be in charge of are presented. Key words: Multifamily Psychoanalysis – Ego resources – Garcia-Badaracco – Argentina Según el diccionario enciclopédico Espasa, recurso hace referencia a la “acción y efecto de recurrir. Medio al que se recurre o se puede recurrir en caso de apuro o para conseguir algo. Bienes, medios de subsistencia, 1 Médica psiquiatra y psicoanalista (Asociación Psicoanalítica Argentina), Docente del Departamento de Salud Mental, Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, Subjefa de Consultorios Externos del Hospital Braulio A. Moyano, Buenos Aires, Argentina. elementos de los que puede echar mano una colectividad para acudir a una necesidad o llevar a cabo una empresa”. Si pensamos que un servicio de Consultorios Externos (C.E.) debe brindar atención a la comunidad en la cual se encuentra inmerso, podemos ver al Psicoanálisis Multifamiliar (P.M.F.) como un bien y un medio con el que contamos actualmente y que nos permite aumentar nuestra eficiencia terapéutica así como brindar un mayor número de prestaciones de mejor calidad a una población pauperizada y con demanda creciente de atención psiquiátrica. Cuando comenzamos esta tarea en el Servicio de C.E. del Hospital Braulio A. Moyano de la Ciudad de Buenos Aires, teníamos un sinnúmero de interrogantes. Habíamos realizado, junto a otros colegas, una experiencia semejante unos años atrás, partiendo de la comunidad terapéutica, que ya se aplicaba en el hospital Moyano desde aproximadamente treinta años atrás, basándose en las experiencias de Maxwell Jones, las que procuraban mejorar la convivencia de pacientes internadas, muchas de ellas por largos años. Desde 1992 a 1995 habíamos realizado esta comunidad terapéutica pero modificando, casi desde el inicio, la técnica tradicional, al incorporar la perspectiva sistémica y la escucha y comprensión psicoanalíticas. Pero se trataba de pacientes internadas a las que veíamos a diario y podíamos observar directamente los cambios operados por la movilización que generaba la citada terapéutica, a la que, esporádicamente, asistían los familiares. En un servicio de C.E. (donde la población es mixta) los pacientes regresan a sus hogares y, a menudo, no vuelven hasta la próxima semana: así es fácil temer que las excesivas movilización y regresión generadas en el grupo pudieran inducir algunos afectos que escaparan a nuestras posibilidades de atención como, por ejemplo, exoactuaciones en personalidades gravemente perturbadas que implicaran algún riesgo para los pacientes o sus familiares. Podía temerse que se incrementaran los intentos de suicidio o los episodios de violencia. Otra pregunta que nos hacíamos (y todavía se formulan algunos colegas) era si el grupo de P.M.F. producía un agravamiento de los síntomas o bien si las recaídas podían constituir un retroceso en el proceso terapéutico. ¿Los pacientes graves iban a empeorar con este abordaje psicoanalítico? ¿Los pacientes difíciles, inanalizables, podrían ser incluidos en estos grupos? El P.M.F.: ¿qué era? una técnica? una terapia más? un grupo de autoayuda?,¿de psicoeducación? ¿Era psicoanálisis? ¿Era como el rey Midas que todo lo que tocaba se convertía en oro? ¿Era el oro del psicoanálisis o el cobre de la sugestión y la hipnosis? Esquema de trabajo El esquema de trabajo con el que nos desempeñábamos fue inicialmente una reunión semanal, todos los miércoles ininterrumpidamente, ya que, en caso de alguna ausencia o licencia por vacaciones de los coordinadores, las funciones profesionales dentro del grupo se alternaban de uno a otro colega de modo tal que los pacientes supieran que siempre podían contar con varios de nosotros. Inicialmente los profesionales nos reuníamos, bien temprano de mañana, para estudiar los casos clínicos junto al Dr. Jorge García Badaracco, con una modalidad que nos es propia, durante aproximadamente 90 minutos. Luego seguía la sesión propiamente dicha durante 120 minutos (dos horas) y, a continuación, otros 45 minutos para evaluar la jornada. En los inicios el grupo contaba con 20 o 30 integrantes que fueron rapidamente aumentando, por las derivaciones y la convocatoria espontánea de la gente. Actualmente, a menudo llegamos a ser 100 personas, lo que incluye a varios profesionales. Esto es así puesto que el aprendizaje del P.M.F. debe incluir necesariamente la experiencia vivencial. Tanto pacientes como terapeutas viven directamente experiencias emocionales enriquecedoras. Durante dos años funcionaba un grupo de P.M.F. por semana. Los paciente concurrían a partir de la propuesta de los profesionales del equipo o bien por el comité de derivación del servicio. Esto significa que todos ellos contaban con otros profesionales tratantes: psiquiatra, psicólogo y terapista ocupacional o trabajadora social si fuera necesario. En algunos casos, como en el mío propio, los profesionales tratantes individuales, también coordinaban el grupo multifamiliar. Aquel grupo estaba integrado por los pacientes derivados, sus familiares invitados, tres coordinadores y otros profesionales tanto del servicio como invitados, externos al mismo, quienes venían a participar de la experiencia. En el tercer año de ésta se abrieron dos grupos más, y quedó constituida la prestación del P.M.F. los días lunes, miércoles y viernes en sesiones de dos horas cada vez. También comenzó el intercambio con el Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial Borda que brindaba esta prestación los martes y jueves. Así, el funcionamiento en red con el Borda permitió a los pacientes asistir a los grupos de P.M.F. cinco veces por semana y a los profesionales en formación, recibir P.M.F. didáctico en igual número de sesiones semanales. Simultáneamente comenzaron a dictarse cursos teórico-prácticos vivenciales, auspiciados por el Departamento de Docencia e Investigación del Hospital Moyano, la Asociación Argentina de Psiquiatras y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, para profesionales que desearan capacitarse en la técnica. Actualmente, participan en los grupos multifamiliares aproximadamente doscientas personas por semana, lo que incluye a pacientes, familiares, vecinos acompañantes y profesionales tanto coordinadores como en formación. Criterios de inclusión. Se incluían a aquellos pacientes que presentaban antecedentes de repetidos fracasos terapéuticos, situaciones familiares altamente conflictivas y sin solución (conflictos dilemáticos), estancamiento en el progreso esperado durante la psicoterapia individual y en todos aquellos casos en los que los colegas decían: “ya no sé más qué hacer...te lo mando a multifamiliar”. Así, muchos de los pacientes habían tenido o mantenían simultáneamente una experiencia de psicoterapia individual y tratamiento farmacológico. Participaban psicóticos, trastornos graves de la personalidad, trastornos del humor, trastornos por abuso de sustancias (a exclusión de los drogadependientes), trastornos de la alimentación susceptibles de tratamiento ambulatorio, personas que padecíann violencia familiar y, en alta incidencia, sujetos con intentos reiterados de suicidio. En los casos en que fueron incluidas inicialmente personalidades psicopáticas, éstas no evolucionaron favorablemente y terminaron auto-excluyéndose. En la actualidad, algunos jueces de familia de los tribunales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires derivan a pacientes graves con la consigna de participar de esta experiencia, particularmente en casos de violencia familiar refractarios a los abordajes convencionales. Encuadre. Lo fundamental del encuadre es el estar disponible. Se le comunica al paciente los horarios para que elija libremente a qué grupo o grupos desea concurrir. Se destaca un aspecto importante: que el paciente sepa que, en esos horarios, estaremos para ayudarlo, así entendemos el concepto de disponibilidad. No se realiza un contrato explícito ni se interpretan las resistencias, como tampoco las ausencias equivalentes a una manifestación de las resistencias. Sí, se le hace saber al paciente que se notó cuando no estuvo presente para que él pueda tomar conciencia que su presencia deja una marca y que, cuando no está, puede ser extrañado por el grupo. Es notable como las personas con baja autoestima, frecuentemente, suponen que nadie notará su ausencia, casi como si se creyeran invisibles. Hemos ido observando que, con el tiempo, los pacientes deseaban prolongar la duración de la experiencia y fue como comenzaron a reunirse en un café de las inmediaciones. En el momento de comunicar la indicación de P.M.F. a los pacientes se les explicita que traten de concurrir al menos a cuatro semanas consecutivas, puesto que, luego de haber participado de tres sesiones, generalmente los pacientes experimentan alguna mejoría objetiva y subjetiva. Cambio psíquico. A partir del descubrimiento freudiano del inconsciente, ha sido un postulado básico para los psicoanalistas que interpretar es hacer consciente lo inconsciente y que, mediante este mecanismo interpretativo, advendría un cambio psíquico. Tratándose del psicoanálisis individual de pacientes neuróticos esto es generalmente posible. Sin embargo todo psicoanalista ha tropezado con la dificultad que ofrecen los pacientes graves quienes, a menudo, parecen tener conscientes unos contenidos psíquicos que debieran estar reprimidos. En estos casos, como todos sabemos, la escisión ha sido un mecanismo de defensa frecuentemente constitutivo del psiquismo y la represión ha fallado según la mayoría de los autores y/o habría sido excesiva para algunos otros. Dice Jorge García Badaracco: “ no es suficiente tomar conciencia para que se produzca un cambio psíquico. Primero debe operarse el cambio para que se pueda tomar conciencia” y esto es lo que ocurre en las sesiones de P.M.F. al estar el paciente sostenido por el contexto solidario y el clima de seguridad que debe generarse en estos grupos. El uso de la interpretación, característica del psicoanális individual, se restringe para dar lugar más frecuentemente a las construcciones, señalamientos, una variante de técnicas psicodramáticas y esclarecimiento. Estas intervenciones van generando la paulatina apertura de espacios mentales en psiquismos generalmente compartamentalizados. Se prefiere no utilizar la confrontación, recomendada por algunos autores para el tratamiento de las organizaciones borderline. ¿Y de qué se trata este cambio? En estos grupos se procura generar un ambiente facilitador para expresar los aspectos más primitivos y regresivos del psiquismo humano. Si estas experiencias (que probablemente hubiesen generado temor de haber ocurrido en la soledad de los consultorios) pueden ser vividas en compañía de muchos otros que no se asustan, a la vez dejan de asustar a quien las actúa. Los pacientes violentos han sido, por lo regular, pacientes previamente violentados. Las personas que asustan han sido, por lo regular, personas previamente asustadas. En nuestra experiencia hemos visto que, a menudo, un paciente violento es un paciente asustado que encontró la manera de salir de su temor identificándose con su agresor. Bajo el muro de indiferencia muchas veces existe un sí mismo temeroso que, como un niño perdido en la oscuridad, aguarda a quien lo rescate de su escondite. En el contexto multifamiliar los coordinadores deben bucear en las tinieblas y ver la luz de la salud potencial presente en todo ser humano. Tal cual describe J. García Badaracco en su libro Comunidad Terapéutica Psicoanalítica de Estructura Multifamiliar: “ La experiencia acumulada nos permite tener una visión panorámica de lo que puede haber ocurrido en la vida de un paciente desde los primeros contactos, aunque no tengamos todavía la información suficiente. Donde hay enfermedad por algo es. Donde hay conflicto algo ocurrió. Donde hay carencia, algo faltó.” Durante los años en que venimos realizando esta experiencia pudimos observar algunos casos de pacientes que agredían verbalmente a sus terapeutas: presentaban verdaderas manifestaciones de psicosis transferencial expresadas mediante reproches vengativos y reclamos compulsivos. Tales reproches y reclamos tornaban frecuentemente imposible la continuidad de los tratamientos individuales puesto que, en algunos casos, implicaban un pasaje al acto de tipo pasional y/o agresivo. En aquellos pacientes que aceptaron expresar estas pasiones transferenciales en el contexto multifamiliar, la situación de violencia fue desgastándose y diluyéndose al ser compartida por el gran grupo. No se trató meramente de un efecto catártico si no que hicieron la experiencia de compartir temores frente a otros que ya no temen tanto. Esta experiencia no sería más que el paulatino descubrimiento de nuevos recursos yoicos. Esto facilitó, en algunos de esos casos, la continuidad de aquellos tratamientos individuales que habían sido interrumpidos a partir de los episodios de violencia. Recursos Asi el P.M.F. en los C.E. puede brindar numerosos aportes; sólo mencionaré algunos a continuación: 1. Un recurso docente interdisciplinario de pregrado para alumnos universitarios de medicina, psicología y enfermería en las materias Salud Mental, Psiquiatría, Trabajo de campo y otras afines. 2. Un recurso docente interdisciplinario de posgrado para médicos, psicólogos, asistentes sociales, terapistas ocupacionales y otros trabajadores del equipo de salud que estudian dinámica grupal. 3. Un recurso psicoeducativo para todos y especialmente para los familiares de pacientes gravemente perturbados. 4. Un recurso para el diagnóstico psiquiátrico dinámico especialmente en su aspecto vincular. 5. Un espacio para efectuar controles psicofarmacológicos al poder evaluar el estado de los pacientes de acuerdo con su manera particular de permanecer e interactuar en el grupo, puesto que, en esa situación, no pueden mentir ni ocultar su auténtico estado clínico. 6. Un efecto multiplicador de cambio (o bien diríamos multiterapéutico) para sus participantes, debido a la potenciación de las multitransferencias. 7. A la manera de un catalizador, el P.M.F. actúa acelerando los procesos de cambio psíquico ya mencionados, lo que, muchas veces, acorta la duración de los tratamientos o bien despierta el deseo de iniciar psicoterapia en pacientes anteriormente refractarios. 8. Permite el abordaje de los casos más graves. A modo de ejemplo menciono: suicidio, violencia familiar, abuso sexual, fobias muy graves y extendidas. También beneficia a los antes llamados pacientes intratables. 9. Facilita el gerenciamiento del recurso profesional ya que, muchas veces, se ofrece como tratamiento de mantenimiento para algunos pacientes dados de alta “los que se curan en salud". 10. Permite el afianzamiento de la mejoría clínica lograda, a partir del establecimiento de un entretejido de redes, al estilo de lo que ocurre con las sequoias: una, aislada, puede ser derribada por un temporal, fácilmente. Muchas de ellas, juntas, entrelazan sus raíces lo que hace prácticamente imposible su caída. Casos clínicos A continuación mencionaré brevemente algunos ejemplos clínicos, complementarios de los brindados por mis colegas, que reflejan casos resistentes a los tratamientos convencionales. 1. Juana, 43 años, trastorno limítrofe de la personalidad, dos internaciones psiquiatricas por episodios psicóticos. Al ser dada de alta 3 años antes, mantenía ideación suicida y el deseo de reinternarse ante cualquier frustración; también se automedicaba. Solía ingerir una dosis de antipsicóticos mayor que la indicada; por su cuenta aumentaba el psicofármaco (haloperidol) prescripto de diez miligramos a veinte. No aceptaba dejar de tomar levomepromazina por las noches, la cual le había sido recetada durante su internación y, luego, sin ser necesaria le producía somnolencia matutina e hipotensión ortostática. Presentaba un delirio místico durante sus episodios de micropsicosis, características de este tipo de pacientes. Asistió a psicoterapia individual una vez por semana durante casi dos años y mejoró pero no lograba sostener su espacio psicoterapéutico y faltaba frecuentemente a las sesiones. Derivada a P.M.F. un año antes, reclamaba enojada su espacio individual, sosteniendo que, dada la numerosa concurrencia, no podría hablar todo lo necesario y por lo tanto no podría mejorarse. En su modo de pensar estaba implícito el concepto de técnica catártica, sin sospecharlo siquiera. Asistió silenciosamente a cuatro sesiones consecutivas, luego habló de sí misma algunas veces, inclusive logró describir sus intentos de suicidio (se había arrojado al mar) y mejoró notablemente. No volvió a presentar ideación suicida ni deseos de internarse, requirió menor dosis de psicofármacos y siguió concurriendo, aunque esporádicamente pero por razones económicas y también porque se sentía mejor a pesar de sus dificultades monetarias. Posteriormente dejó de atenderse en el hospital psiquiátrico porque ya había aceptado no ser merecedora del estigma de paciente incurable. En la actualidad se asiste por medio del seguro médico correspondiente al trabajo de su marido. 2. Mariana, 33 años, depresiva, fóbica, habría sufrido un episodio psicótico agudo a las 29 años, estaba desocupada. Durante su descompensación psicótica decía que el mundo estaba dividido entre los seres que adscribían a la magia blanca y los que practicaban la magia negra. Había recuperado el contacto con la realidad durante su tratamiento previo, sin embargo, a pesar de haber sido una eficiente profesora, no lograba volver a trabajar y esto generaba constantes reproches, especialmente propios pero también por parte de su padre, el que solventaba todos sus gastos. Tratada psicoanaliticamente dos veces por semana con buenos resultados, concurrió a tres sesiones de P.M.F. sin confianza. En la ultima comunicó: “yo no necesito venir aquí, ahora tengo a mi familia y cuento con otros recursos...". Ese día consiguió trabajo el que se incrementó paulatinamente 6 meses después. Durante las sesiones de P.M.F. esta paciente había logrado descubrir sus propios recursos yoicos. Esto es, las capacidades con las que había ido contando y no lograba aun percatarse de ellas. Mariana hizo el descubrimiento de sus propios recursos yoicos genuinos a través de tomar conciencia del enojo que expresó en las palabras arriba consignadas. Este es un ejemplo de un cambio rápido que posibilitó una notable mejoría en la calidad de vida y que, a su vez, facilitó la continuidad del tratamiento. 3. Mirta, 48 años, trastorno grave de la personalidad sumamente fóbica, sufría frecuentes ataques de pánico que le impedían salir a la calle sola y especialmente cruzarla. Esto motivaba algunos intentos contrafóbicos que finalizaban más o menos tragicómicamente cuando, manteniéndose ella en el medio de la calle y negándose a avanzar, se detenía el tránsito y, entre insultos y aliento de los automovilistas, alguno se decidía a bajar de su coche y ayudarla a terminar de cruzar. Su hija estaba desocupada, sin amistades ni pareja, pues se había convertido en una especie de lazarillo que la cuidaba, y era su acompañante contrafóbica. Existía otra hija, hermana melliza de la anterior, la que llevaba adelante su vida, y también había un hijo el que, según Mirta, no debería casarse para continuar siendo el sostén familiar puesto que ella se hallaba incapacitada para trabajar a causa de su fobia. Hizo varios intentos de tratamiento todos frustrados; faltaba a las sesiones de terapia individual y se automedicaba. Sus dificultades conyugales la habían llevado a la separación. Se oponía activamente a concurrir aj P.M.F. Sin embargo, luego del primer mes de asistir, se arrepintió por no haber aceptado antes. Se convirtió en asidua concurrente. Ahora viaja sola, la hija trabaja y tiene pareja, ella dejó la medicación y se reconcilió con el marido. Luego de aproximadamente un año volvió a separarse pero sin perder la capacidad de trabajar ni los nuevos recursos adquiridos. Luego de dos años de tratamiento dejó tanto el P.M.F. como la terapia individual y continuó estabilizada por varios años, a pesar de no recibir la medicación psiquiátrica habitualmente propuesta para el tratamiento de los trastornos de ansiedad. 4. Amelia, 57 años, psicosis bipolar. Quince años antes había sufrido una internación psiquiátrica durante dos meses. Veía palos en el techo, decía: “veo palos... palos en el techo... hay muchos palos... palos por todos lados!” . Fue medicada y hizo terapia individual y de pareja. Luego de su alta de internación atravesó una etapa regresiva: hablaba como una niña, lo que le duró varios meses. Paulatinamente, se pudieron abordar las dificultades de contacto con la realidad y sus reacciones maníacas frente a etapas angustiosas. Fue posible trabajar la transferencia en su dimensión psicótica y logró paulatinamente mayor estabilidad tanto personal como conyugal. Sin embargo, la supuesta alucinación visual había quedado como síntoma incomprensible. Después de asistir a las sesiones multifamiliares contó por primera vez en la vida que su marido había venido golpeándola desde hacía 20 años atrás sin que ella se quejara... ¡ allí estaban los palos !... Esta confesión fue hecha en medio de angustia sincera y actitud tanto cálida como respetuosa por parte del grupo. Actualmente el marido no le pega más y se estabilizaron las crisis. Esta misma paciente, antes de su asistencia a la terapia multifamiliar, brindaba de este modo su definición de enfermedad mental (la que fue cambiando con el tiempo): “ La enfermedad es una llaga abierta que sangra y no se cierra nunca ”. Frente a ello el Dr. Jorge García Badaracco dijo : “ Esto pasa cuando usted misma rasca su herida de tanto en tanto ”. Asi expresaba la dificultad de esta paciente para poder aliviarse, por estar simplemente recordando. En cambio, la mejoría sobrevino al poder revivir, la situación traumática en un contexto solidario, generador de recursos yoicos genuinos. 5. Ana, “la sin nombre”. Al nacer, sus padres no le habían elegido nombre y una tía propuso llamarla como a la protagonista de una novela televisiva: “la mujer sin nombre”. Hija de un médico ex director de hospital fallecido y de una mujer culta pero autoritaria y distante, había hecho cuatro intentos de suicidio, uno cada seis meses, durante dos años, uno de ellos durante la internación . Las ideas suicidas no la habían abandonado un solo día en ese lapso, a pesar de recibir un tratamiento farmacológico con elevadas dosis de los medicamentos específicos (antirecurrenciales, antipsicóticos, ansiolíticos, antidepresivos). Durante su ultima internación, había presentado alucinaciones auditivas y visuales. Veía una mujer de blanco que le decía “matate” y un hombre del otro lado que le decía “no lo hagas”. Había presentado ideas de cometer homicidio altruista, razón por la cual recibió la denominación de peligrosa y la indicación de no vivir con sus dos hijos. Estos quedaron al cuidado de la abuela a quien el nieto llamaba Adolfo, por Hitler. Hizo psicoterapia individual dos veces por semana en el hospital y había mejorado pero mantenía disociada la hostilidad hacia la madre, presentando una interdependencia patológica y patógena muy difícil de abordar. Luego de su inclusión en los grupos de P.M.F., no sin poca resistencia de su parte, expresó inicialmente gran rechazo hacia la figura de J.García Badaracco “La verdad, Doctor, yo no sé por qué a usted no lo aguanto ...no sé por qué será... será porque se sienta al lado de mi doctora... o será porque me hace acordar a mi papá...”. En esa sesión se llevó a cabo una dramatización mediante la cual Ana comenzó un proceso paulatino de reconciliación con su padre muerto y de autonomización que modificó el vínculo de interdependencia que aún mantenía con la madre. Fue una asidua concurrente a los grupos durante dos años, con la participación alternante de la madre, las hermanas y los hijos. Logró más tarde superar numerosas pérdidas ocurridas en la familia. Fue mejorando, a través de su tratamiento global: psicoterapia individual, psicofármacos, P.M.F. En diciembre de 2000, luego de cinco años de tratamiento institucional, fue dada de alta y continuó asistiéndose a través de su seguro médico. Mientras tanto estudió la carrera de Acompañante terapéutica y se desempeñó por cierto tiempo con eficiencia y contención. Periódicamente, se comunica conmigo para relatar su evolución: sigue viva, tiene pareja, mantiene buena relación con sus familiares. En síntesis: ha mejorado su calidad de vida y olvidó el deseo suicida. Para finalizar: El Psicoanálisis Multifamiliar no es el rey Midas que todo lo que tocaba se convertía en oro. No es el oro del psicoanálisis ni el cobre de la sugestión y la hipnosis pero, sí, un recurso nuevo, preventivo y terapéutico, lo suficientemente válido para descubrir y ayudar a desarrollar la salud potencial de la población a la cual nos debemos. Mientras tanto, el oro, lo seguimos buscando ... BIBLIOGRAFIA DE CONSULTA: 1. Freud, S., Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 2000. 2. García Badaracco, J., Comunidad Terapéutica Psicoanalitica de Estructura Multifamiliar, Madrid, Tecnipublicaciones, 1989. 3. García Badaracco, J., Psicoanálisis Multifamiliar, Buenos Aires, Paidós, 2000. 4. Materazzi, M.A., Salud Mental. Enfoque Transdisciplinario. Buenos Aires, Salerno, 1999. 5. Puig, I. J., La Sin Nombre, trabajo presentado en las Primeras Jornadas de Consultorios Externos, Hospital Braulio A. Moyano, Buenos Aires, 1997. 6. Puig, I. J., Los recursos yoicos en el Psicoanálisis Multifamiliar, trabajo presentado en el Simposium anual de la Asociación Psicoanalítica Argentina "La Cura en Psicoanálisis", Buenos Aires, 1998. 7. Winnicott, D. D., Los Procesos de Maduración y el Ambiente Facilitador, Buenos Aires, Paidós, 1996.