Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ORIGINALES Rev. Logop., Fon., Audiol., vol. XVII, n.o 1 (39-46), 1997 EDUCACION DE LA LITERIDAD Por José Escoriza Nieto Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación. Universidad de Barcelona. INTRODUCCIÓN L a orientación teórica de los procesos de lectura y escritura influye no sólo en la interpretación de los procesos de intervención educativa sino también en la respuesta que podamos dar a la pregunta: ¿qué entendemos por persona literada? Dicha orientación puede situarse en cualquier punto de un continuum definido por dos posiciones extremas: la lectura es una habilidad que empieza y termina con la decodificación y la de considerar la lectura como un proceso transaccional entre un lector y un texto dentro de un contexto sociocultural determinado. Los objetivos educativos serán radicalmente diferentes en uno y otro caso aunque todos ellos estén orientados a promover el desarrollo personal de la literidad. La finalidad de este artículo es analizar de qué forma incide el conocimiento teórico sobre las acciones educativas en el aula con respecto a la educación de la literidad. APTITUD DECODIFICADORA Y LITERIDAD Las propuestas diferenciales formuladas en torno al concepto de literidad, han estado estrechamente influidas por la perspectiva teórica adoptada con respecto a la interpretación y explicación de los procesos de lectura y escritura. Si se considera que leer es decodificar, lo coherente es entender la literidad como la habilidd general para la identificación o reconocimiento de palabras aisladas mediante el establacimiento de las oportunas y correctas correspondencias grafemofonémicas. La identificación de palabras, fuera de contexto, es considerada como la habilidad básica, en el aprendizaje del lenguaje escrito y como el prerrequisito para la comprensión lectora (la decodificación garantiza la comprensión). El objetivo de la educación de la literidad se concreta, por tanto, en enseñar a que los alumnos/as gtraduzcan las letras y las palabras en sus correspondientes formas orales (enseñanza de las habilidades de decodificación). En esta misma línea podemos situar las prácticas educativas orientadas a promover la aptitud decodificadora, entendida ésta como la capacidad básica que define a una persona literada. Los programas desarrollados, de acuerdo con la conceptualización de la lectura como un proceso lineal, están basados en dos ideas básicas (Newman, 1985b): — El proceso complejo de la lectura requiere ser dividido en un conjunto de habilidades más simples. — Si los alumnos/as adquieren estas habilidades, en su secuencia particular, se convertirán en buenos lectores. En consecuencia, el proceso instruccional finalizará en el mismo momento en que los alumnos/as decodifiquen, sin ninguna dificultad, cualquier palabra que encuentren en un texto. Fundamentar la educación de la literidad en estas propuestas puede general dos tipos de resultados que inevitablemente deben suscitar una cierta y justificada preocupación: a) La planificación de objetivos educativos inadecuados promoverán procesos de desarrollo personal del mismo signo: del hecho de reducir la educación de la literidad a promover en los alumnos/as, exclusivamente, la aptitud decodificadora en detrimento del tratamiento educativo del significado, puede derivarse, como producto final, la iliteridad funcional o dificultades graves a nivel de comprensión lectora (el International Symposium for Literacy, celebrado en Persépolis en el año 1975, declaró la literidad como un derecho humano fundamental) (Greaney, 1994). b) Pero además, y como sugiere Newman (1985b), el excesivo énfasis en los aspectos grafofonéticos de la lectura, a costa del significado, puede desarrollar en los lectores una concepción de la lectura que les induce a estar más interesados con la identificación precisa y correcta de palabras que con la comprensión. Profesorado y alumnado comparten una concepción similar de la lectura y ninguna de ambas partes puede aportar soluciones a la situa- 39 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ORIGINALES ción, ya que unos y otros participan de la idea de que el proceso de Enseñanza-Aprendizaje del lenguaje escrito ha terminado. El objetivo final (enseñar-aprender a leer) ya se ha alcanzado y, por lo tanto, no se justifica la continuidad de actividades educativas orientadas a promover el desarrollo de la literidad. ¿Qué implicaría, desde el punto de vista explicativo y de la intervención, conceptualizar la literidad en base a las propuestas formuladas por los defensores del enfoque lineal? En relación al aspecto explicativo: a) Considerar la competencia literada referida sólo a la lectura y a la escritura y desvinculado o no relacionada, por tanto, con el lenguaje oral, en base a la idea de que lenguaje oral y lenguaje escrito son considerados como dos procesos separados e independientes. En todo caso, el lenguaje oral es considerado como prerrequisito del lenguaje escrito y, por tanto, debe ser objeto de un tratamiento educativo anterior, independiente y diferente del relacionado con el lenguaje escrito. b) Centrada sólo en uno de los componentes del proceso de lectura (la decodificación) y ello en base a los siguientes supuestos: — Leer es decodificar o reconocer palabras (leer es leer palabras). — Las dos dimensiones del lenguaje (forma y significado) son entendidos como procesos independientes y, por tanto, se aprenden de forma separada, dando prioridad al primero sobre el segundo, ya que el dominio de la forma conduce al significado (la decodificación de la palabra es condición necesaria para el acceso a su significado, de la misma manera que la decodificación de todas las palabras del texto posibilita su comprensión). — Comprender es derivar el significado del texto y, para ello, la habilidad y el prerrequisito más relevante es la aptitud decodificadora. El significado está en el texto esperando pacientemente a ser decodificado por el lector que corresponda (la lectura como un proceso receptivo). — El aprendizaje va de la parte al todo, existiendo entre ambos una relación acumulativa (el todo es la suma de las partes). c) Lectura y escritura son considerados, a su vez, como dos procesos no relacionados entre sí y enseñados de forma independiente (generalmente se empieza con la lectura). Llevada esta idea a sus límites más extremos implicaría entender la literidad como la competencia referida sólo al ámbito de la lectura, dando por supuesto que esta competencia podrá ser transferida cuando la tarea se refiera a 40 la composición de un texto (si leer es decodificar; escribir es codificar; en cualquier caso lo que interesa y lo que supuestamente garantiza ambos procesos es el dominio del código). Con respecto a la orientación de la intervención, las implicaciones serían las siguientes: a) La literidad es considerada como un estado final definido por la habilidad para decodifcar con precisión y rapidez cualquier palabra del texto (el buen lector es el que aplica eficazmente las dos vías de acceso al léxico interno para la identificación de palabras). Este estado final se entiende como el producto de los aprendizajes acumulados referidos a las partes separables de las palabras, del texto, del lenguaje. El lenguaje está compuesto de partes discretas que deben ser aprendidas de forma separada e independiente. El aprendizaje del todo (el lenguaje) es la suma del aprendizaje de cada una de las partes en que puede ser segmentado. Una vez alcanzado este estado final, el proceso de aprendizaje termina. La literidad, por tanto, no es entendida como un proceso de apropiación o aproximación gradual a las características de una sociedad literada. Un proceso en el que es posibble identificar o determinar distintos niveles de competencia literada personal. En su lugar se propone una concepción de los aprendizajes regida por la ley del todo o nada; o se es una persona literada o esa misma persona lo que la caracteriza es su iliteridad. b) La literidad es considerada como un fin en sí misma. El proceso de enseñanza prescinde de los componentes funcionales que deben darse o que deben caracterizar a todo proceso de aprendizaje. Las actividades de aprendizaje de la literidad no se inscriben ni relacionan con un determinado contexto sociocultural. La consecuencia más inmediata y destacable, con respecto a la orientación de la intervención, se traduce en el diseño y desarrollo de un conjunto de tareas o de ejercicios artificiales y descontextualizados (enseñanza de subhabilidades de forma directa y descontextualizada). El lenguaje no es enseñado-aprendido a través de su empleo en contextos literados, sino mediante la exposición habitual y repetida (conocimiento adquirido a través de ejercicios repetitivos centrados en cada uno de los componentes o habilidades) a cada uno de los segmentos del lenguaje (el lenguaje considerado como un componente de habilidades) y su aprendizaje es entendido como la adquisición de estas habilidades secuenciales jerárquicamente (unas son consideradas como prerrequisitos de otras). Los alumnos/as primero aprenden el lenguaje escrito y después, cuando ya hayan dominado to- Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. das las habilidades requeridas, emplean el lenguaje escrito (hay una clara distinción y desconexión entre la fase de aprendizaje, la fase de dominio y la fase de aplicación de lo aprendido). Se asume, por tanto, de forma implícita, que el dominio de las habilidades componentes del lenguaje escrito aseguran y garantizan su empleo funcional con independencia de las características de los contextos socioculturales de aplicación. El diseño y desarrollo de los procesos de intervención serán radicalmente diferentes si la premisa de referencia es que aprender a leer y a escribir se logra primariamente a través de su empleo en contextos literados. Son las actividades en estos contextos las que proporcionan las experiencias relevantes a través de las cuales los alumnos/as aprenden a construir significados y lo que el lenguaje escrito significa. Entender la literidad como un fin en sí misma tiene una segunda implicación: no tener en cuenta la relación entre educación de la literidady desarrollo de la competencia cognitiva. Una serie de estudios se han basado en la hipótesis de la relación causal entre cognición y literidad, y su objetivo no era otro que el de determinar si las diferencias individuales, observadas en procesos cognitivos concretos, podrían configurarse como predictores de la competencia lectora. Implícito en tal análisis, está la propuesta de que las diferencias cognitivas individuales constituyen la base explicativa de las diferencias en cualquier tipo de actividad relacionada con la lectura. Es decir, las diferencias individuales, detectadas en los procesos cognitivos, se revelan como factores causales del nivel aptitudinal de las personas en el empleo funcional del lenguaje escrito. Por tanto, y en lógica consecuencia, el desarrollo de la competencia personal, para interactuar eficazmente con la información escrita, será entendida como una manifestación del funcionamiento cognitivo. En el ámbito de la psicología cognitiva, esta hipótesis general se ha configurado como nuclear en la formulación y desarrollo de explicaciones específicas. En clara contraposición con los planteamientos centrados en analizar la cognición como factor causal del desarrollo de la literidad, la línea de investigación desarrollada por Stanovich y colaboradores (Stanovich y West, 1989; Cunningham y Stanovich, 1990, 1991, 1992; Allen, Cipielewski y Stanovich, 1992; West, Stanovich y Mitchell, 1993) se inscribe en el marco de los estudios orientados a tratar de explicar las consecuencias cognitivas de la literidad y, para ello, proponen un cambio radical en la estrategia investigadora: proceder al análisis del fenómeno de la causación recíproca.Ello supone, por una parte, aceptar la posibilidad de que los procesos cognitivos sean considerados como factores relacionados con el aprendizaje de la lectura y, por otra, aceptar igualmente la posibilidad de que las diferencias individuales, en la interacción con la información escrita, puedan influir en el desarrollo diferencial de los procesos cognitivos y construcción del conocimiento. La propuesta, formulada por Stanovich y Cunningham, se centra en la necesidad de prestar más atención al estudio de las consecuencias cognitivas de la literidad. A nivel explicativo, ello implica considerar los procesos de interacción individuo-información escrita como procesos de cambio cognitivo (considerar el impacto o los efectos que, a nivel de desarrollo personal, tiene la literidad o la immersión en una cultura literada sobre el funcionamiento cognitivo) y a nivel experiemental, proceder al análisis de los resultados más o menos concretos relacionados con la adquisición y la práctica de la literidad. Esta propuesta tiene su origen en los trabajos desarrollados por Scribner y Cole (1978), acerca de los efectos específicos de la literidad sobre los procesos cognitivos más generales (incluencias de la literidad en el desarrollo de las competencias cognitivas, Brassart, 1994, y se inscribe en el contexto de los postulados formulados desde la perspectiva sociocultural acerca del origen social de la cognición (la estrecha relación existente entre actividad externa, actividad práctica, actividad comunicativa y actividad cognitiva). Los resultados obtenidos por Scribner y Cole (1978, 1981) sugieren que los efectos del aprendizaje y práctica de la literidad sobre el desarrollo de los procesos cognitivos, dependen del tipo y de la cantidad de actividades literadas realizadas y la clase de procesos cognitivos inherentes con dichas actividades. Según Garton y Pratt (1989), la literidad mejora el desarrollo cognitivo a través de las interacciones en las que esté implicado el lenguaje oral: los niños/as no sólo aprenden el lenguaje a través de la interacción social sino que también aprenden a través de las interacciones mediadas por el lenguaje. Francis (1987, citado en Garton y Pratt, 1989, pág. 224), analiza en cuatro áreas las consecuencias cognitivas del aprendizaje del lenguaje escrito: a) Extensión de las aptitudes de representación mental. b) Extensión del conocimiento general. c) La lectura incrementó las oportunidades de aprendizaje. d) Empleo más abstracto y descontextualizado del lenguaje. Para Stanovich y Cunningham (1991, 1992), en el estudio de la relación entre literidad y cognición, es conveniente distinguir entre efectos indirectos o mediatizados (procesos de razonamiento lógico y pensamiento descon- 41 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ORIGINALES textualizado) y efectos directos o no mediatizados (conocimientos en general, fluidez verbal, dominio lexical, conocimiento sintáctico, etc.). En definitiva, lo que se propone es considerar la exposición a los textos escritos como un mecanismo (mecanismo causal) de la influencia sobre los procesos de cambio cognitivo. De los tipos de efectos mencionados, los efectos directos (incremento en la expresión oral, construcción de la base de conocimientos del sujeto, influencia en diversas tareas de procesamiento de la información básica) son considerados como los más relevantes y pertinentes, ya que los procesos de interacción personal con formatos literados, constituyen el factor básico explicativo por su incidencia en los procesos de construcción del conocimiento (esquemas de conocimiento) y las diferencias en los procesos constructivos influyen en la eficiencia individual tanto en la elaboración e interpretación de la información como en el funcionamiento cognitivo general. El método empleado por Stanovich y Cunningham (1992), para evaluar las consecuencias cognitivas de la literidad, se fundamenta en el hecho de que dentro de una cultura literada hay grandes variaciones en el grado de interacción individual con la información escrita (Anderson y Freebody, 1983; Chartier et al. 1992) y que tales diferencias afectan a una amplia gama de dominios específicos: conocimiento ortográfico, conocimiento del vocabulario, conocimientos del mundo (Stanovich y West, 1989; Biber, 1988; Cunningham y Stanovich, 1992; Cipieliwski y Stanovich, 1992), singularización de los objetos leídos, su recuerdo, consideración de títulos y autores (Bourdieu, 1991); Chartier, 1992). Pero estas diferencias no se reducen exclusivamente a la competencia personal en el empleo funcional del lenguaje escrito sino que incluyen además el grado o nivel de oportunidades que los individuos han tenido en el empleo de esta competencia en su medio sociocultural. COMPRENSIÓN-COMUNICACIÓN DEL SIGNIFICADO Y LITERIDAD Otra forma radicalmente diferente de entender la literidad, tiene su origen en los postulados defendidos desde la perspectiva holística. La lectura, como proceso holísticoconstructivo, empieza a tener un reconocimiento efectivo a partir de la década de los años setenta y tiende a configurarse como la alternativa epistemológica más relevante y pertinente a las propuestas defendidas por el enfoque lineal o modular. Desde la perspectiva holística, la lectura es definida como un proceso de construcción de signifi- 42 cados. La comprensión no es una subhabilidd o uno de los componentes del proceso de lectura. Leer es comprender. El objetivo primario de la lectura es, por tanto, la comprensión y no la identificación de palabras. Según Moll (1990, p. 8) una idea central del enforque holístico es entender la literidad como la comprensión y comunicación del significado, proponiendo, además, que su desarrollo debe tener lugar a través del empleo funcional, relevante y significativo del lenguaje en contextos sociales en los que los niños/as aprendan de forma activa a emplear y manipular el lenguaje con el fin de construir significados. Las experiencias con el lenguaje, se configuran como auténticas actividades significativas en la apropiación progresiva de la literidad. Pero este tipo de experiencias no están limitadas exclusivamente al lenguaje oral, sino al lenguaje considerado como un sistema complejo para elaborar significados mediante convenciones socialmente compartidas (convenciones lingüísticas para construir significados). En la perspectiva holística (Edelsky, Altwerger y Flores, 1991), el lenguaje es entendido como un supersistema que incluye el lenguaje oral, el lenguaje escrito (lectura y escritura) y el lenguaje signado. Cada uno de ellos constituye un sistema de convenciones lingüísticas que permiten crear significados; ninguno de ellos es la base del otro, ni uno es la representación secundaria del otro. Significa, en difinitiva, que todo lo que es lenguaje es aprendido como lenguaje y como actos lingüísticos. Entender la literidad como la competencia en el empleo del lenguaje en la amplia gama de posibilidades que permite su carácter multifuncional (como instrumento de representación, de comunicación, de regulación) en contextos socioculturales, implica asumir, tal y como propone el enfoque holístico, que cuando hablamos de persona literada y de educación de la literidad, debemos tener en cuenta que las actividades de enseñanza-aprendizaje no deben centrarse únicamente en el proceso de apropiación del lenguaje escrito, sino que deben orientarse, además a promover el dominio del lenguaje como sistema de representación. El lenguaje oral y el lenguaje escrito son, de acuerdo con Garton y Pratt (1989), sistemas de representación para comunicarse con los demás y el aprendizaje de la literidad se concreta en el dominio de estos sistemas. En coherencia con esta idea, proponen no limitar el concepto de literidad al lenguaje escrito (lectura y escritura) sino que dicho concepto debe incluir el dominio tanto del lenguaje oral como del lenguaje escrito, pretendiendo con ello, enfatizar la naturaleza general de la literidad y destacar, además, la continuidad (interrelación) entre ambos sistemas. Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. PROCESOS INTERACTIVOS Y LITERIDAD Las dos perspectivas analizadas, la lineal centrada en las habilidades y la holística en el significado, han motivado la formulación de una tercera que trata de conciliar las posiciones extremas adoptadas con respecto a la conceptualización de la lectura, de la literidad y de la enseñanza-aprendizaje del lenguaje escrito. Según Dechant (1991), las definiciones de la lectura se han agrupado en torno a dos formulaciones: a) Aquellas que equiparan la lectura con la interpretación de la experiencia (comprensión, significado). b) Aquellas que limitan la definición a la interpretación de los símbolos gráficos (identificación de palabras, decodificación). Considerar que el proceso de lectura se milita solamente a una de las dos dimensiones del lenguaje y la consiguiente exclusión de acuerdo en que el objetivo central de la lectura queda claramente relacionado con el proceso de construcción del significado, tal y como proponen los defensores de la perspectiva holística, pero también debemos aceptar el hecho de que la comunicación del significado exige la elaboración de un código, un sistema de signos cuya interpretación posibilite la comprensión de la información contenida en un texto escrito. La lectura no será posible si falta alguno de sus dos componentes, ya que el proceso como totalidad implica la síntesis o integración de la identificación de palabras y de la comprensión (Dechant, 1991). La enseñanza de las habilidades o subhabilidades puede combinarse (o integrarse) con las actividades orientadas a la enseñanza-aprendizaje de la comprensión, pero bajo determinadas condiciones: a) La enseñanza de la identificación de palabras y/o de las unidades sublexicales, será más efectiva, comprensiva y funcional si tiene lugar en la dinámica del contexto. b) Sólo debe ser objeto de tratamiento educativo cuando este conocimiento se considere necesario para ayudar a los alumnos/as a mejorar los procesos de comprensión. Consideramos estéril la cuestión planteada en torno a si el conocimiento fonológico debe ser objeto o no de una enseñanza directa sin conocer las necesidades educativas de los alumnos/as. La respuesta a esta antigua polémica sólo nos la puede proporcionar la información derivada de los procesos de evaluación del desarrollo personal de la literidad. Sería un proceso de aprendizaje que implicaría ir del todo a la parte, complementado (cuando ello fuera necesario) con ir de la parte al todo. Implicaría, com sugiere Poplin (1988), un proceso dinámico: todo (el lenguaje): —parte (segmentos del lenguaje)— todo (el lenguaje): la construcción del significado implica un proceso de crear significados acerca de las ideas, como un todo, las partes específicas y luego regreso de nuevo al todo. La enseñanza de lectura debe, por tanto, empezar y acabar con el todo. Lo inadecuado de la perspectiva lineal radica en la propuesta de empezar y acabar con las partes. Poplin indica, además, que los niños pequeños empiezan escribiendo mensajes significativos como un todo mediante el garabateo y progresivamente van tomando conciencia del lenguaje, empezando a comprender de forma intuitiva las partes (estructura fonológica y sintáctica) de nuestro lenguaje. La enseñanza de la lectura es interpretada como un proceso dinámico y unitario en el que las habilidades son integradas en un proceso holístico. De acuerdo con esta forma de conceptualizar el proceso de lectura, la literidad sería entendida como la capacidad para activar habilidades, conocimientos y estrategias en el proceso de construcción de significados (descodificación, comprensión, representación del conocimiento). Desde la perspectiva sociocultural, el aprendizaje del lenguaje escrito debe ser organizado de tal manera que su apropiación progresiva sea entendida como necesaria para desarrollar acciones relevantes en el medio social; que responda a objetivos reales de los alumnos/as. Objetivos a los que el alumno/a pueda darle sentido y significado personal. La finalidad del proceso instruccional es desarrollar actividades funcionales (actividades auténticas de literidad) y ayudarles a construir planes, estrategias que permitan, en su momento, dar respuesta a las demandas que se generen en el seno de la cultura literada a la que pertenece. El contexto educativo escolar, entendido como una extensión, como una continuidad de la inmersión de las personas en un contexto literado. El desarollo de la literidad debe producirse, por tanto, a través del empleo funcional, relevante y significativo del lenguaje y la competencia literada es entendida como la capacidad del alumno/a para emplear el lenguaje (oral, escrito, signado) como instrumento mediador de las acciones orientadas a la consecución de metas u objetivos (capacidad para dar respuesta a las demandas propias de una determinada cultura literada). La UNESCO (Morsy 1987) define a una pesona iliterada como una persona que no puede realizar todas aquellas actividades en las que la literidad es requerida para el funcionamiento efectivo de su grupo y comunidad y también para permitirle continuar empleando la lectura, la escritura y el cálculo para el desarrollo de sí mismo y de su propia comunidad. Well (1987, págs. 58-59) ha propuesto un modelo inclusivo de literidad, que responde al énfasis diferencial 43 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ORIGINALES que las distintas concepciones del proceso de lectura otorgan a determinados procesos. Distingue cuatro niveles: 1. Ejecutivo. En este nivel el acento recae en el código en tanto que código. De acuerdo con esta perspectiva llegar a ser letrado es simplemente cuestión de adquirir las técnicas que permitan la decodificación de un mensaje escrito a su forma hablada para averiguar su significado y las que permiten que un mensaje hablado sea codificado en forma escrita de acuerdo con las convenciones sobre formación de letras, ortografía y puntuación. 2. Funcional. Esta perspectiva recalca el empleo que se hace de la literidad en la comunicación interpersonal. Según esta perspectiva, ser letrado es ser capaz, como miembro de una sociedad determinada, de hacer frente a las exigencias cotidianas que comporta la lengua escrita. Entre estas exigencias se incluye ser capaz de leer un periódico popular, redactar una solicitud de trabajo, seguir las instrucciones que explican cómo utilizar un aparato doméstico o rellenar un formulario oficial. Desde un punto de vista curricular, se asume un dominio general del nivel ejecutivo de literidad; sin embargo, se reconoce que la forma de la lengua escrita varía según el contexto de su empleo y, para que funcione eficazmente fuera de la escuela, los estudiantes pueden necesitar que se les dé una instrucción específica en el manejo de tipos de texto relacionados con situaciones determinadas. 3. Instrumental. Los que adoptan este punto de vista son muy conscientes del papel que desempeña la literidad en la comunicación del conocimiento, especialmente del conocimiento que podría denominarse «basado en disciplinas». Lo que se recalca es la lectura en busca de información; la escritura tiende a ser considerada como menos importante y se ve principalmente como un medio para registrar lo que se ha aprendido y para demostrar este conocimiento a otros. En este nivel, el código tiende a ser tratado de manera tan transparente como la forma dado que ninguno de los dos se considera problemático. Si los estudiantes tienen dificultades, se supone que éstas se dan en relación al contexto del texto y no en los procesos de interpretación o composición. En este nivel el énfasis curricular recae en el empleo de la lectura y la escritura (aunque especialmente de la lectura) para acceder al conocimiento acumulado que se considera la función a transmitir por la escolarización. 4. Epistémico. De acuerdo con esta perspectiva, ser letrado es disponer de unos medios para transformar el conocmiento y la experiencia y para actuar sobre ellos, que en general no están a disposición de las personas que nunca han aprendido a leer y escribir. Desde un 44 punto de vista curricular, el comportamiento letrado se considera, a la vez, como un modo de empleo del lenguaje y com un modo de pensamiento, y las actitudes a fomentar son la creatividad, la exploración y la evaluación crítica. Este autor concluye afirmando que «naturalmente, en cualquier acto de literidad que comporte una creación continua de significados, deberían participar los cuatro niveles, ya que tanto la composición como la intretación de un texto escrito requieren el control del código escrito, la conciencia del registro adecuado para la ocasión, una correspondencia exacta y explícita entre la forma lingüística y las estructuras conceptuales, así, cada una de las cuatro perspectivas tiene algo importante que aportar a una relación completa de lo que es ser letrado. Al mismo tiempo, es evidente que existe una relación de inclusión entre un nivel y el siguiente, por lo que es apropiado concebirla como una serie de niveles, en la que el nivel 4 representa la respuesta más adecuada a la pregunta ¿qué es la literidad?» (p. 59). La exposición, que hemos realizado hasta ese momento, podemos sintetizarla puntos: a) La conceptualización del proceso de lectura (sobre todo a partir de la década de los años setenta) como una actividad constructiva habría de tener una repercusión e influencia decisiva, no sólo en la explicación del proceso, sino también en la conceptualización de la literidad. b) La literidad no es entendida ya como un estado final (tal y como propone el enfoque lineal) sino como un proceso en el que es posible determinar distintos niveles en la capacidad de las personas para emplear el lenguaje en su amplia gama multifuncional. El aprendizaje de la literidad implica una mejora cualitativa progresiva en la capacidad de las personas en cada una de las dimensiones (los niveles que propone Wells, 1987) que definen un modelo inclusivo o integrado de literidad. El desarrollo de la literidad no se rige por la ley del todo o nada, sino que se configura como un proceso definido por aproximaciones sucesivas a una determinada cultura literada. c) La literidad tampoco es entendida como un fin en sí misma, sino como un instrumento en la realización de acciones mediadas semióticamente (el lenguaje como sistema instrumental social semiótica) en respuesta a las existencias de una determinada sociedad literada. La literidad no es un fin. Es un medio para conseguir determinados objetivos. La educación de la literidad debe, por tanto, promover en las personas la competencia para emplear el lenguaje como instrumento con fines comunicativos y funcionales-adaptativos. Desde el punto de vista educati- Documento descargado de http://www.elsevier.es el 21/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. vo, ello implica entender la literidad como la capacidad para el empleo del lenguaje (oral, escrito, signado), como un instrumento eficaz en el proceso de escolarización, y que todo ello no suponga olvidar sus consecuencias con respecto al desarrollo de la competencia cognitiva. d) La literidad no es un concepto universalista: sólo adquiere sentido y significado con referencia a las exigencias derivadas de las características socioculturales de contextos específicos (relatividad contextual de la literidad). La literidad es un fenómeno cultural y social. Sus formas y funciones vienen determinadas por factores socioculturales. La conceptualización de persona literada y la valoración que se haga de la literidad no son cuestiones con valor universal sino que, por el contrario, están altamente determinadas por el contexto. El desarrollo de la literidad dependerá, por tanto, y estará muy influido por las condiciones socioculturales y por el grado de participación activa de las personas en actividades literadas. La educación de la literidad no debe ignorar esta circunstancia y, en consecuencia, debe promover la interacción de los alumnos/as con una gran variedad de formatos de literidad (empleo del lenguaje escrito en una gran variedad de situaciones): las actividades de lectura y escritura, como actividades de interacción social y cultural, guiadas por el conocimiento de otras personas más expertas. e) La educación de la literidad debe tener como objetivo básico y nuclear promover en las personas la capacidad para emplear el lenguaje (oral, escrito, signado) como instrumento para aprender, comunicarse e interactuar en su propio contexto sociocultural. CONCLUSIONES Hasta mediados de los años sesenta, la educación de la literidad se centró en la decodificación, diseñando para ello una serie de actividades repetitivas y descontextualizadas en base a la idea de que la habilidad fundamental, en el aprendizaje de la lectura, es la identificación o reconocimiento de palabras aisladas: leer es identificar palabras. Pero sería a partir de la década de los setenta cuando se producirían una serie de cambios teóricos importantes (cognitivismo, psicolingüística, perspectiva sociocultural, etc.) cuya influencia originaría a su vez un cambio radical en la conceptualización del proceso de lectura: la lectura es esencialmente un proceso de construir significados y no una habilidad en la identificación de palabras. La repercusión en la conceptualización de la literidad habría de ser igualmente significativa: la literidad es entendida como la competencia en la comprensión y comunicación del significado y su desarrollo debe tener lugar a través del empleo funcional, relevante y significativo del lenguaje en contextos en los que las personas aprendan de forma activa a emplear y manipular el lenguaje con el fin de construir significados. La competencia literada no está referida al lenguaje oral en exclusiva, sino que comprende el lenguaje como sistema complejo para elaborar significados (lenguaje oral, lenguaje escrito y lenguaje signado) y como instrumento mediador de las acciones personales orientadas a la consecución de objetivos: aprender, comunicarse, interactuar, etc. BIBLIOGRAFÍA Allen L, Cipielewski J, Stanovich KE. Multiple indicators of children’s reading habits and attitudes: construct validity and cognitive correlates. Journal of Educational Psychology 1992;84(4): 489-503. Brassart DG. 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