New perspectives of security measures applicable to

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Nuevas perspectivas de las medidas de seguridad aplicables en trastornos de la
personalidad
New perspectives of security measures applicable to personality disorders
María Sánchez Vilanova1
RESUMEN: Con el presente estudio nos aproximaremos a la situación real de
cumplimiento de las medidas de seguridad aplicables a sujetos con trastornos de la
personalidad declarados inimputables o semiimputables, prestando especial
atención a los últimos avances en el tema.
ABSTRACT: In this study we approach the real state regarding the effective
implementation of security measures applicable to subjects with personality disorders
declared not criminally responsible or semi-responsible, by paying special attention to
the latest developments in the issue.
PALABRAS CLAVE: inimputabilidad - trastornos de la personalidad - medidas
de seguridad – psicopatía – tratamiento
KEYWORDS: unimputability – personality disorders – security measures –
psychopathy - treatment
ÍNDICE: 1. Planteamiento 2. Imputabilidad en sujetos con trastornos de la
personalidad a) Introducción b) Tratamiento doctrinal y jurisprudencial 3.
Perspectivas de las medidas y del tratamiento terapéutico en trastornos de la
personalidad 4. Reflexiones generales 5. Bibliografía
1. Planteamiento
En los últimos años la sociedad asiste impávida a un incesable goteo de historias
sensacionalistas que tienen como protagonistas a individuos que han cometido
delitos detestables y que son calificados por los medios de comunicación como
psicópatas, antes incluso de haber sido evaluados por profesionales. Ante tales
monstruos, simplemente se reclama la venganza.
1
Becaria FPU. Departamento Derecho Penal. Universitat de València
Pero, ¿qué hay detrás de estas historias? ¿Son ciertas las afirmaciones que
constantemente se realizan? Y, más aún, ¿es adecuada la respuesta de nuestro
sistema jurídico?
Como observaremos, el tratamiento de la imputabilidad2 de los sujetos genera
enormes dificultades; dificultades que se acrecientan todavía más cuando
examinamos las consecuencias jurídicas asociadas a su ausencia y las medidas de
seguridad surgen con no pocos interrogantes.
Como
muchos
autores
afirman,
las
medidas
de
seguridad
constituyen
verdaderamente la última ratio del sistema penal, teniendo en cuenta lo delicado que
es el recurso a la peligrosidad como argumento para invocar mecanismos de control
social3. Desafortunadamente, parece que en el nuevo Proyecto de Código Penal4,
publicado el pasado año, se abandonan estas premisas, desapareciendo el límite
máximo de duración de las medidas de internamiento y pasando a un controvertido
sistema dualista.
Dejando de lado las posibles incidencias de esta nueva regulación, creemos que es
absolutamente necesario prestar especial atención a la situación práctica a la que se
enfrentan los sujetos cuya responsabilidad se ve atenuada o excluida por padecer un
trastorno de la personalidad (en adelante, TP), más allá de las premisas teóricas que,
como veremos, dibujan una respuesta que no es materializada.
Para empezar, debemos remarcar que los términos “trastornos de la personalidad5” y
“psicopatía” son empleados de forma indistinta no sólo por el público en general,
2
MARTÍNEZ GARAY, Lucía; La imputabilidad penal. Concepto, fundamento, naturaleza jurídica
y elementos, Tirant lo Blanch, Valencia, 2005, p. 15; COBO DEL ROSAL, Manuel y VIVES
ANTÓN, Tomás Salvador; Derecho Penal. Parte general, 5ª ed. corregida, aumentada y
actualizada, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, p. 535. La imputabilidad es una de las categorías
dogmáticas más controvertidas de las que conforman la teoría jurídica del delito, y, como veremos, es el
pilar en el que descansan las medidas aplicables a sujetos diagnosticados con TP. Esta figura, además de
no poseer criterios exactos de determinación, puede ser abordada desde múltiples perspectivas,
dificultando con ello una concepción unitaria. Al respecto, destacaremos la concepción de COBO DEL
ROSAL y VIVES ANTÓN, que entienden la culpabilidad como el reproche personal dirigido a un
sujeto por la realización de un hecho típicamente antijurídico; esto es, se trata de un juicio de reproche
sobre el autor de ese comportamiento ilícito por haberlo realizado pese a conocer, o haberlo podido
conocer, que estaba prohibido.
3
FALCONE SALAS, Diego; “Una mirada crítica a la regulación de las medidas de seguridad en Chile”;
Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso XXIX, Semestre de 2007, 235256, p. 236.
4
BOCG-CD-4-10-2013.
5
Debido a las falsas creencias existentes, nos parece conveniente realizar una aproximación descriptiva
de estos trastornos, pasando seguidamente a enumerarlos brevemente. Los TP son un conjunto de
sino también por muchos profesionales de diferentes ámbitos, entre ellos el jurídico6,
convirtiendo una de las diversas modalidades encuadrables en los TP, la psicopatía,
en la categoría general. Por ello, en los informes periciales se exige el diagnóstico
con referencia a la CIE-10 o al DSM-IV, no pudiéndose utilizar terminología que no
esté enmarcada en estos códigos7.
Como veremos, en la praxis los TP sólo atenuarán la responsabilidad en casos
excepcionales en los que puede objetivarse una disminución de la voluntad,
debiéndose aplicar medidas de prevención y tratamiento.
Con este estudio hemos intentado reflexionar sobre el tratamiento que reciben estos
individuos, puesto que, aunque existe un gran pesimismo por parte no sólo de
profesionales del ámbito jurídico, sino también por médicos y psicólogos, sobre las
posibilidades de curación de estos trastornos, entre los objetivos del tratamiento
penitenciario no encontramos la curación, sino que aquello que se pretende es que el
sujeto no vuelva a delinquir.
perturbaciones o anormalidades que se dan en las dimensiones emocionales, afectivas, motivacionales y
de relación social de los individuos. Estos desajustes son producto de diferentes causas biológicas o
medioambientales y, aunque haya que hacer clasificaciones según ciertas categorías comúnmente
aceptadas, el diagnóstico debe hacerse de forma individual.
a) Trastornos de la Personalidad del Grupo A:
- Trastorno Paranoide de la personalidad (301.0)
- Trastorno Esquizoide de la Personalidad (301.20)
- Trastorno Esquizotípico de la Personalidad (301.22)
b) Trastornos de la Personalidad del Grupo B:
- Trastorno Antisocial de la Personalidad (301.7)
- Trastorno Límite de la Personalidad (301.83)
- Trastorno Histriónico de la Personalidad (301.50)
- Trastorno Narcisista de la Personalidad (301.81)
c) Trastornos de la Personalidad del Grupo C:
- Trastorno de la Personalidad por Evitación (301.82)
- Trastorno de la Personalidad por Dependencia (301.6)
- Trastorno Obsesivo-Compulsivo de la Personalidad (301.4)
6
Como apunte, conviene remarcar que nos encontramos ante una confusión histórica. Respecto a su
origen, debemos remontarnos al año 1883 cuando Kraepelin, en su obra “Psiquiatria”, empleó por primera
vez el término “psicópata”, incluyendo dentro del mismo todos los trastornos que hoy en día agrupamos
en los “trastornos de la personalidad”. Actualmente, tanto en la doctrina penal, como en la jurisprudencia
del Tribunal Supremo es recurrente la utilización del concepto psicopatía para referirse a la categoría
general en la que se engloba este particular trastorno: los TP.
7
A efectos informativos, vamos a señalar brevemente las características de estos manuales:
a) DSM IV. El Manual diagnostico y estadístico de los trastornos mentales, se trata de un Manual
elaborado por el comité de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA), en consenso con
infinidad de psiquiatras de todo el mundo.
b) CIE 10. Clasificación de los Trastornos mentales y del Comportamiento, también surge del
consenso entre multitud de médicos, siendo una publicación de la Organización Mundial de la
Salud. (OMS).
Como repetidamente se ha demostrado, la pena privativa de libertad fracasa
constantemente en sujetos con TP, debido a sus singulares características8. Por ello,
en recientes estudios se apuesta por la aplicación de medidas de seguridad como la
manera más idónea de tratamiento penitenciario de estos sujetos9. Pero, ¿en qué
consisten estos tratamientos? Y, más aún, ¿actualmente existen recursos para
desarrollar los mismos de forma efectiva?
Por tanto, sería conveniente aproximarnos a la situación real de cumplimiento de las
medidas de seguridad que, en la mayor parte de casos, son alternativas o sustitutorias
a la pena, poniendo especial énfasis en las posibles medidas terapéuticas.
Debemos entender que los rasgos de la personalidad son patrones de pensamiento,
reacción y comportamiento que permanecen relativamente constantes y estables a lo
largo del tiempo. Patrones duraderos que no se deberían confundir como una
manifestación o consecuencia de otro trastorno mental o el efecto fisiológico directo
de una sustancia, como en la jurisprudencia se suele entender.
A pesar de las evidentes limitaciones que hasta el momento existen en este ámbito,
deberíamos apartarnos de la consideración de “intratables” que durante mucho
tiempo ha acompañado a estos cuadros, o la negación incluso de la existencia de tales
trastornos, y persistir en su análisis para ofrecer una respuesta eficaz, evitando caer
en teorías neolombrosianas que oculten los múltiples factores que influyen en el
devenir de toda persona.
2. Imputabilidad en sujetos con trastornos de la personalidad
a) Introducción
Nuestro Código penal (en adelante, CP), no define la imputabilidad de forma
expresa, sino que su concepción debe deducirse ad sensu contrario de la regulación
8
Este fracaso es debido, en parte, a la masificación penitenciaria, que impide que se les pueda aplicar un
tratamiento individualizado y específico para la patología que padecen, hecho que provoca el rechazo por
parte de los mismos individuos de los modelos de intervención que con carácter general se aplican,
debido al propio trastorno que padecen.
9
ARÓSTEGUI MORENO, José; “El tratamiento en el orden penal de la figura del delincuente
psicópata”, Noticias Jurídicas, 2008.
de las causas que excluyen la responsabilidad criminal. Entre ellas, enunciaremos por
motivo de nuestro estudio la contenida en el apartado primero del artículo 20, que
declara exentos de responsabilidad criminal por carecer de la misma:
“El que al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o
alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a
esa comprensión (...)”
La nueva regulación en el CP de 1995 de la eximente supone un cambio respecto a la
anterior regulación, sustituyendo el término “enajenación”10 por el de “anomalía o
alteración psíquica”, e introduciendo el efecto psicológico que tal anomalía debe
producir en el afectado, transformándose la anterior fórmula legislativa de carácter
puramente biológico en una fórmula mixta, dado que ya no sólo era exigible la
presencia en el sujeto de tal anomalía, sino que también será necesario que la misma
no permita al sujeto comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a dicha
compresión. En este sentido, como DE VICENTE MARTÍNEZ recuerda, la
Audiencia Provincial de Cuenca, en su sentencia de 10 de diciembre de 1998
desestimó la eximente incompleta de psicopatía al no guardar relación con un delito
de resistencia a la autoridad11.
Con el actual CP se ha ampliado el espectro de posibilidades en relación a la
repercusión de los TP en la imputabilidad, que puede oscilar desde la irrelevancia
penal hasta la eximente completa12, pasando por la eximente incompleta del artículo
21.1 y la atenuante analógica del 21.6, dependiendo de la incidencia que la misma
tenga en las facultades mentales del sujeto y su conexión con los hechos perpetrados.
Como hemos dicho, en los TP la eximente completa no suele aplicarse, a excepción
de cuando el trastorno se combina con otros factores, como el alcohol, llevando al
Artículo 8 CP 1973: “Están exentos de responsabilidad criminal: 1.º El enajenado y el que se halla en
situación de trastorno mental transitorio, a no ser que éste haya sido buscado de propósito para
delinquir. Cuando el enajenado hubiere cometido un hecho que la Ley sancionare como delito, el
Tribunal decretará su internamiento en uno de los establecimientos destinados a los enfermos de aquella
clase, del cual no podrá salir sin previa autorización del mismo Tribunal (…)”
11
DE VICENTE MARTÍNEZ, Rosario “Evolución en el tratamiento jurisprudencial de la eximente de
anomalía o alteración psíquica” pp. 235-236 en: DEMETRIO CRESPO, Eduardo y MAROTO
CALATAYUD, Manuel; Neurociencias y Derecho Penal. Nuevas perspectivas en el ámbito de la
culpabilidad y tratamiento jurídico-penal de la peligrosidad”; Edisofer, Madrid, 2013.
12
SAP de Barcelona de 22 de octubre de 2001 (JUR 2002/16605): Se reconoce la eximente completa en
un caso de psicopatía que aparecía sin otro tipo de trastorno. En cambio, es más frecuente su
reconocimiento junto a otro tipo de trastornos: SAP de Zaragoza de 21 de febrero de 2003 (JUR
2003/76769): límite; SAP de La Rioja 14 de diciembre de 2000(JUR 2001/111560): drogadicción.
10
individuo a presentar un impulso que le provoca una alteración de sus frenos
inhibitorios, hasta el punto de que él mismo pierde la capacidad volitiva que el CP
exige para aplicar la eximente.
Sin embargo, la imputabilidad parcial es más frecuente. En estos casos, la anomalía o
alteración no impide totalmente comprender la ilicitud del hecho, aunque se aminora
la comprensión o se merma la libertad de determinación y actuación volitiva,
pudiéndose aplicar una eximente incompleta. Así, la pena se reduce y, además, el
ordenamiento prevé la aplicación de las medidas de seguridad en forma alternativa o
sustitutoria de la referida pena, atendiendo a las posibilidades terapéuticas que la
causa de exención incompleta ofrece.
Es en este último punto, esto es, en la consideración de las posibilidades
terapéuticas, donde en el caso de los TP nos encontramos, como veremos, ante una
situación compleja, tanto por la escasez de programas terapéuticos específicos, como
por las controversias existentes entre los investigadores.
Finalmente, aunque tradicionalmente fue frecuente la aplicación de la atenuante
analógica, con la entrada en vigor del nuevo CP, los TP no pueden tener análoga
significación a las anomalías psíquicas, sino que literalmente lo son, aunque, como es
sabido, su trascendencia respecto a la imputabilidad estará en función del efecto
psicológico.
b) Tratamiento doctrinal y jurisprudencial
La postura de los tribunales respecto a la imputabilidad de los individuos
diagnosticados con TP ha evolucionado a lo largo de los años, aunque no se ha
abandonado
la
tradicional
confusión
conceptual
sobre
estos
cuadros
psicopatológicos13.
Fuera de nuestras fronteras la situación es similar. En Gran Bretaña se advierte
también una gran inquietud ante la inconsistencia de los tribunales al valorar la
influencia de los TP sobre la responsabilidad criminal. Así, aunque en ocasiones se
admite que pueden llegar a mermar la capacidad volitiva del individuo en el
13
En este sentido me parece interesante destacar como el propio TS, en su sentencia nº 535, de 3 de mayo
de 2006, se hace eco de cómo la psiquiatría actual ha sustituido el término psicopatía por el de trastornos
de la personalidad, que consiste en deficiencias psicológicas que, sin constituir una psicosis, afectan a la
organización y cohesión de la personalidad y a un equilibrio emocional y volitivo.
momento de cometer el hecho punible, también puede ocurrir que el TP sea
reconocido como un predictor de peligrosidad, actuando en ocasiones como un
elemento que acrecienta la condena. En EEUU, el A.L.I. (American Law Institute),
en su Código Penal modelo para auxiliar a los jurados, aboga por una modificación
de la imputabilidad en todas aquellas personas que lleven a cabo una conducta,
considerada como delito, a consecuencia de su enfermedad o defecto mental, y que
carecen de capacidad real para darse cuenta de la ilegalidad de su conducta o adaptar
la misma a la ley. Sin embargo, estos criterios no incluyen las anomalías o
anormalidades, o personalidades antisociales o conflictivas en general.
Llegados a este punto, y teniendo en cuenta lo examinado hasta el momento, nos
detendremos en la postura del TS en nuestro país14. Durante muchos años el TS
defendió que los TP no constituían enfermedades mentales propiamente, sino
trastornos de la afectividad que dejaban intacto el raciocinio y la libertad de
decisión15. E incluso, años atrás, se llegó a valorar a los psicópatas, a efectos de su
imputabilidad, como sujetos normales16 .
Tal disparidad de respuestas fue resaltada por el mismo TS en su sentencia de 27 de
marzo de 1985, justificándolo en el hecho de que las psicopatías constituían una
alteración anormal del carácter de la persona que, a diferencia de la mayor parte de
enfermedades mentales, no tenía su origen en lesiones fisiológicas o en alteraciones
patológicas, siendo simples anomalías o variantes de la personalidad que
degeneraban en una falta de adaptación al medio social generando diversos
conflictos.
Pero, a partir de la novena revisión de la Clasificación Internacional de
Enfermedades Mentales (CIE-9) realizada por la Organización Mundial de la Salud,
la cual aceptó la psicopatía como enfermedad mental, la jurisprudencia dio un
importante giro. Como ejemplo de ello encontramos la STS de 29 de febrero de 1988
donde se recoge, basándose en la CIE-9: “el psicópata es un enfermo mental”.
En este apartado utilizaremos de forma indistinta los términos “trastornos de la personalidad” y
“psicopatía”, dado el uso indiferenciado por parte del TS de los mismos.
15
STS de 11 de octubre de 1987 y 10 de mayo de 1988.
16
STS de 14 de febrero de 1956, de 23 de mayo de 1957, y de 10 de junio de 1970, recogidas en García
Andrade, J.A. 1994.
14
A pesar de ello, no debemos desconocer que esta nueva consideración no implica que
todo TP siempre deba influir en la imputabilidad del individuo, como tampoco tiende
a valorarse una anulación completa de la misma. Como regla general, la doctrina
jurisprudencial, respaldada por la comunidad científica, ha considerado intacta la
capacidad cognitiva (en cuanto al conocimiento del individuo sobre la ilicitud del
hecho) de los TP, y se sigue defendiendo para la apreciación de la eximente
incompleta que tales trastornos vayan acompañados de alguna otra alteración que sea
considerada de importancia.
En resumen, aunque la jurisprudencia del TS tradicionalmente y hasta fechas
recientes ha sido reacia a atenuar la responsabilidad de sujetos con TP, con la entrada
en vigor del actual CP se ha configurado un marco legal mucho más amplio,
permitiendo incluir los TP, dado que los mismos implican per se una anomalía o
alteración psíquica. Pero no podemos olvidar que a parte de su constatación, las
mismas deberán ser causa de la falta de comprensión de la ilicitud del hecho o
del actuar conforme a esa comprensión17.
Finalmente, como ejemplo de la controversia en el concepto y en la atenuación de
responsabilidad en este tipo de trastornos, conviene destacar una investigación en la
que se estudió la coherencia del concepto “Trastorno de la Personalidad” en el
ámbito forense, la relación entre el tipo de trastorno y el tipo delictivo, el grado de
imputabilidad aplicado y la imposición de medidas sustitutivas de la pena en la
jurisprudencia del TS18. En ella se revisaron 200 sentencias de este tribunal,
encontrando una alta dispersión de los conceptos relacionados con estos trastornos y
escasa aportación del tipo a la aplicación de las escasas eximentes o atenuantes de la
responsabilidad penal que aparecen en las sentencias, además de una notable
ausencia de medidas terapéuticas.
3. Perspectivas de las medidas de seguridad y del tratamiento terapéutico en
trastornos de la personalidad
17
STS de 1 de octubre de 1999 (RJ 1999\7594).
MARTÍNEZ DÍAZ, Teresa; LÓPEZ BLANCO, Francisco José; DÍAZ FERNANDEZ, Mª Luz; “Los
trastornos de la personalidad en el Derecho penal. Estudio de casos del Tribunal Supremo”;
Psicopatología Clínica, Legal y Forense, Vol. 1, Nº 1, 2001, pp. 87-101.
18
Aunque es innegable que la introducción de medidas alternativas al sistema de penas
supone un importante avance para la atención psicoterapéutica y rehabilitadora de
procesados con trastornos psíquicos, en el caso de los TP existe mucha controversia
respecto a la idoneidad de estas medidas.
Las personas que sufren TP, sobre todo si aparecen junto con abuso y dependencia de
sustancias tóxicas, frecuentemente acumulan delitos e ingresos en prisión, sin que
desde el sistema penal ni la praxis médica se encuentre el modo de interrumpir esta
espiral.
Teniendo en cuenta que algunos de estos trastornos son egosintónicos y los sujetos
que los padecen no tienen ninguna conciencia de enfermedad ni sentimiento de
precisar ayuda terapéutica, es fácil prever un bajo éxito terapéutico.
Además, la frecuente confusión conceptual que se ha detectado al respecto de los TP,
englobando a todos los cuadros que componen este grupo dentro de un mismo todo,
ha impedido la existencia de un posicionamiento claro sobre las posibilidades
rehabilitadoras y terapéuticas de los TP.
En este punto, partiremos de una investigación que aborda de forma minuciosa las
posibilidades de tratamiento de los sujetos diagnosticados con TP19. En primer lugar
debemos poner de relieve que, autores como Gisbert y Villanueva20, destacan que en
los casos de procesados con TP en los que se objetiva una merma de la
responsabilidad penal (sobre todo por disminución de voluntad), no habría
inconveniente en rebajar la pena o incluso dejarla en suspenso, según la importancia
del TP, si con ello fueran aparejadas medidas de prevención y tratamiento: reclusión
indeterminada
en
establecimientos
adecuados,
reeducación,
psicoterapia
y
readaptación social. De este modo se adecuaría al individuo en lo posible para la vida
en común, al mismo tiempo que se le mantendría apartado de la sociedad en tanto
constituyera un peligro para ella. Pero, como objeción, debemos destacar que ésta
indeterminación colisionaría de lleno con los principios que informan nuestro
ordenamiento y que, hasta el momento, está expresamente prohibido en nuestro CP.
19
GONZÁLEZ GUERRERO, Laura; Trastornos de la personalidad: Influencia sobre la conducta
delictiva y repercusiones forenses en la jurisdicción penal; Madrid; 2011; ISBN: 978-84-695-1002-5.
20
GISBERT CALABUIG, Juan Antonio; Medicina legal y toxicología; ELSEVIER-MASSON,
Barcelona, 2004, ISBN: 9788445814154.
En nuestro país, con excepción del ingreso hospitalario, no han aparecido otras
medidas alternativas que cumplan la función terapéutica y de reinserción social
establecida por ley, y, desafortunadamente, todavía algunos peritos forenses
coinciden en que el TP no es una enfermedad, sino una manera de ser. No somos
capaces de establecer medidas adecuadas, ya sean terapéuticas o penitenciarias, para
los encausados diagnosticados con TP.
Otro inconveniente más es el hecho de que, entre los requisitos de admisión y
exclusión a los programas, se exige que los sujetos no tengan cargas legales ni
patología dual. Aunque conforme se indica en los artículos 182 y 183 del
Reglamento Penitenciario, la Administración penitenciaria puede celebrar los
convenios necesarios para la ejecución de las medidas de seguridad privativas de
libertad, pudiendo elaborar estrategias específicas para los TP, las mismas son
inexistentes21.
El CP no regula en qué instituciones, establecimientos o recursos deben ejecutarse
las medidas privativas de libertad, refiriéndose a “establecimiento adecuado al tipo
de anomalía o alteración psíquica que se aprecie”, a “centro de deshabituación
público o privado debidamente acreditado u homologado” y “centro educativo
especial”.
21
RUBIO LARROSA, V; GRANADA LÓPEZ, J.M; DÍAZ ALLEPUZ, M; SOLANS GARCÍA, A;
“Unidades y programas específicos de tratamiento” en ROCA BENNASAR, M. (coord.). Trastornos de
la personalidad, Ars Médica, Barcelona, 2004 pp. 811-848. En esta reciente revisión, se destacaba el
escaso número de unidades y programas específicos en España para el tratamiento de los TP, y aunque
puede resultar esperanzador el hecho de que las unidades específicas para el tratamiento de los TP hayan
proliferado, debe tenerse en cuenta que la mayor parte de los recursos mencionados no admiten el ingreso
de pacientes con cargas legales, o patología dual, por lo que se apartan de poder ser utilizados para la
ejecución de medidas de seguridad o sometimiento a tratamiento psicoterapéutico específico que imponga
el Juez. En muchos casos estos tratamientos especializados quedarán reducidos a un abordaje
psicoterapéutico – farmacológico en un centro de salud mental no específico para el TP o en un programa
de terapia grupal con participantes psicopatológicamente heterogéneos. Los escasos centros en nuestro
país son los siguientes: 1) unidad de TP del Hospital de Nuestra Señora de Gracia (Zaragoza); 2)
programa integrado de TP del CSM de Arganda del Rey (Madrid); 3) unidad hospitalaria TLP del
Hospital San Juan de Dios (Málaga); 4) programa piloto de atención integrada TLP y TP en los Centros
Asistenciales de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona); 5) proyecto Cantabria de TP. En la actualidad,
existen otros centros especializados u hospitales públicos con unidades específicas para el TP (y
especialmente para el TLP) no mencionados en la anterior revisión: 6) Hospital de la Santa Creu i Sant
Pau (unidad TLP); 7) Hospital General de Catalunya: “Instituto Trastorno Límite”; 8) Fundació
Sociosanitaria de Barcelona (FSSB), Hospital Duran y Reinals (UDAI-TLP); 9) Hospital Emili Mira
(unidad TLP); 10) Hospital Vall d´Hebron (programa TLP); 11) Hospital Clínico San Carlos (Madrid);
12) Hospital Dr. Rodríguez Labora (Madrid), comunidad terapéutica de TLP; 13) Clínica San Miguel –
Comunidad terapéutica de TLP (Madrid); 14) Hospital Provincial Nuestra Señora de Gracia – Unidad
específica para personas con TLP (Zaragoza).
La LOGP y el RP 1996 obligan a la Administración penitenciaria a crear los recursos
o ponerlos a disposición de jueces y tribunales (art. 1, 8 y 11 LOGP). Sin embargo, la
carencia de recursos de la Administración penitenciaria en esta materia es patente,
sobretodo en relación con los establecimientos psiquiátricos. Sólo existen dos
unidades psiquiátricas penitenciarias en todo el territorio de la DGIP, en Sevilla y
Alicante22, y el resto de los individuos inimputables a los que se les ha impuesto una
medida de seguridad son enviados a unidades de hospitalización psiquiátrica general.
Así las cosas, ni se han desarrollado programas especializados para los TP, ni se
dispondrían en su caso de los recursos personales necesarios para cubrir estos
programas.
La práctica clínica y las investigaciones científicas resaltan la dificultad que entraña
tanto el diagnóstico como el abordaje terapéutico de los TP. Sin embargo, cada vez
tenemos más datos que revelan una mejoría sustancial en las características de los
individuos con TP sometidos a tratamientos específicos, por lo que actualmente
tiende a aceptarse que son trastornos tratables y adaptables.
De acuerdo con la revisión de estudios empíricos efectuada por Perry y Bond en
200223, los TP mejoran con el tratamiento, aunque destacan que existen diversos
factores que pueden influir en la remisión de los síntomas, como ahora la duración
del tratamiento, el diagnóstico específico, la gravedad y otros factores como el
funcionamiento interpersonal y social.
Estos mismos investigadores encuentran que los pacientes del grupo C se recuperan
en menos sesiones y necesitan menos tiempo de tratamiento que los pacientes del
grupo B, donde se encuentran los psicópatas. Además, citan otras investigaciones en
las que se remarca la importancia de la capacidad del sujeto para formar vínculos
interpersonales como predictor de la alianza terapéutica y adhesión psicoterapéutica.
22
De hecho, encontramos noticias que se hacen eco de la alerta de la secretaria general de Instituciones
Penitenciarias, Mercedes Gallizo, por la sobreocupación que sufren los dos hospitales psiquiátricos
penitenciarios que hay en España, situados en Sevilla y Alicante, debido a que hay un "alto número" de
enfermos que son ingresados "inadecuadamente" en dichos centros. Según destaca, esta situación es
debida a que la derivación de estos internos a los recursos asistenciales ordinarios encuentra "mucha
resistencia
de
las
comunidades
autónomas
responsables
de
estos
servicios".
http://www.europapress.es/salud/noticia-hospitales-psiquiatricos-penitenciarios-estan-sobreocupadosalto-numero-ingresos-inadecuados-20110524103356.html
23
PERRY, J.C. y BOND, M; “Estudios empíricos sobre psicoterapia en los trastornos de la
personalidad.”, en GUNDERSON, J.G. y GABBARD, G.O. (dir.). Psicoterapia de los trastornos de la
personalidad, Ars Médica, Barcelona, 2002, pp. 2-32.
Además, en las últimos estudios24 realizados acerca de los tratamientos eficaces para
estos trastornos, se ha destacado la importancia del uso de psicofármacos en algunos
casos, contrariamente a lo que se pensaba tradicionalmente respecto a que los
fármacos podrían alterar el estado mental pero no la personalidad. De hecho, se
destaca que sería útil como apoyo para la psicoterapia, recomendando depresivos y
ansiolíticos para sujetos con trastornos del grupo b y c, revelando además que la
hostilidad extrema de aquellos que presenten un trastorno antisocial podría ser
tratada con los mismos ansiolíticos y estabilizadores del humor25.
Desafortunadamente, los tratamientos más relevantes los encontramos en el ámbito
médico, o psicológico-psiquiátrico, y, aunque los mismos podrían ser válidos y
desarrollables, no sólo en el ámbito de la pena de privación de libertad, sino también
en el entorno de las medidas de seguridad, no han sido tenidos en cuenta.
En cualquier caso, todo abordaje terapéutico en este tipo de trastornos se complica
por múltiples factores. Ejemplo de la complejidad en el abordaje de estos trastornos,
es el hecho de que la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) confeccionó una
guía de intervención en la que recomendó crear unidades especiales y formar
personal asistencial específico. Servicios que debían contener todas las modalidades
de terapia disponibles e incluir la terapia farmacológica, la individual y la de grupo.
Por desgracia, en nuestro país las unidades específicas de tratamiento de los TP no
son habituales, y prácticamente inexistentes dentro del ámbito penitenciario.
A pesar de este panorama desalentador, no se debería abandonar el abordaje
terapéutico de los TP, el cual, según Livesley26, debería respetar una serie de fases
estándar, afirmando que tan sólo con una adecuada coordinación entre unidades de
hospitalización, hospitales de día y unidades ambulatorias, ampliamente detalladas
en su estudio, se lograría el abordaje efectivo de estos trastornos.
Obviando sus múltiples matices, encontramos datos esperanzadores en el tratamiento
de los TP; datos que evidencian la necesidad de crear programas y recursos
especializados.
MARÍN, J.L. y FERNÁNDEZ, M.J; “Tratamiento farmacológico de los trastornos de personalidad”,
Clínica y Salud, 2007, vol. 18 (3), pp. 259-285.
25
http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/3683/4/Tema2.pdf
26
LIVESLEY, W.J; The DSM-IV personality disorders, Guilford Press, Nueva York, 1995.
24
De hecho, en un estudio en nuestro país27, se concluyó que aunque no parecía existir
ningún tratamiento psicológico conocido que fuera validado científicamente como
eficaz, la terapia cognitivo-conductual dialéctica y la terapia de conducta podían ser
calificados como tratamientos de eficacia probable, ya que contaban con estudios
empíricos suficientes, aunque solamente respecto al TP límite.
Observamos cómo las medidas penales no proporcionan una respuesta eficaz al
problema, y los pocos programas de intervención que se realizan siguen, a menudo,
los mismos esquemas repetidamente fracasados. Si el hecho delictivo se produce a
causa de un trastorno mental o si éste potencia el riesgo de reincidencia, no nos sirve
de nada aminorar la pena de prisión sin establecer medidas terapéuticas.
Ante todo, deberíamos superar la visión pesimista que sólo sirve para justificar el
abandono actual en la investigación de nuevas alternativas para la prevención y el
tratamiento, abogando por un cambio de estrategia que debería comenzar por un
diagnóstico adecuado y unos objetivos realistas, desde una perspectiva clínica e
investigadora que no contribuya a alimentar más prejuicios sociales.
4. Reflexiones finales
La relación entre TP y delincuencia es muy compleja, dada la influencia de múltiples
factores que evidencian la necesidad de un abordaje multidisciplinar e
individualizado que tenga en cuenta las características singulares de cada individuo,
apartándose de los peligrosos determinismos.
Aunque la confusión terminológica persiste, no debemos desconocer que las
condiciones legales para un correcto afrontamiento del problema de los TP y su
influencia en la responsabilidad criminal han mejorado sustancialmente con el CP de
1995. Además, la interpretación biológico-psicológica que en el pasado realizaron
los tribunales ahora es adelantada por el legislador. Por tanto, actualmente se pueden
incluir sin esfuerzo algunos los TP en el ámbito de esta circunstancia.
Pero, una vez admitida la posibilidad de aplicar la eximente de anomalía,
observamos cómo la tónica general es la ausencia del cumplimiento efectivo del
27
QUIROGA ROMERO, Ernesto; ERRASTI PÉREZ, José Manuel; Tratamientos psicológicos eficaces
par a los trastornos de personalidad, Psicothema, vol. 13, nº 3, 2001, 393-406, ISSN 0214 – 9915.
tratamiento terapéutico impuesto, existiendo además una falta de profundización en
cada uno de los supuestos.
No deberíamos caer en el error de abandonar el estudio de un problema por la
ausencia de resultados favorables, y menos aún, negar su existencia. Como las
últimas investigaciones evidencian28, existen sujetos con TP; sujetos a los que la
imposición de la pena de prisión sin ningún tipo de individualización puede no
causarles ningún efecto. Hace años que dejamos atrás la finalidad exclusivamente
retribucionista de nuestro sistema penal. Por ello, si pretendemos la consecución de
la resocialización y reeducación, no se deberían poner obstáculos para la aplicación
de tratamientos. Tratamientos que podrían ser aplicados no sólo en el ámbito de la
pena de privación de libertad, sino también en las medidas de seguridad
individualizadas para cada individuo, siempre con el sometimiento a los principios
rectores de nuestro ordenamiento. Medidas aplicables a sujetos teniendo en cuenta su
peligrosidad criminal y no social29, como desde hace siglos ha ocurrido.
A pesar de ello, somos conscientes que en estos momentos lo expuesto puede parecer
una utopía. La falta de presupuesto de la Administración penitenciaria impide la
aplicación de tratamientos específicos e individualizados, y como hemos observado,
la aplicación de la eximente completa, aunque existe base formal para ello, es
prácticamente inexistente, apostando por la eximente incompleta, apreciada en pocos
casos, o por la atenuante analógica, que implica la intervención con la pena privativa
de libertad.
28
Aunque no vamos a ahondar en este punto por razones de espacio, conviene tener presente que entre
estos factores, de acuerdo con las últimas investigaciones científicas al respecto, encontraríamos
anomalías en regiones específicas del cerebro relacionadas con el sistema de recompensa. Datos que
respaldarían la aplicación de la eximente que nuestro CP contempla en el primer apartado del artículo 20.
29
En todo caso, la peligrosidad es un concepto muy cuestionado y ambiguo, destacándose desde muchos
sectores que ni la estadística, psiquiatría ni el derecho tendrían capacidad predictiva en este terreno,
siendo científicamente imposible saber las probabilidades de que un sujeto sea reincidente. Y, teniendo en
cuenta que los últimos estudios destacan que, en general, el enfermo mental no sería más reincidente que
el delincuente normal, no estaría justificada la aplicación de medidas especiales para ellos. A pesar de
ello, en determinados trastornos de la personalidad esta reincidencia si sería más frecuente. Por tanto,
como hemos intentado poner de relieve en nuestras conclusiones, la respuesta adecuada sería una
aproximación individual a cada caso, no equiparando trastornos muy diferentes entre sí que requieren
respuestas individuales.
Además, la situación en los escasísimos psiquiátricos de nuestro país puede que sea
incluso peor que la existente en las prisiones30. Sin duda, uno de los puntos más
controvertidos es el de la existencia o no de hospitales psiquiátricos penitenciarios,
teniendo en cuenta la existencia de un conjunto de individuos que habiendo cometido
delitos graves, es privada de libertad por decisión judicial, aunque no se le considere
responsable.
Tal vez sean las anacrónicas concepciones de los enfermos mentales su mayor
estigma. Estigma cuya persistencia seguirá subsistiendo mientras los mismos
continúen teniendo un estatuto especial dentro del derecho penal. Por ello,
posiblemente aquello más favorable sea un tratamiento individualizado dentro de un
estatuto unitario.
Los sujetos con TP requieren, en la mayoría de los casos, un tratamiento
especializado, por lo que obviar este dato y simplemente abogar por el ingreso
penitenciario sin ningún programa específico sería un error que, a la postre, no
solucionaría el problema.
Concluyendo, el sistema penitenciario no ofrece una respuesta adecuada y efectiva
para los sujetos declarados inimputables o semiimputables en virtud de las eximentes
que nuestro CP contempla. Respuesta inadecuada que se observa claramente en los
TP, dado que tanto las penas, como las medidas de seguridad privativas de libertad,
tal y como están concebidas en la actualidad, no tienen en cuenta las especiales
características de estos tipos de trastornos ni proponen tratamientos individualizados.
ESPINOSA IBORRA, J; “El tratamiento penal del enfermo mental en el nuevo código”, Revista de la
asociación española de neuropsiquiatría, 1997; CÁCERES GARCÍA, Jesús Miguel; “El juez de
vigilancia penitenciaria y las medidas de seguridad: del fraude a la crueldad innecesaria”; disponible en
internet: http://www.derechopenitenciario.com/comun/fichero.asp?id=2757. La falta de recursos, tanto
personales como materiales, es denunciada frecuentemente por parte de los trabajadores de estos centros,
poniendo de relieve además la falta de coordinación del Sistema Judicial con el Sistema Penitenciario
30
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