El documento del mes Mayo 2011

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El documento del mes
Mayo 2011
BIBLIOGRAFÍA
•
FRANCO SILVA, ALFONSO. “Regesto documental sobre la esclavitud
sevillana (1453-1513), Universidad de Sevilla, 1979.
•
MORENO, ISIDORO. "La antigua Hermandad de Los Negros de Sevilla:
etnicidad, poder y sociedad en 600 años de historia", Universidad de Sevilla y
Junta de Andalucia, Sevilla 1997.
•
NAVARRO GARCÍA, JESÚS RAÚL. “Entre esclavos y constituciones: el
colonialismo liberal de 1837 en Cuba”, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano
Americanos, 1991.
Archivo Histórico Provincial de Sevilla
C/ Almirante Apodaca, nº 4
41003 Sevilla
[email protected]
Telf.: 955 024 516
Fax: 955 024 517
La negra María del Carmen:
Una historia de esclavitud en la Sevilla
del XIX
Archivo Histórico Provincial de Sevilla
Código de referencia: ES 41003 AHPSE 1.1.1. Real Audiencia de Sevilla, 29663/1
Título: La negra María del Carmen,esclava natural de Angola, contra su dueño, Antonio
García sobre que le de carta de libertad y la restituya a Lima.
Fecha: 1831, agosto, 5 – 1831, agosto, 11. Sevilla
Nivel de descripción: unidad documental compuesta.
Extensión y soporte de la unidad de descripción: Papel: 4 hojas tamaño folio prolongado.
Nombre del productor: Real Audiencia de Sevilla
Reglas o convenciones: ISAD (G)
Nota del archivero: María del Carmen Díaz Castillo
Los esclavos, desde un punto de vista estrictamente mercantil, constituían un
bien más objeto de compraventa. En el AHPS se han conservado infinidad de
contratos que testimonian dichas actividades, como el de 1636 por el que el
escultor Alonso Cano vende al pintor luxemburgués Pablo Lebot un esclavo
negro llamado Francisco, de 25 años, por precio de 1400 reales de vellón. El
valor de un esclavo venía condicionado por su sexo, edad, raza y color. El precio
de un esclavo dependía del sexo, edad y estado físico. En dicha escritura se
hace constar que el esclavo no estaba endemoniado, ni tenía ojos claros, ni era
borracho, ladrón ni huidor, y que era "cautivo de buena guerra" (autorizada su
esclavitud).
La esclavitud fue desde siempre una situación normal, y a menudo esencial, para la
economía y la sociedad de las civilizaciones antiguas. En la antigua Mesopotamia,
India y China se utilizaron esclavos en las casas, en el comercio, en la construcción
a gran escala y en la agricultura.
Por regla general, el precio de las mujeres tendía a ser ligeramente superior al
de los varones, especialmente aquellas que se hallaban embarazadas y las que
tenían entre once y veinte años. Hay que subrayar, además, el carácter de
servicio doméstico que tuvo la esclavitud andaluza, lo que podía motivar, por
tanto, una mayor predilección por la mujer.La frecuencia de la maternidad en la
esclava constituía una garantía para el dueño, que veía de esta manera
incrementado el número de sus esclavos. A menudo se adquirían esclavas con
uno, dos e incluso tres hijos de meses o de muy pocos años, como es el caso
del pleito que presentamos.
En España su uso y abuso fue justificado por la necesidad de explotar los recursos
del continente americano y asiático a bajo coste, lo que engrandeció el patrimonio
de la metrópoli a costa del sufrimiento de los indígenas primero y de los negros
después, cuando aquellos se mostraron insuficientes tras el descenso de la
población.La demanda de mano de obra en las Indias, a partir sobre todo de los
años 1515-17, incita a la búsqueda y captura de esclavos negros, formándose con
este objetivo compañías mercantiles entre genoveses, portugueses y castellanos.
Esto justifica en Sevilla, “puerto y puerta de las Indias”, y otras ciudades andaluzas,
la existencia de una actividad mercantil y comercial muy intensa, que los
documentos no hacen sino confirmar.
El documento protagonista de este mes de mayo es un pleito iniciado ante la Real
Audiencia de Sevilla en 1831 por Mª del Carmen, una esclava negra natural de
Angola, casada y con una hija, que es comprada en Lima por Antonio García y
traida a Sevilla como ama de cría para sus hijos, prometiéndole a cambio carta de
libertad y su restitución a Lima. Algo que nunca cumpliría ya que, una vez criados
sus hijos, la echa de la casa para que “peresca de necesidad”.
Los esclavos que llegaban por vía marítima en las naves portuguesas traían marcas
e hierros puestos por los mercaderes para que no pudieran escapar. Solían
echarles argollas en los pies, en el cuello y en los brazos y los señalaban con
marcas y pinturas. En ambos carrillos les ponían una S y un clavo -es decir, la
palabra "esclavo"- para que todos supieran que era cautivo y no libre.
La liberación, llevada a cabo normalmente por
cláusula de testamento
venía a ser una
recompensa que el dueño concedía al esclavo
cuando éste le había servido con lealtad. La mayor
parte de los libertos, en especial mujeres y niños,
continuaban en el hogar de sus antiguos dueños,
vinculados a ellos como criados libres y quedando
situados socialmente como una curiosa figura
jurídica de criado semilibre, aunque el amo
encargase a veces a sus herederos que le trataran
como a persona.
El proceso de la liberación de los esclavos en
España es el más complicado y largo del mundo
pues se desarrolló, nada menos, que en cuatro
fases hasta que en 1879, Alfonso XII abolió la
esclavitud en Cuba , última colonia en la que aún
seguía vigente.
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