Jordi Savall: colores, ritmos, afectos

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Lunes. 25 de enero de 2016 • LA RAZÓN
25 Enero, 2016
Julien Mignot
CRÍTICA DE CLÁSICA/
TEMP. DEL CNDM
PORADA DEL CNDM
» accidentada
cias sin protestar, lo que viene
ser ya casi una costumbre en
burguesía española, que
cepta todo sin rechistar.
Fueron tres horas y media
on un descanso incluido, que
e realizó durante el segundo
cto de la ópera, tras haber esado afinando instrumentos
urante cinco minutos en meio del primer acto y volverlo a
ectuar después, lo que no deja
e ser sorprendente. Evidentemente Jaroussky era el mayor
tractivo de la cita para muhos, pero Lawrence Zazzo
onsiguió que no se le echase
e menos por voz y entrega,
specialmente tras el descanso
cuando el público se había
alentado y empezó a aplaudir
as las arias. La primera ova-
ón y los subtítulos en el teatro
uracanado requieren más
tención que en la ópera. Hay
n buen plantel de actores, soresaliendo el protagonista
illes Privat, a quien se le exige
mucho y nada fácil. La dramaurgia intenta actualizar la obra
espetando su concepto y los
ecorados ayudan a ello, pero
l escenario del Canal le queda
lgo grande y es como si la proucción, muy coproducida,
stuviese pensada para otro
mbiente.
A la comedia se le unen alguos números musicales que
ncajan bien. El problema es
ue la decena de músicos no
caban de sonar como debean, en buena parte por la
cústica y en otra parte porque
Colores,
ritmos, afectos
ción le correspondió a Karina
Gauvin tras «Io ti levo l’impero
dell’armi», una soprano con voz
de calidad y caudal que domina
el barroco. A la altura de ambos
estuvo la soprano Emöke Barath, mientras que en la mezzo
Kate Aldrich hubo que valorar
más la intención que el instrumento vocal, algo áfono. La
indisposición de John Mark
Ainsley obligó a cortar buena
parte de las arias del tenor, que
resolvió dignamente lo que
quedó. Maxim Emelyanychev
realizó una buena labor dirigiendo desde el clave y prestando atención a la vivacidad de
esta ópera semiseria, logrando
cautivar a los asistentes.
«La Europa musical: 1500-1700».
Dirección: Jordi Savall. Hespèrion
XXI. Auditorio Nacional (Sala de
cámara). Madrid. 21-I-2016.
no siempre están emplastados
a pesar de tener a Christie al
clave. Tampoco sobresalen las
voces de quienes cantan y los
ballets típicos de este tipo de
obras están ausentes.
Las casi dos horas, sin descanso, se llevan bien, pero
queda una cuestión en el aire:
¿realmente tiene sentido
William Christie dentro del
montaje? Posiblemente sea un
lujo desperdiciado y excesivo.
Pero él lo promueve y se divierte. «Le roi s’amuse» y uno acaba
echando de menos aquel inolvidable «Atys» del Teatro de la
Zarzuela en febrero de 1992 con
el mismo maestro y sus Arts
Florissants.
Jordi Savall maneja su viola de
gamba soprano con la habilidad de siempre, con impecable
afinación, destreza en las agilidades,bellezatímbrica,acentos
bien dispuestos y una elocuencia que eleva el lirismo y el valor
danzable de cada pieza a considerable altura. Lo que se combina con una expresividad que
puedellegaraserlacerante,algo
constatable, por ejemplo, en
una música como la de la «Pavana» de Luys de Milán o la de
las «Diferencias sobre la Dama
le demanda» de Cabezón.
Junto al instrumentista de
Igualada se situaron otros magníficos músicos, cuyos nombres merecen ser citados: Philippe Pierlot, viola de gamba alto
y baja; Sergi Casademunt, viola
de gamba tenor; Lorenz Duftschmid, viola de gamba baja;
Xavier Puertas, violón; Enrike
Solinís, tiorba y guitarra, y el
inefable, sabio, delicado percusionista Pedro Estevan. La sonoridad de esa agrupación,
oscura y penumbrosa, de tintes
y reflejos muy variados, la precisión de los ataques, el rigor de
las imitaciones, la claridad de
los contrapuntos permitieron
interpretaciones de mucha altura, en las que se dieron cita
todaclasedecolores,deafectos,
de sensaciones, de emociones.
Podemos destacar en el grupo de «Anónimos» el contagioso ritmo del «Saltarello». En el
de «Danzas y variaciones españolas», aparte las dos obras
mencionadas arriba, la «Romanesca» de Diego Ortiz,
donde Savall realizó vertiginosas figuraciones, que alcanzaron la cúspide en el «tourbillon»
final de la «Gallarda napolitana» de Antonio Valente. Las
aceleraciones finales del «Anónimo» «Bourrée d’Avignonez»
nos levantaron del asiento. En
el que ya no nos aposentamos
durante los rápidos ornamentos en los «Canarios» ofrecidos
como primer bis. El segundo
fue la «Danza de los sátiros» de
Brade, en la que los nítidos
«pizzicati» tuvieron tanta precisión como delicadeza. Gran
éxito a sala llena.
G. ALONSO
Arturo REVERTER
Gonzalo ALONSO
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