Reformismo borbónico

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Reformismo borbónico
INTRODUCCIÓN:
La guerra de sucesión:
A medida que transcurrían los años sin que apareciese la posibilidad de una sucesión directa a la corona
española, los grandes estados europeos fueron tomando posiciones para colocar en Madrid a su candidato.
La corte española se inclinaba por el príncipe José Fernando de Baviera e incluso en 1698, Austria y Francia,
rivales a la aspiración a la sucesión del trono de España, llegaron a un acuerdo, aceptando a José Fernando de
Baviera, pero no sin antes anexionarse Austria , el Milanesado y Francia, Nápoles y Sicilia − reparto de la
Haya−. La muerte del principie frustro los planes de ambas potencias, que trataron de implantar cada una a su
candidato, al no ponerse de acuerdo nuevamente: Francia luchará por Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV,
mientras que Austria, respaldada por Holanda e Inglaterra, propondrá al archiduque Carlos. El rey, antes de su
muerte, testó a favor del candidato francés, Felipe de Borbón. Los partidarios de esta solución estimaron que
Francia era la única que poda mantener el imperio español.
La guerra estalló inmediatamente después de morir Carlos II; los partidarios del archiduque Carlos se unieron
en la gran alianza de la Haya. Felipe V había sido reconocido por todos los reinos de España, y en las cortes
que convocó en Cataluña se comprobó la compatibilidad del concepto monárquico Borbón con el pactismo de
la Corona de Aragón. Esto hizo que, en 1705, Cataluña ingresara en la Alianza de la Haya, reconociendo
como rey al archiduque Carlos, quien se comprometía a respetar la autonomía catalana.
Desembarca Carlos en Lisboa y ocupa el peñón de Gibraltar (1704), aunque después de conseguir la adhesión
de Cataluña, así como la de Aragón, Valencia y Mallorca, se había creído que partiendo de Barcelona se
conquistaría ante la Península. Por otra parte, el reino de Castilla se identificaba con la causa de Felipe de
Borbón, quien gracias a sus recursos pudo conquistar Aragón y Valencia (victoria de Almansa 1707) aunque
posteriormente el archiduque las recupera y logra llegar, por segunda vez, a las puertas de Madrid. Reaccionó
Felipe V, alejando a su rival de Castilla.
Los ingleses trataron de firmar la paz con Luis XIV, y celebraron negociaciones al ser nombrado el
archiduque Carlos rey de Austria y emperador de Alemania, lo que significaba una vuelta a las antiguas
posiciones europeas. Holanda, Saboya y Prusia secundaron a Inglaterra.
Las paces de Utrecht y Radstadt significaron el reparto del imperio español. Felipe V fue reconocido como rey
de España y de las Indias, aunque con garantía de que no se pudiesen unir en una misma monarquía Francia y
España. Las posesiones de Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña pasaban al archiduque Carlos; Sicilia, a
Saboya; Inglaterra obtuvo Menoría y Gibraltar, además de ventajas comerciales como el derecho de asiento
(permiso para poder importar esclavos) y disponer de licencia para comerciar con las colonias españolas de
América.
Los catalanes aun siguieron resistiendo después de Utrecht pero, sin apoyo de ninguna potencia, sucumbieron
ante el ejército franco−español mandado por el duque de Berwick, que sitió Barcelona hasta su rendición en
septiembre de 1714
Jovellanos:
Nació en Gijón en 1744 de familia noble y realizó sus primeros estudios en dicha ciudad y los de Filosofía en
Oviedo, pasando después a Ávila para cursar Leyes y Cánones. Fue colegial después de San Ildefonso en
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Alcalá, durante dos años, en tiempos en que el famoso colegio mayor era casi una garantía de ascensión a, los
más altos puestos administrativos. Jovellanos, con una primera tonsura, se inclina hacia la carrera eclesiástica,
pero por consejo familiar deriva hacia la judicatura, ejerciendo durante cierto tiempo la alcaldía del Crimen en
la Audiencia de Sevilla. De dicha época datan sus obras puramente literarias y el cultivo de sus aficiones
poéticas. Desde 1778, como alcalde de Casa y Corte, reside en Madrid, frecuentando tertulias literarias e
ingresando en varias Academias. Desde 1780, en que le sorprende inspeccionando las minas carboníferas de
Asturias la caída de Cabarrús, permanece en aquella región, desarrollando una gran labor cultural y de
fomento. Godoy le nombra ministro de Gracia y Justicia y consejero de Estado, pero en 1801 es encarcelado,
permaneciendo en el castillo de Bellver, en Mallorca, hasta el motín de Aranjuez. Se niega a colaborar con los
afrancesados, forma parte de la Junta Central hasta que se disuelve ésta, dirigiéndose entonces a Galicia y
posteriormente a Gijón. Al dirigirse desde esta ciudad a Cádiz tiene que refugiarse, ante la amenaza de un
temporal, en el puerto de Vega, donde fallece el 29 de noviembre de 1811.
La obra de Jovellanos suele dividirse, de modo tradicional, en dos apartados, que reflejan la dualidad de sus
inclinaciones literarias. En el uno figuran sus creaciones puramente literarias y artísticas, y en el otro, sus
trabajos didácticos y doctrinales. Observemos el primer grupo: su producción literaria abarcó el campo del
teatro y el de la poesía, con desigual valor, pues mientras como dramaturgo su interés es escaso, como poeta
alcanzó relativo éxito. Compuso una tragedia, de corte neoclásico Munuza, o Pelayo, sobre los supuestos
amores de Hormesinda, hermana de don Pelayo, con aquel caudillo árabe, pero en conjunto la obra,
atormentada y violenta, tiene más de drama romántico que de tragedia dieciochesca. Tampoco destaca como
comediógrafo en El delincuente honrado, pieza lacrimosa, de claro influjo francés y de orientación
roussoniana: la honradez nativa pervertida por una sociedad inicua.
Como poeta, Jovellanos se inicia en el bucolismo melancólico de la escuela salmantina, en la que figura como
«Jovino», dejándonos de esta etapa juvenil algunos delicados poemas. Pronto, no obstante, percibirá que su
inspiración requiere temas más profundos y trascendentes, y así incita a sus amigos de la Arcadia, en su
Epístola de Jovino a sus amigos de Salamanca, a abandonar la feble y amanerada lira, para empuñar un plectro
más sonoro.
En efecto, en esta nueva dirección compone el poeta sus mejores estrofas, como las de la Epístola a sus
amigos de Sevilla, el Canto guerrero para los asturianos, su otra Epístola de Fabio a Anfriso y sus dos sátiras
A Ernesto. Obras en las que, aparte de la nueva orientación temática, Jovellanos se muestra como un claro
prerromántico.
En cuanto al apartado de sus obras doctrinales, Jovellanos se nos revela como un escritor de cultura profunda
y de una honradez perfecta de juicios. Su visión de los problemas estudiados es tan penetrante que muchas de
sus previsiones siguen teniendo validez todavía. Así, por ejemplo, puede observarse cómo ciertas ideas
expuestas en su Informe sobre la ley agraria se anticipan en cerca de dos siglos a las orientaciones aconsejadas
en otro Informe actual: el del Banco Mundial sobre la economía española. En esa obra citada expone las
causas de la decadencia de nuestra agricultura, considerándolas como políticas, morales y geofísicas. Otros
tratados didácticos son las Memorias del castillo de Bellver, la Descripción de la lonja de Palma, los Elogios
(de Carlos III, de Ventura Rodríguez, de las bellas artes), el Informe sobre la publicación de los monumentos
de Granada y Córdoba, la Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y
sobre su origen en España y numerosos discursos de temas muy diversos: economía, legislación, geografía
histórica, política, educación, etc.
REFORMISMO BORBÓNICO:
A lo largo del siglo XVIII, bajo la dinastía borbónica, se impulsaron desde el estado una serie de reformas en
todos los aspectos de la vida social y política. Los Ilustrados, siguiendo el modelo de Francia pretendían
racionalizar la administración como forma de fortalecer el Estado y la propia monarquía y promover el
crecimiento económico.
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También se intentó dar nuevo auge a la agricultura española, siempre postrada ante la ganadería, por lo cual se
proyectó extender el regadío a tierras de secano, así como el mejoramiento de los cultivos, y se aumentó el
rendimiento de las tierras, cuyo nivel era de lo más bajos de Europa. Se introdujeron algunos cultivos nuevos
como el de la patata en 1768. La libertad de comercio de cereales y las disposiciones que pusieron fin a los
privilegios de la tierra contribuyeron a intensificar la producción agrícola.
Sin embargo, gran parte de las tierras cultivadas estaban afectadas al régimen de las Manos Muertas, es decir
no se podían vender ni repartir por pertenecer a la iglesia, o a los Mayorazgos de la alta nobleza o a los
municipios, con sus tierras de propias (tierra cultivables para las necesidades del lugar) o de comunes (pastos
o bosque para todos los vecinos). Todo ello representaba una gran dificultad para el desarrollo de la
agricultura que los ministros de los Borbones pretendieron superar, sin éxito.
Para levantar el país de la crisis industrial se dictaron diversas medidas por parte de los ministros ilustrados
tendentes a crear fábricas estatales y se promulgaron medidas proteccionistas para afrontar la competencia
extranjera. Pero más importancia que la industria real que no alcanzó el resultado previsto, tuvieron las
manufacturas privadas, con la aparición de la industria algodonera catalana, en la cual se aplicaron por
primera vez los telares mecánicos en 1780. Tuvieron también importancia la industria sedera valenciana, que
adquirió en este siglo su máximo auge, la industria papelera y la fabricación de aguardientes.
Los economistas ilustrados sabían que sin infraestructuras adecuadas no podían conseguirse el desarrollo
económico adecuado, y por eso intensificaron la construcción de carreteras y mejoraron los sistemas de
comunicaciones existentes, con la creación de carreteras pavimentadas, construcciones de puertos y
perfeccionamiento del sistema de correos.
Se crearon, a imitación de Francia, una serie de compañías mercantiles con la protección del Estado, a las que
se le daba el monopolio del comercio con una región determinada de América, que ahora abría sus puertas a
otros puertos españoles distintos de Sevilla o Cádiz ciudad en la que, a partir de 1717, se instaló la casa de
contratación. En 1765 se autorizó el tráfico directo entre las Antillas y siete puertos españoles extendiéndose a
trece puertos en 1778 y suprimiéndose, finalmente, en 1790 la casa de la contratación.
Convencidos de que el comportamiento de los pueblos dependían de la educación recibida, los ilustrados
españoles comprendieron que la mejora de la enseñanza era un paso previo a cualquier reforma política y
confiaron al estado la mejora de la instrucción, que debería fundamentarse en el pensamiento científico y en el
desarrollo de la investigación. En 1782 Jovellanos hace un discurso sobre la gran necesidad de una reforma
política, en la que expone, que las matemáticas, junto a la física, a la química y a la mineralogía, son la base
de las artes constructivas (ingeniería, arquitectura,) y si no fuera por sus rápidos progresos, la agricultura y el
comercio con Europa no estarían tan desarrolladas. También invita a la sociedad que no se deje influenciar por
los mitos y supersticiones de la iglesia.
Esa reforma educativa fue difícil de conseguir porque el conservadurismo de las clases dominantes y la de la
iglesia estaban decididos a impedir cualquier cambio.
Reformas en cada reinado:
Felipe V:
Después de suprimir la autonomía de Aragón y Valencia, Felipe V promulgó el Decreto de Nueva Planta
(1716) para Cataluña, consiguiendo así la unificación jurídica de los reinos españoles, que en adelanta se
llamaran provincias y estarán gobernadas por un Capitán General. Se suprimió El Consejo de Aragón,
pasando su cometido al Consejo de Castilla, que acabo por fundirse con el Consejo de Estado. Se crearon
también cinco ministerios, Estado, Marina, Guerra, Justicia y Hacienda, directamente responsables ante el rey.
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En el aspecto interno de su política cabe destacar el desarrollo de la marina española, escuálida desde los
últimos Austrias. La política internacional se orientara hacia una alianza con Francia e Inglaterra.
Fernando VI:
Abandonó la política tradicional de alianza con Francia y procuró mantener una estricta neutralidad en sus
relaciones internacionales. Para ello, los asuntos de política interior los despachaba el marqués de la
Ensenada, partidario de la alianza francesa, mientras que los asuntos internacionales corrían a cargo de José
Carvajal, anglófilo. Esta política de neutralidad mantuvo a España alejada de la guerra de los Siete Años
(1757).
A diferencia de lo que había sucedido durante el reinado de Felipe V, cuya política estuvo netamente
orientada hacia la intervención en Europa, la de Fernando VI estuvo vertida hacia dentro, y tuvo como
objetivo primordial la reconstrucción del país. Para Ensenada la base del restablecimiento de la nación era el
saneamiento de la Hacienda, y a ello dedicó sus mayores esfuerzos: emprendió una lucha abierta contra los
arrendadores de impuestos, procuro reformar la estructura tributaria, y estableció el real giro, destinado a
realizar las transacciones del estado con el extranjero, que antes llevaban a cabo los cambistas, embolsándose
fuertes comisiones. Esta labor de saneamiento permitió aliviar un tanto la presión tributaria que gravita sobre
el país, pero Ensenada no pudo llegar hasta donde se proponía, ya que el más importante de sus proyectos, el
de la llamada Única contribución, tropezó con la oposición de todos los estamentos sociales que beneficiaba
de que subsistiera el caos tributario que regia en la corona de Castilla.
Carlos III:
En materia agraria, la reforma se dirigieron hacia la disminución de los bienes vinculados y de eliminar el
Mayorazgo, con el fin de abrir las tierras a la libre circulación económica; a limitar los privilegios de la Mesta
en beneficio de la agricultura; a favorecer la división de los latifundios, fomentando la pequeña propiedad; la
disminución del numero de jornaleros y el aumento de los arrendatario de largo plazo. La mas espectacular de
este tipo de realizaciones fue la repoblación de sierra Morena, con el asentamiento de 2500 familias
campesina (1767 − 1775).
Respecto a la industria y al comercio, las medidas reformistas son de claro signo burgués: restricción de las
prerrogativas de los gremios; libertad de industria y de circulación de toda clase de mercancías, con la
supresión de las aduanas y demás trabas inferior; libertad de comercio con América, mediante diversos
decretos (1765 − 1778) que suprimieron la economía cerrada de la época anterior y fueron causa de una gran
prosperidad para la periferia peninsular y de un aumento extraordinario de los recursos del tesoro. En el
campo de la hacienda publica, se buscó racionalizar los impuestos, dotar de regularidad y norma los ingresos
de la corona, y hacer que todo el mundo, nobleza y clero incluido, contribuyeran a los gastos públicos. Hay
que acentuar el pensamiento de Jovellanos, que es de un claro pensamiento progresista, contra la estructura de
los gremios de su época y analiza los puntos que él veía más injustos. Luchaba para que todo trabajador
tuviera un trabajo digno, y que los gremios no quitasen ese derecho por excedencia de productos y de mano de
obra. También esta en contra que los gremios destruyan el mutuo derecho, que el consumidor tiene de emplear
a su favor el trabajo de otro ciudadano, mediante una recompensa establecida por ambos, para obligar al
consumidor a servirse solamente de los productos de aquellos maestros que tenían la facultad de trabajar, ya
que, estaban unidos a los gremios. Jovellanos defendía la igualdad en el trabajo de las mujeres, estaba
convencido que estaban igual capacitadas que los hombres y por eso los gremios no tendrían que darles las
artes fáciles y sedentarias.
Otras manifestaciones del espíritu reformista y planificador fueron las innovaciones introducidas en la
administración de la justicia y en la organización de la marina y del ejército. Para la difusión del espíritu
ilustrado y de los proyectos de reforma, los ministros de Carlos III apoyaron la fundación de Sociedades
Económicas de Amigos del País, que sirvieron de nexo entre los programas del gobierno y las realidades
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locales.
La política exterior de Carlos III representa la eliminación del pacifismo neutralista, característico del reinado
anterior.
CONCLUSIÓN:
En España, la subida al trono de los Borbones dio lugar a la llamada guerra de Sucesión, que fue a la vez un
conflicto europeo y una guerra civil, y cuyo efecto más inmediato fue el de escindir el país en dos fracciones
antagónicas. Se ha especulado mucho entorno al papel desempeñado por los soberanos de la nueva dinastía en
el siglo XVIII: Felipe V (1700−1746), Fernando VI (1746−1759), Carlos III (1759−1788) y Carlos IV
(1788−1808), si descartamos al breve e intrascendente reinado relámpago de Luis I (en 1724). Se ha dicho que
los Borbones tuvieron una importancia capital en el resurgimiento español del siglo XVIII, pero tal idea es
ilusoria: el estimulo surgió de la misma sociedad española y del desarrollo económico del país, y los monarcas
apenas hicieron otra cosa que favorecerlo con la implantación en España de una administración centralizada
según el modelo francés, a lo que les movió básicamente su deseo de afianzar el absolutismo real. La imagen
que nos los muestra como a soberanos ilustrados carece de fundamento: Felipe V y Fernando VI acabaron en
plena demencia, y tanto Carlos III como Carlos IV fueron de inteligencia nada más que mediocre. En su saldo
negativo hay que anotar, además de la costosa guerra civil que fue necesaria para afianzarlos en el trono, su
desastrosa política italiana, guiada por los meros intereses familiares de la dinastía.
Bibliografía
−LIBRO DE HISTORIA DE SEGUNDO DE BACH (ANAYA 2001)
−ENCICLOPEDIA ACTA 2000 (RIALP 1973)
−GRAN ENCICLOPEDIA LAROUSSE (PLANETA 1998)
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