Palabras de Pedro Cabiya y Sara Pérez en presentación del libro

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Palabras de Pedro Cabiya y Sara Pérez en presentación del libro de Incómico
Pedro Cabiya
“Nada se compara con verse rodeado de amigos, sobre todo si son de los buenos, de los que piensan, de
los que enseñan y, sobre todo, de los que ríen.
De hecho, los que ríen son mis preferidos. Los burlones, los sarcásticos. Los alegres.
Hay una sabiduría especial en las personas que saben reírse, incluso de sí mismas.
En el opuesto polar, están esas personas solemnes que no se ríen de nada y en las que no anida un
temperamento sabio. Why so serious?
Resulta que estoy aquí esta noche compartiendo mesa con un artista, amigo y satirista que admiro, y
con una musa/mentora/crush que no sabe que yo era su lector más fanático cuando escribía en Rumbo,
y con cuya prosa apasionada y calculada aprendí a escribir para las revistas y los periódicos. De hecho, si
algo tienen en común estas dos personas es que de ambas he aprendido y sigo aprendiendo.
No es fácil nuestra tarea, la tarea de estas dos personas y la mía. La tarea suena simple: tomar las
narrativas y discursos con que nos bombardea el establishment, desmontarlas, y presentar nuestro
desmonte para deleite y protección de nuestros ciudadanos.
La tarea de Nelson es todavía más difícil: él tiene que hacer eso mismo en el fugaz espacio de un cuadro
o dos… con imágenes.
En otras palabras, en un cuadro o dos, Nelson tiene que condensar páginas y páginas de argumentación,
y hacerlo tan efectivamente que su tesis sea irrefutable.
Y mientras más irrefutable consiga que sea su propuesta, más risa nos da la tira. Mientras más certera,
mientras más verdad encierre, más nos reímos. ¿Por qué?
Para Jorge de Burgos, el ciego fraile de El nombre de la rosa, la risa era un instrumento diabólico, la
herramienta del demonio para afianzar en el que ríe la duda. ¡Y cuánta razón tenía!
Exactamente para eso sirve la risa: para perder el miedo a los monstruos, para dudar de su poder. La risa
es la expresión fisiológica de la liberación espiritual.
No reímos convulsionando. Es una especie de ataque, de sirimba.
El intercambio de gases se acelera, la caja del pecho se hincha y se deshincha. He aquí como reconocer a
alguien que se ha liberado.
Vivimos en un país cuyos dirigentes constantemente nos bombardean con mentiras y dictámenes.
Quieren convencernos de que sus posturas son incuestionables y sagradas; sus decisiones infalibles.
Nelson está en desacuerdo.
Lo sagrado se derrite ante la risa, y ante situaciones escogidas con la delicadeza de un cirujano, Nelson
nos propone otra visión, nos invita a ver la situación desde un ángulo privilegiado, levanta un chin el
velo de la ilusión que quieren vendernos para que descubramos las maquinaciones reales que existen
tras bastidores.
El descubrimiento asombra primero, y luego da risa.
El libro que presentamos hoy recoge lo mejor de las tiras de Nelson Tagle, el Incómico.
Entre su publicación original y el día de hoy, se han acumulado incontables nuevas tiras que merecen
estar también en el libro. Y es que nuestra amada República Dominicana es una fuente inagotable de
material:
-Los vinchos jinetes sobre unicornios que cabalgan sobre un arco iris que emana de la Embajada de los
Estados Unidos, observados por un Miguel Vargas Maldonado que no sabe para dónde coger mientras
se acerca una patana conducida por Luis Abinader. Y esos hoyos en las carreteras, sobre los que salta un
saltarín Danilo Medina, con su “saranana” en la mejilla.
Y Margarita Cedeño, Félix El Gato, Leonel Fernández, Moscoso Segarra y muchos otros más componen el
bestiario de Nelson, personajes que necesitan a toda costa nuestro sacrosanto respeto puestos a
protagonizar situaciones que los desenmascaran, que los revelan como lo que son: tristes mentecatos
arañando los pedestales del poder.
Gracias y buenas noches.”
Sara Pérez
“Para empezar, esto va a servir para desmentir un rumor que anda por ahí, de que yo soy Incómicaincómico y que es uno de los muy pocos rumores, que han circulado sobre mí, que no son ciertos. Eso ya
ha sido aclarado por el tío de Incómica, que se encuentra con nosotros hoy, Clodomiro Floripondio
Gumuncio Irarrázaval.
Bueno, pues aquí tenemos el libro de Incómica-Incómico, el primer volumen de Parto sin cesárea, que es
un libro de historietas y que fue alumbrado por el Incómica-Incómica, con todos y cada uno de los
dolores correspondientes a un parto, y hasta con algunos que no correspondían, pero llegaron.
Estas historias están desarrolladas habitualmente en dos actos y con un discurso visual muy sobrio y
muy poco colorido, rasgos que, en su caso, son el primer síntoma del tipo de humor, no muy tropical,
que desarrolla Incómico.
En República Dominicana tenemos una tradición humorística calamitosa, presente en los cuadros de
comedia de la televisión, en los shows en vivo, con presuntos comediantes, en la música popular, en
muchas caricaturas e historietas de las que aparecen en los medios impresos y digitales, en las películas
y en la vida cotidiana.
Ese sentido del humor, que es tan común y que es el que, habitualmente, incluso creamos y del que
somos objeto, tiene un alto nivel de brutalidad, autoflagelación, agresividad y de burla y suele maltratar
a los mismos que se ríen, al verse reflejados en “comicidades” que en realidad son catástrofes y
situaciones dolorosas o que se vuelven catástrofes y situaciones dolorosas por la discriminación, el
abuso y la violencia.
Un magnífico ejemplo del humor agresor y, sobre todo, idiota, es el que caracteriza a las espantosas
películas y obras de teatro, de Robertico Salcedo, quien es el Non Plus ultra del humor sin cerebro y
cuyos pilares, son los clisés más trillados, como la homofobia, el machismo, la cosificación femenina, la
burla descarnada ante las vestimentas que evidencian precariedad económica, la burla permanente,
referida a episodios de infidelidades amorosas, discriminación racial, cualquier discapacidad física, la
reducción humana de personajes de perfiles populares, la sumisión sin critica, a cualquier jerarquía
abusiva; la permanente ridiculización insensible e irresponsable, de situaciones sociales lastimosas.
Si analizamos los contenidos del humor accesible a todos, resulta que la miseria da risa, igual que las
enfermedades, cualquier condición física considerada un defecto, las penurias, las carencias y hasta los
desequilibrios mentales.
Estos son los temas del humor convencional dominicano, que no es humor, sino tragedia y que no nos
es exclusivo, sino que lo compartimos con otras sociedades, con problemas y limitaciones similares a los
nuestros.
Por ejemplo, el humor comercial mexicano, que le llega a la población latina en Estados Unidos y aquí,
en RD, a través de un pozo séptico que se llama Univisión, excepción hecha, según lo que me parece a
mí, de las antiguas producciones de Eugenio Derbéz.
Sin embargo, las caricaturas, las historietas y algunos cuadros de comedia, también han tenido y tienen,
aportes artísticos, sociales y políticos de muy considerable importancia y esmerado perfil, que además
reflejan una sensibilidad y un compromiso de señalamiento hacia las tragicomedias que nos afectan.
Esto se ha registrado de manera simultánea y a veces con los mismos creadores del humor brutalizador
o brutalizante.
Yo recuerdo algunos personajes de Freddy Beras Goico, que responden a lo descrito hasta ahora, pero
también recuerdo creaciones como Morrobel, el político de muy bajo estrato social y de segunda fila,
corrupto, ignorante, grosero, “mal vestido” de pésimos modales ciánicos y carentes de todo asomo de
escrúpulos.
Era un personaje muy bien definido, a pesar de su matiz clasista, en la que se presenta la baja extracción
social y los aspectos accesorios de su formación, como inductores de una conducta impropia en la
administración gubernamental.
Lo cierto es que los politiqueritos que habitualmente nos gastamos, o que nos desgastan a nosotros más
bien, son y han sido, en su mayoría, una calamidad; al margen de que algunos anden con trajes
impecables, como Morales Troncoso, cuyos atuendos jamás han entrado en conflicto con su condición
de parásito vitalicio.
Al día de hoy, la mayoría de los políticos activos en la vida pública, responden a la descripción del
Morrobel clásico, que nunca deja de ser pedestre, aunque ande con relojes Rolex, como Abel Martínez.
Todo lo contrario, la ostentosidad de los Morrobeles de cualquier origen social, subraya su miseria
humana y denuncia de lejos los robos en los que incurren.
Si ustedes quieren ver muchos morrobeles, vayan a la sala capitular del Ayuntamiento de Santiago o al
de aquí, en Santo Domingo, o al de cualquier sitio. O mejor aún, al congreso, o al Palacio Presidencial.
La senadora de Dajabón Sonia Mateo, es una Morrobela clásica, igual que el diputado de la Vega, al que
agarraron en la frontera, traficando con chinos y otros muchos, como Ángel Lockward, Aristy Castro o
Félix Bautista, que es el Morrobel que más ha progresado milagrosamente.
Ojalá alguien rescate como objeto de ridiculización, a los morrobeles contemporáneos, incluyendo a los
que desde chiquitos sabían hacerse el nudo de la corbata y desde luego, a los que han aprendido a
hacérselos recientemente, sin ahorcarse con ellos, por desgracia.
Incómica debía hacer una serie sobre los Fadules, cuyos rasgos les fueron impuestos por Dios o la
naturaleza, para denunciarlos de antemano.
A Monchi Fadul parece que se le han acumulado todas sus adquisiciones, en la garganta, cuya anchura
es 20 veces más grande que el cerebro.
Me voy a permitir detenerme en la palabra brutalizante, que usé anteriormente, para hacer un inciso
con ella, porque marca un contraste ante la filosofía de Incómica, que tiene un marco antropológico.
La brutalización que padecemos -y que anega las expresiones de humor- es una construcción socioeconómica, que abona la demencia religiosa, el “crecimiento personal” y la “autoayuda”, en desmedro
de nuestra conciencia social y de nuestra pertenencia a una colectividad.
Con la desmovilización ideológica de la década del 80, la formación en Occidente del muro de
ultraderecha conformado por la Era Reagan-Bush en la casa blanca, Juan Pablo II en El Vaticano y
Margaret Thatcher en Inglaterra, El ejercicio unilateral del poder planetario, protagonizado por Estados
Unidos, y unos pocos países, la expansión del modelo supra-capitalista neoliberal, de consumo
enloquecido, que amenaza con destruir la tierra, incorporando a ese modelo, países como China; el
desenfreno depredador de las multinacionales y mineras, el auge o prolongación en muchas partes de
oriente, de la mezcolanza Estado-religión y los esfuerzos de muchos sectores occidentales, de consolidar
y profundizar esa misma mezcolanza, a pesar de las consecuencias trágicas, excluyentes,
discriminadoras y antidemocráticas de las mismas; con todo eso, estamos cosechando esta brutalización
universal, que nos retrotrae al Medioevo. Vamos a volver a curar enfermedades, pretendiendo sobornar
a Dios, con nuestras alabanzas.
Hace unos pocos números la revista National Geographic tuvo en su portada una sentencia luminosa: El
retorno de los charlatanes.
Y la verdad es que ser bien bruto, para todo lo que no sea encaramarse aplastando a otros, siempre ha
estado muy de moda, pero la humanidad siempre se las ha arreglado para hacer también cosas
espléndidas, como el arte. Y otra de las cosas espléndidas que la humanidad ha desarrollado, son las
ciencias sociales, que no están de moda.
En la década del 80, aparecía con frecuencia gente que sabía qué son los Derechos Humanos, cuáles
calamidades son problemas sociales, qué acciones son políticas estatales, cuáles ideas son impulsadas
desde el poder inclemente y esclavizante.
Ahora es raro que algunos tengan ese nivel de ilustración.
Se culpa a los individuos comunes, a los de a pie, por las conductas que han tenido que aprender
obligatoriamente para sobrevivir.
Se culpa a los individuos de a pie, para evitar cuestionar al poder. Se culpa a las víctimas, para mantener
intacta la sacralidad de los intereses del victimario.
Todo eso está muy presente en los medios, en la opinión pública y en las caricaturizaciones de la
realidad.
Mucha gente que está en los medios de comunicación y hace opinión pública, carece -o finge carecerde algunas nociones de sociología y antropología, o, por lo menos de alguna racionalidad, de alguna
compasión, de algún humanismo, de alguna bondad.
Nos hemos embrutecido. Nos hemos empobrecido espiritual e intelectualmente. Parecemos
trituradoras que se devoran a sí mismas, creyendo que estarán descuartizando a alguien más.
¿Por qué les hablo de todo esto?
Porque la mayor virtud de Incómica, aparte del consciente, ilustrado y definido estilo de dibujo, es que
no culpabiliza a las víctimas. No hace humor burlándose de los más desfavorecidos y desamparados.
Respetuoso de la dignidad e integridad humanas, puede ser inclemente con los poderosos exentos de
toda sanción y justicia.
Hace unos retratos de los funcionarios públicos y de algunos líderes empresariales muy poco
favorecedores, lo que es una forma de ejercer algún tipo de justicia.
Las ojeras tenebrosas de Pina Toribio, el bigotito a lo gatica de María Ramos de Danilo Medina, los
dientes y sombreros de doña Margarita, el engolamiento con el que Leonel Fernández simula una
postura correcta, el venduterismo fritanguero de Miguel Vargas Maldonado, los pica pollos de Jhonny
Ventura, Sergio Vargas, Fefita la Grande, desfilan sin contemplaciones por todo el libro dejándonos unas
memorias, que a veces arrancan una carcajada o una sonrisa y que a veces lo que nos desata es un
resabio, o todo a la vez.
Tampoco evade incurrir en alguna crueldad, pero no por su elección, sino porque la crueldad ya ha sido
perpetrada. Es el caso de los Vincho, que no son historietas macabras porque el historietista los haya
puesto en esa situación, sino porque ellos ya estaban ahí, cuando el artista los notó.
Quién tiene la culpa de que Vincho Castillo, cuando hacía el amor con su señora esposa, en vez de hacer
lo normal, poner una música romántica, encender unas velas aromáticas o…hasta ver algo de
pornografía, prefiriera ponerse a ver las películas de Choki, el muñeco Diabólico? Por eso Vinicito parece
un clon del muñeco, no solo físicamente, sino en su mentalidad. Un historietista, simplemente, no debe
resistir la tentación de plasmar lo que salta ante sus narices, si lo que salta es lo sórdido y perverso,
investido de autoridad.
En fin,
El título del libro está referido a una risa no carente de espasmos y dolor. Es un humor ácido, a veces
francamente agrio. El autor es un dominico-chileno, completamente aplatanado en El Cibao.
Esparce una dosis de ese humor áspero y punzante que se cultiva en estado silvestre en Chile.
A ratos, no causa ninguna risa y en esos ratos es visible y punzante el sufrimiento del creador, sus
mortificaciones ante los dramas a los que nuestra sociedad está sometida y su perpetuo señalamiento
del poder como responsable de la corrupción, la impunidad, las injusticias y los absurdos.
Eligió hacer sus historietas desde la perspectiva de un niño de seis años, que solo ha leído El Principito y
hace preguntas o señalamientos ingenuos. Todos somos sus tíos y tías y el niño hace preguntas lúcidas y
necias.
Lo del niño es una metáfora de elogio a la inocencia, que es diferente a ser tonto y diferente a ser
pusilánime. La inocencia aquí es un ejercicio de inteligencia, una capacidad de hacer inferencias a partir
de una situación cuyos significados pueden ser obvios, para quien carece de intereses inmediatos, pero
invisibles para algunos de los que tienen sobre sus ojos, la espesa venda de la codicia, del provecho
personal, de una botella, de una contrata, de una consultoría.
Este volumen es una selección de temas que dominaron la palestra pública básicamente, durante las
pasadas elecciones y puede considerarse un resumen del olvido. Y de sus trágicas consecuencias.
Gracias”
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