Les vêpres siciliennes (Las vísperas sicilianas)

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Les vêpres siciliennes (Las vísperas sicilianas)
Ópera en cinco actos de Giuseppe Verdi con libreto original francés de Eugène Scribe y de Charles Duveyrier.
Programa realizado por Fernando Funes.
Introducción
Habiendo ya usufructuado su nuevo lenguaje musical más avanzado con RIGOLETTO, y más aún con LA TRAVIATA,
Giuseppe Verdi dedicó su tiempo a partir de 1854 a una importante tarea, que muchos otros músicos italianos
habían realizado antes que él: La composición de una gran ópera de fastuoso espectáculo para París, la capital
cultural de la Europa del momento.
El género de la Grand Opera francesa había comenzado su trayectoria cuando Giacomo Meyerbeer asombró al
público de París con su ROBERTO EL DIABLO en 1831.
Verdi decidió entonces seguir el camino de sus antecesores, Rossini y Donizetti, que habían obtenido éxitos con
nuevas versiones de sus óperas anteriores, presentadas en la capital gala.
Las ventajas que se ofrecían a un compositor que creaba óperas para los escenarios líricos de París, eran una
mayor gama de formas musicales que las disponibles en sus países de origen, y por sobre todo, una audiencia
ávida de novelería artística y de grandes espectáculos.
De este modo, Verdi firmó un contrato con la directiva de la Ópera de París en 1852, para la presentación de un
gran drama histórico en cinco actos, como era la usanza capitalina.
Cuando para 1853, Eugène Scribe, el absoluto dios del escenario operístico francés y el libretista más cotizado, no
cumplió con la entrega del libreto a nuestro compositor, Verdi mismo se trasladó a París, y Scribe, ya habiendo
agotado prácticamente todos sus recursos literarios, le ofreció la restauración de uno de sus libretos anteriores de
1838.
Este fue LE DUC D’ALBE, originalmente escrito para Halévy, y utilizado posteriormente por Gaetano Donizetti en
su ópera inconclusa EL DUQUE DE ALBA, que pudimos escuchar el pasado enero.
El nuevo libreto, de Scribe y de su colega Charles Duveyrier, trasladaba la acción de los Países Bajos a la Sicilia
gobernada en nombre de Charles D’Anjou en el siglo XIII.
Así surgió LES VÊPRES SICILIENNES, la segunda gran ópera verdiana compuesta en el estilo de Meyerbeer, en el
pináculo de su carrera, estimulado por el gran suceso que obtuviera finalmente con LA TRAVIATA.
El estreno mundial en París fue un rotundo éxito, a pesar de los temores de que su argumento podría herir la
sensibilidad de los espectadores franceses.
En épocas actuales, luego del gran retorno a la escena que han experimentado muchos títulos oscuros de la
producción verdiana, la ópera se representa frecuentemente en su versión original francesa, que es la que
habremos de escuchar esta noche.
Nuestra representación proviene de Holanda, del año 2002.
Argumento
Primeramente la obertura es la última que Verdi compuso en el estilo post-rossiniano, y con sus raíces en la forma
de sonata, si exceptuamos la que escribiera posteriormente para la versión revisada de LA FUERZA DEL DESTINO
en 1869.
La acción de la ópera tiene lugar en Palermo, Sicilia, en el año 1262, durante la dominación francesa, en nombre
de Charles D’Anjou.
Acto Primero
La Plaza principal de la ciudad de Palermo, junto al palacio del gobernador Francés en Sicilia, Guy de Montfort. Un
destacamento de soldados franceses festeja la dominación de su país sobre los sicilianos, que los miran
amenazadoramente. Ambos grupos enfrentan sus sentimientos de nostalgia por Francia y de odio de parte de los
locales.
En esos momentos los soldados invasores ven a la Duquesa Hélène, quien ha estado rogando por el alma de su
hermano Frédéric, asesinado por los franceses por sus actividades patrióticas.
Conmovido por su belleza, un soldado borracho le pide que cante para alegrarlos. La muchacha accede, pero su
aria, cuyo tema es una nave en peligro en el mar, es un ardiente alegato contra la opresión, que concluye por
afirmar que la salvación del yugo de los tiranos está en las propias manos del pueblo.
Dado el gran fervor patriótico que el aria de Hélène provoca, los sicilianos y los franceses se trenzan en la lucha,
que es interrumpida por la presencia del Gobernador, Montfort.
La multitud se dispersa dejando sola a la Duquesa, junto con su dama de compañía Ninetta, y Danieli. Henri, el
prometido de Hélène ha sido liberado de prisión y se presenta a comunicarle la noticia.
Montfort ordena a todos retirarse, menos a Henri, a quien le ofrece fama y gloria si se une al ejército francés. Su
oferta es dignamente rechazada por el joven, a quien el gobernador impone no acercarse más a Hélène, por sus
actividades subversivas.
Henri desafía la ira de Montfort, y alegando ser un hombre libre, entra en el palacio de la Duquesa, mientras cae
el telón.
Acto Segundo
Un frondoso valle con vista al mar, junto a la capilla de Santa Rosalía. Jean Procida (Giovanni da Procida en la
versión italiana), un médico y gran patriota exiliado, ha retornado a Sicilia para agitar la revolución contra los
invasores.
Una hermosa paleta variada de instrumentos de viento de madera introducen el monólogo más célebre de la
ópera, la cavatina “Et toi, Palerme”, fragmento en que el personaje expone sus hondos sentimientos patrióticos y
su nostalgia durante los años de su exilio.
Hélène y Henri concurren a recibirlo, y éste alista sus servicios para la causa. Henri declara abiertamente su amor
por Hélène, y jura vengar la muerte de su hermano.
Llega entonces un mensajero de parte de Montfort, invitando a Henri a una gran celebración en el palacio
gubernamental. Indignado, el joven rehúsa, por lo cual es rodeado de soldados y arrestado.
Procida retorna y proclama que es una buena oportunidad para incitar sentimientos anti-franceses durante las
festividades de bodas que se aproximan, levantando a los sicilianos de su apatía.
Los parroquianos danzan una tarantela y los soldados franceses se unen a las muchachas sicilianas, tal como
Procida planeara.
Tan solo unos pocos patriotas quedan con Procida y Hélène, quienes en frases entrecortadas, enmarcadas por la
bella barcarola de fondo cantada por los franceses a bordo de botes con muchachas nobles sicilianas, dan rienda
suelta a su furor.
Acto Tercero
Cuadro Primero: Guy de Montfort se halla solo en su palacio, leyendo una carta. En su novedosa aria, “Au sein de
la puissance”, reflexiona sobre el horrible mal que cometiera años atrás contra la mujer que fuera la madre de su
hijo, quien lo criara lleno de odio contra los tiranos franceses.
Al leer la carta, dieciocho años más tarde, el gobernador se entera que su hijo no es otro que Henri mismo, su
enemigo jurado.
Henri se presenta y Montfort le revela la verdad, dándole a leer la carta de su madre. El joven se desespera, pues
comprende que ante esto ha perdido las dos cosas que más quiere: Su patria y el amor de Hélène.
Una vez más, Verdi se halla en su tan amado medio del amor paternal, que imprime en su música en el bellísimo
segundo dúo entre padre e hijo, cuyo gran cantábile ya ha sido expuesto en las cuerdas en la obertura
Cuadro Segundo: En el gran salón de baile del palacio del gobernador, tiene lugar el gran ballet que Montfort ha
preparado para sus invitados, titulado: LAS ESTACIONES. Verdi complajo aquí a las audiencias parisinas, que
consideraban de rigor absoluto la presencia de danzas dentro de la ópera.
Los sicilianos se han mezclado con los nobles franceses durante las festividades. El distintivo de los conjurados es
una cinta de seda sobre sus capas.
Los conspiradores, guiados por Hélène y Procida, planean asesinar al gobernador durante la fiesta. La tensión en
el alma de Henri crece aún más, no sabiendo si proteger a su padre o traicionar a los patriotas.
Cuando Jean Procida se arroja sobre Montfort con un puñal, Henri se interpone y le salva la vida. Por orden
inmediata del padre de Henri, los conspiradores son inmediatamente arrestados y condenados a muerte al día
siguiente.
Los sentimientos de los personajes son vívidamente expresados en un gran concertante.
Los conjurados se despiden de su patria, repudian a Henri por su traición, y éste se echa en brazos de su padre,
que alaba sus sentimientos hacia Francia.
Acto Cuarto
La acción tiene lugar en el gran patio de la fortaleza, a donde Henri ha concurrido, por permiso de Montfort, a ver
a los condenados.
En una sombría aria estrófica en Mi menor: “O jour de peine”, quizás el pasaje más osado y difícil de toda la
partitura, en el que se observa la clara influencia de Hector Berlioz, Henri expresa sus sentimientos de angustia y
dolor, ya que todos lo han abandonado.
Debe señalarse también, que no satisfecho con la labor del tenor original, Louis Gueymard, Verdi compuso, para
las representaciones de la ópera en 1863, una nueva aria “A toi que j’ai chérie”, para el tenor Villaert, que luego
tendremos oportunidad de escuchar.
Al presentarse Hélène, acusa a Henri de traidor a la patria, a lo cual él responde la verdad: Su padre es el
gobernador francés Guy de Montfort, y tuvo que salvarle la vida. El tono de la muchacha pasa a ser compasivo, lo
cual queda expresado en una cantilena de corte belliniano, “Ami le coeur d’Hélène”, comprendiendo que el
hombre al que ama no es un traidor.
Los guardias conducen a Procida fuera de prisión. Al oír la novedad, piensa que es en realidad una mentira.
Monfort se presenta para supervisar la doble ejecución, a pesar de las súplicas de su hijo que pide morir junto a
sus amigos.
Con orgullo, le dice a Henri que no preste atención a los insultos de sus camaradas: El es un francés y su propio
hijo.
Se escucha entonces el De Profundis coral, cuya música también anticipa la obertura, y Montfort deja
asombrados a todos diciendo que otorgará el perdón a los condenados, sólo si su hijo se dirige a él y lo llama:
“Padre”.
Henri vacila. Procida y la Duquesa le dicen que es mejor morir con honor que doblegarse ante el opresor. El
himno funeral continúa acompañando a las víctimas que se acercan al lugar de ejecución.
No soportando más su lucha interna, Henri irrumpe en un vigoroso: “Padre, padre mio! Inmediatamente
Montfort otorga amnistía general.
El gobernador aprovecha para anunciar la boda de su hijo con la Duquesa, como sello de la amistad entre ambos
pueblos. Pero Procida tiene otras ideas, y junto a los demás rebeldes, planea una terrible venganza.
Acto Quinto
En los suntuosos jardines del palacio de Montfort en Palermo. Los sicilianos y los franceses se aprestan para la
celebración de la boda entre Hélène y Henri.
Hélène emerge de la capilla vestida de novia, y celebra su felicidad en su siciliana: “Merci, jeunes amies”, que es
en realidad un bolero español, y como tal es conocido. Henri responde con otro fragante y breve soliloquio “La
brise souffle au loin”, de encantador lirismo.
Parte entonces en busca de su padre. La Duquesa queda a solas con Procida, quien le revela su siniestro plan:
Cuando las celebraciones nupciales alcancen su apogeo, los patriotas armados sicilianos se lanzarán sobre los
franceses, distraídos por los festejos. La señal de comienzo de la masacre será el sonido de las campanas de la
catedral.
Hélène vacila, tratando de decidir entre su felicidad personal y su patria, pero nada hace a Procida cambiar de
parecer. El fanático patriota la acusa de traición y le dice que revele entonces su plan a los franceses, si se atreve.
Cuando Henri vuelve, para evitar la horrible masacre, Hélène le dice que ha decidido cancelar la boda. Sigue
entonces un impresionante y extenso trío para Henri, Hélène y Procida, una de las mejores partes de la ópera.
Llega Montfort, y hace a un lado los argumentos de Hélène sin preguntar la causa. Aunque lo llamara tirano
anteriormente, él sabe que ama a Henri y procede entonces a pronunciar el matrimonio, momento en que Procida
aprovecha para ordenar el repique de las campanas.
Los sicilianos, armados y con sed de sangre, salen de sus escondites y masacran a Montfort y a Henri, junto con
todos los demás franceses, mientras Procida proclama su total júbilo ante la disolución del yugo extranjero.
Tal como anunciáramos, traemos hasta ustedes finalmente el aria alternativa para Henri en el cuarto acto: “A toi,
que j’ai chérie”, compuesta para las representaciones de la ópera en París en 1863.
Los intérpretes de la misma serán el tenor italiano Luciano Pavarotti y la Orquesta del Teatro Alla Scala de Milán,
dirigida por CLAUDIO ABBADO.
Reparto
LA DUQUESA HÉLÈNE……………………………………………………NELLY MIRICIOIU, Soprano.
HENRI…………………………………………………………………………….FRANCISCO CASANOVA, Tenor.
GUY DE MONTFORT………………………………………………………ZELJKO LUCIC, Barítono.
JEAN PROCIDA………………………………………………………………HAO JIANG TIAN, Bajo.
El SEÑOR DE BETHUNE…………………………………………………..ALBERTO FERIA, Bajo.
EL CONDE DE VAUDEMONT……………………………………………PAOLO BATTAGLIA, Bajo.
NINETTA…………………………………………………………………………MARGRIET VAN REISEN, Mezzosoprano.
DANIELI…………………………………………………………………………. DANIEL KIRCH, Tenor.
THIBAULT……………………………………………………………………….ANDRÉ POST, Tenor.
ROBERT………………………………………………………………………….HANS VOSCHEZANG, Barítono.
MANFROID…………………………………………………………………….TERENCE MIERAU, Tenor.
Coro de la Radio Holandesa y Coro de la Ópera de Leipzig.
La Orquesta Filarmónica de la Radio de Holanda, bajo la dirección de PAOLO OLMI.
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