venta en globo y venta de empresa - Biblioteca

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UNIVERSIDAD DE MÁLAGA
FACULTAD DE DERECHO
VENTA EN GLOBO Y VENTA DE
EMPRESA
FRANCISCO JAVIER PASTOR VITA
2003
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JOSE MANUEL RUIZ-RICO RUIZ, catedrático de Derecho
Civil de la Universidad de Málaga,
CERTIFICO que:
FRANCISCO JAVIER PASTOR VITA ha realizado bajo mi
dirección el Proyecto de Investigación titulado "Venta en globo y
venta de empresa".
Este trabajo es original y reúne las condiciones necesarias para
que se presente como memoria de tesis para obtener el grado de
doctor.
En Málaga, a seis de mayo de dos mil tres.
Dr. JOSE MANUEL RUIZ-RICO RUIZ
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INDICE
CAPITULO PRIMERO: ANTECEDENTES HISTORICOS Y
DELIMITACIÓN DEL NEGOCIO SUBYACENTE A LA CESIÓN
DE LA TOTALIDAD DE DERECHOS, RENTAS O PRODUCTOS.
1.-
CONSIDERACIONES PREVIAS EN TORNO AL ARTICULO
1.532 DEL CODIGO CIVIL.
2.-
ANTECEDENTES HISTORICOS DE LA INSTITUCIÓN.
2.1.-
El Derecho Romano.
2.2.-
El Código de las Siete Partidas.
2.3.-
Evolución posterior de la institución hasta finales del
siglo XVIII:
2.3.1.- Breve referencia a la ‘universitas’ en el Derecho
intermedio hasta la Codificación.
2.3.2.- Gregorio López y su Glosa.
2.3.3.- Tratadistas españoles del siglo XVIII.
2.4.-
Configuración jurídico-positiva de la venta alzada o en
globo en el proceso codificador:
2.4.1.- El Proyecto de 1.851.
2.4.2.- La venta de universalidades de ciertos derechos,
rentas y productos en los tratados y proyectos
particulares decimonónicos anteriores al Código
Civil.
2.4.3.- La venta de universalidades de ciertos derechos,
rentas y productos en la Jurisprudencia del
Tribunal Supremo anterior al Código Civil.
3.-
LA INSTITUCIÓN EN EL CODIGO CIVIL.
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4.-
LA COMPRAVENTA COMO NEGOCIO CAUSAL DE LA
TRANSMISIÓN DE CIERTOS DERECHOS, RENTAS O
PRODUCTOS.
5.-
OTROS TIPOS NEGOCIALES TRANSMISIVOS DE UNA
GLOBALIDAD DE BIENES Y DERECHOS: LA APLICACIÓN
A LOS MISMOS DEL REGIMEN DE RESPONSABILIDAD
DEL CODIGO CIVIL.
5.1.-
Los contratos de arrendamiento, leasing y factoring.
5.2.-
La donación.
5.3.-
La aportación a sociedad: en particular, la aportación de
empresa.
CAPITULO SEGUNDO: EL AMBITO OBJETIVO DE
APLICACION DEL ARTICULO 1.532 C.C.
1.-
NATURALEZA JURÍDICA DEL OBJETO DEL ARTICULO
1.532 C.C.
2.-
CONTENIDO DEL OBJETO DE LA GLOBALIDAD:
DELIMITACION DE LOS DERECHOS, RENTAS O
PRODUCTOS QUE LA INTEGRAN.
3.-
2.1.-
Cuestiones previas.
2.2.-
Los derechos como elementos integrantes de la
globalidad.
2.3.-
Rentas y productos.
LA APLICACIÓN DEL ARTICULO 1.532 C.C. A LA VENTA
DE HERENCIA.
3.1.-
Discusión en torno a la posible aplicación del artículo
1.532 C.c. a la venta de herencia.
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4.-
3.2.-
La venta de herencia con enumeración exhaustiva de sus
elementos como supuesto integrado en el ámbito de
aplicación del artículo 1.532 C.c.
3.3.-
Observaciones finales acerca de la venta de herencia sin
enumeración: inadecuación del modelo codificado.
LA ADQUISICIÓN DE LOS BIENES INTEGRANTES DE LA
GLOBALIDAD.
CAPITULO TERCERO: LOS RIESGOS EN LA VENTA EN
GLOBO.
1.-
INTRODUCCIÓN.
2.-
EL REPARTO DE LOS RIESGOS EN LA VENTA EN GLOBO.
3.-
LA MODERACIÓN DEL RIESGO DEL COMPRADOR (I): LA
EXISTENCIA DE UN DEBER DE INFORMACION DEL
VENDEDOR EN LA FASE PRECONTRACTUAL.
4.-
LA MODERACIÓN DEL RIESGO DEL COMPRADOR (II):
ACTIVIDAD DE INFORMACIÓN PREVIA A LA
CELEBRACIÓN DEL CONTRATO Y MANIFESTACIONES
DEL VENDEDOR.
5.-
4.1.-
El denominado ‘due diligence’.
4.2.-
Las manifestaciones del vendedor.
VENTA DE UNIVERSALIDADES Y CONDICIONES
GENERALES DE LA CONTRATACIÓN.
6.-
LA CONTRAPRESTACIÓN DEL ADQUIRENTE DE LA
GLOBALIDAD. EL PRECIO.
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CAPITULO CUARTO: LOS DIVERSOS MEDIOS DE
PROTECCIÓN DEL COMPRADOR EN LA VENTA ALZADA O EN
GLOBO.
1.-
INTRODUCCIÓN Y CONSIDERACIONES GENERALES
ACERCA DEL REGIMEN DE GARANTIAS DEL ARTICULO
1.532 C.C.
2.-
LA RESPONSABILIDAD DEL VENDEDOR DE LA
GLOBALIDAD POR LA LEGITIMIDAD DEL TODO EN
GENERAL.
2.1.-
3.-
Legitimidad del todo: sentido de la expresión.
LA OBLIGACIÓN DE SANEAMIENTO DEL VENDEDOR
LIMITADO A LA EVICCIÓN DEL TODO O DE LA MAYOR
PARTE.
4.-
3.1.-
Delimitación de la expresión “mayor parte”.
3.2.-
Algunas precisiones acerca de la evicción.
LAS GARANTIAS DE LA VENTA EN GLOBO NO
PREVISTAS EN EL ARTÍCULO 1.532 C.C.: ESPECIAL
REFERENCIA AL SANEAMIENTO POR VICIOS O
DEFECTOS OCULTOS.
5.-
OTROS MEDIOS DE PROTECCIÓN DEL VENDEDOR EN LA
VENTA EN GLOBO.
5.1.-
Matizaciones previas.
5.2.-
Las acciones de nulidad relativa por error y dolo.
5.3.-
La acción de cumplimiento.
5.4.-
La acción de resolución del contrato.
5.5.-
La acción de indemnización por daños y perjuicios.
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CAPITULO QUINTO: LA EMPRESA COMO OBJETO DE
NEGOCIOS JURIDICOS Y EL ARTICULO 1.532 C.C.
1.-
INTRODUCION.
2.-
LA COMPRAVENTA DE EMPRESA.
2.1.-
Aspectos generales de la compraventa de empresa.
2.2.-
Régimen especial del contenido obligacional de la
compraventa de empresa.
3.-
LA TRANSMISIÓN DEL PASIVO EN LA VENTA DE
EMPRESA.
4.-
3.1.-
Introducción.
3.2.-
Las relaciones internas entre vendedor y comprador.
3.3.-
Las relaciones externas: efectos del pacto de asunción
respecto de los acreedores.
3.4.-
Las deudas de la empresa y su repercusión en materia de
saneamiento.
EL REGIMEN DE SANEAMIENTO DE LA EMPRESA
VENDIDA.
4.1.-
Planteamiento general del problema.
4.2.-
Breve mención al saneamiento de la empresa vendida en
el Derecho Comparado.
4.3.-
El artículo 1.532 C.c. en la jurisprudencia y la doctrina
relativas a la venta de empresa.
4.4.-
Nuestra posición sobre la problemática que plantea la
aplicación del artículo 1.532 C.c. a la transmisión
onerosa de empresa.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA
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CAPITULO PRIMERO:
ANTECEDENTES HISTORICOS Y DELIMITACIÓN DEL NEGOCIO
SUBYACENTE A LA CESIÓN DE LA TOTALIDAD DE DERECHOS, RENTAS
O PRODUCTOS.
Sumario:
1.- Consideraciones previas en torno al artículo 1.532 del Código civil.
2.-Antecedentes históricos de la institución.
2.1.- El Derecho Romano.
2.2.- El Código de las Siete Partidas.
2.3.- Evolución posterior de la institución hasta finales del siglo XVIII.
2.3.1.- Breve referencia a la ‘universitas’ en el Derecho intermedio
hasta la Codificación.
2.3.2.- Gregorio López y su Glosa.
2.3.3.- Tratadistas españoles del siglo XVIII.
2.4.- Configuración jurídico-positiva de la venta alzada o en globo en el
proceso codificador:
2.4.1.- El Proyecto de 1.851.
2.4.2.- La venta de universalidades de ciertos derechos, rentas y
productos en los tratados y proyectos particulares decimonónicos
anteriores al Código Civil.
2.4.3.- La venta de universalidades de ciertos derechos, rentas y
productos en la Jurisprudencia del Tribunal Supremo anterior al
Código Civil.
3.- La institución en el Código civil.
4.- La compraventa como negocio causal de la transmisión de la totalidad de
ciertos derechos, rentas o productos.
5.- Otros tipos negociales transmisivos de una globalidad de bienes y derechos: la
aplicación a los mismos del régimen de responsabilidad del artículo 1.532 C.c.
5.1.- Los contratos de arrendamiento, leasing y factoring.
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5.2.- La donación.
5.3.- La aportación a sociedad: en particular, la aportación de empresa.
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1.- CONSIDERACIONES PREVIAS EN TORNO AL ARTICULO 1.532.
DEL CODIGO CIVIL.El artículo 1.532 C.c. dice: “El que venda alzadamente o en globo la totalidad de
ciertos derechos, rentas o productos, cumplirá con responder de la legitimidad del todo
en general; pero no estará obligado al saneamiento de cada una de las partes de que se
componga, salvo en el caso de evicción del todo o de la mayor parte”.
Este precepto se incluye dentro del Título IVº del Libro IVº del Código civil, y en
concreto en el Capítulo VIIº, que regula la transmisión de créditos y demás derechos
incorporales, siendo este Capítulo un auténtico ‘cajón de sastre’, al contemplar diversos
tipos de transmisiones y enajenaciones de derechos incorporales de diferente carácter y
naturaleza, lo que ha conducido a un importante sector doctrinal a considerar dicha
regulación como poco coherente y carente de la debida sistemática, sin que ni siquiera
se pueda considerar que el único elemento común de estas diversas enajenaciones
radique en el objeto de la transmisión, un derecho incorporal, ya que el artículo 1.532
C.c. contempla también la posibilidad de transmisión de ciertos objetos de naturaleza
corporal como son los denominados productos1.
El Capítulo VIIº del Código civil regula básicamente la cesión del derecho de
crédito, dedicándole la mayor parte de su articulado, lo cual es lógico si se tiene en
cuenta que la mayor parte de los derechos incorporales son precisamente derechos de
crédito. Pero el Capítulo VIIº también regula la transmisión de otro tipo de bienes
incorporales, con peculiaridades propias en lo que se refiere a su objeto, dedicando tres
artículos a la venta de herencia, uno a la venta alzada o en globo de la totalidad de
1
Vid. al respecto, PANTALEON PRIETO, “Comentario al art. 1.532 C.c.”, en Comentario
del Código Civil del Ministerio de Justicia, Tm. IIº, Madrid, 1.991, págs. 1.037 y 1.038.
NAVARRO PEREZ: Ventas alzadas o en globo de totalidades de ciertos derechos, rentas o
productos (Estudio sistemático del art. 1.532 del C.c.), pág. 19, Andujar, 1.996. Este autor pone de
manifiesto que el examen de los preceptos que integran el Capítulo VII “da la impresión de una
regulación residual para un tipo de bienes jurídicos residuales”, bienes que no tienen el carácter
de muebles o inmuebles, que son bienes corporales, pero que, en cuanto bienes jurídicos, son
susceptibles de individualización y de valoración económica independiente, pudiendo por tanto ser
enajenados o transmitidos a un tercero mediante negocios jurídicos onerosos o gratuitos.
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ciertos derechos, rentas o productos, para finalizar dedicando otros dos artículos a la
regulación del retracto de créditos litigiosos.
En definitiva, se regulan en este Capítulo diversas modalidades de enajenaciones
de bienes y derechos incorporales, de forma incluso anárquica y, en principio, carente de
sistemática, como se observa al contemplar la inclusión del artículo 1.532 C.c. (ventas
alzadas o en globo de determinados derechos, rentas o productos), entre los artículos
que regulan la venta de herencia (arts. 1.531, 1.533 y 1.534), institución con la que nada
tiene que ver, según un importante sector doctrinal2, cuestión ésta que analizaremos de
forma específica más adelante.
Lo cierto es que la venta alzada o en globo de ciertos derechos, rentas o productos
tiene unas peculiaridades específicas que hacen de ella una figura extraña, de difícil
encaje dentro del mencionado Capítulo, dado el carácter controvertido de su ámbito de
aplicación, de su objeto, de su relación con otras compraventas, en especial con la venta
de herencia o con las ventas alzadas o por precio alzado reguladas en otras partes del
propio Código (artículos 1.471, relativo a venta de inmuebles; 1.479, relativo a
conjuntos de cosas en general; 1.491, venta de animales)3. Por lo demás, el artículo
1.532 C.c. regula de forma novedosa la “venta en globo”, pero sin dar tampoco una
definición de la misma4. En realidad el artículo 1.532 lo que hace es establecer un
2
Cfr., entre otros, GARCIA CANTERO, “Comentario a los artículos 1.445 a 1.541 del
C.c.”, en Comentarios al Código Civil y Compilaciones forales (dirigidos por Albadalejo y Diaz
Alabart), t. XIXº, págs. 744 y 745, 2ª Ed., Madrid, 1.991. El citado autor se interroga acerca de si
es de aplicación el artículo 1.532 a la venta de herencia, pronunciándose negativamente al
respecto, considerando aplicable este artículo únicamente a los supuestos en él contemplados de
modo expreso. Igualmente NAVARRO PEREZ, en Ventas alzadas..., cit., pág. 20, indica que las
dudas planteadas por la doctrina acerca de la aplicabilidad o no del art. 1.532 C.c. a la venta de
herencia tienen su origen en el propio comentario que GARCIA GOYENA hace del art. 1.463 del
Proyecto de 1.851, concordante a la letra con el actual art.1.532 del Código civil, lo que no implica
que el insigne comentarista considere de aplicación este precepto a la venta de herencia, sino que
simplemente hace referencia a cierta similitud existente entre ambas cesiones en lo referente a las
garantías o responsabilidades de los cedentes, si bien se trata de instituciones distintas y no
asimilables.
3
Vid., RUIZ-RICO RUIZ, La venta de herencia (la venta de toda la herencia por el
heredero único), inédito, pág. 14. Para este autor, el art. 1.532 del C.c. es el único que el legislador
ha querido destinar al desarrollo jurídico de la venta alzada o en globo, ocasionando con él más
dudas de las que realmente pretendía resolver al introducirlo en el propio articulado del Código
civil.
4
GARCIA CANTERO, op. cit., pág. 732.
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régimen específico de responsabilidad del vendedor en los supuestos de ventas alzadas o
en globo de la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos, y en ello reside la
principal peculiaridad de esta institución.
Otro aspecto a destacar al estudiar el artículo 1.532 C.c. es la falta de precedentes
directos de esta institución en el ámbito del Derecho comparado, al menos en el sentido
en que la configura nuestro Código, al establecer éste un especial régimen de
responsabilidad del vendedor de la globalidad de bienes y derechos, responsabilidad
especialmente atenuada, lo que no se prevé en ningún otro Ordenamiento de nuestro
entorno. Ello no impide que existan en estos otros Ordenamientos instituciones
similares. De hecho, es preciso destacar que la cesión en globo de una masa de bienes y
derechos está contemplada en otros Ordenamientos, si bien no se prevé en ellos un
régimen especial de garantías y saneamiento como el contemplado en nuestro artículo
1.532 C.c., pues realmente estos sistemas jurídicos tratan de perfilar ciertas diferencias
entre la venta en bloque o en globo y la denominada venta de mercancías al peso, cuenta
o medida.
De este modo, el Codice civile italiano de 1.942 admite la posibilidad de
transmisión de ciertos conjuntos de bienes y derechos, en particular en los artículos
1.376 y 1.377, ubicados en la Sección Iª del Capítulo Vº del Título IIº del Libro de las
Obligaciones. El artículo 1.376 concretamente prevé la posibilidad de transmitir bienes
corporales y derechos incorporales, al tiempo que consagra el carácter consensual de los
contratos5. Con este precepto se conecta el artículo siguiente, el 1.3776, que presenta
5
Art. 1.376: “Contratto con effetti reali. Nei contratti che hanno per oggetto il
trasferimento della proprietà di una cosa determinata, la costituzione o il trasferimento di un
diritto reale ovvero il trasferimento di un altro diritto, la proprietà o il diritto si trasmettono e si
acquistano per effetto del consenso delle parti legittimamente manifestato”. Acerca de este
precepto, GALGANO (Diritto Privato, 2ª edc., Padova, 1.983, pág. 302), considera que para que
opere el principio consensualista es preciso que el contrato tenga por objeto la transmisión de una
cosa determinada. si se trata, por el contrario, de una cosa genérica, la propiedad no puede
transmitirse en el momento de celebración del contrato, sino que se transmitirá sólo en el momento
de la individualización del bien, hecha de común acuerdo entre las partes.
6
Art. 1.377: “Trasferimento di una massa di cose. Quando oggetto del trasferimento è una
determinata massa di cosse, anche se omogenee, si applica la disposizione dell´articolo
precedente, ancorché, per determinati effetti, le cose debanno essere numerate, pesate o
misurate”.
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cierta proximidad con nuestro artículo 1.532 C.c., en cuanto que admite la transmisión
de una masa cosas, estableciendo al respecto que en el caso de que el objeto de la
transmisión sea una masa o conjunto, incluso homogéneo, de bienes, se aplicará la
disposición contenida en el artículo anterior, aunque, para determinados efectos, las
cosas deban ser enumeradas, pesadas o medidas. Por tanto, el acuerdo o consenso de las
partes es un modo de adquisición del derecho, incluso en el caso de que el contrato
tenga por objeto la transmisión de una determinada masa de cosas, homogénea o
heterogénea, siendo indiferente que, a determinados fines, las cosas deban ser
enumeradas, pesadas o medidas7. Característica de la venta de una masa de bienes es
que en ella, el modo y el momento de la determinación cuantitativa de la masa y del
importe del precio no inciden ni repercuten en la determinación del objeto, que está ya
individualizado, de manera que, como en la venta de cosa específica, la propiedad, y con
ella los riesgos, pasan automáticamente al comprador en virtud del propio acuerdo o
consenso8.
7
Vid., entre todos, GALGANO, últ. op. et loc. cits., que se refiere a este supuesto
afirmando que si el objeto del contrato es una masa de cosas (por ejemplo, todas las mercancías
contenidas en el almacén del vendedor), la propiedad se transmite conforme al principio
consensual, no siendo precisa la individualización de los diversos elementos (en el ejemplo, el
inventario de las mercancías), salvo que, a determinados efectos (por ejemplo, para la
determinación del precio), las cosas deban ser enumeradas, pesadas o medidas. Igualmente, como
ha sugerido DISTASO (I contratti in generale, Tomo IIIº, Torino, 1.980, pág. 571), comentando el
artículo 1.377 Cod., el caso previsto en el art. 1.377 es el de la venta de un conjunto de bienes
muebles (“in masa”) a cambio de un precio único, estando constituido ese complejo unitario de
bienes no por un ‘genus’, sino por cosas específicas, al tratarse de cosas separadas y diferenciadas
las unas de las otras.
Por otra parte, como ha precisado la Sentencia del Tribunal de Casación italiano de 21 de
abril de 1.951, nº 988 (en Foro it. Rep., 1.951, voz Vendita, nº 328), la venta de una masa de
bienes se diferencia de la venta de cosas genéricas por el diverso modo como las partes consideran
las cosas que constituyen objeto del contrato. Se entiende que se ha realizado una venta en masa
cuando el negocio tenga por objeto cuando el contrato tenga por objeto un conjunto de mercancías,
homogéneas, consideradas en bloque y adquiridas y vendidas a un único precio, sin atender al
peso, al número o a la medida; por el contrario, se está ante una venta genérica (‘vendita di
genere’) en el caso en que las mercancías que constituyen el objeto del contrato estén
individualizadas en el peso, número o medida y el precio esté establecido en relación a una
determinada cantidad, añadiendo que “in altre parole, le cose contituenti una determinata massa
formano corpo a sé e, agli effetti del trasferimento, vengono considerate dalla legge como una
‘res individua’. E ciò anche quando si sia tenuto conto delle caratteristiche quantitative (peso,
numero, misura) delle cose vendute in blocco, a solo scopo di determinare l´ammontare totale del
prezo”.
8
Cfr. Cass., 21 de abril 1.951, cit. Por otra parte, la Sent. Css. de 15 de junio de 1.948, nº
50 (en Giur. compl. Cass. civ., 1.950, I , 180) establece que: “La vendita di massa prescide dalla
quantità e qualità delle cose vendute globalmente, e comprende tutto ciò che si trova nel fondo al
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Por su parte, el Code francés también contempla la venta en globo (‘en bloc’) de
mercancías, siendo motivo de dudas entre los autores si se está en presencia de una
venta en globo o bien se trata de una venta a peso o medida cuando no se hubiese fijado
un precio alzado por toda la masa en bloque, a lo que ha contribuido la dicción literal
del artículo 1.586, que establece la perfección del contrato aunque las mercancías que
integran la masa o bloque que se transmite no hayan sido pesadas, contadas o medidas9
(“Si...les merchandises ont été vendues en bloc, la vente est perfaite, quoique les
merchandises n´aient pas encore été pesées, comptées ou mesurées”), a diferencia de lo
que ocurre en el supuesto de que las mercancías no hayan sido vendidas en bloque , sino
al peso, cuenta o medida, en cuyo caso la venta no se perfecciona, en el sentido de que
los riesgos de las cosas vendidas corresponden al vendedor hasta que las cosas sean
pesadas, contadas o medidas. Pero lo cierto es que este precepto tampoco contempla un
específico régimen de garantías y saneamiento de las mercancías vendidas, a diferencia
de la regulación prevista en el artículo 1.532 C.c.
El BGB regulaba la venta en globo en el & 469, en el que disponía que si de varias
cosas vendidas sólo algunas de ellas están viciadas, sólo puede exigirse la redhibición
respecto a éstas incluso si se ha fijado un precio total por todas las cosas; pero, sin
embargo, si todas las cosas se vendieron formando un conjunto, cada parte puede exigir
que la redhibición se extienda a todas las cosas, si las viciadas no pueden separarse de
las otras sin perjuicio para ella. De ello se deduce que el citado parágrafo estaba
regulando el régimen de responsabilidad por vicios ocultos que tuvieren las cosas
corporales que integran el conjunto, de manera que parece que se está pensando más en
una cosa compuesta que en una universalidad, por lo que no encontramos paralelismo
entre este precepto y nuestro artículo 1.532 regulador de la venta de un conjunto de
bienes, derechos, rentas y productos que constituyen una universalidad o, al menos, se
transmiten ‘sub specie universitatis’, esto es, como un objeto unitario de derecho a los
efectos del tráfico jurídico. La doctrina alemana también se refiere a esta modalidad de
momento della vendita, specialmente y beni accessori e le pertinenze, salva dimostrazione del
contrario”.
9
“Si...les merchandises ont été vendues en bloc, la vente est perfaite, quoique les
merchandises n´aient pas encore été pesées, comptées ou mesurées”.
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ventas10. Este parágrafo ha sido suprimido en la reciente Reforma del B.G.B. de 2.002,
si bien el nuevo & 453 B.G.B., se refiere expresamente a la compra de derechos, a la
que hace extensivas las disposiciones sobre compraventa de cosas, debiendo soportar el
vendedor los gastos de constitución y transmisión del derecho, del mismo modo que si
se ha vendido un derecho que faculta a poseer una cosa, está obligado el vendedor a
entregarla al comprador libre de vicios de la cosa y de vicios jurídicos.
La doctrina de estos países se ha planteado esta modalidad de ventas, si bien lo
han hecho desde una perspectiva diferente a como lo hace el legislador español. Así, por
ejemplo, en torno al artículo 1.585 del Code civil francés que, como vimos, distingue,
en relación a la venta de mercancías, que éstas sean vendidas “en bloc”, o bien, “al peso,
cuenta o medida”, estableciendo, respecto a éstas últimas, que la venta no es perfecta
hasta que las mercancías sean pesadas, contadas o medidas, a diferencia de lo que ocurre
en la venta en bloque, que se perfecciona sin necesidad de que lo sean (cfr. art. 1.585
Code civil), la doctrina se ha pronunciado claramente a favor de una distinción entre la
venta al peso, cuenta o medida y la venta en bloque o en globo,. señalando efectos
diferentes para ambas modalidades de venta, si bien sin pronunciarse acerca de la
existencia de un específico régimen de responsabilidad del vendedor en la venta en
globo, posiblemente por considerar que éste se rige por el régimen normal de la
compraventa ordinaria. Son especialmente interesantes los comentarios a este artículo
10
Así, KÖHLER, en Standinger Kommentar zum B.G.B. (& 437 B.G.B.), Berlín, 1.978,
pág. 65, admite que pueden ser objeto de compraventa una serie de conjuntos patrimoniales (v. gr.,
inventario de un negocio, bibliotecas, colección de sellos, mobiliario doméstico, etc.), admitiendo
(págs. 129 y ss.) que este precepto es aplicable también a los derechos enajenados en el marco de
la venta de una empresa o de un conjunto de cosas o derechos, afirmando que no existe
responsabilidad del vendedor por ningún tipo de cualidades del derecho vendido, si no hubo
estipulación, a diferencia del & 459.1º B.G.B. Por su parte, HONSELL, “Comentario a los
parágrafos 459 y ss.”, en Standinger Kommentar zum B.G.B., Berlín, 1.978, pág. 317, admite
aplicar las reglas sobre vicios de la cosa vendida a conjuntos de derechos vendidos, como derechos
de clientela, cuentas bancarias, derechos de garantía, derechos de protección profesional, derechos
de usufructo, así como a otros valores patrimoniales incorporales, como clientela fija, relaciones
negociales, secretos de empresa, etc. Por su parte, MEDICUS, Tratado de las relaciones
obligacionales, Vol. 1º, 1ª edc. española dirigida y traducida por MARTINEZ SARRION,
Barcelona, 1.995, págs. 447 y ss. admite plenamente, en el marco del B.G.B. la venta de derechos
incorporales y aun materias que ni siquiera representan derechos (por ejemplo, la clientela o el
conocimiento de un procedimiento secreto). Pueden ser objeto de venta, en tal sentido, los
derechos transmisibles, como participaciones sociales o patentes.
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formulados por los grandes exégetas franceses del siglo XIX, cuyas aportaciones
doctrinales han sido continuadas por los tratadistas posteriores11.
En relación al Derecho italiano, no existe, como ya hemos visto, ninguna norma
similar a nuestro artículo 1.532 C.c., que establezca un régimen especial de
responsabilidad del vendedor en las ventas de masas de bienes y derechos. Pero lo cierto
es que este Ordenamiento contempla en algunos preceptos dispersos la institución de la
‘universitas’, regulando diversos aspectos de la misma, si bien no contiene ninguna
norma específica reguladora de la circulación o transmisión de dichas universalidades12.
11
Ya TROPLONG, en su magistral obra Le droit Civil (De la Vente), 4ª edc. Paris, 1845,
págs. 89 y ss., comentando el artículo 1.585 de Code Napoleón, afirma que, tratándose de
mercancías, la venta puede hacerse en bloque, o bien convenir que las mismas serán contadas,
medidas o pesadas, considerando que, en el primer supuesto (venta en bloque o en globo), la venta
es pura y simple y se perfecciona por el mero consentimiento de las partes. Evidentemente, se está
refiriendo a lo que los romanos denominaban “vendita per aversionem” (L. 62, & 2, Dig. De cont.
Emp.). Se trata de una venta que recae sobre una pluralidad de objetos contenidos en un mismo
espacio físico (almacen, silo, etc.), recayendo sobre la totalidad de las mercancías guardadas o
depositadas en ese lugar. Según Troplong, que sigue en este punto a POTHIER, la venta en bloque
se diferencia de la venta a cuenta, medida o peso por las siguientes reglas: 1ª: En la venta en
bloque, el precio es acordado unitariamente o alzadamente para la totalidad de las mercancías, a
diferencia de lo que ocurre con la venta a medida, en que se pacta un precio para cada unidad de
medida (o peso), en cuyo caso el riesgo de la venta recae sobre el vendedor. 2ª: La venta será
también efectuada al peso, cuenta o medida cuando, pese a fijarse un precio unitario o global,
cuando se vende un determinado porcentaje o cantidad de mercanías o bienes. En cambio, cuando
se vende por un precio único una determinada masa de bienes o cosas, estaremos ante una “vente
en bloc o per aversionem”. En definitiva, en la venta en bloque, el precio es cierto y la cosa está
determinada; los elementos del contrato se presentan sin modificaciones y con un carácter puro y
simple. En parecidos términos se expresa, MARCADE, en Explication théorique et practique du
Code Napoleón, Tomo VIº, 6ª edc., Paris, 1.868, págs. 150 y ss., quien comentando el artículo
citado afirma que “La vente est faite en bloc lorsqu´elle présente tout à la fois ces deux
circontances: 1º que les coses sont vendues en masse et dans leurs ensemble; 2º que elles sont
vendues par un s eúl et unique prix... On doit dire que, quand même l´indication de la quantité
serait mise en première ligne, la vente serait toujour une vente en bloc, du moment que les coses
qui en font l´objet (et que l´on vend pour un prix unique) sont vendues dans leur ensemble et
comme un seúl tout..., la circonstance qu´il y a indication de la quantité, et que cette indication se
trouve même en premier ordre, n´empêche pas que l´objet de la vente ne soit réellement le sac de
café, le troupeau ou la cuve de vin, c´est-a-dire un corp certain; et comme la vente est d´ailleurs
fait pour un seúl prix, c´est donc bien une vente en bloc”.
12
Vid., en tal sentido, MIRAGLIA, “La vendita di universalità”, en A.A.V.V., Codice de la
Vendita (obra dirigida por Buonocore y Luminoso), Milano, 2.001, págs. 193-204. Cita la autora
los diversos preceptos reguladores de la universalidad de bienes, en particular el art. 816.1º Cod.
Civ., que la define como “la pluralità di cose che appartengono alla stesssa persona e hanno una
destinazione unitaria”. Junta a esta norma, otras regulan aspectos parciales de la universalidad,
como el art. 2.914.3º Cod. Civ., relativo a la venta de universalidad, pero sólo para ratificar su
oponibilidad al acreedor pignorante) y el art. 771.2º, en materia de donación de universalidades,
para establecer que la donación incluye las cosas que se vayan incorporando a la totalidad antes de
su transmisión. Otros artículos contemplan también otros aspectos parciales de la universalidad,
como el art. 1.156 (posesión y usucapión), 2.784 (prenda), 994 (usufructo). Por otra parte, en
19
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Tampoco encontramos ningún pronunciamiento en el Derecho italiano acera de la
responsabilidad del vendedor de la universalidad, lo que ha llevado a algún autor a
defender la aplicación analógica del artículo 1.542 del Codice civile, en relación a la
venta de herencia sin especificación de sus elementos integrantes, en virtud del cual el
vendedor sólo responde de su cualidad de heredero, de manera que, mutatis mutandi, se
admite doctrinalmente la posibilidad de que el vendedor sólo responda de la existencia y
de la legitimidad del conjunto patrimonial o universalidad vendida y no individualmente
por todos y cada uno de los elementos que la integran13.
Acredita esta carencia de precedentes en Derecho comparado el hecho de que
GARCIA GOYENA, al comentar los orígenes de esta norma, no haya señalado ninguna
otra codificación que le sirviera de fuente, no estableciendo tampoco ninguna
concordancia de la misma con otros textos legales extranjeros, ni siquiera para
establecer diferencias con el texto español o para expresar las dificultades o la facilidad
de adaptación a nuestro sistema14. La introducción de este precepto en el Código civil
español se debe, sin ningún género de duda, al precedente que supuso la redacción del
Proyecto de 1.851, en el que fue recogido como artículo 1.463, dentro del capítulo
dedicado a la transmisión de créditos y demás derechos incorporales, manteniéndose
después en los diversos proyectos y anteproyectos que precedieron al actual Código, en
materia de circulación o transmisión de universalidades, el Codice regula separadamente, dándoles
un tratamiento jurídico específico y diferenciado, la venta de herencia (arts. 1.542-1.547 C.c) y la
venta de empresa (arts. 2.556-2560 C.c.).
13
En tal sentido, vid., MIRAGLIA, op. cit., pág. 199, que basa esta aplicación analógica en
el hecho de que ambas masas patrimoniales presentan unicidad de titular y carácter unitario del
objeto. También se pronuncian en similares términos, RUBINO, La compravendita (reimp. de la 2ª
edc. revisada y ampliada), Milano, 1.971, pág. 139; RASCIO, Voce ‘Univarsalità patrimoniale’, en
Novísimo Digesto Italiano, XXº, 1.982, pág. 108, para quienes el vendedor no responde ni a título
de garantía ni de culpa del número o cantidad de los elementos que integran la universalidad, de
sus defectos o vicios, de la pérdida por alguno de ellos de alguna cualidad esencial para el uso a
que normalmente se le destina, salvo que se haya pactado expresamente lo contrario en el contrato
y elevado a la categoría de presupuesto esencial del mismo ex art. 1.497 C.c. En cambio, sí
admiten estos autores que la pérdida de un elemento esencial para el conjunto pueda comportar
responsabilidad del vendedor: “il mancato trasferimento de determinati beni, que potevano
sembrares appartenenti all´universitas, non comporta inadempimento della vendita. Viceversa il
venditore risponde si i bici delle singole cose –non necesariamente di tutti-- siano tali da
compromettere la funzione economico sociale del complexo derivante dal vincolo di destinazione
unitaria” (RUBINO, op. cit., pág. 140). Tal conclusión la encontramos especialmente en los
autores que se han ocupado del estudio de la venta de empresa.
14
Vid.,GARCIA GOYENA, Concordancias, motivos y comentarios del Código Civil
español, Tm. IIIº, reimpr. de la edición de Madrid de 1.852, Barcelona, 1.973, pág. 433.
20
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el que fue incluido. Ningún autor cita ningún precedente de este precepto en el Derecho
comparado anterior a nuestra codificación15. No aparece precepto alguno de carácter
similar en el Código francés de 1.804, en los Códigos civiles italiano o portugués de
1.865, ni en el Cantonal de Vaud, que tanta influencia ejercieron en los codificadores
españoles16. No obstante, la norma del artículo 1.532, pese a carecer de precedentes en
el ámbito del Derecho comparado, ha inspirado a alguna legislación extranjera17.
Otra particularidad que presenta el artículo 1.532 C.c. es la carencia de análisis
doctrinales profundos de dicho precepto. En el ámbito civilista tan sólo los
comentaristas del Código civil han analizado con cierto detenimiento esta norma18,
hasta la reciente publicación de la única monografía dedicada a este precepto, obra de
15
PEÑA BERNALDO DE QUIROS, El Anteproyecto de Código Civil español (1.8821.888), Madrid, 1.965, págs. 589 y 560. El autor sólo contempla como precedente del art. 1.559
del Anteproyecto (regulador de la venta alzada o en globo) el art. 1.463 del Proyecto de 1.851,
descartando cualquier otra norma de Derecho comparado como posible precedente de este
precepto, ya que el art. 1.697 del Code francés es concordante con el artículo siguiente del
Anteproyecto (art. 1560, relativo a la venta de herencia), lo mismo que el art. 1.547 del Código
holandés y el art. 1.545 del Código italiano de 1.865 (concordante éste último con el art. 1.558 del
Anteproyecto, también relativo a la venta de herencia), artículos que el mencionado art. 1.559 del
Anteproyecto cita expresamente de manera errónea, como destaca el comentarista.
16
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 25.
17
GARCIA CANTERO, op. cit., pág.747 (nota al pie núm. 48), cita expresamente el art.
1.631 del Código civil filipino (“One who sells for a lump sum the whole of certain rhigts, rents,
or products, shall comply by answering for the legitimacy of the whole in general; but he shall not
by obliged to warrant each of the various parts of which it may composed, except in the case of
eviction from the whole or the part of greater value”.). Como se puede observar, este artículo es
una traducción casi literal del nuestro, lo que no debe extrañarnos dado que el Código Civil
español estuvo vigente en Filipinas desde su entrada en vigor en 1.889 hasta la independencia de
esta colonia ultramarina en 1.898, inspirando nuestro Código la legislación civil de este país.
18
En concreto podemos señalar los comentarios al art. 1.532 C.c. de SCAEVOLA, Código
Civil concordado y comentado extensamente, Tm. XXIIIº, vol. 2º, 1ª ed., págs. 952 ss., Madrid,
1.906. MANRESA-BLOCH, Comentarios al Código Civil español, Tm. X, vol. 1º, 6ª ed., págs.
586 a 588, Madrid, 1.969. VAZQUEZ IRUZUBIETA, Doctrina y Jurisprudencia del Código
Civil, 3ª ed., Madrid, 1.989, pág. 2.718. ALBACAR LOPEZ, Código Civil. Doctrina y
Jurisprudencia, 1ª ed., Madrid, 1.991, pág. 498. Más recientemente, PANTALEON PRIETO,
“Comentario al art. 1532 C.c.”, en Comentario..., cit., págs. 1.037 y 1.038. También hemos de
destacar el análisis que de dicho artículo realiza BADENES GASSET, en El contrato de
compraventa, Tm. IIº, Barcelona, 1.979, págs. 1.109-1.146. Una breve mención a la cesión de la
totalidad de ciertos derechos, rentas o productos la encontramos en GONZALEZ POVEDA,
Compraventa y opción de compra, Madrid, 1.994, pág. 165 s. Por último, BERCOVITZ
RODRIGUEZ-CANO, “Comentario a la Sentencia de 13 de mayo de 1.983”, en Cuadernos
Cívitas de Jurisprudencia Civil, abril-agosto 1.983, págs. 604 ss. (dicha Sentencia aplica por
analogía el art. 1.532 a la dación en pago de un conjunto de bienes y derechos). Esta bibliografía se
completa con diversos comentarios que realizan de este precepto los mercantilistas que han
abordado los temas de la venta de empresa y de la aportación de empresa a sociedad, bibliografía
que citaremos en el Capítulo dedicado a estas figuras.
21
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NAVARRO PEREZ19, quien aborda la problemática de este artículo del Código de
forma sistemática, estudiando cuestiones que hasta el presente no habían sido analizadas
por la doctrina estudiosa del tema, tratando de profundizar en las posibilidades de esta
institución.
Finalmente, hemos de indicar que tampoco la Jurisprudencia del Tribunal
Supremo ha estudiado ni analizado el art. 1.532 C.c. de forma detenida, siendo muy
escasas las sentencias que hacen referencia a la venta alzada o en globo de la totalidad
de ciertos derechos, rentas o productos, contemplándola casi siempre de pasada y sin
profundizar acerca de su naturaleza y alcance, sentencias que tendremos ocasión de
comentar a lo largo de este estudio. No obstante, hemos de poner de manifiesto que esta
modalidad de ventas es una gran desconocida para nuestros Tribunales, no sólo para el
Supremo sino también para los inferiores, que no han sido capaces de captar las
enormes potencialidades de esta institución jurídica.
2.- ANTECEDENTES HISTORICOS DE LA INSTITUCION.El origen histórico del art. 1.532 C.c. se encuentra en un texto de las Partidas,
concretamente en P. 5, 5, 34, no pareciendo tener precedentes ni en la Compilación
justinianea ni en la Glosa20. Ello nos plantea como problema inicial el de determinar si
en el Derecho Romano se admitía la cesión de derechos incorporales y, por otro lado, si
el pensamiento jurídico romano llegó a aceptar o no la existencia de las universalidades.
A continuación analizaremos el tratamiento que las Partidas dan a la institución, viendo
seguidamente cómo la misma se va configurando, tras ser objeto de comentario y glosa
por parte de los tratadistas hispanos de los siglos XVI, XVII y XVIII, hasta quedar
claramente delimitada en el Proyecto de 1.851 y en el Anteproyecto de 1.882-1.888,
hasta llegar al Código civil.
19
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., 1.996.
20
Vid. GARCIA GOYENA, op. cit., pág. 433. En el mismo sentido se han pronunciado
ARIAS RAMOS Y ARIAS BONET, “La compraventa en las Partidas (un estudio sobre los
precedentes del título 5 de la quinta Partida), Vol. IIº”, en Estudios Históricos, en Centenario de la
Ley del Notariado, Madrid, 1.965, pág. 385. Igualmente, GARCIA CANTERO, op. cit., pág. 747;
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 21.
22
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2.1.- El Derecho Romano.En relación al objeto de la venta en este Ordenamiento, hemos de comenzar
afirmando que los grandes juristas romanos se referían al mismo con el término genérico
de ‘merx’, con el que se diferencia este elemento de la venta con el objeto de la permuta
(Paul., D. 19, 4, 1 pr.). tenía tal consideración cualquier cosa susceptible de integrarse en
el patrimonio de una persona, no sólo cosas corporales, sino incluso incorporales, en
concreto, cualquier derecho subjetivo patrimonial que, considerado en su objetividad,
pudiera pasar o transmitirse del patrimonio de una persona al de otra21.
Junto a las cosas materiales, el Derecho Romano admitía la transmisión de los
ciertos elementos incorporales. Así, podían transmitirse mediante precio algunos
derechos reales limitados, tales como el ius emphyteuticarium o el ius superficiei.
Distinta era la situación del derecho de servidumbre predial que, por su estrecha
vinculación al fundo que gravaba, no podía transmitirse por su titular al propietario d
otro fundo. También podía transmitirse los créditos (o mejor, en la terminología romana,
las acciones que los protegían: el medio más usual de transmitirlos, en derecho clásico,
consistía en que el acreedor nombrase como representante suyo (cognitor o procurator)
en el proceso a la persona a la que, en el eventual proceso, quería transmitir su derecho,
dado el carácter eminentemente subjetivo que tenía este derecho en la época clásica, y,
consecuentemente, intransmisible22. Lentamente, con el transcurso del tiempo, se van
21
Vid. ARANGIO-RUIZ, La compravendita in Diritto Romano, 2ª edc. Napoli, 1.954, pág.
113.
22
En tal sentido hemos de constatar que la posibilidad de ceder un derecho de crédito fue
un resultado alcanzado mediante la aplicación lenta y progresiva de ciertos recursos prácticos. La
principal dificultad que se oponía a la transmisión del crédito radicaba precisamente en el carácter
incorporal de este derecho: las cosas corporales podían transmitirse mediante su entrega física,
pero no cabe hacer lo mismo con un derecho por tratarse de una cosa incorporal (Gayo, II, 38). No
obstante, tras la introducción del procedimiento formulario en Derecho romano, la inexistencia de
la cesión pudo subsanarse mediante la representación procesal: el acreedor otorga un mandato a
favor de quien desea que reciba el beneficio económico de la cesión, con el objeto de que pueda
demandar al deudor. En definitiva, para conseguir el resultado práctico de la cesión y, al mismo
tiempo, para evitar los inconvenientes que suponía la novación para cambiar a la persona del
acreedor, sin desmentir el principio o dogma de la intransmisibilidad inter vivos de los créditos, se
acudió al expediente de la cesión, no del crédito (es decir, de su titularidad), sino del derecho a
hacerlo efectivo (cessio actionum). Cfr., DE DIEGO, Transmisión de las obligaciones, 1ª ed.
Madrid, 1.912, pág.167; IGLESIAS, Derecho Romano (Instituciones de Derecho privado), 6ª ed.
revisada, 1.972, pág. 523; GAVIDIA, La cesión de créditos. Sistema español de cesión de créditos
(formación, sistema traslativo y protección del deudor), 1ª ed., Valencia, 1.993, págs. 22 y 23; “La
23
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corrigiendo los defectos de la cesión en forma de mandato y, a partir de Antonino Pío,
se manifiesta la tendencia a permitir que el efectivo cesionario de un crédito lo haga
valer en su propio nombre por medio de la actio utilis, al mismo tiempo que se impedía
que lo reclamara el cedente recurriendo a una exceptio doli. Se conceden acciones útiles
al comprador de la herencia, del crédito, al marido en caso de dote consistente en
créditos, al legatario y al donatario de un crédito. De esta forma el cesionario del
derecho a exigir el crédito demandaba en nombre propio y su derecho era irrevocable,
no quedando afectado por la muerte del cedente23. Parece claro, pues, que a pesar de la
proclamación de la regla de intransmisibilidad de los créditos, se logró facilitar una vía
para alcanzar su resultado práctico, hasta el punto de que hay autores (WINDSCHEID,
BHÄR, BOHMER O SALPIUS) que llegaron a sostener que en el derecho justinianeo
se llegó a admitir una verdadera cesión. En cambio, los glosadores siguieron
manteniendo el dogma de intransmisibilidad inter vivos de los créditos, llegándose así a
las Partidas (P, 3, 18, 64), en las que se supone que el cesionario no puede ejercitar la
acción o el derecho cedido más que como mandatario o procurator in rem suam del
cedente24.
También podía ser objeto de compraventa una herencia, pero nunca una herencia
futura, impidiéndolo la indeterminación del objeto y el rechazo de los juristas romanos a
todo acuerdo o convención relativas a la herencia de una persona viva; ahora bien, los
romanos no concebían esta venta como la venta unitaria de un conjunto de bienes, sino
que los diversos elementos que integraban la masa hereditaria debía de ser transmitido
mediante un negocio singular o individualizado, lo que no significa que el concepto de
venta de herencia sea inútil en el Derecho Romano, en el sentido de que existan tantas
compraventas cuantos elementos integran la masa, pues en realidad la compraventa
tiene por objeto aquellos elementos singulares en tanto que pertenecen al vendedor en
virtud de un título hereditario, por lo que la garantía por evicción y por vicios ocultos
decaía, respondiendo el vendedor sólo del hecho o acto propio que disminuyese el valor
formación del sistema francés codificado de cesión de créditos: la cesión y la transmisión inter
vivos de otros bienes”, en Anuario de Derecho Civil, 1.990-IV, pág. 1.097.
23
DE DIEGO, op. cit., últ. loc. cit.
24
Cfr., GAVIDIA, “La cesión..., cit., pág. 24.
24
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venal del objeto u objetos transmitidos25. Lo cierto es que ha sido muy debatida en la
doctrina romanística cuál fuera la concepción clásica de la hereditas26. Lo cierto es que
para el genio jurídico romano era plenamente admisible la venta de herencia. El objeto
de la venta es la hereditas en sentido global (cosas, créditos y deudas). Desde un punto
de vista realista, el objeto de venta es lo percibido ex hereditate (cosa indeterminada,
pero determinable según las normas de las normas de las fuentes que parten de
considerar obligado entregar por el vendedor todo lo que ‘ex hereditate pervenerit’)27.
Por eso, la primera responsabilidad del vendedor es por la consistencia de la herencia:
ésta ha de ser causada y el vendedor ha de entregar al comprador todo lo que le llegara a
título hereditario, de manera que todo derecho proveniente de la herencia que le llegara
al vendedor, ha de cederlo al comprador, respondiendo igualmente por dolo, que es una
responsabilidad normal en toda compraventa, no respondiendo en cambio de evicción.
Ello es así por la índole compleja de la venta: el vendedor sólo se obliga a entregar las
cosas hereditarias, el ‘quod hereditate pervenerit’; por eso, si un tercero reivindica una
cosa, es por que no formaba parte integrante de la herencia. Por tanto, el vendedor no
responde de evicción, pero sí responde de su cualidad de heredero, de su misma
actuación28. La ausencia de responsabilidad por evicción del vendedor de la herencia se
desprende de los textos clásicos (D, 18.4.2.pr.)29. El vendedor normalmente en toda
venta responde de evicción. Únicamente no responde en la venta de herencia, como
25
Vid., ARANGIO-RUIZ, op. cit., pág. 116.
26
Así, se ha discutido si ésta cosntituía una successio, si dentro de la successio se distinguía
en época clásica entre successio per universitatem y successio in singulas res, y sobretodo se ha
discutido la famosa definición de la hereditas como successio in universum ius. Vid. sobre este
particular, TORRENT, Venditio hereditatis. La venta de herencia en Derecho Romano,
Salamanca, 1.966, págs. 193 y ss.
27
TORRENT, op. cit., pág. 235.
28
Siguiendo a TORRENT (op. et loc. cits.), es preciso destacar que en la venta de herencia
juegan una serie de cláusulas complejas, tales como la que estipula que el comprador no tendrá
más ni menos derechos de los que tuviera el vendedor (neque amplius neque minus iuris emptor
habert quam venditor); por eso, el comprador, que está a todas las ventajas de la herencia, también
está a los perjuicios, debiendo responder el comprador de las cargas de la herencia.
29
D, 18.4.2.pr (Ulp. 49 ad Sab.): “Venditor hereditatis de evictione non debet, cum id inter
ementem et vendentem agatur, ut neque amplius neque amplius neque minus iuris emptorhabeat
quam apud heredem futurum esset: plane de ipso venditor satisdare cogendus est”. De este
fragmento se deduce claramente que el vendedor no responde de evicción, estando claro que el
vendedor no tendrá ni más ni menos derecho del que habrá de tener el heredero. Pero el vendedor
responde de su propia actuación. El heredero no responde de evicción porque responde de algo
más: de su propia cualidad de heredero.
25
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hemos visto en el texto de ULPIANO, por razón de que responde de su cualidad de
heredero.
Se vendía todo lo que pertenecía a la herencia; ello supone que la hereditas se veía
como un todo, como una ‘universitas’, pero el hecho de que pasaran al comprador la
totalidad de las cosas (‘universitas rerum’), y hubiera que estipular la cesión de las
obligaciones, da a entender que, en la concepción romana clásica, no se vendía una
entidad única comprensiva idealmente de cosas y derechos (‘universitas iuris’). Ello nos
lleva a plantearnos la admisibilidad en este Ordenamiento de la existencia de la
‘universitas’. Si es discutible la admisión por el Derecho Romano de la cesión del
derecho de crédito, resulta aun más complejo determinar si llegó a admitirse la
existencia de las universalidades de cosas. La doctrina es unánime a la hora de aceptar la
existencia en Roma del concepto de ‘universitas’ (que hasta en su denominación actual
conserva la impronta de su origen)30, si bien este concepto no está todavía
completamente aclarado, habiendo sido objeto de una interesante polémica doctrinal, a
la que nos referiremos más adelante. Lo cierto es que la doctrina no discute solamente
su significado exacto sino, incluso, el momento histórico de su aparición, esto es, si
pertenece o no al periodo clásico, por lo que conviene referirse a los textos más
importantes y a las principales teorías que se han formulado sobre ellos31. En la época
clásica encontramos un texto de POMPONIO32 que contiene una tripartición de los
30
Tal postura es mantenida, entre otros, por GOMA SALCEDO, “La universitas como
posible objeto de Derecho”, en Estudios de Derecho Privado, Tm. 1, Madrid, 1.962, pág. 289;
PUGLIATTI, “Riflessioni in tema di “universitas”, en Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura
Civile (dirigida por Antonio Cicu), IX, 1.955, págs. 957 ss., para quien “si deve ammetere che la
espressioni “universitas aedium, aedifici, fundi” fossero adoperate nelle fonti giuridiche e
letterarie per significare l´integrità di una cosa semplice o composta nel senso di universum
fundus, universa aedes; e si può riconoscere che l´integrità e la collettività non sono da
confondere con l´unità”. En el mismo sentido se pronuncian también ciertos romanistas :
MIQUEL, Derecho Privado Romano, Madrid, 1.992, págs. 88 ss.; VOLTERRA, Instituciones de
Derecho Privado Romano, Madrid, 1.986, págs. 301 ss.; IGLESIAS, Derecho Romano
(Instituciones de Derecho privado), 6ª ed. revisada, 1.972, págs. 234 ss.
31
El uso del término universitas (o de su equivalente, ‘corpus ex distantibus’) es frecuente
en el Digesto, con diversos significados, hablándose de universitas a propósito de: a) el sujeto
colectivo o grupo de personas considerado en su totalidad, la universitas personarum. b) La cosa
compuesta (un edificio). c) La cosa total o íntegra, por oposición a la parte. d) Una pluralidad de
cosas considerada como pluralidad y no como un todo unitario. e) La hereditas. f) Las que
posteriormente se denominarán universitates facti o rerum (el rebaño)
32
D., 41,3, 30, pr.: “... Tria autem genera sunt corporum, unum quod continentur uno
spiritu et Graece `enomenon´ evocatur, ut homo tignum lapis et similia: alterum, quod ex
26
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‘corpora’, en la que la doctrina ha querido ver el más claro antecedente del concepto de
‘universitas’, al referirse a los ‘corpora ex distantibus’. Este texto distingue entre cosas
simples, que constituyen una unidad orgánica independiente (un esclavo, una viga, una
piedra); cosas compuestas, integradas por otras singulares (un edificio, una nave, un
armario); y, finalmente, aquellas cosas constituidas por agregados de cosas homogéneas,
que aunque no estén unidas entre ellas, de manera material, no obstante, forman un todo
único (por ejemplo, un rebaño). Estas cosas poseen un régimen unitario: no sólo la
‘universitas’ o ‘corpus ex distantibus’ es objeto unitario de derechos y de negocios
jurídicos (por ejemplo, se reivindica un rebaño como una cosa única y no cada uno de
los animales que lo componen; de forma análoga, se tiene un legatum, un pignus, un
usufructus gregis y puede concebirse una compraventa universaliter del rebaño)33. Pero
es en concreto un texto de ULPIANO el que califica ya de universitas’ al rebaño34.
Aunque no hemos encontrado ningún texto concreto que haga referencia al
régimen de responsabilidad del vendedor de la ‘universitas rerum’, entendemos
trasladable al mismo el texto de ULPIANO respecto a la responsabilidad del vendedor
de la herencia, en tanto en cuanto ésta era concebida en Roma como ‘universitas rerum’,
por lo que no vemos ningún obstáculo serio para afirmar que el vendedor de la
‘universitas’ sólo respondía de su titularidad sobre la misma, en definitiva, de la
legitimidad de la transmisión del conjunto o globalidad, debiendo descartarse la
existencia de una responsabilidad individualizada por la pérdida por evicción de bienes
o elementos concretos de la misma. Por ello, entendemos que es posible encontrar en el
Derecho Romano un precedente lejano no ya del específico régimen de responsabilidad
del vendedor de la herencia en la mayor parte de los Ordenamientos de nuestro entorno,
sino también del especial régimen de responsabilidad que consagra el Código de las
Siete Partidas para la venta de determinadas globalidades de bienes y derechos (venta de
las rentas de un almojarifazgo y de una heredad), que constituye el precedente directo,
contingentibus, hoc est, pluribus inter se coherentibus constat, quod `sunemmenon´ vocatur, ut
aedificium navis armarium: tertium, quod ex distantibus constat, ut corpora plura non soluta, sed
uni nomini subiecta, veluti, populus legio grex...” .
33
Cfr., VOLTERRA, op. cit., pág. 303. IGLESIAS, op. cit., pág. 235.
34
D.70, 3, VII, 1, donde se habla del legado de usufructo “gregis vel armenti vel equitii, id
est universiatis”.
27
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como veremos a continuación, del régimen de la venta en globo consagrado por el
artículo 1.532 C.c.
Finalmente, hemos de hacer una breve referencia al tratamiento jurídico que el
Derecho Romano daba a la evicción, institución ésta que conoció una evolución en el
transcurso del tiempo. Así, en la época clásica, si el comprador, en caso de ‘mancipatio’, era
demandado en juicio por un tercero, acerca de la propiedad del objeto adquirido, antes de que
transcurriera el tiempo suficiente para que adquiriera la propiedad del mismo por usucapio, el
comprador podía requerir al vendedor para que compareciera en juicio, con el objeto de que
hiciese acto de presencia en el mismo y le defendiera en el procedimiento (litis subsistere). El
hecho de comunicar el litigio al vendedor tenía por finalidad el evitar que éste, después, pudiese
alegar que la cosa se perdió por causa de una defectuosa defensa. Cuando no se había celebrado
‘mancipatio’, lo más frecuente era que las partes celebraran una ‘stipulatio’ en la cual se
determinaban las consecuencias para el caso de evicción, y que podía consistir en el duplo del
precio (stipulatio duplae), o simplemente una indemnización de los daños causados (stipulatio
habere licere). Como estas estipulaciones marginales no siempre se realizaban por las partes,
era frecuente que se quedara sin garantías el comprador que había resultado defraudado en la
venta, y , por ello, llega un momento en que se faculta al comprador para que mediante la ‘actio
empti’ pudiera exigir al vendedor una garantía para el caso de evicción (D. XIX, 1, II, y XXI, 2,
37). Así, en el Derecho romano clásico, en caso de evicción, podían darse tres supuestos y
consiguientemente tres soluciones: en primer lugar, que la venta fuese seguida de ‘mancipatio;
en este caso el comprador, para hacer efectiva la responsabilidad por evicción, dispone de la
actio auctoritatis. En segundo lugar, que no hubiese habido ‘mancipatio’, pero sí un negocio
marginal a la venta, o ‘stipulatio’, en cuyo caso dispone el comprador de la llamada ‘actio
stipulatu’. Finalmente, en tercer lugar, para el caso de que únicamente se hubiese realizado la
venta, el comprador disponía de la ‘actio empti’. Sin embargo, los derechos que se conceden al
comprador en caso de evicción son renunciables, ya que las partes pueden hacer un ‘pactum de
non praestanda evictione’. En el Derecho Romano postclásico, como garantía del comprador
que le asegure la pacífica posesión, se establece en las Sentencias de Paulo (Sententiae II, 17, 2
y 3), a su favor la pena del duplo, que se recoge igualmente en el Breviario de Alarico, y que
pesa sobre el vendedor.
Podemos deducir de la exposición precedente, y a título de conclusión, que el
Derecho Romano era reacio a admitir la transmisión ‘inter vivos’ de derechos de
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naturaleza incorporal. Llegó a admitirse la transmisibilidad de los derechos de crédito
mediante ciertas vías indirectas, pero sin que existiese un reconocimiento expreso de tal
posibilidad. Con respecto a las ‘universitates’, deducimos que el Derecho romano
conoció el término, pero no el concepto jurídico que actualmente se acepta por la
doctrina mayoritaria. La ‘universitas’ no es configurada como un objeto de derecho,
sino como un simple agregado de cosas singulares, aunadas para cumplir unos
determinados fines, de tal manera que el término expresa la totalidad, la agrupación, en
oposición a la parte, a lo singular.
2.2.- El Código de las Siete Partidas.
El texto del artículo 1.532 C.c. proviene del Proyecto de 1.851, concretamente de
su artículo 1.463. En dicho precepto se indica que la norma tiene su origen en las
Partidas, concretamente en la ley 34, título 5, Partida 5 del Código alfonsino, no
existiendo ningún precedente anterior en el Derecho romano, así como tampoco en el
Derecho altomedieval español35 ni en la Glosa, de tal manera que las ventas alzadas o en
35
Vid., al respecto, FERNANDEZ ESPINAR, “La compraventa en el Derecho medieval
español”, en Anuario de Historia del Derecho español, tomo XXV, Madrid, 1955, págs. 293 ss. En
su amplio trabajo, este autor realiza un extenso recorrido por la evolución del contrato de
compraventa en diversos reinos peninsulares, partiendo del periodo clásico del Derecho romano
hasta la aparición del Código alfonsino; en definitiva, abarcando el periodo histórico conocido
como Alta Edad Media, periodo en el que, juntamente con reminiscencias romanas y germánicas,
aparecen entrelazados ciertos elementos autóctonos de nuestra Península, en la configuración del
contrato de compraventa.
Contempla cómo en el Derecho romano clásico y postclásico pueden se objeto de
compraventa tanto cosas corporales como incorporales, naciendo ya en época clásica la
responsabilidad por evicción en el vendedor, que siempre era renunciable por el comprador. Es de
destacar que en Derecho romano postclásico no se admitía la venta de herencia futura ni de predios
sobre los que pesara un censo fiscal, salvo que se transfiriese al comprador dicha carga, lo que
perdura en los principales fueros municipales hispánicos de la época de la Reconquista.
Durante la Reconquista, los pobladores de las villas repobladas tendrán limitada su facultad
de vender la totalidad de sus bienes patrimoniales, ya que deberán conservar al menos un solar de
cinco cabnadas, una casa, la era y el huerto, para impedir su marcha a otro lugar (Fuero Viejo de
Castilla, IV, I, 10), limitaciones que desaparecen ya en el Fuero de Cuenca (II, 1), donde se faculta
a sus habitantes a vender “toda presura y toda su heredad”. No obstante, determinados Fueros
municipales admiten la posibilidad de venta de heredades, siempre que se satisfagan previamente
por el vendedor los tributos adeudados, o al menos se transfieran al comprador dichos gravámenes,
que menciona al respecto el Fuero de Jaca, 18). Por lo demás en esta época no pueden ser objeto
de venta los cargos públicos (Fuero de Alcalá, 183). Igualmente, es principio general, aceptado
tanto por la legislación castellana como aragonesa, la prohibición de la venta de herencia futura,
mientras no haya tenido lugar la partición de la misma y cada uno de los herederos conozca la parte
29
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globo de la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos se configuran como una
institución claramente hispánica que tiene su origen en el Derecho histórico español
bajomedieval, en concreto, en el Código de las Siete Partidas, cuya regulación sobre
compraventa ha regido en España durante más de seiscientos años y unos trescientos en
las colonias de Ultramar (no hemos de olvidar que el único texto foráneo que recoge
nuestra institución en la actualidad es el Código civil filipino)36. No obstante, ello no
impide que admitamos la posibilidad de que el Derecho Romano u otro posterior
conociese otra figura análoga, si bien no aparece como tal en los textos que conocemos.
Es doctrina aceptada pacíficamente por los historiadores del Derecho que para la
elaboración de las Siete Partidas de Alfonso Xº el Sabio se utilizaron con gran profusión
obras de Derecho romano37. ARIAS RAMOS y ARIAS BONET, en su completo
de herencia que le corresponde, que menciona al respecto el Fuero Viejo de Castilla, IV, I, 8, y los
Fueros de Aragón, 168).
Finalmente, en materia de saneamiento por evicción, durante la época de la Reconquista se
sigue la tradición del Derecho anterior (romano postclásico y visigodo), si bien se introducen
ciertas novedades con relación a la venta de ganados y heredades. La evicción en la venta de
ganados guarda bastante similitud con la de bienes muebles, siendo muy frecuentes las normas
contenidas al respecto en diversos fueros, ya que debía ser muy frecuente el robo de ganados y su
venta posterior, estableciéndose al respecto un procedimiento especial que defiende al comprador
ante la demanda del que manifiesta que aquél le fue robado. Para ponerse a salvo de cualquier
demanda, los fueros disponen que la compra de ganados debe hacerse con fiador de salvo y
testigos. Pues si no se tiene esa garantía, y después resulta que el ganado por él comprado es
robado, tiene que pagarlo doblado (Fuero de Cuenca, XL, 16; Fuero de Zorita, 798; Fuero de
Teruel, 719; Fuero de Soria, 112).
36
NAVARRRO PEREZ, La compraventa civil (antecedentes, comentario doctrinal,
Jurisprudencia y formularios), Granada, 1.993, pág. 25 ss. El autor critica el tratamiento que
GARCIA GOYENA da a la regulación jurídica de la compraventa, precisamente por su despego a
las Partidas al regular ciertas instituciones, no ciñéndose al Código alfonsino y al resto de nuestro
Derecho histórico cuanto debía, dado el gran apego del insigne jurista a la legislación civil
francesa. Afortunadamente, nuestros legisladores y codificadores de 1.889 se apartaron en materia
de compraventa de esta excesiva influencia francesa, volviendo sus ojos a la legislación histórica
patria, eludiendo el modelo francés que seguía el Proyecto de 1.851. No obstante, el Proyecto de
1.851 sigue claramente la tradición histórica española y, en concreto, a las Partidas en lo relativo a
las ventas alzadas o en globo.
37
Vid., PEREZ MARTIN, “La obra legislativa alfonsina y puesto que en ella ocupan las
Siete Partidas”, en Glossae Revista de Historia de Derecho Europeo, vol. 3º, Murcia, 1.991, págs.
9 ss., esp. 37-38. Del mismo autor, Fuentes romanas en las Partidas, igualmente en Glossae
Revista de Historia del Derecho Europeo, vol. 4, Murcia, 1.992, págs. 215 ss., esp., en relación a
la 5ª Partida, págs. 235-240. En esta última obra, el autor cita (pág. 221) un texto literal de
MARTINEZ MARINA (autor del monumental Ensayo histórico-crítico sobre la antigua
legislación y principales cuerpos legales de los reinos de León y Castilla, especialmente sobre el
Código de Don Alfonso el Sabio), quien afirmaba en su magna obra que “los doctores que
intervinieron en la redacción de las Partidas... no conocieron más manantial ni más tesoro de
erudición y doctrina civil y eclesiástica que las Decretales, Digesto y Código, y las opiniones de
sus glosadores, introdujeron en las Partidas la legislación romana y las opiniones de sus
30
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estudio acerca de la regulación jurídica de la compraventa en Las Partidas, plantean el
tema de las fuentes de su regulación, llegando a la conclusión de que el Código alfosino
se inspira principalmente, en especial en lo que hace referencia a la regulación de la
compraventa, en la ‘Summa codicis’ de AZON, Para ambos autores, la influencia de las
doctrinas de AZON es decisiva, si bien consideran inexacto caracterizar estas leyes
como una mera versión romance de lo expuesto por aquel autor en su ‘Summa codicis’,
siendo evidentes los contrastes entre ambas exposiciones38.
El título 5º, partida 5ª (“De las véndidas et de las compras”) regula la
compraventa en 67 leyes (Leyes 1-67), cuyo esquema formal inspira a GARCIA
GOYENA. Las 67 leyes se estructuran en trece apartados39, de los cuales el VIIº regula
intérpretes, alterando y aún arrollando toda nuestra constitución civil y eclesiástica en los puntos
más esenciales, con notable perjuicio de los derechos y regalías de nuestros soberanos”.
Refiriéndose a la 5ª Partida en particular el mencionado historiador critica la profunda influencia
del Derecho romano en la legislación alfonsina: “Sus compiladores tomaron todas las doctrinas
del Derecho civil y no hicieron más que trasladar o extractar las leyes del Código y Digesto, las
cuales en este ramo son generalmente muy conformes a la naturaleza y razón, y se han reputado
por la parte más apreciable de las Pandectas. Nuestros colectores hubieran contraído mayor
mérito, y su obra sería de grande estima y más digna de alabanza, si evitando las prolijidades y
otros defectos comunes a las Partidas y desprendiéndose del excesivo amor al Código oriental, le
hubieran abandonado en ciertos casos, prefiriendo en éstos los acuerdos y resoluciones
autorizadas por costumbres y leyes patrias, y por el uso continuado sin interrupción desde que
compiló el Código gótico hasta el Fuero de las leyes, y acaso más útiles a la sociedad”.
38
Vid., ARIAS RAMOS y ARIAS BONET, “La compraventa en Las Partidas..., op. cit.,
pág. 343. Entienden ambos autores que podrían seguirse dos vías diferenciadas para explicar estos
contrastes: a) la primera negar que la ‘Summa codicis’ de AZON tenga el carácter de única fuente,
siendo uno de los diversos elementos utilizados por los juristas castellanos. b) la segunda sería
considerar que los juristas castellanos no se inspiraron en el texto original de AZON, sino en una
versión del mismo, no enteramente igual, sobretodo en lo que se refiere a la contextura formal (esta
es la opinión que defienden los Sres. ARIAS, para quienes puede pensarse en unos apuntes
escolares derivados inmediatamente de las propias explicaciones de AZON o de su misma ‘Summa
codicis’, o, incluso, de una más pausada obra de refundición y síntesis de los materiales
azonianos). Del mismo modo, PEREZ MARTIN, La obra legislativa alfonsina..., cit., pág. 38,
nota 92, pone de manifiesto que tradicionalmente se ha supuesto que AZON había intervenido
personalmente en la redacción de las Partidas, pero que posteriormente se había impuesto la
opinión de fueron los discípulos de AZON, por quien los estudiantes españoles tenían especial
predilección, quienes intervinieron en la redacción de las Partidas. Por otra parte, otro dato que
contribuye a descartar la participación de este jurisconsulto de la Escuela de Bolonia en la
redacción de las Partidas es el cronológico, pues nació en la segunda mitad del siglo XI,
falleciendo en 1.230, tras haber sido profesor en la Universidad de Bolonia entre 1.190 y 1.229
(Vid. ORESTANO, Voz ‘AZZONE’, en Novissimo Digesto Italiano, Torino, 3ª edc. 1.981, pág.
193).
39
Cfr. NAVARRO PEREZ, La compraventa civil..., cit., pág. 26. El autor los sistematiza
del siguiente modo: I. El contrato de compraventa: a) Definición de la venta (Ley 1). b) Naturaleza
jurídica (Leyes 6, 7 y 8). II. Sujetos. (Leyes 2, 3, 4 y 5). III. Precio. (Leyes 1, 9, 10 y 56). IV.
Objeto de la venta: a) Cosas que pueden venderse (Leyes 11-19). b) Partes integrantes del objeto
31
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la evicción. El tratamiento de la evicción se contiene en las leyes 32 a 37, enunciándose
en la ley 32 el principio general: “Quita et libre de todo embargo debe ser entregada la
cosa vendida al comprador, de manera que si algunt otro gela quisiere embargar, o
mouerle pleyto sobre ella, que gela debe facer sana”. El antecedente más inmediato de
esta regulación se encuentra en la ‘Summa codicis’ de AZON, quien se ocupa de esta
materia bajo la rúbrica De evictionibus, en el título 44 (45) del libro 840. Centrando
nuestra atención en las leyes 34 y 35, éstas analizan casos de evicción total y parcial y su
diferente tratamiento según la naturaleza de la cosa vendida, siguiéndose para ello un
orden análogo al seguido por AZON en la rúbrica De evictionibus (C. 8. 44. (45). 8)41,
contemplando en la ley 34 la venta de las llamadas universitates iuris, entre las cuales se
incluyen la hereditas y el peculium, decidiéndose que el vendedor sólo responde de la
evicción que afecte a la totalidad de la cosa42. Las Partidas citan junto al caso de la
(Leyes 28-31).V. Consentimiento. Vicios. Error (Leyes 20, 21 y 22). VI. El riesgo (Leyes 2327).VII. Evicción (Leyes 32-37).VIII. Cláusulas más usuales introducidas en el contrato (Leyes 3847). IX. Venta por medio de terceros (Leyes 48 y 49). X. Doble venta (Leyes 50 y 51). XI. Venta
de cosa ajena (Leyes 52-54). XII. Venta de cosa común (Ley 55). XIII. Rescisión de la venta
(Leyes 56-67).
40
Vid. ARIAS RAMOS y ARIAS BONET, op. cit., pág. 383, quienes destacan que AZON
regula la materia lejos de la sede dedicada a la regulación de la compraventa (títs. 38 y sigs. del
libro 4), siendo la doctrina por él expuesta relativamente diferenciada de la contenida en las
Partidas).
41
El texto azoniano referido a la evicción derivada de la venta de las ‘universitates’ y a las
cosas compuestas dice literalmente: “Pro quibus rebus agat de evictione et quidem si vendita sit
universitas iuris vel hereditas vel peculium si quidem ipsa hereditas qui non pertinuit ad venditore
evincatur agitur ex dupl. Sti. vel ex empto secus si res singulas. vt. j. eo. l. j. r.. ff. de here. ven. l.
ij. j. rn. r. ff. co. l. si s(f)erui. ven. Si vero s(f)it vendita universitas corporea que ex pluribus inter
se distantibus constat ut gres etiam una ove evicta aget evictio actio. ex empto non ex dupli.
stipula. Idex vico in quolibet toto integrali quod ex pluribus inter se coherentibus constat ut in
armario domo nave et partu ancille. ut. ff. co. l. nave et lege venditor hois et lege verace. et de
usucap. eum qui. et de leg. j. non quocun. fundus. Idem in re qua libet que accedat tacite vel
expresse. vt. ff. codex evicta. j. responso. De actio. emp. l. ex empto”. La primera parte del texto
azoniano afirma, pues, que si la venta es de una herencia o de una ‘universitas iuris’ o de un
patrimonio, el vendedor responderá por evicción ex duplo, lo que no ocurrirá tratándose de cosas
singulares integrantes del conjunto.
42
Vid. ARIAS RAMOS y ARIAS BONET, op. cit., pág. 385 (nota 66), que señalan que el
pasaje que sirve de base a tal decisión es una constitución de Severo y Antonino del año 200 (C. 8.
44 (45), e). Dicha constitución, inserta en el Título XLIV del Codex, “De evictionibus”, establece:
“Impp. SEVERUS et ANTONINUS AA. MUNITIO.- Emptor hereditatis rem a possessoribus sumtu
ac periculo suo persequi debet. Evictio quoque non praestatur in singulis rebus, quum hereditatem
iure venisse constet, nisi aliud nominatim inter trahentes convenit” . PP. VI. Kal. Mart. SEVERO
A. III. et Victorino Conss.(Tradc. esp.: Los emperadores SEVERO y ANTONINO, Augustos, a
MUNICIO.- El comprador de la herencia debe perseguir de los poseedores los bienes a costa y a
riesgo propio. Tampoco se presta la evicción por cada uno de los bienes, cuando conste que la
herencia fue vendida con arreglo a derecho, a no ser que se haya convenido expresamente otra cosa
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herencia el de las rentas de algún almoxarifadgo o de alguna heredad, estableciendo
para estos últimos supuestos el principio de que el vendedor no solamente responde por
la evicción total, sino también cuando afecte a la mayor parte de las rentas, lo cual es un
aspecto totalmente novedoso en la regulación de la materia, separándose en este sentido
el texto de las Partidas de la tradición jurídica precedente. Observamos la estrecha
viculación que tienen en Las Partidas la venta de herencia y la venta de otras
universalidades de bienes y derechos, lo que justifica que ambas instituciones se
encuentren reguladas en la actualidad conjuntamente, si bien con un tratamiento jurídico
diferenciado.
Para GARCIA GOYENA, el origen del art. 1.463 del Proyecto (del que proviene
el actual art. 1.532 C.c.) reside precisamente en esta regulación final de la ley 34, que
dice literalmente: “...Esso mismo dizimos que seria si algund ome comprasse todas las
rentas de algund almoxarifadgo, o de alguna heredad que maguer lo venciessen en
juyzio por alguna cosa señalada que saliesse de aquellas rentas que no seria tenudo el
vendedor de la sanear, nin de la descontar. Pero si por todas las rentas le venciesen, o
por la mayor parte dellas, entonce tenudo seria de gela sanar, o de tornarle el precio,
con todos los daños e los menoscabos que ende vinieron”43. Este apartado final de la
regulación referente a la evicción de las universitates iuris carece de precedentes en la
legislación altomedieval española44, así como en el Derecho romano anterior en el que,
si bien se preveía la posibilidad de transmitir universalidades (ULPIANO ya lo admitía,
entre los contratantes. Publicada a 6 de las Calendas de Marzo, bajo el tercer consulado de
SEVERO, Augusto, y el de Victorino(200).
43
El texto íntegro de la ley 34, tít. 5, quinta partida, dice así: “Ley XXXIIII. Si el que es
establescido por heredero de otro vendiere el derecho que ha en la herencia en que manera lo
deue fazer sano: Si alguno que fuesse establecido por heredero, vendiesse a otro todo el derecho
que auia en los bienes, e en la heredad, de aquel que le establescio por su heredero: maguer
acaezca, despues que a tal comprador como este vença po juyzio, alguna cosa señalada de los
bienes, con todo esso tal vendedor no es tenudo de facer la sana aquella cosa señalada de los
bienes que le vencieron. Mas si por toda la heredad le vencieren, tenudo seria entonce de fazerla
sana la heredad, o de pecharle el precio que rescibio por ella, con todos los daños, e los
menoscabos. Esso mismo dizimos que seria si algund ome comprasse todas las rentas de algund
almoxarifadgo, o de alguna heredad que maguer lo venciessen en juyzio por alguna cosa
señalada que saliesse de aquellas rentas que non seria tenudo el vendedor de la sanear, nin de la
descontar. Pero si por todas las rentas le venciesssen, o por la mayor parte dellas, entonces
tenudo seria de gela sanar, o de tornarle el precio, con todos los daños e los menoscabos que
ende vinieron”.
44
Vid., al respecto, FERNANDEZ ESPINAR, “La compraventa ..., cit., págs. 293 ss.
33
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al tiempo que el Digesto contempla ampliamente la venta de herencia), no se
contemplaba un régimen especial de responsabilidad por evicción en este tipo de
transmisiones45.
Tras este desvío, en la ley 35 se vuelve al esquema azoniano, ya que, tras haber
contemplado el supuesto de las universitates iuris, se aborda ahora el caso de la
compraventa de cosas compuestas o de conjunto de cosas de la misma índole, para
establecer que la evicción parcial repercute aquí en el vendedor, poniéndose como
ejemplos la nave, la casa o la cabaña de ovejas, que se encuentran también en AZON.
Dice así la ley 35, título 5, quinta partida: “Ley XXXV. como aquel que vende nave, o
casa o cabaña de ganado, la deue fazer sana: Nave o casa, o cabaña de ouejas o de
otra cosa semejante vendiendo un ome a otro, si venciessen al comprador en juyzio, por
alguna cosa señalada de aquellas, como si le venciessen por toda la cosa principal
sobre que fue fecha la vendida”.
Por otro lado, ARIAS RAMOS y ARIAS BONET46 ponen de manifiesto que, tras
un cotejo de las mencionadas leyes 34 y 35 con la glosa de AZON, se observa que el
glosador, con los materiales que le procuraba la Compilación justinianea, intentaba
señalar en qué circunstancias, una vez sobrevenida la evicción total o parcial, cabría
ejercitar la acción estipulatoria (actio stipulatu) para obtener el doble del precio, y
cuándo habría de conformarse el comprador con el ejercicio de la actio empti, que,
como vimos ‘supra’, era ya conocida por el Derecho Romano como una de las posibles
acciones de defensa del comprador por causa de evicción. Y así exponía que tratándose
45
Son frecuentes los textos que califican de ‘universitas’ a la herencia, incluso en la época
clásica, pero como pueden haber sido objeto de interpolación, su autenticidad no está comprobada.
Así GAYO contrapone la adquisición de cosas singulares de la adquisitio per universitatem, lo que
plantea la pregunta de si, ya en la época clásica, se consideraba a la herencia, principal
manifestación de la universitas iuris, como objeto de adquisición hereditaria. Para el genio jurídico
romano, la sucesión comportaba no sólo la transmisión de los bienes y derechos del causante, sino
también de sus deudas. Como ha puesto de manifiesto GOMA SALCEDO (op. cit., pág. 292 ss.),
dentro del Derecho romano caben dos hipótesis fundamentales: 1) La índole unitaria del fenómeno
se explica por la naturaleza misma de la sucesión, del acto unitario de suceder. 2) Es la unificación
del objeto que engloba todas las relaciones jurídicas activas y pasivas, la que consigue esta unidad.
La patrimonialidad del fenómeno sucesorio, que viene a identificarse con una adquisición de la
cosa, se acentúa en esta última explicación.
46
ARIAS RAMOS y ARIAS BONET, op. cit. págs. 386 y 387.
34
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de la evicción total de una universitas iuris sería posible el ejercicio de la acción
estipulatoria por el doble, sin que la evicción parcial referente a un objeto concreto de
ese conjunto patrimonial tuviese que ser respaldada de ningún modo por el vendedor,
mientras que tratándose de cosas físicas singularizadas (integradas por una diversidad de
materiales o por una serie de elementos de la misma índole), podría el comprador exigir
el comprador responsabilidad al vendedor mediante la actio empti en el supuesto de que
la evicción versase sobre alguna de las partes integrantes. Estas distinciones de AZON
resultaron demasiado sutiles para los redactores castellanos de las Partidas, que las
desecharon, dando una redacción a las leyes 34 y 35 más acorde con el principio que se
trasluce de la ley 32, según la cual la pena del doblo sólo se admite cuando hubiese sido
expresamente pactada por las partes47.
Finalmente hay que poner de manifiesto que el legislador castellano hace
referencia a la venta de algún almoxarifadgo, institución que aparece regulada por
primera vez en el Derecho español en el propio texto de las Partidas48, aclarando
GARCIA GOYENA que por tal se entendía los derechos que se pagaban por la
importación y exportación de mercancías, si bien creemos que este término es utilizado
en Las Partidas en un sentido más amplio, que comprendería un conjunto de rentas
agrarias, cánones, censos y demás rentas feudales recibidas de un grupo de personas que
se encontraban en situación de dependencia del señor feudal del que recibían a cambio
la necesaria protección, por lo que, tal vez, el término excede los estrechos límites del
impuesto aduanero conocido con esa denominación49. Este impuesto se mantuvo vigente
47
Es por ello por lo que los Sres. ARIAS (op. cit., 387) deducen que al tener esta
responsabilidad por el doble del precio un ámbito más reducido que en el Derecho justinianeo, ya
que en éste dicha pena podía darse sin necesidad de convenio o acuerdo expreso entre las partes,
no había razón para trasladar a las leyes 34 y 35 las distinciones recogidas por AZON.
48
La institución del almofarifazgo aparece regulada en Las Partidas, concretamente en la
ley 25, tít. 9, part. 2ª, que dice literalmente: “Ley XXV. Almoxarife es palabra de Arauigo, que
quiere tanto dezir, como Oficial que ha de arecabdar los derechos de la tierra, por el Rey, que se
dan por razon de portadgo, e de diezmo, e de censo de tiendas. E este o otro cualquier, que
touiesse las rentas del Rey en fieldad, deue ser rico ome, e leal e sabidor de recabdar, e de aliñar,
e de crecerle las rentas. E deue fazer las pagas a los Caualleros, e a los otros omes, segund
mandare el Rey...”. Son relativamente escasos los estudios doctrinales sobre esta figura.
49
Vid. DOMINGUEZ ORTIZ, “Marcos Fernández Monsanto y los almojarifazgos de
Sevilla”, en Estudios de Derecho y Hacienda, Vol. IIº, Ministerio de Economía y Hacienda,
Madrid, 1.987, pág.1.416, quien señala que con ese nombre de origen árabe se designaban las dos
rentas de carácter aduanero que proporcionaban una parte sustancial de los ingresos de Castilla. En
35
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hasta 1.783 en que se refundió con otros aranceles aduaneros, quedando desde entonces
suprimido50.
Llama poderosamente la atención la posición privilegiada del vendedor de las
rentas derivadas de una heredad o de algún almojarifazgo, y la limitación de su
responsabilidad frente al comprador de ese conjunto de rentas. Ello es especialmente
importante, especialmente si tenemos en cuenta que el artículo 1.532 C.c., que tiene su
origen en este texto de Las Partidas mantiene esa posición privilegiada del vendedor, lo
que nos conduce a plantearnos la razón de esta especial protección jurídica que otorga el
legislador bajo medieval al vendedor de tales rentas. Lo cierto es que no encontramos
ningún texto que aluda al origen de esta regulación. A nuestro juicio la explicación de
esta posición privilegiada del vendedor radica en la protección evidente por el legislador
de los intereses de los señores feudales. Nos encontramos en pleno proceso de
Reconquista. La Corona de Castilla compensa a la nobleza que interviene en la
expansión territorial con la entrega de grandes extensiones de terreno –heredamientos y
donadíos-- y una serie de privilegios (concesiones jurisdiccionales y económicas,
monopolios de horno, molino y herrería; impuestos, etcétera), que obtienen los
miembros de la nobleza que participan con sus tropas en las conquistas.
Simultáneamente van poblándose los burgos y ciudades con población llegada de otras
zonas, lo que da origen al surgimiento de una incipiente burguesía urbana que va
adquiriendo, con el paso del tiempo, un importante poder político y económico, frente a
el siglo XVII existieron dos almojarifazgos: el almojarifazgo Mayor, en cuyo ámbito entraban
todas las mercaderías importadas o exportadas por los puertos del sur de la corona de Castilla,
desde la desembocadura del Guadiana hasta la frontera del Reino de Valencia, y el almojarifazgo
de Indias, que gravaba las mercaderías provenientes o destinadas al Nuevo Mundo. Solían llamarse
almojarifazgos de Sevilla porque en esta ciudad estaban las oficinas centrales de la administración,
aunque una parte importante de los géneros no pasase por ella ni devengara allí sus derechos.
También es de interés el estudio que de esta institución hace GARZON PAREJA, Historia
de la Hacienda de España, Vol. Iº, Madrid, 1984, págs. 494 ss., quien dedica también su atención
al estudio del almojarifazgo de Sevilla y de Indias.
Vid., igualmente, TOLEDANO, Curso de instituciones de Hacienda Pública en España,
Tm. Iº, Madrid, 1.963, pág. 224, quien destaca que la palabra almojarife era genérica y especial; en
el primer sentido se denominaba a todo recaudador de los tributos públicos, especialmente en la
Edad Media; pero en un sentido más restringido, adoptado en las Partidas, los almojarifes eran los
oficiales dependientes de la mayordomía mayor encargados de recaudar los derechos de aduanas
con los nombres de portazgos, diezmos, censos de tiendas, almojarifazgos, etc., con que se solía
designárselos.
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una nobleza que se ve obligada a vender partes de sus tierras y monopolios como
consecuencia de sus elevados gastos suntuarios, siendo esa burguesía incipiente,
precisamente, la principal adquirente de tales tierras y monopolios51. Este proceso estaba
ya ampliamente extendido a mediados del siglo XIIIº, al promulgarse Las Partidas
(1.265). Es evidente que el legislador trata de proteger los intereses de la nobleza que se
desprende de partes de sus tierras y privilegios, otorgándole una exención o limitación
de su responsabilidad en las ventas que realizan, lo que se concreta en el caso de venta
de una heredad y de las rentas de un almojarifazgo. En definitiva, se trataría de una
protección jurídica de la nobleza en detrimento de una burguesía urbana que comienza a
adquirir protagonismo económico y que pretende sustituir a la primera en el control y
dominio de los medios de producción. El legislador trata de evitar posibles
responsabilidades del vendedor, equiparando el tratamiento jurídico de estas ventas con
el dado a la venta de herencia, en la que, siguiendo los precedentes romanos, se limita la
responsabilidad del vendedor52.
2.3.- Evolución posterior de la institución hasta finales del siglo XVIIIº.
Como es sabido, el Código de las Siete Partidas es el mejor exponente de la
tradición culta o “boloñesa”. No obstante el Código alfonsino crea un Derecho
claramente nacional, de lo que es clara manifestación la institución que estudiamos, que
carece de precedentes en el Derecho anterior.
50
Vid., NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., op. cit. pág. 22.
51
BAUTIER, “Las mutaciones de la sociedad feudal”, en Historia Universal. Siglos XI-XV,
vol. 4º, Barcelona, 1.980, pág. 302, señala este fenómeno que se produce en Europa a partir de
finales del siglo XII, afirmando: “La nobleza vivía normalmdnte por encima de sus posibilidades y
muchos de sus miembros preferiían vivir en la ciudad antes que hacerlo miserablemente en sus
viejas tierras; así recurrían en masa al crédito fácil que les proporcionaba una multitud de
prestamistas: judios y algunos burgueses locales. Su endeudamiento se hizo crónico. Esta
situación contribuyó a las alineaciones de los patrimonios señoriales, enriqueciendo a los
patricios urbanos e incluso a algunos burgueses y a algunos campesinos adinerados”.
52
Sobre la situación socio-económica de Castilla en el siglo XIII, vid., por todos, GARCIA
DE CORTAZAR, La época medieval, en Historia de España Alfaguara II, Madrid, 1.973, págs.
378 y ss.
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2.3.1.- Breve referencia a la ‘universitas’ en el Derecho intermedio hasta la
Codificación.
En el pensamiento medieval se comenzó a distinguir, en relación con la
‘universitas’, distinguiéndose respecto a ella dos elementos: la composición del
complejo y la naturaleza de la acción concedida. Respecto a la composición del
complejo de bienes, en un primer momento se consideró que la ‘universitas’ sólo estaba
integrada por bienes corporales o materiales, pero la Glosa supera esta concepción,
distinguiendo abiertamente entre ‘universitas facti’ y ‘universsitas iuris’. Respecto a la
naturaleza de la acción, se distinguía entre la actio de universitate, que sólo se podía
ejercitar respecto a una determinada categoría de universitas iuris, la hereditas, mientras
que la universitas facti era objeto de la actio singularum rerum petitionis53.
Precisamente es con los postglosadores con los que se inicia, en relación a la
‘universitas’, una nueva concepción de la garantía por evicción: en concreto, y haciendo
referencia a la ‘universitas iuris’, se considera que la responsabilidad por evicción no se
extiende a cada uno de los elementos singulares que la integran (‘unius particularis
rei’), lo que aparece, a veces, en las fuentes en referencia a la venta del ‘servus cum
peculio’ (si bien el ‘peculium’ asume aquí el mero papel de simple ejemplo mientras que
la función de base de la situación es asumida por la universitas)54. Así PAOLO DA
CASTRO afirma: “Cum venditur universias iuris, ut est peculium, pro evictione unius
particularis rei non agitur”55.
53
Así AZON (Summa codicis, pág. 201, “Item per petitionem hereditatis”) afirma: “Petitur
universitas juris tantum, per rei vendicationem universitas corporalis vel corporea tantum”, y
añade (op. cit., pág. 206), “Veniunt in hac actione corporalia; incorporalia autem non veniunt in
hac actione, quia non possidentur. Hinc evince quod universitates quae sunt incorporeae (sicut
her. et bon. poss. petitio successione contigit) non peti posse hac actione, quia non possidentur.
sed nec peculium dicitur posse vindicari. et est ratio quia in peculio jura et obligationes et
actionem continentur, non tantum corporalia”.
54
Vid., BARBERO, La universalità patrimoniale...cit., págs. 307 y 308.
55
PAOLO DA CASTRO, Commentaria, VI, texto tomado de BONFANTE, “La successio
in universum ius e l´univrsitas”, en A.A.V.V., Studi di Diritto Romano, di Diritto moderno e di
Storia del Diritto, vol. 1º, Milano, 1.905, págs. 531 y ss.
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En el siglo XVIIº, la elaboración de la teoría de la ‘universitas’ da un paso atrás,
careciendo de una construcción doctrinal. Ello lo encontramos en la obra de los
franceses DOMAT y POTHIER, autores que sólo hablan de la herencia (hereditas), sin
hacer mención a la universitas iuris ni a la universitas facti, siguiendo la tradición de las
Costumbres de las provincias francesas. No obstante, admite DOMAT la posibilidad de
venta de ciertos oficios u otras concesiones o cargos públicos, indicando la forma que ha
de revestir su entrega o transmisión56. La venta de un oficio o de un cargo público o
concesión puede, sin duda, ponerse en relación con la venta de una universalidad, pues
no otra cosa es ese oficio, concesión o cargo.
La Codificación desconocerá, en un primer momento, a las universalidades, que se
convierten así en elaboración doctrinal.
2.3.2.- Gregorio López y su Glosa.
La ley 34, tít. 5, de la quinta partida ha sido objeto de comentarios y glosa por
parte de una serie de tratadistas hispanos, entre los que destaca, en primer lugar, y
siguiendo un orden cronológico, GERGORIO LOPEZ, el insigne glosador de Las
Partidas57. Este autor, en su Glosa, resume así el contenido de esta ley 34: “Venditor
56
“La délivrance de ce qui consiste en droits comme une Justice, une Bannalité, un Ofice,
une servitude, une rente et autres biens de cette nature, se fait en donnant les titres, s´il y en a;
sinon le simple effect de l´acquisition, avec l´intention commune des contractans, que l´acquéreur
se mette en possession. Et on s´en met en possession d´une Justice, nommant des Officiers pour
l´exercer, recevant les ammendes et confiscations, et en exerçant les droits qui en peuvent
dépendre. Ainsi on se met en possession d´un Office, prenant le rang et la séance qu´il peut
donner, et en exerçant quelque fonction. Ainsi on se met en possession d´une servitude par l´usage
qu´on peut en faire, et d´une rente qu´on a acquise, ou d´une autre droit, par la signification du
transport ou du titre de l´acquisition à celui qui en est le dèbiteur, et par la jouissance” (De la
possession et des prescrptions, secc. II, art. 22., citado por GAVIDIA en “La formación del
sistema francés codificado..., cit., pág., 1.130).
57
Vid., ORDUÑA MORENO, La responsabilidad por evicción y la partición de herencia
(con el tratamiento de la Jurisprudencia del Tribunal Supremo), Barcelona, 1.990, pág. 111, para
quien Gregorio López, con su magno estudio del Código de las Siete Partidas, “además de su
consustancial labor de corrección, la erudición vertida en sus glosas (glossa magna) resulta del
todo imprescindible para obtener una ajustada interpretación de los antecedentes y motivos de
sus leyes”. Vid. igualmente, GARCIA-GALLO, “El enigma de las Partidas”, en VII Centenario de
las Partidas del Rey Sabio, Instituto de España, Madrid, 1.963, págs. 31 y 32, quien destaca la
trascendencia de este jurista en el conocimiento actual de las Partidas, hasta el punto de ser su
principal glosador y editor, llegando a fijar el texto definitivo de las Partidas, hasta el punto de que
“cuando hoy nos referimos al texto de las Partidas, nos referimos al texto editado por Gregorio
López. Cuando citamos las palabras del Rey Sabio, citamos el texto de Gregorio López. de tal
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haereditatis de evictione totius tenetur, sed non de evictione rei singularis: venditor
autem redituum alicuius generalitatis non tenetur nisi total vel maior pars evincatur:
sed venditor domus, navis vel gregis tenetur etiam de evictione partis. Hoc dicit”. La
cita gregoriana sintetiza en este texto los diversos casos de responsabilidad por evicción
relativos a la venta de herencia y los referentes a las venta del almojarifazgo o de una
heredad, aunque haciendo destacar la diferencia de régimen entre uno y otro supuesto58.
Por un lado, establece la responsabilidad por evicción del vendedor de la herencia,
cuando la pérdida afecta a la totalidad de la misma y no a las cosas singulares que la
integran; en cambio, el vendedor de alguna generalidad de rentas sólo responderá por
evicción por la pérdida de la totalidad o de la mayor parte de éstas; finalmente, el
vendedor de nave, casa o ganado responderá por la evicción de la parte (supuesto éste
que contemplaba la ley 35, tít. 5, 5ª partida)59.
En conclusión, GREGORIO LOPEZ contempla en una misma glosa tres supuestos
diferentes de responsabilidad del vendedor: la del vendedor de herencia, la
responsabilidad del vendedor de una pluralidad de rentas y la del vendedor de cosa
compuesta, confiriéndoles a cada uno de esos tres supuestos un tratamiento diferenciado
en materia de responsabilidad por evicción, estableciendo la responsabilidad del
vendedor de herencia sólo cuando la evicción afecte a la totalidad de la misma; la del
vendedor de una generalidad de rentas, cuando la evicción afecte a la totalidad o a la
mayor parte de ellas; y la del vendedor de una cosa compuesta cuando la evicción sólo
afecte a una parte de la misma.
modo se ha aceptado e impuesto éste, que de hecho se utiliza como si fuera la edición oficial
publicada por el propio Alfonso X. Desde un punto de vista estrictamente jurídico - que es el que
movió a Gregorio López a fijar el texto y a Carlos V, en 1.555, a declararlo auténtico -, la obra de
aquél es merecedora del aprecio unánime en que se le ha tenido: fijó un texto único y oficial para
la administración de justicia. Pero desde un punto de vista histórico-jurídico y lingüístico, la
edición de Gregorio López, desgraciadamente, no sólo carece de todo valor para conocer la obra
de Alfonso el sabio, sino que, incluso, por la misma autoridad que de hecho goza, ha entorpecido
el conocimiento de aquella”.
58
En tal sentido, cfr., NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 22.
59
De hecho, al glosar el texto de la ley 35, tít. 5, Part. 5, vuelve a reproducir la parte final
de la anterior glosa, al decir: “LEX XXXV.- Venditor domus, , navis, vel gregis, tenetur etiam de
evictione partis. Hoc dicit.”.
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Una última matización a la glosa gregoriana hace referencia al témino
“generalitatis” por él utilizado. JUAN DE HEVIAS BOLAÑOS, al comentar el texto de
GREGORIO LOPEZ (“venditor autem redituum alicuius generalitatis non tenetur nisi
total vel maior pars evicantur”) habla de “la venta en general de alguna renta”60. En
cambio, pensamos que el glosador está refiriéndose a la venta de una “generalidad de
rentas”. De ello deducimos que GREGORIO LOPEZ está admitiendo que estamos ante
la venta de una universalidad. El objeto de la venta sería, pues, una universalidad de
rentas61, no siendo correcta la traducción ni la interpretación del texto gregoriano
realizada por HEVIAS BOLAÑOS.
Tras el comentario general que GREGORIO LOPEZ efectúa del texto completo de
la ley 34, tít. 5., part. 5ª, este autor realiza a continuación una serie de anotaciones y
comentarios a diversos aspectos y contenidos de dicha ley. Una de estas anotaciones
hace referencia a la responsabilidad por evicción del vendedor de la herencia62, pero a
nosotros nos interesa particularmente el extenso comentario que efectúa de la expresión
“alguna cosa señalada”, referida al supuesto de quien compra todas las rentas de un
almojarifazgo o de una heredad, siendo vencido en juicio por “alguna cosa señalada
que saliesse de aquellas rentas”, no estando obligado el vendedor a sanearla ni
descontarla63. Plantea el autor lo que ocurre en el supuesto de que sea vencido en juicio
60
Vid., el comentario que este autor hace a la Glosa gregoriana en su Curia Philipica,
Tomos 1º y 2º, tomo 1º, Cap. XII, núm. 53, Madrid, 1.797, pág. 315, que reproducimos en la nota
al pie núm. 63.
61
Se está refiriendo GREGORIO LOPEZ a las rentas de una heredad o territorio, según se
deduce de las anotaciones posteriores al texto de la ley 34, tít. 5, part. 5ª, como veremos más
adelante, y que, en mi opinión van referidas a las rentas señoriales de origen feudal.
62
En concreto el texto de la ley 34 que establece que “Mas si por toda la heredad le
vencieren, tenudo seria entonce de fazerla sana la heredad”. (2) Toda la heredad. Idem si pro
dimidia, vel alia parte, cum tota haereditas esset vendita, ut in l. quod si nulla 8 D. de haered. vel
action. vendit. así pues, el autor hace extensiva la responsabilidad por evicción no sólo a la pérdida
de toda la herencia, sino también a la pérdida de la mitad, o de una parte de la herencia, cuando se
vendiese ésta en su totalidad, señalando al respecto precedentes del Digesto.
63
A continuación transcribimos el texto íntegro de la glosa de GREGORIO LOPEZ, dado
su interés, que dice:
“(4) Alguna cosa señalada. Quid si evinceretur aliqua pars territorii, cujius gabellae sunt
venditae? Videtur, quod tunc agere possit de evictione, ex eo, quod notat Angel. per text. ibi in
authent. ut determin. sit numer. cleric. in fin collatt. 1. ubi dicit, quod si Titio est vendita gabella
totius Comitatus pro certo pretio, et contingit, quod Comitatus multum augmentatur propter
unionem alterius territorii, quod debet augeri pensio pro rata augmenti emptori gabellarum: si ergo
hoc est in augmento, idem à contrario in disminutione, l. secundum naturam 10 D. de regul. jur. et
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el comprador de una parte de un territorio cuyas cargas o censos (gabellae) han sido
también vendidas, en tal caso el vendedor responderá igualmente de estas cargas (cita al
respecto un texto de ANGELO, según el cual si a Ticio se le venden las gabelas de un
condado y éste aumenta su extensión, ello lleva aparejado un incremento de dichas
cargas, de igual manera que una disminución del condado llevaría aparejada una
disminución de esos gravámenes), negando a continuación que sea el comprador quien
deba soportar estos gravámenes (basando esta conclusión en textos de otros glosadores,
entre los que cita a Bartolo y Johannes). En conclusión, GREGORIO LOPEZ comenta
la referida ley de partidas atendiendo a los problemas que plantea la venta de las rentas
feudales derivadas de un territorio, no haciendo mención alguna a los problemas
derivados de la venta de las rentas de un almojarifazgo, pese a ser éste un tributo
aduanero plenamente vigente en tiempos del autor, lo que tal vez sea consecuencia de un
cierto desuso o decadencia de este impuesto durante la primera mitad del siglo XVI,
época de unificación territorial en la que cada vez tienen menor razón de ser las
limitaciones aduaneras a la importación de mercancías entre las ciudades y pueblos de la
nueva Monarquía hispánica, al tiempo que se vuelve a producir un resurgimiento del
feudalismo, derivado del apoyo de ciertos sectores de la nobleza tanto a los Reyes
de isto dicto Angeli per illum text. meminit Felin. in cap. cum M. Ferrariensis, de constitut.
numero 3. et fecit etiam pro hoc l. si fundus 33. D. locat. et sic, quod dicitur in ista lege procedit,
quando salva substantia territorii, in quo consistunt gabellae, venit aliqua diminutio; quod patet ex
verbis hujus legis, ibi: Que saliesse de aquellas rentas, etc. et facit etiam pro hoc, quod notat Bald.
in l. licet, quaest. 3. ibi, non a certi corporis qualitate, C. locat. intelligitur namque, ita reditus
emisse, si res in eodem statu permanserit, l. cum quis 38. in princ. D. de solution. cap.
quemadmodum 25. de jurejur. l. quod Servius 8. D. de condict. ob causam, cap. en quis arbitretur,
22, quaest. 2. et cum iste emptor teneatur ad quantitatem respectu certae speciei, perempta specie
debet liberari, l. in navem Saufeii 31. D. locat et notatur in l. 2. C. de rescind. vendit. Hinc dicit
Joan. de Imo. in l. cum mulier l. 2. D. solut. matrim. quod si emptori gabellae auferatur gabella pro
futuro tempore, quod non tenetur ad promissionem facta occasione gabellae, si absque facto suo
auferatur. In contrariam parte facit ista lex, et l. 1. C de eviction. et quia de natura contractus
emptionis est, quod damnum, et commodum ad emptorem pertineat, l. 1. C. de peric. et commod.
rei vend. l. id quod 7. D. eod. tít. et supra eod. l. 23, et videntur isti emptores gabellarum emere
futurum eventum, qualiscumque sit, l. nec emptio 8. aliquando, D. de contrah. empt. l. si jactum
retis 12. D. de action. empti, et assimilantur isti usufructuariis, secundum Bald. in l. 2. in fin. C. de
verb. signif. et sic quicumque eventus sustineri debet per eos, l. usufructu 7 et l. item si fundi 9. D.
de usufruct. et facit etiam notabile dictum Bald. et Angel. in l. at ubi, D. de petít. haered. et quae in
hoc etiam adducit Decius consil. 4. Nihilominus tamen primam partem credere esse veram, si pars
territorii evinceretur: nam teneretur venditor facere certum, sanum, et integrum territorium, cujus
gabellas locavit; et de isto damno non pertinet ad emptorem, per ae quae supra dicta sunt in primo
loco: et minus dubium esset, si esset locatio gabellarum, et non venditio, ut patet ex his, quae notat
Bart. in l. 1. 2. oppo. C. de jure emphit. et qualiter cognoscatur, an sit venditio, vel locatio, vide per
Bart. in l. cotem., qui maximos, D. de publicand. et vectig. et in sua disputatione incipienti
publicanus, et Paul. de Cast. in dict. qui maximos.
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Católicos, en las guerras sucesorias, como a Carlos I, al que apoyó un importante sector
nobiliario en las Comunidades, frente al poder emergente de una incipiente burguesía
urbana enfrentada al absolutismo carolingio, lo que trajo consigo un posterior reparto de
privilegios a los nobles leales al monarca.
2.3.3.- Tratadistas españoles del siglo XVIIIº.
En el siglo XVIIIº encontramos a una serie de tratadistas que estudiaron las
diversas instituciones del Derecho Civil español, comentando el texto de Las Partidas,
en vigor en la época. Así, JUAN DE HEVIAS BOLAÑOS, y su célebre Curia Philipica,
en cuyo Capítulo XIIº (dedicado al Comercio terrestre), en el apartado 5364, analiza los
diversos supuestos en que el vendedor ha de responder por evicción. Entre ellos destaca
el de la venta general de alguna renta, en la que no queda obligado el vendedor a su
saneamiento “sino que salga incierta toda, o la mayor parte suya, como lo dice una ley
de Partida (k. Ley 34, t. 5, p. 5ª. ubi Greg. Lop.), en la cual dice Gregorio López, que
saliendo incierta la renta de algún territorio, se debe sanear, pues si se aumenta de
nuevo, se debe aumentar la pensión de ello”. Aunque breve, y limitada a las rentas de
una heredad o territorio, como consecuencia de una lectura parcial y limitada de la glosa
gregoriana, la mención de HEVIAS BOLAÑOS indica que a lo largo del siglo XVIII la
64
HEVIAS BOLAÑOS, op. cit., Tms. Iº y IIº, pág. 315. El texto completo del apartado 53
dispone: “El vendedor de las mercaderías es obligado al saneamiento de ellas, saliendo inciertas
al comprador, y le ha de volver el precio con los intereses, y costas, segun unas leyes de Partida
(L. 32. 36. 37. t. 5. p. 5.). Y procede, aunque no salgan inciertas todas las de una partida,
vendidas por junto en un precio, sino de alguna de ellas, conforme otra ley de Partida (L. 35. t.5.
p.5.), y aunque la que saliere incierta sea agena, segun otra ley de ella (L. 19. t. 5. p.5.). Y porque
el que vende la cosa en que otro tiene parte, no lo sabiendo el comprador, como se presume, es
visto venderla toda, saliendo incierta alguna parte, es obligado al saneamiento de ella, y procede
en qualquiera otro contrato oneroso, como la permutacion, y otros que lo fueren, mas no en el
lucrativo, como la donacion, legado y manda graciosa, y otros semejantes, en que es visto solo
donar, y legar al derecho, o parte que se tiene en ella, y no mas, aunque el donatario o legatario
lo ignora, como lo resuelve Antonio Gomez (Ant. Gom. 2. tom. Var. c. 2. n. 12.). Mas en la venta
en general de alguna renta, no queda obligado el vendedor al saneamiento de ella, sino es que
salga incierta toda, o la mayor parte suya, como dice una ley de Partida (L. 34. t. 5. p. 5. ubi
Greg. Lop.), en la qual dice Gregorio Lopez que saliendo incierta la renta de algún territorio, se
debe sanear, pues si se aumenta de nuevo, se debe aumentar la pension de ello. Y quando uno
vende los frutos de una heredad, o cosa que está por diezmar, sin saberlo el comprador, y le
sacan el diezmo, le queda obligado al saneamiento de él, segun una ley de Partida (L. fin. t. 20. p.
2. ubi glos. greg. Part. V.), y su glosa gregoriana. Y nota , que no vale el pacto de que el vendedor
no quede obligado al saneamiento, siendo general de qualquiera causa, ó persona, aunque sí si es
particular de alguna, conforme a derecho, y su glosa”.
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institución estaba vigente, si bien no se hace referencia alguna a las rentas de algún
almojarifazgo (vigente hasta 1.783). Por otro lado, este autor se refiere a las rentas en
general, sin hacer referencia a la venta de herencia, a diferencia de la glosa gregoriana,
que las contempla conjuntamente, siguiendo la literalidad del texto de la ley 34, título 5
de la 5ª partida.
En cambio esta confusión sí se produce en la obra de dos insignes tratadistas de la
época, JORDAN DE ASSO y DE MANUEL, en sus celebres Instituciones del Derecho
Civil de Castilla. Ambos autores enmarcan la institución en el Título XIII del Libro II
(De la compra, y venta), en el apartado V (Del saneamiento del que vende, á que llaman
eviccion). Para estos autores, la evicción está fundada en cuatro principios: 1º. Que
todos los vendedores que transfieren a otro una cosa están obligados a sanearla. 2º. Que
se ha de responder por evicción cuando la cosa fuere vencida en juicio por causa que
precedió al contrato. 3ª. Que el comprador debe de notificar el pleito al vendedor. Y 4º.
Que el perjudicado tenga acción para reclamar al autor daños y perjuicios. Del segundo
principio, los autores deducen, entre otras consecuencias: “II. Que si alguno vendiese el
derecho, y acciones sobre alguna herencia, solo prestará eviccion, quando al
comprador le venzan toda la herencia, que se reputa indivisible; l. 34”65. En
conclusión, estos tratadistas reducen el tratamiento especial que dedica la ley 34 en
materia de evicción a la venta de herencia, no mencionando, por el contrario, la venta de
los derecho de un almojarifazgo (impuesto aún en vigor en esta época) o de una
heredad, con lo que demuestran una visión limitada de la mencionada ley de Partidas, de
manera similar al comentario de HEVIAS BOLAÑOS, igualmente limitado a un aspecto
parcial (las rentas de un territorio, en ese caso).
2.4.- Configuración jurídico-positiva de la venta alzada o en globo en el
proceso codificador.
Las Partidas estuvieron vigentes hasta finales del siglo XIXº, en que se promulga y
entra en vigor el vigente Código civil, que consagra de forma definitiva nuestra
65
JORDAN DE ASSO y DE MANUEL RODRIGUEZ, Instituciones del Derecho Civil de
Castilla, 5ª Ed. (corregida y aumentada), Madrid, 1.792, pág.210.
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institución. Ahora bien, las ventas alzadas o en globo de la totalidad de determinados
derechos, rentas o productos tienen un precedente remoto (el texto de las Partidas) y
unos antecedentes más próximos en el tiempo (en concreto la regulación de esta figura
en el Proyecto de 1.851, de donde pasó al actual Código, a través del tamiz del
Anteproyecto de 1.882-1.889). No vamos a detenernos en los primeros y tímidos
intentos codificadores del reinado de Fernando VIIº y de la Regencia posterior
(Proyectos de 1.821 y de 1.836), por carecer de interés y de repercusión en la institución
que estudiamos, institución que sólo adquiere configuración jurídica en el Proyecto de
1.851.
2.4.1.- El Proyecto de 1.851.
GARCIA GOYENA y los restantes redactores del Proyecto de 1.851 tienen el
enorme mérito de haber sistematizado en un Código moderno la normativa sobre
compraventa, que hasta mediados del siglo XIX estaba dispersa en diversos cuerpos
legales, vigentes en aquel momento, recogiendo las orientaciones de la jurisprudencia y
de la doctrina patrias. Pero como ha destacado un importante sector doctrinal66, el título
dedicado a la compraventa presenta una significativa influencia del Code Napoleón,
siendo un texto tan afrancesado como los Códigos Italiano de 1.865 y Portugués de
1.867, alejándose de nuestro Derecho histórico en aspectos tan esenciales como el
carácter traslativo de la propiedad por el solo contrato de compraventa, dejando por
tanto al margen el carácter meramente obligacional de la venta y apartándose de la teoría
del título y el modo para la transmisión de los derechos reales, rompiendo así con la
tradición histórica española. Si bien esta ruptura no es total como lo pone de manifiesto
la configuración jurídica de las ventas alzadas o en globo de la totalidad de ciertos
derechos, rentas o productos, institución de indudable raíz hispana, desconocida por
otros Ordenamientos, entre ellos el francés67.
66
Vid. NAVARRO PEREZ, La compraventa civil..., cit., pág. 55.
67
Lo cierto es que el Proyecto de 1.851 estructura la regulación jurídica de la compraventa
de forma similar al Code de 1.804, cuyo Capítulo VIII se denomina “De la cesión de créditos y
demás derechos incorporales”, regulando las siguientes materias: Art. 1.689, Cesión de un crédito,
derecho o acción; art. 1.690, Vinculación a la cesión del deudor cedido; art. 1.691, El pago del
deudor antes de conocer la cesión; art. 1.692, Los accesorios del crédito; art. 1.693,
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El Proyecto isabelino dedicaba al contrato de compraventa el título VIIº del libro
IIIº, bajo la rúbrica “Del contrato de compraventa” (arts. 1.367-1.468); en total 102
artículos encuadrados en IX capítulos68. La venta alzada o en globo de la totalidad de
ciertos derechos, rentas o productos aparece regulada en el Capítulo VIII (“De la
transmisión de créditos y demás derechos incorporales”), en concreto en el artículo
1.46369.
El citado artículo 1.463 del Proyecto dice literalmente: “El que vende alzadamente
ó en globo la totalidad de ciertos derechos, rentas ó productos, cumple con responder
de la legitimidad del todo en general; pero no está obligado al saneamiento de cada
una de las partes de que se componga, salvo en el caso de evicción del todo o de la
mayor parte”70.
Responsabilidad por la existencia y legitimidad del crédito; art. 1.694, Responsabilidad por la
solvencia del deudor; art. 1.695, Alcance del pacto de garantía por la solvencia del deudor; art.
1.696, Venta de herencia sin enumerar las cosas de que se compone; art. 1.697, Vendedor que ha
aprovechado algunos frutos o percibido alguna cosa de la herencia; art. 1.698, El comprador ha de
satisfacer al vendedor lo desembolsado por las deudas y cargas de la herencia; art. 1.699, Cesión o
venta del crédito litigioso; art. 1.700, Carácter litigioso; art. 1.701, Excepciones al retracto
litigioso.
68
Brevemente referenciados, estos capítulos eran los siguientes: Cap. I: De la naturaleza y
forma de este contrato (arts. 1.367-1.378). Cap. II: Quiénes pueden comprar y vender (arts. 1.3791.381). Cap. III: De los efectos del contrato cuando se ha perdido la cosa vendida (art. 1.382).
Cap. IV: De las obligaciones del vendedor (arts. 1.383-1.428). Cap. V: De las obligaciones del
comprador (arts. 1429-1.432). Cap. VI: De la resolución de la venta (arts. 1.433-1.454). Cap. VII:
De la venta de una cosa común por licitación o subasta (arts. 1.455-1.456). Cap. VIII: De la
transmisión de créditos y demás derechos incorporales (arts. 1.457-1.467). Cap. IX: Disposición
general (art. 1.468).
69
El Capítulo VIIIº del Proyecto de 1.851 comprende los siguientes artículos: art. 1.457,
Efecto de la cesión del crédito; art. 1.458, Liberación del deudor que paga a su acreedor antes del
conocimiento de la cesión; art. 1.459, Los accesorios del crédito; art. 1.460, Responsabilidad de
los vendedores de buena fe y de mala fe por la existencia y legitimidad del crédito; art. 1.461,
Responsabilidad del cedente de buena fe por la solvencia del deudor; art. 1.462, Venta de herencia
sin enumerar la cosa de que se compone; art. 1.463, Venta alzada o en globo de la totalidad de
ciertos derechos, rentas o productos; art. 1.464, Responsabilidad del vendedor que se hubiere
aprovechado de frutos o percibido alguna cosa de la herencia; art. 1.465, Obligaciones del
comprador de la herencia; art. 1.466, Retracto del crédito litigioso; art. 1.467, Supuestos
exceptuados de retracto.
70
Vid. GARCIA GOYENA, Concordancias..., cit., pág. 433. El comentario literal que este
autor realiza del citado artículo dice lo siguiente:
“Tomado de la citada ley 34, título 5, Partida 5, que dice: “Las rentas de algun
almoxarifadgo (los derechos que se pagaban por la importacion ó esportacion de mercancías), ó
de alguna heredad”.
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Sin ánimo de ser en este momento exhaustivos en el comentario del texto de
GARCIA GOYENA, podemos deducir de él las siguientes ideas:
1º) Para este autor es indudable que el origen de la institución regulada radica en
un texto de las Partidas, no existiendo ningún otro precedente en el Derecho comparado.
El texto de Las Partidas (ley 34, título 5, partida 5), habla de la venta del
“almoxarifadgo”, al que describe como los derechos de importación o exportación de
mercancías, y de la venta de una heredad (con todos sus integrantes y accesorios). Lo
que resulta extraño es que GARCIA GOYENA ponga su atención en un tipo de
compraventa (venta de un almojarifazgo) ya extinguida y sin ninguna vigencia desde
1.783, por haber desaparecido el objeto específico sobre el que versaba71. También
resulta extraño que vea el origen de esta institución en la venta de una heredad, ya que
ésta es el prototipo de la compraventa normal (la venta de una finca, con todos sus
elementos integrantes y accesorios)72. En definitiva, GARCIA GOYENA aporta
realmente poca claridad a los orígenes de esta institución, si bien pone claramente de
manifiesto su procedencia del Derecho histórico español, carente de cualquier tipo de
En este caso es el derecho en globo á todas las rentas el que se vende sin enumerarlas, y no
ninguna de ellas en particular: del derecho, pues, ó título en general, debe responder el vendedor,
no de esta ú otra renta que pueda salir incierta.
Alzadamente ó en globo: Nisi de substantia ejus affirmaverit, ley 15, título 4, libro 18 del
Digesto: afirmando en qué consiste la herencia, enumerando las cosas que la componen, se
entienden vendidas estas, y el vendedor responde siempre de su hecho propio.
Salvo, del todo ó de la mayor parte. En la primera parte del artículo la presunción legal es
favorable al vendedor; en la segunda lo es justamente al comprador, como en el caso del artículo
1.402; pero en él se deja al juez mayor latitud que en este”.
71
En tal sentido se pronuncia NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 22 s., quien
llega a la conclusión que esta resurrección de la venta de un almojarifazgo se justifica porque
durante los siglos en que tuvieron vigor Las Partidas y hasta 1.851 esta institución recogida en la
ley 34, título 5, partida 5ª tuvo un ámbito de aplicación más amplia que el de regular la venta
alzada o en globo de todos los derechos de un almojarifazgo, entendiendo que en esta época, en
que la recaudación de tributos se hacía normalmente por concesión al mejor postor, era frecuente la
venta de dichas concesiones, incluyéndose en la venta no sólo la propia concesión sino también el
conjunto de derechos, rentas o productos pendientes aún de ser percibidos en el momento de la
cesión de esta concesión de recaudación tributaria. Esta cesión, que hoy día entraría dentro del
ámbito del derecho Administrativo, a mediados del pasado siglo entraba dentro del ámbito del
Derecho Civil, sin que el cedente necesitase de ningún tipo de autorización estatal. Igualmente,
RUIZ-RICO RUIZ, La venta de herencia..., cit., pág. 15, manifiesta que el legislador no pudo
pensar en una institución que estaba ya totalmente en desuso en esta época, por lo que GARCIA
GOYENA realmente aporta poca claridad al origen de esta institución.
72
RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., pág. 15.
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influencia foránea, ello con independencia de que la doctrina francesa del siglo anterior
comenzase ya a perfilar la futura regulación jurídica de la cesión de derechos de crédito
u otros derechos de naturaleza incorporal, previendo DOMAT la posibilidad de la
cesión de las rentas derivadas de la venta de Oficios, Justicias, cargos, etc.
2º) Por lo demás, puede llamar la atención que en su comentario GARCIA
GOYENA sólo haga referencia, al referirse al objeto de la venta alzada o en globo, a las
rentas que se transmiten, sin hacer comentario alguno a los “derechos” ni a los
“productos” que menciona el artículo 1.463 del Proyecto. El gran problema que plantea
este artículo (y posteriormente el artículo 1.532 C.c.), es precisamente la
indeterminación de los derechos que se transfieren. Cabría plantearse entonces una serie
de preguntas a las que no da respuesta el insigne comentarista: ¿Se trata de derechos
incorporales exclusivamente? ¿Se pueden integrar en la masa cedida derechos sobre
bienes de naturaleza corporal? ¿Qué carácter tendrían entonces las “rentas” y los
“productos” que se venden? ¿Por qué este artículo se integra entonces en el capítulo
dedicado a la regulación de la cesión del derecho de crédito y demás derechos
incorporales? A ninguna de estas preguntas da respuesta GARCIA GOYENA, que
limita su comentario a la cesión de rentas. Este autor tiene una visión reduccionista del
contenido del propio precepto que comenta: el artículo 1.463 habla de la venta alzada o
en globo de la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos, mientras que el
comentarista reduce el alcance de este artículo a la venta del derecho en globo a todas
las rentas no enumeradas, de manera que el vendedor sólo responde del derecho y no de
cada una de las rentas particulares que se venden. El alcance del artículo comentado es,
sin duda, más amplio, ya que enuncia tres posibles objetos de esa venta alzada o en
globo: derechos, rentas o productos. No se limita, pues, al derecho a percibir varias
rentas.
3º) Para aclarar el significado y alcance de la expresión “alzadamente o en globo”
del artículo 1.463, GARCIA GOYENA acude a una cita de DIGESTO: Nisi de
substantia affirmaverit73 . El título IVº del libro XVIIIº del Digesto trata de la venta de
73
Ley 15, tít. IVº, lib. 18. Se trata de un texto de GAYO, concretamente un comentario al
Edicto provincial, libro X , (trad. esp.: a no ser que se hubiere hecho afirmación sobre su cuantía).
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herencia o de su acción. No se entiende el comentario que realiza a continuación
GARCIA GOYENA al afirmar que esta ley dice en qué consiste la herencia,
enumerando las cosas de que la componen, entendiéndose vendidas éstas, respondiendo
el vendedor de su hecho propio. Esta ley, integrada en el título dedicado a la venta de
herencia, no da una definición de herencia, ni habla de la enumeración de sus elementos
componentes. Parece que se limita a poner de manifiesto que el vendedor no indicará el
precio de cada uno de los bienes o derechos que integran la herencia, de manera que ésta
se venderá por un precio alzado o global. Por tanto, la interpretación que hace GARCIA
GOYENA del texto latino es excesivamente lata, confiriéndole un alcance del que
realmente carece.
Por otra parte, esta referencia del comentarista a una ley del Digesto referente a la
venta de herencia, así como la interpretación que el autor hace del texto de GAYO y la
regulación de la venta alzada o en globo de la totalidad de ciertos derechos, rentas o
productos entre los artículos del Proyecto que regulan la venta de herencia, pone de
manifiesto que los redactores del Proyecto y el propio GARCIA GOYENA tuvieron
especialmente en cuenta, al redactar el artículo 1.463 del Proyecto, la glosa de
GREGORIO LOPEZ, jurisconsulto que, como hemos visto anteriormente, sintetizaba en
un solo precepto tanto la regulación de la venta de herencia como la cesión de un
conjunto de derechos o rentas, regulando en primer lugar la evicción en la venta de
herencia y seguidamente la evicción en la venta conjunta de derechos o rentas. Los
redactores del Proyecto regularon los dos supuestos en dos preceptos diferenciados pero
manteniendo el mismo orden que tenían en la Glosa gregoriana y, a continuación,
dedican otros preceptos a la venta de herencia, error de colocación que sería mantenido
posteriormente por los redactores del Anteproyecto 1882-1.888 y por los propios
redactores del Código Civil74.
Ahora bien, cabría pensar que GARCIA GOYENA considera que el régimen del
articulo 1.463 del Proyecto es extensible a la venta de herencia con enumeración
taxativa de las cosas que la componen (mientras que el artículo anterior del Proyecto, el
74
En este mismo sentido se manifiesta NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., op., cit., pág.
24.
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1.462, correlativo a nuestro actual artículo 1.531 C.c., sólo se aplicaría a la venta de
herencia sin enumeración de las cosas que la componen). El comentario de GARCIA
GOYENA se manifiesta claramente en ese sentido (“Alzadamente o en globo: Nisi de
substantia eius affirmaverit, ley 15, título 4, libro 18 del Digesto: afirmando en qué
consiste la herencia, enumerando las cosas que la componen, se entienden vendidas
éstas, y el vendedor responde siempre de su hecho propio”). De ello cabe concluir que el
insigne comentarista pensaba en la venta de herencia cuando se dio contenido al artículo
1.463, conectando la venta alzada o en globo de la totalidad de ciertos derechos, rentas o
productos con la venta de herencia, pero no con toda modalidad de venta de herencia,
sino con la venta de herencia con enumeración de las cosas que la integran, de lo que
cabe deducir que para este autor dicha modalidad de venta de herencia entra dentro del
régimen jurídico del artículo 1.46375.
Por lo demás, es indudable que, para él, es totalmente admisible que la venta
alzada o en globo tenga por objeto una totalidad de derechos, rentas o productos
enumerados por el vendedor. Este precepto no impide ni pone ningún obstáculo a la
posibilidad de que las partes acuerden la enumeración taxativa de todos y cada uno de
los bienes integrantes de la venta en globo, entrando, pues, en el régimen jurídico de
este precepto la venta de herencia con enumeración de las cosas que la componen, venta
ésta que escaparía así del régimen del artículo 1.462 del Proyecto (venta de herencia sin
enumeración). Si bien, hemos de añadir nosotros que la solución propuesta no es la más
coherente con la venta con enumeración, aunque sí preferible a la del artículo 1.462 del
Proyecto isabelino.
4º) Se plantea el problema de determinar a qué se refiere GARCIA GOYENA
cuando afirma que “el vendedor responde siempre de su hecho propio”, lo que podría
conducir a la idea de que, habiendo enumeración de las cosas que constituyen el objeto
de la venta, el vendedor responde por la evicción de cualquiera de los bienes que se
enumeran, lo que es rechazable por varias razones: la primera porque el artículo 1.463
del Proyecto en ningún momento se refiere a la responsabilidad del vendedor por la
75
En tal sentido se pronuncia acertadamente RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., págs. 311 y 312.
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evicción de bienes concretos de la totalidad de derechos, rentas o productos vendidos,
estableciendo un régimen específico de saneamiento por evicción del todo o de la mayor
parte. La segunda razón es porque en el caso de que el vendedor sólo realice una
enumeración parcial o “ad exemplum” de los bienes objeto de venta, la aplicación de ese
régimen de evicción conduciría al absurdo de que habría que aplicar soluciones diversas
a los diversos bienes que integran la masa (solución diferenciada según estos bienes
hayan sido o no descritos y enumerados), lo que no concuerda con el espíritu de la
citada norma, resultando una solución incoherente, pues el artículo 1.463 se aplicaría
tanto a los supuestos en que se realiza una enumeración de los bienes vendidos como a
la venta sin enumeración de los mismos o con enumeración parcial de éstos76.
5º) Finalmente, GARCIA GOYENA comenta la expresión “Salvo, del todo ó de la
mayor parte”, considerando que la primera parte del artículo establece una presunción
legal favorable al vendedor, mientras que en la segunda parte se establece una
presunción favorable al comprador. En la primera parte del artículo se establece la
responsabilidad del vendedor por la legitimidad del todo en general, como ocurre con el
vendedor de una herencia sin enumeración de sus elementos componentes, lo que sin
duda le favorece, mientras que en el segundo caso, la responsabilidad por evicción del
vendedor se hace extensiva no sólo a la totalidad de lo vendido, sino también a la que
afecta a la mayor parte de la venta, lo que evidentemente favorece al comprador, como
en el caso del artículo 1.402 del Proyecto77, diferenciando el insigne comentarista el
76
Vid., RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., pág. 313, nota 65. El autor da dos posibles
interpretaciones a la alusión al “hecho propio” que realiza GARCIA GOYENA. Por tal, considera,
podría entenderse que el vendedor responderá cuando, antes o, incluso, después de la venta,
hubiese ocasionado por dolo o culpa, la pérdida o destrucción de alguno o algunos de los bienes
que se enumeran en el contrato, como ocurriría por ejemplo en un supuesto de doble venta, en cuyo
caso el vendedor respondería por la pérdida de ese bien concreto, no tratándose pues de un
supuesto de evicción sino de responsabilidad contractual del vendedor por incumplimiento. Otra
posible interpretación de las palabras de GARCIA GOYENA sería hacer responsable al vendedor
si, aunque no se haya efectuado enumeración de los bienes que integran el objeto de la venta, se
manifestó en el contrato la importancia y el valor de lo que se vende, resultando a posteriori que el
valor real de lo vendido es muy inferior al valor de lo manifestado expresamente en el documento
contractual, pero ello sería realmente un pacto expreso de las partes de alterar el régimen de
responsabilidad general del artículo 1.463, pacto plenamente admisible, pero que supone una
excepción al régimen general que no es otro que el previsto en la letra del artículo citado.
77
Artículo 1.402 del Proyecto: “Si el comprador ha perdido por consecuencia de la
evicción una parte de la cosa vendida, de tal entidad con relación al todo, que sin ella no la
51
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régimen jurídico de ambos preceptos, tal vez por entender que ambos regulan supuestos
de hecho claramente diferenciados: el artículo 1.463 regula la venta alzada o en globo de
la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos, totalidad que constituye una
universalidad, que es el objeto de venta; en cambio el artículo 1.402 hace referencia a la
venta de cosas concretas aun cuando éstas se vendan por un precio unitario o alzado
para todas ellas, estableciendo un régimen evidentemente favorable al comprador, que
podrá exigir la rescisión del contrato en caso de que la pérdida afecte a una parte de la
cosa comprada de tal importancia que no la habría adquirido sin ella, o tratándose de
varias cosas si la pérdida hubiese afectado a una o varias cosas sin las cuales el
comprador no habría adquirido ninguna de ellas. Finalmente GARCIA GOYENA
entiende que el artículo 1.463 confiere al juez una mayor libertad (latitud) que el artículo
1.402 a la hora de apreciar si la evicción afecta a la mayor parte.
En conclusión, GARCIA GOYENA realiza un comentario sumamente confuso del
artículo 1.463, en el que no despeja alguna de las oscuridades del precepto, a la vez que
su propio comentario plantea una serie de nuevos interrogantes. Consideramos que,
realmente, el insigne comentarista no llegó a comprender el sentido exacto del precepto,
al dejar indeterminado el objeto exacto de las ventas alzadas o en globo de la totalidad
de ciertos derechos, rentas o productos, objeto que ha de ser necesariamente distinto del
objeto de venta alzada a que hace referencia el artículo 1.402 del propio Proyecto. Por
otro lado su referencia al Digesto es igualmente poco clarificadora.
2.4.2.- La venta de universalidades de ciertos derechos, rentas y productos en
los tratados y proyectos particulares decimonónicos anteriores al Código Civil.
Después del fracaso del Proyecto de 1.851 el impulso codificador continúa cada
vez con mayor vitalidad siendo numerosos los Proyectos de carácter privado que, a
título particular, realizaron diversos autores y tratadistas de la segunda mitad de siglo.
hubiera comprado, puede exigir la rescisión del contrato; pero con la obligación de devolver la
cosa libre de los gravámenes a que entretanto la haya sujetado.
Esto mismo se observará cuando se vendieren dos o más cosas juntamente por un precio
alzado o particular para cada una de ellas, sin constare claramente que el comprador no habría
comprado la una sin la otra”.
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La mayor parte de estos autores abordaron con poca profundidad y someramente la
venta alzada o en globo, difiriendo además en sus análisis y comentarios e, incluso, en la
configuración jurídica de la institución.
Así GUTIERREZ FERNANDEZ78 aborda en su tratado este tipo de ventas al
referirse a la doctrina jurídico-legal acerca de la evicción. Encuadra su comentario sobre
esta institución en su comentario acerca de la evicción de una herencia. Tras transcribir
íntegramente la ley 34, tít. 5, part. 5, estudia la responsabilidad del vendedor de una
herencia, destacando que éste está obligado a la evicción del todo, y no de una cosa
individual o aislada, “lo mismo (que) sucede con el vendedor de ciertas rentas, ó sea de
una universalidad”. Posteriormente se centra en comentar la venta de las rentas de una
universalidad de bienes, para destacar que sólo la evicción de todas las rentas o de su
mayor parte daría lugar al saneamiento y no la evicción de alguna renta aislada79. El
comentario de GUTIERREZ FERNANDEZ es confuso en lo referente al objeto de la
venta. Parece que para este autor el objeto de venta estaría constituido, una vez superada
la institución del almojarifazgo, por las rentas derivadas de una universalidad de bienes,
de tal manera que la evicción debería afectar a esas rentas (a su totalidad o mayor parte)
y no a los propios bienes que se venden. Por otro lado, no hace ninguna referencia a que
la venta sea alzada o en globo, aunque lo presupone.
A pesar de lo confuso de este comentario, vemos dos avances en el análisis de este
tratadista decimonónico: 1º) Diferencia claramente en su comentario la venta de
herencia de la venta de las rentas de una universalidad de bienes, distinguiendo el grado
de responsabilidad por evicción en que puedan incurrir uno u otro vendedor, siguiendo
así las pautas que en materia de responsabilidad estableció anteriormente el Proyecto de
1.851. 2º) Es consciente que el objeto de esta venta es una universalidad de bienes,
78
GUTIERREZ FERNANDEZ, Códigos ó estudios fundamentales sobre el Derecho Civil
español, tm. IVº (Tratado de las Obligaciones), Madrid, 1.867, págs. 304-305.
79
GUTIERREZ FERNANDEZ, op. cit. pág. 305. Dice literalmente al respecto: “Variado el
sistema de recaudación y administración de rentas públicas no tiene lugar la ley en lo que dice
del almojarifazgo; pero aplicada a las rentas de cualquiera universalidad de bienes, dispone lo
que en el caso anterior; que la evicción de todas las rentas ó la mayor parte de ellas daría lugar
al saneamiento, no la evicción de una cosa señalada que saliese de dichas rentas”.
53
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marcando así unas pautas que serán seguidas por un importante sector doctrinal
posterior (y rechazado por otro), como tendremos ocasión de analizar en profundidad
más adelante.
Coetáneo del anterior es SALVADOR DEL VISO80, cuyo tratado aborda el tema
de pasada, al referirse a la venta de una universalidad de bienes sin determinarlos por
partes. Concretamente aborda esta cuestión en la Lección 9ª de su manual (“De las
obligaciones que nacen del contrato de compraventa”), epígrafe VI (“Casos en que no
se presta la evicción y sus efectos cuando ésta proceda”). Realizando una incompleta y
restrictiva interpretación de la ley 34, tít. 5, part. 5ª de las Partidas, llega a la conclusión
de que el vendedor responderá por evicción si el comprador fue vencido en juicio “o
privado de todo lo que compró”, olvidando que dicha ley de Partidas contempla también
la responsabilidad del vendedor cuando la pérdida afecta a la mayor parte de las rentas
vendidas y no sólo a su totalidad. No obstante, en su breve comentario concluye que
estamos ante la venta de una universalidad de bienes no enumerados81.
En el resto de los tratadistas de la época apenas encontramos algunas referencias
indirectas a la venta de universalidades, en particular a la venta de herencia. Tal es el
caso de FERNANDEZ ELIAS, en cuyo tratado no hace mención alguna a la venta de
una universalidad de derechos o de rentas, limitándose a referirse a la responsabilidad
por evicción del vendedor de la herencia82.
80
DEL VISO, Lecciones elementales de Historia y de Derecho Civil, Mercantil y Penal de
España, Parte Segunda (Del Derecho Civil), Tratado Tercero (De las Obligaciones), Valencia,
1.870, pág. 311.
81
El comentario de SALVADOR DEL VISO dice literalmente: “Cuando se hubiere
vendido una universalidad de bienes sin determinarlos por partes, responderá solo de la evicción
si el comprador fue vencido ó privado de todo lo que compró; pero no si lo hubiere sido de una
cosa singular. Se exceptúa el caso de la venta de una nave, casa ó rebaño, ó de otra cosa
semejante, en que vendidas este cosas con todos sus adherentes, no solo responde el vendedor por
la evicción del todo de ellas, sino también si lo fuere de una cosa señalada. Leyes 34 y 35, tít. V,
Part. 5ª”.
82
FERNANDEZ ELIAS, Novísimo Tratado histórico-filosófico del Derecho Civil, Madrid,
1.873, pág. 598. El autor dedica la Lección LX de su manual al estudio del contrato de
compraventa, refiriéndose a la responsabilidad por evicción en la venta de herencia en el epígrafe
28 (Casos en que cesa la obligación de eviccionar y sanear en el vendedor), afirmando que
“vendida una herencia, sólo se da el saneamiento por el todo; nave, casa o rebaño con las cosas
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Por otro lado, en este periodo anterior al Código, se elaboran una serie de
Proyectos de Código civil de carácter particular, que acreditan el interés que en las
instancias académicas, oficiales y privadas de la época existía por la elaboración de un
Código civil. Antes de referirnos al Anteproyecto de Código civil, comentaremos
algunos de estos proyectos de carácter privado, empezando por el del abogado JOSE
ANTONIO ELIAS83, que contempla la venta de universalidades en su artículo 4.682,
que está incluido en el Libro IV (De la transmisión de los derechos reales y personales),
Primera Parte (De las enajenaciones), Título II, Capítulo Iº (De la enajenación a título
oneroso), Sección Primera (Responsabilidad del enajenante en caso de evicción). Dicho
artículo dispone que “el que enajena una universalidad de bienes no está sujeto á
responsabilidad alguna por la evicción de alguna cosa particular de ella. (L. 34, tít. 5,
Part. 5. L.1. Cod. de evict. tít.45, lib. 8; D. de haered. et act. vendit. tít. 4, lib.18.)”. Este
artículo hace referencia de forma totalmente escueta a la venta de universalidades de
bienes, sin especificar de qué tipo de universalidad se trata, por lo que podemos pensar
que este precepto hace referencia a cualquier modalidad de universalidad de bienes,
incluida la herencia, como acredita que señale como precedentes de esta norma no sólo
la ley 34, tít. 5, Part. 5ª, sino también dos textos del Corpus Iuris referidos a la venta de
herencia: por un lado, la ley 1, tít. 45 (De evictionibus), lib. 8º del Codex84 y, por otro, la
ley 2, tít. 4 (De hereditate vel actione vendita), lib. 1885. En definitiva, la aportación que
hace este breve texto de ELIAS se limita a reconocer de forma expresa la posibilidad de
enajenación de una universalidad de bienes, sin hacer ningún tipo de distinción entre
que les pertenezcan, se da por pérdida de alguna de ellas”. El autor se limita a comentar de forma
parcial y restrictiva las leyes 34 y 35 del título 5 de la 5ª partida.
83
ELIAS, Derecho Civil general y foral de España (Resumen ordenado de las leyes
vigentes en los varios territorios que forman la Monarquía española y de las decisiones del
Tribunal Supremo que establecen Jurisprudencia), Tm. IIIº, Vol. IIº, 2ª ed., págs.355-356.
84
Se trata de la constitución los emperadores SEVERO y ANTONINO a MUNICIO
publicada à 6 de las Calendas de Marzo del año 200, ya citada en la nota 30 de este mismo
capítulo.
85
Se trata de un texto de ULPIANO, de sus Comentarios a Sabino, libro XLIX, que dice:
“Venditor hereditatis satisdare de evictione non debet, quum id inter ementem et vendentem
agatur, ut neque amplius, neque minus iuris emtor habeat, quam apud heredem futurum esset de
facto suo venditor satisdare cogendus est”. (Trad. esp.: El vendedor de la herencia no debe dar
caución de evicción, cuando entre el comprador y el vendedor se trate esto, que no tenga el
comprador ni más ni menos derecho que habría de tener el heredero; pero de hecho propio debe ser
obligado el vendedor á dar caución).
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universalidades de hecho o de derecho, si bien parece que el autor estuviese pensando en
éstas últimas al citar entre los precedentes de esta norma ciertos textos del CODEX y del
DIGESTO referidos a la venta de herencia, paradigma de la ‘universitas iuris’.
Otro interesante Proyecto particular de Código civil es el elaborado por otro
abogado, NAVARRO AMANDI86. El artículo 1.497 de su Proyecto regula la venta de
masa universal de bienes, disponiendo que: “En la venta de una masa universal de
bienes, sólo estará obligado el vendedor al saneamiento con respecto á la totalidad de
ellos, más no en cuanto á cosas determinadas (a). En la venta de una ó varias cosas
particulares, el vendedor responderá del saneamiento de cada una de ellas (b)”. Cita
como orígenes de esta norma (a) la Ley 34, tít. V, Part. 5ª y (b) Ley 35, tít. V, Part. 5ª.
No hace referencia a ninguna Sentencia del Tribunal Supremo, al referirse a la primera
parte del precepto, limitándose a comentar que la ley 34, título V de la Partida 5ª exime
de la evicción y saneamiento al vendedor de unas de las universalidades que señala
cuando el vendedor no es vencido respecto al todo ó la mayor parte de la misma. En
cambio la ley 35 del mismo título y Partida se refiere al caso en que se vende una sola
cosa compuesta de partes integrantes é inseparables, citando en apoyo de este
comentario la Sentencia de 17 de marzo de 1.880, que analizamos más adelante,
destacando que la diferencia existente entre el precepto de una y otra ley estriba en que
en el primer caso (ley 34) se vendieron universalidades, y en el segundo (ley 35) se
vendieron diversas individualidades, ó una sola, compuesta de varias cosas integrantes.
Este precepto del Proyecto de NAVARRO AMANDI se nos presenta continuista
con las líneas que marca el Proyecto de 1.851, si bien es destacable que hace una
referencia expresa a las universalidades (“masa universal de bienes”), señalando una
especial responsabilidad por evicción del vendedor, que este autor reduce y limita al
86
NAVARRO AMANDI, Código Civil de España (compilación metódica de la doctrina
contenida en nuestras leyes civiles vigentes con expresión de sus orígenes, jurisprudencia del
Tribunal Supremo, concordancias con los principales Códigos de otros pueblos y comentarios),
Tm. II., Madrid, 1.880, pág. 228. Este Proyecto de Código civil contiene 2.255 artículos. Dedica
ocho capítulos a la regulación jurídica del contrato de compraventa (concretamente del artículo
1.459 á 1.547). En particular en el capítulo 5º contempla las obligaciones del vendedor (su Sección
3ª trata “Del saneamiento en caso de evicción”), dentro de la cual se regula la venta de una
universalidad de bienes.
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supuesto de que la evicción afecte a la totalidad de la masa de bienes vendida y no a
cosas determinadas que puedan integrar esta masa. Observamos, pues, que este autor no
acepta que dicha evicción pueda afectar a la mayor parte de los bienes vendidos, como
hacía el Proyecto de 1.851, pese a dar muestras de conocer perfectamente el precedente
histórico de esta norma (ley 34, tít. 5, Part. 5ª).
Por lo demás, reúne en un mismo precepto tanto la venta de una universalidad de
bienes como la venta de cosas compuestas, dejando claramente manifiesta la diferente
responsabilidad que generan, en caso de evicción, una y otra, de tal manera que en el
primer caso responderá el vendedor del saneamiento de la totalidad de los bienes que
integran la universalidad, mientras que en el segundo supuesto responderá del
saneamiento que afecte a cada una de las partes integrantes e inseparables de la cosa
compuesta. Finalmente, coincide el autor con el comentario de GARCIA GOYENA al
artículo 1.463 del Proyecto de 1.851 al poner de manifiesto que el origen histórico de
esta institución se encuentra en el Derecho histórico español, en concreto en las
Partidas, no observando ninguna concordancia con otros Códigos civiles extranjeros.
De esta manera llegamos al Anteproyecto 1.882-88 de Código civil, que recoge un
precepto, el artículo 1.559, prácticamente idéntico al artículo 1.463 del Proyecto de
1.851, salvo algunas pequeñas alteraciones meramente redaccionales. No se altera ni la
ubicación dentro del título y capítulo de la institución en ambos proyectos, ni se
modifica en un ápice el ámbito, carácter y naturaleza de la institución87. El artículo
1.559 dice: “El que venda alzadamente, o en globo, la totalidad de ciertos derechos,
rentas o productos, cumplirá con responder de la legitimidad del todo en general; pero
no estará obligado al saneamiento de cada una de las partes de que se componga, salvo
en el caso de evicción del todo o de la mayor parte. (1.463 Proyecto; 1.697 franc.;
1.574 hol.; 1.545 italiano.)”.
87
Vid. NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 23. En efecto, el artículo 1.559 del
Anteproyecto está incluido en el Capítulo VIIIº (“De la transmisión de créditos y demás derechos
incorporales”) del título VIIº (“Del contrato de compraventa”), del libro IIIº, que regula las misma
instituciones que contemplaba el Capítulo VIIIº, tít. VIIº, lib.IIIº, del Proyecto de 1.851.
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Las diferencias entre este precepto y el artículo 1.463 del Proyecto son, pues, de
simple redacción88. No obstante, entre estas diferencias hay una que refleja una distinta
concepción entre los redactores del Anteproyecto y los del anterior Proyecto de 1.851, al
decir el Anteproyecto “el que venda alzadamente, o en globo, la totalidad...”, frente al
Proyecto, que dice “el que vende alzadamente o en globo la totalidad...”. Esto es, los
redactores del Anteproyecto enmarcan la expresión “o en globo” entre sendas comas, lo
que indica que para ellos, a diferencia de los redactores del Proyecto de 1.851, los
términos “alzadamente” y “en globo” no son sinónimos, como parecía deducirse de la
lectura del artículo 1.463 del Proyecto de 1.851, sino que están claramente
diferenciados, tratándose de dos tipos distintos de cesión o venta, cuestión ésta que ha
dado origen a una interesante controversia doctrinal89, que trataremos en profundidad
más adelante.
Otra cuestión de interés que plantea el artículo 1.559 del Anteproyecto afecta a las
concordancias que el propio texto establece con ciertos Códigos civiles continentales
vigentes en esta época, en concreto los artículos 1.697 del Code francés90, 1.574 del
88
Se sustituye el tiempo verbal presente de indicativo que utiliza en su redacción el
Proyecto de 1.851 (“vende”, “cumple”, “está obligado”), por el presente de subjuntivo (“venda”),
o por el futuro de indicativo (“cumplirá”, “estará obligado”).
89
Este es un tema discutido por la doctrina patria. La ley 34 del Tít. Vº de la Part. 5ª y la
Glosa de GREGORIO LOPEZ sólo hacen referencia a un tipo de cesión conjunta de derechos,
rentas o productos, concretamente a la que después se llamaría venta en globo o en bloque. En
cambio, a partir del Proyecto de 1.851 se habla ya de la venta alzada o de la venta de derechos
alzadamente, lo que recogerá el Anteproyecto 1.882-88 y, posteriormente, el artículo 1.532 del
Código civil, de tal manera que se diferencian claramente dos tipos distintos de cesión, unificados,
como dice GARCIA CANTERO (op. cit., Tm. XIX, págs. 749 y 750), por el dato común de tratarse
de la venta de un conjunto de objetos. En este mismo sentido de considerar ambos tipos de cesión
como claramente diferenciadas se pronuncian SCAEVOLA (op. cit., Tm. XXIII, págs. 957 y 958) y
NAVARRO PEREZ (Ventas alzadas..., cit., págs. 35 y 36). Pero esta postura no es aceptada
unánimemente por la doctrina, pues hay autores que consideran que se trata de una misma
modalidad de cesión. Así opinan MANRESA, (op. cit., Tm. X, pág. 586) y ESCOSURA Y
AZPEITIA, Contestaciones a la parte especial del Derecho Civil, Tm. II, Madrid, 1911, pág. 44.
90
“S´il avait déjà profité des fruits de quelque fonds ou reçu le montant de quelque créance
appartenant à cette hérédité, ou vendu quelques effets de la succession, il est tenu de les
rembourser à l´acquéreur, s´il en les a expressément réservés lors de la vente”. Este artículo
concuerda, a su vez, con el art. 1.545 del Cód. italiano; 1.574 del Cód. holandés; art. 1.438 Cód.
cantón Valais; art. 1.330 Cód. cantón Neuchâtel; art. 819 Cód. cantón Tesino; art. 2.621 Cód. de la
Luisiana; art. 1.707 Cód. de Bolivia (cfr., y AGUILERA Y VELASCO, Colección de Códigos
Civiles europeos, concordados anotados, Tm. I, pág. 303, Madrid, 1.875).
58
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Código holandés y 1.545 del Código italiano de 1.86591. Una lectura atenta de estos
preceptos nos indica que los redactores del Anteproyecto realizaron unas concordancias
incorrectas del artículo 1.559, que han sido puestas de manifiesto por PEÑA
BERNALDO DE QUIRÓS92. Efectivamente, para este autor, la referencia al artículo
1.697 del Code francés es incorrecta, ya que este artículo no se corresponde con el
artículo del Anteproyecto, sino con el siguiente, esto es el artículo 1.560 de dicho
Anteproyecto93. El artículo 1.697 del Code regula realmente una materia relativa a la
venta de herencia, en concreto la referida al aprovechamiento de los frutos de la misma
por parte del heredero vendedor antes de procederse a su venta. Idéntico comentario
hace del artículo 1.574 del Código holandés. Finalmente, el artículo 1.545 del Código
italiano, como señala este comentarista, se corresponde realmente con el artículo
anterior del Anteproyecto, esto es, con el 1.55894, igualmente referido a la venta de
herencia.
En definitiva, las concordancias que efectúan los redactores del Anteproyecto no
se corresponden con el artículo 1.559, sino con los relativos a la venta de herencia, si
bien el comentarista no explica la razón de esta incorrección de la concordancia. Tal
vez, y al realizar esta afirmación nos movemos en el terreno de la hipótesis, ello se deba
a que, para los redactores del Anteproyecto, la venta alzada o en globo de la totalidad de
91
“El que vende una herencia sin especificar los objetos, no está obligado a garantizar
más que su cualidad de heredero.
Si hubiese ya éste obtenido el provecho de los frutos de cualquier predio ó percibido algún
crédito perteneciente a la herencia, ó vendido algunos efectos de la misma, está obligado a
reembolsar al comprador, si no se los hubiera reservado expresamente en la misma.
El comprador debe, por su parte, reembolsar al vendedor todo cuanto éste haya pagado
por débitos y cargas de la herencia, y tenerle en cuenta lo que a la misma se debiese, si no se
hubiese estipulado nada en contrario”. (Tradc. española de AGUILERA Y VELASCO, Colección
..., op. cit., Tm. I, pág. 220, Madrid, 1.875).
92
Cfr., PEÑA BERNALDO DE QUIROS, El Anteproyecto..., op. cit., págs. 589 y 560,
Madrid, 1.965.
93
Dicho artículo 1.560 del Anteproyecto dice: “Si el vendedor se hubiere aprovechado de
algunos frutos o hubiere percibido alguna cosa de la herencia que vendiere, deberá abonarlos al
comprador, si no se hubiere pactado lo contrario. (1.464 Proy.; 1.698 francés; 1.575 hol.; 1.545
ital.)”. Artículo incorrectamente concordado como también ha señalado PEÑA BERNALDO DE
QUIROS, op. cit., pág. 560.
94
Artículo 1.558 del Anteproyecto: “El que venda una herencia sin enumerar las cosas de
que se compone, sólo estará obligado a responder de su cualidad de heredero (1.462 Proy.; 1.696
francés; 1.573 holandés; 1.545 italiano)”.
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ciertos derechos, rentas o productos entra en el ámbito de la venta de herencia y que los
derechos, rentas o productos que se mencionan sean los derivados de una herencia,
como ocurre con el supuesto de hecho contemplado en los artículos 1.697 del Código
francés y 1.545 del italiano, que hacen referencia al vendedor de la herencia que ya se ha
aprovechado de los frutos de alguna finca heredada o que ha cobrado el importe de
algún crédito perteneciente a la herencia.
2.4.3.- La venta de universalidades de ciertos derechos, rentas y productos en
la Jurisprudencia del Tribunal Supremo anterior al Código Civil.
El Tribunal Supremo español se pronunció en relación a la venta de
universalidades en dos Sentencias dictadas con anterioridad a la promulgación del
Código civil, resoluciones éstas que van perfilando la institución al dar una
interpretación jurisprudencial a la ley 34, tít. 5º, part. 5ª, interpretación que, sin duda,
contribuyó también a la configuración definitiva del artículo 1.532 C.c., ya que estas
Sentencias se inspiran claramente en el texto de GARCIA GOYENA. Me refiero a las
Sentencias de 8 de abril de 186595 y de 17 de marzo de 188096, ésta última citada por
NAVARRO AMANDI y de especial interés.
La Sentencia de 8 de abril de 1865, de la que es ponente el magistrado D.
LAUREANO ROJO DE NORZAGARAY, constituye la primera resolución dictada por
el Alto Tribunal en relación a la venta de una universalidad de bienes por un precio
alzado. Concretamente se pronuncia acerca de la reclamación de una indemnización
derivada de la venta por un precio alzado de unos terrenos y heredades que resultaron
tener una menor cabida de la señalada en el contrato de compraventa97. La Sentencia
desestima el recurso en base a los siguientes considerandos:
95
Vid. “Repertorio de Jurisprudencia Civil” , publicada por la Revista General de
Legislación y Jurisprudencia, Tomo XIº, Sent. núm. 141, págs. 473-475, Madrid, 1865. Está
igualmente publicada en el número correspondiente de la Gaceta, con fecha de 23 de abril de 1865.
96
Vid. “Repertorio de Jurisprudencia Civil” , Tomo XLIIIº, Sent. núm. 91, págs. 299-307,
Madrid, 1880. Publicada en la Gaceta con fecha de 7 de junio del mismo año.
97
Los antecedentes de hecho de esta Sentencia son los siguientes: Los señores A. Calatayud
y E. Tudela y sus respectivas esposas vendieron por escritura de 4 de julio de 1859 a F. Espelosín
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Considerando que cuando se celebra un contrato de compraventa de diferentes
bienes por un precio alzado y no a razón de tanto la medida ó número, la falta de
alguna parte de ellos no dá derecho al comprador a la indemnización de los que
hallase de menos, no mediando perjuicio ó lesión en más de la mitad del justo precio.
Considerando que habiendo comprado el demandante las fincas rústicas y
urbanas litigiosas por un solo precio sin relación a su valor con respecto a la medida o
tasación de cada una, sino a sus productos, la sentencia que no ha estimada la
demanda absolviendo de ella a los demandados, no infringe la ley 28, título 5, partida
5ª, citada en apoyo del recurso, que trata de “que cosas, é que pleitos son aquellos, que
deben fazer é guardar, los que venden é compran”.
En conclusión, esta Sentencia aplica a la venta de una pluralidad de fincas rústicas
y urbanas por un precio alzado la ley 34, tít. 5, part. 5ª, a la que no cita expresamente, si
bien resuelve conforme a su espíritu. Tampoco menciona expresamente esta resolución
el término “universalidad”, pero se está refiriendo a ella al tratar de un conjunto de
bienes inmuebles de naturaleza rústica y urbana que se venden en un único contrato de
compraventa a un precio alzado, que se estipula no en base a las medidas y cabidas de
todos los bienes rústicos y urbanos que correspondían a las segundas en la villa navarra de Huarte,
así como otras fincas de su propiedad, en total 181 fincas, cuyos lindes y cabidas se especificaron
en el contrato, pero sin designar valor a cada una de ellas individualmente, por un valor total de
270.000 reales, pagaderos en varios plazos, declarando en el contrato de compraventa que el citado
precio “era el valor que juzgaban tener dichos bienes, haciendose respectivamente, caso de valer
más ó menos, donación del esceso (sic) en poca o en mucha suma”.
El Sr. Espelosín interpuso demanda en 2 de enero de 1862 para que se condenara a los
vendedores a indemnizarle por tener las tierras compradas menor extensión o cabida de la señalada
en el contrato, reclamando que dicha extensión fuera medida por peritos designados al efecto,
reclamando la correspondiente indemnización.
La reclamación del actor fue desestimada en primera instancia por la Audiencia de
Pamplona, lo que dio origen a la interposición por el sr. Espelosín de recurso de casación ante la
Sala Primera del Tribunal Supremo, alegando infracción de la ley 28, tít. 5, part. 5ª y la 24 del
mismo título y partida. A dicho recurso se opusieron los demandados alegando que a la hora de
tasar el importe de las fincas se tomó como base el valor en que se evaluaban por las partes las
rentabilidades de dichas fincas, más que la cabida exacta de las mismas, haciéndose constar así en
la escritura de venta de las fincas, fijándose al respecto un precio alzado para todas ellas y no
individualizado para cada una de ellas.
Finalmente la Sentencia falla no haber lugar al recurso interpuesto por el Sr. Espelosín.
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cada una de las fincas que se venden sino en base a su productividad de conjunto98. En
definitiva, la idea de “universalidad” aparece tácita en los considerandos de la
Sentencia, si bien el juzgador no utiliza este término, pues aún en este periodo histórico
no se ha configurado con precisión un concepto jurídico de “universitas”, que aparecerá
ya claramente en un inmediatamente posterior, como tendremos ocasión de ver al
comentar la Sentencia de 17 de marzo de 1880.
Por último, hay que destacar que esta Sentencia resuelve la cuestión de la
responsabilidad por evicción de manera similar a como lo hacía el Proyecto de GARCIA
GOYENA y, en definitiva, a como se pronunciará en un futuro sobre esta materia el
artículo 1532 C.c., llegando a fijar la Sentencia un criterio objetivo para determinar
cuándo procede esta responsabilidad: en concreto, que el perjuicio o lesión afecte en
más de la mitad del justo precio al valor de la totalidad vendida. No obstante, hemos de
admitir que esto puede ser debido a la idea de rescisión por lesión ultradimidium,
vigente en el texto del Proyecto de 1.851.
Mucho mayor interés presenta la Sentencia de 17 de marzo de 1880, dictada por la
Sala Primera del Tribunal Supremo y de la que fue ponente el Magistrado JOAQUIN
RUIZ CAÑABATE, por la que se resuelve un litigio derivado de la venta de una
explotación minera realizada por un precio único y alzado, con aplicación directa por el
juzgador de la ley 34, tít. 5, part. 5ª, que es objeto de interpretación jurisprudencial99.
98
Cabe preguntarse si nos encontramos ante la venta de una explotación agrícola integrada
por una pluralidad de fincas, muchas de ellas de naturaleza rústica, o lo que es lo mismo, ante una
venta de empresa, ya que es el criterio de la productividad de estas fincas el tenido en cuenta por el
comprador y el vendedor al fijar el precio global de venta, lo que confirma el Tribunal Supremo.
Lo cierto es que de los resultandos de la Sentencia no se puede deducir directamente y de forma
concluyente esta afirmación, por falta de los datos fácticos necesarios, pero se puede presumir tal
realidad la redacción del segundo considerando de la Sentencia.
99
Los antecedentes de hecho de esta Sentencia son los siguientes: con fecha 29 de
diciembre de 1868 se constituyó la Sociedad Anónima denominada La Carbonera española de
Belmez y Espiel, cuyo principal administrador era D. Cristobal Colón, duque de Veragua. El
objeto de la Sociedad sería el laboreo, explotación y beneficio de las minas, registros e
investigaciones, con los terrenos y edificios adquiridos en plena propiedad de la Sociedad Fusión
carbonifera y metalífera, todos ellos referidos a la explotación minera de las localidades de Belmez
y Espiel.
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Los recurrentes invocaban infracción de ley, entendiendo infringidas la ley 34, tít.
5, de la 5ª part., así como la ley 35 de dichos título y partida. Se alegaba infracción de la
mencionada ley 34, ya que ésta, a juicio de los recurrentes, “no exime al vendedor de la
evicción y saneamiento más que en el caso en que se haya vendido o enajenado el
derecho a una universalidad de rentas de un fondo, toda vez que no refiriéndose la
cuestión de autos a ninguna de estas cosas y sí a un número determinado de minas y a
pertenencias mineras que se especifican y detallan, y que además la Sociedad
Con fecha 31 de julio de 1869 se otorgó en Madrid escritura pública entre el referido duque
de Veragua y los conocidos empresarios malagueños D. Jorge Loring y las casas de comercio M.
Larios e Hijos é Hijos de Manuel Agustín Heredia. En dicha escritura se establecía que La
Carbonera española poseía y tenía las minas de carbón, de plomo y de hierro y demás bienes
muebles e inmuebles que se detallaban a continuación (base 1ª). Seguidamente se estipulaba que
La Carbonera española daba en arrendamiento a los expresados Loring, Larios y Heredia, por
término de 20 años, la explotación de todas las minas hulleras y metalíferas que le pertenecían, así
como el uso de los terrenos, edificios, máquinas, herramientas y material de cualquier clase que
existiese en los almacenes, “que constituía el haber social íntegro” de La Carbonera española, y
cuyo pormenor se había indicado ya anteriormente mediante inventario. Se estipulaba igualmente
que los arrendatarios tendrían facultad de adquirir en plena propiedad, dentro de los cinco primeros
años de este contrato, las minas, terrenos, edificios, máquinas y demás efectos pertenecientes a La
Carbonera española, por los diferentes precios en que se tasaron los diversos bienes inventariados.
Se estipuló igualmente que La Carbonera española, si se llegaba al caso de venta anteriormente
contemplado respondería frente a los adquirentes de la evicción y saneamiento de los bienes que
constituían el haber social, acordando a continuación ambas partes someter a la decisión de
árbitros arbitradores y amigables componedores todas las diferencias que pudieran ocurrir en
relación al cumplimiento de este contrato.
Los arrendatarios hicieron uso de la facultad concedida en el contrato, procediendo a la
compra de La Carbonera española por escritura pública de 28 de abril de 1877, acordándose en la
cláusula cuarta de dicha escritura que en el precio de venta se comprendía “todo el haber de la
Sociedad, según inventario, con excepción de ciertas minas expresadas”, entendiéndose que los
compradores recibían dichos bienes libres de todo gravamen, con excepción de un canon ya
conocido que gravaba ciertos inmuebles aportados, continuando La Carbonera obligada a la
evicción y saneamiento del presente contrato. Se fijó un precio alzado de la totalidad de los bienes
que se vendían.
Los compradores presentaron una reclamación contra la parte vendedora al resultar
gravados ciertos bienes adquiridos, pese a no haberse declarado en el contrato por la vendedora la
existencia de dichas cargas. Ello dio origen a un juicio arbitral, en el que se dictó laudo en 30 de
octubre de 1877, por el que, con el voto favorable de dos de los tres árbitros arbitradores
intervinientes, se desestimó la pretensión de los demandantes, que reclamaban la responsabilidad
por evicción de los elementos singulares afectados por dichas cargas, dando con ello dicho laudo la
razón a las alegaciones presentadas por La Carbonera española, que invocaba la aplicación a dicha
venta de la ley 34, tít. 5 de la part. 5ª y la Sentencia del Tribunal Supremo de 8 de abril de 1865
(que hemos comentado con anterioridad).
Contra este laudo, los compradores interpusieron recurso ante la Audiencia Provincial de
Madrid, que fue desestimado, y posterior recurso de casación por infracción de ley ante la Sala
Primera del Tribunal Supremo, que resolvió el recurso desestimando la pretensión de los
recurrentes y ratificando en toda su extensión la Sentencia de la Audiencia de Madrid por la que se
ratificaba íntegramente el contenido del laudo recurrido
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vendedora expresó que poseía, es evidente que se infringe dicha ley al aplicarla a un
caso que conocidamente no cae bajo su sanción”. Se alegaba igualmente infringida la
ley 35, tít. 5 de la 5ª partida, que según los recurrentes se debía haber aplicado al caso de
autos, pues esta ley “obliga al vendedor a eviccionar y sanear al comprador cuando
éste ha sido vencido en juicio por alguna de las cosas que señaladamente le vendió, en
el hecho de haberse declarado exenta de ese compromiso a la parte contraria, a pesar
de haber determinado expresamente y de haber individualizado, designándolas por sus
nombres, las cosas vendidas, y de haberse tratado en la venta, no del derecho a una
universalidad de bienes, sino sólo de un número de cosas, lo cual variaba
notablemente, y hacía que dicha ley debiera tenerse en cuenta en el presente caso...”.
La Sentencia resuelve el recurso en base a los siguientes considerandos:
“Considerando que la cuestión que ha dado lugar a este pleito consiste en
determinar si la venta hecha por la Sociedad La Carbonera española a D. Jorge Loring
y consocios fue de una universalidad de bienes ó de cada una de las cosas singulares
designadas, como componentes de aquella totalidad, y fijar en consecuencia la
extensión de la obligación contraída por los vendedores respecto a la evicción y
saneamiento.
Considerando que las cláusulas del contrato indicado revelan claramente que la
venta de todo el haber social de La Carbonera, hecha por un precio único y alzado, y
no por cada una de las cosas que lo componían, fué de una universalidad de sus bienes,
en cuyo caso la evicción y el saneamiento, sólo tiene lugar si los compradores fuesen
demandados y vencidos en juicio por la totalidad o la mayor parte de la cosa
comprada.
Considerando en virtud de lo expuesto que la sentencia recurrida al declararlo
así no ha infringido la ley 34, tít. 5º de la partida 5ª citada en primer lugar, porque ella
exime de la evicción y saneamiento al vendedor de unas de las universalidades que
señala cuando el comprador no es vencido respecto al todo o la mayor parte de la
misma y la razón de ese precepto obra de lleno en el presente caso, y además si no
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fuese a él aplicable, como sostiene la parte recurrente, su cita sería del todo punto
inoportuna.
Considerando que también lo es la de la ley 35 del mismo título y partida, porque
se refiere al caso en que se vende una sola cosa compuesta de partes integrantes e
inseparables, caso diverso del presente en que, como ya se ha dicho, se vendió una
totalidad de bienes diferentes e independientes entre sí, por un solo precio”.
La Sentencia continúa con otros considerandos que carecen de interés sobre
nuestro tema.
Se trata de una Sentencia sin duda decisiva en relación al tema que aborda, y ello
por varias razones: 1ª) Por ser la primera Sentencia que dicta el Tribunal Supremo en
relación a la aplicación directa de la ley 34, tít. 5 de la 5ª partida, precedente directo del
actual artículo 1532 C.c., determinando su ámbito de aplicación y sus efectos en materia
de saneamiento por evicción, cuestión ésta apenas esbozada por la Sentencia de 8 de
abril de 1865. 2ª) Por ser la resolución de nuestro Alto Tribunal que más profundiza en
el tema de la venta de universalidades100.
Esta resolución despeja el ámbito objetivo de aplicación de la ley 34, tít.5 de la 5ª
part., cual es la venta de universalidades de bienes o universitates rerum o facti
considerando como tal la venta de “todo el haber social” de una empresa, unificado
todo ello bajo un mismo y único precio alzado. Realmente estamos ante una
interpretación extensiva de esta ley de partidas, que hace referencia a la venta concreta
de determinadas universalidades (de herencia y de un almojarifazgo), incluyendo dentro
100
Como tendremos ocasión de ver más adelante, al estudiar la Jurisprudencia del Tribunal
Supremo acerca del artículo 1532 C.c., dicha Jurisprudencia no sólo es escasa, me atrevería a decir
que rara, sino que además carece de auténtico interés al limitarse a aplicar este artículo a ciertas
ventas, en especial a la venta de empresa, pero sin profundizar en el contenido de dicho artículo y
sin realizar un mínimo análisis sistemático del mismo. En cambio, la Sentencia que comentamos es
revolucionaria, ya que además de su carácter novedoso, profundiza en una serie de aspectos
relativos a la venta de universalidades, como no lo ha hecho hasta ahora ninguna Sentencia
posterior.
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del ámbito de dicha ley la venta de empresa101, de tal manera que, para el Tribunal
Supremo, la ley 34, tít. 5 de la 5ª part. será de aplicación a la generalidad de las
universitates rerum y no sólo a las expresamente contempladas en su regulación y, en
particular, a la empresa, concebida como un todo, como una agrupación de bienes de
diversa naturaleza, a cuya venta hace extensivo el régimen de responsabilidad por
evicción que contemplaba dicha ley de partidas y que consagrará posteriormente el
legislador en el artículo 1532 C.c.102 Esta misma concepción de la empresa como un
todo, como una unidad objeto en cuanto tal de tráfico jurídico, la encontramos
igualmente en la posterior Sentencia de 12 de diciembre de 1.881103.
101
Vid., entre otros, POLO, A., “La empresa como objeto del tráfico jurídico. Comentario a
las Sentencias del tribunal supremo de 7 de diciembre de 1.945 y de 23 de marzo de 1.946”, en
Revista de Derecho Privado, XXXº, Madrid, 1946, págs. 563-564, para quien esta Sentencia es la
primera en calificar a la empresa como universalidad de bienes (universitas rerum o facti),
aplicando a su venta la ley 34, tít. 5 de la 5ª part., precedente directo del art. 1532 C.c. Esta
concepción de la empresa como universitas rerum estará vigente en nuestra Jurisprudencia hasta la
STS de 13 de marzo de 1943, que modifica el anterior criterio por el de configurar a la empresa
como organización productiva. Igualmente, MUÑOZ CAMPOS y CEREZO CARRASCO,
“Concepto jurisprudencial de la empresa a efectos arrendaticios”, en Revista de Derecho
Mercantil, núm. 56, Madrid, 1.955, pág. 251, quienes refiriéndose a esta importante Sentencia,
afirman que con ella “se dio un inicial paso hacia el reconocimiento de la empresa como un “todo
comercial”, y aunque la citada decisión jurisprudencial no entrara en más detalles, no obsta,
dada su fecha, al mérito de la misma el que se desenvolviera por el camino trillado de aplicar el
concepto de universalidad. No olvidemos que entonces las relaciones de hecho, entre ellas,
principalmente, la clientela, no habían sido destacadas por la doctrina con la importancia que
hoy se les atribuye”.
102
Llama la atención observar cómo la parte recurrente trató de impugnar la aplicación de la
ley 34, tít. 5 de la 5ª part., en relación a la venta de empresa, alegando que esta ley sólo era de
aplicación a la venta del “derecho a una universalidad de rentas de un fondo”, adoptando pues una
línea de interpretación restrictiva de esta ley, siguiendo la doctrina observada, entre otros, en
GUTIERREZ FERNANDEZ.
103
Aunque no hagamos objeto de estudio esta Sentencia del Tribunal Supremo, al no incidir
esta resolución de manera expresa en la problemática del saneamiento por evicción ni referirse, en
concreto, a la ley 34, tít. 5 de la 5ª part., hemos de destacar precisamente su consideración de la
empresa como un todo que puede ser objeto de tráfico jurídico, de venta en este caso. Dicha
Sentencia rechazó un recurso en el que se solicitaba que se declarase la nulidad de la venta
realizada por una sociedad constituida para la explotación de unos terrenos procedentes de los
propios de un pueblo. Esta sociedad se había comprometido a no vender la parte adjudicada a cada
vecino antes de la fecha de la adjudicación, y hasta diez años después, si se hacía a personas o
corporaciones que no tuvieran derecho a la cesión; y, para salvar una situación económica difícil,
enajenó una parte de los bienes. El Tribunal Supremo, en el primer considerando, sentó la doctrina
de la validez de los actos realizados por “el conjunto unitario sociedad”, al estimarse no infringido
el contrato “en cuanto la prohibición en ellas (alude a dos cláusulas del contrato) establecida se
refiere a la venta que los socios individualmente hicieran de la parte que les fuese adjudicada en
su día, pero no a la que realizase la mayoría, mucho menos cuando el importe de la cuenta de que
se trata se invirtió en beneficio de la sociedad, librando con él el resto de las fincas que se
hallaban hipotecadas a favor de don E.M.A., a su instancia subastadas”.
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Por otro lado, para nuestro alto Tribunal, el factor que confiere la debida cohesión
a esa totalidad de bienes de naturaleza diversa que constituye la universalidad es el
precio alzado por el que ésta se enajena, de tal manera que no se venden
individualizados cada uno de los elementos integrantes de la empresa, sino la empresa
en sí, la empresa concebida como un todo y enajenada, en cuanto unidad, por un precio
alzado (lo que no impide, como en el caso de autos, que dichos bienes se encuentren
debidamente inventariados).
Por otra parte, esta Sentencia establece en relación a la venta de universalidades de
bienes el régimen de responsabilidad por evicción de la ley 34, tít.5 de la 5ª part., que
será posteriormente sancionado por el Proyecto de GARCIA GOYENA y por la propia
Jurisprudencia anterior del Tribunal (en concreto, la Sentencia de 8 de abril de 1865).
Por último, hemos de destacar que esta resolución establece claramente la
distinción entre venta de una universalidad de bienes y venta de cosa compuesta,
estableciendo un régimen de responsabilidad por evicción claramente diferenciado para
ambas modalidades de venta, de tal manera que en la venta de universalidades, el
vendedor responderá por la evicción que afecte a la totalidad o mayor parte de la misma,
a diferencia de la cosa compuesta, en que responde por la evicción que afecte a cada
cosa individual que integra el conjunto. Y así, mientras que a la venta de universalidades
se le aplica la ley 34, a la venta de cosa compuesta se le aplica la ley 35, tít.5 de la 5ª
part., de tal manera que la cosa compuesta estaría integrada por elementos integrantes e
inseparables, mientras que la universitas rerum ó facti estaría integrada por cosas
diferentes e independientes entre sí, unidas por un factor de cohesión que, en este caso,
sería un mismo y único precio alzado.
En conclusión, esta Sentencia contempla una serie de problemas que plantea la
venta alzada o en globo de universalidades, abriendo una serie de perspectivas que,
desafortunadamente, no han sido desarrolladas por la escasa Jurisprudencia posterior en
torno al artículo 1532 C.c.
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3.- LA INSTITUCION EN EL CODIGO CIVIL.El Código civil recoge la institución en su artículo 1.532, sin otras alteraciones
respecto al Proyecto de 1.851 y al Anteproyecto 1.882-1.888 que las meramente
redaccionales104, no alterándose su ubicación dentro del título y capítulo en ninguno de
estos textos105.
Pese al notorio afrancesamiento del Código, el legislador introdujo en él ciertas
instituciones originales como es el caso de las ventas alzadas o en globo, institución de
claras raíces hispanas, totalmente desconocida en el ámbito del Derecho comparado106 y
que es creada por los redactores del Proyecto de 1.851 que, como hemos visto a lo largo
de la exposición de los antecedentes históricos, tiene su origen en un texto de las
Partidas y en la tradición posterior de los tratadistas hispanos. El legislador ubica la
regulación de las ventas alzadas o en globo en el capítulo VII (De la transmisión de
crédito y demás derechos incorporales)107 del título IV, cuyo articulado sigue un orden
104
Entre estas diferencias de redacción destaca la supresión de las comas que separaban, en
el Anteproyecto, la expresión “o en globo” de las ventas alzadas, volviéndose así a la redacción
primitiva del Proyecto de 1.851, sin que ello haya contribuido a paliar la polémica doctrinal acerca
de si ambos términos son o no sinónimos.
105
El título dedicado a la regulación del contrato de compraventa es uno de los más
extensos del libro IV. Se dedica a este contrato todo el amplio título IV, bajo la rúbrica Del
contrato de compra y venta (arts. 1.445 a 1.537). La doctrina ha observado una desigual
distribución de la materia, pues mientras hay artículos relativamente extensos, lo que obliga al
legislador a realizar divisiones y subdivisiones, otros en cambio son breves, contando algunos con
un solo precepto..
Por otro lado, como pone de manifiesto NAVARRO PEREZ (La compraventa civil..., cit.,
pág. 47), la influencia de la legislación napoleónica es aparentemente muy profunda, resultando
manifiesta en el enunciado de rúbricas y redacción y contenido de los preceptos, influjo que
frecuentemente es directo, pero que, a veces, tiene lugar a través del Código italiano de 1.865.
106
Sólo se conoce esta institución en el Código civil filipino (vid. nota 8 de este mismo
capítulo), si bien este Código la recoge directamente del Código Civil español que, no lo
olvidemos, estuvo en vigor en esta colonia ultramarina entre 1.889 y 1.898, por lo que podemos
mantener el carácter original de esta institución.
107
Este capítulo regula las siguientes materias: art. 1.526, Efectos de la cesión de créditos
frente a terceros; art. 1.527, Liberación del deudor que pague antes de tener conocimiento de la
cesión; art. 1.528, Los accesorios del crédito; art. 1.529, Responsabilidad del vendedor de buena fe
por la existencia y legitimidad del crédito. El vendedor de mala fe; art. 1.530, responsabilidad del
cedente de buena fe por la solvencia del deudor; art. 1.531, Venta de herencia sin enumerar las
cosas de que comprende; art. 1532, Venta alzada o en globo de la totalidad de ciertos derechos,
rentas o productos; art. 1.533, Vendedor que se hubiese aprovechado de algunos frutos o percibido
alguna cosa de la herencia; art. 1.535, Retracto del crédito litigioso; art. 1.536, Casos exceptuados.
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similar al correspondiente del Code, si bien con la novedad de introducir entre los
artículos que regulan la venta de herencia la venta alzada o en globo de la totalidad de
ciertos derechos, rentas o productos108.
No obstante, pese a considerar que la venta alzada o en globo de la totalidad de
ciertos derechos, rentas o productos es una institución claramente diferenciada de la
venta de herencia, puede resultarme comprensible que tanto el Proyecto de 1.851, como
el Anteproyecto 1.882-88 y el propio Código hayan incurrido en tal descolocación, y
ello tanto por razones históricas como por la indudable relación e, incluso, semejanza
existente entre ambas modalidades de venta.
Existen razones de carácter histórico que explican esta descolocación. El artículo
1.532 C.c. tiene su origen directo en el artículo 1.463 del Proyecto de 1.851, el cual, a su
vez, tiene su origen en el texto de Partidas 5, 5, 34, como reconoce abiertamente
GARCIA GOYENA. Como hemos tenido ocasión de ver, esta ley de Partidas recoge en
un mismo texto y de forma unitaria el régimen de responsabilidad aplicable a las ventas
de herencia, por un lado, y a las ventas de las rentas de un almojarifazgo o de una
heredad, por otro. Al decir el mencionado texto de Partidas “...esso mismo (o sea lo
mismo que ya se dijo respecto a la venta de herencia) dizimos que seria si algun ome
comprasse todas las rentas de algund almoxarifazgo...”, parece que se trata de dar un
tratamiento jurídico unitario, en lo referente al régimen de garantías, a ambas
modalidades de venta, si bien con las debidas matizaciones109.
108
Vid. NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 23-24, quien entiende que este
precepto está descolocado, debiendo haber sido colocado como artículo 1.531 ó, en su defecto,
como artículo 1.534, esto es antes o después de la regulación de la venta de herencia, llegando este
autor a mostrarse favorable a que figurase como artículo 1.531, “al ser una norma que regula con
carácter general lo que el articulado dedicado a la venta de herencia regula con carácter
especial”. Esta opinión del autor, que presupone la existencia de una relación de general a
particular entre ambas clases de ventas me parece un prejuicio, especialmente si se tiene en cuenta
que no explica los motivos de su conclusión.
109
Debe matizase al respecto que, aunque la citada ley de Partidas señala que a las ventas
de un almojarifazgo le ocurrirá lo mismo que a la venta de una herencia, a la hora de la verdad
dicha ley no establece un régimen idéntico, ya que en el caso de venta de un almojarifazgo se
establece una responsabilidad por la evicción que afecte a la mayor parte, que no se establece para
la venta de herencia.
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Algún autor110 ha ido aún más lejos llegando a ver el origen de esta descolocación
en la glosa de GREGORIO LOPEZ. En efecto, hemos visto que este jurisconsulto
sintetizaba en un mismo precepto tanto la venta de herencia como la cesión de un
conjunto de derechos o rentas, regulando en primer lugar la evicción en la venta de
herencia y a continuación la evicción en la venta conjunta de derechos y rentas, de tal
manera que los redactores del Proyecto formaron dos preceptos, separando ambos
supuestos diferenciados y regulándolos independientemente en sendos artículos,
manteniendo el mismo orden que tenían en la Glosa, sin tener en cuenta que
posteriormente dedicarían dos nuevos preceptos a la regulación de la venta de herencia,
error que no sería advertido ni por los redactores del Anteproyecto ni por los del
Código.
Lo cierto es que esta última opinión nos resulta manifiestamente incorrecta, pues
parte de la base de que los redactores del Proyecto no conocían que el origen de este
precepto se encuentra en un texto de las Partidas, lo que evidentemente desmiente la
propia obra de GARCIA GOYENA. Nuestros legisladores siguieron el texto de las
Partidas, origen de nuestra institución. Otra cuestión es la de determinar si la actuación
del legislador se limitó a trasponer el texto de las Partidas o si, por el contrario, hizo un
replanteamiento del tema tratando de establecer un régimen de responsabilidad
claramente diferenciado entre la venta de herencia y la venta alzada o en globo de la
totalidad de ciertos derechos, rentas o productos. En tal sentido cabe considerar que
nuestro
legislador
quiso
regular
dos
instituciones
claramente
diferenciadas,
introduciendo junto a la venta de herencia la regulación de esta modalidad especial de
venta de universalidades de derechos, rentas o productos, proveniente de nuestro
Derecho histórico: el legislador ha dedicado dos preceptos legales distintos a una y otra
modalidad de compraventa, estableciendo para ambas distintos regímenes de
responsabilidad. Si a ello se añade que el artículo 1.532 C.c. no presenta ninguna
continuidad literal con el artículo precedente ni con los dos posteriores, parece correcto
interpretar que este artículo tiene un ámbito de actuación diferente del de la venta de
herencia, no siendo aplicable al supuesto del artículo 1.531 (venta de herencia sin
110
Vid., NAVARRO PEREZ, op. cit., pág. 24.
70
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enumeración de sus componentes)111. Cuestión distinta es que nos parezca mal ubicada
la institución que, repito, debería preceder la regulación de la venta de herencia, como
artículo 1.531 y no como artículo 1.532 C.c.
No obstante, el legislador reguló la venta alzada o en globo conjuntamente con la
venta de herencia dada la gran relación e, incluso, afinidad entre ambas modalidades de
venta, no tanto respecto a su régimen de responsabilidad, claramente diferenciados,
cuanto al objeto de ambas ventas. Otra similitud entre ambas ventas reside en el hecho
de que la venta alzada o en globo no tiene que limitarse a ser la venta de un activo
patrimonial, sino que puede incluir la transmisión de deudas inherentes a los bienes que
constituyen el activo vendido, coincidiendo en este sentido con la venta de herencia, que
lo es tanto del activo como del pasivo hereditario.
Así pues, llegados a este punto e independientemente de que en un capítulo
posterior abordemos la relación existente entre ambas modalidades de venta, podemos
llegar a la conclusión de que entre la venta alzada o en globo de una universalidad de
derechos, rentas o productos y la venta de herencia existen unas relaciones y
concomitancias, que explican y justifican la ubicación del artículo 1.532 C.c. junto a
aquellos otros que regulan la venta de herencia.
4.-
LA
COMPRAVENTA
COMO
NEGOCIO
CAUSAL
DE
LA
TRANSMISIÓN DE LA TOTALIDAD DE CIERTOS DERECHOS, RENTAS O
PRODUCTOS.La primera cuestión que plantea el estudio sistemático del artículo 1.532 C.c. es la
relativa a cuál sea el negocio jurídico causal subyacente a la cesión de la totalidad de
ciertos derechos, rentas o productos. Dicho artículo hace referencia a esta cuestión al
afirmar “el que venda alzadamente o en globo la totalidad de ciertos derechos, rentas
o productos...”, de lo que se infiere que el negocio originario de la transmisión de la
111
En un capítulo posterior abordaremos la diferenciación entre ambas instituciones, así
como los puntos de contacto que poseen, básicamente el de contemplar ambas la problemática que
plantea la venta de universalidades, ya sea dicha universalidad una herencia o ciertos derechos,
rentas o productos.
71
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totalidad de ciertos derechos, rentas o productos ha de ser un contrato de compraventa,
introduciendo el precepto una disyuntiva teórica entre dos modalidades: la venta alzada
o a precio alzado y la venta en globo. Como tendremos ocasión de exponer en este
epígrafe, nuestro criterio es, por un lado, que no se puede diferenciar entre dos especies
de compraventa (la venta alzada, por un lado, y la venta en globo, por otra), como dos
modalidades distintas de cesión de la masa de bienes y derechos; y, por otra parte, que
no se debe limitar el origen de esta transmisión al contrato de compraventa, siendo
posible extenderlo a otras modalidades negociales.
En el capítulo precedente se vio cómo el texto de Partidas del que se deriva la
regulación de las ventas alzadas o en globo (P. 5, 5, 34) se limita a hablar de
compraventa, sin distinguir entre ambas modalidades, de manera que parece referirse
únicamente a la venta en globo (“todas las rentas), sin hacer referencia alguna al
precio112. No obstante, creemos que este dato no es significativo, pues pese a la falta de
referencia de un precio común o alzado, éste puede sobreentenderse, sin que este texto
de Las Partidas, por otra parte, niegue la posibilidad de un precio alzado. Es el Proyecto
de GARCIA GOYENA el primer texto que efectúa la distinción entre ambas
modalidades de compraventa en su artículo 1.463, lo que tendría continuidad en el
artículo 1.559 del Anteproyecto 1.882-88 de Código civil, para pasar finalmente al texto
del actual artículo 1.532 C.c.
La doctrina no es unánime a la hora de considerar que el artículo 1.532 C.c. está
distinguiendo dos modalidades distintas de compraventa que dan origen a la transmisión
de una globalidad de derechos, rentas o productos: la venta alzada y la venta en globo.
En cambio, sí existe unanimidad a la hora de reconocer que nos encontramos ante una
compraventa especial. Pero esta unanimidad se rompe a la hora de valorar si este
precepto contempla una sola modalidad de venta (la venta en globo con precio alzado) o
dos modalidades de venta (la venta en globo y la venta alzada), a las que se aplica un
mismo régimen de responsabilidad del vendedor, lo que justificaría el tratamiento
uniforme de ambas modalidades contractuales.
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En efecto, un sector de la doctrina ha entendido, de manera correcta según nuestro
criterio, que el mencionado artículo se está refiriendo a una sola y única modalidad de
compraventa, de manera que la venta en globo comporta necesariamente un precio único
o alzado, con independencia de que tal precio sea el resultado de la suma de los diversos
precios individualizados de todos y cada uno de los elementos que componen la
globalidad o, por el contrario, sea un precio calculado de manera general, sin tener en
cuenta el valor específico de cada bien o derecho particular que integra la masa,
atendiendo al hecho de que el conjunto de bienes y derechos puede tener un valor
diferente al de la suma de los valores o precios individualizados de los diversos
elementos, ya que la unidad comporta o puede comportar un ‘plus’ de valor,
especialmente en el caso de globalidades organizadas, como ocurre con el caso de una
empresa --que es un conjunto de elementos materiales con ese ‘plus’ de valor derivado
de la concurrencia de una serie de factores tales como la existencia de una organización,
la posición de la empresa en el mercado de bienes y servicios, la clientela, etc.--, que
dan un valor suplementario a los diversos elementos que la integran113.
Frente a esta posición, otro sector doctrinal se muestra abiertamente partidario de
mantener el criterio diferenciador entre ambas modalidades de compraventa114, posición
112
“Eso mismo decimos que seria si algún ome comprasse todas las rentas de algún
almoxarifadgo...”.
113
Vid., en favor de esta posición, ESCOSURA Y MATHEU, Contestaciones a la parte
especial del Derecho Civil, Tomo IIº, Madrid, 1.911, pág. 44; MANRESA-BLOCH, op. cit., pág.
586, para quienes el artículo 1.532 hace referencia al caso de la transmisión de un conjunto de
cosas que forman un todo. Recientemente, esta posición ha sido asumida abiertamente por
PANTALEON, en ‘Comentario al artículo 1.532 C.c.’, Comentario del Código Civil..., cit., págs.
1037 y 1.038, para quien ambas expresiones son utilizadas por el legislador como términos
sinónimos para describir un único tipo de compraventa: la venta de universalidad, argumentando
que la venta en globo (sin enumeración taxativa de los elementos integrantes de dicha
universalidad) de la totalidad de ciertos bienes y derechos, deberá efectuarse por un precio alzado,
pues si a cada bien o derecho se le señalara un precio individualizado, se contemplaría cada uno de
forma individualizada.
114
En favor de esta diferenciación se han pronunciado, entre todos, los comentaristas
SCAEVOLA-BONET, en Código Civil concordado y comentado extensamente, Tomo XXIIIº,
vol. 2º, Madrid, 1.970, pág. 660, quienes afirman que al hablar el Código de ventas alzadas o en
globo no usa dos expresiones para una sola forma de enajenación, sino que se refiere a dos
modalidades distintas de venta, llegando estos autores a la conclusión de que “una cosa es ‘vender
en globo’, o sea, sin enumerar ni detallar las cosas, y otra vender alzadamente, o sea por un solo
y único precio”. Para ilustrar debidamente esta diferenciación ponen los siguientes ejemplos: sería
venta en globo la venta por 100.000 pesetas de los derechos de censo que el vendedor tiene en la
provincia de Madrid; sería alzada la venta por 100.000 pesetas de los aprovechamientos de caza y
73
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ésta que no nos parece la más adecuada, por las razones que expondremos a
continuación. Este sector de la doctrina fundamenta su criterio en diversos argumentos
que no nos parecen convincentes. Así, se ha afirmado que se trata de dos tipos
negociales diferentes, con sus caracteres específicos, existiendo entre ambas una
relación de generalidad-especialidad, de tal modo que la venta a precio alzado sería el
negocio específico, frente a la cesión en globo o en bloque que sería el negocio
genérico. Por ello, entienden estos autores que si con esta redacción se hubiese
pretendido agrupar o unir ambas modalidades negociales, hubiese bastado con que el
precepto hiciese referencia a la venta conjunta de la totalidad de ciertos derechos, rentas
o productos por un precio alzado, como hacía el artículo 1.541 del Codice civile italiano
de 1.865 al considerar realizada la venta en globo de una serie de cosas, si éstas habían
sido vendidas por un precio único y cierto, sin que se hubiese tenido en cuenta el peso,
el número o la medida, y también cuando se hubiese tenido en cuenta únicamente al
efecto de determinar la cuantía del precio mismo115. De todo ello se deduce por estos
autores que el legislador se está refiriendo a dos modalidades negociales diferenciadas a
las que se aplicará el especial régimen de responsabilidad previsto en el artículo 1.532
C.c. Lo cierto es que el legislador ha redactado el precepto con imprecisión
terminológica, al no quedar claro, en estricta interpretación literal de la norma, si utiliza
ambos términos como sinónimos o como modalidades diferenciadas. El problema reside
en determinar en qué sentido el legislador utiliza la conjunción ‘o’, con la que el
precepto parece distinguir las ventas alzadas de las ventas en globo, lo que se complica
si tenemos en cuenta que el precepto establece un mismo régimen de responsabilidad
para ambos tipos de cesión. Pudiera pensarse que se trata de una conjunción disyuntiva,
de forma que se utilizan dos expresiones distintas para referirse a una sola forma de
leña de los montes A y B; en el primer caso no hay determinación alguna, bastando con que
existiera un censo para que se mantuviese la venta, mientras que en el segundo aparecen
determinadas las cosas que se vendieron, lo que explica que en el artículo 1.531, relativo a la venta
de herencia sin enumeración de sus elementos, no se contenga una excepción como la del artículo
1.532, pues en el caso de la herencia no es posible conocer cuál es la mayor y cuál es la menor
parte. También GARCIA CANTERO, en el “Comentario al artículo 1.532 C.c.”, en Comentarios
al Código civil..., cit., págs. 748 ss., se pronuncia abiertamente en favor de la distinción, así como
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 36 ss.
115
Vid. DEGNI, La compraventa (Tradc. española y notas de Bonet Ramón), Madrid,
1.957, págs. 175-177.
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enajenación o, por el contrario, la dudosa redacción podría conducir a la consideración
de que el precepto se está refiriendo a dos modalidades distintas de venta116.
Centrándonos en nuestra posición, hemos de rechazar los intentos llevados a cabo
por este sector doctrinal que pretende establecer una separación nítida entre dos
modalidades de venta, en base a ciertas argumentaciones, como la gramatical que
acabamos de exponer, que no nos parecen convincentes. Ello no es óbice para que
admitamos que una cosa es la venta a precio alzado y otra la venta en globo. Lo que
ocurre es que ambas modalidades son perfectamente compatibles entre sí. Dicho en
otras palabras, nada impide que una venta a precio alzado sea simultáneamente venta en
globo o, lo que es lo mismo, que se venda una globalidad de bienes y derechos por un
precio alzado. Es más, consideramos que no es posible que pueda hablarse de la venta
de una pluralidad de bienes y derechos si no es admitiendo la existencia de un único
precio para la totalidad, y ello con independencia de que ese precio único sea el
resultado, como ya dijimos, de la suma de los diversos precios individualizados de todos
y cada uno de los elementos integrantes de la masa, o sea, por el contrario, un precio
calculado en base a otros criterios complementarios que son tenidos en cuenta por las
partes a la hora de su determinación, como podría ser la necesidad imperiosa de
vendedor del vendedor, o el sobrevalor de la cosa considerada en su conjunto,
especialmente en el caso de la empresa.
Por otra parte, el legislador español hace referencia en diversos preceptos del
Código a la venta alzada o a precio alzado, de manera que la fijación alzada del precio
no es exclusiva de la compraventa de una pluralidad de objetos, siendo también posible
aplicarla a la compraventa de un único bien cuyo precio no se determina a tanto por
unidad de superficie, sino de modo global, supuesto éste previsto en el párrafo primero
del artículo 1.471 C.c., en referencia a un inmueble, y en el artículo 1.479 C.c., relativo
al saneamiento por evicción “cuando se vendiesen dos o más cosas conjuntamente por
un precio alzado, o particular de cada una de ellas, si constase claramente que el
comprador no habría comprado la una sin la otra”, si bien aquí se regula la
116
Vid., en tal sentido, SCAEVOLA-BONET, op. cit., pág. 655.
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compraventa de cosas específicas y determinadas, y no de conjunto de cosas, lo que
también cabe predicar de la venta de animales prevista en los artículos 1.491 y 1.492117.
El artículo 1.532 C.c. se está refiriendo, por tanto, a la venta por precio único o
alzado de una serie de bienes, derechos, rentas o productos, sin que sea necesario que
éstos se encuentren enumerados y descritos en el contrato, aunque tal enumeración sea
lo más corriente. Lo específico de esta modalidad de compraventa es que tiene por
objeto la totalidad o una parte o cuota de ciertos bienes, derechos, rentas o productos, de
modo que la compraventa no contempla individualmente cada uno de estos elementos,
sino al conjunto de todos ellos, para los que se fija un sólo y único precio, esto es, un
precio alzado. Lo que no exige, como han destacado algunos autores118, que esos
derechos, rentas o productos estén claramente determinados en el contrato --siempre que
contengan, al menos, los datos necesarios para su posterior determinación--, cabiendo
incluso la posibilidad que el título contenga una valoración de alguno o varios de estos
elementos que se venden, siempre que dicha valoración se haga a título puramente
indicativo o ‘ad exemplum’, y siempre que ello no se refleje en el precio unitario fijado
en el contrato, el cual deberá ser fijado alzadamente. En definitiva, la venta no
117
En Derecho italiano, el Codice civile de 1.865 confundía la venta a precio alzado con la
venta en globo en el artículo 1.541 al disponer que se entendía hecha la venta en globo si las cosas
han sido vendidas por un precio único y cierto, sin que se haya tenido en cuenta el peso, el número
o la medida, y también cuando se haya tenido en cuenta únicamente al efecto de determinar la
cuantía del precio mismo. En cambio, ni el Codice civile de 1.942 ni el Code civil francés hacen
referencia específica a la venta a precio alzado de una masa de bienes. Tan solo encontrábamos
una referencia específica a la venta de una diversidad de cosas a un precio alzado en el & 471
B.G.B. –anterior a la Reforma de 2.002 del B.G.B..--, si bien este precepto se refiería a la venta de
cosas corporales, hasta el punto de establecer como régimen de garantía la redhibición por los
vicios ocultos que tuvieren las cosas, sin hacer referencia alguna a la evicción ni a la legitimidad de
los derechos transferidos, por lo que consideramos que nos encontramos ante un supuesto diferente
del contemplado en el artículo 1.532 C.c. El & 471 BGB citado disponía que si en el caso de la
venta de varias cosas por un precio alzado o total la redhibición sólo se efectúa respecto a algunas
de ellas, el precio total se reducirá en la proporción en que habría estado, al tiempo de la venta, el
valor total de las cosas carentes de vicios respecto del precio de las cosas no afectadas por la
redhibición. Tras la reforma de 2.002, el el & 453 B.G.B. admite la compraventa de derechos a los
que aplica las disposiciones sobre compraventa de cosas, debiendo soportar el vendedor los gastos
de constitución y transmisión del derecho, añadiendo el precepto que si se ha vendido una cosa que
faculta a poseer una cosa, el vendedor está obligado a entregarla al comprador libre de vicios de la
cosa y vicios jurídicos.
118
Cfr., GARCIA CANTERO, op. cit., pág. 750. Por su parte, NAVARRO PEREZ, en
Ventas alzadas..., cit., pág. 36, considera acertadamente que no es preciso que los bienes o
derechos que se enajenan por un precio alzado vayan descritos detalladamente, bastando con su
mera determinación para su perfecta identificación.
76
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contemplará individualmente cada bien o derecho que se enajena, fijando un precio
individualizado para cada uno de ellos, sino que se fija un precio unitario para la
totalidad o conjunto que se enajena.
En la venta en globo, por tanto, no es imprescindible la enumeración e
individualización de cada uno de los derechos, rentas o productos que integran la
universalidad que se enajena, siempre que dicha globalidad quede claramente
determinada. Por tanto, las partes contemplan un único objeto (la globalidad o
universalidad) y un único precio (que puede ser el resultado de la suma de los precios
individualizados de cada bien, derecho, renta o producto integrante de la globalidad, a
diferencia de lo que ocurre en las ventas alzadas), dando nacimiento a un único contrato
en el que no tienen en cuenta la individualidad de los bienes y derechos integrantes119.
No obstante, el hecho de que no se describan individualizadamente todos y cada uno de
los elementos que integran la globalidad no significa que éstos queden totalmente
indeterminados, ya que debe existir un medio de identificación suficiente que permita su
ulterior determinación: la pertenencia a un mismo vendedor, la existencia de un mismo
deudor o sujeto pasivo en el caso de ser derechos de crédito los elementos integrantes de
la globalidad (se ceden todos los créditos que se tienen contra X), la derivación de un
cierto bien (todos los derechos de autor derivados de una determinada obra en cierto
periodo de tiempo). En consecuencia, no es necesario describir individualmente cada
uno de los derechos, rentas o productos vendidos120. Lo realmente importante es la
existencia de un único título o contrato por el que se transmite la totalidad de derechos y
bienes, sin que se tenga en cuenta la individualidad de los mismos, de manera que el
negocio originario de la cesión se configura unitariamente y no como la suma o
agregado de tantos negocios individualizados cuantos bienes haya.
En este punto, se hace preciso destacar que no debe caerse en el error de confundir
la venta en globo con la denominada venta al peso, cuenta o medida, en el que el objeto
119
Como ha observado acertadamente GARCIA CANTERO, op. cit., pág. 750.
120
GARCIA CANTERO, últ. op. et loc. cits.
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de la venta no se encuentra especificado hasta el momento de la entrega de la cosa121.
Una primera matización que hemos de hacer es que esta última modalidad contractual
sólo puede tener por objeto bienes de carácter material, mercancías, a diferencia de la
venta en globo prevista en el artículo 1.532 C.c., cuyo objeto puede estar integrado tanto
por elementos de naturaleza corporal como por otros de naturaleza incorporal
(derechos). Para MARCADE122, la venta se hace en globo cuando concurren en ella dos
circunstancias: la primera, que las cosas sean vendidas en masa y en su conjunto; y la
segunda, que sean vendidas por un sólo y único precio. En cambio, está hecha al peso,
cuenta o medida en la hipótesis inversa y, por consecuencia, en tres casos, esto es, todas
las veces que falte, ya sea cada una de las condiciones citadas, ya sea únicamente la
primera de las condiciones, o ya sea la segunda solamente123.
121
La doctrina francesa ha distinguido tradicionalmente entre la ‘vente en bloc’, el
equivalente a lo que nosotros denominamos venta en globo, y la denominada venta al peso, cuenta
o medida. En efecto, el artículo 1.585 Code civil dispone, como ya vimos, que cuando las
mercancías no son vendidas en globo, sino al peso, a cuenta o a medida, la venta no es perfecta, en
el sentido de que las cosas vendidas están a los riesgos del vendedor hasta que las mismas sean
pesadas, contadas o medidas, añadiendo el artículo 1586 Code civil que si, por el contrario, las
mercancías han sido vendidas en globo , la venta es perfecta, aunque las mercancías no hayan sido
hasta ese momento pesadas, medidas o contadas. Así pues, el Code civil francés se está refiriendo a
la hipótesis de las cosas que se pueden pesar, contar o medir, distinguiendo al respecto que la venta
sea en globo o si tiene lugar al peso, cuenta o medida, distinción que es importante por los diversos
efectos que produce la venta en uno u otro caso. Lógicamente esta distinción presenta ciertas
dificultades y ha dado origen a ciertas controversias doctrinales, interesándonos a nosotros
especialmente la que se plantea en torno a la distinción entre la venta en globo y la venta hecha al
peso, cuenta o medida.
122
Cfr. MARCADE, op. cit., pág. 150.
123
Así, siguiendo a MARCADE (op. et. loc. cits.), la venta es al peso, cuenta o medida: 1º
cuando no se venden las cosas ni en masa ni por un precio alzado (por ejemplo, se venden 100
reses a tomar de un determinado rebaño). 2º La venta es igualmente hecha al peso, cuenta o medida
si la condición de unidad del objeto no existe, aun cuando haya unidad de precio (se venden por
2.500 euros 100 reses de un rebaño). 3º Lo mismo ocurre cuando es la condición de unidad de
precio lo que falta, aun cuando las cosas sean designadas en masa (se vende un lote de cabezas de
ganado de un rebaño a 25 euros cada res). Es cierto que a veces se ha pretendido lo contrario y se
ha querido ver una venta en globo, una venta de objeto cierto y determinado por el simple hecho de
que las cosas hayan sido designadas en masa, pero esta idea es inadmisible . En primer lugar, es
refutada por la propia dicción literal de los artículos citados que oponen ambos tipos o
modalidades de venta. Por otra parte, de conformidad a ambos artículos, la venta estará o no
perfeccionada, si no se ha producido el peso, cuenta o medición de las mercancías, según sea o no
venta en globo. No se perfecciona, según el art. 1583 Code civil francés sino cuando existe
determinación tanto de la cosa como del precio, por lo que el precio total, en el caso de la venta al
peso, cuenta o medida, sólo será conocido sino cuando se verifique el peso o la medición de las
mercancías. Además, la venta en globo, a la vista de estos artículos, es aquella que traslada los
riesgo de la pérdida de las cosas al comprador, lo que no ocurre en la otra modalidad de venta, en
la que si se produce una disminución de la cosa por la razón que sea, el riesgo de pérdida será para
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La venta es en globo, por el contrario, cuando las cosas son vendidas por un precio
único, formando un todo único, es decir, cuando se dan a la vez unidad de precio y
determinación del objeto (p.e., se vende un rebaño por 2.500 euros). Es indiferente en
tal caso que el vendedor dé a conocer la cantidad de cosas vendidas (p.e., que el rebaño
vendido está integrado por cien cabezas de ganado), pues lo que se considera objeto de
la venta no lo constituye las cien cabezas sino el rebaño; la indicación de la composición
de la masa no tiene por objeto la determinación del objeto, sino simplemente
proporcionar una mayor información al comprador. Lógicamente, esta enumeración
producirá sus efectos, pues es claro que si el vendedor, conociendo la cifra exacta de los
elementos que integran la masa (o el pasivo), oculta o falsea este dato al comprador, es
evidente que, en contra de alguna opinión doctrinal, el comprador podría demandar al
vendedor si la cifra indicada no fuese real. Pero esta enumeración no impide que la
venta sea hecha en globo. De ello se deduce que aun cuando se proceda a la
enumeración (e, incluso, descripción exhaustiva) de los componentes de la globalidad,
pese a ello la venta será siempre venta en globo, desde el momento en que las cosas que
constituyen el objeto --y que se venden por un precio único-- son vendidas en su
conjunto y como un todo unitario. Así, cuando se vende por un determinado precio las
cien cabezas del rebaño, la circunstancia de que exista indicación de la cantidad, y que
esta indicación ocupe el primer plano, no impide que el objeto de la venta sea realmente
el rebaño, en el caso de nuestro ejemplo, es decir, un cuerpo u objeto cierto; y como la
venta se efectúa además con un precio alzado, es por tanto una venta en globo. También
será una venta en globo aquella que, hecha también por precio alzado, tenga por objeto
no tanto la totalidad de un conjunto de cosas, sino una parte alícuota de ese conjunto (se
vende por un determinado precio la mitad de las reses de un rebaño). Sin duda, si tal
venta, en lugar de efectuarse por un precio alzado, lo fuera a tanto la medida, no sería
venta en globo, quedando en consecuencia todos los riesgos para el vendedor, como
señaló en su día TROPLONG124.
el comprador sólo si la cosa ha sido pesada, contada o medida; no, en cambio, si tales operaciones
no han tenido lugar.
124
Vid., TROPLONG, op. cit., págs. 89 y ss. La venta, como hemos indicado, produce
efectos muy diferentes según sea hecha en globo o solamente a la medida. En el Derecho francés,
el propio Code los indica, diciendo que, en el caso de la venta en globo, la venta se perfecciona, no
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Además, y esa es otra cuestión, a ese contrato de compraventa no le sería de
aplicación la totalidad del articulado del Código regulador del contrato de compraventa
ordinaria, ya que ciertos artículos ceden y son inaplicables como consecuencia del
especialísimo régimen de garantías establecido por el artículo 1.532, en especial los
referentes al régimen de responsabilidad del vendedor (no se le aplicará, pues, el articulo
1.479 C.c. regulador del régimen singular de responsabilidad establecido para la venta
normal u ordinaria de cosas a precio alzado) ni la normativa del régimen general de la
cesión de créditos (artículos 1.529 y 1.530). Pero fuera de tal especialidad, a la venta
alzada de la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos le será aplicable el régimen
general de la compraventa contenido en el Título IV del Libro IVº del Código civil. No
obstante lo dicho, y pese a que el artículo 1.532 C.c. configura una modalidad especial
de contrato de compraventa, no vemos obstáculos para aplicar por vía analógica el
régimen jurídico del artículo 1.532 C.c. a contratos de cesión distintos de la
compraventa, tales como el arrendamiento, la permuta, la donación con carga, etc.
5.-
OTROS
TIPOS
NEGOCIALES
TRANSMISIVOS
DE
UNA
GLOBALIDAD DE BIENES Y DERECHOS: LA APLICACIÓN A LOS
MISMOS DEL REGIMEN DE RESPONSABILIDAD DEL ARTICULO 1.532
C.C.La existencia en la venta en globo de un precio alzado conduce a plantearnos la
cuestión de si la venta en globo sólo es viable como tal compraventa o, lo que es lo
mismo, si es posible llevar a cabo una cesión de una globalidad de bienes y derechos a
perfeccionándose en el caso de la venta a medida. Según la doctrina mayoritaria, la venta a medida
no se perfecciona más que a los efectos de los riesgos de la cosa, que no se trasladan al comprador
en tanto que la cosa no haya sido medida, pero no en cuanto a la transmisión d la propiedad, que
tienen lugar siempre, según esta doctrina, desde el momento mismo de la celebración del contrato,
como ocurre igualmente en la venta en globo. Otros autores, por el contrario, entre los que destaca
TROPLONG (op. et loc. cits.), destacan que la venta a medida no traslada la propiedad ni traslada
los riesgos al comprador, y que si el segundo efecto es especialmente destacado por el Code es
precisamente como consecuencia del primer efecto. Otros autores adoptan una posición intermedia,
según la cual la venta a medida no comporta la transmisión de los riesgos, comportando en algunos
supuestos la transmisión de la propiedad, pero no siempre y en todos los casos. MARCADE (op.
cit., pág. 154) se pronuncia a favor del segundo de estos puntos de vista, entendiendo que la venta
a medida no comporta la transmisión de los riesgos ni de la propiedad; que la venta hecha al peso,
cuenta o medida no se perfecciona; la segunda idea no es para el legislador sino la consecuencia de
la primera, y ello es precisamente consecuencia de que el comprador no deviene propietario por lo
que no se le transmiten los riesgos.
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través de otras vías negociales. En principio cabría pensar que la enajenación de una
totalidad de bienes, derechos, rentas o productos a un precio alzado sólo es viable
mediante un tipo negocial específico: el contrato de compraventa, de tal manera que
dicha cesión sería necesariamente un efecto de este negocio, no siendo posible que
dicha cesión a precio alzado se llevara a cabo mediante un tipo negocial distinto. La
razón básica radica en ser el precio el elemento configurador de la venta alzada. La
transmisión o enajenación por un precio --cierto, en dinero o signo que lo represente-supone la existencia de un contrato de compraventa. La cesión aprecio alzado de la
totalidad de ciertos derechos, rentas o productos no sería, en principio, factible mediante
otro título. No obstante lo dicho, y pese a que el artículo 1.532 C.c. configura una
modalidad especial de contrato de compraventa, no vemos obstáculos para aplicar por
vía analógica el régimen jurídico del artículo 1.532 C.c. a contratos de cesión distintos
de la compraventa, tales como el arrendamiento, la permuta, la donación con carga, etc.
A continuación abordaremos algunos de los diversos negocios por medio de los cuales
puede tener lugar la transmisión de una globalidad de bienes y derechos, los que nos
conducirá a plantearnos la aplicabilidad a tales cesiones del especial régimen de
responsabilidad del cedente consagrado por el artículo 1.532 C.c. En tal sentido, hemos
de indicar, mostrando al respecto nuestra adhesión con la doctrina mayoritaria y la
jurisprudencia que ha abordado el tema, que la cesión de derechos, rentas o productos,
puede tener lugar, de manera análoga con lo que sucede con la cesión de los derechos de
crédito mediante cualquier negocio jurídico transmisivo de la propiedad, que no ha de
limitarse necesariamente a la compraventa125. Así lo ha admitido igualmente la
125
Vid., entre todos, PANTALEÓN PRIETO, “Cesión de créditos”, Anuario de Derecho
Civil, Tomo XLIº, Oct.-Dic. 1.988, págs. 1.034-1.037; IDEM, “Comentario al art. 1.526 C.c.”, en
Comentario del Código civil..., cit., pág. 1.020; NAVARRO PEREZ, La cesión de créditos..., cit.,
págs. 79 ss.; IDEM, Ventas alzadas..., cit., pág. 38; DIEZ-PICAZO, Fundamentos del Derecho
Civil Patrimonial, Vol. IIº (Las relaciones obligatorias), 5ª edc., Madrid, 1.996, pág. 805;
GAVIDIA SANCHEZ, La cesión de créditos..., cit., págs. 171 ss. La mayor parte de los autores
citados, analizan la cuestión en relación a la cesión de créditos. Ello no impide que estas
consideraciones las hagamos extensivas, por analogía, a la cesión global de otros bienes y
derechos. Por otra parte, no hemos de olvidar que el artículo 1.532 C.c. regula un supuesto
específico: la cesión de una universalidad o globalidad de bienes y derechos, para la que establece
un especial régimen de garantías. En tal sentido hemos de tener en cuenta que esa globalidad o
universalidad puede estar constituida exclusivamente por bienes incorporales, esto es, derechos,
como sería el caso de la cesión de un conjunto de derechos de crédito que se transmiten
unitariamente, globalmente, por lo que consideramos aplicables las consideraciones realizadas por
los autores citados en relación a la cesión de créditos a la cesión en globo de la totalidad de ciertos
bienes, derechos, rentas o productos.
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Jurisprudencia del Tribunal Supremo, en relación a la dación en pago de una globalidad
de bienes y derechos126. Por tanto, la cesión podrá tener lugar mediante compraventa,
pero también mediante permuta, donación, aportación de empresa a sociedad, etc.
Aunque en el siguiente apartado nos ocuparemos detenidamente de esta cuestión, hemos
de dejar sentado desde este momento que para que la transmisión de globalidades de
bienes y derechos tenga lugar es válido cualquier tipo de negocio que sea apto para la
enajenación de esta clase de bienes y derechos. Rige, pues, en esta materia, el principio
de autonomía de la voluntad y de la libertad negocial, con las únicas limitaciones de que
126
Cfr., la STS de 13 de mayo de 1.983 (RJ. 2.820). El supuesto de hecho de esta
resolución es el siguiente: que a consecuencia de las relaciones mercantiles de las partes litigantes,
D. Pedro C.O. y su esposa adeudaban a la recurrente, la entidad Nitratos de Portugal, S.A., la suma
de catorce millones de pesetas; dichas partes, por escritura pública otorgada en agosto de 1.970,
convinieron en que el matrimonio deudor entregaba a la sociedad acreedora “como parte de pago
de la deuda” (sic) una serie o conjunto de bienes relacionados en la propia escritura,
“transmitiéndole el pleno dominio de los mismos por su valor líquido aproximado de cinco
millones y medio de pesetas, quedando por tanto, reducido el importe de la deuda en la cantidad
resultante (algo más de ocho millones de pesetas), con pacto, además, de saneamiento. Entre los
bienes entregados figuraba una fianza por importe cercano a los dos millones de pesetas,
constituida por los títulos de la deuda perpetua exterior, Caja General de Depósitos, a disposición
de la Dirección General de Puertos. El importe de dicha fianza fue perdido por los deudores
cedentes al serles denegada su devolución por el Ministerio de Obras Públicas, en virtud de una
Orden Ministerial de 1.979, confirmada posteriormente, tras el pertinente recurso contenciosoadministrativo por la Sala Tercera del T.S., por lo que la Sociedad acreedora reclama a los
demandados el importe de la referida fianza, mediante el correspondiente proceso que da origen a
este recurso ante el Alto Tribunal, al desestimarse en instancia la demanda de la Sociedad
acreedora porque la dación en pago pactada por las partes extinguió la obligación primitiva en la
suma globalmente estipulada de cinco millones y medio de pesetas (aproximadamente), sin
proceder al saneamiento por evicción por impedirlo el art. 1.532 C.c., al no acreditarse que la
evicción alcanzara al todo o a la mayor parte. Al respecto, dispone esta Sentencia en su
CONSIDERANDO 5º: “Que son varias las razones que fundan la inviabilidad del motivo que se
estudia: a) una de orden sistemático legal, cual es la inserción del Capítulo VIIº (arts. 1.526 al
1.536) dentro del Título IVº relativo al contrato de compraventa, lo que aconseja pensar en la
homogeneidad de consecuencias legales queridas por el legislador, quien, por otra parte, emplea
la palabra ‘venta’ para designar la transmisión o cesión global de derechos, rentas o productos
(art. 1.532), y que por ello, no puede provocar terminantemente la inaplicación de dicha norma a
la dación en pago...b) otra del mismo orden lógico hermenéutico, consistente en que si bien puede
considerarse dudosa la aplicación extensiva del artículo 1.532 del Código civil al puro y típico
contrato de compraventa por tener éste normas propias y suficientes (arts. 1.475 y 1.479), que
excluyen la analogía ante la inexistencia de laguna legal (art. 4.1 Cc.), si cabe, en la oportunidad
del caso, como antes se ha indicado, la equiparación de la dación en pago a la cesión de
créditos, derechos, rentas y productos en armonía con la más ajustada calificación de la datio
como negocio jurídico complejo que participa de las características del pago o cumplimiento, de
la compraventa y de la novación por cambio de objeto, tesis que autoriza la aplicación de la
norma más próxima al supuesto negocial en cuestión, en el que, como ya se ha descrito, se cede o
transmite un crédito constituido por una fianza depositada por el cedente, junto y en globo con
otros bienes y créditos, situación que es la que con más normalidad encaja en el supuesto de
hecho de la norma discutida, es decir, en el artículo 1.532, aplicado por la Sala de instancia
correctamente, por tanto, y como regla particular de saneamiento por evicción en supuestos como
el litigioso...”.
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estos negocios respeten los límites establecidos en los artículos 1.255 y 6 del Código
civil127.
En definitiva, centrándonos en el artículo 1.532 C.c., al mencionarse
separadamente la venta (cesión) en globo diferenciada de la venta alzada, es posible que
el legislador se esté refiriendo, por analogía, a cualquier título susceptible de producir la
transmisión global de una totalidad de derechos, rentas o productos, siempre y cuando se
trate de una cesión onerosa y no gratuita, por lo que excluimos la posibilidad de
aplicación de esta norma a los supuestos en que la transmisión de la globalidad de
derechos tenga lugar a título gratuito (donación pura, no así en la donación onerosa). En
tal sentido, la doctrina es prácticamente unánime al considerar que la cesión de derechos
y demás bienes incorporales puede tener su origen en cualquier título negocial, no
exclusivamente en el contrato de compraventa128. Por el contrario, la Jurisprudencia del
Tribunal Supremo sigue criterios cambiantes al respecto, no siendo posible afirmar, en
la actualidad, que nuestro Alto Tribunal mantenga una posición unitaria en relación al
negocio causal subyacente a la cesión de derechos129. El problema reside en determinar
si el régimen de garantías y de responsabilidad que establece el artículo 1.532 C.c. para
la cesión de una totalidad de derechos, rentas o productos, es aplicable a la cesión
operada por cualquier causa, o si, por el contrario, ese régimen evidentemente atenuado
y privilegiado sólo opera en las transmisiones realizadas mediante determinados títulos.
127
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 38.
128
Así lo ha considerado, entre otros, DIEZ-PICAZO, Fundamentos...cit., pág. 805. Del
mismo criterio es PANTALEÓN PRIETO, “Cesión de créditos..., cit., págs. 1.034-1.038; IDEM,
“Comentario al artículo 1.526”, en Comentarios..., cit., pág. 1.020; GAVIDIA SANCHEZ, La
cesión de créditos..., cit., págs. 171 ss.; NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 90 y 91,
IDEM, La cesión de créditos..., cit., págs. 80 y 81. Vid., igualmente, en el Derecho francés
BENABENT, Droit Civil (Les Obligations), 5ª edc., París, 1.995, pág. 368; CARBONNIER, Droit
Civil, Vol. 4º (Les Obligations), 18ª edc., París, 1.994, pág. 315; en Derecho italiano, GALGANO,
Diritto Privato, 2ª edc., Padova, 1.983, pág. 378; PERLINGIERI, Il trasferimento del credito,
Napoles, 1.981, págs. 22 ss.; MESSINEO, Manuale di diritto civile e commerciale, Tomo IIIº,
Milano, 1.957, págs. 247 ss.; RUBINO, La compravendita, cit. , pág. 228.
129
Ya hemos contemplado ‘supra’ la STS de 13 de mayo de 1.983 (RJ. 2.820), que
considera aplicable el artículo 1.532 C.c. a las cesiones de créditos y demás derechos, rentas o
productos, admitiendo la posibilidad de considerar como negocio subyacente, aparte del contrato
de compraventa, a la datio in soluto. Por el contrario, las STS de 27 de septiembre de 1.991 (R.
6.070) o la de 12 de noviembre 1.992 (R. 9.582) parecen considerar la cesión de créditos y demás
derechos como un negocio autónomo, como una compraventa especial, caracterizada por su
contenido de cosas incorporales que matiza de distinta manera que en la compraventa la entrega y
saneamiento de lo que se cede y de lo que se vende.
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Es evidente que no han de ser coincidentes los efectos de un negocio concluido a título
oneroso que los del realizado a título gratuito. También puede plantearse la duda acerca
de si este régimen del artículo 1.532 C.c. se aplica a los negocios transmisivos de la
titularidad de los derechos o si, por el contrario, cabe la aplicación de este precepto a
aquellas cesiones procedentes de actos que no tienen por finalidad primordial la
transmisión de dicha titularidad.
En consecuencia, consideramos que el régimen previsto en el artículo 1.532 C.c.
sólo será aplicable a la transmisión o cesión de una globalidad de bienes, derechos,
rentas o productos cuyo origen negocial tenga determinados caracteres: 1º) En principio,
cabe pensar que sólo es posible la aplicación de este régimen a las cesiones llevadas a
cabo mediante un negocio jurídico ‘inter vivos’, esto es, en las denominadas cesiones
convencionales. 2º) La cesión sólo podrá efectuarse a título oneroso, no siendo viable la
aplicación de este régimen atenuado de garantías a las cesiones realizadas a título
gratuito. Ello no significa que no sea posible que el título que dé origen de la
transmisión de una globalidad de bienes y derechos sea la donación, sino simplemente
que excluimos la aplicación en beneficio del donatario del régimen privilegiado de
garantías previsto en el artículo 1.532 C.c., ya que al donatario no le supone ningún
sacrificio patrimonial la aceptación y adquisición de los bienes derechos donados, al no
tener que efectuar ninguna contraprestación a cambio de ellos. No obstante,
matizaremos esta afirmación en un próximo subapartado con relación a las donaciones
onerosas o modales. 3º) El negocio ha de ser transmisivo de la titularidad de los
derechos cedidos, o lo que es lo mismo, un negocio de disposición con efectos reales (a
diferencia de los negocios traslativos de cosas o bienes corporales). El negocio que da
origen a la transmisión de los derechos, rentas o productos ha de ser un negocio
patrimonial dispositivo, al producir un cambio en la situación patrimonial preexistente,
al afectar a una serie de derechos, ya reales u obligacionales, integrados en un
patrimonio y que, en virtud de ese negocio, van a ser transferidos a otro titular. Dicho
negocio dispositivo podrá ser bien un negocio traslativo (aquel por el que el titular de
los derechos los transmite a otra persona --compraventa, donación--), bien un negocio
constitutivo (el que se dirige a la constitución de un gravamen o un derecho real sobre
una globalidad de derechos, rentas o productos, como sería el negocio de constitución de
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una hipoteca o de un usufructo sobre esa globalidad). En definitiva, los negocios que
dan origen a la transmisión de la globalidad de derechos, rentas o productos han de ser
negocios de atribución patrimonial, esto es, negocios por los que una persona
proporciona a otra una ventaja o beneficio patrimonial130. Llegados a este punto, hemos
de plantearnos algunos negocios en los que resulta dudosa la aplicabilidad del régimen
de garantías contemplado en el artículo 1.532 C.c. al objeto de perfilar nuestra posición
al respecto. No cabe duda que este régimen es aplicable a los supuestos de compraventa
o permuta, y que, por el contrario, no resulta aplicable a determinados tipos negociales
como el préstamo, el mandato o el depósito. Pero, en cambio, sí puede resultar
problemática o, al menos dudosa, su posible aplicación a otros negocios, entre los que
vamos a contemplar el arrendamiento, la donación y la aportación social.
5.1.- Los contratos de arrendamiento, leasing y factoring.Respecto al contrato de arrendamiento131, hemos de matizar que, normalmente, la
cesión temporal de una globalidad de bienes y derechos constituirá, en la práctica, un
negocio mixto o complejo, sin que sea habitual un arrendamiento puro y simple de la
totalidad de los elementos que la integran. Pensando, por ejemplo, en el caso del
arrendamiento de empresa, estaremos realmente ante un negocio mixto que conllevará la
cesión onerosa temporal de ciertos derechos junto al arrendamiento también temporal
del local de negocios, así como la cesión en propiedad de las existencias del
establecimiento mercantil que constituye la base física de la organización empresarial.
130
Vid., en tal sentido, DIEZ-PICAZO y GULLON, Sistema de Derecho Civil, Vol. 1º, 9ª
edc. reimpr., Madrid, 1.998, págs. 483 ss., relativas a la clasificación del negocio jurídico.
PANTALEÓN PRIETO, Cesión de créditos..., cit., pág. 1.036, siguiendo este mismo criterio
clasificatorio del negocio causal de la cesión de créditos, considera como negocios de disposición
la compraventa, la condonación, la novación objetiva y la donación, mientras que serían negocios
meramente obligacionales el arrendamiento, el mandato, el comodato y el depósito.
131
Nos estamos refiriendo, evidentemente, al arrendamiento de cosas, en concreto al
arrendamiento de una totalidad de derechos, rentas o productos. Como es sabido, este contrato se
caracteriza, entre otras notas, por ser un de duración temporal limitada y por no ser traslativo del
dominio, ya que el arrendador se limita a ceder al arrendatario el uso o goce pacífico de la cosa
arrendada por un tiempo determinado y un precio cierto. Sabido es también que el artículo 1.553
C.c. declara aplicables las normas sobre saneamiento contenidas en la regulación de la
compraventa, añadiendo que en los casos en que proceda la devolución del precio se hará la
disminución proporcional al tiempo en que el arrendatario haya disfrutado la cosa. De dicha
remisión a las normas relativas al saneamiento cabe inferir la posible aplicación del artículo 1.532
C.c. a los supuestos de arrendamiento de una totalidad de derechos, rentas o productos.
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En tal sentido, y dada la remisión llevada a cabo por el artículo 1.553 C.c., en relación a
esta modalidad contractual, a la normativa sobre saneamiento contenida en sede de
compraventa, cabe deducir la aplicación del artículo 1.532 C.c. también al
arrendamiento de tales globalidades. De hecho, entre los mercantilistas, se ha defendido
abiertamente su aplicación al arrendamiento de empresa132, si bien esta posición
doctrinal ha sido también objetada por parte de otros autores, que consideran aplicable a
este supuesto de arrendamiento de empresa, por remisión del artículo 1.553 C.c., la
normativa reguladora de la compraventa ordinaria (artículos 1.475 y ss. C.c.)133.
Ciertamente, en nuestra opinión, es posible formular ciertas objeciones a la
aplicación del artículo 1.532 C.c. a los supuestos en que la transmisión de la totalidad de
ciertos derechos, rentas o productos tenga su origen en un contrato de arrendamiento.
Así, en primer lugar, podría objetarse, como han hecho ciertos autores, el hecho de que
132
Vid., BROSETA, “El arrendamiento de empresa”, en Problemática jurídica actual de la
empresa, AAVV, págs. 75-76, Valencia, 1.965, para quien el art. 1.532 C.c. resultaría aplicable al
arrendamiento de empresa, al ser obligación del arrendador mantener al arrendatario en el uso y
goce pacífico de la cosa (empresa) arrendada (art. 1.554, 3º C.c.), lo que comprende dos supuestos:
por un lado, el arrendador debe abstenerse de realizar actos que perturben o impidan el uso de la
empresa arrendada; por otro lado, según este autor, el arrendador debe prestar al arrendatario
garantía suficiente por evicción o por vicios o defectos de que adolezca la cosa arrendada, siempre
que éstos impidan al arrendatario destinarla al uso en cuya consideración pactó el arrendamiento
como contrato oneroso. Así lo ha reconocido la Sentencia de 28 de mayo de 1.967, siendo
necesario decir desde ahora que el arrendamiento es un contrato de duración y que, por tanto, esta
obligación de saneamiento que soporta el arrendador debe prestarse durante toda su vigencia, será
necesario aplicar a este supuesto con una especial cautela el mandato contenido en el artículo 1.532
del Código Civil. En definitiva, este precepto no se aplicará de una sola vez y con el límite espacial
señalado para su vigencia en nuestro Derecho privado, sino que, por el contrario, será aplicable
durante toda la vigencia del contrato de arrendamiento.
133
Es la postura defendida por VARA DE PAZ, en “El arrendamiento de empresa”, en
Cuadernos de Derecho y Comercio, nº 4, Diciembre 1.988, pág. 69, inclinándose, en relación al
saneamiento de la empresa arrendada, por la aplicación a dicho régimen del artículo 1.553.1º, a
cuyo tenor son aplicables al contrato de arrendamiento las disposiciones sobre saneamiento
contenidas en el título de la compraventa ordinaria. En el caso de evicción se aplica el artículo
1.475 y ss. del C.c., interpretados en el marco de la función del arrendamiento de empresa, ante la
ausencia de régimen específico en el C. de c. Si existe evicción parcial se mantiene la obligación
de saneamiento (arts. 1.475 y 1.480 C.c.) con la particularidad de que si afecta a uno o varios
elementos esenciales de la empresa, la especialidad reside en la acción resolutoria del contrato, que
se concede al comprador y, en este caso, al arrendatario (art. 1.479 C.c.). En materia de vicios
ocultos, propugna la aplicación del art. 1.480 y ss. del C.c., interpretados nuevamente en el marco
de la función del contrato de arrendamiento de empresa, rechazando que se apliquen en este caso
los artículos 336 y 342 C. de c., aplicables al tráfico de mercaderías y no al tráfico de empresas.
También aquí hay saneamiento, cualquiera que sea el elemento afectado por el vicio, con la única
particularidad de que el vicio que afecta a uno o varios elementos esenciales de la empresa, ello
permitirá el desistimiento del contrato cuando no se hubieran adquirido los demás elementos sin
los viciosos (art. 1.491 en relación con el art. 1.492).
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la remisión realizada por el artículo 1.553 C.c. se refiera, exclusivamente a la normativa
reguladora del régimen de saneamiento de la compraventa ordinaria. Pero esta objeción
carece de consistencia, ya que, no lo olvidemos, el artículo 1.532 C.c. se incardina
también en el mismo título y libro que la compraventa ordinaria, estableciendo dicho
precepto realmente un régimen especial y atenuado de garantías para el supuesto de que
el objeto de cesión sea una universalidad de derechos. Por tanto, la remisión que realiza
el artículo 1.553 C.c. a “las disposiciones sobre saneamiento contenidas en el título de
la compraventa” permite incluir lógicamente al artículo 1.532 y su específico régimen
de responsabilidad.
En cambio, entendemos que es posible formular otras objeciones de mayor peso y
consistencia que nos pudieran conducir a considerar que no resulta necesariamente
aplicable el contenido del artículo 1.532 C.c. al arrendamiento de la totalidad de ciertos
bienes y derechos. Y es que no faltan autores que critican, con razón a nuestro juicio, la
falta de sistemática del Código, al incluir entre las disposiciones generales de la
regulación del arrendamiento de cosas un precepto en que se contempla una obligación
del arrendador, cual es la derivada del deber de mantener al arrendatario en el goce
pacífico del arrendamiento, pues, en realidad, la responsabilidad por saneamiento debe
ser considerada como una prolongación o derivación de las obligaciones que consagran
los números 2º y 3º del artículo 1.554134.
134
Es la posición defendida, entre otros, por DIEZ-PICAZO y GULLON, Sistema..., cit.,
Vol. IIº, pág. 368, para quienes no posee justificación el reenvío que realiza el artículo 1.553 a la
normativa sobre saneamiento contenidas en la regulación de la compraventa, afirmando al respecto
que “si el arrendatario pierde total o parcialmente el goce como consecuencia de una acción que
interpone un tercero por estimar que el arrendador, por ejemplo, no era verdadero propietario de
la cosa y no podía, por tanto, darla en arrendamiento, este arrendador incumple la obligación de
mantener al arrendatario en el goce pacífico e incurre en la sanción del artículo 1.556. Del
mismo modo, si existiesen vicios ocultos en la cosa arrendada que la hacen inapropiada para el
uso a que se la destina, el arrendador deberá hacer las reparaciones necesarias, por imperativo
del artículo 1.554.2º, bajo idéntica sanción”. Del mismo parecer, Vid., también, ALBACAR
LOPEZ y CASTRO GARCIA, “Comentario al artículo 1.553 C.c.”, en Código Civil...cit., Tomo
Vº, 2ª edc., Madrid, 1.991, págs. 628 ss.; PUIG BRUTAU, Compendio de Derecho Civil, Tomo
IIº, vol. 2º (Los contratos en particular), Barcelona, 1.987, pág. 424.
En contra de este posicionamiento mayoritario, Vid., LUCAS FERNANDEZ, Comentario
al artículo 1.553 C.c., en Comentario del Código civil..., cit., del Ministerio de Justicia, Tomo IIº,
2ª edc.; Madrid, 1.993, págs. 1.087 y ss.; IDEM., Comentario al artículo 1.553, en Comentarios al
Código Civil y Compilaciones Forales (Edersa) Tomo XXº, Vol. 2º, págs. 254 y ss., quien rechaza
las críticas que se hacen por la doctrina al dispositivo del artículo 1.553, si bien reconoce que la
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Por otra parte, también podría objetarse que no cabe aplicar al arrendamiento la
normativa relativa al saneamiento por causa de evicción, ya que el arrendatario no puede
sufrir evicción, al no ostentar el carácter de dueño ni poseer su representación, no
siendo, pues, posible que se le venza en juicio para conseguir una declaración de
propiedad de la cosa arrendada. No se le puede demandar en juicio en tal sentido, pues
al arrendatario le bastaría alegar su condición de tal sin necesidad de entrar en el fondo
del asunto, no siendo, por tanto, aplicables al arrendamiento las normas reguladoras del
saneamiento en caso de evicción en cuanto se refieren a la declaración judicial que
afirme que la cosa no era propia del arrendador, porque en este pleito no es parte el
arrendatario. Se podría concluir, siguiendo este criterio, que el supuesto específico de la
evicción en el arrendamiento es, sin duda, una perturbación del goce pacífico a que hace
referencia el artículo 1.554.3º C.c., de manera que frente a una perturbación de este tipo
sufrida por el arrendatario habría que aplicar el artículo 1.556 C.c., que regula las
consecuencias jurídicas del incumplimiento de alguna de sus obligaciones por el
arrendador135. Es cierto que, frente a este argumento, sería posible objetar que el
arrendatario, en cuanto poseedor de la globalidad, podría ser demandado por el titular
legítimo de la misma y, tras ser vencido en juicio, verse obligado a restituirla, siendo
privado de la posesión de la cosa. Pero consideramos que la protección interdictal es
suficiente para mantener al arrendatario en la posesión pacífica de la cosa, sin necesidad
de acudir a la vía de la evicción para asegurar su derecho, con las complicaciones que
esta garantía comporta. Por ello, coincidimos con el criterio defendido por la doctrina,
en base al cual resulta, cuanto menos, discutible la aplicación de la normativa de la
evicción en tales supuestos de pérdida de la cosa arrendada por el arrendatario en virtud
del derecho preferente del titular dominical de la globalidad de bienes y derechos. Por lo
remisión que este artículo hace a las normas relativas al saneamiento por evicción es de poca
utilidad práctica.
135
Vid. DIAZ DE ENTRE-SOTOS, Obligaciones del arrendador (artículo 1.554 del
Código civil), Madrid, 1.997, pág. 168 y ss., que descarta, apoyándose en la doctrina mayoritaria,
la aplicación de la normativa de la evicción en el supuesto de pérdida de la cosa arrendada por el
arrendador en virtud del un derecho preferente del legítimo propietario de la cosa, con la
consiguiente perturbación para el arrendatario derivada de esa pérdida, afirmando que “la evicción
tiene su campo de actuación en negocios traslativos de la propiedad, pero no en los negocios que,
como el arrendamiento, producen derechos personales. Las diferencias entre negocios
dispositivos de tracto único y negocios de tracto sucesivo, en los que sólo se cede el goce de la
cosa, son muy marcados y, por ello, no es raro que la normativa de los arts. 1.475 y siguientes del
Código civil no cuadre perfectamente en el arrendamiento”.
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demás, resultaría de muy difícil aplicación el artículo 1.478 C.c., que señala las
consecuencias concretas derivadas de la evicción en la compraventa. Por un lado, no
cabría la directa restitución del precio pagado por el arrendamiento, pero valorado al
tiempo de la evicción (cfr. art., 1.478.1º C.c.), ya que el artículo 1.553 añade que “en los
casos en que proceda la devolución del precio, se hará la disminución proporcional al
tiempo que el arrendatario haya disfrutado de la cosa”136. Lo normal es que el
arrendatario, antes de reclamar judicialmente las consecuencias previstas en el artículo
1.478 C.c., reclame primeramente el cumplimiento de la obligación, ejercitando la
correspondiente acción de cumplimiento contractual. Además de ello podrá exigir la
correspondiente indemnización por daños y perjuicios. En definitiva, más que acudir a
la reclamación de la responsabilidad por evicción del arrendador, lo lógico es que el
arrendatario que se ve privado del uso o goce pacífico de la cosa arrendada acuda a la
vía que le ofrece el artículo 1.556 C.c., que otorga al arrendatario la acción de
cumplimiento unida también a la indemnización de daños y perjuicios o la acción de
resolución unida también a la indemnización137.
Esto que decimos en relación a la evicción es trasladable a los posibles vicios
ocultos que tuviere la cosa arrendada, especialmente en el caso de que tales defectos
hagan impropia para su uso al conjunto de la globalidad arrendada, de manera que el
arrendador, de haberlos conocido de antemano, no la habría arrendado o lo hubiera
hecho en otras condiciones, pagando por ella una renta inferior. Como tendremos
ocasión de comentar detalladamente en un próximo capítulo, desde ahora adelantamos
que, en nuestro criterio, es indudable que el régimen de responsabilidad que establece el
artículo 1.532 C.c., pese a su dicción literal, no ha de limitarse a la evicción de los
elementos de la masa, sino también a los vicios ocultos de los diversos elementos que la
integran. Evidentemente, el artículo1.532 C.c. será también aplicable en el supuesto de
vicios o defectos ocultos que afecten a la mayor parte de los elementos integrantes de la
136
Excepción ésta que DIAZ DE ENTRE-SOTOS (op. cit., pág. 179), siguiendo en este
punto a SCVAEVOLA, justifica en base a razones de equidad y en aplicación del principio de
interpretación de que nadie puede enriquecerse en perjuicio de otro.
137
A esta conclusión, que comparto plenamente, llega DIAZ DE ENTRE-SOTOS, op. cit.,
pág. 182.
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globalidad, pero reiteramos nuestro criterio de que el cauce más eficaz para el
arrendatario para hacer efectivo su derecho es el que le brinda el artículo 1.556 C.c.
En definitiva, nuestro criterio acerca de la posible aplicación del artículo 1.532
C.c. al arrendamiento de globalidades de bienes y derechos exige distinguir entre las dos
modalidades de saneamiento. Lo cierto es que la remisión que hace el artículo 1.553
C.c. a las disposiciones sobre saneamiento contenidas en el título de la compraventa se
extiende tanto a los supuestos de evicción como a los vicios ocultos que afecten al
conjunto de la globalidad como a uno o varios de sus elementos, siempre que éstos
constituyan “la mayor parte” de ésta, entendiendo esta expresión en un sentido
cualitativo. En el caso de pérdida de la cosa arrendada (la globalidad en su conjunto o
diversos elementos integrantes de la misma) por la reclamación de un tercero, legítimo
titular de la cosa, es evidente que al arrendatario le resulta más útil acudir a la vía que le
brinda el artículo 1.556 C.c. en virtud del cual podrá optar por la rescisión del contrato
(resolución, realmente) y una indemnización por daños y perjuicio, o sólo por éstos
últimos, a elección de aquél. Y ello con independencia, entendemos, de que la evicción
afecte a uno o varios elementos de la globalidad y de que su pérdida supere o no,
cuantitativa o cualitativamente, la mayor parte del valor del conjunto. Esto que decimos
de la evicción lo hacemos extensivo a los vicios ocultos que afecten a la totalidad, a
varios o a uno sólo de los elementos de la masa. En consecuencia, esta vía es más útil
para el arrendatario que la vía del artículo 1.532 C.c. que limitaría la responsabilidad del
arrendador a la evicción (y a los vicios) que afectasen a “la mayor parte” del valor de la
globalidad. Por ello vemos poco probable, aunque nada lo impida, que el arrendatario
fundamente su reclamación en el artículo 1.532 C.c., aunque no exista ningún obstáculo
que impida su aplicación, si bien ello resultaría poco práctico y perjudicial para el
interés del arrendatario que puede optar por la solución más satisfactoria del artículo
1.556 C.c.138.
138
Es más, en el caso de arrendamiento de ciertas globalidades, especialmente en el caso del
arrendamiento de empresas, estaremos frecuentemente ante un contrato mixto o complejo en el que
se combinan prestaciones de diversos contratos típicos. Así, en el caso citado de arrendamiento de
empresa, lo normal es que, junto a la cesión temporal de un local y de determinados derechos, se
transmita la titularidad dominical de otros bienes (maquinaria, equipos informáticos, etc) y
derechos (patentes, nombre comercial, etc.) , así como de ciertas existencias y mercancías, lo que
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Por lo demás, no vemos ningún inconveniente en trasladar las consideraciones que
acabamos de efectuar respecto al arrendamiento de cosas en general a otras figuras
contractuales análogas, entre las que podríamos citar el contrato de leasing o
arrendamiento financiero, por el que se cede el uso de bienes muebles e inmuebles, que
el arrendador ha adquirido para esta finalidad siguiendo las indicaciones del usuario, a
cambio de una contraprestación consistente en el abono periódico de unas cuotas, que
incluirán necesariamente una opción de compra, a su término, a favor del usuario139.
Cabría distinguir dos posibles situaciones en orden a la responsabilidad del arrendador
financiero por la pérdida o deterioro de los elementos arrendados, en el caso de
transmisión de globalidades de bienes o derechos. Una primera hipótesis sería que, una
vez ejercitada por el cesionario la opción de compra del conjunto de bienes y derechos
arrendados, se perdieran algunos de ellos por evicción o adolecieran de vicios ocultos.
En tal hipótesis no se plantearía, a nuestro juicio, ningún inconveniente para admitir la
viabilidad de aplicar el régimen del artículo 1.532 C.c. a dicho supuesto, pues el
ejercicio de la opción conduce directamente a una venta en globo. Más complejo sería el
supuesto de que la evicción o los vicios surgiesen o se manifestasen durante la vigencia
del contrato de leasing, y con anterioridad al ejercicio por el arrendatario de la opción de
compra, en cuyo caso entendemos que el arrendador financiero responderá como
cualquier otro arrendador, siéndole extensivas las normas en materia de saneamiento
previstas para el arrendamiento ordinario, debiendo admitirse la posibilidad de que el
confiere a este arrendamiento un carácter especial, en el que se entremezclan prestaciones propias
del arrendamiento con otras propias del contrato de compraventa. Es evidente que, en el caso de
éstas últimas, se aplicará el régimen jurídico que establece el artículo 1.532 C.c. en cuanto que
tales elementos se trasmiten como globalidad, junto a los otros elementos cuya cesión es temporal.
A nuestro juicio, resultaría poco razonable poder reclamar en tales supuestos por las dos vías
enunciadas, distinguiendo que unos elementos afectados por la evicción o por los vicios sean
comprados o arrendados. En tal supuesto, habría que considerar la prevalencia de la normativa de
la compraventa (en este caso, al tratarse de varios elementos integrantes de una globalidad, el
artículo 1.532 C.c.) frente la del arrendamiento. En definitiva, si algunos de los elementos
afectados por la evicción o por los vicios son comprados y otros son arrendados, será aplicable
únicamente el régimen del artículo 1.532 C.c., en cuanto comprensivo de todos los elementos
afectados (lo que no sería posible con la aplicación del artículo 1.556, aplicable exclusivamente a
los elementos arrendados).
139
Cfr., Disposición Adicional 7ª de la Ley 26/1.988, de 29 de julio, sobre Disciplina e
Intervención de las Entidades de Crédito, que dispone que los bienes objetos d cesión habrán de
quedar afectados por el usuario únicamente a sus explotaciones agrícolas, pesqueras, industriales,
comerciales, artesanales, de servicio o profesionales
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arrendatario le pueda exigir su responsabilidad ex artículo 1.532 o ex artículo 1.556
C.c., conforme hemos visto con anterioridad.
Por lo que se refiere al contrato de factoring, entendemos que puede ser
considerado igualmente un negocio que puede servir de base a la aplicación del
principio básico que subyace en el artículo 1.532 C.c. Se trata, como es sabido, de un
contrato que carece de regulación jurídico-privada expresa, tratándose en consecuencia
de un contrato atípico, determinado por el papel que juega en su regulación la autonomía
de la voluntad, ex artículo 1.255 C.c.140. Por este contrato, el cliente –que será siempre
un empresario o comerciante—transmite al factor –generalmente, una Entidad de
Financiación—los créditos u otros derechos incorporales que componen su facturación.
En definitiva, como se ha señalado141, por este contrato, el cliente cede o se obliga a
ceder al factor todos los créditos presentes y futuros nacidos de las ventas realizadas o
por realizar, así como los servicios prestados o por prestar, a al clientela actual o
potencial del primero; en contraposición de lo cual, y mediante una remuneración -tarifa de factoraje--, el factor se obliga a la financiación del cliente; la administración de
las cuentas de los créditos cedidos; el cobro de los mismos; y a proporcionar la garantía
del riesgo de insolvencia de los deudores. En consecuencia, para que el factor
despliegue su actividad, el presupuesto necesario es la transmisión por el cliente de la
totalidad o globalidad de los créditos no vencidos que ostenta contra sus deudores,
realizándose dicha transmisión mediante el mecanismo jurídico de la cesión de créditos
(artículos 1.526 y siguientes del Código civil). El factor, en cuento nuevo titular de los
créditos cedidos, gestiona su cobro en su propio nombre, asumiendo la administración
de los mismos, actividad conexa al cobro, lo que se traduce en la contabilización de las
vicisitudes relativas a los créditos frente a cada deudor, así como a la actividad de
reclamación del pago142 . En el factoring, el factor asume frente al cliente la garantía de
140
Por tratarse de una figura contractual atípica, la autonomía de la voluntad se manifiesta,
en la práctica, en los formularios contractuales utilizados por los factores mediante la técnica de las
condiciones generales de la contratación.
141
Vid. EIZAGUIRRE, Voz ‘Factoring’, en Enciclopedia Jurídica ‘Civitas’, Madrid,
1.995, Vol. 2º, págs. 3.046 y ss.
142
Tal actividad puede calificarse de prestación de servicios, en tanto que la gestión
remunerada de los negocios ajenos (‘Geschäftsbesorgung’, del & 675 B.G.B.), resulta evidente en
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la solvencia del deudor o asunción del riesgo de la insolvencia de éste, lo que constituye
la prestación más característica y específica del factor en este contrato.
En cuanto que este contrato comporta la transmisión por el cliente al factor de la
titularidad de una globalidad de créditos, se puede plantear la duda acerca de si es
posible trasladar a esta modalidad contractual el régimen de responsabilidad previsto en
el artículo 1.532 C.c., al menos en el plano teórico, dado que, en la práctica, se trata de
un contrato extendido en la práctica mercantil, que suele reglamentarse, como hemos
dicho, por formularios con condiciones generales, dado el elevado nivel de riesgo que
asume el factor, quien normalmente impone un rígido sistema de garantías que le
permitan afrontar tales riesgos143. Se trata de una cuestión debatida. Se ha defendido por
algún autor144 que el factoring comporta la cesión global en un único acto de una
pluralidad de créditos, pero presenta importantes diferencias con la venta en globo del
artículo 1.532, que comporta una concepción unitaria y conjunta de la operación, de
manera que desaparece la consideración separada o autónoma de cada uno de los
elementos, lo que se manifiesta en la existencia de un precio alzado para la totalidad de
esos elementos y un régimen de responsabilidad que se extiende sólo a la legitimidad
el factoring, lo que convierte este contrato en mixto. En tal sentido, EIZAGUIRRE, op. cit., pág.
3.057.
143
Así,, con el fin de verificar el tráfico del cliente con sus deudores, la mayoría d los
formularios reservan al deudor la facultad de revisar en todo momento los libros de contabilidad
del cliente. Por otro lado, se crea un fondo de retenciones en garantía que sirve, conforme a lo
pactado en el contrato, para compensar con cargo al mismo, los importes anticipados e incobrados
de créditos transmitidos en factoring, de manera que, si a la extinción del contrato, dicho fondo
arrojase saldo acreedor, su importe debe ser satisfecho al cliente en la correspondiente liquidación.
Igualmente, suelen pactarse garantías reales, entre ellas, una cláusula por la que el factor se queda
en prenda las mercancías devueltas por el deudor; o bien, existiendo reserva de dominio a favor del
cliente, la misma es adquirida por el factor en virtud de la cesión d los créditos cedidos (ex artículo
1.528 C.c.); finalmente, mediante la intervención de fedatario público en el contrato, el factor se
asegura en reclamar en vía ejecutiva al cliente el saldo deudor resultante a su cargo en la
liquidación de la relación contractual. Así pues, como se observa, se trata de un contrato que, por
su gran tecnificación, contempla en la práctica de su tráfico, un complejo régimen de garantías a
favor del factor, que superan los estrechos límites e insuficiencias del régimen de garantías
previstas en el artículo 1.532, pensado para favorecer los intereses del vendedor, lo que va en
contra de la práctica mercantil tendente a proteger, por el contrario, los intereses de la Entidad
Financiadora adquirente de los créditos, que es la que impone sus condiciones al cedente de los
créditos. Ello, no obstante, no vemos ningún obstáculo para, al menos en el plano teórico, admitir
la posible aplicación del régimen del artículo 1.532 C.c. a esta cesión de globalidades de créditos
cuando las partes no hubiesen previsto otro régimen de garantías distinto.
144
GARCIA DE ENTERRIA, J., Contrato de factoring y cesión de créditos, Madrid, 1.995,
págs. 86-89.
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del todo en general, a diferencia de lo que ocurre con el factoring, en el cual se produce
una cesión global de créditos, si bien cada uno de ellos es objeto de atención
individualizada y singularizada, de manera que sus características propias no se ven
anuladas. De hecho, cada crédito es objeto de contraprestación individualizada por parte
del empresario, cabiendo la posibilidad de que éstos sean abonados en un momento
posterior a la cesión o, incluso, no serlo si hay incumplimiento por parte del deudor
cedido, según se presten o no por la entidad financiadora los servicios de financiación y
garantía, y el régimen de responsabilidad asumido por el cedente afecta a cada uno de
los créditos cedidos y no a la legitimidad de la universalidad en su conjunto. Frente a
esta posición, otro sector doctrinal145 estima, por el contrario, que en la cesión en globo
nada se opone a que la fijación del precio se haga alzadamente, en tantos por ciento del
valor que representen los créditos cedidos146. Esta postura nos parece razonable. Habrá
que estar a cada caso concreto: si la cesión de los créditos se hace individualizadamente,
señalando un precio específico para cada uno de ellos y teniendo lugar su cesión en
momentos diferenciados, pactándose la responsabilidad del cedente por la existencia y
legitimidad individualizada de cada crédito cedido, en tal caso es razonable pensar que
no procederá la aplicación del régimen del artículo 1.532 C.c. En cambio, si se
transmiten en un solo acto, y por un precio alzado, varios créditos que constituyen una
masa o conjunto unitario, sin que las partes acuerden una responsabilidad
individualizada por cada uno de ellos, entendemos que estaremos ante una cesión global
por un precio alzado enmarcable dentro del régimen específico que consagra el artículo
1.532 C.c., cuya aplicación a esta modalidad contractual nos parece admisible, con la
matización indicada.
145
Vid., GARCIA-CRUCES, El contrato de factoring, Madrid, 1.991, pág. 127.
146
Consciente GARCIA-CRUCES, Ibidem, de la inadaptación al factoring del específico
régimen de saneamiento que consagra el artículo 1.532, declara que “la responsabilidad por la
´veritas nominis’ que asume el cedente, puede referirse a cada crédito en singular, ya que el
artículo 1.532 señala el mínimo de esa responsabilidad, y no se opone a ello el hecho de que el
cedente se obligue a más garantizando todos y cada uno de los créditos cedidos”.
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5.2.- La donación.
Un sector de la doctrina italiana ha venido distinguiendo entre cesiones propias e
impropias, considerando como cesión propia la que se realiza a título oneroso e
impropia la efectuada a título gratuito147, estimando que la donación es una cesión
impropia en base a la idea de que, ordinariamente, la cesión de derechos suele realizarse
a título oneroso, siendo infrecuente su transmisión a título gratuito. Este criterio no nos
parece adecuado, pues parece configurar la propiedad o impropiedad de la cesión en
base a un criterio (normalidad del acto transmisivo) que nos parece inadecuado por dos
razones: primera, porque la donación es un negocio dispositivo perfectamente válido y
adecuado para llevar a cabo la cesión de derechos, rentas o productos; segunda, porque
nada indica que, en la actualidad, no sea normal o frecuente la transmisión de este tipo
de bienes mediante este tipo de negocios dispositivos. La cesión de una globalidad de
bienes y derechos puede tener su origen indudablemente en una cesión gratuita, esto es,
mediante una donación, tratándose de un negocio ‘inter vivos’. Otra cuestión diferente
es la de si resulta aplicable el régimen de responsabilidad previsto en el artículo 1.532
C.c. en el supuesto de la donación de la totalidad de ciertos derechos, rentas o
productos.
La respuesta a esta última interrogante es más compleja de lo que aparentemente
pudiera pensarse y debe ser matizada. Y es que, como es sabido, el saneamiento es un
instituto de garantía aplicable con carácter general a las transmisiones efectuadas a título
oneroso (no necesariamente a los contratos, ya que existen ciertas transmisiones en los
que es la propia ley la que impone este tipo de responsabilidad, como sería el caso de los
legados). Por otra parte, no es necesario que el contrato que dé origen a esa
responsabilidad sea necesariamente un contrato bilateral o recíproco, ya que el propio
Código civil admite la posibilidad de que, en determinados supuestos, la donación
(contrato unilateral en cuanto que sólo genera obligaciones a una de las partes, el
donante) pueda generar responsabilidad por evicción a cargo del donante, como
consecuencia de un incumplimiento por parte de éste, lo que ocurrirá cuando el donante,
147
Vid., entre todos, STOLFI, Diritto civile, Tomo IIIº, Torino, 1.934, págs. 375 y 376,
núm. 834.
95
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conociendo el defecto en su titularidad sobre el bien donado, y pese a ello, realiza la
donación (esto es, dona un bien ajeno a sabiendas y de mala fe). Es por ello por lo que,
en un determinado supuesto el legislador ha previsto que en las donaciones onerosas el
donante responda por evicción. Así lo dispone el artículo 638, al disponer que el
donante no queda obligado al saneamiento de las cosas donadas, “salvo si la donación
fuese onerosa, en cuyo caso responderá el donante de la evicción hasta la concurrencia
del gravamen”148.
La razón de que no haya obligación de saneamiento en la donación, salvo en el
supuesto de que ésta sea onerosa o modal, reside según la doctrina149 en el hecho de que
esta garantía sólo corresponde prestarla en los actos o negocios onerosos, no en los
gratuitos. Al no haber recibido nada a cambio el donante, lo lógico es que si
posteriormente el donatario se ve privado de la cosa por evicción, total o parcialmente,
el perjuicio quede de su cargo, resultando en consecuencia que ha obtenido un beneficio
menor que el esperado, pero sin que ello suponga que pierda ninguna contraprestación
dada a cambio, ya que nada dio150. En definitiva, procede el saneamiento por evicción
148
Como se ha señalado por la doctrina más autorizada, el principio de en que las
transmisiones gratuitas no tiene lugar la responsabilidad por evicción, que tiene su origen en el
Derecho romano, ha llegado intacto a nuestro Código, si bien se admiten algunas aparentes
excepciones, cual sería el caso de las donaciones onerosas, pero porque en realidad no se trata de
transmisiones gratuitas estrictas, sino que cabe apreciar algún componente sinalagmático en ellas,
aunque no se trate de auténticas prestaciones en sentido técnico sino más bien de deberes a cargo
del donatario (Vid., en tal sentido y entre otros, ROCA GUILLAMON, “Garantía contra la
evicción en las adquisiciones gratuitas”, en Libro homenaje al profesor JUAN ROCA JUAN,
Murcia, 1.989, pág. 766 ss.; NIETO ALONSO, Donación onerosa y vitalicio (Perspectiva del
incumplimiento de las cargas), Madrid, 1.998, págs.33-36; ALBACAR LOPEZ y CASTRO
GARCIA, Código civil..., cit., Tomo IIIº, págs. 89-90; DIEZ-PICAZO y GULLON, Sistema..., cit.,
vol. 2º, pág. 351; ALBADALEJO, “Comentario al artículo 638 C.c.”, en Comentarios al Código
Civil...cit., (Edersa), Tomo VIII-2, págs. 242 ss.; IDEM, “Comentario al artículo 638 C.c.”, en
Comentario del Código civil (Mº de Justicia)..., cit., págs. 1.618 ss.). En realidad, el artículo 638
C.c. sigue la misma línea que el artículo 1.340 C.c. en relación a la donación por matrimonio, a
cuyo tenor “el que diere o prometiere por razón de matrimonio sólo estará obligado a
saneamiento por evicción o por vicios ocultos si hubiere actuado con mala fe”.
149
Vid., por todos, ALBADALEJO, “Comentario al artículo 638 C.c.” , en Comentario del
Código civil (Mº Justicia)..., cit., pág. 1.618.
150
Por el contrario, si el donante tuviese que responder por evicción, en tal caso tendría que
dar liberalmente más de lo inicialmente pretendido, ya que no sólo daría lo inicialmente previsto y
querido, sino que tendría que dar además algo no pretendido, la cuantía o montante del
saneamiento, por lo que su idea inicial de regalar lo inicialmente previsto se desvirtuaría al verse
obligado a dar aquello que su voluntad no deseaba, cuando la causa de la donación efectuada
reside en la mera liberalidad del benefactor, que se vería alterada y perjudicada con esta obligación
adicional que desvirtuaría la donación.
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en la donación en el caso de que ésta sea onerosa o modal, así como, en las donaciones
no onerosas o plenamente gratuitas, cuando así lo hayan acordado expresamente las
partes en el contrato, si bien la doctrina no es unánime al respecto151. Nosotros partimos
de la base de que, aunque es cierto que la mera literalidad del precepto parece exonerar
de responsabilidad por evicción al donante en el caso de las donaciones no onerosas o
gratuitas, ello no es óbice que impida a las partes, en el ejercicio de la autonomía de su
voluntad, pactar la posible responsabilidad por evicción del donante, lo que implicaría
en realidad por parte de éste una doble liberalidad: la que se deriva de la propia
donación y aquella otra que implica la asunción de responsabilidad en caso de
saneamiento pese a no tener el donante obligación legal de responder en tal sentido. Esta
segunda liberalidad no se presume, pero tampoco se prohíbe expresamente ni es opuesta
a la propia naturaleza de la donación, de modo que habrá que admitir tal responsabilidad
del donante cuando éste, en el propio título constitutivo de la obligación, haya asumido
tal responsabilidad, constando así expresamente.
Respecto al saneamiento en la donación onerosa, el artículo dispone que la
obligación de sanear se extenderá “hasta la concurrencia del gravamen” (cfr. artículo
638 C.c.), respondiendo el donante de la evicción, lo que hay que conectar con el
artículo 622 C.c., por el que “las donaciones con causa onerosa se regirán por las
reglas de los contratos...”, reglas entre las cuales está la de responder por saneamiento.
Por otra parte, la opinión predominante de la doctrina hace extensiva esta
151
Algunos autores (FERRANDIS VILELLA, “Donación traslativa y contrato de
donación”, Revista de la Facultad de Derecho de Madrid, nº 9, 1.960, págs. 599 ss.) han querido
ver también una excepción a la regla general de no saneamiento en la donación, fuera de los casos
de pacto expreso entre las partes en tal sentido o de donación onerosa, en el supuesto de dolo o
mala fe del donante, que tendrá lugar cuando éste donó la cosa a sabiendas de su irregularidad, o es
el mismo donante el que provoca el hecho saneable (evicción por hecho propio del donante). Esta
otra causa de responsabilidad por evicción del donante está prevista en ciertos Códigos de nuestro
entorno (cfr., arts. 957 C.c. portugués; 797 C.c. italiano de 1.942, que impone al donante la
garantía por evicción, además del supuesto de pacto expreso, “se l´evizione dipende dal dolo o dal
fatto personale di lui”). Frente a esta postura, otros autores (ALBADALEJO, últ. op. et loc. cits.,
ROCA GUILLAMON, Garantía...,cit, pág. 765; NIETO ALONSO, op. cit., pág. 35; ALBACAR,
Código...cit., IIIº, pág. 90), consideran certeramente que la mala fe o dolo del donante genera una
evidente responsabilidad del donante, pero ésta no lo será por evicción, sino que se tratará de una
responsabilidad extracontractual o como responsabilidad por incumplimiento o cumplimiento no
correcto de la prestación debida.
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responsabilidad a los vicios ocultos que tuviere la cosa donada152, pues así resulta de la
aplicación de las reglas de los contratos onerosos a que remite el artículo 622 y del
precepto análogo contenido en el artículo 1.340, relativo a las donaciones por razón de
matrimonio, que extiende la obligación de sanear a los vicios ocultos si el donante o
promitente hubiere actuado de mala fe.
Por último reseñar que en los casos en que exista obligación de saneamiento en la
donación se aplicarán las normas del saneamiento en la compraventa, dada la falta de
reglas específicas, por lo que no vemos ningún impedimento a que, tratándose de la
donación de la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos (piénsese, v. gr., en la
donación de una empresa o en un vitalicio) resulte aplicable el régimen especial previsto
en el artículo 1.532 C.c., salvo que las partes hayan pactado en el contrato un régimen
distinto de responsabilidad. La aplicación de este precepto haría que el donante no
respondiese por la evicción individualizada de todos y cada uno de los elementos
integrantes de la globalidad donada, limitándose su responsabilidad exclusivamente a la
legitimidad del todo o a la evicción que afectase a la totalidad o a la mayor parte de los
elemento integrantes de la universalidad donada, y con el límite ya reseñado, en el caso
de las donaciones onerosas de que dicha responsabilidad alcanza hasta la concurrencia
del gravamen.
5.3.- La aportación a sociedad: en particular, la aportación de empresa.La aportación a sociedad es otro de los negocios mediante los que se puede
transmitir, en la constitución de una sociedad, uno o varios bienes, tanto corporales
como incorporales, por lo que, en principio, cabría suponer que resulta de perfecta
aplicación el artículo 1.532 C.c. a este tipo de cesión cuando el objeto de la transmisión
lo constituye un conjunto de derechos, rentas o productos, esto es, un conjunto de bienes
y derechos que se transmiten como globalidad. De hecho, hasta las recientes reformas de
la Ley de Sociedades Anónimas y de Responsabilidad Limitada, ha sido tradicional la
152
Vid., por todos, ALBADALEJO, Comentario... (Mº Justicia), cit., pág. 1.619; IDEM,
Comentario...(Edersa), cit., VIII-2, pág. 247; ALBACAR, op. cit., IIIº, pág. 90; ROCA
GUILLAMON, op. cit., pág. 768.
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remisión que hacían tanto la LSA de 1.951 como la LSRL de 1.953 a la aplicación de
este precepto del Código civil en los supuestos de aportación de empresa a sociedad,
régimen que ha sido modificado por las nuevas Leyes de Sociedades, recientemente
entradas en vigor, estableciendo un novedoso régimen de responsabilidad en los
supuestos en que el objeto de aportación sea una empresa que se transmite en la
constitución o ampliación de capital de la Sociedad153. Aunque más adelante
analizaremos el nuevo régimen de responsabilidad establecido por la LSA y por la
LSRL en materia de aportación de empresa a sociedad y los motivos del cambio
legislativo operado, hemos de dejar sentado desde ahora que el régimen de
responsabilidad y garantías que se consagra en el artículo 1.532 C.c. puede entrar en
juego en los supuestos de aportaciones a sociedad154.
153
Cfr. los arts. 31 LSA de 1.951, que establecía en su párrafo final que “Si se aportase una
empresa o establecimiento mercantil o industrial, se aplicará a la transmisión el artículo 1.532
del código Civil” y el art. 39. 3º del actual Texto Refundido de la LSA de 1.989, que establece que
“Si se aportare una empresa o establecimiento, el aportante quedará obligado al saneamiento de
su conjunto si el vicio o la evicción afectasen a la totalidad o a alguno de los elementos esenciales
para su normal explotación. Procederá también el saneamiento individualizado de aquellos
elementos de la empresa aportada que sean de importancia por su valor patrimonial”.
Igualmente, el art. 8.3º LSRL de 1.953 reproducía literalmente el art. 31 LSA, para ser modificado
en la actual LSRL de 1.995, cuyo art. 20. 2º que establece que “Será de aplicación a las
aportaciones no dinerarias lo dispuesto en el artículo 39 de la Ley de Sociedades Anónimas” (se
refiere a la LSA de 1.989), suprimiendo ya toda mención al art. 1.532 C.c.
154
El concepto de aportación debe perfilarse tomando ideas de la parte general de
Obligaciones y de las peculiaridades de las Sociedades. La aportación es, con carácter general, la
prestación que realiza el socio como medio para la consecución de un fin común perseguido por la
sociedad a través del ejercicio de la actividad propia del objeto social. Cfr., al respecto, entre otros,
GARRIGUES (“Teoría general de las Sociedades Mercantiles”, en Revista de Derecho Mercantil,
1.974, pág. 211), para quien el objeto del contrato de sociedad lo constituyen las obligaciones de
los socios, de manera que el objeto de las obligaciones de los socios sería, entre otros, el deber de
aportar. En el mismo sentido, GIRON TENA (Derecho de Sociedades, Tomo Iº --Parte General.
Sociedades Colectivas y Comanditarias--, Madrid, 1.976, págs. 213 ss.) pone de relieve que la
aportación debe constituir, en definitiva, el contenido del aspecto obligacional de la posición
jurídica de socios; LOJENDIO, “Las aportaciones sociales”, en Derecho Mercantil (coord.
JIMENEZ SANCHEZ), vol. 1º, pág. 215; CAPILLA RONCERO, “Comentario a los artículos
1.681, 1.682 y 1.683 C.c.”, en Comentarios al Código civil y Compilaciones forales, (Dir. por
ALBADALEJO), Tomo XXIº, vol. 1º, pág. 189.
En consecuencia, la aportación no significa entrega o pago, sino simplemente obligación de
dar la prestación debida a la sociedad; la entrega y el pago serían actos sucesivos de ejecución. Se
ha discutido doctrinalmente la naturaleza jurídica de la aportación. PAZ-ARES, en su “Comentario
al artículo 1.681 C.c.”, en Comentario del Código Civil (Mº de Justicia), Tomo IIº, 2ª edc.,
Madrid, 1.993, págs. 1.418 y 1.419, analizando dicha naturaleza, afirma que bajo este enunciado se
discute en nuestra doctrina el tipo de modificación de la titularidad que se produce respecto del
bien o derecho aportado cuando se cumplimenta la obligación de aportar, lo que tiene su
repercusión en la determinación de las normas aplicables, que dependerán del hecho de considerar
o no la aportación como un tipo de enajenación. Al respecto destaca la existencia de dos posiciones
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Por lo demás, resulta evidente que el aportante responde por evicción por los
bienes y derechos aportados a la sociedad, bien en fase de constitución, bien con motivo
de una ampliación de capital de la misma. Así lo dispone expresamente el artículo
1.681.2º C.c. en relación a las sociedades civiles, remitiendo a la normativa de la
compraventa en materia de evicción, si bien este precepto alude a cosas cierta y
determinadas y no a conjuntos de cosas indeterminadas, lo que no impide que podamos
hacer extensiva esta responsabilidad también a la cesión de globalidades de bienes
incorporales155. Ahora bien, se plantea el problema de ajustar los efectos provocados por
la evicción en la aportación en relación a los efectos que produce la evicción en la
compraventa, al existir importantes diferencias entre ambas, básicamente la relativa a la
restitución del precio, lo que no es viable en la sociedad, en la que no se puede restituir
precio alguno, pues éste no existe. En tal caso entendemos que la evicción en la
aportación debe producir efectos análogos a los de la compraventa: si la evicción es
total, es como si el aportante nada hubiere aportado, no pudiendo, en consecuencia,
doctrinales. La primera posición ha tratado de justificarse afirmando que la aportación no
constituye un acto de enajenación propiamente tal, pues el socio continúa ostentando ciertos
poderes sobre el bien o derecho aportado, sino simplemente un acto de comunicación que
simplemente modifica la titularidad que ostenta el aportante. La segunda posición, sin duda
dominante, postulada por el propio autor, estima que la aportación constituye un acto de
enajenación propiamente tal, lo cual ha sido defendido en base al argumento de la diferente
personalidad jurídica de la sociedad y el aportante. Este autor, en cambio, sostiene que la razón de
que deba considerarse acto de enajenación estriba en la sustancial alteración que sufre el vínculo
jurídico que media entre el socio y el objeto de la aportación antes y después de realizarla,
manifestando que “el cambio de la situación de titular único a comunero conlleva la transferencia
al resto de los socios de las correspondientes cuotas de propiedad y, por consiguiente, modifica
sustancialmente el vínculo sobre el bien, es decir, los poderes de gestión y disposición que se
ostentaban previamente. Ese alejamiento que se produce con la aportación es lo que permite
hablar precisamente de un negocio de tráfico y, en consecuencia, estimar aplicables las normas
de protección de terceros y de menores...”.
155
La dicción literal párrafo 2º del artículo 1.681 solamente comprende el saneamiento por
evicción, al disponer que “queda también sujeto a la evicción en cuanto a las cosas ciertas y
determinadas que haya aportado a la sociedad, y en los mismos casos y de igual modo que lo está
el vendedor respecto del comprador”. Ello plantea la duda de si no pesa sobre el socio aportante
en dominio de cosa determinada y cierta la obligación de responder también por los vicios y
gravámenes ocultos que tuviere la cosa aportada. Entendemos, como más adelante tendremos
ocasión de analizar con carácter general al tratar del régimen de garantías del artículo 1.532 C.c. y
como ya hemos anunciado, que nada se opone a entender que también pesa sobre el aportante este
deber, ya que su fundamento es similar al que justifica la obligación de saneamiento en la
aportación: el carácter oneroso y sinalagmático de la relación social, de lo que se deriva el deber de
mantener el equilibrio patrimonial respectivo de las posiciones de los socios. Por tanto, a nuestro
entender, nada se opone a que puedan aplicarse por analogía los preceptos de la compraventa
relativos al saneamiento por vicios y gravámenes ocultos y, por imperativo de lo dispuesto en el
artículo 1.686 C.c., si el aportante actuó de mala fe, habrá de indemnizar los daños y perjuicios
causados.
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asumir la condición de socio, mientras que si la evicción es parcial, el socio sí ha
aportado, si bien debería sufrir una rebaja proporcional en sus derechos y facultades de
carácter patrimonial que integran su condición de socio. Por lo demás, si el aportante ha
actuado de mala fe deberá indemnizar a la sociedad por los daños y perjuicios
causados156.
Ahora bien, de lo afirmado se deduce que cuando el objeto de la aportación lo
constituye un conjunto de bienes o derechos que se transmiten en bloque, formando una
unidad o globalidad, en tal caso no serán de aplicación las normas que el Código civil
dedica a la regulación del saneamiento de cosas determinadas. Piénsese, por ejemplo, en
el caso de que el objeto aportado sea una empresa o el conjunto de los bienes presentes
del aportante, cualquiera que sea el estado en que se encuentren (lo cual sería frecuente
en el caso de constitución de sociedades familiares). En tales casos, entiendo que el
tratamiento que habría que dar al régimen de responsabilidad del aportante sería el
previsto en el artículo 1.532 C.c., si bien cabe plantearse la duda de si no resultaría más
adecuado aplicar en estos supuestos, por analogía, el nuevo régimen de responsabilidad
previsto en el art. 39. 3º de la actual Texto Refundido de la LSA de 1.989 y en el
artículo 20.2º LSRL de 1.995. Esta cuestión la abordaremos más adelante en
profundidad, si bien se puede adelantar que, en nuestra opinión, no cabe la aplicación
156
Se han planteado dudas en la doctrina acerca de si la evicción, total o parcial, pudiera
provocar como efecto la resolución de la relación social. En tal sentido no hay que olvidar que la
sociedad se constituye con las aportaciones de diversos socios, que sí han cumplido su deber de
aportar, por lo que sería injusto disolver en tal caso la sociedad, lo que implicaría sancionar a los
socios que han cumplido adecuadamente su deber de aportación con la disolución de la sociedad,
salvo en el caso lógicamente de que la cosa objeto de evicción fuese cualitativa o cuantitativamente
esencial para el correcto desarrollo y funcionamiento de la sociedad (cfr., art. 1.700.2º C.c.).
Aceptar la disolución de la sociedad como efecto de la evicción supondría dejar al arbitrio del
aportante la posibilidad de disolución de una sociedad que no desea que se constituya.
Supongamos, por ejemplo, el supuesto de un empresario que no desea que se constituya una
sociedad que pueda hacer la competencia a la suya, para lo cual aporta un bien a la nueva sociedad
actuando de mala fe, esto es, a sabiendas que dicha aportación se va a perder por evicción, con lo
que, si aceptamos que ello conduciría a la disolución de la sociedad, supondría dejar en manos del
aportante el destino de la sociedad que se pretende constituir. Lo cierto es que nos parece excesivo
que la evicción padecida por la aportación pueda provocar la resolución total de la relación
jurídica derivada del contrato de sociedad, por lo que posiblemente la solución más adecuada y
lógica sea admitir la resolución de la relación jurídica que liga al aportante con la sociedad. Se
trataría, pues, de una resolución limitada en su alcance y que afectaría exclusivamente a la relación
particular que vincula al aportante y a la sociedad, de tal modo que aquél perdería su condición de
socio, pues nada ha aportado, manteniéndose la sociedad activa, de manera que, en definitiva,
tendría lugar una reducción del capital social.
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analógica de estos preceptos de la LSA y LSRL a los supuestos de aportación de
empresa a sociedad, cuando la sociedad destinataria y receptora de la aportación es una
sociedad civil, o bien una sociedad mercantil comanditaria o colectiva, al ser distintas
las funciones que cumple la aportación según el tipo de sociedad de que se trate.
Por otra parte, el Código civil no establece un específico régimen de
responsabilidad del aportante, atendiendo a la naturaleza del bien aportado, por lo que
hemos de remitirnos, en este particular, a la regulación que realiza el Texto Refundido
de Ley de Sociedades Anónimas de 1.989 y de la Ley de Sociedades de Responsabilidad
Limitada de 1.995, cuyo artículo 20 es, prácticamente una copia literal del artículo 36
LSA regulador del régimen jurídico de las diversas modalidades de aportaciones.
Centrándonos en las sociedades capitalistas, en particular en las anónimas, el artículo
36.1º LSA establece que “sólo podrán ser objeto de aportación bienes o derechos
patrimoniales susceptibles de valoración económica”, excluyéndose expresamente la
aportación del trabajo o industria. Sólo se admiten, pues, las aportaciones de capital. La
norma deja claro (art. 36.2º) que “toda aportación se entiende realizada a título de
propiedad salvo que expresamente se estipule de otro modo”, de lo que se deduce que
caben aportaciones a título de uso, lo que tiene que indicarse expresamente en la
escritura157. Como ya hemos comentado, el que la aportación se realice a título de
propiedad o de uso tiene una aparente repercusión a la hora de determinar la normativa
aplicable a los supuestos de saneamiento, que será en definitiva la normativa reguladora
de la compraventa158. Entre las aportaciones no dinerarias, el artículo 39 LSA enumera
una serie de bienes susceptibles de ser aportados a sociedad. La Ley contempla algunos
supuestos considerados los más frecuentes o importantes, regulando su régimen
157
Vid., PAZ-ARES, Comentario...Mº Justicia, cit., pág. 1.415, que destaca al respecto que
la aportación a título de propiedad (quoad dominium) es la más frecuente y representativa y
determina la transmisión a la sociedad de la titularidad plena sobre el derecho que se aporta. En
cambio, en la aportación a título de uso (quoad usum) no hay cesión plena de la titularidad del
derecho (que puede ser limitado) sino cesión limitada, por medio de la cual se confieren a la
sociedad las facultades de uso y disfrute sobre el bien).
158
Dentro de las aportaciones susceptibles de valoración económica se pueden diferenciar
con claridad dos clases que tienen un tratamiento distinto: las dinerarias y las no dinerarias. Las
aportaciones dinerarias no plantean los problemas de valoración de las no dinerarias. El artículo 37
LSA sólo exige que se establezcan en moneda nacional y que, si fueran en moneda extranjera, “se
determine su equivalencia en pesetas con arreglo a la Ley”.
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específico. Así el artículo 39.1º LSA trata de la aportación de bienes muebles e
inmuebles o de derechos asimilados a ellos y les aplica el régimen general de
responsabilidad del contrato de compraventa. Por derechos asimilados se ha entendido
por la doctrina la aportación de concesiones administrativas...(art. 334 C.c.)159. Esto no
quiere decir que la Ley equipare la aportación a la venta a la sociedad, pues hay
diferencias notables, entre ellas el no haber precio como contraprestación. Con la
remisión en materia de saneamiento que se hace a la normativa del Código Civil, el
legislador decide dar una solución pragmática que evite la posible discusión acerca del
carácter mercantil o no de la operación, optando por considerar el carácter civil de esta
operación160.Pero como se ha señalado, aunque la aportación a sociedad no es una
compraventa, el arquetipo de los contratos onerosos de finalidad traslativa del dominio
se aplica aquí en cuanto a la obligación de entrega y saneamiento. De ello deducimos
que nada impide la posible aplicación del régimen de responsabilidad previsto en el
artículo 1.532 C.c. cuando la aportación la integre un conjunto o pluralidad de bienes
159
Cfr., en tal sentido, GARRIDO DE PALMA, “Régimen de las aportaciones sociales”, en
AAVV, Tratado de la Responsabilidad Limitada (Coord. por PAZ-ARES), Madrid, 1.997, pág.
381. También es unánime la doctrina mercantilista al considerar que la obligación de saneamiento,
tanto en caso de evicción como de vicios ocultos, se rige por los artículos 1.474 y siguientes del
Código civil (Vid., entre todos, GARRIDO DE PALMA, últ. op. cit., pág. 382; LOJENDIO, “Las
aportaciones..., cit., pág. 219; GARCIA-VALDECASAS BUTRON, “Aportaciones no dinerarias y
adquisiciones onerosas en la reforma de la Ley de Sociedades Anónimas”, en Revista Crítica de
Derecho Inmobiliario, nº 592, mayo-junio 1.989, pág. 757; MANBRILLA RIVERA, “Fundación
con aportaciones ‘in natura’”, en AAVV, Derecho de Sociedades Anónimas, Tomo Iº (La
Fundación), Madrid, 1.991, pág. 764; JIMENEZ SANCHEZ, “Las aportaciones sociales en el
Proyecto de Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada”, en Revista de Derecho Mercantil,
nº 214, oct.-dic. 1.994, pág. 834; SANCHEZ MIGUEL, “Las aportaciones en la Sociedad de
Responsabilidad Limitada, en particular las no dinerarias (realidad y valoración)”, en AAVV,
Derecho de Sociedades de Responsabilidad Limitada, Tomo Iº, Madrid, 1.996, págs. 345 ss.;
GARCIA LUENGO-SOTO ALVAREZ, El nuevo régimen jurídico de la Sociedad Anónima
(comentarios y jurisprudencia), Granada, 1.991, págs. 215 ss.), coincidiendo en esta apreciación la
propia doctrina de la D.G.R.N, en resolución de 10 de noviembre de 1.959.
160
Vid., LOJENDIO, “Comentario al artículo 39 LSA”, en Comentario al régimen legal de
las sociedades mercantiles (obra dirigida por URIA, MENENDEZ y OLIVENCIA), Tomo IIIº,
vol. 3º, Madrid, 1.994, págs. 115 ss. Este autor pone de relieve la contradicción que supone con
respecto a esta remisión general a la normativa del Código Civil, el hecho de que, en materia de
riesgos, el art. 39.1º remita, en cambio, a la normativa del Código de Comercio. Por su parte,
SANCHEZ MIGUEL, en “Comentario al artículo 39 LSA”, en AAVV, Comentarios a la Ley de
Sociedades Anónimas (dirigidos por SANCHEZ CALERO), Madrid, 1.997, ha puesto de
manifiesto como esta remisión al régimen de la compraventa civil en materia de saneamiento
comporta una distorsión en su aplicación a las sociedades anónimas, ya que el contrato de
compraventa es el contrato tipo de los negocios bilaterales, mientras que el de sociedad es un
contrato plurilateral en el que no caben obligaciones contrapuestas.
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muebles e inmuebles lo que comporta asimismo la aportación de aquellos derechos
asimilados a ellos y de los que estén indisociablemente unidos a tales bienes.
El artículo 39.2º se refiere a la aportación de un derecho de crédito, estableciendo
que “si la aportación consistiere en un derecho de crédito, el aportante responderá de
la legitimidad de éste y de la solvencia del deudor”. La Ley de Sociedades Anónimas
establece, por tanto, un régimen distinto al general de transmisión de créditos y lo hace
en beneficio de la sociedad para defender su patrimonio161. Pues bien, como hemos
visto, el artículo 39.2º LSA altera el régimen de responsabilidad del cedente en el caso
de aportación de créditos a una sociedad capitalista, ya sea anónima o de
responsabilidad limitada. Por un lado, restringe el alcance de la responsabilidad del
aportante que sólo responderá de la legitimidad del crédito cedido, pero no así de la
existencia del mismo. Por otro lado, el mencionado precepto parece ampliar la
responsabilidad del aportante, que responderá de la solvencia del deudor, sin que el
mencionado precepto de la LSA excluya esta responsabilidad en los supuestos en que
dicha insolvencia fuere anterior y pública. De lo que podemos deducir que el
mencionado precepto de la LSA es más riguroso que el correlativo del Código civil al
fijar el grado o nivel de responsabilidad del aportante/cedente.
La cuestión que se nos plantea, y a la que no da respuesta el artículo 39.2º LSA es
la relativa al la posible aplicación del artículo 1.532 C.c. en el supuesto de aportación de
una pluralidad o globalidad de derechos de crédito por un mismo aportante. El precepto
161
En efecto, el régimen ordinario contenido en los arts. 1.527 y 1.529 C.c. y 347 y 348 C.
de c. consiste en que, para la transmisión de un crédito basta la notificación al deudor sin que sea
necesario su consentimiento y en que el cedente sólo responde de la existencia y de la legitimidad
del crédito y de la personalidad con que se hizo la cesión pero no de la solvencia del deudor, salvo
pacto en contra. Por el contrario, la LSA hace responsable al aportante de la solvencia del deudor
como consecuencia del principio de integración del capital social. Como es sabido, la doctrina
suele hablar de obligación de saneamiento o garantía en la cesión de créditos por causa onerosa,
especialmente la compraventa, distinguiendo dos manifestaciones de esa garantía, conocidas como
veritas nominis y bonitas nominis (cfr. art. 1.529 C.c.). La garantía de la veritas nominis consiste
en la responsabilidad del cedente frente al cesionario por la existencia y legitimidad del crédito
cedido frente al cesionario por la existencia y legitimidad del crédito cedido al tiempo de la venta,
salvo que se haya vendido como dudoso. Realmente, en estos casos no estamos ante una auténtica
obligación de saneamiento, sino ante un supuesto de auténtica ineficacia negocial por falta de
idoneidad del objeto del negocio. Cuando se habla de bonitas nominis se hace referencia a la
obligación del cedente de un crédito de responder de la insolvencia del deudor solamente cuando
ésta fuese anterior y pública.
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mencionado se está refiriendo sin duda a la aportación de un solo crédito, sin plantearse
si ese régimen de responsabilidad específico que consagra se haría extensivo a una
pluralidad de créditos que se aportan constituyendo una unidad o globalidad (v. gr., los
derechos de crédito derivados de un arrendamiento de un local durante el tiempo de
duración de ese contrato). En tal caso, y a nuestro juicio, se impone el régimen
específico que establece el Código civil en materia de cesión de globalidades o
universalidades, pues tal es el objeto de cesión o aportación, con lo que el
aportante/cedente vería limitado el alcance de su responsabilidad, de conformidad con lo
preceptuado en el artículo 1.532 C.c., cumpliendo con responder de la legitimidad del
todo en general162.
162
Abordaremos más adelante y con el oportuno detenimiento el tema que ahora dejamos
simplemente enunciado. Por un lado, estudiaremos cómo puede y debe considerarse el derecho de
crédito como posible objeto de cesión regulada por el artículo 1.532. Por otro lado, analizaremos
el régimen específico de responsabilidad que establece este precepto en relación a los derechos de
crédito, régimen que habría que diferenciar con respecto a otros objetos de cesión (otros derechos,
rentas o productos), en los que cabe hablar de responsabilidad por evicción, por el contrario de lo
que ocurre con los derechos de crédito, al no ser posible en mi opinión hablar, como hacen ciertos
autores (vid., entre todos, CAPILLA RONCERO, op. cit., pág. 267), de una obligación de
saneamiento en la cesión de créditos por causa onerosa.
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CAPITULO SEGUNDO:
EL AMBITO OBJETIVO DE APLICACION DEL ARTICULO 1.532 C.C.
Sumario:
1.- Naturaleza jurídica del objeto del artículo 1.532 C.c.
2.- Contenido del objeto de la globalidad: delimitación de los derechos, rentas o
productos que la integran.
2.1.- Cuestiones previas.2.2.- Los derechos como elementos integrantes de la globalidad.- 2.3.Rentas y productos.
3.- La aplicación del artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia: 3.1.- Discusión en
torno a la posible aplicación del artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia.3.2.- La venta de herencia con enumeración exhaustiva de sus elementos
como supuesto integrado en el ámbito de aplicación del artículo 1.532 C.c.3.3.- Observaciones finales acerca de la venta de herencia sin enumeración:
inadecuación del modelo codificado.
4.- La adquisición de los bienes integrantes de la globalidad.
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1.- NATURALEZA JURIDICA DEL OBJETO DEL ARTICULO 1.532 C.C.Uno de los aspectos más complejos que se plantean en torno al artículo 1.532 C.c.
es el relativo a la determinación de su objeto y la naturaleza jurídica de éste,
complejidad que es provocada por la ausencia de una regulación positiva por parte del
legislador, perfilando los contornos de dicho objeto. El artículo 1.532 C.c. se limita a
configurar como objeto de la venta a la “totalidad de ciertos derechos, rentas o
productos”, sin preocuparse de precisar los derechos a que se refiere y que, por tanto,
pueden ser objeto de cobertura por este precepto, del mismo modo que no especifica qué
rentas o productos entran dentro de su ámbito de aplicación. Si complejo resulta la
determinación o, mejor, concreción de ese objeto, más complejo resulta aún la
determinación de su naturaleza jurídica del mismo, lo que obliga a proceder a su
análisis, perfilando su contorno, con la finalidad última de establecer el régimen
aplicable a esta figura. Por ello, vamos a analizar, en primer lugar, la naturaleza del
objeto del artículo 1.532 C.c., para, a continuación, tratar de delimitar los posibles
derechos que pueden ser objeto de transmisión, así como de elaborar un concepto de
rentas y de productos, ante el silencio del legislador al respecto.
Centrándonos en la naturaleza jurídica de ese objeto, varias han sido las
posiciones doctrinales que se han formulado al respecto, que podemos agrupar en dos
grandes bloques: por un lado, aquellas doctrinas que niegan el carácter de universalidad
de ese objeto; por otro lado, las doctrinas que defienden tal carácter.
En primer lugar, un sector de la doctrina patria1 considera que el hecho de que la
venta se haga alzadamente o en globo, y que tenga por objeto una totalidad de derechos,
rentas o productos, permite deducir que el espíritu de este precepto es aludir a una sola
cosa o, lo que es lo mismo, a un solo objeto de derecho y no a una reunión de objetos
diferenciados, a una mera suma de objetos distintos. No obstante, según esta posición,
hay que negarle el carácter de universalidad a esa agrupación de objetos. Esta posición,
1
Cfr., MANRESA-BLOCH, Comentarios..., Tm. Xº-1º, cit., págs. 586 y ss.; También, en el
mismo sentido, BADENES GASSET, El contrato de compraventa, Tm. IIº, cit., pág. 1.109, quien
sigue fielmente la línea marcada por Manresa.
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defendida básicamente por MANRESA, parte de la concepción de la ‘universitas’ iuris
y, en concreto, de la herencia como el conjunto de bienes y derechos, pero también de
cargas y deudas pertenecientes a una persona, rasgos que no se dan en el supuesto de
hecho contemplado en al artículo 1.532 C.c., ya que éste se refiere a un grupo de
derechos pertenecientes a una persona que, por el enlace que entre sí tengan o por la
voluntad de las partes de transmitir y de adquirir, respectivamente, esos derechos en un
sólo acto, constituyen un único objeto de derecho, pero no una universalidad, lo que
explica, en definitiva, que el vendedor deba responder de la legitimidad del todo y no
del saneamiento de todos y cada uno de los elementos que se transmiten, saneamiento
que, en todo caso, se limita a la evicción que afecta a la totalidad o a la mayor parte de
las partes transmitidas, lo que es lógico puesto que si el comprador se ve privado de esa
totalidad o mayor parte, desaparece el objeto del contrato.
La posición de estos autores parece, en principio, correcta, si admitimos el
concepto de ‘universitas’ iuris seguido por ellos2, que sería omnicomprensivo de los
bienes, derechos, cargas y obligaciones pertenecientes a una persona, pareciendo que el
legislador, al redactar el artículo 1.532 C.c., no pretendía configurar la venta en globo
como la venta de una universalidad de derecho, ya que, en ningún lugar alude a las
cargas, deudas o demás elementos del pasivo, pareciendo que se refiere a la cesión de
una totalidad de elementos (corporales y/o incorporales) de carácter activo, evaluables
económicamente en sentido positivo, sin que haya que deducir de tal activo un pasivo3.
No obstante, la mayor objeción que podemos hacer de esta tesis es que sus seguidores
dan una respuesta negativa a la delimitación del objeto del artículo 1.532 C.c. al afirmar
que la venta alzada o en globo de una totalidad de derechos, rentas o productos no es
2
Que no es otro que el expresado por SUMMER MAINE, en El Derecho Antiguo, como
admite el propio Manresa.
3
Esta postura es defendida, entre otros, por NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit.,
pág. 69, que llega a esta conclusión en base a razones sistemáticas, en concreto a la no alusión del
precepto a las deudas o cargas, a diferencia de lo que ocurre con los artículos 1.533 y 1.534 C.c.,
que sí contemplan las deudas de la herencia. En relación a la cesión alzada o en globo de la
totalidad de ciertos derechos, rentas o productos, el legislador opta, en cambio, por no hacer
referencia alguna a tal cuestión, de lo que deduce acertadamente este autor que dicha omisión es
consciente y deliberada por parte del legislador, que tendría que haber hecho referencia a dichas
deudas de modo necesario si éste hubiese tenido la idea de la semejanza de esta institución con la
venta de herencia, ya que, en la práctica, resulta difícilmente imaginable un conjunto tal de
derechos, rentas o productos carente totalmente de deudas o cargas.
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venta de una universalidad. Pero no dan respuesta a la cuestión central: determinar e
identificar el objeto de esta venta. Por otra parte, no hay que olvidar que estos autores
rechazan el carácter de esta figura como venta de una universalidad partiendo de una
determinada concepción de universalidad, no debiendo olvidarse que existen diversas
teorías acerca de la ‘universitas’, alguna de las cuales sí permite configurar esta venta
alzada o en bloque como la venta de una universalidad, en determinadas circunstancias.
Otra posición doctrinal es la que concibe la venta alzada o en globo del artículo
1.532 C.c. como la venta de una agregación o suma de objetos singulares4. GARCIA
CANTERO, principal defensor de esta postura, contrapone la venta de objetos
singulares a la venta de una pluralidad de objetos. Para él, esta última presenta dos
modalidades: por un lado, existe una compraventa que comporta una suma o agregación
de tantos contratos cuantos objetos haya, celebrándose simultáneamente e
instrumentándose en el mismo documento5; por otro lado, también sería venta en globo
aquella que comprende una pluralidad de objetos, formalizándose como un contrato
único, bien sea por configurarse un precio único para todos los objetos, bien sea por
considerarse unitariamente a estos últimos, siendo el primer supuesto una venta alzada y
el segundo una venta en globo o en bloque. De esta posición doctrinal se deduce que,
para sus defensores, la venta alzada o en globo no es más que una agregación de objetos
singulares, de carácter material o inmaterial, agrupados por la sola voluntad del
transmitente.
Esta última teoría presenta ventajas e inconvenientes, si bien nos parece, en
términos generales, descartable. A diferencia de la teoría de MANRESA que exige la
existencia de un vínculo entre los diversos elementos (derechos, rentas o productos) que
constituyen el objeto de la transmisión, ya sea la pertenencia a un mismo titular como
totalidad, o bien teniendo un mismo origen o cumpliendo una misma función
4
Es la postura defendida básicamente por GARCIA CANTERO, Comentario..., Edersa,
XIXº, cit., pág. 749. También parece desprenderse esta postura, aunque de manera no explícita, en
ESPIN CANOVAS, Manual de Derecho Civil, vol. IIIº, Madrid, 1.983, pág. 240; ESCOSURA Y
MATHEU, Contestaciones..., IIº, cit., pág. 44; GONZALEZ POVEDA, “Comentario del artículo
1.532 C.c.”, en Comentario ..., VIIº, cit., pág. 510.
5
Sería el caso, en ejemplos del propio autor, del pedido que el ama de casa hace a su
proveedor habitual, o la compra de mobiliario para un piso nuevo.
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económico-social, en cambio, la teoría de GARCIA CANTERO amplía ese vínculo,
admitiendo la posibilidad de reunir una serie de bienes de diversa naturaleza, sin que sea
necesario siquiera que tengan relación alguna entre sí, bastando simplemente la mera
voluntad del transmitente de agruparlos como un todo. Posición ésta que no nos parece
correcta dado que el artículo 1.532 C.c. requiere una conexión entre los elementos que
integran el objeto de la transmisión, lo que se refleja en la utilización del término
‘totalidad’ utilizado por el legislador, que supone la necesaria existencia de un vínculo
jurídico o económico entre los diversos elementos componentes de la globalidad. En
cambio, esta posición que criticamos presenta un aspecto claramente acertado en
relación a la tesis de MANRESA: admite la posibilidad de que la globalidad esté
integrada por un bloque heterogéneo de bienes y derechos, frente a la homogeneidad que
comportaba aquella última teoría. Se puede afirmar que, para MANRESA, la existencia
de un vínculo específico que ha de ligar a los derechos y demás bienes inmateriales
exige que éstos integren un conjunto de naturaleza análoga; en cambio, la teoría de
GARCIA CANTERO permite agrupar bienes de naturaleza muy diversa, admitiendo la
posibilidad de que la globalidad esté integrada por bienes de naturaleza material e
inmaterial, frente a la postura anterior que niega la posibilidad de que los bienes
corporales integren el objeto de venta, lo que nos parece más ajustado al espíritu y
finalidad de la norma, sin que sea de recibo que se argumenten razones sistemáticas para
negar tal posibilidad6. No obstante, la principal objeción a la teoría de GARCIA
CANTERO radica en que concebir la cesión de una globalidad de bienes como una
simple adición de éstos no permite establecer un régimen individualizado de
responsabilidad para el conjunto o globalidad, sino que cada uno de los elementos de
6
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit, págs. 71 ss., también ha defendido la
incorporeidad de los elementos integrantes de esa globalidad en base, entre otras, a razones
sistemáticas, dada la ubicación de este tipo de ventas en el Capítulo que regula la cesión de
créditos y demás derechos incorporales, olvidando el autor que este Capítulo VII regula igualmente
la venta de herencia, entre cuyos componentes es indudable que se incluyen tanto cosas corporales,
como derechos, cargas y obligaciones. Por lo demás, el artículo 1.532 C.c. se refiere a la venta de
derechos, rentas, pero también productos, bienes éstos que pueden no tener el carácter inmaterial a
que se refiere la denominación del Capítulo VII del Título IV del Código civil. A mayor
abundamiento, razones de carácter histórico permiten admitir la integración en la globalidad de
bienes de carácter material, pues un almojarifazgo no era otra cosa que una oficina de recaudación
de una modalidad de tributos, teniendo una cierta similitud con lo que, en la actualidad,
denominamos empresa, integrada por elementos de dispar naturaleza, tanto materiales como
inmateriales.
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esa
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‘suma’,
singularmente
considerado,
gozará
de
un
tratamiento
jurídico
individualizado7, diferente del tratamiento jurídico que pueda corresponderle si
consideramos la globalidad como una unidad a los efectos jurídicos, razón por la que el
artículo 1.532 C.c. le confiere un régimen especial de responsabilidad distinto del que
correspondería a cada uno de sus elementos componentes.
Finalmente, una tercera posición doctrinal defiende que nos encontramos ante la
venta de una universalidad8. Entre los casos de universalidades se distinguen dos
modalidades, las de hecho y las de derecho, sin que esos autores especifique a cuál de
esas dos modalidades de ‘‘universitas’’ se están refiriendo. Se han formulado diversas
objeciones a esta teoría, en particular por los autores que han analizado la venta de
herencia, que vamos a comentar brevemente ante la ausencia de un análisis detallado de
la cuestión en relación a la venta en globo de bienes y derechos9. La principal objeción
que se ha hecho a esta teoría de configurar la venta como de universalidad, siempre en
relación a la herencia, es la falta de justificación de la transmisión al comprador tanto de
los elementos patrimoniales activos como pasivos de la herencia, objeción ésta que
podríamos trasladar a la venta de una totalidad de derechos, rentas o productos,
habiéndose formulado diversas soluciones que tratan de dar respuesta a esta cuestión,
7
O a lo sumo daría lugar a la aplicación de los artículos 1.471 y 1.479 C.c.
8
Es la tesis mantenida por PANTALEON PRIETO, en Comentario..., IIº, cit., pág. 1.037,
que parte de la base de que el artículo 1.532 C.c. regula una sola modalidad de venta: la de una
globalidad de bienes a un precio alzado. También O´CALLAGHAN, Código Civil..., cit., pág.
1.471, habla de venta de universalidad, añadiendo además que se trata de cesión de un conjunto de
créditos. Por su parte, NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 73 y 74 quien , siguiendo
la concepción de ‘‘universitas’’ formulada por BARBERO, concluye igualmente de que la venta a
que se refiere el artículo 1.532 C.c. hace referencia a la cesión de una globalidad de derechos ‘sub
specie universitatis’.
9
Vid., al respecto, RUIZ-RICO RUIZ, La venta de herencia..., cit., págs. 65 y ss. que
sintetiza estas posturas y somete a crítica la posición tradicional partidaria de considerar la venta
de herencia como venta de universalidad, ya que, como afirma este autor, comentando la tesis de
FEDELE (La compravendita dell´eredità, Torino, 1.957) la herencia no constituye técnicamente
un objeto de derecho dotado de autonomía, siendo un modo de denominar el fenómeno de
transmisión de los bienes, derechos y obligaciones del causante a su sucesor, no siendo un objeto
diferente de los elementos que la componen, sin que el hecho de que exista una acción unitaria de
petición de herencia, diferente de las acciones reivindicatorias, suponga un dato decisivo para
apoyar la tesis que concibe a la herencia como ‘universitas’, ya que ésta última acción no está
tampoco excluida. “Por lo tanto -afirma-, no cabe admitir la idea de universalidad. En esta clase
de venta lo que se transmite es una serie de bienes, derechos y obligaciones concretos, cuya
determinación se hace por referencia a la “herencia”, esto es, a los elementos patrimoniales que
pasaron a poder del heredero vendedor cuando falleció su causante”.
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soluciones que, por lo demás, no nos parecen satisfactorias. Así, un sector de la doctrina
patria ha configurado esta venta como la de cada uno de los elementos individualizados
que integran la globalidad (teoría atomística). En base a ello se rechaza la posibilidad de
transmitir al comprador los elementos patrimoniales pasivos, lo cual ocurriría de tratarse de la
venta de una universalidad, lo que ha originado que se formulen algunas alternativas por la
doctrina
10
. También se ha defendido, en particular, la existencia de dos negocios
diferenciados formalizados en un mismo documento, uno de compraventa del activo y
otro de asunción de las deudas de la herencia11. Tampoco nos parece aceptable la
opinión que considera que la venta de herencia sólo lo es de los derechos integrantes del
activo hereditario, siendo la transferencia de las deudas hereditarias un elemento natural
10
Así, ALBADALEJO GARCIA, “La enajenación de la herencia en el Derecho español”,
Revista de Derecho Privado, 1.978, pág. 5, trató de justificar esta venta afirmando que realmente
se trata de la venta individualizada, uno a uno, de todos los elementos integrantes de la herencia.
“El comprador -afirma-, recibe a título singular cada uno de los bienes componentes de la
herencia porque el acto transmisivo los comprende a todos, pero su transmisión se fundamenta,
no, como la del causante al sucesor, en el título universal que da el ser heredero, sino en la
compraventa que, aunque abarca a todos y, por tanto, tiene fuerza transmisiva para todos, la
tiene, sin embargo, aplicada a cada uno en particular, en tanto en cuanto son componentes del
todo”.
11
Vid. RUIZ-RICO RUIZ, La venta de herencia..., cit., pág. 71, que critica acertadamente
esta posición defendida básicamente por ANDREOLI, considerando que no puede desdoblarse un
contrato en dos diferentes, como pretende este autor, ya que, al menos en nuestro Ordenamiento, la
venta de herencia se configura como una compraventa especial, con sus peculiaridades específicas,
estableciendo el legislador unos mecanismos específicos para permitir el traspaso de las deudas
hereditarias al comprador de la herencia, sin necesidad de celebrar un nuevo negocio, para
conseguir tales efectos. Trasladamos estas observaciones a la venta de una globalidad de derechos,
rentas o productos, cuya transmisión comporta o puede comportar la transmisión de una o varias
deudas, ya que no cabe imaginar un conjunto de derechos, rentas o productos totalmente
inmaculado y libre de cargas o deudas. Cuestión distinta es, a diferencia de la venta de herencia,
que sólo se transmitirán aquellas deudas que libremente pacten las partes, como tendremos ocasión
de analizar más adelante. Por lo demás, como ha destacado el profesor RUIZ-RICO (últ. op. et loc.
cits.), en el contrato de venta de herencia las partes contratantes no prestan dos consentimientos
diferenciados (uno de enajenación del activo y otro, del pasivo) sino un consentimiento contractual
único, que abarca cada uno de los elementos integrantes de la herencia, siendo también única la
causa del contrato, que es la propia de cualquier compraventa: en este caso, la entrega de una serie
de elementos, tanto activos como pasivos, a cambio de un precio, también único. Resulta evidente
que esta fundamental objeción se traslada también a la enajenación onerosa de una globalidad de
derechos, rentas o productos. Esta solución es también trasladable a aquellas posturas que
distinguen, en la venta de herencia, dos negocios distintos no separados, sino coligados, lo que ha
sido rechazado por GULLON BALLESTEROS, “La venta de la herencia”, en Revista General de
Legislación y Jurisprudencia, 1.959, Iº, pág. 365, que, criticando esta opinión de ANDREOLI,
afirma que más que negocios coligados hay que hablar de un contrato mixto de venta y de asunción
de deuda, siendo dicha asunción de deuda no expresa sino presumida por la ley (en el caso de la
venta de una globalidad de derechos no cabría pensar, en cambio, en una presunción legal de
transmisión de deudas, ya que en este caso sólo se transmitirán aquellas deudas y cargas que las
partes estipulen libremente).
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del contrato, y, por tanto, prescindible12, ya que en tal caso no estaríamos ante una venta
de herencia sino ante una venta en globo de derechos, que se integra por aquellos
derechos y elementos patrimoniales pasivos que las partes pactan y que no constituyen
‘herencia’, en un sentido práctico. Para nosotros, la diferencia entre la ‘venta de
herencia’ en sentido técnico y la venta de una globalidad de derechos, rentas o productos
reside en la configuración del objeto contractual, puesto que la herencia está integrada
tanto por activo como por pasivo, de tal manera que si del contenido de la herencia se
excluyan por voluntad de las partes las deudas que la integran o, incluso, parte de ellas,
en tal caso lo que se vende no es una herencia, en sentido técnico, sino una globalidad
de derechos, acompañados de algunas deudas transmitidas con el consentimiento
preceptivo de los respectivos acreedores, siéndole de aplicación el régimen contenido en
el artículo 1.532 C.c.13.
12
Esta postura ha tenido importantes seguidores en la doctrina patria. Vid., por todos,
GARCIA CANTERO, op. cit., pág. 738; GULLON BALLESTEROS, op. cit., págs. 365-366. Por
su parte, ESPERANZA MARTINEZ-RADIO, “Apuntes en tema de enajenación de herencia”,
Revista de Derecho Privado, 1.967, pág. 385, comenta que “en realidad, quizá pudiera decirse, de
acuerdo con Pothier, que la ley contempla una voluntad real y efectiva de las partes en cuanto a
la transmisión de los bienes y que para hacer recaer los efectos dañosos del negocio en quien
disfruta del activo hereditario, considera a las deudas como elementos naturales del mismo que,
consiguientemente, pueden ser específico objeto de un trato concreto por la libre voluntad de las
partes”.
Esta opinión ha sido criticada por RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., págs. 75-76, que afirma que
la asunción de las deudas de la herencia por parte del comprador sí debe ser considerada como
elemento esencial del contrato, dado que lo que justifica el carácter especial de esta modalidad de
compraventa es precisamente la peculiaridad de su objeto, integrado por todos los bienes,
derechos, cargas y deudas del causante al producirse la apertura de la herencia, por lo que las
deudas integran también la totalidad de los elementos componentes de la herencia, constituyendo
parte esencial del objeto de la venta. Cuando la globalidad que se vende esté integrada por aquellos
grupos de bienes, derechos y también deudas que no constituyan ‘herencia’, aunque los haya
adquirido su titular por causa de herencia, en tal caso constituirán una globalidad a la que se
aplicará la normativa del artículo 1.532 C.c., de tal manera que no constituyen venta de herencia
aquellos pactos por los que se excluye del objeto contractual ‘herencia’ las deudas que constituían
el pasivo hereditario.
13
RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., pág. 77, ha planteado una importante cuestión al respecto, al
considerar que no siempre la exclusión de alguna deuda del objeto de la venta comporta que ésta
deje de constituir venta de herencia: ello sólo ocurrirá cuando el elemento o elementos del pasivo
excluidos de la enajenación sean significativas en relación al conjunto hereditario, ya que dicha
exclusión haría irreconocible a la herencia. En cambio, si las deudas excluidas de la venta son de
muy escasa significación en relación al total en tal hipótesis cabría admitir que estamos ante una
venta de herencia y no ante una venta en globo. Por tanto, la venta en globo del artículo 1.532 C.c.
se dará en caso de que la deuda o deudas excluidas sean especialmente significativas en la
configuración de la herencia, puesto que, en tal supuesto, no se está transmitiendo una herencia
sino algo distinto.
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Llegados a este punto, hemos de expresar nuestra posición al respecto, que debe
ser debidamente matizada. La cuestión básica reside en determinar si la venta en globo
del artículo 1.532 C.c. constituye, como se ha defendido por algunos autores ya citados,
la venta de una universalidad. Ello dependerá de qué consideremos por universalidad, ya
que ésta no es una institución concebida de modo pacífico por la doctrina14. En efecto,
un importante sector doctrinal, como se ha visto en relación a la herencia, rechaza que
pueda considerarse a la reunión de derechos, facultades, deudas, como una cosa
autónoma que se somete a un derecho de naturaleza similar a los derechos reales, lo que
plantea la duda básica de cómo encajar en esa totalidad (cosa) las deudas. Es más, ni
siquiera la consideración de la ‘‘universitas’ facti’ como cosa deja de plantear la duda
de qué tipo de cosa es: si corporal o incorporal. Estos inconvenientes han conducido a
un importante sector de la doctrina, especialmente en Italia, (FEDELE, RUGGIERO,
FERRARA) a negar la existencia de la ‘‘universitas’’, afirmando que ésta no es más que
un mero ‘nomen iuris’, sin significación real alguna, por lo que debe ser descartada
como concepto científico15. Estas teorías han sido superadas por el propio
Ordenamiento italiano. Así, el artículo 816.1º del Codice define la universalidad como
“el conjunto de cosas que pertenecen a una misma persona y tienen un destino unitario”.
Este ordenamiento define la universalidad, pero no regula en cambio su circulación16.
14
La Pandectística alemana hizo resurgir ciertas instituciones provenientes del Derecho
Romano, que habían decaído durante el periodo de predominio de la Escuela de derecho Natural.
Entre las instituciones renacidas se encuentra la ‘‘universitas’’, claramente diferenciada en ‘iuris’ y
‘facti’. Ahora bien, se la concibe como objeto autónomo de derecho, lo que dará origen a
importantes controversias doctrinales posteriores. Hasta ese momento, sólo se había formulado un
mero concepto de ‘‘universitas’’, pero a partir de ahora se trata de encajar esta institución en una
parte general del Derecho. Ello conduce tanto a la Pendectística como a la jurisprudencia de
conceptos a configurar la ‘‘universitas’’ como objeto de derecho, esto es, como cosa, siendo la
‘‘universitas’ facti’ una cosa corporal y la ‘‘universitas’ iuris’ una cosa incorporal. Esta doctrina
ha llegado hasta nuestros días, pero ha sido criticada duramente por un importante sector doctrinal,
que considera que la caracterización de la ‘‘universitas’’ como objeto autónomo de derecho es
sostenible respecto a la ‘‘universitas’ facti’, pero no lo es respecto a la ‘iuris’.
15
Vid. GOMA SALCEDO, op. cit. págs. 298-299; VAZQUEZ PRESED, “El problema
jurídico de las universalidades”, Revista de Derecho Español y Americano, nº 10, 1.957, págs. 15
y 19.
16
El concepto de universalidad de cosas definido en el art. 816 del Codice civile es el
resultado positivo de la elaboración multisecular de un amplio concepto doctrinal de
‘‘universitas’’, que se ha aplicado tradicionalmente al conjunto de elementos y negocios jurídicos
(‘‘universitas’ iuris’) normativamente unificados a los efectos de su circulación, si bien
desprovistos de conexión funcional, realizado por el hombre y apreciable ya desde el plano
prejurídico que caracteriza a las ‘universitates facti’ (BARBERO, La universalità patrimoniali,
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La utilización más allá de los términos del derecho positivo del concepto de
‘universitas’, como bien jurídico independiente de sus elementos componentes, para
definir la regulación de la circulación de las masas o conjuntos patrimoniales, ha
respondido a la preeminente finalidad de introducir elementos de sistematización y
racionalización en la regulación jurídica de entidades diversas y heterogéneas (el
ganado, la biblioteca, la empresa, la herencia, la dote, el patrimonio de sociedades no
reconocidas, el patrimonio sujeto a procedimiento concursal), a reconducir a la unidad,
desde la perspectiva del objeto, la multiplicidad de efectos normativamente ligados a su
transmisión17 y no encuadrables de otro modo en el esquema normal de la venta. Tal
metodología se ha apoyado en una revisión crítica por parte de la doctrina italiana más
reciente, la cual, privilegiando una visión funcional de las instituciones de Derecho
Civil, ha negado que el concepto de universalidad sea un instrumento hermenéutico útil
para integrar la disciplina de la circulación de los conjuntos o globalidades
patrimoniales. Así, según esta reciente concepción, la ‘‘universitas’’, de ese modo, se
limita a ser una proyección externa, desde la perspectiva del objeto, de la totalidad del
conjunto funcional operada por el Ordenamiento para determinados fines y efectos
jurídicos en base a un juicio de valor, inherentes a la regulación de los intereses
protegidos por la específica figura18 . No obstante, se admite por la doctrina19 que la
tradicional figura de la ‘‘universitas’’ se caracteriza por un cierto grado, aunque sea muy
variable, de cohesión20, que se pone necesariamente de relieve para afrontar las
cuestiones no reguladas por aquél Ordenamiento y, en especial, las relativas a la
Milano, 1.936, págs. 236 ss.). La universalidades del art. 816 son creadas positivamente sobre
requisitos jurídico-económicos del conjunto de cosas, que son el presupuesto y no el efecto de la
valoración unificadora de la norma. La universalidad de muebles, por tanto, no se limita a ser un
conjunto de bienes diversos que son unificados por el Derecho en cuanto que son objeto de un
mismo negocio jurídico; el Ordenamiento, en efecto, toma en consideración la conexión económica
de las cosas con independencia de un acto de autonomía privada, reconociendo al conjunto un
relieve objetivo permanente (vid., BUCCISANO, Voce “Universalità patrimoniali”, Enciclopedia
Giuridica italiana Treccani, XXXIIº, 1994, pág. 4).
17
Vid., TRIMARCHI, Voce ‘Universalità de cose’, en Enciclopedia del Diritto, XLVº,
1992, pág. 801 ss.
18
Vid. TRIMARCHI, op. cit., pág. 802; RASCIO, Voce ‘Universalità patrimoniali’, en
Novíssimo Digesto Italiano, XXº, 1.982, pág. 98.
19
MIRAGLIA, “La vendita di universalità”, cit., pág 196.
20
La universalidad de bienes es igual a un destino unitario y homogéneo de los bienes: la
empresa es organización de los bienes para el ejercicio de la actividad empresarial; la herencia es
igual a universalidad indistinta de los negocios patrimoniales del causante.
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patología del contrato de venta de la universalidad (vicios, evicción parcial, pérdida o
destrucción de la cosa, etc.).
En la actualidad, se ha producido un movimiento doctrinal que admite la
existencia de las universalidades, si bien son diversas las concepciones vigentes sobre la
misma. Una tesis extrema es la que identifica las universalidades como cosas o que, al
menos, el ordenamiento jurídico trata y reconoce como tales21. Esta teoría presenta los
inconvenientes que hemos citado en las líneas anteriores, pues parece insuperable la
problemática que plantea la consideración de la universalidad como cosa. Frente a esta
teoría se ha formulado otra que considera que la universalidad no es una cosa, sino un
objeto de derecho, entendido como objeto de regulación de una peculiar disciplina
jurídica, con lo que en la práctica se viene a identificar o a asimilar la ‘‘universitas’’ con
la persona jurídica22. Por último, una tercera concepción de la ‘‘universitas’’ se ha
abierto paso entre las diversas concepciones acerca de esta institución, siendo seguida en
la actualidad por la doctrina mayoritaria: la formulada en Italia, en la década de los
treinta, por BARBERO23, que, en la actualidad, es opinión dominante en nuestro país.
21
Esta tesis ha sido defendida fundamentalmente por GALVAO TELES (Das
universidades, Lisboa, 1.940), habiendo sido seguida esta opinión en nuestro país por VAZQUEZ
PRESED, op. cit., págs. 13 y ss. Básicamente, para GALVAO, el concepto de universalidad es
extrínseco a sus elementos, por lo que sólo puede existir como obra del intelecto, afirmando que
son, en definitiva, realidades científicas, cosas inmateriales, lo que no impide que deban ser
consideradas como realidades, aunque no lo sean físicamente como pueden serlo sus elementos
integrantes. Son “instituciones-cosas”, esto es, “complejos de cosas jurídicas, pertenecientes al
mismo sujeto y tendentes al mismo fin, que el orden jurídico reconoce y trata como una sola cosa”
(vid., VAZQUEZ PRESED, op. cit., pág. 21).
22
Es la tesis defendida por PUGLIATTI, “Reflessioni in tema di ‘universitas’..., cit., págs.
957 y ss., para quien la universalidad constituye (op. cit., pág. 998) “una realtà giuridica...
consistente nella unificazione (funzionale) giuridicamente rilevante degli elementi costitutivi del
complesso, se manifesta variamente, ma nelle singole manifestazioni concrete, acquista una
indiscutibile evidenza”.
23
BARBERO, La universalità patrimoniali, cit. La concepción de este autor ha sido
seguida por un importante grupo de autores italianos y españoles, hasta el punto de que es, hoy día,
la concepción de ‘universitas’ dominante en nuestro país. Entre sus seguidores destacan, por todos,
BIONDI, Los bienes..., cit. págs. 139 y ss.; RASCIO, Voz ‘Universalità patrimoniali’, en
Novissimo Digesto Italiano, 3ª edc., Torino, 1.957, págs. 94 y ss.; FERRARA(Jr.), Teoría jurídica
de la hacienda mercantil (traducida y concordada an el derecho español por NAVAS), Madrid,
1.950. En España, esta concepción ha sido seguida, entre otros, por DIEZ-PICAZO y GULLON
BALLESTEROS, Sistema..., Vol. 1º, cit., págs. 403-404; LACRUZ BERDEJO, Elementos de
Derecho Civil, Iº (Parte General), vol. 3º (El derecho subjetivo), Barcelona, 1.990, págs. 36-37;
GOMA SALCEDO, op. cit., págs. 287 y ss. En relación a la venta alzada o en globo de derechos,
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 73-74, se adscribe a esta concepción. Por el
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Puede considerarse la teoría de este autor como intermedia respecto de las anteriores.
Para él, la ‘‘universitas’’ no es una realidad ontológica, a diferencia de lo que ocurre con
la persona jurídica, sino una realidad lógica, esto es, una forma de considerar el ser y no
una cosa en sí misma24. Por tanto es rechazable, según esta concepción, la tesis de
GALVAO TELES que considera a la ‘‘universitas’’ como cosa, teniendo una naturaleza
lógica, siendo una operación intelectiva sobre el ser25. La función básica que cumple tal
realidad es la de determinar sobre qué objetos y de qué modo recae el derecho sobre la
‘universitas’. Esto es, la universalidad no es, en sí, objeto de derecho, ya que el derecho
subjetivo recae o incide directamente sobre objetos singulares, siendo precisamente el
concepto de ‘universitas’ el que determina los objetos que están sujetos a este derecho,
así como la forma de sujeción. El derecho subjetivo, por tanto, no recae sobre la
‘universitas’, sino directamente sobre las cosas, pero sólo en tanto que esas cosas
pertenecen a dicho conjunto. Ello conduce a BARBERO a consagrar el principio del
reconocimiento relativo, según el cual un mismo conjunto de cosas puede constituir o
no ‘universitas’, según la relación jurídica desde la que se la considere26. Por lo demás,
esa unidad lógica del complejo de cosas atribuye a la totalidad un destino unitario en
ciertos negocios, como sería el caso de que se vendan. En definitiva, para esta
concepción, se produce la consideración jurídica de la totalidad ‘sub specie
universitatis’, lo que implica que la ‘universitas’ sigue siendo la misma pese a
producirse la sustitución individual de alguno de sus elementos integrantes27.
contrario, VAZQUEZ PRESED, op. cit., págs. 21 y ss., ha sido el mayor crítico, en nuestro país,
de la teoría de BARBERO.
24
Vid. BARBERO, op. cit., págs. 1-2: “L´universalità di persone è una categoria
ontologica, perchè esprime un nuovo soggetto di diritto; l´universalità di cose è una categoria
logica, perchè non esprime un nuovo oggetto di diritto”.
25
Afirma BARBERO, op. cit., pág. 4, que “l´universalità di cose non designa un essere
sintetico, formato de più altri, quante sono le cose singole; ma designa una operazione del
pensiero su di esse. Ecco la categoria logica: de eco la realtà logica”.
26
Ello depende de la relación jurídica de que se trate. Para BARBERO, el ‘principio del
reconocimiento relativo’ se centra en dos proposiciones: 1ª. No por el hecho de que un complejo
de cosas sea reconocido como ‘universitas’ en una determinada relación jurídica, debe de serlo en
otra. 2ª. A sensu contrario, no por el hecho de que en una determinada relación jurídica un
complejo de cosas no sea reconocido como ‘universitas’, ello ha de impedir que pueda ser
reconocido como tal en otra relación jurídica.
27
Para BARBERO, op. cit., págs. 85 y ss., la ‘universitas’, considerada como categoría
lógica, se compone de tres elementos: 1º. Las cosas, que constituyen en su pluralidad, el efectivo y
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El propio BARBERO28 señala las notas diferenciadoras entre la venta en globo y
la venta de la universalidad o ‘sub specie universitis’. Distingue tres supuestos en la
venta que comprende varios elementos singulares: 1º) Venta de cosa singular: siendo
varias las cosas que se venden, cada una de ellas ha de ser considerada individualmente,
de manera que habrá tantos negocios jurídicos autónomos cuantos bienes u objetos haya,
de manera que cada negocio deberá cumplir sus propios requisitos de validez, siendo
independientes unos de otros. 2º) Venta en globo (l´acquisto in blocco) que consta: a) de
diversos objetos de derecho; b) un complejo, material o ideal (il blocco), el cual, a
diferencia de lo que ocurre con la universalidad, no cumple la función de elemento
determinante respecto a los elementos que lo integran, sino que cada uno de ellos está
identificado en base a su propia individualidad singular, siendo considerada en base a
sus propias características, de forma que se puede adquirir en globo, con un precio único
un caballo, una vaca, una carro y un arado, entendiéndose que se adquiera este caballo
concreto y no cualquier caballo, o esta vaca y no otra... c) sí habrá, en cambio, un solo
contrato y no tantos cuantos sean los elementos que integran la globalidad, de manera
que se emitirá por las partes un único consentimiento, afectando la validez del negocio a
la totalidad de los elementos que se enajenan. 3º) Venta de universalidad o ‘sub specie
universitatis’ que consta de: a) varias cosas o derechos (elemento determinado); b)
identificación de éstos, no en base a su individualidad singular, sino en base a la
individualidad de la globalidad (il complesso); c) un solo negocio jurídico y ello por la
razón citada de la consideración unitaria de la globalidad. En resumen, para BARBERO,
la venta en globo y la venta ‘sub specie universitatis’ presentan dos puntos en común: la
diversidad de objetos de derecho y la “singolarità” del negocio jurídico, pero también
real objeto de derecho, si bien no están determinadas en base a su individualidad singular, sino en
base a la individualidad del conjunto. 2º. El conjunto (il complesso), que no es una individualidad
en sí mismo, sino que expresa una pluralidad de elementos individuales: no es un objeto de
derecho, sino que expresa una pluralidad de objetos de derecho, si bien se puede hablar, en cierto
sentido, de individualidad del complejo, en el sentido de ‘identità o identificazione’, en cuanto que
permite hablar de ‘este complejo’ o decir ‘este complejo no es aquél’. 3º. La consideración del
complejo mismo ‘sub specie universitatis’, que determina la función del complejo: la de hacer caer
el peso de la consideración jurídica sobre la individualidad del conjunto, en cuanto éste es, a su
vez, elemento determinante respecto a las cosas, que deberán ser los objetos efectivos del negocio
jurídico (elemento determinado).
28
BARBERO, op. cit. págs. 89-92.
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una nota diferencial: la función del “complesso” como elemento determinante en la
venta de universalidad, a diferencia de lo que ocurre en la venta en globo29
Llegados a este punto, y una vez expuestas las principales teorías aplicables a la
venta alzada o en globo de la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos, hemos de
plantearnos cuál sea, a nuestro juicio, la naturaleza del objeto de esta enajenación. El
término ‘totalidad’ utilizado por el legislador denota evidentemente una idea de unidad
del conjunto que se enajena, unidad que no significa simple agregación de elementos,
sino que deberá comportar algo más. Una simple agregación o suma de objetos
singulares no justifica, a nuestro parecer, un especial régimen de responsabilidad de
carácter limitado en favor del vendedor. El vendedor de varias casas, o de varios carros
deberá responder individualmente por la titularidad y la evicción (así como de los vicios
ocultos) que afecten a cada uno de ellos individualizadamente. El específico régimen de
responsabilidad del vendedor que consagra el artículo 1.532 C.c. no se explica sin esa
consideración de esa totalidad como un conjunto orgánico y homogéneo o, siguiendo a
BARBERO, con entidad lógica. En definitiva, consideramos, tras analizar las diversas
teorías sobre la universalidad, que el objeto de estas ventas es una agrupación de bienes
(corporales) y derechos considerada ‘sub specie universitatis’, desde el punto de vista de
su transmisión. Por tanto, asumimos con las debidas precauciones la teoría de
BARBERO, al tiempo que rechazamos aquella concepción de la ‘universitas’ como
objeto autónomo de derecho, como cosa (GALVAO TELES), o como sujeto de derecho
con personalidad jurídica propia (PUGLIATTI), de manera que no constituye un objeto
de derecho autónomo, sino una pluralidad de objetos de derecho considerados
unitariamente a los efectos de transmisión por parte de su titular. En tal sentido,
29
En realidad, esta diferenciación que establece BARBERO respecto a ambas ventas (en
globo y ‘sub specie universitatis’) nos parece inaplicable en nuestro sistema jurídico. Se trata de
una distinción excesivamente sutil, que no establece claramente una distinción correlativa respecto
al régimen jurídico que habría de regir en una y otra modalidad de venta. En el Derecho español,
probablemente no exista ninguna diferenciación entre ambas ventas, ya que el régimen jurídico que
establece, en materia de responsabilidad del vendedor, el artículo 1.532 C.c. sería aplicable a la
venta en globo y a la venta de universalidad, dado que, en nuestra opinión, la globalidad se
transmite ‘sub specie universitatis’, con independencia de que el conjunto de elementos que se
transmiten constituyan, técnicamente, una ‘‘universitas’ facti’, ya que para nosotros, el artículo
citado se aplicará a todo conjunto de elementos transferidos un virtud de un mismo acto negocial, y
siempre que exista entre ellos algún vínculo o conexión que permita considerarlos unitariamente
(v. gr., una empresa).
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mostramos nuestra conformidad con aquellos autores que admiten que la venta en globo
del artículo 1.532 C.c. es venta de una universalidad, en tanto en cuanto hablamos de la
venta de un conjunto de cosas aptas para constituir una universalidad, conjunto que es
objeto de una relación jurídica unitaria y al que el Ordenamiento reconoce expresamente
su posibilidad de tratamiento jurídico unitario, especialmente en lo referente al especial
régimen de responsabilidad que se establece para esta modalidad de ventas30.
Ahora bien, llegados a este punto, se hace necesario realizar una serie de
puntualizaciones para delimitar correctamente el objeto del artículo 1.532 C.c., y tratar
de determinar cuál sea ese punto o factor de conexión que conforma la globalidad o
conjunto configurándola como un objeto unitario de derecho.
Hemos de destacar, en primer lugar, que el citado artículo, en su segundo inciso,
dispone que el vendedor del conjunto “no estará obligado al saneamiento de cada una
de las partes de que se componga (la globalidad)”. La expresión “cada una de sus
partes” puede conducirnos al campo de las cosas compuestas, lo que comportaría la
venta de varias cosas perfectamente individualizables, aunque conectados entre sí. Pero
lo cierto es que no creemos que el legislador estuviese pensando en estas cosas
compuestas al redactar el artículo 1.532 C.c. (o el artículo 1.463 del proyecto de 1.851,
del que es una trascripción casi literal). Es cierto que, aparentemente, estas cosas
podrían entrar teóricamente en al ámbito de aplicación de la citada norma, en cuanto que
están integradas por una serie de cosas o bienes individualizados que componen una
unidad. pero la diferencia reside en el hecho de que el objeto contemplado en el artículo
1.532 C.c. está referido a grupos de bienes perfectamente autónomos entre sí, pero
relacionados por algún factor de conexión que los conforma como susceptibles de
tráfico jurídico unitario, lo que permite establecer un especial régimen de
30
En tal sentido, GOMA SALCEDO, op. cit., pág. 302, deja claro que la ‘universitas’ debe
ser entendida como modo unitario de determinar las relaciones jurídicas afectadas por un acto de
disposición o transmisión. Este concepto se aclara con la distinción entre objeto de derecho y
objeto de acto o negocio; así, una deuda no puede ser objeto de derecho, pero sí de un acto o
negocio (asunción de deuda). Se nos presenta así la ‘universitas’, no como una medida que
determina el alcance del derecho sobre las cosas, sino como un modo unitario de determinar las
relaciones jurídicas afectadas por un acto o negocio transmisivo o de disposición. A diferencia del
derecho subjetivo, que supone una situación estática, el de ‘universitas’ sólo tiene sentido y
relevancia en el caso de su transmisión o enajenación.
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responsabilidad para el vendedor de ese conjunto o globalidad. En cambio, la cosa
compuesta, aunque es resultado también de la unión material de varias cosas
individualizadas, constituye un complejo que no es la suma de los elementos que la
componen, sino que integra una sola cosa material (y no meramente ideal),
individualizada y autónoma (p. ej., un edificio, una nave), a diferencia de las
universalidades, que suponen la unión o pluralidad de cosas para hacerlas objeto de un
mismo tráfico jurídico, siendo, y aquí radica la diferencia, un conjunto unitario de
elementos, por lo que no cabe confundirla con la cosa compuesta31. No es imaginable,
en principio, un régimen peculiar de responsabilidad atenuada, como el que consagra el
artículo 1.532 C.c., aplicado a la venta de cosa compuesta de varios elementos, que son
susceptibles de separación física (todos o algunos de ellos), sin deterioro o menoscabo
de la misma. Por ello, consideramos que a las ventas de cosas compuestas les será de
aplicación el párrafo primero del artículo 1.479, donde se permite la rescisión del
contrato si hubo evicción de “una parte” de la cosa vendida de gran importancia en
relación al todo. Los propios antecedentes históricos de esta norma así lo avalan,
diferenciando la venta en globo de la venta de cosa compuesta32. Por tanto, deducimos
que será dicha norma, y no el artículo 1.532 C.c., la aplicable para resolver los
problemas de evicción parcial de las cosas compuestas.
Por lo demás, conviene que hagamos otras matizaciones complementarias en
relación al objeto del artículo 1.532 C.c. La primera es que tampoco consideramos como
venta en globo, como hemos tenido ocasión de comentar ‘ut supra’, el contrato por el
que se adicionan varias cosas individualizadas y específicas, sin conexión mutua entre
31
Vid., en tal sentido, DIEZ-PICAZO y GULLON BALLESTEROS, Sistema..., vol. 1º, cit.,
pág. 403. Por lo demás, la consideración del objeto de la venta contemplada en el artículo 1.532
como ‘derecho incorporal’se opone a la posible inclusión de las cosas compuestas en su ámbito de
aplicación, dado que ellas constituyen un bien material, por lo que, en caso de venta de cosa
compuesta, nos encontramos con una venta normal, no percibiéndose el más mínimo rastro de un
objeto contractual de carácter incorporal diferenciable de los objetos normales de cualquier
compraventa ordinaria.
32
Como ya ha sido puesto de manifiesto reiteradamente, el supuesto de la venta en globo
tiene su origen en la Partida 5, 5, 34, referida a la venta de las rentas de un almojarifazgo o de una
heredad, mientras que la Partida 5, 5, 35 está referida a la venta de lo que hoy se denominan ‘cosas
compuestas’, al establecer que “venditor domus, navis vel gregis, tenetur etiam de evictione
partis”. Por su parte, el art. 1.402 del Proyecto de 1.851, cuyo antecedente directo es esta ley de
Partidas (5, 5, 35) consagra una redacción prácticamente idéntica del actual artículo 1.479 C.c.
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sí, por un precio único o alzado para todas ellas. En nuestra opinión, tal venta de varias
cosas sin conexión entre sí, en especial si son del mismo género, no constituyen una
compraventa especial, sino tantas ventas como bienes y/o derechos concretos se han de
transmitir al comprador, no siendo suficiente la fijación de un único precio para ese
conjunto de cosas, con independencia de que las partes, al fijarlo, hayan valorado de
forma individualizada cada uno de los bienes y derechos integrantes de ese conjunto, de
modo que la existencia de un precio unitario no es criterio suficiente que justifique la
aplicación de un régimen de responsabilidad tan beneficioso para el vendedor como el
establecido en el artículo 1.532 C.c. Por tanto, desde nuestro punto de vista, el vendedor
de esa pluralidad de bienes sí deberá responder individualizadamente, tanto por evicción
como por vicios ocultos, de cada uno de ellos. De otra forma, se estaría desorbitando el
valor del artículo 1.532, considerándolo como el precepto que establece el régimen
general de responsabilidad de la venta unitaria de varias cosas. Ello no sería coherente
con el espíritu de la propia ley, que integra este precepto en el Capítulo VIIº, regulador
de la “cesión de créditos y demás derechos incorporales”, supuestos que el legislador
consideró en su día como excepcionales en relación a las compraventas normales. En
apoyo de esta tesis podemos destacar que el legislador ya dedica un precepto específico
a la venta de dos o más cosas por un precio alzado: el artículo 1.479.2º C.c. Este
precepto, en su inciso segundo, regula la evicción cuando se vendieron dos o más cosas
conjuntamente por un precio alzado o varias cosas en un mismo contrato con un precio
para cada una de ellas, admitiendo la posibilidad de pedir la rescisión total del contrato
si constase que el comprador no habría comprado la una sin la otra33. El hecho de que
dos preceptos diferenciados (el artículo 1.479 y el 1.532) den un tratamiento distinto al
régimen de responsabilidad del vendedor en materia de evicción, nos conduce a
considerar que ambos regulan diferentes modalidades de compraventa, de manera que el
artículo 1.479.2º regula la venta de dos o más cosas concretas, normalmente del mismo
33
La doctrina entiende, realmente, que esta acción de rescisión del contrato sería un plus que
se añade a los efectos propios de la evicción parcial. Vid., en tal sentido, TORRALBA SORIANO,
“Comentario al artículo 1.479 C.c.”, en Comentario... (Mº Justicia), IIº, cit., pág. 946; GARCIA
CANTERO, Comentarios..., (Edersa), XIXº, cit., pág.312; NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas...,
cit., pág. 160; BADENES GASSET, Compraventa, Iº, cit., págs. 632-633, para quien hay que
entender que el comprador tandrá la posibilidad de elegir entre la acción rescisoria a que se refiere
el art. 1.479 C.c., o la de evicción para exigir el saneamiento ex art. 1.475, pudiendo elegir, por
tanto, libremente entre una u otra.
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género, y sin conexión alguna entre sí, con independencia de que se hayan enajenado en
virtud de un mismo título, mientras que el artículo 1.532 C.c. regula la venta por un
precio unitario de globalidades de bienes, derechos, rentas o productos, ligados entre sí
por un factor de conexión que hace que su transmisión se realice ‘sub specie
universitatis’, como un todo unitario, que aparece definido como un conjunto o
globalidad, lo que exige que tengan una naturaleza común o, al menos, un mismo
origen34.
De ello se deduce, en segundo lugar, que el artículo 1.532 C.c. permite que su
objeto esté integrado por varios bienes corporales, derechos, rentas o productos35,
individualizados o no, que han de estar conectados entre sí, de manera que esa conexión
venga determinada por un factor cohesionador que justifique y fundamente el
otorgamiento de un solo documento o título, así como la fijación de un precio alzado o
común para todos los bienes que se han de transmitir. Ello permitiría dar un tratamiento
específico a ese objeto unitario en materia de responsabilidad, contemplando al conjunto
como una unidad, con un régimen de responsabilidad atenuado aparentemente en
beneficio del vendedor36.
Aquí surge el problema, consistente en determinar qué tipo de cohesión deberá
existir entre los diversos elementos que integran la globalidad, y lo cierto es que no
existe ninguna base histórica, ni literal ni sistemática que permita determinar con
precisión cuál sea ese factor aglutinante que da cohesión a ese conjunto de elementos.
34
Precisamente, GARCIA GOYENA, op. cit., pág. 28, al comentar el artículo 1.463 del
Proyecto isabelino, correlativo al actual 1.532 C.c., pone en relación dicha norma con el artículo
1.402 del Proyecto, correlativo al actual 1.479 vigente, lo que es acreditativo del diferente ámbito
objetivo de ambos, de manera que el primero no tiene por objeto la simple transmisión de varias
cosas individualizadas por un precio alzado, sino que se refiere a otros supuestos menos habituales,
o, si se quiere , mucho más específicos o excepcionales.
35
El término “totalidad”, empleado por el legislador en el artículo 1.532 C.c., es lo
suficientemente expresivo y terminante, por lo impide a nuestro entender que se pueda considerar
que que el objeto de la venta en globo esté integrado po un solo y único bien. Otra cuestión
diferente es que el objeto de la venta en globo pueda ser considerado, a los efectos legales, como
una sola cosa, al transmitirse ‘sub specie universitatis’, como un objeto unitario, integrado, eso sí,
por una pluralidad (dos, al menos) de elementos.
36
Ya veremos más adelante que esa atenuación de responsabilidad a favor del vendedor es
sólo aparente, teniendo su razón de ser en el carácter aleatorio de esta venta, y en el reparto de
riesgos asumidos por las partes.
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Tampoco el Derecho comparado nos brinda soluciones adecuadas al respecto, ni
siquiera en Ordenamientos como el italiano que dedican algún precepto a la regulación
jurídica de la universalidad de bienes muebles. Como ya se ha dicho, el Codice civile
italiano no dedica ninguna norma específica a la regulación de la circulación o tráfico de
la universalidad de bienes muebles. Por el contrario, están reguladas positivamente la
transmisión de empresa (arts. 2556-2560) y la venta de herencia (arts. 1542-1547 C.c.),
que tradicionalmente son consideradas como las más relevantes, si no únicas,
modalidades de venta de universalidad patrimonial. Sobre la posibilidad de extraer de la
normativa citada principios generales, aplicables en vía analógica a las restantes
universalidades de hecho, se corre el riesgo de una inversión lógica, no siendo pacífico
en la doctrina si la empresa y la herencia sean universalidades y de qué clase o, al
menos, si en la disciplina de su venta, el Ordenamiento las considera, dentro de
determinados límites, ‘sub specie universitatis’37. Se puede, no obstante, afirmar que las
37
Vid., por todos, TRIMARCHI, op. cit., págs. 819 y ss. y doctrina que cita. Con este dato,
es útil señalar que, por lo que concierne a la empresa, su substrato material y jurídico está
constituido por una pluralidad de bienes organizados lo que le aproxima a la universalidad de
bienes, no pareciendo relevante, al menos en este aspecto, la diferencia entre los arts. 816
(universalidad de bienes muebles) y 2555 C.c. Como han puesto de relieve BUCCISANO (op. cit.,
págs. 8 y ss.) y TRIMARCHI (op. cit., pág. 820), en ambos casos, en efecto, la unificación de los
elementos es obra del hombre y constituye un requisito prejurídico que el Ordenamiento puede
tomar en consideración a los fines de la calificación y de la regulación de los negocios que tienen
por objeto estos conjuntos unitarios de cosas. El Ordenamiento italiano no contiene aun
disposiciones que regulen la circulación de la empresa en cuento complejo organizado en sí, y
como tal aplicable a la universalidad de bienes, por lo que hay que acudir a la doctrina que sí se
han ocupado de la venta de la empresa, especialmente en relación al tema de la garantía por vicios
y por evicción parcial, basando la solución en el valor complementario de la empresa respecto de
los bienes que la integran.
En cuanto a la posible analogía con la venta de herencia es opinión común que el
acercamiento entre esta figura y la universalidad de bienes muebles es difícil e improductivo a
causa de la ausencia en la herencia de un destino unitario de los bienes pertenecientes al
patrimonio del causante (TRIMARCHI, op. cit., pág. 810). Sin duda, la regulación de la venta de
herencia está destinada a recosntruir, en cuanto sea posible, la originaria consistencia económica
del patrimonio del causante al tiempo de la apertura de la sucesión y no ya a tutelar la unidad del
conjunto patrimonial en cuanto expresión de una ‘nova utilitas’ económico-social. Ello ha llevado
a la más reciente doctrina a negar la utilidad de la teoría de la ‘haereditas-universitas’ incluso en la
fase de su transmisión ‘mortis causa’ (cfr., entre otros, BUCCISANO, op. cit., pág. 10;
TRIMARCHI, op. cit., pág. 810). Se debe observar, no obstante, que pese a la diferencia entre la
universalidad de bienes muebles ex art. 816 y la herencia, la escasa doctrina que se ha ocupado del
estudio de la circulación o transmisión de las universalidades de hecho ha venido a identificar el
régimen de responsabilidad del vendedor de ésta con el del vendedor de la herencia, dado que en
ambos objetos coinciden dos elementos comunes: la identidad del titular del conjunto y la
indeterminación del objeto (ello suponemos cuando no se da numeración de los elementos que
integran la herencia y la universalidad). En efecto, se viene a admitir que al vendedor de la
universalidad se le aplica el principio cardinal del art. 1542 del Codice, por el cual, el que vende
una herencia sin especificar sus componentes sólo responderá de su cualidad de heredero, lo que se
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líneas rectoras que pueden seguirse para delimitar los perfiles reguladores de la venta de
una universalidad son: la unidad o identidad del titular; la relativa indeterminación del
objeto transmitido y la protección de su utilidad económico-social.
El criterio más acertado es, a nuestro parecer, el que preconiza y se inclina por una
posición de flexibilidad en la interpretación de ese factor de cohesión, partiendo de la
base de que la autonomía de la voluntad de las partes podrá jugar un importante papel en
su determinación, siendo ellas, en definitiva, las que podrán acordar que un conjunto de
elementos se transmitan como objeto único y unitario de derecho, o como un simple
agregado de cosas diversas que se transmiten mediante un sólo negocio jurídico38. En
definitiva, el elemento cohesionador ha de crear una apariencia de unidad del objeto de
la venta, de manera que éste aparezca en el tráfico jurídico como un sólo derecho, que
tendría el carácter de incorporal, con independencia de que esté integrado por elementos
materiales e inmateriales, lo que explicaría la inclusión de la venta en globo en el
Capítulo regulador de la cesión de créditos “y demás derechos incorporales”39. No hay
que olvidar en tal sentido que el texto de Partidas 5, 5, 34, se habla de determinadas
agrupaciones de elementos (almojarifazgo, heredad), configurados como unidades o
globalidades. Precisamente, ese factor de cohesión que configura el objeto de venta
como una unidad confiere a las ventas en globo un cierto nivel de incertidumbre, en
tanto que en estas ventas el comprador y el vendedor asumen algunos riesgos en relación
a la composición última del objeto que se vende, ya que cuando se vende un conjunto de
traduce, en relación a la venta de universalidades, según la doctrina dominante, en que el vendedor
de ésta sólo responde de la legitimidad de transmitir o bien está obligado a garantizar al comprador
de la evicción total del conjunto o ‘pro quota’ (vid., RUBINO, op. cit., pág. 147; BIANCA, La
vendita e la permuta, en Trattato di Diritto Civile Italiano (dir. por VASSALLI), Vol. 7º, Tomo
1º, Torino, 1.972, págs. 198 ss.).
38
Así, RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., pág. 20., que, a título de ejemplo, considera como venta
en globo los derechos de una misma naturaleza (derechos de crédito, reales; o dentro de ellos,
todos los derechos de arrendamiento, de usufructo, de superficie...); o los derechos o bienes de una
misma procedencia económica (bienes provenientes de una determinada actividad económica:
comercial, agraria, industrial, profesional...).
39
Ello puede apreciarse claramente, como ha puesto de manifiesto RUIZ-RICO RUIZ, op.
cit., pág. 21, en el caso de venta de establecimiento mercantil o industrial, que se configura como
un “derecho único” que debe poder transferirse mediante compraventa, aunque, estrictamente, no
exista, desde un punto de vista jurídico, un objeto específico denominado “establecimiento
mercantil”, sino realmente un conjunto heterogéneo de elementos de distinta entidad y
procedencia, pero que tienen un destino económico común, cual es el desarrollo de una
determinada actividad industrial o comercial.
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bienes de idéntica naturaleza, o que tienen un origen común, o cumplen una misma
función económico-social en el tráfico jurídico, será relativamente fácil que se produzca
alguna equivocación en alguno o ambos contratantes en relación al contenido del objeto,
bien por creer que éste engloba más bienes de los que finalmente entraron, o, a la
inversa, por englobar menos bienes de los supuestos40. Hubiera sido deseable que el
legislador hubiese establecido alguna regla específica para el supuesto de que el
comprador vea incrementado el objeto de la venta por la aparición de nuevos elementos
o bienes que no se tuvieron en cuenta o cuya existencia se desconocía en el momento de
celebración del contrato y que, en el caso de ser de gran valor en relación al todo o su
número muy elevado, podría provocar un gran desequilibrio en las prestaciones de las
partes, agravándose desproporcionadamente el riesgo asumido por el vendedor. Lo
cierto es, no obstante, que la ley no da respuesta a esta delicada cuestión, dado que la
aplicación analógica de una norma exige una “identidad de razón” que en este caso es,
cuanto menos, dudosa. Por otra parte, es francamente difícil que prospere una demanda
del vendedor que alegase la sobrevenencia de una alteración sustancial de las
circunstancias existentes al tiempo de celebración del contrato, dado el carácter
sumamente restrictivo de aplicación por nuestros Tribunales de este criterio de
reequilibrio de las prestaciones, que sólo se admite en casos de real excepcionalidad,
que no se da en este tipo de ventas en que el comprador es consciente de la posibilidad
de que surjan o se pierdan en un futuro algunos de los bienes integrantes de la
globalidad, asumiendo los correspondientes riesgos, lo que, evidentemente, se reflejará
en el precio que haya estipulado, debiendo tenerse en cuenta que el vendedor se
encontraba en mejor posición que el comprador para conocer el estado de la masa
patrimonial.
40
En tal sentido, como pone de relieve RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., pág. 22, no es decisivo
que se enumeren los elementos integrantes de la totalidad, siendo suficiente que exista entre ellos
la necesaria “conexidad”, de tal manera que si aparecen nuevos elementos integrantes de la
globalidad, en tal caso estaremos ante una venta de bienes sin enumerar (sin enumerar totalmente),
si luego resulta que había más o menos de los especificados en el contrato, lo que en definitiva
conlleva al mantenimiento inalterable del contenido de ese contrato. Cita el autor el siguiente
ejemplo: si se venden cuatro derechos arrendaticios globalmente, la aparición de un quinto o sexto
o ulterior derecho, vigentes a la fecha de celebración del contrato, conocidos o desconocidos por
las partes, dichos derechos quedarán integrados en la globalidad, sin que ello conlleve una
alteración del precio pactado, dada la “conexidad” insita en el objeto del contrato.
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2.- CONTENIDO DE LA GLOBALIDAD: DELIMITACION DE LOS
DERECHOS, RENTAS O PRODUCTOS QUE LA INTEGRAN.2.1.- Cuestiones previas.En el epígrafe anterior hemos analizado la naturaleza del objeto de la venta en
globo, llegando a la conclusión de que éste está constituido por un conjunto de bienes
(corporales e incorporales) que se transmiten ‘sub specie universitatis’. Una vez
estudiado el objeto de la venta de la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos,
vamos a analizar su contenido, esto es, vamos a aproximarnos a las realidades que
integran esa globalidad y que son objeto de tráfico jurídico.
Ahora bien, antes de proceder al estudio pormenorizado de estas realidades que
constituyen el objeto de venta, vamos a comentar algunas cuestiones previas de especial
importancia de cara a una adecuada delimitación de ese objeto.
a) Materialidad o inmaterialidad de los elementos integrantes de la globalidad.Una primera cuestión de especial importancia en la materia que analizamos la
constituye la relativa a la materialidad o inmaterialidad de los bienes que constituyen el
objeto de transmisión en las ventas en globo del artículo 1.532 o, lo que es lo mismo,
determinar si este precepto tiene sólo por objeto la cesión de bienes incorporales,
carentes de materialidad, o bien si, por el contrario, cabe admitir la posibilidad de
integrar dentro de esa globalidad, junto a los bienes o derechos de carácter incorporal,
otros de carácter corporal o material. Lo cierto es que la doctrina apenas se ha detenido
en esta cuestión, posiblemente porque ha considerado carente de interés el análisis del
contenido del objeto de esta modalidad de venta, por estimar que los conceptos jurídicos
de derechos, rentas o productos ha sido utilizados frecuentemente por el legislador, no
mereciendo por ello un especial estudio, pues están debidamente consignados en
diversos preceptos del Código41. Frente a esta actitud, sólo algunos autores se han
pronunciado al respecto, haciéndolo además en un sentido restrictivo y corto de miras, al
41
Vid. NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 78.
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limitarse a configurar el objeto de la venta en globo como la cesión de un conjunto de
derechos y bienes de carácter incorporal, excluyendo la posibilidad de integrar en la
masa o globalidad que se enajena bienes corporales42.
A nuestro juicio, estas posturas son erróneas y excesivamente limitativas del
contenido del objeto del artículo 1.532 C.c., que quedaría reducido, de este modo, a un
precepto residual regulador de la enajenación de ciertos derechos, rentas o productos, de
alcance muy restringido y meramente anecdótico, que en algún caso ha sido circunscrito
a la cesión de varios derechos de crédito. En cambio, para nosotros, el precepto tiene un
alcance objetivo mucho más amplio, comprendiendo también bienes de carácter
material. Varias razones lo avalan.
En primer lugar, la propia interpretación histórica del precepto así lo avala. Así, en
los comentarios de GARCIA GOYENA al artículo 1.463 del Proyecto de 1.851, éste
afirmaba, como ya ha quedado debidamente estudiado ‘ut supra’, que el precepto
referenciado tiene su origen en la Ley 34, Título 5 de la Partida 5ª, que regula la venta
de los derechos de un almojarifazgo o de las rentas de alguna heredad. La venta de los
derechos de un almojarifazgo supone la transmisión no sólo de los derechos del
recaudador, sino también de todos los elementos materiales que integraban la oficina
42
Así, GARCIA CANTERO, Comentario..., cit., pág. 750, acude a la vía ejemplificativa
para describir el contenido del objeto del artículo 1.532 C.c., al decir que “lo específico de la
modalidad de compraventa aquí comentada es que tiene por objeto la totalidad (o una cuota
parte) de ciertos derechos, rentas o productos. Los derechos de contenido patrimonial y
susceptibles de tráfico pueden ser de cualquier naturaleza: de usufructo, de censo, de pastos, de
leñas, de aguas, de propiedad intelectual, de crédito, de títulos-valores, derivados de concesiones
administrativas, etc. Las rentas pueden tomarse en el sentido de las prestaciones del arrendatario,
de rentas o pensiones periódicas u otro tipo de prestaciones reiterables. En cuanto a los
productos, parece que se piensa en los frutos que sea capaz de producir cualquier bien, o en
cualquier clase de aprovechamiento susceptible de rendimiento económico aunque no tenga la
cualidad de fruto... Unos y otros deben estar suficientemente determinados o contener los datos
para su ulterior identificación; en otro caso el contrato sería nulo por falta de objeto”. Más parco
aún, O´CALLAGHAN, Código civil..., cit., pág. 1.471, al comentar el artículo 1.532, afirma que
“se trata de venta de universalidad, cesión de un conjunto de créditos”, limitando a esta
modalidad de derechos el objeto de la venta, con lo que propone una visión excesivamente
restrictiva y simplista de ese objeto. También NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 78,
considera que, por razones sistemáticas, en tanto en cuanto que el artículo 1.532 C.c. se incardina
en la normativa del Capítulo VIIº, Título IVº, Libro IVº del Código civil, regulador de la
transmisión de créditos y demás derechos incorporales, llegando a la conclusión reiterada a lo
largo de toda la obra del carácter inmaterial de los elementos integrantes del la globalidad objeto
de venta.
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recaudadora (locales, etc.), mientras que las rentas de una heredad consistían en sumas
de dinero o bienes en especie de claro contenido material43. Todo ello nos hace pensar
que el criterio del legislador era más amplio y omnicomprensivo que el seguido por la
doctrina.
Si acudimos a un criterio de interpretación literal observamos que el Código
utiliza, en el propio Capítulo VIIº, el término ‘cesión’ para referirse a la transmisión de
créditos, derechos y acciones (cfr., por todos, el art. 1.526 C.c.), utilizando, por el
contrario, el término ‘venta’ para referirse tanto a la enajenación de la herencia como a
la transmisión de la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos. La consideración
de estos derechos, rentas o productos como meras cosas incorporales podría haberse
expresado con el término cesión44, como hace, por ejemplo, el artículo 2.046 del Código
civil mejicano45. Por otra parte, siguiendo con este criterio interpretativo, no hay que
olvidar que el artículo 1.532 C.c. se refiere también a la venta de productos, que serían
los frutos naturales e industriales que generan las cosas frente a las rentas o frutos
civiles, y cuya materialidad resulta evidente, salvo que se considere que el artículo 1.532
C.c. contempla la venta no ya del producto en sí, sino del derecho a percibirlo46.
Por otra parte, acudiendo a un criterio sistemático de interpretación, nos
encontramos con que el artículo 1.532 C.c. se encuentra insertado entre dos artículos
43
Como ya se indicó en el Capítulo 1º, cierta jurisprudencia decimonónica anterior a la
promulgación del Código civil aplicó en diversas ocasiones la Partida 5, 5, 34 a la venta de ciertas
explotaciones industriales, cuyo componente material queda fuera de dudas.
44
SAN JULIAN PUIG, El objeto del contrato, cit., pág. 146. Para esta autora, cuando se
habla de los derechos como objeto del contrato de compraventa, más que decir compra de derechos
se habla de cesión de derechos.
45
Este artículo es prácticamente idéntico a nuestro artículo 1.532, con la única diferencia de
sustituir la palabra ‘venda’ por ‘cede’.
46
En este sentido, como ha destacado SAN JULIAN PUIG, op. cit., pág 146, citando a
ALBADALEJO, afirma que en la venta de “cosas”, realmente se trata de la venta del “derecho de
propiedad” que se tiene sobre las mismas, o, lo que es lo mismo, el valor jurídico. En definitiva, se
ha planteado por algún sector de la doctrina la discusión acerca de l objeto de la venta; si éste es la
propia cosa o el derecho sobre la misma. Lo cierto es que el Código no se plantea tal cuestión y la
doctrina mayoritaria sigue en este punto la tradición romanista de diferenciar cosa y derecho sobre
la misma como dos realidades claramente diferenciadas, hasta el punto de utilizar el término
‘venta’ en referencia a las cosas corporales, prefiriendo usar el término ‘cesión’ en referencia a la
transmisión de derechos. a este criterio se adscribe también , LOPEZ Y LOPEZ, Comentario al
artículo 1.445 C.c., en Comentario del Código Civil, IIº (Mº de Justicia), pág. 888.
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reguladores de la venta de herencia, institución ésta que también está regulada en el
Capítulo VIIº, Título IVº del Libro IVº del Código, siendo incuestionable que la
herencia está integrada por todos los bienes (corporales), derechos y obligaciones de una
persona que no se extingan por razón de su fallecimiento (cfr. art. 659 C.c.). De ahí que
el argumento sistemático expuesto por algún autor47 según el cual el mencionado
Capítulo VIIº regula exclusivamente la transmisión de bienes y derechos de carácter
incorporal, por lo que el objeto de venta ex artículo 1.532 C.c. estaría constituido tan
sólo por bienes y derechos de tal carácter, cae por su propio peso al no tener en cuenta la
composición de la herencia, institución también regulada en dicho Capítulo. Además, y
ésta es una cuestión que analizaremos con detalle en el siguiente epígrafe al que nos
remitimos, el artículo 1.532 C.c. será también aplicable a la venta de herencia y así su
inciso final se le aplicará por analogía48, siendo directamente aplicable a la venta de
bienes y derechos provenientes de una herencia, incluso de la totalidad de sus elementos
integrantes, siempre que haya enumeración exhaustiva de éstos, a la venta de cuota
hereditaria, y a la venta de parte de los bienes y derechos que forman parte de la
misma49. Por otra parte, siguiendo en esta perspectiva sistemática, no hemos de olvidar
que las anteriores leyes reguladoras de las sociedades anónimas de 1.951 y de las
sociedades de responsabilidad limitada de 1.953 preveían (arts. 31 LSA y 8.3º LSRL) la
aplicación del artículo 1.532 C.c a la aportación de empresa a sociedad, siendo
igualmente incuestionable que la empresa está integrada por un conjunto de elementos
de carácter material e inmaterial.
Así pues, los diversos criterios interpretativos del precepto nos conducen a la
conclusión de que el objeto de la venta está integrado no únicamente por bienes y
derechos de carácter incorporal, sino también corporal o material, si bien es cierto que
47
NAVARRO PEREZ, últ. op. et loc. cits.
48
PANTALEON PRIETO, “Comentario..., IIº, cit., pág. 1.038.
49
PANTALEON PRIETO, “Comentario..., IIº, cit., pág. 1.035. Realmente, en estos casos
de venta de parte de los bienes de la herencia o de cuota hereditaria, no existe una auténtica venta
de herencia, ya que ésta requiere que sean enumerados exhaustivamente la totalidad de los bienes
integrantes de la misma y que la voluntad de las partes vaya dirigida a la venta de esa totalidad de
bienes integrantes, de tal manera que el criterio delimitador entre la venta de herencia y la venta en
globo (en el caso de bienes de procedencia hereditaria) residirá básicamente en la composición de
la globalidad y a la voluntad de las partes de configurar la venta como de herencia o como simple
venta en globo.
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nada impide que la globalidad se integre exclusivamente por bienes de carácter
inmaterial (v. gr., se vende una pluralidad de derechos de crédito pertenecientes a un
mismo acreedor-vendedor), o bien se integre por bienes corporales y derechos (caso de
la venta de una parte de herencia o de una empresa). En cambio, admitimos que puede
resultar más dudoso que la globalidad esté integrada exclusivamente por cosas o bienes
corporales, si bien incluso en tal hipótesis nos inclinamos a admitir tal posibilidad
siempre que esos bienes integren un complejo o conjunto unitario, es decir, se enajenen
‘sub specie universitatis’, como ocurriría en el caso de la venta de una empresa o de
ciertos elementos corporales que integran el activo de una herencia.
En definitiva, en relación a esta cuestión, debemos concluir que la venta en globo,
como cualquier contrato, tiene un objeto que constituye materia de transmisión y que, en
este sentido, puede estar integrado por ‘cosas’ en su sentido más amplio, comprensivo
tanto de bienes corporales, con materialidad propia, como por bienes incorporales50; es
decir, cualquier bien jurídico susceptible de interés, esto es, todo bien que sea adecuado
para ser enajenado a cambio de un precio y sea apto de apropiación por otra persona
distinta de su anterior titular.
b) Inclusión de las deudas de la globalidad.Una segunda cuestión previa que cabe plantear en relación al objeto del artículo
1.532 C.c., es la relativa a si dicho objeto se circunscribe a elementos activos o, si, por
el contrario, la globalidad o complejo vendido incluye e incorpora también los
elementos de pasivo -deudas- relacionados con ese activo51. En principio cabría pensar
50
NAVARRO PEREZ, Ventas..., cit., pág. 78, ha destacado correctamente como el
legislador no ha especificado cual ha de ser el número mínimo integrante de la globalidad
transmitida. Lo que es evidente es que una globalidad o ‘totalidad’ ha de estar integrada por varios
bienes, que como mínimo serán dos, siempre que constituyan un conjunto homogéneo y se
transmitan como conjunto unitario o ‘sub specie universitatis’, ya que, en caso contrario, se trataría
de varias ventas, con objetos diferenciados, aún cuando se formalicen en un sólo documento. El
máximo de derechos que integren la globalidad será el que las partes acuerden, sin que se
establezca legalmente ningún límite.
51
Nos estamos refiriendo a aquellas obligaciones ya nacidas y exigibles, que recaerán
siempre en la persona del correspondiente deudor, dada su índole personal (salvo que haya tenido
lugar un cambio de deudor con el consentimiento del acreedor, ex art. 1.205 C.c. no hacemos,
pues, alusión a aquellas obligaciones que, por ser inherentes a las cosas (las denominadas
técnicamente obligaciones “propter rem”), se transmiten con el beneplácito legal, tratándose de
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que la respuesta ha de ser negativa52, ya que el artículo 1.532 C.c. sólo habla de la venta
de derechos, rentas o productos, es decir elementos patrimoniales activos, sin hacer
referencia alguna a las deudas relacionadas con ese activo (a diferencia de lo que ocurre
con la venta de herencia sin enumeración de sus elementos, que sí contempla
expresamente -art. 1.534 C.c.- la transmisión de las mismas). El silencio del artículo
1.532 respecto de las deudas podría conducir a tal conclusión. Cabría preguntarnos si, en
tal caso, no sería , por tanto, venta en globo aquella que incluya las deudas relacionadas
con el activo que se transmite. Dar una respuesta afirmativa a esa pregunta supondría
negar la posibilidad de considerar como tal venta en globo la venta de una empresa, o de
una explotación agraria, de un establecimiento industrial, o de una concesión
administrativa.
Nuestro criterio es favorable a la admisión de tal posibilidad de incluir el pasivo
junto con los elementos integrantes del activo en esta modalidad de ventas. Diversos
criterios (históricos, sistemáticos, teleológicos, etc.) parecen avalar una respuesta
positiva a dicha inclusión. No olvidemos, por ejemplo, como hemos indicado
anteriormente, que las anteriores leyes de sociedades anónimas y de responsabilidad
limitada, que han estado vigentes hasta 1.989 y 1.995, respectivamente, contemplaban
expresamente la aplicación del artículo 1.532 C.c. y su específico régimen de
responsabilidad a la aportación de empresa a sociedad (arts. 31 LSA y 8.3º LSRL),
estando la empresa integrada tanto por activo como por pasivo. Por otra parte, si ese
contrato de venta (con inclusión de pasivo) no fuese venta en globo, y dado que
tampoco sería venta de herencia, al no tener los bienes que se enajenan origen
hereditario, ello conduciría a considerarlo como una venta normal, lo que no sería
coherente con el espíritu de la propia ley. Excluir del ámbito de aplicación del artículo
1.532 C.c. estas situaciones, que, por lo demás, serán las más frecuentes, llevaría al
resultado incoherente de mantener al vendedor de la globalidad ligado a ésta, en el caso
de no poder transmitir al adquirente de la misma su pasivo, siendo evidente que quien
obligaciones susceptibles de nacer en el futuro, que sí recaerán sobre el nuevo titular de los
derechos transmitidos por a venta. Por lo demás, Nos estamos refiriendo, evidentemente, al
supuesto en que el vendedor pretenda que el comprador “asuma” algunas o todas las deudas
pendientes derivadas del ejercicio de los derechos y bienes que se transmiten al comprador
52
Vid. LALAGUNA, La venta de herencia..., cit., pág. 1.062.
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vende, por ejemplo, una empresa, una explotación industrial, etc., lo que quiere es
desentenderse totalmente de ella, no seguir vinculado a la misma, debiendo el
comprador, en consecuencia, asumir y cumplir, en la forma que se haya pactado o
corresponda según las circunstancias, la totalidad o, al menos, algunas de las
obligaciones del vendedor relativas a los citados bienes y derechos. En caso de no ser
así, el legislador debería haber contemplado expresamente un tipo especial de
compraventa que admitiese la transmisión de una globalidad, distinta de la herencia,
integrada por un conjunto de bienes y derechos, con su correspondiente pasivo. La
inexistencia de tal precepto obliga a integrar tales supuestos dentro del ámbito de
aplicación del artículo 1.532 C.c. Más adelante abordaremos el tema de las deudas de la
globalidad vendida con la profundidad que el tema merece53.
c) Los elementos constitutivos de la globalidad.La globalidad a que nos referimos, y que es objeto unitario de derecho al
transmitirse ‘sub specie universitatis’ sería el equivalente a lo que la doctrina denomina
‘universalidad de hecho’, para evidenciar que la agregación de sus elementos
componentes a través de un destino común es un dato objetivo, que prescinde de
cualquier otra calificación del Ordenamiento. La ‘universitas’ es, pues, resultado de un
acto creador del hombre (‘universitas facti vel hominis’). Es opinión generalizada que
las cosas que integran la universalidad no tienen que ser necesariamente homogéneas en
el sentido físico o natural54, sino que lo que confiere a la ‘universitas’ un tratamiento
legislativo unitario reside más en el destino unitario de la cosa más que en su propia
naturaleza55. El tratamiento diferenciado que hace el artículo 1.532 C.c. de la venta de
53
Igualmente, abordaremos a continuación, en este mismo Capítulo, el régimen jurídico de
la venta de herencia con enumeración exhaustiva de sus elementos componentes, adelantando ya,
desde este momento, que nuestro criterio es el de incluir esta venta dentro del ámbito de aplicación
del artículo 1.532 C.c., dado que los artículos 1.531 y 1.533 sólo contemplan y regulan una
modalidad específica de venta de herencia: la venta de herencia sin enumeración. Hemos de aclarar
que nos estamos refiriendo a la venta de una herencia, entendida como tal, y no a la venta de una
serie de bienes y derechos individualizados de procedencia hereditaria, aun cuando éstos coincidan
con la totalidad de los bienes y derechos que integraban la herencia. En tal sentido, la venta de
herencia con enumeración sería venta en globo, y, en cuanto tal herencia, estaría integrada por
bienes, derechos y obligaciones.
54
BUCCISANO, op. cit., pág. 1; RASCIO, op. cit., pág. 102.
55
Vid. TRIMARCHI, op. cit., pág. 806; RASCIO, op. cit., pág. 102.
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una universalidad o globalidad, que se materializa en el establecimiento de un especial
régimen de responsabilidad del vendedor, puede tener su origen en la relevancia objetiva
de la utilidad social y económica del conjunto o masa, derivada de la unión funcional de
sus elementos (el destino unitario), utilidad global que es distinta y diferenciada (‘nova
utilitas’) de la suma de la utilidad de los diversos elementos componentes. La unión
entre las cosas no es de carácter físico o material sino funcional. Por eso, los diversos
elementos singulares que la integran poseen su propia autonomía y pueden ser objeto de
actos y negocios jurídicos singulares e independientes. En consecuencia, la
universalidad permanece igual aunque se transmita la titularidad de alguno de sus
elementos56.
Entendemos que los bienes de la universalidad deben pertenecer a la misma
persona, siendo éste el principal factor de cohesión de los diversos elementos que la
integran. La pertenencia a la misma persona debe ser entendida lógicamente en el
sentido más amplio: en efecto, varias personas pueden ser cotitulares, por acto ‘inter
vivos’ o ‘mortis causa’, cotitulares de una ‘universitas’ por cuotas. Por otro lado,
hablamos de ‘pertenencia’ y no de propiedad, y de la terminología que utilizamos no
cabe deducir que ‘pertenencia’ sea sinónimo de propiedad, pudiendo también indicar la
mera disponibilidad de los bienes a título distinto al de propietario por parte del titular
de la universitas57. Por ello, preferimos hablar de titular de la universalidad o globalidad
antes que de ‘propietario’. Por tanto, es esencial la coincidencia en una misma persona
de la titularidad de las diversas relaciones jurídicas sobre los diversos elementos, que lo
legitimen para dar a éstos un destino unitario. Tras iniciales dudas es ya dominante la
56
En tal sentido, BUCCISANO, op. cit., pág. 2; TRIMARCHI, op. cit., págs. 803 y 809;
TOMMASINI, Contributo alla teoria dell´azienda come oggetto di diritti (azienda e proprietà),
Milano, 1986, pág. 80; RASCIO, op. cit., pág. 99; BUCCISANO, op. cit., pág. 1; GARDANI, op.
cit., pág. 524. Lo que caractariza a la universalidad es precisamente la presencia de una unión
funcional, lo que permite su diferenciación respecto a las cosas agrupadas en masa como objeto de
un negocio jurídico, donde la unión es de tipo material antes que funcional. La unión de diversos
objetos autónomos distingue a la ‘universitas’ de las cosas compuestas, cuyos elementos
integrantes no pueden circular separadamente, a diferencia de lo que ocurre en la universitas, cuyos
elementos pueden separarse, si bien, al integrarse en la universitas constituyen una unidad a los
efectos de transmisión (vid. RASCIO, op. cit., pág. 101).
57
TRIMARCHI, op. cit., p. 807. Tal conclusión, por otra parte, conduce a una
aproximación entre la universalidad de hecho y la empresa, por el que no es necesario que el titular
sea propietario de los elementos, bastando conque tenga un título de cada elemento de la
globalidad.
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opinión de que la universalidad de hecho no constituye un objeto autónomo de un único
derecho y que la expresión ‘titularidad de una universalidad’ no es más que una
expresión sintética para expresar la titularidad de los diversos elementos singulares que
la integran. El destino unitario de esos bienes singulares crea una entidad nueva en el
sentido económico-social, no un nuevo objeto jurídico corporal o incorporal58; el titular
del conjunto es también titular de sus elementos singulares, por lo que no es necesario,
para ejercitar sus poderes de disposición sobre el conjunto, recurrir a un nuevo y distinto
derecho de propiedad59.
No obstante, hemos de aclarar que la titularidad o pertenencia de los bienes y
derechos que integran la globalidad no es el único factor de conexión que ha de darse
para que podamos hablar de una venta en globo. Sería en exceso reducionista limitar a la
titularidad de tales bienes el nexo de unión que ha de guiar la cohesión entre los
diversos elementos que integran la globalidad. Esa pertenencia, como hemos visto,
puede ostentarla su titular en virtud de diversos títulos y en diversos conceptos. Por otra
parte, siempre es posible que el titular de varias cosas las venda conjuntamente sin que
pueda hablarse de la venta de una universalidad o, lo que es lo mismo, de una venta en
globo. Ello supondría atribuir tal carácter a toda venta de varias cosas por un mismo
vendedor y en virtud de un mismo contrato, lo que, evidentemente no se ajusta a la
realidad de la venta en globo. Ese otro factor cohesinador de la globalidad sería, a
nuestro entender, la función económico-social unitaria de la masa. Es esa unidad de
destino lo que confiere unidad al conjunto, de manera que quien vende una
universalidad tendrá determinados derechos en orden a su particular responsabilidad
frente al comprador distinta a la responsabilidad del vendedor de varias cosas aisladas o
individualizadas, independientemante de que se vendan ‘uno actu’. Sre trata de dos
ventas diferentes: venta en globo, en el primer caso, y venta de varias cosas singulares,
en el segundo. En definitiva, la globalidad estará integrada por varios bienes y
elementos, con vida propia individualizada, que se unen por voluntad de la persona a
quien pertenecen formando un todo unitario que cumple una detreminada función
58
BUCCISANO, op. cit., pág. 2.
59
PUGLIATTI, op. cit., pág. 317.
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económico-social y que se transmite al comprador o adquirente de la totalidad ‘sub
specie universitatis’, esto es, como un único objeto de tráfico jurídico.
Partiendo, pues, de la base de que la globalidad transmitida puede estar integrada
tanto de elementos materiales o corporales como por bienes inmateriales, vamos a
referirnos a continuación a los derechos, rentas o productos a que hace referencia el
artículo 1.532 C.c., sin que ello implique reducir a los mismos el ámbito objetivo de esta
modalidad de venta. Partimos de la base de que la mención que hace el artículo 1.532
C.c. a “derechos, rentas y productos” indica dos cosas: por un lado, que el legislador
concibió la venta en globo en un sentido amplísimo, esto es, como un prototipo de venta
de una pluralidad de bienes y elementos de diversa naturaleza, que, en conjunto,
constituyen una unidad de destino, lo que viene a ser cohesionado por la fijación de un
precio unitario o alzado para el conjunto; por otro, como hemos visto, que no se utilizan
estos términos en un sentido técnico, debiendo ser interpretados en sentido lato o
extensivo, como el conjunto de bienes y derechos transmisibles que constituyen una
globalidad que cumple una determinada función en el tráfico jurídico y que se transmite
como tal conjunto. Ello no obstante, consideramos conveniente acercarnos a estas tres
realidades citadas por el legislador, si bien, haciendo las precisiones que acabamos de
enunciar, para evitar interpretaciones reduccionistas o restrictivas del concepto de
globalidad, que no debe limitarse a los elementos enunciados por el legislador, sino que
incluirá todos aquellos que permitan constituir un conjunto de elementos con unidad y
personalidad funcional propia distinta de la de sus elementos componentes.
2.2.- Los derechos como elementos integrantes de la globalidad.El artículo 1.532 C.c. contempla la venta de una globalidad de derechos, junto a
rentas y productos. Como observación previa, hemos de dejar claro que,
tradicionalmente, no se ha dudado que los derechos sean cosas incorporales, es decir,
entidades carentes de materialidad, perceptibles, por tanto, intelectualmente60. En tal
60
Ya los romanos, en la categoría de las res incorporalis, incluían los derechos, o lo que es
lo mismo, aquellas realidades o entidades que in iure consistunt, noción ésta que se trasladó al
Derecho moderno, de manera que el Code, en materia de cesión de créditos usa la rúbrica “du
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sentido, se ha destacado61 que la distinción entre cosas corporales y derechos, entre
corpora y iura, como decían los romanos, presenta evidentes dificultades, al recaer
frecuentemente el derecho sobre cosas corporales62, lo que ha conducido a un sector de
la doctrina italiana a negar que los derechos puedan considerarse como cosas. Es más,
los modernos ordenamientos no dudan en considerar que un derecho puede ser, a su vez,
objeto de otro, no cabiendo dudar hoy día, a la luz de las propias disposiciones legales,
de la posibilidad jurídica de constituir un usufructo, prenda o hipoteca sobre otros
derechos (v. gr. un usufructo sobre cualquier derecho que no sea personalísimo o
intransmisible --artículo 469, in fine, del C.c.--, sobre una patente de invención o sobre
una obra intelectual, expresamente admitidos por el artículo 74 de la Ley de Patentes de
1.986 y por el artículo 46 de la Ley de Marcas de 1.988).
La doctrina ha sintetizado los derechos en dos grupos: los derechos de la
personalidad o extrapatrimoniales, caracterizados por ser inherentes a la personalidad
del sujeto y por su esencial incedibilidad; y los derechos patrimoniales, que confieren a
su titular un poder de disposición, uso o disfrute sobre las cosas del mundo exterior o
bien imponen al sujeto pasivo el deber de dar, hacer o no hacer algo respecto al titular
del derecho. Pues bien, los derechos a que se refiere el artículo 1.532 C.c. como objeto
de venta han de reunir dos características básicas: han de ser patrimoniales y
susceptibles de tráfico jurídico63. El problema que plantea el artículo 1.532 C.c. es que,
al hablar de “la totalidad de ciertos derechos...”, utiliza una fórmula excesivamente
amplia e imprecisa: parece excluir algún tipo de derechos, al utilizar el término
“ciertos”, pero al no concretar cuáles sean los derechos excluidos de su ámbito de
aplicación, realmente está usando una fórmula amplia o general, ya que se entiende que
serán enajenables todos los conjuntos de derechos cuya cedibilidad no esté excluida por
transport des créances et autres droits incorporales”, terminología que fue seguida por el
legislador español.
61
BIONDI, Los bienes..., cit., pág. 52.
62
Pensemos, siguiendo a BIONDI, últ. op. et loc. cits., en el caso de un usufructo sobre un
determinado fundo, en el que el usufructo sería un bien incorporal, frente al fundo, que lo sería
corporal, aun cuando el fundo sobre el que recae el usufructo y los propios frutos sean cosas
corporales.
63
Cfr., GARCIA CANTERO, Comentario..., XIXº, cit., pág. 750; NAVARRO PEREZ,
Ventas..., cit., pág. 79.
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su propia naturaleza, por ley o por pacto entre las partes. En efecto, la regla general es
que todo derecho puede ser cedido, a menos que así se deduzca de su propia naturaleza,
de que medie prohibición expresa o tácita de la ley o lo impida la voluntad de las partes
expresada en el título constitutivo de la obligación. Dentro de la amplitud de la regla
quedan comprendidos los derechos reales y personales o de crédito, así como las
acciones derivadas de esos derechos, dentro de ciertos límites. En el caso de la
incedibilidad por la propia naturaleza del derecho, su razón de ser responde al carácter
esencialmente personal del derecho o a su carácter accesorio, lo que hace depender su
existencia y transmisibilidad de otro derecho principal. Los restantes motivos de
incedibilidad se desprenden del propio texto del artículo 1.112 C.c.64 En rigor, hubiera
sido conveniente que el legislador hubiese establecido esta regla general, señalando las
excepciones a la misma para delimitar con precisión el campo de aplicación de la venta
alzada65.
64
Vid. GARCIA AMIGO, “Comentario al artículo 1.112 C.c.”, en Comentario del Código
Civil (Mº Justicia), IIº, cit., págs. 71-73. Deduce este autor del artículo 1.112 C.c. el principio
general de la transmisibilidad de los créditos, si bien del precepto se derivan ciertas limitaciones
que juegan como excepciones, las cuales tienen su origen en la ley (v.gr., cuando se configura el
crédito con el carácter de intuitu personae, o en la propia voluntad pactada del acreedor y deudor.
65
Ante el silencio del legislador al respecto, y ante la imprecisión del artículo 1.532 C.c.,
podemos intentar llevar a cabo, sin ánimo de exhaustividad, por exceder los límites de este estudio,
una delimitación de los derechos que pueden integrar la globalidad concretando precisamente los
derechos que no pueden ser objeto de cesión y, en consecuencia, han de ser excluidos del ámbito
de aplicación del artículo 1.532 C.c.
Dentro del primer grupo, esto es, los derechos incedibles por su propia naturaleza, destacan,
en primer lugar, los derechos que sean inherentes a la persona, entendiéndose por tales los
derechos de la personalidad, que surgen a la vida jurídica en atención a un determinado sujeto, por
lo que no cabe que se puedan transmitir a otro titular, pues ello comportaría que dejaran de tener
razón de ser, ya que el ejercicio de estos derechos es inseparable de la individualidad de la
persona. Sería el caso, entre otros, del derecho al nombre, al estado civil, a la capacidad, al
domicilio, la mayor parte de los derechos de familia, tales como la patria potestad, la tutela o
curatela, así como las potestades que de ellos se derivan. En cambio, son cedibles los derechos de
contenido patrimonial que se deriven y tengan su origen en tales derechos; así, el derecho a la
integridad física o al honor no pueden ser cedidos, por estar fuera del comercio, pero si alguna
persona hubiera sido lesionada o injuriada, el derecho a la reparación patrimonial puede ser cedido
(La prohibición de esta cesión no se encuentra especificada expresamente en nuestro
ordenamiento, si bien se deduce del conjunto del mismo. En cambio, otros sistemas sí contemplan
tal prohibición. Así, el par. 399 BGB; el art. 1.260 Codice Civile de 1.942, que, tras afirmar que el
acreedor puede transmitir su crédito a título oneroso o gratuito, añade que salvo que el crédito
tenga carácter estrictamente personal; igualmente, el art. 1.445 dice que “las acciones fundadas
sobre derechos inherentes a las personas, o que comprendan hechos de igual naturaleza, no
pueden ser cedidas”. Por lo demás, doctrinalmente, es algo universalmente aceptado la
incedibilidad de estos derechos: vid., por todos, MEDICUS, Tratado..., Iº, cit., pág. 332; VON
TUHR, Tratado..., IIº, cit., pág. 299; MENEZES CORDEIRO, Direito das Obrigaçôes, vol. 2º,
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Lisboa, 1.986, pág. 91; BORDA, Tratado de Derecho Civil (Contratos), Iº, 6ª edc., Buenos Aires,
1.990, págs. 437-438; COMPAGNUCCI DE CASO, Manual de Obligaciones, cit., pág. 300;
ROJINA VILLEGAS, Compendio de Derecho Civil, Tm. IIIº (Teoría general de las
Obligaciones), 10ª edc, México, D.F., 1.981, pág. 455).
En materia de derechos reales, hemos de partir de la regla general de su cedibilidad, si bien
pueden destacarse ciertas excepciones a la misma en base al carácter intuitus personae de algunos
de estos derechos, de tal manera que la cesión del derecho comportaría la transmisión de la cosa
sobre la que recaen. Así, se ha considerado igualmente por la doctrina (Vid. ENNECERUS,
Derecho Civil (Derecho de Obligaciones), Tm. IIº, Vol. 1º, cit., pág. 386; ROCA JUAN,
“Comentario al artículo 531 C.c.”, en Comentario... (Mº de Justicia), Tm. Iº, cit., págs. 1.395 ss.;
PEÑA BERNALDO DE QUIROS, Derecho reales, Iº, cit., pág. 664) la incedibilidad de la
pretensión a la concesión de una servidumbre personal. Lo mismo cabe decir respecto a la
cesión de los derechos dirigidos a la concesión de una servidumbre predial, dado el carácter
inseparable de ésta con la finca gravada. Tampoco son cedibles los derechos reales de
adquisición preferente, ya que estos derechos conceden a una persona que se encuentra en una
posición jurídica determinada (colindante, arrendatario, enfiteuta, etc) la facultad de adquirir una
cosa determinada cuando su propietario ha decidido a venderla (tanteo) o la ha enajenado
efectivamente (retracto), sin que esos derechos puedan ser ejercitados por personas que se
encuentren en una posición jurídica distinta, de manera que la cesión del derecho comportaría
necesariamente la transmisión de la posición jurídica que ocupa el cedente y que le faculta para
ostentar tal derecho (v. gr., un colindante sólo podrá ceder su derecho de retracto transmitiéndolo
junto a la finca de la que es titular). Tampoco consideramos transmisibles los derechos reales de
uso y habitación, dado su carácter personalísimo, si bien la doctrina no es plenamente pacífica al
respecto, pese a la dicción del artículo 525 (“los derechos de uso y habitación no se pueden
arrendar ni traspasar a otro por ninguna clase de título”). Vid. al respecto, RAMS ALBESA,
“Comentario al artículo 525 C.c.”, en Comentario... (Mº Justicia), Tomo Iº, cit., pág. 1.388).
Finalmente, respecto a los derechos de crédito, como ya se dijo, la regla general es la de su
transmisibilidad o cedibilidad, a tenor de lo dispuesto en el artículo 1.112 C.c., a cuyo tenor,
“todos los derechos adquiridos en virtud de una obligación son transmisibles con sujeción a las
leyes, si no se hubiere pactado lo contrario”. A ello hay que añadir que, junto al crédito, son
transmisibles los denominados “accesorios” del crédito, a tenor de lo dispuesto en el artículo 1.528
C.c. (fianza, prenda, hipoteca, privilegios...). A sensu contrario, los derechos accesorios no
podrán transmitirse sin la relación principal ya que su esencia consiste precisamente en no poder
vivir con independencia de la relación jurídica que complementan: de ahí que al no ser susceptibles
de vida autónoma, no puedan cederse, mientras que, por el contrario, la cesión del derecho
principal conlleve la del derecho accesorio, ex artículo 1.528 C.c. Por otra parte, hay otro supuesto
en el que parece evidente la no cedibilidad del crédito: en tal sentido, entendemos no cedibles
aquellos derechos de crédito que tengan por objeto una prestación de hacer o de no hacer. En el
primer caso, no serán transmisibles aquellas obligaciones que requieran de la persona del deudor
unas especiales cualidades, o bien una relación de especial confianza en las partes. Tampoco
consideramos transmisibles las obligaciones de no hacer, dado el carácter de carga que tiene este
deber de prestación para el deudor (En tal sentido, vid., VON TUHR, Tratado..., Tm. IIº, cit., pág.
299; RUGGIERO, Istituzioni...,vol. 2º, cit., pág. 192; PERLINGIERI, Il trasferimento..., cit., págs.
17-18; PIRES DE LIMA y ANTUNES VARELA, Código civil anotado, Vol. 1º, 4ª edc. rev.,
Coimbra, 1.987, pág. 594; ANTUNES VARELA, Das obrigaçôes em geral, vol. 2º, 6ª edc. rev.,
Coimbra, 1.995, págs. 302-303; NAVARRO PEREZ, Ventas..., cit., pág. 82).
Un segundo grupo de derechos no serán cedibles por disposición legal, esto es, porque una
determinada norma prohíbe expresamente tal cesión. Nos estamos refiriendo a aquellos casos de
incedibilidad impuesta por un precepto legal, que no existiría en el supuesto de que la ley no lo
contemplase expresamente. Normalmente, estas prohibiciones responden a razones de interés
social o persiguen la protección de una persona que se encuentra en una determinada posición
jurídica. En nuestro ordenamiento se dan varios supuestos de prohibición de cesión de derechos.
Así, un grupo de derechos incedibles por disposición legal es el referido a aquellos bienes y
derechos que no se pueden transmitir por o a determinadas personas. La razón de ser de esta
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prohibición va referida no al objeto de la cesión, sino a los sujetos a los que no es dado realizarla.
En nuestro Ordenamiento son relativamente frecuentes estas prohibiciones y son establecidas por
el legislador con la finalidad de proteger inetereses que se consideran especialmente dignos de tal
protección.
La incedibilidad de los derechos puede tener su origen, por último, en una expresa
disposición negocial que prohíba al titular del derecho su transmisión (pactum de non
cededo), admitida expresamente por el artículo 1.112 Cc., a cuyo tenor “todos los derechos
adquiridos a tenor de una obligación son transmisibles con sujeción a las leyes, si no se hubiese
pactado lo contrario”, de donde se deduce la total admisibilidad del pacto entre acreedor y deudor
por el que resulte excluida la cesión del derecho de que se trate (el precepto se refiere
evidentemente a los derechos de crédito), admisibilidad que acepta en la actualidad la mejor
doctrina (Vid., por todos, PANTALEON PRIETO, “Cesión..., cit., pág. 1.096; DIEZ-PICAZO,
Fundamentos..., cit., págs. 812-813; GARCIA-AMIGO, “Comentario al artículo 1112 C.c.”, en
Comentario del Código Civil, Tm. IIº, cit., pág. 71; NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit.,
pág. 86).
Llegados a este punto, hemos de dejar claro que esta enumeración de derechos que no
pueden ser objeto de cesión no puede ser, en modo alguno, plenamente exhaustiva, si bien se han
citado los supuestos más claros de incedibilidad. Por vía de exclusión, puede afirmarse que los
derechos a que hace referencia el artículo 1.532 C.c. serán aquellos que por su naturaleza
patrimonial y por no existir ninguna prohibición legal o pacto de no cesión que impida su cesión,
podrán ser objeto del citado precepto. A continuación vamos a analizar de forma más detenida
algunos supuestos específicos que merecen mayor atención.
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2.3.- Rentas y productos como objeto de aplicación del artículo 1.532 C.c.El artículo 1.532 C.c. contempla, junto a la enajenación de la totalidad de ciertos
derechos, la venta de la totalidad de rentas y productos, conceptos éstos que es necesario
delimitar, ante la imprecisión terminológica empleada por el propio Código civil. Por
otra parte, hay que tener en cuenta que estos términos admiten las acepciones más
diversas. Los autores que han analizado sistemáticamente el artículo 1.532 C.c.
prácticamente no hacen alusión al tema o aluden al mismo a título meramente
ejemplificativo, para salir del paso y sin pretensión de exhaustividad. Así, GARCIA
CANTERO66, al referirse a las rentas, considera que por tales hay que entender las
prestaciones del arrendatario, las rentas o prestaciones periódicas u otro tipo de
prestaciones reiterables, entendiendo por productos tanto los frutos que generan las
cosas, como cualquier clase de aprovechamiento generador de rendimiento económico,
aunque no tenga la cualidad de fruto. Frente a esta postura, RODRÍGUEZ TAPIA67 da
un paso adelante al distinguir dos posibles usos del término ‘rentas’ en nuestro
ordenamiento: por un lado, serían el producto o rendimiento que produce un bien
capitalizado, al que se denomina fruto civil o rendimientos de un derecho real o de
crédito; por otro lado, serían también rentas los pagos periódicos realizados temporal o
perpetuamente, de forma vitalicia, ligados normalmente a un capital entregado al deudor
de los mismos.
La primera consideración que hemos de hacer es que la doctrina más reciente
tiende a identificar jurídicamente los conceptos de producto y fruto68. En segundo lugar,
66
Vid. GARCIA CANTERO, Comentarios..., XIXº, cit., pág. 750.
67
RODRIGUEZ TAPIA, voz “Rentas”, en Enciclopedia Jurídica Básica, Cívitas, Vol. 4º,
Madrid, 1.995, pág. 5.793.
68
Así, ALONSO PEREZ, “Comentario al artículo 355 del Código Civil”, en Comentarios...
(EDERSA), cit., Tomo Vº, vol. 1, Madrid, 1.980, pág. 213, afirma: “Debemos concluir que ‘fruto’
y ‘producto’ deben identificarse jurídicamente. Fruto es el rendimiento normal que las cosas
producen, y las producciones o réditos derivados de las cosas fructíferas no son otra cosa que los
frutos generados conforme a su destino económico. Al menos éste es el criterio del legislador,
bien palmario en los artículos 353-357 C.c.”. VALPUESTA FERNANDEZ, “Frutos, productos y
accesiones en el depósito civil (para la exégesis del artículo 1.770.1º del Código civil)”, Revista de
Derecho Notarial, 1.982, págs. 371 y ss., al referirse a la expresión ‘productos’, en relación al
artículo 1.770 C.c., entiende que los productos provienen de un bien o derecho, bien en un sentido
material de producción o descomposición, bien en un sentido jurídico de vinculación en virtud de
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hay que destacar igualmente que la doctrina mayoritaria destaca la trascendencia de los
frutos civiles como categoría amplia en la que deben incluirse todos aquellos
rendimientos que escapan de los estrechos límites de los denominados frutos naturales e
industriales, englobando rentas, dividendos, precios69.
La doctrina no se ha ocupado prácticamente de dar un concepto jurídico de renta,
entendiéndose por tal tradicionalmente la prestación económica de carácter periódico
que recibe una persona por el uso y disfrute de sus bienes o como rendimiento del
trabajo o actividad productiva personal70. A diferencia de los frutos naturales o
industriales, que se entienden percibidos cuando se separan o alzan de la cosa fructífera
(cfr. art. 451 C.c.), el Código civil establece una producción o devengo continuado de
los frutos civiles, día a día71.
El hecho de que consideremos la renta como fruto civil no significa que tenga tal
consideración toda ventaja derivada de la titularidad de un bien. Así, todo lo que
sustituya la cosa o derecho real (como indemnización, como contraprestación en un
intercambio, o como valoración actualizada de un bien que ha experimentado mejoras y
plusvalías) no tendrá la consideración de renta72.
una relación jurídica; tienen carácter patrimonial, gozan de individualidad y representan utilidad o
beneficio. En la misma línea, MARTIN-RETORTILLO, “Clases de frutos en el código Civil”,
Anuario de Derecho Civil, 1.951, pág. 145, al referirse a los productos naturales y civiles. También
se muestra favorable a la equiparación, LOPEZ VILAS, “Comentario a los artículos 355-357 C.c.”,
en Comentario del Código Civil (Mº de Justicia), Iº, cit., págs. 1.000-1.001.
69
LOPEZ VILAS, “Comentario..., cit., pág. 1.001; ALONSO PEREZ, “Comentario..., cit.,
págs. 213 y ss.; MARTIN-RETORTILLO, op. cit., pág. 144; RODRÍGUEZ TAPIA, últ. op. et loc.
cits.
70
Aceptamos el concepto que, en su día, formuló MARTIN-RETORTILLO, op. cit., pág.
145, al decir que son tales “todos los rendimientos económicos originados por la cosa principal
como consecuencia o resultado de un contrato,, de un negocio jurídico estipulado con el que
directamente usa o se beneficia más o menos personalmente de la misma”.
71
En tal sentido, RODRÍGUEZ TAPIA, op. et loc. cits., para quien el devengo, en relación
a los frutos civiles, sería el proceso de nacimiento o generación del fruto o renta, que generalmente
se calcula sobre la base del transcurso del tiempo. Distinto del devengo es el vencimiento de la
renta, que tiene lugar cuando se ha completado cada periodo de devengo establecido en la ley o en
el título constitutivo de la obligación.
72
RODRÍGUEZ TAPIA, op. cit., pág. 5793, pone de manifiesto que no son rentas ni frutos
civiles, a los efectos del Código, las indemnizaciones percibidas por la pérdida, destrucción o
deterioro de los mismos, al no generarse ninguna ventaja ni provecho para el titular, sino la
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En cuanto a sus caracteres, la doctrina73 ha destacado que las rentas comparten
ciertas características con las otras clases de frutos, como la periodicidad74, la
conservación de la sustancia del bien o derecho que genera la renta o fruto, la
observancia del destino de la cosa fructífera75. Más dudoso resulta predicar de los frutos
civiles las notas de accesoriedad y separabilidad76. Consideramos que la nota de la
separabilidad es plenamente predicable de los frutos civiles en tanto en cuanto éstos
pueden ser objeto de enajenación conforme, entre otros, al propio artículo 1.532 C.c.,
sin que la venta de estas rentas comporte la del bien o derecho fructífero que las genera
o produce. Por otra parte, la renta puede tener o no carácter accesorio según el tipo o
modalidad de renta de que se trate o de la modalidad contractual que lo genere. En el
caso, v. gr., de la pensión devengada en virtud de un contrato de renta vitalicia, es
evidente que no constituye una prestación accesoria, como podían ser los intereses de un
capital, sino que es un derecho sustantivo e independiente y aunque el artículo 1.802
C.c. diga que este pago será anual, con ello sólo se quiere señalar que ese pago deberá
ser periódico, ya sea anual, trimestral o cualquier otro periodo previsto por las partes77.
En cuanto a las clases de rentas, se ha distinguido por la doctrina entre las rentas o
frutos de los bienes y las rentas o frutos de los derechos. Estos últimos producen frutos,
restitución del valor del bien deteriorado o perdido. Tampoco lo son las mejoras incorporadas a
una finca, el precio de enajenación del bien ni la plusvalía obtenida con dicha enajenación.
73
RODRÍGUEZ TAPIA, op. cit., pág. 5794.
74
Esta es, posiblemente, la nota más característica de los frutos civiles, más acentuada que
en los otros frutos (naturales e industriales) en los que la periodicidad no conlleva su producción
en intervalos de tiempo iguales y constantes, sino simplemente una cierta habitualidad en su
percepción, mientras que las rentas se devengan de modo constante, reiterado y en periodos de
tiempo iguales.
75
Bástenos recordar, a título de ejemplo, las referencias que, en materia de arrendamientos,
y sin entrar en las legislaciones especiales de los rústicos y urbanos, se contienen en los artículos
1.554.2º, 1.555.2º y 1.569. 4º del Código civil.
76
La doctrina está dividida al respecto. DIEZ-PICAZO y GULLON BALLESTEROS,
Sistema..., vol. 1º, cit., pág. 407, consideran que no son predicables de los frutos civiles. En contra,
RODRIGUEZ TAPIA, últ. op. cit., pág. 5794, que considera que la separabilidad, unida a la no
subrogación, explica el fruto civil o renta respecto del bien o derecho que lo produce; así, las
mejoras y las plusvalías que se quedan con el bien no se separan del mismo, a diferencia de las
rentas devengadas y percibidas; por otra parte, también se pueda predicar de la renta su
accesoriedad, pues la pérdida del bien o derecho fructífero conlleva la extinción del fruto civil.
77
SAN JULIAN PUIG, El objeto..., cit., pág. 239.
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si bien cuando son reales, tienden a confundirse con el fruto del mismo bien78.
Tratándose de derechos de crédito, los frutos del mismo suelen ser los intereses de la
deuda pecuniaria o su equivalente, cuando la obligación tiene otra naturaleza.
Por su parte, el artículo 355 C.c. hace una enumeración no exhaustiva de los
diversos tipos de frutos civiles, citando entre ellos el alquiler de los edificios, el precio
del arrendamiento de tierras y el importe de las rentas vitalicias. No cita los intereses,
aunque es indudable su carácter de rentas o frutos civiles, tal vez por la ubicación del
precepto en el Libro IIº, relativo a los bienes, y no en el de las obligaciones. De
conformidad al artículo 355 C.c., son rentas el precio del arrendamiento de fincas, tanto
rústicas como urbanas, que sería el precio o merced del arrendamiento como establece la
legislación especial79.
Tendrá también la consideración de rentas el importe de rentas perpetuas,
vitalicias u otras análogas, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 355 C.c.,
aunque algunos autores han destacado que algunas de estas rentas, como sería el caso de
la renta vitalicia, no son realmente frutos en sentido económico, considerándose así sólo
por razones prácticas, ya que la percepción periódica de una cantidad, normalmente de
dinero (aunque podría ser en especie), suele considerarse como renta o fruto civil
aunque no haya un bien o derecho que los genere80. Por otra parte, se distingue por la
doctrina entre rentas propias e impropias, siendo las primeras aquellos frutos que
percibe una persona como producto de la capitalización de un bien o de un derecho,
78
En tal sentido, RODRIGUEZ TAPIA, Voz ‘Rentas’...,cit., pág. 5794, que lo ejemplifica
distinguiendo entre las rentas que produce para el nudo propietario la constitución de un usufructo,
cuando sea oneroso y se pague el pago del precio de manera similar al de un arrendamiento, de los
frutos que obtiene el usufructuario.
79
De hecho, la LAU de 1.964 y la LAR emplean el término ‘renta’ para designar ese precio
que ha de pagar el arrendatario.
80
ALONSO PEREZ, Comentario..., cit., pág. 213; LOPEZ VILAS, Comentario..., cit., pág.
1.000. Señala éste último que la percepción de una renta puede deberse a obligaciones legales o
convencionales, por razones de conveniencia o aleatorias. Cuando nace de la Ley la obligación de
pagos periódicos, lo hace con función compensatoria (pensión de separación o divorcio) o
protectora (pensión alimenticia), pero su cumplimiento no siempre se estructura en forma de renta,
y así al cónyuge acreedor de la pensión de separación o divorcio se le puede conmutar ésta por la
entrega de un capital en bienes o en dinero o por el usufructo de determinados bienes (art. 99).
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siendo rentas impropias aquellos pagos periódicos que proceden de la fragmentación o
aplazamiento de un pago que podría haberse ejecutado de una sola vez.
Aunque no citados en el artículo 355 C.c., se considerarán igualmente renta los
intereses pactados de las obligaciones pecuniarias81. En tal sentido, se ha afirmado que
son renta o fruto de las obligaciones la producción de intereses convencionalmente
pactada (una suma de dinero prestada, o cuyo cobro es aplazado, devenga intereses si las
partes lo han convenido --artículos 1.501.1º y 1,.755 C.c.--, si el bien recibido a cambio
es productivo --artículo 1.501.2º) o si el deudor se ha constituido en mora --artículos
1.108 y 1.501.3º C.c.--, teniendo la consideración de intereses y, por tanto, renta,
“aquella parte reintegrable y exigible que excede del nominal de capital prestado o del
precio aplazado”82. Los intereses, tanto convencionales como legales, que es pagan por
mora tienen la consideración de renta, al cumplir una función indemnizatoria, en que se
establece una compensación del acreedor insatisfecho, valorándose su daño de manera
abstracta por no haber dispuesto de su dinero en el momento convenido o establecido en
la ley83.
Son también renta los dividendos percibidos por los socios y otros participes de
las sociedades civiles y mercantiles, en cuanto que son producto de una inversión y se
separan de la aportación del socio, revertiendo a él, aunque el capital aportado esté
inmovilizado. También se incluyen en la enumeración de rentas los beneficios de los
patrimonios, que se producen cuando, en un periodo de tiempo determinado, éste
presenta una diferencia positiva entre los ingresos y los gastos efectuados con cargo al
patrimonio. Esta regla general contable encuentra su reflejo legal en las obligaciones
81
La razón de esta omisión reside en que el artículo 355 C.c., por su posición sistemática,
se refiere a los frutos civiles de los bienes, no de las obligaciones.
82
RODRIGUEZ TAPIA, op. cit., pág. 5.796, que destaca que “su cálculo y liquidación se
produce normalmente por la aplicación de una fórmula usual que multiplica el capital o principal
por un tipo de interés o rédito y un tiempo, debiendo concordar la unidad de tiempo con la del
rédito (lo que exigirá, dado el devengo día a día, dividir el tipo de interés anual por trescientos
sesenta y cinco y multiplicar por el número de días transcurridos)”.
83
Como bien ha puesto de manifiesto la mejor doctrina, se presume que sustituyen las
rentas dejadas de percibir por el acreedor de la obligación constituida en mora, indemnizando
también la indisponibilidad del numerario por el acreedor. Vid., por todos, DIEZ-PICAZO,
“Comentario al artículo 1.108 C.c.”, en Comentario ... (Mº de Justicia), IIº, cit., pág. 63.
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fiscales84. Lo mismo cabría decir de las ganancias o beneficios sociales obtenidos por
las sociedades civiles y mercantiles (diferencia positiva entre el pasivo más el capital y
el activo) durante un periodo de tiempo determinado. La ganancia o beneficio social es
independiente de la ganancia de cada socio. Por último, también son rentas las
ganancias obtenidas por los cónyuges en determinados regímenes económicos
matrimoniales, en especial en el de sociedad de gananciales85. El artículo 1.349 C.c.,
tras disponer el carácter privativo de los usufructos y pensiones correspondientes a cada
cónyuge en régimen de sociedad de gananciales, añade “pero los frutos, pensiones o
intereses devengados durante el matrimonio serán gananciales”, entendiendo la
doctrina86que el precepto no admite excepción alguna, siendo indiferente, por tanto, que
la pensión tenga un origen público (por ejemplo, prestaciones de la seguridad social) o
privado (por ejemplo, contrato de renta vitalicia o contrato de seguro de vida para caso
de supervivencia, siempre que el cónyuge sea el beneficiario, siendo indiferente que a su
vez sea o no el asegurado o el tomador del seguro).
Esta enumeración de diversos tipos de rentas no pretende ser exhaustiva. Podemos
concluir afirmando que, en definitiva, la renta, entendida como fruto civil, constituye la
compensación que se obtiene en dinero o en especie por el ius fruendi que se otorga a
una persona, poseyendo una significación económico-jurídica y suponiendo créditos en
favor de quien tiene derecho a percibirlos, debiendo incluirse dentro de este concepto las
rentas o alquileres arrendaticios, cánones enfitéuticos, dividendos de sociedades, réditos
obtenidos por el derecho de autor o por inversión del dinero, etc., que suponen otras
tantas modalidades de frutos civiles, cuya ampliación analógica está prevista por el
artículo 355.3º C.c., de manera que el mencionado precepto no define qué ha de
entenderse por frutos civiles, limitándose a hacer una simple enumeración no limitativa,
84
En tal sentido se expresa RODRÍGUEZ TAPIA, op. cit., pág. 5796.
85
RODRIGUEZ TAPIA, op. cit., pág. 5.797, propugna, no obstante, respecto a tales rentas
que las particularidades de los regímenes económicos matrimoniales requieren una revisión del
concepto de renta y de ganancia aplicado a esta situación, contemplándolas de modo especial.
86
Cfr., PRETEL SERRANO, “Comentario al artículo 1.349 C.c.”, en Comentario del
Código Civil (Mº de Justicia), IIº, cit, págs. 653-654.
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al citar, en tercer lugar, el importe de las rentas perpetuas, vitalicias “u otras análogas”.
Así lo reconoce la doctrina y la jurisprudencia del Tribunal Supremo87.
Por último, el artículo 1.532 C.c. contempla, junto a la venta de la totalidad de
ciertos derechos y rentas, la venta de una totalidad de productos, término éste que el
Código no define y que apenas menciona en algún otro precepto (cfr., art. 1.349 C.c.),
por lo que hemos de considerar que el Código se está refiriendo a los denominados
frutos naturales e industriales, en contraposición a los frutos civiles a los que hace
expresa mención bajo la denominación de rentas88. Hay que reiterar una observación
previa: los frutos naturales e industriales denotan una evidente materialidad, ya que por
tales frutos hay que entender aquellos elementos o bienes de la naturaleza que han sido
generados espontáneamente o que han necesitado del concurso del hombre.
87
Cfr., ALONSO PEREZ, op. cit., pág. 213; MARTIN-RETORTILLO, op. cit., págs. 147148. Cfr., igualmente, STS. de 6 de marzo de 1.965.
88
Como ha destacado ALONSO PEREZ, op. cit., pág. 212, a veces se ha querido ver una
diferenciación entre fruto y producto, a lo que ha contribuido el hecho de que el Código no utiliza
una terminología siempre homogénea al referirse a los frutos, no empleando siempre y en todo
momento esta expresión con idéntico significado. A menudo utiliza el término frutos en un sentido
amplio omnicomprensivo de las tres especies recogidas en el artículo 355 C.c. (así, entre otros, en
los artículos 451, 455, 1.295, 1.303, 1.468, etc); otras veces reserva este término para referirse a
los naturales o a los industriales o a ambos a la vez (arts. 186, 197, 800, 1.049, 1.401, 1.430, etc);
también utiliza el término en un sentido vulgar o puramente biológico (cosechas, recolección,
frutos del inmueble rústico: arts. 1.571, 1.614, etc). La terminología utilizada por el Código es
variada: se les llama a veces “rentas” (arts. 50.3º, 254.2º, 1.532), “aprovechamientos” (art. 495
C.c.), “rendimientos” (185.3º, 1.748.2º, etc.) y también “productos” (art. 1.532 C.c., entre otros).
Como ya se dijo, el código suele equiparar fruto a producto, no otorgando a éste una regulación
jurídica diferenciada a la de aquél. de hecho, el Código titula la sección relativa a los frutos como
“Del derecho de accesión respecto al producto de los bienes”; el artículo 355 C.c. dice que “la
propiedad de los bienes da derecho por accesión a todo lo que aquellos producen...”; o el propio
artículo 355 dice que “son frutos naturales las producciones... y demás productos... son frutos
industriales los que producen...”. Por tanto, podemos concluir afirmando que para el legislador,
“fruto” y “producto” se identifican jurídicamente.
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3.- LA APLICACIÓN DEL ARTICULO 1.532 C.C. A LA VENTA DE
HERENCIA.3.1.- Discusión en torno a la posible aplicación del artículo 1.532 C.c. a la
venta de herencia.Se trata de un tema discutido por la doctrina estudiosa de la venta de herencia. La
cuestión, en definitiva, se circunscribe a determinar si el artículo 1.532 C.c. puede
aplicarse a la compraventa de herencia, teniendo en cuenta que este precepto se
encuentra intercalado precisamente entre los reguladores de esta última. Lo cierto es que
no existe unanimidad doctrinal al respecto, existiendo un amplio sector doctrinal que
defiende la postura negatoria de tal aplicación89.
89
En efecto, un importante sector de la doctrina estudiosa de la venta de herencia considera
inaplicable el artículo 1.532 C.c. y su peculiar régimen de responsabilidad a la venta de herencia,
básicamente por considerar que a esta venta sólo se le ha de aplicar el artículo 1.531 C.c., que
establece un régimen específico para la misma. En este sentido se pronuncian MANRESABLOCH, Comentarios..., Tomo Xº, cit., pág. 587, que sostiene que el artículo 1.532 C.c. se refiere
a un grupo o parte de derechos que corresponden a una persona, los cuales, por el enlace que
tengan entre sí o por la voluntad de las partes que los transmiten y adquieren en un solo acto, se
consideran como un solo objeto de derecho, pero no como una universalidad (para el autor, la
herencia es una universalidad de derecho).
También para LALAGUNA, La venta..., cit., pág. 1.062, el artículo 1.532 es inaplicable a
la venta de herencia: “...En realidad, el supuesto contemplado en esta norma (se refiere al art.
1.532 C.c.) es completamente distinto del de la venta de herencia. En la venta de herencia el
objeto de la enajenación, aunque cierto, es de contenido indeterminado: considerada la herencia
como conjunto patrimonial se comprende, en ella, como elemento del pasivo, el importe de las
deudas y cargas. En cambio, en el supuesto del artículo 1.532 se trata de la venta de ciertos
derechos, rentas o productos, sin que se haga referencia a deudas o cargas que puedan reducir el
valor total del objeto de la enajenación. Por consiguiente, parece que la norma del artículo 1.532
no es aplicable a la venta de herencia y, por tanto, en al caso de pérdida de la totalidad o de la
mayor parte de los bienes de la herencia, el heredero vendedor no responderá frente al
comprador”.
ALBADALEJO, “La enajenación de la herencia..., cit., pág. 9, también se muestra contrario
a admitir la aplicación del art. 1.532 a la venta de herencia: “Pienso que la no aplicabilidad del
art. 1.532 a la venta de herencia se sigue de relacionarlo con el 1.531. Pues con ambos preceptos
contiguos parece que el legislador ha pretendido, con el primero, regular la responsabilidad del
vendedor en la venta de herencia, con el segundo, en las ventas en globo o, si se quiere, en las
demás ventas en globo. Aplicar ambos a la herencia no resulta lógico, pues para eso sobraba el
1.531. Cuando se dice en éste que el vendedor de herencia “sólo estará obligado a responder de
su cualidad de heredero”, sin duda es que se le quiere cargar esa responsabilidad
exclusivamente; de modo que no también la del 1.532, cuyo contenido, puesto a continuación del
1.531, no puede significar sino que ‘si bien el vendedor de herencia responde sólo de su cualidad
de heredero, los vendedores en globo de otros conjuntos de bienes, responden de la evicción del
todo o mayor parte de esos conjuntos (no hereditarios)’. Está claro que el art. 1.531 equivale a la
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Frente a esta posición, otro importante sector de la doctrina patria defiende, con
diversos matices, la posición contraria, esto es, la aplicabilidad del artículo 1.532 C.c. a
la venta de herencia, ya sea directamente en unión al artículo 1.531 C.c., ya sea por
analogía90.
primera parte del 1.532, pues “la responsabilidad por la cualidad de heredero”, de aquél, es la
“la responsabilidad por la legitimidad del todo en general”, de éste, significando, la primera, ser
titular de la herencia (ser heredero), y la segunda, serlo de la generalidad de los derechos, rentas
o productos vendidos (es decir, no importa que uno no sea del vendedor); ; y si eso es así, es
innegable que el sentido conjunto de ambos artículos es que en la venta de herencia el vendedor
responde sólo si no es titular de la misma, y en la de otros conjuntos de bienes, si no es titular del
conjunto en general, y lógicamente, por ello, de la evicción de la mayor parte del conjunto, pues
sólo puede haberla si realmente el vendedor no era titular de esa mayor parte, es decir, habiendo
evicción de ésta, responde porque no era verdad la legitimidad (ser titular) del todo en general”.
Esta misma opinión parece ser seguida por SCAEVOLA-BONET, Código civil..., XXIIIº,
vol. 2º, cit., pág. 653: “Los artículos 1.531 y 1.532 sientan la regla general del saneamiento en las
ventas de bienes incorporales hechas en globo o alzadamente. El primero de ellos se refiere a la
herencia en particular, y el segundo, a todos los derechos, rentas o productos de cualquier clase;
pero el fondo de las dos disposiciones es el mismo”. También adopta este crierio negativo,
GARCIA CANTERO, Comentarios..., Tomo XIX, cit., pág. 744.
90
Cfr. ROCA SASTRE, “Problemas de la venta de herencia, cit., págs. 685-687, quien,
planteándose el problema de la aplicación del artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia llega a la
conclusión afirmativa: “Por aplicación de lo dispuesto en los artículos 1.531 y 1.532 del Código
civil, en armonía con el carácter universal de la herencia, que constituye el objeto de la venta, el
heredero vendedor no está obligado al saneamiento de cada uno de los objetos de la masa
hereditaria, salvo el caso de evicción del todo o de la mayor parte de la misma. Evidentemente
esto comprende no sólo el saneamiento por vicios o defectos materiales de las cosas, mas también
los vicios jurídicos”, estimando el autor, a continuación que el vendedor responderá de los vicios o
defectos materiales de algún objeto de la sucesión, cuando éste careciere de alguna cualidad,
habiéndose afirmado al comprador que la poseían. Pero el autor extiende el problema del
saneamiento, al ser la herencia una “cosa universal”, con su activo y su pasivo, a los “defectos o
vicios jurídicos” de la herencia vendida (aparición de legados, fideicomisos y modos
desconocidos, o la existencia de donaciones colacionables ignoradas, o de deudas hereditarias no
conocidas). Concluye: “Nosotros entendemos que en estos casos, como en otros análogos (por
ejemplo, la existencia de legitimarios, de limitaciones de dividir o de otras restricciones
desconocidas por el comprador), la solución está en aplicar, con la debida extensión, el criterio a
que responden los referidos artículos 1.531 y 1.532 del Código civil, esto es: estimar que la
existencia de tales legados, fideicomisos, modos. colaciones, deudas y demás limitaciones que
ignoraba el comprador, constituyen vicios o defectos jurídicos de la cosa vendida, que aquí es la
herencia, esto es, la ‘‘universitas’’, y, en consecuencia, debe sostenerse la actuación de la
obligación de saneamiento cuando estos vicios o defectos sean de tal cuantía que signifiquen la
inexistencia de haber líquido hereditario o su disminución en su mayor parte. Si la cuantía de
tales vicios o defectos no llegan a eliminar o a reducir en su mayor parte el emolumento o
‘commodum’ que el comprador normalmente esperaba lograr en la operación de compra,
entonces no tendrá más remedio que pechar con la disminución económica que ello envuelva. Al
fin y al cabo, en la venta de herencia siempre hay algo aleatorio, derivado de la imprecisión del
contorno de la ‘hereditas’...”.
En similares términos, siguiendo y citando a ROCA SASTRE, también se pronuncia
CRISTOBAL-MONTES, “La venta de herencia, cit., pág. 82. También se pronuncian a favor de
esta aplicación directa del artículo 1.532 a la venta de herencia, LACRUZ BERDEJO-SANCHO
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Como ha sido destacado91, en opinión que compartimos, la razón de fondo por la
que la doctrina mayoritaria se ha pronunciado a favor de la extensión del artículo 1.532
C.c. a la venta de herencia radica en lo escasamente satisfactoria que resulta una
aplicación estricta del artículo 1.531 C.c., que limita la responsabilidad del heredero a su
cualidad de heredero, lo que desde hace varios siglos ha sido propugnado por la doctrina
más tradicional92, dándose, según este sector doctrinal, la paradoja de que el vendedor
quedaría exento de responsabilidad no sólo en caso de pérdida de alguno o varios de los
bienes que integran la herencia como consecuencia de la existencia en ellos de vicios o
gravámenes ocultos93 o, lo que sería aún más grave, en el supuesto de su pérdida por
REBULLIDA, Elementos de Derecho civil, Vº (Derecho de Sucesiones), 5ª edc., Barcelona, 1.993,
págs.163-164, para quien el artículo 1.531 C.c., a cuyo tenor el vendedor de la herencia sin
enumerar sus elementos componentes “sólo estará obligado a responder de su cualidad de
heredero”, tal precepto no quiere decir, según este autor, que el heredero esté obligado a responder
de su cualidad de tal y del título (ley, testamento, contrato) por el que lo es, cosa que lleva ya
consigo el propio concepto del contrato de venta de herencia, sino que no está obligado a
responder por vicios materiales de las cosas que componen la herencia ni a sanear caso de evicción
(o no pertenencia al caudal relicto) de alguna de ellas mientras no pase de la mitad del valor de la
herencia, en cuyo supuesto -continúa el autor- habría que incluir la aparición de deudas
insospechadas. Siguiendo a LACRUZ, cfr., igualmente, a DE LA ESPERANZA MARTINEZRADIO, “Apuntes en tema de enajenación de herencia”, en Revista de Derecho Privado, 1.967,
págs. 394-395; BORRELL, Compraventa, cit., pág. 174.
GULLON BALLESTEROS, “La Venta de herencia, cit., argumenta que la venta de
herencia es venta de universalidad, lo que apoya en la siguiente afirmación: “La defensa de la
‘‘universitas’’ desde el punto de vista de la garantía que presta el heredero es totalmente
convincente. Se comprueba en los artículos 1.531 y 1.532 cómo la herencia en conjunto, el todo,
poseedora de un valor superior al de los simples elementos que la componen, es lo que se protege
con esa obligación del heredero de sanear ‘en el caso de evicción del todo o de la mayor parte”.
Por su parte, HERNANDEZ ANTOLIN, “La venta de herencia una vez hecha la partición”,
en Actualidad Civil, num. 42, noviembre 1.998, pág. 1.014, fundamenta esta conclusión en
criterios históricos: “...No obstante los términos literales del art. 1.531 C.c., estimo que
responderá también por evicción del todo o de la mayor parte (por aplicación del art. 1.532 C.c.).
Así se deduce de los antecedentes romanos (Ley 1 del Códex, De evictionibus), y de derecho
histórico (Partidas 5.15.34), y tomado del art.1.463 del Proyecto de 1.851”.
Finalmente, PANTALEON PRIETO, Comentario...., cit, pág. 1.037, con la doctrina
mayoritaria, estima aplicable, si se quiere por analogía, el inciso final del artículo 1.532 C.c., en
relación a la evicción, a la venta de herencia.
91
RUIZ-RICO RUIZ, La venta de herencia..., cit., págs. 289-230.
92
En efecto, ya DOMAT defendía que el heredero que vende y transmite la herencia sin
especificar los bienes, los derechos y su peso, no está obligado a garantizar más que su condición
de heredero, pues esto es lo que vende, no respondiendo de ningún bien particular, ni de ningún
derecho de la herencia, si en el contrato no se había pactado. (Vid., DOMAT, Le leggi civili
disposte nel loro naturale ordine, Tomo Iº, núm. 25, pág. 392, Padua, 1.825).
93
En cuanto a los vicios ocultos, resulta difícil de explicar la posible aplicación del art.
1.532 C.c. a los que tuvieren los bienes integrantes de la herencia, dado que el mencionado artículo
limita la responsabilidad del vendedor de la globalidad de derechos, renta o productos a los
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evicción, siempre que esa pérdida no sea consecuencia de la pérdida de la condición de
heredero del vendedor de la herencia. En definitiva, según este criterio, el artículo 1.531
C.c., al limitar la responsabilidad del vendedor a su condición de heredero, realmente
rompe con el necesario equilibrio en los intereses implicados, favoreciendo
considerablemente la posición del vendedor frente a la del comprador, que asumiría por
tanto la mayor parte de los riesgos. Ahora bien, esta postura parte de una premisa
equivocada a nuestro parecer, ya que, en la realidad, no se da necesariamente tal
desequilibrio: en la ventas de herencia y en globo, si se asumen riesgos por alguna de las
partes -generalmente por el comprador-- es porque puede obtener beneficios
desconocidos o el riesgo se traduce en un menor precio hipotético, porque, en cualquier
caso, hay un claro desequilibrio informativo, al menos en la venta en globo --dado que
en la venta de herencia sí cabe la posibilidad de que el vendedor desconozca la
composición de ésta--, por lo que, en definitiva, el riesgo lo asumen por igual ambos
contratantes en tanto que ambos asumen riesgos, pero pueden obtener, a su vez, una
importante ventaja patrimonial respecto al otro contratante, por lo que, realmente, no se
rompe el equilibrio en los riesgos que asumen las partes, aunque a simple vista parezca
que éstos son asumidos en su totalidad por el comprador94. Ello explica que numerosos
autores, como hemos tenido ocasión de comprobar, se pronuncien en favor de la
aplicabilidad directa (o por vía analógica) del artículo 1.532 C.c a la venta de herencia.
supuestos en que tal pérdida esté producida por la evicción. Igualmente, las reglas del artículo
1.479.1º C.c. (evicción parcial) no serían tampoco aplicable a la venta de herencia, al ser una
norma general que cede, necesariamente ante las normas especiales, que la matizan, como sería el
caso de los artículos 1.531 y 1.532 C.c. También cabría objetar lo complicado que resultaría
determinar qué bienes, dentro de la masa hereditaria, integrada por un conjunto heterogéneo de
bienes, derechos, cargas, obligaciones, etc., siendo defectuosos, son tan importantes en relación al
todo que no se hubiese celebrado la compraventa de haberse conocido de antemano.
94
Lógicamente, la asunción del riesgo por el comprador de la herencia (o de la globalidad
de derechos, rentas o productos, en el caso de la venta alzada o en globo) se trasladará al precio
acordado por las partes. Lo normal será que el comprador acepte asumir tal riesgo a cambio de la
fijación de un precio razonablemente inferior al de la suma del valor real de cada uno de lo
elementos integrantes de la masa como contrapartida a la asunción de tales riesgos. Por tanto, en el
caso de que no se pierda por evicción (o por razón de vicios o gravámenes ocultos) ninguno de los
bienes adquiridos por el comprador, éste resultará evidentemente beneficiado, como contrapartida
de tener que soportar el riesgo de una pérdida patrimonial importante de los bienes adquiridos (por
las mismas razones), siempre que no alcance dicha pérdida el cincuenta por ciento del valor de la
totalidad, de tal manera que una pérdida de un cuarenta y nueve por ciento de ese valor lo ha de
soportar el comprador. Es riesgo está, por tanto, compartido, sin que se pueda realmente hablar de
un desequilibrio entre las partes, aunque éste sea aparente..
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Ahora bien, los principales argumentos formulados en defensa de esta tesis que
pretende hacer extensivo el régimen del artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia
tropiezan con importantes obstáculos, prácticamente insalvables, que nos llevan a la
conclusión de que, en la realidad, este precepto sólo resultará aplicable a la venta de
herencia en un supuesto muy concreto: cuando tal venta conlleve una enumeración
exhaustiva de todos y cada uno de los bienes y elementos que integran la herencia, no
debiéndose efectuar tal traslación a la venta de herencia sin enumeración por las razones
que a continuación expondremos. En definitiva, estos argumentos son los siguientes:
Primero. Se ha argumentado95 que si el artículo 1.532 C.c es aplicable a la venta
del activo hereditario (venta de todos los bienes y derechos de la herencia, con exclusión
de las deudas y obligaciones de la misma), por tratarse realmente de una venta en globo
(y no de herencia), no hay razón que justifique un tratamiento más favorable para este
comprador que para quien compra una herencia con asunción de sus deudas. Este
argumento es evidentemente correcto, ya que, en efecto, la venta del activo hereditario
no puede ser considerada como venta de herencia, en cuanto que, en ese supuesto, la
intención de las partes no sería trasmitir al comprador la posición de heredero que
comporta la venta de una herencia, sino la transmisión de una serie de bienes que
integran una globalidad y se enajenan ‘sub specie universitatis’, pero que no constituyen
una herencia, pues ésta, necesariamente, integraría las deudas y cargas que constituyen
su pasivo. De ahí que a esa globalidad de bienes y derechos que constituye el activo de
la herencia y se enajenan a un comprador le sea de aplicación el régimen previsto en el
artículo 1.532 C.c. al tratarse de una venta en globo.
Segundo. Se ha argumentado también que el comentario de GARCIA GOYENA
al artículo 1.463 del Proyecto de 1.851, correlativo a nuestro actual artículo 1.532,
permite deducir que este precepto es aplicable a la venta de herencia, pues, por un lado,
95
En esta línea, vid. DE LA ESPERANZA MARTINEZ-RADIO, “Apuntes en tema de
enajenación de herencia, cit., pág. 386, quien al delimitar el concepto de la venta de herencia
considera que debe considerarse como tal “el acto por el cual el heredero transmite mediante
precio el contenido económico, activo y pasivo, de una vocación hereditaria a él deferida”,
descartando que se pueda hablar de venta de herencia cuando tal venta tiene por objeto un conjunto
determinado de bienes que, aunque acaparen la totalidad del activo de una herencia, no comporten
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este jurista, al comentar la venta alzada o en globo, habla de “herencia” como objeto del
contrato, lo que implica un reconocimiento tácito de que la venta de herencia queda
legislativamente cubierta con dicho precepto96.
Tercero. También se ha querido fundamentar la aplicación del artículo 1.532 C.c.
a la venta de herencia en base a una razón sistemática: el artículo 1.532 se encuentra
ubicado entre dos preceptos dedicados a la venta de herencia (1.531 y 1.533). De ello
podría deducirse que el legislador ha querido con ello establecer un régimen común para
la venta de herencia y la venta en globo, y así, tanto en la venta de herencia sin
enumeración de sus elementos integrantes como en la venta alzada o en globo de la
totalidad de ciertos derechos, rentas o productos, el vendedor no responderá frente al
comprador, como regla general, ni por evicción ni por vicios ocultos de la masa
(artículos 1.531 y 1.532, en su primera parte). Ahora bien, esta regla general tendría una
importante excepción trasladable a ambas modalidades de venta, deducibles de la
segunda parte del artículo 1.532: el vendedor sí responderá de la evicción que afecte a la
totalidad o a la mayor parte de los bienes y derechos integrantes de la masa97.
Estos argumentos, hay que reconocerlo, son sin duda convincentes. Ello no
obstante, existen otros de mayor peso que pueden hacer que nos inclinemos por
descartar la posible aplicación del artículo 1.532 a la venta de herencia del artículo
1.531, sin que ello implique un rechazo pleno de los anteriores argumentos ni un
rechazo pleno a los mismos.
la enajenación de ésta como unidad abstracta o como un todo, lo que conllevaría también la
transmisión del pasivo hereditario.
96
GARCIA GOYENA, al final de su comentario al art. 1.463, señala que, si bien en la
primera parte de la norma hay una presunción favorable al vendedor, en la segunda parte alusiva a
la evicción del todo o de la mayor parte, la presunción, por el contrario, es favorable al comprador,
pues en tal caso de pérdida de la totalidad o mayor parte de los bienes por evicción, será el
vendedor el responsable, salvo que se hubiere estipulado otra cosa.
97
Esta idea se deduce igualmente del hecho de que el texto de Las Partidas (5,5,34) del que
procede el artículo 1.532 C.c., como ya tuvimos ocasión de analizar, contempla de manera unitaria
a las ventas de herencia y a las ventas de almoxarifadgo y heredad (precedente directo de las
actuales ventas de globalidades de derechos, rentas o productos), régimen que no habría cambiado
en el Código, que se ha limitado a separar ambas modalidades de venta en dos preceptos
diferenciados pero contiguos.
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Así, en primer lugar, parece correcto el razonamiento seguido por varios de los
detractores de esta aplicación98que afirman que, por lógica, dos artículos contiguos no
pueden regular un mismo supuesto fáctico de forma contrapuesta. Si fuese factible la
aplicación del artículo 1.532 C.c a la venta de herencia sin enumeración , en tal caso no
tendría razón de ser el artículo 1.531, que estaría de más. De ello cabe deducir que
ambos preceptos tienen diferentes objetos. El artículo 1.531 sería de aplicación a la
venta de herencia sin enumeración, determinando que el vendedor sólo responderá de su
cualidad de heredero, en definitiva, sólo cuando se acredite que no era titular de esa
herencia cuya venta ha celebrado; por el contrario, el artículo 1.532 sólo será aplicable a
las ventas en globo de la totalidad de ciertos derechos, rentas o productos (se incluiría la
venta de activo hereditario), o lo que es lo mismo, la ventas que no sean de herencia, en
cuyo caso, el vendedor responderá no sólo de la legitimidad del todo sino también de la
evicción que afecte al todo pero también a la mayor parte de los bienes y derechos que
integran la globalidad.
Llegados a este punto, se hace preciso que expongamos nuestro criterio en
relación a qué hay que entender por “mayor parte”, con independencia de que volvamos
a incidir en esta cuestión más adelante, cuando analicemos el régimen de garantías
previsto en el artículo 1.532 C.c., en especial la responsabilidad por evicción en las
ventas en globo. La doctrina que ha estudiado la venta en globo se ha mostrado dividida
respecto al criterio a seguir en relación a cuál sea el factor determinante de esa “mayor
parte”. Así, algunos autores99 afirman que la expresión “la mayor parte” admite dos
posibles interpretaciones: la primera sería aquella que entiende que la mayor parte se
refiere a los distintos derechos, rentas o productos; la segunda entiende que la mayor
parte alude al valor económico de la totalidad y, por tanto, al supuesto de que por la
evicción se vea privado el comprador de al mayor parte del valor que represente el
conjunto de derechos vendidos, aunque sólo haya perdido uno de ellos y conserve todos
los demás. Inclinándose el autor por esta última interpretación como más conforme con
98
Especialmente, ALBADALEJO, “La enajenación de la herencia..., cit., pág. 9;
LALAGUNA, op. cit., págs.483 y 487.
99
Vid., MANRESA-BLOCH, Comentarios..., Tomo Xº, cit., pág. 588.
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el sentido económico de la materia de las obligaciones patrimoniales100. Parece que los
mencionados autores establecen una comparación entre el precio alzado o global fijado
en el contrato y el valor del objeto u objetos perdidos por la evicción. Entendemos que
no existe ningún fundamento para interpretar el precepto en tal sentido, siendo más
correcto considerar que la evicción “del todo o de la mayor parte” debe referirse al
supuesto en que el comprador haya perdido la mayor parte de los bienes comprados, en
virtud de una sentencia judicial firme. Permitir, como pretenden estos autores, que el
comprador pueda reclamar por haberse perdido, con la evicción, el cincuenta por ciento
o más del precio de venta, supondría introducir un factor de inseguridad jurídica
evidente, al hacerse depender la posibilidad del comprador de la globalidad de reclamar
por evicción del mayor o menor precio pactado por las partes en el contrato, con lo cual
se daría el absurdo de que vendiéndose dos conjuntos de bienes de idéntico contenido
(por ejemplo, una venta de dos cuotas hereditarias idénticas provenientes de una misma
herencia), una de ellas fuese objeto de evicción, por haber logrado el comprador un
precio bajo, mientras que la otra no superaría el cincuenta por ciento del precio, por
haberse vendido a un precio superior.
En nuestra opinión, y para evitar tales inconvenientes, la expresión “mayor parte”
se refiere a la importancia de los bienes y derechos que se hayan perdido por razón de la
reivindicación de un tercero, siempre en relación a los que teóricamente se habían
vendido, conforme a la enumeración realizada en el contrato. Ahora bien, la duda que
surge a continuación, en relación al saneamiento por evicción de la mayor parte, es la
relativa a si esa “mayor parte” está referida al número o cantidad de bienes, en relación
al total de los que integran el conjunto, o si se refiere más bien al valor de los mismos
respecto de la masa total que constituye el objeto de venta. Consideramos que por
“mayor parte” debe entenderse un criterio cuantitativo, como medida de valor (la mayor
parte del valor de la globalidad, herencia...), y no simplemente la mayor parte de los
100
En el mismo sentido se expresa GARCIA CANTERO, Comentarios..., Tomo XIXº, cit.,
pág. 751, para quien la expresión “mayor parte” no debe ser interpretada “como el mayor número
de derechos, rentas o productos, sino como que por la evicción sea privado el comprador de la
mayor parte del valor que represente el conjunto de derechos vendidos, aunque sólo haya perdido
uno de ellos y conserve los demás”. En el mismo sentido, vid., también, GONZALEZ POVEDA,
Comentario al artículo 1.532 C.c., en Comentario del Código civil (coord. por SIERRA GIL DE
LA CUESTA), Tomo 7º, Barcelona, 2.000, pág. 510.
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bienes que integran la masa. Cabe, pues, la posibilidad de que en la venta de una
pluralidad de derechos, la pérdida de uno de ellos, de mayor valor que el resultante de
sumar el de los otros derechos, conlleve la aplicación del régimen del artículo 1.532
C.c.101.
Lo mismo cabría decir en sentido inverso, esto es, la venta de una herencia sin
enumeración excluye la aplicación del artículo 1.532 C.c., estando regulada por el
artículo 1.531. Y es que, en efecto, ambos artículos son contrapuestos y no
complementarios, como algunos han pensado. En efecto, el artículo 1.531 C.c. limita la
responsabilidad del vendedor de la herencia sin enumeración a su cualidad de heredero,
respondiendo exclusivamente en el caso de no serlo; en caso contrario, será indiferente
que la pérdida afecte a gran parte (cuantitaiva y/o cualitativa) de los bienes y derechos
integrantes de la herencia. El artículo 1.532 C.c extiende la responsabilidad del
vendedor a la evicción del todo e, incluso, de la mayor parte de los bienes y derechos
vendidos, por lo que amplía considerablemente la responsabilidad del vendedor. No
cabe, pues, la aplicación a un mismo supuesto, en este caso la venta de herencia sin
enumeración, de dos preceptos consecutivos que ordenan dos modalidades diferentes de
responsabilidad, una (la del artículo 1.531) más leve que la otra, sin duda más rigurosa.
Es evidente que si el legislador hubiera querido hacer extensivo el régimen del artículo
1.532 a la venta de herencia sin enumeración, habría redactado el artículo 1.531 en
similares términos que aquél, ordenando que el vendedor de la herencia sin
enumeración, además de responder de su cualidad de heredero, respondería de la
evicción que afectase a la totalidad o a la mayor parte de los bienes y derechos
hereditarios, cosa que no hace el legislador102. Además, tampoco cabe pensar en una
101
Este criterio que defendemos es defendido, entre otros, por RUIZ-RICO RUIZ, op. cit.,
págs. 309-310; ALBACAR LOPEZ, Código Civil..., cit., pág. 500; NAVARRO PEREZ, Ventas
alzadas..., cit., pág. 159: “Por mayor parte debe entenderse, a efectos prácticos, una pérdida que
suponga como mínimo más del 50% del valor de la globalidad. En los casos dudosos, la prueba
pericial de valoración será de singular importancia”.
102
No hay que olvidar que el texto del artículo 1.532 proviene del Proyecto isabelino de
1.851, no habiendo sido objeto de modificación, como ya vimos en el primer capítulo, ni por el
Anteproyecto de 1.882, ni al redactarse definitivamente el Código de 1.889, momento en que el
legislador tuvo la oportunidad decisiva de hacerlo, si ésta hubiera sido su voluntad. De ello hay que
deducir, sin duda, que la ‘voluntas legislatoris’ iba dirigida a establecer dos regímenes de
responsabilidad claramente diferenciados para dos modalidades de venta también diferenciadas.
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posible aplicación analógica del artículo 1.532 al supuesto de hecho contemplado en al
precepto anterior, pues, pese a la gran similitud de supuestos (venta, por un lado, de una
pluralidad de bienes y derechos que integran una herencia, y, por otro, venta de una
globalidad de derechos, rentas o productos, constitutivos de lo que hemos venido a
denominar ‘venta en globo’), falta un determinado requisito que permita la aplicación
por analogía de una norma: será necesario que el supuesto de hecho al que se aplica
analógicamente la norma carezca de regulación legal, lo que no ocurre en nuestro caso,
ya que la venta de herencia sin enumeración está regulada específicamente por el
artículo 1.531, que establece de forma precisa cuándo el vendedor de la herencia será
responsable frente al comprador.
Igualmente son matizables los datos históricos argumentados por los autores
citados. Por un lado, hemos de dejar constancia, y nos remitimos en tal sentido a nuestro
análisis que de la cuestión ya realizamos en el primer capítulo, las afirmaciones de
GARCIA GOYENA sobre el artículo 1.463 del Proyecto (precedente del actual art.
1.532 C.c.), son imprecisas e, incluso, defectuosas en su cita de textos romanos, pues,
como ya vimos, la cita que hace este autor del texto de Digesto 18, 4, 15, es incorrecta,
ya que en él, en ningún lugar, se utiliza la frase “nisi de substantia eius affirmaverit”.
Realmente, GARCIA GOYENA, al referirse a la venta en globo en ningún momento se
está refiriendo a la venta de herencia103. Por otra parte, el argumento utilizado por
algunos autores para justificar la aplicación del artículo 1.532 a la venta de herencia
basado en el hecho de que el artículo 1.532 (o el 1.463 del Proyecto isabelino) tenga su
origen en el texto de Partidas 5, 5, 34, como destaca abiertamente el citado comentarista,
tampoco es un argumento definitivo para resolver el asunto. Ciertamente, el citado texto
Además, la doctrina previa a la redacción del Código civil (DE ASSO Y DE MANUEL,
SALA, FERNANDEZ ELIAS, etc.), apoyó abiertamente la idea de que, en la venta de herencia, el
vendedor sólo respondía por el todo, excluyendo una posible responsabilidad por la evicción de la
mayor parte. Por lo tanto, desde un punto de vista histórico, no cabe pensar en la posible aplicación
del artículo 1.532 a la venta de herencia sin enumeración, al que se aplicará el régimen del 1.531,
más restrictivo que el anterior y favorecedor, en consecuencia, de los intereses del vendedor.
103
Lo que ocurre es que GARCIA GOYENA citaba un texo romano referido, eso sí, a la
venta de herencia, ya que la venta en globo contemplada en nuestro Código civil era una
institución desconocida por el genio jurídico romano. En definitiva, traslada la ‘ratio’ de la venta
de herencia a la venta en globo. También cabe la posibilidad de que pensase en un supuesto algo
distinto del regulado en el artículo 1.531, lo que contemplaremos más adelante.
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de Partidas integra en una sola Ley (Ley 34 del Título 5 de la 5ª Partida) la regulación
del régimen de responsabilidad aplicable a la venta de herencia, por un lado, y a la
“venta de rentas de ‘almoxarifadgo’ o de una heredad” (precedente de la venta en
globo), por otro104. Pero junto a ello, existen otras razones que, por el contrario,
permiten separar o aislar el régimen jurídico aplicable a ambas modalidades de venta, ya
que, por citar un solo ejemplo, pese a decir la citada Ley de Partidas que a las ventas de
todas las rentas de almoxarifazgo (precedente de las actuales ventas en globo del
artículo 1.532) le ocurrirá lo mismo que a la venta de herencia, en realidad, pese a tal
aseveración, establece en la práctica un régimen diferente o, al menos, no totalmente
idéntico, , ya que incluye una específica responsabilidad por la evicción que afecte a “la
mayor parte”, lo que no se exigía en relación a la venta de herencia contemplada en el
párrafo anterior.
Es más, posiblemente el legislador no pretendió limitarse a trasponer la regla
contenida en Partidas 5, 5, 34 al Código, sino que, probablemente, pretendió replantear
el tema distinguiendo dos modalidades diferenciadas de responsabilidad, dándose un
tratamiento específico a la derivada de la venta de herencia, por un lado, y a la propia de
la venta en globo, por otro105. Precisamente, GARCIA GOYENA, al comentar el texto
del artículo 1.462 del Proyecto de 1.851 (precedente directo del actual artículo 1.531
C.c.), manifiesta claramente que el vendedor de la herencia no responde de cosas
singulares, por muy grande que sea su valor, sino sólo de su cualidad de heredero106. A
104
Precisamente, al tratar de éstas últimas, afirma el citado texto de Partidas que “...esso
mismo dizimos que seria si algún ome comprasse todas las rentas de algund almoxarifadgo...”. Al
decir “esso mismo” se está dando a entender que el tratamiento jurídico es el mismo que el relativo
a la venta de herencia, propugnándose, pues, un mismo criterio de solución de problemas.
105
RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., pág. 299, ha matizado, a este respecto, que el propio
GARCIA GOYENA, tras reconocer que el texto del art. 1.463 del Proyecto está tomado de esa Ley
de Partidas, efectúa a continuación ciertas matizaciones. Además, en el comentario al artículo
1.462 (correlativo al actual 1.531 Cc.) dicho comentarista toma como puntos de referencia de esta
normas ciertos preceptos legales de otros Códigos (en especial el art. 1.696 del Code francés)
desconocedores de la venta en globo, que es una institución específicamente hispana, proveniente
de nuestro Derecho histórico, siendo lo más probable que nuestro legislador se inspirase más en la
legislación comparada, adoptando el sistema de otros Códigos europeos, más que seguir la
orientación marcada por el texto histórico de las Partidas,, introduciendo, ciertamente, con carácter
novedoso y peculiar, la venta en globo, proveniente de nuestro Derecho histórico.
106
Dice literalmente GARCIA GOYENA, al comentar el artículo 1.462 del Proyecto del 51,
en Concordancias..., cit., pág. 432: “Aquí no se venden cosas particulares contenidas en la
herencia, sino una cosa incorporal, el derecho o título universal de heredero; y el vendedor se
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tal efecto, se hace necesario destacar que el legislador regula en dos preceptos
claramente diferenciados, aunque contiguos, ambas modalidades de compraventa
(artículos 1.531 y 1.532 C.c.), a diferencia del texto de las Partidas, cuya Ley 34 del
Título 5 de la 5ª Partida contempla unitariamente ambas ventas. Además, el contenido
del artículo 1.532 C.c. es claramente diferente del contenido del precepto precedente, no
mostrando la más mínima continuidad con él, de lo que deducimos que el artículo 1.532
tiene un ámbito de actuación diferente, no siendo aplicable al supuesto de hecho del
artículo 1.531, referido a la venta de herencia sin enumeración de sus elementos
componentes. Cuestión distinta, que analizaremos más adelante, es la relativa a la
posible aplicación del artículo 1.532 a otros supuestos de venta de herencia distintos del
contemplado en el artículo 1.531 (venta de herencia sin enumeración), lo que sí
estimamos posible.
Llegados a este punto, cabe plantearse, como han destacado algunos defensores de
la aplicación del artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia del artículo 1.531, que
resultaría incoherente hacer responsable al vendedor del activo hereditario cuando la
evicción afectó a la mayor parte de los bienes y/o derechos enajenados, quedando, por el
contrario, exento de tal responsabilidad (evicción de la mayor parte) en el caso de venta
de toda la herencia, comprensiva tanto del activo como del pasivo. En este punto hay
que plantearse si la diferencia entre ambos supuestos es tan importante como para
justificar esta diferenciación en materia de responsabilidad. Tal vez la justificación de
esta disparidad de trato resida en el hecho de que la venta de herencia prevista en el
artículo 1.531 C.c. supone un contrato en cuyo clausulado se elude, por así disponerlo el
propio precepto, una enumeración y descripción de los elementos integrantes de la masa
cuya venta se realiza (bienes, derechos y obligaciones), a diferencia de lo que ocurre en
la venta contemplada en el artículo 1.532 C.c. en la que sí puede haber, por no
prohibirlo expresamente el precepto, una enumeración exhaustiva de los elementos que
encuentra respecto de él en el mismo caso que el vendedor de un derecho o crédito particular por
el artículo 1.460 –correlativo del actual art. 1.529 C.c.-. es por lo tanto aplicable a este artículo
lo que he expuesto en aquel sobre las palabras, ‘a no ser que se haya vendido como dudoso’; y las
leyes romanas allí citadas hablan precisamente de la venta de herencia”.
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componen e integran la globalidad que se enajena107. Posiblemente en este punto resida
el diferente trato que ambos preceptos confieren a la venta en materia de
responsabilidad: pensamos, por tanto, en una venta de herencia sin enumeración y una
venta en globo de un grupo de derechos exhaustivamente enumerados (eludimos, pues,
la comparación entre una venta de herencia y una venta en globo sin enumeración, en
ambos casos, de sus elementos integrantes). Entre ambos casos se pueden apreciar
diferencias, lo suficientemente relevantes como para justificar ese tratamiento legal
diferenciado en materia de responsabilidad. Partimos de la base de que el artículo 1.532
C.c. es aplicable, como hemos venido sosteniendo hasta este momento, a la cesión
onerosa de una globalidad o universalidad de bienes y/o derechos que se transmiten de
manera unitaria, ‘cohesionada’ si se quiere, constituyendo una unidad de destino,
viniendo a ser este precepto, en cierto modo, un supuesto ‘residual’, una especie de
‘cajón de sastre’ en el que tendría cabida todo lo que no fuese venta de herencia,
pudiendo admitirse, siguiendo en este punto a la mejor doctrina, la posibilidad de
integrar en su supuesto de hecho la venta de activo hereditario. Por otra parte, hay que
dejar constancia que el supuesto de hecho contemplado en el artículo 1.531 C.c. está
pensado exclusivamente para le venta de herencia (activo y pasivo) sin enumeración de
sus elementos integrantes.
3.2.- La venta de herencia con enumeración exhaustiva de sus elementos
como supuesto integrado en el ámbito de aplicación del artículo 1.532 C.c.
Llegados a este punto es posible plantear una cuestión clave: la venta de herencia
con enumeración exhaustiva de sus componentes, sin duda excluida del ámbito del
artículo 1.531 C.c., ¿podría integrarse en el supuesto de hecho previsto en el artículo
1.532 C.c.?
107
El legislador, ciertamente, no descarta que en el contrato de venta en globo exista una
enumeración concreta de todos los derechos, rentas o productos que se enajenan (cfr. NAVARRO
PEREZ, La compraventa..., cit., pág. 842; RUIZ-RICO RUIZ. op. cit., pág. 16), lo que se
desprende, sin duda, del segundo inciso de la norma, cuando dice que “no estará obligado al
saneamiento de cada una de las partes de que se componga”.
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Hemos de partir de la base de que la venta de herencia con enumeración
exhaustiva de componentes no puede ser equiparada a una venta normal de varias cosas,
mereciendo un trato especial o diferenciado, cosa que no hace nuestro legislador108.
Nuestra postura, que trataremos de desarrollar a continuación, se va a ubicar en una
posición intermedia entre la que rechaza tajantemente la aplicación del artículo 1.532
C.c. a la venta de herencia y aquella otra que, por el contrario, preconiza su aplicación
sin ninguna cortapisa a dicha venta. En definitiva, defendemos la posibilidad de aplicar
dicho precepto regulador de las ventas en globo y su especial régimen de
responsabilidad a las ventas de herencia con enumeración exhaustiva de bienes,
quedando reducido y limitado el ámbito del artículo 1.531 a la venta de herencia sin
enumeración de tales bienes o elementos integrantes de la herencia. Por supuesto, hay
que dejar claro desde este momento que cuando nos referimos al contrato de “venta de
herencia con enumeración exhaustiva”, nos estamos refiriendo a una auténtica venta de
herencia, es decir, un contrato en que la voluntad de las partes es la de comprar y vender
no determinados elementos activos y pasivos integrados en una herencia, pero
considerados individualmente, sino de la totalidad de bienes, derechos, deudas u
obligaciones que la integran, con la única diferencia, respecto a la venta de herencia
regulada en el artículo 1.531 C.c., de que aquí comprador y vendedor acuerdan, por las
razones que sean, realizar una enumeración y descripción exhaustiva y detallada de cada
uno de los elementos (activos y pasivos) que integran dicha herencia y que se transmiten
108
Compartimos plenamente la visión que de la especialidad de esta modalidad de venta
expresa RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., págs. 30 ss., que se alza contra la opinión mayoritaria de la
doctrina, a nuestro juicio acertadamente, al considerar que se trata de auténtica venta de herencia,
pese a la enumeración exhaustiva o pretendidamente exhaustiva de la totalidad de sus elementos,
rechazando la aplicación a esta venta de la normativa general en materia de compraventa (arts.
1.479.2º, 1.491 y 1.492, así como la normativa general en materia de saneamiento) por tratarse,
según la doctrina, de la compraventa de varias cosas por un precio unitario. Frente a esta postura,
RUIZ-RICO parte de la base de que tal venta no puede ser considerada como una venta normal: “la
diversidad y cantidad de bienes objeto de ella, los problemas a que da lugar en cuanto
alteraciones, mejoras, pago de deudas, pérdidas o deterioros, etc..., imponen un análisis legal
separado del de la venta normal. Y ello aunque se trate de una venta con enumeración exhaustiva
de las cosas que la integran. No por el hecho de la enumeración se van a borrar de un plumazo
todos los problemas que pueden derivarse de un objeto de venta tan peculiar y complejo como
éste... No podemos, pues, decir, que por el hecho de que en el artículo 1.531 no se dé entrada a
esta modalidad de venta de herencia, la intención del legislador sea la de inmediatamente llevarla
al campo de las compraventas normales; máxime si se tiene en cuenta que el artículo 1.531 no es
un precepto definitorio, en cuyo caso sí sería mucho más difícil la catalogación como ventas de
herencia de las ventas con enumeración, sino que regula simplemente la responsabilidad del
vendedor en las ventas hereditarias sin enumeración de cosas”.
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al comprador de ésta109. Varias razones pueden argumentarse en defensa de esta
posición.
Primera.- Existe un criterio literalista que permite incluir la venta de herencia con
enumeración taxativa dentro del ámbito del artículo 1.532 C.c., cual es la existencia de
una precepto específico, el artículo 1.531 C.c., que regula en exclusiva la venta de
herencia “sin enumeración”. Por tanto, es fácilmente deducible que esta venta queda
fuera del ámbito del artículo 1.532 C.c., al existir una norma concreta que la regula de
manera explícita. De ello se deduce ‘a sensu contrario’ que la venta de herencia con
enumeración taxativa de sus componentes debería quedar “absorbida” por el artículo
1.532 que contempla la venta de una globalidad de elementos ligados entre sí por el
hecho de transmitirse como un único objeto de tráfico jurídico, como ocurre con la
venta de herencia con enumeración de elementos integrantes. A esta venta de herencia
con enumeración no le será aplicable, por tanto, ni siquiera por analogía, el artículo
1.531, que sólo contempla literal y concretamente la efectuada sin dicha enumeración,
siendo clara y manifiesta la voluntad del legislador de excluir su aplicación a la venta de
herencia con enumeración. Al legislador le hubiera bastado incluir la venta de herencia
con enumeración exhaustiva en este precepto, limitándose a establecer un determinado
régimen de responsabilidad para aquel que venda una herencia, sin necesidad de
especificar si ésta se realiza con o sin enumeración de sus elementos; por tanto, la
mención expresa a la no enumeración manifiesta de manera explícita la voluntad del
legislador de excluir esta venta del ámbito del artículo 1.531 C.c. cuando tiene lugar la
enumeración de esos elementos. Por otra parte, también nos parece clara, como en su
momento se demostró, que tampoco cabe tratar esta venta con enumeración aplicándole
el régimen jurídico correspondiente a la compraventa de cosa o cosas concretas y
determinadas, en particular en lo que respecta a la responsabilidad del vendedor en
materia de saneamiento. Por tanto, sólo nos queda el artículo 1.532 C.c., en cuanto
109
Excluimos, pues, el supuesto, perfectamente posible, de enajenación onerosa de
elementos concretos y determinados procedentes de una “herencia”, aun en el supuesto de que
constituyan la totalidad de los derechos y deudas que la integran, cuando la voluntad de las partes
no pretende la compra o venta de una herencia. Esta hipótesis no sería una auténtica venta con
enumeración sino una suma o adición de varias ventas normales, aun cuando se formalicen en un
solo documento.
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regulador de la venta de globalidades de bienes y derechos y como prototipo de las
ventas de universalidades o masas de bienes, como el precepto que podría “absorber”
esta venta de herencia con específica enumeración de elementos componentes.
Segunda.- Es evidente que el razonamiento anterior, basado en la literalidad de los
artículos 1.531 y 1.532 C.c., aunque convincente, peca de excesiva generalidad y es
manifiestamente insuficiente, pues no da respuesta a la principal duda que puede surgir
en relación a la aplicación de dichos preceptos a la venta de herencia: ¿por qué a la
venta de herencia sin enumeración de sus componentes se le aplica un régimen de
responsabilidad más atenuado que a la efectuada con tal enumeración? ¿por qué, en el
primer caso, el vendedor no responderá en ningún caso por evicción y sí en el segundo,
aunque se trate de una evicción limitada a la pérdida de la totalidad o la mayor parte de
los bienes integrantes de la herencia vendida con enumeración? En definitiva, se trata de
determinar qué razón lógica justifica el tratamiento más favorable a la venta de herencia
sin enumeración, tratándose de un supuesto prácticamente similar a la llevada a cabo
con enumeración exhaustiva de sus componentes.
Entendemos que si la venta de herencia se realizó sin enumeración de sus
componentes, en tal caso resulta evidente que lo querido por el comprador --y ratificado
por el vendedor-- es, ante todo, la adquisición de una “herencia”, siéndole relativamente
indiferente, o al menos no decisiva, la pérdida de alguno o varios de sus elementos por
falta de titularidad o legitimidad del vendedor, ya que ello no frustra la finalidad última
perseguida por el comprador: ocupar la posición del “heredero”, haciéndolo desde una
perspectiva patrimonial, aunque posteriormente descubra que la herencia adquirida está
integrada por un número distinto, mayor o menor, de elementos que los inicialmente
previstos.
En cambio, cuando se vende un grupo de bienes y/o derechos con enumeración
taxativa de sus componentes (incluyendo una masa hereditaria con dicha enumeración),
en tal caso sí es posible pensar que el legislador quiere imponer al vendedor una mayor
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responsabilidad por la pérdida de algunos de estos bienes110. No se trata, evidentemente,
de una responsabilidad individualizada por la pérdida de todos y cada uno de los
elementos integrantes, dado que se estaría comprando una ‘herencia’ en su estado real,
pero sí de una responsabilidad que se extienda a varios de esos bienes (o, incluso, a uno
solo de ellos, siempre que su valor sea especialmente significativo en relación al todo,
de al menos el cincuenta por ciento del valor de la totalidad). Ese es precisamente el
régimen atenuado de responsabilidad que consagra el artículo 1.532 C.c., más severo,
sin duda, que el establecido para la venta de herencia sin enumeración, pero mucho más
atemperado que el previsto por el Código en la compraventa normal u ordinaria de uno
o de varios bienes, en la que se prevé una responsabilidad individualizada (tanto por
evicción como por vicios y gravámenes ocultos), por la pérdida de cualquiera de éstos,
siendo indiferente cuál sea su valor. El artículo 1.532 C.c. modera la responsabilidad del
vendedor al considerar que en esta venta el comprador, al celebrar el contrato, no está
comprando varias individualidades, sino globalidades o conjuntos de determinados
bienes o derechos, cuyo contenido se ha descrito y enumerado, por lo que, salvo pacto
en contrario, el vendedor sólo asumiría la obligación de garantizar su titularidad sobre el
conjunto o, como mínimo, sobre la mayor parte (ya que en caso contrario se frustraría
para el comprador el fin perseguido con la celebración del contrato, al no coincidir el
objeto comprado con lo realmente recibido, en el caso de ser éste mucho menor de lo
que se creía). En este caso de pérdida de la “mayor parte”, el vendedor sí deberá
responder, aun cuando hubiese obrado de buena fe por desconocer la realidad de los
elementos vendidos, siendo responsable por su ignorancia siempre y cuando la
divergencia entre lo vendido y lo adquirido por el comprador sea realmente sustancial,
entendiéndose por tal, lo reiteramos, la diferencia de valor que afectase, al menos, al
cincuenta por ciento del valor de lo vendido, debiendo tenerse en cuenta que estamos
pensando en “modelos legales” de carácter siempre dispositivo, de un tipo contractual
determinado.
Esto que decimos respecto a la venta en globo (con enumeración), entendemos
que es trasladable también, por las razones indicadas, a la venta de herencia con
110
De hecho, pensamos que si no existiese la norma, el juez debería interpretar las dudas
derivadas de la aplicación del contrato en términos simlares.
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enumeración de sus componentes, pese a que cierto sector de la doctrina patria se
oponga a tal posibilidad111. En consecuencia, la venta de herencia con descripción
taxativa de bienes quedará en el ámbito del artículo 1.532 C.c., siéndole de aplicación su
específico régimen de responsabilidad, siempre y cuando la voluntad de las partes
pretenda la enajenación de una “herencia” como objeto contractual y no de cada uno de
los bienes, derechos y obligaciones que la integran, individualmente considerados,
enumerados exhaustivamente. De ahí que el vendedor no deba responder
individualizadamente por la evicción o vicios ocultos que afecten a cada uno de esos
componentes, como si hubiera tantas ventas como bienes y derechos se transmiten, pero,
en cambio, su responsabilidad deberá ser sensiblemente superior a la exigible en los
supuestos de venta de herencia sin enumeración (de ahí la exigencia de tal
responsabilidad en el caso de evicción de la “mayor parte”, entendiendo por tal, como
hemos venido manteniendo, todo lo que supere el cincuenta por ciento del valor de los
bienes y derechos vendidos). El comprador debe asumir el riesgo de pérdida de alguno
de los bienes descritos, bien por carecer de titularidad sobre ese bien el vendedor, bien
por la existencia en el mismo de graves vicios o defectos ocultos que lo hagan impropio
para su uso. Si bien con el límite señalado del cincuenta por ciento del valor del
conjunto de los bienes integrantes de la globalidad, ya que la pérdida de bienes o
derechos individualizados que no superen en valor ese tope no será exigible al vendedor
dado el riesgo asumido por el comprador al adquirir la herencia, dado el modelo legal de
la venta en globo, conforme al cual el comprador asume el riesgo de que desaparezcan
por evicción algunos bienes del conjunto (herencia, empresa, etc.)112.
En definitiva, se aplicará un régimen de mayor responsabilidad del vendedor en
los casos de venta de herencia con enumeración exhaustiva de sus elementos integrantes
dado que, al enumerar y describir el vendedor tales elementos asume voluntariamente
111
En tal sentido, SCAEVOLA-BONET, Código civil..., vol. cit., págs. 659.660, se
pronuncian así, en relación a la venta en globo, pero curiosamente no dan traslado de este criterio a
las ventas de herencia con enumeración, siguiendo el criterio, en nuestra opinión, erróneo, de que
en éstas hay una venta normal, siendo responsable el vendedor tanto por evicción como por vicios
ocultos que afecten individualizadamente a todos y cada un de los bienes y derechos enajenados.
112
Reiteramos, como ya se ha dicho, que si el objeto de la venta son elementos singulares
de a herencia, aun cuando éstos constituyan la totalidad de la misma, en tal caso, se aplicará el
régimen individualizado de responsabilidad por evicción y por vicios ocultos.
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una mayor carga de responsabilidad frente al comprador. En el supuesto de venta de
herencia sin enumeración, el vendedor sólo se compromete a transmitir una herencia, y
el objeto vendido será herencia aun cuando se pierda alguno o varios de sus elementos,
siempre y cuando los restantes constituyan realmente la “herencia”; de ahí que, en tal
caso, el vendedor sólo deba responder de su condición de tal, de su cualidad de
heredero. En cambio, la enumeración taxativa de los bienes, derechos y obligaciones
que integran la herencia comporta para el vendedor un plus de responsabilidad, ya que
éste, además de vender una “herencia”, está asumiendo un cierto compromiso frente al
comprador en relación a su composición. Es evidente que la realización de un inventario
en el que se enumeren y describan los elementos de la globalidad no es de por sí
garantía suficiente de la titularidad de los bienes descritos, salvo que así se hubiere
previsto expresamente por las partes en el contrato, pero sí supone un cierto
compromiso asumido por el vendedor que le hace ir más allá que en la simple venta de
herencia sin enumeración. Ello justifica, en nuestra opinión, la exigencia de un nivel de
responsabilidad más amplio que el previsto en al artículo 1.531 C.c., si bien esa
responsabilidad no deberá extenderse a la pérdida individualizada de cada uno de los
bienes integrantes de la masa, salvo que se hubiera garantizado expresamente su
presencia en la masa. Sería, pues, una responsabilidad a mitad de camino entre la
prevista en el artículo 1.531 para la venta de herencia sin enumeración y la propia de la
compraventa ordinaria. Este nivel intermedio de responsabilidad se encuentra
establecido por el legislador precisamente en el artículo 1.532 C.c.113.
Tercera.- Por otra parte, y abundando en el criterio que acabamos de exponer, lo
que sí resulta evidente es la imposibilidad de trasladar el régimen de responsabilidad
contemplado en el artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia sin enumeración de sus
113
Del propio tenor literal del artículo 1.532 C.c. se puede deducir tal posibilidad. En
efecto, el inciso segundo del precepto establece que el vendedor “...no estará obligado al
saneamiento de cada una de las partes de que se componga, salvo en el caso de evicción del todo o
de la mayor parte”. Al referirse al “las partes de que se compone” el legislador está aludiendo
posiblemente a la venta de una globalidad con descripción, mediante el correspondiente inventario,
de todo lo que integra esa masa, respondiendo e el caso de que la pérdida afecte a la totalidad o a
una parte sustancial y significativa de lo vendido, como consecuencia de la reivindicación de un
tercero (cfr., en tal sentido, SCAEVOLA-BONET, últ. op. et loc. cits., en relación a la venta en
globo sin enumeración). No parece que esté pensando en una venta sin enumeración de tales
bienes.
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componentes, pues en este caso sería prácticamente imposible determinar el alcance de
la evicción de la “mayor parte” de la herencia. ¿Cómo se calcula el valor de esa mayor
parte de los bienes de la herencia, si éstos no fueron debidamente descritos e
inventariados al celebrarse el contrato, posiblemente por ser desconocida en el momento
de contratar?114. Ante la dificultad evidente de efectuar dicho cálculo, posiblemente la
única solución posible consistiría en realizar un inventario o recuento de los objetos
hereditarios y calcular en base a ello el valor de los mismos al objeto de determinar si se
ha sobrepasado la mitad de su valor conjunto; pero como se ha señalado por algún
autor115, esta respuesta es insatisfactoria, al presentar diversos inconvenientes. Piénsese
que cabe la posibilidad de que la evicción se produzca con tal rapidez que no dé tiempo
al juez a efectuar el necesario recuento de los bienes para determinar si se ha
sobrepasado el límite del cincuenta por ciento del valor del conjunto, a los efectos del
artículo 1.532 C.c. (hay que pensar que puede tratarse de la venta de herencia de un
heredero único, en cuyo caso no han sido necesarias las operaciones particionales típicas
de la pluralidad de herederos, entre las que se incluye el necesario inventario de los
bienes hereditarios). Otro inconveniente, sería que, aunque la evicción tenga lugar tras el
inventario de los bienes que integran la herencia, el vendedor debe conocer de antemano
cuándo está legalmente obligado a responder de la evicción y cuándo no, lo que no
podría ocurrir aplicando el artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia sin enumeración, en
cuyo caso el vendedor no podrá saber por anticipado si ha de responder o no, pues
114
Y en el caso de existir, tal descripción sería meramente ejemplificativa, no siendo
exigible una responsabilidad por la evicción de los bienes descritos, ya que éstos lo han sido sin
ánimo de exhaustividad. Admitir lo contrario supondría admitir una solución que atentaría contra la
necesaria seguridad jurídica, dado el carácter aleatorio de esa enumeración.
115
Vid. RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., págs. 309-311 Este autor señala otros criterios que
permiten deducir la no aplicación del artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia sin enumeración:
así, por un lado, señala la gran dificultad que entraña determinar la composición de la masa, al
efecto de calcular el cincuenta por cieno de la misma, resultando prácticamente imposible calcular,
en estas ventas sin enumeración, esa “mayor parte” del valor económico que prevé dicho artículo.
Pueden , por lo demás aparecer deudas sorprendentes tras la venta, deudas que pueden ser o no
hereditarias, por haber surgido tras la apertura de la sucesión, siendo realmente difícil determinar
su inclusión o no a los efectos del cálculo de esa “mitad”. Señala también que aunque la evicción
tenga lugar tras el inventario de los bienes que integran la herencia, el vendedor debe conocer de
antemano cuándo está legalmente obligado a responder de la evicción y cuándo no, lo que no
podría ocurrir aplicando el artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia sin enumeración, en cuyo caso
el vendedor no podrá saber por anticipado si ha de responder o no pues tendría que esperar a que
se hiciese el necesario recuento de los bienes -antes o después de la evicción, para averiguar si va a
tener o no la obligación de sanear.
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tendría que esperar a que se hiciese el necesario recuento de los bienes --antes o después
de la evicción--, para averiguar si va a tener o no la obligación de sanear. Este serio
inconveniente queda obviado con la tesis que defendemos, conforme a la cual la venta
de herencia sin enumeración queda excluida del ámbito de aplicación del artículo 1.532,
de manera que el vendedor conocerá en todo momento, y con la necesaria anticipación,
cuándo responderá: así, si vendió la herencia sin enumeración, sólo responderá de su
cualidad de heredero, pero si vendió con enumeración, en tal caso lo hará a partir de la
pérdida por evicción del cincuenta por ciento o m ás de los objetos vendidos.
Cuarta.- Existe igualmente un elemento de carácter histórico que permite llegar a
la conclusión citada de que ha de incluirse la venta de herencia con enumeración en el
ámbito del artículo 1.532 C.c. Y es que, en efecto, GARCIA GOYENA, al comentar el
artículo 1.463 del Proyecto isabelino, tras afirmar la procedencia de dicho precepto de
Partida 5, 5, 34, añade un texto que hace evidente la intención del eminente jurista de
incluir la venta de herencia con enumeración en el ámbito de esta norma116. Aunque se
trata de un texto confuso, que incluye una cita del Digesto equivocada, no obstante, de
dicha glosa se pueden deducir ciertos datos que vienen a confirmar nuestra tesis: 1) que
pensaba en la venta de herencia cuando se redactó el artículo 1.463 que da origen al
actual 1.532 C.c., lo que viene a confirmar nuestro criterio partidario de aplicar el
régimen de éste último a la venta de herencia. 2) Por otro lado, la expresión “con
enumeración de las cosas de que se compone”, acredita que el insigne jurista sólo
incluye, en el ámbito del artículo 1.463 del Proyecto, la venta de herencia con
enumerción de sus componentes, debiendo excluirse, por tanto, la venta de herencia sin
116
Como se recordará afirmaba el ilustre jurista: “Alzadamente o en globo: Nisi de
substantia eius affirmaverit, ley 15, titulo 4, libro 18 del Digesto: afirmando en qué consiste la
herencia, enumerando las cosas que la componen, se entienden vendidas estas, y el vendedor
responde siempre de su hecho propio” (subrayado nuestro).Por otra parte, hemos de recordar que
ya en el siglo XVI, GREGORIO LOPEZ, en su Glosa a la citada Ley de Partida, , que, sin duda,
influyó decisivamente en el comentario de GARCIA GOYENA al artículo 1.463 del Proyecto de
1.851, vinculaba estrechamente la venta de herencia con la venta de almojarifazgo y de heredad
(también con ciertas cosas compuestas, aunque haciendo notar la diferencia de régimen entre una y
otra), al decir: “Venditor hereditatis de evictione totius tenetur, sed non de evictione rei
singularis: venditor autem redituum alicuius generalitatis non tenetur nisi total vel maior pars
evincatur: sed venditor domus, navis vel gregis tenetur etiam evictione partis” (subrayado también
nuestro).
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tal enumeración. 3) Por último, la cita romana “nisi de substatia eius affirmaverit”
implica una determinación individualizada de los bienes que se venden.
No obstante, surge una duda en relación a esta glosa de GARCIA GOYENA, de
que, en estos casos, “el vendedor responde siempre de su hecho propio”, lo que podría
conducir a la idea de que en los supuestos de venta con enumeración la responsabilidad
del vendedor se extiende a la pérdida por evicción de todos y cada uno de los bienes y
derechos que constasen en dicha enumeración. Pero ello choca con el propio contenido
del artículo 1.463 del Proyecto, que consagra un régimen específico de responsabilidad
por evicción comprensivo del todo o de la mayor parte. Por otra parte, podría darse el
caso de que la venta en globo sólo enumere y describa parte de los bienes integrantes del
conjunto, no siendo, pues, una enumeración y descripción exhaustiva, en cuyo caso, si
acogiésemos tal responsabilidad individualizada, nos llevaría al absurdo de admitir una
responsabilidad por los bienes descritos e inexistencia de responsabilidad por los no
descritos, lo que evidentemente es una solución carente de apoyo en la propia norma,
que establece un idéntico régimen de responsabilidad en las ventas en globo con o sin
enumeración taxativa de sus elementos.
Sin embargo creemos que esta responsabilidad “por el hecho propio” no se
identifica con los supuestos de evicción, en los cuales la pérdida del bien tiene lugar por
la acción de un tercero (reclamación judicial del bien o derecho por el verdadero dueño),
y no como consecuencia de una conducta reprobable del vendedor. Por lo que, en los
casos de evicción, nada podrá impedir la aplicación del régimen atenuado de
responsabilidad consagrado por el artículo 1.463 (1.532 actual), si el comprador se ve
privado de una parte sustancial de los bienes o derechos adquiridos como consecuencia
de la reclamación judicial de un tercero que, finalmente, vence en el pleito117.
117
Cabe pensar algunas posibles interpretaciones de la expresión “hecho propio” a que hace
referencia GARCIA GOYENA. En primer lugar, considerar que esta expresión hay que entenderla
en el sentido de que el vendedor responderá frente al comprador cuando hubiese ocasionado, como
consecuencia de una conducta negligente o, incluso, dolosa, anterior o posterior a la venta, la
pérdida de alguno o varios de los bienes integrantes de la masa, y enumerados en el contrato, como
sería el caso de que el vendedor celebrase una doble venta de un determinado bien hereditario
(venta de herencia, por un lado, y venta de un determinado bien de esa herencia, a un tercero, por
otro), en cuyo caso el vendedor deberá responder frente al comprador de la herencia por el valor de
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Quinta.- Una última razón justifica la aplicación del artículo 1.532 C.c. a la venta
de herencia con enumeración taxativa de sus elementos componentes. Partiendo, pues,
de la base de que este precepto es de aplicación, en general, a la venta en globo con
enumeración, cabría plantearse cuál es el régimen aplicable a las ventas en globo sin
enumeración de los componentes de la globalidad. A ello responde la propia literalidad
del precepto, que establece, en la práctica, dos regímenes de responsabilidad
diferenciados, pues no hemos de olvidar que, junto a la obligación del vendedor de
responder por la evicción del todo o de la mayor parte, la norma, en su primera parte,
establece igualmente la regla de “la legitimidad del todo en general”, que, en nuestra
opinión, es la responsabilidad que puede exigirse del vendedor en los supuestos de
ventas en globo sin enumeración, debiendo incluirse bajo esta responsabilidad la
derivada de la venta de activo hereditario sin enumeración, que es un supuesto de venta
en globo y no de herencia (en caso de enumeración de los elementos de ese activo sería
aplicable la regla del inciso segundo del artículo 1.532 -evicción del todo o de la mayor
parte-). De esta forma, realmente se llega a una solución similar a la que resultaría de
aplicar a estas ventas en globo sin enumeración la consecuencia prevista para la venta de
herencia sin enumeración en el artículo 1.531 C.c.: en ambos casos, el vendedor
responderá por el todo (por la cualidad de heredero, en la venta de herencia; por la
legitimidad del todo, en la venta en globo sin enumeración). Admitiendo esta
interpretación, obviamos los inconvenientes, ya comentados con anterioridad, de
trasladar el régimen del artículo 1.532 C.c. a la venta de herencia sin enumeración, lo
ese bien concreto vendido a un tercero, así como por los daños y perjuicios que le haya podido
ocasionar, aun tratándose de una venta de herencia sin enumeración. En estos casos no cabe hablar
de evicción, sino de responsabilidad contractual del vendedor por incumplimiento, por lo que no
será de aplicación el artículo 1.463 (1.532 C.c.).
Una segunda interpretación que cabe hacer de la expresión “hecho propio” sería la de hacer
responsable al vendedor de una globalidad -en este caso una herencia, con o sin enumeración de
sus elementos componentes-, siempre que el vendedor se hubiese comprometido con el comprador
a garantizarle una determinada composición de la globalidad (por ejemplo, asegurando al
comprador un montante aproximado), produciéndose finalmente una gran discordancia entre la
composición contractual de esa herencia o globalidad de bienes y su composición real. Pero
realmente, en este caso nos encontramos ante un simple pacto en el que el vendedor asegura un
valor aproximado, comprometiéndose a responder por él. Estamos, pues, ante un acuerdo,
perfectamente válido en el marco de la autonomía de la voluntad de las partes, de sustituir el
régimen de responsabilidad del artículo 1.532 por un régimen más severo que amplía la
responsabilidad del vendedor.
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que ha sido preconizado por algún sector de la doctrina patria. Entre estos
inconvenientes destaca, principalmente, el de que dicha aplicación supondría prescindir
de un precepto -el artículo 1.531C.c.-, que quedaría convertido en una norma carente de
sentido, residual e inaplicable en la práctica, o, incluso, tácitamente derogada por el
artículo siguiente, lo que evidentemente no es el caso. Por otro lado, es también evidente
que el artículo 1.532 C.c. regula y se aplica también a las ventas en globo con
enumeración taxativa de elementos, no siendo lógico aplicar a estas ventas el mismo
régimen que el previsto para las ventas en globo sin enumeración, cuando lo razonable
es establecer, cosa que hace este precepto, un cierto agravamiento de la responsabilidad
del vendedor en estas ventas con enumeración, al asumir éste un cierto compromiso,
frente al comprador, respecto a la composición de la globalidad vendida. Eso es
precisamente lo que hace el artículo 1.532 C.c., al establecer dos niveles distintos de
responsabilidad, siendo aplicable el primero de ellos (legitimidad del todo) a las ventas
en globo sin enumeración taxativa de elementos, y la responsabilidad por evicción del
todo o de la mayor parte, exigible en la venta en globo con enumeración de exhaustiva
de elementos componentes, incluyendo la venta de herencia con enumeración, debiendo
regirse, por el contrario, la venta de herencia sin enumeración de componentes por su
propia norma (artículo 1.531 C.c.).
Esta interpretación que defendemos permite explicar la convivencia de distintos
regímenes de responsabilidad en el artículo 1.532 C.c., y justifica la existencia de una
responsabilidad por la legitimidad del todo diferenciada de la responsabilidad por
evicción del todo o de la mayor parte prevista en el inciso segundo del precepto, que, de
no ser así, sería un precepto contradictorio en caso de aplicar ambos tipos de
responsabilidad a un mismo supuesto de hecho118. En definitiva, se trata de un precepto
que contiene dos normas aplicables a distintos supuestos, sin que ello signifique que el
118
Esta postura viene a ser ratificada por el comentario del propio GARCIA GOYENA al
artículo 1.463 del Proyecto isabelino, pues, tras indicar que el citado artículo tiene su origen en un
texto de Partidas, añade que el primer inciso de dicho artículo se refiere sólo a las ventas en globo
sin enumeración, al decir: “En este caso es el derecho en globo a todas las rentas el que se vende
sin enumerarlas, y no ninguna de ellas en particular: del derecho, pues, o título en general, debe
responder el vendedor, no de ésta u otra renta que pueda salir incierta”. A continuación, añade el
ilustre jurista, como ya hemos visto, a la venta de herencia (y en globo) con enumeración de
elementos componentes, matizando, de esta manera, el régimen de responsabilidad del inciso
primero.
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artículo 1.532 C.c. contiene dos mandatos diferentes pensados para regular diversos
supuestos de hecho también diferentes y de diverso alcance, estando pensada la primera
parte (legitimidad del todo) para el supuesto de que el vendedor no fuese titular de la
globalidad vendida, y la segunda parte (evicción del todo o de la mayor parte) para el
supuesto de que el vendedor no fuese titular de parte de los bienes y derechos
integrantes de la globalidad. En tal sentido, mostramos nuestra plena conformidad con la
tesis de que el ámbito de aplicación de ambos incisos del precepto es coincidente, si
bien el primer inciso contendría el mandato general, constituyendo la segunda parte una
“especificación” de la primera, referida a una modalidad específica de venta en globo, la
efectuada con enumeración de sus elementos.
Llegados a este punto, y una vez analizadas la diversas razones que justifican la
inclusión de la venta de herencia con enumeración taxativa de sus elementos
componentes, podemos concluir afirmando que la inclusión de la venta en globo en el
ámbito del artículo 1.532 C.c. explica su colocación sistemática entre otros preceptos
que regulan específicamente la venta de herencia (sin enumeración), frente a la opinión
contraria de un sector de la doctrina que ha reprochado al legislador la carencia de
técnica legislativa en relación con este artículo, censurando la falta de homogeneidad
que guarda con el artículo anterior y los posteriores, y criticando sobre todo su
colocación sistemática, intercalado entre otros preceptos que regulan la venta de
herencia, institución ésta que, según dichos autores, queda totalmente fuera del ámbito
de aplicación del artículo 1.532 C.c., de manera que este artículo se presenta como una
norma extraña entre otras que regulan una institución absolutamente ajena a su
contenido y ámbito119.
119
Cfr., GARCIA CANTERO, Comentario..., Tomo XIX, cit., pág. 732, comentando los
artículos que regulan la venta de herencia, dice: “Viene a intercalarse además el artículo 1.532,
que agrupa hipótesis en parte ya tratadas en otros lugares (venta alzada o a precio alzado:
artículo 1.471, relativo a inmuebles; 1.479, relativo a conjuntos de cosas en general; venta de
animales) con otras nuevas (venta en globo), y del que asimismo se duda si resulta o no aplicable
a la venta de herencia. Es, por tanto, una razón negativa -falta de coherencia con el resto del
capítulo- la que justifica su tratamiento y comentario conjunto...”. En parecidos términos,
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 23-24, que afirma que este precepto está, en su
opinión descolocado, debiendo de enumerarse como artículo 1.531 o 1.534, esto es, antes o
después de la regulación de la venta de herencia, ya que considera que este precepto nada tiene que
ver con dicha venta.
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Nosotros creemos, por el contrario, que la colocación sistemática del artículo
1.532 C.c. es correcta precisamente por abarcar en su ámbito de aplicación a la venta de
herencia con enumeración de sus componentes, lo que ha llevado a considerar que entre
estos dos tipos de venta (venta en globo y venta de herencia sin enumeración) existe una
relación de especie a género, siendo la especie la venta de herencia y el género la venta
en globo, género que incluiría, junto a la venta de herencia con enumeración otra serie
de situaciones, bastante heterogéneas entre sí. Por tanto, el artículo 1.532 abarca un
conjunto amplio de supuestos distintos a la venta de herencia del artículo 1.531, como
sería el caso de la venta de determinados bienes, derechos, rentas o productos, de
procedencia no necesariamente hereditaria, e independientemente de que exista o no
enumeración de los mismos, pero al incluir la venta de herencia con enumeración
establece una estrecha relación y vinculación con la venta de herencia sin enumeración
del artículo 1.531, que sería, pues, una especie de la venta en globo que recibe un
tratamiento autónomo por parte del legislador.
3.3.- Observaciones finales acerca de la venta de herencia con enumeración:
inadecuación del modelo codificado.Hemos expuesto nuestro criterio acerca de la aplicación del artículo 1.532 C.c. a la
venta de herencia con enumeración de sus elementos integrantes. No obstante, hemos de
hacer unas consideraciones y matizaciones críticas finales al respecto.
La mayor duda que puede plantearnos la venta de herencia con enumeración de
sus elementos integrantes es la relativa a qué ocurre si la enumeración realizada por el
vendedor de la herencia (o de la globalidad, en general) no es exhaustiva. Este problema
se lo ha planteado la doctrina italiana al estudiar la venta de herencia. Ahora bien, hay
que matizar que las soluciones dadas por dicha doctrina tienen para nosotros un valor
relativo, dado que en su Ordenamiento no se conoce la venta en globo tal cual la
contempla y concibe el legislador español, regulando simplemente la universalidad de
bienes muebles con carácter general, sin contemplar su circulación, como ya hemos
tenido ocasión de ver ‘supra’. Los tratadistas italianos, al abordar el problema de la
venta de herencia con enumeración de sus componentes, ha llegado a diversas
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conclusiones, a veces contradictorias. En efecto, para ellos una eventual especificación y
descripción de los elementos integrantes de la herencia puede dar lugar a diversas
hipótesis, dependiendo de la voluntad de las partes, y deducible de la interpretación del
contrato. Así, en primer lugar, para un sector de la doctrina de aquel país, la
enumeración (y descripción) de los componentes de la herencia puede tener una función
meramente ejemplificativa y no exhaustiva (de ‘demonstratio’), en cuyo caso tendrá un
carácter accesorio o no esencial respecto a la especificación individualizada de los
derechos vendidos lo que, por el contrario, exige una enumeración taxativa: en tal caso,
tal compraventa escaparía de la venta de herencia para pasar a ser una compraventa
ordinaria120. También se ha afirmado que la especificación o enumeración se efectúa
siempre a mero título ejemplificativo, por lo que no se pretende excluir todos los
restantes bienes que pertenezcan al patrimonio del ‘de cuius’: en tal caso no cambia la
naturaleza del contrato ni el tipo de garantía del vendedor ex artículo 1.542 del Codice
civile, análogo a nuestro artículo 1.531 C.c.121. También se ha afirmado que la
enumeración sirve para asegurar al comprador que los bienes enumerados y descritos
pertenecen a la herencia, en cuyo caso el vendedor responde por ellos no sólo de su
cualidad o condición de heredero, sino también responderá por evicción y vicios ocultos
de los diversos bienes descritos122, así como de la responsabilidad por culpa.
Esta última línea de pensamiento es la que nos parece más próxima a la realidad
de la venta de herencia con enumeración en nuestro Ordenamiento. No obstante, se hace
preciso matizar que la no exhaustividad de la enumeración realizada por el vendedor
puede responder a varias razones. En primer lugar, puede estar motivada por la propia
voluntad de las partes que han acordado llevar a cabo una enumeración simplemente
ejemplificativa e indicativa de la composición de la masa. En tal caso, las partes son
conscientes, porque así lo han querido, de que la herencia está integrada por otros bienes
120
Vid. FEDELE, La compravendita dell`eredità, 2ª edc., Torino, 1.977, pág. 98 ;
GRECCO y COTTINO, De la vendita, en Commentario del Codice Civil a cura di Scialoja y
Branca, 2ª edc., 1.981, pág. 426 ; RUBINO, op. cit., ágs. 146 ss.
121
RUBINO, op. cit., pág. 149 ; BIANCA, La vendita e la permuta, en Trattato di Diritto
Civile Italiano (dir. por VASSALLI), Vol. 7º, Tomo 1º, Torino, 1.972, pág. 204 ; FEDELE, op.
cit., pág. 98.
122
RUBINO, op. cit., ágs. 149.
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y derechos no incluidos en la enumeración. En tal hipótesis estaríamos ante una venta de
herencia sin enumeración exhaustiva, a la que se aplicaría el régimen previsto en el
artículo 1.531 C.c.
Lo que ocurre en la práctica es que resulta poco frecuente que las partes se limiten
a enumerar ciertos bienes y derechos integrantes de la herencia con un simple carácter
ejemplificativo y sin otra finalidad complementaria. Realmente, si el comprador exige al
vendedor que enumere determinados y concretos bienes o derechos de la masa es porque
quiere destacar y resaltar la importancia que para él tiene la inclusión de esos específicos
bienes enumerados, queriendo asegurarse que pertenecen a la herencia, en cuyo caso la
enumeración adquiere el carácter de garantía complementaria prestada por el vendedor
acerca de la composición de la herencia, al menos en relación a los bienes y derechos
descritos. En definitiva, el comprador eleva a la categoría de causa o base del negocio la
inclusión en la herencia de determinados y específicos bienes, de manera que no la
compraría en caso de que estos bienes y derechos no formasen parte de la misma. En
este caso, la responsabilidad del vendedor es no sólo manifiestamente superior a la del
vendedor de herencia sin enumeración, sino que, incluso, sobrepasa los límites de la
responsabilidad del vendedor previstos en el propio artículo 1.532 C.c., para hacerle
responsable de la pérdida (por evicción o vicios ocultos) de todos y cada uno de estos
bienes concretos enumerados a instancias o exigencia del comprador. En definitiva,
estimamos conveniente, para asegurar ese carácter de base del negocio, que la inclusión
de esta enumeración de bienes vaya acompañada de la inclusión en el contrato de una
cláusula que contenga una declaración o manifestación del comprador en la que éste
exprese el carácter esencial que para él tiene la inclusión en la masa de los bienes que se
especifican y enumeran en el inventario adjunto al propio contrato. Igualmente, será
conveniente que el vendedor garantice, mediante una manifestación expresa, que tales
bienes forman parte integrante de la herencia objeto de venta.
Cuestión distinta es que la enumeración pretenda ser exhaustiva y no lo sea
realmente por aparecer nuevos bienes o, lo que será más frecuente, por no pertenecer a
la herencia algunos de los enumerados o por aparecer nuevas deudas no descritas ni
contempladas en la masa. Esta cuestión la abordaremos con detalle más adelante en
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relación a la venta en globo, si bien adelantamos nuestro criterio de que en tal caso
estamos ante una venta en globo del artículo 1.532 C.c. y no ante una venta de herencia
sin enumeración al ser la voluntad de las partes la de incluir una enumeración
exhaustiva, que resulta no serlo por razones ajenas a la voluntad de ambos contratantes
o, al menos, de uno de ellos. En este caso, la responsabilidad del vendedor de la
globalidad será la prevista en el artículo 1.532 C.c., respondiendo exclusivamente de la
legitimidad del todo en general o de la evicción que afecte a la totalidad o a la mayor
parte de los bienes y derechos que integran la masa.
Llegados a este punto, se hace preciso adelantar nuestro criterio, como tendremos
ocasión de desarrollar en próximos capítulos, de que el modelo establecido por el
legislador en el artículo 1.532 C.c. es manifiestamente insuficiente o inadecuado, al no
contemplar la posible extensión de la responsabilidad del vendedor a los vicios ocultos
que afecten a los bienes de la masa, limitando la responsabilidad del vendedor al
saneamiento por evicción. Más adelante expondremos nuestro criterio al respecto, si
bien desde ahora adelantamos que, a nuestro juicio, el vendedor también es responsable
de tales vicios.
Igualmente entendemos que la expresión “mayor parte” a que hace referencia el
legislador no debe interpretarse en sentido rigorista, como un 50 % matemáticamente
exacto, sino como una “parte considerable”, que puede ser inferior a ese 50 %. Por otra
parte, tampoco aclara el precepto el criterio a seguir para considerar perjudicada la
“mayor parte” cuando el vicio o la evicción afecta a un elemento (o varios) de la masa
que, cuantitativamente tienen un valor inferior a esa mitad, pero cualitativa o
funcionalmente tienen un valor fundamental para el comprador, que no habría adquirido
la globalidad sin tales bienes. Es evidente que el criterio funcional debe prevalecer sobre
el meramente cuantitativo.
Aunque más adelante abordaremos el régimen de responsabilidad contemplado en
el artículo 1.532 C.c., lo afirmado nos permite adelantar nuestro criterio de que el
modelo codificado es realmente insuficiente para hacer frente no ya a la problemática
que plantea la venta de herencia con enumeración taxativa de sus componentes, sino, en
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general, la venta de toda universalidad de bienes y, en especial, la venta de empresa. Se
trata de un régimen que se ha quedado manifiestamente anacrónico, lo que no impide
que este precepto pueda ser objeto de una interpretación extensiva y ajustada a la
realidad social del momento en que se ha de aplicar. Por esta vía interpretativa
podremos tratar de adecuar el citado precepto a las necesidades de la venta en globo o
de universalidades en el actual y complejo tráfico jurídico.
Estas observaciones no son otra cosa que una primera aproximación al problema
básico que presenta la regulación jurídica del régimen de responsabilidad del vendedor
en la venta en globo. Como ya pusimos de relieve al analizar los orígenes históricos de
la institución, el origen remoto de la norma hay que buscarlo en una determinada Ley de
Las Partidas y responde a unos determinados intereses de clase, al ser ésta una norma
especialmente protectora de los intereses de la nobleza feudal, la cual se vio obligada
por sus necesidades de liquidez en una coyuntura de crisis del modo de producción
feudal, viéndose obligada a vender sus heredades, rentas feudales, así como los
gravámenes e impuestos que explotaban, a quienes tenían dinero y ansias de
ennoblecimiento, esto es, a los miembros de la incipiente burguesía urbana que
accedían, de este modo, al control de ciertos bienes de producción, lo que les facilitaba
su ulterior acceso a la nobleza.
Lo cierto es que el legislador decimonónico mantiene esta concepción
especialmente protectora de los intereses del vendedor, en detrimento claro y manifiesto
de los intereses del comprador de la globalidad, equiparando la venta en globo con la
venta de herencia en cuanto al régimen de responsabilidad del vendedor. Desconocemos
las razones profundas que movieron al legislador decimonónico a adoptar este régimen.
Posiblemente la causa haya que buscarla en el hecho de que concibiera la venta en globo
como la venta de un conjunto homogéneo de derechos, lo que, como hemos podido ver,
no responde a la realidad de la institución. También podría explicarse en el hecho de que
ese legislador concibiera la venta en globo como un contrato aleatorio, como lo es la
venta de herencia sin enumeración, no siendo consciente de que el vendedor tiene –o
puede tener-- un perfecto conocimiento del contenido de la globalidad que transmite. Lo
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que se manifiesta claramente en el supuesto de la venta en globo con enumeración de
sus componentes, en la que el álea’ prácticamente desaparece.
En consecuencia, nos encontramos ante una norma que establece, a nuestro juicio,
un evidente desequilibrio en favor de los intereses de una de las partes, sin que existan
razones de peso que lo justifiquen en la actualidad. Ello explica que, al tratarse de una
norma dispositiva, en la práctica –en especial en el caso de venta de empresas--, se
pacten determinadas cláusulas de garantía en favor del comprador, que permiten superar
el régimen obsoleto que establece el artículo 1.532 C.c.
Lo expuesto no impide que consideremos razonable que, en la venta en globo, se
limite o atenúe la responsabilidad del vendedor, dado que sería antieconómico que se
pudiese exigir a éste su responsabilidad por la pérdida –material o jurídica-- de uno o
varios elementos de la masa de escasa entidad cuantitativa y funcional, lo que no es
óbice para que consideremos excesivo el grado de exoneración de responsabilidad que
establece este precepto que genera un desequilibrio injusto en las obligaciones y
responsabilidades de las partes.
4.- LA ADQUISICION DE LOS BIENES INTEGRANTES DE LA
GLOBALIDAD.Uno de los temas que presenta un mayor interés en relación a la venta en globo de
una universalidad de bienes y derechos es, sin duda, el relativo a las condiciones que
deben cumplirse para que el comprador de la globalidad pase a convertirse en titular de
todos y cada uno de los bienes y derechos que la integran. En principio, nuestro
legislador no ha dedicado precepto alguno a regular, de manera específica, los requisitos
y momento concreto en que el comprador adquirirá la titularidad de los derechos y
bienes de conforman la globalidad, por lo que cabría pensar que el sistema de
adquisición en esta compraventa no ha de diferir del sistema general que consagra el
Código civil en los artículos 1.462 a 1.464 para la compraventa normal u ordinaria, de
lo que cabe inferir que los derechos y bienes integrantes de la globalidad vendida
pasarán a manos del comprador cuando, junto al ‘título’ o contrato celebrado, se lleve a
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cabo la entrega o ‘traditio’ (modo), que podrá tener lugar en cualquiera de las
modalidades previstas en los citados artículos, de cada uno de los bienes y derechos que
integran la totalidad123.
Admitir, por tanto, la tesis mayoritaria seguida por la doctrina comporta que la
propiedad y demás derechos reales sobre los bienes y derechos que integran la
globalidad no se adquirirán necesariamente por el comprador de una sola vez, de manera
simultánea, sino que podrá tener lugar en diversos momentos, a medida que se vaya
produciendo la entrega de cada uno de los elementos individualizados, entrega que
puede acaecer en una sola fase, simultáneamente, o de manera escalonada, en diversos
momentos sucesivos, de manera escalonada. Habrá que tener en cuenta las diversas
modalidades de elementos que integran la masa. Así, en el caso de los derechos de
123
Así se manifiestan MANRESA-BLOCH, Comentarios al Código civil..., Xº, vol. 1º, cit.,
págs. 551 y 552, que defienden que “nuestro Código no dice en ninguno de los artículos del
Capítulo 7º, que comentamos, cuándo se perfecciona el contrato de cesión ni en qué momento se
entiende transmitida la propiedad del derecho, crédito o acción qe se ceda, y no lo dice porque,
como este capítulo 7º es parte del título de la compra y venta, se refiere a una compra y venta
especial, es visto que, en todo aquello en que expresamente no se consigne una desviación o una
derogación, habrá que estar a lo que de compra y venta el Código tiene dicho en los artículos
anteriores. Por lo tanto, como nuestro Derecho no admite la doctrina de la transmisión de la
propiedad por el mero consentimiento, sino que limita el efecto de la concurrencia de voluntades
a la producción del estado de perfección, en el contrato de cesión de derechos entenderemos,
como en la compra y venta ordinaria, que está perfecto cuando, a tenor de lo dispuesto en el
artículo 1.450, las partes hubiesen convenido en la cosa (que aquí es el crédito, derecho o acción)
y el precio, aunque ni la una ni el otro se hayan entregado. El dominio , el derecho real, sólo se
deriva de la entrega, y si queremos saber el momento en que el derecho cedido pasa en realidad
del patrimonio jurídico del cedente al del cesionario, tendremos que acudir a los preceptos que
regulan la entrega y que hemos estudiado ya en el artículo 1.462 y siguientes. En esos artículos,
no solamente se trata de la tradición de las cosas corporales, sino también de la llamada ‘cuasi
tradición’. Los bienes incorporales, vienen a decir en sustancia esos preceptos, se entienden
entregados desde que se otorga la escritura, a no ser que de la misma se dedujese claramente lo
contrario, y cuando no media escritura, desde que se pongan en poder del comprador los títulos
de pertenencia, o desde que el dicho comprador comience a usar su derecho, consintiéndolo el
vendedor”. También sigue esta opinión BADENES GASSET, op. cit., pág. 1.064 ss.; NAVARRO
PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 111-116; IDEM, La cesión..., cit., págs. 103-110. Este último
es especialmente explícito al consignar (Ventas alzadas..., cit., pág. 112), en relación a la cesión de
globalidades de derechos que “nosotros disentimos de los que opinan que la globalidad de
derechos se transfiere por simple perfección del negocio que es causa de la cesión. Los contratos
en nuestro sistema positivo son únicamente generadores de obligaciones entre las partes, nunca
traslativos del dominio. Para que éste se entienda transmitido es necesaria la tradición, la entrega
de la cosa. La perfección del contrato sólo genera la obligación de entregar. Y no hay norma en
el Código civil que dé a entender lo contrario para el caso las ventas alzadas y cesión de
globalidades. En efecto, en ningún precepto dedicado a esta clase de cesiones se establece la
derogación del sistema transmisivo conocido por teoría del título y el modo. Antes bien, hay que
entenderlo exigido en la cesión, de acuerdo con la serie de preceptos que a lo largo del Código lo
imponen con carácter de generalidad (arts. 609, 1.095, 1.461, 1.462, etc.)”.
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crédito incluidos en la globalidad, como ha defendido la mejor doctrina124, bastará con
la simple celebración del contrato (aquí la simple celebración de la venta alzada o en
globo) para que se consideren transmitidos. Además, la aceptación de este criterio
mayoritario conllevará la admisión de cualquiera de las formas de ‘traditio’ consagradas
en los artículo 1.462 a 1.464 del Código civil, lo que supone que la ‘traditio’ podrá
verificarse no sólo con la entrega material de la cosa, sino que también serán plenamente
admisibles las otras formas de entrega, como la simbólica, la consensual (si así se
pactó), la ‘traditio brevi manu’ o el ‘cosntitutum possesorium’ o, finalmente, la propia
entrega instrumental u otorgamiento de escritura pública notarial, en cuyo caso bastaría
con la escritura pública de venta de la totalidad de determinados derechos, rentas o
productos para que se entienda producida la transmisión y adquisición de todos y cada
uno de los elementos integrantes de la globalidad, sin que sea preciso, en consecuencia,
el otorgamiento de una escritura pública individualizada para cada uno de esos bienes y
derechos concretos, por lo que un único otorgamiento supondrá la entrega de la totalidad
de los bienes de la universalidad. No obstante, hemos de matizar que deberán
especificarse en la escritura pública de venta los diversos elementos y bienes concretos
que integran la masa, pues de otro modo este sistema transmisivo podría ser fraudulento,
especialmente a los efectos fiscales.
No obstante, esta postura mayoritaria en relación a la adquisición de los bienes y
derechos integrantes de la globalidad, presenta ciertos inconvenientes de difícil
solución, por lo que, a nuestro juicio, puede ser refutada. En primer lugar, no hay que
olvidar que el artículo 1.532 C.c. se halla encuadrado dentro del Capítulo VIIº dedicado
a la “Transmisión de créditos y demás derechos incorporales”, y dado que en este
Capítulo el legislador se limita a regular la cesión de créditos, normales (artículos 1.526
a 1.530) o litigiosos (artículos 1.535 y 1.536), la venta de herencia (artículos 1.531,
1.533 y 1.534) y la venta en globo, ello nos lleva a la conclusión de que los “demás
derechos incorporales” a los que hace referencia el encabezamiento de este Capítulo se
refiere a la venta de herencia y a la venta en globo de la totalidad de ciertos derechos,
124
Vid. DIEZ-PICAZO, Fundamentos..., IIº, cit. pág. 816; PANTALEON PRIETO,
“Cesión..., cit., págs. 1.059 a 1.064; GAVIDIA SANCHEZ, La cesión de créditos. Sistema
español..., cit., págs. 198-207.
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rentas o productos, lo que nos hace considerar que el legislador se está refiriendo, bajo
la denominación de “derecho incorporal”, tanto a la herencia como a la globalidad de
bienes y derechos susceptibles de venta en globo, con independencia de que tanto la
herencia como la globalidad puedan estar integradas por elementos tanto incorporales
como corporales125. En definitiva, el legislador parece concebir la globalidad o
universalidad que se transmite como un derecho incorporal, con independencia de su
específica composición. De ello, cabe inferir la necesaria conexión entre la globalidad
(derecho incorporal) que se vende y las formas de traditio contempladas
específicamente en el artículo 1.464 C.c., regulador de las diversas formas de traditio de
“bienes incorporales”, dentro de los cuales habría que incluir sin duda a los referidos
“derechos incorporales”126. De este modo, a la venta en globo sólo le serían de
aplicación los modos específico de ‘traditio’ contemplados en el artículo 1.464.
En este punto se hace preciso destacar que el Código civil establece en este
precepto la regulación de la ‘traditio’ de los bienes incorporales enajenados, resultando
aplicable este precepto a la cesión de derechos en general127. Del artículo 1.464 C.c. se
desprende que son tres las formas de entender entregado el derecho vendido
(cuasitradición): el otorgamiento del contrato en escritura pública (art. 1.462.2º C.c., al
que se remite el artículo 1.464, pr.), la puesta de los títulos de pertenencia en poder del
cesionario y el uso que haga de su derecho el propio comprador con el consentimiento
125
Máxime si tenemos en cuenta que la propia ley, en el artículo 1.464 C.c., está
catalogando ambas modalidades de venta (de herencia y en globo), en cuanto ventas de bienes y
derechos considerados en su conjunto, como un bien o derecho incorporal, al menos a los efectos
de entrega o ‘traditio’, de lo que se deduce que el Código se decanta, en principio, por un
tratamiento unitario, y no individualizado, de los diversos elemento que componen ambas
globalidades, en lo que hace referencia a la cuestión de la adquisición por ‘traditio’ (título y modo)
de la propiedad o demás derechos reales existentes sobre ellas.
126
Vid. en tal sentido, GARCIA CANTERO, “Comentario al artículo 1.464 C.c.”, en
Comentario del Código civil, Mº de Justicia, Tomo IIº, cit., pág. 914, que remite expresamente a
los artículos 1.531 y siguientes del Código civil (dedicados, como sabemos a la venta de herencia y
a la venta en globo), cuando se refiere a la ‘traditio’ de los bienes incorporales. Vid., igualmente,
RUIZ RICO RUIZ, op. cit., pág. 192.
127
En tal sentido, la STS de 17 de junio de 1.941 (R.751) consideraba la cesión de créditos
como una compraventa especial por razón del objeto, teniendo declarado que “en atención a que
en el contrato de cesión de derechos lo que se transmite es un bien incorporal su entrega ha de
entenderse realizada de conformidad con el art. 1.464 del nombrado Código, desde el
otorgamiento del contrato...”. En el mimo sentido, esta misma línea es seguida por la
Jurisprudencia más reciente (STS. 22 de diciembre de 1.986 [R.7795]).
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del cedente. Podemos, por tanto, deducir la existencia de tres tipos de cuasitradición: a)
La ‘traditio’ instrumental, mediante el otorgamiento de escritura pública128. La doctrina
mayoritaria considera que esta ‘traditio’ será admisible para la transmisión de aquellos
derechos reales que no lleven aneja la facultad de uso y disfrute sobre la cosa misma129.
b) La ‘traditio’ documental, consistente en la entrega de los títulos de pertenencia del
derecho130. c) Por último, el Código confiere la misma eficacia de tradición al uso
consentido por el vendedor que realice el comprador del derecho enajenado, lo que
implica que para que haya tradición basta que el accipiens pueda hacer uso de ese
derecho, no siendo preciso el uso efectivo, que ya no depende del tradens131. La doctrina
mayoritaria, a la que seguimos, se pronuncia, en relación a la cesión de créditos y demás
derechos incorporales no poseíbles, en favor de considerar que la entrega o ‘traditio’ no
es necesaria para la adquisición de los derechos por el cesionario132. No obstante, un
sector minoritario de la doctrina se muestra contrario a esta ‘communis opinio’,
128
Como es sabido, se denomina comúnmente ‘traditio’ instrumental a la entrega de la cosa
que se opera mediante el otorgamiento de escritura pública, si bien existen ciertos
pronunciamientos jurisprudenciales que la califican de ‘simbólica’ (STS. 18 diciembre de1.990 [R.
10285]) o como ‘constitutum possessorium’ (STS. 9 noviembre 1.971 [R.4804]).
129
Vid., en
Hipotecario, Tomo
1.999, pág.107; del
Derecho Civil, IIIº
1.991, pág. 238.
tal sentido, PEÑA BERNALDO DE QUIROS, Derechos Reales. Derecho
Iº (Propiedad y derechos reales, excepto los de garantía), 3ª edc., Madrid,
mismo criterio, LACRUZ BERDEJO-SANCHO REBULLIDA, Elementos de
(Derechos Reales), vol.1º (Posesión y propiedad), 3ª edc. rev., Barcelona,
130
Vid., por todos, PEÑA BERNALDO DE QUIROS, Derechos Reales..., cit., págs.106107. LACRUZ BERDEJO-SANCHO REBULLIDA, últ. op. et loc. cits., piensan que esta traditio
es, en nuestro Código, una forma de entrega “puramente simbólica” y es por ello por lo que el
artículo 1.464 la concreta a los bienes susceptibles de tradición real.
131
GARCIA CANTERO, comentando este artículo 1.464 en “Comentario a los arts. 1.4451541 C.c.”, en Comentario del Código Civil (Mº Justicia), IIº, cit., pág. 914, indica que esta
modalidad de tradición “probablemente... no constituye una modalidad autónoma de entrega, sino
un medio de facilitar la cuasi-tradición dadas las dificultades prácticas casi insuperables, de
realizar la entrega efectiva del derecho vendido”.
132
Vid., por todos, PANTALEON PRIETO, “Cesión..., cit., págs. 1.060-1.062; DIEZPICAZO, Fundamentos..., IIº, cit., pág. 806; MADRIDEJOS SARASOLA, La cesión..., cit., pág.
390; GAVIDIA SANCHEZ, La cesión..., cit., págs. 198 ss.; BORREL, Compraventa, Barcelona,
1.952, págs. 191 y 192; GONZALEZ POVEDA, “Comentario a los artículos 1.526-1.536 C.c.”, en
Comentario del Código civil (coord. por SIERRA GIL DE LA CUESTA), Tomo 7º, Barcelona,
2.000, pág. 498; DE CASTRO FERNANDEZ, “La cesión de créditos en general y la subrogación
en los préstamos hipotecarios”, en AAVV, Derecho de Obligaciones (dir. por CORBAL
FERNANDEZ), Consejo General del Poder judicial, Madrid, 1.996, págs. 265 y 266;
O´CALLAGHAN, Código civil..., cit., pág. 1.468.
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admitiendo la aplicación de la teoría del título y modo a la transmisión de los derechos
incorporales133.
En este punto hemos de preguntarnos si hemos alcanzado una solución definitiva
al problema, en el sentido de considerar que, en la venta en globo (o en la de herencia),
el comprador adquiere la titularidad de toda la globalidad (precisando más, la titularidad
de todos los derechos reales que recaen sobre los diversos elementos integrantes), de
una sola vez, por el otorgamiento de la escritura pública de dicha venta (artículo 1.464
en relación con el 1.462, 2º C.c.), por “entregar los títulos de pertenencia”, o, por último,
por “hacer uso” de tales derechos. Es preciso recordar que la globalidad objeto de venta
puede estar integrada por los más diversos elementos (derechos reales, créditos, deudas,
etc.), cuya adquisición no puede llevarse a cabo de una sola vez, mediante un único acto
jurídico, sino de manera individualizada. Piénsese, por ejemplo, en la venta de una
empresa integrada por un elevado número de elementos de diversa naturaleza; o,
incluso, en el caso de venta de una herencia con o sin enumeración de elementos. En
estos casos, sería posible considerar que, pese a la dicción del artículo 1.464, hay que
prescindir de la idea de universalidad o globalidad como objeto de derecho autónomo o
independiente de sus componentes, lo que no impide que deba procederse a la ‘traditio’
individualizada de cada uno de sus diversos componentes.
Sin embargo, consideramos que del dato de que la globalidad no sea un objeto
autónomo de derecho no hay que deducir necesariamente que deba procederse a la
‘traditio’ individualizada de los componentes de aquélla, y más si tenemos en cuenta
133
Cfr., MANRESA-BLOCH, Comentarios al Código civil..., Xº, vol. 1º, cit., págs. 551 y
552. También siguen este criterio BADENES GASSET, op. cit., pág. 1.064 ss.; NAVARRO
PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 111-116; IDEM, La cesión..., cit., págs. 103-110. Este último
es especialmente explícito al consignar (Ventas alzadas..., cit., pág. 112), en relación a la cesión de
globalidades de derechos que “nosotros disentimos de los que opinan que la globalidad de
derechos se transfiere por simple perfección del negocio que es causa de la cesión. Los contratos
en nuestro sistema positivo son únicamente generadores de obligaciones entre las partes, nunca
traslativos del dominio. Para que éste se entienda transmitido es necesaria la tradición, la entrega
de la cosa. La perfección del contrato sólo genera la obligación de entregar. Y no hay norma en
el Código civil que dé a entender lo contrario para el caso las ventas alzadas y cesión de
globalidades. En efecto, en ningún precepto dedicado a esta clase de cesiones se establece la
derogación del sistema transmisivo conocido por teoría del título y el modo. Antes bien, hay que
entenderlo exigido en la cesión, de acuerdo con la serie de preceptos que a lo largo del Código lo
imponen con carácter de generalidad (arts. 609, 1.095, 1.461, 1.462, etc.)”.
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que el propio artículo 1.464 está considerando implícitamente a la universalidad en su
conjunto como un bien incorporal a los efectos de entrega, de lo que se desprende que la
ley opta por dar un tratamiento unitario, y no individualizado, de los elementos
integrantes de la masa en lo referente a la adquisición por ‘traditio’ de la propiedad o de
los derechos reales existentes sobre ella (en definitiva, título y modo). No obstante ello
colisiona con el hecho de que, en la mayoría de los casos, el objeto que se transmite está
integrado por un conjunto de elementos activos y pasivos estrechamente
interrelacionados, de manera que no sería lógico imaginar, por ejemplo, la transmisión
de los derechos hereditarios o de los derechos derivados de la titularidad de una empresa
sin que el comprador asuma simultáneamente las deudas derivadas de la herencia o de la
empresa que adquiere, de lo que cabe inferir que el legislador quiso, en el artículo 1.464,
denominar esos conjuntos patrimoniales (empresa, herencia y demás universalidades)
con la denominación de ‘derecho’ o ‘bien incorporal’ a los efectos de su entrega o
‘traditio’134.
A los efectos que nos interesan, consideramos que la venta en globo, del mismo
modo que la venta de herencia, comporta la transmisión como un objeto único de
derecho, ‘sub specie universitatis’, de un conjunto de bienes y derechos, de carácter
corporal o incorporal, que pueden ser enumerados taxativamente en el contrato por
voluntad de las partes, o simplemente no serlo (o, como mucho, quedar enumerados
sólo algunos de ellos a título meramente indicativo), lo que hace que no sea fácil dar una
solución unitaria al dilema que nos planteamos. La cuestión, en definitiva, se centra en
la siguiente pregunta: ¿es suficiente el documento contractual de venta de la globalidad
como ‘título’ adecuado que, junto a la correspondiente ‘traditio’, permita y determine la
134
Es más, si nos separamos de la idea de la venta de herencia total para referirnos a la
venta de una cuota de herencia, que escapa del ámbito de aplicación del artículo 1.531 C.c. para
entrar de lleno en el ámbito de aplicación del artículo 1.532 C.c., observamos que aquí no entrarán
en juego las formas de ‘traditio’ contempladas en los artículos 1.462 a 1.464, bastando la simple
emisión de los consentimientos contractuales por el vendedor y el comprador para que tenga lugar
la adquisición de la titularidad sobre ella por el comprador, sin que sea necesaria la entrega
(material o simbólica) de su derecho por parte del vendedor, y ello porque la cuota hereditaria
constituye, en realidad, un derecho consistente no en una cuota sobre los diversos elementos que
integran la herencia sino un derecho sobre la masa en su conjunto, lo que supone que el derecho a
la cuota se asimile, a estos efectos, a los derechos de crédito, en los que su titularidad se adquiere
con la mera celebración del contrato. No olvidemos, por lo demás, que la venta en globo puede
tener por objeto la transmisión de una globalidad de derechos de crédito, lo que sería el caso de la
venta de la totalidad de ciertas rentas.
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transmisión del dominio o derecho real sobre todos y cada uno de los bienes que la
integran, incluso en los supuestos en que no se enumeren ni detallen los diversos
elementos que la componen?
El problema se hace especialmente agudo en relación a la venta de globalidades en
las que no se enumeran, describen ni enuncian sus elementos integrantes, de forma
similar a lo que ocurre con la venta de herencia sin enumeración. No se observan
inconvenientes de peso, en aquellos casos en los que los elementos de la globalidad son
minuciosamente descritos y enumerados en el contrato, para que propio negocio actúe
como título bastante para que se pueda proceder a la entrega de la globalidad de
conformidad a lo previsto en el artículo 1.464 C.c. En cambio, cuando no se enumeran
esos elementos, surge la duda. Como es sabido, la doctrina que ha analizado el sistema
español de transmisión del dominio y demás derechos reales mediante contratos
(sistema del título y modo), ha exigido, además del contrato y de alguna forma de
entrega, no necesariamente material, la existencia de una voluntad clara e indubitada
tanto del adquirente como del transmitente, de transferir el derecho o derechos descritos
en el contrato135. De ello se podría deducir que en las ventas en globo sin enumeración,
al no existir constancia clara de la voluntad de las partes de transmitir derechos sobre
bienes concretos, por no estar enumerados ni descritos, no puede funcionar el sistema
del título y modo, que, en todo caso, sólo funcionaría respecto a aquellos bienes o
elementos concretos enumerados o descritos a título meramente ejemplificativo. Pero
admitir esta solución nos llevaría a primar la inseguridad jurídica que supondría requerir
el sistema del título y modo sólo respecto a esos elementos, cuando la auténtica
voluntad del comprador es adquirir la totalidad de los bienes de la globalidad, con
independencia de que estén o no enumerados y descritos en el contrato. En definitiva,
admitir esta solución supondría reconocer la adquisición de la propiedad por el sistema
del título y modo sólo a los bienes y derechos enunciados en el contrato, de manera que
los no citados no podrían adquirirse de ningún modo, salvo que se recogiesen en otro
documento posterior o anexo al contrato.
135
Vid., por todos, DIEZ-PICAZO, “La tradición y los acuerdos traslativos en el derecho
español”, Anuario de Derecho Civil, julio-septiembre, XIXº, 1.966, págs. 555 y ss.
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Este escollo se salva admitiendo que el vendedor y el comprador sí han tenido
auténtica voluntad de transferir (el vendedor) y adquirir (el comprador) todos y cada uno
de los elementos de la globalidad, sin que la ausencia de enumeración o descripción de
los mismos en el contrato invalide esa voluntad de las partes de transmitir y adquirir la
titularidad de la totalidad de los bienes. Otra cosa es que el comprador, en el caso de la
venta en globo sin enumeración, asuma un riesgo mayor derivado de la incertidumbre en
cuanto al objeto contractual. No hemos de olvidar, en definitiva, que la pretendida
voluntad que han de tener el tanto el tranmitente como el adquirente de la globalidad de
transferir los derechos que la integran será siempre ulterior al momento de la
celebración del contrato.
Llegados a este punto, y habiendo concluido que en la venta en globo sin
enumeración no es necesaria la ‘traditio’ individualizada de la totalidad de los
elementos integrantes del conjunto vendido, la cuestión que se nos plantea a
continuación es la de determinar la forma de ‘traditio’ que, a nuestro juicio,
corresponde a los bienes muebles e inmuebles integrantes de la globalidad objeto del
contrato, y en tal sentido, como hemos dejado traslucir en nuestros anteriores
argumentos, consideramos que la solución más adecuada es la de aplicar las diversas
fórmulas expresadas en el artículo 1.464 C.c., de aplicación a todo el conjunto de los
bienes y derechos integrantes de la globalidad y no a cada uno de ellos
individualizadamente considerados. Como es sabido, este precepto remite en primer
lugar, en cuanto a los bienes incorporales, a lo dispuesto en el párrafo 1º del artículo
1.461 (‘traditio’ instrumental), y en tal sentido hay que estimar que si el contrato de
compraventa se formaliza en escritura pública, o bien en documento privado ratificado
con posterioridad ante notario, dicho otorgamiento de escritura pública funcionará como
entrega general de todos los bienes y derechos integrantes del conjunto, y no olvidemos
que éstos se transmiten ‘sub specie universitatis’, esto es como un conjunto unitario u
objeto único de derecho a los efectos de tradición, lo que permite considerar al conjunto,
al menos a los efectos de entrega, como un bien o derecho incorporal.
Otra modalidad de entrega admitida por el artículo 1.464 ‘in fine’, a falta de
‘traditio’ instrumental, será el simple “uso que haga el comprador de su derecho”, lo
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que implica, en el caso de la venta en globo, que se entenderá producida la entrega, y en
consecuencia la adquisición del dominio o derechos reales, desde el momento mismo en
que el comprador comience a usar o a ejercitar alguno de los bienes o derechos
integrantes de la globalidad136. Piénsese en el caso evidente de la venta de empresa. A
nuestro juicio, el propio ejercicio de la actividad empresarial por el adquirente debería
servir como ‘traditio’ del conjunto. Otra cosa es que se pueda discutir ‘a posteriori’ la
composición de ese conjunto o que se pueda alegar la usucapión por tercero de alguno
de los bienes del mismo. En definitiva, el uso manifiesto y exterior de algún bien o
derecho del conjunto conllevará la necesaria publicidad que supondrá una forma de
entrega de todo el conjunto, aunque no haya tenido lugar la entrega individualizada de
todos sus elementos. Ocurre, pues, algo parecido a lo acontecido con la ‘traditio’
instrumental, por lo que no cabe sostener, a contrario, que dicho uso o ejercicio sólo
afecta a los bienes o derechos usados o ejercitados, lo que supondría otorgar a la
‘traditio’ instrumental un valor superior a las otras modalidades de ‘traditio’, primando,
fuera de toda lógica, ciertas formas espiritualizadas de entrega frente a otras formas
materiales, lo que, a nuestro entender, es contrario a la propia ‘ratio’ de la normativa
reguladora de la ‘traditio’, dado que, con carácter general, nuestro Ordenamiento
prefiere los actos externos y públicos de posesión material (aunque se refieran a
determinados bienes de la globalidad), antes que otras formas espiritualizadas de
entrega137.
136
En esta línea se pronunciaron, como vimos, MANRESA-BLOCH, op. et loc. cits.,
quienes hablan de la “cuasi tradición” de los derechos incorporales, esto es, el uso que se haga de
ellos, como forma normal de tradición de este tipo de bienes.
137
Salvo que se considere la necesidad de que la venta en globo se deba formalizar en
escritura pública. Pero lo cierto es que nuestro legislador no contempla esa posibilidad. Bien es
cierto que, en nuestro Ordenamiento, el artículo 1.280. 4º C.c. exige la escritura pública para la
“cesión de los derechos hereditarios”, de lo que, en una interpretación forzada, cabría deducir que
si para la venta de una globalidad de bienes y derechos como es la herencia se requiere ese
requisito formal, ello podría hacerse extensivo a la venta de conjuntos más o menos amplios de
bienes y derechos, esto es, de otras globalidades de bienes y derechos. Pero lo cierto es que la
venta de herencia no requiere escritura pública ni forma escrita como requisito de forma
substancial o solemne, pues, como es bien sabido, la doctrina ha interpretado unánimemente el
artículo 1.280 como un precepto carente de valor imperativo, cuyo alcance se halla limitado por lo
dispuesto en el artículo precedente, el 1.279, según el cual las partes contratante pueden, si lo
desean, compelerse recíprocamente a elevar a escritura pública el contrato celebrados por ellas
previamente y formalizado en simple documento privado. Otra cosa es que, de ‘lege ferenda’, haya
que estimar la conveniencia de que, en un futuro, el legislador declare con carácter imperativo que
las ventas de globalidades deban formalizarse obligatoriamente en escritura pública, con lo cual se
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Por otra parte, se puede plantear el problema de que la globalidad esté integrada
por bienes y derechos heterogéneos y sin una clara conexión entre sí. Ello no ocurrirá,
evidentemente, en el caso de elementos que, pese a su diversidad, permitan realizar y
llevar a cabo, considerados en su conjunto, una determinada actividad económica,
cumpliendo ese conjunto una función económico-social unitaria, como ocurre de
manera evidente en el caso de los elementos que integran la empresa. En otros casos esa
conexión no será tan evidente a la hora crear una apariencia posesoria, como podría
ocurrir en el caso de bienes procedentes de una herencia y de naturaleza dispar, siendo
en tal caso necesario que el factor cohesionador sea puesto de manifiesto por las partes
de manera clara al objeto de evitar posibles dudas. En el caso citado de la venta de
herencia resulta conveniente que las partes, junto a la enumeración de los bienes que
integran el conjunto, manifiesten expresamente el factor de cohesión de ese conjunto,
esto es, su procedencia hereditaria, así como la voluntad y la representación del
adquirente de estar adquiriendo los bienes y derechos que integraban una herencia, pues,
de otra forma, podría suceder que la venta de ese conjunto de elementos pudiera
presentar la apariencia de venta de diversas cosas aisladas que no constituyen un
conjunto homogéneo o cohesionado, sino una suma de diversos elementos aislados que
se rigen, cada uno de ellos, por su propia ley de circulación.
Igualmente, esa modalidad de ‘traditio’ contemplada en el artículo 1.464 ‘in fine’,
referida al uso que el comprador haga de su derecho, supone en la práctica, a nuestro
juicio, la admisión de la denominada ‘traditio’ simbólica de la globalidad, no siendo
necesaria la entrega de la totalidad de los elementos que la integran para que su entrega
deba considerase realizada, bastando con que se entreguen al adquirente sólo aquellos
elementos que sean necesarios para que pueda considerarse efectuada la transmisión del
conjunto. Ello puede observarse claramente en el caso de la venta de una empresa. Pese
a que el criterio mayoritario en la doctrina mercantilista defiende la necesidad de la
entrega de la totalidad de los elementos que la integran, la mejor doctrina ha entendido,
en cambio, que basta con la entrega de aquellos elementos que sean indispensables para
el ejercicio de la actividad empresarial, esto es, los que baste para permitir su correcta
evitaría el problema de la traditio de sus elementos componentes, dado que el mero otorgamiento
de la escritura equivaldría a su entrega.
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explotación138. La ‘traditio’ simbólica sería, por ejemplo, el medio ideal de entrega de
los “productos” a que hace referencia el artículo 1.532, en cuanto bastaría la simple
entrega de llaves del almacén en el que éstas se encuentren guardadas o consignadas
para que se entienda efectuada la entrega de la totalidad. En consecuencia, consideramos
que la ‘traditio’ simbólica se ajusta perfectamente a esta modalidad de venta, sin que
sea necesaria la entrega individualizada de todos y cada uno de los elementos
integrantes del conjunto.
Por ello, rechazamos la opinión mantenida por un importante sector de la doctrina
patria, especialmente en referencia a la venta de ciertas globalidades como es el caso de
la herencia o de la empresa, según la cual es preciso que se proceda a la entrega
individualizada de esos elementos para que se produzca la transmisión de su propiedad,
lo que exigiría en el comprador una actitud absolutamente activa sobre todos los
componentes de la globalidad adquirida para conseguir que éstos pasen a integrarse en
su patrimonio, cosa que no siempre será posible, ocurriendo especialmente cuando
alguno de tales elementos estén fuera del alcance no ya del comprador sino incluso del
propio vendedor, por encontrarse bajo el control de terceras personas (administradores,
representantes, etc.). Por ello es mucho más razonable considerar adquirida la
globalidad de los bienes por la toma de posesión de alguno o varios de los elementos
que la integran, o bien de un símbolo que exteriorice su toma de posesión,
especialmente cuando no sea posible materialmente que tome posesión de ninguno de
estos elementos.
138
Así, por ejemplo, DE LA CAMARA ALVAREZ (“La venta de empresa mercantil:
principales problemas que plantea”, en Anales de la Academia Matritense y del Notariado, Tomo
XXIVº, págs. 85 ss., Madrid, 1.979, pág. 313) ha puesto de manifiesto que no es necesaria la
transmisión de todos y cada uno de los elementos patrimoniales que integran la empresa, siempre
que los transmitidos permitan su correcta explotación. GARRIGUES (Curso de Derecho
Mercantil, Tomo I, 7ª edc., 1.982, y Tomo II, 8ª edc., Madrid 1.983) señala que cada caso concreto
habrá que resolverlo con reglas de buen sentido. Para este autor son inseparables de la empresa que
se transmite los signos distintivos como el nombre comercial o el emblema siendo más dudoso que
lo sean las marcas y las patentes. Todo dependerá de la importancia económica que esos elementos
tengan para la explotación del negocio. Se trata, pues, de un problema fáctico en cuya solución
tampoco puede descartarse el factor subjetivo, es decir, la importancia que para el adquirente
tengan determinados elementos. Siempre, lógicamente, que este dato sea conocido por el vendedor.
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Por último, hemos de plantearnos la cuestión posiblemente más problemática que
plantea la entrega de las globalidades de bienes y derechos. Hemos tenido especial
cuidado en todo lo manifestado hasta este momento de destacar que las formas de
‘traditio’ contempladas en el artículo 1.464 C.c. son las idóneas para la venta en globo
sin enumeración de sus elementos integrantes. Pero el problema se plantea ahora en los
supuestos de venta en globo con enumeración taxativa de los mismos. ¿Deberá aplicarse
a estas ventas sin más la misma solución? Dicho en otras palabras, nos estamos
preguntando si a la venta en globo con enumeración de sus componentes le serán de
aplicación las otras modalidades de ‘traditio’ contempladas en los artículos 1.462 y
1.463 C.c. En estos casos, a nuestro juicio, habrá que estar a lo que el comprador y el
vendedor expresen en el contrato y, en tal caso, si la voluntad inequívoca de ambos es
que se proceda a la entrega individualizada de cada uno de los bienes y derechos de la
masa, habrá que proceder a esa fragmentación de la entrega, que deberá efectuarse
siguiendo lo que la doctrina mercantilista ha denominado la “ley de circulación” de cada
elemento, es decir, deberán traditarse individualmente todos y cada uno de los
elementos enumerados en el propio contrato (o en inventario adjunto), puesto que esa
enumeración y descripción de los elementos responde a la voluntad tanto del vendedor
como del comprador de que los mismos sean entregados individualizadamente (salvo
pacto en contrario)139. El problema se plantea si, en el contrato, las partes realizan una
enumeración exhaustiva de los elementos que integran el conjunto vendido, pero no
manifiestan expresamente su voluntad inequívoca de que esos elementos sean traditados
individualmente, siguiendo su propia ley circulatoria o traditoria140, debiendo
139
En la práctica, como subraya GARRIGUES (últ. op. y loc. cits.), en relación a la venta de
empresa, el problema se simplifica mucho porque los contratos no se limitan a decir que se vende
una empresa, sino que incluyen, por lo general, el inventario de los bienes que se transmiten al
comprador. Si el inventario es completo, en opinión de este autor, el comprador tendrá derecho a
que el vendedor realice todos los actos necesarios para la transmisión de cada uno de los elementos
de la empresa vendida. Pero puede ocurrir que el inventario sea incompleto. Si la omisión fue
deliberada y de mutuo acuerdo, no habrá lugar a reclamación por parte del comprador, pero habrá
que ver, en función de la naturaleza y trascendencia del elemento que falte, si se ha transmitido la
empresa o sólo algunos de sus elementos aislados. Si la omisión fue involuntaria, el comprador no
podrá, en principio, reclamar el elemento o elementos omitidos, salvo que se trate de elementos
esenciales y esté clara la voluntad de las partes de transmitir una empresa y no elementos aislados
de la misma.
140
En tal sentido se pronuncia RODRIGUEZ SANCHEZ, “Las aportaciones sociales en la
Sociedad Anónima: consideración especial de la aportación de un fondo de comercio”, Actualidad
Civil, Iº, 1.996, pág. 166, que manifiesta al respecto, en relación a la aportación de empresa a
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distinguirse los bienes muebles de los inmuebles, los derechos de propiedad industrial,
los derechos arrendaticios, etc.
Esta solución no nos parece adecuada. Resulta más lógico considerar que las
partes están vendiendo realmente una empresa, una cuota hereditaria o un conjunto más
o menos complejo de cosas que constituyen un solo y único objeto a los efectos de la
venta. Esto es, la transmisión o cesión de la globalidad es siempre y en todo caso la de
una totalidad de derechos que constituyen un solo objeto unitario a los fines de su
disposición o enajenación, no existiendo objetos o bienes singulares, y por tanto no
pueden aplicarse en ningún caso, en nuestra opinión, las normas específicas que
pudieran regir la transmisión de cada uno de ellos conforme a la naturaleza que tendrían
de no estar integrados en el conjunto de bienes organizados, que constituyen el objeto
unitario de derecho que es la empresa a los fines de su cesión, para la que exige ser
considerada ‘sub specie universitatis’. No obstante, hay que reiterar que será la voluntad
de las partes, en definitiva, la que estipule, en el propio contrato, la modalidad traditiva
que habrá de seguirse o considerarse idónea para estimar entregados esos elementos
debidamente enumerados y descritos en el propio contrato o en inventario anexo al
mismo.
En conclusión, todo lo que se ha dicho acerca de la ‘traditio’ en las ventas en
globo sin enumeración, debe ser igualmente válido en las hipótesis de venta en globo
con enumeración plena de sus componentes integrantes y ello, especialmente, porque a
ésta última modalidad de venta en globo le asistirían las mismas razones de fondo, salvo
el dato de que el artículo 1.464 C.c. se refiere más específicamente a la venta de
determinadas agrupaciones de bienes y derechos, como podrían ser la herencia o la
empresa, concebidas como derechos incorporales, lo que no es óbice para que
consideremos también como derechos o bienes incorporales a aquellas agrupaciones de
bienes y derechos perfectamente descritos y enumerados, en cuanto que constituyen un
sociedad, que “la empresa, como objeto del negocio jurídico de aportación, es considerada como
conjunto unitario que las partes quieren transmitir, por lo que habrá un único negocio de
aportación, que se perfecciona con el consentimiento de las partes, del que nace la obligación de
entrega. Sin embargo, la transmisión no opera en bloque, es decir, ‘uno actu’, sino que se lleva a
cabo a través de una pluralidad de transmisiones, siguiendo cada elemento su propia ley de
circulación de acuerdo con su naturaleza”.
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objeto único de derecho a los efectos de transmisión, con independencia de su
composición.
Por último, con la solución que propugnamos, se logra eludir un problema de
carácter práctico como sería el de la doble venta de la globalidad, dado que en esta
modalidad de venta rigen también las reglas del artículo 1.473 C.c., surgiendo el
problema de que, vendiéndose una misma globalidad a dos compradores diferentes, la
atribución de la propiedad de cada bien o derecho individualizado integrante de la masa
se efectuaría de conformidad con lo dispuesto en dicho precepto, lo que originaría una
grave incertidumbre acerca de quién tiene derecho sobre cada bien de la globalidad, de
tal manera que podría darse el caso de que estos bienes y derechos pudieran distribuirse
entre diversos compradores. Por ello nos parece una solución más lógica y ajustada a la
‘ratio’ de la norma reguladora de la venta en globo atribuir la totalidad de los bienes y
derechos integrantes de la globalidad a quien primero la compró, con independencia de
si entró a poseer algunos o todos los bienes con anterioridad al segundo comprador. Esto
que decimos respecto a la doble venta de la globalidad se ve con mayor claridad en el
supuesto de la venta de la globalidad a un sólo comprador, por un lado, y la venta de
uno o varios bienes concretos de ésta a un tercero, por otro. Si admitiésemos que en la
venta en globo es precisa la ‘traditio’ real e individualizada de cada bien o derecho
integrante de la masa, nos encontraríamos con la paradoja de que la venta posterior de
ese o esos bienes concretos colocaría al comprador de la globalidad en una posición
claramente desequilibrada respecto al segundo comprador de cosa concreta, en tanto en
cuanto que éste ha podido adquirir preferentemente la propiedad del mismo por haber
cumplido adecuadamente los requisitos de preferencia contemplados en el artículo
1.473, ya que no es lo mismo inscribir un bien (inmueble) que haber tomado posesión
del mismo, haciendo uso de él externamente, lo que, evidentemente, redundaría en
perjuicio del comprador de la globalidad, que no podría hacer valer su derecho
preferente frente al segundo comprador respecto a ese bien concreto. Es por ello que nos
parece más razonable considerar que hay una ‘traditio’ conjunta y unitaria del conjunto
de los elementos de la globalidad por el simple hecho de tomar posesión, usar o ejercitar
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algunos de ellos141, con independencia de que, a efectos prácticos, sea aconsejable que,
en el propio contrato se incorpore una cláusula en la que se exprese que tal contrato
servirá de entrega de la totalidad de esos bienes y derechos (‘traditio’ consensual), lo
que soslayaría el inconveniente que plantea la imposibilidad material de entregar la
totalidad de los mismos en el preciso instante de la venta, especialmente en los casos en
los casos de venta en globo sin enumeración, en las que se hace preciso, antes de
entregar, indagar la composición real de la masa.
141
Con esta interpretación , el segundo comprador habría comprado una cosa ajena a quien
se la vendió, por lo que su única posibilidad de prevalecer sobre el vendedor en globo sería a
través de las normas de la usucapión o las especiales sobre la adquisición ‘a non domino’ cfr. arts.
34 L.H. y 464 C.c.)
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CAPITULO TERCERO:
LOS RIESGOS EN LA VENTA EN GLOBO.
Sumario:
1.- Introducción.
2.- El reparto de los riesgos en la venta en globo.
3.- La moderación del riesgo del comprador (I): la existencia de un deber de
información del vendedor en la fase precontractual.
4.- La moderación del riesgo del comprador (II): actividad de investigación previa
a la celebración del contrato y manifestaciones del vendedor.
4.1.- La denominada ‘due diligence’.4.2.- Las manifestaciones del vendedor.
5.- Venta de universalidades y Condiciones Generales de la Contratación.
6.- La contraprestación del adquirente de la globalidad: el precio.
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1.- INTRODUCCIÓN.Como paso previo al estudio de las garantías de la venta en globo, analizaremos.
en primer, lugar la problemática que plantea la distribución de los riesgos en este tipo de
ventas, con especial referencia al carácter presuntamente aleatorio de esta modalidad
contractual, cuestión ésta que, adelantamos, es absolutamente discutible. A continuación
analizaremos los diversos procedimientos de los que dispone el comprador para atenuar
los riesgos que ha de soportar en este tipo de compraventas, riesgos indudablemente más
elevados que los que soporta el vendedor, que se ve protegido por el específico sistema
de garantías previsto en el artículo 1.532 C.c. Así, abordaremos en primer lugar, entre
los diversos mecanismos moderadores del riesgo del comprador, los específicos deberes
precontractuales de información que pesan sobre el vendedor de la globalidad. A
continuación, haremos un detenido estudio de ciertos procedimientos moderadores de
ese riesgo que son utilizados cada vez con más frecuencia en la venta de empresas,
especialmente en los ordenamientos del ‘Common Law’, procedimientos que, como
consecuencia de la cada vez más acentuada globalización de las relaciones económicas,
se van extendiendo a los países con ordenamientos continentales, entre ellos el nuestro,
sin que exista ningún inconveniente de hacerlos extensivos a la venta de otras
globalidades de bienes y derechos, con el único límite de su coste, que, normalmente, lo
repercutirá el comprador en el precio: nos estamos refiriendo al denominado en la
terminología anglosajona “due diligence” y a las denominadas ‘Manifestaciones y
Garantías’. Terminaremos este capítulo analizando la posible incidencia de la Ley de
Condiciones Generales de la Contratación en esta modalidad de ventas, afrontando la
discutida cuestión relativa a la posible aplicación de esta norma y su protección al
contratante débil en contratos celebrados entre empresarios, lo que es la práctica normal
en el supuesto de venta de empresas.
2.- EL REPARTO DE LOS RIESGOS EN LA VENTA EN GLOBO.Vamos a centrarnos en la modalidad contractual más usual de transmisión en
globo de una totalidad de bienes y derechos, el contrato de compraventa, si bien, como
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hemos puesto de manifiesto, dicha cesión puede actuarse por medio de una serie de
modelos negociales diversos y no excluyentes.
Cuando hablamos del reparto de los riesgos en la venta en globo, nos estamos
refiriendo a los riesgos que asumen el vendedor y el comprador, una vez perfeccionado
y consumado el contrato, que puede presentar, como veremos a continuación, una cierta
dosis de incertidumbre, lo que explica que las partes, en especial el comprador, asuman
en este tipo de contrato, unos riesgos a veces mayores que en la compraventa ordinaria,
lo cual tiene una manifestación específica en el especial régimen de garantías que
establece el artículo 1.532 C.c., que privilegia al vendedor frente el comprador, al
limitar el alcance de su responsabilidad en relación a la prevista en la compraventa
ordinaria. Ello podría conducir a considerar este contrato como aleatorio, posiblemente
por el intento de equiparar el tratamiento jurídico de esta modalidad de venta con la
venta de herencia sin enumeración de componentes del artículo 1.531 C.c., que limita la
responsabilidad del vendedor a su cualidad de heredero y que es, sin duda, un contrato
aleatorio1.
Partimos de la base de que es frecuente en la doctrina identificar los términos
‘alea’ y riesgo. Lo cierto es que la mayor parte de las definiciones que se han formulado
acerca de los contratos aleatorios obedecen a uno de estos dos procedimientos: bien se
basan en la imposibilidad de determinar, al tiempo de celebración del contrato, las
ventajas e inconvenientes que se han de derivar para cada una de las partes, o bien
toman como base la existencia de un riesgo, distinguiendo entre el riesgo normal
inherente a todos los contratos y el riesgo propio o específico de los contratos aleatorios.
Lo cierto es que las concepciones de los contratos aleatorios que toman como base la
imposibilidad de determinar al tiempo de la celebración del contrato las ventajas o
pérdidas que éste supondrá para alguno o ambos contratantes han tenido gran difusión
1
No hay que olvidar que el artículo 1.532 C.c. tiene su origen remoto en una Ley de Las
Partidas que trataba de privilegiar los intereses de una clase social dominante, la nobleza feudal, en
una época en que era práctica habitual la venta por estos grandes propietarios de tierras, rentas
feudales e impuestos a la naciente burguesía urbana. Ello conduce a que el Código alfonsino, con
la finalidad de proteger a esta clase nobiliaria que se ve forzada por sus propias necesidades de
liquidez a vender sus propiedades a judíos y burgueses adinerados, a equiparar la venta de
heredades, rentas feudales e impuestos con la venta de herencia que, desde el Derecho Romano,
limitaba considerablemente la responsabilidad del vendedor.
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en la doctrina, especialmente en la italiana. Ello no obstante, en la actualidad se están
imponiendo aquellas concepciones que parten de la idea de riesgo, distinguiendo entre
el riesgo normal y el riesgo propio de los contratos aleatorios, y así se ha afirmado que
no es acertado definir el contrato aleatorio en base a la incertidumbre para las partes del
resultado económico, positivo o negativo, ventajoso o no, pues esta nota se da
igualmente en los contratos conmutativos2. Siguiendo en este punto a nuestra mejor
doctrina3, el hecho de que en todos los contratos influye, en mayor o menor medida, la
existencia de un riesgo, no debe llevarnos a excluir el factor riesgo como el elemento
decisivo a la hora de considerar la posible aleatoriedad de un contrato. Lo que ocurre es
que en los contratos conmutativos, a diferencia de lo que ocurre con los aleatorios, las
prestaciones de las partes están perfectamente determinadas al tiempo de la celebración
del contrato, con independencia del riesgo posterior de que aquellas puedan ser objeto.
Es el caso de la venta en globo, y en especial en aquellas en las que no se procede a
efectuar una enumeración y descripción taxativa de sus elementos, en las que el riesgo
asumido por las partes puede sobrepasar las expectativas normales de la compraventa
ordinaria, por lo que el contrato asume o puede asumir, en determinadas circunstancias,
como tendremos ocasión de ver a continuación, el carácter de aleatorio. Aquí no se trata
de un ‘alea’ consustancial a la naturaleza del propio contrato, que es conmutativo, sino
que se trata de un ‘alea’ incorporado al mismo por la propia voluntad de las partes, en el
marco de su autonomía de la voluntad, convirtiéndolo así en aleatorio. En tal sentido,
queremos dejar constancia de que, a nuestro juicio, la venta en globo no es un contrato
aleatorio, sino un contrato que, por razón de la complejidad de su objeto, presenta un
nivel de incertidumbre superior del que el que pueda darse en una compraventa
ordinaria con un objeto simple. Pero ello no supone necesariamente que se trate de un
contrato aleatorio, salvo que las partes convengan expresamente en el propio contrato
conferirle tal carácter, lo que sucederá normalmente en aquellos casos, extraños en la
práctica, en los que el vendedor desconozca el contenido exacto de los elementos que
integran la globalidad que vende, en cuyo caso es normal que la venta se haga “a riesgo
2
Cfr., SCALFI, “Considerazioni sui contratti aleatori”, en Rivista di Diritto Civile, VI-1,
1.960, pág. 153.
3
Vid., por todos, ALVAREZ VIGARAY, “Los contratos aleatorios”, Anuario de Derecho
Civil, 1.968, pág. 612.
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y ventura” del comprador. Es algo parecido a lo que puede ocurrir en el caso de una
venta de herencia sin enumeración de elementos, en la que el vendedor no ha llegado a
tomar posesión de los bienes hereditarios, procediendo a la venta de la totalidad de la
herencia antes de conocer su contenido4.
No obstante, y como cuestión previa, hemos de hacer una breve referencia al
riesgo de la adquisición cuando se contempla en el contrato un plazo entre la perfección
y la consumación del negocio, sea por la existencia de una condición suspensiva o de un
plazo o término propiamente dicho. Nos estamos planteando, en definitiva, quién
soporta el riesgo de la pérdida de algún elemento o del conjunto de la globalidad, una
vez celebrado el contrato, pero antes de que el vendedor entregue dicha globalidad al
comprador. Sabido es que el riesgo por la pérdida o deterioro total o parcial de la
globalidad de bienes y derechos que se transmiten, ya sea por caso fortuito, fuerza
mayor o hecho de tercero, sin que intervenga fraude, dolo o culpa por parte del
vendedor, tiene un régimen jurídico en el Código civil que plantea problemas de
interpretación al caso concreto. El vendedor está obligado a entregar la globalidad desde
que presta su consentimiento y existe acuerdo en la cosa y en el precio, estando además
obligado a conservarla con la diligencia propia del buen padre de familia por aplicación
del artículo 1.094 C.c. En virtud del artículo 1.452 C.c. el riesgo (provecho o daño) de la
globalidad vendida es del comprador, si bien nada impide que las partes,
contractualmente, pacten lo contrario o acuerden un reparto diferente del riesgo,
atendiendo a la circunstancias particulares del caso5.
4
Es por ello por lo que el legislador da en el articulo 1.531 C.c. un tratamiento específico y
diferenciado a la venta de herencia sin enumeración, más flexible aun que el establecido para la
venta en globo, al limitar la responsabilidad del vendedor a responder de su calidad de heredero.
5
En referencia a la venta de herencia, ALONSO PEREZ, El riesgo en el contrato de
compraventa, Madrid, 1.972, págs. 340-341, ha puesto de manifiesto que esta asunción del riesgo
de la pérdida total o parcial del caudal relicto, las consecuencias del ‘periculum rei’, lo soporta el
comprador. Esta solución se infiere de D. 18, 4, 2, 9 (Ulp. 49 ad Sap.): “sicuti lucrumomne ad
emptorem hereditatis respicit, ita damnum quoque debet ad eundem respicere”, lo que debe
interpretarse que el comprador de una universalidad está a los beneficios que ésta le produce, pero
también ha de soportar los eventuales perjuicios que ésta lleve consigo. Aparte de que esta
solución está confirmada por la normativa general del ‘periculum emptoris’, pues cuando se vende
una universalidad por un precio alzado la venta es perfecta una vez hay acuerdo sobre la cosa y el
precio (D. 18, 1, 35, 6). Y, después de la adquisición, es sabido que el ‘periculum’ es para el
comprador. Esta misma solución ha sido adoptada por el BGB, también en relación a venta de
herencia. El Derecho alemán, siguiendo el criterio romano, imputa al comprador el perecimiento o
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Creemos, por tanto, con relación a nuestro ordenamiento, que la solución debe ser
idéntica a la del Derecho romano: si una vez perfeccionada la venta, algún bien de la
masa se deteriora o pierde sin culpa del vendedor, éste quedará liberado (cfr. artículos
1.182 y 1.105 C.c.), siempre que pruebe debidamente que la desaparición no fue debida
a fraude, culpa o dolo, no estando obligado a reponer un objeto en lugar del
desaparecido o su equivalente pecuniario, estando, por el contrario, facultado para exigir
el precio acordado por la totalidad o por los singulares elementos que la integran,
cumpliendo con responder por la legitimidad del todo en general o por la evicción de
todo o la mayor parte de la globalidad, salvo pacto expreso en contrario. Esta misma
solución es la adoptada por la Convención de Viena sobre Compraventa Internacional
de Mercaderías, de 1.980, a la que se adhirió el estado español por instrumento de
adhesión de 30 de julio de 1.990. El artículo 66 C.V. determina que “la pérdida o
deterioro de las mercaderías sobrevenidos después de la transmisión del riesgo al
comprador no liberarán a éste de pagar el precio, a menos que se deban a un acto de
omisión del vendedor”6. Los artículos 67 y 68, por su parte, contemplan el problema de
la transmisión del riesgo cuando las mercancías han de ser transportadas de un lugar a
otro, estableciendo que el riesgo se transmite al comprador desde el instante en que las
mercancías son entregadas por el vendedor al primer porteador, siempre que estén
debidamente identificadas, mientras que el artículo 69 regula la transmisión de ese
riesgo cuando las mercaderías no han de ser transportadas cuando el comprador se haga
deterioro fortuito de los elementos de la herencia desde la celebración del contrato, beneficiándose
también, a partir de ese momento, de los ‘commoda’ y soporta las cargas (par. 2.380).
6
Vid. sobre este artículo, el detallado estudio llevado a cabo por OLIVA BLÁZQUEZ, La
transmisión del riesgo en la compraventa internacional de mercaderías: el régimen jurídico del
Convenio de Viena y sus primeras aplicaciones jurisprudenciales, Valencia, 2.000; igualmente,
CAFFARENA LAPORTA, “Comentario a los artículos 66, 67, 68 y 69 C.V.”, en La compraventa
internacional de mercaderías. Comentario de la Convención de Viena (Director y Coordinador
DIEZ-PICAZO PONCE DE LEON), Madrid, 1.998, págs. 514-551, que destaca que el citado
artículo contempla específicamente lo que ocurre si, celebrado el contrato deviene imposible
fortuitamente que éste reciba las mercancías o que las reciba de acuerdo a lo pactado. Para este
autor, la alusión que hace el art. 66 a la no liberación del comprador de pagar el precio cuando la
pérdida o deterioro de las mercancías se deban a un acto u omisión del vendedor hay que entender
toda conducta del vendedor que suponga incumplimiento de sus deberes contractuales y que son
causa de incumplimiento ex art. 36.2º C.V., afirmando también que si la pérdida o deterioro de las
mercaderías se producen después de la transmisión del riesgo pero por un vicio anterior a ésta
responderá el vendedor ex art. 36.1º y no se planteará un problema de riesgo de contrato en su
sentido estricto.
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cargo de ellas por ponerse a su disposición e incurra en incumplimiento de contrato por
rehusar su recepción, siempre que as mercaderías estén debidamente identificadas.
Por lo demás, esa atribución del riesgo al comprador en las ventas en globo, es una
consecuencia lógica del mayor nivel de incertidumbre de este contrato, incertidumbre
que, como hemos manifestado, no implica necesariamente atribuir un carácter aleatorio
a esta modalidad de venta de una totalidad de elementos (activos y pasivos): del mismo
modo que el comprador puede ver disminuido el patrimonio o masa de bienes y
derechos que ha adquirido debido a circunstancias surgidas con posterioridad,
igualmente ha de soportar el riesgo de las pérdidas o deterioros fortuitos, que no le
eximen de abonar el precio convenido.
Ahora hemos de plantearnos el régimen de los riesgos en la venta en globo, una
vez consumada la venta. Como hemos afirmado con anterioridad, el artículo 1.532 C.c.
establece un régimen atenuado de garantías claramente beneficioso para el vendedor de
la globalidad, cuya responsabilidad queda limitada a la legitimidad del todo en general y
al saneamiento por evicción que sólo afecte a la totalidad o la mayor parte de los bienes
y elementos integrantes de la misma. La doctrina lo justifica en la idea de que quien
adquiere un conjunto heterogéneo de bienes y derechos lo hace persiguiendo no ya la
adquisición de un determinado bien, derecho, renta o producto en sí, individualmente
considerado, sino por la adquisición del todo, e, incluso, que la pérdida de uno o varios
de esos elementos es un riesgo previo y voluntariamente asumido por el comprador7. A
esta justificación se han añadido por algún autor8 razones de índole legislativa: para el
legislador, la limitación de la responsabilidad por evicción a la totalidad o mayor parte
de los elementos integrantes de la masa trataba de evitar en lo posible la multiplicación
de la litigiosidad que pudiera originarse como consecuencia de la obligación de sanear
bienes y derechos menores del conjunto objeto de cesión global o en bloque.
Ya en relación a la venta de herencia sin enumeración la doctrina ha discutido el
carácter aleatorio de dicho contrato. Esta discusión ha sido especialmente intensa en la
7
Vid. SCAEVOLA-BONET, op. cit., pág. 658; MANRESA, op. cit., pág. 586; GARCIA
CANTERO, op. cit., págs. 750-751; BADENES GASSET, op. cit., pág. 1.109.
8
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 147.
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doctrina italiana. En la diversificación de las distintas posiciones doctrinales incide, sin
duda, la propia indeterminación del concepto de álea’. Contra la naturaleza aleatoria de
esta venta se ha observado, en primer lugar, que la circunstancia de que el vendedor no
responda ni del número ni del valor de los diversos elementos de la herencia, no hace
incierto el objeto de la transmisión, que existe y está determinado9. Igualmente se ha
mantenido que la incertidumbre acerca de la dimensión objetiva del derecho transferido,
constituye un momento eventual y secundario, que sólo de hecho incide en la situación
del sinalagma10. También se ha afirmado que la eventual devaluación de la prestación
del vendedor, en el caso de que el pasivo supere al activo no está comprendido en la
determinación efectuada por las partes, por lo que no podría afirmarse por tanto que se
haya asumido como objeto del contrato un simple ‘alea’11. Finalmente, también se ha
defendido que la venta de herencia no se identifica con la venta a ‘riesgo y ventura’ del
comprador12. Frente a estas posturas, otros autores han defendido el carácter aleatorio de
la venta, siempre que sea efectuada sin especificación de los elementos integrantes de la
masa hereditaria, dada la propia naturaleza del objeto de la transmisión, constituido por
un conjunto patrimonial de contenido incierto13.
Ello nos lleva a preguntarnos si es posible conferir, ‘mutatis mutandi’ y con las
debidas matizaciones, ese mismo carácter aleatorio, a la venta alzada de una globalidad
de bienes y derechos. Si en la venta de herencia sin enumeración nos encontramos ante
9
Vid., RUBINO, La compravendita, cit., pág. 149; MIRABELLI, Dei sigoli contratti, en
Comentario del Codice Civile, Libro IVº, Tomo 3º, 3ª edc., Utet, Torino, 1.991, pág. 207.
10
Vid. CARPINO, La vendita, en Trattato de Diriritto Privato, dirigido por RESCIGNO,
11ª edc., Torino, 1.984, pág. 354. En nuestra doctrina, defiende este mismo criterio, ESPERANZA
MARTINEZ-RADIO, op. cit., pág. 385.
11
MIRABELLI, Ibidem.
12
GRECO y COTTINO, Della vendita, en Comentario del Codice Civile, bajo la dirección
de SCIALOJA y BRANCA, Arts. 1.470-1.547, 2ª edc., Bologna-Roma, 1.981, pág. 429.
13
En tal sentido, ROMANO, Vendita. Contratto Estimatorio, en Trattato de Diritto Civile,
dirigido por GROSSO y SANTORO PASSARELLI, Milano, 1.960, pág., 91; BIANCA, La
vendita e la permuta, en Trattato di Diritto Civile Italiano, dirigido por VASALLI, 2ª edc.,
Torino, 1.993, pág. 198; LUMINOSO, La compravendita, 2ª edc., Torino, 1.998, pág. 67. En la
doctrina patria, siguen este mismo criterio, RUIZ-RICO RUIZ, op. cit., págs. 318-337, y
argumentos que allí se exponen. También siguen este criterio ALBACAR, op. cit., pág. 498;
ALBADALEJO GARCIA, “La enajenación de la herencia..., cit., pág. 8; GULLON
BALLESTEROS, “La venta de herencia..., cit., págs. 367-368; GARCIA CANTERO, op. cit., pág.
738; ROCA SASTRE, “Problemas de la venta de herencia..., cit., pág. 26; MANRESA-BLOCH,
op. et vol. cit., pág. 582.
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un negocio de riesgo o aleatorio, no se puede predicar, en cambio, lo mismo de la venta
de una globalidad de bienes y derechos. Todo dependerá del nivel de conocimiento que
pueda tener el titular de la globalidad del contenido de la misma. Estimamos que, en el
caso de la herencia, el heredero puede proceder a su venta con anterioridad a la
adquisición de la masa hereditaria de bienes y, en consecuencia, ignorar el contenido de
la herencia. En dicha hipótesis puede afirmarse el carácter aleatorio de la venta, siempre
que se cumpla el requisito de que el vendedor desconozca, con anterioridad a la
celebración del contrato de compraventa, el contenido de la herencia, si existen o no
más deudas de las previstas, o si el precio estipulado favorecerá al comprador o, por el
contrario, beneficiará a su interés. Ahora bien, hay que introducir el matiz de que en el
contrato se haya realizado o no la correspondiente enumeración e inventario de los
elementos integrantes de la globalidad, pues este factor contribuirá a determinar el nivel
de incertidumbre o riesgo de la venta. De ahí que se establezcan dos regímenes de
responsabilidad diferenciados en el propio artículo 1.532 C.c.: uno más atenuado
(“responsabilidad por la legitimidad del todo en general”) para la venta de globalidades
sin enumeración de sus elementos integrantes, lo que aumenta el nivel de riesgo
asumido por el comprador, y otro régimen más riguroso o estricto (“responsabilidad por
la evicción del todo o de la mayor parte de los elementos integrantes”), que procederá
cuando las partes hayan incorporado en el contrato un inventario con enumeración y
descripción exhaustivas de los elementos y bienes que se ceden e integran la globalidad.
Mientras mayor sea el riesgo asumido por el comprador menor será el nivel de exigencia
de responsabilidad que se impone al vendedor, y viceversa.
Hemos de dejar claro que una cosa es el riesgo contractual, mayor o menor según
la especificación del objeto del contrato, y otra cosa es su configuración como contrato
aleatorio. Con ello queremos poner de manifiesto que un mayor nivel de incertidumbre
respecto al objeto no significa necesariamente –y, normalmente, no significará-- que
estemos ante un contrato aleatorio. No lo será si en el contrato se determina el objeto,
con independencia de la existencia de un mayor o menor nivel de desconocimiento o
incertidumbre acerca de su composición. En efecto, consideramos que los contratos en
los que el objeto es una globalidad de bienes y derechos es superior el riesgo de pérdida
de alguno de esos elementos, por causa de evicción o por vicios ocultos. Se trata de un
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riesgo normal que puede plantearse en un contrato de compraventa ordinario y, por ende
y con mayores probabilidades, en la venta de un conjunto global de bienes y derechos.
No se puede considerar la mera incertidumbre acerca del contenido del objeto de la
venta como un factor de aleatoriedad del contrato. Admitir esto sería tan desorbitado
como conferir el carácter de aleatorio a un contrato de arrendamiento de servicios,
generador de una obligación de actividad o de medios por el prestador del servicio, que
desconocerá anticipadamente el resultado concreto que se alcanzará con el ejercicio de
su actividad. Algo similar ocurre con la venta en globo, cuyo nivel de incertidumbre
supera los límites propios de la venta ordinaria de un determinado bien o derecho. El
vendedor siempre tendrá un conocimiento más o menos exacto del contenido de la
globalidad, con lo que desaparece la posible aleatoriedad del contrato, incluso en los
casos en que no se enumeren taxativamente los elementos que integran la masa vendida,
con la única excepción de venta de herencia sin enumeración, siempre que el vendedor
no haya tomado posesión de la herencia y desconozca su contenido en el momento de la
celebración de la venta. En consecuencia, la existencia en esta modalidad de venta de un
nivel de incertidumbre superior al normal al que se da en la venta ordinaria de un bien o
derecho aislado no significa que dependa del azar o de la suerte la determinación del
objeto ni su contenido, sino, simplemente, la asunción por el comprador de un mayor
nivel de riesgo que en el propio de la compraventa ordinaria, lo que no es algo extraño
en otras modalidades contractuales, como acabamos de ver, lo que no debe conducirnos
a ampliar excesivamente el círculo de los contratos aleatorios.
Entendemos que estaremos en presencia de un contrato aleatorio cada vez que el
riesgo constituya su causa, es decir, cuando la posibilidad de un resultado
desequilibrado en perjuicio de ambas partes o de una de ellas, haya sido previsto o
programado por su voluntad en el contenido del propio contrato, formando parte de
manera esencial en la configuración del equilibrio contractual14. Consideramos, pues,
que el contrato aleatorio podría ser definido por la especial configuración que se hace
del equilibrio oneroso, en el que los sacrificios y ventajas que se derivan del contrato
para los contratantes se habrán valorado a partir del establecimiento de un riesgo
14
Vid. PINO, “Contratto aleatorio, contratto conmutativo e alea”, en Rivista di Diritto e
Procedura Civile, 1.960, pág. 1.251.
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recíproco. Cada una de las partes ha de asumir recíprocamente un riesgo, que vendría
configurado por la posibilidad de pérdida que deriva de la confrontación entre lo que se
da y lo que se recibe como resultado final del contrato. En definitiva, lo que caracteriza
esta modalidad de contratos es que el riesgo que soporta cada contratante consistiría en
la posibilidad que tiene cada una de ellas de que la prestación que cada una ha tenido
que ejecutar tenga un valor superior a lo recibido a cambio, pudiendo cada una de ellas
sufrir una pérdida o disminución patrimonial como consecuencia de los efectos del
contrato. En consecuencia, en nuestro criterio, ambas partes, y no una sola, asumirán
algún riesgo derivado precisamente de haber celebrado el contrato en tales condiciones,
por lo que podríamos decir, en tal sentido, que se trata de un riesgo que podríamos
denominar bilateral. Como es evidente, esta bilateralidad no se da en la venta en globo,
ya que el vendedor tendrá conocimiento, al tiempo de la celebración del contrato, del
contenido de la masa patrimonial objeto de venta, a diferencia del comprador, en quien
sí podrá concurrir esa incertidumbre. Y es claro que el riesgo de pérdida, en el caso de
que el contrato sea aleatorio, va referida al momento final del contrato, y no a un
periodo o instante temporal que se pueda fijar en el momento inicial o durante el
desenvolvimiento posterior del contrato, siendo evidente que, en la venta en globo, el
comprador puede acceder a la información necesaria, con anterioridad a la celebración
del contrato, acerca del contenido del objeto contractual. Otra cosa es que el comprador,
por las razones subjetivas que sea, prescinda voluntariamente a tener acceso a esa
información o decida no proceder a la realización de una auditoría previa (“due
diligence”, en la terminología anglosajona), dando por buena y exacta la información
que le proporciona el propio vendedor. Por tanto, en la venta en globo hay un cambio
entre dos prestaciones ciertas y determinadas, con independencia de que la composición
de la prestación del vendedor no sea plenamente conocida por el comprador. Ello no es
óbice para que el objeto, la globalidad, esté determinado en el momento de celebración
del contrato, a diferencia de lo que ocurre con los contratos aleatorios, en los que el
cambio no se verifica entre prestación y contraprestación en el sentido acostumbrado,
sino que se verifica entre la esperanza y probabilidad de beneficio de una parte frente a
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la misma esperanza y probabilidad de la otra parte15, lo que no ocurre en la venta en
globo
Para nosotros, pues, la venta en globo no participa de la naturaleza y régimen
jurídico de los contratos aleatorios, y ello con independencia del mayor grado de
incertidumbre que presenta este contrato en relación a la venta ordinaria de un
determinado bien o derecho. Consideramos que esa incertidumbre será mayor en la
venta en globo sin enumeración que en aquella otra en que se incluya una enumeración
taxativa de sus elementos componentes. Cuestión distinta es que las partes, al celebrar el
contrato, estipulen libremente su configuración como contrato aleatorio16.
Esta afirmación que hacemos acerca del carácter no aleatorio de la venta en globo
de una pluralidad de bienes y derechos exige que aclaremos qué significa la aleatoriedad
de un contrato, cuestión ésta en la que no existe unanimidad doctrinal. Así se ha
afirmado17 que la aleatoriedad no consiste en la existencia de una incertidumbre normal
en relación a las repercusiones ventajosas o no de un contrato que se ha celebrado, sino
que hace referencia a la incertidumbre intrínseca a la relación, al desconocerse por las
partes, al tiempo de celebración del contrato, el contenido exacto de la prestación de una
o de ambas partes, e, incluso, si la propia prestación llegará a realizarse o no. Esta
15
En tal sentido se expresa PINO, La excesiva onerosidad de la prestación (traducción de
Federico de Maillol), Barcelona, 1.959, pág. 95.
16
Está plenamente admitido por la mejor doctrina que existen ciertos contratos, en principio
conmutativos, que pueden transformarse en aleatorios por voluntad de las partes. Como ha puesto
de manifiesto ALVAREZ VIGARAY (op. cit., págs. 631 ss.), además de los contratos que el
propio Código regula como aleatorios, existen otros contratos inicialmente conmutativos que, en
virtud de la autonomía de la voluntad de las partes, pueden convertirse en aleatorios, insertando en
su estructura un ‘alea’, hasta el punto que, en tal sentido, cabe afirmar que el número de contratos
aleatorios es casi ilimitado, pudiendo imprimirse el carácter aleatorio a todos los contratos
onerosos, siempre que se haga depender la existencia o el contenido de alguna de las prestaciones
de un hecho incierto o desconocido. Serían los denominados contratos aleatorios por voluntad de
las partes, que, a diferencia de los aleatorios por naturaleza (seguro, renta vitalicia, juego y
apuesta...), el carácter aleatorio tiene lugar por voluntad de las partes, teniendo lugar cuando los
contratantes, para la consecución de un fin práctico, insertan en el esquema de un contrato
conmutativo un riesgo superior al intrínseco del propio contrato.
17
En relación a la problemática de los contratos aleatorios, veáse, a título meramente
indicativo, GUILARTE ZAPATERO, Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales,
Tomo XXII, vol. 1º, Madrid, 1.982, págs. 319 y ss.; ALVAREZ VIGARAY, “Los contratos
aleatorios..., cit.; GITRAMA GONZALEZ, “Comentario al artículo 1.790 C.c.”, en Comentario
del Código civil (Mº de Justicia), Tomo IIº, cit, págs. 1.713 y ss.
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indeterminación responde además a un factor de voluntariedad en cuanto que las partes
han querido, en mayor o menor medida, configurar así el contrato.
Algún sector de la doctrina ha considerado dudosa la característica consistente en
considerar el ‘alea’ como un elemento incorporado a la causa del contrato, frente a otro
sector que, en la línea en la que nosotros nos movemos, no duda en considerar que tal
incorporación ha de producirse necesariamente18. También se ha querido hacer depender
el resultado del contrato de acontecimientos ajenos a la actividad de los sujetos
interesados, o en considerar ese o esos acontecimientos como hechos futuros. Tampoco
es correcto considerar que la incertidumbre propia de esta clase de contratos consista
siempre en acontecimientos ajenos a las partes, dado que en tal caso habría que descartar
los juegos dependientes de la habilidad de las partes. No obstante, entendemos que la
concurrencia de ese factor exógeno a la relación será habitual en esta modalidad de
contratos, si bien no definitoria. Tampoco es admisible la idea de que la aleatoriedad se
refiera siempre a acontecimientos futuros, dado que son válidas las apuestas sobre
hechos pasados, ya acaecidos, pero desconocidos por las partes.
De estas consideraciones se deduce que la aleatoriedad de los contratos es algo
movedizo e inestable, por lo que resulta francamente difícil dar una respuesta
concluyente a la cuestión de si la venta en globo (especialmente la realizada sin
enumeración de sus elementos integrantes) es un contrato aleatorio, esto es, un tipo
18
Así lo entiende, por ejemplo, GITRAMA GONZALEZ, “Comentario..., cit., pág. 1.714.
En contra, ALVAREZ VIGARAY, op. cit., págs. 607-608, para quien el ‘alea’ no es sólo un
elemento típico del contrato aleatorio, sino además es el causante de la medida del intercambio: al
convenir sobre el alea los contratantes asumen el riesgo, de manera que el contrato será perjudicial
para uno de ellos y beneficioso para el otro. Así, el desequilibrio en el resultado final del negocio
es una consecuencia inevitable, un aspecto intrínseco del contrato aleatorio. Se pregunta el autor
dónde se encuentra la equivalencia en los contratos onerosos aleatorios, entendiendo que ésta se
situará en un momento previo, considerando que ésta se situará en un momento previo, al deber
existir una cierta igualdad en la asunción del riesgo, entre las expectativas de pérdidas y ganancias
de ambas partes. De lo expuesto, deduce que los contratos aleatorios admiten la aplicación de
normas causales, siempre que resulte vulnerada la equivalencia en la probabilidad de beneficios y
pérdidas. Por su parte, LLACER MATACAS, El saneamiento por vicios ocultos en el Código
Civil: su naturaleza jurídica, Barcelona, 1.992, pág. 145, se plantea si, en el ámbito de Código
civil cabe preguntarse por la operatividad del saneamiento en los contratos aleatorios onerosos,
llegando la autora a la conclusión de que ello es posible en algunos contratos aleatorios (renta
vitalicia, por ejemplo, cuando el bien transferido con la carga de la pensión adolece de vicios
graves que afectan a su utilidad y, consecuentemente, a su rentabilidad, mientras que otros
contratos difícilmente admitirán el saneamiento (contrato de seguro, juego, apuesta).
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contractual en el que existe un factor de incertidumbre, mayor o menor según los casos,
sobre los resultados económicos del negocio celebrado. En nuestro criterio, la respuesta
ha de ser negativa. No obstante, cabe hacer alguna matización. En tal sentido se hace
preciso diferenciar claramente entre los dos supuestos: venta en globo sin enumeración
o, por el contrario, venta en globo con descripción exhaustiva.
En relación a la venta en globo sin descripción ni enumeración de sus
componentes, nos encontramos con que el vendedor normalmente habrá enajenado una
masa o globalidad de bienes a un precio alzado que no siempre responde al valor real de
los elementos que finalmente tenían, bien porque éstos resultaron tener un valor real
muy superior (o, por el contrario, inferior) que el precio recibido. Ahora bien , pese a la
asunción de tal riesgo por el vendedor, ello no nos permite configurar ese contrato como
aleatorio, ya que en cualquier compraventa ordinaria, incluso en la de cosa determinada,
el vendedor siempre asume el riesgo de vender la cosa a un precio muy diferente del
real, bien inferior al real o, por el contrario, muy superior al normal, lo que no es óbice
para que el precio sea cierto y determinado, cuyo conocimiento consta además en el
texto del propio contrato. En cualquier compraventa, la fijación definitiva del precio
dependerá de múltiples factores y motivaciones de las partes (v. gr., necesidad urgente
de vender por parte del vendedor; interés desmesurado por el comprador de adquirir un
determinado bien al precio que sea...), sin que la confluencia de esos factores deba ser
considerada como un factor de aleatoriedad.
En cuanto a la posición del comprador, en el caso de que en el contrato no se
hayan descrito los elementos integrantes de la globalidad, es indudable que éste se
encuentra –o puede encontrarse-- en una indudable situación de incertidumbre acerca
del contenido del conjunto o masa patrimonial que adquiere mediante la celebración del
contrato. El comprador adquiere la globalidad con desconocimiento preciso y exacto de
su composición, basándose en la información que le ha proporcionado el vendedor o en
las indagaciones que él mismo ha realizado, con más o menos disponibilidad de medios
para llevar a cabo esa averiguación. Normalmente, el comprador tendrá un conocimiento
más o menos exacto acerca de la composición de la masa de bienes que compra. Puede
darse el caso, incluso, de que se encuentre con un patrimonio más abultado del que
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inicialmente cabría suponer. O, por el contrario, es posible que tras el pago de las
deudas y cargas de la globalidad, adquiera un conjunto cuyo valor real sea muy inferior
al precio que pagó por él. Puede incluso suceder que no adquiera parte o la totalidad de
los bienes que integran la globalidad por no ser el vendedor el legítimo titular de los
mismos.
Ello no debe llevarnos a considerar la venta en globo sin enumeración de sus
elementos componentes como un contrato aleatorio. Estimamos que la aleatoriedad
implica la concurrencia de un factor externo, el azar, que no se da en esta modalidad
contractual. En efecto, además de la relativa indeterminación de una de las prestaciones,
que genera que una o ambas partes no puedan precisar en el momento de la celebración
del contrato si experimentaran a consecuencia de él una determinada ganancia o una
pérdida, el hecho es que la determinación del respectivo resultado económico, favorable
o adverso, no depende del azar. En definitiva, en este sentido puede definirse el contrato
aleatorio como aquel en que una de las partes o las dos se obligan sin poder evaluar la
contrapartida que ellas recibirán, por ser ésta fruto del azar. En la venta en globo ese
factor –el azar—no aparece por ningún lado, dado que el vendedor conocerá con toda
probabilidad el contenido de la globalidad, y así se lo hará conocer al comprador, que
asumirá, no obstante, un riesgo algo mayor que el normal propio de cualquier contrato
conmutativo, pero no lo suficientemente intenso como para convertir ese contrato en
aleatorio, pues no cabe definir el contrato aleatorio en base a la incertidumbre para las
partes del resultado económico, positivo o negativo, de ventaja o desventaja, pues esta
nota se da igualmente en los contratos conmutativos19. Por otra parte, no hay que olvidar
que la posición del vendedor no puede considerarse incierta pues siempre recibirá por
ella un precio cierto, con independencia de que éste sea muy superior o inferior al real.
Además, no debe olvidarse, como ya hemos puesto de manifiesto, el vendedor tendrá un
conocimiento detallado o, al menos, posibilidades de acceder a ese conocimiento, de la
composición exacta de la globalidad, con lo que se puede colocar en una posición de
superioridad o de ventaja respecto al comprador. En cambio, la posición del comprador
es más incierta, dado que éste puede no conocer la composición de la globalidad que
19
Vid. ALVAREZ VIGARAY, op. cit., pág. 612.
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adquiere, o conocerla de manera imprecisa, por meras referencias o en base a ciertas
averiguaciones que resultan no ser todo lo precisas y detalladas que hubieran sido
necesarias. Pero es lo cierto que esta posición de inferioridad del comprador es
libremente asumida por él, dado que, en todo momento, puede exigir del vendedor la
información más detallada posible y llevar a cabo un proceso de averiguación del
contenido de la masa (“due diligence”), de manera que no se podrá alegar ningún
pretendido desconocimiento por su parte, al objeto de conferir a este contrato el
pretendido carácter de aleatorio. El comprador tiene posibilidades reales de acceder al
conocimiento del contenido exacto del objeto que compra o pretende comprar, sin que
pueda argumentarse la concurrencia de un factor de aleatoriedad (azar o suerte) en la
determinación del objeto. Otra cosa es que el comprador, voluntariamente, asuma el
riego de no conocer con exactitud el contenido real de la globalidad por las razones
subjetivas que sean, bien porque no quiera realizar un costoso y largo procedimiento de
averiguación o auditoría de ese contenido, y prefiera voluntariamente “arriesgarse”,
compensando normalmente ese riesgo con la fijación de un precio menor o inferior al
que, en términos razonables, podría exigirse por esos bienes.
Es más, entendemos que, en esta modalidad de contratos, el riesgo tendría que ser
bilateral para poder hablar de su carácter aleatorio, lo que implicaría que cada una de las
partes ha de tener la posibilidad de experimentar una pérdida o ganancia, de tal forma
que la ganancia de una de ellas comportara la pérdida de la otra. Esa bilateralidad no se
da en la venta en globo, en la que el vendedor conoce el contenido del conjunto que
vende y el riesgo, de existir, solo afecta al comprador, quien podrá eludirlo procurando
obtener la información precisa y detallada acerca del objeto de la venta.
En la venta en globo, en particular en aquella en que las partes no efectúan una
enumeración taxativa de sus elementos integrantes, el comprador asume de forma
voluntaria que lo que recibe tendrá un valor posiblemente distinto de su valor real, bien
porque sea muy inferior a éste o, por el contrario, superior, ya que, en estos casos de
venta de globalidades de bienes y derechos, las partes persiguen su transmisión y
adquisición rápida, sin tener que llevar a cabo inventario pormenorizado de sus
elementos, lo que podría dilatar en el tiempo la venta y puede ser contrario al interés de
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las partes, especialmente al del vendedor, a quien puede urgir la venta. Es por este
motivo que el comprador podrá asumir la incertidumbre normalmente a cambio de pagar
por la globalidad un precio inferior (a veces muy inferior) al valor real de mercado de
ese conjunto de elementos patrimoniales. Es más, el riesgo de que la globalidad de
bienes y derechos tenga un valor inferior al inicialmente previsto es un riesgo siempre
asumido por todo comprador de universalidades y globalidades de derechos y elementos
patrimoniales (tanto activos como pasivos), y ello con independencia de que el
comprador haya llevado a cabo, con anterioridad a la celebración del contrato, una
indagación más o menos exhaustiva sobre el estado patrimonial de la globalidad que
pretende adquirir, dado que existen determinados factores que pueden escapar de sus
posibles indagaciones, por depender de la voluntad de terceros ajenos al negocio, y dada
también la heterogeneidad de los elementos que pueden integrar la masa20. Por tanto, un
cierto grado de incertidumbre, que no de aleatoriedad, ha sido asumido voluntariamente
por el comprador, con independencia de que éste trate de mitigar el riesgo mediante la
inclusión en el contrato de ciertas cláusulas --representaciones o manifestaciones del
vendedor acerca del estado patrimonial de la masa— que atenúen el riesgo que asume.
En definitiva, esta venta no es necesariamente aleatoria por el hecho de que una de las
partes, el comprador, no conozca con exactitud los bienes y elementos patrimoniales
concretos (tanto activos como pasivos) que se le transmiten, entre otras razones porque
éste siempre tendrá posibilidades de eludir esa incertidumbre adoptando las medidas de
control necesarias, dependiendo de su voluntad la adopción o no de las mismas.
Descartamos la aleatoriedad del contrato basada el hecho de que una de las partes
(el comprador) generalmente desconoce de antemano con la debida precisión, los
bienes, derechos y obligaciones que se le han de transmitir, con lo que se da, en este tipo
de contrato un factor de incertidumbre que se traduce en una cierta “indeterminación”
del objeto contractual, querida y deseada en la mayoría de los casos por los propios
contratantes. Ese carácter anticipado de la indeterminación del objeto para el comprador
20
En próximos epígrafes analizaremos con detalle las posibles indagaciones que puede
llevar a cabo el futuro comprador, la denominada por la doctrina anglosajona “due diligence” en
relación a la compraventa de empresa, así como las posibles garantías y representaciones que el
comprador puede hacer constar en el contrato, a fin de asegurarse un plus de responsabilidad del
vendedor, superior a las atenuadas garantías que consagra el artículo 1.532 C.c., con la finalidad de
que el vendedor responda de todas sus afirmaciones acerca del estado patrimonial de la globalidad.
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nos lleva a descartar la existencia de un elemento puramente especulativo en este
contrato, pues no es un resultado obtenido con posterioridad como consecuencia de la
influencia de la marcha de la economía en relación a este contrato, sino que la
indeterminación es conocida (y asumida) anticipadamente por el comprador, que no por
el vendedor que, en la práctica totalidad de los casos, conocerá el contenido de ese
objeto. Cabría alegar, si pretendiese afirmar el carácter aleatorio de este contrato, que si
las partes hubieran querido excluir todo factor de incertidumbre, no hubieran celebrado
una venta en globo sin enumeración, sino que hubiesen llevado a cabo un inventario
taxativo de los elementos integrantes de la globalidad, asumiendo el vendedor la
obligación de responder por la pérdida o minusvaloración de todos y cada uno de ellos,
o bien hubieran realizado tantas ventas individualizadas cuantos bienes integran la
globalidad. Pero este argumento no nos parece convincente, dado que el riesgo asumido
por el comprador será normalmente consecuencia de una previa auditoría o examen de
la globalidad que pretende adquirir, por lo que, tras la realización de las comprobaciones
oportunas, no estima necesario incorporar al contrato una relación exhaustiva del
contenido del objeto. Cabe también la posibilidad de que el comprador asuma
voluntariamente un riesgo especialmente elevado, tanto en relación a la composición
real de la globalidad y al valor real de los elementos que la integran, como en relación a
la atenuación del régimen legal de garantías (legitimidad del todo en general) en esta
modalidad de compraventas, lo que normalmente compensará estipulando un precio
muy inferior al que posible y previsiblemente correspondería en el mercado a ese
conjunto de bienes y elementos patrimoniales. Es más, ese riesgo no constituye la causa
del contrato, ya que no es la voluntad de las partes hacer depender el equilibrio de las
prestaciones de factores ajenos a la voluntad de las partes y desconocidos al tiempo de la
celebración del contrato. En definitiva, en la venta en globo el vendedor conocerá el
contenido exacto de la prestación y el comprador asumirá voluntariamente el riesgo de
adquirir una masa de bienes y derechos sin exigir del vendedor una enumeración
taxativa de los elementos que la integran, bien porque él ya ha efectuado las
comprobaciones oportunas, por lo que no le resulta imprescindible la formación de un
inventario acerca del contenido, o bien porque asume el riesgo de prescindir de esa
información en aras a lograr una mayor rapidez en la celebración del contrato,
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estableciendo las medidas que estime necesarias para paliar el riesgo excesivo que tal
operación podría conllevar, especialmente repercutiendo en la determinación del precio
ese posible riesgo.
Por todas estas razones que acabamos de exponer, no nos parece adecuado
predicar un pretendido carácter aleatorio a la venta en globo sin enumeración, a
diferencia de lo que ocurre con la venta de herencia sin enumeración, dado que en ésta
última concurren determinados factores, como el desconocimiento por parte del
heredero del contenido de la herencia, que no se dan en la venta en globo, lo que impide
que podamos trasladar a ésta el carácter aleatorio que, sin duda, tiene la venta de
herencia sin enumeración. Otra cosa es que las partes acuerden libremente en el contrato
de venta en globo el configurarlo como un contrato aleatorio, lo que ocurrirá si lo
configuran como un contrato celebrado “a riesgo y ventura del comprador”, la cual está
contemplada en nuestro Derecho en el artículo 1.477 “in fine” del Código civil, que
dispone que si el comprador hubiese renunciado el derecho al saneamiento para el caso
de evicción, “con conocimiento de los riesgos de la evicción y sometiéndose a sus
consecuencias”, cuando ésta tenga lugar, el comprador no podrá reclamar nada, al haber
asumido el riesgo que tal venta comporta. Como ha destacado la doctrina21, ya
POTHIER señalaba, en su Traité du contrat de vente, que había un caso contemplado en
Derecho Romano (D.19,1,11,18) en el que el vendedor quedaba liberado de restituir el
precio, pese a haberse producido la evicción, cuando resulta no ser el objeto contractual
tanto la cosa que se ha vendido, cuanto “la incierta pretensión” que se tenía sobre la
propia cosa, asumiendo la venta un carácter aleatorio, similar a la de la “emptio spei”.
Ello ha conducido a un sector de la doctrina italiana22 a considerar que , en tal caso, no
hay una auténtica venta, sino una modalidad de contrato aleatorio, caracterizado por que
el comprador realiza una “donación convencional del precio” al vendedor, liberándole
plenamente de las consecuencias propias y normales de la evicción, postura no
compartida por otro sector de la doctrina italiana23 que considera que el comprador
21
Cfr., RODRIGUEZ MORATA, Venta de cosa ajena y evicción, op. cit., pág. 357.
22
Cfr. RUBINO, La compravendita, cit., pág. 740.
23
DE MARTINI, Voz ‘Evizione’, en Novissimo Digesto Italiano, Tomo VIº, 3ª edc.
Torino, 1957, pág. 1069.
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adquiere siempre el derecho a no ser perturbado en el derecho adquirido y en la posesión
de la cosa, por lo que no cabe hablar, en estos casos, de donación del precio; no
obstante, la obligación del vendedor de favorecer la traslación de la cosa estará
condicionada a la circunstancia de que el vendedor sea propietario o titular legítimo del
derecho transmitido. En este último sentido, el contrato conserva la naturaleza de venta,
pero con la peculiaridad de que será aleatoria, de manera análoga a la “emptio spei”,
pero con la diferencia, respecto a ésta, de que en la compraventa de esperanza el objeto
del contrato es la expectativa, a diferencia de lo que ocurre en la “venta a riesgo y
ventura del comprador”, en la que es cierta la existencia de la cosa, pero es incierta la
pertenencia o titularidad de ese derecho. Ambos son contratos en los que existe un
riesgo, pero mientras que en la “emptio spei” es futuro e imprevisible, en cambio, en la
“venta a riesgo y ventura”, aquél es futuro y previsible.
Aquí hay que advertir que en estos tipos de ventas aleatorias, como sería el caso
de la venta en globo con cláusula “a riesgo y ventura del comprador”, el riesgo no recae
sobre la existencia de la cosa, en nuestro caso de los elementos integrantes de la
globalidad, sino sobre el derecho. El riesgo no es de la existencia material de la
globalidad, o de la mayor parte de sus elementos integrantes, sino de sufrir a posteriori
la evicción por causa de carecer el vendedor de disponibilidad sobre el objeto
transmitido (o sobre alguno de sus elementos componentes). El riesgo, en consecuencia,
no es de la existencia de la cosa vendida, sino de la pertenencia o legitimidad del
derecho transmitido por el vendedor. Realmente, en la venta en globo sin enumeración
el comprador asume el riesgo por la titularidad de la mayor parte de sus componentes de
la globalidad por el periodo anterior a la venta, dado que el vendedor no garantiza que la
globalidad pueda ser perdida por el comprador por causa anterior a la venta. El
comprador asume su contraprestación de pagar el precio, aún cuando tenga lugar la
pérdida de elementos integrantes de la masa. De ahí que, como expresa
ALBADALEJO24 en referencia a la “venta a riesgo y ventura” del comprador, se
sobreentiende que el comprador conoce anticipadamente los riesgos que asume, siendo
consciente del riesgo de pérdida de algunos de los elementos de la globalidad por causa
24
ALBADALEJO, Derecho civil. IIº. Derecho de las obligaciones, vol. 2º, cit., págs. 31 y
32.
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de evicción, renunciando a su reclamación, lo que exige que el ‘aleas’ asumido se
refleje en el contrato, no siendo preciso que se manifieste de manera expresa, bastando
con que tenga un reflejo en el precio, que deberá ser inferior al real de mercado que
hubiera tenido la globalidad al tiempo de celebración del contrato. El factor precio será,
pues, a mi entender, decisivo para determinar la asunción del riesgo por el comprador,
pues, de otra forma, habría que estar a las propias manifestaciones y representaciones
realizadas por las partes en el propio contrato, debiendo constar de manera clara,
terminante e inequívoca la asunción del riesgo por el comprador mediante la
correspondiente cláusula de renuncia expresa a la exigencia de responsabilidad por
evicción.
Llegados a este punto, nos tenemos que preguntar si todo lo manifestado acerca de
la venta en globo sin enumeración de sus elementos integrantes es predicable
igualmente a la venta en globo con enumeración taxativa de éstos. La respuesta debe ser
aun más concluyente. En la venta en globo sin enumeración, como hemos visto, es
indudable que el comprador asume un cierto nivel de incertidumbre, si bien éste no es
suficientemente intenso como para justificar que se configure ese contrato como
aleatorio, por las razones que acabamos de exponer. Si ello es así respecto a esa
modalidad de venta, es aún más evidente que en la venta en globo con enumeración y
descripción exhaustiva de sus elementos desaparece de manera más evidente ese rasgo
de incertidumbre, tratándose de una compraventa con plena determinación del objeto, lo
que refuerza el carácter conmutativo del contrato. Piénsese, por ejemplo, en el caso de
que se vendan varios bienes y derechos concretos y perfectamente individualizados, que
tienen en común su origen o procedencia y que son vendidos como una globalidad por
un precio alzado --como sería el caso de la venta de diversos bienes o derechos
adquiridos por el vendedor en virtud de una herencia--,en cuyo caso desaparece todo
factor no ya de aleatoriedad, inexistente en la venta en globo, sino, incluso, de
incertidumbre25.
25
Ello con independencia de que, incluso en estas ventas globales con enumeración, no
desaparezca del todo el factor de incertidumbre. Piénsese en el caso de la venta de una herencia
con enumeración de componentes, en la que lo que realmente se transmite es la posición de
heredero universal en una herencia dada, y no la lista de bienes y derechos concretos que la
integran. Otro supuesto similar será la venta de empresa, en la cual lo se transmite es realmente la
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Ahora bien, lo que no cabe duda es que en esta última modalidad de venta en
globo con enumeración, si bien persiste un cierto grado de incertidumbre muy
moderado, se trata de un riesgo normal en la vida de cualquier contrato conmutativo y,
por supuesto, mucho más leve y matizado que el que se da en la venta en globo sin
enumeración, precisamente por estar matizado por el hecho de la enumeración y
descripción exhaustiva de los componentes de la masa, lo que tiene igualmente su
reflejo en el régimen de responsabilidad del vendedor que ya no se limitará a responder
de la legitimidad del todo en general, sino que responderá de la evicción que afecte a los
elementos componentes de la globalidad, no sólo de la evicción de la totalidad de ésta
sino también la que afecte a la mayor parte de esos elementos.
En este caso, pese a la existencia de un cierto nivel de incertidumbre en el
contrato, el interés de las partes de hacer un inventario o listado de los bienes y derechos
que componen el conjunto objeto de venta unido al proceso de investigación previo
(“due diligence”, en terminología anglosajona) desplegado por el comprador, supone
que las partes despliegan la debida diligencia para tener un correcto conocimiento acerca
de su exacta composición, lo que conlleva que no se pueda hablar de inexcusabilidad del
comprador en el caso de que impugne por error la venta celebrada26. En definitiva,
titularidad del conjunto, con independencia de que el vendedor aporte un inventario más o menos
detallado de los bienes y elementos (activos y pasivos) que la integran, y en la que el comprador
adquiere realmente la condición de nuevo empresario titular de la empresa, concebida como
universalidad. En estos casos, aunque exista un inventario más o menos detallado o completo de
los elementos componentes, siempre será posible que su contenido se vea alterado como
consecuencia de la venta, y de la acción de un tercero (v. gr., un acreedor de la empresa condona
su deuda al nuevo adquirente al que está unido por vínculos familiares).
26
Como prueba el caso y la doctrina de la reciente Sentencia de la Audiencia Provincial de
Barcelona de 5 enero 2.000, uno de los principales riesgos que para el comprador supone la
existencia de un periodo más o menos amplio de negociación previa, sobretodo si va acompañada
de un proceso de investigación, es que, o bien le permite conocer la verdad de ciertas cosas (en
nuestro caso, la composición y el estado de los elementos integrantes de la globalidad), o, al menos
le coloca en una posición favorable para adquirir tal conocimiento. Vid., el comentario que hace de
esta Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona CARRASCO PERERA, en
“Representaciones y Garantías”, en AA.VV., (Directores: ALVAREZ ARJONA y CARRASCO
PERERA), Régimen jurídico de las adquisiciones de empresa, cit., págs. 212-213. En este caso, se
había realizado la correspondiente declaración de que la sociedad adquirida no tenía concertados
con terceros contratos de distribución, agencia o representación, considerándose este dato como
determinante para la fijación del precio. Al ser falsa esa declaración , el comprador demandó al
vendedor una indemnización en base a los artículos 1.101 y 1.270 C.c., al considerar que había
existido “dolo in contrahendo”. El Tribunal aceptó que la acción de dolo pueda servir de
fundamento para reclamar la indemnización, si bien la rechazó en este caso concreto, al quedar
acreditado que los administradores designados por el comprador ya tenían conocimiento de la
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desde el punto de vista del error, mientras mayor sea el conocimiento adquirido por el
comprador o, al menos, cuanta mayor sea la posibilidad de adquirirlo, mayor es el riesgo
contractual que asume, porque la otra parte se puede basar en ese conocimiento para
eludir el reproche de haber ocultado o falseado la información. No ha informado porque
sabía que la otra parte era conocedora del estado real de la globalidad como
consecuencia de su propia investigación o indagación27. De esta forma, como ha
señalado algún autor28, nos encontramos ante la paradoja de que el comprador se
encuentra ante el dilema de tener que elegir entre la máxima protección vía
responsabilidad (en cuanto se protege su ignorancia) o la máxima información posible
sobre el estado del objeto que pretende adquirir. Como tendremos oportunidad de
comentar más adelante, al abordar la problemática que plantean las denominadas
‘Manifestaciones y Garantías’, éstas declaraciones del vendedor tienen la virtualidad de
permitir al comprador acumular información con protección por la vía de la
responsabilidad, pues, mediante ellas, el vendedor asegura o representa la existencia de
un determinado estado de cosas, garantizando a su vez su existencia y asumiendo la
correspondiente responsabilidad, con independencia del estado subjetivo del comprador
e independientemente también de que éste haya tenido medios y posibilidades para
acceder a un conocimiento más o menos detallado acerca del estado de la globalidad, si
bien en su memento haremos ciertas matizaciones a esta afirmación, cuando abordemos
el tema de las Manifestaciones y Garantías.
El despliegue de esta diligencia no impide necesariamente que puedan surgir
nuevas cargas o deudas sorprendentes, o que se pierdan ciertos bienes o derechos, con lo
existencia de tales contratos cuando se fijó definitivamente el precio, así como las reclamaciones
que estaban haciendo contra la compañía los distribuidores existentes en la fecha. En definitiva, y
como ha destacado CARRASCO, la declaración del vendedor no contiene en sí una promesa de
indemnidad, sino una simple declaración falsa de cualidades que, para ser relevante a efectos
indemnizatorios, es necesario que fuera conocida por la otra parte, con el empleo de la diligencia
ordinaria.
27
El Tribunal Supremo se ha pronunciado al respecto en diversas Sentencias en sede de
vicios ocultos de la cosa vendida, sosteniendo siempre la validez de la regla de que los riesgos de
los defectos de la cosa vendida se desplazan al comprador, bien porque éstos pudieron haber sido
conocidos por éste con el empleo de una diligencia ordinaria, bien porque constaba en la
documentación que el comprador tuvo en su poder (STS 8 julio 1.994), bien porque podía haber
accedido al oportuno conocimiento mediante la práctica de simples gestiones (STS 12 junio
1.997).
28
CARRASCO PERERA, op. cit., pág. 221.
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que el factor de incertidumbre no desaparece del todo, pero evidentemente queda
bastante atenuada. Por ello sólo se podrá alegar el error si éste es esencial, en el sentido
de que cualquier bien, carga o deuda nueva permitirá la impugnación por error del
contrato por la vía del artículo 1.266 C.c. A nuestro juicio, la esencialidad viene
determinada por el propio artículo 1.532 C.c. y su especial régimen de garantías previsto
para la venta en globo con enumeración: será error esencial cuando el valor de la
globalidad vendida supere o disminuya en la mitad aproximada el valor previsto en el
momento de celebración del contrato. No obstante, hay que hacer una matización a
nuestra argumentación relativa a la posibilidad de alegar la esencialidad del error, y es
que ésta quedará eliminada si las partes han acordado en las Bases de Compra de la
globalidad que el vendedor haga determinadas declaraciones o manifestaciones
garantizando su veracidad y resultado29. Precisamente una de las ventajas de tales
Manifestaciones es evitar las consecuencias negativas que supondría para el comprador
la aplicación de la doctrina de la esencialidad del error. Como las contingencias que
puedan presentarse tras la celebración del contrato sólo repercuten limitadamente en los
intereses del comprador y difícilmente afectan a la totalidad de su presuposición
contractual, y dado que normalmente estas contingencias afectan sólo parcialmente a
alguno de los elementos integrantes de la globalidad vendida (v., gr., pérdida por
evicción de algún bien de la masa; aparición de un vicio oculto en alguno de sus
elementos, etc.) y no a la totalidad del objeto de la venta, cabe la posibilidad de que la
demanda del comprador sea rechazada por el juez o tribunal por entender que la
contingencia no afecta a un elemento esencial del contrato de venta. Por ello, la
existencia de Manifestaciones y Garantías permite evitar esas consecuencias negativas,
ya que al especificar el comprador al vendedor cuáles son los extremos y aspectos en los
que considera necesario que realice determinadas manifestaciones o declaraciones, ello
supone que tales extremos son considerados esenciales por el propio comprador y que,
en consecuencia, no deben afectar al precio pagado. No cabe, pues, que el vendedor
alegue que ese extremo no es esencial en tanto que se ha manifestado expresamente, a
requerimiento del comprador, sobre ese extremo, garantizando la veracidad de su
declaración, al tiempo que resulta evidente la importancia que tal extremo tiene para el
29
Vid., CARRASCO PERERA, op. cit., pág. 223.
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comprador, hasta el punto de incorporarse a la propia causa del contrato, dejando de ser
un simple motivo individual. Otra cosa es que, con frecuencia, especialmente cuando el
comprador ocupa una posición dominante en la relación contractual, esas estipulaciones
puedan resultar abusivas o contrarias a la Ley de Condiciones Generales de la
Contratación, como tendremos ocasión de analizar próximamente.
3.- LA MODERACIÓN DEL RIESGO DEL COMPRADOR (I): LA
EXISTENCIA DE UN DEBER DE INFORMACION DEL VENDEDOR EN LA
FASE PRECONTRACTUAL.Dado el nivel de incertidumbre que conlleva el contrato de venta en globo, y el
trato manifiestamente protector para el vendedor que establece el artículo 1.532 C.c.,
atenuando su responsabilidad en el sentido ya comentado anteriormente y que
analizaremos de manera detallado más adelante, ello nos lleva a plantearnos los posibles
mecanismos de protección de que goza el comprador de estas universalidades que le
compensen de la asunción de los riesgos derivados de la propia limitación y atenuación
de la responsabilidad del vendedor que establece el artículo 1.532 C.c. Estos
mecanismos serían básicamente los siguientes: en primer lugar, la existencia de un
deber general de información que pesa sobre el vendedor en la fase de formación o
preparación del contrato. En segundo lugar, la posibilidad de que goza el futuro
comprador de adquirir, por propia iniciativa, la información necesaria que le conduzca a
una adquisición exitosa de la globalidad por un precio razonable, desplegando para ello
por propia iniciativa un proceso de investigación previo, que vamos a denominar “due
diligence”, siguiendo la terminología anglosajona al uso. Finalmente, en tercer lugar, el
comprador puede requerir al vendedor de la globalidad que efectúe expresamente
determinadas manifestaciones o declaraciones en relación a determinadas cuestiones de
especial interés para el adquirente, cuya veracidad e integridad deberá ser garantizada de
manera expresa por el propio vendedor. Lógicamente estas manifestaciones estarán
supeditadas a la existencia de pacto expreso de las partes. Con estos mecanismos de
protección del comprador se compensan los mayores riesgos asumidos por éste en
relación a la responsabilidad atenuada asumida por el vendedor, ex artículo 1.532 C.c.
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En este epígrafe vamos a centrarnos en el primero de estos mecanismos: el deber
general de información del vendedor en la fase preparatoria del contrato30.
En efecto, en el desarrollo de los tratos preliminares que preceden a la celebración
del contrato, los negociadores, pese a la no existencia de un vínculo contractual entre
ellos, no quedan plenamente liberados de una serie de deberes que surgen desde el
mismo momento en que entran en contacto con la finalidad de celebrar en un futuro un
contrato. En tal sentido, la doctrina entiende que existe un deber general de información
de aquel de los negociadores que posea los datos que puedan influir en la decisión
última del otro negociador, de manera que, mientras se negocia, cada una de las partes
está obligada a comunicar a la otra los datos y las circunstancias de que tenga o deba
tener conocimiento y que, de ser conocidas por la otra parte, la conducirían a no celebrar
el contrato o a hacerlo en unos términos distintos, siempre y cuando la ignorancia de
ésta última esté justificada31. Ello nos plantea la cuestión de cuál sea el fundamento de
este deber general de información. La doctrina es prácticamente unánime en considerar
que la buena fe, que ha de regir la actuación de las partes, no sólo en la fase de
celebración del contrato sino también en la fase precontractual, es el fundamento del
deber de información32. Se sigue en nuestro ordenamiento el mismo criterio que es
30
No es muy abundante en nuestro país la bibliografía relativa a este deber de información,
destacando dos obras recientes y prácticamente simultáneas en el tiempo: GOMEZ CALLE, Los
deberes precontractuales de información, Madrid, 1.994; LLOBET I AGUADO, El deber de
información en la formación de los contratos, Madrid, 1.996. Con carácter más general, vid.
también ASUA GONZALEZ, La culpa in contrahendo (Tratamiento en Derecho alemán y
presencia en otros ordenamientos), Bilbao, 1.989. Por su parte, ROJO AJURÍA, El dolo en los
contratos, cit., págs. 262 ss., aborda también la problemática del dolo vicio y el deber
precontractual de información.
31
Vid. GOMEZ CALLE, op. cit., pág. 11; LLOBET Y AGUADO, op. cit., págs. 38-40;
QUIÑONERO CERVANTES, “El dolo omisivo”, Revista de Derecho Privado, 1.979, pág. 354.
32
En tal sentido, LLOBET I AGUADO, op. cit., pág. 38, dice que si el principio de buena
fe debe regir las relaciones contractuales (art. 1.258 C.c.), prescindiendo de la existencia o no de
una situación de desequilibrio entre las partes, “con mayor razón debe aplicarse tal principio a las
relaciones precontractuales cuando éstas se caracterizan por un desequilibrio entre las partes
producido por la mayor información de una y la ignorancia de la otra. Esto último es
precisamente lo que suela suceder en los contratos... en que una de las partes no sea un técnico o
profesional, dada la elevada complejidad técnica que, cada vez más, revisten el tráfico jurídico y
económico y los productos y servicios que son objeto del mismo”. En la misma línea, vid. GOMEZ
CALLE, op. cit., págs. 12-18; GARCIA RUBIO, La responsabilidad precontractual en el Derecho
español, Madrid, 1.991, págs. 93 y ss.; MORALES MORENO, “El error en los contratos, cit.,
págs. 229-230, afirmando que si bien es cierto que tienen razón quienes afirman que no se puede
exigir en las relaciones de negocio una absoluta y total lealtad, “no es menos cierto que la buena
fe, tal como hoy se entiende, impone a las partes ciertos deberes de colaboración, de carácter
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seguido en otros países de nuestro entorno, especialmente en Italia33. Ahora bien, la
existencia de este deber general de información no ha sido aceptado por numerosos
autores extranjeros, especialmente franceses, ni por el Derecho inglés, llegándose a
señalar que la esencia del comercio y de los negocios en una economía de mercado y
libre empresa y en la que existe libertad de contratar es que las partes se encuentren en
una situación de igualdad, sin que ninguna tenga la obligación de informar ni asistir a la
otra34. Frente a esta opinión, hemos de resaltar que, frecuentemente, la igualdad de las
partes es más utópica que real: así, tratándose de la venta de una universalidad o
globalidad es evidente que el vendedor dispondrá de una mayor y mejor información
que la que pueda disponer el comprador –piénsese, por ejemplo, en la venta de una
empresa--, de manera que esta “desigualdad informativa” será mayor a medida que el
objeto de la venta sea más complejo. De ahí que la información que el vendedor pueda
proporcionar al comprador sea el medio idóneo para corregir falsas apariencias,
atenuando o suprimiendo, por medio de ella, los riesgos que esa modalidad de venta
lleva aparejada35. Aunque, como veremos en el próximo epígrafe, el comprador puede
acceder a la necesaria información llevando a cabo un proceso investigador, el “due
diligence”, ello no obsta para que pueda hablarse de un deber del vendedor de
relativo, que varían según las circunstancias y actúan en función de la conducta del otro
contratante”; IDEM, “El dolo como criterio de imputación de responsabilidad al vendedor por los
defectos de la cosa”, A.D.C., 1.982, págs. 610-611.
33
El Codice civile italiano de 1.942 introduce la responsabilidad precontractual en sus
artículos 1.337 y 1.338, estableciendo un deber de comportarse según la buena fe. Así lo determina
expresamente el artículo 1.337 al disponer que “las partes en el desarrollo de las negociaciones y
en la formación del contrato deben comportarse de acuerdo a la buena fe”. El artículo 1.338
dispone el deber de información de la parte que tenga conocimiento de la concurrencia de una
causa de invalidez del contrato que deberá comunicarla a la otra parte, incurriendo en
responsabilidad de no hacerlo. Se trata de una buena fe objetiva. Según la doctrina italiana las
obligaciones básicas derivadas de este deber de actuar de buena fe en la fase formativa del contrato
son básicamente tres: información, secreto y custodia, a las que habría que añadir el deber de no
interrumpir, bajo determinadas condiciones, las negociaciones contractuales.
34
En el common law, como ha destacado ROJO AJURÍA, op. cit., págs. 269 ss., regía la
regla del ‘caveat emptor’, si bien se ha ido produciendo, con el paso del tiempo, una evolución,
especialmente en el ordenamiento estadounidense. Frente a la tradicional regla de no información,
se están imponiendo numerosas excepciones, especialmente en aquellas transacciones en las que
sólo una parte está en posesión de información de difícil acceso por la otra parte o de muy elevado
coste. El ordenamiento inglés se mantiene en cambio más fiel a la línea tradicional de negar la
existencia de una obligación de información, aunque también se admiten excepciones derivadas de
los usos, de la ley y de la doctrina de los contratos ‘uberrimae fidei’ y las relaciones de confianza.
35
Así lo destaca, MORALES MORENO, “El dolo..., cit., págs. 632-633.
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proporcionarle la debida información, con independencia de las averiguaciones que
pueda realizar el comprador por propia iniciativa, que, en todo caso, podrán confirmarle
las informaciones facilitadas por el vendedor.
Así pues, estimamos, siguiendo a la doctrina mayoritaria, que se debe atribuir a la
buena fe un amplio alcance en la fase formativa o de preparación del contrato, de modo
que sirva no sólo para reprimir conductas maliciosas o fraudulentas, sino también para
imponer un modelo de conducta leal basado en la cooperación, de la que se deriva este
deber de informar, al objeto de que cada parte negociadora pueda identificar y valorar
adecuadamente sus propios intereses, de manera que cada una de ellas se haga
responsable de su propia decisión36. Es más, avanzando en esta línea, el artículo 7.1º
C.c. podría servir de cauce idóneo para consagrar el principio general de buena fe, al
consagrar un concepto objetivo de la buena fe establecido en referencia a un modelo de
conducta leal y honesto en las relaciones entre las partes, no sólo en la ejecución del
contrato, como establece el artículo 1.258 C.c., sino también en la fase previa de los
tratos preliminares, lo que incluiría el deber de información37.
En tal sentido, se ha señalado acertadamente38 que, aún partiendo de la
inexistencia de un deber de información cuando la misma sea fruto de una costosa
investigación, hay que admitir que la regla general tiene excepciones: así, habrá de
comunicar a la otra parte esa información cuando una norma así lo prevea o impute al
otro contratante el riesgo del error, o la información sea necesaria para impedir que el
36
MORALES MORENO, “El dolo..., cit., págs. 611-612.
37
Vid., MIQUEL GONZALEZ, “Comentario al artículo 7 C.c.”, en Comentario al Código
Civil (Mº de Justicia), Tomo Iº, Madrid, 1.991, pág. 48; GARCIA RUBIO, La responsabilidad...,
cit., págs. 40-41. Por su parte, DIEZ-PICAZO, Fundamentos..., Iº, cit., pág. 271, afirma con
relación a los tratos preliminares: “No hay entre los interesados una verdadera relación jurídica,
pero sí una evidente relación social o, como dicen los alemanes, un ‘contacto social’. Pues bien:
por el hecho de relacionarse o de entrar en contacto las partes asumen unos determinados
deberes. Quedan obligadas a comportarse con la buena fe necesaria y a observar en los tratos la
lealtad que exigen las convicciones éticas imperantes. Estos deberes de veracidad y de buena fe
pueden tener un alcance muy diverso”.
38
Vid. MORALES MORENO (“Comentario al artículo 1.266 C.c.”, en Comentarios al
Código Civil y Compilaciones Forales, Tomo XVIIº, vol. 1º-B, Madrid. 1.993, pág. 308 ss.
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objeto vendido pueda cuasar daños; además, quien posee información no puede atribuir
al objeto cualidades de las que sabe que carece39.
Por otra parte, el incumplimiento de los deberes informativos es relevante para
determinar la responsabilidad ‘in contrahendo’ del vendedor por los daños que la
compra de la cosa defectuosa ocasione al comprador. Como ha señalado algún autor40,
tratándose de la venta de una cosa específica, esta responsabilidad del vendedor sólo
puede apoyarse en la infracción de sus deberes informativos en la fase que precede al
contrato, ya que su objeto, en cuanto cosa concreta, tiene determinadas características,
entre las cuales las esenciales para decidir si celebrar o no el contrato han de ser puestas
en conocimiento del comprador; por eso, cuando la cosa vendida tiene defectos ocultos,
no estamos ante un caso de incumplimiento contractual, ya que, para ello, es preciso que
el vendedor asuma la obligación de entregar una cosa con determinadas cualidades y, sin
embargo, en nuestro caso, el vendedor no está obligado a entregar una cosa carente de
vicios, sino la cosa tal y como se encuentra al concluir el contrato, cumpliendo su
obligación al entregar la cosa: el problema surge si la cosa tiene unos vicios o defectos
de los que no se informó al comprador antes de contratar41. De ello deriva una
conclusión: se trata de que la infracción del deber de información puede producirse
tanto mediante un comportamiento activo, comunicando una información falsa o
engañosa, como mediante uno omisivo, guardando silencio cuando se está obligado a
hablar, de lo que se deduce que el deber de informar implica, de un lado, la transmisión
39
En caso de que el vendedor futuro ocultase la debida información al comprador en esta
fase precontractual, o bien le proporcionara una información falsa o incompleta, el comprador
dispondrá de una serie de acciones que, con carácter general, le permitirán evitar las consecuencias
negativas que se puedan derivar para él como consecuencia del incumplimiento de los deberes de
información por parte del vendedor u oferente, que haremos objeto de estudio en el próximo
capítulo. No obstante, podemos adelantar que, junto a las específicas acciones previstas en el
artículo 1.532 Cc. en relación a al venta en globo, el comprador podrá acudir a otros medios
defensivos como son las acciones edilicias derivadas de la existencia de vicios o defectos ocultos
entre los elementos de la globalidad vendida, así como la acción de nulidad relativa el contrato por
la concurrencia de un vicio del consentimiento, junto con el ejercicio de otras acciones generales
por incumplimiento contractual (acciones de cumplimiento, resolutoria e indemnizatoria). No
obstante, más adelante analizaremos la concurrencia de esta batería de acciones en la venta en
globo, que, por sus especiales características en relación a su objeto, hace compleja la posibilidad
de ejercicio de algunas de ellas, como es el caso de la acción de nulidad por error vicio, o el de la
acción resolutoria, así como el de las acciones edilicias.
40
MORALES MORENO, “El dolo..., cit., pág. 631.
41
Vid. LLACER MATACAS, El saneamiento..., cit., págs. 157 ss.
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de la información exigible y, de otro, que ha de omitirse cualquier información errónea
o falsa42. La distinción entre ambas modalidades de infracción tiene importancia ya que,
mientras que las afirmaciones falsas serán siempre sancionables, por imponerlo así la
buena fe en la fase precontractual, en cambio para que el silencio sea sancionable es
preciso que exista previamente un deber de hablar43. Dado que el silencio sólo puede ser
sancionado cuando exista un previo deber de informar, vamos a determinar, a
continuación, cuando existe ese deber en la fase de formación del contrato. Partimos de
la base de que ese deber comprende no sólo la comunicación de lo que ya se conoce,
sino también de todo aquello que, siendo desconocido, debiera saberse actuando con la
diligencia exigible en cada caso, lo que supone que el obligado a informar lo está
también a procurarse la información que deberá transmitir después. En la determinación
de la diligencia exigible es importante el carácter profesional o no del obligado a
transmitir la información.
Fuentes de estos deberes contractuales de información son la ley y la buena fe. La
ley, en efecto, impone, en diversos supuesto, un deber específico de información en
numerosos preceptos de diversos cuerpos legales44. Partiendo de esta base, se pueden
distinguir tres criterios para determinar cuándo hay deber de informar. En primer lugar,
aquellos datos que derivan de circunstancias que afectan al sujeto que ha de ser
informado. Se trata de proporcionar la debida información a la parte negociadora que se
encuentra en una posición de inferioridad respecto de la otra. Hay supuestos en que está
perfectamente justificado imponer el deber de información sobre uno a favor del otro, lo
que ocurrirá cuando una de las partes se encuentre en una manifiesta posición de
42
MORALES MORENO, “El dolo..., cit., pág. 631.
43
La cuestión adquiere especial importancia en los ordenamientos reacios a admitir la
existencia de deberes de información en la etapa precontractual, como ocurre en el Derecho inglés,
donde así como no se duda en admitir la sanción de la denominada misrepresentation o falsa
información hecha por una persona a otra para inducirle a contratar con ella, se parte de la regla
general de que el silencio (non-disclosure) no constituye misrepresentation.
44
Cfr., por todos, los arts. 1.483 C.c., 45 de la Ley sobre el Régimen del Suelo y
Ordenación Urbana; 9.5º L.P.H.; arts. 10.1.a) y 13 L.G.D.C.U.; en las venta a plazos, art. 6
L.V.B.M.P.; en el sector de los servicios bancarios, art. 48.2º de la Ley de Disciplina e
Intervención de las Entidades de Crédito; art. 3.1º i.f., de la Ley del Contrato de Seguro, entre
otras.
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debilidad e inferioridad respecto de la otra45. La parte necesitada de información podrá
obtenerla haciendo al vendedor las correspondientes preguntas, que éste estará, en
principio, obligado a contestar46; naturalmente, el oferente estará obligado a responder
conforme a la verdad, no pudiendo afirmar como fuera de toda duda aquello que sea una
simple suposición suya o de lo que no está seguro; en cambio, no es reprochable la
información errónea que proporcione al adquirente, si le advirtió que dicha información
responde a su creencia, dejándole claro que puede ser errónea y que no lo ha
comprobado, siempre que no estuviese obligado a hacerlo47. Con ello se garantiza la
necesaria protección al contratante más débil48. En segundo lugar, otro criterio
determinante del deber de informar deriva de datos del sujeto obligado a suministrar esa
información. Así, la profesionalidad de una de las partes podrá ser determinante a la
hora de atribuirle un deber de informar, sobre todo cuando la otra parte no lo es49. Si
ambos negociadores fuesen profesionales sus relaciones habrán de tratarse como si
ambos fueren legos en la materia, teniéndose también en cuenta los usos de comercio
que afecten a la materia de la negociación. Finalmente, en tercer lugar, otro criterio a
tener en cuenta en relación al deber de proporcionar la debida información deriva de
datos relacionados con las características del contrato a celebrar, básicamente la
45
Es más, como destaca GARCIA RUBIO, La responsabilidad..., cit., pág. 46, al analizar
la jurisprudencia sobre el tema de países de nuestro entorno (Alemania, Francia, Italia), se aprecia
cómo los tribunales utilizan los deberes de información como medio de protección a la parte más
débil y para lograr una igualdad efectiva. En tal sentido, vid., MORALES MORENO, “El error...,
cit., pág. 228.
46
No obstante, como ha puesto de manifiesto MORALES MORENO (El error..., cit., pág.
228), la protección del futuro comprador no queda garantizada si la misma queda supeditada a la
formulación de preguntas por su parte, dado que quien sabe poco del contrato, tampoco pueda
saber qué preguntas realizar y qué datos pueden ser relevantes para determinar si la adquisición del
bien satisface su interés. De ahí que haya también un deber de informar espontáneamente por parte
del oferente. Vid., también, STS 4-1-1.982.
47
MORALES MORENO, “El dolo..., cit., págs. 650-653.
48
Vid., GOMEZ CALLE, op. cit., págs. 89-91. La imposibilidad de autoinformación,
destaca esta autora, puede estar motivada tanto por razones objetivas como subjetivas. Entre las
primeras podría incluirse la complejidad técnica del objeto del contrato que hace que sólo un
experto pueda conocer exactamente sus características o comprender los compromisos que su
contratación comporta. La imposibilidad de autoinformarse también puede deberse a las peculiares
características personales del interesado (imposibilidad subjetiva), lo que permite atenuarle el nivel
de diligencia exigible a una persona media en relación a este deber de autoinformación (personas
de nula experiencia negocial, de escasa formación, extranjeros desconocedores de nuestro idioma y
usos de comercio, etc.).
49
GARCIA RUBIO, La responsabilidad..., cit., págs. 50-51.
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complejidad, novedad y grado de riesgo que comporta. Normalmente, cuando concurre
alguna de estas características en el contrato, uno de los negociadores será un
profesional y lego el otro. La complejidad afectará en la generalidad de los casos al
objeto del contrato proyectado. La novedad suele ir unida a la complejidad del contrato,
siendo un dato determinante de un mayor deber de información dado que suele
comportar un mayor grado de desconocimiento de la otra parte y de sus posibilidades de
adquirirlo (piénsese, por ejemplo, en la transmisión de una globalidad de derechos
relacionados con el mundo de la informática o de la multipropiedad).
Por lo que respecta al contenido de los deberes precontractuales de información,
hay que advertir que su extensión ha de ser necesariamente relativa, dependiendo de lo
que fije en cada caso concreto la buena fe, según las circunstancias propias del mismo.
Se han realizado por la doctrina diversos intentos clasificatorios de los deberes de
información50, distinguiendo los siguientes deberes de información:
En primer lugar, la información de los datos determinantes para formar la
voluntad negocial favorable o no a la celebración del contrato. Este deber se refiere,
pues, a aquellas circunstancias que pueden tener un significado esencial en la formación
de la voluntad negocial. La cuestión de determinar qué circunstancias son esas que
determinan la voluntad negocial del destinatario de la información nos conduce a las
llamadas presuposiciones, esto es, a la representación de la realidad que es tomada en
cuenta por las partes a la hora de decidirse a contratar y de estructurar sus intereses.
Estas presuposiciones se concretarán en cada caso de lo que se deduzca de la voluntad
de las partes, atendiendo a los criterios de integración e interpretación del contrato, tales
50
Cfr, por ejemplo, la realizada por GOMEZ CALLE, op. cit., págs. 99-121. La autora
distingue los siguientes bloques de datos sobre los que se ha de proporcionar información: 1º)
aquellos datos que han de considerarse determinantes de la voluntad negocial de la parte receptora
de la información para celebrar o no el contrato, incluyendo no sólo aquellas informaciones
relevantes que, de ser conocidas por ella le inducirán a la celebración o no del contrato, sino
también 2º) todos aquellos datos que, sin tener esa relevancia, derivan de la necesidad de
comportarse lealmente en esta fase; y 3º) el deber de información puede referirse también a ciertos
requisitos de validez del contrato a celebrar, de cuyo conocimiento no tiene por qué depender el
consentimiento del destinatario de la información (a quien ignora que el contrato exige una forma
‘ad solemnitatem’, el conocer tal exigencia posiblemente no le haga cambiar su opinión sobre la
celebración del contrato).
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como la ley, los usos, la buena fe y, en los contratos onerosos, la equidad51. Esos datos
son incorporados al contrato como presuposiciones de modo que cualquier contingencia
que afecte a los mismos forman parte de los deberes informativos precontractuales52.
Una vez enumerados los principales deberes precontractuales de información, hay
que añadir, lo que es evidente, que éstos están sujetos a ciertos límites: uno de ellos, ya
enunciado con anterioridad y al que volveremos al estudiar el proceso de “due
diligence”, es el derivado del deber de autoinformarse que incumbe a cada contratante,
de manera que no hay que informar al otro contratante de aquello de lo que él mismo
está obligado a informarse, pues estos deberes no amparan la pasividad y el descuido de
los propios intereses53. Tampoco hay deber de informar de aquellas circunstancias
extrínsecas al objeto del contrato que, afectando al propósito personal de alguna de las
partes, éste no se haya integrado en el contrato como presuposición o condición ni haya
sido dado a conocer al otro contratante. En un próximo epígrafe de este capítulo nos
51
MORALES MORENO, El error..., cit., págs. 199-201 y 204 ss.; IDEM, Comentario al
artículo 1.266 C.c., cit., págs. 837 ss.
52
Vid., MORALES MORENO, El error..., cit., págs. 230-231. Entre estos datos tenemos
los relativos a los sujetos. Por un lado, los datos relativos al propio sujeto obligado a informar.
Junto a ellos, están los datos relativos al objeto de la prestación debida, a cargo de quien resultaría
deudor de la prestación de dar en caso de celebrarse el contrato, debiendo informarle de las
características propias del objeto de la prestación a fin de que la otra parte pueda sopesar la
conveniencia o no de celebrar el contrato. El deber afectará a aquellos datos que puedan ser
conocidos sin especial dificultad por el deudor de a prestación , en nuestro caso el vendedor de la
globalidad. En las prestaciones de dar, cabe distinguir, siguiendo al autor, según se trate ese objeto
de cosa genérica o específica, bastando, en el primer caso, con una referencia al género al que
pertenece la cosa a entregar para presuponer en ella sus cualidades genéricas, por lo que la
información suministrada por el vendedor versará acerca de esas mismas cualidades. Tratándose de
cosas específicas, la información a suministrar será más concreta y detallada, siempre que no se
refieran a características que estén a la vista, pudiendo el posible comprador examinarlas por sí
mismo. Cuando una de las partes de la relación, que resultaría deudora de una determinada
prestación en caso de celebrarse el contrato, no esté en condiciones de averiguar o prever por sí
misma el alcance o los riesgos que asumiría, está justificada la obligación de la otra parte de
informarle acerca de aquellos extremos o circunstancias que conociera o debiera conocer al
respecto, antes de celebrar el contrato. Así deberá informarle de datos tales como el precio y las
condiciones económicas de la adquisición, con la finalidad de que el adquirente, conocido el precio
definitivo que habrá de pagar (con sus costes complementarios, impuestos, comisiones, etc.) pueda
valorar los costes exactos de la transacción, evitando, de esta manera, que puedan surgir en el
futuro nuevos costes sorprendentes que puedan alterar gravemente sus previsiones de pago del
precio, o que eleven éste considerablemente. Estrechamente ligado con esto, deberá informarle
también de los riesgos patrimoniales inherentes a la transacción de que se trate, pudiendo
extenderse este deber a la información acerca de las expectativas de ganancias que el contrato
proyectado pueda generar.
53
Vid., GOMEZ CALLE, op. cit., págs. 127 y 137.
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referiremos, de manera expresa y detallada, a las denominadas Manifestaciones y
Garantías que el futuro comprador de la globalidad puede incluir en las Bases de
Compra del contrato, en las que el potencial comprador puede establecer una serie de
circunstancias pasadas o futuras que el vendedor se compromete a garantizar, con
independencia de que tales datos o circunstancias sean extrínsecas o accesorias al
contrato. Otros límites derivan del respeto a la esfera íntima y privada de la persona,
esfera que no sólo es protegida frente a cualquier intromisión ajena, sino también frente
a cualquiera que pueda surgir en la negociación de un contrato54. Finalmente hay ciertas
limitaciones que pueden derivarse de consideraciones económicas55.
Como última observación hay que destacar, en relación al modo de llevar a cabo
la información, que ésta ha de llegar a su destinatario cumpliendo determinados
requisitos. Entre ellos hay dos generales, que van implícitos en todo deber de
información: la veracidad y la suficiencia, implicando esta nota que la información ha
de comprender todos aquellos datos cuyo conocimiento sea necesario para su
destinatario, al objeto de que pueda adoptar la decisión adecuada acerca de si contratar o
no. Un tercer requisito de la información es la claridad: no basta con que el oferente
incluya en la oferta las indicaciones sobre los elementos esenciales y las cualidades
esenciales, sino que también es necesario que éstas sean comprensibles para la otra
parte, de manera que la exigencia de claridad e inteligibilidad será especialmente
necesaria en operaciones complejas, como puede ser la venta en globo, a fin de evitar
cualquier error sobre la naturaleza del contrato56.
54
En este sentido destaca DIEZ-PICAZO (Fundamentos..., vol. 1º, cit., pág. 130), que al
orden público del artículo 1.255 C.c. pertenecen “las materias estrictamente situadas dentro del
orden constitucional (por ej., la dignidad de la persona, sus libertades básicas, su derecho a la
igualdad y a la no discriminación) que no pueden quedar impedidas o menoscabadas por los
pactos o contratos de los particulares, aunque en ellos intervenga el propio sujeto afectado”.
55
Así, en primer lugar, cuando la obtención de la información es igualmente costosa para
ambas partes y sólo una de ellas realiza la inversión necesaria para lograrla, debe permitirse que se
aproveche de su contenido y de sus beneficios si implica un aumento del valor de la cosa, por lo
que debe quedar liberada de dar a conocer a la otra parte dicha información. En segundo lugar, hay
que tener en cuenta las consecuencias negativas que, para el vendedor, puede tener la transmisión
de cierta información referida a innovaciones técnicas y, en general, a datos amparados por el
secreto industrial, por lo que obligarle a informar sobre tales datos podría beneficiar a la
competencia en perjuicio del propio informante.
56
LLOBET I AGUADO, op. cit., pág. 71.
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4.- LA MODERACION DEL RIESGO DEL COMPRADOR (II):
ACTIVIDAD DE INVESTIGACION PREVIA A LA CELEBRACION DEL
CONTRATO Y MANIFESTACIONES DEL VENDEDOR.4.1.- El denominado ‘due diligence’.Como hemos comentado en el anterior apartado, la incertidumbre que puede
concurrir en el comprador en la venta de globalidades puede verse moderada mediante
el desempeño de una serie de actividades previas a la celebración del contrato tendentes
a averiguar el estado real en que se encuentra el objeto de la venta. En definitiva, se
trataría de determinar los riesgos y contingencias que se pueden asumir como
consecuencia de la adquisición de una universalidad o globalidad de bienes y derechos.
Este proceso de averiguación previa o auditoría, que apenas ha sido estudiada en nuestro
país, sí ha sido objeto de estudio en los sistemas legales del área anglosajona, en
especial en relación a las adquisiciones de empresas, por lo que se ha venido a imponer
la expresión “due diligence”57 para hacer referencia a este proceso de búsqueda de
información llevada a cabo por el comprador al iniciarse las negociaciones58, para
evaluar los riesgos de la globalidad que adquiere y su situación económica y/o financiera
real, antes de proceder a su adquisición. Se trata de una actividad de tal importancia que,
en muchos casos, podría requerir más tiempo en su realización que la negociación en sí
del contrato de adquisición59, ya que la negociación de éste se hará sobre unas bases
seguras suministradas precisamente por esa actividad investigadora. Por otra parte,
hemos de destacar que el “due diligence” es un procedimiento investigador que,
57
El origen del término “due diligence” tiene su origen en los Estados Unidos, en la
Sección 11 (b) del “Securities Act” de 1.933, en relación a las ventas y adquisiciones de empresa.
58
En España, el “due diligence” apenas ha sido objeto de análisis por algún autor. En tal
sentido, destacamos HALLET CHARRO, “Due Diligence”, en AAVV (Directores: ALVAREZ
ARJONA y CARRASCO PERERA), Régimen jurídico de las adquisiciones de empresa,
Pamplona, 2.001, págs. 135-189. Desde una perspectiva económica, que no jurídica, pero de gran
interés, Vid., FONDEVILA ROCA, Fusiones y adquisiciones como instrumentos estratégicos del
empresario, Barcelona, 1.997, págs. 190-209.
59
Tengamos en cuenta que, en toda adquisición de globalidades que implique la
transmisión de activo y pasivo, el comprador tendrá que asumir varios tipos de riesgo. Pensemos,
en la venta de una empresa: podrán existir incertidumbres en cuanto a la exactitud de sus cuentas,
balances y estados financieros pasados, acerca de si la sociedad objeto de compra es realmente
titular de sus activos y si éstos están libres de cargas o gravámenes, si los activos tienen realmente
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evidentemente, puede ser utilizado en la adquisición de cualquier clase de globalidad de
bienes, si bien, por lógica, y teniendo en cuenta el elevado coste que puede conllevar su
realización, normalmente sólo se llevará a cabo en las adquisiciones de elevada cuantía
o de cierta complejidad, tales como adquisiciones de empresas, herencias de cierta
importancia, etcétera. Por lo demás, la mayor o menor complejidad del “due diligence”,
el número de profesionales implicados en su realización y, en definitiva, su coste,
podrán variar según la importancia del objeto de la venta. Pensemos que el coste que
conlleva esta actividad investigadora podrá verse compensado a largo plazo por el
ahorro que el mismo puede suponer60. Además de lo anterior, la intensidad de la
investigación estará en función del tamaño y la importancia de la transacción, así como
de los recursos disponibles para tal fin por la parte que lleva a cabo esta actuación
investigadora. Naturalmente, la mayor o menor complejidad del objeto que se pretende
vender obligará a un ejercicio del “due diligence” más o menos complejo. Por otra parte,
el proceso de investigación o “due diligence” deberá llevarse a cabo lo antes posible,
antes de procederse a la adquisición de la globalidad: mientras antes se lleve a cabo este
proceso, más posibilidades habrá de reducir o mitigar los problemas derivados de los
riesgos que puedan detectarse. Ello redundará en beneficio del comprador, que tendrá
así un conocimiento anticipado de la situación real de la globalidad, reduciendo de esta
manera la ventaja natural que tiene el vendedor frente a él: el comprador podrá conocer,
antes de iniciar el proceso negociador, la existencia de deudas, cargas, gravámenes,
etcétera, que posiblemente no habría conocido de no haber llevado a efecto la
el valor que se les asigna o si, en el futuro, podrán surgir deudas sorprendentes ignoradas por el
comprador, perjudicando notablemente el desempeño de la actividad de la empresa.
60
Vid, el análisis económico que hace de los costes de esta acividad auditora,
FONDEVILA ROCA, op. cit., pág 193. Por otra parte, aunque a simple vista pueda pensarse que
el ejercicio del “due diligence” sólo beneficiará al comprador, lo cierto es que, en determinadas
circunstancias, puede ser igualmente beneficioso para el propio vendedor, a quien puede interesar
ser él mismo quien la lleve a cabo con la finalidad de tener un mejor conocimiento de la globalidad
que pretende vender, mitigando de esta manera sus propios riesgos. Piénsese, por ejemplo, en la
venta de una globalidad de bienes y derechos sin enumeración, en la que podrán aparecer bienes o
activos desconocidos por el propio vendedor, por lo que su venta podría ser perjudicial para él y
sumamente provechosa para el comprador, pues sabemos que en este tipo de ventas también el
vendedor asume riesgos, aunque, normalmente, serán mayores los asumidos por el comprador. Es
más, el ejercicio del “due diligence” por el vendedor puede permitirle conocer, antes de negociar el
contrato, ciertos aspectos negativos de la universalidad que pretende vender, pudiendo proceder a
su eliminación, con lo que podría aumentar considerablemente el valor de esa universalidad, al
tiempo que evita el riesgo de que el comprador rompa los tratos y negociaciones al descubrir un
aspecto negativo sorprendente que no le fue señalado por el vendedor.
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investigación pertinente. No obstante, el proceso de “due diligence” sólo comenzará
cuando las partes hayan acordado de manera seria llevar a cabo la negociación, ya que
ningún vendedor va a autorizar, en circunstancias normales, que nadie investigue e
indague en su patrimonio si no tiene esperanzas fundadas de que esa investigación
puede facilitar una negociación posterior que culmine en la celebración del contrato de
compraventa. Por ello, tratándose de la venta de un objeto de valor elevado (una
empresa, una herencia, etc.), lo normal es que el vendedor exija un compromiso serio
por la otra parte de adquirir la globalidad en el caso de que el “due diligence” conduzca
a resultados satisfactorios para el adquirente61.
El vendedor deberá facilitar en la medida de lo posible la actividad investigadora
del futuro comprador, colaborando con él y con su equipo de investigación, prestándole
toda la información requerida. Naturalmente, al vendedor le interesará proporcionar al
comprador la menor cantidad posible de información al comprador, con la finalidad de
pactar el mayor precio posible, pero lo que no podrá es ocultar o tergiversar de manera
dolosa o fraudulenta la información que proporcione al comprador en el proceso de
investigación. Por imperativo del artículo 1.258 C.c., el vendedor está obligado, con la
perfección del contrato, a todas las consecuencias que sean conformes a la buena fe62.
No obstante, será siempre aconsejable que se incluya en el contrato una cláusula
específica que recoja de manera expresa la obligación de actuar de buena fe y, además,
la inclusión de una representación y garantía específica por parte del vendedor por la
61
Lo que se materializará normalmente, en el caso de adquisición de una empresa, en la
firma de una Carta de Intenciones con las líneas maestras del acuerdo, lo que exigirá en
circunstancias normales un compromiso serio por el comprador, por exigencias del vendedor, de
guardar la debida confidencialidad con respecto a la información que se le pueda suministrar o de
la que adquiera conocimiento en este proceso, a la vez que el comprador podrá exigir, a cambio, un
compromiso de exclusividad del vendedor, por el que este se obliga a no vender la globalidad a un
tercero mientras se desarrollan las negociaciones, las cuales pueden terminar en la celebración del
contrato o en ruptura de dichos tratos.
62
Vid. DIEZ-PICAZO, “Comentario al artículo 1.258 C.c.”, en Comentario del Código
Civil (Mº Justicia), Tomo IIº, cit., pág. 437, que pone de manifiesto que, en nuestro ordenamiento,
la buena fe es una fuente de normas objetivas que carecen de formulación positiva concreta, por la
que se aspira a que el cumplimiento de las obligaciones se desarrolle conforme a una serie de
principios que la conciencia social considera como necesarios, aunque no hayan sido previstos
contractualmente, constituyendo la buena fe un criterio de determinación del alcance de las
prestaciones contractuales y de la forma y modalidades de cumplimiento y una fuente de deberes
accesorios del deber principal de prestación, hasta el punto de que una actuación contraria a la
buena fe en el ejercicio de los derechos sería ilícita (art. 7.1º C.c.).
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que asegure la veracidad de su información, así como que ésta es completa. Pero, aun en
el caso de que no se incluya tal manifestación en el contrato, es evidente que el principio
de buena fe impondrá la responsabilidad del vendedor por la ocultación de datos
relevantes o por la alteración de la verdad, lo que ocurrirá en términos distintos a los
previstos en el artículo 1.532 C.c., dado que podrá acordarse de que la omisión o
falsedad de datos proporcionados por el vendedor podrán dar origen a la resolución del
contrato, aunque afecte a algún elemento cuyo valor cuantitativo o cualitativo no sea
especialmente relevante. En definitiva, el vendedor queda obligado, en virtud de dicho
principio, a proporcionar al comprador, en el proceso del “due diligenece” toda la
información que tenga, de forma exacta y evitando cualquier tergiversación63.
Cuando el vendedor, abusando de su posición, infringe su deber de actuar
conforme a las reglas de la buena fe, proporcionando al comprador noticias o datos
falsos acerca del estado real de la globalidad, u ocultándole dolosamente algún dato
relevante, en tal caso entendemos que, si el contrato se perfecciona, el comprador, una
vez que se descubra la situación real del objeto adquirido, y la existencia del dolo o
fraude, entrará en juego el régimen civil común, siendo de aplicación las normas
generales sobre saneamiento, así como el artículo 1.124 C.c. y los artículos 1.101 y
siguientes del Código civil, a los efectos de reclamar la indemnización correspondiente
por incumplimiento. Ello nos lleva a plantearnos si cabe la posibilidad de modificar por
pacto el régimen de responsabilidad del deudor, en este caso el vendedor. Sabido es que
la regla general es la de que los pactos o acuerdos de modificación de le responsabilidad
del deudor han de respetar los límites que impone el artículo 1.255 C.c. a la autonomía
de la voluntad de las partes, entre ellos el impuesto por el artículo 1.102 C.c. que declara
la nulidad de las cláusulas de exoneración de responsabilidad por dolo64. En relación
63
Aquí puede surgir un problema serio: el de probar la existencia de dolo por parte del
vendedor, cuando éste ha ocultado al comprador, en el proceso de investigación, datos relevantes
que, de haberlos conocido éste, no habría comprado la globalidad o habría pagado por ella un
menor precio. Deberá probar no sólo la omisión de la información debida, sino también el daño
sufrido como consecuencia de esa conducta dolosa. En todo caso corresponderá al vendedor
probar su inimputabilidad.
64
Más complicado resulta determinar el alcance del artículo 1.103 C.c., referido a la
responsabilidad derivada de los casos de negligencia, al disponer que “será exigible en el
cumplimiento de toda clase de obligaciones; pero podrá moderarse por los Tribunales según los
casos”, de cuya lectura puede derivarse una cierta admisión de las cláusulas limitativas de
responsabilidad por culpa, pero sería inmoral admitir un comportamiento negligente o descuidado
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con el dolo, habrá que valorar su presencia en el ejercicio del “due diligence” y si el
mismo afecta a cláusulas contenidas en el contrato que, por su especial importancia o
trascendencia, pueda conducir a la nulidad de la totalidad del contrato, con lo que
entramos en el espinoso ámbito de la prueba, que puede presentar importantes
dificultades, especialmente si tenemos en cuenta que muchas de las informaciones
suministradas por el vendedor se manifiestan verbalmente65.
Junto a esta obligación del vendedor de informar verazmente al eventual
comprador en el proceso de investigación, también el comprador deberá asumir el deber
de confidencialidad con respecto a la información que se le haya podido facilitar o a los
hechos referentes al objeto de la investigación que pueda llegar a conocer como
consecuencia de la indagación que lleva a cabo. Piénsese, por ejemplo, en el caso de que
el objeto de la transacción sea una empresa: el comprador podrá tener acceso a la lista
de clientes de la empresa o a ciertos secretos comerciales, cuyo conocimiento por
terceros podría ser perjudicial para el empresario en el caso de que la venta no se
perfeccione finalmente. Por ello es recomendable que el vendedor, en la Carta de
Intenciones o en el eventual precontrato que pueda acordarse entre las partes antes del
inicio del “due diligence”, imponga una cláusula en la que el eventual comprador se
por el deudor en el cumplimiento de su obligación, por lo que esta cláusula hay que admitirla con
enorme cautela, estimando que las partes sólo pueden acordar una cierta y prudente moderación de
la responsabilidad del deudor culposo, y no una plena exoneración de responsabilidad de éste.
65
Por ello, como ha señalado, HALLET CHARRO, op. cit., pág. 146, el proceso del “due
diligence” puede ser un campo litigioso y fuente de conflictos, sobretodo si tenemos en cuenta que,
en este proceso, no sólo se dan actos positivos (suministro de información, manifestaciones,
aportación de documentos), sino que también pueden darse omisiones por parte del vendedor,
resultando especialmente difícil, en tales casos, probar de manera fehaciente el dolo del vendedor,
ya que el comprador deberá acreditar en tales casos, no sólo el conocimiento de tales datos por e
vendedor, sino además la importancia de los mismos en relación a la adquisición de la globalidad,
hasta el punto de que el comprador, de haberlos conocido, no la habría comprado o habría pagado
por ella un precio muy inferior. Este dolo omisivo será relativamente difícil de probar, y más si
tenemos en cuenta que el vendedor siempre podrá alegar que no informó debidamente al
comprador porque éste había iniciado un proceso de “due diligence” en el que era presumible que
descubriría los datos cuyo conocimiento no le facilitó, derivando hacia el propio adquirente de la
globalidad la responsabilidad de no haber llevado a cabo un “due diligence” eficaz y completo. En
definitiva, creemos que será realmente dificultoso probar que la falta de información y la falta de
veracidad por parte del vendedor, ya sea a lo largo del proceso del “due diligence” emprendido por
el comprador, ya sea en las manifestaciones y garantías a las que conduzca aquel proceso, es
constitutiva de un dolo causal y grave que permita anular el contrato, siendo posiblemente más
viable, en tal hipótesis, que el comprador se limite a exigir la correspondiente indemnización por
daños y perjuicios, por un simple dolo incidental ex artículo 1.270 C.c.
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comprometa expresamente a mantener y respetar la confidencialidad de los datos que
pueda averiguar y descubrir, pudiendo, incluso, pactarse una indemnización por daños y
perjuicios que el vendedor pueda obtener en caso de que el comprador incumpla ese
deber.
Una vez que el vendedor ha dado las debidas respuestas a las cuestiones que le ha
planteado el comprador en el Cuestionario Preliminar, y una vez que éste ha analizado
los datos suministrados por aquél, es normal que el comprador, a la vista de las
respuestas suministradas, formule nuevas cuestiones o solicite nueva documentación
sobre algunos aspectos que no han quedado claros. Además de dichos datos,
confirmaciones y documentos adicionales que se puedan obtener del vendedor, las
partes podrán acordar, asimismo, que el comprador quede facultado para conseguir, bien
por sí mismo o con la colaboración del vendedor, la información complementaria que
precisa para formarse un juicio adecuado acerca de la situación real de la globalidad que
pretende adquirir. Para ello, el comprador podrá tener acceso a la siguiente información,
que enumeramos a título de ejemplo y sin ánimo de exahustividad: a) Informes o
certificaciones expedidas por registros públicos, tales como el Registro Mercantil o el de
la Propiedad; b) Información sobre los Derechos de Propiedad Industrial o Intelectual; c)
Certificaciones o información de Hacienda, al objeto de acreditar que la globalidad que
se trata de adquirir no tiene pendiente el pago de impuestos o cualquier otra deuda
tributaria; d)Certificaciones de la Tesorería de a Seguridad Social, en el caso de que la
globalidad investigada sea una empresa o sociedad mercantil; e) Información de tipo
urbanístico, en relación a los inmuebles que integren la globalidad; f) Información de
tipo administrativo; g) Información de otros posibles registros, en su caso, cuando
existan indicios o circunstancias que permitan pensar en la existencia de inscripciones
en otro tipo de registros públicos (por ejemplo, contrato sobre ventas de bienes muebles
a plazos, contratos de franquicia...).
Una vez conocidos por el comprador los aspectos negativos descubiertos en el
proceso del “due diligence” y que considere relevantes, éste deberá adoptar la estrategia
que estime más adecuada. Son varias las posibilidades de actuación d que dispone el
comprador, a la vista de la conclusiones obtenidas: 1) Podrá exigir al vendedor una
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solución a esos aspectos negativos antes del cierre de las negociaciones. 2) Igualmente,
podrá celebrar el contrato, sometiéndolo a condición resolutoria si esas anomalías no
son solucionadas por el vendedor en un determinado periodo de tiempo. 3) También
puede incluir en el contrato cláusulas indemnizatorias específicas para el problema en
cuestión. 4) Asimismo, otra posibilidad de la que dispone es alterar el objeto de la venta
antes de la celebración del contrato, excluyendo de la globalidad que pretende adquirir
aquellos bienes o derechos en los que concurran las anomalías detectadas. 5) Otra
opción será la de retirarse de las negociaciones y romper las mismas cuando los aspectos
negativos detectados son de tal importancia o gravedad que la operación sea
absolutamente antieconómica o falta de rentabilidad66. 6) Podrá, en definitiva, optar por
comprar la globalidad, si se procede a un ajuste adecuado del precio, siendo ésta
posiblemente la solución más frecuente, siempre que las partes se pongan de acuerdo en
el coste real de las contingencias descubiertas. Podrá, en fin, obtener determinadas
garantías que aseguren futuras responsabilidades del vendedor (por ejemplo, un aval
bancario a primera demanda). 7) Por otra parte, cabe igualmente que el comprador
prefiera que se incluyan en el contrato determinadas representaciones y garantías en las
que el vendedor manifieste expresamente lo que las partes acuerden en relación a las
contingencias descubiertas, o acordar en una cláusula específica la obligación que
asume el vendedor de indemnizar al comprador si como consecuencia de ella éste
sufriera algún daño o perjuicio.
Podemos, pues, concluir, poniendo de manifiesto que por influencia de los
ordenamientos del área anglosajona es cada vez más frecuente, especialmente en la
adquisición de empresas, la realización de actividades de investigaciones previas por el
futuro comprador para comprobar que el vendedor no le oculta datos o circunstancias
significativas relativas al objeto de la venta, que puedan dar origen a una pérdida
patrimonial importante para el adquirente. Ello es un dato más que nos permite descartar
la aleatoriedad de la venta en globo, pues, junto a la información detallada que tiene el
66
En este caso, estimamos que si la ruptura de las negociaciones son consecuencia del
descubrimiento de datos ocultados dolosamente por el vendedor, podrá el comprador reclamar
responsabilidades a aquél, se concretará en la correspondiente indemnización por los daños y
perjuicios, que incluiría el coste de la actuación de los profesionales intervinientes en el proceso
del “due diligence”.
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vendedor del estado de la globalidad, éste puede ser conocido y averiguado por el
comprador mediante esta actividad auditora, que genera, por lo demás, responsabilidad
del vendedor en caso de ocultación dolosa de ciertos datos o informaciones relevantes
requeridas por el comprador en el proceso investigador. Mediante el ejercicio de lo que
hemos venido en denominar el “due diligence”, el comprador adquiere la globalidad con
un conocimiento bastante completo de la situación real de los bienes, derechos y
obligaciones que integran la masa, evitándose, de esta forma, pérdidas o disminuciones
sorprendentes o inesperadas. Evidentemente, este proceso del “due diligence” se llevará
a cabo en aquellas ventas cuyo elevado precio así lo aconseje y siempre que la
complejidad de la transacción así lo exija. El coste de esta averiguación podrá verse
compensado con las pérdidas que pueden preverse y evitarse. En cambio, no será
necesario su ejercicio, por antieconómico, en ventas de globalidades de escaso valor o
de poca complejidad, bastando, en el caso de llevarse a cabo, con que el comprador
efectúe por sí mismo las averiguaciones y gestiones pertinentes, sin tener necesidad de
contratar los servicios de profesionales que lleven a cabo dicha investigación, con los
costes que ello conlleva, que pueden ser excesivos en ventas de escasa importancia
económica.
Para terminar esta exposición acerca del “due diligence”, hemos de plantearnos si
existe en nuestro Ordenamiento, y en los de nuestro entorno, un deber del vendedor de
suministrar al comprador los datos que éste le requiera acerca del estado de la empresa
que pretende adquirir. En algunos Ordenamientos, la ley impone al vendedor el deber de
proporcionar al comprador ciertas informaciones con la finalidad de aclarar el valor y la
existencia de los elementos que integran la empresa, atribuyendo importantes
consecuencias a la omisión o a la inexactitud de tales informaciones67. En otros, serán
67
En Francia, por ejemplo, esta obligación viene impuesta por la ley de 29
de junio de 1.935. En sus artículos 12 a 15, se impone al vendedor la obligación
de proporcionar al comprador las siguientes informaciones que se harán constar en
el contrato de cesión (‘acte de cession’): el nombre del vendedor precedente; la
fecha y la naturaleza del contrato de adquisición; el precio de venta precedente de
los elementos incorporales, las mercancías y el material; el estado de los
privilegios que gravan la empresa; la relación de los negocios y contratos
celebrados en los tres últimos años de explotación o después de la fecha de su
adquisición; los beneficios comerciales netos obtenidos en ese mismo periodo de
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las partes las que acuerden, en el ámbito de su autonomía, el alcance de las
informaciones que las partes deben proporcionarse.
En el Derecho español entendemos que puede hablarse de un deber de
información cuyo alcance podrá venir determinado por lo que las partes acuerden en el
marco de su propia autonomía. En efecto, en el caso de transmisión de empresa, la
continuidad de la explotación requiere que el adquirente conozca el estado contable de
la empresa, por lo que la exhibición o puesta a disposición del comprador de una copia
fiel de los libros contables de la empresa se configura como una de las obligaciones del
transmitente68. De esta forma, el empresario transmitente cumple la exigencia contenida
en el artículo 30 del Código de Comercio, que obliga a los empresarios a conservar los
libros, correspondencia, documentación y justificantes concernientes al negocio durante
seis años, a partir del último asiento realizado en los libros69.
Cumplida la obligación del vendedor con la puesta a disposición de la
contabilidad, su examen por el adquirente ha de concebirse como un derecho, pero
tiempo, etc. la transmisión de estas informaciones se materializa, por lo general,
por la entrega del contrato precedente y de certificación de las inscripciones
registrales del fondo de comercio y de la contabilidad del mismo, exigiendo la ley
respecto a ésta última, un previo inventario de los libros de contabilidad, debiendo
mostrarse el contenido de estos libros el dia de la venta.
68
LAGUNA IBÁÑEZ, “La transmisión de la empresa mercantil y de sus
obligaciones”, en Anuario de Derecho Civil, Madrid, 1.962, pág. 669, destaca la
obligación del transmitente de permitir el examen minucioso de los libros para
decidir sobre la situación de la empresa y determinar su valoración.
69
La doctrina italiana reconoce expresamente la exclusión de la
responsabilidad del adquirente por deudas no comprendidas en los libros contables
entregados al adquirente. Esta obligación, según HERNANDO CEBRIA, La
empresa como objeto de negocios jurídicos (un estudio de la Jurisprudencia del
Tribunal Supremo), Valencia, 2002, pág. 217, se ha de poner en relación con el
artículo 290 del Código Penal de 1995, que tipifica como delito societario el
falseamiento por los administradores, de hecho o de derecho, de las cuentas
anuales u otros documentos que deban reflejar, la situación económica de la
entidad, de forma que pueda causar un perjuicio económico a un tercero.
Asimismo, el artículo 310 b) tipifica como delito, si bien limitado a los actos que
perjudiquen a la Hacienda Pública o a la Seguridad Social, el caso en que el
empresario “lleve contabilidades distintas que, referidas a una misma actividad y
ejercicio económico, oculten o simulen la verdadera situación de la empresa”.
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también como una obligación, de éste. A falta de la condición anterior de empresario, al
adquirente se le puede atribuir dicho estatus de modo derivativo con la adquisición de la
empresa, por lo que, en ese sentido, le es exigible la “diligencia propia de un ordenado
comerciante”70. El derecho a la exhibición de los libros contables es configurado como
un derecho del comprador de la empresa en virtud del artículo 32 del Código de
Comercio, y como una obligación de éste como consecuencia de la exigencia de
continuidad de la empresa71.
Junto a la exhibición de la contabilidad, la formación de un inventario será
indicativa del estado de la empresa cedida, permitiendo determinar el contenido de la
voluntad de las partes, hasta el punto de que un sector de la doctrina considera un
indicativo que permite presumir una cesión de créditos y una asunción de deudas72. Aun
no compartiendo este criterio en cuanto a las deudas y su asunción por el adquirente de
la empresa, por el mero hecho de su adquisición como globalidad, hemos de admitir que
cuando se transmita una empresa en su conjunto y existiendo conformidad de las partes
de sustitución de una persona por otra en las diversas relaciones jurídicas y de hecho
70
Vid. HERNANDO CEBRIA, op. cit., pág. 218.
71
En este sentido, el artículo 32 C. de c. permite “la exhibición de los libros
y documentos de los empresarios, a instancia de la parte o de oficio, cuando la
persona a quien interesan tenga interés o responsabilidad en el asunto en que
proceda la exhibición”. Dentro de este régimen, para las deudas tributarias, la Ley
General Tributaria de 1963, en su artículo 72.2º, dispone un derecho a favor del
adquirente de solicitud de certificación sobre la existencia de deudas y
responsabilidades tributarias y, en su defecto, el referido adquirente queda
responsable del pago d tales deudas. Ello ha conducido a CAMPS RUIZ, Régimen
laboral de la transmisión de empresa, Valencia, 1993, pág. 188, a señalar que es
deber del adquirente, en los tratos previos a la transmisión, interesarse por conocer
el estado de la empresa, incluidas las condiciones laborales de los trabajadores,
reconociendo posteriormente la capacidad potencial del adquirente de obtener
dicha información en la transmisión ‘mortis causa’, en la venta judicial y en el
arrendamiento de empresa. También la Jurisprudencia del Tribunal Supremo se ha
pronunciado en este sentido, en concreto la S.T.S. de 4 de enero de 1982 (RJ. 179)
llega a esta conclusión “valorando las respectivas conductas según el principio de
la buena fe (art. 1258), pues si el adquirente tiene el deber de informarse, el
mismo principio de responsabilidad negocial le impone al enajenante el deber de
informar”.
72
VICENT CHULIA, Concentración y unión de empresas ante el Derecho
español, Madrid, 1.971, pág. 360.
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esenciales dentro de la organización empresarial, el transmitente queda obligado a
exhibir o poner a disposición del adquirente una copia de un balance de situación fiel de
la empresa al tiempo de la transmisión. En caso contrario, y a falta de acuerdo por el que
se delimite los elementos particulares o individualizados cuya transmisión se pretende,
como es el caso de la redacción de un inventario, el vendedor incumple una de las
obligaciones esenciales para la transmisión de la empresa en su conjunto e ineludible
para que el adquirente pueda continuar con la actividad73
El problema básico que plantea el deber de información es el derivado de la
inexactitud o de la omisión por el vendedor de ciertos datos relevantes para la compra.
En el Derecho francés se distingue entre ambas, pues la omisión comporta la nulidad del
contrato, mientras que la inexactitud no produce la misma consecuencia. En efecto, el
articulo 13 de la ley de 29 de junio de 1935 prevé que la sanción por la inexactitud de
los enunciados obligatorios se rige por los artículos 1644 y 1645 del Code,
considerándose como no puestas todas las estipulaciones en contra. Para que la
inexactitud comporte la obligación de responder del vendedor, es preciso que conlleve
convertir la empresa como impropia para el uso a que se destina o disminuya de tal
modo ese uno que el comprador habría pagado por ella un precio menor de haber
73
El Tribunal Supremo ha concedido especial importancia a la formación de
inventario para considerar que lo enajenado es efectivamente una empresa. Así, la
S.T.S. de 21 de diciembre de 1990 (RJ. 10318), en el caso de un arrendamiento de
empresa, destaca la importancia que el Alto Tribunal otorga al inventario a los
efectos de calificación del contrato, cuando concluye que “el inventario no ha sido
aportado a los autos y ello impide la definición o calificación que se pretende,
puesto que se desconoce la cantidad e importancia de dichos accesorios para
evaluar si constituyen o pueden constituir una ‘unidad patrimonial con vida
propia’ a que alude el art. 3 de la LAU”. En similares términos, MARTÍN
REYES, El usufructo de empresa, Pamplona, 1997, pág. 89, concede especial
relevancia en el usufructo de empresa a la obligación impuesta al usufructuario de
formar inventario, hasta el punto de vincular la transmisión de empresa a la
existencia de inventario, conforme a lo dispuesto en el art. 491 C.c. En esta línea,
la S.T.S. de 31 de marzo de 1975 (RJ. 1406) declara resuelto un contrato de
compraventa de la totalidad de las acciones de una sociedad, ya que la
presentación de inventario era obligación de los vendedores, quienes incumplieron
dicha obligación. No obstante, cumplida esta obligación por el enajenante, el
comprador no puede excusarse de su responsabilidad cuando no cumpla con la
necesaria diligencia para tomar conocimiento de la contabilidad.
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conocido la verdadera situación. En definitiva, se da un tratamiento similar a estas
inexactitudes que el que se da a los vicios ocultos, especialmente en materia de
acciones, pudiendo optar entre restituir la empresa recuperando el precio pagado, o
quedarse con ésta exigiendo una disminución del precio, conforme al criterio de peritos.
Por lo demás, si el vendedor conocía, o estaba obligado a conocer, la existencia de tales
vicios, estará obligado a indemnizar por daños y perjuicios al comprador, siendo
considerados igualmente responsables solidarios los intermediarios, redactores de actas
y sus mandatarios serán igualmente considerados responsables solidarios junto con el
vendedor si conocían las inexactitudes de las manifestaciones realizadas. para el caso de
omisión de datos, en cambio, la responsabilidad civil de estos intervinientes puede ser
puesta en duda. La valoración de la inexactitud se hará por comparación con el precio
que haya sido fijado en base a la creencia errónea en la exactitud de las informaciones.
En el Derecho francés, el plazo para ejercitar la acción es de un año, a contar desde la
puesta en posesión del comprador de la empresa y no desde el momento de celebración
del contrato, si éste fuera anterior; si ese plazo transcurre, es posible para el comprador
ejercitar aquellas otras acciones que le permite el derecho común, al regular la
denominada obligación de garantía del vendedor (art. 1641 Code)74.
En el Derecho alemán, cuando el “due diligence” se realiza correctamente, ello
tiene como consecuencia una mayor y mejor información de los compradores, lo que
permite al comprador valorar más correctamente su posición compradora, produciendo
dicha actividad dos efectos básicos: por un lado, y mientras nada se estipule en el
contrato, el vendedor responde de la información proporcionada por culpa “in
contrahendo”, o bien por dolo, en el caso de falsedad en la información suministrada al
comprador, si bien la práctica del “due diligence” por el comprador atenúa su
responsabilidad75. Por otra parte, las informaciones y particularidades que son
suministradas por el vendedor al comprador o a sus representantes, no pueden generar
responsabilidad de aquél por defectos materiales ni por culpa “in contrahendo”, una vez
realizado el “due diligence”. Por lo demás, cuando no se practica el “due diligence” por
74
Vid. PAILLUSSEAU, en A.A.V.V., La cession d´entreprisse, París, 1.988, págs. 14 y ss.
75
Vid. al respecto, HUBER “Die praxis des Unternehmenskaufs im system
des kaufrechts”, en Archiv für die civilistische Praxis, Abril, 2.002, págs. 197 y ss.
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el comprador, pudiendo hacerlo, no por ello el vendedor queda exento de
responsabilidad. La doctrina se plantea si existe solo la responsabilidad por dolo del
vendedor (ex & 460 B.G.B., anterior a la Reforma). Según HUBER76, no existe un
deber del comprador de analizar en profundidad el estado de la empresa que pretende
adquirir, de forma que, en la práctica, tiene escaso papel la exigencia de responsabilidad
por vicios, oprendo realmente la responsabilidad por culpa “in contrahendo”77.
4.2.- Las Manifestaciones del vendedor.Como ya hemos expresado reiteradamente, el artículo 1.532 C.c. establece un
específico régimen de garantías en las ventas en globo. Ello no es óbice para que las
partes puedan, convencionalmente, estipular un régimen de responsabilidad distinto o, si
se quiere, complementario, siendo frecuente, especialmente en las ventas y
adquisiciones de empresa, aunque también se puede extender a la venta de otras
globalidades o universalidades, que las partes complementen el contrato conviniendo un
reforzamiento de las garantías que presta el vendedor en relación a ciertas afirmaciones
o manifestaciones que efectúa en relación al objeto de la venta, garantizando al mismo
tiempo la veracidad de las mismas. Por ello es frecuente que en los pactos, preliminares
o finales, de adquisición de una globalidad, pueda contenerse una lista o relación de
declaraciones hechas por el vendedor sobre diversos aspectos de la adquisición o del
objeto de la venta. En el Derecho inglés, estas declaraciones del vendedor son habituales
y suelen expresarse con la denominación literal de “Representations and Warrantees”78.
76
HUBER, op. cit., pág. 201.
77
Se plantea la duda de si el “due diligence” no practicado puede justificar una
concurrencia de culpas, la del comprador con la propia culpa “in contrahendo” del vendedor. En la
Jurisprudencia, una Sentencia del Tribunal de Apelación de Hamburgo (O.L.G. Hamburg ZIP
1.994, 944 ff), citada por HUBER, op. cit., pág. 202), analiza la compra por ina Sociedad de la
mayoría de las acciones de otra entidad, no practicándose el “due diligence”, pese a ser
procedente, apareciendo posteriormente deficiencias en el Balance, considerando la Sentencia que
dicho error en el Balance no había sido considerado por las partes como elemento causal e la
formación del contrato, no procediendo la concurrencia de culpas. En definitiva, la Jurisprudencia
alemana no ha examinado, hasta ahora, el tema de la responsabilidad del vendedor por ausencia del
“due diligence”.
78
Las Representaciones y Garantías apenas han sido objeto de estudio por la doctrina
española, destacando, en tal sentido, CARRASCO PERERA, “Representaciones y Garantías”, en
AAVV (Directores: ALVAREZ ARJONA y CARRASCO PERERA), Régimen jurídico de las
adquisiciones de empresa, cit., págs. 191-236. También ha abordado el tema, desde una
perspectiva económica, FUENDEVILA ROCA, Fusiones y adquisiciones, cit., págs. 199-202.
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Por Representación o Manifestación se quiere decir que el vendedor comunica al
comprador una serie de circunstancias relativas a la globalidad que enajena,
asegurándole que son ciertas, mientras que la garantía versa sobre la veracidad de tales
manifestaciones, sin que ello implique necesariamente una garantía personal o real de la
obligación que asume el vendedor de que tales manifestaciones sean veraces79. Nos
estamos refiriendo a ciertas manifestaciones que hace el vendedor por requerirlo así el
comprador. Estas declaraciones son una derivación del deber general de información
que tiene el vendedor80.
En Italia, por su parte, se ha publicado recientemente la Ley núm. 310, de 12 de
agosto de 1.993, conocida como “Ley Mancino”, que al regular el contenido del contrato
de compraventa de empresa, hace una somera alusión a las declaraciones que deberá
contener el contrato, entre las que incluye declaraciones “di verità o di scienza e di
garanzia” del vendedor, con particular referencia al régimen de cesión de créditos,
deudas y contratos. BORTOLUZZI81 considera que, entre dichas declaraciones de
garantía hay que incluir las siguientes: declaración de la titularidad y plena
disponibilidad de la hacienda y de ausencia de vínculos y de pretensiones de terceros
sobre dicha hacienda; garantía de inexistencia de vicios y defectos ocultos, de idoneidad
para su función, de respeto a las leyes y normas relativas a la actividad empresarial --
79
Como ha destacado CARRASCO PERERA, últ. op. cit., pág. 192, en el Derecho
anglosajón se denomina “misrepresentation” a la falsedad o falta de veracidad de las
representaciones efectuadas por el vendedor, es decir, aquellas declaraciones del vendedor sobre
determinadas circunstancias o hechos que resultan ser falsas, siendo su equivalente en nuestro
Derecho el dolo activo precontractual, normalmente incidental, mediante el cual un contratante
realiza declaraciones engañosas o que en un momento posterior resultan ser falsas.
80
Vid., acerca del deber de información que pesa sobre el vendedor, MORALES
MORENO, El dolo..., cit., págs. 631-634. El autor destaca que este deber del vendedor es uno de
los deberes de conducta que impone a las partes la buena fe en el desenvolvimiento de los tratos
preliminares. Este deber supone, en definitiva, que el vendedor, en determinada medida, tiene que
ofrecer al comprador información veraz en torno a la cosa objeto del contrato, lo cual encierra dos
aspectos: uno positivo, el de transmitir la información exigible y otro negativo, el de abstenerse, en
términos absolutos, de proporcionar al comprador una información errónea. Este deber de
información permite imputar al vendedor los daños y perjuicios que haya podido producirle al
comprador la anomalía de la cosa. Así, para que sea sancionable la reticencia del vendedor del
proporcionar la debida información, es preciso que exista un deber de informar sobre tales
extremos. Y en relación a lo que el vendedor ignora, el deber de información va a obligarle a
desplegar un cierto grado de diligencia para conocer, como exigencia de la buena fe.
81
BORTOLUZZI, L´impresa, l´azienda e il suo trasferimento, Torino, 1.996, págs. 162 y
163.
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normas ecológicas, antimonopolio, etc.--; garantía de veracidad del balance, de
veracidad de los fondos y reservas consignados; garantía de la exigibilidad de los
créditos cedidos y de inexistencia de pasivo oculto; declaraciones relativas a los
contratos de trabajo y a los contratos celebrados con la clientela. Por su parte, el artículo
141-3 del Code de Comerse francés, tras la Reforma parcial del 2.000 que ha
introducido en el Código parte del articulado de la Ley de 29 de junio de 1.935,
determina la responsabilidad del vendedor en razón a la inexactitud de sus
manifestaciones, conforme a lo que determinan los artículos 1.644 y 1.645 del Code
Civil82. La existencia frecuente de listas de Manifestaciones y Garantías en los contratos
de adquisición de empresa, en los países del “Common law”, responde a una importante
limitación, específica de estos ordenamientos, en cuanto a los remedios contractuales
que se conceden a la parte que es víctima de una manifestación engañosa por la parte
vendedora: no toda representación falsa faculta a la parte engañada para obtener una
reparación por los daños y perjuicios sufridos, pues no siempre el incumplimiento de
una representación del vendedor permite al comprador engañado conseguir la
correspondiente compensación83, pues, para que una manifestación permita al
comprador a exigir responsabilidad al vendedor es preciso que el engaño sea sustancial
o importante, habiendo efectuado el vendedor determinadas disposiciones patrimoniales
por razón o causa de la falsa creencia84.
82
El art. 141-3º C. de Comm. dispone: “Le vendeur est, nonobstant toute stipulation
contraire, tenu de la garantie à raison de l´inexactitude des ses énonciations dans les condtions
edictées par les articles 1.644 et 1.645 du Code civil”. LEGEAIS, Droit Commercial et des
affaires, 14ª edc., Paris, 2.001, pág. 98, afirma, en relación a esta norma que la inexactitud, que
debe distinguirse de la omisión, puede consistir en la indicación de beneficios fiscales y no de
beneficios reales, considerando que en caso de inexactitud, el comprador puede solicitar la
resolución de la venta o una reducción del precio con la condición de probar que esta inexactitud le
ha inducido a error acerca del valor del fondo.
83
Es lo que ocurre, por ejemplo, con las representaciones de futuro, salvo que hayan pasado
a formar parte del contrato como “condition”; tampoco facultan para exigir una compensación las
meras representaciones de opiniones, en las que el vendedor se limita a manifestar su parecer sobre
una determinada cuestión o aspecto de la venta.
84
Junto a esta limitación hay que añadir que el Derecho inglés existe una regla tradicional
que rechaza que exista con carácter general un deber por parte del contratante de manifestar a la
otra parte hechos materiales conocidos por aquél y desconocidos por éste, y cuyo conocimiento
pudiera ser decisivo para el mismo. Este deber ni siquiera existe en relación a los vicios o defectos
ocultos de la cosa vendida, salvo que el vendedor haya hecho una declaración expresa sobre el
estado o cualidades de la cosa, que posteriormente resulta falseada por la realidad. De ahí que si el
comprador aspira a asegurarse la veracidad de las declaraciones efectuadas por el vendedor sobre
la situación del objeto del contrato, tiene que procurar que las representaciones del vendedor
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Una cuestión de especial importancia es la referente al proceso de realización de
las Manifestaciones y Garantías. Como es sabido, en la adquisición de globalidades,
especialmente en el caso de adquisiciones de empresas o de ventas de conjuntos de
bienes y derechos de cierta complejidad y elevada cuantía, es frecuente que las partes
desarrollen un largo y complejo proceso negociador que suele iniciarse con la
celebración de un acuerdo preliminar (precontrato, Carta de Intenciones), hasta el cierre
de la operación con la celebración del contrato. A lo largo de este proceso, el comprador
llevará normalmente a cabo un proceso de investigación (“due diligence”), al que ya nos
hemos referido, con el fin de conocer de la forma más exacta posible, el estado real de
los bienes que se pretenden adquirir. El comprador, al llevar a cabo la negociación, parte
de unas ideas preconcebidas (presuposiciones) que son decisivas para que la celebración
de ese contrato tenga interés para él y, en todo caso, para determinar el precio de la
operación. Por ello, es decisivo para este comprador tener un conocimiento lo más
exacto posible acerca de aquellas circunstancias que pueden frustrar sus expectativas.
En nuestro caso, el bien vendido es un conjunto complejo de elementos patrimoniales
que, precisamente por su complejidad, requiere un especial cuidado y vigilancia por el
comprador. De ahí que sea conveniente, en este tipo de ventas complejas, que el
comprador exija al vendedor, a partir de un determinado momento de las negociaciones,
que realice determinadas Manifestaciones y Garantías. El comprador podrá exigirle que
efectúe estas Manifestaciones y Garantías antes de la celebración del contrato, en un
documento específico (“Memorandum of Understanding”), si lo estima necesario para
continuar las negociaciones, al objeto de poder determinar con la suficiente antelación el
precio y cualesquiera otra circunstancias y contingencias que puedan obstaculizar e
impedir llevar a cabo el negocio pretendido, al tiempo que se fuerza al vendedor a
revelar al comprador ciertos datos de hecho que, de otra manera difícilmente hubiese
declarado, debiendo además efectuar dichas manifestaciones de manera veraz85. Las
quedasen incorporadas en el contrato, como elementos o bases del mismo, con el objeto de que el
comprador estuviese facultado para obtener una compensación de los daños y para solicitar la
rescisión del contrato, al configurarse como cláusulas contractuales esenciales (“conditions”). Vid.,
al respecto, ROJO JAURÍA, op. cit.,págs 269 y ss.
85
Lo cierto es que no es normal que el vendedor se avenga a hacer declaraciones de este
tipo antes de la celebración del contrato definitivo, siendo el comprador quien averigüe esas
circunstancias por medio del “due diligence”.
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Manifestaciones y Garantías realizadas en el memorandum podrán ser reproducidas con
posterioridad en el propio contrato, debiendo señalarse expresamente que se adjuntan
como parte integrante del contrato, entendiéndose reproducidas y eficaces.
En cuanto al autor de las Manifestaciones y Garantías, hemos de constatar que
normalmente será el vendedor quien las otorga, si bien esta afirmación puede ser objeto
de matizaciones cuando el objeto de la venta sea una empresa86.
Centrándonos en el contenido de las Manifestaciones, hemos de constatar que no
se trata de un contenido necesario. No existe en nuestro ordenamiento, ni tampoco en
aquellos en los que la redacción de Manifestaciones es práctica común, ningún precepto
que imponga dicho contenido con carácter imperativo, y más si tenemos en cuenta que
la expresión de estas Manifestaciones no es obligatoria y, de hecho, es poco frecuente en
la venta de universalidades, con la única excepción de aquellas venta cuyo objeto es una
86
En este punto, y sin ánimo de ser excesivamente prolijo, hemos de destacar que las ventas
de empresa, como tendremos ocasión de analizar próximamente, puede presentar dos
manifestaciones: puede consistir en una venta de activos de la empresa enajenada o bien una venta
de acciones de la sociedad titular de dicha empresa (venta indirecta). En el primer caso (venta de
activos) no se plantea ningún problema en determinar quién es el contrayente de los compromisos
asumidos en las Manifestaciones y Garantías, pues siempre será la sociedad titular de los mismos,
que es la vendedora. En cambio, cuando la venta es de acciones, la sociedad objeto de la
adquisición no es parte del contrato, por lo que no contrae ningún compromiso, siendo, por el
contrario, los vendedores de las propias acciones, titulares de las mismas, quienes asumen los
derechos y las obligaciones derivadas de la transacción. Esta distinción se hace más confusa
cuando los vendedores de las acciones son, a su vez, administradores de la empresa, en cuyo caso
será conveniente que, en el contrato, se especifique en virtud de qué condición asumen
compromisos y garantías, si a título personal o como tales administradores que actúan en nombre y
representación de la sociedad. Cuando de la literalidad del contrato no quedara claro a nombre de
quien actúa el vendedor, habrá que presumir que tales Manifestaciones se hacen a título personal
del vendedor, y no como representante de la sociedad.
Ello plantea problemas de difícil solución, ya que si la operación fracasa por cualquier
razón (por ejemplo, por evicción de un tercero), al comprador le interesará poder dirigirse, en su
reclamación de responsabilidad, no sólo contra el vendedor (a título individual), sino contra toda la
sociedad (cuyo patrimonio, normalmente será superior al del vendedor individual). Por ello sería
necesario deslindar claramente el criterio en que actúa el vendedor, o bien que el comprador exija
al vendedor/administrador que, además de asumir determinados compromisos en representación de
la sociedad, los complemente con la asunción de otros compromisos a título personal, otorgando
ciertas Garantías complementarias, dado que los administradores son los auténticos conocedores de
la situación real de la sociedad, de ahí que no exista mejor garantía que la que prestan a título
individual al suscribir las Manifestaciones y garantías prestadas por la sociedad.
Los contratos de venta de empresa normalmente no especifican las responsabilidades de
unos y otros, siendo conveniente una previsión expresa de reparto y delimitación de
responsabilidades. A falta de tal previsión se ha propugnado por cierta doctrina y jurisprudencia,
en materia de fianzas prestadas por los socios de la sociedad deudora, que tal responsabilidad sea
solidaria.
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empresa, en las que, por influencia del Derecho inglés, se va imponiendo su utilización.
Por otra parte, como hemos tenido ocasión de ver, existe un deber genérico de
información del vendedor al comprador durante el proceso de las negociaciones
precontractuales, negociaciones que, normalmente, se llevarán a cabo en las ventad de
globalidades de derechos y bienes, dada la complejidad del objeto y los precios
normalmente elevados que están en juego. Cabe, pues, que el vendedor, por propia
iniciativa, haya comunicado al comprador, durante el proceso negociador, la existencia
de determinadas circunstancias atinentes al objeto de venta, por lo que no es viable que
el comprador, ‘a posteriori’, las alegue para fundamentar una reclamación, ya que tenía
conocimiento de ellas. Por tanto, mientras mayor sea el número de las circunstancias
comunicadas al comprador, más completa será la imagen que se le proporcione sobre la
realidad de esa globalidad que adquiere, por lo que podrá ajustar el precio que pacte con
el vendedor a la realidad patrimonial de ese objeto. En tal sentido nos remitimos a lo
manifestado acerca del contenido de la información que se ha de proporcionar al futuro
comprador en la fase de los tratos preliminares. Ello no obstante el comprador nunca
estará seguro plenamente de que el vendedor le ha manifestado todas las circunstancias
relevantes para él, por lo que siempre será conveniente incluir en el contrato (o en la
Carta de Intenciones que le precede) algunas Manifestaciones complementarias, así
como un compromiso por parte del vendedor de responder de la existencia de otras
circunstancias adversas que pudieran surgir y de cuya existencia no se informó al
comprador. Las Manifestaciones, por lo demás, pueden corresponder a dos tipos
diferentes de compromisos87: en primer lugar, ciertas manifestaciones pueden ir
referidas a hechos o estados de cosas, en sentido amplio; en segundo lugar, ciertas
manifestaciones pueden estar referidas a las propias manifestaciones hechas por el
vendedor en ese momento o en otro anterior, por las que éste se compromete a
garantizar la veracidad o el carácter completo de esas manifestaciones relativas a los
hechos o la inexistencia de otras circunstancias distintas de las manifestadas. A éstas
últimas
manifestaciones
se
las
denomina
por
la
doctrina
anglosajona
‘metamanifestaciones’88. Las Manifestaciones y garantías del vendedor suelen
87
Seguimos en esta clasificación a CARRASCO PERERA, op. cit., pág. 199.
88
Las metamanifestaciones pueden ser muy diversas: así, por ejemplo, se puede manifestar
que las restantes manifestaciones son veraces, exactas y completas; que las manifestaciones
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contenerse bien en una cláusula del contrato o bien en un documento específico
denominado ‘Bases de Compra’.
Llegados a este punto, hemos de plantearnos qué eficacia real tienen las
Manifestaciones efectuadas por el vendedor. Se pueden distinguir varios supuestos. En
primer lugar, si el vendedor no comunica al comprador ciertos datos relevantes de la
cosa, por desconocer su existencia, es evidente que no incurre en dolo, no siendo
factible, por tanto, el ejercicio de una acción de dolo por el comprador. Puede existir
error invalidante del contrato, pero, en tal caso, el comprador deberá probar que la
causación del error es imputable a la propia conducta del vendedor y, además, excusable
por su parte, y que afecta a un elemento esencial de su presuposición contractual. Aquí
se plantea el problema de que, en tal caso, difícilmente prosperará la pretensión del
comprador ante los tribunales si ambas partes son profesionales o si el comprador
desplegó, con anterioridad a la celebración del contrato, un proceso de investigación
previo o “due diligence”, que le podría haber reportado la necesaria información acerca
del objeto contractual89. De todas formas, consideramos que el comprador podría
anteriores constituyen un elemento decisivo en la voluntad de adquirir la globalidad; o se puede
manifestar que el vendedor, al efectuar las anteriores manifestaciones, ha actuado con la mejor
buena fe. Frecuentemente, algunas de estas metamanifestaciones no producen efecto alguno, siendo
realmente meras cláusulas de estilo. Son especialmente importantes, en cambio aquellas
metamanifestaciones en las que se declara que las manifestaciones hechas con anterioridad
constituyen en su conjunto una parte integrante del contrato o una presuposición decisiva de la
voluntad del comprador que ha determinado que éste haya tomado la determinación de celebrar el
contrato, de manera que el contenido de esas manifestaciones es esencial para el comprador, por lo
que si alguna de esas manifestaciones resultara inexacta, el comprador podrá ejercitar la oportuna
acción de incumplimiento o la acción de nulidad por dolo88. Cabe igualmente la posibilidad de que
se acuerde expresamente en el contrato de compraventa de la globalidad que las manifestaciones y
declaraciones vertidas por el vendedor son decisivas para el comprador, no en la determinación de
celebrar el contrato en sí, sino en la fijación del precio; el comprador, pues, accede a comprar a un
determinado precio que se ha acordado en función de las declaraciones efectuadas con anterioridad
por el vendedor, de manera que si alguna o varias de esas manifestaciones no hubiesen sido
formuladas por éste, el comprador no habría convenido el precio finalmente acordado, por lo que,
en caso de que alguna de las manifestaciones no se ajustase a la realidad, el comprador no podrá
ejercitar las acciones de nulidad por error o dolo o la acción rescisoria del contrato, sino una
acción similar o análoga a la “quanti minoris” del artículo 1.486 C.c., considerándose la falsedad
de la declaración como un vicio o defecto oculto de la venta.
89
En efecto, uno de los mayores riesgos que para el comprador supone la existencia de un
largo periodo negociador en el que se ha llevado a cabo un proceso de “due diligence”, es que,
desde el punto de vista del error y del dolo, el conocimiento del comprador (o la posibilidad de
conocer) incrementa su riesgo contractual, porque la otra parte puede alegar ese conocimiento para
justificar el haber proporcionado una información incompleta o no plenamente veraz. En tal
sentido se ha pronunciado una reiterada jurisprudencia del Tribunal Supremo, en relación a los
vicios ocultos al sostener la validez de la regla por la que se desplazan al comprador los riesgos de
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reclamar una indemnización por haber incurrido el vendedor en culpa “in contrahendo”
no dolosa, cuando esta culpa consiste en la no transmisión de una información relevante,
al no haber desplegado el vendedor la diligencia debida para tener dicha información90.
La realización de Manifestaciones presenta la indudable ventaja de que impone a su
autor el riesgo de su falsedad, con independencia de que ignore lo que afirma, ya que esa
ignorancia le es imputable por negligencia, aunque no incurra en dolo, regla ésta que ya
existía en el Derecho Romano, que consideraba como vicio redhibitorio la afirmación de
la existencia de una cualidad en la cosa que luego no concurría en ella. Así pues, la
realización de una manifestación desplaza en su autor el riesgo de su veracidad. En
consecuencia, al hacerse las declaraciones por parte del vendedor, se responde de la
falsedad de las mismas aunque el vendedor ignorase esa circunstancia, ya que es culposa
la conducta consistente en afirmar lo que se desconoce91.
Otro efecto de la existencia de Manifestaciones plasmadas en las Bases de compra
de la universalidad es la supresión del riesgo de la inexcusabilidad, que elimina la
concurrencia del error como vicio del consentimiento. Como ya tuvimos ocasión de
comentar, el mayor conocimiento del comprador del estado de la empresa o de la
globalidad como consecuencia de las informaciones que le haya podido suministrar el
vendedor en la fase de formación del contrato, así como la propia información obtenida
por el propio comprador como consecuencia de sus propias investigaciones, hacen que
desaparezca el riesgo de inexcusabilidad concurrente en el error vicio, pues cuanto
mayor sea el conocimiento del comprador mayor es el riesgo contractual que asume,
porque la otra parte se puede apoyar en ese conocimiento del comprador para justificar
el no haberle proporcionado la necesaria información, debiendo optar el comprador
entre tener un conocimiento menor para gozar de una mayor protección vía
defectos de la cosa vendida que pudieran haber sido conocidos con el empleo de la diligencia
ordinaria, bien porque constaba en la documentación que el comprador tuvo en su poder (STS 8
julio 1.994), bien porque podía haberse obtenido el conocimiento mediante la realización de
simples gestiones (STS 12 junio 1.997).
90
Este es el criterio de MORALES MORENO, “El dolo como criterio..., cit., pág. 631;
IDEM, “Comentario al artículo 1.486 C.c.”, en Comentario... (Mº Justicia), IIº, cit., págs. 961-962.
En contra de este criterio, CARRASCO PERERA, op. cit., pág. 220, que estima que en nuestro
Derecho no es factible que prospere una pretensión indemnizatoria por culpa “in contrahendo”.
91
Esta regla era admitida en el Derecho común y en las Partidas (cfr. MORALES
MORENO, últ. op. cit., págs. 631-632).
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responsabilidad, o tener la máxima información posible para evitar futuras
contingencias negativas. En cambio, la existencia de expresas Manifestaciones y
Garantías tiene la virtualidad de suprimir esta disyuntiva, ya que hace factible la
posibilidad de que el comprador tenga la mayor información posible, suministrada por
el vendedor, al tiempo garantiza la existencia de ese estado de cosas, al tiempo que
asume la correspondiente responsabilidad, siendo indiferente que el comprador haya
tenido medios y posibilidades para tener conocimiento acerca del estado real de la
globalidad de manera veraz y completa. Esto que decimos es especialmente claro en el
caso de que el comprador no conoce ese estado real, aunque haya tenido medios para
conocerlo mediante la correspondiente investigación previa: en tal caso parece evidente
que el vendedor asume todo el riesgo de las contingencias que puedan sobrevenir. La
duda puede surgir si el comprador conoce de antemano la contingencia que puede
sobrevenir. En tal caso, parece prudente admitir que si la Manifestación se realizó en la
fase de formación del contrato, adquiriendo el comprador conocimiento de la
contingencia antes de su perfección, en tal caso no prevalecerá la Manifestación del
vendedor frente a ese conocimiento del comprador anterior a la celebración del contrato.
En cambio, si las Manifestaciones se incorporan al contrato, y el comprador ya conoce
la existencia de una contingencia, entendemos que el vendedor realmente está
asumiendo y garantizando un compromiso de solucionar o hacer desaparecer tal
contingencia negativa o paliar al máximo sus efectos. En el caso de que no sea posible
remediar esa contingencia negativa por parte del vendedor, existiendo conocimiento del
comprador de su existencia, en tal caso el riesgo lo asume el comprador, que,
lógicamente, lo habrá repercutido en el precio pactado92.
92
ORTI VALLEJO, Los defectos de la cosa en la compraventa civil y mercantil. El nuevo
régimen jurídico de las faltas de conformidad según la Directiva 1.999/44/CE, Granada, 2.002,
págs. 59 y ss., señala que las faltas de conformidad se determinará, en primer lugar, por lo
expresamente previsto por las partes en el contrato y, con carácter subsidiario, por los criterios
normales del tráfico, por lo que prevalecerá la voluntad de las partes a la hora de determinar la
existencia del defecto o vicio de la cosa vendida. De ahí que las Manifestaciones y
representaciones de las partes sean determinantes, a nuestro juicio, para configurar la falta de
conformidad de los elementos que integran la universalidad vendida, de manera que la falta de
conformidad depende de la autonomía de la voluntad de las partes, de manera que el vendedor
responderá de que la cosa vendida reúna las cualidades que hayan estipulado las partes y, en su
defecto, de las que sean habituales en ese objeto.
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Igualmente, otro efecto de las Manifestaciones y Garantías es que permiten que el
vendedor responda por los daños y perjuicios ocasionados al comprador por
incumplimiento no doloso cuando tales daños fueran imprevisibles al tiempo de
contratar (cfr. art. 1.107 C.c.), pues, como es sabido, éstos no se abonan por el deudor
que incumple por dolo, por lo que el riesgo de tales daños imprevisibles recaen sobre el
comprador. Esta situación se evita precisamente con las Manifestaciones del vendedor,
ya que al celebrarse el contrato, el comprador le ha puesto en conocimiento de una serie
de estados de cosas que pueden verse afectados por el contrato y sobre los que exige una
especial garantía por parte del vendedor, con lo que éste asume un riesgo, en principio
correspondiente al comprador y que, en virtud de estas Manifestaciones, se desplazan
ahora al vendedor.
Por otra parte, hemos tenido también ocasión de ver, al analizar los deberes
informativos del vendedor en las negociaciones previas o tratos preliminares, que si
éstos resultan incumplidos, bien por omisión o bien por suministrar el vendedor datos
falsos o incompletos, ello permite al comprador poder acudir, tras la celebración del
contrato y una vez acaecidas las circunstancias dañosas, a reconducir su defensa por la
vía del saneamiento por vicios ocultos. Pero ello reporta al comprador una serie de
riesgos. En primer lugar, no podrá accionar por tales vicios si es un “perito” en el
sentido del artículo 1.484 C.c., pues tendría que haber previsto, en base a sus
conocimientos
específicos,
las
posibles
contingencias
que
pudieran
surgir.
Evidentemente, la existencia de Manifestaciones hechas por el vendedor evita que se
pueda alegar, por éste, el carácter de perito del adquirente de la globalidad, lo que será
especialmente importante en el caso de venta de empresas, en las que el comprador será
normalmente un empresario y, en consecuencia un experto o perito cuyo
desconocimiento podría considerarse inexcusable.
Normalmente los contratos de adquisición de universalidades suelen ser parcos
respecto a las consecuencias derivadas de la falsedad o inexactitud de las
Manifestaciones. El tema ha sido estudiado en relación a la venta de empresas que son
las que suelen contener este tipo de representaciones93. A veces se incluyen cláusulas
93
Vid. CARRASCO PERERA, op. cit., págs. 227 y 228.
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que establecen, para tales casos, un deber del vendedor de indemnizar al comprador del
daño que resulte de esa falta de veracidad de las manifestaciones. Más normal será que
se incluyan, a requerimiento del vendedor, cláusulas limitativas de su responsabilidad
que establezcan unos mínimos a partir de los cuales responderá el vendedor94. También
será común encontrar limitaciones cuantitativas máximas de responsabilidad,
conviniendo al vendedor incluir alguna cláusula por la que su responsabilidad máxima
no exceda del precio de compra95.
Una última cuestión a abordar en relación a las manifestaciones es la relativa a los
plazos de prescripción de las reclamaciones derivadas de la falsedad o incompletud de
las manifestaciones hechas por el vendedor en las Bases de Compra o en el propio
contrato, caso éste último frecuente. Hemos visto, al analizar los deberes
precontractuales de información, las posibles acciones de que dispone el comprador en
el caso de ocultación de la necesaria información por el vendedor o en el caso de ser
falsos los datos suministrados por éste, acciones que hemos considerado extensibles a
los supuestos de manifestaciones falsas o incompletas. Ello nos lleva a considerar poco
aconsejable que el comprador trate de reconducir su reclamación por dicha falsedad o
incompletud por la vía del saneamiento por vicios ocultos, dado el breve plazo de
caducidad de seis meses establecido por el artículo 1.490 C.c. para las acciones
edilicias, lo que impedirá en muchos caso accionar a causa de la aparición de ciertas
deudas o contingencias que podrían sobrevenir fuera de este breve plazo, incluso aunque
se computase este plazo a partir del momento de entrega de la cosa, que puede ser
posterior al de celebración del contrato96. Si es otra la vía elegida por el comprador para
94
En tal sentido, FONDEVILA ROCA, op. cit., pág. 206, señala los diversos parámetros
seguidos usualmente en la práctica anglosajona de la venta de empresas, que serán básicamente los
siguientes: 1.- Cada reclamación sólo puede formularse por encima de un importe mínimo
(‘Minimum Amount’). 2.- Los daños y perjuicios sólo pueden considerarse recuperables a partir de
una cifra de pérdidas (‘Basket Amount’). 3.- Las reclamaciones pueden acumularse a los efectos de
una posible recuperación, de una forma preestablecida. 4.- Debe determinarse un periodo de
tiempo máximo para poder interponer una reclamación (‘Survival Period’).
95
Piénsese en la venta de ciertas empresas quiebra que son vendidas a precios muy inferior
al valor de las inversiones que ha de realizar el comprador. La existencia de esta cláusula comporta
una renuncia del comprador de resolver el contrato, ex artículo 1.124 C.c.
96
Piénsese que las deudas sorpresivas que puedan surgir tras la celebración del contrato
pueden consistir en reclamaciones de terceros contra la globalidad adquirida, que están sujetas a
sus propios plazos prescriptivos.
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accionar su reclamación, habrá que estar a los plazos de prescripción o de caducidad
establecidas para cada tipo de acción97. De ahí que sea aconsejable que las
manifestaciones y garantías se incorporen en el clausulado del contrato, para poder
beneficiarse de los plazos más amplios de prescripción o de caducidad que permitan las
diversas acciones que se pueden ejercitar, ya que si las manifestaciones sólo figuran en
un documento anterior al propio documento contractual se aplicaría el breve plazo de
prescripción de un año previsto en el artículo 1.968 C.c., por entender que se trata de
una responsabilidad procedente de culpa “in contrahendo”98.
Como última observación, hay que poner de manifiesto que habitualmente las
partes suelen garantizar la veracidad de las manifestaciones del vendedor pactando
ciertas garantías específicas que refuerzan el sistema ordinario de garantías previsto en
nuestro Ordenamiento, siendo frecuente que en los contratos de venta de empresa las
partes estipulen y pacten garantías que refuerzan especialmente la posición del
comprador, entre las que cabe destacar en nuestro Ordenamiento, el aval a primer
requerimiento, u otras de similar fuerza. Lo mismo ocurre en otros Ordenamientos de
nuestro entorno99.
97
Entendemos que la pretensión de indemnización de los daños y la acción de resolución
del contrato por incumplimiento están sujetas al plazo ordinario que establece el art. 1.964, tanto si
se ejercita por la vía del art. 1.101 como si se sigue la prevista en el art. 1.124 C.c. Si el comprador
ejercita la acción de nulidad por dolo, en tal caso regirá el plazo de cuatro años de caducidad de
los artículo 1.300 y 1.301 C.c.
98
La doctrina considera aplicable normalmente el plazo de prescripción de un año del
artículo 1.968 C.c. a los supuestos de responsabilidad precontractual. Vid., en tal sentido, GOMEZ
CALLE, op. cit., págs. 33-38; por su parte, GARCIA RUBIO, La responsabilidad
precontractual..., cit., págs. 170-171 considera que para el supuesto previsto en el artículo 1.270.
2º C.c. rige la prescripción de quince años.
99
Así, en Francia, , como señala PAILLUSSEAU (La cession d´entreprisse, cit., págs. 165
y ss.), a fin de asegurar, en el caso de que se ponga en acción la garantía, que el garante estará en
disposición de cumplir su obligación, el beneficiario puede exigir garantías suplementarias, siendo
frecuente, en la práctica, acudir a diversos medios: 1.- La caución bancaria. La garantía del
vendedor puede reforzarse mediante una caución bancaria o una caución de la sociedad matriz del
vendedor, cuya solvencia financiera será más elevada.2.- La caución real del garante. El garante
puede afectar a título de garantía en favor del comprador, ya sea una parte del precio que ha
recibido en razón de la venta, ya sea otro bien mobiliario, como sería su cartera de valores. Puede
igualmente consentir una hipoteca a favor del comprador. 3.- El pago de una parte del precio.
Puede acordarse de que el comprador no pagará más que una parte del precio correspondiente a las
acciones o participaciones vendidas y que el resto de este precio será abonado a al expiración de
un determinado plazo. Así, el comprador se reserva la posibilidad de compensar lo adeudado en
concepto de precio con las sumas debidas por el vendedor por razón de la actuación de la garantía.
4.- Adquisición de una parte de los títulos. El comprador puede adquirir sólo una parte de los
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5.- VENTA DE UNIVERSALIDADES Y CONDICIONES GENERALES DE
LA CONTRATACIÓN.
Hemos de plantearnos, llegados a este estado de la cuestión, el tema de si es
posible hablar de la existencia de condiciones generales de la contratación y de cláusulas
abusivas en los contratos de venta de empresa celebrados entre empresarios. Es lo cierto
que lo habitual será que estos contratos se celebren entre empresarios. Evidentemente,
nada impide que un particular adquiera a título oneroso una empresa con la finalidad de
dedicarse al ejercicio de la actividad empresarial, en cuyo caso es evidente que el
adquirente de la empresa sería un comprador similar a cualquier otro, con la
peculiaridad de que adquiere un bien –la empresa—que produce bienes y servicios
destinados al mercado y cuyos destinatarios finales son los consumidores. Pero en la
práctica jurídica cotidiana, lo usual y normal es que el comprador o adquirente de la
empresa vendida sea otro empresario que pretende ampliar su campo de actividad o
absorber otra empresa de su misma actividad, con la finalidad de eliminar un
competidor o de ampliar su campo de actuación. ¿Es posible en este caso, cuando la
compraventa se celebra entre empresarios, que alguna de las partes –comprador o
vendedor-- imponga a la otra cláusulas abusivas? El caso paradigmático, relativamente
frecuente en la práctica, tendría lugar en el caso de la adquisición por una sociedad que
ocupa una posición dominante en el mercado de la totalidad de las acciones de otra
sociedad de la competencia por vía de absorción100.
títulos, constituyendo una promesa de compra sobre el resto de los títulos sociales, y
comprometiéndose el vendedor a no venderlos a terceros. En caso de puesta en juego de la
garantía, el comprador puede compensar.
En Alemania, señala HUBER (op. cit., págs. 207 y ss.), que, junto a una garantía a primera
demanda, existen otros tipos específicos de garantía: 1.- La ganatía “nach besten Wissen”, por la
que el vendedor garantiza al comprador que la empresa vendida reúne unas determinadas
características, no siendo de otra manera. 2.- La garantía o cáusula “nach bestem Wissen und
gehöriger Erkundigung”, o conforme a los mejores conocimientos e información suministrada, en
cuyo caso la responsabilidad se hace extensiva a la culpa del vendedor. 3.- Otra cláusula, poco
frecuente en la práctica, es la referida a que la empresa vendida está debidamente examinada e
inspeccionada ( cláusula “wie geprüft und besichtigt”), en cuya virtud, la responsabilidad del
vendedor queda limitada unicamente a dolo, ya que el pprecio habrá jugado un importante papel en
el equilibrio d las prestaciones de las partes.
100
Se trataría sin duda de un contrato de compraventa especial, concretamente una venta en
globo o venta a precio alzado de un conjunto de derechos, entrando de lleno en al ámbito del
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Como dato inicial hemos de destacar que se trata de un modelo de contrato de
compraventa que se puede considerar usual en el ámbito de la práctica jurídica. En este
tipo de contratos, sus aspectos esenciales son los relativos a la fijación del precio,
mediante el establecimiento de los criterios o fórmulas esenciales para su determinación,
así como el establecimiento de una detallada enumeración de garantías y de vicios
objeto de saneamiento. El comprador tratará de imponer al vendedor el mayor número
de garantías favorecedoras de sus intereses, pese a que el interés de los vendedores será,
por el contrario, limitar al máximo las imposiciones del comprador. El problema surge
cuando uno de los contratantes, normalmente el comprador, se encuentra en una
posición contractual más fuerte e impondrá en última instancia sus criterios a la otra
parte. Por ello, es frecuente que en este tipo de contratos encontremos cláusulas que
pueden ser consideradas como exorbitantes o abusivas e, incluso, de dudosa legalidad,
al favorecer abiertamente la posición contractual de la compradora –o vendedora--,
colocando en una posición de inferioridad a la contraparte. Pero es lo cierto que nuestro
Ordenamiento establece por diversas vías ciertos medios de defensa de los intereses de
la parte contratante más débil, configurando ciertos mecanismos de defensa tendentes a
establecer un equilibrio en la posición contractual de las partes, flexibilizando la
excesiva rigidez del contrato.
Ello no obstante, la imposición por el comprador del mayor número posible de
garantías y el aseguramiento de la exactitud y veracidad de las declaraciones y
manifestaciones realizadas por el o los vendedores en el contrato y demás documentos
anexos, es algo normal y, además, razonable, en los contratos de compraventa de
acciones, ya que no se trata de un contrato de compra de determinados bienes o activos
concretos, que podrían ser examinados previamente por el comprador, sino de acciones
representativas de la totalidad del patrimonio de una sociedad, con su activo y pasivo, de
artículo 1.532 C.c., ya que no se trata de una simple venta de una pluralidad de cosas, consideradas
en su individualidad, sino de una venta especial con un tratamiento específico. Será, pues, venta en
globo porque la intención de las partes consiste en transmitir una globalidad de derechos --en el
caso de la adquisición de la sociedad absorbida el objeto lo constituirían el cien por cien de las
acciones de tales sociedades o, al menos, de una parte sustancial de tales acciones que permitan
una mayoría de control--, derechos que estarían interrelacionados entre sí de una manera directa o
indirecta. No se trata, pues, de la simple venta de bienes o derechos aislados, sino de un conjunto
de bienes o derechos íntimamente relacionados entre sí en cuanto que conforman una unidad
económica.
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difícil conocimiento previo por el adquirente. La doctrina y la jurisprudencia italianas
han destacado al respecto y admitido plenamente el reforzamiento de la protección del
adquirente, fruto de la autonomía de la voluntad de los contratantes, lo que se ha venido
a reconducir a la solución dada por el artículo 1497.1º del Codice civile, a cuyo tenor el
comprador tiene derecho a resolver el contrato de compraventa cuando la cosa vendida
carece de la calidad prometida o la esencial para el fin al que ha de ser destinada. En tal
sentido, se ha llegado a la conclusión, tanto doctrinal como jurisprudencial, de que las
garantías establecidas en el contrato de venta de acciones o participaciones sociales son
consecuencia de la autonomía de la voluntad de las partes, lo que comporta la
posibilidad de que el contratante que se encuentra en posición de superioridad pueda
imponer sus condiciones al contratante más débil, sin el riesgo de sufrir las
consecuencias negativas de las reglas especiales sobre Condiciones Generales de la
contratación101.
Es más, es incluso razonable la exigencia de un reforzamiento de las garantías en
esta modalidad específica de venta de acciones, frente a la venta de activos
patrimoniales específicos, dada el mayor desconocimiento por el comprador de las
acciones del estado de la sociedad que pretende adquirir, por lo que deberá reforzar,
mediante la exigencia de las correspondientes manifestaciones al vendedor o
101
Vid. CALVO/DELOGU, La vendita, Vol. IIº (Vendita de partecipazioni sociali,
azienda, benni inmateriali, credito e contratto), Torino, 1994, págs. 164 ss. “Comentario al
artículo 1497 Cod. Civ.”, en Comentario al Codice civile (dirigido por Paolo Cendon), Tomo IIº,
Torino 2002, págs. 912 y 913. La doctrina ha debatido si las garantías en materia de transmisión de
acciones o participaciones sociales se deben reconducir a la vía del artículo mencionado o si deben
considerarse fruto de la autonomía de la voluntad y libre acuerdo de las partes. La jurisprudencia
parece orientarse a considerar la cláusula de garantía incluida en la previsión del artículo 1497
Cod. Civ.: “L´acquirente di tituli azionari può ottenere la risoluzione del contratto de
compravendita per mancanza delle qualità promesse, ai sensi dell´art. 1497 C.C., quando la
specifica consistenza patrimoniale della società risulti inferiore a quella garantita dal venditori”
(Cass. 10 de feb. 1967, núm. 338). Postura ésta que ha sido discutida por la doctrina mayoritaria
que considera que las garantías del comprador son fruto de la autonomía de la voluntad de las
partes, de manera que su incumplimiento genera la facultad del comprador de resolver el contrato
por incumplimiento, lo que ha provocado un giro en la orientación tradicional de la jurisprudencia,
como refleja la Cass. 27-3-1985, núm. 2155: “L´accordo con il quale i venditori della
partecipazione di controllo di una società di capitali garantiscono l´inesistenza di pasività sociali
e si obbligano al pagamento delle eventuali sopravvenienze verso i cessionari, non ha effetto nei
riguardi della società che, in particolare, non è legittimata a richiederne giudizialmente
l´esecutuzione”
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vendedores, las garantías que aseguren el éxito de la operación, si bien haremos a
continuación una serie de matizaciones a esta afirmación.
La práctica jurídica demuestra que, habitualmente, la parte compradora ofrece
(impone) a la vendedora un contrato-tipo, dado que se veta la posibilidad de introducir
en el mismo alteraciones en su clausulado. El comprador, en definitiva, impondrá al
vendedor o vendedores un clausulado predispuesto, por lo que cabría deducir que
estamos ante un contrato-tipo que se regirá por la Ley de Condiciones Generales de la
Contratación de 1998 (en adelante LCGC), teniendo en cuenta la modalidad de relación
que se establecería entre las partes en el caso de celebrarse el contrato. Ahora bien, es
preciso matizar que ello será así respecto a la parte vendedora, no respecto a la parte
compradora (el contratante que impone el clausulado del contrato), en cuanto que ésta se
reservará lógicamente, generalmente en el precontrato o en la ‘Carta de Intenciones’ que
precede a la celebración del contrato, la libertad para negociar el contenido de las
cláusulas del futuro contrato que pretende celebrar. En cambio, se estipulará, ‘a sensu
contrario’, la imposibilidad de la parte vendedora de introducir modificaciones que
alteren el contenido del contrato predispuesto por el comprador. En consecuencia, el
comprador impone un modelo de contrato inalterable que deberá ser aceptado por las
sociedades vendedoras, que se verán privadas de la posibilidad de negociar el contenido
del contrato-tipo de venta ofertado por el predisponente, lo que refuerza nuestro criterio
de que nos encontramos ante un contrato sujeto a la LCGC.
En este orden de cosas podría plantearse la objeción de que, al no encontrarse
ninguno de los contratantes en un estado de necesidad de celebrar el contrato de
compraventa de acciones o participaciones, gozando de plena libertad para vender o no,
así como para seleccionar a otros posibles compradores, no sería de aplicación al
contrato la LCGC. Estimamos, por el contrario, que esta realidad no impide la
aplicación de dicha norma, ya que lo decisivo en este contrato es la posición contractual
en que se encuentren las partes una vez que se ha tomado la decisión de celebrar el
contrato. En definitiva, se aplicará la LCGC cuando la posición de una de las partes
contratantes, en este caso, de la vendedora, le impide modificar el contenido de las
cláusulas del contrato, que viene predispuesto por el contratante que se encuentra en una
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posición de superioridad, de tal manera que el contratante débil, si quiere celebrar el
contrato –frecuentemente se verá en la necesidad de celebrarlo--, no tendrá más
alternativa que adherirse a ellas. El sometimiento del contratante débil a la LCGC será,
sin duda, provechoso para este contratante en cuanto que la Ley le otorga su protección,
por considerarlo en una posición contractual desventajosa. Lo cierto es que, en el caso
que analizamos de venta por absorción de la totalidad de acciones por una sociedad a la
sociedad absorbente, la vendedora se beneficiará de la protección que le otorga la LCGC
frente a las posibles condiciones abusivas que pretenda imponerle la parte compradora,
y ello con independencia de que en el texto del propio contrato se denomine o no a tales
cláusulas predispuestas como ‘Condiciones Generales’.
Mayor relevancia tendría, a nuestro juicio, la objeción consistente en considerar
no aplicable a este contrato la LCGC, en base al criterio subjetivo de la condición de
empresarios o comerciantes de las partes del contrato. Este es un tema debatido por la
doctrina, especialmente por la francesa e italiana, sin que, por el contrario, la doctrina ni
la jurisprudencia españolas se hayan pronunciado al respecto, al menos con criterios
sólidos. Así, la doctrina italiana se muestra claramente dividida entre los autores que
consideran que no se puede hablar de la existencia de cláusulas abusivas en los contratos
celebrados entre profesionales o empresarios, limitándose éstas a los contratos
celebrados entre empresarios y consumidores102 y aquellos otros que, por el contrario,
admiten esa posibilidad103.
102
Vid., por todos, ROPPO, “La recezione della disciplina europea delle clausole abusive
(‘vessatorie’) nei contratti fra professionisti e consumatori: artt. 1469-bis e segg. C.C.”, en Diritto
Privato, IIº (Condizioni generali e clausole vessatoria), págs. 99 y ss., Torino, 1996, para quien la
noción de consumidor excluye que la protección legal contra la cláusula abusiva pueda ser
invocada por un operador de ‘small business’, que, en la relación profesional con un empresario
más fuerte, se ve forzado a adherirse al contrato predispuesto por éste último. El autor excluye
también del beneficio de la protección al consumidor al sujeto no profesional o empresario que no
sea persona física,, v. Gr., cualquier asociación sin ánimo de lucro que debe procurarse bienes y
servicios necesarios para alcanzar la finalidad propuesta(vid., págs. 106 y 107). Para ROPPO, por
profesional debe entenderse tanto al profesional liberal como al empresario, al comentar el art.
1469 bis, 1º, incorporado al Codice Civile en febrero de 1996, en el Cap. XIV-bis “Dei contrtti del
consumatore”. En los sistemas jurídicos francés y belga, y con la finalidad de salvar la nulidad de
las cláusulas estipuladas entre profesionales o empresarios, los tratadistas han acudido a diversos
argumentos, sintetizados por DUBUISSON, en Les clauses de garantie des vices cachés dans la
vente entre professionnels, Louvain, 1987, págs. 6-10: así, se ha invocado como argumento la
prevalencia de los usos profesionales y de comercio que consagran la inserción de ciertas
cláusulas; también se ha argumentado a favor de justificar estas cláusulas limitativas o abusivas
impuestas por el contratante fuerte en la consideración de la existencia de una “présomption de
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Es lo cierto que, en principio, hay que partir de la base de que la imposición de
cláusulas abusivas se produce tanto en las relaciones con consumidores finales como en
las relaciones con otros empresarios. Por lo tanto, parece lógico entender que el control
de contenido de las condiciones generales se aplica también a las relaciones entre
empresarios104. Sin embargo, el legislador español parece haber optado por limitar el
control de contenido de las cláusulas predispuestas que se utilicen frente a un
consumidor (cfr. art. 8 LCGC), lo que, a nuestro juicio, no impide que puedan aplicarse
por vía analógica esos mismos criterios a las cláusulas contenidas en contratos entre
empresarios, siendo evidente que ello no impide que también puedan aplicarse las
connaissance des vices cachés” entre profesionales o empresarios, si bien con la matización
introducida por algunos autores de exigencia de que ambos contratantes empresarios tuviesen una
misma especialidad o se dedicasen a una misma actividad productiva.
103
Es el caso de VACCA, “La disciplina dei contratti con i consumatori”, en Diritto
Privato, IIº (Condizioni generali e clausole vessatoria), págs. 463 y ss., Torino, 1996, que llega a
la conclusión de que la delimitación del ámbito de aplicación de la disciplina en atención a los
sujetos presenta el riesgo de eliminar de esta protección al empresario que negocia con otro, no en
cuanto tal empresario, sino en concepto de consumidor, pero en el ejercicio de su actividad
profesional, como sería el caso, v. gr., del empresario que contrata con una aseguradora un
contrato de seguro que contiene cláusulas abusivas. De manera aún más contundente se pronuncia
al respecto PARRELLA, en “Le condizioni standard nei contratti tra imprenditori”, en I Contratti
in generale, Tomo Iº, Vol. 4º (Condizioni generali. Clausole vessatorie. Consumatori), Torino,
2001, pág. 77 y ss., que llega incluso a considerar que el ‘imprenditore debole’ merece recibir una
protección más amplia que el propio consumidor, pues considera quese produce un evidente
desequilibrio económico y “abuso di dipendenza economica quando un´impresa sia in grado de
determinare, nei rapporti commerciali con un´altra impresa (cliente o fornetrice) un excesivo
squilibrio di diritti e oblighi e che può anche consitere nel rifiuto di vendere o nel rifiuto di
comprare, nella imposizione di condizioni contrattuali ingiustificatamente gravose o
discriminatorie, en la interruzione arbitraria delle relazioni commerciali in atto” (pág. 82).
104
Bajo la vigencia de la Ley de Consumidores, el T.S. había considerado posible el control
del contenido en beneficio de adherentes empresarios (vid., S.T.S. 13-11-1995). En el plano
doctrinal, diversos autores se han pronunciado en nuestro país a favor de extender por vía
analógica la tutela de la LCGC a los empresarios que se encuentran en la posición débil de la
relación contractual (así, LOPEZ SÁNCHEZ, “Las Condiciones Generales de los contratos en
Derecho español”, en RGLJ, 1987, págs. 635-636;. VATTIER FUENSALIDA, “Las cláusulas
abusivas en los contratos de adhesión”, en RCDI, 1995, pág.1532; abiertamente, DEL OLMO
GUARIDO, “La nuova legge spagnola in tema di condizioni generali del contratto”, en Contratto e
impresa, (a cura de GALGANO e BIN), Cedam, 1998, pág. 802: “Se, ad ogni modo, non c´è
ostacolo per aplicare la nozione de clausola vessatoria contenuta nel art. 10 LCU ai contratti
conclusi sulla base di condizioni generali tra professionisti, sarebbe stato più adeguato e
conseguente mantenere la redazione iníciale del progetto, sobrattutto perchè, contrariamente a
quanto si stabilisce nelle stesse considerazione preliminari, il concetto di clausola abusiva non ha
il suo ambito propio nel raporto di consumo, ma trova il suo campo de attuazzione in quei
rapporti caratterizzati da un sostantziale squilibrio economico tra i contraenti –incluso quando
entrambe le parti siano imprenditori—que può condurre, al meno in forza di presunzioni, ad una
situación specifica di squilibrio normativo degna protezione da parte dell´ordinamento
giuridico”).
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normas y reglas sobre incorporación e interpretación de tales cláusulas, aunque sea
criticable que no se hayan establecido en la LCGC requisitos de inclusión más flexibles
para las relaciones entre empresarios, como ha destacado nuestra mejor doctrina105. Es
más, el artículo 2 LCGC admite plenamente que el adherente sea o pueda ser también un
profesional, sin necesidad de que actúe en el marco de su actividad. La definición de
adherente dada por la LCGC es, pues, lo suficientemente amplia, de manera que el
hecho de ser profesional o empresario no impide ser adherente. Es más, la Ley dice que
cuando el adherente sea un profesional no es necesario que actúe en el marco de su
actividad, bastando con que sea persona física o jurídica. En definitiva, coincidimos con
el criterio doctrinal que considera que, en las relaciones contractuales entre empresarios,
pese a existir un cierto equilibrio contractual, nada impide que si una de las partes
termina imponiendo a la otra sus condiciones en el marco de la negociación, e impone a
la otra la aceptación en bloque de las cláusulas y condiciones predispuestas en base a su
posición de mayor fortaleza en la relación contractual, pueda aceptarse la aplicación de
105
Vid., ALFARO AGUILA-REAL, “El Derecho de las Condiciones Genarales y cláusulas
predispuestas”, en Revista Jurídica de Cataluña, vol. 1º, 2000, pág. 14. Por su parte, MARIN
LOPEZ, “El ámbito de aplicación de la Ley de Condiciones Generales de la Contratación”, en
Condiciones Generales de la Contratación y cláusulas abusivas (Dir. NIETO CAROL),
Valladolid, 2.000, págs. 157 y ss., considera excluido del ámbito de la Ley a los empresarios, si
bien defiende que, de lege ferenda, sería conveniente de cara al futuro hacer extensiva esta norma a
las relaciones entre los empresarios, como hacía el Anteproyecto de la Ley y se ha venido
admitiendo por la Jurisprudencia francesa, admitiendo, por último, la posibilidad de que la
Jurisprudencia patria se incline por aplicar, por vía analógica, sus preceptos a las relaciones de los
empresarios, por lo menos a aquellas que comprometen a los pequeños y medianos empresarios
con los grandes. Por su parte, RODRÍGUEZ ARTIGAS, “El ámbito de aplicación de la Ley
7/1998, de 13 de abril, de Condiciones Generales de la Contratación”, en A.A.V.V. (Ed. ESPIAU
ESPIAU), Las Condiciones Generales de la Contratación y la Ley 7/1998, de 13 de abril, Madrid,
1.999, págs 51 y ss., mantiene abiertamente que, en su criterio, no es necesario que el adherente
sea un consumidor, pudiendo serlo un empresario, tanto si actua o no en el marco de su actividad
profesional, llegando incluso a admitir el autor la posibilidad de aplicación de esta norma no sólo a
los pequeños y medianos empresarios, sino, incluso, a los grandes. Por su parte, MIQUEL
GONZALEZ, en su “Comentario al artículo 8 L.C.G.C.”, en A.A.V.V., (Dirs. MENÉNDEZ
MENÉNDEZ y DIEZ-PICAZO), Comentarios a la Ley sobre Condiciones Generales de la
Contratación, Madrid, 2.002, págs. 446 y ss., considera que la L.C.G.C. no contempla
específicamente un control de contenido de las cláusulas y estipulaciones incluidas en los contratos
concertados entre empresarios, pero admite la posibilidad de establecer tal control de contenido en
los contratos entre empresarios, apoyado en varias razones: bien aplicando por analogía la propia
L.C.G.C, o bien desarrollando la fuerza expansiva del principio de la buena fe con apoyo de las
cláusulas generales de los artículos 7.1º y 1.258 C.c., afirmando que esto último es lo que parece
más correcto, ya que estos preceptos deben ser considerados como mandatos de observancia
general de la buena fe, pues el artículo 1.258 bien puede exigir la supresión de aquellos contenidos
contractuales que, establecidos unilateralmente por una de las partes, son aceptados por la otra por
adhesión.
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la LCGC, porque el criterio objetivo debe prevalecer sobre el subjetivo, solución que,
por lo demás, coincide con la interpretación estricta del artículo 2 LCGC106. En tal
sentido, podría objetarse que el artículo 8.2º LCGC declara la nulidad de las cláusulas
abusivas cuando el contrato se haya celebrado con un consumidor. Pero hay que tener en
cuenta que este apartado del artículo 8 establece una norma particular, frente al apartado
primero del mismo artículo que se refiere al adherente, en general, al declarar nulas las
condiciones generales que contradigan lo dispuesto en la Ley en “perjuicio del
adherente”, debiéndose entender por tal al contratante débil, con independencia de su
condición de empresario o profesional y siempre que se den los requisitos legales para
considerar abusiva las condiciones generales predispuestas. Es evidente que estas
condiciones generales se darán cuando las cláusulas predispuestas concurran en una
pluralidad de contratos, ya que están dirigidas a una pluralidad de sujetos (los titulares
de las acciones de todas y cada una de esas sociedades), el contenido viene predispuesto
por una de las partes (en esta caso la compradora), no cabe la modificación del
contenido del contrato, mediante negociación individual con cada uno de los sujetos
intervinientes en el contrato, cuyo contenido, además, será único e idéntico para todos
los vendedores en este caso. Cuando concurran todos estos requisitos, lo que sucede en
la mayor parte de los contratos de estas características que se celebran en la práctica, nos
parece evidente que nos encontramos ante auténticas condiciones generales a las que
será de aplicación la LCGC.
En definitiva, no existe ningún criterio de peso que impida la aplicación de la
LCGC a la contratación entre empresarios cuando uno de ellos imponga a los demás, en
una serie de contratos, una serie de cláusulas y condiciones predispuestas que resulten
lesivas o restrictivas de derechos para sus intereses, por lo que no vemos ningún
obstáculo a extender la protección legal a los vendedores que se encuentren en esta
posición de debilidad. Básicamente, y de acuerdo con los artículos 5 a 8 LCGC, ambos
inclusive, la de considerar no incorporadas al contrato las cláusulas oscuras o
inconcretas (art. 5.4º), la de interpretarse las dudas a favor del adherente (art. 6.2º),
106
Vid. ARROYO MARTINEZ, “Comentario al artículo 2 LCGC”, en Comentarios a la
Ley sobre Condiciones Generales de la Contratación (Cord. Por ARROYO MARTINEZ y
MIQUEL RODRÍGUEZ), Madrid, 1999, págs. 35-36.
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aplicándose la regla ‘contra proferentem’, y, especialmente, la de considerarse nulas las
cláusulas que, en perjuicio del adherente, vayan en contra de lo dispuesto en la propia
LCGC o en cualquier otra norma imperativa (art. 8.1º), lo que implica que, pese a la
aceptación del contrato por el adherente, ello no significa que vayan a tener vigencia la
totalidad de sus cláusulas. Por de pronto, si alguna de ellas resulta oscura en su
redacción o alcance o, en general, provoca un desequilibrio contractual en perjuicio del
adherente, podría ejercitarse en vía judicial la correspondiente acción de nulidad de la
cláusula o cláusulas, con su correspondiente sustitución por el régimen legal supletorio
del Código civil. Una vez que el Juez declare nula una cláusula por abusiva o contraria a
la buena fe, habrá de determinar qué pasa con el resto del contrato, de conformidad con
las reglas que establece el artículo 10 LCGC107.
No es este el lugar de hacer un detenido examen de las posibles cláusulas abusivas
que pueden presentarse en un contrato de adhesión con condiciones generales y
cláusulas predispuestas. En particular, deben considerarse abusivas o contrarias a la
buena fe las que otorguen al predisponente facultades excesivas o desproporcionadas108.
Realmente, será en las estipulaciones contractuales destinadas a la configuración del
precio donde existe el peligro cierto de que aparezcan y se impongan este tipo de
cláusulas abusivas. Como es sabido, no tienen la consideración de cláusulas
107
Como es sabido, el art. 10 LCGC consagra tres posibles soluciones: el mantenimiento
del contrato a pesar de la ineficacia de alguna de las condiciones generales (nulidad parcial); la
integración del contrato conforme al art. 1258 C.c.; la nulidad total del contrato en casos
excepcionales en los que tras la integración, resulte que el contrato no puede subsistir sin tales
cláusulas. No obstante, hay que matizar que siempre existirá el riesgo a estos efectos, en ausencia
de un desarrollo jurisprudencial de la citada LCGC, de que los tribunales no consideren a los
contratantes débiles como los “consumidores finales” a que hace referencia la LCU de 1984, de
manera que eludan la aplicación de las normas beneficiosas para los contratantes débiles que
consagran la LCGC, aplicándoles, por el contrario, la normativa general del Código civil, lo que
nos parecería una solución inadecuada, por todas las razones que hemos desarrollado ‘supra’.
108
Cfr., al respecto, las enumeradas sin ánimo de exhaustividad, por la Disposición
Adicional Primera de la LCU, como son la que faculta al predisponente a interpretar o modificar
unilateralmente el contrato, salvo en contratos de larga duración; la que le faculta a resolver
discrecionalmente un contrato de duración determinada; la que reserva al contratante fuerte
derechos exorbitantes; la que le permite prorrogar tácitamente un contrato por tiempo excesivo o
indeterminado; la que limita los derechos del contratante débil en caso de incumplimiento del
predisponente; la de presumir declaraciones de voluntad o de conocimiento del adherente a partir
de hechos insuficientes; la de imposición de penas contractuales abusivas; las de derogación de
reglas de competencia judicial en beneficio del predisponente.; la de imponer al adherente las
consecuencias de los riesgos situados en la esfera del predisponente; etcétera. Para su análisis de
conjunto, vid., por todos, ALFARO AGUILA-REAL, op. cit., págs. 23 y ss.
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predispuestas las que regulan los elementos esenciales del contrato (entre ellos, el
precio). Estas son acuerdos individuales, porque no puede afirmarse que los elementos
esenciales no hayan sido tenidos en cuenta por el adherente a la hora de celebrar el
contrato, por lo que no puede imputarse al predisponente la responsabilidad única de su
imposición109, lo que no impide que puedan aplicarse las reglas generales, obteniéndose
un resultado práctico semejante al que resultaría de aplicar a esas cláusulas las reglas
sobre incorporación e interpretación contenidas en la LCGC. En tal sentido,
consideramos que entran en la consideración de abusivas aquellas que producen un
desequilibrio evidente en los derechos del adherente en la fijación del precio o de las
base para su fijación. Así, serían controlables las cláusulas que permiten al
predisponente modificar el contenido contractual pactado (Disp. Ad. 1ª LCU, 2ª), o las
que reservan al predisponente el derecho a fijar unilateralmente el precio. Por otra parte,
partimos de la base de que es lícito que el precio no esté determinado de antemano en su
cuantía, siempre que se hayan fijado las bases para su posterior determinación sin
necesidad de nuevo acuerdo entre las partes, como sería el caso de estipular que la
fijación definitiva del precio la realicen terceros (auditores, por lo general, cuyo informe
proporcionará la cifra final). Ahora bien, esta circunstancia podría ser aprovechada por
el predisponente (comprador) para establecer limites máximos en el precio de venta (de
las acciones, en este caso), imponiendo que la otra parte (la vendedora) no podrán exigir
el pago de cualquier exceso sobre el límite fijado unilateralmente, o reservando al
predisponente la facultad de pagar un precio inferior como consecuencia de la aparición
de deudas o cargas sorprendentes, cono lo que se rompe manifiestamente el equilibrio
contractual a favor del predisponente, lo que nos parece una evidente imposición
unilateral de condiciones, que podría influir en la interpretación de diversas cláusulas
del contrato, si bien no directamente en la relativa a la fijación del precio, por no tener la
consideración de condición general a los efectos de aplicación de la LCGC.
En relación al precio, sí tendrían la consideración de abusivas, a nuestro juicio,
aquellas cláusulas penales que sancionasen de manera desproporcionada a la parte
contratante débil ante un posible incumplimiento por su parte. Así, por ejemplo, es
109
Vid., la STS de 8 de junio de 1992 (AC 1992-4, pág. 2984).
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posible encontrar en la práctica cláusulas que dispongan a favor del predisponente la
facultad de resolver unilateralmente el contrato de compraventa si los auditores no
pueden emitir un informe razonado como consecuencia de una conducta obstruccionista
o negligente de la otra parte, pudiendo optar por cumplirlo pagando un precio mínimo
pactado, y fijándose (en caso de optarse por la resolución contractual) un plazo de
tiempo, generalmente muy breve, para que el adherente pague el precio, quedando
facultado el predisponente a cambiar de opinión, optando por el cumplimiento del
contrato, sin tener que abonar nada, al reducirse el precio a la cantidad aplazada. Esta
cláusula sería un ejemplo evidente de lo que más arriba denominábamos cláusulas
abusivas, lo que hace que este contrato tenga condiciones generales. Es, sin duda,
razonable que en un contrato de compraventa se prevea algún tipo de sanción
indemnizatoria para la parte incumplidora, lo que ocurriría en este caso, al facultar a la
compradora (predisponente) a optar entre resolver el contrato o cumplirlo con abono de
un precio mínimo, en caso de acreditarse que los vendedores han obstaculizado, dolosa
o negligentemente, el trabajo de los auditores. En cambio, no parece razonable que se
establezca, una vez que se opta por la resolución, un plazo excesivamente corto de
tiempo para que el vendedor devuelva las cantidades recibidas del comprador en
concepto de parte del precio, pudiendo perder la totalidad del precio pactado en caso de
no poder hacer frente en tan breve espacio de tiempo a la restitución del precio ya
abonado por la compradora. Sería abusivo, a nuestro entender que la cláusula prevea la
imposición, en todo caso, de la sanción por incumplimiento, sin tener en cuenta que éste
puede ser resultado de factores ajenos a la voluntad de la parte incumplidora. Por ello
entendemos que tal cláusula podría ser declarada nula por un tribunal si se acredita
fehacientemente que el incumplimiento no ha sido producido por una actuación
negligente o dolosa por la parte incumplidora, debiendo incumbir a la parte compradora
el ‘onus probandi’ de la concurrencia del dolo o la culpa110.
110
Por lo demás, no hay que olvidar que nuestro Ordenamiento prevé en el artículo 1.154
C.c., la facultad moderadora de la pena contenida en este tipo de cláusulas. Así, entendemos que
los jueces podrían tener en cuenta, a favor de la parte incumplidora, ciertas circunstancias, como
sería la de pagar, dentro del breve plazo establecido para la restitución del precio, parte del mismo,
o uno o varios de los vendedores devolviesen el precio, no haciéndolo otros, y siempre que se
hubiere pactado la solidaridad pasiva de deudores.
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Otro ámbito en el que pueden aparecer con relativa facilidad cláusulas abusivas es
el relativo a la fijación de garantías por parte del predisponente que impliquen un
desequilibrio en la posición de las partes. Se podrían citar, en este tipo de contratos,
diversos supuestos de cláusulas de tal carácter. Así, en primer lugar, es posible que el
predisponente, en nuestro caso el comprador, para asegurarse la integridad de la cosa
comprada, especialmente en el caso de que en el propio contrato o en un documento
anexo, se incluyan determinadas manifestaciones o declaraciones por los adherentes,
incluya una cláusula en la que se elevan a la categoría de característica o elemento
esencial del contrato de compraventa que se celebra el que las informaciones o
declaraciones del adherente contenidas en el contrato o documento anexo son “exactas,
correctas y completas”. Es evidente que establecer de común acuerdo las características
esenciales del contrato que se celebra tiene gran importancia, al permitir, en este caso a
la parte compradora, resolver el contrato en caso de que aparezca o sobrevenga alguna
circunstancia que acredite el carácter inexacto, no veraz o incompleto de la información
suministrada por el adherente, que es elevada a la categoría de elemento esencial. En
definitiva, las partes están manifestando una serie de obligaciones o circunstancias que
se consideran relevantes, hasta el punto de que su incumplimiento u omisión facultan a
la parte perjudicada para solicitar la resolución del contrato por incumplimiento, y ello
con independencia de que también pueda solicitarse la resolución por concurrir las
circunstancias previstas en el artículo 1.124 C.c.111. Pero lo cierto es que este tipo de
cláusulas por la que se impone a una de las partes responder de la veracidad, plenitud y
exactitud de todas las informaciones facilitadas a la otra parte, en la fase previa a la
celebración del contrato (esto es, durante el periodo previo de indagación del estado
patrimonial de la empresa), pueden llegar a ser excesivamente gravosas para la parte que
se compromete mediante sus propias manifestaciones, especialmente cuando las
manifestaciones e informaciones suministradas a la otra parte han sido especialmente
minuciosas y detalladas, pudiendo aparecer alguna circunstancia imprevista de escasa
relevancia y desconocida por el propio manifestante, que permita a la contraparte
111
Lo que no será obstáculo para que las partes, en este caso el comprador, puedan ejercitar
otras acciones, en especial la de nulidad del contrato por error, o por falta de objeto u objeto
imposible. No obstante, hay que matizar que ello será también altamente improbable, dada la
escasa entidad de los errores.
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resolver el contrato cada vez que aparezca la más mínima inexactitud en las
manifestaciones efectuadas112 e imponer al declarante un sistema de sanciones
especialmente riguroso. Además, no hay que olvidar que tal inexactitud de la
información suministrada comporta un incumplimiento contractual por el adherente, al
haberse incorporado dicha cláusula al contenido del propio contrato, lo que genera una
responsabilidad contractual por incumplimiento, con la consecuente carga para el
adherente de probar las causas del incumplimiento y su inimputabilidad, bastando al
predisponente con acreditar la existencia del incumplimiento. Además, el que se trate de
una obligación contractual no impide que, además, pueda exigírsele la correspondiente
responsabilidad extracontractual en el caso de haber proporcionado tal información en la
fase previa a la celebración del contrato, cabiendo incluso la posibilidad de poder
reclamar la nulidad del contrato por dolo, ex artículos 1.269 y 1.270 C.c.
En definitiva, consideramos que esta cláusula presenta problemas de legalidad,
pues obliga a los adherentes a asumir una responsabilidad excesiva o desorbitante en
relación con las pautas contractuales que podrían considerarse normales, pues les exige
responder, incluso, de los hechos de terceros. Algunos de estos hechos pueden ser
previsibles (reclamaciones tributarias o de la Seguridad Social), pero otras ciertamente
no. Pese a ello se les hace responder de cualquier eventualidad imprevista, causada por
la conducta imprevisible de un tercero, lo que, sin duda, puede ser considerado como
una imposición abusiva o leonina. Cabría alegar que nuestro Ordenamiento admite la
inclusión en los contratos de cláusulas que permiten agravar la responsabilidad del
deudor en caso de incumplimiento, incluso si éste es consecuencia de caso fortuito o de
fuerza mayor o, incluso, si es debido a la conducta de un tercero. Es cierto que nuestro
sistema jurídico admite esta posibilidad, siempre que la conducta del tercero pueda
resultar previsible o controlable por el obligado. Pero, en cambio, resulta inadmisible
jurídicamente la inclusión de este tipo de cláusulas que hacen depender de la conducta
imprevisible de un tercero el posible incumplimiento de un contrato, pues se hace
depender el exacto cumplimiento contractual de la conducta incontrolable de varias
112
Al haberse establecido en el contrato que se trata de una característica esencial y una
razón fundamental para la celebración del contrato, su infracción por los vendedores facultará a la
compradora el ejercicio de la acción resolutoria.
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personas ajenas a la relación contractual y, generalmente, indefinidas. A nuestro juicio,
la naturaleza exorbitante de este tipo de cláusulas nos lleva a considerarlas abusivas y
generadoras de un grave desequilibrio contractual, contrario a la buena fe, lo que
permite, por las razones expuestas con anterioridad, aplicarles las consecuencias
previstas en la LCGC. Por lo demás, este carácter abusivo se vería agravado en el caso
de que se estipulase en el contrato, por imposición del predisponente, que estas
informaciones incorrectas o inexactas darán lugar a la resolución contractual con
independencia de que sean conocidas o no por la compradora. Se prevé, pues, la
posibilidad de que el adquirente de la empresa (o de las acciones, en este caso), haya
podido tener conocimiento con anterioridad a la celebración del contrato de la realidad
de determinadas circunstancias o situaciones de hecho, como consecuencia de la
actividad investigadora llevada a cabo por sus auditores (“due diligence”). En nuestra
opinión, esta cláusula contractual en virtud de la cual el adherente responderá de los
vicios de la cosa vendida o de la exactitud de las informaciones suministradas a la otra
parte, con independencia de que ésta tenga o no conocimiento de los mismo, puede ser
ilegal, por resultar contraria a la buena fe que ha de regir la actuación de las partes en
toda relación contractual, buena fe que desaparece si el predisponente conocía el vicio y
no lo comunicó al adherente para poder, de este modo, justificar una posible y ulterior
resolución contractual. Es más, esta actuación es evidentemente no sólo maliciosa sino
constituye también una conducta inmoral, prohibida por el artículo 1.255 C.c., hasta el
punto de que consideramos que los adherentes podrían, en este caso reclamar
judicialmente la nulidad del contrato por dolo (cfr. art. 1.270 C.c.) o, al menos una
indemnización de daños por dolo incidental (ex art. 1.270.2º C.c.).
6.-
LA
CONTRAPRESTACIÓN
DEL
ADQUIRENTE
DE
LA
GLOBALIDAD: EL PRECIO.El precio constituye el otro elemento objetivo de la venta en globo, siendo un
elemento estable y cierto, con independencia de que sea superior o inferior al valor real
de la globalidad vendida. Esta contraprestación ha de ser real o verdadera, ya que en
caso contrario estaríamos ante una compraventa simulada, siendo nula por falta de
causa, salvo que las partes hayan querido configurar un negocio mixto, que aunase
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prestaciones propias de la compraventa y la donación, en cuyo caso el precio real o
verdadero sólo cubriría el valor parcial de la cosa, debiendo ser considerado donación
por la diferencia.
El precio deberá consistir, por imperativo legal, en dinero o signo que lo
represente (cfr. art. 1.170 C.c., regulador del pago de las deudas pecuniarias)113. El pago
mediante cheque, pagaré o letra de cambio (art. 1.170.2º C.c.) será el medio más usual
de pago114. No se requiere que el precio sea justo. Este requisito no es exigido, con
carácter general, en nuestro Derecho, y, en consecuencia, en la venta en globo, y en
especial en la venta en globo sin enumeración ni descripción taxativa de los elementos
de la globalidad, no será exigible esa equiparación entre el valor real de la masa y el
precio fijado. El comprador ignora (y normalmente el propio vendedor), en el momento
de perfección del contrato, el contenido y la composición exactos de la globalidad, por
lo que compensa el riesgo que asume con el pago de una contraprestación adecuada que
tenga en cuenta o incorpore ese factor de incertidumbre. Otra cosa es que ese precio
pactado no podrá ser irrisorio, pues en caso contrario estaríamos ante un contrato
simulado.
Se ha señalado por la doctrina115, en relación a la venta de paquetes de acciones de
sociedades, la posibilidad de que éstas sean valoradas de manera diferenciada, en
atención a que pertenezcan al paquete de control de la sociedad o bien, por el contrario,
113
Como es sabido, la diferencia entre la compraventa y la permuta (art. 1.446 C.c.) no
deriva de que la contraprestación del comprador tenga una parte de dinero supere al valor de la
cosa o cosas que entrega a la otra parte, sino en la voluntad manifiesta y expresa de las partes y
sólo subsidiariamente de la proporción de bienes y dinero.
114
En el caso de las modificaciones estructurales de empresa, mediante la cesión del activo
y pasivo que constituye la empresa que se liquida, generalmente con fines de absorción o fusión
con otra, ni la L.S.A. ni la L.S.R.L. precisan el objeto de la contraprestación, y en especial si ésta
ha de consistir necesariamente en dinero o si también puede consistir en otros bienes o derechos, y
particularmente en acciones o participaciones de la sociedad cesionaria. Se ha estimado
doctrinalmente (Vid. MASSAGUER, “Cesión global de activo y pasivo”, Revista de Derecho
Mercantil, abril-junio de 1.998, págs. 655 y ss.), que la propia versatilidad de estas cesiones
permite cambiar el patrimonio social por puestos de socio en la sociedad cesionaria. En
consecuencia, no parece exigible que la contraprestación en este tipo de cesiones deba consistir
necesariamente en dinero.
115
Vid., por todos, PEÑA GONZALEZ/CASALS OVALLE, “Objeto y precio en las
adquisiciones de empresa”, en A.A.V.V. (Directores: ALVAREZ ARJONA y CARRASCO
PERERA), Régimen jurídico de las adquisiciones de empresa, págs. 265 ss.
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que pertenezcan a socios minoritarios, pues es conocido el mayor precio que obtiene
normalmente el paquete de control en una sociedad, lo que otorga al socio titular de ese
paquete una serie de ventajas sobre los accionistas minoritarios, lo que confiere un
mayor valor a sus acciones. Hay que partir de la base que el simple hecho de pagar
diversos precios a distintos vendedores no constituye infracción alguna, sin que exista
siquiera obligación del accionista mayoritario que vende de informar a los minoritarios
del precio de venta de sus acciones. Otra cosa es que este último se confabule con el
comprador para, ocultando ciertos datos relevantes a los vendedores minoritarios,
inducirles a vendedor a un precio inferior del inicialmente previsto. En tal caso, y ante la
ausencia de una norma especial reguladora de este supuesto, habrá que acudir a la
normativa del Código civil sobre los contratos, en el sentido de considerar el
consentimiento prestado por el minoritario como anulable por haber sido obtenido con
dolo ex artículo 1.269 C.c., por considerar tal ocultación de datos como una
maquinación insidiosa por parte de uno de los contratantes que induce al otro a celebrar
un contrato que sin ella no habría hecho116.
En cuanto a la determinación del precio, es reiterada la doctrina jurisprudencial117
según la cual puede diferirse en el tiempo a un momento posterior a la celebración del
contrato, siempre que para su determinación no sea precisa la celebración de otro nuevo
contrato. Como es sabido, el artículo 1.445 exige que el precio sea cierto, al tiempo que
el artículo 1.273 C.c. nos dice que el objeto del contrato debe ser una cosa determinada
en cuanto a su especie. La determinación ha de existir al tiempo de la prestación del
consentimiento, o bien ha de ser determinable desde ese momento conforme al artículo
1.447, a cuyo tenor para que el precio se tenga por cierto será suficiente que lo sea con
referencia a otra cosa cierta, o bien que se deje su señalamiento al arbitro de un tercero,
de modo que si éste no pudiera o quisiera determinarlo, quedará el contrato ineficaz. En
definitiva, para que el precio se considere cierto será bastante con que se pacte en el
116
Abundante jurisprudencia del Tribunal Supremo acerca del dolo permite deducir que
éste comprende no sólo la insidia directa o inductora del error, sino también la reticencia del que
calla o no advierte cuando tenía el deber de informar que exige la buena fe. Cfr., las S.S.T.S. 27
enero 1.988 (RJ 151); de 29 marzo 1.994 (RJ 2304); 18 de marzo y 9 de septiembre de 1.996.
117
Así por ejemplo, las S.S.T.S. de 15 de noviembre 1.993 (RJ 9097); 2 de noviembre de
1995 (RJ 8073).
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contrato con referencia a una cosa cierta o se deje al arbitrio de tercero no requiriendo
un nuevo convenio. Lo que es dudoso es si en materia de determinación del precio rige
estrictamente la regla, consagrada en el artículo 1.449, conforme a la cual la
determinación del precio no podrá dejarse nunca al arbitrio de uno de los contratantes,
por aplicación al contrato de compraventa del principio general del artículo 1.256
C.c.118. Por su parte, el artículo 1.448 C.c. dispone también que se tendrá por cierto el
precio en la venta de valores “... cuando se señale el que la cosa vendida tuviera en
determinado día, Bolsa o mercado, o se fije un tanto mayor o menor que el precio del
día, Bolsa o mercado con tal que sea cierto”. Este artículo especifica lo que dispone el
artículo anterior para aquellos objetos cuya negociación tenga un mercado, como es el
caso de las acciones admitidas a cotización en un mercado de valores. Si el día señalado
no tuviera un precio máximo o mínimo, ha de entenderse la referencia al precio medio;
si no hubo cotización ese día, habrá de estarse a lo pactado (el del día anterior o
siguiente) y, en su defecto, procederá declarar la ineficacia del contrato salvo voluntad
contraria de las partes. La doctrina parece mantener la legalidad del pacto que deja la
determinación del precio al vendedor en función de elementos objetivos, al entender que
existen diversos supuestos, como los contratos de opción, en los que la ejecución o la
inejecución del contrato se deja a la libre voluntad de uno de los contratantes
119
. Esta cuestión
es de enorme trascendencia práctica, como ha destacado cierta doctrina120, especialmente en los
supuestos de venta de empresa, cuando la determinación del precio queda referida a algún
concepto, como beneficios antes de impuestos de varios ejercicios, por lo que la determinación
del precio queda en gran medida en manos del comprador o adquirente de la empresa, que
ostenta ya la gestión de la misma, de manera que dependerá de su buena o mala gestión el que
la empresa genere mayores o menores beneficios o, incluso, pérdidas, en el caso de que
endeude a la compañía, por lo que es práctica habitual que las partes acuerden en el contrato el
procedimiento para la determinación del beneficio, base de cálculo del precio (así, por ejemplo,
se pacta que el comprador no podrá alterar los principios contables, o se pacta el nivel máximo
de endeudamiento o la eliminación de ciertos gastos que disminuyen los beneficios).
118
Vid., DIEZ-PICAZO, en “Contratos de Crédito y Protección de Consumidores”, Anuario
de Derecho Civil, Oct.-Dic., 1.999, págs. 1.371 ss.
119
Cfr. RIVERO HERNANDEZ, en LACRUZ/SANCHO, Elementos de Derecho Civil,
Tm. IIº, vol. 3º, Barcelona, 1.986, págs. 31-32.
120
Vid., PEÑA GONZALEZ/CASALS OVALLE, “Objeto y precio..., cit., , pág. 268
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Entendemos, en consecuencia, que la voluntad de las partes será decisiva a la hora
de fijar el criterio que permita la determinación del precio, aun cuando ello implique
conferir a una de las partes cierta capacidad de determinar con su gestión de los bienes
de la globalidad el precio final de venta. En estos casos, las partes establecerán
normalmente un precio mínimo de venta, acordando la posibilidad de incrementar ese
mínimo en un futuro si la gestión del conjunto patrimonial permite al comprador
alcanzar ciertos resultados, con lo que se evita cualquier incertidumbre acerca del
contenido o de la situación económica de la globalidad. Ello sería la mejor solución para
atenuar la posible incertidumbre que recae sobre el comprador en este tipo de ventas,
especialmente en el caso de que no se proceda a una enumeración exhaustiva de los
elementos de la masa y el comprador no haya realizado, por las razones que sea, una
auditoría de ésta. En definitiva, se compensa esa incertidumbre inicial del comprador
con un precio mínimo que podrá ser incrementado en un futuro, cuando se verifique el
estado real de la globalidad, eludiéndose de este modo cualquier riesgo no querido por
el comprador. El comprador, en definitiva, compensará su incertidumbre inicial con ese
precio mínimo que podrá incrementarse, en beneficio del vendedor, una vez que la
incertidumbre inicial del comprador se haya superado, lo que supone en la práctica
someter el contrato, en concreto la determinación del precio, a ciertas comprobaciones
que ha de llevar a cabo el comprador, una vez que haya adquirido la masa patrimonial
objeto del contrato.
El tercero del artículo 1.447 C.c. es un arbitrador que decide libremente según su
leal saber y entender a no ser que contractualmente se hayan pactado reglas o criterios
objetivos que deba seguir para la fijación del precio o criterios de equidad121. El precio
fijado por el tercero podrá ser impugnado por diversas causas, en concreto, cuando haya
faltado a la equidad, por violación de los deberes derivados de la buena fe, los vicios de
la voluntad, la extralimitación o incongruencia, y la inobservancia de las instrucciones
de las partes122. Si la impugnación prospera el contrato será nulo, lo que también
121
RIVERO HERNANDEZ, últ. op. cit., pág. 30, considera que si las partes no han pactado
nada, habrá de entenderse designado el arbitrador como de equidad por aplicación analógica del
art. 1.690 C.c.
122
En tal sentido se pronunció la S.T.S. de 22 noviembre 1.996 (RJ 4991). Por su parte,
BONET RAMON, al anotar la obra de LUZZATTO, La compraventa, Madrid, 1.953, señala en la
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ocurrirá si el arbitrador, por las razones que fueren, no pudiera o quisiera señalar el
precio, sin que quepa que el juez supla la actuación del arbitrador, si bien el juez podría
decidir sobre el ajuste del precio cuando se hubiese pactado un precio inicial mínimo.
En cuanto a los efectos de la falta de determinación, cabría preguntarse si el
contrato celebrado pendiente de la determinación del precio es un contrato sometido a
condición suspensiva o, simplemente, un contrato inexistente. Por la primera solución se
inclina cierta jurisprudencia del Tribunal Supremo123, pero la doctrina mayoritaria124
considera más correcto negar la existencia del contrato por no reunir todos los requisitos
esenciales. El contrato sería inexistente por falta de objeto125. De ahí la conveniencia de
que las partes deban pactar un arbitrador con carácter subsidiario para el caso de fallar o
no resolver el inicialmente previsto, o bien fijar un criterio supletorio de determinación
del precio (una fórmula matemática o cifra concreta; o fijar un precio mínimo, cuya
cuantía pueda ser modificada por decisión del arbitrador) sólo para el caso de falta de
determinación del precio por un tercero, evitando así el riesgo de las consecuencias
negativas que podrían derivarse de una declaración de inexistencia del contrato126.
Finalmente, nada impide que las partes puedan pactar en el contrato la posibilidad
de variar el precio pactado si se produce una discrepancia entre lo manifestado por el
vendedor en el contrato y ciertos hechos, actos u omisiones que han tenido lugar con
anterioridad a la celebración del mismo, y que no se ajustan a las manifestaciones
realizadas por el vendedor en el propio contrato. En la práctica contractual es frecuente
encontrar pactos de ajuste del precio por omisiones o inexactitudes en aquellas
nota al pie nº 74, pág. 74, señala que el tercero a quien se confía la facultad de señalar el precio de
una venta, asume, con carácter limitado, el carácter de mandatario y, como tal, responde no sólo
del dolo sino también de la culpa, que se estimará por los tribunales con mayor o menor rigor
según el mandato haya sido o no retribuido, ex art. 1.724 C.c.
123
S.S.T.S de 21 de abril de 1.956 (RJ 1941); 22 de noviembre de 1.966 (4991).
124
Cfr. HERNANDEZ GIL, Derecho de Obligaciones, Madrid, 1.983, pág. 109; RIVERO
HERNANDEZ, op. cit., pág. 31.
125
Como señalan las S.S.T.S. de 10 de noviembre de 1.988 (RJ 8427); y 20 de julio de
1.994 (RJ 6511).
126
Esta misma solución ha sido adoptada en el Derecho italiano. En tal sentido, RUBINO,
La compravendita, cit., págs 247-248, admite la posibilidad de la determinación futura del precio
por arbitraje con arbitrium boni viri, si bien, con la diferencia, respecto a nuestro Ordenamiento,
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manifestaciones del vendedor, y que éste ha garantizado frente al comprador,
comprometiéndose, en caso de inexactitud, a un ajuste o revisión del precio. Distinto es
el caso del pacto por el que el vendedor se responsabiliza de los daños que pueda sufrir
el comprador como consecuencia directa de omisiones o inexactitudes en sus
manifestaciones, en cuyo ceso estaríamos ante un incumplimiento contractual que
permitiría al comprador ejercitar una acción frente a éste (acciones de resarcimiento por
incumplimiento contractual del vendedor o de saneamiento por omisiones o por vicios
ocultos), acordándose por pacto que un tercero actúe pericialmente en la determinación
del alcance y valoración del daño127.
de que, en caso de no cumplir el arbitrador su mandato, por las razones que sean, corresponderá en
última instancia a la autoridad judicial efectuar dicha determinación.
127
Ese tercero estará definido y concretado en el pacto bien personalmente o bien mediante
la alusión a una determinada institución o colegio profesional que efectuará la designación a
petición de las partes. La resolución de ese tercero será, naturalmente, impugnable si se aparta de
las pautas establecidas por las partes o de la necesaria objetividad que ha de guiarle en su decisión.
Entendemos que el fundamento de esa impugnabilidad radica en el incumplimiento o cumplimiento
defectuoso del contrato que le vinculo con las partes. Este criterio es también seguido en el
Derecho italiano (cfr. LUZZATTO, La compraventa, cit., págs. 61 ss.).
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CAPITULO CUARTO:
LOS DIVERSOS MEDIOS DE PROTECCIÓN DEL COMPRADOR EN LA
VENTA ALZADA O EN GLOBO.
Sumario:
1.- Introducción y consideraciones generales acerca del régimen de garantías del
artículo 1.532 C.c.
2.- La responsabilidad del vendedor de la globalidad por la legitimidad del todo en
general.
2.1.- Legitimidad del todo : sentido de la expresión.
3.- La obligación de saneamiento del vendedor limitado a la evicción del todo o de
la mayor parte.
3.1.- Delimitación de la expresión “mayor parte”.
3.2.- Algunas precisiones acerca de la evicción.
4.- Las garantías de la venta en globo no previstas en el artículo 1.532 C.c.: especial
referencia al saneamiento por vicios o defectos ocultos.
5.- Otros medios de protección del comprador en la venta en globo.
5.1.- Matizaciones previas.
5.2.- Las acciones de nulidad relativa por error y dolo.
5.3.- La acción de cumplimiento.
5.4.- La acción de resolución del contrato.
5.5.- La acción de indemnización por daños y perjuicios.
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1.- INTRODUCCION Y CONSIDERACIONES GENERALES ACERCA
DEL REGIMEN DE GARANTIAS DEL ARTICULO 1.532 C.C.En este capítulo vamos a abordar una cuestión de especial importancia en relación
al régimen jurídico establecido por el artículo 1.532 C.c. respecto a la venta de
universalidades: nos estamos refiriendo al específico sistema de garantías previsto para
esta clase de ventas (o cesiones, en general). Precisamente, la principal novedad que
impone este precepto es alterar el sistema ordinario de garantías que consagra el Código
civil respecto a la compraventa ordinaria, sustituyéndolo por un específico régimen de
garantías. Hablando por ahora en términos muy generales, el artículo 1.532 C.c.
establece una responsabilidad atenuada, de alcance muy inferior a la prevista por el
legislador en relación a la compraventa normal, cuyo régimen queda sustancialmente
alterado, pues en ella el vendedor, como es sabido, responde por evicción (total o
parcial) del objeto de la venta, por vicios ocultos de éste, así como por la existencia de
gravámenes ocultos. En cambio, en la venta de una universalidad no habrá, en principio,
saneamiento por evicción que sólo afecte a elementos individualizados de la globalidad
(siempre que su valor no sea superior al de la “mayor parte” de la totalidad), ni por
vicios o gravámenes ocultos de los bienes concretos de la globalidad.
Ha llamado la atención a algún autor1 el hecho de que el legislador haya sido tan
parco y poco preciso a la hora de regular esta institución, dejando numerosos aspectos
de ella sin aclarar o precisar (tales como si la globalidad está integrada únicamente por
bienes y derechos incorporales o si incluye también bienes corporales o bien a qué
derechos se está refiriendo al referirse al objeto contractual, etc.), prestando, por el
contrario, una especial atención a la cuestión de las garantías, hasta el punto está
prácticamente dedicado a tal fin, lo que resulta demostrativo de una especial
preocupación del legislador por esta cuestión, teniéndose en cuenta que se trata de una
materia ésta de las garantías ya tratada por éste en otras partes del Código, tanto en la
teoría general de las obligaciones como al regular en particular los diversos negocios
traslativos del dominio, en especial la compraventa y la cesión de créditos.
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Ahora bien, el hecho de que el legislador haya abordado el tema de las garantías
con especial detenimiento e, incluso exhaustividad, lo que denota es una especial
preocupación por su parte en que impere la necesaria seguridad jurídica en el tráfico
jurídico y que los intereses de los contratantes queden debidamente protegidos,
especialmente los del vendedor, lo que no significa necesariamente que haya abordado
el tema con la necesaria precisión, ya que existen ciertas dudas acerca de su alcance que
han quedado sin la necesaria respuesta legislativa: ¿qué hemos de entender por “mayor
parte”, cuando se establece la responsabilidad por evicción del vendedor?, ¿responde
éste por los vicios y gravámenes ocultos que tuvieren la totalidad o parte de los bienes
integrantes de la universalidad o interpretamos el silencio del legislador al respecto
como una exoneración de esa responsabilidad?, ¿qué significado hemos de dar a la
expresión “en general” referida a la legitimidad del todo?, ¿pueden las partes modificar
convencionalmente esa responsabilidad del vendedor, agravándola o atenuándola aún
más de lo previsto por el legislador? Como puede observarse, son numerosos los
problemas que pueden plantearse al respecto, lo que nos obligará a abordarlos
detenidamente, tratando de dar respuesta a loas diversos aspectos planteados2.
Examinando el artículo 1.532 C.c. se observa que el legislador ha optado por
establecer un sistema doble de garantías en lo referente a la responsabilidad del cedente
respecto al cumplimiento de su obligación de entrega del objeto de la cesión. En
definitiva, este precepto adopta un sistema mixto de responsabilidades por
cumplimiento: por un lado, se toma de la cesión de créditos la responsabilidad por la
“legitimidad del todo en general” y de la compraventa la obligación de sanear la
1
Vid. NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 123-124.
2
Realmente, el legislador ha tratado de establecer un régimen de garantías específico a la
venta de universalidades combinando ciertas garantías previstas por él tanto en relación a la
compraventa ordinaria como a la cesión de créditos. Del régimen de la compraventa se toma la
garantía por evicción, si bien no se trata de una evicción comprensiva de todos y cada uno de los
elementos integrantes del objeto del contrato. De otra parte, de la cesión de créditos se toma la
responsabilidad por la legitimidad del todo, excluyéndose, al menos aparentemente, la
responsabilidad por la existencia de los derechos integrantes. En definitiva, como ha señalado
NAVARRO PEREZ, últ. op. et loc. cits., este precepto modifica, atemperándolas, las disposiciones
reguladoras de la compraventa normal y de la cesión de créditos, con la finalidad de ajustarlas y
adecuarlas a las condiciones especiales que concurren en la venta de una totalidad de derechos,
rentas o productos.
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evicción de la totalidad de la globalidad o, al menos, de su mayor parte. En este aspecto,
el legislador ha modificado, no obstante, el sistema de garantías establecidas en la
cesión de créditos y en el contrato de compraventa. En cuanto a la garantía tomada de la
cesión de créditos, se limita la misma a la“legitimidad” del todo, excluyéndose, en
principio, la relativa a la “existencia”. En cuanto a las garantías tomadas de la
compraventa, se acoge un saneamiento por evicción limitado, que comprenderá sólo el
saneamiento por la pérdida del todo o de la mayor parte, excluyéndose el saneamiento
por evicción que afecte a elementos aislados de la globalidad, al tiempo que parece
excluirse, a primera vista, la responsabilidad por vicios ocultos. Se puede afirmar, por
tanto, que en la transmisión de globalidades se ha establecido un sistema específico de
garantías por el cumplimiento, que difiere de los establecidos para la venta de
inmuebles, de muebles, de la cesión de créditos y de derechos incorporales.
Pero, es más, el legislador no sólo se ha limitado a establecer un régimen
específico de garantías, sino que, a su vez, ha establecido ciertos límites a esas mismas
garantías, ya que la responsabilidad por la legitimidad y el saneamiento por evicción no
se dan siempre, sino en determinados supuestos: cuando la legitimidad alcance a la
totalidad de los bienes y derechos integrantes de la globalidad o cuando la evicción lo
sea del todo o de la mayor parte, siendo por tanto válida y eficaz la venta de una
globalidad en que alguno o varios de sus elementos no existan o pertenezcan al
vendedor o se pierdan por evicción, debiendo el comprador de la globalidad soportar el
riesgo de la pérdida o inexistencia de ese elemento. Parece que el legislador ha
considerado conveniente limitar la responsabilidad del vendedor, porque lo que el
comprador quiere es el conjunto y no algún elemento aislado de la globalidad, cuestión
ésta que abordaremos con detenimiento a continuación.
En los próximos epígrafes analizaremos estos y otros problemas, pero
adelantamos nuestro criterio en relación a este especial régimen de garantías que
consagra el artículo 1.532 C.c., el cual no responde, en la actualidad, a las necesidades
del tráfico jurídico. Es un precepto anacrónico, que pretende privilegiar los intereses del
vendedor frente a los del comprador, posiblemente porque el legislador decimonónico
entendió erróneamente que la venta en globo presenta el mismo carácter aleatorio que la
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venta de herencia sin enumeración, al que trató equiparar, olvidando que en la venta en
globo el vendedor tiene o, al menos, debe tener, una perfecta información del contenido
y del estado de la universalidad que transmite, al tiempo que el comprador puede limitar
la relativa incertidumbre que asume al adquirir la globalidad auditando el contenido y
estado de ésta, con lo que desaparece la presunta aleatoriedad de este contrato, lo que
conduce a que no tenga razón de ser este trato privilegiado que se otorga al vendedor.
No obstante, al tratarse de una norma dispositiva la contenida en el artículo 1.532 C.c.,
las partes normalmente pactarán un régimen de garantías más acorde con la realidad,
que no coloque al comprador en la situación de desventaja en que lo pone este precepto.
Es más, como hemos visto en el anterior capítulo, lo normal es que sea el comprador el
que imponga sus condiciones al vendedor y sea éste, en la práctica, el que asuma un
mayor nivel de responsabilidad superior, incluso, que el propio de la compraventa
ordinaria. Veremos igualmente más adelante cómo las garantías que prevé el artículo
1.532 C.c. no cierran el paso a otras posibles acciones y medios de defensa del
comprador, con lo que realmente el régimen del artículo 1.532 C.c. se convierte en
“papel mojado”, en un mero vestigio histórico de escasa proyección práctica,
especialmente en la venta de empresa --que son, en la actualidad, la principal
manifestación de la venta en globo--, lo que no fue previsto por el legislador, que
pensaba, al redactar esta norma, en la venta de conjuntos homogéneos de bienes
incorporales o derechos. Posiblemente el legislador decimonónico trataba de proteger,
por un lado, los intereses de la nobleza aun dominante en la época, pues no hay que
olvidar que el texto del precepto tiene sus orígenes remotos en una Ley de Las Partidas
cuya ‘ratio’ era la defensa de los intereses de una nobleza feudal y terrateniente que
vendía a la incipiente burguesía urbana sus heredades y la explotación de diversos
impuestos de los que era titular, intereses éstos que, en cierto modo, perviven hasta las
postrimerías del siglo XIX. Por otra parte, es igualmente posible que el legislador
pretendiese, de paso, evitar la excesiva litigiosidad que supondría que el comprador
pudiese accionar ante todo incumplimiento que pudiese afectar a algunos elementos
aislados y d escaso valor del conjunto, pudiendo llegarse a una situación insoportable si
el comprador de una globalidad pudiese resolver el contrato por la pérdida de esos
elementos, en perjuicio de la necesaria seguridad del tráfico. Todo ello, lógicamente,
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salvo que las propias partes hubiesen pactado otra cosa. Por ello, en consecuencia,
estimamos que el régimen de garantías previsto en el artículo 1.532 C.c no responde a
las necesidades del moderno tráfico jurídico y, en especial, a las necesidades de la venta
de empresa, por lo que lo consideramos un precepto anacrónico, lo que no impide,
empero, que veamos admisible cierta limitación o atenuación de la responsabilidad del
vendedor en la venta en globo afectada por alguna pérdida parcial o poco significativa,
pero no, evidentemente una atenuación excesiva como la que establece esta norma. A
continuación analizaremos las diversas garantías del comprador y el alcance de las
mismas.
2.- LA RESPONSABILIDAD DEL VENDEDOR DE LA GLOBALIDAD
POR LA LEGITIMIDAD DEL TODO EN GENERAL.Se puede afirmar que en la transmisión de globalidades se ha establecido por el
legislador un sistema específico de garantías por el cumplimiento, que difiere del las
establecidas para la venta de inmuebles, de muebles y de la cesión de créditos y de
derechos incorporales. Se trata de unas garantías atenuadas en relación a las garantías
exigibles en las compraventas ordinarias, por razón de los diferentes riesgos asumidos
por el comprador de la globalidad. Hay que dejar sentado desde el principio, con
independencia de que incidamos en esta cuestión a continuación de manera detallada,
que nos encontramos ante una norma de carácter dispositivo, en el que las partes
contratantes pueden pactar libremente un distinto régimen de responsabilidad del
vendedor, de manera que este régimen atenuado entrará en juego a falta de previsión
contractual al respecto de los contratantes. Es más, como ya hemos podido contemplar
con anterioridad, este modelo codificado se muestra manifiestamente insuficiente para
regular una institución que está adquiriendo cada día más vigencia, en particular con la
venta de empresas, siendo un modelo anacrónico e insuficiente, que no da respuesta a
problemas tales como los vicios o defectos ocultos que puedan afectar a los diversos
elementos componentes de la masa, limitando la responsabilidad del vendedor a la
legitimidad del todo en general o a la evicción que afecte a una parte considerable de la
masa, concretamente a la mitad, lo que da origen a nuevas dudas referentes a si esa
mitad debe ser tomada al pie de la letra como un cincuenta por ciento exacto del valor
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del conjunto, no dando respuesta a si esa pérdida afecta a un porcentaje inferior pero
significativo de la globalidad o bien afecta a un elemento funcionalmente trascendental
para el adquirente del conjunto, aunque ese elemento tenga un valor muy inferior al de
la mitad del conjunto, pero sin cuyo elemento el comprador no habría adquirido el
conjunto. Se trata, pues, de una regulación, cuanto menos insuficiente, lo que nos lleva a
propugnar la modificación del precepto o, al menos, que éste sea objeto de una
interpretación flexible, ajustada a la realidad social del momento actual en que la venta
de universalidades tiene su principal expresión en la venta de empresas.
Por otra parte, debe distinguirse, como hemos realizado ‘ut supra’, entre la venta
en globo efectuada con o sin enumeración y descripción exhaustiva de los elementos
integrantes de la globalidad, lo que repercutirá ineludiblemente en el grado o nivel de
riesgo asumido por el comprador, sin duda mucho mayor en el caso de que no se haya
llevado a cabo dicha enumeración --lo que normalmente se compensará en la
estipulación del precio--; en cambio, el nivel de riesgo asumido por el comprador será
inferior en el caso de que las partes haya llevado a cabo la enumeración y descripción
taxativa de esos elementos, en cuyo caso la responsabilidad se concretiza en bienes y
derechos concretos, si bien integrantes de una unidad más amplia y envolvente que
constituye, en cuanto conjunto, el interés principal del comprador, hasta el punto de que
la pérdida de alguno o varios elementos concretos de esa globalidad no afectarán a la
validez de la venta ni repercutirán en la responsabilidad del vendedor, si esos elementos
perdidos son poco significativos desde la perspectiva de su valoración en relación a la
totalidad (menos de la mitad de su valor, según ya hemos manifestado con anterioridad).
Por ello, hemos llegado a la conclusión de que las dos modalidades de responsabilidad
que consagra el artículo 1.532 C.c (legitimidad del todo en general y evicción de la
totalidad o mayor parte de los elementos) van referidas a la distinción que acabamos de
efectuar, esto es, según se haya verificado o no la enumeración y descripción de esos
elementos.
En definitiva, consideramos en su momento que, para el legislador, la
responsabilidad por la legitimidad del todo en general entrará en juego en la hipótesis de
venta en globo sin enumeración de elementos componentes, en la que el nivel de riesgo
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asumido por el comprador es intenso, dado que el vendedor no conoce exactamente el
contenido de la globalidad que trasmite, por lo que existe una tácita asunción de riesgo
por el comprador, que ignora la composición de la globalidad que constituye el objeto
de venta, riesgo que se concretiza en una responsabilidad sumamente atenuada del
vendedor, circunscrita a responder tan sólo de la legitimidad del todo en general, a
diferencia de lo que ocurre en las ventas en globo con enumeración, supuesto éste en el
que el vendedor responderá por evicción de los elementos perdidos por la reivindicación
de un tercero, si bien se trata, como tendremos ocasión de analizar pormenorizadamente
en el próximo epígrafe, de una evicción también limitada o atenuada, ya que también, de
conformidad con el modelo codificado, en este último tipo de ventas el comprador
asume una serie de riesgos inherentes a la composición de la masa o a la existencia de
deudas o pasivos ignorados que puedan reducir su valor, si bien es cierto que se trata de
unos riesgos limitados, dado que el nivel de incertidumbre de esta última modalidad de
venta en globo está muy atemperado, aunque no se pueda afirmar que sea inexistente,
dado que ni siquiera el vendedor conocerá, a veces, de forma minuciosa y detallada, la
composición exacta de la globalidad (piénsese, por ejemplo, en el supuesto de una venta
de herencia con enumeración exhaustiva, en la que siempre es factible que el heredero
ignore o no conozca al detalle la composición exacta de la herencia o la posibilidad de
que surjan deudas o pasivos sorpresivos).
Podemos afirmar, por tanto, que en la venta en globo sin enumeración, de manera
similar a lo que ocurre en la venta de herencia sin enumeración, el modelo legal parte de
que el comprador carece de la posibilidad de reclamar al vendedor responsabilidad
alguna por la pérdida de elementos individualizados integrantes de la universalidad,
salvo que las partes hayan acordado un régimen de responsabilidad diferente en el
contrato. El fundamento de este especial régimen de responsabilidad tiene su base en el
mayor nivel de incertidumbre que, en este tipo de ventas, adquiere la transmisión de los
elementos integrantes de la globalidad, que sería, pues, un conjunto de bienes y
derechos dudoso que no vale su valor nominal, pero que algo vale y, por tanto, es objeto
de contratación. Pues bien, vendiéndose en globo un conjunto de bienes y derechos de
esas características, y sin enumeración de sus elementos, el comprador parece asumir
voluntariamente el riesgo de que la composición de la globalidad se vea alterada por
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posibles contingencias negativas que puedan sobrevenir en el futuro, lo que acepta y
compensa con la lógica rebaja del precio y la aceptación de una responsabilidad
sumamente atenuada del vendedor, que sólo responderá de la legitimidad del todo en
general. Entendemos, pues, que el vendedor de la globalidad sin enumeración la
transmite al comprador como dudosa, de manera parecida a como prevé el artículo
1.529.1º C.c., en relación a la cesión de créditos, que llega al extremo de eximir de
responsabilidad al cedente, si lo trasmite como dudoso.
En consecuencia, en el caso de la venta de globalidades de bienes y derechos sin
enumeración, a diferencia de lo que ocurre en la cesión de créditos como dudosos, el
comprador asume cierta responsabilidad, pero sumamente atenuada en relación a la
venta ordinaria de bienes. No se llega al extremo de que el adquirente asuma
voluntariamente el riesgo de la ilegitimidad del conjunto en este tipo de ventas, salvo
que las partes así lo pacten expresamente en el contrato, lo que ocurrirá cuando el propio
vendedor tenga dudas fundadas acerca de la legitimidad del conjunto y de su poder de
disposición y así lo haga saber al comprador, que lo acepta como una posible
contingencia. En este caso, en que se vende un conjunto de bienes como
manifiestamente dudoso, manifestando el vendedor al comprador las posibles
contingencias negativas que pueden sobrevenir, y conocidos por éste los riesgos a que se
expone, que acepta y compensa con la natural disminución del precio, especialmente si
ha llevado a cabo un proceso de auditoría más o menos exhaustivo, es indudable que tal
conjunto de condiciones excluye la responsabilidad del vendedor por razón de la
ilegitimidad del conjunto, asumiendo el comprador incluso el riesgo de su ilegitimidad,
limitándose el vendedor a entregar y transferir los bienes y derechos en el estado en que
se encuentren. Entendemos que para ser considerada como dudosa será necesario que la
globalidad sea transmitida al comprador con tal carácter, no bastando con la mera
indeterminación de la composición de la masa, a no ser que el comprador, como dispone
el artículo 1.477 C.c., al referirse a la obligación del vendedor de devolver el precio de
la cosa vendida al tiempo de la evicción, hubiera renunciado al saneamiento “con
conocimiento del riesgo... y sometiéndose a sus consecuencias”3. Estimamos en
3
GARCIA CANTERO, Comentario..., T. XIXº, cit., pág. 662.
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consecuencia que basta con el conocimiento por parte del adquirente de la globalidad
del carácter dudoso de la misma para atenuar la responsabilidad del vendedor,
limitándola a la legitimidad del todo en general, sin que sea necesario que los
contratantes hayan estipulado expresamente una cláusula formal excluyendo la
responsabilidad del vendedor por la evicción de sus elementos, pues el propio
conocimiento por el comprador del carácter dudoso del conjunto vendido es suficiente
para que opere tal limitación de responsabilidad a favor del vendedor, lo que tendrá,
evidentemente y, como hemos indicado, su correlación en el precio que éste ha de pagar.
No obstante, será conveniente que se especifique tal circunstancia en el propio contrato,
al objeto de evitar posibles divergencias interpretativas entre el comprador y el vendedor
de la globalidad, interesando a éste último que la venta se considere y declare
expresamente como dudosa, a los efectos de disminuir su responsabilidad frente al
comprador. El problema puede surgir si no se acredita que el comprador adquirió la
masa sin conocimiento del posible riesgo de pérdida de alguno de sus elementos, en
cuyo caso será difícil acreditar tal extremo al vendedor.
En definitiva, estimamos que la solución adecuada es la siguiente: cuando las
partes acuerdan la transmisión de una globalidad de bienes y derechos (y pasivos) sin
enumerar sus elementos integrantes ni su composición, se entiende que el comprador
asume un mayor nivel de riesgo en que el contrato y se atempera considerablemente la
responsabilidad del vendedor, lo que se podrá ver reforzado por el conocimiento
precontractual (“due diligence”) que haya podido adquirir acerca de su composición, sin
que ello suponga necesariamente, si no se ha pactado expresamente, que el comprador
haya querido asumir los riesgos de una masa “sorpresiva”, incluso aunque se hubiese
pactado la realización por el comprador de una indagación previa, o incluso posterior,
del contenido y composición de la masa. Ello no obstante, no es necesario que el
vendedor manifieste de modo expreso su desconocimiento de la ilegitimidad de alguno
de los elementos componentes de la masa, bastando con que la venta se lleve a efecto
con conocimiento (precontractual o contractual) del comprador de los riesgos a los que
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se expone4. Por supuesto, nada impide, como hemos manifestado con anterioridad, que
las partes excluyan expresamente y mediante pacto toda posible responsabilidad del
vendedor, lo que ocurrirá cuando éste exprese manifiestamente el carácter dudoso de la
composición de la globalidad y pacte con el comprador la exclusión de toda posible
responsabilidad por su parte. Por supuesto, entre este extremo de exención plena de
responsabilidad y la responsabilidad generalizada del vendedor existen grados
intermedios y matices, de manera que las partes podrán en todo momento graduar
convencionalmente el nivel de responsabilidad del vendedor, en atención a los criterios
que estimen oportunos, respondiendo, en última instancia, y sólo a falta de pacto
expreso, de la legitimidad del todo en general, de manera similar a lo que ocurre con la
responsabilidad del vendedor de herencia sin enumeración. Podemos, pues, concluir que
la limitación de la responsabilidad del vendedor en la venta en globo sin enumeración ni
descripción taxativa de sus componentes tiene el mismo fundamento a que responde la
limitación de responsabilidad prevista en el artículo 1.531 C.c. en relación a la venta de
herencia sin enumeración, esto es, la asunción de un mayor nivel de riesgo por el
comprador en relación al contenido del objeto contractual, al carecer de un
conocimiento exacto o detallado acerca de la composición de la masa o del estado de
sus elementos.
2.1.- Legitimidad del todo : sentido de la expresión.El artículo 1.532 C.c. comienza disponiendo que el vendedor de una globalidad de
derechos, rentas o productos “cumplirá con responder de la legitimidad del todo en
general”, por lo que la cuestión que hay que dilucidar y que nos plantea el análisis de la
referida norma será delimitar el alcance del término ‘legitimidad’ del todo en general.
Frente al artículo 1.529 C.c., referido a la cesión de crédito, y que hace extensiva la
4
En definitiva, ello se deriva del nivel de riesgo que comporta este tipo de contratos: el
comprador de esta masa de bienes y derechos sin enumerar asume un riesgo, que podía concluir o
no con la frustración de la prestación del vendedor. En el caso de la venta en globo, el riesgo se ve
acentuado por el hecho de que pueden sobrevenir deudas sorprendentes, dado el carácter de
universalidad del objeto, por lo que existe la posibilidad de que éstas sean mayores que el propio
activo patrimonial adquirido, de manera que existe incluso la posibilidad de que el comprador no
sólo no perciba nada en concepto de adquisición, sino incluso que quede todavía obligado a
satisfacer alguna cantidad (Vid., al respecto, MANRESA-BLOCH, Comentarios..., cit., T. Xº,
págs. 571-572).
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responsabilidad del cedente tanto a la legitimidad del crédito como a su existencia, el
legislador, en el caso de la venta alzada o en globo sin enumeración ni descripción de
sus componentes, suprime la responsabilidad por la existencia de los derechos, rentas o
productos integrantes de la globalidad, limitando la responsabilidad del vendedor a la
legitimidad del todo en general5.
Frente a los Códigos civiles francés e italiano de 1.865 (y posteriormente el de
1.942), que, en relación a la cesión de créditos, limitan la responsabilidad del cedente a
la existencia del derecho, sin hacer mención alguna a su responsabilidad por la
legitimidad del mismo, lo que, sin duda, es insuficiente para el efecto de responsabilidad
perseguido, dado que un crédito podía existir sin pertenecer a quien lo enajena, en
cambio, el Código español añadía al término existencia el de legitimidad del crédito,
con lo que nuestro legislador trataba de buscar una expresión más amplia, comprensiva
de ciertos supuestos que escapaban de la regulación de estas otras legislaciones. Ahora
bien, volviendo al artículo 1.532 C.c., vemos que el legislador suprime en este caso la
responsabilidad por la existencia, limitando la misma sólo a la responsabilidad por la
legitimidad del todo en general. Entendemos que la razón de esta supresión reside en el
hecho de que la existencia del derecho va implícita en la legitimidad. Dicho en otros
5
En efecto, este precepto contrasta con lo dispuesto en el artículo 1.529 C.c., relativo a la
cesión de créditos, que dispone que “el vendedor de buena fe responderá de la existencia y
legitimidad del crédito al tiempo de la venta, a no ser que se haya vendido como dudoso”. Por su
parte, el artículo 348 del Código de Comercio dispone que “el cedente responderá de la
legitimidad del crédito y de la personalidad con que hizo la cesión”. Como ha destacado
PANTALEON PRIETO, “Cesión..., cit., págs. 1.110-1.111, estos preceptos consagran una garantía
que abarca tanto la existencia objetiva del crédito, como la titularidad y poder de disposición del
cedente. En el mismo sentido, respecto al artículo 1.266 del Codice civile italiano, vid.
PANUCCIO, La cessione volontaria dei crediti, cit., págs. 146 ss., para quien el termino
existencia, empleado por el referido artículo, es extensivo a la legitimidad (‘legittimazione’) del
crédito, entendiendo por tal la pertenencia de la cosa (derecho) a alguna esfera jurídica, ya sea del
transmitente o de un tercero, lo que no podrá ser objeto de discusión, de manera que la pérdida de
la titularidad del transmitente comporta necesariamente la legitimidad o titularidad de otro. Por su
parte, el artículo 1.693 del Code civil francés dispone que “celui qui vend une créance ou autre
droit incorporel doit garantir l´existence au temp du transport, quoiqu´il soit fait sans garantie”.
En relación a este artículo dice GAVIDIA SANCHEZ, “La formación del sistema francés
codificado..., cit., pág. 529, que la doctrina francesa coincide en considerar que también
comprende la garantía de la pertenencia del crédito al cedente, hasta el punto de que esta doctrina
habla de la “garantie de la légitimité que la creance existe réellement au profit du cedant et son
droit d´en disposer”. O como dicen MALAURIE-AYNES, Cours..., Tomo VIº, cit, pág. 736, “le
cedant garantit ‘de droit’ l´existence de la créance au moment de la cession (a. 1.693); ce qui
signifique qu´il garantit qu´à ce moment il est créancier du cédé, que la créance est valable, n´est
pas éteinte, et que le débiteur n´a pas d´excepcion à faire valoir”.
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términos, la expresión “legitimidad del todo” conlleva la existencia previa del derecho,
por lo que el legislador, al regular la venta en globo, no ha querido ser reiterativo, a
diferencia de lo que ocurre en la cesión de créditos en que establece dicha separación.
Lo que sí es cierto es que el legislador, en el modelo codificado de la venta en globo, ha
querido distinguir dos regímenes de responsabilidad del vendedor diferentes, más
atenuado en un caso y más agravado en el otro. Consideramos que esta limitación a que
hace referencia el inciso primero del artículo 1.532 C.c. (“legitimidad del todo”) sólo
está referida a la venta alzada o en globo sin enumeración de los elementos integrantes
del conjunto, ya que, tratándose de una venta en globo con enumeración y descripción
exhaustiva de sus elementos integrantes, el inciso segundo de este artículo, sin hablar
expresamente de la existencia del todo en general, implícitamente se está refiriendo a
ella al hablar de la evicción de la totalidad o parte de los elementos de la globalidad.
El problema que se plantea a continuación es delimitar qué entiende nuestro
legislador por legitimidad. Llama la atención la escasa atención dada por la doctrina
patria a este concepto, a diferencia de lo que ocurre con la italiana, que sí ha prestado
cierta atención a la determinación del alcance de la “legittimazione”6. Lo cierto es que la
noción de legitimidad no es unívoco, pudiendo ser identificado con capacidad de obrar,
con poder de disposición, con capacidad en relación a un específico negocio jurídico o
en relación a un determinado sujeto7, diversidad de significados que hace difícil
cualquier intento de sistematización. Frente a la amplia noción de la legitimidad que la
identifica con la capacidad de obrar, nosotros preferimos aquella otra que la identifica
con la noción más específica y restringida que la reconducen al poder de disposición8.
6
La necesidad del concepto de legitimidad se hace evidente al contemplar las dificultades
con que se encuentra la doctrina italiana al comentar el artículo 1.266 del Codice civile de 1.942
(que sólo habla de la existencia del crédito), para interpretar la responsabilidad por la existencia
del crédito en supuestos propios de legitimidad que no encajan dentro de aquélla. Vid., a tal efecto,
PANUCCIO, op. cit., págs. 128 ss. y 146 ss.; ZACCARÍA, “La garanzia dell´existenza del
credito”, en Rivista di Diritto Civile, 1.982-1º, págs. 340 ss.; RESCIGNO, Voce ‘Legittimazione’,
en Novísimo Digesto Italiano, T. IXº, 3ª edc., Torino, 1.957, págs. 718-719.
7
RESCIGNO, op. cit., pág. 720.
8
Como indica RESCIGNO, últ. op. cit., pág. 718, el poder de disposición es distinto de la
denominada capacidad para disponer (‘capacità di disporre’), que es uno de los aspectos o facetas
de la más amplia capacidad de obrar. El poder de disposición, seún este autor, no se refiere, a
diferencia de la capacidad, a la idoneidad a proveer a los propios intereses.
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La legitimidad, siguiendo a MENGONI9, traduce en términos subjetivos de facultad la
capacidad objetiva que tiene una persona de disponer eficazmente de un derecho
determinado, en cuanto que se encuentra, en relación al objeto del negocio, en una
determinada posición, legalmente considerada como fase integrante de la relación
comprensiva del efecto traslativo. De ello se deduce que la legitimidad, entendida como
poder de disposición, va más allá de la simple capacidad de obrar, pues mientras ésta
hace referencia a una cualidad natural del sujeto, aquélla hace referencia a una cualidad
jurídica de aquél. La capacidad de obrar es una condición personal del sujeto, a
diferencia de la legitimidad, entendida como poder de disposición, que determina su
posición respecto al objeto del negocio; la capacidad de disponer afecta e incide sobre la
validez del acto, mientras que la legitimidad o poder de disposición incide sobre su
eficacia.
De lo expresado ha de deducirse que con el término legitimidad el legislador
español ha pretendido que la globalidad de bienes y derechos que es objeto del acto
dispositivo reúna los siguientes caracteres: ser susceptibles de enajenación por su propia
naturaleza, poder ejercitarse los derechos con efectividad, estar jurídicamente contraídos
con las formalidades legales necesarias y constituir un título civil válido. En definitiva,
el vendedor de la globalidad sólo responde de su titularidad y poder de disposición10. En
9
MENGONI, L´aquisto a non domino, Milano, 1.975, 3ª edc. págs. 32 y 34.
10
Ahonda en el alcance de la legitimidad, en referencia a la cesión de un derecho de
crédito, PANTALEON PRIETO (“Cesión..., cit., págs.1.112-1.113), que estima que el vendedor o
cedente del crédito --lo que nosotros hacemos extensivo a la venta en globo--, responderá si vende
como propio un crédito (o globalidad de bienes y derechos) ajeno, a no ser que, excepcionalmente,
el cesionario adquiera el crédito (la globalidad) a non domino, o cuando, pese a ceder un crédito
(globalidad) propio, lo haga violando un pactum de non cedendo. Si la cesión ha sido contraria a
una prohibición legal, estaremos ante una venta nula de pleno derecho.
Frente a este criterio, que compartimos y defendemos, por el que la legitimidad que
menciona el artículo 1.532 C.c. va referida al poder de disposición del vendedor de la globalidad
sobre los elementos que la integran, se ha alzado alguna voz (NAVARRO PEREZ, Ventas
alzadas..., cit., págs. 154-156), que considera que la legitimidad a que se refiere el artículo 1.532
C.c. va referida al propio objeto de la venta: “De lo que se hace responsable el cedente en el
artículo 1.532 es de la legitimidad de la globalidad de ciertos derechos, rentas o productos como
objeto de derecho, de su validez legal”, añadiendo, a continuación, su oposición a extender el
concepto de legitimidad del objeto a la legitimidad del cedente, siendo términos incompatibles
entre sí, “pues mientras que la primera importa una cualidad del objeto, la segunda se refiere al
poder de disposición del sujeto”. Discrepamos de este criterio, fruto tal vez de que este autor parte
de la premisa errónea según la cual la globalidad del artículo 1.532 C.c. está compuesta
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tal sentido, nos podemos plantear si la falta de mención expresa en el inciso primero del
artículo 1.532 C.c. a la existencia de los derechos, rentas o productos comporta que,
para el legislador, su inexistencia no es causa de responsabilidad del vendedor de la
globalidad. Nuestra opinión al respecto ha de ser necesariamente negativa, ya que la
ausencia total de objeto es causa evidente de nulidad del contrato, si bien la inexistencia
de algún elemento aislado sí escapará, salvo que otra cosa se haya previsto en el
contrato, de toda posible responsabilidad del vendedor, al tratarse de una venta cuyo
objeto es incierto para ambas partes contratantes11. No obstante, hay un supuesto en el
exclusivamente de derechos y bienes inmateriales, lo que no se ajusta a la realidad, como ya hemos
tenido ocasión de ver en un anterior capítulo. La globalidad puede estar integrada de bienes
corporales y, tratándose de un inmueble o de un mueble en sentido propio, no cabe hablar de
legítimo o ilegítimo sin afectar a la propia validez del contrato. La transmisión de una globalidad
de bienes y derechos es fruto de un negocio causal subyacente (compraventa, permuta, etc.). El
artículo 1.261 del C.c. enumera al objeto entre los requisitos del contrato, al tiempo que declara la
inexistencia del contrato que no reúna los requisitos establecidos en dicho precepto, siendo nulo
radicalmente el contrato que versa sobre un objeto ilegítimo o contrario a derecho. En
consecuencia, no es viable reconducir la legitimidad del artículo 1.532 C.c. al objeto del contrato.
No se explicaría que un contrato pudiese tener un objeto parcialmente ilícito, no generando
responsabilidad del vendedor, al limitarse éste a responder de la legitimidad del todo en general.
La ilegitimidad de alguno de los elementos del contrato, aunque no se trate de un elemento
especialmente significativo, se extiende al conjunto de la convención, que será nula de pleno
derecho. Por ello, nos parece totalmente incorrecto el criterio mantenido por este autor en relación
a la legitimidad.
11
La razón de ello reside en el hecho de que el comprador de la universalidad puede
comprobar con cierta eficacia, y normalmente lo hará, la existencia de los bienes y derechos que la
integran, especialmente si lleva a cabo un proceso de “due diligence”, previo a la celebración del
contrato, al tiempo que habrá comprobado la existencia de los bienes materiales que integran la
masa. Como ha puesto de manifiesto PANTALEON PRIETO (“Cesión de créditos..., op. cit., pág.
1.111), tratándose de una cesión de derechos de crédito, el legislador ha tratado de escapar del
molde de la nulidad por falta de objeto y adoptar el régimen previsto en el artículo 1.526.1º C.c.,
que hace extensiva la responsabilidad del cedente a la existencia del crédito, por ser más favorable
para el interés del cesionario, en cuanto no limitado a la indemnización del interés negativo, lo que
se explica por el hecho de que el comprador de un crédito tiene escasas posibilidades de
comprobar la existencia real y efectiva de lo que va a adquirir, a diferencia de lo que ocurre con el
comprador de una cosa corporal, por lo que debe confiar en la manifestación del vendedor acerca
de la existencia del crédito, lo que se deduce tácitamente de la propia emisión del consentimiento
contractual por parte del cedente, por lo que el legislador le otorga una especial protección.
Ello no ocurre, en cambio, en la venta en globo, en la que el legislador ha suprimido la
responsabilidad del vendedor por la existencia de la globalidad o de alguno de sus elementos
integrantes, al ser ésta de más fácil comprobación por el comprador, teniéndose en cuenta que en la
globalidad habrá frecuentemente bienes corporales fácilmente comprobables y verificables, junto a
otros derechos y bienes inmateriales. En el caso de que la inexistencia de elementos afecte a la
totalidad de la universalidad, el comprador podrá acudir a la nulidad del contrato por falta de
objeto; no así, en cambio, si se trata de la inexistencia de algún elemento concreto, que no
permitirá la declaración de nulidad del contrato siempre y cuando persista la globalidad, aunque
mermada en su composición, ya que esa pérdida (en este caso, inexistencia) que afecta
parcialmente al conjunto entra dentro del riesgo connatural a este tipo de contrato en el que las
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que sí es posible dudar que la nulidad absoluta por falta de objeto pueda plantearse. Se
trata del supuesto de venta en globo de una totalidad de derechos de crédito, en cuyo
caso es posible que el vendedor deba responder de la falta de existencia de esos
derechos12. Pero fuera de este caso concreto resulta discutido doctrinalmente que el
legislador haya pretendido identificar la legitimidad con la existencia, frente a la
pretensión en tal sentido de un importante sector da la doctrina nacional y foránea13 . En
partes han obviado toda posible enumeración y descripción de los bienes y derechos componentes
del conjunto, confiriendo así al contrato una apreciable carga de incertidumbre en relación al
contenido de la prestación del vendedor.
12
Así lo plantea acertadamente PANTALEON PRIETO, “Comentario Art. 1.532..., en
Comentario..., (Mº Justicia), t. IIº, cit, pág. 1.038. Este autor describe (“Cesión..., cit, págs. 1.1111.112)los diversos supuestos de inexistencia de estos derechos, que se dará bien porque no haya
existido nunca -simulación, nulidad o anulabilidad del negocio en cuestión-, bien porque haya
dejado de existir -por pago, condonación, compensación ya opuesta o declarada entre deudor y
cedente, novación, transacción, etc; por cumplimiento de la condición resolutoria o término final a
que estaba sometido; por rescisión, redhibición o resolución del contrato originario del derecho de
crédito- siempre antes de la celebración de la cesión. Igualmente si en ese momento ya estaba
fundada la excepción perentoria de prescripción. Incluso en el caso de que el crédito se extingue en
un momento posterior, una vez celebrada la venta, si el origen de la extinción proviene de un hecho
anterior a ésta -compensación opuesta al cesionario por el cedido de un crédito contra el cedente
anterior a la cesión; cumplimiento posterior a la cesión de la condición resolutoria o término final a
que el crédito, cedido como puro, nació sometido, etc-.
13
En efecto, un sector de la doctrina, especialmente en relación a la cesión de créditos, ha
venido a identificar los conceptos de existencia y legitimidad, afirmándose que la ilegitimidad de
un crédito es lo mismo que su inexistencia, puesto que si bien un crédito ilegitimo constituye un
hecho no es, en términos jurídicos, un bien ni es, en consecuencia, materia susceptible de ser
objeto de contratación (en tal sentido, en la doctrina patria, vid., MANRESA-BLOCH,
Comentarios..., cit., T. Xº, págs. 570 ss.). En contra de este criterio, se ha formulado una objeción,
que no compartimos (vid. NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 133): un derecho o un
conjunto de derechos (sean créditos o cualesquiera otros) viciado de nulidad, existe y constituye un
bien patrimonial mientras que no sea anulado, pudiendo ser objeto de contratación, y es ésa
precisamente la razón de que el legislador haya previsto un específico régimen de responsabilidad
por la legitimidad del todo en general en la venta en globo sin enumeración, del mismo modo que
en el artículo 1.529 C.c. había contemplado la responsabilidad del cedente de un crédito por la
legitimidad de éste. En este sentido se pronuncia también GARCIA CANTERO (op. cit., T. XIXº,
pág. 663), que destaca el acierto del legislador español al introducir el término legitimidad,
diferenciándola abiertamente de la existencia.
Otro criterio matiza al anterior, ya que, más que identificar ambos conceptos, lo que hace
es englobar el concepto de legitimidad dentro del concepto de existencia, entendiendo aquella
como legitimación, esto es, como pertenencia del crédito (o de la globalidad de derechos) al
cedente con el correspondiente poder de disposición. Realmente esta postura puede estar
justificada en aquellos ordenamientos (francés e italiano) que sólo contemplan la hipótesis de la
responsabilidad del cedente del crédito por la existencia del derecho (o bloque de derechos),
obviando su responsabilidad por la legitimidad del mismo, acudiendo algunos autores a la analogía
para tratar de justificar tal absorción conceptual. En tal sentido REGNAUT, en De la garantie en
matière de cessions de créances, pág. 38 (citado por PANUCCIO, op. cit., pág. 128) designa con
el término “garantie de la légitimité que la créance existe réellement au profit du cédant et son
droit d´en disposer”.
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nuestro criterio, el concepto de legitimidad es identificable desde el punto de vista
jurídico con la existencia. Como ha señalado PANUCCIO14, es preciso extender
directamente o por interpretación extensiva tácita (analogía, para nosotros), el
significado del término existencia, usado en la ley, para comprender bajo el mismo, otro
significado de existencia que implique la pertenencia del crédito al cedente con poder de
disposición. Otra cosa es que la responsabilidad por la legitimidad del todo lleve
aparejada la existencia de la totalidad o la mayor parte de los bienes y derechos, rentas o
productos integrantes de la globalidad, siendo la inexistencia de alguno o varios de ellos
irrelevante a efectos de garantía. La razón de ello reside en que la existencia va referida
al objeto contractual, mientras que la legitimidad equivale a que éste sea propio del
transmitente o vendedor, de manera que la titularidad del conjunto ha de estar incluida
en la noción de legitimidad15. En definitiva, el vendedor responde de su “derecho al
conjunto”16. En tal sentido, consideramos que es evidente la conexión entre el artículo
1.531 C.c., que hace responder al vendedor de la herencia sin enumeración de su
cualidad de heredero, y el artículo 1.532 C.c., al referirse a la “legitimidad del todo”,
entendiéndose el término “legitimidad” como titularidad o “cualidad de titular”. En tal
sentido, no hay que olvidar que la venta en globo del artículo 1.532 incluye también en
su interior la venta de herencia o la venta de activo hereditario.
En cuanto a la concreción de la responsabilidad por la legitimidad del todo en
general, el artículo 1.532 C.c. ha de ponerse en relación con el artículo 1.529 C.c., en
14
Vid. PANUCIO, op. cit., pág. 129. Para este autor, la obligación del cedente de
responder por la existencia del derecho supone “che il cedente garantisce che il credito esiste, che
è valido, che appartenga al cedente”.
15
GARCIA CANTERO, op. cit., T. XIXº, pág. 663, nota 14.
16
Vid. SCAEVOLA-BONET, Código Civil, T. XXIIIº, cit., págs. 658-659, quienes
identifican el alcance de la responsabilidad del vendedor en la venta de herencia sin enumeración y
la del vendedor de una globalidad de bienes y derechos (sin enumerar, añadimos nosotros), al
declarar que “los artículos 1.531 y 1.532 disponen primeramente que el vendedor no responde
sino de la legitimidad del todo en general, o tratándose de una herencia, de la cualidad de
heredero, que viene a ser lo mismo. Con estar demostrado el derecho genérico, que es lo que se
transmite, queda justificada la conducta del vendedor; si las cosas o derechos comprendidos en la
venta son más o menos de los que se pudo creer, es un punto fuera de discusión, a tenor de este
principio general. El vendedor responde, ya de la legitimidad del todo, vendido en globo o
alzadamente, ya de su cualidad de heredero, si se trata de una herencia; se obliga, en resumen, a
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relación a la concurrencia de la buena o mala fe del vendedor. El artículo 1.532 no
distingue al respecto, pero es evidente que la buena o mala fe del vendedor tendrá su
reflejo en el alcance de su responsabilidad17. Entendemos que al vendedor de buena fe
podrá exigírsele la diferencia entre el valor nominal del conjunto de bienes y derechos
cedidos y el precio pagado por el comprador, entendiendo por tal valor nominal la
utilidad que deje de percibir el comprador como consecuencia de la ilegitimidad de la
transmisión del todo en general18. Por otra parte, es de tener en cuenta que la
responsabilidad del vendedor de buena fe no se extiende a la falta de legitimidad de la
totalidad de los elementos que integran la globalidad, siendo el legislador flexible en
cuanto a la falta de legitimidad de derechos, rentas y productos de escaso valor o no
especialmente significativos o relevantes, cuantitativa o cualitativamente en relación al
conjunto. De ahí que el legislador haya limitado la responsabilidad del vendedor a la
legitimidad que afecte al todo en general, siempre que no se trate de un incumplimiento
imputable al propio vendedor a título de dolo o negligencia grave. Entendemos que el
vendedor de buena fe sólo responderá conforme resulta de los números 1º a 4º del
artículo 1.478 en materia de evicción19. En consecuencia, el comprador tendrá derecho a
exigir del vendedor de buena fe: a) La restitución del precio de la venta (igual, salvo
prueba en contrario, a su valor nominal), ya sea en el momento de la venta o bien en el
de su posterior extinción (tratándose de derechos), ya sea mayor o menor que el de la
venta, si bien en los casos más complejos, como sería el de venta de empresa, se hace
necesario que las partes, convencionalmente, fijen y pacten ese precio o valor de
restitución, dado que en dicha venta el precio se habrá fijado tras un largo proceso de
investigación y auditoría contable y de negociaciones complejas en las que se habrán
tenido en cuenta una serie de factores externos a la propia empresa (expectativas
justificar su ‘derecho al conjunto’, de manera que responder de la cualidad de heredero vale
tanto como responder de la existencia y la legitimidad de la herencia”.
17
Vid., PANTALEON PRIETO, “Comentario..., cit., pág. 1.038.
18
En tal sentido, PANTALEON PRIETO, “Cesión..., cit., pág. 1.114; en contra,
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 137, que considera que el derecho del comprador
debe quedar circunscrito a un simple reembolso (del precio de la venta, sus intereses y gastos
derivados de la celebración del contrato).
19
Vid. PANTALEON PRIETO, últ. op. et. loc. cits.; también, en el mismo sentido,
NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 137-138.
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económicas, posición de la empresa en el mercado, etc.), o bien fijando un modelo
complejo de determinación, lo que hará que el precio pagado por el comprador no tenga
que coincidir, necesariamente, con el valor nominal del conjunto. b) Los intereses o
rendimientos, si el comprador ha tenido que restituírselos al ‘verus dominus’. c) Las
costas de los pleitos que, en su caso, haya tenido que sostener contra éste último y
contra el vendedor. d) Los gastos del contrato, si los hubiere pagado él.
La exigencia de la legitimidad del todo ha de concurrir en el mismo momento de
perfeccionarse la venta. Evidentemente, en el momento de concluir el contrato, aunque
siempre con el límite de la responsabilidad por dolo (arts. 1.476 y 1.102 C.c.), las partes
pueden excluir la responsabilidad del vendedor, disminuirla o aumentarla (art. 1.475.3º
C.c.). La exclusión será plena, respecto del vendedor de la globalidad, si éste ha vendido
el conjunto como dudoso, lo que habrá que poner en relación con el dispositivo del
artículo 1.477 C.c. y afirmar que, para que proceda esa exclusión plena de
responsabilidad, es preciso que el comprador tuviera posibilidades de conocer o, al
menos, prever, al tiempo de celebrarse el contrato, el riesgo de la falta de legitimidad del
todo en general, sometiéndose a sus consecuencias, en cuyo caso, la responsabilidad del
cedente se limitará a la devolución del precio de la globalidad, bien en el momento de la
venta o en el de la pérdida del o de los elementos de la misma que dan origen a la falta
de legitimidad del todo en general20.
Si el vendedor actuó de mala fe al realizar la venta, ello comporta un
agravamiento de su responsabilidad, pues a los extremos de los que responde el
20
Vid., en tal sentido, en la doctrina italiana, PERLINGIERI, op. cit., pág. 278:
“L´esclusione della garanzia comporta l´inapplicabilità degli art. 1.479 e 1.480; in tali ipotesi,
verificandosi l´evizione, il cessionario a titolo oneroso può pretendere dal cedente soltano la
restituzione del prezzo pagato d´il rimborso delle spese. Da questi obblighi il cedente è esente
qualora la cessione del credito sia stata stipulata ‘a risquio e pericolo’ del cessionario”. En
España, son del mismo criterio, PANTALEON PRIETO, “Cesión..., cit., pág. 1.114; NAVARRO
PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 138.
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vendedor de buena fe habrá que añadir la obligación de reparar o indemnizar el daño
causado21.
Finalmente, es preciso hacer una última observación al referirnos a la legitimidad
del todo en general. El artículo 1.532 C.c. no establece ninguna excepción a la
responsabilidad del vendedor de la globalidad por la legitimidad del todo en general,
pero es indudable que existen diversas hipótesis en las que esta responsabilidad debe ser
excluida. En primer lugar, cuando las partes contratantes así lo hayan acordado
expresamente dentro del ámbito de la autonomía de la voluntad. Las partes contratantes
pueden excluir expresamente al obligarse la responsabilidad por las legitimidad del todo
vendido. No vemos motivo para que en materia de responsabilidad por la legitimidad
del todo en las ventas en globo deje de regir este principio. Otro supuesto de exención
de esta responsabilidad, prevista expresamente en el artículo 1.529 C.c. para la cesión de
créditos --lo que consideramos trasladable, ‘mutatis mutandi’, a la venta en globo--, lo
constituye la cesión del conjunto como dudoso, como ya hemos tenido ocasión de
comentar en este mismo epígrafe, lo que supone que el comprador asume el riesgo de la
ilegitimidad, y el vendedor se limita a transferir sus bienes y derecho tal y como son.
Entendemos que para ser considerada como dudosa la globalidad ha de ser transmitida
21
En relación a la cesión de créditos, el último párrafo del art. 1.529 establece que el
vendedor de mala fe responderá siempre del pago de todos los gastos y de los daños y perjuicios.
En consecuencia, a la responsabilidad del vendedor de mala fe agrega a la del vendedor de buena
fe la indemnización por los daños y perjuicios ocasionados. En definitiva, la responsabilidad del
vendedor de mala fe comprenderá, además de los extremos ya indicados la indemnización de todos
los daños y perjuicios ocasionados al comprador, esto es, los daños e intereses y los gastos
voluntarios (PANTALEON PRIETO, “Cesión..., cit., pág. 1.114). Por otra parte, en la
cuantificación de los daños y perjuicios causados es aconsejable que el comprador evite la
cuantificación exacta de los mismos, ya que, en caso de cuantificarse detalladamente su importe, el
tribunal que condene al pago de la indemnización no podrá hacerlo por una cuantía superior a la
solicitada, pues, en tal caso, la resolución sería manifiestamente incongruente (Vid. RUIZ-RICO
RUIZ, “Intereses moratorios (art. 1.108 C.c.), intereses procesales (art. 921.4 LEC) e intereses del
artículo 20 de la Ley del Contrato de Seguro”, en Estudios Jurídicos (Cuerpo de Secretarios
judiciales), Vº, Madrid, 1.998, pp. 179 y ss. Cita el autor una interesante jurisprudencia del TS y de
Audiencias Provinciales, pp. 192 y ss., en relación a los intereses moratorios en las reclamaciones
de daños y perjuicios derivadas tanto de responsabilidad contractual como extracontractual).
Ténganse también en cuenta el artículo 576.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 2.000, en
relación a los intereses de la ora procesal, que establece que desde que se dictare sentencia en
primera instancia, la sentencia o resolución que condene al pago de una cantidad de dinero líquida
determinará, a favor del acreedor, el devengo de un interés anual igual al interés legal del dinero
incrementado en dos puntos o el que corresponda por convenio de las partes o por disposición
legal
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como tal, es decir, atribuyéndole expresamente ese carácter, o como dispone el artículo
1.477, al referirse a la obligación del vendedor de restituir el precio de la cosa vendida al
tiempo de la evicción, a no ser que hubiera renunciado al saneamiento “con
conocimiento de los riesgos... y sometiéndose a sus consecuencias”. Nos remitimos a lo
ya dicho al respecto en páginas anteriores.
3.- LA OBLIGACIÓN DE SANEAMIENTO DEL VENDEDOR LIMITADO
A LA EVICCIÓN DEL TODO O DE LA MAYOR PARTE.El artículo 1.532 C.c. contrapone, como hemos repetido en diversas ocasiones, dos
regímenes de responsabilidad claramente diferenciados en relación a la venta alzada o
en globo. En páginas anteriores de este estudio hemos analizado el fundamento de este
doble sistema de responsabilidad, de tal manera que la responsabilidad por la
legitimidad del todo en general se corresponde con la venta alzado o en globo en que las
partes no han procedido a la enumeración y descripción exhaustiva de los elementos
componentes de la globalidad, dada la carga de incertidumbre de esta modalidad
contractual, de la que parte nuestro legislador.
Esta situación cambia, como tuvimos ocasión de analizar en el anterior capítulo,
en la venta alzada o en globo con enumeración y descripción exhaustiva de los
elementos integrantes de la globalidad, lo que será el caso más frecuente en este tipo de
ventas, puesto que, normalmente, quien compra un conjunto más o menos amplio de
bienes unidos por un vínculo o finalidad común (una empresa, una herencia ajena),
normalmente exigirá un inventario y llevará a cabo un proceso investigador que le de a
conocer, de manera detallada, no sólo la composición del objeto de la venta, sino
también los posibles riesgos que asume, que podrá paliar exigiendo al vendedor una
serie de compromisos acerca de las posibles contingencias que puedan surgir en un
futuro, una vez perfeccionada la venta. Ello, no obstante, existe siempre un cierto nivel
de incertidumbre para el comprador derivado de la complejidad de ese objeto que se
adquiere, dado el número más o menos amplio de elementos que lo integran. Ello
explica que el legislador mantenga, incluso en estos supuestos de venta en globo con
enumeración taxativa, un cierto trato de favor en beneficio del vendedor, que nos parece
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criticable, por el que no responderá del saneamiento individualizado de cada uno de los
elementos que integran la globalidad, sino de un saneamiento limitado a la totalidad o
mayor parte de los componentes de la misma. En consecuencia, nos encontramos ante
un régimen de responsabilidad intermedio entre la venta en globo sin enumeración
(responsabilidad por la legitimidad del todo en general) y la venta ordinaria de varias
cosas o bienes (responsabilidad por saneamiento individualizado de todos y cada uno de
los bienes vendidos).
En principio, pues, el vendedor de una globalidad de bienes y derechos sólo
responderá frente al comprador de la pérdida que éste pueda experimentar de la totalidad
o de la mayor parte de los elementos que integran el conjunto adquirido. Por tanto, el
vendedor deberá garantizar al comprador que la totalidad o mayor parte de los
elementos que le transmiten son de su propiedad, esto es, no son bienes o cosas ajenas22.
El vendedor de la globalidad, en definitiva, estará obligado a responder limitadamente
por saneamiento, que en la compraventa consiste en la obligación que tiene el vendedor
de garantizar la indemnidad del comprador, si la cosa se pierde por juicio o adolece de
defectos ocultos. En consecuencia, el saneamiento o acción de sanear, a que está
obligado el vendedor, puede proceder de dos causas: el comprador puede verse
22
La doctrina científica, al tratar de la venta de cosa ajena, suele referirse a los supuestos
de cosas específicas o individualmente determinadas y a los de venta de cosas que forman parte de
un género limitado, excluyendo por tanto la venta de cosas genéricas (Vid., RODRÍGUEZ
MORATA, Venta de cosa ajena y evicción..., cit., págs. 27-29 y págs. 91-95). Por otra parte, las
ventas pueden ser de cosas o derechos total o parcialmente ajenos y, en este caso, será preciso
distinguir según la cosa pertenezca “pro indiviso” al vendedor y a otros (venta de cosa común) o,
por el contrario, pertenezca al vendedor y a otros “pro diviso”, con lo que realmente se trata de
partes distintas aunque aparentemente se presenten como un todo único.
En principio, la venta de cosa ajena es válida y eficaz por sí misma, sin que sea necesario
su ulterior convalidación, de manera que la causa de impugnabilidad de estas ventas afecta más a
su eficacia posterior que a los presupuestos de validez del contrato, ya que, al ser la venta un
contrato meramente obligatorio, la de cosa ajena, por el simple hecho de la ajeneidad, no puede
declararse nula ni anulable, siendo, pues, un contrato válido y eficaz. De conformidad a los
principios generales previstos en el Código Civil en relación a la venta de cosa ajena, el comprador
no podrá formular reclamación alguna contra el vendedor de buena fe mientras no tenga lugar de
manera efectiva la evicción, siendo indiferente para nuestro Código la buena fe del comprador, es
decir, su conocimiento o ignorancia de la ajeneidad de la cosa vendida. El comprador de buena fe
siempre tendrá a su alcance, una vez efectuada la entrega de la cosa ajena y sea privado de ella por
la reivindicación del legítimo dueño de la misma, de reclamar al vendedor su responsabilidad por
la evicción, si bien, repito, con los límites que, en las ventas de globalidades, establece el art. 1.532
C.c.
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inquietado o perturbado en la legal y pacífica posesión de la cosa comprada, o bien, que
la misma cosa adolezca de vicios o defectos ocultos. En ambos casos, la concurrencia de
cualquiera de estas circunstancias, hace afecta y repercute en el interés del comprador,
que verá frustrado el fin que se propuso, de manera que el precio por él pagado no tiene
su equivalente en la cosa adquirida, por lo que es de justicia que surja una
responsabilidad en el vendedor, la cual se hace efectiva saneando23.
Ahora bien, centrándonos en el artículo 1.532 C.c., este precepto establece, en su
inciso segundo, un saneamiento limitado del vendedor de las globalidades, por las
razones que acabamos de exponer. Si comparamos el dispositivo de este artículo con los
artículos 1.474, sobre el saneamiento en la venta, y 1.529, regulador de las garantías en
la cesión de créditos, observamos que nuestro legislador adopta para la venta alzada o
en globo un sistema especial y distinto de las garantías por el cumplimiento, sistema que
parece mezclar elementos tomados de ambas normas, teniendo en cuenta la especial
naturaleza de los bienes que han de ser objeto de transmisión (bienes corporales y
derechos), de manera que, en definitiva, el legislador parece haber optado por un
sistema mixto de garantías tomadas de la venta ordinaria y de la cesión de créditos,
tomando aquellas que se consideran más adecuadas a la propia naturaleza y finalidad de
la institución. Concretamente: de la venta adopta sólo las garantías que derivaban del
saneamiento por evicción, descartando aparentemente o, al menos, en la literalidad de la
norma, las relativas a la protección contra los posibles vicios o defectos ocultos,
posiblemente porque pensaba en derechos incorporales, del mismo modo que tomaba de
la cesión de créditos la responsabilidad por la legitimidad del todo en general,
rechazando los relativos a la existencia de los derechos y la solvencia de los posibles
deudores24. Pero es más, el saneamiento por evicción del que responde el vendedor de
globalidades con enumeración ha sido igualmente limitado por el legislador en relación
al mismo saneamiento en la venta ordinaria. En efecto, mientras que en el saneamiento
total (“del todo”), equivalente al de la pérdida de la cosa en la venta no existen
diferencias por resultar equivalente en ambos casos a la pérdida del objeto de la
23
MANRESA-BLOCH, Comentarios..., Tm. Xº, cit, pág. 272.
24
Vid. NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., pág. 147.
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transmisión, en cambio, éstas diferencias sí aparecen en el saneamiento parcial
(“saneamiento de la mayor parte”). El legislador no imaginó en consecuencia el gran
alcance práctico del artículo 1.532 y por ello estableció ese límite o tope claramente
artificial y hoy inadecuado, de “la mayor parte”. Así, mientras que en la venta ordinaria,
la pérdida parcial de la menor parte del objeto de la venta da origen al saneamiento por
evicción, en cambio, en la venta en globo esa pérdida parcial no merece la protección
del legislador, siempre que no afecte a la mayor parte de la globalidad. Pero lo cierto es
que esta posible explicación no está contrastada, siendo lo evidente que esa limitación
de la responsabilidad del vendedor parte de la base errónea de que el comprador de
globalidades se encuentra en una mejor posición jurídica que el vendedor, por lo que se
compensa a éste con un régimen de responsabilidad más atenuado que en la venta
ordinaria, cuando lo que realmente sucede es, precisamente lo contrario, dado que es
indudable que el vendedor tiene un mayor conocimiento acerca de la composición
exacta de la globalidad que transmite que el comprador adquirente, que pese a la
actividad investigadora que pueda llevar a cabo para averiguar el contenido exacto de la
masa patrimonial que adquiere, no obstante nunca tendrá un conocimiento tan detallado
y fehaciente como el que pueda tener el vendedor. Por ello, entendemos que este
régimen de responsabilidad por saneamiento que consagra el artículo 1.532 C.c. está
totalmente desfasado siendo incluso injusto, lo que obligará a las partes, en la práctica, a
pactar en el contrato un régimen de responsabilidad distinto del legal que supere la
liberación del vendedor de la obligación de sanear por evicción cuando la pérdida sólo
afecta a la menor parte.
3.1.- Delimitación de la expresión “mayor parte”.Aquí se plantea el problema de determinar que hemos de entender por “mayor
parte”, tema que ya abordamos, en una primera aproximación y someramente, al
estudiar las relaciones entre la venta en globo y la venta de herencia, y que ahora vamos
a abordar con cierto detalle, al ser un tema que ha suscitado una cierta polémica
doctrinal, que ha dividido a la doctrina acerca del alcance de la “mayor parte”, siendo
ampliamente seguida la posición de aquellos que consideran que la mayor parte va
referida a la cantidad o número de los bienes perdidos como consecuencia de la acción
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de evicción25. Como ya expusimos en su momento --y reiteramos ahora en este lugar--,
consideramos criticable la posición doctrinal que establece una comparación entre el
precio alzado o global fijado en el contrato y el valor del objeto u objetos perdidos por
la evicción. Entendemos que no existe ningún fundamento para interpretar el precepto
en tal sentido, siendo más correcto considerar que la evicción “del todo o de la mayor
parte” debe referirse al supuesto en que el comprador haya perdido la mayor parte de los
bienes comprados, en virtud de una sentencia judicial firme. Permitir, como pretenden
estos autores, que el comprador pueda reclamar por haberse perdido, con la evicción, el
cincuenta por ciento o más del precio de venta, supondría introducir un factor de
inseguridad jurídica evidente, al hacerse depender la posibilidad del comprador de la
globalidad de reclamar por evicción del mayor o menor precio pactado por las partes en
el contrato, con lo cual se daría el absurdo de que vendiéndose dos conjuntos de bienes
de idéntico contenido (por ejemplo, una venta de dos cuotas hereditarias idénticas
provenientes de una misma herencia), una de ellas fuese objeto de evicción, por haber
logrado el comprador un precio bajo, mientras que la otra no superaría el cincuenta por
ciento del precio, por haberse vendido a un precio superior.
En nuestra opinión, y para evitar tales inconvenientes, la expresión “mayor parte”
se refiere a la importancia de los bienes y derechos que se hayan perdido por razón de la
reivindicación de un tercero, siempre en relación a los que teóricamente se habían
vendido, conforme a la enumeración realizada en el contrato. Ahora bien, la duda que
surge a continuación, en relación al saneamiento por evicción de la mayor parte, es la
relativa a si esa “mayor parte” está referida al número o cantidad de bienes, en relación
25
La limitación procede, como se recordará, de las Partidas (“Pero si por todas las ventas
le vencieren, o por la mayor parte dellas”), y fue recogida en el artículo 1.463 del Proyecto de
García Goyena y en el artículo 1.559 del Anteproyecto de 1.882-1.888. SCAEVOLA-BONET,
Código Civil, Tm. XXIIIº, cit, pág. 660, objetan que no cabe hablar de evicción de la “mayor parte”
si, por definición, en este tipo de ventas, no hay partes señaladas. Estos autores interpretan el texto
en el sentido de que se refiere al mayor número de derechos, rentas o productos. En esta misma
línea parece pronunciarse O´CALLAGHAN, Código Civil, cit., pág.1.472. Por su parte,
MANRESA-BLOCH, Comentarios..., Tm. Xº, cit., pág. 588, consideran que la comparación
deberá establecerse entre el precio alzado o global fijado en el contrato y el valor del objeto
perdido. Será necesario demostrar que el bien perdido por la evicción o deteriorado por el vicio
oculto pertenecía al conjunto vendido, por lo que es conveniente que en el contrato se contengan
elementos suficientes para justificar la pertenencia de los mismos al conjunto, lo que será más fácil
en la venta a precio alzado que en la venta en globo. Esta línea es seguida igualmente por GARCIA
CANTERO, Comentarios..., Tm. XIX, cit., pág. 751.
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al total de los que integran el conjunto, o si se refiere más bien al valor de los mismos
respecto de la masa total que constituye el objeto de venta. Consideramos que por
“mayor parte” debe entenderse un criterio cuantitativo, como medida de valor (la mayor
parte del valor de la globalidad, herencia...), y no simplemente la mayor parte de los
bienes que integran la masa. Cabe, pues, la posibilidad de que en la venta de una
pluralidad de derechos, la pérdida de uno de ellos, de mayor valor que el resultante de
sumar el de los otros derechos, conlleve la aplicación del régimen del artículo 1.53226.
Por otra parte, junto a este criterio cuantitativo, que defendemos en el sentido
indicado, un importante sector de la doctrina mercantilista ha introducido un interesante
matiz al alcance del régimen de saneamiento previsto en el artículo 1.532 C.c., si bien
referida a la venta de empresa y a la aportación de empresa a sociedad. Esta línea
doctrinal viene, en definitiva, a separarse del criterio cuantitativo con el que se suele
interpretar el régimen de saneamiento del artículo 1.532 para consagrar un criterio que
se ha venido a denominar funcional. Como en su día puso de manifiesto GARRIGUES,
el artículo 1.532 C.c. debe ser aplicado con cautela a la compraventa de empresa, por la
especial naturaleza del objeto, opinión ésta que ha sido adoptada por la práctica
totalidad de la doctrina mercantilista27. Este criterio funcional podría ser objetado por
26
Esta posición ha sido defendida, entre otros, por PANTALEON PRIETO,
“Comentario..., cit., , pág. 1.038, al considerar que el inciso final del art. 1.532 debe interpretarse
en el sentido de que el verdadero valor de los elementos trasmitidos resulte ser inferior a la mitad
del precio pactado. Criterio seguido, igualmente, por RUIZ-RICO RUIZ, La venta de herencia...,
cit., págs. 309-310; ALBACAR LOPEZ, Código Civil..., cit., pág. 500. Por su parte, NAVARRO
PEREZ, Ventas alzadas..., cit., adopta una postura original, al defender que no hay que establecer
el límite en un determinado porcentaje de bienes o elementos perdidos, pues, en la práctica no
resultará fácil determinar cuando nos encontramos sólo ante un 50 % del conjunto, o hemos
llegado al 51%, lo que estará en función de que el porcentaje se aplique al valor de los bienes que
integran el conjunto. En definitiva, para este autor, todo dependerá de la interpretación de cada
caso concreto y, sobre todo, de la valoración de la prueba, que será el factor determinante para
determinar el valor del conjunto.
27
Vid., GARRIGUES, Curso de Derecho Mercantil, 7ª edc. rev., 1.983, Tomo I, pág.
195, y Tomo IIº, págs. 94 y 95, que, centrándose en la obligación de saneamiento, pese a aceptar la
aplicación del artículo 1.532 C.c. a la venta de empresa, matiza en el sentido de considerar que la
aplicación de este precepto deberá inspirarse en criterios económicos, considerando causa de
rescisión de la venta el que el vicio o la evicción afecte a un determinado elemento que se
considere esencial, aunque el resto de los elementos estén sanos y libres de todo vicio. Cita como
ejemplos de elementos que considera esenciales una patente de invención, una marca, el derecho
de arrendamiento del local, etc. “En suma, concluye el autor, puede decirse que cualquier vicio,
natural o jurídico, que afecte a la organización y le impida alcanzar el fin económico propuesto
ha de reputarse suficiente para provocar el efecto resolutorio de la venta”. Esta misma posición la
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todo defensor a ultranza del régimen del artículo 1.532 C.c., pues, por un lado, desvirtúa
la ‘ratio legis’ del artículo 1.532, que se basa, como hemos visto, en un criterio
económico y cuantitativo, y no en ese criterio funcional; pero, sin duda, la principal
objeción que podría plantearse es la relativa a precisar a quién corresponde determinar la
esencialidad del elemento perdido. Si se considera que corresponde al comprador
efectuar dicha determinación, ello comportaría admitir que éste, puede, en cualquier
momento, rescindir la compraventa que ha celebrado, alegando el carácter esencial que,
para él, tiene el elemento perdido, lo que implicaría dejar al arbitrio de uno de los
contratantes el cumplimiento del contrato (art. 1.256 C.c.). No obstante, este
razonamiento no nos parece correcto, pues según esto, nunca se podría delimitar qué es
esencial para el comprador, como ocurriría en el supuesto contemplado por el artículo
1.479 C.c., en el que la ley lo admite plenamente. Por supuesto, consideramos que no
debe ser algo unilateral, sino deducible del contrato (o de las Bases del contrato), tanto
expresa como tácitamente.
En definitiva, desde nuestro punto de vista, el criterio de la funcionalidad resuelve
los problemas e insuficiencias del artículo 1.532 C.c., cuya rígida fórmula referida a la
encontramos en otros autores: CALVO ALFAJEME, “La empresa mercantil como objeto de
negocios jurídicos”, en Anales de la Academia Matritense del Notariado, Tomo Iº, pág. 546;
LANGLE, El contrato de compraventa mercantil, Barcelona, 1.958, págs. 157-158; BROSETA
PONS, “La compraventa de empresa”, en AAVV, Problemática jurídica actual de la empresa,
págs. 58-59; VICENT CHULIA, Concentración y unión de empresas ante el Derecho español,
Madrid, 1.971, pág. 59; VICENT CHULIA, Concentración y unión de empresas ante el Derecho
español, Madrid, 1.971, pág. 205.
Por su parte, BROSETA, op. cit., pág. 59, resume perfectamente esta posición al
manifestar que “es necesario reconocer, como ha señalado el Profesor Garrigues, que éste es uno
de los preceptos generales para el contrato de compraventa que deben ser aplicados con suma
cautela a la compraventa de la empresa, precisamente por la especial naturaleza de este objeto. Y
ello porque en este precepto se establece un criterio cuantitativo para conceder la
correspondiente acción de garantía al comprador, el cual tan sólo podrá exigir la rescisión de la
compraventa cuando el vicio o defecto alcance al todo o a la mayor parte de lo vendido. Mientras
que, tratándose de una empresa, es necesario reconocer que si falta al adquirente un simple
elemento esencial, que no es el todo ni la mayor parte desde el punto de vista cuantitativo, puede
esta simple falta imposibilitar la explotación normal de la empresa adquirida. Este es el caso, por
ejemplo, de la falta de una patente o del propio local de negocios. Porque puede ocurrir que estos
elementos, aún siendo esenciales para la explotación de la empresa, no sean desde un punto de
vista económico equiparables al ‘todo’ o a ‘la mayor parte’. A pesar de lo cual es necesario
conceder al comprador la rescisión del contrato de compraventa de la empresa, porque sin ellos
difícilmente podría su adquirente realizar la actividad económica en las mismas condiciones que
el vendedor, finalidad en consideración a la cual en la mayoría de los casos el comprador
adquiere la empresa”.
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“mayor parte” podría verse superada por este criterio cuya aplicación resulta, a nuestro
juicio, más ajustada al objeto del artículo 1.532: en efecto, el legislador parece que
concibió este precepto como referido exclusivamente a la venta de derechos o bienes
incorporales, por lo que refiere la expresión “mayor parte” al número de derechos que
integran el conjunto (criterio cuantitativo). Pero la realidad práctica nos lleva a admitir
que el objeto de la venta (el conjunto o globalidad) estará integrado no sólo por bienes
incorporales sino también por bienes corporales. Tal sería el caso de la empresa, por
citar un ejemplo. Por otra parte, no todos los bienes integrantes de la globalidad tendrán
idéntico valor, cuantitativo o cualitativo, de manera que el conjunto pueda tener un valor
manifiestamente inferior como consecuencia de la pérdida de un determinado elemento,
que haga que el comprador pierda su interés por los restantes bienes, de manera que, en
caso de haber conocido anticipadamente que dicho bien no pertenecía al vendedor (o
adolecía de un vicio o defecto oculto que lo hiciese impropio para su uso), no habría
adquirido la globalidad.
La vía para aplicar el criterio funcional sería la aplicación analógica del artículo
1.479 C.c., tanto su párrafo primero, que prevé la posibilidad del comprador de rescindir
(resolver) el contrato en caso de perder, por efecto de la evicción, “una parte de la cosa
vendida de tal importancia con relación al todo que sin dicha parte no la hubiera
comprado”, lo que se hace extensivo en el párrafo segundo, a la venta conjunta por un
precio alzado de dos o más cosas, cuando conste que el comprador no habría comprado
la una sin la otra28. Así pues, el criterio de la funcionalidad no requiere, a nuestro juicio,
que las partes lo hubieran contemplado expresamente en el contrato, ya que siempre
podrá ser aplicado por vía analógica. No obstante, lo que sí resulta evidente es que el
criterio de la funcionalidad siempre entrará en juego cuando las partes lo hayan previsto
tácita o expresamente en el contrato. Esto último ocurrirá al haber manifestado el
comprador, bien en las Bases de Compra o en el propio contrato29 que uno o varios
28
También resultaría, en consecuencia, aplicable por vía analógica el artículo 1.492 C.c.,
que dispone la misma solución para el caso de pérdida de un bien como consecuencia de vicios
ocultos.
29
No sólo. Es más, cabe reinterpretar las Bases en sentido corrector. A veces, esas Bases
establecen que todo es esencial, lo que no siempre será cierto.
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elementos concretos y determinados de la globalidad tienen para él carácter esencial,
hasta el punto de elevarlo a la condición de presupuesto esencial del contrato, de manera
que la pérdida de ese elemento particular, aún cuando su valor no supere la mitad del
valor del conjunto, permita al comprador rescindir el contrato. Si las partes no lo han
previsto así expresamente y si no se puede acreditar debidamente que la evicción de ese
o esos elementos impiden el correcto funcionamiento de la empresa (o de la globalidad,
en general), en tal caso, su pérdida carecerá de relevancia, a los efectos de
responsabilidad, al no constar su carácter esencial ni tener el vendedor conocimiento ni
constancia de la importancia de ese elemento para el comprador. En tal sentido, hay que
atender, en consecuencia, a la propia naturaleza del elemento o elementos afectados por
la evicción y a su trascendencia en orden al correcto y adecuado funcionamiento de la
organización empresarial. Acaso también al propio “objeto contractual”, en suma a lo
que podríamos denominar el ‘factor de cohesión’ del objeto contractual.
Además, consideramos incluso que el vendedor deberá responder de la pérdida (ya
sea por evicción, ya por vicios ocultos) de algún elemento o elementos aislados que sean
de importancia por su valor patrimonial, aunque su valor no supere al de la mitad de la
empresa cedida. Este criterio ha sido admitido en las actuales L.S.A. y L.S.R.L. en
relación a la aportación de empresa a sociedad. La introducción en estas leyes especiales
de la obligación de sanear en todo caso por separado estos elementos cuyo valor
patrimonial alcance en el conjunto de la empresa una especial relevancia permite
superar la obligación del Código civil de saneamiento individualizado de todos los
bienes cuando el vicio o la evicción afectaran a la mayor parte de la empresa30. Al no
contemplarse en el artículo 1.532 la posibilidad de la exigencia de esta responsabilidad
individualizada por pérdida de ciertos elementos de elevado valor patrimonial, sería
30
Como es sabido, el actual Texto Refundido de Ley de Sociedades Anónimas de 1.989,
dispone en su artículo 39.3º que “Si se aportare una empresa o establecimiento, el aportante
quedará obligado al saneamiento de su conjunto si el vicio o la evicción afectasen a la totalidad o
a alguno de los elementos esenciales para su normal explotación. Procederá también el
saneamiento individualizado de aquellos elementos de la empresa aportada que sean de
importancia por su valor patrimonial”. Igualmente, el artículo 8.3º LSRL de 1.953 reproducía
literalmente el artículo 31 LSA, para ser modificado en la actual LSRL de 1.995, cuyo artículo
20.2º que establece que “Será de aplicación a las aportaciones no dinerarias lo dispuesto en el
artículo 39 de la Ley de Sociedades Anónimas” (se refiere lógicamente a la LSA de 1.989),
suprimiendo ya toda mención al artículo 1.532 C.c.
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conveniente que los contratantes lo acuerden expresamente en el contrato en el ejercicio
de su propia autonomía privada, precisando la no necesidad de que ese bien patrimonial
perdido exceda en su valor la mitad del precio fijado para el conjunto. No hay que
olvidar que los contratantes siempre podrán aumentar, disminuir o suprimir esta
obligación legal del vendedor.
3.2.- Algunas precisiones acerca de la evicción.En el caso de evicción, el saneamiento es un concepto que debe referirse a una
especial actividad del vendedor, cual es la de evitar o prevenir que cualquier vicio
jurídico sobre la cosa o derecho vendido pueda provocar la evicción para su comprador.
Esta actividad encuentra su fundamento en la principal obligación contractual de
comprador: entregar la legal y pacífica posesión de la cosa vendida, esto es, mantener al
comprador en la titularidad indiscutida de la cosa vendida31. El resarcimiento sucesivo a
31
Sobre el fundamento de la evicción, la opinión más tradicional, que parte de los
codificadores franceses y de su concepción del contrato de compraventa como un contrato
inmediatamente traslativo del dominio, coloca el fundamento de la evicción como un problema de
la fase de negociación contractual (sobre el tema, vid. RUBIO GARRIDO, Contrato de
compraventa y transmisión de la propiedad, cit., págs. 136 y 362), lo que llevará al Code civil, en
su art. 1.599, a sancionar con la nulidad la venta de cosa ajena. Un punto de vista próximo es el de
quienes consideran que la evicción es un problema del objeto del contrato y siendo la compraventa
un contrato transmisivo del dominio, si la cosa es ajena, no puede tener lugar el cumplimiento,
siendo nulo el contrato (cierta jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo se hace reflejo de este
criterio, al considerar nula la venta de cosa ajena. Vid., al respecto, la exposición que hace de este
punto de vista, RUBIO GARRIDO, op. cit., págs. 365-376).
Otra opinión, que cuenta con numerosos seguidores, sobre todo en Italia, es la de aquellos
que fundan la obligación de saneamiento en la desaparición de la causa del contrato. Este criterio
es seguido en España por RODRÍGUEZ MORATA (op. cit., pág. 214), cuando afirma que en el
caso de evicción, no estamos realmente ante un supuesto de incumplimiento de una obligación en
sentido técnico, sino más bien ante un caso de frustración del interés contractual del comprador
que no es ni prestación ni cumplimiento de obligación, sino más bien un problema relativo a la
causa de las atribuciones patrimoniales correspectivas.
Otro criterio, apoyado en la teoría de la presuposición de WINDSCHEID, considera la
evicción una atribución legal del riesgo de pérdida de la cosa por el comprador en la persona del
vendedor, criterio mantenido en nuestro país por MORALES MORENO (“El alcance protector de
las acciones edilicias”, ADC, 1.980, pág. 681), que considera que es un daño que se traslada al
vendedor el sufrido por el comprador por los defectos de la cosa derivado de una falta de
adecuación a las presuposiciones del contrato.
También es de considerar el criterio de que el saneamiento por evicción consiste en una
obligación indemnizatoria de garantía de origen legal, postura que ha sido defendida entre nosotros
por GARCIA CANTERO (Comentarios..., Tm. XIXº, cit., págs. 272-273 y 277) cuando afirma que
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la consumación de la evicción (art. 1.478 C.c.), si bien repara el daño, no sanea la cosa
vendida. De ahí que sea más correcto que hablar de saneamiento “por” evicción hablar
de saneamiento “para caso de evicción”, no debiendo confundirse saneamiento –
instrumento preventivo del daño—con la responsabilidad resultante.
El vendedor de una globalidad de bienes y derechos debe entregar al comprador la
totalidad libre de toda carga, gravamen o embargo, defenderle en su posesión y además
indemnizarle del precio, daños y perjuicios en caso de pérdida cualificada. Así pues,
esta garantía que en derecho se otorga al comprador de que no será privado del objeto
adquirido por responsabilidades anteriores al contrato, y de que, en caso de producirse,
conllevarán el deber de indemnizarle el vendedor, es la denominada garantía por
evicción, que es, por tanto, la obligación que tiene el vendedor de defender el derecho
entrará en funcionamiento la obligación legal de saneamiento por evicción, de naturaleza distinta
que la de cumplimiento de contrato, encaminada a dejar indemne al comprador de las
consecuencias perjudiciales de la evicción.
La mayoría de la doctrina, tanto nacional como extranjera, considera que el fundamento
de la evicción, al igual que el problema de los vicios de la cosa, se encuentra en el incumplimiento
del vendedor, esto es, en un tema de responsabilidad contractual del vendedor. PANTALEÓN
PRIETO, “Las nuevas bases de a responsabilidad contractual”, ADC, 1.993, pág. 1.721, concibe la
evicción y las cargas o los vicios ocultos de la cosa vendida, como un modo de cumplimiento
defectuoso de la prestación del vendedor. Otra cosa es determinar la obligación que se considera
incumplida, pues para unos se trata del incumplimiento de la obligación de entrega (RIVERO
HERNADEZ, en LACRUZ BERDEJO y otros, Elementos..., IIº, vol. 3º (Contratos y
Cuasicontratos), cit., págs. 46-47) y para otros incumplimiento de la obligación de transferir el
derecho (RUBIO GARRIDO, op. cit., págs. 596 ss. y 624). RIVERO defiende el criterio, que nos
parece adecuado, de que la evicción se funda en el incumplimiento del vendedor, por irregular
cumplimiento de su obligación de entrega, al efectuarla con una cosa que adolece de un defecto o
vicio de titularidad. En el caso de que el comprador sea demandado por un tercero que le
reivindica la cosa, significa que el pago realizado no es un pago regular, esto es, el vendedor no ha
cumplido su obligación de entrega.
En resumen, se trata de distintas concepciones que tratan de dar una explicación al tema
desde diversas perspectivas. A nuestro juicio, se trata realmente de un problema de riesgos
sobrevenidos tras la celebración del contrato de compraventa con atribución de los mismos al
vendedor.
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del comprador y de asegurarlo32. El artículo 1.475.1º establece los requisitos que han de
darse para que se produzca la obligación de sanear33.
Otro aspecto que nos interesa destacar en relación al régimen de saneamiento en la
venta en globo es el relativo al carácter dispositivo de la obligación de evicción. El
artículo 1.475, tras definir la esencia de la obligación de saneamiento, añade, en su
apartado segundo, que el vendedor responderá de la evicción aunque nada se haya
expresado en el contrato, con lo que se nos pone de manifiesto que, para nuestro
legislador, el saneamiento por evicción se entiende como una obligación natura del
contrato34. Como tal materia, la obligación de saneamiento por evicción no podía ser
32
La evicción no es peculiar al contrato de compraventa civil o mercantil, sino que
también se presta en otros contratos onerosos como la permuta, en el arrendamiento de cosas, en
las transacciones, en las particiones hereditarias, etc.
33
El pár. 1º art. 1.475 dispone: “Tendrá lugar la evicción cuando se prive al comprador
por sentencia firme y en virtud de un derecho anterior a la compra, de todo o parte de la cosa
comprada”. Los requisitos de la evicción, en relación a la venta en globo, son los siguientes: A) La
privación del objeto del contrato. B) La privación será a virtud de una sentencia anterior. No basta
un mero inquietamiento de mero hecho del tercero al comprador para que éste pueda instar la
acción de evicción; es necesario que el tercero acuda a los tribunales en reclamación de la
globalidad o de parte de ella, alegando un derecho preferente sobre la misma. Por tanto, la
perturbación que da lugar a la evicción es la de derecho. La sentencia que recaiga en el
procedimiento es el motivo que determina la evicción. Por lo demás, la doctrina y la jurisprudencia
han ampliado la responsabilidad a la privación por otros supuestos distintos a las resoluciones
judiciales, especialmente a las resoluciones administrativas y a la expropiación forzosa, que
conllevan la pérdida de la totalidad o parte de los elementos que integran la globalidad. por otra
parte, bastará que la Sentencia o resolución judicial sea firme, aunque haya sido dictada por el Juez
de Primera Instancia y no se hubiere recurrido contra ella, pues no hay que olvidar que el
comprador contra el que se hubiese dictado sentencia condenatoria no está obligado a recurrirla,
cualquiera que sea la instancia en que haya sido dictada (en contra, NAVARRO PEREZ, Ventas
alzadas..., cit., pág. 151, que estima conveniente la exigencia del agotamiento de la vía judicial).
Por otra parte, RODRIGUEZ MORATA (op. cit., págs. 191-192) ha constatado como, con carácter
excepcional, habrá que admitir la existencia de formas o cauces distintos de la comprobación
judicial para valorar la privación del derecho vendido como un supuesto de evicción (v. gr.,
evicción invertida, evicción de créditos no posedibles, etc.). C) Derecho del eviccente anterior a la
compra.
34
Así lo expresaba ya claramente GARCIA GOYENA, en el comentario del artículo
1.398 del Proyecto, correlativo del artículo 1.475 del actual, al afirmar “Aunque nada se haya
expresado, porque es de la naturaleza del contrato, procede ex natura contractus”, y tal fue el
criterio de nuestra jurisprudencia anterior al Código interpretando la legislación de las Partidas
(SS. 9-6-1.865; 1-2-1.870). Ya vigente nuestro Código, la jurisprudencia del Alto Tribunal ha
llegado a decir que la obligación de saneamiento por evicción impuesta al comprador tiene su
fundamento en el Derecho natural en que si nada se transmitió al comprador, nada debe recibir del
mismo, y si éste ha pagado el precio de la cosa de la que resulta desposeído por decisión de la
autoridad judicial, basada ésta en un derecho anterior a la compra, debe ser indemnizado tanto del
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considerada por el legislador como cuestión de orden o de interés público, y por ello de
los textos de los párrafos 2º y 3º del artículo 1.475 se deduce el carácter dispositivo del
precepto. Esto es, si las partes nada han previsto en el contrato, regirá el régimen de
saneamiento previsto en los artículos 1.475 (en las compraventas ordinarias) y 1.532
C.c. (en las ventas alzadas o en globo), pero las partes en el libre ejercicio de su
voluntad, pueden aumentar, disminuir o suprimir la obligación legal del vendedor35.
Esta libertad de pactos tiene el límite de la mala fe del vendedor, en cuyo caso no podrá
ser eficaz la alegación de un pacto de no responsabilidad ya que otra cosa supondría una
derogación de los principios generales de la contratación (artículos 1.102 y 1.258 C.c.).
Por ello, si esta mala fe es demostrada, el pacto de suprimir la obligación de
saneamiento por evicción quedará anulado, recobrando toda su fuerza vinculante para el
vendedor la responsabilidad por evicción36. Ello ocurrirá siempre en las ventas alzadas o
en globo a título oneroso, en base al carácter conmutativo de este contrato. Sin embargo,
las partes, en su libertad, pueden pactar una venta en globo (incluso en el supuesto de
que ésta conlleve una enumeración y descripción taxativa de sus elementos) “a riesgo y
ventura”, en base a lo que dispone el artículo 1.477 C.c., o, incluso, con riesgos
limitados a determinados objetos o elementos. En otras palabras, para que el vendedor
precio como de los daños y menoscabos que haya sufrido su patrimonio por consecuencia de dicha
privación del derecho adquirido.
35
TORRALBA SORIANO, “Comentario a los artículos 1.475-1.483 C.c.”, en
Comentario..., cit. (Mº Justicia), pág. 936, entiende que los contratantes podrán: 1º) Aumentar la
obligación del vendedor (por ejemplo, extensión al lucro cesans). 2º) Pactar expresamente la
evicción, con lo cual se estarían remitiendo a lo regulado en los artículos 1.475 y ss. (así como a lo
dispuesto en el artículo 1.532, en nuestro caso). 3º) Limitar las consecuencias de la evicción (por
ejemplo, sólo a los gastos del contrato o a las costas procesales). 4º) Suprimir la responsabilidad
por evicción. Esta última requeriría actuación de buena fe del vendedor y conocimiento del
comprador de los posibles riesgos de pérdida total o parcial de la cosa vendida, habiéndose
celebrado la venta a su “riesgo y ventura”.
36
Considera TORRALBA SORIANO, Art. 1.476..., op. cit., págs. 939-940, que la mala fe
concurre en el vendedor cuando éste conocía --o debería conocer, desplegando un mínimo de
diligencia, diríamos nosotros-- la causa de la evicción previamente a la propia venta, con
ignorancia de esa circunstancia por el comprador, pues, en caso de que el comprador no ignore el
riesgo de evicción, debe excluirse la mala fe del vendedor. Así pues, si el vendedor conoce ese
riesgo y, pese a ello, consigue celebrar el pacto de supresión de la evicción, habrá mala fe por su
parte; no así, si el vendedor desconocía tal riesgo o si, conociéndolo, también lo conocía el
comprador.
El problema que plantea la mala fe del vendedor es la demostración o prueba de que éste
conocía de antemano al tiempo de la venta del riesgo de evicción. No olvidemos que la carga de la
prueba del conocimiento previo del vendedor de la cusa de la evicción corresponde al comprador.
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no responda de nada es necesario que el comprador renuncie a la evicción con pleno
conocimiento de los riesgos de la misma y sometiéndose a sus consecuencias,
asumiendo el comprador un riesgo superior al normal con este pacto, pues ninguna
incidencia tendría en dicho pacto la buena o mala fe del vendedor. Entendemos, por otra
parte, que la nulidad del pacto de exclusión de la evicción no afecta a la validez de la
venta, pues el contrato seguirá siendo válido y eficaz. Sería como si la cláusula de
renuncia o de exclusión no se hubiere establecido en el contrato37.
Hay que añadir que la responsabilidad por hechos personales del vendedor
constituye un límite de validez “específico” de las cláusulas limitativas o exoneratorias
de la responsabilidad por evicción. hay evicción por hecho personal de vendedor cuando
un tercero hace valer contra el comprador un acto de disposición provocado por el
propio vendedor, y ejecutado por éste último antes o incluso después de la estipulación
del contrato38. El concepto de “hecho personal” del vendedor no se circunscribe
37
Por lo demás, el artículo 1.474 C.c. establece que la renuncia del saneamiento debe
efectuarse mediante el correspondiente pacto, que habrá de ser lógicamente expreso. Entendemos,
igualmente, que el pacto puede hacerse en el mismo clausulado del contrato o escritura en que se
formaliza la venta, o bien en un pacto o convenio separado, pudiendo pactarse bien en el momento
de la venta o, incluso, en un momento separado, admitiendo ese pacto de renuncia dos modalidades
claramente diferenciadas: una de carácter simple, cuando el comprador manifiesta en el contrato (o
documento aparte) que exime al vendedor de cualquier responsabilidad por evicción; y otra más
compleja o cualificada, cuando el comprador, pese a ser consciente de los riesgos de evicción, se
somete a sus consecuencias. La simple renuncia no tendrá efectos en caso de mala fe del vendedor,
supuesto en que éste responderá plenamente de la evicción, mientras que la renuncia cualificada
sólo producirá sus efectos (exención plena de responsabilidad del vendedor) cuando se haya
pactado la venta “a riego y ventura” del comprador, es decir, con conocimiento de los riesgos de
evicción y sometiéndose a sus consecuencias. En tal sentido, considera RODRÍGUEZ MORATA
(op. cit., págs. 344-348), que, a tenor del artículo 1.477 C.c., toda renuncia a la responsabilidad por
evicción se reputa “consciente” mientras no se demuestre lo contrario; pero para que se considere
“intencionada o cualificada”, esto es, para que se estime que el comprador ha querido hacer suyas
todas las consecuencias de la evicción, es preciso que el acto de la renuncia esté acompañado de
algún signo externo que ponga de modo ineludible de manifiesto esa voluntad del comprador. A
renuncia meramente consciente o simple constituye un verdadero pacto limitativo de la
responsabilidad por evicción, y está formulada en forma abstracta, es decir, sin referencia expresa
a la causa concreta de la evicción efectivamente producida. Su eficacia se fija en la restitución del
valor que tuviera la cosa al tiempo de la evicción. La renuncia cualificada (ibidem, págs. 360-364)
constituye un verdadero pacto de exclusión o exoneración de la responsabilidad por evicción, al
tener el comprador conocimiento de los riesgos de al evicción y su propósito de someterse a sus
consecuencias. Vid., también, RIVERO HERNÁNDEZ, últ. op. et loc. cits.
38
RODRIGUEZ MORATA, op. cit., págs. 320-322.
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únicamente al dolo o culpa grave, sino que también puede estar referido al error
excusable39.
Finalmente, en cuanto a las cláusulas que aumentan la garantía, para la doctrina
francesa es preciso que se especifique en qué consiste la mayor responsabilidad del
vendedor, o se deduzca ello del contexto del propio contrato, siendo insuficientes las
cláusulas genéricas para agravar dicha responsabilidad, siendo perfectamente válido el
pacto por el que se acuerda un límite temporal a ese aumento de garantía40. No obstante,
en la venta de globalidades, especialmente en el caso de venta de empresas, como
hemos visto, lo normal es que las partes acuerden en la Bases de Compra o en el propio
contrato determinadas garantías específicas que aseguren las manifestaciones y
declaraciones del vendedor.
La acción de evicción es la pretensión procesal sobre la legitimidad del derecho
vendido, susceptible de dar lugar a un juicio contradictorio que pueda provocar la
evicción de la cosa vendida. La legitimación corresponderá siempre a un tercero. destaca
que ni el vendedor ni sus causahabientes están, en ningún caso, legitimados activamente
para instar esta acción, pues a ello se opone la “exceptio rei venditae et traditae” o la
doctrina de los propios actos. Tampoco podrá instarla el comprador ni sus
causahabientes. El ejercicio de la acción constituye el antecedente necesario para el
mecanismo procesal de la citación o “llamada en garantía” (artículos 1.481 y 1.482
39
Como ha destacado GARCIA CANTERO, “Comentarios..., Tm. XIXº, cit., págs. 311312, en relación a la renuncia de la responsabilidad por evicción el Code civil francés contiene una
norma que ha consagrado lo que la doctrina francesa denomina “garantie du fait personnel” o la
italiana “la garanzia per fatto proprio del venditore”. Según el artículo 1.628 Code, aunque se
haya pactado que el vendedor no quedará sujeto a ninguna garantía, resulta obligado, no obstante,
de su propio hecho personal, siendo nulo todo pacto en contrario; en similares términos se expresa
el artículo 1.487 del Codice civile de 1.942. La doctrina italiana más reciente (vid., por todos,
RUBINO, La compravendita, cit., págs. 749 ss.) considera que esta norma debe interpretarse con
limitaciones, restringiéndola a hechos personales del vendedor posteriores a la venta, los cuales, si
bien generan responsabilidad para el vendedor, ésta no será a título de garantía. GARCIA
CANTERO se muestra partidario de que ésta sea la doctrina que ha de prevalecer en nuestro
Derecho, afirmando que, en efecto, nuestro Código civil ha tipificado la responsabilidad por
evicción exigiendo que ésta se produzca en virtud de un hecho anterior al la venta, lo que no
significa que el vendedor quede exento de responsabilidad por hechos propios posteriores al
contrato (por ejemplo, vende nuevamente la cosa a otra persona), si bien propugna que ésta se
actúe por otro cauce, sea el artículo 1.902 C.c., sea la doctrina de los propios actos.
40
RIVERO HERNÁNDEZ, últ. op. et loc. cits.
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C.c.), ya que la interposición de la acción de evicción determina que, a los efectos de
poder exigir la responsabilidad ex artículo 1.478 C.c., el comprador soporte la carga de
solicitar en el proceso el emplazamiento del vendedor41. El artículo 1.481 C.c. establece
la notificación de la demanda de evicción al vendedor como requisito formal para que el
comprador esté legitimado activamente en la acción de regreso o de responsabilidad por
evicción, pues si falta la notificación, el vendedor no estará obligado al saneamiento42.
La finalidad de la notificación de la acción o demanda es la de permitir al vendedor el
cumplimiento de su obligación de sanear la cosa o derecho vendido. Por tanto, el
fundamento de esta notificación reside en la buena fe contractual que impone el previo
conocimiento por el vendedor de la acción de evicción instada por un tercero, para que
pueda acudir con eficacia a la defensa43.
Una última cuestión se plantea en torno a las repercusiones jurídicas de la
responsabilidad por evicción del vendedor de la universalidad, esto es, en torno al
alcance de su responsabilidad. Consideramos de aplicación a este supuesto el
dispositivo del artículo 1.478 C.c., que enumera los conceptos comprensivos de tal
responsabilidad, disponiendo que cuando se haya estipulado el saneamiento o cuando
nada se haya pactado sobre este punto, si la evicción se ha realizado, el comprador
tendrá derecho a exigir los resarcimientos que enumera el precepto, debiéndose tenerse
en cuenta la concurrencia o no de mala fe en el vendedor44, que son los siguientes: 1º)
41
Vid. RODRIGUEZ MORATA, op. cit., págs. 103 ss.
42
Como ha destacado RODRIGUEZ MORATA (op. cit., págs. 112 ss.), se articula como
una verdadera “carga” para el comprador en la acción de evicción. Si éste no la cumple, perderá su
derecho a exigir la responsabilidad del vendedor por el daño sufrido. Si el comprador cumple el
requisito, será el vendedor quien soporte la “carga” de comparecer y defender la causa de su
comprador, a menos que esté dispuesto a soportar las consecuencias de la responsabilidad prevista
en el artículo 1.478).
43
Señala RODRIGUEZ MORATA (op. cit., págs. 112-114) que el concepto de defensa
implícito en el art. 1.481 se centra no tanto en la prueba de la realización del emplazamiento, sino
más bien en la aportación al proceso de evicción de los medios de defensa que disponía el garante
para sostener la legitimidad del derecho transmitido en la venta. Por esto último, razona el autor
(op. cit., pág. 126), cuando a pesar de no ser citado de evicción el vendedor, éste coadyuvó judicial
(intervención adhesiva simple) o extrajudicialmente a la causa del comprador, facilitándole los
medios de prueba que, por sí mismo, el comprador no habría podido aportar al proceso, habrá que
entender cumplido el requisito formal previsto en el art. 1.481 C.c.
44
Vid. PANTALEÓN PRIETO, “Comentario..., cit., pág. 1.037.
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La restitución del precio del conjunto de los bienes y derechos cedidos al tiempo de la
evicción, debiendo tratarse del precio actualizado correspondiente a los bienes que,
habiendo sido descritos y enumerados en el contrato, fueron perdidos por la reclamación
de un tercero. Por tanto, el precio podrá ser mayor o menor que el de la venta. Así, se ha
afirmado que ello es así porque si el comprador tiene derecho al “commodum”, debe
soportar también el “incommodum” de las disminuciones de valor45. Ello es
especialmente apreciable en la venta de empresa, dado que el bien o elemento individual
afectado por la evicción tiene un valor generalmente inferior, si es considerado
aisladamente, puesto que, al integrarse en una organización productiva, creadora de
riqueza, incrementa su valor al formar parte integrante del conjunto. No hace referencia
el Código a los intereses del mismo, entendiendo la doctrina que éstos se compensan
con los frutos y rendimientos y beneficios empresariales del conjunto o totalidad de los
bienes que el comprador ha percibido mientras los mismos han estado en su poder46. En
todo caso, tanto el comprador de buena fe como el de mala fe tienen derecho a reclamar
la restitución prevista en la regla primera del artículo 1.478. 2º) Los frutos o
rendimientos. Responderá el vendedor si se hubiere condenado al adquirente de la
globalidad a entregarlos al que le haya vencido en juicio. El reembolso de los frutos o
beneficio neto previamente restituido al propietario no es una mera consecuencia de la
resolución del contrato operada por la evicción, sino que responde a una partida del “id
quod interest” del comprador47. 3ª) Las costas del pleito que hubiera motivado la
evicción, y, en su caso, las del seguido con el vendedor para el saneamiento. De ambas
responderá el vendedor porque a él le son imputables. El límite de esta responsabilidad
45
RODRÍGUEZ MORATA, op. cit., págs. 228 ss.
46
En tal sentido, TORRALBA SORIANO (“Comentario..., cit., pág. 942) considera que
el aumento de valor puede producirse por mejoras necesarias o útiles por parte del comprador,
incluyendo las de mero recreo que incidan en una revalorización del bien, y los aumentos
resultantes de circunstancias excepcionales (v. gr., descubrimiento de un yacimiento de gran valor
en el inmueble comprado). En cuanto a la disminución del valor, derivada de caso fortuito o de la
propia negligencia del vendedor, tampoco debe repercutir en el vendedor.
47
Así se pronuncia RODRÍGUEZ MORATA, op. cit., pág. 247, para quien en la regla 2ª
del art. 1.478 hay una remisión implícita a las reglas generales que regulan la liquidación de la
gestión posesoria (arts. 451 ss.). En todo caso, dado el carácter de riesgo previsible que tiene la
evicción, el comprador de mala fe también tendrá derecho a exigir del vendedor el reembolse del
valor de los frutos previamente restituidos al propietario, y ello en cuanto al interés contractual
positivo (TORRALBA SORIANO, “Comentario..., cit., pág. 943).
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reside en lo que haya pagado el comprador, pues no podrá reclamar más costas que las
que él haya pagado efectivamente48. 4ª) Los gastos del contrato. Si los hubiere pagado el
comprador deberá ser resarcido de su importe, entendiendo la doctrina que, entre tales
gastos, deben estimarse comprendidos los de timbre, los derechos reales, inscripción en
el Registro de la Propiedad y demás que sean necesarios. Como quiera que la ley
permite a las partes que estipulen libremente de quién han de ser estos gastos, una vez
que acaezca la evicción, habrá que atender a los que efectivamente haya desembolsado
el comprador. 5ª) Los daños e intereses y los gastos voluntarios o de puro recreo, si se
vendió de mala fe. Este número se refiere únicamente al caso de que haya habido mala
fe del vendedor. Esa mala fe se convierte en criterio de determinación de la medida de la
responsabilidad, haciendo integral el resarcimiento, siendo, como ha destacado la
doctrina, un criterio de agravación de la responsabilidad por evicción49. La regla de la
responsabilidad por evicción del vendedor de mala fe deriva del régimen establecido por
el artículo 1.107.2º C.c., respondiendo de los daños previstos y previsible en el
momento del contrato (reglas segunda a cuarta del artículo 1.478) y, además, de todos
aquellos daños que, aún siendo imprevisibles en aquel momento, hayan sido
efectivamente causados (según la regla quinta, los daños e intereses y gastos
voluntarios)50.
48
TORRALBA SORIANO, “Comentario..., cit., pág. 944, matiza, no obstante, que la
regla 3ª del art. 1.478 C.c. no debe suponer una condena en todo caso al vendedor de las costas, ya
que si la sentencia no las impone, ello significa que éstas han de ser soportadas por mitad entre las
partes del pleito, existiendo una plena autonomía de los tribunales a la hora de fijar la condena en
costas, según los requisitos vigentes de temeridad, vencimiento objetivo.
49
Vid. RODRIGUEZ MORATA, op. cit., pág. 284, para quien la mala fe debe
entenderse, en esta regla, como un estado psicológico del vendedor, caracterizado por el
conocimiento de la verdadera situación jurídica de la cosa vendida, que permite le sea imputable la
objetiva antijuridicidad de su conducta, con la consiguiente privación de las ventajas que su
ignorancia hubiere podido determinar. Así, la mala fe viene referida al supuesto en que el
vendedor, conociendo la ajeneidad de la cosa o la existencia de cargas reales no declaradas, realiza
un acto de disposición en perjuicio del comprador y de un tercero (el dueño de al cosa).
50
Señala GARCIA CANTERO, “Comentario..., cit., págs. 307-308, en relación a los
intereses, que hay que excluir los intereses del precio de compra, por no ser un concepto
reembolsable, considerando que se refieren a las cantidades líquidas que deban ser abonadas por el
vendedor, tales como las costas y gastos del contrato. No pueden incluirse aquí las ganancias
frustradas al quedar sin efecto el contrato de compraventa.
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Hasta aquí llega lo que sería el régimen general de las repercusiones jurídicas
derivadas del deber del vendedor de sanear al comprador en las ventas en globo con
enumeración de componentes, lo que, como hemos visto, puede verse modificado en
caso de existencia de pactos modificativos de la responsabilidad del vendedor, o en el
supuesto de venderse el conjunto como dudoso, lo que también puede ocurrir en la venta
en globo con enumeración, aunque lo habitual es que ese carácter dudoso se predique de
las ventas sin enumeración, en las que el comprador adquiere a su “riesgo y ventura”,
siendo claramente previsible la aparición de ciertas contingencias negativas que puedan
afectar a la composición de la globalidad.
4.- LAS GARANTIAS DE LA VENTA EN GLOBO NO PREVISTAS EN EL
ARTÍCULO 1.532 C.C.: ESPECIAL REFERENCIA AL SANEAMIENTO POR
VICIOS O DEFECTOS OCULTOS.De todo lo anterior se deduce que el artículo 1.532 C.c. establece un especial
régimen de garantías en esta modalidad negocial, limitando la responsabilidad del
vendedor a la legitimidad del todo en general y a la evicción del todo o de la mayor
parte de los elementos integrantes de la globalidad, doble régimen de garantías que se
explica, según hemos argumentado al analizar el objeto de este contrato, en la diversa
aplicación de estas garantías según que la universalidad sea vendida con o sin
enumeración de sus elementos componentes, respondiendo el vendedor de la
legitimidad del todo en general en el caso de que la venta en globo sea sin enumeración
de esos elementos (o con enumeración no taxativa o a título de ejemplo), procediendo su
responsabilidad por la evicción que afecte a la totalidad o a la mayor parte de sus
elementos en el caso de que haya enumeración taxativa de los elementos que integran la
masa. Dedicaremos los próximos epígrafes al análisis de estas garantías específicas
consagradas por el artículo 1.532 C.c.
Lo que ahora nos planteamos es si las posibles garantías de que goza el comprador
de una universalidad se limitan a las expresamente contempladas en dicho precepto.
Nuestra respuesta ha de ser necesariamente negativa, pues nos resulta evidente que, al
encontrarnos ante una modalidad negocial que responde al esquema básico del contrato
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de compraventa, le serán de aplicación las garantías generales que entran en juego en
caso de incumplimiento de sus obligaciones por el vendedor. Cuestión especialmente
delicada es la referente a si, entre esas garantías, se puede incluir el saneamiento por
vicios ocultos que afectaren a alguno o varios de los elementos integrantes de la masa,
cuestión ésta más dudosa dado el silencio que el artículo 1.532 C.c. hace de esta garantía
específica. Por lo demás, es evidente que las partes, en el marco de su propia autonomía
privada de la voluntad, podrán pactar determinadas garantía específicas, cada vez más
usuales en la contratación (aval a primer requerimiento, depósito del precio, etcétera).
Centrándonos en la cuestión relativa a la exigibilidad del saneamiento por vicios
ocultos en este tipo de ventas, hemos de constatar que existe división doctrinal al
respecto. Los autores no han mostrado unanimidad sobre la cuestión. Por un lado, la
mayor parte de los comentaristas del artículo 1.532 C.c. se limitan a enunciar el
específico régimen de garantías que consagra este precepto, sin hacer referencia alguna a
la cuestión de los vicios ocultos. Otro sector doctrinal mantiene una posición negativa
respecto a la admisibilidad de la responsabilidad del vendedor por los vicios o defectos
ocultos en las ventas de globalidades. Encontramos alguna alusión al respecto en algún
autor aislado51, que sigue un criterio meramente literalista del artículo 1.532 C.c.,
considerando que la omisión que hace este precepto al saneamiento por vicios ocultos
comporta simplemente su exclusión como garantía en las ventas en globo52. También se
51
Cfr. NAVARRO PEREZ, Ventas alzadas..., cit., págs. 129 y 147.
52
Criterio similar ha sido mantenido por DIAZ CRUZ, Los Legados, Madrid, 1.951, págs.
118-119, en relación al régimen de saneamiento de los legados, afirmando que la sección 3ª del
Capítulo IV del Libro IV del Código Civil, titulado “Del Saneamiento”, divide éste en dos causas,
preceptuadas en el artículo 1.474: la posesión legal y pacífica de la cosa vendida, por un lado, y los
vicios o defectos ocultos, por otro, regulando a continuación, en los artículos 1.475 al 1.483, el
denominado saneamiento por evicción, comenzando a continuación el artículo 1.484, bajo el
epígrafe”Del saneamiento por los defectos o gravámenes ocultos de la cosa vendida”. En
definitiva, para este autor, existen dos hipótesis de saneamiento claramente diferenciadas: el de la
evicción y el de los defectos o gravámenes ocultos. Refiriéndose, en concreto, al artículo 860, se
pregunta: “El art. 860 se refiere al saneamiento en caso de evicción. ¿Porqué comprender
también el saneamiento de defectos ocultos cuando nada se expresa sobre esta materia? Si
hubiera preceptuado que se responde del saneamiento en general, entonces está bien que se
admitan las dos formas o especies de saneamiento; pero cuando cuidadosamente sólo escoge una,
¿cómo es posible atribuirle la otra en la interpretación del precepto? Esto es, a nuestro entender,
una interpretación contra ley”. Critica a continuación la tesis de SCAEVOLA para estimar que el
precepto es aplicable a los vicios ocultos al basarse en el principio de que nadie puede
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ha querido ver la razón de esta exigibilidad en el carácter presuntamente aleatorio de
este tipo de ventas, como han defendido algunos autores que han estudiado la venta de
herencia sin enumeración53. Pero rechazamos este criterio puesto que parte de la idea
errónea de considerar la venta en globo como contrato aleatorio. Hemos de admitir, con
la doctrina mayoritaria, que la venta de herencia sin enumeración es, en efecto, un
contrato generalmente aleatorio, dado que, frecuentemente, el heredero vendedor
desconocerá en el momento de realizar la venta de la herencia, la composición de ésta.
Pero admitiendo este punto de partida, hemos de constatar a continuación que la venta
en globo no tiene ese carácter aleatorio, pues partimos de que se trata de un contrato en
el que el vendedor tiene un conocimiento más o menos exacto del contenido o de la
composición de la masa de bienes que transmite. Ello ocurrirá cuando la partes llevan a
cabo una enumeración taxativa de los bienes y elementos de la masa, pero también en la
venta en globo sin enumeración. Lo que ocurre, como ya tuvimos ocasión de ver con
anterioridad, es que el comprador asume un nivel de riesgo superior a que asume el
comprador de un solo bien o derecho, precisamente como consecuencia del carácter
plural o complejo del objeto de venta : mientras más bienes y derechos integren la
globalidad mayor será el riesgo, lógicamente, de pérdida, de alguno de ellos como
consecuencia de vicios materiales o jurídicos, sin que ello implique aleatoriedad de esa
venta.
No obstante, frente a esta postura se alza otra que entiende que el artículo 1.532
C.c., pese a no mencionar el saneamiento por vicios ocultos, no los excluye, si bien
considerando que la responsabilidad del vendedor por tales vicios está igualmente
limitada a la totalidad o mayor parte de los elementos integrantes de la masa, de manera
que el vendedor estará exento de esta responsabilidad en el caso de que éstos sólo
afecten a elementos menores o poco significativos de la globalidad54.
enriquecerse en perjuicio de otro, dado que el obligado al pago del legado nada recibe del
legatario.
53
Así, CRISTÓBAL MONTES, op. cit., pág
54
Esta posición es defendida por O´CALLAGHAN, Código Civil, cit., pág. 1.472,
limitándose a firmar que lo que se dispone en el art. 1.532 C.c. en relación a la evicción es
aplicable al saneamiento por vicios ocultos. PANTALEÓN PRIETO, (“Comentario..., cit., pág.
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En definitiva, la hipótesis que aquí nos planteamos es aquella en la que el
vendedor, siendo legítimo titular de los bienes y derechos que transmite al comprador,
omite a éste, bien por propio desconocimiento (buena fe) o deliberadamente, la
existencia de vicios o defectos ocultos concurrentes en alguno o varios de los elementos
que integran la masa, que los haga impropios para su uso o lo desmerezcan de tal modo
que el comprador, de haberlos conocido de antemano, no habría comprado esa
globalidad o habría repercutido la existencia de esos vicios en el precio final. Partimos,
por tanto, de un concepto amplio y funcional de defecto o vicio, comprensivo de todos
aquellos hechos que, sin afectar a la titularidad del vendedor de los bienes y derechos
1.038), también considera que el art. 1.532 C.c. comprende el saneamiento por vicios,
distinguiendo una responsabilidad del vendedor tanto por los defectos jurídicos (evicción) como
materiales (vicios ocultos). Este autor considera que la responsabilidad del vendedor por los vicios
de la universalidad sean de tanta entidad que afecten a más de la mitad de los bienes y derechos
que la integren.
Por su parte, numerosos mercantilistas que han analizado la venta de empresa, a la que
consideran aplicable el régimen jurídico del art. 1.532 C.c., no han dudado en hacer extensivo su
régimen de responsabilidad a los vicios ocultos de los elementos componentes de la empresa. Vid.,
por todos, GARRIGUES, Curso de Derecho Mercantil, Tomo IIº, 8ª edc., Madrid 1.983, págs. 9394, quien introduce una interesante matización en relación a la aplicabilidad de dicho artículo a la
venta de empresa, que será seguida por la mayor parte de la doctrina mercantilista posterior, en el
sentido de considerar que la aplicación analógica de este precepto deberá inspirarse en criterios
económicos, considerando causa de resolución de la venta el que el vicio o la evicción afecte a un
determinado elemento que se considere esencial, aunque el resto de los elementos estén sanos y
libres de todo vicio (v. gr., una patente, una marca, el derecho de arrendamiento del local, etc.):
“En suma, afirma, puede decirse que cualquier vicio, natural o jurídico, que afecte a la
organización y le impida alcanzar el fin económico propuesto ha de reputarse suficiente para
provocar el efecto resolutorio de la venta”. Realmente, GARRIGUES sigue el criterio que ya
marcó en su día BARBERO, La universalità Patrimoniali..., cit., págs. 372-373.En parecidos
términos, se pronuncian numerosos tratadistas seguidores de GARRIGUES, como CALVO
ALFAJEME, “La empresa mercantil como objeto de negocios jurídicos”, en Anales de la
Academia Matritense del Notariado, Tomo Iº, págs. 511 ss, Madrid, 1.945, pág. 546; LANGLE, El
contrato de compraventa mercantil, Barcelona, 1.958, págs. 157-158, que va aún más lejos al
entender que en la compraventa de empresa, el vendedor es responsable de saneamiento tanto por
evicción como por los vicios ocultos que tuviere la empresa vendida, considerando que el
vendedor goza de esta garantía en relación a todos y cada uno de los elementos componentes de
aquélla; BROSETA PONS, “La compraventa de empresa”, en AAVV, Problemática jurídica
actual de la empresa, págs. 58-59; VICENT CHULIA, Concentración y unión de empresas ante el
Derecho español, Madrid, 1.971, págs. 205 y ss.; VELASCO ALONSO, La Ley de Sociedades
Anónimas (Anotaciones y concordancias)”, págs. 146 ss., Madrid, 1.974, pág. 147; GIRON
TENA, Derecho de Sociedades, Tomo Iº, cit., pág. 223; GONDRA, “La estructura jurídica de la
empresa (El fenómeno de la empresa desde la perspectiva de la Teoría General del Derecho)”,
Revista de Derecho Mercantil, abril-junio 1.998, pág. 574, que considera aplicable al régimen de
saneamiento de la empresa objeto de transmisión lo dispuesto en los artículos 1.497 C.c. (evicción)
y 1.491 (vicios ocultos), “así como lo establecido en el artículo 1.532 para la venta alzada de la
totalidad de ciertos derechos, al que expresamente remite el artículo 39 de la L.S.A., en relación
con la aportación de empresa”; PEREZ DE LA CRUZ, Voz “Establecimiento mercantil”, en
Enciclopedia jurídica básica, Vol. IIº, Civitas, 1.995, pág. 2.870.
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integrantes de la masa, ocasionen una considerable disminución de su valor o de su
utilidad (piénsese, por ejemplo, en la aparición de deudas sorprendentes, desconocidas,
incluso por el vendedor, al tiempo de celebración del contrato)55. En nuestro criterio, el
sistema a seguir para determinar a existencia de un vicio o defecto oculto, teniendo en
cuenta la relatividad del mismo respecto del contrato sería, en primer lugar, la voluntad
expresa de las partes en el propio contrato, o en aquellas manifestaciones que las partes
hubieren podido acordar en las Bases de Compra, garantizando el vendedor un
determinado estado cualitativo y/o cuantitativo del objeto contractual, debiendo
interpretarse la voluntad de las partes conforme a lo expresado en el contrato o
conforme a la voluntad evidente de las partes. Cuando no fuere posible determinar la
55
No existe unanimidad doctrinal en torno al concepto de vicio o defecto oculto, lo que se
ve agravado por la inexistencia de un concepto legal del mismo. El art. 1.484 C.c. se limita a decir
que “ el vendedor estará obligado al saneamiento por los vicios o defectos cultos que tuviere la
cosa vendida si la hacen impropia para el uso a que se destina...”, no expresando si ese uso es el
pactado o el normal. Ante tal inconcreción, los autores que han estudiado las acciones edilicias han
discutido el carácter subjetivo u objetivo de tales vicios. La mayoría de los autores (vid., por todos,
ORTI VALLEJO, La protección del comprador por el defecto de la cosa vendida, Granada, 1.987,
págs. 223-227), en relación a la compraventa de cosa genérica, entiende que la determinación de
un defecto en el caso concreto depende, en primer lugar, de la previsión de las partes en el contrato
y, en segundo lugar, a falta de ésta, a lo que determinen los criterios normales del tráfico,
basándose en el contenido del art. 1.167 C.c., que prima la calidad y circunstancias que se hayan
expresado y, a falta de ellas, la calidad media, es decir, lo que es normal. En la compraventa de
cosa genérica, siempre ha de existir una previsión contractual que delimite la cosa que ha de
entregarse (cualidades, tipo, función, marca, etc.), porque el consentimiento de las partes no se
presta sobre la cosa, como ocurre en la compraventa de cosa específica, sino sobre la
representación ideal o abstracta de una cosa, que habrá de reunir una serie de requisitos que las
partes han de delimitar en el contrato. En cambio, en la compraventa de cosa específica, la
previsión contractual de las partes sobre los caracteres de la cosa vendida será más reducida que en
la venta de cosas genéricas, al no perseguir la entrega al comprador de una cosa de determinadas
características. Por ello, es precisamente en esta modalidad de compraventa en la que entran en
juego, según la doctrina mayoritaria, la responsabilidad del vendedor por saneamiento, tanto por
evicción como por vicios o defectos ocultos. No obstante, la mayoría de la doctrina que estudia el
saneamiento, atendiendo a la compraventa de cosa específica, es partidaria de hacer prevalecer la
voluntad de las partes expresada en el contrato acerca de las cualidades o utilidad que la cosa deba
reunir, y sólo en defecto de ella, acudir a criterios objetivos. El autor mantiene este punto de vista
de prevalencia de la voluntad de las partes y de su autonomía en la determinación de las faltas de
conformidad del objeto en su reciente obra Los defectos..., cit., págs. 59 y ss., si bien suprime la
distinción hecha en su anterior obra entre cosas genéricas y específicas, constatando que existe una
tendencia doctrinal y legislativa (Directiva 1.999/44/CE) tendente a superar esa distinción, que aún
mantiene el Código, que está pensado para regular los vicios ocultos de la cosa específica. Así
MORALES MORENO (“El alcance protector de las acciones edilicias”, A.D.C., 1.980, págs. 646
ss.) llega a la conclusión de que es admisible una construcción subjetiva del concepto de defecto.
Teniendo en cuenta que el art. 1.484 C.c. se remite a la utilidad de la cosa para determinar el
alcance leal del defecto, el autor afirma la prevalencia de la utilidad subjetiva y concreta
establecida en el contrato, de manera que el concepto de defecto es, para él, relativo, del mismo
modo que relativa es la utilidad de la cosa prevista en el contrato.
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voluntad de las partes, habrá que acudir a los criterios objetivos de interpretación de los
contratos.
Partiendo de este concepto amplio de defecto oculto, habrá de admitirse que la
mayor parte de los vicios o defectos ocultos podrían haberse previsto por el comprador,
el cual, mediante el ejercicio del proceso de auditoría (“due diligence”) y comprobación
del estado de la masa de bienes, pudo y debió haberse cerciorado del estado real de los
bienes y elementos integrantes de la globalidad adquirida. El hecho de no haber llevado
a cabo la actividad investigadora, de haberla efectuado de manera incorrecta o
superficial, o el hecho de que no hubiese requerido al vendedor a efectuar ciertas
manifestaciones o declaraciones en relación al estado de esos bienes y elementos, bien
en las Bases de Compra, bien en el propio documento contractual, acordando las
correspondientes garantías para el supuesto de falsedad o incompletud de esas
declaraciones, hace difícilmente viable que pueda reclamar ‘a posteriori’ al vendedor la
redhibición del contrato o una disminución del precio, además de la correspondiente
indemnización por daños.
Ahora bien, la respuesta a esta cuestión no puede ser tan simple, pues habrá que
tener en cuenta diversos factores que, sin duda, podrán tener una seria repercusión en el
alcance de la responsabilidad del vendedor por la concurrencia de esos vicios o defectos
ocultos que, afectando a uno o varios bienes o derechos integrantes de la globalidad,
disminuyan de modo considerable (en más de la mitad) su valor. En tal sentido, habría
que entender, siguiendo a PANTALEÓN56, que la regla general según la cual el
vendedor no responde por vicios tiene varias excepciones: si ha ocultado dolosamente el
defecto al comprador o si le ha manifestado que el bien de que se trate poseía las
cualidades de que carece. Volvemos de nuevo a la cuestión, ya analizada con
anterioridad, de la falta de veracidad o de completud de las manifestaciones del
vendedor, entrando en juego el sistema de garantías que las partes hayan acordado en las
Bases de Compra o en el propio contrato, en previsión de tales supuestos.
56
PANTALEÓN PRIETO, “Comentario..., cit., pág. 1.037.
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Por otra parte, es preciso matizar igualmente si la venta en globo se efectuó con o
sin enumeración taxativa de sus elementos integrantes. El modelo legal parte de la base
de que, en el primer caso (venta sin enumeración taxativa de sus elementos), habría que
entender que el comprador adquiere algo (una masa de bienes y derechos sin
enumeración ni descripción de los mismos), que desconoce o, al menos, no conoce con
absoluta seguridad y si ello es así es debido a que tal fue la voluntad del comprador: esto
es, éste quiso comprar en esas condiciones, asumiendo el riesgo de que podía haber
diferencias, al alza o a la baja, respecto al valor real de la globalidad adquirida. Hay que
tener en cuenta que, del mismo modo que en la globalidad pueden existir bienes
defectuosos o viciados, o pueden surgir cargas o gravámenes insospechados o deudas
sorprendentes en el momento de la perfección del contrato, del mismo modo pueden
producirse ciertos incrementos también insospechados en el valor de alguno de esos
bienes que, indudablemente corresponderán al comprador57. No obstante, entendemos
que este criterio del legislador no se corresponde con la realidad sociológica que ha de
tenerse en cuenta a la hora de interpretar una determinada institución, en nuestro caso la
venta en globo sin enumeración, puesto que establece un modelo manifiestamente
injusto, en el que el comprador se encuentra en una posición de manifiesto desequilibrio
frente al comprador, por lo que la aparición de defectos ocultos, si hicieran inviable al
conjunto adquirido, debería determinar la resolución del contrato por manifiesto
incumplimiento del vendedor.
Aunque lo normal es que el comprador, al celebrar el contrato, esté seguro de la
composición de la globalidad y de estado de los bienes y elementos que la componen,
57
Nos estamos refiriendo no sólo a los frutos que generen los bienes la globalidad desde
la celebración del contrato hasta la entrega de esos bienes que integran el objeto del contrato, sino
en general a cualquier alteración provechosa de la masa. Piénsese, por ejemplo, en la venta de una
concesión minera o petrolífera, descubriéndose, tras la celebración del contrato y una vez
efectuadas las primeras prospecciones, que ésta contiene minerales de mayor calidad y valor que
los inicialmente previsto, o una cantidad de petróleo muy superior a la supuesta inicialmente.
Nadie discute que esos “incrementos” van a parar al comprador. En consecuencia, las partes deben
asumir también que el comprador asume el riesgo –salvo que las partes hayan pactado
expresamente otra cosa- de las consecuencias negativas o de las minusvaloraciones que puedan
darse en el contenido contractual. Si el comprador sólo asumiese los incrementos patrimoniales,
debiendo soportar el vendedor los deméritos o disminuciones patrimoniales que pudiesen afectar al
objeto del contrato, nos encontraríamos ante un evidente e injustificado desequilibrio en la
protección de uno y otro.
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especialmente si ha llevado a cabo una auditoría de la globalidad que ha adquirido,
pensando quizás que no corre ningún riesgo, ello no impide que, en determinadas
circunstancias, asuma la probabilidad de pérdida de algún bien o elemento de la
globalidad por los vicios o defectos de que pudiera adolecer, lo cual tiene su base en el
hecho de haber adquirido una pluralidad de bienes y derechos, por lo que el riesgo de
pérdida de alguno de ellos siempre será mayor que el riesgo propio de la compraventa
ordinaria de un único objeto, aunque sea por razones de mera probabilidad, salvo que el
comprador hubiese exigido al vendedor que se manifestase expresamente acerca del
buen estado o ausencia de defectos ocultos de esos bienes o elementos, elevando, en
consecuencia a la categoría de motivo causalizado o determinante de la celebración del
contrato esa ausencia de vicios. En definitiva, como bien ha señalado la doctrina, lo
único a tener en cuenta en este supuesto es la voluntad manifestada y exteriorizada por
el comprador, o mejor, por ambas partes realmente, de comprar y vender un objeto
(globalidad o universalidad) cuyos elementos componentes concretos pueden estar
indeterminados --en el caso de la venta en globo sin enumeración ni descripción de sus
elementos integrantes--, pudiendo variar su contenido al alza o a la baja en cantidad o en
calidad en relación a lo inicialmente previsto, de modo que, en tal caso, sólo habrá
responsabilidad del vendedor por la pérdida de elementos de la universalidad como
consecuencia de evicción o vicios que afecten a la “legitimidad del todo en general” de
la globalidad. No obstante, hemos de matizar, como ya hemos destacado a lo largo de
nuestra exposición, que este es el modelo legal que, lo reiteramos, nos parece injusto,
pues parte de la base no ajustada a la realidad de que, en la venta en globo sin
enumeración, el vendedor se encuentra en una situación de desventaja frente al
comprador, cuando lo cierto es que la realidad es la contraria, puesto que el vendedor,
salvo en contadísimas ocasiones, conocerá –o estará en condiciones de conocer-- el
estado real de los elementos que vende y la concurrencia en ellos de posibles vicios
jurídicos o materiales. Es más, consideramos, por tanto, que el vendedor siempre será
responsable, aún tratándose de la pérdida de elementos de valor poco significativo, si
ocultó dolosamente o no informó al comprador adecuadamente del estado real de la
globalidad, al no informarle previamente, en los tratos preliminares, o al haberle
proporcionado una información falsa o incompleta acerca de determinados extremos
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concernientes a ese objeto, de modo que el comprador, de haberlos conocido, no lo
habría adquirido o habría pagado por él un precio inferior58. Por supuesto, el vendedor
de la globalidad sin enumeración de sus componentes tendrá que responder del efectivo
valor de todos los bienes y elementos que la integran, en caso de pacto expreso59.
Consideramos, pues, que en este caso de venta en globo sin enumeración el
comprador no podrá aspirar a conseguir una reparación, ya que el artículo 1.532 C.c.
sólo prevé para este supuesto la responsabilidad del vendedor por la legitimidad del todo
en general, quedando limitada la responsabilidad por la evicción del todo o la mayor
parte al supuesto de venta en globo con enumeración taxativa de sus elementos
integrantes60. Es más, dada la relativa inconcrección del contenido de la globalidad y el
consiguiente nivel de incertidumbre voluntariamente asumido por el comprador,
consciente de la relativa indeterminación del objeto de esta venta, es lógico suponer,
teniendo en cuenta el carácter dispositivo de este precepto, que si el comprador hubiese
querido que el comprador respondiese de los vicios o defectos ocultos que pudieran
manifestarse en los bienes y derechos integrantes de la globalidad, lo lógico es que se
hubiese establecido la responsabilidad por tales vicios --salvo que el vendedor hubiese
impuesto unilateralmente sus condiciones generales al adquirente--, de lo que hemos de
concluir que la concepción del legislador al regular la venta en globo sin enumeración se
58
Ello no impide que consideremos que si la venta de en globo se realizó sin enumeración
de sus componentes, en tal caso resulta evidente que lo querido por el comprador es, ante todo, la
adquisición de una globalidad o universalidad (empresa, concesión administrativa, etc), siéndole
relativamente indiferente, o al menos no decisiva, la pérdida de alguno o varios de sus elementos
de menor valor ya sea por falta de titularidad o legitimidad del vendedor, ya sea por su mal estado,
ya que ello no frustra la finalidad última perseguida por el comprador: ocupar la posición del
vendedor, haciéndolo desde una perspectiva patrimonial, aunque posteriormente descubra que la
globalidad adquirida está integrada por un número menor de elementos que los inicialmente
previstos. En definitiva, nos parece justo que en la venta en globo sin enumeración, el comprador
asuma voluntariamente un mayor riesgo de pérdida de algún elemento menor del conjunto, siempre
que el valor de ese bien o derecho no sea significativo ni relevante para la totalidad, especialmente
desde una perspectiva funcional, salvo que expresamente se haya pactado en el contrato otra cosa,
y que la pérdida de ese bien o derecho no sea consecuencia de una ocultación dolosa de
información por parte del vendedor o fruto de un engaño deliberado de éste.
59
Este mismo argumento, en relación a la venta de herencia sin enumeración, lo
encontramos en GULLON BALLESTEROS, “La venta de herencia..., cit., págs. 377-379.
60
Cuestión distinta, que abordaremos seguidamente, es la de si el término ‘evicción’, a
que hace referencia el segundo inciso del art. 1.532 C.c. hay que entenderlo, en relación a esas
venta con enumeración taxativa de sus componentes, como genérico de ‘saneamiento’.
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basa en que la incertidumbre sobre el objeto del contrato es un factor decisivo, si las
partes no han acordado nada en contrario, de lo que hay que colegir que el legislador no
ha querido extender al vendedor la posible responsabilidad por el mal estado de los
bienes y elementos que integran el objeto contractual, que sólo se le podrá exigir si así
lo han querido expresamente las partes mediante las correspondientes manifestaciones y
garantías ofrecidas por el vendedor o mediante estipulación expresa en el clausulado del
contrato61. Otra cosa es que consideremos no acertada la postura del legislador, el cual
se limitó a transcribir un texto de GARCIA GOYENA, pensado para la venta de
universalidades poco complejas (un ganado, una heredad, globalidades de derechos de
crédito, etc.), que no podía prever, a mediados del siglo XIX, el ámbito objetivo de
aplicación de este precepto a ciertas realidades de gran complejidad (empresas,
concesiones administrativas, etc.), por lo que, ‘de lege ferenda’, sería aconsejable, a
nuestro juicio, que el legislador previese esta responsabilidad. No obstante, una
interpretación flexible del artículo 1.532 C.c., que tenga en cuenta el criterio sociológico
de ajuste a realidad social del momento actual y a las actuales necesidades del tráfico
jurídico, nos permite deducir que, incluso con la ley en la mano, se puede superar las
limitaciones de este precepto.
Lo dicho nos lleva a considerar que la aparición de vicios o defectos ocultos en los
bienes y derechos que conforman la masa vendida carece de trascendencia jurídica para
nuestro legislador, salvo que las partes hubiesen previsto su exigibilidad, adoptando
algún tipo de medida en el contrato para hacer frente a esta posible eventualidad, ya que,
a falta de pacto, habrá que presumir que las partes han querido asumir voluntariamente
los riesgos derivados de lo incremento o disminución del valor o de la composición
patrimonial del objeto del contrato. El legislador, por tanto, parte de la base de que el
descubrimiento posterior a la celebración de la venta de vicios o defectos que
61
Como afirma RUIZ-RICO RUIZ (op. cit., pág. 283), en relación a la venta de herencia
sin enumeración, lo que trasladamos, ‘mutatis mutandi’, a la venta en globo sin dicha enumeración,
nuestro legislador trata de separar esta modalidad de venta de la compraventa ordinaria de varios
objetos, en la que el vendedor responde de los vicios y defectos de todos y cada uno de ellos, si
bien concibe la venta en globo como un negocio “de riesgo”, ya que si el legislador hubiese
querido otra cosa, hubiese previsto expresamente una responsabilidad del vendedor por vicios
ocultos que afectasen a la totalidad o mayor parte de los bienes integrantes de la masa, del mismo
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disminuyen el valor del conjunto de la globalidad no conllevará la responsabilidad del
vendedor, lo que se hace extensivo a los casos de evicción en estos supuestos de venta
en globo sin enumeración, dado que esa responsabilidad sólo será exigible en aquellas
ventas de globalidades de bienes y derechos en que las partes hayan llevado a cabo una
enumeración e inventario riguroso y exhaustivo de sus elementos integrantes. Solución
ésta que no tiene en cuenta la realidad social de un vendedor que conoce realmente la
situación real de los bienes y derechos que vende, por lo que no se encuentra en una
posición de inferioridad frente al comprador --más bien al contrario--, por lo que la
solución dada por el legislador a la venta en globo es evidentemente anacrónica y
desfasada, al tiempo que parte de una premisa errónea o falsa de una pretendida
inferioridad del vendedor al que proporciona una especial protección jurídica, colocando
al comprador en una posición de inferioridad frente a éste, pareciendo que el legislador
parte de la premisa de que el comprador trata de compensar su relativa incertidumbre
respecto a la composición y estado de los bienes de la totalidad pagando un precio
inferior al de su valor real, lo que no tiene por qué ocurrir necesariamente en la práctica.
Lo que sí es evidente en relación a la venta en globo sin enumeración exhaustiva
de sus componentes es que será siempre exigible la responsabilidad del vendedor por
vicios o defectos ocultos que afectan a los elementos de la masa en dos supuestos: en
primer lugar, cuando así lo hayan previsto y acordado expresamente las partes, bien en
las Bases de Compra, bien en el propio contrato; y en segundo lugar, cuando el
vendedor, al proporcionar al comprador la necesaria información en la fase de los tratos
preliminares, o bien cuando haya comprometido con el comprador mediante las
correspondientes manifestaciones, haya falseado la realidad de la cosa vendida, bien
ocultando datos trascendentes para el comprador, bien mediante maquinaciones
engañosas, haciendo creer al comprador que el bien posee cualidades de las que carece.
El problema se agudiza respecto a la venta en globo con enumeración taxativa de
los elementos integrantes de la globalidad que se transmite, ya que en tal caso el
vendedor se compromete a transmitir un determinado número de bienes y derechos.
modo que admite la responsabilidad de éste en caso de evicción. Cuestión distinta es lo acertado de
esta decisión del legislador.
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Como ya tuvimos ocasión de comentar al analizar la relación de la venta en globo y la
venta de herencia, cuando se vende un grupo de bienes y/o derechos con enumeración
taxativa de sus componentes (incluyendo una masa hereditaria con dicha enumeración,
que, como vimos, queda sometida al régimen del artículo 1.532 C.c.), en tal caso sí es
posible pensar que el legislador quiere imponer al vendedor una mayor responsabilidad
en caso de pérdida de algunos de estos bienes. No se trata, evidentemente, de una
responsabilidad individualizada por la pérdida de todos y cada uno de los elementos
integrantes, pero sí de una responsabilidad que afecte a varios de esos bienes (o, incluso,
a uno solo de ellos, siempre que su valor sea especialmente significativo en relación al
todo o cuando no se hubiera celebrado el contrato de conocer ese vicio, aunque el valor
de bien perdido no sea superior al ‘cincuenta por ciento’ del valor del conjunto). Ese es
precisamente el régimen atenuado de responsabilidad que consagra el artículo 1.532
C.c., más severo, sin duda, que el establecido para la venta en globo sin enumeración,
pero mucho más atemperado que el previsto por el Código en la compraventa normal u
ordinaria de uno o de varios bienes, en la que se prevé una responsabilidad
individualizada (tanto por evicción como por vicios y gravámenes ocultos), por la
pérdida de cualquiera de éstos, siendo indiferente cuál sea su valor. El factor de
cohesión del objeto contractual traerá consigo esa consecuencia, esto es, la no
responsabilidad por vicios en bienes o derechos concretos, salvo cuando afectan
sustancialmente al valor del conjunto. El artículo 1.532 C.c. modera la responsabilidad
del vendedor al considerar que en esta venta el comprador, al celebrar el contrato, no
está comprando varias individualidades, sino un conjunto de determinados bienes o
derechos, cuyo contenido se ha descrito y enumerado taxativamente, por lo que, salvo
pacto en contrario, el vendedor sólo asumiría la obligación de garantizar su titularidad
sobre el conjunto o, como mínimo, sobre la mayor parte (ya que en caso contrario se
frustraría para el comprador el fin perseguido con la celebración del contrato, al no
coincidir el objeto comprado con lo realmente recibido, en el caso de ser éste mucho
menor de lo que se creía). En este caso de pérdida de la “mayor parte”, el vendedor sí
deberá responder, aun cuando hubiese obrado de buena fe por desconocer la realidad de
los elementos vendidos, siendo responsable por su ignorancia siempre y cuando la
divergencia entre lo vendido y lo adquirido por el comprador sea realmente sustancial,
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entendiéndose por tal, lo reiteramos, la diferencia de valor que afectase, al menos, al
cincuenta por ciento del valor de lo vendido.
Ahora bien, el artículo 1.532 C.c. parece limitar esta responsabilidad del vendedor
por la pérdida de la totalidad o la mayor parte de los bienes y derechos que integran la
masa sólo a aquellos supuestos en los que la pérdida de éstos es consecuencia de la falta
de titularidad del vendedor, esto es, cuando tiene su origen en la evicción. La cuestión a
dilucidar es la relativa a si, en este tipo de venta con enumeración de elementos, es
exigible también la responsabilidad del vendedor por el mal estado de esos elementos,
que los haga impropios para el uso pactado o para el uso normal. Ya tuvimos ocasión de
comentar que, en estas ventas con enumeración taxativa se aplicará un régimen de
mayor responsabilidad del vendedor que en los casos en que no se haya llevado a cabo
esa enumeración, dado que, al enumerar y describir el vendedor tales elementos, asume
voluntariamente una mayor carga de responsabilidad frente al comprador. En el
supuesto de venta en globo sin enumeración, el vendedor sólo se compromete a
transmitir una globalidad (empresa, concesión administrativa, una explotación agrícola,
etc.), y el objeto vendido será empresa, concesión administrativa..., aun cuando se pierda
alguno o varios de sus elementos, siempre y cuando los restantes constituyan realmente
la empresa, concesión...; de ahí que, en tal caso, el vendedor sólo deba responder de la
legitimidad del todo en general. En cambio, la enumeración taxativa o casi taxativa de
los bienes, derechos y obligaciones que integran la masa comporta para el vendedor un
incremento de responsabilidad, ya que éste, además de vender una globalidad, está
asumiendo un cierto compromiso frente al comprador en relación a su composición. Es
evidente que la realización de un inventario en el que se enumeren y describan los
elementos de la globalidad no es de por sí garantía suficiente de la titularidad o del
estado de los bienes descritos, salvo que así se hubiere previsto expresamente por las
partes en el contrato, pero sí supone un cierto compromiso asumido por el vendedor que
le hace ir más allá que en la simple venta en globo sin enumeración. Ello justifica, en
nuestra opinión, la exigencia de un nivel de responsabilidad más amplio que el previsto
en el inciso primero del artículo 1.532 C.c., si bien esa responsabilidad no deberá
extenderse a la pérdida individualizada de cada uno de los bienes integrantes de la masa,
porque el objeto contractual verdaderamente querido era el conjunto y no los bienes y
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derechos concretos, incluso enumerados. Sería, pues, una responsabilidad a mitad de
camino entre la prevista en el inciso primero del artículo 1.532 (legitimidad del todo en
general) para la venta en globo sin enumeración y la propia de la compraventa ordinaria.
Este nivel intermedio de responsabilidad se encuentra establecido por el legislador
precisamente en el inciso segundo del artículo 1.532 C.c.
Ahora bien, lo manifestado hasta este momento no nos aclara si la voluntad del
legislador fue la de incluir en este régimen de responsabilidad del vendedor la derivada
del saneamiento por los vicios o defectos ocultos de esos elementos enumerados y
descritos, o si, por el contrario, esa responsabilidad quedaba reducida al saneamiento
por la evicción que afectase a la totalidad o a la mayor parte de esos elementos, criterio
éste último que se deriva de la propia literalidad del precepto. En principio, y siguiendo
un criterio hermenéutico estrictamente literal de la norma, habría que considerar que si
el legislador no quiso incorporar en ella tal responsabilidad por vicios o defectos, la cual
sólo sería exigible, dado el carácter dispositivo del precepto, si así lo disponía la expresa
voluntad de las partes. Pero, frente a este argumento basado exclusivamente en una
interpretación estrictamente literal de la norma, se han alzado voces, como hemos tenido
ocasión de ver con anterioridad, partidarias de extender por vía analógica esta
responsabilidad al vendedor, si bien admitiendo el mismo límite cuantitativo que el
previsto en relación a la evicción, de manera que sólo sería exigible cuando los vicios o
defectos afectasen a la totalidad o a la mayor parte de los bienes y elementos integrantes
del conjunto62. Este criterio ha sido seguido por la legislación mercantil, en concreto,
por las nuevas Leyes de Sociedades Anónimas y de Sociedades de Responsabilidad
Limitada, en relación a la aportación de empresa a sociedad, hasta el punto de que el
artículo 39.3º del actual texto Refundido de la L.S.A. de 1.989 (así como el actual art.
8.3º L.S.R.L.) extiende la responsabilidad del aportante de empresa a sociedad “al
saneamiento de su conjunto si el vicio o la evicción afectasen a la totalidad o a alguno
de los elementos esenciales para su normal explotación”, haciendo extensiva esa
responsabilidad al “saneamiento individualizado de aquellos elementos de la empresa
62
PANTALEÓN PRIETO, op. et loc. cits.
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aportada que sean de importancia por su valor patrimonial”63. A nuestro juicio, este
modelo particular puede servir para apoyar la necesaria reinterpretación del artículo
1.532, que, como reiteramos continuamente, nos parece desfasado y poco razonable
conforme a la realidad social actual. Por otra parte, los argumentos que podrían darse en
contra de la exigibilidad de responsabilidad por vicios ocultos en esta modalidad de
venta ceden ante la realidad sociológica, pues no hay que olvidar que la redacción dada
al artículo 1.532 C.c. tiene su origen en el Proyecto de Código isabelino de 1.85164, por
lo que, a nuestro juicio, también el criterio sociológico de interpretación de la norma
permite extender por analogía la responsabilidad del vendedor a los vicios o defectos
ocultos que afecte a la totalidad o mayor parte de los elementos integrantes del conjunto.
No hay que olvidar, por último, que el nivel de incertidumbre de la venta en globo con
enumeración taxativa de componentes queda sustancialmente reducido, lo que limita
necesariamente el riesgo que ha de asumir el comprador que quiere que se le vendan
63
Cfr. los arts. 31 LSA de 1.951, que establecía en su párrafo final que “Si se aportase
una empresa o establecimiento mercantil o industrial, se aplicará a la transmisión el artículo
1.532 del código Civil” y el art. 39. 3º de la actual Texto Refundido de la LSA de 1.989, que
establece que “Si se aportare una empresa o establecimiento, el aportante quedará obligado al
saneamiento de su conjunto si el vicio o la evicción afectasen a la totalidad o a alguno de los
elementos esenciales para su normal explotación. Procederá también el saneamiento
individualizado de aquellos elementos de la empresa aportada que sean de importancia por su
valor patrimonial”. Igualmente, el art. 8.3º LSRL de 1.953 reproducía literalmente el art. 31 LSA,
para ser modificado en la actual LSRL de 1.995, cuyo art. 20. 2º que establece que “Será de
aplicación a las aportaciones no dinerarias lo dispuesto en el artículo 39 de la Ley de Sociedades
Anónimas” (se refiere a la LSA de 1.989), suprimiendo ya toda mención al art. 1.532 C.c.
64
En efecto, la España de mediados del siglo XIX se basaba en una economía
básicamente agrícola y ganadera, en el marco de un modo de producción semifeudal y con escaso
desarrollo industrial e inexistencia de empresas en su sentido actual de organización tendente a la
realización de una determinada actividad productiva y a la obtención de beneficios o ganancias. De
ahí que GARCIA GOYENA, al redactar el artículo 1.463 del Proyecto, estuviese pensando
posiblemente en la venta de rebaños o heredades agrícolas con sus aperos, utensilios, ganados,
etcétera, en los que la pérdida, por vicios o defectos ocultos, de alguna cabeza de ganado o de
algún utensilio de labranza era realmente indiferente, estando preocupado exclusivamente el
legislador por garantizar al comprador la titularidad del vendedor de los bienes transferidos. La
realidad sociológica actual es bien diversa, debiendo tenerse en cuenta la existencia de ciertas
realidades (empresas, concesiones administrativas, etcétera), en las que la pérdida o inutilidad de
alguno de sus elementos puede frustrar la finalidad perseguida por el comprador con ese contrato,
hasta el punto de que el comprador puede perseguir realmente, al adquirir la globalidad, la
adquisición de ese elemento concreto (piénsese, v. gr., en la adquisición de una empresa por otro
empresario que persigue, realmente, la adquisición de una determinada patente de invención o de
una específica marca que son explotadas por la empresa adquirida), por lo que la pérdida de ese
elemento puede frustrar el interés del comprador de la empresa.
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determinados bienes y derechos englobados en un conjunto y que se transfieren como un
sólo objeto contractual.
Todos estos factores nos llevan a considerar que el vendedor de universalidades
con enumeración taxativa de sus elementos integrantes responde también, por vía
analógica, de los vicios o defectos que afecten a la totalidad o mayor parte de sus
elementos integrantes -salvo que las partes pacten expresamente una moderación o, por
el contrario, una ampliación del alcance de esa responsabilidad-, y siempre que esos
vicios afecten a bienes o elementos expresamente contenidos y descritos en esa
enumeración o inventario65. Ahora bien, dejando claro que esta responsabilidad será
exigible exclusivamente en las ventas en globo con enumeración taxativa de elementos,
no así en las ventas en globo sin enumeración o con enumeración meramente
ejemplificativa, la analogía entra en juego ya que existe similitud o semejanza en los
supuestos de evicción y vicios ocultos, que realmente son dos manifestaciones de un
mismo fenómeno, pues la evicción no es otra cosa que vicio o defecto jurídico, frente a
los otros vicios que lo son materiales. Observamos también la identidad de razón como
requisito necesario para la aplicación analógica del artículo 1.532 C.c a los vicios y
defectos (materiales) ocultos, ya que la ‘ratio legis’ del precepto persigue, en definitiva,
evitar que el comprador se vea perjudicado en más de la mitad del valor de la globalidad
adquirida, con independencia de que el perjuicio provenga de un defecto en la
titularidad del bien, no perteneciente al vendedor, de manera que el legítimo titular del
objeto lo reclama judicialmente y lo recupera con la consiguiente privación del
comprador, o que el perjuicio tenga su origen en un defecto material de la cosa que la
hace inútil para el uso de la cosa que había presupuesto el comprador en el propio
contrato. En definitiva, la utilización de diversos criterios hermenéuticos del precepto
(sistemático, sociológico, teleológico), nos lleva a considerar atinada la doctrina que
extiende, por analogía, el supuesto del artículo 1.532 a los vicios o defectos ocultos de
los elementos de la globalidad, con los mismos límites cuantitativos, pero sólo en
relación a la venta en globo con enumeración exhaustiva de sus componentes.
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Ahora bien, es preciso poner de manifiesto que la doctrina española suele tener en
cuenta, en los supuestos en que el comprador adquiere una cosa defectuosa, que le
impide satisfacer sus necesidades (como consecuencia de adolecer la cosa de vicios o
defectos o ser de diferente calidad de la esperada o se trata de una cosa distinta de la
pactada), si la compraventa celebrada tenía por objeto cosas genéricas o específicas,
dependiendo de ello la aplicación de diferentes remedios. Esta distinción tiene especial
importancia en la venta en globo, en la que frecuentemente los elementos integrantes de
la globalidad no suelen estar especificados, lo que ocurre, por ejemplo, en la venta de
mercancías, productos, etc.66. La doctrina mayoritaria entiende que si la compraventa es
específica y el vendedor nada aseguró sobre las cualidades de la cosa, la aparición de un
vicio o defecto oculto facultará al comprador para ejercitar las acciones edilicias del
artículo 1.486.1º C.c., pudiendo resolver el contrato (acción redhibitoria) o rebajar el
precio pactado, según estimación de peritos. El problema que se plantea es la brevedad
del plazo de ejercicio de estas acciones, seis meses contados desde a entrega material de
la cosa (cfr. art. 1.490 C.c.), plazo que, según la doctrina mayoritaria es de caducidad67.
Por el contrario, en la compraventa de cosa genérica, el vendedor debe entregar una cosa
que reúna las cualidades del género pactado, de modo que el comprador estará facultado
a rechazar la cosa ofrecida en pago si ésta no se ajusta al género pactado y la venta aún
no se especificó, al no haberse entregado aún la cosa (cfr. art. 1.166 C.c.), pudiendo el
comprador, además, optar por exigir al comprador el cumplimiento de la obligación o
resolver el contrato, siempre que el incumplimiento, en este último caso, haya sido
65
Entendiendo por mayor parte el valor del bien en relación al conjunto, de manera que el
vicio o defecto puede afectar a un sólo bien cuyo valor supere, en más de la mitad, al del valor del
conjunto de la globalidad.
66
No queremos decir con ello que en la venta en globo sin enumeración el hecho de que
no se especifiquen los elementos de la masa los convierta necesariamente en cosas genéricas,
puesto que pueden ser cosas específicas, si bien no conocidas con precisión en su totalidad. Nos
estamos refiriendo al hecho de que, con frecuencia, algunos de los elementos integrantes del
conjuntos suelen ser cosas genéricas, lo que no impide que en la globalidad pueda haber cosas o
bienes específicos; incluso, que esté integrada exclusivamente por bienes específicos.
67
Vid., FENOY PICON, Falta de conformidad e incumplimiento en la compraventa.
(Evolución del ordenamiento español), Madrid, 1.996, págs. 1 y ss., que ha puesto de manifiesto
que la brevedad de este plazo se justifica en que el régimen del saneamiento por los vicios opera
incluso si el vendedor era de buena fe, esto es, si ignoraba su existencia, de modo que la existencia
del vicio es un riesgo de la contratación que, en el contrato de compraventa, se atribuye al
vendedor durante un plazo de seis meses, trasladándose, después, al comprador.
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grave, atendiendo a la economía del contrato (art. 1.124.2º C.c.), acciones todas ellas
con un plazo de prescripción de quince años (art. 1.964 C.c.)68.
La consecuencia básica de la distinción entre ambos modelos de compraventa es
que cada uno de ellos tiene su propio régimen jurídico, peculiar en aspectos concretos.
En la compraventa específica, el vendedor debe entregar la concreta cosa pactada en el
estado cualitativo existente en el momento de celebración o perfección del contrato
(artículo 1.468 C.c., de manera que el vendedor incumple si no entrega la cosa o la
entrega en un estado cualitativo diferente del que poseía en momento de perfección del
contrato. Ante este incumplimiento el comprador puede, en primer lugar, rechazar la
cosa ofrecida en pago (ex artículo 1.166 C.c.). además de poder rechazar la cosa, el
comprador dispone de una serie de remedios generales, como son la acción de
cumplimiento (artículo 1.096.1º C.c.), la resolutoria (artículo 1.124 Cc.) y la de
indemnización por daños y perjuicios (artículo 1.101 C.c.). El vendedor cumple si
entrega la cosa debida en el estado en que se encontraba al tiempo de celebración del
contrato, lo que no impide que, estando ya la cosa en poder y posesión del comprador,
pueda éste descubrir la existencia de ciertas anomalías cualitativas en ella, de la que no
pudo apercibirse cuando la examinó con la debida diligencia. Aquí es donde surge el
dilema, ya que el comprador pretenderá que el vendedor asuma el riesgo del carácter
defectuoso de la cosa, mientras que éste último pretenderá que lo asuma el comprador:
en este conflicto, el Código opta a favor del comprador, poniendo a su disposición las
acciones edilicias, pero estableciendo un escaso periodo de tiempo para ejercitarlas, ya
que el artículo 1.490 reduce el plazo (de caducidad) a seis meses contados desde el
momento de la entrega material de la cosa. En cambio, en la compraventa de cosa
genérica, ésta impone al vendedor la entrega de una cosa que reúna las características
propias del género al que pertenece, delimitado en el contrato, de lo que se deduce que
el vendedor incumple si ofrece en pago una cosa que carece de alguna de estas
68
En este punto hay que aclarar que una compraventa es específica cuando el comprador
y el vendedor han pactado que sea una cosa concreta la que se enajena, siendo genérica cuando el
objeto se determina por su pertenencia a un conjunto de cosas que las partes consideran que tienen
una serie de cualidades comunes (en tal sentido, DIEZ-PICAZO y GULLON BALLESTEROS,
Sistema..., vol. 2º, cit., pág. 284; RIVERO HERNÁNDEZ, en Lacruz y otros, Elementos de
Derecho Civil, IIº, vol. 3º, 2ª edc., Barcelona, 1.986, págs. 22-23; FENOY PICON, op. cit., págs.
70-72; ORTI VALLEJO, La protección..., cit., págs. 88-95).
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características o cualidades del género, en cuyo caso, el comprador puede, como en el
caso anterior, rechazar la cosa o ejercitar las acciones de cumplimiento, resolutoria o de
indemnización por los daños y perjuicios. Si la cosa reúne las cualidades del género, el
comprador no estará facultado a rechazarla y si así lo hiciere estaría facultado el
vendedor para consignarla, quedando liberado (artículos 1.176 y 1.180 Cc.)69.
Hemos de constatar que, recientemente, se está produciendo un cambio de criterio
en la distinción entre cosas genéricas y específicas en relación a la exclusión de las
reglas del incumplimiento respecto a la venta de cosas específicas. ORTI VALLEJO, en
su reciente obra sobre el tema70, considera superados los criterios de distinción entre
cosas genéricas y específicas a esos efectos. Así, pone de manifiesto que, frente al
argumento de que la venta de cosa específica supone que el consentimiento del
69
En nuestro ordenamiento jurídico podemos considerar a BERCOVITZ RODRÍGUEZCANO como el primer autor que claramente destaca la necesidad de distinguir entre compraventa
genérica y específica a propósito a la entrega de cosas con vicios o defectos, diciendo al respecto
que “la distinción no admite un tratamiento unitario, sino que requiere un estudio separado de las
compraventas de cosas genéricas y específicas (“La naturaleza de las acciones redhibitoria y
estimatoria en la compraventa”, A.D.C., 1.969, pág. 778). A partir de 1.980, los pronunciamientos
en este sentido son abundantes. Así, MORALES MORENO, “El alcance protector..., cit., pág. 592,
dice: “Forzoso es separar el tratamiento del problema en la venta específica y genérica... Las
normas del saneamiento por vicios ocultos del Código civil se adaptan, como en sus orígenes
romanos, , a la compraventa de cosa específica, e incluso, casi siempre, conocida del comprador
al contratar”. Tras estos dos autores se generaliza en la doctrina civil especializada el diferenciar
entre ambas modalidades de compraventa para determinar el régimen aplicable, cuando la cosa
entregada presenta defectos o vicios. Así, por ejemplo, ORTI VALLEJO, La protección..., cit.,
págs. 25; LLACER MATACAS, El saneamiento por vicios..., cit., pág. 157 y prácticamente todo
el Capítulo 4º: “para abordar la incuestionable proximidad entre el saneamiento y el
incumplimiento, es necesario diferenciar entre compraventa de cosa genérica y de cosa
específica”. PASQUAU LIAÑO, “La indeterminación del cuadro de acciones protectoras del
adquirente de bienes de consumo”, Actualidad civil, 1.990-2, marginal 421, mantiene que “el
camino correcto parte, por el contrario, de la distinción entre dos tipos de compraventa: la
compraventa de cosas específicas y determinadas, a las que se aplicaría siempre la normativa
edilicia, y la compraventa de cosa genérica, no regulada por la misma”. FENOY PICON, op. cit.,
pág. 74, destaca al respecto que en la compraventa de cosa específica, el Código tiene en cuenta
que, aunque el vendedor cumpla con su deber de custodiar y entregar la cosa, ello no impide que
entre en juego el interés del comprador, que puede quedar insatisfecho, lo que resuelve el código
poniendo a su disposición el saneamiento por vicios o defectos ocultos (arts. 1.484 y ss. C.c.). En
cambio, en la compraventa de cosa genérica, antes de la especificación, sólo cabe admitir que el
vendedor ha cumplido, si ha entregado la cosa conforme al contrato. Si la cosa presenta anomalías,
éstas deberán ser solucionadas en base a los remedios propios del incumplimiento, hasta el
momento en que tenga lugar la especificación, a partir del cual la cosa genérica se transforma en
específica, entrando en juego, a partir de ese momento, las acciones edilicias. Junto a esta
afirmación, es opinión general de nuestra doctrina que el saneamiento por vicios ocultos y las
acciones edilicias sólo tienen sentido en la compraventa específica.
70
Vid. ORTI VALLEJO, Los defectos..., cit., págs. 21-25
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comprador recaiga sobre la cosa concreta objeto del contrato, de manera que ha de
existir una total coincidencia entre la cosa transmitida y la debida por el vendedor.
Frente a la distinción tradicional, considera que la voluntad real del comprador es ver
satisfecho su interés en que la cosa vendida reúna las cualidades y expectativas objetivas
esperadas, siendo responsable el vendedor en caso de que ese interés se frustre,
respondiendo por saneamiento, si la cosa es específica o por incumplimiento, si es
genérica. La existencia de defectos en la cosa genérica no supone que el comprador
pueda negarse a tolerarlos, lo que no ocurriría en caso de ser específica, por lo que
concluye que no debe establecerse distinción entre la venta de cosa genérica o
específica. La Directiva 1.999/44/CE parece superar esta distinción a los efectos de
determinación de la responsabilidad del vendedor, y ello puede hacer suponer que, en un
futuro, se superará la distinción vigente en relación a la regulación que el Código civil
hace de la compraventa, pero lo cierto es que, de ‘lege lata’ esta distinción se mantiene
n nuestro ordenamiento.
En relación a lo anteriormente expuesto, hemos de poner de manifiesto que los
plazos de caducidad establecidos por nuestro legislador respecto a las acciones edilicias
se muestra manifiestamente insuficiente en relación a la venta en globo, lo que es
especialmente llamativo en el caso de venta de empresas. Ello explica que en otros
Ordenamientos se tienda a ampliar los plazos de reclamación por vicios. Recientemente,
la Reforma parcial del B.G.B. de 1 de enero de 2.002, ha venido a ampliar
considerablemente el plazo de seis meses que establecía el parágrafo 477 a dos años
para reclamar responsabilidades al comprador (cfr. el nuevo & 438 B.G.B.), siguiendo
las directrices de la Directiva 1.999/44/CE de 25 de mayo de 1.999, sobre determinados
aspectos de la venta y la garantía de los bienes de consumo71. De hecho, esta Directiva,
aun no transpuesta en nuestro Ordenamiento, prevé (art. 5.1º), tras consagrar dicho
plazo con carácter general, que si con arreglo a la legislación nacional, los derechos que
la propia norma reconoce al comprador están sujetos a otros plazos diferentes, éstos no
71
Vid. ALBIEZ DOHRMANN, “Un nuevo Derecho de Obligaciones. La Reforma 2002
del BGB”, en Anuario de Derecho Civil, Tomo LV, julio-septiembre de 2.002, pág. 1.208, que
destaca que esa ampliación del plazo supone un claro avance en la protección del comprador ante
la brevedad del plazo previsto por el antiguo par. 477
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podrán ser nunca inferiores a los dos años. Es evidente que el tratamiento que la
legislación comunitaria da a los plazos de garantía deben ser incorporados lo antes
posible a nuestra legislación72. Por su parte, la Convención de Viena, de Naciones
Unidas, sobre contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías, de 11 de abril de
1.98073, admite claramente un único supuesto que agrupa las diferentes manifestaciones
de anomalías cualitativas, recogido en el artículo 35, que trata de la no conformidad74.
Asimismo, la Convención de Viena se caracteriza por ofrecer un amplio abanico de
remedios al comprador, con los que reaccionar ante la entrega de mercancías “no
conformes”. En tal sentido, puede admitirse que la Convención puede tener algún
interés, en relación a la venta en globo, cuando se trate de la venta de una pluralidad de
mercaderías (o masas de bienes), aunque puede resultar dudoso que entren dentro del
ámbito del artículo 1.532 C.c.75. Realmente, valorando este Convenio con los remedios
72
El Proyecto de Ley de Garantías en la venta de bienes de Consumo (publicado en el
Boletín Oficial de las Cortes -- Congreso de los Diputados--, en fecha 31 de octubre de 2.002),
acoge este plazo de dos años (art.9.1º), si bien circunscrita a la protección de consumidores, y no
con carácter general como hace el B.G.B.
73
Como es sabido, la Convención fue ratificada por el Estado español el 30 de julio de
1.990, fecha del instrumento de adhesión, publicándose en el B.O.E. español el 30 de enero de
1.991. En relación a las mercaderías, que constituyen el objeto de esta compraventa, hay que hacer
ciertas matizaciones.
74
El apartado primero de este artículo afirma que el vendedor tiene que entregar las
mercancías, según lo estipulado. El apartado segundo desarrolla esa regla; dice que las mercancías
deben ser aptas para los usos a que normalmente se destinan (a), o para aquél especialmente
pactado, salvo que el comprador no confiase o no fuere razonable que confiara en el vendedor (b);
si hubo muestra o modelo, las mercancías entregadas han de ajustarse a ellas (c); finalmente, las
mercancías deben in adecuadamente embaladas (d). Vid. el Comentario a este artículo de
MORALES MORENO, en A.A.V.V., La compraventa Internacional de Mercaderías. Comentario
a la Convención de Viena (Director y Coordinador, DIEZ-PICAZO Y PONCE DE LEON), págs.
286-312, Madrid, 1.998.
75
En relación a las mercaderías, que constituyen el objeto de esta compraventa, hay que
hacer ciertas matizaciones. MEDINA DE LEMUS (Contratos de Comercio Exterior, Madrid,
1.998, págs. 101-103) ha destacado que el concepto de ‘mercaderías’ requiere matizaciones, pese a
la aparente claridad del art. 1.1º C.V., pues, si bien el término parece indicar que estamos
exclusivamente ante una venta mercantil, lo cierto es que el art. 1.3º C.V. señala que no se tendrá
en cuenta el carácter civil o mercantil de las partes del contrato, a efectos de aplicación de la
Convención. Según el análisis que hace el autor, deben excluirse de tal concepto los inmuebles (en
cambio, si admite la inclusión de los muebles corporales -v. gr., cosechas- generados por un
inmueble). Por su parte, el art. 2 C.V. excluye del ámbito de esta norma los valores mobiliarios,
títulos o efectos de comercio y dinero, ya que se trata de bienes que son objeto de regulación
imperativa por los propios ordenamientos nacionales. También se axcluyen los bienes que se
adquieren para el “uso personal, familiar o doméstico”, con lo que la Convención está excluyendo
el sector completo de la venta de consumo.
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que ofrece nuestro Código civil, ese conjunto de remedios parece ser el resultado de
sumar las acciones generales de incumplimiento más las edilicias. en definitiva, la
Convención de Viena lleva a cabo una unificación de los remedios76. Por otra parte, la
Convención de Viena gradúa los diferentes remedios según la gravedad de la “no
conformidad” (incumplimiento). Aquí juega un papel relevante el concepto de
“incumplimiento esencial”, que es el que causa tal perjuicio que priva al comprador de
aquello a lo que tenía derecho (art. 25 C.V.)77. Ante una “no conformidad” el comprador
puede ejercitar la acción de cumplimiento. En todo caso, ésta consiste en la reparación
de las mercancías, y sólo, si el incumplimiento es esencial, podrá consistir en la
sustitución de las mercancías (art. 46 C.V.). Pero el comprador puede optar también por
la resolución de la compraventa, tratándose de incumplimiento esencial (art. 49).
Asimismo puede elegir ejercitar la acción de reducción del precio, que no se condiciona
a que el incumplimiento sea esencial, fijándose la rebaja del precio en proporción a la
diferencia de valor que haya entre el valor de la mercancía en el momento de la entrega
y el que ésta tendría en el mismo momento si hubiera sido conforme al contrato (art. 50
C.V.). Finalmente, el comprador dispone de una acción de indemnización por los daños
sufridos (arts. 74 y ss. C.V.). además, el comprador tiene la carga de denunciar al
vendedor la falta de conformidad de las mercancías en un plazo razonable, computado
desde su descubrimiento, o desde el momento en que hubiera debido descubrirlo (art.
39.1º C.V.), si bien ese plazo no podrá exceder de dos años, contados desde la entrega
efectiva (art. 39.2 C.V.).
76
Sobre el examen de la mercancía, denuncia de los defectos y funcionamiento de los
diversos remedios: MORALLES MORENO, “Comentario a los artículos 38, 39 y 40 C.V.”, en
A.A.V.V., La compraventa internacional..., cit., págs. 325-355; MIQUEL GONZALEZ,
“Comentario al art. 44 C.V.”, en A.A.V.V., La compraventa Internacional..., cit., págs. 398-405;
LOPEZ Y LOPEZ, “Comentario a los arts. 45 a 50 C.V.” en A.A.V.V., La compraventa
Internacional..., cit., págs. 405-455; PANTALEON PRIETO, “Comentario al art. 74 C.V.”, en
A.A.V.V., La compraventa Internacional..., cit., págs. 579-609; SALVADOR CODERCH,
“Comentario a los arts. 79 y 80 C.V.”, en A.A.V.V., La compraventa..., cit., págs. 635-659.
77
El art. 25 C.V. dice: “El incumplimiento del contrato por una de las partes será
esencial cuando cause a la otra parte un perjuicio tal que la prive sustancialmente de lo que tenía
derecho a esperar en virtud del contrato, salvo que la parte que ha incumplido no haya previsto
tal resultado y que una persona razonable de la misma condición no lo hubiera previsto en igual
situación”. Vid., CABANILLAS SANCHEZ, “Comentario al art. 25 C.V.”, en A.A.V.V., La
compraventa Internacional..., cit., págs. 211-222.
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La Convención de Viena ha sido objeto de alabanzas por parte de la doctrina,
considerándose como un modelo que resuelve adecuadamente los problemas que origina
la entrega de una cosa con vicios o anomalías cualitativas, por lo que se ha llegado a
propugnar que sirva de modelo a una posible reforma futura de la normativa reguladora
de la compraventa de tráfico interno78. En definitiva, este modelo de compraventa que
establece un solo tipo de anomalías y un cuadro ordenado de remedios supera, sin duda,
los estrechos límites del nuestro. Lo mismo cabría afirmar de la Directiva 1.999/44/CE,
del Parlamento Europeo, sobre determinados aspectos de la venta y las garantías de los
bienes de consumo, que amplía el abanico de acciones de que dispone el consumidor79,
norma ésta que ha inspirado la nueva regulación dada por el B.G.B. al tema de los vicios
en la compraventa ordinaria, tras la Reforma de 2002. Se regula con precisión las
consecuencia derivadas de la existencia de vicios en la cosa comprada (cfr. & & 434,
439, 440 y 441), si bien esta nueva regulación no sigue literalmente las directrices
marcadas por la Directiva, que destaca como principales medios de defensa del
consumidor la reparación o la sustitución de la cosa. Por otra parte, el nuevo sistema de
garantías establecidos por la Reforma del B.G.B.es la práctica desaparición de la
distinción entre cosas genéricas y específicas, concediendo al comprador, en caso de
vicio, el derecho a pedir el cumplimiento posterior (Nacherfüllung) o la resolución
(Rücktritt) del contrato, derechos ambos que el B.G.B. admite novedosamente, junto a
78
En esta línea se sitúa PANTALEON PRIETO, “El sistema de responsabilidad
contractual. (Materiales para un debate)”, A.D.C., 1.991, pág. 1.050, al afirmar: “Como bien
demuestran los artículos 30, 35, 41 y 45 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los
contratos de compraventa internacional, conservar un concepto de incumplimiento que no incluya
aquellas hipótesis (los vicios), y un régimen especial para ellas (los vicios), no responde a
ninguna necesidad lógica ni es, en mi opinión, defendible de ‘lege ferenda’(...) Insisto en que lo
único que me parece razonable de ‘lege ferenda’es someter los supuestos de entrega al
comprador (...) de cosa con vicios ocultos al régimen general del incumplimiento del contrato (...)
y conservar la acción ‘quanti minoris’ como uno de los medios -no de carácter indemnizatorio,
sino reinstaurador de la equivalencia de las prestaciones- de tutela del acreedor frente al
incumplimiento ”.
79
El art. 3 de la Directiva dispone, en su apartado 1º, que el vendedor responderá ante el
consumidor de cualquier falta de conformidad que exista en el momento de la entrega del bien,
para establecer a continuación que éste tendrá derecho a una reparación o sustitución de los bienes
defectuosos (ap. 2º); a una reducción adecuada del precio o a la resolución del contrato (ap. 5º), si
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los restantes derechos que tiene el comprador (la reducción del precio, la indemnización
y la restitución de los gastos, eliminándose la acción redhibitoria. Entendemos que por
es camino establecido por el legislador alemán podría encaminarse la regulación de los
medios de defensa y las garantías del comprador en nuestro Ordenamiento, ampliando
los estrechos márgenes de defensa que el Código civil otorga al comprador, en especial
en artículos como el 1.532 C.c. totalmente superados por la realidad del tráfico jurídico
actual80.
Por último, hemos de plantearnos la cuestión de hasta qué punto resulta de interés
para el comprador de la globalidad viciada acudir, en defensa de sus derechos, al
ejercicio de las acciones edilicias en lugar de otras acciones generales. A nuestro juicio,
las acciones edilicias presentan dos serios inconvenientes que deben ser tenidos en
cuenta por el comprador. Por un lado, la brevedad del plazo (de caducidad) del ejercicio
de las mismas, que el artículo 1.490 C.c. reduce a seis meses contados desde la entrega
material de la cosa, frente a los plazos más amplios de otras acciones, que pueden llegar
a los quince años. Otro grave inconveniente que plantea el ejercicio de las acciones
edilicias es que éstas no prosperarán en el caso de que el comprador sea perito o experto
que, por razón de su profesión u oficio podría haber tenido conocimiento del vicio o
defecto. Pero junto a estos graves inconvenientes, existe otro de no menor entidad: la
dificultad de la prueba de los vicios o defectos ocultos81. Obsérvese que, mientras que
en el incumplimiento total la prueba recae sobre un hecho negativo, la falta de pago o
cumplimiento, lo que es relativamente fácil y, a veces, ni siquiera necesario, bastando
con demostrar la existencia de la obligación, en cambio, cuando lo que se alega es la
bien se admite que no tendrá derecho a resolver el contrato si la falta de conformidad es de escasa
importancia (ap. 6º).
80
El problema reside en que nuestro legislador se resiste a abordar de una vez por todas la
necesaria reforma de parte del articulado de nuestro Código civil, y cuando lo hace, prefiere hacer
reformas sectoriales. Hubiese sido lógico aprovechar la transposición de la Directiva comunitaria
para proceder en un futuro a la reforma del articulado regulador del contrato de compraventa. En
lugar de hacerlo así, el legislador parece querer optar por una regulación de la materia
descodificada, encontrándose aun pendiente de aprobación parlamentaria, en el momento de
redactar esta nota, el Proyecto de Ley de Garantías en la Venta de bienes de Consumo, que viene a
consagrar los mismos derechos del comprador que contemplaba la directiva, en los artículos 4, 5 y
6 (reparación y sustitución del bien), 7 y 8 (rebaja del precio y resolución del contrato).
81
Vid. ORTI VALLEJO, Los defectos...,cit., pág. 109-114.
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existencia de un defecto, el objeto de la prueba recae sobre un hecho positivo: que la
cosa entregada adolece de un defecto, correspondiendo la carga de la prueba al
comprador, tanto si actúa como actor frente al vendedor, como si lo hace como
demandado defendiéndose de la reclamación del vendedor por impago del precio o de
parte del mismo, y ello por aplicación de la regla procesal de que incumbe al actor la
prueba de los hechos constitutivos (el vicio) y al demandado la de los hechos
impeditivos y extintivos, tal como deduce la doctrina procesalista al estudiar el artículo
1.214 C.c.82. De ello se deduce que la posición del vendedor es más privilegiada que la
del comprador, lo que se justifica además de por la regla anterior, por el hecho de que en
los supuestos de defectos existe pago, con independencia de que éste sea irregular y
anómalo, con la consiguiente liberación del deudor/vendedor, que ha cumplido su deber
de prestación. Es más, dado que, para que el vendedor sea responsable del vicio o
defecto, es necesario que éste existiera con anterioridad al momento de entrega de la
cosa, el comprador tendrá que acreditar igualmente la preexistencia del defecto83. Ahora
bien, como ha destacado algún autor84, la prueba directa de la preexistencia del defecto
es casi imposible respecto a aquellos defectos que se manifiestan con posterioridad a la
entrega de la cosa, debiendo acudirse a la prueba por indicios, por no ser posible, en la
mayoría de los casos, su prueba directa, ya que no será posible que el comprador
acredite la existencia previa del defecto por la sencilla razón de que el vicio se
manifestó en un momento posterior a la entrega de la cosa. De ahí que sea aconsejable,
en nuestra opinión, que el comprador asegure inmediatamente la prueba de la existencia
del defecto mediante cualquiera de los medios previstos en Derecho (v. gr.,
levantamiento de un acta notarial) que acredite, si no la preexistencia del defecto, sí, al
menos, el momento de su manifestación o exteriorización.
82
GOMEZ ORBANEJA y HERCE QUEMADA, Derecho Procesal Civil, vol. 1º (Parte
General), Madrid, 1.979, págs. 306-307.
83
Así lo entiende ORTI VALLEJO, Los defectos..., cit., pág. 110; GARCIA CANTERO,
“Comentario..., cit., pág. 344.
84
GARCIA CANTERO, últ. op. et loc. cits.; también ORTI VALLEJO, ‘ult. op.et loc.
cits., destacando que por ello la Directiva 1.999/44/CE, en su artículo 5.3 establece la presunción
de que las faltas de conformidad que se manifiesten en los seis meses siguientes a la entrega del
bien existían en esa fecha.
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Podemos, pues, concluir afirmando que el hecho de que el artículo 1.532 C.c.
omita toda mención al saneamiento por vicios o defectos ocultos no es óbice para que, a
nuestro juicio, el comprador pueda ejercitar las acciones edilicias en los casos en los que
la venta en globo comporte la enumeración y descripción exhaustiva de los elementos
integrantes de la globalidad, así como en las ventas en globo sin enumeración en las que
las partes hubieren convenido tal posibilidad (o cuando el vendedor ocultó
maliciosamente información al comprador o le proporcionó una información falsa o
incompleta). No obstante, dado que estas acciones son perfectamente compatibles con
otras de carácter general, con plazos de ejercicio mucho más amplios y con menos
dificultades probatorias, tal vez sea preferible que el comprador acuda a estos otros
remedios en defensa de sus intereses, dadas las limitaciones y dificultades que presentan
las acciones edilicias.
5.- OTROS MEDIOS DE PROTECCION DEL COMPRADOR EN LAS
VENTAS EN GLOBO.5.1.- Matizaciones previas.Una vez estudiada la problemática que suscita la posible exigibilidad por el
comprador de la responsabilidad del vendedor por los vicios ocultos que tuviere la
globalidad vendida, en los supuestos de ventas con enumeración y descripción de sus
componentes, corresponde ahora abordar las diversas consecuencias y sanciones que el
comprador puede poner en marcha contra el vendedor para proteger su derecho a la
entrega correcta de la globalidad y de sus elementos integrantes. En este tipo de ventas,
el comprador sólo podrá anular el contrato por dolo o engaño, siendo incluso compleja
la posibilidad de que pueda ejercitar la acción resolutoria del contrato, si bien habrá que
matizar más adelante esta afirmación. Los medios de tutela que vamos a comentar sólo
se podrán esgrimir, pues, en los supuestos de venta en globo con enumeración y
descripción exhaustiva de sus elementos, en cuanto que son acciones compatibles con
las acciones edilicias a las que pueden sustituir.
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Por otro lado, hay que hacer otra matización. Como ya vimos al analizar la
problemática que plantea el ejercicio de las acciones edilicias, nuestro criterio es que el
comprador de una globalidad podrá ejercitarlas en una serie de supuestos ya examinados
(venta en globo con enumeración, etc.), pero con un alcance limitado: sólo será exigible,
en principio, con relación a aquellos vicios o defectos que perjudiquen a la masa o
globalidad en más de la mitad de su valor cuantitativo, con independencia de que afecte
a un número mayor o menor de elementos singulares integrantes de la masa. También
podrán ejercitarse en los casos en que el vicio --jurídico o material-- afecte a uno o
varios bienes de valor significativo en la masa, aunque éste no alcance a la mitad del
valor del conjunto, e, incluso, cuando el vicio afecte a un bien de gran importancia -valor funcional-- en el conjunto, hasta el punto de condicionar con su existencia la
voluntad del comprador, que no habría adquirido la globalidad sin ese bien, aunque ese
bien o elemento no tenga un valor económico relevante en relación con el conjunto. No
obstante, reiteramos las matizaciones que realizamos en su momento, en el sentido de
que el vendedor también será responsable de la pérdida de elementos cuyo valor no
supere el límite matemático de la mayor parte, pero sea un valor elevado o significativo,
lo que hacemos extensivo a la pérdida de un bien cuyo valor funcional sea decisivo para
el comprador, bien porque así lo haya expresado en el contrato o se deduzca
objetivamente de la propia realidad de la cosa vendida, por tratarse de un elemento
esencial de la globalidad sin el cual ésta carece de razón de ser. En consecuencia, del
mismo modo que el comprador no podrá reclamar por vicios o defectos cuando éstos
tengan escasa repercusión en el valor total del conjunto, no alcanzando, al menos, a la
mitad de ese valor --con las matizaciones que acabamos de hacer--, salvo que las partes
haya acordado expresamente otra cosa en el contrato, del mismo modo entendemos que
esta limitación cuantitativa --o funcional-- es predicable de estos otros medios de tutela
y protección del comprador, salvo estipulación expresa de las partes en un sentido
diferente, pues nada impide, por ejemplo, que éstas pacten la posibilidad de que el
comprador reclame la sustitución de todos y cada uno de los elementos que presenten
anomalías -lo que podrá hacerse en compraventas de cosas genéricas- o, por el contrario,
que excluyan expresamente la posibilidad de acudir a alguno o varios de estos medios
de tutela que vamos a examinar a continuación.
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En tal sentido, hemos de distinguir entre medios extrajudiciales y medios
judiciales de defensa del comprador en caso de defecto de la cosa. Los primeros
comprenden todas aquellas actuaciones que la doctrina denomina ‘defensa privada’ o
‘autotutela’. Los segundos, los judiciales, engloban el conjunto de acciones que el
comprador puede ejercitar ante los Tribunales de justicia, pudiendo el comprador optar
por aquel medio de defensa que más se ajuste a sus intereses, si el mantenimiento del
contrato o la disolución del vínculo85.
5.2.- Las acciones de nulidad relativa por error y dolo.Junto a los medios de tutela de carácter extrajudicial, es indudable que el
comprador podrá acudir a una serie de acciones de carácter judicial tendentes a proteger
su derecho a un correcto y adecuado cumplimiento de la prestación del vendedor en el
caso de presentar la cosa vendida vicios o defectos que la hagan inadecuada para su uso,
o bien a dejar sin efecto el contrato celebrado. Dentro de éstos últimos entrarían las
acciones de nulidad por error y por dolo. En cuanto a la primera, aunque la doctrina
mayoritaria rechaza el criterio según la cual los vicios o defectos de la cosa pueden ser
considerados, desde la teoría del error, como el desconocimiento por el comprador de la
verdadera sustancia de la cosa, que se suponía carente de vicio, lo que daría lugar a la
nulidad del contrato si se tratase de cualidad esencial (art. 1.256.1º C.c.), ello no
significa, en nuestra opinión, que no puedan concurrir ambas acciones86. No obstante,
85
Para una adecuada clasificación de estas acciones, ORTI VALLEJO, La protección...
cit., págs 346-347; IDEM, Los defectos..., cit., págs. 157 y ss. Entiende el autor que al comprador
se le ofrecen, ante una inejecución o ejecución defectuosa de la obligación de entrega por el
vendedor, dos actitudes que comportan dos modalidades de sanciones: una el mantenimiento del
contrato, por ser éste aún de utilidad para el comprador, y otra, la extinción del vínculo contractual,
por carecer éste de interés o utilidad para el comprador, al que interesa la liberación del vínculo
contractual. A esta dualidad de posibilidades corresponden las dos posibles acciones que el
derecho ha establecido para el supuesto de incumplimiento de las obligaciones recíprocas: la
acción de cumplimiento y la acción resolutoria (art. 1.124 C.c.), la primera tendente a la
conservación del contrato y la segunda tendente a su extinción. Corresponde al comprador optar
por una u otra vía, ya que es a él a quien corresponde la elección de la acción que mejor se ajuste a
sus intereses.
86
En la doctrina francesa, por ejemplo, parece predominar la tesis de la acción entre las
acciones de garantía por vicios y la acción de nulidad por error sustancial. Así se afirma que la
expiración del plazo para ejercitar las acciones de garantía no impide al comprador ejercitar, si se
dan los requisitos precisos la acción de nulidad relativa a error sustancial, que prescriben a los diez
años, o la acción de nulidad absoluta, que prescribe a los treinta. En tal sentido, ,MAZAUD (H.L. y
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pese a que la venta en globo comporta un mayor nivel de incertidumbre del comprador
que la venta ordinaria, especialmente en el caso de que la venta se efectúe sin
enumeración de los bienes y derechos integrantes del conjunto, no hay que excluir la
posibilidad de que el comprador pueda alegar error vicio en este tipo de ventas, pese a
que asume un mayor riesgo de que la composición de la globalidad no sea del todo
exacta o de que alguno de sus elementos presente anomalías o defectos más o menos
sustanciales. Ello no ocurre evidentemente en el caso de que las partes hayan llevado a
cabo una enumeración y descripción exhaustiva de los componentes de la globalidad, lo
que elimina del todo el riesgo de que la composición de la masa se vea alterada por la
aparición de ciertos defectos cualitativos (deudas sorprendentes, vicios, etc.), en cuyo
caso el comprador podrá acudir, a nuestro juicio, junto a la nulidad por error, a otros
medios de defensa (acciones edilicias, acción de cumplimiento, indemnizatoria, etc).
En cambio, la acción de nulidad por dolo se admite generalmente en la doctrina87.
En España, también se admite, con carácter general, la concurrencia de ambas acciones,
pues, como es sabido, toda declaración expresa sobre las cualidades del objeto vendido
que resultare falsa es constitutiva de dolo precontractual (ex artículos 1.269 y 1.270
C.c.)88 Este último dispone que el dolo ha de ser grave y no empleado por ambos
J.), Leçons de Droit Civil, IIIº, nº 989, citado por ESPIN CANOVAS, “Concurrencia de la
acción..., cit., pág. 932.
87
Así, la doctrina alemana la admite plenamente, si bien en caso de impugnación por
engaño doloso, afirma LARENZ (Derecho de Obligaciones, IIº, cit., págs. 95-96), “el vendedor
pierde las pretensiones a la garantía por vicios, puesto que éstas últimas presuponen un contrato
de compraventa válido”. Por su parte, en la doctrina francesa se admite con gran amplitud la
concurrencia de ambas acciones, pudiendo el comprador optar libremente por una u otra (vid.,
ESPIN CANOVAS, “Concurrencia de la acción...., cit., pág., 934).
88
El dolo como vicio de la voluntad negocial que justifica la anulabilidad del contrato
presupone la infracción de los deberes de información en la fase precontractual, ya que implica la
existencia de un engaño por uno de los contratantes sobre el otro, que, además de grave, es
determinante de la celebración del contrato (DE CASTRO Y BRAVO, El negocio jurídico, cit.,
págs. 148-149); se trata del dolo causal. Esa captación engañosa de la voluntad puede ser
consecuencia lo mismo de un comportamiento activo que de una omisión; así en nuestro Derecho
se considera que hay dolo no sólo cuando de manera activa se emplean “palabras o maquinaciones
insidiosas”, dando informaciones falsas, parciales o engañosas, sino también cuando uno de los
contratantes guarda silencio en alguno de los supuestos en que estaba obligado a hablar,
provocando así un inexacto conocimiento del otro contratante sobre algún aspecto esencial del
contrato a celebrar: es el dolo omisivo, que requiere la existencia previa de un deber de informar.
En tal sentido, CASTRO Y BRAVO, op. cit., pág. 152; MORALES MORENO, “El dolo..., cit.,
págs. 636-638; QUIÑONERO CERVANTES, “El dolo..., cit., págs. 345 ss.
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contratantes para producir la nulidad del contrato, añadiendo, en su inciso segundo que
el dolo incidental sólo genera en quien lo empleó la obligación de indemnizar por daños
y perjuicios. También se puede considerar procedente el ejercicio de esta acción cuando
se ha producido un dolo omisivo, esto es, cuando no se han manifestado ciertas
circunstancias imprescindibles de tal manera que el silencio del vendedor deba
considerarse doloso, cuando existe un deber de comunicar al comprador esas
circunstancias trascendentales para la otra parte. Aquí el problema para el comprador
será probar el carácter esencial de tales circunstancias para él en la fijación del precio o,
incluso, en la celebración misma del contrato89. Es más, si el comprador llevó a cabo el
proceso de “due diligence”, y no detectó esas circunstancias negativas, ello indicará que
tales extremos no eran esenciales en su presuposición contractual. En definitiva,
resultará extremadamente complicado imputar al vendedor un silencio omisivo sobre
determinadas circunstancias cuya esencialidad para el comprador será de casi imposible
prueba, teniendo en cuenta que éste investigó la composición y el estado patrimonial y
financiero de la globalidad adquirida, sin requerir al vendedor ningún pronunciamiento
sobre ellas. Esto no ocurre, en cambio, si existe una expresa información del vendedor y
ésta resulta ser falsa, pues en tal caso ya no será preciso acreditar la esencialidad de la
contingencia, aunque el comprador no la hubiese detectado mediante el ejercicio del
“due diligence”.
Por lo demás, si no fuera posible al comprador demostrar que el dolo es realmente
esencial para él, siempre le quedará la posibilidad de exigir la correspondiente
indemnización por daños y perjuicios por dolo incidental precontractual del inciso
89
Otra dificultad adicional que se presenta para el comprador será probar la existencia del
‘animus decipiendi’ del sujeto que lo ejercita. Ahora bien, probados los hechos externos en que
consiste el comportamiento doloso, parece que la existencia de este animus, del engaño y del nexo
de causalidad, podrá presumirse que ese engaño comportaba una intencionalidad engañosa. Más
difícil será demostrar la existencia de ‘animus decipiendi’ cuando se trata de dolo omisivo: el
hecho de que haya una omisión del deber de información acreditará la ilicitud del silencio, pero no
necesariamente la existencia de una intencionalidad fraudulenta, la cual sólo podrá apreciarse
atendiendo a las circunstancias del caso concreto. ROJO AJURÍA (op. cit., págs. 282-285), por lo
demás, ha puesto de manifiesto que no todo incumplimiento de la obligación de información
implica la existencia de un ‘animus decipiendi’, por una razón básica: existirá este animo
fraudulento si el contratante conocía la información ocultada, pero no si no la conocía, aunque
debiera conocerla, pues en tal caso su conducta sería culposa, no dolosa.
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segundo del artículo 1.270.2º C.c.90, lo que en la práctica, en caso de obtenerse,
equivaldría a una reducción indirecta del precio similar a la que se deriva del ejercicio
de la acción del artículo 1.486 C.c., lo que posiblemente reporte un mayor interés al
comprador que anular el contrato91. De este modo, el comprador que ha sido víctima de
dolo (causal o incidental) puede exigir la reparación de los daños que haya sufrido como
consecuencia del mismo ejercitando la acción indemnizatoria prevista en el artículo
1.270. 2º C.c. Es más, considera la doctrina que el contratante doloso que infringió loas
deberes impuestos por la buena fe en a etapa precontractual ocasionando un daño a la
otra parte incurre en un ilícito encuadrable en el artículo 1.902 C.c.92. La posibilidad de
que una conducta quede encuadrada tanto en el artículo 1.270. 2º como del 1.902 C.c.
conduce al tema de la relación entre la responsabilidad contractual y la extracontractual,
sobre el que la doctrina y la jurisprudencia no mantienen un criterio unánime93.
90
Nuestro Código recoge la figura del dolo incidental, que no da lugar a la anulabilidad
del contrato, pero obliga a quien lo emplee a indemnizar daños y perjuicios. La delimitación entre
el dolo causal y el incidental no es fácil. MORALES MORENO (“El dolo..., cit., págs. 601-604)
entiende que en el dolo incidental no hay una inducción determinante de la contratación, y tampoco
existe malicia, pero sí un cierto grado de negligencia equivalente al dolo.
91
A pesar de que el Código sólo se refiere a la responsabilidad por los daños y perjuicios
en relación al dolo incidental, la doctrina entiende que, en los casos de dolo esencial o causal,
también podrá el comprador desistir de la anulación del contrato y reclamar sólo la
correspondiente indemnización por daños, si ese es su interés. En tal sentido, cfr. MORALES
MORENO, “El dolo como criterio..., cit., pág. 603. En el mismo sentido, LLOBET I AGUADO,
(op. cit., págs. 179-185) aduce como argumentos a favor de la posibilidad de que la victima del
dolo pueda optar anular el contrato o exigir la correspondiente indemnización por daños y
perjuicios los siguientes: 1º) Por aplicación analógica de la doctrina contenida en el artículo 1.124
C.c. en materia de obligaciones recíprocas, que admite como perfectamente compatibles y, al
mismo tiempo independientes, la acción de resolución y la de resarcimiento y 2º) La regulación de
los vicios ocultos en la compraventa, pues el art. 1.486.1º concede al comprador la opción entre la
acción de rescisión y la de resarcimiento, que se cifra en una rebaja proporcional de precio; por su
parte, el párrafo 2º de este artículo se refiere al incumplimiento del vendedor de su deber de
información, afirmando el ejercicio conjunto de ambas acciones (“Si el vendedor conocía los
vicios o defectos ocultos de la cosa vendida y no los manifestó al comprador, tendrá éste la misma
opción y además se le indemnizará de los daños y perjuicios si optare por la rescisión”).
92
GOMEZ CALLE, op. cit., págs. 44-45.
93
Vid. PANTALEÓN PRIETO, “Comentario a la STS de 10-5-84”, CCJC, nº 5, págs.
1.645 ss. Este autor destaca como el Tribunal Supremo tiende a admitir la opción entre la acción
contractual y la extracontractual en aquellos casos en que la adopción de una u otra tesis al
respecto cerealmente decisiva para resultado del proceso; de este modo, estima la pretensión de
responsabilidad extracontractual del perjudicado cuando entiende que tiene derecho a obtener una
indemnización y para evitar, por razones de equidad y de economía procesal, que aquél tenga que
iniciar un nuevo proceso, ejercitando la acción de responsabilidad contractual.
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Por último, el comprador dispondrá también de una acción de nulidad contractual
cuando uno de los contratantes conocía la existencia de una causa determinante de la
nulidad contractual, o debería haberla conocido empleando la diligencia exigible, y no
lo comunicó a la otra parte, ignorante justificadamente de la situación94. No obstante, la
responsabilidad precontractual de quien infringe su deber de información sobre las
diversas causas legales de nulidad del contrato puede basarse en el artículo 1.902 C.c.
siempre que dicha infracción haya sido negligente. En caso de haber mediado dolo
(información falsa) es aplicable el artículo 1.270.2º y el artículo 1.107.2º C.c., en cuyo
caso la indemnización deberá cubrir el importe de los daños derivados de la invalidez
del contrato, de haber confiado en que el otro contratante iba a cumplir los deberes
derivados de la buena fe (interés negativo). Así lo entiende un sector de la doctrina95,
aunque también hay opiniones a favor del interés positivo, sea limitándolo a los casos de
dolo o ampliándolo a los casos de negligencia96.
5.3.- La acción de cumplimiento.Es otro medio de tutela de que dispone el comprador, por medio de la cual el
comprador intenta conseguir satisfacción a su derecho manteniendo el contrato, lo que
supone que el defecto que posee la cosa, por la razón que sea no provoca el desinterés
del comprador por el vínculo contractual. En concreto, éste podrá articular tres posibles
94
Nuestro Código civil, como es sabido, no declara expresamente tal responsabilidad,
limitándose a establecer las causas de nulidad de los contratos: así, la falta de sus requisitos
esenciales (art. 1.261): consentimiento, objeto y causa u otros específicos del contrato de que se
trate (como una forma ‘ad solemnitatem’, v. gr., art. 633.1º); la ilicitud de la causa (art. 1.275) o
del objeto, la imposibilidad originaria absoluta del objeto (arts. 1.272 y 1.460.1º); o la contratación
en contra de una norma imperativa o prohibitiva (art. 6.3º). No obstante, como subraya
PANTALEON PRIETO, (“Las nuevas bases..., cit., págs. 1.721-1.722), el art. 1.529.1º C.c.
demuestra que la nulidad de pleno derecho de los contratos sobre prestaciones originariamente
imposibles no es una exigencia ineludible de a razón jurídica: en todo caso, según este autor, lo
que realmente protegería al acreedor ignorante de la imposibilidad, sería el poder mantener el
contrato y el poder exigir la indemnización del interés contractual positivo, si la otra parte conocía
la imposibilidad o cabe imputarle haber prometido la prestación ignorando su imposibilidad.
95
GOMEZ CALLE, op. cit., págs. 72-73: GARCIA RUBIO, op. cit., pág. 191.
96
MORALES MORENO, “Comentario a los artículos 1.269 y 1.270 C.c.”, en
Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, Tomo XVIIº, vol. 1º-B, Madrid. 1.993,
págs. 415 ss., que mantiene la indemnizabilidad del interés en el cumplimiento siempre que en uno
de los contratantes hubiese habido dolo ‘in contrahendo’.
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pretensiones. En primer lugar, la acción de cumplimiento ‘in natura’ o en forma
específica, que, en el caso de compraventa genérica, supondría pretender la entrega de
una cosa del mismo género, pero libre de defectos, es decir, la sustitución de la cosa
defectuosa. En segundo lugar, tendríamos la pretensión de reparación de los defectos,
tratándose de cosa específica. Por último, estaría la acción de cumplimiento en forma
genérica o por equivalente económico, es decir, la reclamación a vendedor del importe
de los trabajos que haya que realizar para la reparación o eliminación de los defectos97.
Con carácter general, se ha señalado PANTALEON98 que procede reconocer esta
pretensión de cumplimiento al comprador sin otros límites que la imposibilidad física o
jurídica y los generales al ejercicio de los derechos subjetivos (artículo 7 C.C.), así como
que se trata de un remedio independiente de la imputabilidad o no del incumplimiento al
deudor, como tiene reconocido acertadamente el artículo 79.5º C.V. , no siendo
razonable que sólo la imposibilidad absoluta pueda liberar al deudor de su
responsabilidad.
En relación a la admisión del cumplimiento ‘in natura’ y la sustitución de la cosa
defectuosa, hay que recordar que está plenamente admitida en el artículo 46 de la
Convención de Viena, si bien con la limitación de que sólo se puede exigir la sustitución
si el defecto de conformidad constituye una contravención esencial del contrato y si esta
entrega es demandada en el momento de la denuncia del defecto (cfr. art. 46.2º C.V.).
Realmente, la Convención de Viena requiere para la sustitución de la mercancía
97
ORTI VALLEJO, op. cit., pág. 352, limita el ejercicio de esta acción a las
compraventas genéricas, entendiendo que los defectos de la cosa en la compraventa específica
quedan cubiertos plenamente por las acciones edilicias. Para este autor, en la compraventa
específica no cabe por naturaleza esgrimir la acción de cumplimiento. Este argumento nos parece
excesivamente riguroso y es por ello por lo que consideramos, en cambio, que la actual línea
seguida por la jurisprudencia española permite que esta acción, en sus diversas modalidades, pueda
ser ejercitada igualmente por el comprador en la venta específica, si bien partiendo de la base de
que la venta en globo, en la mayoría de los casos, será genérica, salvo que las partes hayan llevado
a cabo un detallado y minucioso inventario de los elementos componentes de la globalidad. Por
otra parte, no hay que olvidar que los bienes de la masa se especifican en el momento del pago o
cumplimiento. Es más, no existe, a nuestro jucio, ningún impedimento de que las partes pacten
expresamente en el contrato de venta de unos elementos especificos que se engloban en un
conjunto más amplio la posibilidad de sustituir elementos defectuosos o, incluso, acordar la
posibilidad de que el vendedor se comprometa a proceder a su reparación.
98
PANTALEON PRIETO, “Las nuevas bases..., cit., págs. 1.728-1.731.
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defectuosa por otra el requisito de extrema gravedad que se exige también para la
resolución del contrato99. Nuestro Código, como sabemos, no presta atención a la
compraventa genérica, a diferencia del Código de Comercio, regulando la compraventa
específica, por lo que no contiene una regulación de este derecho de sustitución, que, en
cambio, sí ha sido admitido plenamente por la doctrina100. No obstante, compartimos el
criterio, mantenido entre nosotros por ORTI VALLEJO101, de considerar que, si bien
desde la perspectiva de la jurisprudencia de conceptos, el comprador de una cosa
genérica dispone, en caso de defectos, de la acción de cumplimiento y en concreto poder
exigir que le sea sustituida la cosa, tanto si el defecto es aparente como si es oculto; en
cambio, desde la perspectiva de la jurisprudencia de intereses, es preciso considerar que
el derecho del comprador a pedir la sustitución es limitado, pues, desde el punto de vista
del interés de los vendedores, en la mayoría de los casos profesionales, es indudable que
éstos resultarían excesivamente perjudicados, si cualquiera que fuese la índole del
99
Vid., en tal sentido, LOPEZ Y LOPEZ, “Comentario al artículo 46 C.V.”, en A.A.V.V.,
La compraventa Internacional..., cit., pág. 419, para quien no cabe duda que lagar la “falta de
conformidad” con la “esencialidad” del incumplimiento comporta una limitación al ejercicio del
derecho a pedir mercaderías en sustitución, con lo que se pretende que dicho derecho a la
sustitución de las mercaderías defectuosas no resulte excesivamente oneroso para el vendedor,
pues, en tal caso, correría con el riesgo de las devueltas y con todos los gastos de la devolución,
incluidos los de transporte, que en el comercio internacional pueden ser sumamente gravosos. De
ahí que esas consecuencias tan duras sólo se justifiquen cuando los defectos cualitativos de las
mercaderías sean de especial gravedad. Vid., también, OLIVA BLÁZQUEZ, op. cit., págs. 246248, que rechaza la afirmación de un sector doctrinal que entiende que la sustitución provoca una
transmisión e los riesgos al vendedor, dado que el artículo 70 C.V. no dice en ningún caso que ante
el incumplimiento esencial del vendedor ésta deba soportar el riesgo, sino que la transmisión de
éste no impedirá al comprador ejercer los derechos y acciones de que dispone.
100
Lo mismo ocurre con otro Código de tradición latina, el italiano, por lo que también ha
sido la doctrina de este país la que se ha pronunciado al respecto. Sustancialmente, son dos las
posturas que se mantienen. En primer lugar, la posición dominante es la de aquellos autores que
admiten plenamente esta acción. Así, RUBINO (La compravendita..., cit., pág. 643) justifica la
que denomina acción de exacto cumplimiento por sustitución, afirmando que es perfectamente
compatible con la función de la venta como contrato traslativo, porque también se trata
simplemente de un dar; es decir, que lo que el comprador pretende es el crédito originario, su
derecho a recibir una cosa libre de defectos. En nuestro país, BERCOVITZ, “La naturaleza..., cit.,
pág. 824, considera que el comprador de cosa genérica dispone de la acción de cumplimiento.
También BADENES GASSET, El contrato de compraventa, cit., pág. 719, considera que la
acción de cumplimiento es el procedimiento más seguro en la compraventa de cosa genérica,
porque entonces existe una verdadera y propia obligación del vendedor de dar al comprador una
cosa que responda a los pactos y a la buena fe y que consistiría en pedir la sustitución de la cosa
viciada por otra libre de vicios.
101
ORTI VALLEJO, La protección..., cit., págs. 364-367. Por su parte, este autor analiza
detalladamente (Los defectos...,cit., págs. 172-176) la incidencia de la Directiva 1.999/44/CE) en la
admisión de esta modalidad de cumplimiento en su artículo 3.
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defecto, estuviesen obligados a sustituir, pues hay que tener en cuenta que cuando el
vendedor sustituye, le será devuelta la cosa, la cual presentará los deterioros normales
que se deriven del uso que el comprador haya hecho de la cosa durante el tiempo en que
la haya poseído, aparte de haber experimentado una depreciación lógica por el hecho de
ser de segunda mano, lo que deberá soportar el vendedor. Por otra parte, entendemos
que, tratándose de un elemento integrante de una globalidad, es evidente que ese bien
puede tener valor determinado integrado en la masa, pero muy inferior o prácticamente
ninguno en caso de ser separado de la misma, por lo que su restitución al vendedor sería
evidentemente perjudicial para él, dada la sustancial depreciación que experimentaría
ese bien separado del conjunto. De ello se deriva, por tanto, que la admisión ilimitada de
este derecho de sustitución podría llevar a situaciones injustas y reportar graves
perjuicios económicos para el vendedor. De ahí que consideremos justificada la
limitación de este derecho del comprador, lo que no ha de implicar la negación del
derecho de sustitución en todos los casos. En tal sentido, hay que considerar, siguiendo
en este punto el criterio del artículo 46 de la Convención de Viena, que esa sustitución
sólo deberá proceder en los casos de defectos muy graves, que comportan un alto grado
de insatisfacción para el comprador, debiendo ceder, sólo en este caso, el interés del
comercio ante la justa pretensión del comprador102. Ello no significa que el comprador
deba quedar desprotegido. Tan perjudicial sería para el tráfico jurídico y el ejercicio del
comercio una indiscriminada aceptación de la acción de sustitución, como que el
comprador quedara desarmado frente al vendedor de remedios alternativos103.
102
Un criterio muy similar ha establecido la Ley general para la Defensa de Consumidores
y Usuarios de 1.984 en el art. 11, 3º b), que consagra el derecho del consumidor a obtener, dentro
del ámbito de la garantía obligatoria que tienen que prestar los productores o suministradores, la
sustitución del objeto, “cuando la reparación de los vicios o defectos no haya sido satisfactoria y
el objeto no revistiese las condiciones óptimas para cumplir el uso a que estuviese destinado”, de
lo que se deduce que esta norma exige un requisito para que proceda la sustitución: que se lleve a
cabo con anterioridad la reparación del producto, que ha de resultar insatisfactoria. De ello se
deduce el carácter preferente que la L.G.D.C.U. confiere a la reparación ‘in natura’ frente a la
sustitución del producto, que adquiere , así, carácter subsidiario.
103
Vid., ALBIEZ DOHRMANN, op. cit., págs. 1.204-1.205. El B.G.B. ha abordado esta
problemática con carácter general en el & 439, admitiendo que el saneamiento puede consistir en
una eliminación del vicio o en su sustitución por una cosa libre de vicio. No obstante, la doctrina
alemana admite que el cumplimiento posterior de una u otra modalidad puede plantear problemas:
este derecho corresponde elegir al comprador, si bien en la compraventa mercantil, tal elección
suele encomendarse al vendedor. Los gastos de reparación --laborales, de transporte--350-
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Por otra parte, no siempre será posible la sustitución de un elemento determinado
en la venta en globo. La sustitución de elementos defectuosos solo será posible, dada la
complejidad de la composición del objeto en este tipo de ventas, en el caso de que dicha
sustitución no resulte desproporcionada ni afecte al interés de las partes, y no sólo del
vendedor. Puede ocurrir que el vicio o defecto sea irreparable o de reparación muy
costosa y el comprador haya comprado la globalidad de bienes y derechos atendiendo
fundamentalmente a la concurrencia de ese bien en la masa, lo que ocurrirá con
frecuencia en la venta de empresas, en las que el comprador adquiere una empresa, pero
sobretodo, una patente, o una marca, o un establecimiento ubicado en un lugar
privilegiado, por lo que la pérdida de ese bien puede traer consigo que el comprador
carezca de interés por el conjunto, aunque el bien o elemento perdido no tenga un valor
cuantitativo fundamental en el conjunto --sí, en cambio, funcional--. En este caso, la
sustitución del bien podría imponer al vendedor unos costes desproporcionados que, en
comparación a otras formas de saneamiento, no sean razonables, teniendo en cuenta el
valor que tendría el bien si no tuviera conformidad y si la forma de saneamiento
alternativa se pudiese realizar sin inconvenientes mayores para el comprador. Por otra
parte, si esa sustitución del elemento defectuoso no fuese posible, si éste es esencial para
el comprador de la globalidad, es evidente que podrá resolver la compraventa realizada.
Así pues, partiendo de la base de los graves inconvenientes que, desde la
perspectiva de la jurisprudencia de intereses, supondría para el vendedor de una
globalidad que el comprador pueda exigir su derecho a la sustitución de los bienes o
derechos que adolezcan de vicios o defectos que no afecten a la esencialidad de la masa
o que carezcan de la gravedad necesaria, con los inconvenientes que ello comportaría
para el normal tráfico comercial, salvo en casos de gravedad evidente, ello nos lleva a
buscar otra posible solución: la reparación de los defectos. Ahora bien, esta posibilidad
se enfrenta a un serio inconveniente, cual es que la prestación a que se obliga el
corresponderán al vendedor, por lo que puede conllevar unos costes excesivos, en cuyo caso el
vendedor podrá negarse a la reparación. Para ello se tendrá en cuenta el valor de la cosa, la
importancia del vicio y si es posible la sustitución de la cosa viciada por otra sin causar perjuicios
considerables al vendedor, lo que ocurriría, en el caso de la venta de empresa, si se tratase de un
elemento de importancia funcional sin el cual no podría llevarse a cabo la actividad de ésta. Por
otra parte, el ejercicio de abusivo de este derecho por el comprador se evita, en parte, por lo
dispuesto en el & 349.3º B.G.B..
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vendedor es una prestación de dar, por lo que la reparación de los defectos, que es un
‘facere’, resulta una prestación extraña al contenido típico de las obligaciones derivadas
del contrato de compraventa. Se ha pretendido por algún autor explicar este cambio de
una obligación de dar en otra de hacer afirmando que, en el contrato de compraventa, la
eliminación de los vicios o defectos no es una obligación primaria sino accesoria, es
decir, que surge como consecuencia del inexacto cumplimiento de una obligación
principal, a título de sanción similar a la de resarcimiento del daño, con la sola
diferencia de que aquí se trata de una reparación ‘in natura’104. Ahora bien, lo cierto es
que, en nuestro Ordenamiento, no encontramos ningún precepto que permita deducir un
derecho del comprador a exigir del vendedor la reparación de la cosa defectuosa,
mientras no se apruebe el Proyecto de Ley de Garantías en la venta de Bienes de
Consumo, en fase de tramitación parlamentaria, que lo contempla en sus artículos 5 y 6,
en los que establece unas reglas de la reparación y sustitución del bien, lo que no ha
impedido que un importante sector doctrinal defienda que, en nuestro Derecho, la acción
de cumplimiento tiene preferencia sobre el resto de los remedios, lo que se desprende de
la regulación del conjunto del Código civil y, en particular, en el caso de dar cosa
determinada, se establece en el artículo 1.096 C.c. De ahí que, en tanto que el deber de
prestación constituye el objetivo básico y primordial del ordenamiento, el resto de los
remedios, compatibles o no con la acción de cumplimiento, tienen carácter secundario o
subsidiario a la ejecución ‘in natura’, que sería prioritaria105. Es por ello que el acreedor
(en nuestro caso, el comprador) ha de pretender el cumplimiento mientras sea posible y
conserve el interés en él, ya que la reparación ‘in natura’ pretende restaurar el
patrimonio del perjudicado afectado por el daño material eliminando la causa
104
RUBINO, op. cit., págs. 644-646. Por su parte, GRECO y COTTINO, De la vendita,
en Commentario del Codice Civil a cura di Scialoja y Branca, 2ª edc., 1.981, aunque no admiten
como regla que al vendedor se le pueda exigir un hacer, no obstante, admiten la conveniencia de
admitir la pretensión de reparación en las cosas fabricadas en serie.
105
Vid., LLAMAS POMBO, Cumplimiento por equivalente y resarcimiento del daño al
acreedor. Entre la aestimatio rei y el id quod interest, Madrid, 1.999, págs.230-233. En el mismo
sentido, DORAL GARCIA, “Reparación y sanción. El cumplimiento de las obligaciones en forma
específica”, A.D.C., Tomo 46º, 1.993, págs. 592-593, ha destacado igualmente que colocar en el
mismo plano la prestación pecuniaria o por equivalente con la prestación ‘in natura’conduciría a la
consecuencia absurda de dejar al arbitrio de una de las partes el cumplimiento de una obligación
válida, sin que, en ningún caso, salvo pacto expreso en contrario, pueda el deudor de una
obligación cambiar arbitraria y unilateralmente su contenido sin causa justificativa, no debiendo
quedar a merced del capricho del obligado a hacer realizar lo debido o el equivalente pecuniario.
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generadora de los vicios o defectos sufridos por la cosa, mediante la ejecución de las
actividades restauradoras o correctoras que sean indispensables para reponer el buen
estado de uso de la cosa comprada106.
Por otra parte, en nuestro Derecho existe una abundante jurisprudencia en materia
de venta de viviendas que ha establecido a favor del comprador el derecho a accionar
contra los agentes intervinientes en el proceso de edificación, entre ellos el promotor,
para obtener la reparación de los defectos. El Tribunal Supremo ha llegado, incluso, a
casar alguna sentencia de instancia que condenaba al causante del daño a indemnizar
(reparar por equivalente, en realidad) al perjudicado, frente a la pretensión del
condenado de reparar directamente ‘in natura’ el daño por él ocasionado107. En efecto,
106
Por su parte, PANTALEON PRITEO, “Las nuevas bases..., cit., pág. 1.728, admite, en
relación a la pretensión de cumplimiento, que procede seguir reconociendo al acreedor esta
pretensión, con los límites derivados de la imposibilidad física o jurídica y los derivados del
artículo 7 C.c., en relación al ejercicio de los derechos subjetivos, rechazado en nuestro Derecho la
solución seguida en el common law de no conceder al acreedor la specific performance, que sólo
procede de forma excepcional, dando preferencia a la indemnización pecuniaria. No obstante,
admite también este autor (ibidem, pág. 1.730) la no procedencia de la pretensión de cumplimiento
cuando éste resulte abusivo, lo que ocurrirá cuando el muy elevado coste del cumplimiento resulte
desproporcionado con la utilidad que proporcionaría al comprador en comparación con otros
posibles remedios, entre los que enumera precisamente la reparación de los defectos (pág. 1.731).
107
Es el caso de la STS 12 diciembre 1.990. Los hechos eran los siguientes: una
Comunidad de propietarios ejercita la acción derivada del artículo 1.591 contra la entidad
mercantil promotora-vendedora de los pisos que integran la Comunidad, así como contra el
Arquitecto que proyectó el edificio, solicitando la actora una indemnización de 4.300.000 pesetas,
declarando probados la sentencia de instancia una serie de daños que afectaban a la fachada y al
terrado del edificio, humedades, etc., condenando dicha sentencia a los demandados al pago de la
citada indemnización, siendo ratificada esta resolución por la Audiencia Provincial. Los
demandados recurren en casación dicha resolución, alegando, entre otros motivos, la incorrecta
aplicación del artículo 1.591 C.c., por entender que “por la demandante se solicita una condena a
una cantidad establecida de forma aproximada, cuando está claro que cualquier resarcimiento
por daños y perjuicios derivados de dicho precepto obliga a solicitar la condena del demandado a
llevar a efecto y a su coste las reparaciones necesarias, lo que no se ha hecho”. El TS resuelve el
recurso casando la sentencia de instancia, admitiendo la alegación de los demandados en este
punto: “La obligación de responder de los daños y perjuicios que impone el artículo 1.591 del
Código civil a los causantes de los vicios o defectos constructivos o de dirección y del suelo,
determinantes de la ruina funcional de lo edificado, es exigible judicialmente a través de una
acción de cumplimiento de contrato del artículo 1.091 del citado Código, constituyendo aquélla
una obligación de hacer que ha de ser cumplida en forma específica, de acuerdo con el artículo
1.098 del Código, entrando en juego el cumplimiento por equivalencia, de carácter subsidiario,
cuando el deudor no realiza la prestación debida o ésta deviene imposible... A tenor del suplico de
la demanda y en los hechos en que la misma se fundamenta es claro que, en el presente caso, se
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desde una perspectiva jurisprudencial, existe un consolidado cuerpo de doctrina que ha
consagrado, a lo largo de los últimos treinta años, la preferencia de la reparación en
forma específica o ‘in natura’ frente a la pecuniaria o por equivalente108, si bien es
cierto que ciertas sentencias del Tribunal Supremo admiten la coexistencia o
compatibilidad de ambas formas de reparación109. Sin embargo, el gran número de
sentencias en torno a la acción de eliminación de los defectos en la compraventa de
viviendas contrasta con la escasísima jurisprudencia existente en torno a esta acción en
materia de venta mobiliaria110, en las que los vendedores fueron condenados al pago de
las reparaciones efectuadas para eliminar los defectos. Pero lo cierto es que si bien no
existe en materia de ventas mobiliarias una jurisprudencia consolidada que obligue al
vendedor a llevar a cabo las reparaciones ‘in natura’, como ocurre respecto a las ventas
inmobiliarias, no es menos cierto que tampoco existe una jurisprudencia contraria que lo
rechace o niegue, por lo que, en principio, nada impide que, por analogía, se pueda
extender el contenido de esa jurisprudencia favorable en relación a las ventas
inmobiliarias a las otras ventas de bienes muebles, ya que aquellas el ejercicio de la
acción de reparación se fundamenta en el cumplimiento irregular de la obligación de
entrega del inmueble, argumento trasladable a cualquier compraventa, cualquiera que
fuese su objeto.
Junto a este argumento, también podrá alegarse las evidentes ventajas de toda
índole que ofrece la acción de reparación frente a otras soluciones. Ello explica que esta
solución se haya adoptado en el artículo 46.3º de la Convención de Viena sobre venta
internacional de mercancías, en el que la solución normal para satisfacer los derechos
está ejercitando una acción de cumplimiento de contrato instando el cumplimiento forzoso a costa
del obligado que sólo puede acordarse de forma sustitutoria y en defecto de la ejecución
voluntaria, debiendo entenderse incluida en el ‘petitum’ de la demanda, por lo que procede
acoger en este sentido el motivo examinado, con revocación de las sentencias de instancia en el
sentido que se dirá”.
108
Bástenos con citar como especialmente significativas, por todas, las SSTS de 3 de julio
de 1.989; 12 noviembre 1.976 y sentencias que se citan en ella; 21 octubre 1.987; 21 noviembre
1990; 3 febrero 1995; 17 marzo 1995 (comentada por CABANILLAS SÁNCHEZ, en CCJC,
1.995, núm. 39, pp. 925 y ss.); 29 febrero 2000.
109
Entre otras las SSTS de 14 de abril de 1.987 y de 30 de julio de 1.991.
110
SSTS de 14 mayo 1.971; 14 marzo 1.973.
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del comprador en caso de faltas de conformidad, la constituye la reparación del defecto,
mientras que las acciones de sustitución y resolución se reservan a los casos de
contravención esencial111. Pero es más, en nuestro Derecho, el artículo 11.3º a) de la Ley
de Defensa de los Consumidores y Usuarios, siguiendo un criterio similar al de la
Convención de Viena, ha establecido de manera expresa el derecho del consumidor a
obtener una reparación gratuita de los vicios o defectos originarios. El precepto
configura la reparación como la vía normal de protección del adquirente, de modo que,
cuando esta primera solución fracasa o no es operativa, es cuando el comprador puede
acudir a otras soluciones (acciones sustitutoria y resolutoria)112. Por lo demás, el artículo
11.2º permite al adquirente reclamar la reparación tanto al productor como al vendedor,
de lo que podemos concluir que nuestro ordenamiento está abierto a la admisión de que
el comprador de una globalidad de bienes, tanto muebles como inmuebles, pueda acudir
a la acción de reparación o eliminación de los defectos, siempre que las condiciones de
los elementos defectuosos así lo permitan. Por su parte, como ya hemos tenido ocasión
de ver con anterioridad, también se contempla esta solución en los artículos 5 y 6 del
Proyecto de Ley de Garantías en la venta de bienes de consumo, que dispone también
que esas reparaciones deberán ser gratuitas, lo que comprende los gastos de envío así
como los costes relacionados con la mano de obra y los materiales y llevarse a cabo en
111
En efecto, el art. 46.3º C.V. dispone: “Si las mercaderías no fueren conformes al
contrato, el comprador podrá exigir al vendedor que las repare para subsanar la falta de
conformidad, a menos que esto no sea razonable habida cuenta de todas las circunstancias. La
petición de que se reparen las mercaderías deberá formularse al hacer la comunicación a que se
refiere el artículo 39 o dentro de un plazo razonable a partir de ese momento”. LOPEZ Y LOPEZ
(Comentario..., cit., pág. 421) concluye que esta regulación es perfectamente ajustada a las
necesidades del comercio internacional, ya que la obligación de reparar es relativamente fácil de
cumplir por el vendedor, que normalmente dispondrá in situ de los servicios técnicos, no siendo
necesario el transporte de las mercancías defectuosas, con la consiguiente eliminación de riesgos y
gastos.
112
En relación a la reparación, OLIVA BLÁZQUEZ (op. cit., págs. 245-246) ha
planteado el siguiente caso: cuando el vendedor está reparando los bienes devueltos por el
comprador, éstos se pierden o desaparecen por caso fortuito, a pesar de que aquél había actuado
diligentemente en su guarda y conservación. ¿Quién asume el riesgo de esta pérdida? La doctrina
mayoritaria citada por el autor señala que el riesgo ha de soportarlo el vendedor siempre que el
comprador decida ejercer su derecho a resolver el contrato o a sustituir las mercaderías. Es más, no
hay que olvidar que, aunque la pérdida de esos bienes sea debida a caso fortuito, realmente éste se
ha producido a causa de una previa violación por parte del vendedor de los acuerdos contractuales
(o precontractuales) y, en consecuencia, debe asumir los riesgos por analogía de la regla
establecida en el artículo 66 C.V., que ya comentamos al analizar los riesgos en la compraventa.
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un plazo razonable y sin mayores inconvenientes para el consumidor, teniendo en cuenta
la naturaleza y la finalidad que ese bien tuviera para el consumidor (artículo 6.1º).
Una última manifestación de acción por incumplimiento lo constituye el
cumplimiento por equivalente consistente en que el deudor (vendedor, en este caso) es
condenado no a la realización de la prestación debida, sino a pagar en dinero el valor de
esa prestación incumplida113. En relación a los defectos, y como consecuencia de que,
en tal hipótesis, la acción de cumplimiento tiene dos manifestaciones (sustitución de la
cosa defectuosa y reparación del defecto), el cumplimiento por equivalente consistirá, en
el caso de la sustitución, en la condena al pago del importe de una nueva adquisición
(artículo 1.096.2º C.c.), y en el caso de la eliminación de los defectos, en el pago del
importe en que se evalúen la reparación (artículo 1.098 C.c.). Por otra parte, no hay que
confundir el pago del equivalente pecuniario con el pago de una indemnización por
daños o resarcimiento, ya que este pago por equivalente funciona como un mecanismo
de asignación del riesgo al vendedor inherente a la imposibilidad de éste de ejecutar de
manera exacta la prestación y no como criterio de imputación de los daños derivados del
incumplimiento (o cumplimiento inexacto) de la obligación: imputación de riesgo y
responsabilidad por daños constituyen dos problemas diferentes, con distinto
tratamiento jurídico114.
El problema que plantea esta acción es si la acción es subsidiaria, de manera que
el comprador deberá pedir, en primer lugar, la reparación en forma específica y, sólo en
el caso de no ser ésta posible por las razones que sea, subsidiariamente solicitar su
cumplimiento por equivalente pecuniario. La doctrina y la jurisprudencia no son
unánimes al respecto. Un sector doctrinal entiende que ha de establecerse la regla
general de que el cumplimiento por equivalente tiene carácter subsidiario y así se afirma
que dado que el deber de prestación constituye el objetivo primordial del ordenamiento,
113
Vid. LLAMAS POMBO, op. cit., pág. 236.
114
LLAMAS POMBO, op. cit., pág. 245.
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el resto de los remedios, compatibles con la pretensión de cumplimiento, tienen carácter
secundario a la prioritaria ejecución ‘in natura’115. Sin embargo, otro sector de la
doctrina se ha mostrado justamente contrario a una aplicación rigurosa de esta
preferencia y, así, de ‘lege ferenda’, propugna PANTALEÓN116 matizar este principio,
por considerar que, a veces, puede resultar excesivamente duro para el acreedor y,
además, insatisfactorio para la seguridad del tráfico, proponiendo una norma cuya idea
directriz fuese que el acreedor dispusiese de la posibilidad de optar por la exigencia del
valor de la prestación como daño indemnizable (equivalente pecuniario) una vez
transcurrido un plazo adecuado fijado por el deudor para cumplir o cuando resulte
evidente la imposibilidad material de llevar a cabo el cumplimiento de la prestación.
Nuestro criterio al respecto es que corresponde al perjudicado la opción entre las
reparaciones ‘in natura’ o por equivalente, si bien hemos de admitir que procederá ésta
última en una serie de supuestos: cuando así lo hayan pactado expresamente las partes;
cuando el agente responsable de los daños no proceda a su reparación específica,
pudiendo el perjudicado, en fase de ejecución de sentencia, reclamar la correspondiente
indemnización sustitutoria; cuando resulte material o legalmente imposible ejecutar la
reparación ‘in natura’ o ésta sea desproporcionadamente onerosa para el agente o
asegurador responsable, etc. Ahora bien, la reparación pecuniaria puede plantear y, de
hecho, plantea una serie de problemas que han sido abordados por la doctrina y la
jurisprudencia, entre los que destaca el relativo a si el perjudicado puede reparar por su
cuenta los defectos, acudiendo a posteriori a los tribunales para reclamar del
responsable del daño (o del asegurador, en su caso), el importe que él abonó por la
ejecución de esas obras de reparación. Hemos de constatar que la respuesta que da la
doctrina jurisprudencial a este problema, en concreto en relación a los vicios o defectos
ruinógenos que se originan en las edificaciones, es adecuada. Lógicamente, este
supuesto se dará en aquellos casos en que la urgencia de la reparación así lo exija o
cuando la permanencia de los defectos o vicios constructivos pueda prolongarse en el
115
Es el criterio defendido, entre otros, por LLAMAS POMBO, op. cit., pág. 230, ORTI
VALLEJO, op. cit., pág. 380.
116
PANTALEÓN PRIETO, “Las nuevas bases..., cit., pág. 1.731.
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tiempo, causando graves incomodidades al perjudicado, teniendo en cuenta que el pleito
puede prolongarse varios años. Como se ha destacado por la doctrina117, el problema
que plantean estas reparaciones es básicamente probatorio, pues si el perjudicado
procede a reparar los vicios o defectos constructivos por propia iniciativa, hará
desaparecer los efectos y evidencias de esos vicios o defectos, surgiendo el problema de
que, a la hora de reclamar judicialmente su pago habrán desaparecido los elementos que
permitan determinar la cuantía de los daños así como el agente responsable de los
mismos. Lo que no nos cabe duda es que el perjudicado, en determinadas circunstancias,
está facultado para ejecutar él mismo las necesarias obras de reparación cuando con ello
se trate de evitar los graves perjuicios que para él y los demás usuarios del edificio
afectado puedan derivarse. Es más, como ha señalado PANTALEÓN118, podría
hablarse, incluso, de un deber (carga) del perjudicado de reparar los daños ante el riesgo
de que se agraven, pues éste tiene el deber de mitigar el daño, ya que no será
indemnizable el daño que el perjudicado hubiese podido evitar (argumento ex arts. 7.1º
C.c. y 17 LCS), debiendo adoptar las medidas que hayan de considerarse razonables,
según las circunstancias del caso, con la finalidad de evitar que el daño no resulte
innecesariamente grave.
Desde el punto de vista de la jurisprudencia en relación a los defectos de la cosa
en la compraventa predomina la tendencia a admitir que el comprador reclame
directamente el equivalente en que se cifra el importe de la reparación de los defectos119.
117
Vid., ORTI VALLEJO, La protección..., cit., págs. 381-382; CARRASCO PERERA,
“Reparación del daño en forma específica”, Aranzadi Civil, 1996-2º, p. 64.
118
Vid. PANTALEÓN PRIETO, “Comentario al artículo 1.902 CC”, en Comentarios al
Código Civil (Mº justicia), cit., pág 2.001; IDEM, “Las nuevas bases..., ob. cit., pág. 1.743.
119
Cfr., entre otras muchas, las SSTS de 14 de mayo de 1.971 y 14 de marzo de 1.973
sobre venta de máquinas, en las que el vendedor fue condenado a pagar al comprador el importe de
la reparación de los defectos que hubo de realizar. Pero en materia de venta de viviendas son
mucho más numerosos los casos en que la reparación del defecto se pidió por equivalente. Junto a
la STS de 12 de diciembre 1.990, ya citada, existe una copiosa jurisprudencia que admite que el
propietario de la vivienda en la que se presentan vicios o defectos constructivos pueda llevar a
cabo por sí mismo la reparación de los mismos y reclamar a posteriori su importe al vendedor. En
materia de vicios o defectos en las edificaciones son numerosas las sentencias del Alto Tribunal
que permiten al propietario del inmueble proceder por su cuenta a la reparación delos mismos y
repercutir posteriormente su importe en el agente responsable. Especialmente interesante es la STS
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5.4.- La acción de resolución del contrato.Más complejo nos resulta determinar la viabilidad del ejercicio de la acción de
resolución en el contrato de venta en globo, cuando alguno o varios de los elementos
que componen la globalidad tienen vicios (cualitativos) o defectos (cuantitativos) que
disminuyen el valor de ésta de manera considerable. Partimos de la base, en el caso de
que admitamos que es viable el ejercicio de esta acción en esta modalidad de venta, que
los vicios o defectos han de afectar de manera grave a la globalidad, en el sentido de que
ésta desmerezca en su valor conjunto en más de la mitad del precio convenido, siendo
evidente que los vicios o defectos que afecten a alguno o varios elementos aislados de
escaso valor –en todo caso, inferior a la mitad del valor total-, no facultarán al
comprador a pedir ni siquiera la resolución parcial de la venta, salvo que las partes
hubieran convenido otra cosa en el contrato. En este ámbito, el espíritu del artículo
1.532 C.c., al referirse a la “mayor parte”, no necesariamente alcanzará a la facultad
resolutoria, ex artículo 1.124 C.c., lo que nos lleva a dar un tratamiento flexible a la
regulación de la venta en globo.
27 diciembre 1983, cuyos hechos son los siguientes: un edificio construido en la ciudad de Avila
presenta graves defectos en la cubierta, por lo que la Comunidad de propietarios requiere al
promotor-constructor, primero por acto de conciliación y luego notarialmente, para que procediera
a su reparación o a pagar la cifra presupuestada para su reparación, concediéndole un plazo para la
realización de las obras, con el apercibimiento de que de no efectuarlas las ejecutaría la propia
Comunidad a su costa. A ser desatendidos esos requerimientos, la Comunidad efectuó por su
cuenta la reparación, reclamando posteriormente su importe al promotor-constructor en vía
judicial, siendo éste condenado por el tribunal de instancia a su pago, lo que fue recurrido en
casación por el condenado, al estimar que la actora sólo podía reclamar judicialmente el auxilio de
los tribunales para que se le impusiera al demandado la obligación, no pudiendo realizarla por
propia iniciativa, sin intervención de demandado, pues con ello se hacía imposible comprobar si se
daban los supuestos de ruina que encajan en los supuestos del artículo 1591. El Supremo rechaza el
recurso afirmando que “olvida el impugnante, que si la Comunidad efectuó las obras, la necesidad
de su realización viene determinada, sin impugnación válida, en la instancia, por la existencia de
un doble requerimiento al obligado, contumazmente desatendido por el mismo, con
apercibimiento de realización a su costa y especificación del importe, la circunstancia de afectar
la misma al tejado, unida a la de proximidad del invierno en una ciudad, como lo es Avila, de
condiciones climatológicas extremas, de aquí que, a la vista de tales hechos no combatidos
eficazmente, no pueda admitirse la aplicabilidad al caso enjuiciado del artículo 1098 del Código
civil, vistos los términos en que el requerimiento se hizo y la postura inhibitoria del obligado, que
era perfecto conocedor de las consecuencias que la pasividad de su conducta pudiera acarrear,
que no fueron otras que las derivadas de su actuar, y determinantes de la actitud adoptada por la
Comunidad accionante, que con todo acierto se califica en la instancia de prudente y ajustada a
derecho”. Otras muchas sentencias vuelven a admitir las reparaciones ejecutadas por el propietario
de la edificación por razones de urgencia. Entre otras, cfr., las SSTS de 17 febrero 1984; 30
diciembre 1985; 21 noviembre 1990;8 febrero 1994; 17 marzo 1995.
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El problema que plantea la posibilidad de ejercitar la acción resolutoria en esta
modalidad contractual reside en determinar si la venta en globo podría verse afectada en
el caso de que esta modalidad venta tuviese un carácter moderadamente aleatorio, como
se ha pretendido por cierta doctrina en relación a la venta de herencia con enumeración,
que es una modalidad de venta en globo, trasladando a la misma el carácter aleatorio de
la venta de herencia sin enumeración. En tal sentido, existe, como es sabido, un criterio
doctrinal unánime de considerar que los contratos aleatorios están excluidos de la
resolución por incumplimiento, pues en estos contratos la causa de la prestación de cada
parte toma en consideración el riesgo asumido, de modo que la inejecución (o ejecución
defectuosa) de las obligaciones de una de las partes no permite a la otra pedir la
resolución, desde el momento en que ha comenzado la ejecución del contrato y cada
parte contratante ha corrido el riesgo. La resolución sólo puede pedirse si el riesgo ha
desaparecido120. Ello conduce a considerar que no procede el ejercicio de esta acción en
la venta en globo sin enumeración, donde las partes comparten el riesgo de un
incremento o disminución de los componentes de la masa, limitándose la
responsabilidad del vendedor a la legitimidad del todo en general. En cambio, nuestro
criterio, como ya hemos tenido ocasión de exponer, es el de excluir el carácter aleatorio
de la venta en globo, no sólo de la venta en que se enumeran los elementos de la
globalidad, sino incluso en la venta en globo sin enumeración. Es por ello por lo que sí
creemos viable la posibilidad de que el comprador pueda solicitar la resolución del
120
Vid. ALVAREZ VIGARAY, La resolución de los contratos bilaterales por
incumplimiento, Granada, 1.986, págs. 265 y ss., que transcribe (págs. 226-267) el criterio seguido
por MOSCO (La risoluzione del contratto per inadempimento, Nápoles, 1.950, págs. 138-141),
que estima que los contratos aleatorios son una excepción a la resolución del contrato bilateral por
incumplimiento, lo que es debido a la especial naturaleza de este tipo de contratos, “los cuales
constituyen una especial categoría de los contratos conmutativos. En efecto, en estos contratos, el
cambio no es entre dos prestaciones ciertas, sino más bien entre dos probabilidades de
prestaciones, esto es, un cambio de riesgos (commutatio periculi). Esto se verifica en todos los
contratos aleatorios, pero se verifica de manera más acentuada en los contratos aleatorios más
puros (como la ‘emptio spei, el juego y la apuesta) en los cuales de verificarse el suceso futuro e
incierto depende no sólo la medida de la prestación sino la ejecución de la prestación entera.
Teniendo esto en cuanta, resulta claro que en principio no se puede hablar de resolución de los
contratos aleatorios, porque normalmente (esto es en los contratos aleatorios puros) el
cumplimiento contempla una sola de las prestaciones, no ambas (...). En segundo lugar, en todos
los contratos aleatorios, también en aquellos en los que del alea depende sólo la cuantía de la
prestación, no puede haber resolución porque la retroactividad no volvería a establecer el estado
de cosas anterior, en cuanto el riesgo ha corrido al menos en parte y por tanto no hay posibilidad
alguna de verdadera restitución. Esto naturalmente no excluye que para esta especie de contratos,
y singularmente para la renta vitalicia, la resolución pueda ser expresamente pactada”.
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contrato en este tipo de ventas, en las que el riesgo asumido por el comprador es mínimo
y, por supuesto, desaparece prácticamente cuando el vendedor ha efectuado unas
manifestaciones previas, garantizando determinados estados de cosas. Otra cosa es que
el comprador asume en la venta en globo cierto riesgo de una disminución patrimonial
de la globalidad, lo que no impide que pueda instar la acción resolutoria del contrato,
con la lógica limitación de que la disminución del valor de la masa ha de ser superior en,
al menos, la mitad del valor del conjunto, valor que viene determinado por el precio
pagado por el comprador. Esta limitación, no obstante es también relativa, pues
retomamos nuestro criterio de considerar que también podrá reclamar el comprador la
resolución del contrato en el caso de que el vicio jurídico o material afecte a un
elemento de gran valor --aunque no alcance la mitad del valor total de la universalidad--,
o a un bien de gran valor funcional, cuya pérdida haga impropia para su uso al conjunto
de la globalidad o frustre el interés del comprador por el conjunto.
Por otro lado, hemos de plantearnos la posibilidad de admitir la resolución parcial
en la venta en globo. Como ha puesto de manifiesto ORTI VALLEJO121, aunque la
tradición jurídica es reacia a aceptar esta modalidad de resolución, lo cierto es que ésta
es plenamente admisible cuando la prestación consista en la entrega de un conjunto de
cosas y alguna o varias de ellas tengan defectos o faltas de conformidad, pues sería
antieconómoco forzar al comprador a resolver la compraventa cuando estas faltas
afecten a elementos aislados, interesando al comprador la conservación del negocio.
Aquí estaríamos ante la venta de un objeto único que resulta sólo parcialmente
defectuoso. Centrándonos en la venta en globo, admitimos la posibilidad de admitir la
resolución parcial, pero en casos muy determinados, debiendo estarse a las
peculiaridades de cada contrato en particular. No debemos olvidar que en la venta en
globo el objeto es único, pero está integrado por un conjunto de elementos que se
transmiten unitariamente. El defecto o falta de conformidad de alguno o varios de esos
121
ORTI VALLEJO, Los defectos..., cit., pág. 187-189, que analiza la S.T.S. de 19 de
enero de 1.983 (R. 251) que admitió la resolución parcial en un supuesto de venta de maquinarias
que tenían un elemento defectuoso, lo que las hacía impropias para su uso, pese a lo cual el Alto
tribunal admitió la resolución parcial del contrato por aplicación del principio del ‘favor
contractus’, si bien el Tribunal establece una serie d requisitos que han de concurrir en la
resolución parcial: 1) que el objeto sea una cosa compuesta de diversas partes separables y 2) que
esas partes sean susceptibles de utilización (o aprovechamiento) parcial.
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elementos, si o de escaso valor cuantitativo o funcional no da lugar a responsabilidad
alguna del vendedor. Esta responsabilidad podrá ser exigida cuando el defecto afecte a
uno o varios bienes cuyo valor –cuantitativo o cualitativo—supere determinados límites.
Sólo en este caso entendemos que el comprador podría sustituir el ejercicio de la acción
de saneamiento por la resolución parcial, si es su interés continuar conservando la
titularidad del resto de los elementos sanos, si bien esta solución debería estar prevista
en el contrato, ya que otorga una especial ventaja al comprador, que ve así ampliados
notablemente los plazos de prescripción para hacer valer su derecho, frente a los breves
plazos de las acciones edilicias. No obstante, cabe también la posibilidad de que las
partes, en las estipulaciones contractuales, hayan previsto expresamente la posibilidad
de resolución parcial del contrato en caso de pérdida o falta de conformidad de alguno o
varios elementos concretos, aun cuando éstos no alcancen el nivel legalmente previsto
para el ejercicio de la acción de saneamiento prevista en el artículo 1.532 C.c., dado el
carácter dispositivo de este precepto. De hecho, en la venta de empresas, será frecuente
que el comprador eleve a la categoría de causa de la adquisición de la empresa la
existencia en ella de determinados elementos, cuya falta o pérdida facultaría al
comprador a resolver el contrato, por lo que no vemos obstáculos serios para que se
pacte la solución de la resolución parcial, con lo que el comprador podrá continuar
conservando la titularidad del conjunto, al tiempo que deja sin efecto parcialmente el
contrato, disponiendo además de un plazo de tiempo mucho más extenso para ejercitar
la acción. Pero reiteramos que será preciso, en tal caso, un pacto expreso de las partes.
Sabido es que el comprador y el vendedor están facultados para resolver el
contrato en caso de incumplimiento de la obligación que incumbe a la contraparte en
razón al carácter recíproco o sinalagmático de las obligaciones que surgen del contrato
de compraventa, que es el contrato sinalagmático por excelencia. La consecuencia es la
posibilidad que tiene la parte que sufre el incumplimiento de la otra, de retrotraer la
situación del vínculo obligatorio al momento de la conclusión del contrato, que conlleva
la ineficacia del mismo que comporta la devolución de lo que cada parte haya
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recibido122. Entendemos que cuando el comprador resuelve el contrato, el vendedor pasa
a asumir el riesgo de los bienes defectuosos o deteriorados. En definitiva, se produce
una transmisión del riesgo con carácter retroactivo. Lo cierto es que el comprador
perderá el derecho a resolver el contrato si no puede restituir el objeto defectuoso a un
estado sustancialmente idéntico a aquel en que la hubiera recibido, según el criterio que
ha venido a sentar el artículo 82.1º C.V123.
La práctica totalidad de los estudios doctrinales llevados a cabo en torno a la
acción resolutoria en general y a su aplicación al contrato de compraventa en particular,
analizan la resolución por causa de incumplimiento, prestando escasa atención a la
resolución derivada de cumplimiento defectuoso, a diferencia de lo que ocurre con la
jurisprudencia del Tribunal Supremo, relativamente numerosa y que ha venido
admitiendo esta acción, creando una doctrina en torno a la resolución por defectos en la
compraventa. No obstante, la doctrina también se ha mostrado favorable a la admisión
del ejercicio de esta acción en los supuestos de defectos o vicios en la compraventa124.
122
CLEMENTE MEORO, La resolución de los contratos por incumplimiento, (Estudio
comparativo, doctrinal y jurisprudencial del Derecho inglés y del Derecho español), Valencia,
1.992, págs. 30-32, resume las características de la acción resolutoria en el Derecho español en las
siguientes notas: 1) La resolución por incumplimiento no tiene su origen en la voluntad negocial,
sino en la ley. 2) La resolución no opera de manera automática, una vez producido el
incumplimiento, sino que faculta al acreedor para pedir que se declare la resolución. 3) La
resolución no actúa de una forma absoluta, ya que los tribunales están autorizados para conceder
plazo si hay causa justificada para ello. 4) Sólo una de las partes, la que no ha recibido la
prestación, está facultada para resolver. 5) La resolución por incumplimiento no tiene efectos
retroactivos respecto de los terceros adquirente a título oneroso y de buena fe. 6) La resolución
puede dar derecho a indemnización por daños y perjuicios. 7) La resolución por incumplimiento no
tiene nada que ver con la condición resolutoria, siendo más bien, una acción de tipo rescisorio, con
base a la lesión que comporta el incumplimiento de una de las partes para el que ha cumplido la
obligación.
123
MONTES PENADES, “Comentario..., cit., pág. 674. que concluye que “esto que el
Convenio pone en claro, se podría también pensar en nuestro Derecho, sólo que esta línea de
razonamiento se ve reforzada por efecto de lo establecido en el Convenio”.
124
ALVAREZ VIGARAY, La resolución..., cit., págs. 129, se limita a afirmar que sería
contrario a la buena fe admitir la resolución por cumplimientos defectuosos de escasa importancia,
procediendo sólo cuando se haga imposible la consecución del fin práctico perseguido por el
contrato, esto es, cuando desaparezca el interés del acreedor en el cumplimiento. DIEZ-PICAZO,
“El retardo, la mora y la resolución de los contratos sinalagmáticos”, A.D.C., 1.969, pág. 388, por
su parte, se muestra reticente a aceptar sin más la posibilidad de resolver el contrato en base a un
incumplimiento por ejecución de una prestación defectuosa, afirmando (pág. 388) que la acción
resolutoria sólo estará justificada en este caso en dos supuestos: si el deudor no se allana a
satisfacer la pretensión de rectificación a la que previamente le haya requerido el acreedor y, en
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En este sentido se ha tratado de diferenciar la acción resolutoria de la acción
redhibitoria, siendo prácticamente unánime la doctrina al considerar que existen
diferencias importantes entre ambas acciones, pues mientras que la redhibitoria puede
ser esgrimida por el comprador ante cualquier defecto, con independencia de su
gravedad, en cambio, la resolución por defectos tiene un límite en su ejercicio: sólo
puede instarse por razón de un defecto cualificado125. Sin embargo, esta limitación al
ejercicio de la acción resolutoria en los casos de defectos de la cosa vendida no significa
que se considere que hay que suprimir esta solución, pues hay casos en que la propia
buena fe justifica que no sea exigible al comprador que deba pretender una corrección
de los defectos, como veremos a continuación. Por lo demás, es necesario que el
incumplimiento sea grave para ejercitar la acción resolutoria126
Este criterio se ve reforzado, en el caso de defectos de la cosa vendida, por la
propia reglamentación de las acciones edilicias en el Código civil, ya que nuestro
legislador prescinde de la culpa del vendedor en materia de saneamiento. En tal sentido,
segundo lugar, si la prestación defectuosa no es útil para el fin a que se destinaba. En la misma
línea, ESPINAR LAFUENTE, “Resolución e indemnización en las obligaciones recíprocas”, en
Estudios Castán, vol. IIº, Pamplona, 1.969, pág. 133, que señala que la ejecución irregular de la
prestación puede dar lugar a la resolución cuando el defecto (cuantitativo) o vicio (cualitativo)
fuese una trasgresión esencial.
125
Cfr. GARCIA CANTERO, “Comentario..., cit., pág.346; MORALES MORENO, “La
naturaleza..., cit., págs. 631-632; ORTI VALLEJO, op. cit., pág. 394. Cfr., igualmente, artículo
1.486 C.c. y, en similares términos, art. 1.644 del Code francés y art. 1.492 del Codice italiano.
126
Tradicionalmente se han formulado dos criterios para calificar la gravedad de un
incumplimiento. El subjetivo, basado en la mala fe del contratante incumplidor, que se abstiene de
ejecutar la prestación debida como consecuencia de una actitud de pasividad y el objetivo, que
considera que la gravedad del incumplimiento no se obtiene valorando la conducta del contratante
incumplidor, sino atendiendo a los fines de orden práctico que las partes se proponían alcanzar con
el contrato --criterio funcional--, criterio éste defendido por la doctrina italiana y, entre nosotros,
por ORTI VALLEJO, La protección..., págs. 391-394. Este último criterio resulta más ajustado a
la resolución por defectos, pues el criterio subjetivo tiene su razón de ser en el caso de resolución
por incumplimiento, en la que el juez deberá valorar la conducta del deudor incumplidor, dada la
falta de realización de la prestación debida; en cambio, en el incumplimiento por defectos, la
prestación sí ha sido ejecutada por el deudor, si bien de modo incorrecto e inadecuado, por lo que
la valoración de la gravedad se centrará en el hecho objetivo del defecto, lo que no impide que, en
determinados supuestos, deba tenerse en cuenta también el criterio subjetivo. Por ello coincidimos
con DIEZ-PICAZO (“El retardo..., cit., pág. 393), al considerar que este supuesto de resolución ha
de asimilarse al caso de la imposibilidad sobrevenida, lo que significa que la acción resolutoria
podría ejercitarse no sólo cuando el incumplimiento fuese culposo, sino también cuando la falta de
prestación se hubiese producido con independencia de la voluntad del obligado, es decir, cuando la
falta de prestación (o incorrección de la misma) es fortuita (en parecidos términos, vid.
PANTALEÓN PRIETO, “Las nuevas bases..., cit., pág. 1.731 y ss.)
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el artículo 1.485 C.c. es claro: “El vendedor responde al comprador del saneamiento
por los vicios o defectos ocultos, aunque los ignorase”.Por su parte, el artículo 1.487
C.c. imputa el riesgo de la pérdida por defectos de la cosa al vendedor. Estos que es así
para la compraventa específica se hace extensivo también a la genérica, de manera que
el vendedor responderá por la pérdida de la cosa derivada de vicios o defectos ocultos,
con independencia de su culpa y de que la venta se a genérica o específica. Otra cosa es
que el comprador pueda reclamar la correspondiente indemnización, ejercitando la
acción indemnizatoria, en caso de mala fe o negligencia del vendedor incumplidor.
Por tanto, en consecuencia, será la gravedad del defecto el criterio que determinará
la posibilidad de resolver el contrato de compraventa. La Convención de Viena nos
proporciona un criterio para determinar cuando la gravedad del defecto permite resolver
el contrato, al calificar la contravención de esencial. Así lo dispone el artículo 49.1º, a),
que entiende por ésta “la que causa a la otra parte un perjuicio tal que le priva
sustancialmente de aquello que tenía derecho a esperar del contrato, a menos que la
parte de la que proviene el defecto no haya previsto tal resultado y que una persona
razonable de iguales cualidades colocada en la misma situación no la hubiera previsto
tampoco”127. Como se ve, el Convenio sigue también este criterio funcional o finalista a
que nos venimos refiriendo128. En tal sentido, el artículo 51.2º C.V. determina que, en
caso de entrega incompleta o parcialmente defectuosa, el comprador no puede declarar
resuelto el contrato por entero más que cuando constituye un incumplimiento esencial.
Pero el apartado anterior precisa que si el vendedor sólo entrega una parte de las
mercaderías, o sólo una parte de las entregadas es conforme al contrato, se aplicarán las
reglas de los artículos 46 al 50 C.V. Se refiere particularmente a la resolución que en
127
Vid. LOPEZ Y LOPEZ, “Comentario al artículo 49 C.V.”, en A.A.V.V., La
Compraventa Internacional..., cit., págs. 435-444; OLIVA BLAZQUEZ, op. cit., págs. 249-257.
128
Similar criterio sigue la legislación española de protección de consumidores, pues el
artículo 11.3º L.G.D.C.U., tras referirse a la pretensión de reparación de los defectos, que según
hemos visto es el derecho es el derecho preferente del adquirente, añade: “En los supuestos en que
la reparación efectuada no fuera satisfactoria y el objeto no revistiese las condiciones óptimas para
cumplir el uso a que estuviese destinado, el titular de la garantía tendrá derecho a la sustitución del
objeto adquirido por otro de idénticas características o a la devolución del precio pagado”. Esta
última parte de la norma, relativa a la devolución del precio, supone claramente la admisión por el
legislador de la acción resolutoria, en base también a un criterio objetivo o funcional, cual es la
falta de aptitud del objeto para el uso a que estuviese destinado.
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este caso será parcial y supone que la ejecución del contrato es divisible, cuantitativa o
cualitativamente, sin que tengan aplicación directa los mencionados preceptos.
Por su parte, la Directiva 1.999/44/CE admite también (art. 3.5º) la facultad
resolutoria del contrato por el consumidor, si bien la condiciona a que no pueda exigir la
reparación o la sustitución, o si el vendedor no hubiera llevado a cabo el saneamiento en
un plazo razonable o sin mayores inconvenientes para el comprador129, criterios que
reitera el Proyecto de Ley de garantías en la venta de bienes de consumo, en su artículo
7, que determina que “la rebaja del precio y la resolución procederán, a elección del
consumidor, cuando éste no pudiera exigir la reparación o la sustitución y en los casos
en que éstas no se hubieran llevado a cabo en plazo razonable o sin mayores
inconvenientes para el consumidor: la resolución no procederá cuando la falta de
conformidad sea de escasa importancia”. En consecuencia, observamos una tendencia
legislativa a admitir expresamente el ejercicio de la acción resolutoria en los casos de
vicios o defectos en la compraventa. El último inciso de este precepto nos reafirma en la
idea de que, en la venta en globo, la existencia de vicios jurídicos o materiales que
afecten a elementos de escasa importancia no permitirá el ejercicio de la acción
resolutoria. También la jurisprudencia de nuestro Alto Tribunal admite sin reticencias la
posibilidad de ejercitar la acción resolutoria del contrato de compraventa por vicios o
defectos del objeto contractual.
5.5.- La acción de indemnización por daños y perjuicios.A lo largo de nuestra exposición hemos venido a configurar el defecto o vicio
como un incumplimiento del vendedor. por lo que el resarcimiento del daño que el
defecto haya producido constituye una acción complementaria o accesoria de las demás
acciones de que dispone el comprador, lo que no significa que esta acción carezca de la
importancia de la acción principal, pudiendo tener, en ciertos casos, una importancia
incluso superior a ésta. Pensamos, por ejemplo en la venta de maquinas defectuosas o
productos alimenticios en malas condiciones que puedan generar daños a las personas o
129
Vid. ORTI VALLEJO, Los defectos..., cit., págs. 183 y ss.
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bienes. La admisibilidad de esta acción en los casos de defectos es indudable y así lo ha
venido admitiendo la jurisprudencia del Tribunal Supremo desde la conocida sentencia
de 6 de mayo de 1.911130. Por lo demás, del artículo 1.486.2º C.c. así se deduce
claramente, al disponer este precepto que “si el vendedor conocía los vicios o defectos
ocultos de la cosa vendida y no los manifestó al comprador, tendrá éste la misma
opción y además se le indemnizará de los daños y perjuicios, si optase por la
rescisión”. El problema principal que plantea este precepto es que parece excluir de su
ámbito de aplicación aquellos daños derivados de los defectos de la cosa que no fueran
conocidos por el vendedor, teniendo el comprador que demostrar que el vendedor
conocía, al tiempo de perfeccionarse el contrato, la existencia del vicio o defecto, prueba
prácticamente diabólica, al tratarse de un elemento psicológico, lo que supone un
beneficio injustificado para el interés del vendedor. Por ello, la doctrina no ha dudado en
ampliar el alcance de la responsabilidad del vendedor en tales supuestos y, en este
sentido, MORALES MORENO llega a la conclusión de que, si bien este precepto funda
la acción de responsabilidad en la ‘culpa in contrahendo’ del vendedor, esta
responsabilidad debe hacerse extensiva a otros supuestos: a) a la reticencia no dolosa,
que se produce cuando el vendedor conoce los vicios pero olvida comunicárselos al
comprador, en cuyo caso hay una negligencia grave imputable al vendedor; b) la
ignorancia crasa, debida a la extrema negligencia del vendedor y c) responsabilidad
fundada en la impericia, que es equiparable a la culpa. Admite incluso el autor que en la
actualidad la responsabilidad del vendedor incluso ha traspasado los límites estrictos de
la culpabilidad, sirviendo en realidad para atribuir a los profesionales determinados
riesgos, lo que es conveniente en el orden social, a medida que se va extendiendo la
130
Esta sentencia dispone (cdo. 2º): “... entre el artículo 1.101 de dicho Código (que
establece el principio general de las responsabilidades en que incurren los que en el cumplimiento
de sus obligaciones proceden con dolo, negligencia o morosidad y los que de cualquier modo
contravinieron el tenor de sus compromisos, juntamente con los artículos 1.103 y 1.104, que
desarrollan las que se derivan de la negligencia), de una parte, de una parte, y de otra los arts.
1.484 y demás referentes a la compraventa, no existe oposición alguna, porque la obligación del
vendedor de sanear la cosa vendida por defectos ocultos y el derecho del comprador de optar en
tal caso entre la rescisión del contrato o la rebaja del precio, son perfectamente compatibles con
el derecho del último a ser indemnizado cuando a consecuencia de esos defectos se le causen
daños y perjuicios, ya se originen de haber faltado la otra parte contratante al cumplimiento de
sus obligaciones en la forma estipulada, ya de su incuria o negligencia, en relación a que ambas
responsabilidades nacen de fuentes distintas e independientes entre sí, la una de los defectos que
hacen impropia la cosa objeto del contrato para el uso a que se la destina, y la otra del quebranto
causado al patrimonio del comprador, si además concurren los requisitos del art. 1.107”.
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objetivación de la responsabilidad131. Por tanto, en nuestro Derecho es posible dudar del
alcance de la limitación que establece el artículo 1.486.2º , ya que, desde nuestra
perspectiva de aplicar a los defectos de la cosa vendida las reglas generales de la
responsabilidad contractual, tal límite queda evidentemente excluido, ya que en materia
de responsabilidad contractual no existe una regla limitativa semejante132, lo que se ve
corroborado por el hecho de que la Ley General para la Defensa de Consumidores y
Usuarios ha venido a suprimir igualmente esta limitación en su artículo 26133, del que se
deduce que esta Ley establece un sistema subjetivo en materia de daños, basado en la
131
Cfr., MORALES MORENO, “Comentario al artículo 1.486 C.c.”, en Comentario...
(Mº Justicia), IIº, cit., págs. 961-962. También, en tal sentido, ORTI VALLEJO, La protección...,
cit., págs. 420-421. Por su parte, PANTALEON PRIETO, “Las nuevas bases..., cit., págs. 1.7371.739, describe las diversas concepciones de la responsabilidad contractual, que resume en tres: a)
la que ve la responsabilidad contractual como verdadero cumplimiento por equivalente, de manera
que el deudor incumplidor debe indemnizar los daños así provocados, porque, al contratar, ha
asumido tal obligación (solución de los ordenamientos del common law); b) la que ve la
responsabilidad contractual, al igual que la extracontractual, como la sanción de un acto ilícito
(solución del ordenamiento alemán); y c) la solución que sete autor considera apropiada a nuestro
ordenamiento, que, partiendo de la base de que el contrato es fuente de la responsabilidad
contractual, se separa de la primera solución en que no considera la obligación de indemnizar
como contenido de la promesa contractual, “sino como efecto que la ley liga al contrato, no contra
la voluntad de las partes, pero sí sin ella”, por lo que el deudor incumplidor responde no porque
haya asumido tal compromiso al celebrar el contrato, sino porque así lo ha estimado el legislador
por razones de justicia, alñ considerar razonable que el incumplimiento del deudor le sea
imputable. si bien, para esta concepción se requiere que dicho incumplimiento le sea imputable al
deudor, ello no implica que lo sea sólo por dolo y por culpa-negligencia, ya que “un alto nivel de
‘objetivación’ de la responsabilidad contractual es, pues, plenamente congruente con esta última
concepción”, que, por lo demás, es la seguida también por la Convención de Viena, en sus
artículos 74 y 79. Vid., en tal sentido, PANTALEON PRIETO, “Comentario al artículo 74 C.V.”,
en A.A.V.V., La compraventa internacional..., cit., págs. 579-609; SALVADOR CODERCH,
“Comentario al art. 79 C.V.”, en en A.A.V.V., La compraventa internacional..., cit., págs. 635656. PANTALEON, últ. op. cit., pág. 1.740, propone suprimir las referencias a la culpa que creen
la impresión de que la responsabilidad del deudor se limita al dolo y a la culpa, debiendo
sustituirse la redacción del art. 1.105 C.c. por la del art. 79.1º C.V., a cuyo tenor, un contratante no
responderá del incumplimiento de alguna de sus obligaciones “si prueba que esa falta de
cumplimiento se debe a un impedimento ajeno a su voluntad y si no cabía razonablemente esperar
que tuviese en cuenta el impedimento en el momento de la celebración del contrato, que lo evitase
o superase o que evitase o superase sus consecuencias”.
132
ORTI VALLEJO, La protección..., cit., pág. 421; IDEM, Los defectos..., cit., pág. 202,
que destaca que el artículo 1.486.2º C.c. actualmente supone un beneficio injustificado para los
vendedores.
133
Art. 26 L.G.D.C.U.: “Las acciones u omisiones de quienes producen, importan,
suministran o facilitan productos o servicios a los consumidores y usuarios, determinantes de
daños o perjuicios a los mismos, darán lugar a la responsabilidad de aquellos, a menos que
conste o se acredite que se han cumplido todas las exigencias o requisitos reglamentariamente
establecidos y los demás cuidados y diligencias que exige la naturaleza del producto, servicio o
actividad”.
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culpa del agente134. Pero el legislador introduce una importante matización en relación a
la prueba de la culpa, pues traslada la carga de la prueba del incumplimiento al agente
del daño, pues tras decir el precepto que las acciones u omisiones determinantes de
daños y perjuicios darán lugar a responsabilidad, excluye la responsabilidad del agente
al decir “...a menos que conste o se acredite que se han cumplido todas las exigencias o
requisitos reglamentariamente establecidos y los demás cuidados y diligencias que exige
la naturaleza del producto, servicio o actividad”, con lo que se traslada la carga de la
prueba al agente del daño, lo que supone un beneficio para el consumidor, que siempre
tendría dificultades para obtener este tipo de pruebas de carácter técnico. En definitiva,
aun partiendo de la especialidad de la norma, el artículo 26 L.G.D.C.U. suprime el
límite que establece el artículo 1.486 C.c., en beneficio de los consumidores.
Por su parte, la Convención de Viena de Compraventa Internacional de
Mercaderías, regula en su artículo 74 la acción de indemnización de daños y
perjuicios135, que tiene un doble alcance: por un lado, es una acción de carácter general,
por cuanto resulta aplicable a cualquier falta de cumplimiento, no siendo preciso que
éste sea esencial de cualquiera de las obligaciones que incumbe a cualquiera de las
partes, siempre que cause un daño al acreedor y no concurra una causa de exoneración
conforma al artículo 79, de manera que, para que la responsabilidad contractual nazca,
basta que la obligación haya dejado de ser cumplida en el momento del vencimiento, no
siendo necesario poner al deudor en mora. Por otra parte, la acción de indemnización es
134
En contra de este criterio, BERCOVITZ RODRIGUEZ-CANO, “Comentario al
artículo 26 L.G.D.C.U.”, en A.A.V.V., Comentarios a la Ley General para la Defensa de
Consumidores y Usuarios, (Coordinadores: BERCOVITZ RODRIGUEZ-CANO y SALAS
HERNANDEZ), Madrid, 1.992, págs. 697-699, quien parece inclinarse, al interpretar este artículo,
por un criterio objetivo, al considerar que los productores, importadores y suministradores
responden siempre que se haya producido el daño y el mismo haya sido provocado por el defecto
del producto o servicio suministrado, admitiendo excepciones a esta regla, pues el autor es
consciente que tal interpretación fuerza en algún grado el tenor literal del precepto, en base al
principio de protección integral del consumidor y a la Directiva 85/374.
135
Art. 74 C.V.: “La indemnización de daños y perjuicios por el incumplimiento del
contrato en que haya incurrido una de las partes comprenderá el valor de la pérdida sufrida y de
la ganancia dejada de obtener por la otra parte como consecuencia del incumplimiento. Esa
indemnización no podrá exceder de la pérdida que la parte que haya incurrido en incumplimiento
hubiera previsto o debiera haber previsto en el momento de la celebración del contrato, tomando
en consideración los hechos de que tuvo o debió haber tenido conocimiento en ese momento,
como consecuencia posible del incumplimiento del contrato”.
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perfectamente acumulable a los restantes remedios que la Convención reconoce al
contratante perjudicado (pretensión de cumplimiento, reducción o rebaja del precio,
resolución del contrato (cfr., arts. 45.1º y 2º, 61.1º y 2º , 46, 49, 50, 62, 64)136.
Una última cuestión se nos plantea en relación a la indemnización de daños y
perjuicios, y es la relativa a la existencia de pactos modificativos de la responsabilidad
del incumplidor. Normalmente los contratos de compraventa no suelen ser muy precisos
respecto a las consecuencias que proceden cuando se produce un incumplimiento
contractual, bien por ser inciertas o no veraces las Manifestaciones hechas por el
vendedor, o bien cuando se producen daños o perjuicios derivados de la pérdida por
evicción o por vicios o defectos ocultos de alguno varios de los elementos integrantes de
la globalidad vendida. A veces se incluyen cláusulas que determinan, innecesariamente
en nuestra opinión, el deber de vendedor de indemnizar al comprador en caso de
producirse tales eventos, ya que en todos estos casos de incumplimiento procede la
responsabilidad contractual conforme a los criterios generales.
Es normal, igualmente, encontrar cláusulas de limitación cuantitativa de la
responsabilidad, ya que, por razón de la complejidad de las ventas en globo
(especialmente en casos como la venta de empresa), es casi imposible que, aun
empleando el vendedor la mayor diligencia y actuando con absoluta buena fe, puedan
evitarse contingencias inesperadas o puedan aparecer deudas sorprendentes o pasivos
imprevistos. De ahí que al vendedor le interese introducir en el contrato cláusulas
limitativas de su responsabilidad. Por un lado, será frecuente en la práctica, encontrar
cláusulas en las que se aplace el pago de la totalidad del precio, acordándose entre las
partes la posibilidad de compensar los vicios o gravámenes ocultos que pudieran surgir
en un plazo determinado con el precio final acordado. Por otro lado, también será
frecuente la fijación en el contrato de una franquicia mínima de responsabilidad, según
la cual sólo responderá de las contingencias sobrevenidas que superen una determinada
136
PANTALEON PRIETO, “Comentario al artículo 74 C.V.”, cit., págs. 581-582.
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cuantía137 . Estas cláusulas de mínimos plantean ciertos problemas interpretativos que
las partes deberán resolver en el propio clau
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