Reforma de la Constitución

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1. SIGNIFICADO, FUNDAMENTO Y FUNCIONES DE LA REFORMA CONSTITUCIONAL
1. INTRODUCCIÓN
Se parte de una serie de premisas tales como que el estado constitucional está basado primero, en el principio
político democrático y segundo, el principio jurídico de supremacía constitucional. Según el primero se
supone que corresponde al pueblo soberano la competencia del poder constituyente y según el segundo
principio se entiende que la Constitución obliga por igual a gobernantes y gobernados. Estos dos principios
concurren en el Estado a través de dos teorías: por una lado la del iusnaturalismo contractualista, con autores
como Grocio, Locke, Rousseau..., intentando justificar racionalmente el poder y por otro lado la teoría de la
limitación del poder (Montesquieu) y la supeditación del gobernante a la ley (Bracton, Fortescue...). Pues
bien, para comprender el fundamento y el alcance de la reforma constitucional hay que hacer ver la
contraposición entre estas dos líneas de pensamiento. Rousseau separó claramente la distancia entre el
principio democrático y la teoría limitadora de poder con un contundente razonamiento: porque el pueblo es
soberano y porque la soberanía es inalienable, el pueblo sólo debe obedecerse a sí mismo, ejercitando directa
o inmediatamente el poder político. Con lo que se da a conocer que la única democracia concorde con las
exigencias del contrato social es la democracia directa, de donde derivan estas dos proposiciones:
1º. Al actuar el pueblo dentro de este tipo de democracia como soberano no cabe pensar en una teoría de
limitación de poder ya que por definición un poder soberano es un poder ilimitado.
2º. Si la Constitución, en cuanto mecanismo limitador de poder, carece de fundamento dentro de la
democracia directa, será inadmisible también la Constitución como aparato a través del cual se organiza la
vida del Estado.
Por lo tanto, para hacer viable la idea de Constitución como instrumento limitador y organizador de los
poderes del Estado ha de partirse de unas premisas contrarias a las que llevaba como conclusión inexorable la
doctrina del pacto social. Y frente a la democracia directa nos topamos con la democracia representativa
impuesta por la realidad y por la historia, de donde partirá la construcción de la teoría constitucional.
Dentro de este marco democrático y dada la distinción entre gobernantes y gobernados, será fácil entender la
Constitución como ley suprema que limite y controle, a voluntad del pueblo soberano, la voluntad no
soberana del gobernante. Paralelamente a esta distinción entre gobernantes y gobernados, la democracia
representativa implica una distinción y una organización de los poderes estatales que dependerá del que posea
la soberanía, ya que en cómo proceder a esta organización radicará la esencia de la democracia representativa.
Y esta democracia, con la consiguiente teoría constitucional, triunfará por la negación en la práctica de la
democracia de identidad como posibilidad histórica. Como es lógico donde más significativa es la
contraposición entre el principio legitimador democrático de la soberanía popular y la teoría de la limitación
es en la praxis del Estado constitucional. El problema comienza en el concepto mismo del poder
constituyente: al asignar al pueblo como único titular de la soberanía se intenta salvar el principio
democrático, pero al término de la obra del poder constituyente, éste desaparece como tal y con él el dogma
de la soberanía popular. Con lo que queda, según Kelsen o Krabbe, por ejemplo, una auténtica soberanía de la
Constitución y del Derecho, frente a la del pueblo. Aunque, la soberanía popular subyace indirectamente en la
vida del Estado a través, justamente, de la existencia del texto constitucional, que es obra suya. Pero el
conflicto entre estas dos soberanías, popular y de la Constitución, estallará cuando haya que introducir
necesariamente modificaciones en esta última. Entonces para resolver este dilema, o bien se considera que la
Constitución en cuanto ley suprema, organiza sus propios cambios, en cuyo caso el principio democrático se
convierte en mera declaración retórica, o bien se estima que para salvar la soberanía popular, es al pueblo a
quien corresponde realizar y aprobar cualquier modificación de la Constitución, afectando gravemente así a la
idea de supremacía. Todo este dilema confluye en la técnica de la reforma constitucional, de gran valor y
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transcendencia. Esta técnica, aparece como intento por salvar tanto el principio democrático como el principio
jurídico de supremacía constitucional, configurándose así un poder especial entre el poder constituyente
originario y el poder constitutivo ordinario: el poder de reforma.
Este poder de reforma está, al fin y al cabo, condicionado por las exigencias políticas derivadas del principio
democrático y los requerimientos jurídicos, emanados del principio de supremacía constitucional. Ni que decir
tiene que si estas exigencias y esto requerimientos no se dan en realidad o el Estado se fundamenta en otros
supuestos ideológicos distintos, la temática de la reforma no tendrá sentido alguno.
Esto es lo que sucede en España donde la teoría constitucional de los siglos XIX y XX se produce sin las
condiciones sociales y políticas que llevan históricamente a la aparición del Estado constitucional. Así, la
reforma ni siquiera podría plantearse como problema ya que eran muchas las constituciones que negaban,
como criterio político legitimador, al principio de la soberanía popular (Constituciones otorgadas o pactadas).
La teoría de la Constitución y la teoría de la reforma son expresiones equivalentes, en tanto en cuanto los
contenidos esenciales de una y otra, son también coincidentes.
2. EL PROBLEMA DEL PODER CONSTITUYENTE
Al admitir como supuesto legitimador del estado el principio democrático de la soberanía popular y que la
democracia representativa es la única forma de organizar la comunidad política ha de surgir la idea de poder
constituyente, ya que este tipo de democracia, que distingue entre gobernantes y gobernados ha de hacer valer
la autoridad popular frente a la del gobernante. Esto se llevará a cabo a través de una ley superior
(Constitución) que obligue a todos por igual. Para encontrar los antecedentes de la doctrina del poder
constituyente habría que dirigirse a la teoría de la división de poderes de Montesquieu, que aunque no la
nombra en su obra, constituye una premisa, ya que los tres poderes no se concebirían sin el reconocimiento de
un poder previo y superior que sería la razón de su existencia. De todas formas, la problemática del poder
constituyente se encuentra en la praxis del Estado y si se vincula a la creación francesa o americana, es porque
en estos procesos revolucionarios se dio por primera vez las condiciones políticas y sociales que determinan
su aparición. Las cuestiones a tratar serán tres:
• Poder constituyente en su definición como poder soberano. Se trata de un poder absoluto y total. De esta
afirmación derivarán dos consecuencia. Primera, el poder constituyente se justifica por sí mismo; su
fundamentación no es jurídica sino ontológica−existencial. Segundo: el poder constituyente no sólo es
ilimitado en los contenidos de su voluntad, sino en las propias formas de su ejercicio.
• Formas en que se establece su ejercicio. Los dos grandes modelos que marcan las diferencias en la
actuación del poder constituyente son el constitucionalismo americano y europeo. Está la tesis propiciada
por los colonos puritanos europeos, en la cual en el ejercicio del poder constituyente está siempre presente
el pueblo como efectivo titular de la soberanía y la sostenida por Sieyès, por lo cual se admite la delegación
de competencias.
• Destino del poder constituyente una vez aprobada la Constitución. Parte de la lógica del Estado
constitucional es que el poder constituyente desaparezca, cediendo su lugar a la propia norma por él creada,
así, todos los poderes del estado pasan a ser poderes constituidos y la Constitución se configura como ley
suprema. Pero esta lógica se verá seriamente afectada en la realidad.
Conforme al sistema americano se advierte claramente la separación entre el poder constituyente y los poderes
constituidos ya que ninguno de los dos puede ir más allá de sus funciones. Esto es así porque la finalidad de
las Convenciones que elaboran los proyectos de Constitución es únicamente ésa y porque al tener que ser
siempre ratificada por el pueblo su actuación, el único órgano que podría ejercer atribuciones conferidas a los
poderes constituidos sería el propio pueblo. El constitucionalismo europeo (Sieyès) es más confuso: al
trasladarse a las Asambleas Constituyentes representativas el ejercicio de la soberanía intentará que el poder
constituyente soberano se proyecte, o intente perpetuarse, como poder legislativo ordinario, incluso cuando la
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Constitución es aprobada. A esta tentación se suma la contraria del poder constituido a desempeñar
competencias constituyentes. Esto sucedió realmente y como prueba aparece el distinto significado y alcance
que recibió la idea de supremacía constitucional en Norteamérica con relación a Europa.
4.SUPREMACÍA Y RIGIDEZ CONSTITUCIONAL.
3.1.La tradición americana.
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COMPARACION EN RELACION CON OTROS AUTORES
Tratado de Derecho Político. Nicolás Pérez Serrano.
La reforma de la estructura fundamental de una Constitución no es viable, no así la regulación externa,
traducción legislada de la forma de la existencia política adoptada por un país. Y aún siendo esto así, no deja
de suscitar dificultades: una Constituyente −según Carré− se siente naturalmente inclinada a formarse idea
exagerada de su poder y a estimar que su labor fue perfecta y no tolera retoques. Y el hecho es que las
Constituciones sin cláusula de reforma (como la española de 1876) quieren ser irreformables.
Lo corriente es admitir la posibilidad de reforma, pero condicionándola y entorpeciéndola, para quitar
estímulos de afán revisionista. La irreformabilidad de una Constitución no puede sostenerse; ya dijo Rousseau
que el pueblo es siempre dueño de cambiar sus leyes, aun las mejores ya que una generación no puede sujetar
a sus leyes a generaciones futuras. Aparte que cuando el derecho, como indica J. Jellinek, no ofrece medios de
reforma, la soberanía que reside siempre en el pueblo, busca el camino de la revolución. Por eso el problema
estriba en conciliar el principio de estabilidad y el de revisión, como apunta Hildes Heimer. Así, se pueden
clasificar las Constituciones entre las que poseen cláusula de reforma y las que no la tienen. La clasificación
más básica es la de Bryce: cuando la ley constitucional se distingue de las otras por razón de su materia, ésta
es flexible, por el contrario, si lo que sirve para diferenciarla es su carácter formal, será rígida.
Curso de Derecho Constitucional. Enrique Alvarez Conde.
Este autor opina que la naturaleza de la reforma es servir de mecanismo de reforma de la propia Constitución,
que implica el establecimiento de un procedimiento hecho exclusivamente al efecto para su modificación, lo
cual supone que la Constitución queda configurada como ley fundamental y suprema, base de garantías
constitucionales. Aunque nazca con carácter de perpetuidad la Constitución se tiene que adoptar a los tiempos.
Este autor a su vez hace una distinción entre reforma y mutación constitucional
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