parte I del Discurso nos dice que tenía “extremado deseo de

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Colegio Marista “Ntra. Sra. de la Salud”
DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES
Centro Concertado
FILOSOFÍA
DESCARTES
Profesor: Sergi Pascual Tur
LA MORAL CARTESIANA
Descartes no tiene una filosofía moral o ética excesivamente elaboradas. En el
Discurso del Método nos provee, más bien, de unas normas morales o máximas de
comportamiento que sugieren que siguió las opiniones comúnmente aceptadas en este
ámbito. Aún así, en relación con la cuestión epistemológica, cabe reseñar que Descartes
pensó que las reglas del método habrían de poderse también aplicar a la moral. Así, en la
parte I del Discurso nos dice que tenía “extremado deseo de aprender a distinguir lo
verdadero de lo falso, para ver claro en mis acciones y caminar con seguridad en esta
vida”.
La referencia a la filosofía de la acción (ética) y su interrelación con la verdad y la
falsedad (epistemología) sugiere que el pensamiento de Descartes presenta una raíz
común a cualquier ámbito del conocimiento. La confianza en un método o sistema racional
de investigación, conducido según reglas simples e inspirado en los procedimientos
algebraico-geométricos habría, según Descartes, de proporcionar buenos frutos en
cualquier disciplina, de modo que no habría “(cosas) tan alejadas a las que no se lleguen,
ni tan escondidas que no se descubran”.
Otras afirmaciones de Descartes prueban que el autor prentendía utilizar en las
cuestiones morales el método analítico-deductivo por él propuesto. Al final de la parte
II del Discurso leemos que dado que el método no lo había “sujetado a ninguna materia
en particular, me prometía aplicarlo tan útilmente a las dificultades de otras ciencias
como lo había hecho a las del álgebra”. Entre estas “otras” ciencias se encuentra, sin
duda, la ciencia del comportamiento sujeto a valores, esto es, la moral.
Por otro lado, sabemos que Descartes tenía en proyecto acometer una
investigación sistemática sobre la ética, según el método. Este proyecto fue
diferido durante su vida y, aunque antes de morir publicó Las pasiones del alma
obra en la que analizaba en detalle la afectación de la razón por los sentidos y las
pasiones, el objetivo de desarrollar una moral “definitiva” sobre bases analíticas
quedó inconcluso.
La importancia que, a pesar de todo, la moral tiene para Descartes queda de
manifiesto en su concepción de la libertad. La libertad, idea rectora en el ámbito moral,
es una idea innata, según Descartes, y, además, probablemente la más importante de
todas, porque es el reflejo del sometimiento del cuerpo al alma, de las pasiones
irracionales e involuntarias a la voluntad del sujeto (y recordemos la que voluntad es la
otra gran facultad de la Razón, junto al entendimiento).
En el Discurso del Método, la introducción de la moral provisional se realiza un poco
a trasmano. En la lógica del Discurso, a la parte II sucede “naturalmente” la parte IV
(es decir, a la reflexión epistemológica sobre el método debe suceder “naturalmente” la
exposición de los resultados obtenidos con éste, o sea, la deducción de las sustancias).
Sin embargo, de repente, y como una cuña, Descartes interrumpe la “lógica” de su
Discurso e introduce la parte III, sobre la moral. Se ha sugerido que tal vez esta
parte fuera un añadido a posteriori, para “humanizar” la obra y presentar a
Descartes como una persona moderada, creyente e intachable.
En la justificación de por qué investigar la moral, en este punto, Descartes razona
del siguiente modo: si debo someter todos mis conocimientos a un proceso de ánalisis, de
duda, de clarificación, no resolviendo precipitadamente sobre su verdad, sino esperando
al dictamen de la razón conducida por el método (“ajustado al nivel de la razón”, dirá
Descartes), y si este proceso de “suspensión del juicio” debe afectar también a las
normas y principios morales, entonces, dado que la tarea puede tomar un largo tiempo
durante el cual es necesario convivir en sociedad, es preciso proveerse de algunos
principios básicos para garantizar esa convivencia. Descartes vuelve aquí a utilizar
una metáfora. Al principio de la parte III del Discurso, la dedicada a la moral,
dice: “no es bastante antes de comenzar a reconstruir el alojamiento en que se
habita, con derribarlo (…) sino que también hay que haberse provisto de alguna otra
habitación en donde se pueda estar alojado cómodamente”.
Tras esta metáfora se esconde la idea esencial de la moral cartesiana: la vida,
la acción, no admiten demoras. Es necesario en muchas ocasiones tomar decisiones
con rápidez, e incluso con información insuficiente. No se puede “permanecer
irresoluto”. Por todo ello, dice Descartes: “hice mía una moral provisional que no
consistía sino en tres o cuatro máximas”.
Tomada en su conjunto, la moral provisional de Descartes no aporta ningún
ingrediente nuevo al tratamiento de las cuestiones morales en la época. Su moral es
partícipe de ideas aristotélicas, socráticas y estoicas, y en general, respira
moderación, conservadurismo e intelectualismo. Descartes se cuida de presentarse
como un ciudadano “medio” de conducta irreprochable, adaptada a las convenciones
vigentes entre sus conciudadanos. Analizadas brevemente, las máximas de la moral
provisional de Descartes son las siguientes:
1. “Obedecer las leyes y las costumbres de mi propio país, conservando con
constancia la religión en la que Dios me ha dado la gracia de ser instruído desde mi
infancia, y rigiéndome en todo lo demás con arreglo a las opiniones más moderadas
y más alejadas del exceso que fuesen aprobadas comunmente en la práctica por los
más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir”.
En esta máxima, Descartes expresa con claridad los mencionados convencionalismo
y moderación. Aboga por conductas alejadas de los excesos, recordando la teoría del
justo medio de Aristóteles, y propone actuar según las normas de los “más sensatos”, a
quienes puede interpretarse como los de mejor juicio. Descartes trata de pasar por un
ciudadano modelo, creyente por encima de todo, e incapaz de poner en cuestión el orden
establecido. En la desaprobación de las conductas extremas, sin embargo, deja caer una
idea quizás un tanto molesta para la mentalidad oficial de la época: considera un exceso
los votos religiosos (pobreza, castidad y obediencia), ya que suponen compromisos que en
el momento de adquirirse, y al ser para toda la vida, no tienen en cuenta que no hay “en
el mundo ninguna cosa que permanezca siempre en el mismo estado”.
2. “Ser en mis acciones lo más firme y lo más resuelto que pudiese, y no
seguir con menos constancia las opiniones más dudosas una vez que me hubiese
determinado, que si hubiesen sido muy seguras”.
Esta “constancia” en el comportamiento recuerda a los estoicos y es una prueba de
la diferencia que Descartes encuentra entre las cuestiones epistemológica y las morales.
En estas últimas debe actuarse comúnmente de modo rápido, sin tener toda la
información o la garantía de acertar. En las cuestiones científicas, en cambio, el
entendimiento medita con atención todas sus pruebas. Descartes utiliza la metáfora de
un bosque en el que nos hemos perdido para explicar esta máxima. No debemos vagar de
un lugar a otro, o detenernos, o rectificar constantemente nuestro criterio, sino que,
una vez resueltos a caminar en una dirección, hacerlo siempre así a pesar de las
dificultades. Esto significa que “puesto que a menudo las acciones de la vida no admiten
ninguna demora, es una verdad muy cierta que, cuando no está en nuestro poder
discernir las mejores opiniones, debemos seguir las más probables”.
3. “Procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna y modificar
mis deseos antes que el orden del mundo”.
Esta máxima es radicalmente estoica, y se basa en la idea de que “no hay
nada que esté enteramente en nuestro poder sino nuestros pensamientos”.
Descartes se presenta como un hombre dispuesto a cambiar interiormente antes que a
promover un cambio (y mucho menos violento) en los usos y normas habituales en la
sociedad en la que vive. Se cuida muchísimo de aparecer como un revolucionario o
perturbador del orden. Menciona implícitamente a Séneca (estoico) al afirmar que es
más feliz quien sabe controlar lo que desea que quien vive constantemente
pendiente de deseos que no dependen de él. Así, auténticamente sabio es quien hace
de esta máxima una guía moral. Tal actitud, reconoce Descartes, exige una “meditación
frecuentemente reiterada para acostumbrarse a mirar con este sesgo todas las cosas”.
4. Como conclusión de esta moral, Descartes propone cultivar la razón por encima
de todo y aprender constantemente. Este intelectualismo moral es herencia de Sócrates.
És la razón las que da la medida del bien y del mal. En sus palabras: “pensé que no podía
hacer nada mejor que emplear toda mi vida en cultivar mi razón y avanzar, tanto
como pudiese, en el conocimiento de la verdad, siguiendo el método que me había
prescrito”.
El socratismo cartesiano alcanza su cénit es la afirmación de que el buen juicio de
una razón instruída y educada será la mejor garantía de las buenas obras y de la elección
del camino correcto: “es suficiente juzgar bien para obrar bien, y juzgar lo mejor que se
pueda, para obrar también todo lo mejor que se pueda, es decir, para adquirir todas las
virtudes (…) que pueden lograrse”.
Descartes finaliza la parte III del Discurso con una llamada reiterada al
ejercicio de la razón, la cual, a medida que avanza en su tarea de conocimiento,
será consciente, también en la línea socrática, de lo largo del camino que aún le
queda. El sometimiento de la ignorancia, la superación del escepticismo y la declaración
de no someter la fe en Dios a la duda metódica son las ideas que lanza Descartes
en estas páginas, ideas que enlazan de modo bello con un alegato a favor del progreso
de las ciencias en la búsqueda de la verdad, idea que anticipa el ideal ilustrado de un
saber liberador para el ser humano.
Y fiel a su máxima de que el hombre trabaja mejor en soledad y produce mejor a
través del examen atento de su sóla razón, Descartes termina informándonos de su
decisión de retirarse “aquí, a un país (Holanda) en el que pudiera vivir tan solitario y
retirado como en los desiertos más apartados”.
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