Unidades de convivencia: una nueva alternativa

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Unidades de convivencia:
una nueva alternativa residencial
para las personas dependientes
José Javier Yanguas Lezaun (*)
Lahar Elkargoa. San Sebastián
Francisco Javier Leturia Arrazola (**)
Fundación Matía. San Sebastián
(*) y (**) Máster de Intervención Psicosociai. Universidad del País Vasco
1.
INTRODUCCIÓN
Uno de los primeros estudios sociológicos de cierto valor referidos a la situación de las personas mayores (Informe G A U R , 1 9 7 5 )
dice: «los servicios asistenciales institucionalizados en otros países de
ayuda al anciano en su propio domicilio —servicio de comidas, ayudas en faenas caseras, servicio médico-sanitario, etc.— son inexistentes en España, salvo pequeños ensayos sin relevancia cuantitativa;
los recursos económicos son bajísimos y no permiten al anciano tener
autonomía propia en el cuidado de su persona; la única ayuda institucional existente a nivel práctico son los asilos y residencias, que a su
gran escasez —sus plazas apenas suponen el 1 % del número total de
ancianos— unen en muchísimos casos —con la salvedad de las nuevas residencias— una notoria falta de condiciones mínimas de confort». Todavía no hace 25 años que se escribía este Informe, que dibujaba una situación demoledora de la atención a la vejez en el Estado español. Cierto es que la atención a la vejez ha cambiado de
manera importante en los últimos años, pero es cierto también que
todavía queda mucho camino que recorrer, ensombrecido en este
momento por las políticas de corte neoliberal que se están instalando
en nuestro entorno y que ceden la responsabilidad del cuidado de las
personas dependientes del Estado al individuo y a la familia.
La inexistencia por aquel tiempo de otros recursos de atención a
las personas mayores hizo que para muchas personas las «nuevas residencias» fueran el único reducto al que acudir para prevenir el riesgo
de dependencia en la vejez.
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En la actualidad, y como antes se ha recalcado, el panorama ha
cambiado ostensiblemente, aunque no tanto como fuera de desear.
La ayuda a domicilio, los centros de día, los programas de estancias
temporales, los programas de apoyo al apoyo informal, etc., comienzan a tener una relativa presencia.
Las residencias para personas mayores pasaron de ser el único recurso existente (hay que tener en cuenta que el servicio de ayuda a
domicilio empezó a ensayarse con escaso desarrollo en cuanto a extensión geográfica en los años ochenta) a «cotizar a la baja» dentro de
las políticas sociales, especialmente a raíz de hacerse efectivo el lema
«envejecer en el domicilio». En la actualidad, y debido principalmente al crecimiento considerable de las personas mayores de 8 0 años, al
incremento de la dependencia y a la disminución del potencial de
cuidadores informales (YANGUAS et al, 1 9 9 8 ) , las residencias para
personas mayores vuelven a mostrar su interés como un recurso válido de atención a las personas mayores dependientes. No se habla de
residencias como espacios «asilares» de baja o nula calidad de servicio.
Afortunadamente esto también ha cambiado y hoy en día nos podemos encontrar con residencias para personas mayores o centros gerontológicos bastante bien dotados de personal, con instalaciones
adecuadas y programas de intervención.
No obstante, se empieza a ampliar la gama de recursos que implican alojamiento para las personas mayores dependientes. Uno de
estos ejemplos son las unidades de convivencia objeto del presente
artículo. Desde nuestro punto de vista, las unidades de convivencia
no pueden pretender sustituir a las residencias para personas mayores o a los centros gerontológicos, al menos en estos momentos ni a
corto o medio plazo. Es más, entendemos que son compatibles y que
aportan a la atención e intervención en cuestiones relativas a la vejez
elementos diferenciados, pero complementarios. En este artículo no
se va a encontrar una crítica a las residencias o una posición residencias versus unidades de convivencia. En nuestra trayectoria profesional, y pensando en residencias de calidad y donde la calidad de vida
es el objetivo principal de la intervención, hemos comprobado que
las residencias cumplen un papel fundamental en la atención a las
personas mayores y pensamos que las unidades de convivencia pueden complementar y mejorar la atención que se oferta en estos momentos.
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2.
DE LAS UNIDADES DE
CONVIVENCIA
Las Unidades de Convivencia (UCA) surgen en Europa a finales
de los años 7 0 y principios de los años 8 0 , debido a dos cuestiones
centrales en el mundo de la atención e intervención a personas dependientes: el cambio en las estructuras de alojamiento y los cambios
en los paradigmas de intervención.
Estos cambios anteriormente enunciados se concretan resumidamente en:
• Modos y maneras de intervención basadas en patrones medicalizados, hosteleros, clínicos, etc., donde la calidad de vida de las personas mayores y sus familias no constituyen el principal objeto de intervención, a intervenciones basadas en patrones donde la calidad de
vida de las personas dependientes y sus familias son el principal objetivo de la intervención.
• De recursos que por su concepción y forma de intervención
provocan dependencia, a recursos donde se fomenta la autonomía
y competencia de las personas. Esta cuestión puede ser descrita más
gráficamente en la concepción tradicional de las residencias de ancianos, donde se ofrecen una amplia gama de servicios obviamente
positivos, que devienen en que la persona mayor no tiene que realizar por sí misma muchas de las actividades de vida diaria (lavar la
ropa, hacer la comida...) necesarias para llevar una vida autónoma.
Lo que en un principio tiene relación con el bienestar se puede
transformar en una disminución de la autonomía y la competencia
de los sujetos.
• De grandes instituciones donde se despersonalizaba, a instituciones de menor tamaño donde se busca un «lugar para vivir» íntimo
y adaptado a las necesidades de las personas, donde la continuidad de
la vida de los mismos no sufre un quebranto innecesario, donde las
relaciones familiares y sociales ocupan un lugar clave.
Son los años en los que comienzan, por ejemplo, en el campo gerontológico, los cuidados a domicilio, donde surge el lema «envejecer
en casa», que posteriormente sería matizado.
Se dio en general un giro importante a cuestiones ya trabajadas
en el ámbito de la intervención social y comunitaria: vuelta al con-
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cepto de comunidad, de vida comunitaria, de sentimiento de pertenencia a una comunidad, etc.
En este sentido es necesario destacar que las UCAs no son domicilios extendidos ni residencias en miniatura. Crear una U C A no es
hacer una estructura pequeña (algo parecido a una casa); es concebir
un sistema particular de habitat, servicios y relaciones donde la persona
mayor pueda seguir llevando una vida autónoma, propia y
competente
en todos los ámbitos de su vida
cotidiana.
3.
REVISIÓN TEÓRICA DE LOS PROYECTOS
EXISTENTES
A la hora de revisar algunos de los diferentes proyectos de U C A s
existentes en el contexto europeo conviene destacar la
heterogeneidad
existente en los planteamientos de las diferentes UCAs, modos de intervención, tamaño, etc.
En general los proyectos parten y se ubican en una historia y en una
geografía concretas, lo cual deviene en una diversidad importante de las
diferentes experiencias respecto a las especificaciones locales de cada una
de las UCAs , en función del territorio donde se sitúan. La cuestión del
territorio, en el sentido que le otorga la psicología comunitaria, el trabajo
comunitario, etc., vuelve a cobrar sentido en este tipo de recursos.
Las U C A s se han nutrido hasta este momento de referencias teóricas centradas en paradigmas antiinstitucionales, como la antisiquiatría. Y la gran heterogeneidad existente en este momento respecto a
las UCAs deviene en gran medida del «carisma» y enfoque teórico
propio de los primeros inspiradores de este tipo de proyectos.
Las U C A s pretenden no sustituir la necesidad de apoyo y ayuda de las personas dependientes para la realización de actividades
de vida diaria, a que éstas se hagan en lugares concretos o centros
especializados. Se entiende que la atención a personas con cierto
grado de dependencia puede hacerse desde un entorno más reducido en tamaño, que opera con la lógica de un domicilio, donde se
presta ayuda para la realización de actividades de vida diaria y en
general ayuda para que los individuos se adapten a su medio y
pueda interaccionar con él.
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El concepto de calidad de vida aparece como un paradigma esencial, donde se reconocen la necesidad de permanencia de las relaciones sociales dentro de un entorno concreto, que además tiene un
componente desmedicalizador de la atención e intervención en cuestiones relativas a la vejez.
Se aprecia de la misma manera en los diferentes proyectos existentes una visión más «cercana», más «humanista» de la atención a la
vejez, desde un prisma de diversidad.
4.
CUESTIONES C O M U N E S Y PRINCIPIOS D I R E C T I V O S
DE LAS DIFERENTES U C A s
Las diferentes denominaciones existentes («pequeñas unidades de
vida», «casas de acogida», «domicilios colectivos», «unidades de convivencia») responden a tres principios claves:
a)
Dimensión
adaptada
b)
Capacidad
de atender
c)
Adecuación
a un grupo humano
a problemas
a un territorio
de
y comunidad
reducido.
dependencia.
concreta.
Conceptualmente y como antes se ha señalado, la vertiente comunitaria es un concepto esencial. Se parte de ciertos servicios comunes propios a cada una de las Unidades de Convivencia (especialmente el personal cuidador y personal técnico) y el uso de otros servicios externos de carácter comunitario (sobre todo la atención médica de estas personas),
siempre desde el prisma de personas que comparten una vida en común.
La autonomía de estas personas es trabajada desde un prisma personal a través de programas de actividades de vida diaria (similares a
muchos centros residenciales que cuentan con profesionales y medios
adecuados para ello), así como (y esto constituye una novedad respecto a otros recursos) se busca una autonomía colectiva, es decir, de todas las personas que toman parte en este tipo de unidades. Este reconocimiento de la autonomía personal y colectiva implica:
• Participación de las personas que viven en las UCAs en programas de actividades de vida diaria que prevengan y disminuyan el deterioro y que además tengan relación con la convivencia diaria.
290
• Presencia de familiares y voluntarios (ligazón comunitaria) de
manera reconocida.
• Personal especializado de ayuda y cuidado, cuya relación con
las personas que viven en estas unidades no está basada en el cuidado
tradicionalmente entendido, sino que tienen un trasfondo terapéutico, lo cual no implica no intervenir, sino intervenir de manera que el
individuo sea el responsable fundamental de su vida y autocuidado.
Mientras que el cuidador tiene un rol no tanto de ejecutor de cuidados, sino un rol de «acompañamiento», «animación» y «supervisión»
de las tareas que tiene que ejecutar el sujeto, así como de la buena
marcha de este recurso.
5.
O B J E T I V O S GENERALES DEL P R O G R A M A
DE A T E N C I Ó N E INTERVENCIÓN
La U C A , como recurso de atención de carácter psicosocial e innovador para personas dependientes y sus familias, tiene un carácter
integral, por cuanto cubre todas las necesidades y aspectos de la vida
cotidiana.
Los objetivos generales de un programa de atención e intervención en una unidad de convivencia pueden ser (YANGUAS et al
1998):
y
Autonomía y competencia.
•
Estimulación.
•
Orientación.
•
Apoyo psicoafectivo.
•
Apoyo social. Socialización.
•
Apoyo familiar.
•
Contención en casos de agitación, etc.
•
Personalización.
•
Normalización e integración personal y comunitaria.
•
Intimidad.
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5.1.
Autonomía
Se buscará desarrollar y mantener la autonomía funcional para el
desenvolvimiento de las personas dependientes en las diversas activi­
dades de vida diaria que tienen que desarrollar. Se deberá implementar un programa de actividades de vida diaria basado en las tareas que
deben de desarrollar los usuarios de la Unidad de Convivencia (que
son las mismas que en cualquier domicilio). La relación con los cui­
dadores y personal técnico tendrá un trasfondo terapéutico. Son los
usuarios los que tienen que realizar las diferentes actividades para el
mantenimiento de la autonomía bajo la supervisión, ayuda y «anima­
ción» de cuidadores previamente formados para ello. En caso de ne­
cesidad se pueden implementar programas personales de actividades
de vida diaria para mejorar la ejecución de algunas de ellas en cir­
cunstancias personales.
En las Unidades de Convivencia el fomento de la autonomía no
es únicamente personal, también lo es colectivo, a través de la rea­
lización de diferentes actividades propias de un domicilio a través
de distintos equipos formados por usuarios en los que la ejecución
de actividades de vida diaria se complemente entre los diferentes
miembros del equipo. Estos equipos pueden tener las mismas o di­
ferentes funciones a desarrollar según los usuarios de las mismas y
sus niveles de ejecución, así como el proceso de aumento de auto­
nomía observado.
5.2.
Estimulación
Se debe intentar establecer una estimulación adecuada para las
personas atendidas considerando sus características psicológicas espe­
cialmente, así como sus capacidades psicofísicas y sociales, que fo­
mente la interacción, orientación y confort.
A nivel ambiental se deberá realizar a través de la decoración, a
través de plantas, animales, música o radio, etc., y especialmente a
través también de la comunicación en el trato y en cada una de las re­
laciones de ayuda. Se deberá procurar que tengan una disposición ac­
tiva y lo más autónoma posible en función de los diferentes colectivos
y en su caso módulos de la Unidad de Convivencia.
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De la misma manera se pueden utilizar juegos de mesa, radio, televisión, revistas, periódicos, etc.
5.3.
Orientación
Se deberá procurar incluir información relativa a orientación temporal y espacial de manera continua en los diferentes contactos y comunicaciones. Se deberán utilizar señales orientadoras. Así mismo, y a
través de monitores especialistas, se debería realizar el trabajo grupal
correspondiente para su fomento. También deberían establecer dispositivos para lograr una estimulación ambiental de carácter orientador.
5.4.
Apoyo psicoafectivo
Por parte de todo el personal de la unidad de convivencia se debería potenciar y ofrecer este tipo de apoyo, que debe de ayudar a lograr un nivel de satisfacción, adaptación y bienestar alto de los usuarios de este recurso. Esta necesidad de apoyo deberá ser mayor ante
posibles eventos estresantes, agitación, enfermedad, etc.
5.5.
Apoyo social
Se debería fomentar en primer lugar que los cuidadores de la Unidad de Convivencia se convirtieran en reforzantes de comportamientos
sociales, reforzando socialmente a los usuarios, así como se deberá fomentar, tanto a través del personal cuidador como a través de los profesionales técnicos, que entre los propios usuarios se provean de este tipo
de refuerzo básico en la organización de un sistema de convivencia.
5.6.
Apoyo familiar
Juntamente con el punto anterior, la relación con la familia, la
potenciación de las relaciones familiares y la no ruptura de la ligazón
con la situación anterior del sujeto es una de las cuestiones clave a
trabajar en las UCAs. Se deberá trabajar con las familias de manera
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individual y colectiva para potenciar la participación en las actividades y vida de cada módulo, a través de visitas, acompañamientos, colaboración en la decoración de los espacios personales, etc. En este
sentido, la formación de familiares para su participación en las U C A s
se considera un elemento imprescindible, de tal manera que se pueda
dar esta participación de los familiares con un «estilo» similar y complementario a lo que en el recurso se pretende.
5.7.
Contención
En lo casos en los que se requiera, se podrán poner en marcha
para la reducción de los problemas de comportamiento y agitación
que puedan presentarse. Los medios a utilizar son algunos de los programas de intervención ya descritos en diferentes trabajos (YANGUAS
et al, 1 9 9 8 ) , la comunicación y relación tranquilizadora, la música, el
que dispongan de un espacio para desenvolverse, etc.
5.8.
Personalización
Todos los objetivos diseñados para las UCAs deben de desarrollarse junto al de personalización, a través de planes individualizados,
personalización de espacios y habitaciones, etc. Se deberá potenciar la
visión de la persona en su conjunto y no sólo desde el punto de vista
del diagnóstico, la enfermedad o el déficit.
5.9.
Normalización e integración personal y comunitaria
Junto a la personalización se potenciará la visión normalizadora e
integradora en la atención, a través de la realización de actividades cotidianas de un domicilio, reduciendo el aspecto hospitalario o residencial al máximo posible.
La participación de voluntarios, familiares, asociaciones, de los
usuarios en actividades comunitarias, de otras instituciones, etc., debe
de asegurar un ambiente normalizado e integrado en un territorio,
geografía e historia concreta.
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5.10.
Intimidad, autonomía, derechos y competencia
en las decisiones
El respeto a la intimidad de los usuarios, el respeto a sus derechos, debe de concretarse a través del fomento de autonomía y competencia. En este sentido todos los agentes implicados en un proyecto
de este tipo deben de respetar esta filosofía básica.
6.
CONCLUSIONES
• Las Unidades de Convivencia pueden aportar a la atención e intervención con personas mayores ciertas cuestiones que es difícil de recoger en otro tipo de alojamientos, como son las residencias, y que resumidamente son: mayor personalización, una dimensión adaptada a
un grupo humano reducido, mayor introducción en la comunidad, trabajo sobre la autonomía personal y colectiva, mayor calidad de vida en
general.
• Este recurso puede y debe de ser económicamente viable y no
más caro que una plaza residencial para personas dependientes. Se corre el riesgo de aumentar su tamaño, para poder reducir costes, lo que
podría llevar a poner en peligro una de sus características principales:
la dimensión de las mismas, que debe de estar adaptada a un grupo
humano. La solución puede venir si se conectan varias de estas estructuras, manteniendo la idiosincrasia de cada una de ellas.
• Las evaluaciones realizadas hasta ahora dan un significativo
aumento de la calidad de vida de los sujetos.
• Las Unidades de Convivencia no deben de ser entendidas
como un recurso «milagroso». Hace falta comprobar seriamente su
viabilidad. Y es previsible que el formato y la manera de entender la
intervención deban de ser revisadas ante niveles de dependencia altos
en los sujetos incluidos en estos recursos.
• Uno de los retos de las Unidades de Convivencia es engarzar el
domicilio y la institución, coordinar y aunar el apoyo informal y el
apoyo formal.
• El personal cuidador debe de ser formado específicamente para
este tipo de recursos. La manera de trabajar y de funcionar de las
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Unidades de Convivencia no permite equipararlas con una residencia
tradicional.
• La tipología de los usuarios: se aconseja que sean personas con
niveles de dependencia bajos. Por ejemplo, personas con demencia
tipo alzheimer en primeros estadios. Esto conlleva cierta dificultad en
la captación de los sujetos.
BIBLIOGRAFÍA
Informe G A U R ( 1 9 7 5 ) : La situación del anciano en España. Confederación Española de Cajas de Ahorro. Madrid.
J. J. et al ( 1 9 9 8 ) : Intervenciones
psicosociales en Gerontología.
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