División religiosa y conflicto social en la Historia de Ucrania M.C.

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División religiosa y conflicto social en la Historia de Ucrania
M.C. Moisés Alberto Saldaña Martínez
Colegio de Historia y Estudios de Humanidades
Facultad de Filosofía y Letras de la UANL
Resumen:
Ucrania es un país que actualmente enfrenta una tensión política muy aguda, que ha costado
miles de vidas. La división cultural de su población, instalada entre el Oriente y el Occidente,
presenta un fuerte componente religioso. El presente trabajo desarrolla un esbozo histórico de
la evolución de la división religiosa en Ucrania. Se parte de la cristianización de la población,
para señalar posteriormente las vicisitudes políticas que generaron la hegemonía rusa. Se
explica cómo el país quedó dividido entre dos mundos desde época muy temprana (siglos XIV),
al ser dominada su parte occidental por Polonia y Lituania, y su parte oriental por los rusos. De
tal modo, estas intromisiones externas marcaron el destino de la religión en Ucrania, pasando
por la Unión de Brest (vinculación con Roma) y el Tratado de Pereyaslav (sometimiento a
Moscú). La narrativa pasa revista al siglo XX, con los cambios que las guerras mundiales, la
Revolución rusa y la dominación soviética impulsaron en el país y sus religiones. Finalmente,
se llega a la independencia del país, que implicó un despertar religioso, pero una agudización
de su fragmentación confesional y de las tensiones entre dichas Iglesias, factor fundamental en
la división actual de la sociedad ucraniana.
Palabras clave: Historia, Ucrania, religión.
Ucrania es un país multicultural y complejo. Según la hipótesis más aceptada, su
territorio albergó hace unos 6 mil años al pueblo protoindoeuropeo, padre cultural de
sociedades tan disímiles como germanos, romanos e indios, y de cuya lengua se deriva el
español. También en el territorio ucraniano se iniciaron las grandes migraciones de los godos,
que cambiaron el destino europeo durante el siglo IV; pero, además, por el territorio ucraniano
han pasado innumerables pueblos: celtas, escitas, germanos, hunos, eslavos, tártaros, etc.
Su ubicación geográfica, de manera similar a regiones como los países bálticos o los
Balcanes, la ubican entre el Oriente y el Occidente de Europa, y dicha circunstancia va más
allá de lo geográfico, implicando divergencias políticas, raciales, culturales, sociales y, de
manera significativa, religiosas. En su forma actual, Ucrania fue conformada autoritariamente
por la Unión Soviética y no fue independiente sino hasta 1991, cuando se puso de relieve la
enorme pluralidad sociocultural de su población, amalgamada de manera artificial y con una
historia llena de conflictos y dominaciones externas.
El presente trabajo pretende analizar la evolución histórica y las características de las
diversas religiones que conviven en Ucrania, asumiendo que dicha discrepancia confesional
constituye uno de los factores culturales de discrepancia y división política y social entre la
población ucraniana, lo cual se ha manifestado en la guerra civil que actualmente aún
prevalece en su territorio oriental.
Del proceso de cristianización a la hegemonía rusa
A fines del siglo IX comenzó a unificarse la confederación de pueblos Rus (habitantes de los
actuales territorios de Ucrania y Bielorrusia) en torno a Kiev (ciudad tradicionalmente fundada
ca. 482), bajo el mando del Príncipe Oleg. Este gobernante entró en relación con Bizancio,
concertando acuerdos comerciales y de apoyo militar. El proceso de cristianización del pueblo
Rus se inició con el bautizo de la Princesa Olga en Constantinopla en 957, aunque su hijo
Sviatoslav rechazó al Cristianismo por la oposición de su séquito. No obstante, el Príncipe
Vladimir, hijo de Sviatoslav, entabló un acuerdo con el emperador Basilio II y se bautizó en 988,
recibiendo como esposa a la princesa bizantina Ana Porfirogéneta; tal hecho marcó la
cristianización de los eslavos bajo el dominio de Kiev, su vinculación con la Iglesia oriental y la
aculturación griega. Así, el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla estableció una provincia
metropolitana eclesiástica en Kiev, bajo su jurisdicción (Maier 1992: 165-166).
El Príncipe Jaroslao El Sabio (1036-1054), hijo de Vladimir, fomentó de manera
decisiva a la Iglesia (de su época datan los monumentos religiosos más destacados de Kiev: la
Catedral de Santa Sofía y el Monasterio de las Cuevas), pero tras su muerte las luchas entre
sus hijos y las incursiones externas comenzaron la división del Principado de Kiev en diversos
señoríos. A pesar de la marcada influencia bizantina sobre los Rus de Kiev, existieron algunas
oscilaciones hacia Occidente; por ejemplo, Iziaslav I (uno de los hijos de Jaroslao) se convirtió
en el primer gobernante en ostentar el título de rey cuando el Papa Gregorio VII le envió una
corona en 1075, al acceder por tercera vez al poder.
2
Algunas décadas más tarde, Vladimir II Monómaco (1113-1125) logró mantener unida
por última vez a los Rus de Kiev, pues durante el siglo XII se aceleró la fragmentación y la
hegemonía se trasladó hacia el Principado de Vladimir-Suzdal (hacia el Nordeste, en la actual
Rusia), en cuyo territorio fue fundada Moscú por el príncipe Yuri Dolgoruki de Kiev en 1147. Por
su parte, el Príncipe Andrés Bogolyubsky de Vladimir-Suzdal conquistó a Kiev en 1169,
procediendo a saquear y destruir la ciudad. En medio de este contexto de descomposición, los
tártaros de la Horda de Oro (surgida de la fragmentación del Imperio mongol) conquistaron y
sometieron a los Rus en el siglo XIII, arrasando Kiev en 1240. Este hecho desplazó a esta
ciudad como centro político y cultural de los eslavos. De hecho, el Metropolitano de Kiev residió
en Vladimir desde 1299 (166).
Por otro lado, los Patriarcados de Roma y Constantinopla se separaron y excomulgaron
mutuamente en 1054, produciéndose el cisma entre las Iglesias latina y griega, entre católicos
romanos y ortodoxos orientales. Dicha división se agudizó cuando los cruzados (francos y
venecianos, principalmente) tomaron y saquearon Constantinopla en la Cuarta Cruzada de
1204, constituyendo un Imperio y un Patriarcado latino en dicha ciudad, que perduró hasta
1261. Durante dicho período, las relaciones entre la Iglesia de los rusos y Constantinopla se
suspendieron, fracasando los intentos de Roma para lograr la unión religiosa. Por ejemplo, el
Príncipe Daniel de Galitzia-Volinia recibió la corona del Papa, pero al no acudir la ayuda que se
le había prometido de Occidente contra los serbios y búlgaros, rompió con Roma. Y, de tal
modo, los eslavos orientales (rusos, ucranianos, serbios y búlgaros) se inclinaron
decisivamente hacia la ortodoxia.
Durante el dominio tártaro, una serie de peregrinos se dirigían a Tierra Santa y a los
estados ortodoxos, manteniendo de ese modo la relación con el Patriarcado Ecuménico de
Constantinopla. Además, la Iglesia, que se negaba a la unión con Occidente, logró conservar
su posición frente a los gobernantes islámicos de los khanatos, contribuyendo en gran medida
al mantenimiento de la identidad de los eslavos. Entretanto, ascendía la hegemonía del
Principado de Moscovia, que alcanzó preponderancia hacia 1325 con el Príncipe Iván I Kalita,
quien ese año trasladó al Metropolitano de Kiev desde Vladimir para residir en Moscú. Así,
cuando se celebró el Concilio de Florencia (1439), donde el Metropolitano de Kiev, Isidoro,
acordó la unión con la Iglesia romana (junto con el emperador bizantino Juan VIII y múltiples
clérigos orientales), el Príncipe Basilio II de Moscovia ordenó su deposición y arresto, y fue
reemplazado por Jonás. Este acontecimiento manifiesta una doble connotación: la reafirmación
de la identidad ortodoxa de la Iglesia rusa y los primeros pasos hacia la autonomía religiosa,
pues implicaba insubordinarse frente a Bizancio (166-168).
Cuando el Imperio bizantino desapareció por la conquista turco-otomana en 1453, los
rusos “creyeron ver […] el justo castigo por la desleal unión” con Roma (168). Pero el Príncipe
Iván III de Moscovia casó en 1472 con la princesa bizantina Zoe (luego llamada Sofía)
Paleólogo (sobrina del último emperador, Constantino XI), lo cual forjó la pretensión de
continuidad de Moscú con respecto a Bizancio; así, Iván III comenzó a utilizar el escudo del
3
águila bicéfala (emblema de los Paleólogo) y a denominarse “Zar” (del latín Caesar, título
imperial).
Por su parte, el monje Filofo de Riskov dirigió en 1510 una carta al Príncipe Basilio III
de Moscovia, en la cual formuló la doctrina de Moscú como la “Tercera Roma”, sólida y leal a la
ortodoxia, tras la herejía de Roma y la dominación infiel sobre Constantinopla. Asimismo, el
monje José Sanin de Volokolsmsk (m. en 1515) desarrolló la teoría de la teocracia zarista, que
expandía constantemente sus dominios frente a los khanatos tártaros. De tal modo, en 1547
Iván IV Grozni (El Terrible) fue coronado emperador bajo el rito bizantino por el Metropolitano
Macario de Moscú, pese a las protestas del Patriarca Ecuménico. El proceso se completó en
1589, cuando se proclamó el Patriarcado de Moscú, en la época del Zar Teodoro I, acto que
fue confirmado por los cuatro Patriarcas ortodoxos-griegos de Oriente (168-170)1.
Dominación extranjera sobre Ucrania e inicios de la división religiosa
Como ya se ha expuesto, el territorio que constituyó posteriormente a la actual Ucrania quedó
dividido desde el siglo XII en dos grandes principados: Galitzia-Volinia (o Halych) en el oeste y
Vladimir-Suzdal (más tarde Moscovia) en el este. Mientras que el oriente quedó bajo la tutela
rusa, Galitzia-Volinia cayó en poder de Polonia y Lituania en 1340 (el territorio ucraniano fue
llamado Rutenia, como derivación del término Rus), pero en general ambas naciones
respetaron las costumbres y cultura de sus súbditos eslavos (Granados 2007: 152). Por su
parte, la Sede Metropolitana de Kiev fue restablecida en 1458, ligada al Patriarcado
Ecuménico; así, pese al dominio occidental, se mantuvo la identidad ortodoxa en la Iglesia
(Yereniuk 2008: 4).
No obstante, en 1569 se firmó el Tratado de Lublin por el que se conformó la
Mancomunidad Polaco-Lituana, la cual pasó a dominar todo el territorio de Galitzia-Volinia
(Rutenia).
A partir de entonces, la presión polaca sobre los habitantes de este territorio
aumentó considerablemente, prohibiéndoles numerosas costumbres e incluso tratando de
impedirles practicar su religión. Ante este escenario, los nobles de Galitzia-Volinia, el
Metropolitano Miguel Rohoza de Kiev y el alto clero del territorio aceptaron la llamada Unión de
Brest de 1596, por medio de la cual se sometieron al Papa, pero manteniendo la liturgia oriental.
Tal decisión fue tomada por las élites para mantener su estatus de privilegio y porque fue la
única salida que encontraron ante la total latinización religiosa. Se constituyó entonces el
1
No obstante, en 1654 el Patriarca Nicon de Moscú ordenó una nueva redacción de libros canónicos y
litúrgicos, con el fin de asemejarse a la tradición griega de esa época y limitar la intromisión estatal en
asuntos eclesiásticos, pero la oposición a ello provocó un cisma, denominado Raskol. Esta situación,
aunada al creciente poder paralelo de los Patriarcas, motivó la destitución de Nicon en 1658 y, finalmente,
la abolición del Patriarcado y su substitución por un Santo Sínodo (colegio episcopal) por el Zar Pedro El
Grande en 1721. No fue sino hasta 1917, cuando en el contexto de la Revolución rusa, se restableció el
Patriarcado de Moscú (Maier 1992: 168-170).
4
origen de la llamada Iglesia Greco-Católica Ucraniana, denominada peyorativamente por los
ortodoxos “Uniata” (Granados 2007: 152).
A pesar de la unión, la población campesina de Rutenia (unida a los cosacos) rechazó
el acuerdo porque implicaba la dominación de la nobleza polaca, que impuso penosos trabajos,
altos impuestos y presiones para adoptar el catolicismo latino. De tal modo, muchos huyeron
de su territorio, constituyeron hermandades pro-ortodoxas y se instalaron en el sur de Ucrania,
donde fundaron el Sich de Zaporizhia, que tuvo un rápido crecimiento poblacional y pronto
alcanzó peso político y militar, lo cual le permitió enfrentar a los polacos y controlar a Kiev y
otras zonas del centro de la actual Ucrania (Granados 2007: 153). En 1621, los cosacos y la
Hermandad de la Epifanía de Kiev lograron reinstalar la Sede Metropolitana Ortodoxa de Kiev,
bajo el respaldo y consagración del Patriarca Teófanes III de Jerusalén, quien además ungió a
siete nuevos obispos, restaurando al clero ortodoxo, que quedó sujeto a la jurisdicción del
Patriarcado Ecuménico (Yereniuk 2008: 5).
Años más tarde, la rebelión de Bogdan Jmelnytsky en 1648 llevó a los cosacos a
fundar un Estado, el Hetmanate, y a declarar su independencia respecto a Polonia. Pero los
ataques polacos continuaron y amenazaron la existencia del nuevo Estado, por lo que el
Hetmanate buscó la protección de Rusia. Así, Moscú y los cosacos firmaron en 1654 el
Acuerdo de Pereyaslav, que supuso el inicio de su integración en el Imperio zarista. Sin
embargo, Rusia y Polonia continuaron disputándose el territorio ucraniano (1654-1667), hasta
que en 1686 concertaron un acuerdo (conocido como “Tratado de Paz Eterna”) por el que Kiev
y Zaporizhia pasaron a dominio ruso y Galitzia-Volinia quedó bajo el poder de Polonia
(Granados 2007: 153). Además, ese mismo año la Sede Metropolitana de Kiev quedó sujeta al
Patriarcado de Moscú (Yereniuk 2008: 5). Una vez bajo dominio ruso, el Hetmanate perdió su
autonomía y buena parte de su identidad nacional, pues fue asimilada a la cultura rusa y parte
de su población fue desplazada, colonizándose el territorio por los rusos. “La Iglesia se
convirtió en una herramienta para la desnacionalización de los ucranianos” (Filipovitch: 171).
Además, Rusia acrecentó el territorio de la actual Ucrania, al anexarse el Khanato de Crimea
en 1783, que formaba parte del Imperio turco-otomano.
Por otro lado, Polonia, que dominaba al territorio de Galitzia-Volinia, desapareció entre
1772 y 1795 cuando Rusia, Austria y Prusia se repartieron sus posesiones. Bajo dominio
austriaco, el territorio ucraniano occidental pasó a constituir el reino de Galitzia y Lodomeria.
Los Habsburgo, a diferencia de los rusos, no impusieron un modelo cultural a la población, que,
por el contrario, se vio favorecida por una serie de políticas impulsadas por la Emperatriz María
Teresa y su hijo José II: abolición de la servidumbre, respeto a la Iglesia greco-católica que
logró una expansión significativa, ampliación de la educación, etc. Todo ello permitió la
pervivencia de una identidad propia entre la población y un sentido de diferenciación cultural,
que se vio acrecentada por las revoluciones de 1848 (Granados 2007: 153-154). Sin embargo,
desde 1838, mediante el Sínodo de Polatsk, la Iglesia Greco-Católica fue abolida del territorio
ruso, por lo que perdió todo vínculo con Kiev, estableciendo su sede en Leópolis (L’viv). Así,
5
durante el siglo XIX el territorio de la actual Ucrania se dividía entre rusos y austriacos,
forjándose una marcada distinción cultural.
Los cambios políticos del siglo XX y la agudización de la tensión religiosa
Durante la Primera Guerra Mundial, Rusia, enemiga del Imperio Austriaco, ocupó el territorio de
Galitizia, lo que puso de relieve que su objetivo era finalizar con todo atisbo de diferenciación
entre esta región de cultura ucraniana y el resto del territorio de Ucrania que desde hacía siglos
pertenecía al Zar: se atacó a la Iglesia Greco-Católica, los periódicos, instituciones culturales,
asociaciones políticas, etc. Austria, por su parte, también adoptó medidas autoritarias, pues
más de 5 mil partidarios del Imperio ruso fueron detenidos y llevados a campos de
concentración en Talerhof, Estiria y en una fortaleza en Terezín.
No obstante, antes de finalizar la guerra, aconteció la Revolución rusa de 1917 y, poco
después, se suscitó el colapso del Imperio Austro-Húngaro, lo que dio paso a un importante
brote nacionalista en Ucrania que se tradujo en la proclamación de diversas entidades políticas
independientes, sucesivas o paralelas: en el antiguo Imperio ruso, la República Popular
Ucraniana (1917-1921), el Hetmanato (1918), la República Soviética Socialista de Ucrania
(1919-1922, de manera independiente) e incluso el movimiento anarquista de Néstor Majnó
(1919-1921) y, en los antiguos dominios austriacos, surgió la República Popular de Ucrania
Occidental (1918-1919). Aunque por el Tratado de Brest-Litovsk (1918), Rusia reconoció la
independencia de la República Popular Ucraniana (que era respaldada por los alemanes), para
1921 un acuerdo entre Polonia (renacida tras la guerra) y Rusia repartió a la efímeramente
independiente Ucrania: el oeste fue absorbido por Polonia y el este se integró en 1922 a la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Durante la breve existencia de una Ucrania soberana, en 1919 el gobierno autorizó el
establecimiento de una Iglesia Ortodoxa independiente de Moscú y en 1921 se proclamó la
Iglesia Ortodoxa Autocéfala Ucraniana por un pretendido “Sínodo de la Iglesia de toda Ucrania”
que, no obstante, no contó con la presencia de Obispos ortodoxos, por lo que el primer
Metropolitano de esta Iglesia, Vasyl Lypkivsky, fue ordenado por la imposición de manos de
sacerdotes y laicos, algo canónicamente inválido, razón por la cual dicha comunidad religiosa
no fue reconocida por la comunidad de Iglesias Ortodoxas. Además, el gobierno soviético
percibió a esta Iglesia como impulsora del separatismo ucraniano, por lo que fue perseguida y
disuelta en 1930, quedando integrada a la Iglesia Rusa (el Metropolitano Lypkivsky fue
arrestado en 1927 y ejecutado en 1937) (Krindatch 2003: 55).
De tal modo, el Cristianismo de los ucranianos quedó nuevamente bajo influencia
externa: la católica latina de los polacos en la parte occidental y la ortodoxa rusa en el este (se
constituyó un Exarcado para la integración de Kiev al restaurado Patriarcado de Moscú). Sin
embargo, la Iglesia Ortodoxa Rusa sufrió también una agresiva persecución por parte del
gobierno soviético: ejecución de clérigos y laicos, limitación del número de sacerdotes,
destrucción de templos, etc. (Druzenko: 723).
6
Años más tarde, en la víspera de la Segunda Guerra Mundial, por medio del Pacto
Ribbentrop-Molotov de 1939 la URSS acordó el reparto de Polonia con la Alemania Nazi; de tal
modo, tras la agresión alemana sobre Polonia, la URSS ocupó Galitzia. Sin embargo,
posteriormente los nazis se enfrentaron a la URSS e invadieron estos territorios (1941), pero en
su ofensiva posterior, los soviéticos los reconquistaron (1944) y los conservaron tras el fin de la
guerra. Así, todos los territorios ucranianos quedaron unidos bajo la misma entidad política: la
República Socialista Soviética de Ucrania, integrada a la URSS (Granados 2007: 154). Estos
cambios políticos conllevaron consecuencias religiosas en Ucrania. Por una parte, la Iglesia
Ortodoxa Autocéfala Ucraniana fue restaurada brevemente por el Episcopado Ortodoxo Polaco,
apoyado por los nazis entre 1942 y 1945. Sin embargo, tras el fin de la guerra esta Iglesia fue
nuevamente perseguida y suprimida (Krindatch 2003: 55-56).
Por otro lado, la Iglesia Greco-Católica Ucraniana fue también acusada de colaborar
con los nazis y, tras el fin de la guerra, el gobierno soviético eliminó a esta comunidad entre
1946 y 1948, sus sacerdotes fueron ejecutados, exiliados o arrestados 2, y sus propiedades
confiscadas, pasando la administración de los templos a la Iglesia Ortodoxa Rusa, única
reconocida (aunque con limitaciones) por Stalin desde 1941, para utilizarla como aliada frente a
los nazis. A pesar de la tenaz persecución, la Iglesia Greco-Católica Ucraniana sobrevivió en el
exilio y en la clandestinidad, pues durante el régimen soviético fueron ordenados unos diez
Obispos y mil sacerdotes (Krindatch 2003: 52).
Un tercer grupo religioso también sufrió las consecuencias de la Segunda Guerra
Mundial y la política stalinista: los tártaros musulmanes de Crimea. De igual modo que las
Iglesias antes mencionadas, desde 1944 fueron acusados de colaboracionismo con los nazis, y
fueron perseguidos y deportados a otras regiones de la URSS, como Uzbekistán, en un
proceso conocido como Sürgün. Por otro lado, en 1954, al cumplirse el 300 aniversario del
Tratado de Pereyaslav, Crimea fue cedida por Rusia a la República Socialista Soviética de
Ucrania (Ukraine. International Religious Freedom Report for 2012: 6 y Ruiz 2014: 9).
La independencia de Ucrania y el clímax de la división religiosa
Durante la crisis del bloque socialista, Ucrania proclamó su independencia el 16 de julio de
1990, la cual se verificó plenamente al año siguiente con la desintegración la Unión Soviética.
Este proceso conllevó cambios religiosos fundamentales que prevalecen en la Ucrania actual.
En primera instancia, la Constitución de la nueva República garantizó la libertad religiosa, la
separación Iglesia-Estado y la restitución de propiedades confiscadas por la URSS, lo cual
revirtió las antiguas persecuciones y dio paso a un resurgimiento religioso (Druzenko: 724-728).
2
El Arzobispo de Leópolis, Josyf Slipyj, fue arrestado en 1945 y su liberación no se dio sino hasta 1963,
por la mediación diplomática del Papa Juan XXIII y el Presidente Kennedy. Tras su excarcelación, residió
en Roma y participó en el Concilio Vaticano II. Fue proclamado Arzobispo Mayor (el Papa Pablo VI rehusó
designarlo Patriarca) en 1963 y Cardenal en 1965; falleció en 1984. La famosa novela Las sandalias del
pescador de Morris West se inspiró en su vida.
7
La primera institución que obtuvo sus libertades fue la Iglesia Greco-Católica, que fue
autorizada desde la visita de Gorbachov al Papa Juan Pablo II en diciembre de 1989. En 1990
inició la devolución masiva de templos a esta Iglesia en la región de la antigua Galitzia y el
Arzobispo Mayor de Leópolis, Myroslav Ivan Lubachivsky, pudo regresar a esa ciudad desde el
exilio en marzo de 1991, junto con otros clérigos 3. El proceso de devolución de propiedades no
estuvo exento de tensiones, ya que algunos sacerdotes (que habían sido formados en la
ortodoxia moscovita) decidieron no adherirse al Papado, mientras que algunos templos
tradicionalmente de la Iglesia Ortodoxa Rusa pasaron a ser administrados por la Iglesia GrecoCatólica; todo esto dio pie a un conflicto entre la Iglesia Ortodoxa Rusa y el Vaticano, que hasta
la actualidad es referido por los Patriarcas de Moscú como el principal obstáculo para un
diálogo más abierto y cordial con la Iglesia católica. Es decir: los greco-católicos perciben a la
Iglesia Rusa como aliada del régimen soviético en la abolición y persecución de su Iglesia
desde la época stalinista, mientras que los rusos perciben a los greco-católicos como
usurpadores de sus templos y clérigos en el proceso de restauración desde 1990 (Krindatch
2003: 51-53).
Por su parte, la Iglesia Ortodoxa Rusa disolvió al Exarcado y otorgó autonomía a la
Iglesia Ucraniana en 1990, bajo la administración del Metropolitano Filaret. Sin embargo, surgió
un movimiento que buscaba la plena independencia de la Iglesia Ucraniana, bajo la gestión del
propio Metropolitano Filaret y con el respaldo del Presidente Kravchuk. En esa misma época, la
tolerancia religiosa permitió el tercer resurgimiento de la Iglesia Ortodoxa Autocéfala Ucraniana,
que se reorganizó, proclamó al Patriarcado de Kiev y toda Ucrania y eligió al Obispo exiliado
Mstyslav como primer titular de dicha sede en noviembre de 1990.
Entretanto, la propuesta del Metropolitano Filaret se discutió en 1992 en un Sínodo de
la Iglesia Rusa que rechazó la autocefalia ucraniana por el riesgo de cisma. Ante esta situación,
Filaret, gracias a su carisma, sus relaciones, su influencia y al respaldo del gobierno, convocó a
otro Sínodo ese mismo año y organizó por su cuenta una Iglesia independiente, razón por la
que fue destituido como Metropolitano por la Iglesia Rusa y substituido por Volodymyr Sabodan.
La Iglesia de Filaret se adhirió originalmente al Patriarcado de Kiev encabezado por Mstyslav
(cabeza de la Iglesia Ortodoxa Autocéfala); sin embargo, tras el fallecimiento de éste, un año
después, las Iglesias se separaron y surgió un doble Patriarcado de Kiev: el Patriarca Dymytriy
para la Iglesia Ortodoxa Autocéfala y el Patriarca Volodymyr Romaniuk para la Iglesia Ortodoxa
Ucraniana (organizada por Filaret).
Tras el fallecimiento de Volodymyr Romaniuk en 1995, Filaret fue elegido el nuevo
Patriarca y es aún la cabeza de dicha Iglesia (fue excomulgado y reducido al estado laical por
la Iglesia Rusa en 1997 y su congregación no ha recibido el reconocimiento canónico de
ninguna otra Iglesia Ortodoxa) (Krindatch 2003: 55-57). De tal modo, los ortodoxos de Ucrania
se hallan actualmente divididos principalmente en tres Iglesias: la Iglesia Ortodoxa Ucraniana
3
En 2004 la sede primada fue trasladada de Leópolis a Kiev, y en 2005 fue creado el Arzobispado Mayor
de Kiev-Galitzia, uniendo las sedes de Kiev y Leópolis en una Archieparquía. Su titular actual es
Sviatoslav Shevchuk.
8
del Patriarcado de Moscú (heredera del antiguo Exarcado y única con reconocimiento
canónico)4, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Kiev (encabezada por Filaret) y la
Iglesia Ortodoxa Autocéfala Ucraniana5 (Scampini: 3).
Por su parte, otros dos grupos religiosos también han adquirido relevancia en el país: la
Iglesia católica de rito latino, constituida principalmente por polacos en el occidente del país, y
los musulmanes de Crimea, tras el retorno de unos 300 mil tártaros a dicha región entre 1989 y
1993 (Krindatch 2003: 41-43). Asimismo, existen otras minorías religiosas, como grupos
protestantes, y un número significativo de ateos. Las cifras de adhesión a las diversas Iglesias
no son precisas y proceden de investigaciones sociológicas, pero se pueden señalar los
siguientes porcentajes según datos de 2010-2011: 31% de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado
de Kiev, 26% de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Moscú, 7.6% de la Iglesia GrecoCatólica, 2% de la Iglesia Ortodoxa Autocéfala, 1.9% de protestantes, 0.9% de musulmanes,
0.4% de católicos romanos, 0.2% de judíos, 7.2% de simplemente “cristianos” y 22.8% de
ateos (Ukraine. International Religious Freedom Report for 2012: 1) 6.
Consideraciones finales
Tras lo expuesto previamente, se pone de relieve que la Ucrania actual es un mosaico
pluriconfesional muy complejo, producto de su conflictiva historia. El análisis de la distribución
regional de las religiones en Ucrania demuestra que no existe una preponderancia nacional de
ninguna confesión y que, aun en las regiones, ninguna Iglesia tiene hegemonía absoluta (The
Church and religious situation in Ukraine: 26). Es significativo que la Iglesia Ortodoxa
Ucraniana del Patriarcado de Kiev, de ideología nacionalista, sea la mayoritaria. De hecho,
apoyó las movilizaciones juveniles de 2013-2014. Por su parte, la población que se reconoce
como rusa, por su raza, su lengua y su cultura, es fiel a la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de
Moscú y se ubica principalmente en las regiones orientales. La Iglesia Greco-Católica se
circunscribe a la antigua Galitzia y representa una posición nacionalista y proeuropea. Cabe
4
El Metropolitano Onufriy Berezovsky de Kiev es la cabeza de esta Iglesia desde 2014.
5
Desde 2005, el titular de esta Iglesia es Mefodiy Kudriakov, quien sólo ostenta el título de Metropolitano
de Kiev.
6
Existen también otras Iglesias Ortodoxas minoritarias, como la Iglesia Ortodoxa Rusa del Viejo Rito, la
Iglesia Ortodoxa Rutenia, la Iglesia Ortodoxa Rumana y la Iglesia Ortodoxa Apostólica Armenia, entre
otras. Las cifras de adhesión religiosa se deben tomar con reservas, pues existen muchas estadísticas
con datos discrepantes. Por ejemplo, una encuesta de 2006 del Razumkov Center presenta datos de
62.5% de no creyentes o no adscritos a Iglesia alguna (algunos pueden ser creyentes). Cabe considerar
además que en muchos templos los mismos sacerdotes ortodoxos no tienen definida su filiación
institucional y que muchos creyentes se consideran simplemente “ortodoxos”, sin importarles la
denominación; por otro lado, un criterio distinto para señalar la preponderancia de las Iglesias es
contabilizar los templos, monasterios o escuelas que administran, pero ello no es indicativo del número de
creyentes ni tampoco están claramente delimitadas dichas cifras, por lo que ya se mencionó previamente
(Krindatch 2003: 57-59).
9
señalar también que la población del Occidente es marcadamente más religiosa que la del
Oriente y el Sur, donde predomina más el ateísmo o el indiferentismo religioso, aunque hay un
fortísimo núcleo musulmán en Crimea (ahora anexionada a Rusia) (Druzenko: 721).
El balance de fuerzas entre las diversas Iglesias mayoritarias tiene al menos cuatro
factores básicos: 1) el número y distribución de las parroquias, 2) el número de miembros, 3) la
movilidad en la adscripción de clérigos, y 4) la relación con otras Iglesias (el reconocimiento de
la canonicidad, por ejemplo), con los partidos y con las autoridades gubernamentales
(Krindatch 2003: 57-59). De tal modo, los cismas y tensiones entre las Iglesias, la nebulosa
delimitación de sus fronteras, su compleja distribución regional y su variable número de fieles,
así como su ideología y partidismo político, complejizan el mapa religioso de Ucrania,
coadyuvando en los conflictos políticos que actualmente enfrenta el país.
10
Fuentes
Druzenko, Gennadiy. “Religion and the Secular State in Ukraine”. [En línea; consultado el 17 de
marzo de 2015]. URL: <http://www.iclrs.org/content/blurb/files/Ukraine.1.pdf>
Filipovitch, Lyudmila. “Role of religión for the ukrainian nationalism”. Repositorio Universidade
da
Coruña.
[En
línea;
consultado
el
17
de
marzo
de
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