ARRIERO, EL ARRIESGADO OFICIO DE LOS SIGLOS XV Y XVI

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ARRIERO, EL
ARRIESGADO
OFICIO DE
LOS SIGLOS
XV Y XVI
Salvador Domingo detalla en su tesis la
difícil tarea de transportar mercancía
por los caminos burgaleses del norte
Salvador Domingo es
un apasionado de la
historia burgalesa.
PATRICIA
A. PÉREZ / BURGOS
L
a pasión por las tradiciones y
la historia burgalesa es un
rasgo intrínseco a Salvador
Domingo Mena, quien hasta hace
tres meses era el Jefe de la Unidad
de Cultura de la Diputación. Como
especialista que es en la caminería
histórica de la provincia ha elaborado y defendido su tesis ‘Caminos
burgaleses. Los Caminos del norte
(siglos XV y XVI)’, en la que ha obtenido la calificación Cum laude.
Domingo Mena ha estudiado la
actividad que tuvieron los caminos burgaleses que ponían en comunicación a la ciudad de Burgos
con los puertos de Santander, Laredo, Castro Urdiales, Bilbao y Portugalete. Se ha centrado en el trán-
[ ]
”
Reyes, pescados
y múltiples
mercancías más
recorrían estas
travesías casi
desaparecidas
sito que tuvieron durante los siglos XV y XVI porque «fue la época
más expansiva y próspera de la
ciudad de Burgos, con la consolidación del Consulado del Mar»,
explica. Alrededor de esta asociación de mercaderes se comerciaba
con un producto «de alta calidad
como era la lana, muy cotizada en
los mercados », aclara Salvador.
Esta lana se exportaba a Flandes,
la cornisa francesa atlántica o el
sur de Inglaterra y todas estas transacciones se realizaban en Burgos
«pero había que llevar el producto
hasta los puertos del norte y ahí
reside la importancia de estos caminos», concluye. Con este estudio, Domingo Mena pretende que
estas vías de comunicación tan
importantes, que integran un patrimonio histórico poco valorado,
no caigan en el olvido.
«Por el lamentable estado de
los caminos, su estrechez y curvas
circular por ellos con carretas se
hacía muy complicado, por lo que
los arrieros optaban por los mulos» , explica. Estos viajes se podían alargar entre cinco o siete días y debido a la alta conflictividad
que, en algunas épocas, imperaba
en los caminos, algunos arrieros
optaban por ir en compañía para
evitar asaltos. Aunque los atracos
más difíciles de esquivar eran los
de los «caballeros salteadores»,
esos nobles que presionaban a los
arrieros para pagar un impuesto
por pasar por su pueblo sin tener
ningún derecho a ello. Las riadas
también eran habituales y muchos
accidentes podían ser hasta mortales, explica el autor. Además, no
había medios para la reparación
de los caminos y puentes, «la Corona no se implicaba pero sí exigía
a los pueblos, muy pobres, que se
encargasen del arreglo, por lo que
no se hacían muy bien», matiza.
Un dato curioso que extrae Salvador es que muchos arrieros procedían de Las Merindades porque
estas tierras eran pobres en agricultura, por lo que la gente buscaba otro oficio. Actualmente, muchas de las carreteras por las que
circulamos proceden de aquellos
caminos aunque, obviamente, con
alguna modificación del trazado.
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