14.3. La Segunda República. La Constitución de 1931 y el Bienio

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14.3. La Segunda República. La Constitución de 1931 y el Bienio Reformista.
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Proclamación de la República: 14 de
abril de 1931.
Gobierno provisional:
Primeras reformas.
Problemas.
La Constitución de 1931.
Bienio Reformista (1931-1933)
La Segunda República es quizás la etapa más crucial de la historia contemporánea de España.
Durante 5 años se pusieron en marcha una serie de reformas que provocaron la oposición de la
oligarquía. Las tensiones y conflictos resultantes desembocaron, en julio de 1936, en la
sublevación militar que dio origen a la Guerra Civil. Además este periodo coincide con las
repercusiones del crack de 1929 y con el ascenso de Hitler al poder en 1933, lo que produjo la
formación de los Frentes Populares de izquierdas en varios países europeos, entre ellos España,
en 1936.
Tras la dimisión de PRIMO DE RIVERA en enero de 1930, ALFONSO XIII nombró jefe del
gobierno al general BERENGUER con el encargo de preparar el regreso al sistema
constitucional. Pero la tarea era complicada porque la propia institución monárquica había
quedado muy desprestigiada con la Dictadura.
En febrero de 1931, Berenguer fue sustituido por el almirante AZNAR, que convocó elecciones
municipales para el 12 de abril. En esas elecciones los partidos antimonárquicos que habían
firmado el PACTO DE SAN SEBASTIÁN obtuvieron la mayoría en la mayor parte de las capitales
de provincia, donde había menos manipulación electoral, en 41 de las 50 capitales de provincia
Alfonso XIII entendió el mensaje que le enviaba el pueblo y partió para el exilio. El 14 DE ABRIL
se proclamó la República entre grandes manifestaciones de entusiasmo popular.
Pacto de San Sebastián
Gobierno Provisional
El poder fue asumido por un Gobierno Provisional, presidido por Niceto ALCALÁ ZAMORA y
formado por los principales dirigentes de los partidos firmantes del referido Pacto de San
Sebastián: Miguel MAURA (Derecha Liberal Republicana), Alejandro LERROUX y MARTÍNEZ
BARRIO (Partido Radical), Manuel AZAÑA (Acción Republicana), Marcelino Domingo y Álvaro
de Albornoz (Radical Socialistas), Nicolau d’Olwer (Ezquerra Catalana), Santiago Casares
Quiroga (galleguista), Indalecio Prieto, Francisco LARGO CABALLERO y FERNANDO DE LOS
RÍOS (PSOE), es decir, todas las fuerzas progresistas del país: republicanos liberales de
izquierda y derecha, los partidos regionalistas y el PSOE.
El gobierno convocó elecciones a Cortes Constituyentes para junio y durante esos dos meses
puso en marcha un ambicioso programa de reformas, entre las que destacan las referidas al
trabajo, al mundo agrario, al ejército y a la educación. El ministro Largo Caballero adoptó las
primeras medidas de reforma agraria, con el objetivo de garantizar el trabajo y el salario a los
campesinos, decretó la LEY DE TÉRMINOS MUNICIPALES, que obligaba a los patronos
agrícolas a emplear como braceros a los vecinos del municipio; y de reforma laboral, como la
jornada de ocho horas.
Las reformas militares (iniciada por Azaña) tenían como objetivo reducir el número de oficiales
y asegurar el sometimiento del ejército a la República; mediante la Ley de Retiro se concedía el
pase a la reserva con el sueldo íntegro a todos aquellos oficiales que se negasen a prestar
juramento de fidelidad. En cuanto a educación, se suprimió la enseñanza obligatoria de la
religión católica, lo que despertó los recelos de la Iglesia. Se crearon nuevas plazas de maestros,
se inició un programa de construcción de escuelas y se fundó el Patronato de Misiones
Pedagógicas para extender la enseñanza entre los adultos.
En los dos meses y medio que duró, el gobierno provisional tuvo que enfrentarse con numerosos
problemas que rompieron la unanimidad inicial. Los más graves fueron la cuestión catalana, la
quema de conventos y la conflictividad social. El mismo día 14 de abril, Francesc MACIÁ,
dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya, proclamaba la República Catalana dentro de
una “Federación de Pueblos Ibéricos”; el Gobierno envió a tres ministros a negociar y se acordó
que se elaboraría un Estatuto de Autonomía, que debía acomodarse a la nueva Constitución.
Uno de los conflictos más graves fue el enfrentamiento entre la Iglesia y el nuevo régimen, la
actitud hostil de la Iglesia hacia la República desembocó en mayo en la quema de conventos e
iglesias, sobre todo en Madrid, Levante y Andalucía, el Gobierno tardó en reaccionar y fue
acusado de complacencia con los violentos, así las clases propietarias hicieron de la defensa de
la religión una eficaz arma de propaganda antirrepublicana. La conflictividad social fue
causada porque los anarquistas y socialistas estaban divididos entre quienes querían dar tiempo
al Gobierno y quienes exigían cambios rápidos y radicales, así a finales de abril se
desencadenaron huelgas en diferentes ciudades, tuvo su mayor exponente en Sevilla, donde se
produjeron choques entre los huelguistas y el ejército, que se saldaron con decenas de muertos.
El 28 de junio se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes, con un claro triunfo
republicanosocialista. Los anarquistas propugnaron la abstención. De inmediato, las nuevas
Cortes elaboraron la Constitución de 1931, que fue aprobada el 9 de diciembre, consta de 125
artículos. No se sometió al refrendo popular. Sus aspectos más destacados son:
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Declaración de la soberanía popular: “España es una República democrática de
trabajadores de toda clase”.
Reconocimiento del derecho de las provincias limítrofes a constituirse en regiones
autónomas, mediante un Estatuto de autonomía. Se prohíbe la federación de regiones.
Amplia declaración de derechos y libertades, no sólo individuales y colectivos, sino
también económicos, familiares y culturales: sufragio universal para mayores de 23 años
y, por primera vez en la historia de España, también femenino, Derecho a la educación
y el trabajo
Separación de Iglesia y Estado, que implicaba: libertad de cultos, matrimonio civil,
divorcio, secularización de los cementerios, supresión del presupuesto del culto y clero,
prohibición a las órdenes religiosas de ejercer el comercio, la industria y la educación,
etc.
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Poder ejecutivo está muy controlado por las Cortes. La Jefatura del Estado corresponde
al presidente de la República, elegido cada seis años por los diputados y un número
igual de compromisarios. El presidente nombra al jefe de Gobierno y, a propuesta de
éste, a los ministros, pero éstos deben ser ratificados por las Cortes.
El poder legislativo corresponde a las Cortes Unicamerales, renovadas cada 4 años.
EL BIENIO PROGRESISTA (1931-1933)
Una vez aprobada la Constitución, se decidió la continuidad de las Cortes y se eligió a Niceto
Alcalá Zamora como presidente de la República. Manuel Azaña se convertía en jefe del
gobierno. Continuaron ocupando sus cargos los ministros del gobierno provisional, con la
excepción de los radicales.
El nuevo gobierno profundizó las reformas iniciadas en los meses anteriores. En materia laboral
destacan la Ley de Contratos de trabajo y la creación de la Inspección de Trabajo, impulsadas
por Largo Caballero. La reforma de la enseñanza continuó con el programa de construcciones
escolares; se adoptó un modelo de enseñanza única, pública, obligatoria, gratuita y mixta.
También continuó la reforma militar, se recortó el presupuesto del ejército y se cerró la
Academia Militar de Zaragoza.
La pésima situación del campesinado en el sur motivó que el gobierno se planteara una profunda
reforma agraria. La LEY DE BASES PARA LA REFORMA AGRARIA de septiembre de 1931
afectaba a toda Andalucía, Extremadura, Castilla la Nueva y Salamanca y contemplaba la
expropiación de latifundios y el reparto de tierras. Para ejecutarla se creó el INSTITUTO DE
REFORMA AGRARIA. La aplicación fue lenta y los resultados bastante limitados. Por eso, el
entusiasmo inicial del campesinado pronto se trocó en decepción y rabia.
El Gobierno contó desde el principio con una oposición abierta, tanto desde la derecha como
desde la izquierda. La oposición por la derecha estaba encabezada por el Partido Radical de
Lerroux; también se fueron movilizando los católicos, los monárquicos y las asociaciones
patronales. En la izquierda, el sindicato anarquista CNT optó por una línea revolucionaria. Lo
mismo ocurrió en el PCE. La conflictividad social fue en aumento, ya que los campesinos y
obreros no llegaban a ver el cambio que esperaban. En enero de 1932 se produjeron graves
incidentes en Castilblanco (Badajoz), Arnedo (Rioja) y en la comarca del Bajo Llobregat
(Barcelona).
El 10 de agosto de 1932 se produjo el intento de golpe de estado del general SANJURJO.
Triunfó en Sevilla, pero los sindicatos y partidos obreros paralizaron la ciudad. Sanjurjo fue
condenado a muerte, pero se le conmutó la pena capital por el exilio. El golpe sirvió al Gobierno
para obtener el respaldo suficiente para aprobar la Ley de Reforma Agraria y el Estatuto catalán.
También se suspendieron más de un centenar de periódicos derechistas, entre ellos ABC.
En enero de 1833 las fuerzas del orden sitiaron y mataron en Casas Viejas (Cádiz) a un grupo de
anarquistas que se habían hecho fuertes en una casa; posteriormente fusilaron a varios vecinos
más del pueblo. Estos hechos provocaron una gran crisis política que desembocó en septiembre
con la destitución de Azaña y la convocatoria de nuevas elecciones. A lo largo de ese año la
derecha se fue organizando: se formó la CEDA, Confederación Española de Derechas
Autónomas, bajo el liderazgo de José María GIL ROBLES, su programa incluía la modificación
de la Constitución, la eliminación de todas las medidas reformistas y la defensa de los intereses
económicos de los propietarios; los monárquicos formaron Renovación Española, dirigida por
José CALVO SOTELO; la ultraderecha se agrupó en Falange Española, fundada por José
Antonio Primo de Rivera.
En las elecciones de noviembre de 1933 triunfaron los partidos de derecha. Los anarquistas
respondieron con una insurrección armada que tuvo éxito en algunas zonas de Aragón, La Rioja
y Andalucía. El movimiento fracasó, pero causó cerca de un centenar de muertos, dirigentes
anarquistas fueron a prisión.
La historia de la bandera tricolor responde a un sentimiento esencialmente popular. El
morado había venido siendo usado por los movimientos liberal y, posteriormente, progresista
o exaltado desde los tiempos del Trienio Liberal (1820-1823) por influencia del mito
del pendón morado de Castilla, que defendía que los comuneros se alzaron con una enseña
de tal color contra el rey Carlos I por su política de dar a hombres flamencos los puestos
más importantes de la administración castellana (para más detalles, véase Guerra de las
Comunidades de Castilla). Sea como fuere, en 1931 el color morado o violeta tenía una
especie de tradición popular, lo que llevó a su definitiva inclusión en la nueva bandera
nacional, en un arranque improvisado de diferenciar al nuevo régimen que comenzaba tras
las votaciones del 12 de abril en sus símbolos más necesarios.
La unión del rojo, el amarillo y el morado en tres franjas de igual tamaño se hace oficial en el
decreto de 27 de abril de 1931 y fue refrendada con la elevación a artículo en la Constitución
Republicana de 9 de diciembre de ese mismo año. En dicho decreto se aclaró la inclusión
del color castellano a los tradicionales aragoneses: «Hoy se pliega la bandera adoptada
como nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores y se le añade
un tercero que la tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la
nacionalidad, con lo que el emblema de la II República española, así formado, resume más
acertadamente la armonía de una gran España»
Alegoría de la II República usada
por el Gobierno
Se escogió como himno nacional el popularmente conocido durante gran parte del siglo
XIX como el Himno de Riego como sustituto del oficial hasta entonces, la Marcha Real.
Niceto Alcalá Zamora
Manuel Azaña
Alejandro Lerroux
Francesc Macià
Indalecio Prieto. PSOE
Francisco Largo Caballero.
PSOE
Victoria Kent
Julián Besteiro. PSOE
Clara de Campoamor
Los socialistas, siguiendo la línea revolucionaria
dura que triunfa en febrero de 1931, no quieren
dar ninguna posibilidad de que la derecha pueda
tener un peso electoral significativo. Esta es la
razón por la que, por ejemplo, la líder socialista
Victoria Kent (1898-1987) se opondría con todas
sus fuerzas a que las mujeres obtuviesen el
derecho al voto en la Constitución de 1931. Solo la
valiente y pertinaz defensa que realiza la diputada
radical Clara de Campoamor (1888-1972) lograría
que se incluyese en la Constitución el artículo 36
que permitía votar por vez primera en la historia de
España a las mujeres (“Los ciudadanos de uno y
de otro sexo, mayores de veintitrés años, tendrán
los mismos derechos electorales conforme
determinen las leyes”).
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