V , Pablo Mariano s/causa nO 13766. S.C. V. 19, L.XLVIII. Suprema

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Ministerio PúbüCQ
Procuración General de la Nación
V
, Pablo Mariano s/causa nO 13766.
S.C. V. 19, L.XLVIII.
Suprema
C o r t e
1
El Tribunal Oral en lo Criminal nO 29 de
esta ciudad, condenó a Pablo Mariano V
y le impuso la
pena cinco años y nueve meses de prisión, accesorias legales y
costas, como coautor del delito de robo agravado por el uso de
un arma de fuego cuya aptitud para el disparo no pudo ser
acreditada (causa nO 3176), en concurso real con el delito de
robo agravado por haber sido cometido mediante la utilización
de un arma de utilería y con la intervención de un menor de 18
años (causa nO 3233), en concurso material con el delito de
robo agravado por el uso de arma cuya aptitud para el disparo
no pudo tenerse por acreditada (causa n° 3382).
La defensa oficial interpuso recurso de
casación con base en la arbitraria argumentación del monto de
la pena. Durante el término de oficina, se introduj eron nuevos
agravios. La Sala III de la Cámara Nacional de Casación Penal
sólo admitió aquella queja y rechazó, luego de su análisis, los
interpuestos conforme al artículo 466 del Código Procesal
Penal de la Nación. (vid. fs. 18/24,28/32 Y 33/37).
Contra esa decisión se opuso el recurso
extraordinario que, al ser rechazado a foj as 55, motivó la
presente queja.
11
En su presentación de foj as 39/52 la
recurrente afirmó que la sentencia del a quo resultaba lesiva
del derecho de defensa, del debido proceso y del principio de
congruencia, al entender que la agravante del artículo 41
quater
del
Código
Penal,
no
había
sido
incluida
en
la
calificación legal del requerimiento de elevación a juicio lo
que provocó, más allá de la descripción fáctica de los hechos,
una vulneración de
la posibilidad jurídica y
material
de
defensa respecto del punto. En ese orden de ideas, afirmó que
ello podría haberse evitado con la adopción del mecanismo
previsto en el artículo 381 del Código Procesal Penal de la
Nación.
Asimismo, criticó el criterio adoptado
por el fallo en relación con la agravante, al entender que su
aplicación
sustentada
únicamente
en
intervención de un menor- también
datos
objetivos
-la
resultaría conculcatoria
del principio de legalidad.
Finalmente, e invocando la transgresión
de
esa
mIsma
garantía,
alegó
que
la
interpretación
del
concepto de arma de utilería que realizó el a quo, importó una
extensión analógica in malam partem del tipo penal.
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III
Advierto
que,
los
agravios
recién
mencionados, no trasuntan de meras discrepancias en relación
con el alcance de normas de derecho común y procesal, y con
la valoración de circunstancias de hecho y prueba (Fallos:
302:246;
308:1118;
313:840;
323:3229
y
326:3939),
cuya
apreciación constituye, en principio, facultad propia de los
jueces de la causa y ajena, por ende, a esta instancia de
excepción
(Fallos:
300:390;
303:135;
307:855;
308:718;
311:1950; 312:809; 313:525, entre otros).
No desconozco que V.E. tiene resuelto
que,
ante las
particularidades
que presentan determinados
casos, es posible hacer excepción a aquella regla con base en
la doctrina de la arbitrariedad, toda vez que con ella se
procura asegurar las garantías constitucionales de defensa en
juicio
y
debido
constituyan
proceso,
derivación
exigiendo
razonada
del
que
las
derecho
sentencias
vigente
con
aplicación a las constancias efectivamente comprobadas en la
causa (Fallos: 301:978; 311:948 y 2547; 315:29; 319:2959 y
321:1909).
Sin embargo, estimo que no es ésa la
circunstancia que se configura en el sub exámine pues, a mi
modo de ver, la decisión impugnada contiene fundamentos
suficientes con base en las constancias del expediente y en las
normas
que
se
consideraron
aplicables,
que
no
fueron
debidamente refutados y que, por opinables que resulten, no
autorizan su descalificación como acto jurisdiccional.
IV
Entiendo que ello es así pues, en lo
relativo
a
la
alegada
conculcación
del
principio
de
congruencIa, no observo que se hayan vulnerado aquellas!
pautas que, según la doctrina de V.E., lo inspiran y sustentan
como expresión de las garantías constitucionales de defensa en
juicio y debido proceso.
En efecto, la Corte tiene decidido desde
antiguo que en orden a la justicia penal, el deber de los
magistrados,
cualquiera
que
fueren
las
peticiones
de
la
acusación y la defensa, o las calificaciones que ellos mismos
hayan formulado con carácter provisional, consiste en precIsar
las
figuras
delictivas
que
Juzgan,
con
plena
libertad
y
exclusiva subordinación a la ley, sin más limitación que la de
restringir el pronunciamiento a los hechos que constituyeron
materia de juicio
319:2959)
y
afectación
que,
alguna
(Fallos:
186:297;
satisfecha
de
esta
los
242:227;
exigencia,
preceptos
315:2969
no
y
existe
constitucionales
mencionados precedentemente (Fallos: 310:2094 y sus citas).
Esta última situación es la que a mi
modo de ver se presenta en el caso, pues advierto que durante
todo
el
transcurso
del
proceso
se
mantuvo
incólume
la
plataforma fáctica sobre la que finalmente reposó la condena
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de
V
,
y
que
el
reproche
sustentado
en ella,
se
fue
precisando a medida que avanzaba su trámite -lo cual es su
resultado lógico- pero no por ello es posible sostener, como lo
intenta
la
apelante,
que
se
haya
responsabilizado
a
su
defendido por un hecho distinto al intimado, de manera tal que
se
haya
provocado
un
desbaratamiento
de
su
estrategia
defensiva (Fallos: 319:2959, voto del doctor Petracchi y su
cita).
Concretamente, y tal como señaló el
a
qua, desde el inicio del expediente, se puede observar que
aparecía la descripción precisa de la circunstancia que ahora
motiva la queja de la defensa. Así, incluso en el requerimiento
de elevación a juicio en el que la apelante enfatiza, se puede
advertir la clara mención de la intervención de un menor en el
hecho, más allá del criterio que al momento de la calificación
legal
entendió
más
adecuado
el
representante
de
este
Ministerio Público (fs.232/234, de los autos principales).
Pero, aún de considerarse que ello no
resulta suficiente para dar total satisfacción al derecho de
defensa, lo cierto es que esas circunstancias fueron motivo de
debate e, incluso, formaron parte del interrogatorio y de los
alegatos de la defensa (ver acta de debate de fs. 2/4), razón
por
la
cual
no
puede
Invocarse
sorpresa
y,
menos
aún,
conculcación de las garantías constitucionales que resguardan
al principio de congruencia, en la medida que la apelante tuvo
amplias oportunidades de ser oída, alegar y probar sobre cada
punto que conformó el hecho que fue motivo de condena
(Fallos:
242:234;
298:308;
306:467;
312:540;
321:469
y
325:210), tal como efectivamente lo hizo.
En ese orden de ideas, tampoco supera
el dogmatismo de su afirmación la invocada necesidad de
aplicación del artículo 381 del Código Procesal Penal de la
Nación
pues,
como
quedó
expresado,
la
circunstancia
agravante no surgió ni de los dichos del imputado, ni del
de bate, sino que ya constaba con anterioridad en la causa, lo
que descarta la finalidad perseguida por esa norma.
En forma coincidente también advierto
que no se especifican concretamente cuáles son las defensas y
los medios de prueba de que se habrían visto privados los
apelantes y en qué medida habrían influido en la solución
adoptada
(Fallos:
238:495;
265:141;
302:482;
310:2085;
311:904 y 2461), razón por la cual su impugnación no traduce
más que una discrepancia con la forma en que los jueces
consideraron aspectos no federales aj enos a esta instancia
excepcional.
v
Respecto del agravio referido al artículo
41 quater del Código Penal estimo que, tanto el tribunal oral
como el a qua, hicieron adecuado tratamiento de la cuestión,
para concluir fundadamente que su aplicación no implicaba
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vulneración alguna al principio de legalidad, como alega la
recurrente quien, más allá de esbozar su posición doctrinaria,
no ha demostrado que la Constitución Nacional prohíba la
consideración
en
el
momento
de
individualizar
la
pena
-legislativa o judicialmente- de determinadas circunstancias
agravantes vinculadas a las particulares modalidades en que
los hechos son cometidos.
Al respecto,
entiendo
que no
resulta
suficiente sostener un criterio distinto del que fue adoptado y
que, además, según aprecio, coincide con el espíritu de la ley
(vid. Fallos: 318:1103 y 330:1610, entre otros).
Así,
entre
los
fundamentos
que
informaron el proyecto de ley desde su origen, se dijo que
" ... tiene como objetivo desalentar la utilización de menores
para delinquir o su intervención en la comisión de delitos .... Si
bien es necesario proteger a la sociedad en su conjunto, tanto
más lo es proteger a los menores del grave perjuicio al que
quedan expuestos en este tipo de actos delictivos a los que son
inducidos por inescrupulosos adultos, y en cuya reiterada
comisión ven gravemente afectado su desarrollo psíquico y
social, con la consiguiente exposición a indudables peligros
físicos ... A partir de la sanción de la presente ley, los mayores
conocerán que el reproche penal es mucho más grave cuando se
valen de menores o intervienen éstos en los hechos delictivos,
con lo que se verán desalentadas estas conductas criminales
(Expediente de Diputados 3143 -D-O 1 del 24 de mayo de 200 1).
Una motivación similar puede extraerse
del tratamiento en Cámara Alta donde el senador Agúndez
luego de mencionar la necesidad de modificar la normativa
vigente
a
los
introducidas
efectos
de
convalidar
a la Convención de
los
las
modificaciones
Derechos
del Niño,
manifiestó que "Esta es una forma de proteger a los menores.
Es decir, disuadir a los mayores para que no utilicen a los
menores de edad en sus delitos ... " (Orden del día nO 936 del 6
de agosto de 2003).
Como anticipé, la recurrente pretende
elaborar una tesis distinta a la seguida por el legislador para
la protección de un interés jurídico, a partir de un análisis
fragmentario y literal de los términos utilizados en el debate
parlamentario, pero que en modo alguno logra conmover su
validez constitucional, más allá de su mayor o menor eficacia
para el fin de su institución, para cuyo análisis tampoco puede
dejarse de lado la prevención general y, menos aun, cuando se
busca, en definitiva, el resguardo integral de los niños.
Por otra parte, tampoco se aprecIa,
nI
se
lo explica en el recurso, de qué modo la defensa llega a
concluir que esa agravante ha incorporado un dolo específico
en
el
autor
responsabilidad"
mayor
penal
consistente
en
el
menor
en
"a
"descargar
fin
de
evitar
la
su
punibilidad" (vid. fs.47 vta. in fine y 48) lo que, en principio,
no parece posible desde el punto de vista de las reglas que
ngen la autoría y participación y menos aún cuando, la propia
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los mayores que hubieren
norma cuestionada se refiere a "
participado en el mismo".
Se trata en definitiva, de una cuestión
de política criminal, reservada a los poderes que ejercen esa
competencia, sin que el acierto o error de sus decisiones en la
materia pueda ser revisado en los estrados judiciales, y mucho
menos a partir de las motivaciones sociales que, según alega la
defensa, les habría dado origen. Al respecto cabe recordar las
reflexiones del juez Powell de la Corte Suprema de los Estados
Unidos cuando señaló que "las confrontaciones entre la rama
del
gobierno designada vitaliciamente y aquellas que
son
representativas, no han de ser, a la larga, beneficiosas para
ninguna.
La
confianza
del
público,
esencial
para
la
primera ... puede erosionarse si no ejercitamos autorestricción
en el uso de nuestro poder para anular las acciones de las otras
ramas ... La facultad reconocida en Marbury v.
potente ... si la utilizáramos
Madison es
indiscriminadamente ... podemos
ver esfuerzos de las ramas representativas para restringir
drásticamente su uso" (citado por Chopper, Jesse H., "Judicial
Review and the National Political Process", The University of
Chicago Press, 1980, pago 160).
VI
Finalmente,
respecto
del
agravio
vinculado a la sub sunción legal de uno de los hechos de
condena en la figura agravada del artículo 166 del Código
Penal, habré de remitirme, en lo pertinente, y en beneficio de
la brevedad a los fundamentos que expuse al dictaminar el 5 de
in re
septiembre de 2008, en los autos F. 1370, L.XLII
"Fuertes Mamani, Juan Manuel s/causa n° 6797" (apartado IV).
VII
En
definitiva,
estimo
que
el
fallo
apelado al adscribir a una postura que cuenta con sustento
suficiente, no ha excedido la interpretación posible de las
normas de derecho procesal y común cuestionadas, aspecto que
tampoco ha sido demostrado por el recurrente quien, a través
de su planteo, sólo ha esbozado una posición diferente que
traduce
únicamente
el
carácter
opinable
de
la
solución
adoptada y, en consecuencia, no autoriza su impugnación con
base en la doctrina de arbitrariedad de sentencias.
En tales condiciones, OpInO que V.E.
debe desestimar la presente queja.
Buenos Aires,
8
de mayo de 2013.
EDUARDO EZEQUIEL CASAL.
ES COPIA.
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