MÉDICOS Y JUECES Secuelas típicas y daño desproporcionado Los hechos E l paciente fue intervenido de hemorroides y fisura anal mediante la técnica quirúrgica de Milligan y Morgan, aplicándosele el sistema de doble esfinterectomía para aminorar el dolor postoperatorio. Con ocasión de la intervención, se produjo una lesión muscular estriada en el esfínter externo. A pesar de que el nervio del esfínter anal no resultó dañado, al paciente le quedó una secuela definitiva consistente en incontinencia anal parcial. Frente a tales hechos presentó una demanda civil contra el médico que le practicó la intervención, demanda que fue desestimada tanto por el juez de Primera Instancia como por la Audiencia Provincial en el recurso de apelación correspondiente. Impugnada en casación por el paciente la sentencia de la Audiencia, el Tribunal Supremo decide —con el voto particular contrario de uno de sus magistrados— estimar el recurso, condenando al facultativo a abonar una indemnización de 120.000 euros al paciente. El análisis E l Tribunal Supremo fundamenta su fallo condenatorio en consideraciones de dos órdenes. En primer lugar, el Alto Tribunal recurre a la doctrina —ya consolidada— del resultado desproporcionado. En virtud de dicha doctrina, si se produce un resultado desproporcionado y dañoso, que normalmente sólo se da cuando media una conducta negligente, entonces el que ha realizado dicha conducta (en nuestro caso, el médico) responde, a no ser que pruebe cumplidamente que la causa del daño ha estado fuera de su esfera de acción. Esta doctrina no lleva a la objetivación de la responsabilidad, sino a la inversión de la carga de prueba, y se justifica por la posición procesal ventajosa de que goza el facultativo para acceder a la información relevante que le permita probar su ausencia de responsabilidad en la generación del daño. En el caso que nos ocupa, sólo cabe preguntarse si la secuela padecida por el enfermo constituye efectivamente un resultado desproporcionado —como opina el Tribunal Supremo— o bien forma parte de los riesgos típicos de la intervención practicada —tal y como sostiene el magistrado que disiente con el criterio mayoritario—. La respuesta a esta cuestión debe basarse, pensamos, en criterios estrictamente científicos. En segundo lugar, el Tribunal Supremo basa su decisión condenatoria en la normativa sobre consumidores y usuarios (y 42 JANO 3-9 OCTUBRE 2003. VOL. LXV N.º 1.490 más concretamente, el Artículo 28 de la Ley 26/1984), la cual establece una responsabilidad de carácter cuasi-objetivo en relación con los servicios sanitarios. Por su parte, el magistrado que emite el voto particular, al margen de considerar discutible que la prestación individual médica forme parte de los servicios sanitarios, pone de relieve que la superposición de dos regímenes de responsabilidad (responsabilidad subjetiva basada en el Código Civil y responsabilidad cuasi-objetiva basada en la Ley del Consumidor) puede conducir a una indeseable objetivación de la responsabilidad médica. En nuestra opinión, y a la vista del criterio expresado por el Tribunal en esta Sentencia, las hojas de consentimiento informado —correctamente redactadas— podrían ser un instrumento importante para delimitar el nivel de garantía ofrecido por una intervención quirúrgica dada, así como para distinguir los riesgos típicos del resultado desproporcionado. Por último, resulta interesante observar que el Tribunal fija el quantum indemnizatorio —de 120.000 euros— basado en un criterio puramente discrecional, lo cual inevitablemente origina una indeseable inseguridad jurídica. H. Jausàs, abogado Jausàs, Nadal & Vidal de Llobatera (968)