¿ Ángel Ganivet ?

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¿ Ángel Ganivet ?
Biografía
Ángel Ganivet (1865-1898), ensayista y narrador español, precursor de la generación del 98.
Ángel Ganivet nació en Granada en 1865 en el seno de una familia de clase media. Alumno
brillante, estudió Derecho, Filosofía y Letras y la carrera consular, en la que ocupó cargos
diplomáticos en Amberes, Helsinki y Riga.
Entre sus obras destacan las novelas La conquista del reino de Maya por el último
conquistador español Pío Cid (1897) y Los trabajos del infatigable creador Pío Cid
(1898), en las que, utilizando al protagonista como alter ego, realiza una sátira del proceso
de colonización.
Pero es en Idearium español, su obra más destacada, en la que se descubre su verdadero
estilo literario, con un pensamiento más filosófico que narrativo, donde su visión
anticapitalista se enmarca en una utopía situada en el pasado medieval: artesanía frente a
industria, usureros frente a banqueros.
Algunas ideas ya estaban presentes en su obra filosófica de juventud, España filosófica
contemporánea(1889), ensayo en el que ataca la ausencia de ideas madres y la abulia
consiguiente, responsable de la falta de un proyecto español vertebrador. Próximo su
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pensamiento a "En torno alcasticismo" de Miguel de Unamuno, son constantes de la obra de
Ganivet el senequismo, el individualismo y el pesimismo que roza lo apocalíptico.
Sus primeros escritos literarios se recogen en la colección de 31 cartas recopiladas bajo el
título de Epistolario, que contiene las cartas dirigidas a Francisco Navarro Ledesma.
En el periódico El Defensor de Granada dejó constancia de la literatura epistolar con la
publicación de Cartas finlandesas, una serie de artículos sobre la vida y las costumbres
finlandesas en los que establece una comparación entre aquella sociedad y la española.
Fue autor también de Granada la bella y Hombres del Norte. El porvenir de España, así
como del drama místico El escultor de su alma.
Ganivet fue un notable precursor de la Generación del 98. En 1892 conoció a Amalia
Roldán, el gran amor de su vida, con la que tuvo dos hijos.
De carácter fuerte y a la vez melancólico, murió en Riga, Finlandia, en 1898 al arrojarse al
río Dvina.
MADRID.- Miércoles, 3 de febrero de 1999
La trayectoria de Ganivet llega a la Biblioteca Nacional.
- Una colección de fotografías, manuscritos inéditos, dibujos, cartas y objetos
personales evocan, en una exposición inaugurada ayer en la Biblioteca Nacional, la vida
atormentada del escritor granadino Ángel Ganivet (1865-1898), que se suicidó a los 33
años.
La exposición recorre el itinerario seguido por Ganivet «desde su Granada natal hasta
las ciudades en las que vivió por su cargo de cónsul, Amberes, Helsigfors (actual
Helsinki) y Riga», señaló el comisario de la exposición, Antonio Gallego-Morell,
catedrático emérito de la Universidad de Granada.
Ganivet tuvo un «enorme interés por casi todos los temas», dijo Gallego-Morell, y se
adentró en numerosos géneros literarios, desde la novela hasta el drama, desde la poesía
al periodismo y el ensayo. En la exposición, organizada por el Ministerio de Educación
y Cultura y la Caja General de Ahorros de Granada, se hace especial referencia a la
relación epistolar entre Ganivet y Miguel de Unamuno.
«Es el único escritor del 98 que salió de España en aquella época», resaltó
Gallego-Morell, y fuera de nuestro país nacen casi todas sus obras: las Cartas
Finlandesas, la novela Los trabajos incansables de Pío Cid, Granada la bella, el
Ideárium español y El escritor de su alma, entre otras.
Biografía
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"Idearium español" Ángel Ganivet
(Fragmentos)
.....Hemos tenido, después de períodos sin unidad de carácter, un período
hispano-romano, otro hispano-visigótico, y otro hispano-árabe; el que les sigue será un
período hispano-europeo, y otro hispano-colonial; los primeros de constitución, y el
último de expansión. Pero no hemos tenido un período español puro, en el cual nuestro
espíritu, constituido ya, diese sus frutos en su propio territorio; y por no haberle tenido,
la lógica de la Historia exige que lo tengamos, y que nos esforcemos por ser nosotros
los iniciadores. Importante es la acción de una raza por medio de la fuerza, pero es más
importante su acción ideal; y ésta alcanza sólo su apogeo cuando se abandona la acción
exterior y se concentra dentro del territorio toda la vitalidad nacional. [...]
.....Toda nuestra Historia demuestra que nuestros triunfos fueron debidos más a nuestra
energía espiritual que a nuestra fuerza puesto que nuestras fuerzas siempre fueron
inferiores a nuestras obras; no pretendemos hoy trocar los papeles y confiar a un poder
puramente material nuestro porvenir. Antes de salir de España hemos de forjar dentro
del territorio ideas que guíen nuestra acción, porque caminar a ciegas no puede conducir
más que a triunfos azarosos y efímeros, y a ciertos y definitivos desastres. [...]
.....Y lo más original de este modo de expresión fue que, por nacer del choque de dos
fuerzas, tenía que ser reflejo de ambas. Los españoles, al celebrar sus hazañas, lo hacían
con espíritu cristiano, pues que con él y por él combatían; pero el ropaje de sus
conceptos era en gran parte ajustado a la usanza mora. El espíritu de los árabes, llegaba
entonces a su apogeo, y era natural que influyese sobre el de los españoles, si ya no
bastara el contacto de varios siglos y la guerra misma, que suele ser el medio más eficaz
que tienen los pueblos para ejercer sus recíprocas influencias. De esa poesía popular,
cristiana y arábiga a la vez, arábiga sin que lo arábigo desvirtúe lo cristiano, antes,
dándole más brillante entonación, nacieron las tendencias más marcadas en el espíritu
religioso español: El misticismo, que fue la exaltación poética, y el fanatismo, que fue la
exaltación de la acción. El misticismo fue como una santificación de la sensualidad
africana, y el fanatismo fue una reversión contra nosotros mismos, cuanto terminó la
Reconquista, de la furia acumulada durante ocho siglos de combate. El mismo espíritu
que se elevaba a los más sublimes conceptos, creaba instituciones formidables y
terroríficas; y cuando queremos mostrar algo que marque con relieve nuestro carácter
tradicional, tenemos que acudir, con aparente contrasentido, a los autos de fe y a los
arrebatos de amor divino de Santa Teresa.
Desde la intimidad de los cármenes granadinos -paisaje vertical de nieve al fondo- hasta la Letonia
horizontal de hielo pétreo, la vida de Ángel Ganivet se hizo narración al hilo de la amistad y al amparo de los
matasellos.
Su "Epistolario", -añeja forma de decir las cosas, las vivencias, el mundo-, no está reñido con los novísimos
contactos internaúticos.
No es lo mismo, sin duda, el gris de una pantalla de una página en blanco; ni un dedo que teclea, a una mano
que arrulla la pluma mientras rueda la danza milenaria de la caligrafía, pero todo se impone, aunque menos
Biografía
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romántico.
Con Ganivet quisiéramos saber compaginar lo estoico de Séneca - paciencia indesmayable en la tiza diariacon el quehacer utópico de mejorar las cosas. Enseñar al alumno que cada uno es "escultor de su alma". Que
aunque a Rousseau le pese, este "Reino de Maya" merece la cultura porque en ella radica la libertad del
hombre.
Acabo mis palabras robándole a Pío Cid, protagonista de sus novelas, el grito más rotundamente humano de
independencia: la enseñanza y la educación podrán hacernos mecánicos, maestros, abogados o médicos, pero
debemos desear seguir siendo nosotros mismos siempre, porque como dijo Pío,: "no quiero que me
cuadriculen".
Ni el Darro ni el Genil, amarillos de álamos, ni su Granada íntima, fueron las heladas navajas del Duina las
que le ayudaron a encontrar su libertad ansiada en el último gesto.
Un romántico fiel se ha marchado, queda la enseñanza de un maestro.
Palabras pronunciadas por D. Julio Olivares Director del colegio durante los actos de conmemoración del I
Centenario de la Muerte del Pensador Ángel Ganivet.
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