ALEXÁNDR IVÁNOVICH KUPRÍN (АЛЕКСАНДР ИВАНОВИЧ КУПРИН- ALEKSÁNDR IVÁNOVIČ KUPRÍN) 26.08 (07.09).1870-25.08.1938 por Roberto Monforte Dupret Biografía Alexándr Ivánovich Kuprín nació el 26 de agosto de 1870 en la pequeña ciudad de Narovchat, situada en el distrito de Penzá. Su padre era un modesto funcionario que se ganaba la vida como escribiente en el Juzgado Municipal, lo cual no suponía ningún impedimento para poder desarrollar sus aficiones artísticas, pues le gustaba tocar el violín y pintar. Su madre, que procedía de una familia tártara con antepasados principescos, era una mujer observadora, enérgica, de fuerte carácter y espíritu combativo. Cuando contaba con dos años su padre murió de cólera y la madre con sus tres hijos se trasladaron a Moscú donde vivía toda su familia. Carente de recursos materiales para poder sacar a sus hijos adelante, la madre de Kuprín se vio obligada a refugiarse en un asilo estatal para viudas (retratado en La santa mentira de 1917) y a ingresar a su hijo en un orfanato municipal, donde el futuro escritor pasaría siete tristes años de su vida. A pesar de sus carencias educativas, Kuprín consiguió aprobar el examen de acceso al Instituto de Enseñanza Militar, donde estudiaría los siguientes ocho años de su vida. Su estancia en dicha institución militar fortaleció su físico pero ablandaron su espíritu y su moral. En 1890 salió de la Academia como teniente y fue destinado a un regimiento que tenía su base en ciudades ucranianas. Allí permanecerá cuatro años. En el seno del ejército Kuprín llevaba una vida despreocupada, licenciosa y excéntrica, lo que no le impidió desarrollar sus dotes de observador de la vida provinciana y de ese modo hacer acopio de un valioso material que después le fue de gran utilidad en sus trabajos literarios, como por ejemplo en El duelo o El capitán Rybnikov. Durante su época militar, Kuprín escribía algunos cuentos breves que fueron publicados en 1893 en la revista El patrimonio ruso y entre los que destaca su novela corte A oscuras. En 1894, de camino a S. Petersburgo para la realización de unos exámenes de ingreso en la Academia de Estado Mayor, Kuprín tuvo un altercado con un alto funcionario que pretendía abusar de forma deshonrosa de una muchacha. Este acto de valentía y justicia le costó bien caro, pues, aparte de no poder presentarse a los exámenes, fue expulsado del ejército. Sin trabajo, sin dinero y en una ciudad, Kiev, totalmente ajena para él, el escritor ruso vivió posiblemente los peores momentos de su vida. Para intentar solventar todas las fallas culturales y morales heredadas de una educación castrense, el escritor ruso se lanzó con determinación y ahínco a la lectura. Empezó a trabajar como reportero para algunas publicaciones periódicas de Kiev, lo que le permitió, en 1896, publicar varios de sus retratos sociales en forma de libro bajo el título de Tipos de Kiev. Un año después apareció otro tomo de relatos bajo el título de Miniaturas. Sin embargo se cansó de su trabajo como reportero y sobre el año 1895 comenzó una peregrinación por buena parte de la geografía rusa (Moscú, Cuenca del Donets, Crimea, S. Petersburgo, Kiev), ganándose su sustento con profesiones de lo más eclécticas: como administrativo, oficinista en una carpintería y cerrajería, fundador de un club de atletismo (fue un gran deportista), empresario circense, granjero, dentista, mozo de equipaje, cantor callejero, cómico ambulante, profesor particular e incluso hizo una tentativa fallida de convertirse en monje. Su don de observación, sus viajes por Rusia y la gran variedad de personas que conoció, así como su amplio bagaje laboral, le brindaron un material inagotable para sus creaciones literarias. A principios de siglo, Kuprín se traslada a S. Petersburgo, donde se le abrirán las puertas de las más grandes revistas del momento: La riqueza rusa, Conocimiento, El mundo de Dios, etc. En 1901, realiza un viaje a Yalta donde conoce a Antón Chéjov. Por entonces entablará relaciones de amistad con el futuro Premio Nóbel, I. Bunin, con cuyo apoyo consiguió publicar algunos de sus cuentos. También gracias al laureado escritor ruso, Kuprín consiguió entrar en contacto con la familia Davydov, propietaria a la sazón de la revista El mundo de Dios, y con cuya hija, María Karlovna, se casará al poco tiempo. Los inicios del siglo XX son muy fructíferos para Kuprín, pues en 1903 consigue publicar un pequeño tomo de cuentos en la editorial Conocimiento, dirigida por Gorki, y en 1905, en esa misma editorial, aparece su exitosa obra El duelo, que le reportará la fama y el premio literario Pushkin. Sin embargo, su éxito literario no iba parejo con el éxito en su vida privada. Por esta época se hizo más acusada su tendencia a la bebida y se lanzó a una vida de desenfreno y libertinaje sin límite que le llevó a entablar contacto con gente de la más baja estofa. Para intentar cortar de raíz con el problema se marchó a Gátchina, en los alrededores de S. Petersburgo, pero fue un intento vano, pues al poco tiempo reanudó su vida de crápula, presidida por el alcohol y las prostitutas. Este tipo de existencia tan sólo trajo a Kuprín discusiones familiares y laborales, así como diversos ataques de nervios a consecuencia de los cuales tuvo que ser internado en un sanatorio de Finlandia. Fue, precisamente, en una de sus estancias en el país escandinavo donde intimó con Elizabeta Heinrich, sobrina del escritor Mamin Sibiriak, con la que acabaría casándose en segundas nupcias. A pesar de sus esfuerzos por abandonar su anterior vida, Kuprin siguió juntándose con dudosas compañías, bajo cuya influencia escribió la que tal vez sería su obra más polémica: El agujero, donde describe la vida cotidiana de un burdel ruso. A pesar de los éxitos literarios de Kuprín, mermados por la publicación de esta última obra tan inmoral para la época, la situación económica del escritor ruso era inestable. Las estrecheces económicas hicieron que se agudizaran e intensificaran los ataques de nervios, a los que también ayudó sus excesos con la bebida y la repentina muerte de su madre. Consiguió recuperar parcialmente el éxito literario con la publicación de otra de sus obras más célebres: La pulsera de granates. Durante los años 1910-1911, Kuprín residió en Odessa, importante puerto pesquero a orillas del Mar Negro, donde retomó su vida alegre y despreocupada al socaire de las peores tabernas del puerto y en compañía de la peor hampa del lugar. Como fruto de sus experiencias noctámbulas por los tugurios de Odessa, publicó en 1911 el relato Gambrinus (nombre del cuchitril portuario preferido de Kuprín) que, a pesar de su dura y violenta temática, fue recibido unánimemente por la crítica y lectores como un canto de amor hacia el prójimo y un himno a los nobles sentimientos humanos. Por estas fechas Kuprín se entregó, quizás con más ardor que nunca, a sus grandes pasiones: la aviación, la lucha libre, la pesca, el submarinismo y el espectáculo circense. Al estallar la I Guerra Mundial, Kuprín fue llamado a filas, pero como oficial de la reserva, debido a su ya maltrecha salud. Con la llegada de la revolución, Kuprín parece aceptarla y colabora con Gorki en la fundación de la editorial Literatura Universal. Sin embargo, aprovechando la llegada del ejército blanco a la región donde el vivía, emigró a Estonia, después a Finlandia y finalmente se instala en París en 1920. Kuprín fue incapaz de adaptarse a su vida en el exilio, pero aún con todo escribió bastantes cuentos en la prensa de la emigración rusa e incluso consiguió el puesto de redactor jefe en la revista semanal parisina Rusia ilustrada. Las narraciones compuestas por Kuprín en el extranjero están ambientadas en sus vivencias rusas y se trataban de obras de poco calado literario. El desaliento y aislamiento de Kuprín, unido a las discusiones familiares provocadas por las ínfulas de grandeza cinematográfica de su hija Xenia, hicieron que madurara en la mente del escritor la idea de regresar a Rusia. Su propósito lo consiguió en la primavera de 1937 gracias a los diligencias realizadas por su primera esposa. Sin embargo un cáncer de lengua acabó con la vida del escritor apenas un año después de su regreso a la URSS, en agosto de 1938. Obra Si hay algo que marcó la vida de Alexándr Kuprín fue su avidez por experiencias nuevas. Movido por una ilimitada curiosidad, tuvo en la enriquecedora diversificación de la vida, su lema existencial. No es de extrañar, por tanto, que los elementos autobiográficos abunden en sus obras hasta el extremo de convertirse en uno de sus principales pilares de su creación. Además, en su trabajo literario siempre se mostró reacio a usar argumentos y personajes con los que no se sintiera mínimamente familiarizado. Desde sus más tempranos versos (unas 30 poesías de carácter patriótico, satírico y político que imitaban a las de Nadson, Mirski y A.K. Tolstoi), escritos principalmente entre 1883 y 1887, Kuprín evolucionando hacia a la prosa, concretamente hacia la novela corta y relato, géneros que acabaría cultivando con éxito. Su primer fruto en prosa fue el relato El último debut de 1889, basada en el suicido en el escenario por envenenamiento de la cantante E.D. Kadmina en 1881. A este relato siguió una obra muy diferente en cuanto al argumento, se trata de La pesquisa de 1894, su primer relato sobre la vida castrense en Rusia y quizás el más importante escrito mientras se encontraba en el ejército. La pesquisa abrió una serie de relatos acerca de la vida militar (El alférez de 1897, Turno de noche de 1899, La marcha de 1901, etc.) que tendrá su culminación en la obra El duelo de 1905. En este ciclo de relatos acerca de la vida militar, aparece el prototipo de héroe, preferido de Kuprín: el joven, sensible, inteligente, reflexivo, consciente de las injusticias y condescendiente con sus inferiores, pero que a la vez se muestra carente de voluntad, trágico e impotente ante la presión que ejercen sobre él el medio y las circunstancias que le rodean. Sin lugar a dudas, este tipo protagonista donde mejor quedó ejemplificado fue en la figura de Romashov, el protagonista de El duelo. Los trabajos periodísticos de Kuprin en los diversos diarios de Kíev a lo largo de la década de los 90 del siglo XIX le sirvieron como plataforma de lanzamiento para su posterior carrera literaria. Más tarde, él mismo afirmaría que la experiencia de reportero es un excelente aprendizaje para un escritor. De su experiencia como periodista, así como de sus dotes de observación nació la obra Tipos kievitas (1896), compuestos por 16 retratos en los que tipificaba muy agudamente el carácter y la conducta de los ciudadanos de la capital ucraniana. Un año después, apareció una recopilación de sus relatos con el título de Miniaturas. En la región siderúrgica del Donbass, al norte de Rostov del Don, situó Kuprín la escena de su posterior relato Móloj (1896) quizás su obra más destacada durante su periodo literario más temprano. Desde el punto de vista temático Móloj se encuadra perfectamente en la literatura de finales del XIX y toca muchas de las cuestiones sociales y económicas más candentes de aquella década. La obra se centra en los aspectos más dañinos del capitalismo ruso vistos a través de los ojos del sensible, soñador y humanista ingeniero Bobrov, atrapado en el torbellino industrial que azotó la Rusia de finales de siglo. Pero aparte de este aspecto, la obra aborda otros problemas: los efectos sociales del progreso tecnológico, la posición denigrante de la clase obrera y las relaciones entre la burguesía y la intelectualidad. A través de la experiencia de su héroe, en parte autobiográfica, Kuprín nos habla sobre la injusticia social, la tiranía económica tan endémica en la incipiente industrialización de Rusia y el conflicto entre personalidad y sociedad. Su inacabado ciclo de relatos Polesie (1898-1901), ambientada en el sur de Bielorrusia, que ambientada en un entorno rural contrasta severamente con el ambiente industrial tan repugnante que podemos observar en Móloj. De este ciclo no podemos dejar de mencionar su magnífico relato Olesia, una romántica historia de amor entre un intelectual urbanita y una bella joven de provincias. Esta obra es un himno al amor y un canto a la vida, donde nos demuestra que el verdadero sentimiento de solidaridad y auténtico afecto se deben buscar en el ambiente simple y natural de la lejana Polesie. Otros relatos de este ciclo son: El lobo plateado, A la caza del urogallo, En la espesura del bosque. Kuprín se trasladó a S. Petersburgo a principios de siglo, en un momento que se revelaría clave en su carrera literaria. En 1902 en colaboración con la editorial Conocimiento, fundada por Gorki, editó una colección de relatos con la que Kuprín alcanzó un gran éxito social y literario. Los relatos más importantes de aquellos años están focalizados. Principalmente. en la vida circense, En el circo (1902); en el tema del campesinado, El pantano (1902) y en la desvalida y desahuciada sociedad rusa que medía el éxito en forma de riqueza e influencia, El cobarde (1903), La judía y La niebla negra (1905). En otras obras de los primeros años del siglo XX particularmente en Una vida apacible (1904), El sarampión (1904) El sacerdote (1905), Kuprín expone la hipocresía, sectarismo y degeneración que subyace en la respetable sociedad rusa de la época. Pero fue El duelo la obra que le reportaría su fama mundial. Extremadamente crítica con las brutales condiciones de vida y las filibusteras actitudes que prevalecían en el seno del ejército zarista, aparece justo cuando la desastrosa Guerra Ruso-japonesa estaba llegando a un ignominioso fin para Rusia. Nacido de las experiencias personales de Kuprín en el ejército, la obra narra la vida carente de sentido de los oficiales rusos en una ciudad de provincias. Delante de nuestros ojos aparecen, descritos con gran maestría psicológica, toda una galería de personas nulas: jefes de regimiento y numerosos oficiales sin otra meta que el medro personal ni otra distracción que la borrachera, el prostíbulo, las peleas y las vejaciones. La imagen del oficial del ejército ruso que vive en las más mísera y degradante pobreza material y espiritual provinciana vuelve a aparecer en su obra La boda de 1908. La década posterior a la aparición de El duelo vieron la luz algunos de los trabajos más sutiles de Kuprin. Cabe destacar El capitán Rybnikov (1906), la cual narra el trabajo de un espía japonés infiltrado en la administración militar rusa durante la Guerra Ruso-japonesa; El río de la vida (1906) que es una diatriba contra las condiciones sociales en Rusia, las cuales paralizan la capacidad de la juventud para una acción revolucionaria realmente efectiva; Gambrinus (1910) que presenta un panorama de los acontecimientos en Rusia desde inicios del siglo XX hasta la revolución de 1905 y el feroz periodo de reacción a ésta, marcado por los pogromos antisemitas, de los que será víctima el protagonista de la obra, el deforme judío Sashka ; Esmeralda (1901) un relato acerca de los éxitos de un caballo de carrera que acaba siendo envenenado; Sulamit (1908) una conmovedora historia de amor basada en El cantar de los cantares y su famosa La pulsera de granates (1911), donde el amor platónico de un modesto funcionario (descendiente directo de la figura literaria decimonónica del hombre insignificante) por la esposa de un conde encuentra un final trágico. En 1915 ve la luz el tercer, y último tomo de su obra El agujero, obra que Kuprín comenzó en 1908 y que es su obra más extensa. En ella, además de realizar una narración naturalista acerca de la vida de las prostitutas, Kuprín también crea acertadas descripciones psicológicas de todos los tipos que frecuentan dichos lugares, desde le estudiante primerizo, hasta el criminal, pasando por los maridos hastiados, los viejos viciosos y los ladrones de poca monta De las obras escritas en la emigración, quizás la más destacable sea la novela autobiográfica Los junkers (1928-32) y sus relatos elegiacos La rueda del tiempo (1929) y Zhaneta (1931), inferiores en cuanto a calidad literaria e impregnadas de una nostalgia y melancolía por Rusia, provocadas por la larga separación del escritor de su tierra natal. A principios de 1930, la vista de Kuprín se deterioró tanto que tras Zhaneta escribió tan sólo pequeños relatos. Tras su regreso a Moscú tan sólo publicó dos pequeños trabajos en periódicos: uno sobre sus recuerdos de Gorki y otro donde expresaba su alegría por su regreso a la URSS. Tanto de Chéjov como de Maupassant, Kuprín aprendió a construir relatos breves (género literario que mejor se adoptaba a su inquieto temperamento y a sus preocupaciones sobre problemática generación) alrededor de una intriga bien construida con un choque muy bien calculado y un preciso análisis de los sentimientos. Kuprín, junto a sus contemporáneos Chéjov, Gorki y Bunin, elevó al género de la novela corta y el relato a unas cotas de esplendor que no se han vuelto a repetir más en la literatura rusa.