Share EL caso de la familia Macías es, sin duda alguna, uno de los más singulares de todos los denunciados que guardan relación con las presuntas desapariciones de recién nacidos en Huelva.Y lo es por muchas circunstancias, pero sobre todo por una en especial: es el único caso en toda España en el que el supuesto bebé robado se niega a hacerse las pruebas de paternidad. De no ser por esta tajante negativa de la familia, podrían haber localizado en la misma ciudad a aquella niña fallecida hace 41 años. Carmelo Macías busca a su hermana, gemela o melliza -no lo sabe con exactitud- de su hermana Ascensión. La madre de ambos se quedó en estado por primera vez a finales de 1970. Un ginecólogo privado le hizo el seguimiento de la gestación y ya le avisó de que sería un embarazo complicado. "Ella pensaba que traía sólo un niño y que estaba muy hinchada, en ningún momento le indicaron que fuera un parto doble", explica Carmelo. A partir del quinto o sexto mes de embarazo "entró en la vida de mi madre una matrona, la que la asistió en el parto, y le empezó a hacer el seguimiento", una actividad breve, puesto que la mujer se puso de parto antes de cumplirse el séptimo mes. Su marido requirió la presencia de la matrona, que la reconoció y le anunció que estaba de parto pero "le dijo que vendría al día siguiente para ver cómo iba". La primeriza no aguantaba más "y mi padre tuvo que ir a buscar a la matrona a su casa". Se presentó en la del matrimonio, comenzó a auscultar a la parturienta "y dijo que lo que iba a tener era un fenómeno; ésas fueron sus palabras exactas y se refería a que era un feto malformado". Omitiendo que sería un parto doble, la sanitaria repitió al matrimonio que "iba a ser un fenómeno y que en lugar de tenerlo en su casa, para que los vecinos no se enteraran ni hablaran de ella, la iba a llevar a una clínica privada de la calle Rascón -propiedad del doctor Manuel Vázquez- donde estaba todo preparado para ella e iba a estar muy a gusto", indicó Macías. La pareja se negó en rotundo. Hace tiempo habían decidido que su hijo nacería en casa. No les importaba el qué dirán, los vecinos eran "como familia". La matrona cambió entonces de estrategia: "Les dijo que posiblemente viniera muerto, que le iban a hacer una cesárea y que mejor que fuera a la clínica". Tuvo que insistir en varias ocasiones hasta que logró convencerlos. De hecho, la familia Macías tenía seguro privado por el que le pertenecía la clínica San Vicente, que entonces era "de lo mejor que había en Huelva". El 8 de febrero de 1971, a las 12:00, la onubense entró en el paritorio de aquel enigmático centro sanitario privado de la calle Rascón. La atendió el doctor Manuel Talavante , relacionado en otros casos. Carmelo especifica en este punto que su madre "dice que siempre tuvo la sensación de que la habían dormido y de que los dolores fuertes la despertaron". Cuando lo hizo, avisó a la matrona de que iba a dar a luz, "pero ésta se sorprendió y le respondió que era imposible porque ya había tenido una niña muerta". La primeriza se quedó petrificada y "respondió que eso cómo iba a ser si ella no se había enterado". Fue una enfermera que estaba allí presente la que anunció oficialmente "que venía otro bebé, otra niña, que nació viva". Era Ascensión Macías. Pasados unos minutos, colocaron a dos bebés a cinco metros de la camilla: uno muerto y otro vivo. El primero era muy grande; la segunda, muy pequeña. Los que la atendieron en el parto "le indicaron que la niña muerta, gemela de la otra, había pesado tres kilos y medio y que la viva pesaba 1,7 kilos; es decir, lo lógico en una niña que ni siquiera era sietemesina". El abogado de los Macías, José Luis Orta, explicó a este diario que "cuesta creer que haya una diferencia de peso tan brutal entre mellizos o gemelos, que un niño sietemesino pese 3,5 kilos y que sea éste el que fallezca". Sus sospechas apuntan a la posibilidad de que pudieran conservar "congelado a un niño que igual era el que le enseñaban a todo el mundo, con peso estándar", como ha ocurrido en otros casos denunciados en España. La madre de Carmelo y Ascensión, como la mayoría de las víctimas de las sustracciones de neonatos, "se lo creyó todo". Pero siempre quedó en ella un breve resquicio por el que se colaba la sombra de la duda. Le dieron el alta el mismísimo 8 de febrero, y "como fue un parto privado, le hicieron pagar por él y por la sepultura, encima de que no le dejaron ni enterrar a la niña". Una vez más la clínica insistió en que se hacía cargo de todo. Cobraron 2.500 pesetas de la época por el sepelio e indicaron al padre de la criatura que la iban a enterrar a los pies de una persona que había muerto ese mismo día (patrón que se repite en muchos casos, pese a que los enterradores onubenses aseguran que nunca han abierto un ataúd en que hubiera un feto a los pies de nadie que no fuera un familiar). Y todo para al final registrar al feto supuestamente muerto en la fosa común del camposanto de La Soledad. Tal era la capacidad de convicción de los sanitarios que "cuando mi madre salió de la clínica, quiso ver a la niña sí o sí, pero mi padre y mis abuelas" la aplacaron, porque "en la clínica eran tan amables que ellos se iban a hacer cargo de todo". A la mujer la trastornó todo aquello, pero tuvo que hacerse a la idea de que su pequeñita había perdido la vida y de que debía luchar por la supervivencia de la otra. "Les dijeron que se preocuparan de la viva y no de la muerta", ya que la niña estaba grave. Carmelo cree que "no contaban con ella, tenía problemas de pulmón, y por eso pudieron dejar a la otra gemela en Huelva". Pasaron los años. Ascensión logró salir adelante. A los 16 años, cuando ya está en el instituto, comienzan a informarle de que tiene una doble. Ella era de ciencias. Su réplica, de letras. Estaban en el mismo curso, distintas clases. "Unos primos nuestros que acababan de entrar en el instituto decían a mi hermana que qué raro les parecía que unas veces los saludara y otras no, o que se cambiara tanto de ropa en el mismo día". Le picó la curiosidad y Ascensión fue a por ella. Ambas hablaron. "Mi hermana le dijo a esta chica que tenía una hermana gemela que murió al nacer" y bromearon sobre la posibilidad de que fuera ella. Les hizo gracia tanta casualidad. A la mañana siguiente, "la otra chica llegó diciendo que se lo había contado a su madre y que eso no podía ser, porque su madre le había dicho que los dolores de parto sólo los había sufrido ella". Pero el tema no quedó zanjado del todo y Ascensión, impulsada por una corazonada, fue al cementerio "y no se quedó tranquila hasta que le dijeron que había un feto enterrado a nombre de mi madre". No hubo más comentarios al respecto, pero sí muchos encuentros: " Durante 25 años las dos se han reunido una vez al mes y se han contado las peripecias que les van ocurriendo, como que las han confundido con la otra no sólo los amigos, sino también familiares". En la universidad, una prima de los Macías coincidió con la supuesta gemela en clase, se hicieron amigas "y desde entonces no ha dejado de pedirle a mi madre que investigue porque dice que se parece hasta en los gestos". También comparten algún tic y detalles fisonómicos propios de la familia. Si al parecido físico añadimos que ambas chicas nacieron en el mismo año -una está registrada sólo días antes que la otra- o, por ejemplo, que la otra es hija única, las sospechas se incrementan considerablemente. Carmelo confesó a este diario que "si no fuera ella, pienso que esto puede ser una broma macabra del destino, porque son ya demasiadas casualidades". Tiene claro que algo tan sencillo como la prueba de ADN acabaría con el sufrimiento de ambas familias: "En el caso de que fuera ella, no le vamos a reclamar nada como hermana, sólo queremos saber que está bien, porque si no la encontramos, no descansaremos".