David Peña - E-Pol

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David Pe–a
Oscar Wilde
(Se reproduce la siguiente edici—n:
David Pe–a, Oscar Wilde. Buenos Aires, Sociedad Editorial Argentina, 1922)
Respuesta
QuŽ me propongo trayendo al teatro la figura y la historia de Oscar Wilde? Es juicioso
alterar el silencio Ðcomienzo de todo olvido- que empezaba a producirse en torno de su
*
vida?
Con los propios elementos ciertos de su desgracia, yo he tejido este homenaje para unirlo
al de sus amigos, los hombres de letras de varios pa’ses, que lo trataron y que sobre Žl han
escrito tantas y tantas p‡ginas, movidos como ellos del propio sentimiento de simpat’a por
su obra de artista y de l‡stima por su expiaci—n y su miseria.
No puedo pretender, a lo Ibsen, utilizar el teatro para una obra de tesis cient’fica, porque la
enfermedad de Oscar Wilde no es susceptible de la escena. Pero s’ puedo valerme de su
vida para llegar a la demostraci—n, de que, aun siendo culpa antes que enfermedad, la
culpa obtiene la purificaci—n por el dolor. Este es un principio de religi—n y de legislaci—n
que el arte debe esparcir. Dante es maestro en la ense–anza.
El vituperio castiga a su modo la monstruosidad. Pero, pasado su arrebato, es dado a la
piedad humana, en cualquier sitio y a toda hora, remontarse a Jesœs, -el gran Modelo- para
dejar caer la dulce recordaci—n de sus palabras de Misericordia, de Perd—n y de Amor sobre
todos los hombres de la tierra.
D.P.
Olivos, 1919
*
Sin signos de apertura en el original. No se han agregado en ningún caso en que hayan faltado en la edición
consultada.
Personajes
Oscar Wilde
Vivian (9 a–os)
MarquŽs de Queensberry
Francisco (Mayordomo)
Lord Darlington
Empleado de la C‡rcel N¼1
Roberto Ross
Empleado de la C‡rcel N¼2
Dawson
Mujer 1»
El Capell‡n
Mujer 2»
Director de la C‡rcel
Preso 1¼
William Salisbury
Preso 2¼
Carlos Salisbury
Preso 3¼
Wolsey
Celador 1¼
Podgers
Celador 2¼
Reverendo Decano
Un idiota
Alfredo Douglas (Bosy)
Lady Salisbury
El Administrador Master
Princesa de M—naco
Un desconocido
Duquesa de Berwick
Parker (Mayordomo)
Constanza Mar’1a
Un periodista
Agatha
Un empleado de Polic’a
Helbia
Cirilo (11 a–os)
Una criada
Damas y caballeros de la aristocracia inglesa Ð Centinelas Ð Presos Ð Empleados de
la C‡rcel Ð Mujeres Ð Hombres Ð Criaturas Ð Ayudantes del Capell‡n Ð Peones Ð
Guardianes Ð Una se–ora Ð Una joven Ð Una bailarina Ð Orquesta interior Ð Un
—rgano.
La acci—n en Londres y en la C‡rcel de Reading.
ƒpoca contempor‡nea.
Breves apuntaciones acerca de lo f’sico y lo moral de algunos
de los personajes reales e imaginarios que figuran en la obra
HOMBRES
Oscar Wilde
Primer acto
En la Žpoca que elijo, d’cese que paseaba por Picadilly Street, a la hora de
mayor luz, con una rosa encarnada en las manos, causando una sensaci—n de arte.
La belleza de Oscar Wilde estaba acompa–ada de una distinci—n muy fina y
muy sutil. Es el autor del secreto que sus obras guardan en el verso musical, en la
prosa cincelada. Quienes lo han visto en esos a–os cuŽntanme que era de una
elegancia armoniosa en las l’neas, en los movimientos, en el conjunto de todo su
cuerpo. Si se recuerda que quien tal belleza pose’a conoc’a como nadie lo que la
naturaleza ofrece al alma del artista, tendr‡se que al lado de esa serenidad de los
seres superiores, sobresal’a el excepcional y delicado tipo del poeta, del escritor y
del ¬causeur¬. La vida no lo ha amargado. No hay cansancios f’sicos. La llama de la
inteligencia brilla en todo su esplendor. Cae desde su frente, de su labio, de sus
manos. Se la ve y aun toma formas y acentos hasta llenar la estancia y el ambiente
donde Žl se halla. [27]
Segundo acto
La tempestad que lo amenaza ha desarreglado el juego de su conjunto
arm—nico. Desatentado, incierto, dir’ase que su movimiento actual obedece al que
le imprime su polea interior, sin energ’as nuevas, sin nuevos ni visibles impulsos.
Durante la primera parte de este acto el poeta intenta una actitud de lucha; pero es
muy grande su adversario (no hablo por cierto del MarquŽs de Queensberry, sino
de la sociedad de Londres). ƒl debe sucumbir entonces. El gesto, al caer, est‡ lleno
de sinceridad, pero el pobre Oscar Wilde no sospecha que antes del mundo moral,
existe el que nos rodea.
Tercer acto
ÀQuŽ nos ha quedado de aquel King of Life del primer acto? El Oscar
Wilde que tenemos por delante es un preso sin nombre, que acude al llamado de
una letra y de un nœmero: C 33. Sin fulgores y sin esperanzas, apenas si sobreexiste
en su naturaleza rec—ndita una beata humildad. Todas las articulaciones de esta
figura est‡n rotas. DŽbil l‡mpara, danos sus œltimas palpitaciones, con angustia tan
agitada, que basta a se–alar cu‡n intensa debi— ser su luz anterior. Cuando sale de
la c‡rcel, el espectador debe creer que es una sombra y que Žsta pronto se
desvanecer‡. Ah! las sombras!
Lord Darlington
Entre 45 y 50 a–os. Bello ejemplar de observador manso, que la fealdad
excluye y Žl a su vez a la fealdad. Ten’a que ser amigo de Oscar Wilde, desde lo
ele[28]vado de su alcurnia, por razones de admiraci—n primero, de compasi—n
despuŽs. Su t’tulo, su fortuna, su influencia estuvieron siempre al lado del poeta,
pero mucho m‡s al comenzar para Žste la cat‡strofe. Hay en las capas superiores de
toda sociedad, almas que tienen el privilegio de acoger y sentir el dolor que los
dem‡s abominan. Esta figura no es precisamente hist—rica como la del
protagonista, como la de Ross, como la de Douglas; pero yo la he creado y aun le he
puesto el nombre de uno de los personajes de Oscar Wilde, porque adivino que en
la hora de la prueba, dentro de la high life de Londres tuvo que existir algœn
miembro de ella parecido al que se–alo.
William Salisbury
Es t’o de la due–a de casa que figura en el primer acto dando hospitalidad a
Oscar Wilde. Ocupa su puesto de pariente para auxiliar tan s—lo a la egregia due–a
en los honores de la recepci—n sin subrayar el papel. Por consiguiente, es sobrio y
breve.
Carlos Salisbury
Bonach—n y abierto. Viene del çfrica, de cacer’as y estudios extra–os. La
sociedad de Londres no lo censura por cierta irreverencia a sus formas, porque su
obra es noble como su abolengo y su criterio valiente como su coraz—n. Bien
plantado, vŽse debajo de su frac la maciza contextura del explorador de selvas y
bosques.
Mr. Wolsey
Enjuto, flaco, de pelo escaso, tiene unos ojos penetrantes, aunque pocas
veces los emplea de derecho mo[29] do. No es envidia precisamente lo que mueve
en contra de Oscar Wilde, sino maldad ingŽnita unida a una deficiencia en su
aparato de comprensi—n. Es el eterno tipo adecuado para la apreciaci—n de lo
vulgar, de lo consagrado por la mitad m‡s uno, sin que por lo mismo que no pasa
de simple remedador, no intente de vez en cuando meterse en la paradoja ajena, a
flor de insustancialidad.
Mr. Podgers
Me he apoyado en el personaje que figura en ÒEl Crimen de Arturo SavilleÓ,
para trazar mi quirom‡ntico, cuidando de que Žste no caiga en la comicidad. Lo
deseo peque–o pero pulcro y esmerado, con sus anteojos de patillas de oro que Žl
endereza con ambas manos a cada instante, sobre sus orejas. Muy hecho a las
grandes salas, su recato, sin embargo, lo mantiene en el lugar correspondiente.
Tiene el talento de las circunstancias y lo lleva en su nariz, que olfatea bien. El
ligero y f‡cil encurvamiento ante las damas y se–ores muestra al hombre de
palacio. Mas, unida al personaje festivo de la genuflexi—n y de la cortes’a perennes,
asoma el pose’do de la ciencia oculta, no exento de gravedad. Podgers es, con todo,
leal, as’ en el chiste de buen tono como al interpretar la quiromancia, ramo que
dice poseer. Su solemnidad es, pues, siempre sentida.
Alfredo Douglas
Tama–o diminuto, pero proporcional. Hay en su rostro blanco, en sus ojos
azules, en su belleza de adolescente, un esp’ritu intenso. S—lo me ha sido dado
presentar su perfil en la r‡pida escena del segundo acto. [30]
El MarquŽs de Queensberry
Nervudo, b‡rbaro, agitado, es el demoledor de estatuas a la manera de un
VercingŽtorix civilizado. Completa su ambici—n de hombre, despuŽs de planear el
C—digo de boxeo, el prop—sito de derrumbar a Oscar Wilde. Por este personaje
asciŽndese a los que figuran en las leyendas sombr’as de la Žpoca de los Ricardos y
a los œltimos encerrados en la Torre de Londres.
Director de la c‡rcel
Figura de contraste con el ex Director, muestra el actual una tendencia
cristiana en el desempe–o de su duro oficio. La disciplina no se halla re–ida con la
Justicia, como Žsta no lo est‡ con la Misericordia. ƒl lo demuestra.
MUJERES
Lady Salisbury
Hay en esta mujer aristocr‡tica la fuerza de la civilizaci—n secular del Reino
Unido de la Gran Breta–a. Ella es, a idea del autor, como la propia alta sociedad
inglesa: severa y l’mpida, como una columna de m‡rmol.
Mujer joven aœn, alta, erguida, de cabellera rubia, de ojos celestes, se acerca
a la figura griega por la pureza de las l’neas. Vestir‡ de negro, pero sus encajes
aliviar‡n su color. Es majestuosa sin artificio. Pasea y habla siempre como una
soberana, precisa, a veces sobria. En la parte final del primer acto, no se har‡
violencia en dominar la escena, como dominar’a una reina de verdad un tumulto en
su palacio. [31]
La Princesa de M—naco
La Princesa de M—naco es gr‡cil, suave, casi una expresi—n de mujer
vaporosa, porque su andar le da el ritmo de ser alado. Entra al sal—n como una
visi—n llena de gracia. El manejo de su impertinente bastar’a a se–alar su donaire
de gran se–ora si todos y cada uno de los detalles que forman su conjunto no
estuvieran diciendo que es de origen real. Es l‡stima que el pœblico no se acerque y
vea sus ojos. Ojos infinitos, contienen en s’ la inmensidad que abarcan, cuando
vierten su luz sobre todo el cuadro de la vida. Luz de inteligencia, radiante y de
bondad inmarcesible, ilumina cualquier asunto, como debieron iluminar en la edad
de las leyendas los ojos de las princesas, mezcla de v’rgenes y hadas.
Constanza Mar’a
Constanza Mar’a es la representaci—n de la mujer nacida para sufrir. La
hubiera querido dibujar de acuerdo a una frase inspirada por sus ojos: -ÒOjos
hechos tan s—lo para llorar.Ó
Esta mujer ha existido, y existido as’, buena en su vida entera, como aparece
en la brevedad de mi asunto. Tal es el tipo y tal la suma de la mujer a travŽs de
todos los siglos: Misericordia y Amor. Quien no haya visto de cerca este ejemplar,
hecho de esta abnegaci—n que lleva su grandeza en su propia inconsciencia, su
virtud en su mutismo inalterable y misterioso, y su dolor acerbo en su insensible
aspecto de esfinge humana, no sabe lo que significa la mujer propiamente dicha o
sea la mujer de hogar a la que la humanidad debe sus mejores ejemplares. Una
mujer de hogar tiene en la vida una funci—n trascendental. Constanza Mar’a
hubiera podido servir a Canova de modelo para la Piedad. [32]
Agatha y Helbia
Dos flores, casi en capullo.
Agatha ha hecho su incursi—n por el mundo social. Helbia se inicia, en
compa–’a de su padre. Muy finas, muy esfumadas, muy tenues, ambas son ajenas a
la malicia de sal—n. Est‡n absortas con la personalidad de Oscar Wilde. Dotadas de
inteligencia y de sensibilidad, viven en las rosadas nubes hechas para ellas por el
eximio art’fice. S—lo en Inglaterra me ha sido dado hallar estos tipos de mujeres
que tienen tanto del cisne, de la flor, del tul.
Duquesa de Berwick
Ligeramente entrada en a–os, ya sus l’neas de juventud no aparecen con la
pureza de la estatuaria original. Las hebras de plata de su abundosa cabellera con
tantas como las de color casta–o. Hay un dejo de perceptible decepci—n mundana
en cuanto dice la Duquesa. M‡s que la sociedad en que vive dir’ase que su tinte de
escepticismo le viene de su propio temperamento. No es amarga con todo, ni jam‡s
cruel. Est‡ como en el umbral de la duda. Por lo dem‡s, gusta mucho de cuanto se
acerca a lo intenso y a lo que no se ve. [33]
Acto primero
Escena primera
Gran sala de lujo. Dan a ella galer’as iluminadas. Entrada principal, a la ochava
izquierda del espectador. Huelga la descripci—n: baste decir que se trata de una
mansi—n inglesa de la m‡s alta aristocracia. Figuran Princesas, Lores y Sires.
Tampoco me detengo a se–alar las actitudes que corresponden a los artistas,
hablen o no hablen.
LADY SALISBURY. DUQUESA DE BERWICK. LADY AGATHA. PARKER
(Mayordomo) Žste a la entrada, junto al cortinado.
DUQUESA
Àòltima reuni—n de la temporada, Gladys?
LADY SALISBURY
S’, Duquesa. [37]
DUQUESA
Y como œltima, de resonancia.
LADY SALISBURY
Se la da el asunto, no la escena. Hace tiempo que deseaba rendir a mi modo un homenaje a
Oscar Wilde y he optado por reunir esta noche en honor suyo parte de mis amistades.
DUQUESA
Desde hace d’as, esta reuni—n es el tema de las conversaciones en todo Londres.
LADY SALISBURY
ÁOh! ÁLas frases consagradas! ÒTodo LondresÓ Es como cuando decimos Òtodo el mundoÓ.
LADY AGATHA
S’, Gladys; tiene raz—n la Duquesa. No hay diario que no se ocupe de esta fiesta, y algunos,
por cierto, no ocultan su discrepancia.
LADY SALISBURY
ÀMe critican? [38]
LADY AGATHA
A ti no. Se refieren a Oscar Wilde.
LADY SALISBURY
El nombre de Oscar Wilde est‡ ya circundado de mucha luz. ÀC—mo oscurecerle?
PARKER
(Anunciando) Lord Darlington y Miss Darlington.
Escena segunda
Dichos. LORD DARLINGTON y su hija HELBIA
LADY SALISBURY
Bienvenidos.
LORD DARLINGTON
Amiga m’a.
LADY SALISBURY
ÁOh! Helbia. Lord Darlington: mucho placer en ver a ustedes en mi fiesta. [39]
LORD DARLINGTON
Duquesa, Lady Agatha.
(Helbia y Agatha se saludan cari–osamente)
DUQUESA
ÁPadre modelo! ÁSiempre con su joya!
LORD DARLINGTON
A esa condici—n se me debe admitir, como al estuche.
DUQUESA
ÀTendremos el honor de saludar a la Princesa de M—naco?
LADY AGATHA
ÀVendr‡?
LADY SALISBURY
Me lo ha asegurado. Naci— de ella el deseo de concurrir a esta tertulia, apenas supo
que estaba destinada a Oscar Wilde. [40]
LORD DALINGTON
Es conocido el aprecio de la Princesa por nuestro poeta y por sus obras. Las
mujeres reales de todas las Žpocas siempre estimaron m‡s a los artistas que a los
sabios.
DUQUESA
Yo creo que a todas nos pasa lo mismo, sin ser mujeres reales. ÀQuŽ mujer va a
cambiar a Byron por Newton?
LORD DARLINGTON
Admirable, Duquesa, admirable. ÁQuiŽn fuera artista!
DUQUESA
Lo es usted ya É de la galanter’a.
LADY SALISBURY
(A Lord Darlington) ÀQuiere usted incorporarse a los caballeros que se han ido a
charlar con Carlos y t’o William, hasta tanto lleguen los dem‡s invitados? Pero, no.
Siento que algunos vienen ya a hacernos compa–’aÉ
(Rumor de voces en una de las galer’as) [41]
Escena tercera
Dichos. SIR WILLIAM SALISBURY (60 a–os), SIR CARLOS SALISBURY (35
a–os), MR. WOLSEY (50 a–os) y MR. PODGERS Quirom‡ntico (40 a–os).
LADY SALISBURY
Primo Carlos: aqu’ tienes a la se–orita Darlington. (Los hombres saludan a la
distancia a la se–orita Darlington, quien contesta poniŽndose de pie y volviŽndose
a sentar. Lord Darlington es recibido con aprecio y consideraci—n en la rueda de
los reciŽn llegados)
WOLSEY
(A Podgers) He aqu’ la m‡s extra–a de las paradojas: Oscar Wilde amparado por
las mujeres!
PODGERS
(A Wolsey) Usted siempreÉ
DUQUESA
(A Carlos) ÀY quŽ tal las entra–as del çfrica? ÀContinœan con sus costumbres
molestas los leones y las serpientes? [42]
CARLOS
Con la m‡s b’blica, Duquesa: con la de reproducirse.
DUQUESA
ÀMucho tiempo entre las selvas?
CARLOS
M‡s de tres a–os. De ah’ que regreso con tanta alegr’a como ignorancia: las dos
cualidades m‡s parecidas y cercanas.
LADY AGATHA
ÁC—mo! ÀLa alegr’a parecida a la ignorancia?
CARLOS
Como que son primas hermanas. Lo he comprobado. La sabidur’a no r’e. Asistan
ustedes al Parlamento o a cualquier instituto. ÀSus miembros r’en? No. En cambio,
todo africano r’e y r’e bien. ÁCu‡nto diera Londres por ser negro!
DUQUESA
Est‡ usted hecho un Oscar Wilde. [43]
CARLOS
Ya son— ese nombre. Desde que he llegado a esta ciudad tengo esas dos palabras en
uno y otro o’do: ÒOscar WildeÓ. En los peri—dicos, en las revistas, en las ruedas, en
los teatros, en É ÀPodr’a alguien, y como un favor, darme esa vida en un p‡rrafo:
decirme quiŽn es este pariente que me ha nacido en la casa durante mi corta
ausencia?
LADY SALISBURY
Pero, Àhablas en serio? ÀNo sabes quiŽn es Oscar Wilde?
CARLOS
En serio, prima.
LADY AGATHA
Acaso sea usted el œnico inglŽs que lo ignore.
CARLOS
Por lo mismo, descorran pronto el velo. ÀQuiŽn es Oscar Wilde? [44]
WOLSEY
ÀNada sabe usted de Žl?
CARLOS
ÁComo que los negros del çfrica Central no han merecido aœn la ayuda de Carnegie
para fundar Bibliotecas!
LADY SALISBURY
Bien, pues; Oscar Wilde es nuestro primer actual escritor en verso y en prosa. Es,
adem‡s, un hombre bello.
WOLSEY
ÀEst‡ usted segura de que Oscar Wilde responda al concepto de la belleza, Milady?
LADY SALISBURY
Como responde el arte. Todo Žl y cuanto nace de Žl, es bello.
CARLOS
ÀY esta reuni—n es en honor suyo? ÁAhora s’ que deseo conocerle! [45]
PARKER
(Anunciando) Mr. Roberto Ross. El Reverendo Decano de la Iglesia de Chichester y
Sir Alfredo Douglas.
(Sir William Salisbury se separa del grupo para recibir a los reciŽn llegados.)
Escena cuarta
Dichos. MR. ROSS. EL REVERENDO DECANO DE CHICHESTER y SIR
ALFREDO DOUGLAS.
LADY SALISBURY
Adelante, se–ores. Mr. Ross. Reverendo, en su casa. ÁOh! Sir Douglas.
(Todos saludan a las damas con una reverencia.)
REVERENDO
ÁOh, Lady! ÁSe–oras! (Inclinaci—n)
LADY SALISBURY
(A Ross) ÀSolos? (A Douglas) ÀPor quŽ solos? [46]
ROSS
Oscar Wilde pidi— que nos adelant‡ramos para informar a usted que Žl vendr‡
apenas se separe de los escritores franceses que lo favorecen con su visita especial
en estos momentos.
DUQUESA
Pocas veces los hombres de letras de Francia han dado mayor muestra de aprecio y
admiraci—n como en este caso por un escritor inglŽs.
LORD DARLINGTON
La vinculaci—n se explica: Oscar Wilde es el Flaubert de Inglaterra.
HELBIA
ÀY quiŽnes son los escritores que han venido de Par’s a verle?
ROSS
Uno de los hermanos Goncourt, AndrŽs Gide y Mauricio BarrŽs.
[47]
DOUGLAS
D’a a d’a concurren a algœn acto alusivo a nuestro amigo, como que tres teatros,
por ejemplo, se est‡n alimentando a la vez con producciones de su ingenio.
LADY SALISBURY
Presiento que la influencia de Oscar Wilde llegar‡ hasta cambiar los rumbos de
nuestra literatura. ÀSaben ustedes c—mo se llama a s’ mismo? ÒRey de la vidaÓ.
DUQUESA
ÁArrogante vocablo!
LADY SALISBURY
ÁDe sujeto arrogante!
DUQUESA
Querr’a saber si hay filosof’a en tanta soberbia.
LADY SALISBURY
B‡stenos saber que hay verdad.
[48]
DUQUESA
ÀNo piensa usted, Mr. Ross, que mi amiga ocupa el primer sitio entre las
admiradoras de Oscar Wilde en todo el Reino?
LADY SALISBURY
Podr’a usted decir: Òen todo el mundoÓ.
DUQUESA
ÀTanto? (Los hombres se aproximan)
LADY SALISBURY
Creo tener la comprensi—n del arte, merced a este escritor que junta a un elevado
concepto de las cosas, un don de elegancia en el idioma que lo hace incomparable.
El di‡logo ha hallado en Žl un nuevo empleo. La novela es tambiŽn nueva en
Inglaterra a partir de Oscar Wilde.
REVERENDO
ÀEst‡ usted haciendo su juicio definitivo?[49]
DUQUESA
La due–a de casa reproduce la generosidad de la Reina Elizabeth para con
Shakespeare. Ha preparado esta reuni—n para que escuchemos a Oscar Wilde, y nos
da por anticipado su juicio. Pero, oigamos tambiŽn la impresi—n de los hombres.
ÀCu‡l es la suya, se–or Decano?
REVERENDO
Yo tengo en alto aprecio las excelencias literarias de Oscar Wilde, Duquesa, si bien
creo que el artista todo entero est‡ en el conversador antes que en el escritor. Como
narrador de sus cuentos, Oscar Wilde no ha hallado quien lo supere. Es casi
sobrehumano. ÀNo es as’, se–ores?
PODGERS
Ciertamente.
WILLIAM
Exacto.
LORD DARLINGTON
Desde luego.[50]
DUQUESA
ÀY cu‡l es su concepto, Lord Darlington, acerca de Oscar Wilde?
LORD DARLINGTON
No se define lo que se admira.
DUQUESA
ÀY el de usted, Mr. Wolsey?
WOLSEY
Nunca admiro lo que comprendo.
DUQUESA
ÁAh! Es usted la paradoja andando.
WOLSEY
Imito a Oscar Wilde en su teor’a acerca de la sinceridad.
REVERENDO
M‡s que novelista y poeta, m‡s que autor dram‡tico o conferencista, que todas esas
facetas tie[51]ne, Oscar Wilde es superior y casi œnico por la filigrana de su
conversaci—n y de sus cuentosÉ
LADY SALISBURY
Ya ve usted, DuquesaÉ
DUQUESA
ÀDe modo que es completo?
REVERENDO
No he llegado hasta ah’. En la cuna de Shakespeare y de Keats, de Byron y de
Dickens, de Milton y de Shelley, la palabra ÒcompletoÓ no est‡ grabada aœn sobre el
cerebro de ningœn escritor contempor‡neo. A Oscar Wilde le falta una gran nota: la
nota del dolor.
DUQUESA
Y el dolor es fuente de verdad.
REVERENDO
Y de arte, Duquesa. Y de saberse es que el dolor no es sustituible por el talento. El
alma que no ha sufrido es un instrumento imperfecto.
[52]
LADY SALISBURY
ÀDe modo que es incompatible la felicidad y la gloria en el artista? ÀEs un obst‡culo
ser feliz para tener inspiraci—n?
LORD DARLINGTON
Se vuelve muy interesante el tema.
ROSS
Casi una controversia.
PARKER
(Anunciando) Su Alteza la Princesa de M—naco.
LADY AGATHA
ÁOh! La Princesa.
(Movimiento general. Las se–oras se ponen de pie. Los hombres participan de la
misma expectativa) [53]
Escena quinta
Dichos. LA PRINCESA DE MîNACO
PRINCESA
ÀEn retardo?
LADY SALISBURY
(Avanzando) ÁAlteza!
PRINCESA
Se–oras m’as. Se–oresÉ Ya veo caras conocidas y apreciadas. La Duquesa de
Berwick. Lady AgathaÉ
LADY SALISBURY
Miss Helbia Darlington, hija de Lord Darlington.
PRINCESA
ÁOh! Conozco a su se–or padre. (Observ‡ndola) Muy distinguida y muy bonita.
LORD DARLINGTON
(Avanzando) Princesa.[54]
PRINCESA
Mylord, amigo m’o.
(Lady Salisbury presenta a los dem‡s que se inclinan respetuosamente)
LADY AGATHA
(A Helbia) ÀNo te dec’a?
HELBIA
Encantadora.
PRINCESA
ÀDe quŽ hablaban ustedes? He interrumpido, Àverdad? De cierto que de Oscar
Wilde.
LORD DARLINGTON
Llegaba Su Alteza en el momento mismo en que se planteaba una tesis literaria y
psicol—gica. Lady Salisbury pregunta: Àes necesario el dolor para tener inspiraci—n?
PRINCESA
ÀY quiŽn contesta?[55]
LORD DARLINGTON
El Reverendo Decano parec’a afirmarÉ
REVERENDO
que la obra de un artista no pod’a ser completa si no conten’a la expresi—n del
sufrimiento, levadura de la vida.
PRINCESA
Muy grande el tema. ÀPor quŽ no continuarlo en presencia del interesado? ÀPor quŽ
no ha venido Oscar Wilde? Esperaba encontrarle.
LADY SALISBURY
No tardar‡. Nos ha mandado decir que se presentar‡ en seguida.
PRINCESA
Toda la ciudad est‡ llena de su nombre; todas las gentes le brindan sus homenajes.
ÀCu‡l es el suyo, Gladys? [56]
LADY SALISBURY
Adem‡s de la presencia de ustedes, le reservo una sorpresa. ÀMe permiten
mantenerla en secreto respecto de ustedes mismos?
PRINCESA
Permitido.
LADY SALISBURY
Y el de Su Alteza, Àcu‡l es?
PRINCESA
TambiŽn es un secreto, que dejar‡ de serlo en cuanto Žl llegue.
LADY SALISBURY
A prop—sito del m’o, pido se me deje averiguar si est‡n listos los elementos que lo
constituyen.
PRINCESA
Comienza a interesarnos el tributo de Gladys. ÀNo es as’, Duquesa?
(Lady Salisbury se aproxima al umbral de la puerta, a la derecha del espectador.
Se supone que desde all’ da sus —rdenes. En seguida se incorpora a la reuni—n)[57]
DUQUESA
S’, como todo lo que se rodea de misterio.
PRINCESA
No caigamos ahora en el pecado de imitar a las personas misteriosas. (VolviŽndose)
Tanto m‡s, cuanto que aqu’ veo un descifrador de lo desconocido y de lo oculto.
(Mirando al grupo de hombres) ÀNo es usted el quirom‡ntico Podgers?
PODGERS
(Con una gran inclinaci—n) Un servidor de Su Gracia.
PRINCESA
ÁClaro que no pod’a usted faltar a una tertulia de Lady Salisbury, en homenaje a
Oscar Wilde!
PODGERS
(Siempre reverente) Como que de ambos soy un protegido.[58]
PRINCESA
Pues esta noche lo emplazo para que me revele el misterio que me espera, porque
entiendo que no descifra usted el misterio que pas— É
PODGERS
(Con iron’a) Esa es tarea de nuestros historiadores, Princesa. Yo imito a los ‡rabes:
ellos leen en las estrellas y yo en las manos lo que guarda el porvenir.
LORD DARLINGTON
El Pasado es un muerto. El Presente un conocido. Lo que nos interesa conocer es lo
que no conocemos.
DUQUESA
S’; y apenas conocido, vuelta a empezar con lo que se ignora. La rueca eterna.
PRINCESA
ÀQuedamos en que me adivinar‡ usted?[59]
PODGERS
(Nueva inclinaci—n) Soy un siervo de Su Gracia.
PARKER
(Anunciando) El se–or Oscar Wilde.
Escena sexta
Dichos. OSCAR WILDE que entra envuelto en su propio esplendor de belleza y
distinci—n.
OSCAR WILDE
Mil perdones, Lady Salisbury (le besa la mano). Princesa. Se–oras (Al grupo de
hombres) Caballeros. (A Lady Salisbury) Cu‡nto agradezco esta acogida!
(Salen de las salas interiores personas de ambos sexos, como si todas hubieran
esperado la llegada de Oscar Wilde para acudir a la sala principal)
LADY SALISBURY
La merece usted sin duda. [60]
OSCAR WILDE
(A Lady Salisbury) ÀQuŽ puedo hacer para demostrar mi reconocimiento?
LADY SALISBURY
Sentirlo.
PRINCESA
Para asociarme a este homenaje he tra’do una modesta ofrenda (Se dirige a una
peque–a mesa, donde dej— un objeto al entrar). Mi retrato.
OSCAR WILDE
ÁAlteza! ÁCon dedicatoria!
PRINCESA
Que dice as’: ÒAl verdadero arte, a Oscar WildeÓ.
OSCAR WILDE
ÀHa sonado entonces mi hora de apoteosis? Estoy fuera de m’! (Besa la mano al
recibir el retrato). [61]
LORD DARLINGTON
Estas demostraciones s—lo se tributan a los gloriosos cinceladores de im‡genes.
LADY AGATHA
(A Helbia) Cincelador de im‡genes lo llama.
DUQUESA
ÀY de d—nde toma usted sus modelos? ÀDel mundo real o de su fantas’a?
OSCAR WILDE
No hay m‡s que un mundo, Duquesa. ÀQuiŽn podr’a se–alar la l’nea que separa el
mundo que vemos del que no se ve?
LADY SALISBURY
(Presentando a su primo) Carlos: aqu’ tienes a Oscar Wilde. (A Oscar Wilde) No
conoc’a a usted. Acaba de llegar del seno de las selvas de çfrica. [62]
OSCAR WILDE
(Tendiendo la mano a Carlos) Presentaci—n sin adjetivos (r’e).
CARLOS
(Estrechando la mano que se le ofrece) ÁC—mo! Si es usted una celebridad, Àpor
quŽ r’e?
OSCAR WILDE
(Continœa riendo) Porque la buena risa es tambiŽn un homenaje.
(Se separan para hablar, como si fueran antiguos conocidos)
LADY AGATHA
Ha llegado nuestro turno.
HELBIA
ÀAcceder‡?
LADY AGATHA
S’, valg‡monos del Reverendo.
(Agatha y Helbia rodean al Reverendo) [63]
REVERENDO
ÀDe quŽ se trata?
LADY AGATHA
De que interponga usted su influencia para que Oscar Wilde nos recite un cuentoÉ
HELBIA
O una poes’a.
REVERENDO
Nada m‡s justo y oportuno. (Acerc‡ndose con las damas a Oscar Wilde) Estas
se–oras me han designado su representante para que pida a usted, con la venia de
la due–a de casaÉ
OSCAR WILDE
ÀQuŽ?
REVERENDO
Mejor que hablen ustedes. [64]
LADY AGATHA
Un cuento, una par‡bolaÉ
HELBIA
Lo que usted elija; queremos el Oscar Wilde confidencial.
OSCAR WILDE
As’ lo soy siempre ante las almas blancas. PeroÉ
LADY AGATHA
Una poes’a.
HELBIA
O un di‡logo.
REVERENDO
Yo anhelo un cuento.
OSCAR WILDE
ÀUn cuento? ÁUna poes’a! A no olvidar que la mejor de nuestras producciones es
siempre la que espera en su claustro. Por lo dem‡s Àa quŽ [65] hacerme cambiar el
papel de espectador de este asunto por el de autor de otro que no lo aventajar‡?
SuplicoÉ
(Agatha y Helbia se vuelven al Reverendo, interrog‡ndolo)
REVERENDO
Le acordaremos una breve pr—rroga tan s—lo.
PRINCESA
ÀPrepara usted algœn libro o alguna obra de teatro en estos momentos, Oscar
Wilde?
OSCAR WILDE
Todos los d’as surge un tema, Alteza, sin preparaci—n previa. Quiz‡s en este mismo
instante las cŽlulas imprimen y guardan una imagen nueva sin que la voluntad
intervenga.
LADY SALISBURY
ÀQuŽ instrumento es el de su preferencia? ÀLa palabra hablada o la palabra escrita?
OSCAR WILDE
Las dos son incompletas, Milady. El mundo interior es infinitamente superior a la
expresi—n ex [66] terna con que lo traducimos. ImaginŽmonos cu‡nta belleza y
cu‡nto dolor quedan encerrados por no poseer la f—rmula!
REVERENDO
Pero la palabra es la relaci—n sonora entre los siglos muertos y los que aœn est‡n
por nacer o por venir. ÁQuŽ ser’a del mundo y de la vida sin la palabra humana!
OSCAR WILDE
Lo que importa es el pensamiento que la palabra conduce. Es entonces que se
vuelve fuerza y rige como fuerza creadora.
WOLSEY
(Aparte a Podgers) Y bien; yo no creo en Oscar Wilde. Su obra es brillante, pero
vana.
PODGERS
ÀPor quŽ vana?
WOLSEY
Porque ha hecho de la forma culto de orfebre. Es un poeta, un decorativo, un
armonioso. Su pro[67]sa suena a flauta. Lo grave para Žl es que debajo de su
literatura se esconde un enemigo de la sociedad inglesa. Y una sociedad es siempre
invulnerable. Lo afirmo: Oscar Wilde ser‡ vencido.
OSCAR WILDE
(Reanudando el tema con la Princesa) S’, Princesa. Siempre ser‡ necesario que en
la mujer haya ternura. La din‡mica lo exige.
DUQUESA
ÀY cuando la mujer enga–a?
OSCAR WILDE
El enga–o es una forma de liberaci—n.
LORD DARLINGTON
(A Lady Salisbury) Y usted, Àno le interroga?
LADY SALISBURY
ÀCu‡l es su lectura de preferencia, Oscar Wilde? [68]
OSCAR WILDE
Imito a Hamlet: el libro m‡s profundo para mi entendimiento es y ser‡ siempre
cualquiera tumba an—nima y oscura.
LORD DARLINGTON
ÀPensamientos l—bregos?
DUQUESA
ÀTienen algœn valor las tumbas, entonces?
OSCAR WILDE
Como las vidas, Duquesa.
PODGERS
(A Wolsey) Pero, ÀquŽ va a preguntarle usted?
WOLSEY
Usted que todo lo tiene y todo lo da, Àpuede proporcionarme la receta de la
felicidad sencilla?
OSCAR WILDE
(Pausa. Examin‡ndolo) Hay f—rmulas distintasÉ [69]
WOLSEY
Comience usted por defenderme de los insomnios. Sufro mucho de insomnio.
OSCAR WILDE
Una noche de insomnio es la puerta que m‡s ancho se abre para entrar dentro de
nosotros mismos. ÁAy, si la casa est‡ desocupada! É
WOLSEY
(R‡pido) No es mi caso.
OSCAR WILDE
ÁPero ay! tambiŽn si la casa estuviera habitada por sucias alima–as!
(Todos los hombres r’en)
WOLSEY
C—mo le gusta a usted la profesi—n de hacer re’r!
OSCAR WILDE
Quiz‡s no. Antes que al buf—n prefiero al mago. [70]
WOLSEY
(A Podgers, retir‡ndose vencido) Desconf’e usted siempre de quien no tenga m‡s
facultad que el talento literario.
REVERENDO
Su conversaci—n encanta y ense–a, pero aqu’ tiene usted un auditorio exigente,
encantadoramente exigente.
HELBIA
La pr—rroga acab—.
REVERENDO
Piden un cuento.
HELBIA
O una poes’a.
LADY SALISBURY
ÀQuiere usted complacerlas? [71]
OSCAR WILDE
S’, sin duda. Pero, inauguremos la velada con algo m‡s interesante. RecitarŽ al
final. ÀAceptado? Aqu’ est‡ Mr. Podgers. ƒl nos dir‡ la buena o la mala ventura. (A
Lady Salisbury) ÀLo permite usted?
LADY SALISBURY
ÁOh, s’!
OSCAR WILDE
Comience, entonces, por m’. (Extiende la mano, f—rmase un grupo animado y
numeroso) Espero mi augurio.
PODGERS
Obedezco. (Se acomoda los anteojos y pone mucha atenci—n en el examen de la
mano izquierda de Oscar Wilde) Dos se–ales muy claras. L’nea central: Plenitud
gloriosa É Pero esta curva É (vacilando)
OSCAR WILDE
(Festivo) Siga usted. [72]
PODGERS
(Preocupado) Esta curva É
OSCAR WILDE
Continœe usted. ÀVida breve?
PODGERS
(R‡pido) ÁOh, no!
OSCAR WILDE
ÀEntonces?
PODGERS
Y bienÉ
OSCAR WILDE
Hable, pues.
PODGERS
Esta l’nea se traducir’a as’ entre los griegos: ÒLa fatalidad te sigue de cercaÓ. [73]
OSCAR WILDE
(R’e) Amigo m’o. ÀNo serŽ yo quien va al encuentro de la Fatalidad?
PODGERS
No. No. Esa es la l’nea inmediata. Antes veo la peque–a curva: es decir, la
Fatalidad acecha.
(Oscar Wilde r’e)
PRINCESA
Ahora estoy yo.
OSCAR WILDE
ÀNo teme los presagios, Alteza?
PRINCESA
Si est‡n en mi mano es porque est‡n en mi alma; me los dir’an mis sue–os.
OSCAR WILDE
ÁOh, los sue–os! [74]
LADY SALISBURY
ÀLo desea, Princesa?
PRINCESA
Lo deseo. (Extiende su mano izquierda a Podgers. Este lo examina).
PODGERS
L’neas continuadas y hondas. Su Gracia tiene una claridad di‡fana en sus
pensamientos y en sus acciones. Imposible que pueda sobrevenir una nube en el
cielo de Su Alteza.
PRINCESA
ÁQuŽ fortuna! ÁQuŽ fortuna! Es usted, en realidad, un hombre misterioso Mr.
Podgers. (Luego, domin‡ndose, dice con su encantadora y sencilla gracia de
mujer) Yo he descubierto ya el secreto de mi homenaje, que consist’a en mi
retrato. Corresponde ahora develar el misterio de otra demostraci—n, la suya,
Gladys. (Todos rodean a Lady Salisbury)
LADY SALISBURY
Es cierto. (A Oscar Wilde) Para hacer a usted grata esta velada, he proyectado el
desfile de los [75] principales personajes creados por su fantas’a de escritor, o sea
de los hŽroes de sus obras, f’sicamente tra’dos a esta sala para que lo saluden con
sus gestos de aparecidosÉ
OSCAR WILDE
ÁOh!
LORD DARLINGTON
Bella idea.
LADY SALISBURY
Cruzar‡n as’ el sal—n, como antes por la escena o entre el libro, Lady Windermere,
con su abanico fant‡stico, salvador de una tragedia. Dorian Gray, hermoso y
perverso como Belial, apu–aleando su coraz—n, y , frente a Žl, el espectro
reconstruido del pintor Basilio o la figura virginal y doliente de la enamorada Sibyla
Vane.
OSCAR WILDE
Á Sibyla Vane! É [76]
LADY SALISBURY
La noble Òmujer sin importanciaÓ, ÒEl marido idealÓ y tambiŽn los personajes
c—micos, empezando por el Se–or Ernesto É Todos estar‡n esta noche a su lado
como demostraci—n simb—lica de la inmortalidad del genio que los cre—.
Comencemos por la figura m‡s cara para m’: va a saludarle una hero’na de verdad,
una mujer que vivi— sobre la tierra, pero que usted ha transportado por el arte a la
excelsitud de la gloria eterna en marco de belleza. Se–ores: va a presentarse la
imagen de SalomŽ. No traer‡ la cabeza del Bautista, pero ejecutar‡ la Danza de los
Siete Velos. Ya est‡ aqu’.
Escena sŽptima
Dichos y una Bailarina
(Con la œltima frase aparecer‡ una artista, que ejecutar‡ la Danza de los Siete
Velos, del drama SALOMƒ de Oscar Wilde. Se acompa–ar‡ de la parte musical
que corresponde al baile, tomado de la —pera de Strauss)
(El espect‡culo es interrumpido por la entrada violenta del MarquŽs de
Queensberry, que, presa de una gran agitaci—n, irrumpe en el sal—n en forma
inesperada) [77]
Escena octava
Dichos y el MARQUƒS DE QUEENSBERRY
QUEENSBERRY
(Antes de aparecer, con voz estent—rea) ÀD—nde est‡ mi hijo Alfredo? (Entrando)
Alfredo Douglas, Àd—nde est‡?
LADY SALISBURY
ÀQuŽ es esto?
TODAS LAS DAMAS
ÁOh!
DOUGLAS
ÁMi padre!
SIR WILLIAM
ÀQuŽ pasa?
LADY SALISBURY
ÁSe–or MarquŽs de Queensberry! [78]
QUEENSBERRY
Perdone usted. Perdonen todos. SŽ que falto a las conveniencias y que no estaba
invitado a esta reuni—n social. ÁLo sŽ! Pero yo soy padre y tengo todos los
derechosÉ
LADY SALISBURY
Hable, pues.
QUEENSBERRY
ÁAqu’ se esconde un monstruo! ÀLo oyen bien todos? ÁUn terrible monstruo!
LORD DARLINGTON
ÀQuŽ dice?
PODGERS
ÀDe quiŽn habla?
QUEENSBERRY
Supongan una serpiente enroscada en el cuerpo de un ni–o. [79]
LADY SALISBURY
Se–or MarquŽs. ÀEst‡ usted loco o cuerdo? Tiene usted suspenso nuestro aliento de
sus palabras.
QUEENSBERRY
Lo que yo tengo es una gran desesperaci—n. Aqu’ se ha introducido un monstruo.
Est‡ entre ustedes. ÁHa manchado la honra de mi nombre! ÁEste es: se llama Oscar
Wilde!
LADY SALISBURY
ÁMarquŽs de Queensberry!
QUEENSBERRY
S’; ya sŽ que falto a los preceptos de nuestra propia amistad, Milady. Pero me hab’a
propuesto desenmascarar a este hombre; realizar una venganza.
LADY SALISBURY
ÁJam‡s en este sitio! ÁOscar Wilde es mi huŽsped! [80]
QUEENSBERRY
Pero, usted es la expresi—n de la sociedad de Londres. ÁRepudie usted a Oscar
Wilde!
LADY SALISBURY
ÁLa prueba!
QUEENSBERRY
(Desconcertado, vacilando) La tendr‡ a su hora.
OSCAR WILDE
(Avanzando con serenidad) ÀVe usted, Milady? As’ es siempre la heroicidad de la
calumnia. ÁTeatralidad sonora! El pobre MarquŽs ha confundido esta sala con pista
de boxeo.
LADY SALISBURY
(A Parker) El carruaje del MarquŽs de Queensberry!
(Pausa)
QUEENSBERRY
S’, me alejo. (A Oscar Wilde) Pero sepa usted que el duelo ser‡ a muerte. [81]
OSCAR WILDE
ÀA muerte? He ah’ una frase que nunca es elegante. Pero, la acepto. Empiece a
defenderse.
QUEENSBERRY
ÀYo?
OSCAR WILDE
ÁUsted!
LADY SALISBURY
(Al mayordomo) Acompa–e usted al MarquŽs.
(El MarquŽs sale de la sala. Lady Salisbury, con alta majestad, se vuelve al nœcleo
at—nito de sus convidados) Se–ores, Áque prosiga la danza! (Llamando) ÁSalomŽ!
ÁSalomŽ!
(Vuelven a o’rse las notas de Strauss)
TELîN
Acto segundo
Escena primera
Elegante regio Escritorio-biblioteca, en casa de Oscar Wilde. Estufa encendida.
Muchas obras de arte. Largas sillas bajas. Retratos grandes y peque–os, entre
ellos el de Sarah Bernhardt. En lugar prominente el Hermes de Praxiteles. Puerta
a la izquierda del espectador, que comunica con el hall e interior de la casa. A la
ochava izquierda salida a la calle. Ochava derecha, un gran cortinado que
comunica con el jard’n.
OSCAR WILDE. ROSS. DAWSON
OSCAR WILDE
ÁPobre MarquŽs de Queensberry!
ROSS
He aqu’ c—mo la luz interior puede apagarse y producir la noche en el cerebro. La
luz! que irradia hasta en el sue–o! [83]
DAWSON
Debi— parecer un loco.
ROSS
As’ se ha dicho, porque as’ se vio.
OSCAR WILDE
Ahora se ha dado vuelta la oraci—n como un pu–al. Ahora soy yo quien la esgrime.
ÒDuelo a muerte!Ó El cielo sabe que la acusaci—n que le formulo es ante todo por
mi mujer y por mis hijos.
DAWSON
ÀQuŽ dice Constanza?
OSCAR WILDE
Se queja de que no le concedo la participaci—n debida en mi batalla. Vamos a
invitarla a que nos haga compa–’a. (Toca un timbre elŽctrico)
ROSS
Una mujer buena es preferible siempre a nuestros mejores amigos. [84]
DAWSON
Constanza Mar’a se halla en el momento de la prueba.
OSCAR WILDE
(A una criada) Diga usted a la se–ora que venga, que estoy con los se–ores Dawson
y Ross œnicamente.
(La criada v‡se)
(Volviendo a Dawson) Y de esta prueba resultar‡ como el acero para el resto de la
vida. Y en cuanto a mi nombre, Roberto, ya est‡ en el remolino. ÀD—nde lo llevar‡n
los vientos? ÁAh! Un nombre! As—mate a los siglos. ÀQuŽ es un nombre? Bœscame
uno que sobrenade en el lŽgamo. ÀS—crates? ÁTuvo infamia! ÀAlcib’ades? ÁTuvo
infamia! ÀCŽsar? ÁTuvo tambiŽn infamia!
Escena segunda
Dichos. CONSTANZA MARêA
CONSTANZA
ÀLlamabas, Oscar? [85]
OSCAR WILDE
S’, querida.
CONSTANZA
(Saluda) Ross, Dawson.
DAWSON
Esos ojos acusan l‡grimas, mi amiga. Y cuando se pelea no se llora, porque la vista
se nubla y no se ve el pecho del adversario, para herirlo mejor.
CONSTANZA
Yo no prefiero herir.
DAWSON
Tampoco ser herida, Àverdad? Si la vida es una batalla, como ya lo dijo alguien hace
apenas 33 siglos, -y desde entonces se ha perfeccionado un tanto la crueldadhabremos de aspirar a herir y no a ser heridos, a matar antes que nos maten, en
esta b‡rbara y elegante contienda incesantemente renovada. ÀNo es as’? [86]
CONSTANZA
ÀEs este entonces el concepto de ustedes sobre la humana existencia?
OSCAR WILDE
Es mejor que no discurras con nosotros. Lim’tate a asomarte al fondo nuestro, y
ver‡s por Žl lo que es el mundo por dentro.
CONSTANZA
Pero si el mundo moral no ha mejorado, de cuarenta siglos ac‡, Àde quŽ se jacta el
hombre?
(Entra el mayordomo y da una tarjeta a Oscar Wilde. Este sale al hall. El
mayordomo lo acompa–a)
DAWSON
Hay gentes que han dejado a Dios el encargo de cuanto se relaciona con este
mundo, querida amiga. Para tal empresa se ha fundado una cosa que se llama
Religi—n. La cristiana se ocupa hace dos mil a–os de volver bueno lo malo. Para
ello su Iglesia tiene dinero, puestos pol’ticos y prestigio social, aqu’, sobre la tierra.
ÁVaya usted a saber lo que dispone en el otro mundo! [87]
CONSTANZA
La Religi—n Cristiana es necesaria y hace lo que puedeÉ
DAWSON
No es mucho lo que ha hecho en veinte siglos en orden a la moral fundamental. El
odio imperaÉ
CONSTANZA
Siempre hay manos que destejen su telaÉ
(Oscar Wilde vuelve de la puerta del hall donde ha hablado con alguien)
ROSS
Para transformar lo malo, es menester ser mejor. Estar vecino a la perfecci—n.
ÀQuiŽn arroja la piedra?
OSCAR WILDE
La gran frase: ÀQuiŽn arroja la piedra? Tœ lo has dicho. Ese es mi argumento b‡sico
en mi acusaci—n contra el MarquŽs. ÀQuiŽn es Žl para lla[89]marme a cuentas? ÀLo
que soy yo para llamarlo a Žl! ÀQuŽ Žl dispone de la opini—n, de la conciencia
pœblica? Primo Hamlet; tœ te anticipaste: ÒPalabrasÓ! La conciencia pœblica est‡
formada de unidades. ÁDeshagamos la molŽcula! ÀEs la conciencia de los hombres
la que yo he de temer? ÀDe quŽ hombres? ÁAh! ÁQue cada uno se interrogue! ÁS’!
ÁUno a uno É pero a solas! ÁVaya! ÁVaya! con la conciencia de las gentes de esta
sociedad!
CONSTANZA
Tœ extremas, Oscar, tus razonamientos, aunque nuestra situaci—n actual atenœe tus
rigores.
OSCAR WILDE
ÀNuestra situaci—n actual? ÁNo se la cambio al MarquŽs por la suya, como se lo dije
a Lord Darlington! ÀQuiso el MarquŽs el esc‡ndalo? ÁOh! en estos tiempos, como
en los tiempos b’blicos, el esc‡ndalo es la salsa de todo humano manjar!
ÁSi me embravecen, he de llegar con mi pluma a los antepasados de estos se–ores
arist—cratas, bandidos y ladrones y he de historiar sus riquezas desde sus terribles
or’genes! (Bebe).
CONSTANZA
ÁNo te exaltes! [89]
OSCAR WILDE
ÁTienes raz—n! La exaltaci—n cambia el rostro. Efigenia de vuelta la cara a su padre
durante el arrebato.
Me ha bastado se–alar con el ’ndice al MarquŽs de Queensberry para ver los
indicios del miedo en el codificador del box.
DAWSON
No te enga–es. El MarquŽs no tiene miedo. Cuenta con la muchedumbre. ÁLo
acompa–a! Ahora intenta apoderarse del elemento social y aun llegar‡ a las esferas
del alto pensamiento.
OSCAR WILDE
ÁOh! no. Puede obtener la ayuda popular porque es oscuro de alma. ÁPero no puede
acercarse a la naturaleza de mi asunto!
DAWSON
D’gote que el MarquŽs es temible. Para contrarrestar su nuevo plan hemos
quedado en vernos con Lord Darlington ahora mismo en É [90]
ROSS
Yo recorrerŽ algunas redacciones de peri—dicos.
OSCAR WILDE
Yo irŽ al Club. Quiero ir al Club.
DAWSON
(A Ross) ÀVamos? (Sale con Ross)
ROSS
(Saliendo) Fuerza tiene una enemiga que la disminuye: opongamos a la Fuerza su
adversaria la Fortuna.
OSCAR WILDE
ÁAh! ÁLa Fortuna! (Constanza ha seguido esta parte del di‡logo con gran
ansiedad)
Escena tercera
OSCAR WILDE y CONSTANZA
OSCAR WILDE
Mis guantes, querida. Voy al ÒAlbermarle ClubÓ. [91]
CONSTANZA
(Dulcemente) Antes —yeme. ÀSab’as que el jardinero se ha marchado esta ma–ana,
de improviso?
OSCAR WILDE
ÀEl jardinero? ÀPor quŽ?
CONSTANZA
Nadie se explica.
OSCAR WILDE
Es extra–o. (Pausa) Y bien, se buscar‡ otro. (Pausa) Pero tœ, Àa quŽ atribuyes?
CONSTANZA
No lo sŽ. ÀLe das importancia a este hecho? No tardarŽ en procurar informes si tœ
quieresÉ
OSCAR WILDE
S’, aclara, inquiere É Es extra–o É Y repentinamente É Alc‡nzame los guantes É
el bast—nÉ (Sale Constanza. Oscar Wilde se dirige a la mesa [92] de los licores.
Bebe. Al alzar la copa ve ante sus ojos a la Princesa de M—naco cubierta con un
velo. La aparici—n de la Princesa, Àes un hecho cierto o una aparici—n? ÀEs que ha
entrado una imagen real a la escena o es œnicamente una fantas’a creada por el
alcohol? El autor desea que esta duda estŽ reflejada en Oscar Wilde para que se
trasmita al pœblico. Oscar Wilde aplica a la imagen todos sus sentidos)
Escena cuarta
OSCAR WILDE y la PRINCESA DE MîNACO
OSCAR WILDE
ÀQuiŽn? ÀUna mujer?
PRINCESA
S’. Una mujer que viene a traer a usted alientos para la lucha.
OSCAR WILDE
ÀPara la lucha? ÀCon quiŽn? ÀCon un hombre? ÀCon un concepto actual de moral?
ÀCon la moral de una determinada sociedad? [93]
PRINCESA
ÁCon quien sea!
OSCAR WILDE
ÀY quŽ tiene que ver un hombre con su propio esp’ritu? ÀUn hombre con su obra?
ÀQuŽ tiene que ver la criatura con su obra? ÀQuŽ tiene que ver la criatura fugaz y
transitoria con É ÀSe salvar‡ mi obra?
PRINCESA
Por los siglos, porque es casta.
OSCAR WILDE
ÀNo la contaminar‡ mi desgracia?
PRINCESA
El artista ha de sufrir, como el m‡rmol sufre el golpe, como sufre el bronce el fuego.
Sufra su carne, Oscar Wilde, hasta el desgarramiento. Sufra su coraz—n hasta
quedar sin sangre. As’ gime toda doctrina.
Toda luz es dolor. [94]
OSCAR WILDE
Lo sŽ. ÁPor eso ha costado tanto la belleza alcanzada! Pero yoÉ
PRINCESA
No pronuncie usted el yo.
OSCAR WILDE
ÀQuŽ debo hacer?
PRINCESA
Subir su G—lgota.
OSCAR WILDE
ÀQuiŽn me habla de este modo?
PRINCESA
ÀQuiŽn? Su sombra.
(Al intentar acercarse Oscar Wilde, la sombra desaparece)
OSCAR WILDE
(Muy excitado)
ÁNo! ÁNo! ÀMi sombra? ÀAcaso la Princesa? Su vozÉ ÁNo responde! É ÀSe fue?
ÀSue–o? ÁNo! [95] ÁElla ha sido! Ella es. ÀQuŽ es esto? ÀRealidad? ÀAlucinaci—n?
Escena sexta
OSCAR WILDE y CONSTANZA
(Constanza trae el sombrero, el bast—n y los guantes)
OSCAR WILDE
(Al ver entrar a Constanza, dice agitadamente) ÁQuiŽn! (Luego cambia de tono,
domin‡ndose) ÁAh! ÀEres tœ?
CONSTANZA
Naturalmente. ÀQuŽ te pasa? Oye: acaba de llegar tu administrador y pide hablar
contigo con apremio. TambiŽn espera un sujeto que dice tener interŽs en verte por
algo que te conviene m‡s a ti que a Žl.
OSCAR WILDE
ÁOh! Yo no estoyÉ
CONSTANZA
Ambos invocan urgencia. (Con dulzura) Te aconsejo atraer y no alejar a nadie en
estos momentos, Oscar. [96]
OSCAR WILDE
Quiz‡s tengas raz—n. Que espere entonces el desconocido hasta tanto despacho a
mi administrador. Dile a Žste que pase (Sale Constanza)
Escena sŽptima
OSCAR WILDE y el ADMINISTRADOR
OSCAR WILDE
ÀQuŽ novedades, Masters?
ADMINISTRADOR
No muy buenas, se–or.
OSCAR WILDE
Hable usted.
ADMINISTRADOR
Los empresarios celebran en estos momentos un ÒmeetingÓ para resolver por
unanimidad É desistir de seguir representando las obras de Oscar Wilde.
OSCAR WILDE
ÁQuŽ! ÀQuŽ dice usted? ÀPor quŽ causa? ÀY sus contratos? [97]
ADMINSTRADOR
Convienen en someterse a la Justicia. Temen al pœblico.
OSCAR WILDE
ÀY ha consultado usted? É
ADM INISTRADOR
S’, se–or. El abogado me ha dicho que esto se llama Fuerza mayor y que los
empresarios ganar‡n el pleito.
OSCAR WILDE
ÁPero esto es injusto! ÁPor lo pronto es mi ruina moral! É
ADMINISTRADOR
Solamente he cobrado el importe de los œltimos derechos. Aqu’ est‡ el cheque:
Ásesenta libras! (Dejando el cheque sobre la mesa)
OSCAR WILDE
ÁOh, iron’a! [98]
ADMINISTRADOR
Como consecuencia de la actitud de los empresarios, se ha producido honda
agitaci—n entre los artistas. Todos alegan da–os.
OSCAR WILDE
Ello no me incumbe.
ADMINISTRADOR
S’. Pero sirve de excusa para que el nombre de Oscar Wilde sea maltratado por los
c—micos. Los mismos labios que antes lo ensalzabanÉ
OSCAR WILDE
Los c—micos no est‡n hechos de materia distinta a la de los otros seres. No sea
usted injusto. Y bien É
ADMINISTRADOR
Nada m‡s, se–or. AvisarŽ lo que ocurra. (Oscar Wilde acompa–a al Administrador
hasta el hall y desde la puerta dice al desconocido): [99]
OSCAR WILDE
ÁPase usted!
Escena octava
OSCAR WILDE y el DESCONOCIDO (Personaje mal entrazado, de cara viciosa,
ligeramente borracho)
OSCAR WILDE
(Examin‡ndolo) ÀQuiŽn es usted?
DESCONOCIDO
Un hombre.
OSCAR WILDE
ÀQuŽ desea? Le pido brevedad porque mi tiempo es escaso.
DESCONOCIDO
ÁOh! SerŽ breve como dicen las tablillas norteamericanas É que no sirven para
nada. Vengo a hablarle de un negocio.
OSCAR WILDE
ÀA m’? Ningœn negocioÉ [100]
DESCONOCIDO
Hay negocios y negocios. Se trata de que compre usted una cosa muy cara y muy
buena, por muy poca plata. La cosa se llama: El honor de Oscar Wilde!
OSCAR WILDE
ÀMi honor?
DESCONOCIDO
ÁSu honor! Ya ve usted que tiene que agradarle.
OSCAR WILDE
ÀY est‡ en sus manos?
DESCONOCIDO
Como en las de otros. Pero yo tengo el honor escrito, el honor que se prueba, y se lo
vengo a vender a usted.
OSCAR WILDE
Hable usted claro y pronto. ÀQuŽ quiere usted de m’? [101]
DESCONOCIDO
ÁPlata!
OSCAR WILDE
ÀPor quŽ?
DESCONOCIDO
Por la carta que usted ha escrito a Lord Douglas, por la que su padre me ofrece
cincuenta libras. Le doy preferencia a usted si alza la oferta.
OSCAR WILDE
ÀCarta a Douglas?
DESCONOCIDO
ÀTendrŽ que record‡rsela? (Haciendo memoria) ÒJacinto, Coraz—n m’o; Dios
joven, Dulce y rubio; tus ojos son la luz del marÓ. ÀNo cree usted que esta carta
divertir’a mucho a los jueces?
OSCAR WILDE
ÁDeme usted ese papel! Ah’ tiene sesenta libras. (Le da el cheque que est‡ sobre la
mesa) [102]
DESCONOCIDO
Del empresario Smart. ÁBuena firma! (Saca de su inmunda cartera un sobre y del
sobre una carta que Oscar Wilde examina febrilmente) ÀConforme?
OSCAR WILDE
(Se–al‡ndole la puerta) ÁPuede retirarse! (El desconocido hace un saludo
ceremoniosamente c—mico, saliendo como persona importante. Al dar el primer
paso se encuentra con Ross y el Periodista. Este lo mira y sonr’e).
Escena novena
OSCAR WILDE, ROSS y el PERIODISTA
ROSS
(A Oscar Wilde) ÀQuiŽn es ese individuo? (Al periodista) ÀPor quŽ sonr’e usted?
(A Oscar Wilde) El se–or es el redactor en jefe de ÒAtlanticÓ.
PERIODISTA
(Saluda a Wilde como persona conocida) En mi oficio conocemos mucha gente.
ÀEste es el pobre diablo de la carta? [103]
OSCAR WILDE
(Sorprendido) ÁC—mo! ÀSab’a usted?
PERIODISTA
Nos la ha ense–ado en la redacci—n pretendiendo vender una fotograf’a del
original.
OSCAR WILDE
ÀQuŽ dice usted?
PERIODISTA
Debe haberlo conseguido ya de alguno de los peri—dicos partidarios del MarquŽs.
OSCAR WILDE
De modo que este originalÉ
PERIODISTA
Es un documento de segunda mano; carece de importancia.
OSCAR WILDE
ÁOh! [104]
ROSS
(Que ha estado revolviendo papeles y cuadros en la habitaci—n, se aproxima y
dice) El se–or viene a buscar el retrato de tu madre y los que tœ le quieras dar de tu
infancia y juventud, como asimismo datos de familia e informaci—n de tus
estudios, etc.
Conviene que accedas. Har‡ una nota generosa.
Escena dŽcima
Dichos y CONSTANZA
CONSTANZA
(Desde la puerta) Oscar: te recuerdo lo del Club.
OSCAR WILDE
S’. ÀQuieres acompa–arme, Ross? (A Constanza) ÁOye! Suministra al se–or lo que
te pida. Necesita retratos de familia e informes sobre mis primeros a–os. Vuelvo en
seguida. (Sale con Ross)
Escena undŽcima
CONSTANZA. EL PERIODISTA. Luego la CRIADA
CONSTANZA
ÀEn quŽ puedo serle œtil? [105]
PERIODISTA
Datos generales acerca de su esposo. (Se prepara a tomar apuntes) ÀSu marido
naci—? É
CONSTANZA
En Dublin, 1856.
PERIODISTA
ÀQuŽ m‡s?
CONSTANZA
Su madre, Elgee Wilde, mujer de esp’ritu, escribi— mucho tiempo en un peri—dico
revolucionario. Es la que ha popularizado el pseud—nimo de Esperanza.
PERIODISTA
(Escribiendo) ÒEsperanzaÓ.
CONSTANZA
Mi marido comenz— sus estudios en Enniskillen. Obtuvo la medalla de oro por el
griego. DespuŽs se inscribi— en el Colegio Magdalena de Oxford. Viaj— [106] por
Italia y Grecia. Ha dado conferencias en Norte AmŽrica. Sus gŽneros literarios son:
É
PERIODISTA
ÀCu‡ndo public— su primer libro?
CONSTANZA
En 1881. Un volumen de poemas.
PERIODISTA
ÀSu primera obra teatral?
CONSTANZA
Vera.
PERIODISTA
ÀCu‡ndo se cas—?
CONSTANZA
En 1884.
PERIODISTA
Ruego a usted decirme la fecha de algunas de sus producciones. [107]
CONSTANZA
1887: El Crimen de lord Arturo Savile1, La esfinge sin secreto y El millonario
modelo. 1888: El pr’ncipe feliz y otros cuentos. Al a–o siguiente: El retrato de W.
H., La decadencia de la mentira y El criterio considerado como artista. DespuŽs:
La Casa de las granadas, Intenciones, El alma del hombre bajo el socialismoÉ
PERIODISTA
ÀY El retrato de Dorian Gray?
CONSTANZA
Fue publicado en 1890.
PERIODISTA
ÀY SalomŽ?
CONSTANZA
SalomŽ fue escrita en francŽs para Sarah Bernhardt. La prohibi— la censura.
PERIODISTA
1
Sin doble ele en el original.
ÀQuŽ otras obras teatrales? [108]
CONSTANZA
El Abanico de Lady Windermere, Una mujer sin importancia, Un marido ideal y
La importancia de ser serio.
PERIODISTA
S’. Las obras que por hoy ocupan los carteles de Londres. ÀSu obra m‡s estimada?
CONSTANZA
ƒl dice siempre que es su Vida. En sus obras ha puesto su talento. En su Vida ha
puesto su genio.
PERIODISTA
S’; frase suya. La conozco. ÀQuŽ m‡s se–ora? El tiempo apura. Perd—neme usted.
Estos datos son para la edici—n de la noche. ÀQuŽ obra tiene en preparaci—n?
CONSTANZA
ÒSanta CortesanaÓ.
PERIODISTA
ÀSus hijos? [109]
CONSTANZA
Dos varones, once y nueve a–os: Cirilo y Vivian.
PERIODISTA
Bien, se–ora. Mi tarea ha terminado por hoy. Quedo agradecido. Vuelo a la
imprenta. (Recoge los apuntes y sale apresuradamente)
Escena duodŽcima
CONSTANZA, la CRIADA. DespuŽs el MAYORDOMO.
CRIADA
ÁSe–ora!
CONSTANZA
ÀQuŽ ocurre?
CRIADA
El cocinero y el mucamo acaban de retirarse. No quieren continuar sirviendo.
CONSTANZA
ÀQuŽ dice usted? [110]
CRIADA
Han exigido del Mayordomo que les ajuste sus sueldos y se han ido. ÀQuŽ dispone
la se–ora?
CONSTANZA
ÀPero, a quŽ obedece esta confabulaci—n?
CRIADA
No dan a conocer el motivo.
CONSTANZA
Llame usted a Francisco.
(La criada va a salir cuando entra Francisco)
CRIADA
Ya est‡ aqu’.
CONSTANZA
ÀQuŽ ha pasado, Francisco?
MAYORDOMO
Debo comunicar a la se–ora que algo extraordinario est‡ aconteciendo con
nosotros. Desde ayer [111] han suspendido sus servicios los encargados de las
provisiones. Me he quejado, pero ha sido en vano. He debido proveerme de otras
casas a fin de que los se–ores no se apercibiesen ni los ni–os pudieran sufrir.
CONSTANZA
ÁEs inaudito!
MAYORDOMO
No es esto todo, se–ora. El portero acaba de despegar de la puerta un cartel con
inscripciones sucias. ÁEsto no se ha visto nunca en Londres!
CONSTANZA
ÀUn cartel?
MAYORDOMO
S’, se–ora. Con leyendas indelicadas. Mucha gente se detiene frente a esta casa.
CONSTANZA
ÀPero quŽ puede ser, por Dios? Mi marido no ten’a un solo enemigo hasta ayer.
[112]
MAYORDOMO
Una gran tormenta parece prepararseÉ
CONSTANZA
Yo espero poder contar con la lealtad de ustedes.
CRIADA y MAYORDOMO
ÁOh! S’, se–ora.
CONSTANZA
Entretanto, no deseo que mi esposo sepa nada de lo que ha ocurrido.
MAYORDOMO
La se–ora ordena.
CONSTANZA
(A la criada) Ya sabe usted.
CRIADA
S’, se–ora. [113]
CONSTANZA
Debo esperar que se despeje su esp’ritu. DespuŽs todo se averiguar‡ debidamente.
ÀMe han comprendido ustedes?
CRIADA y MAYORDOMO
S’, se–ora.
CONSTANZA
Continœen ustedes ayud‡ndome. Procuren que la institutriz no se informe de lo
sucedido. Yo hablarŽ con ella en todo caso. Pueden ustedes retirarse. (Los criados
se van. Constanza queda sola. Hunde su cabeza entre las manos.) ÁQuŽ
vergŸenza! (Llora)
Escena decimotercera
CONSTANZA. DAWSON. LORD DARLINGTON
DAWSON
ÁC—mo! ÀVolvemos a las l‡grimas, Constanza? ÀQuŽ le pasa a usted? ÀQuŽ ha
sucedido? [114]
CONSTANZA
ÁOh! ÁNada! ÁNada!
DAWSON
Aqu’ tiene usted a Lord Darlington.
LORD DARLINGTON
ÀC—mo est‡ usted, Constanza?
DAWSON
(A Constanza, aparte) ÀAlgo de importancia?
CONSTANZA
Nada, Dawson. Es el estado propio de mi esp’ritu.
LORD DARLINGTON
Me dice Dawson que su marido no tardar‡.
CONSTANZA
Pronto regresar‡, en efecto, Milord. Dejo a ustedes en libertad. ÀPuedo ofrecerles
brandy? ÀUn poco de tŽ? [115]
LORD DARLINGTON
Gracias. Gracias.
DAWSON
Aqu’ tenemos whisky.
Escena decimocuarta
LORD DARLINGTON y DAWSON
LORD DARLINGTON
No sŽ quŽ sombras tr‡gicas rodean este cuadro. La mansi—n de Oscar Wilde ha
cambiado desde mi œltima visita. ÁHay que conjurar la crisis!
DAWSON
ÀPor quŽ habla usted as’? ÀLa considera pr—xima?
LORD DARLINGTON
Inminente. ÀEn quŽ mundo viven ustedes? Todo Londres se ha poblado, en horas,
de leyendas a [116] cual m‡s fant‡stica y atormentadora para el nombre de Oscar
Wilde. Esto infecta el ambiente y llega a la justiciaÉ
DAWSON
Pero la justiciaÉ
LORD DARLINGTON
S’, es un invento. Lo sŽ. Pero he necesitado poner en juego todas mis influencias
para impedir que aparecieran ediciones propiamente escandalosas. ÁAh, quŽ pronto
se convocan y se encuentran las fuerzas destructoras de una reputaci—n! (Mirando
hacia afuera) ÁOh, Londres! ÁCu‡n implacable es tu sereno odio! ÁC—mo sabes
disimular el hervidero de tus pasiones! ÁTu hipocres’a es igual a tu soberbia:
inmensa! (VolviŽndose) ÀQuŽ plan actual tienen ustedes? ÀQuŽ han hecho?
DAWSON
Todo lo posible, todo lo necesario se ha hecho ya. Oscar Wilde ha asumido el papel
de acusador. El proceso est‡ a sentencia. Hemos movido los peri—dicos, tocado
influencias, contrarrestado en fin todo el prestigio de que goza el padre de Douglas.
ÀNo ser‡ dado esperar el retiro de la acusaci—n de parte del MarquŽs? [117]
LORD DARLINGTON
Imposible. ÁNo la retirar‡!
DAWSON
Si cont‡semos entonces con esos factores que se llaman la juventud, el elemento
religioso, las clases conservadorasÉ El caso de Oscar Wilde ofrece una faz social de
grande trascendencia porque afecta la moral de nuestro pa’s. Esto por un lado; por
otro, Àno cree usted que lo individual se desvanece ante la obra literaria que
perdura? Por ello le hablaba a usted de la juventud, eternamente generosa y de los
elementos religiosos, obligados a velar por la verdadera salud del Reino.
LORD DARLINGTON
ÁAh, Dawson! ÀC—mo tiene usted fe en este salvataje literario?
DAWSON
ÀQuiere usted, entonces, que cedamos el campo a la inmundicia reclutada en los
bajos fondos de Whitechapell? [118]
LORD DARLINGTON
Siento voces. Llega Oscar Wilde.
DAWSON
Veamos quŽ dice.
Escena decimoquinta
Dichos. OSCAR WILDE y ROSS
LORD DARLINGTON
ÀQuŽ cara es esa, dear?
OSCAR WILDE
ÁOh! Lord Darlington.
(Ross habla aparte con Dawson)
LORD DARLINGTON
ÀQuŽ impresiones trae usted? [119]
OSCAR WILDE
Malas, Milord. Mi estrella se eclipsa.
ROSS
Es un accidente É ÀPara quŽ? É
OSCAR WILDE
No. Lo debo decir. Al penetrar al ÒAlbermarle ClubÓ se produjo un murmullo entre
todos los presentes y Lord Chapman se levant— de su asiento y abandon— el recinto.
LORD DARLINGTON
Acaso coincidencia. ÀUsted cree? É
OSCAR WILDE
Y al salir del club, al pasar por una de las librer’as m‡s centrales de Londres, en
cuyo escaparate estaba mi retrato, me ha tocado presenciar É
ROSS
Pero, Oscar É [120]
OSCAR WILDE
Un espect‡culo cruel. Una agrupaci—n estulta, un mont—n de gente, esa! la que
nace, anda y vive sin saber por quŽ, ha despedazado el escaparate y ha hecho a–icos
mi retrato.
LORD DARLINGTON
ÁOh!
DAWSON
ÀEs posible?
OSCAR WILDE
ÁDentro de lo inconsciente, lo terrible!
LORD DARLINGTON
(Agitado) Bueno, pues. No perdamos un instante. ÁRoss, Dawson! Vengan ustedes
inmediatamente conmigo. Pronto. Los necesito É
DAWSON y ROSS
Vamos. [121]
LORD DARLINGTON
Y en cuanto a usted, calma, Ácalma, querido! ÀQuiere usted un consejo? Salga del
fondo de su yo y m’rese por fuera. Sea su propio espectador.
OSCAR WILDE
Comienzo a sentir en m’ las impresiones que ha creado mi fantas’a para algunos de
mis personajes. Pero Ácu‡n distinto es el dolor cuando cambia de sujeto!
(Vanse todos)
Escena decimosexta
OSCAR WILDE, solo, abatido y perplejo.
OSCAR WILDE
ÁLa duda! ÁLa duda! No es tan b‡rbaro el arrebato del viento o el bramido de las
olas como el de este obscuro y silencioso tropel que sacude mis ideas.
ÁLa duda!
Jugamos al amor, a los negocios, a la gloria y aun a la amistad. [122]
De pronto lo tr‡gico juega con nosotros. El juego cambia solamente de nombre: se
llama el fantasma, la c‡rcel, la muerte.
ÁAy! ÁTambiŽn se llama el olvido!
Escena decimosŽptima
OSCAR WILDE y ALFREDO DOUGLAS, que asoma entre el cortinado del fondo y
que se supone da al jard’n.
DOUGLAS
ÁOscar! ÁOscar!
OSCAR WILDE
ÁQuiŽn me llama! ÁAh! Eres tœ, Bosy. ÀNadie te ha visto?
DOUGLAS
Nadie. Ni el jardinero estaba.
OSCAR WILDE
Es cierto. (Cierra la puerta de comunicaci—n con el vest’bulo) [123]
DOUGLAS
ÀPor quŽ te encuentro triste? ÀCrees que el fallo? É Faltan muchos d’as. Adem‡s É
ÀTienes presentimientos?
OSCAR WILDE
Est‡ para dictarse la sentencia. Y tu padre puede mucho. Tu padre puede todo.
DOUGLAS
No. No puede todo. Yo he pensado en ti y en m’, adelant‡ndome a los sucesos.
Mira, Oscar. Aqu’ est‡ el resultado de mi consagraci—n activa.
OSCAR WILDE
ÀQuŽ es ello?
DOUGLAS
Debemos salir hoy mismo de Londres. Estos son los pasajes de Constanza y de tus
hijos para Suiza. En seguida que tœ los embarques, este es el tuyo para Par’s y este
es el m’o. Yo te espero en la estaci—n Waterloo. [124]
OSCAR WILDE
ÀQuŽ dices, Bosy?
DOUGLAS
ÁAh! Este es un plan m’o. Mientras tus amigos han agitado sus ideas, yo he pensado
en este recurso que ellos no han previsto, porque yo soy distinto a los dem‡s.
OSCAR WILDE
ÀMe propones la fuga?
DOUGLAS
Te propongo nuestra liberaci—n. Hay que burlar el odio.
OSCAR WILDE
ÁAh, Bosy! Yo no puedo volver hacia atr‡s. DŽjame arrostrar el peligro en su hora
tr‡gica. Hay que sufrir algo nuevo y algo grande.
DOUGLAS
Sufre conmigo. Solos. En la inmensidad de lo an—nimo. Frente a la sombra y en la
sombra É [125]
V‡monos al extranjero. All’ producir‡s, como produce la noche en uni—n con el
silencio. Has nacido cl‡sico. Vive en la opulencia de tu gusto. SŽ como C‡tulo.
Vuelve a la antigŸedad.
OSCAR WILDE
ÁQuŽ hermoso es lo que expresas!
DOUGLAS
Vamos, Oscar. No hay tiempo que perder.
OSCAR WILDE
ÀY quŽ dir‡n de m’?
DOUGLAS
ÁLo que digan! Tœ no tienes ninguna interdicci—n para salir del pa’s. No es una
fuga. Has usado de tu libertad. Es el ejercicio de un derecho. V‡monos, Oscar. Mira
que nos espera la felicidad.
OSCAR WILDE
ÁOh, Bosy, c—mo me hablas! [126]
DOUGLAS
Porque soy el œnico que te comprende.
OSCAR WILDE
ÀY est‡ todo listo?
DOUGLAS
Todo. Hasta los hoteles de los primeros meses. Aqu’ est‡n los pasajes.
OSCAR WILDE
Bueno, Bosy, harŽ tu voluntad.
DOUGLAS
ÁOscar!
OSCAR WILDE
ÀY ahora?
DOUGLAS
Nadie me ver‡ salir, como nadie me ha visto entrar. CerrarŽ de nuevo el jard’n.
Tienes dos horas. AprovŽchalas. En Waterloo te espero. [127]
OSCAR WILDE
ÁAdi—s!
DOUGLAS
Hasta luego. (V‡se)
OSCAR WILDE
(Oscar Wilde reflexiona breves instantes y luego abre la puerta de comunicaci—n
con el vest’bulo, diciendo a media voz:)
ÁConstanza Mar’a! ÁConstanza Mar’a!
Escena decimoctava
OSCAR WILDE y CONSTANZA
OSCAR WILDE
ÀTe acuerdas de lo que hablamos una vez de la conveniencia de salir de Londres?
CONSTANZA
S’, recuerdo. [128]
OSCAR WILDE
Este es el momento.
CONSTANZA
ÀC—mo?
OSCAR WILDE
Este es el momento.
CONSTANZA
PeroÉ
OSCAR WILDE
S’, querida. La sentencia podr’a ser adversa. ÁClaro! Di a la institutriz lo que
convenga decirla. Se trata de un paseo, de una ausencia moment‡nea. El
mayordomo quedar‡ encargado de todo. ÁPronto! Nada m‡s que lo indispensable.
Trae aqu’ las malas2. Debemos salir dentro de dos horas.
CONSTANZA
ÀDe dos horas? [129]
OSCAR WILDE
S’. Te explicarŽ despuŽs. ÀD—nde est‡n mis manuscritos de la ÒSantaÓ? ÁAh! ÁYa!
Los tengo en este caj—n. Hazte traer la maleta especial para mis papeles y mis
libros. Reunamos aqu’ todo el equipaje para sacarlo por la puerta del jard’n. ÀMe
entiendes?
CONSTANZA
PeroÉ
OSCAR WILDE
2
Así en el original.
ÁYa ves que se cumplen tus deseos! Vas a pasear por Suiza. Ginebra te espera. All’
los ni–os É Mas, no perdamos tiempo. ÁMira que los minutos pasan! ÁPor favor,
Constanza! ÁUrge! ÁUrge!
CONSTANZA
Est‡ bien, Oscar. ÁNo comprendo! ÁNo comprendo! Pero se har‡ como tœ dices.
OSCAR WILDE
Entretanto, voy a dejar mis instrucciones por escrito al mayordomo. [130]
(Se sienta a escribir con visible agitaci—n. Saca su libreta de cheques y llena uno
que agrega a la carta. Constanza ha comenzado ligeros arreglos, guardando
retratos y objetos diversos. Llama a la criada con el timbre, y cuando Žsta
aparece, le da —rdenes en voz baja.)
OSCAR WILDE
(A la criada) Llame usted al mayordomo. (La criada sale)
CONSTANZA
ÀLe pondr‡s dos l’neas a tu madre?
OSCAR WILDE
Mejor que ella me suponga en Londres. No sŽ c—mo no he pensado antes en este
viaje, el m‡s sencillo medio de resolver lo complicado.
(La criada y el mayordomo conducen un peque–o baœl. El mayordomo se dirige a
Oscar Wilde, quien le da un pliego y le habla en voz baja. La criada trae mantas
de viaje y correas, mientras Oscar Wilde y Constanza hablan. Los dos criados se
apuran en llenar el baœl, en cerrarlo y preparar el resto del equipaje). [131]
OSCAR WILDE
ÀY los ni–os?
CONSTANZA
Ya he mandado decir a la institutriz que los prepare. ÀPor quŽ no das tus
instrucciones al Administrador, en lo que concierne a los teatros?
OSCAR WILDE
Lo he hecho ya. (Se siente una fuerte algarab’a en la calle)
CONSTANZA
ÀQuŽ rumor es ese? ÀSientes, Oscar? (Abre una ventana)
OSCAR WILDE
S’, alguna manifestaci—n callejera. (El rumor aumenta)
CONSTANZA
ÁOye! ÁEs en nuestra puerta! ÁTu nombre, Oscar! ÁTu nombre! ÁEsa gente te insulta!
(Cerrando precipitadamente la ventana) [132]
OSCAR WILDE
ÀQuŽ dices?
CONSTANZA
ÁAh! ÁEs en contra de ti! Oscar, esto es horrible. ÁNo oigas lo que dicen!
OSCAR WILDE
ÁOh! ÁLa canalla!
(Se debe ir aumentando el oleaje popular. Voces inarticuladas, pero gruesas y
sonoras, de insultos confusos, deben llegar a la escena)
CONSTANZA
ÁOscar, no salgas! ÁNo te expongas!
OSCAR WILDE
ÁMiseria, an—nima! ÁPlebe inmunda! (Sigue el vocer’o y de pronto se oye el fragor
de cristales rotos violentamente. Dos ni–os entran sobrecogidos de espanto.) [133]
VIVIAN (de 9 a–os)
ÁMam‡!
CIRILO (de 11 a–os)
ÁPap‡!
CRIADA
ÁSe–or! ÁSe–or! (Anunciando) La Polic’a.
CONSTANZA
ÀQuŽ hacemos, Oscar? ÁHuyamos, huyamos!
(Constanza toma a los dos ni–os e intenta salir por el fondo)
OSCAR WILDE
ÀHuir? ÁJam‡s! Aqu’ me hallar‡ de frente la propia Fatalidad.
Escena decimonovena
Dichos y el EMPLEADO POLICIAL
EMPLEADO
ÀEl se–or Oscar Wilde? [134]
OSCAR WILDE
ÀQuŽ pasa?
EMPLEADO
Le intimo orden de arresto.
OSCAR WILDE
ÀPor quŽ causa?
EMPLEADO
Por el asunto Queensberry.
CONSTANZA
ÁDios m’o!
OSCAR WILDE
Heme aqu’. ÁTodo entero! (Entreg‡ndose)
CONSTANZA
ÁLa c‡rcel! ÁÁEs m‡s grande que tu culpa!! ÁLa c‡rcel! É [135]
OSCAR WILDE
ÀLa c‡rcel? Puede tambiŽn resultar asunto de arte. ÁVamos!
TELîN [136]
Acto tercero
Escena primera
Rotonda de la c‡rcel. Despacho del Director.
EL DIRECTOR. EL EX-DIRECTOR. EL CAPELLçN. Empleados. Centinelas.
Presos.
(Antes de levantarse el tel—n se oye el comienzo de un coro religioso. Al levantarse
el tel—n el coro prosigue. Es cantado por el Pastor Capell‡n de la c‡rcel, que acaba
de decir la misa en la rotonda, rodeado de sus ayudantes, empleados de la prisi—n
y por los presos, que, asomados a la reja de los pabellones que dan a las ochavas,
aparecen uniformados y vigilados por guardianes y centinelas)
(Terminado el coro, el Capell‡n se separa de quienes lo acompa–an y dice,
dirigiŽndose a los presos:)
CAPELLçN
Os exhorto en este d’a de paz y de descanso al recogimiento, dentro de vosotros.
[137] No os llenŽis de amargura, sino de resignaci—n. Sed jueces de vosotros
mismos. No teng‡is para vuestro compa–ero otro sentimiento que el de la
compasi—n. Pensad que sufre m‡s que vos.
Os repito una vez m‡s el consolador vers’culo que dice: El dolor no es un castigo. El
dolor es una prueba. Y aquel que sabe soportarlo ser‡ recompensado.
Con vuestra buena conducta podŽis abreviar la jornada en esta c‡rcel y la pena en
vuestros hogares.
Hoy es d’a de fiesta. Que lo sea tambiŽn en vuestros corazones.
Pensad conmigo y pensad siempre que Dios est‡ sobre todas las voluntades de los
hombres.
Tened disciplina y esperad justicia del nuevo Director que ha venido a gobernar la
C‡rcel de Reading.
(Terminada la ceremonia, el Capell‡n se retira con sus ayudantes y el personal
inferior que ha acudido a la misa y a la pl‡tica. Los presos vuelven a sus celdas,
dirigidos por los celadores de cada pabell—n) [138]
Escena segunda
(Un empleado coloca varios legajos y cuadernos en la mesa del Director. Un
idiota hemiplŽgico atraviesa la escena, arrastrando una cuerda. Nadie se cuida
de Žl)
DIRECTOR
He tenido que improvisar aqu’ tambiŽn mi despacho por causa de las refacciones
de la c‡rcel. ÀNo me deja usted ninguna recomendaci—n particular?
EX DIRECTOR
No. Gracias. Me retiro muy cansado de este puesto. No es divertido tener tratos con
esta canalla.
DIRECTOR
Pero habr‡ unos desgraciados menos malos que otros.
EX DIRECTOR
Para m’ fueron siempre todos malos. Todos igualmente malos. [139]
DIRECTOR
ÁOh!
EX DIRECTOR
Cuando tenga usted mis a–os de lucha, sabr‡ lo que son estos miserables.
(Atraviesa un preso leyendo un libro) Ese es de los pocos que no ha estado en la
celda obscura. (Con tono de misterio) Ese es Oscar Wilde.
Escena tercera
Dichos. OSCAR WILDE. EMPLEADO 1¼
DIRECTOR
ÁOscar Wilde! Deseaba conocerle. (Llamando con voz autoritaria, pero blanda) ÁC
33!
(Oscar Wilde se detiene)
EX DIRECTOR
(Con voz dura) C33. El nuevo Director quiere hablarle.
OSCAR WILDE
(Con humildad) Se–or É [140]
DIRECTOR
Ya sabe que hoy sale usted en libertad.
OSCAR WILDE
S’, se–or. Espero mi familia.
DIRECTOR
ÀCu‡nto tiempo ha durado su condena?
OSCAR WILDE
(Con dolor) ÁDos a–os!
(Cuatro hombres cruzan transportando a otro en una silla. Los gu’a el Empleado
1¼)
DIRECTOR
ÀQuŽ es eso?
EMPLEADO 1¼
Un enfermo. El A 52. Lo llevamos a la enfermer’a (Vase) [141]
DIRECTOR
(A Oscar Wilde) ÀQuŽ libro lee usted?
OSCAR WILDE
S—focles. La Direcci—n me ha permitido É
DIRECTOR
(Tomando el libro) ÀY lee usted el griego?
OSCAR WILDE
S’, se–or.
DIRECTOR
ÀY quŽ ha escrito usted en esta c‡rcel?
OSCAR WILDE
Muy poco, se–or.
Escena cuarta
Dichos y el CAPELLçN
CAPELLçN
(Saludando a Oscar Wilde) Buenos d’as É
(Oscar Wilde besa la mano del Capell‡n) [142]
CAPELLçN
Hoy es su gran d’a, amigo m’o. ÁSu gran d’a!
DIRECTOR
Pero ÀquŽ ha escrito usted?
OSCAR WILDE
Una poes’a para consolar a un compa–ero desesperado porque qued— ciego en la
celda obscura. Luego mis cartas a los amigos que me quedan y É
DIRECTOR
Y su salud Àes buena?
OSCAR WILDE
S’, se–or.
DIRECTOR
ÀPrepara usted algœn otro trabajo?
OSCAR WILDE
Un libro de dolor, como libro de c‡rcel. [143]
DIRECTOR
Y para el teatro ÀquŽ hay dentro de esa cabeza?
OSCAR WILDE
ÁAh! Todo eso acab—. (Se lleva las manos a los ojos y solloza)
DIRECTOR
ÁVamos! ÁVamos! No se enternezca usted.
CAPELLçN
ÀQuŽ es eso, amigo m’o? (Colocando su mano en su hombro)
OSCAR WILDE
Es que mi alma ya est‡ rota para siempre.
CAPELLçN
El alma no se rompe.
OSCAR WILDE
(Al Capell‡n) Perd—neme usted. Discœlpeme, se–or Director. Pero ya no soy lo que
fui. S—lo es grande mi desgracia. [144]
CAPELLçN
S—lo Dios es grande, amigo m’o. En momentos de su libertad no debe usted
sentirse desfallecer. Lo espera a usted una nueva vida.
(El Director habla aparte con el exDirector, mientras firma en su escritorio)
OSCAR WILDE
ÀVerdad que no se ha olvidado usted de mi sœplica? ÀMe despedir‡ usted
haciŽndome o’r mi trozo preferido?
CAPELLçN
No me he olvidado, no. ÁQuŽ grande amiga es la mœsica! ÀNo es cierto?
OSCAR WILDE
S’, se–or. La m‡s confidencial.
DIRECTOR
(Separ‡ndose del exDirector) Ya he firmado su orden de salida. ÀEst‡ usted
pronto? [145]
OSCAR WILDE
S’, se–or.
(Se oyen voces alteradas y una, de protesta, que se destaca)
DIRECTOR
ÀQuŽ es eso?
EX DIRECTOR
De seguro que es un huŽsped. Todo preso nuevo grita como Žse.
DIRECTOR
(Al Empleado 1¼ que regresa) ÀPor quŽ esas voces? ÀQuiŽn vocifera de ese modo?
EMPLEADO
Un preso reciŽn llegado. ÀSe le pone en la celda subterr‡nea?
EX DIRECTOR
(R’e) ÁEs el gran calmante! [146]
DIRECTOR
(Al Empleado) No, se–or. Ya he dicho lo que debe hacerse en estos casos: ba–o,
Ába–o tibio!
EX DIRECTOR
ÁC—mo! ÀNo utiliza usted la celda obscura? Es r‡pido. Apretado entre paredes y sin
luzÉ
DIRECTOR
Eso enloquece y no es cristiano.
EX DIRECTOR
Lo que no es cristiano es gritar como un chancho.
DIRECTOR
ÀQuiere usted que se cante? La impresi—n de una c‡rcel deprime o exalta, segœn el
temperamento.
EX DIRECTOR
ÁOh! ÁUsted no conoce al preso! [147]
DIRECTOR
Pero conozco al hombre.
EX DIRECTOR
Todo preso es un pillo.
DIRECTOR
Todo preso es un desgraciado.
(Un empleado conduce a una se–ora vieja y a otra, joven, a la sala de la derecha,
de espera. Al pasar, dice al Director:)
EMPLEADO
La madre y la esposa del 59, que hoy sale en libertad. Vienen a llevarlo.
DIRECTOR
ÁAh, s’! Que pasen. Tome usted la orden. (La toma de su mesa)
(El Capell‡n y Oscar Wilde se aproximan) [148]
EX DIRECTOR
(Al Capell‡n) ÁEl famoso 59! ÁSe le va a usted!
CAPELLçN
ÁDesdichado!
EX DIRECTOR
Y mat— a un obrero para robarle (Con iron’a) ÁDesdichado!
CAPELLçN
ÁUsted siempre implacable! ÀNo tiene usted l‡stima?
EX DIRECTOR
ÁOh, las palabras! ÁL‡stima! ÁL‡stima! ÁPalabras! Voy a utilizar el —mnibus para
alcanzar el tren. Quiero estar pronto en Londres. ÁReverendo! ÁBuena suerte!
ÁC‡rcel de Reading: hasta nunca!
(Da la mano rudamente. A Oscar Wilde ni lo mira. V‡se acompa–ado del
Director) [149]
Escena sexta
OSCAR WILDE y EL CAPELLçN
CAPELLçN
(A Oscar Wilde) ÀQuŽ me dice usted?
OSCAR WILDE
(Sonr’e) ÁNo tiene imaginaci—n!
(Seis peones del Establecimiento, vestidos de blanco y guiados por un guardi‡n,
atraviesan con una camilla. En ella un muerto, cubierto con un manto negro)
CAPELLçN
ÀUn enfermo?
GUARDIçN3
No, se–or; un muerto.
CAPELLçN
ÁUn muerto! ÀQuiŽn es? ÀPor quŽ no se me ha dicho? [150]
3
Este personaje no ha sido anticipado en la introducción de la escena.
GUARDIçN
Porque se le ha hallado muerto en su celda. Se ha suicidado.
CAPELLçN
ÁUn suicida! ÀC—mo? ÀCon quŽ arma?
GUARDIçN
(Levanta un extremo de la manta) Se ha degollado con un hilo de seda. (Verase la
cabeza del muerto)
OSCAR WILDE
(Mirando el cad‡ver) ÁOh!
CAPELLçN
ÁQuŽ horror! ÁQue Dios lo haya perdonado! (Llevan el cad‡ver)
(Oscar Wilde muestra una honda impresi—n)
(PAUSA)
CAPELLçN
ÁMisericordia! ÁOh, Dios! ÁMisericordia! [151]
OSCAR WILDE
Yo tambiŽn É Yo tambiŽn he pensado en el suicidio! Pero É Áhay que saber sufrir!
A m’ me ha salvado la piedad.
CAPELLçN
ÁNo se impresione usted!
OSCAR WILDE
Un cad‡ver vale m‡s que un ser vivo. Un ser vivo pasa desapercibido a nuestro
lado. Un cad‡ver nos detiene siempre. ÁYo! ÀQuŽ soy? ÀSoy un ser que vive o un
cad‡ver? ÁYo! ÁHe pronunciado lo eternamente vulgar! ÀPor quŽ digo yo? Porque ya
no soy creador de arte. En arte no hay yo. ÀQuŽ ha hecho la c‡rcel de m’? ÁUn
despojo humano! ÁUn harapo! ÁUna sombra!
CAPELLçN
EntrŽguese usted a Dios. ÁDios es la Bondad inacabable! [152]
OSCAR WILDE
ÁAh, s’! Áƒl me dejar‡ volver a vivir! Pero, ÀpodrŽ ejercer sobre la vida mis poderes
de creaci—n?
(Pausa. Reaccionando)
ÀPor quŽ morir? No quiero que me sorprenda la muerte en el momento que diviso
el mundo desde este punto que es el m‡s alto de la vida. Esta es como otra puerta
Eterna. TambiŽn leo en ella la inscripci—n desesperante: ÒPer me si va ÉÓ
(Aparecen presos de derecha e izquierda custodiados por guardianes que se
asoman a la reja del fondo. Del otro lado o sea el exterior un grupo numeroso de
mujeres, algunas ancianas, hombres de toda edad y condici—n, ni–os, algunos de
meses, levantados en alto por las madres. Y entre los dos grupos, - los presos y sus
familias- se produce un doloroso rumor de voces inarticuladas que es imposible
definir. Es la conversaci—n de unos con otros, en forma agitada y variada.
Solamente ellos se entienden respectivamente en el infernal bullicio)
CAPELLçN
Vea usted quŽ tema para su pluma. Y es un punto imperceptible de la vida. [153]
OSCAR WILDE
ÁUno de los c’rculos del infierno, Maestro!
CAPELLçN
No, no soy Virgilio, pero usted puede ser Dante. Contemplemos. (Desde un rinc—n
observan el abigarrado mont—n humano. De pronto un guardi‡n hace sonar un
silbato clamoroso y el rumor se contiene. Ha terminado la ÒvisitaÓ. Pero en este
momento se oyen voces claras de adentro y de afuera, es decir de presos y
mujeres u hombres que les contestan. Se oir‡n tambiŽn algunos gritos de ni–os.
Los presos se retiran en fila; las familias lenta, dolorosamente)
MUJER 1»
Cu’date.
MUJER 2»
Falta poco.
PRESO 1¼
ÁTabaco! ÁTabaco!
NI„O 1¼
ÁPadre! [154]
PRESO 2¼
ÁAdi—s, mi alma! É ÁNo puedo m‡s!
PRESO 3¼
ÀEst‡ enferma?
MUJER 2»
No me lo preguntes. ÁEspera!
NI„O 2¼
ÁPapasito! ÁPapasito!
NI„O 1¼
Hasta el domingo.
PRESO 2¼
ÁNo puedo m‡s! ÁNo puedo m‡s!
PRESO 3¼
ÁAdi—s, madre! É [155]
EMPLEADO
ÁBasta! ÁBasta! ÁMarchen!
(La columna de presos vase en silencio. Las familias despejan ante otro guardi‡n.
Durante esta escena sale el preso N¼ 59 con su madre, su mujer y su hija. Al pasar
frente al Capell‡n Žste le da la mano. TambiŽn se despide de Oscar Wilde)
OSCAR WILDE
ÁTodo se desvanece! ÁVuelven al silencio!
CAPELLçN
ÁCu‡n breve es la felicidad de estos seres!
OSCAR WILDE
ÁS’! ÁCu‡n breve! ÁVuelven al silencio! ÁQuŽ terrible es el silencio!
CAPELLçN
Vaya usted a ponerse su traje de salida. No se haga esperar. [156]
OSCAR WILDE
ÁOh! Estoy listo en un instante. A mi familia, que me aguarde. S’rvase usted
dec’rselo. Vuelvo en seguida. (El Capell‡n queda mir‡ndolo compasivamente.
Vase Oscar Wilde)
Escena sŽptima
DIRECTOR
(Apareciendo) He confirmado todas las informaciones relativas a Oscar Wilde y a
sus parientes. En esta c‡rcel ha tenido una conducta ejemplar.
CAPELLçN
De ello soy testigo.
DIRECTOR
He advertido que el ex Director no le ten’a buena voluntad.
CAPELLçN
Como a ninguno. Es el primer ejemplar humano que he hallado ajeno a todo
sentimiento. [157]
DIRECTOR
Vea usted quŽ epigrama del destino. (Aludiendo a unos peri—dicos que tiene en sus
manos) En estos momentos anuncian los peri—dicos que se est‡ representando
SalomŽ en Par’s.
CAPELLçN
ÁSalomŽ! ÁEn Par’s! ÁLa obra proclamada obra de arte!
DIRECTOR
S’. ÁCu‡ntas gentes ignorar‡n que el autor es el Preso C. 33 de la c‡rcel de Reading!
CAPELLçN
ÁEl autor de arte es un esp’ritu, una entidad impalpable, incorporado a la belleza
eterna!
DIRECTOR
ÀCree usted que la c‡rcel habr‡ salvado lo que queda de Oscar Wilde como escritor?
[158]
CAPELLçN
Temo que no. Habr‡ devuelto un ser f’sico a la normalidad, pero su mente sale
obscurecida. El escritor no modelar‡ su frase con su antiguo cincel. El mundo ha
perdido un obrero intelectual extraordinario.
DIRECTOR
ÁQuiŽn lo sabe! ÁLa regeneraci—n moral alcanza en sus efectos a la inteligencia
misma! Quiz‡ la soledad que le aguardaÉ
CAPELLçN
El cielo tiene sus designios. Esperemos É
DIRECTOR
RuŽgole mandarlo en seguida. Es hora de que parta.
CAPELLçN
As’ lo harŽ. Y cumpliŽndole una promesa formal, voy a despedirlo con la sonata de
su preferencia art’stica. ÁSer‡ como el adi—s de esta casa! (El Capell‡n vase) [159]
Escena octava
El DIRECTOR solo
(Se sienta delante de su mesa a leer los peri—dicos. El loco idiota reaparece
arrastrando su cuerda en puntas de pie y haciendo muecas a la espalda del
Director, quien no se da cuenta de Žl)
Escena œltima
EL DIRECTOR y OSCAR WILDE que aparece con aire m‡s franco
DIRECTOR
Y bien; el œltimo —mnibus est‡ para salir.
OSCAR WILDE
S’, se–or. S’, se–or. Ya estoy listo. A falta de mi esposa, -que no existe- ha venido mi
madre a acompa–arme. Mi madre debe hallarse en la sala de espera. ÀPodr’a el
se–or Director permitirme que se la presente? ÁDos a–os que no veo a mi madre!
[160]
DIRECTOR
ÀSu madre de usted?
OSCAR WILDE
S’, pues, Lady Elgee Wilde, m‡s conocida por su pseud—nimo de Esperanza. Es una
mujer de mŽrito. Est‡ en la sala de esperaÉ Claro que s’. Una madre es siempre
madre. Ella quer’a que saliŽramos juntos cuando llegara este d’aÉ ÁY este d’a ha
llegado! ÁElla har‡ las veces de mi pobre y malograda Constanza Mar’a!
DIRECTOR
Es que É
OSCAR WILDE
ÀDuda el se–or Director? ÁOh! ÁClaro! No conoce la energ’a de mi madre. Nada ni
nadie la hubiera podido contener. Ella tiene por m’ un amor casi salvaje.
Perd—neme el se–or Director. Es una forma de decir las cosas para definir una
inmensa afecci—n. S’, casi salvaje.
DIRECTOR
Su madre de usted É no ha venido. [161]
OSCAR WILDE
ÀNo ha venido aœn? ÀEst‡ seguro el se–or Director?
DIRECTOR
S’, seguro.
OSCAR WILDE
ÁOh! ÁQuŽ extra–o! Y ella sab’a. Yo se lo hice saber (Con aflicci—n) ÀEstar‡
enferma? ÁAh! Si as’ fuera, yo esperar’a su restablecimiento, pues es un voto que
tengo formulado de que saldrŽ de esta c‡rcel acompa–ado de mi madre.
DIRECTOR
No. No est‡ enferma. Pero su madre Éno vendr‡.
OSCAR WILDE
No comprendo É ÀQuŽ quiere decir el se–or Director?
DIRECTOR
ÀNo lo adivina usted? [162]
OSCAR WILDE
(Con atormentada desesperaci—n trata de adivinar en el semblante del Director)
No É S’ É (Con la faz muy alterada y voz ronca dice: ) ÀAcasoÉ se–or Director É
mi madre? É
(El Director baja su vista)
OSCAR WILDE
ÁSe–or! ÁQuŽ! É ÀNo contesta usted? ÀMi madre ha muerto? É ÀMi madre ha
muerto? É ÁOh! quŽ cosa terrible! É ÁÁMi madre!! É Se–or ÉÁÁ Mi madre!! ÁÁYo
amaba a mi madre!! D’galo usted claramente. (Breve pausa) ÁYa lo ha dicho! ÁÁS’!!
ÁÁYa me lo ha dicho!! (En forma muy dolorosa pronuncia esta frase, dej‡ndose
caer en un banco, mientras llora intensamente) ÁÁMi madre ha muerto!! É ÁOh,
Dios! ÁÁLa muerte de mi madre, como una herida, reabre el recuerdo de la muerte
de mi esposa!!
DIRECTOR
Hab’a orden de no dec’rselo a usted. Rean’mese ahora porque la muerte de los
seres que amamos nos obliga a una fortaleza mayor. Vaya usted a regar esas
tumbas con su llanto. La memoria de esos seres lo proteger‡. Alce usted (Pausa)
[163]
OSCAR WILDE
S’, es cierto. Ahora empieza otra vida para m’. Bajo el amparo del recuerdo, yo me
reconstruirŽ. Perd—neme el se–or Director. (Pausa) ÁAh! Mi vida É La vida É ÀQuŽ
vida? ÁAhora s’ que mi tragedia es cierta! ÁOh! ÁMi tragedia! (Llora. Pausa) S’.
Ten’a que suceder. Debo conformarme con mi raci—n. ÁEra mucho salir con mi
madre! ÀQuŽ me queda? ÁMis hijos! Aunque peque–os puedo apoyarme en ellos.
ÁEsta es mi raci—n! (Pausa. VolviŽndose con aire de humildad e inconsciencia al
Director) ÀD—nde est‡n, se–or Director? ÀD—nde est‡n? ÀHan venido, verdad?
DIRECTOR
ÀLos hijos de usted?
OSCAR WILDE
S’. ÀCon quiŽn han venido? ÁPobres ni–os! ÁAcudir a una c‡rcel para conducir a su
padre hacia la libertad! ÁPara entrarlo de nuevo al mundo! ÁDe nuevo al mundo!
ÁPero la sociedad ya no tendr‡ un sitio para m’! (Pausa. Con acento de resignaci—n
y de extra–a energ’a) Y bien, que vengan! ÁQue vengan a llevarme! Ya es la hora.
Ya es la hora. (Pausa. El Director queda inm—vil. Pausa [164] Los dos hombres se
miran. De pronto Oscar Wilde, obedeciendo a un acto primo, se incorpora y se
coloca muy cerca, casi tocando con su rostro la cara del Director. Con voz
inarticulada, rugiente, exclama: ) ÀEs que tambiŽn? É
DIRECTOR
(Con serenidad) ÁNo! ÁLos hijos de usted viven!
OSCAR WILDE
ÀViven? ÁGracias, Dios m’o! ÁGracias! Y bien É
DIRECTOR
Pero É Los ha perdido usted para siempre. ÁSe les ha privado de su nombre!
OSCAR WILDE
ÁQuŽ! (Esta expresi—n debe ser de indefinible angustia)
DIRECTOR
ÁUsted no tiene hijos! [165]
OSCAR WILDE
ÁÁCielos!! ÀQuŽ oigo?
DIRECTOR
La ley lo manda.
OSCAR WILDE
ÁQue ya no tengo hijos! É ÁQue no llevan mi nombre! ÁQue no pueden
pertenecerme! ÁYo! ÁMis hijos! ÀHa sido roto mi coraz—n entonces? ÁEs demasiado
para la medida de mi vaso! (Pausa. Comienza a o’rse en el —rgano las notas de la
mœsica del Capell‡n)
DIRECTOR
Dec’dase usted. Debe usted salir.
OSCAR WILDE
Salir É S’. Debo salir. Debo irme. ÀPero con quiŽn? ÀCon quiŽn me voy? ÁYa no
tengo madre, ni esposa, ni hijos! ÀMe voy conmigo entonces? ÁPero si en este
momento me he vuelto algo como [166] una cosa hueca, vac’a, sin nada adentro!
ÁTengo miedo de salir con tanta soledad! É ÁNo! ÁNo! ÁNo! (Sollozando. Pausa. Con
vacilante paso se dirige a la puerta de salida. En este instante Oscar Wilde ve la
figura de Jesœs en una tela o cristal transparente. Se reanima) ÁJesœs! Artista
blando y manso, dame tu mano invisible. Echame sobre mis hombros tu piedad.
ÁComienzo a sentir que me transformo en sombra! ÁYa no soy! ÁYa no serŽ! ÁAdi—s!
ÁPor siempre, adi—s! Pero antes, ÁOh! ÁJesœs! te pido que intercedas por que este
dolor intenso y cierto purifique y salve para siempre la obra de mi vida, la obra de
mi esp’ritu! ÁSe–or! ÁS‡lvala! ÁÁS‡lvala!! ÁÁÁS‡lvala!!!
(Los sollozos de Oscar Wilde deben entremezclarse a las notas del —rgano. La
manera de salir queda librada al actor. Pero me permito recordar lo que dije en
mis ÒBreves apuntacionesÓ al respecto. P‡gina 28 Tercer Acto)
TELîN LENTO
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