El pequeño detalle de ser un genio - Uprm

Anuncio
El pequeño detalle de ser un genio
Por Ruth Merino / mailto:[email protected]
(Foto/ Jorge A. Ramírez Portela)
Cuando la gente le pregunta a Luis Arroyo Colón cómo se siente, se
impacienta. Mueve la cabeza, como diciendo: “¿Qué pregunta es
esa?”.
Él se siente bien, gracias. Normal.
Sí, entró en el Recinto Universitario de Mayagüez a los 11 años para
estudiar un bachillerato en Física. Y sí, se acaba de graduar, a los 16
años, cumplidos en marzo, con 4 puntos. Y sí, tiene un coeficiente
intelectual de 154 puntos, lo cual significa que le sobran méritos para
pertenecer a Mensa, organización que agrupa a personas
sobresalientes del mundo entero.
"La gente que tiene inteligencia sobre el promedio llevan vidas
normales, estables”
Pero Luis le resta importancia a tan brillante resultado. La prueba,
dice, “más bien mide rapidez de pensamiento y buena memoria y no
inteligencia como tal”.
En su mundo, en el mundo de un muchacho que aprendió a leer solo
antes de los 3 años, todo lo que ha logrado es, pues, normal.
Entrevistado en su cómoda y acogedora casa de dos niveles en Moca,
Luis cuenta que en agosto regresará al RUM para estudiar la maestría
en su campo. El doctorado y los estudios de derecho también figuran
en sus planes.
Nada de esto sorprende a sus padres, Ildeisabel Colón y Luis Arroyo, y
a sus demás familiares. Después de todo demostró intereses poco
comunes desde muy temprano.
Cuando tenía apenas un año y medio, “le encantaban los estados de
cuenta del banco y miraba los números, como si los estuviera
estudiando”, dice su mamá, quien se graduó de contabilidad de la
Universidad Interamericana, pero se ha dedicado exclusivamente a su
hogar desde que se casó.
Ni ella ni su esposo, quien trabaja en el Correo, entendían qué extraña
atracción ejercían sobre él esos documentos. En todo caso, a los 3
años, el nene, calculadora en mano, empezó a chequear las cifras de
los estados de cuenta, dice ahora ella riéndose. A esa altura, sin
embargo, sus padres ya estaban empezando a acostumbrarse a la idea
de que era un chico fuera de lo común.
“Aprendió a leer como a los dos años. Él cogía una enciclopedia vieja y
miraba las páginas, pero yo no sabía que estaba leyendo. Luego, como
a los 3 años, leía la prensa y hacía comentarios en voz alta cuando iba
sentado en el carrito del supermercado y la gente se nos quedaba
mirando como rara”, dice la madre.
Afirma que ni ella ni los demás parientes de Luis le dan “color” al
asunto. A veces ella le quitaba los libros para que no leyera tanto y se
comportara más de acuerdo con su edad.
Decidió matricularlo en un pre kinder, a los 3 años, precisamente para
que “se copiara de los demás niños”. Y no le dijo a la maestra que ya
sabía leer para que “no se prejuiciara contra él”, pero Luis se delató a
sí mismo. Mientras su mamá y la maestra hablaban, encontró un
manual del Servicio de Bomberos y empezó a leerlo en voz alta.
“¡Ay, Virgen, ya sabe leer!”, exclamó la maestra. Y añadió: “Eso es un
problema porque me distrae al grupo”.
Un año más tarde, en kinder, contradijo a la maestra cuando ella
señaló que la conmemoración del Día de Washington era una “fiesta”.
Cuando el chico ofreció una minicharla sobre el héroe de la
independencia de Estados Unidos, fue expulsado del salón. Tenía
cuatro años. Seis años después cogió el examen para graduarse de
escuela superior.
¿Su experiencia como universitario de 11 años?
2
“Algunos me daban dulces para que los ayudara en problemas de
Física”, dice riéndose. “Yo a veces les daba las respuestas equivocadas
y ellos no se daban cuenta... Algunos creían que podían aprender las
fórmulas y con eso resolvían. Pero la Física no es por botella, tienes
que entenderla”.
Sus compañeros, que lo apodaban “Shamu”, lo sobornaban con dulces
porque los consumía en abundancia. El resultado fue que llegó a pesar
240 libras. Hace dos años, sin embargo, comenzó a cambiar sus
hábitos alimentarios. Hoy, con 160 libras, luce una figura esbelta.
Obviamente ya no pueden llamarlo “Shamu”. El se ríe y se encoge de
hombros. Ese tema no le llama la atención. Sí le interesa hablar sobre
sus investigaciones de Física, el panorama informativo actual, su
filosofía de vida y sus exhaustivas lecturas.
Lee vorazmente, apasionadamente, interminablemente. Lee
caminando, subiendo y bajando escaleras, sentado en el piso de una
librería, mirando televisión o trabajando en la computadora.
¿Cuánto te demoras en leer un libro, digamos de unas 500 páginas?
“Bueno, yo leo rápido, quizás me demoro un día... Pero a veces estoy
leyendo más de un libro a la vez, y entonces me demoro más”,
explica.
Tiene excelente memoria y una curiosidad extraordinaria. Todo le
interesa. Comenta la masacre de Haditha, en Irak, para luego señalar
que en Vietnam ocurrió una tragedia similar en My Lai. Y a
continuación menciona al teniente William L. Calley, líder de la patrulla
que mató a civiles en Vietnam y fue enjuiciado por eso.
Su conversación es ágil, inquieta, orientada a desmenuzar una idea o
un hecho particularmente interesante. Cuando habla sobre los grandes
hombres de ciencia lo hace con una mezcla de buen humor y
admiración. Newton, Euclides, Galileo no son para él figuras
acartonadas de la historia, sino hombres de carne y hueso con sus
peculiaridades y debilidades.
La pasión por la lectura no se extiende a las novelas, sin embargo.
Cuando se le pregunta si leyó El Código Da Vinci, dice que no.
Tampoco ha visto la película. Pero sí vio “Good Will Hunting”, que
relata la historia de un genio de las matemáticas.
“Pero presentan al genio como un ser traumatizado. ¿Por qué? La
gente que tiene inteligencia sobre el promedio llevan vidas normales,
estables”, comenta.
3
Le gusta el programa de televisión “Criminal Intent”, de la serie de
“Law and Order”, y “Seinfeld”. Refiriéndose al primero dice: “Pero en
cuanto veo los primeros cinco minutos, sé quién es el asesino”.
Añade que le llaman la atención los manerismos de Vincent D’Onofrio,
el actor que encarna al detective Goren. Imita a la perfección los
gestos exagerados de D’Onofrio, inclinándose, extendiendo el brazo y
cambiando la expresión de su rostro. Su hermano Víctor, de 12 años,
sentado en el sofá, se muere de la risa observándolo.
Al comienzo de la entrevista, Luis había dicho que le interesaba hablar
también sobre su filosofía de vida. Cuando se le pide que la resuma,
reflexiona por unos instantes: “Lo más importante para mí es lo que
Jesús les dijo a los apóstoles... ‘Ama a Dios por sobre todas las cosas y
al prójimo como a ti mismo’”.
Pero a continuación añade: “Eso es lo que muchos dicen... y a veces
es pura hipocresía, pero cuando se siente de verdad, pues es un
mensaje importante y es el principal”.
4
Descargar