Historia de una desaparición El dulce recuerdo de Angela Dos

Anuncio
1617-c.qxd
4/1/00
21:51
Página 1
CMYK
16
Interés general
CMYK
Interés general
La Plata, domingo 2 de abril de 2000
RECIBIERON
LOS RESTOS DE JUAN
CARLOS,
17
QUIEN ESTABA DESAPARECIDO
La extraña sensación de los
hermanos González Gentile
“Fueron 23 años de angustia y de incertidumbre. Especialmente incertidumbre por desconocer dónde podía estar, de
ignorar qué le había pasado, si había sufrido o no”, explicó Roberto durante una extensa charla que mantuvo con Hoy
Mis padres fueron mucho más fuertes que nadie.
Hubiese sido muy importante para ellos haber sabido
la suerte sufrida por su hijo
El dulce recuerdo de Angela
“Yo soy mucho menor que él, ocho años
menos. Lo recuerdo como muy compañero.
Me protegía muchísimo”. De esta manera
Angela González Gentile comenzó a contar
el recuerdo que tiene de su hermano. “La relación con Juan Carlos fue muy estrecha porque éramos los más chicos de la familia”, rememoró en la charla que mantuvo con Hoy.
Los menores de los González Gentile eran
compañeros de aventuras y salidas “Ibamos a
bailar juntos. Recuerdo que mi madre se sentía muy segura si yo me iba a bailar con él. Es
más, si yo iba a bailar sola a alguna peña de la
facultad, él me pasaba a buscar... aún estando
casado. Yo le decía ‘Juanca pasame a buscar’ y
él estaba ahí, sin importarle la hora”.
Angela sonríe cuando habla de Juan Carlos,
el hermano que tras 23 años pudo sepultar
“en el mismo nicho en el que descansan mamá y papá”.
La mujer ríe, pero sus ojos delatan una angustia retenida. “Ahora me siento más tranquila, desde que aparecieron los restos de mi
hermano, es como que me saqué un peso
enorme de encima”, explicó.
Cuando Juan Carlos tuvo que empezar a
deambular de un lado a otro escapando, An-
gela era una adolescente. “El no podía tener
un domicilio fijo, así que nos veíamos cuando podíamos. Recuerdo que la última vez que
estuve con él fue en una cena en un restaurante. Creo que él fue con su mujer y yo con
el que en ese entonces era mi novio” (ahora
es su marido), aseguró.
En el ‘76 la muchacha, que por esos días estudiaba veterinaria en la Universidad Nacional de La Plata, no tuvo más remedio que
juntar algunas de sus pertenencias y viajar hacia Bélgica. Antes habían tenido que esconderse en varios pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires. Nunca pudo despedirse de Juan Carlos, quien desde hace mucho tiempo atrás se encontraba oculto. “Eso
me mortificó durante mucho tiempo, además
del hecho de no saber exactamente qué le había pasado”.
Hoy recuerda a su hermano como “una persona que tenía un gran acceso a la gente. Desde chico siempre fue así, él usó eso siempre y
lo supo orientar de una manera simpática hacia sus ideales”. A veintitantos años de la noticia de la desaparición de Juan Carlos, Angela lo recuerda como ella quiere: “Bueno, dulce y sobreprotector”.
Durante los 23 años en los que estuvo desaparecido Juan Carlos González Gentile, crecieron hijos, nacieron sobrinos, se hicieron grandes sus
hermanos y hasta fallecieron sus padres. Buena
parte de esos años su familia vivió el exilio en Bélgica. Después volvieron a la Argentina, pero ya todo era diferente. En esos años su recuerdo estuvo
presente en todos los que lo quisieron y lo quieren; en cada uno de los que, durante todo ese
tiempo, se preguntaron por su suerte y su destino
final. Hoy, a tantos años de su desaparición, la familia de Juan Carlos sabe al menos que sus restos
descansan junto a los de sus padres en donde nació y creció: acá, en La Plata.
El 12 de febrero de 1977, Juan Carlos González
Gentile murió en una calle de Santa Fe. Para las
crónicas de la época, el militante falleció en un
“enfrentamiento con efectivos militares”, aunque
para sus seres queridos se trató, lisa y llanamente,
de una “ejecución”. En ese entonces, su familia se
había exiliado en Bélgica y su mujer en el Uruguay. Por ese motivo nadie reclamó su cuerpo, que
estuvo “a disposición” de quien lo reclamase entre
el 12 y el 23 de ese mes.
Hoy, tantísimos años después de su desaparición
-ya que nunca se supo el destino de su cuerpo- los
restos de Juan Carlos fueron entregados a su familia. Ahora, a pesar de no haber cerrado la herida
de su ausencia, sus familiares pueden comenzar a
elaborar un duelo que apenas pudieron improvisar durante más de dos décadas.
“Fueron 23 años de angustia y de incertidumbre. Especialmente incertidumbre por desconocer
dónde podía estar, de ignorar qué le había pasado,
si había sufrido o no...”, explicó Roberto González Gentile, el hermano mayor del platense desaparecido y cuyos restos fueron encontrados y entregados a sus familiares.
Su hermana, Angela, también narró la tristeza
de no conocer el destino de Juan Carlos durante
tantos años. “Desde que nos enteramos que le había pasado algo, siempre nos preguntábamos si realmente se había tratado de él, si todavía podía estar vivo... realmente la figura de desaparecido no
te deja elaborar el duelo jamás”, aseguró. Recién
ahora, con el cuerpo de su hermano en el mismo
nicho de sus padres, los hermanos pueden co-
Ahora puedo empezar a extrañarlo de otra
manera, o por lo menos, puedo empezar a no
esperarlo
Dos amigos muy compinches
Recuerdos. “Realmente la figura de desaparecido no te deja elaborar el duelo jamás”, dijo Angela
menzar a cerrar una vieja herida.
La noticia
Las denuncias por la desaparición de Juan Carlos fueron hechas por sus padres hace tantísimos
años. En todo ese tiempo, ninguno de los integrantes de esta familia imaginó que podía llegar a
conocerse alguna novedad, y mucho menos aparecer sus restos.
Lo cierto es que una cálida mañana de febrero de
este año, el teléfono sonó en la casa de Roberto. Su
hija fue quien atendió el llamado. Las palabras de
Historia de una desaparición
Angustia. La familia siempre recuerda a Juan Carlos
Juan Carlos González Gentile nació el 20 de
agosto de 1946 en la ciudad de La Plata. Su infancia transcurrió en una casona de la calle 71.
En ese lugar creció entre siestas obligadas y juegos con sus dos hermanos: Roberto, el mayor, y
Angela, la más chica de la familia.
La primaria la hizo en la escuela Anexa, por
ese motivo el secundario lo cursó en el histórico Colegio Nacional. Años después siguió sus
estudios en la Facultad de Medicina, pero después de dos años prefirió pasarse a Humanidades para estudiar Historia.
Por esos años comenzó su militancia. La política universitaria se juntaba con su participación en Acción Católica. Lo que siguió fue el
paso de militancia pacífica a otra que tomaba
como una alternativa viable la resistencia.
En esta ciudad recibió varias amenazas.
Deambuló, con su esposa, de un lugar a otro.
Un buen día decidió mudarse a Santa Fe. En esa
misma ciudad lo encontró la muerte. Los relatos de los pocos testigos son coincidentes. Un
hombre que lavaba el auto en la vereda y un joven que caminaba por el lugar, relataron que un
grupo de hombres de civil y otros de fajina “fusilaron” a un hombre que caminaba solo. Fue
en la esquina de Belgrano entre Ferre y Zenteno.
Fue a pleno día. Todavía no era el mediodía.
Su cuerpo fue arrojado, con el de otros, en una
tumba reservada para los NN y los indigentes.
En 1984 los directivos del Cementerio decidieron cambiar de sitio a los huesos que estaban
enterrados en ese lugar. Ante esta situación muchos pidieron que los restos fueran guardados
hasta conocerse su identidad.
En 1998 una joven hija de desaparecidos solicitó un estudio para saber si entre los huesos estaban los de sus padres. Poco después se supo
que muchos de ellos coincidían con los de un
desaparecido de nombre Juan Carlos. Una añeja
ficha que apareció en la comisaría 4ta. hacia finales de 1999 terminó por cerrar el caso. Después de 23 años, los restos del desaparecido fueron velados por sus familiares.
CMYK
Alejandro Luergo, el secretario de la Jueza Griselda Atencio, fueron pocas pero certeras: “Encontramos los restos del que en vida fue Juan Carlos González Gentile, por favor comuníquele esto a su familia”. La joven de inmediato se comunicó con su
tía. Su padre estaba de viaje en Francia.
“Cuando recibí la noticia fue terrible, me agarró
un ataque de nervios. Me preocupé por Roberto,
que estaba en el extranjero, no sabía cómo se lo podía decir. Es que el aviso nos encontró por separado. Cuando recapacité me dije ‘qué dichosos que
somos de tenerlo’. Ahora estoy como más tranquila, lo que siento es una tranquilidad que antes nunca tuve. Siento la sensación de que Juanca está ahí
con los viejos... es un sentimiento inexplicable”,
aseguró Angela, la hija menor de la familia.
A los dos días, Roberto llegó a la Argentina. Ni
bien pisó La Plata recibió la noticia. “La recibí con
gran dolor pero a la vez con esperanza. Esperanza
de no sé qué... No es racional tener esperanzas de
encontrar a mi hermano vivo, pero de golpe, qué
sé yo, experimenté esa sensación”, explicó, al
tiempo que precisó: “Después tuve el sentimiento
de que mi hermano hubiera muerto recién y no
hace 23 años. Además tuve la alegría de cerrar una
CMYK
historia de tantos años. Es muy raro, a uno le pasan muchas cosas a la vez”.
La idea de los González Gentile es que la aparición de los restos de Juan Carlos sirva como para
demostrar que se puede encontrar a los desaparecidos. “Nuestro hermano va a seguir presente si, a
partir de su caso, aparecen otros cuerpos de personas que corrieron su misma suerte”, dijo Roberto.
A su lado, Angela explicó que “Creemos que junto
con otras personas podemos encontrar a muchos
de los desaparecidos que están enterrados en el país, en una tumba como un N.N.”.
Los hermanos parten de la premisa de que “la
burocracia del gobierno militar hizo que queden
rastros de las personas desaparecidas... Si nosotros por una vieja ficha de una comisaría pudimos encontrar a nuestro hermano, esto mismo le
puede pasar a un montón de familiares de otros
desaparecidos”.
A partir de la “aparición” de Juan Carlos, los
González Gentile se pusieron a trabajar para conformar un equipo interdisciplinario conformado
por organizaciones de derechos humanos para empezar a buscar los cuerpos de las personas desaparecidas durante la última dictadura militar.
Aunque parezca curioso, una palabra hizo
que durante más de veinte años a los integrantes de la familia González Gentile le resultara complicado hablar de un ser querido
ausente. Es que la palabra “desaparecido”
parece encerrar detrás de sí mucho más que
una situación. “El tema de los tiempos verbales es terrible” dijo Roberto, hermano de
uno de los desaparecidos de La Plata. Y aclaró: “Nunca pudimos hablar de él claramente... era desaparecido, no muerto. Uno no
podía hablar en presente, no podía hablar en
pasado. No podíamos decir ‘Juan Carlos
fue...’ porque era como que nosotros lo estabamos sentenciando a muerte”. Pero en presente también era difícil porque “no lo teníamos entre nosotros y tampoco sabíamos
dónde estaba. Así que las charlas sobre él en
estos 23 años eran muy tristes y raras”.
Mas allá de la forma de nombrarlo, el recuerdo del hermano ausente se mantiene
inalterable en Roberto.
“Juan Carlos como hermano era muy bueno (era 3 años menor que él). Jugábamos
juntos todo el tiempo. Recuerdo tardes enteras en la casa de nuestros viejos andando de
acá para allá. Era un chico comprador... arreglaba todo con chistes y sonrisas. Era de esos
chicos que hacía jugar a los grandes con
ellos... realmente era un pibe encantador”
La infancia de Juan Carlos González Gentile transcurrió en la casona paterna de 71
entre 6 y 7. En ese lugar vivió hasta los 23 o
24 años, cuando se casó. “Nosotros compartíamos la pieza, incluso hasta llegar a ser jóvenes estudiantes. Teníamos las típicas peleas de hermanos. Por ejemplo a él le gustaba
comerse una manzana antes de dormir, cosa
que a mí me molestaba por el ruido que hacía”, rememoró.
“El era hincha de River, por esas cosas de
las tradiciones familiares. La familia se dividía entre los hinchas de River y los de Estudiantes de La Plata. Juan Carlos era de los
‘millonarios’, y yo ‘pincha’. Creo que lo alcanzó a ver campeón”.
La militancia también fue compartida. Los
dos hermanos comenzaron a dar sus primeros pasos en Acción Católica, fue allí donde
se formaron como dirigentes. “Juan Carlos
llegó a ser vicepresidente de Acción Católica. Después se dio una evolución política
que no sólo experimentó él sino muchos
otros de los militantes”, aseguró Roberto, el
mismo que prefiere contextualizar en aquellos convulsionados años setenta, la opción
elegida por su hermano.
“Con Juanca éramos muy unidos, nuestro
diálogo era muy franco. Recuerdo que él un
día me resumió de manera muy sintética la
realidad del país y el futuro negro que se iba
a venir”, indicó Roberto. Dentro de ese relato recuerda un dato que mucho después sintió en carne propia: “Las cosas se van a poner fuleras”, le dijo tiempo antes de recibir la
primera amenaza de muerte.
Roberto también conserva de manera intacta el último encuentro con Juan Carlos.
“Fue en 1974. El me dijo que no se iba a ir
del país de ninguna manera, pero me aclaró
que las cosas no iban a ser fáciles”. Poco después Roberto viajó a Bélgica para estudiar.
Nunca más volvió a ver a su hermano.
Hoy, con 23 años más a cuestas, a este
hombre que dicta clases en la Universidad
Nacional de La Plata se le quiebra la voz
cuando recuerda los juegos de infancia con
su hermano menor. “Ahora puedo empezar
a extrañarlo de otra manera, o por lo menos
a no esperarlo”.
Descargar