RECUERDOS DE LA CIUDAD A David le gusta caminar por el

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RECUERDOS DE LA CIUDAD
A David le gusta caminar por el Centro, siempre ha sido un niño difícil de olvidar, su carita tierna,
apiñonada, su cabello lacio impeinable, sus grandes ojos cafés, profundos y expresivos. El venía hacia el
DF. El pequeño David se despertó, estaba en el asiento de atrás de una camioneta, con dos tipos que no
conocía, el piloto venia con la vista al frente, inamovible y acelerando cada vez más, el otro miraba hacia
atrás desde el asiento de copiloto, tenía un arma en la mano y apresuraba a su compañero para perder a
los policías.
-
No mames, esto ya valió madre, nos están alcanzando, hay que aprovechar que vamos pasando
por las barrancas y hay que deshacernos de la droga y del niño, sino estos weyes nos van a
hundir.
Después de decir esto, el copiloto bajó la mirada y vio que el pequeño David estaba ya consiente, el niño
quedó petrificado al ver a su victimario, el cual sin más, le dio un cachazo en la cabeza y de nuevo David
quedó inconsciente.
El frio de la madrugada que abrazaba el pequeño cuerpo adolorido de David, finalmente lo despertó,
estaba tendido sobre una gran piedra, tenia raspones por todos lados, estaba a la mitad de un barranco,
su mente estaba en blanco, su mirada no enfocaba nada; sin embargo sus ojos se abrían cada vez más, su
ser se petrificó como lo estaba haciendo su cuerpo por el frio. David no sabía si estaba soñando, no tenía
idea de por qué estaba ahí, el golpe y lo que le dieron para dormirlo aun lo tenía muy aturdido. Su
pequeño ser no sabía cómo reaccionar frente a lo que estaba viviendo, sus lagrimas se contuvieron como
furiosas nubes que no pueden soltar la tempestad que guardan, al tiempo que se convertían en fuertes
pisadas hacia la cumbre de la barranca, donde se escuchaba el transitar de los autos. Sus manitas se
aferraban de las piedras salidas para ir escalando. Al fin logró llegar a la carretera, entonces ahí por fin,
Davidsito comenzó a llorar. Estaba adolorido, sus lágrimas corrían como cataratas nacidas en la
desesperación de la incertidumbre, de la inexperiencia e inocencia que se enfrentaban ante la tortuosa y
fría realidad. Caminó como si estuviera en trance por un costado de la carretera. Su piel, solo cubierta por
una pequeña camisa blanca, unos pantalones de mezclilla y unos tenis blancos, se tornaba tan brumosa y
pálida como la luna que seguía sus pasos desde las alturas, sus lágrimas se habían convertido ya, en
pequeños sedimentos de sal aferrados a sus mejillas, su boca se estaba convirtiendo en un desierto árido y
seco, donde la voz fue lo primero en extinguirse, sus ojos grandes no mostraban emoción alguna, ya no
sentía, caminaba a consecuencia de un estado de shock que lo tenía como privado de reaccionar, de
pensar, fue la primera vez que dejó de sentirse niño.
1
Después de caminar cerca de tres horas, ya siendo de día David pudo vislumbrar a lo lejos unos puestos
de comida que estaban a la orilla de la carretera, sintió que el corazón, que se le había helado la noche
anterior, comenzaba a producir calor de nuevo, a pesar del dolor que invadía todo su cuerpo, comenzó a
caminar más rápido, su corazón comenzó a latir con fuerza de nuevo, la imagen de sus padres recorría su
ser dejando una sensación de alivio. Estaba ya a unos trescientos metros de los puestos de comida , podía
oler la barbacoa y la carne guisada mezclándose con el olor de la humedad y los pinos que rodeaban el
camino, su trance comenzó a volverse una especie de ansia que se alargaba como la eternidad, sintiendo
que cada paso que daba, en vez de acercarlo, lo alejaba más de su meta, caminaba tan concentrado en
llegar que no había escuchado que un auto tocaba el claxon detrás del, hasta que el coche le dio un ligero
empujón que lo hizo perder el equilibrio y reaccionar.
-
He niño que haces caminando solo por la carretera?
David se limitó a mirar a la señora que le hablaba desde el interior de un bochito que tenía una muy
desgastada pintura verde, signo de de que alguna vez fue un taxi de la ciudad.
-
Te estoy hablando escuincle, ¿qué tienes?, ¿te comieron la lengua los ratones?, ¿donde están tus
papás?
Los grandes ojos de David, enormes y estáticos, no llevaban a otro lugar más que aun profundo valle de
incertidumbre donde el ambiente estaba totalmente inundado de miedo y temor, la inocencia del pequeño
David se hallaba escondida en una profunda cueva dentro de ese valle, solo esperando salir cuando los
brazos de su madre lo rodearan.
-
¿tienes hambre verdad?
La cabeza de David se movió involuntariamente, sus ganas de comer algo despertaron levemente a su
entendimiento. La señora soltó una pequeña carcajada entre dientes y salió del carro.
-
Ven súbete, te voy a llevar a comer, vas a estar bien
David sintió la rasposa palma de la mano de aquella señora que lo empujaba hacia su auto, el no sabía
cómo reaccionar, simplemente se quedó pasmado
-
¿Qué, no quieres venir?, si, si quieres venir pero estas cansado verdad?, si no te subes quien te va
ayudar a buscar a tu familia? O a dar de comer?... ¡vamos, sube!
David movió sus piernas dolorosamente y subió a ese destartalado bochito.
-
Bien niño, vas a ver qué estarás bien, de donde eres?
2
David no pudo contestar, aunque deseaba con todo su ser y su limitado lenguaje gritar que estaba lejos
de su mama, que unos tipos se lo robaron de su pueblo y que lo aventaron a una barranca, que no sabía
por qué le había pasado eso, estaba lleno de miedo y tristeza, pero su pequeño cuerpo ya no sabía cómo
mostrarlo y ese pequeño niño cada vez entraba mas a la profundidad de sí mismo.
-
¿Eres mudito? Eso haría las cosas más fáciles, no, no lo creo, estás asustado, te voy a llevar a mi
casa para que comas y te bañes, luego, luego daremos un paseo, conocerás la ciudad y podrás irte
con tus padres… luego.
Llegaron a una colonia ubicada atrás del mercado de la merced en la ciudad de México, la señora entró al
estacionamiento de un viejo edificio. La entrada estaba rodeadada de hombres vestidos de mujeres, con
enormes tacones y sus caras maquilladas, sus ojos vídrientos perdidos en un océano de alcohol, daban la
impresión de estar viendo a unos Zombis. La señora y David bajaron del auto y subieron dos pisos,
entraron a un pequeño departamento que parecía estar abandonado, la señora abrió una vieja puerta de
madera, el departamento parecía que era usado como basurero, había cosas apiladas por todas partes, un
olor a putrefacción, combinado con alcohol, ceniza de cigarro y ropa vieja, inundaban el denso ambiente
de aquel lugar.
-
Viejo!, mira lo que traje.
Un hombre completamente ebrio y con la cara roja e hinchada se paró lentamente, estaba recostado
sobre unas cobijas negruzcas que estaban en el suelo y que servían como cama; volvió la mirada hacia
David y le dijo a la señora.
-
¿Qué es esto?, ¿este pinche chamaco de donde lo sacaste?
-
Dios lo envió para socorrernos viejo, me lo encontré de regreso de Toluca, venia caminando
solo por la Marquesa, cuando lo vi, sentí que tenía que ayudarlo, para ser ayudada, jajajajaja.
-
Pinche tonta, de seguro ya lo están buscando, te dije que andar moviendo niños ya esta mas
cabron, ¿tu quieres que acabe en la cárcel otra vez, verdad idiota?
-
No viejo, no, no es para los cochinos de la iglesia, ni para los otros empresarios depravados, es
para que trabaje en el metro. Con un buen entrenamiento y a base de unos cuantos madrazos va
a ser nuestra mina de oro, velo, a poco no te da ternura su carita, está en la edad perfecta para
causar lastima.
-
Todas las personas les compran a los niños porque les dan lastima, por lo tanto debemos ponerlo
a vender en el metro
-
Pues no se diga mas, llévatelo al metro Tacuba con el compadre, él sabe a quién y cuanto hay que
darles para que se ponga a trabajar.
3
David decidió entrar a esa cueva donde yacía su inocencia y esconderse del mundo, solo dejaría a la vista
la brumosidad e indiferencia que pobló la noche anterior a su espíritu.
Ese día por la tarde, David caminaba de la mano de aquella señora por el andén del metro Tacuba, ,a la
mitad de este, había un señor gordo, bueno, más que gordo, panzón, estaba platicando con los policías de
la estación, conversaban relajadamente. La estación lucía con pocos usuarios, al final del andén, había un
grupo de niños, indígenas en su mayoría, estaban alrededor de un chavo, como de 20 años, quien les
estaba dando un bonche de papeles y los dividía en parejas. Cada que llegaba un tren, una pareja de niños
subía a los vagones, hasta que todos se esfumaron tragados por el incesante ir y venir del metro de la
ciudad. Al ver acercarse a la señora con el niño, los oficiales supieron de qué se trataba, y se fueron.
-
¿De dónde agarraste a este mocoso?- Pregunto toscamente el hombre
-
Eso es lo de menos, no te preocupes, no es de la ciudad, esta fuertecito, hasta creo que aguantaría
unas 14 horas sin problema, está creciendo. – sonrió cínicamente.
-
Mira si me trabaja bien te voy a dar 1000 pesos por las primeras dos semanas, si se aplica y no
hay que volverlo cieguito, te subo a 2000 pesos cada dos semanas y te lo regreso 4 días al mes,
dos en cada quincena, para que lo trabajes como se te de la gana.
-
Tan poquito? - Remilgó la señora.
-
Haber cabrona, yo voy a mantener al pinche escuincle todo el mes, te voy a dar una buena lana y
todavía te pones de mamona
-
Ya ya ya, está bien, paso a su albergue compadre por la lana y por el chamaco cuando me toque
llevármelo, oiga y no me puede dar un adelantito?
El viejo vio a la señora con desprecio y comenzó a hurgar en una cangurera que traía atravesada en el
pecho, sacó un fajo de billetes y comenzó a contar… Cuando de pronto, un grito desgarrador se dejó
escuchar desde el otro lado de las vías. Cuando la señora y su compadre voltearon para ver qué sucedía,
vieron a David parado en la orilla de la zona de abordaje, el metro se escuchaba a toda velocidad
entrando por la estación, parecía que el tiempo se había parado y que solo el pesado andar del tren y la
débil figura de David eran participes y danzantes en la realidad, los gritos de los presentes inundaron la
estación
- pendeja!, córrele! – gritó el viejo, pero ya era muy tarde, cuando la señora reaccionó, David se lanzó con
una sonrisa, como si fuera a abrazar a alguien sobre las vías, que desaparecieron rápidamente tras el paso
del tren que se frenaba violentamente. La estación se paralizó, los dos rufianes salieron huyendo sin dejar
rastro. Nunca nadie reclamó el cuerpo de David, su vida se perdió en la vorágine subterránea de la
ciudad.
4
A David nunca le gustó estar bajo la tierra, a él, le gusta caminar sólo por las calles del centro, se le ha
podido ver por las noches caminando sobre la calle de Tacuba o sobre la calle de Allende, los que lo han
podido ver, lo describen como un niñito, que viene caminando como perdido, cruza la calle de Allende
para seguir sobre Tacuba, se le ha visto en cualquiera de los dos sentidos. Una de las personas que más
recurrentemente lo ve es Doña Cata, la dueña de un puesto de gorditas que está a media cuadra de la
esquina de Allende y Tacuba, dice que la primera vez que lo vio, sintió algo muy extraño. Al estar
recogiendo su puesto, vio a lo lejos a un niño pequeño caminando lentamente, acercándose a la calle de
Tacuba, al llegar al cruce, se quedo parado ahí volteando para todos lados. Doña Cata al ver al niño
caminando solo a la una de la mañana, fue hacia él para ver si el niño estaba perdió o para saber por qué
andaba solo, caminaba rápido pero con cautela a la vez .
Cada que se iba acercando podía ver mejor su cara: era un pequeño apiñonado, con su cabello lacio,
corto, como espinitas que iban a todos lados, pero lo que ella mas recuerda son sus ojos, sentía que desde
ese profundo café algo la jalaba a un lugar inmenso, sentía un aire recorrer su pecho, cuando estaba a
unos 10 metros de distancia comenzó a hablarle:
-
Hola bebé, ¿donde están tus papás peque? – le decía mientras se acercaba
No obtuvo respuesta, cuando llegó frente a él y cuando se estaba agachando para estar a la estatura de él,
el niño ya no estaba. Antes de caer en razón sobre este hecho, doña Cata olvidó todo, fue como si en un
abrir y cerrar de ojos se le olvidara por completo para que fue ahí, así que prácticamente no sintió el
miedo o la impresión de que el niño desapareciera, más bien estaba desconcertada por no recordar a que
fue ahí y por qué estaba agachada, así que se incorporó y se fue caminando a seguir recogiendo su puesto,
de pronto, un recuerdo llegó a su pensamiento y le erizó la piel, al revivir en su mente lo que acababa de
suceder; como un rayo, llegó a su mente la razón por la que fue ahí, primero se sintió confundida, pero
después supo que realmente había visto a ese niño. Varias personas aseguran haber visto al niño y haber
tenido esa experiencia de recordarlo unos momentos después de haberlo visto y que cuando se acercaban
al niño algo pasaba, que de un momento a otro no recordaban por que estaban ahí y momentos después,
volvía a su mente lo sucedido, esto le sucedió hasta grupos de varias personas, que saliendo de los bares
aledaños, relatan una extraña experiencia con un niño que solamente recordaban unos momentos
después de estar en una parte de la calle a la cual no sabían por que habían caminado hasta allí.
Yo también tengo recuerdos de él, donde me sonríe y me abraza confortándome, su pérdida me hizo
poder ver ese profundo vacio en los ojos de los niños que deambulan como fugaces recuerdos de la
memoria colectiva de la ciudad, fantasmas, cuyas almas esperan escondidas en lo profundo de una cueva.
DEMIAN
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