Lalueza, J. L.; Crespo, I.; Sánchez, S.; Camps, S.; Cazorla, A. (2004) Intervención psicopedagógica en comunidades minoritarias. En Monero, C. (ed) La práctica psicopedagógica en educación no formal. Barcelona. EDIUOC. Capítulo 15. Intervención psicopedagógica en comunidades minoritariasi José Luis Lalueza, Isabel Crespo, Sònia Sánchez, Sílvia Camps, Amaya Cazorlaii La intervención educativa con grupos minoritarios A diferencia de otros países europeos, donde existen colectivos de inmigrantes extranjeros asentados desde hace varias décadas, en España no existe un modelo explícito sobre cómo ha de funcionar la escuela ante la diversidad cultural. La integración en la escuela de alumnos pertenecientes a minorías culturales tiene aquí una corta trayectoria histórica. Aunque ya en los sesenta se dio un esfuerzo notable de maestros que trabajaron en comunidades gitanas, la presencia en las aulas de alumnos de grupos minoritarios no se ha hecho visible hasta prácticamente los noventa, con la llegada de un número significativo de inmigrantes y un fuerte avance en la escolarización de niños gitanos. Ante la emergencia de este nuevo fenómeno, podemos detectar tres líneas de respuesta de la institución escolar. La primera consiste en asimilar toda diferencia con déficit, proponiendo acciones compensatorias para los individuos diferentes, con el objetivo de la adaptación de éstos a la escuela. La segunda, se basa en reconocer el origen cultural de las diferencias y, por tanto, introducir adaptaciones del currículum de centro cuando el o los colectivos minoritarios son numerosos. Una tercera vía apunta a la transformación de la escuela en un sistema de actividad vinculado al contexto sociocultural y familiar de todos los participantes. Desde el primer modelo (radicalmente asimilacionista) se atribuye implícitamente al alumno diferente una situación de “deprivación cultural”. Es decir, se interpreta el no mostrar las habilidades, hábitos, presuposiciones, creencias y formas de uso del lenguaje propios de la clase media de la cultura dominante, como una carencia debida a un ambiente “no suficiente”. El alumno es así estigmatizado, y sólo podrá superar esa posición cuando llegue a mostrar en su comportamiento que se ha convertido en uno más de la mayoría. De la misma manera que alguien con un déficit cognitivo necesita una ayuda especial para compensar su handicap, el “deprivado cultural” debe obtener ayuda para superar el obstáculo consistente en no haber sido socializado de la “manera adecuada”. No debería extrañar que este trato institucional genere resistencias (Ogbu, 1994, las interpreta como elaboración de diferencias culturales secundarias), que son interpretadas como síntoma de su “deprivación”, y que en la mayoría de los casos desembocan en el fracaso escolar. El segundo modelo (más próximo al multiculturalismo), resulta más respetuoso con las diferencias culturales. Se percibe al alumno minoritario como perteneciente a un grupo con una tradición cultural, y donde antes se veían carencias, aquí se ven diferencias. Pero este modelo tiene un riesgo consistente en cosificar tales diferencias como algo ,,, 1 esencial, en reificar las culturas como formas estáticas. Por este camino, del respeto se puede derivar a la segregación. Si no se reconoce que los sujetos, las culturas y las instituciones se transforman a partir de las contradicciones y de las mutuas influencias, se acaba por promover comunidades cerradas que pueden llegar a coexistir, pero cuya pertenencia puede llegar a entenderse como la negación de otras afiliaciones. El tercer modelo deriva de la comprensión del aprendizaje como un proceso situado y colaborativo. Este tipo de escuela se constituye como una comunidad de aprendizaje vinculada con el contexto sociocultural de los alumnos y sus familias, lo que supone una institución que no esté sesgada culturalmente (lo que no quiere decir, en absoluto, que carezca de identidad cultural), y sus actividades y artefactos serían de hecho formas de integración de la diversidad. Esta última vía supone en sí una propuesta de reforma educativa que se extiende más allá de la cuestión concreta de la interculturalidad. De la misma manera en que la integración de alumnos con discapacidad ha impulsado a la escuela a interesarse por la atención a las diferencias individuales, o en que la preocupación por la movilidad de las personas con silla de ruedas ha redundado en un urbanismo atento a la eliminación de barreras arquitectónicas -lo que beneficia a otros muchos colectivos-, la presencia -y las dificultades que contempla esa presencia- de grupos minoritarios, puede ser el acicate para la transformación de la escuela en una determinada dirección, más orientada a la participación. Ahora bien, las comunidades de aprendizaje no se desarrollan exclusivamente en el seno de la institución escolar. En el campo de la educación no formal hay varias experiencias de interés. De hecho, la historia de la educación no formal nos muestra cómo nuevas necesidades educativas que no asume la escuela generan nuevas experiencias fuera de ella que sólo en un momento de su desarrollo son incorporadas a tal institución (por ejemplo, en los sesenta, la coeducación, el uso de lenguas minoritarias, la educación activa...). Dentro o fuera de la escuela, las comunidades de aprendizaje basadas en el aprendizaje colaborativo van a ser nuestro primer tema de estudio. A continuación vamos a presentar los principios sobre los que se asienta una comunidad de aprendizaje de tales características independientemente de su ubicación institucional. Para ello, seguiremos como hilo conductor el conjunto de retos que ha de afrontar el psicopedagogo que orienta la actividad educativa. Más abajo presentaremos una experiencia concreta de educación no formal en una comunidad gitana. El papel del asesor psicopedagógico en la facilitación de comunidades de aprendizaje 1. Identificación de los sistemas de actividad a través del análisis de las prácticas Cuando decimos que el aprendizaje es un proceso situado nos referimos a que el conocimiento es dependiente del contexto donde adquiere su significado, así que aprendizaje y desarrollo humano son procesos guiados por la cultura y dependientes de las herramientas creadas y transmitidas por la comunidad (Lave, 1989; Rogoff, 1990) ,,, 2 Tales procesos se materializan en las prácticas cotidianas que conforman la vida de una comunidad (desde un poblado a una escuela, pasando por un vecindario o una fábrica). Podemos caracterizar la práctica como un proceso por el que podemos experimentar el mundo y nuestra relación con él como algo significativo. El significado no es, pues, un producto depositado en algún lugar al que se deba acceder, sino experiencia de la vida cotidiana (Lacasa, 1997). La participación en determinadas prácticas contribuye decisivamente al desarrollo cognitivo, puesto que aporta a los participantes materiales con los que construir el conocimiento y facilita la adquisición de habilidades útiles para la comunidad. Y en tanto que aquellas están conformadas por instrumentos culturales, aportan un substrato común a todos los miembros del grupo. Las prácticas, por tanto, han de interpretarse en el marco de una cultura. Al tiempo que están relacionadas con la actividad cotidiana y con la rutina, están inmersas en las estructuras sociales en las que opera un conjunto de actores atribuyéndoles, a su vez, un significado. Esta relación de las prácticas con el contexto cultural en el que se realizan es lo que aquí nos interesa reflejar, ya que nos permite adentrarnos en las relaciones entre las actividades de enseñanza-aprendizaje y la cultura y, por tanto, abordar las cuestiones relativas a la diversidad cultural. Tres son los aspectos destacables al respecto. En primer lugar, las prácticas orientan el desarrollo de las personas en su contexto, en tanto que proporcionan un camino por el que los niños y niñas llegan a participar de la cultura, y ésta es a la vez reproducida o transformada. Distintas culturas estructuran de forma diferente el camino por el que los pequeños van a participar de ella. En segundo lugar, las prácticas reflejan un orden social y moral. Las prácticas no son neutrales sino que están cargadas de creencias acerca de lo que es natural, correcto, maduro o agradable. Compartirlas contribuye a crear en el grupo una conciencia de identidad. Por último, las prácticas no existen aisladamente. Cada práctica tiene una historia y forma parte de una red en la que, junto a otras prácticas, se ofrecen como alternativas para integrarse en la comunidad. (Lacasa, op. cit.) Las prácticas se organizan en sistemas de actividad. Podemos definir toda intervención educativa como un sistema de actividad que posee unas prácticas específicas de enseñanza y aprendizaje, y un peculiar sistema de organización de tales prácticas. Para comprender un sistema de actividad debemos atender a su organización social y a los instrumentos mediadores que emplea (Engeström, 1999). Así, en la escuela entendida como sistema de actividad, cobran significado determinadas prácticas. Un claro ejemplo es la alfabetización, que se relaciona con habilidades cognitivas que están presentes en prácticas específicas presentes en la escuela y, también, con el uso de determinados artefactos (LCHC, 1983). En este sentido, la alfabetización conforma el pensamiento de los individuos, pero ello no es independiente de las situaciones en las que se adquieren esas habilidades. Ahora bien, la escuela es eficaz en tanto que las prácticas que proporciona sean significativas para los miembros de una comunidad. Lo que es lo mismo que afirmar ,,, 3 que tales prácticas están orientadas a objetos identificables. El fracaso educativo en colectivos amplios de determinadas comunidades expresa las dificultades que puede encontrar la escuela para articular prácticas que formen parte de las alternativas de participación viable en tales comunidades. Aquí reside la primera tarea que se abre al psicopedagogo que asesora procesos educativos en entornos de diversidad cultural: Identificar si las prácticas provistas por la intervención educativa resultan significativas para los miembros de una comunidad de aprendizaje. O lo que es lo mismo, identificar si las producciones discursivas, los artefactos mediadores y las acciones en el seno de la actividad orientada a metas educativas tienen un significado equiparable en la vida familiar y social de los sujetos. ¿Es el mismo sujeto al que se refieren los padres y los maestros o educadores al hablar del niño?, ¿tienen la misma representación de futuro?, ¿comparten objetivos y valores?, ¿operan con normas equiparables?, ¿hay continuidad entre las herramientas usadas en uno y otro contexto? (ver al respecto un análisis específico sobre las contradicciones entre las prácticas familiares y la escolarización en Lalueza, Crespo, Pallí y Luque, 2001) 2. Identificación de los modelos de enseñanaza-aprendizaje La segunda tarea del psicopedagogo consiste en orientar la relación enseñanzaaprendizaje hacia un modelo adecuado para lo que entendemos por una comunidad de aprendizaje. Podemos identificar distintos modelos de entender la relación enseñanzaaprendizaje en función de las diferentes relaciones entre los que aprenden y la información que se adquiere. Rogoff, Matusov y White (1996) identifican tres modos posibles de entender los procesos de enseñanza y aprendizaje, tanto por lo que respecta a las relaciones entre expertos y aprendices, como por la forma de tratamiento de la información a) Transmisión: Los alumnos deben codificar y retener la información proporcionada, y ser capaces de reproducirla de forma elemental en situaciones de examen. b) Adquisición: Los sujetos aprenden mediante la exploración de “objetos” de conocimiento que no están necesariamente relacionados (están descontextualizados) con las practicas habituales de la comunidad a la que pertenecen. c) Participación: Los aprendices obtienen conocimiento a través de la colaboración y llevan a cabo actividades explícitamente conectadas con la historia y las prácticas habituales de la comunidad. Ante los retos de la diversidad cultural, cada uno de estos modelos opera de manera diferente. El modelo de transmisión se basa en una serie de implícitos. Se supone que entre el maestro y los alumnos hay unos acuerdos previos, nunca explicitados porque se dan como obvios. Sobre esta supuesta base intersubjetiva se “depositan” los nuevos conocimientos. A la hora de la verdad, se dan toda una serie de negociaciones implícitas y muy mediatizadas por el poder del maestro. Como que la meta explícita es la codificación correcta de conocimientos, el hecho de si se comparten o no significados ,,, 4 entre maestro y alumnos está en un segundo plano. De hecho los significados procedentes de las prácticas propias de la comunidad de los estudiantes no cuentan, e incluso se consideran como un estorbo si contradicen o dificultan la recepción de los conocimientos formales. En el modelo de la adquisición hay también un implícito: Todo proceso de adquisición se orienta en una única dirección, hacia una mayor racionalidad. El maestro es un facilitador atento al discurso del alumno. Pero por mucho que el proceso se asiente en la libertad del niño para explorar, se confía en que las metas vienen dadas por la misma naturaleza del conocimiento. La diversidad radicaría, todo lo más, en el ritmo de adquisición, de acuerdo con las condiciones individuales de cada sujeto. El modelo de participación parecería más adecuado en el tratamiento de la diversidad cultural, puesto que se contempla la existencia de contextos socio-históricos diversos que proporcionan distintos conjuntos articulados de significados. De éste modo, el proceso de enseñanza y aprendizaje consiste en la creación de un nuevo contexto donde cada nuevo significado debe ser negociado explícitamente. El sentido no es atribuido a una racionalidad inmanente de las cosas, sino que se construye a través de la experiencia adquirida en la práctica educativa. En toda relación de enseñanza-aprendizaje hay transmisión, descubrimiento por exploración y participación, la cuestión está en qué modelo organiza los roles y distribuye los artefactos en una actividad determinada. El aprendizaje basado en la participación se conoce como aprendizaje colaborativo. Este supone un proceso de aprendizaje y de enseñanza donde las intenciones dirigidas a metas y las acciones de los educadores son negociadas a través de las acciones e intenciones de los aprendices. En otras palabras, en el aprendizaje colaborativo es explícita la noción de que el conocimiento es co-construido. Todo aprendizaje supone algún tipo de negociación de significados. La cuestión está en el grado de participación en tal negociación de los diferentes actores. 3. Identificación de los procesos de participación El último elemento fundamental para el análisis psicopedagógico de una comunidad de aprendizaje consiste en el equilibrio entre lo nuevo y lo dado. Entre el proceso de construir un conocimiento compartido, y el uso de conocimiento dado. El aprendizaje colaborativo es un proceso intersubjetivo. Los actores construyen conjuntamente significados, es decir, son interlocutores. Pero esos significados compartidos no lo son exclusivamente por una díada experto-aprendiz, sino que constituyen la base de entendimiento de una comunidad de prácticas. ¿cómo se llega a ese conocimiento compartido por los integrantes de una comunidad de prácticas? A través de la participación y de la posesión común de determinados objetos de conocimiento. Toda comunidad de prácticas supone un determinado equilibrio entre los procesos de participación y cosificación (Wenger, 1998). Los integrantes de una comunidad, tanto expertos como aprendices, adquieren un conocimiento compartido a través de su ,,, 5 participación en actividades y el uso de artefactos. La participación se refiere al proceso de tomar parte y también a las relaciones con otras personas que reflejan este proceso. Sugiere por igual acción y conexión. Lo que caracteriza la participación es la posibilidad de reconocimiento mutuo. La implicación de las personas en situaciones interactivas de resolución de problemas lleva a una apropiación participativa que supone la transformación de las formas culturales en nuevos estados (tanto por personas como por grupos). La activa guía por los otros sociales de la persona en desarrollo, es complementada por el rol constructivo de la propia persona en su propio desarrollo. El niño es siempre un aprendiz activo que participa en las actividades socialmente guiadas. El nivel de participación real contribuye a definir una actividad basada en el aprendizaje colaborativo. Trátese de una escuela o de una entidad de educación no formal, el aprendizaje colaborativo halla su lugar ideal en una comunidad de aprendizaje donde actores pertenecientes a diferentes grupos de edad hallan oportunidades de aprendizaje, al tiempo que colaboran en generar oportunidades para los demás. Por otro lado, la intersubjetividad entre los miembros de una comunidad de práctica se asienta también en que comparten objetos de conocimiento (conceptos, procedimientos...), que son derivados de las prácticas. Esto es la cosificación, que abarca una amplia gama de procesos que incluyen hacer, diseñar, representar, nombrar, codificar y describir, además de percibir, interpretar, utilizar, reutilizar, descifrar y reestructurar. Se solidifican en formas fijas aspectos de la experiencia y de la práctica humana y se les da la condición de objeto. La cosificación es la otra cara de los procesos de apropiación. No vivimos nuestros significados como algo meramente subjetivo, sino que los proyectamos en el mundo y atribuimos así a nuestros significados una existencia independiente. La cosificación es el proceso de dar forma a nuestra experiencia produciendo objetos que plasman esta experiencia en una “cosa”. Con ello creamos puntos de enfoque en torno a los cuales se organiza la negociación del significado. Los miembros de una comunidad de prácticas comparten significados a través de ese equilibrio entre participación y compartición de objetos. La participación proporciona una experiencia compartida, mutualidad de “vivir en el mundo”, afiliación, etc. Pero esos significados se apoyan en formas, puntos de enfoque, instrumentos, rituales, documentos, artefactos al fin y al cabo que, en tanto que son compartidos, proporcionan referentes comunes, un mundo común en suma. Toda actividad educativa supone un conjunto de prácticas y de objetos compartidos. Pero el equilibrio entre ambos puede ser distinto. Una comunidad basada en el aprendizaje colaborativo supone que la participación no queda subordinada a la cosificación. Quinta Dimensión: Un proyecto para la creación de comunidades de aprendizaje en contextos culturales diversos ,,, 6 En las páginas siguientes, vamos a presentar una experiencia de intervención comunitaria con mediación de tecnologías de la información y la comunicación que, en su forma local diseñada por la Universidad Autónoma de Barcelona, lleva cinco años funcionando. El proyecto local, llamado la Casa de Shere Rom, se desarrolla en un barrio de la ciudad de Badalona, en el Área Metropolitana de Barcelona. En este barrio (Sant Roc), viven algo más de doce mil personas, de las que cerca de la mitad son de etnia gitana. Como dato relevante sobre el nivel de estudios formales valga este dato: De acuerdo al censo de 1996, el 9,4% de la población es analfabeta y, más significativo aún, entre los jóvenes que en 2003 tienen entre 23 y 27 años hay un 0,9% de analfabetos, a los que hemos de añadir el 9,1% sin estudios (ni siquiera la primera etapa de EGB terminada). Si unimos a estos dos grupos con los que no han conseguido el graduado escolar tenemos el 48% de los jóvenes de ese grupo de edadiii El proyecto a que nos referimos es fruto de la colaboración entre la Asociación Gitana de Badalona y el grupo de investigación DEHISI de la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus metas responden a los intereses de una y otra entidad, es gestionado conjuntamente y se lleva a cabo en los locales de la asociación gitana en horario extraescolar. La casa de Shere Rom es una actividad en la que niños del barrio, miembros jóvenes de la comunidad, estudiantes de la universidad e investigadores participan en situaciones de aprendizaje colaborativo, ayudados por herramientas tales como ordenadores, módems, escáneres, impresoras, cámaras de vídeo digital, y otras más modestas como lápices, papel y juegos de mesa. En una habitación con 15 ordenadores, presidida por un gran laberinto de forma circular, se mueven sujetos de diversas edades que discuten frente a una pantalla, señalan una habitación del laberinto, rellenan una ficha, escriben una carta, leen las instrucciones relacionadas con un jugo de ordenador, navegan por la web, mantienen un conversación por chat, o contemplan un vídeo hecho por ellos mismos. Generalmente hay ruido, mucho más ruido del habitual en un aula, pero todo el mundo parece estar implicado en una tarea. Esta actividad no es única en el mundo. En Suecia, Dinamarca, Finlandia, EE.UU., México o Brasil, pueden hallarse variantes de lo que se ha denominado Quinta Dimensión (5D, en adelante), un sistema de actividad orientado a metas educativas diseñado originalmente por el Laboratory of Compared Human Cognition, dirigido por Michael Cole (ver Cole, 1996). El modelo 5D responde a la necesidad de articular las metas y métodos de los sistemas de aprendizaje a las características y necesidades del contexto sociocultural. En los orígenes de la aproximación teórica que sustenta la 5D se hallan las investigaciones de Michael Cole y Sylvia Scribner en África (LCHC, 1983), así como las del primero en entornos de dificultad social de EE.UU., donde plantean la necesidad de estudiar el desarrollo cognitivo en su contexto, y advierten del fracaso de los modelos educativos que negligen el papel fundamental del entorno cultural en la construcción del significado. Al igual que otros autores cuyas líneas de investigación se hallan igualmente enmarcadas en un paradigma sociocultural, plantean como elemento central que el aprendizaje no puede considerarse con independencia del escenario en el que tiene lugar, puesto que es un proceso situado. ,,, 7 La toma de conciencia de estas dificultades está en el diseño de la 5D, pues pretende proporcionar prácticas significativas para los distintos miembros que participan en ella. Se constituye en sí misma como un sistema cultural que surge a partir de la apropiación de determinados artefactos (similares en todas las 5D) por miembros de una comunidad en concreto. Estos, en tanto que participan colectivamente de esta práctica, organizada por artefactos materiales y simbólicos que utilizan “a su manera”, generan un “sistema de conocimiento, creencias, conductas y costumbres compartidas por los miembros de un grupo en interacción al que los miembros pueden referirse y que sirve de base para nuevas interacciones. Los miembros reconocen que comparten experiencias, y se puede aludir a ellas con la expectativa de que serán comprendidas por otros miembros, utilizándose así para construir una realidad por los participantes” (Fine, citado por Cole, 1996). La 5D pues, pretende generar microculturas o sistemas de actividad que, a partir de un mismo conjunto de artefactos, adaptan su uso de manera flexible a su situación local y contexto sociocultural, así como a las necesidades de la comunidad. Entiéndase aquí comunidad no sólo como el contexto local, sino como una realidad compleja en la que han de haber objetos identificables tanto por los miembros adultos y menores de la comunidad local, como por los estudiantes en prácticas, como por los investigadores. El uso de los artefactos proporciona unos significados compartidos y, al tiempo, la modificación de tales artefactos de acuerdo a las metas e intereses de los miembros de la comunidad. Para que ello sea posible, la 5D, aunque sustentada en unos muy concretos principios teóricos, muestra un “bajo nivel de institucionalización” que permite que semejante sistema de actividad sea apropiado por comunidades muy diferentes, generando sistemas de significado que pasan a formar parte de la red constituida por la cultura local. El tratamiento de la diversidad, pues, no reside aquí en una “adaptación” del sistema, sino que es inherente a él. La 5D se constituye como un conjunto de prácticas significativas en tanto que cumplen las tres condiciones señaladas más arriba: trazan un trayecto donde se encuentran el desarrollo del sistema de actividad y el de los participantes; crean un universo de significados compartidos; y se articulan en la red de prácticas de la comunidad. Así, en la 5D, sus artefactos (herramientas, símbolos y procedimientos) no son estáticos e inmutables, sino que se orientan y son modificados por los procesos de participación. Siguiendo los principios del aprendizaje colaborativo, la 5D pretende generar procesos por los que el niño trasciende su nivel de desarrollo participando en una comunidad donde se comparten formas de juego constructivo, con ayuda y guía de expertos y de iguales. Es decir, la creación de una Zona de Desarrollo Próximo en la que dos o más sujetos -generalmente un experto y un aprendiz- participan en una actividad que tiene un significado compartido -aunque no necesariamente al mismo nivel. El curso de la actividad está diseñado para incentivar la acción concertada de sujetos con diferente nivel de experiencia: estudiantes y niños, niños expertos y niños novatos, investigadores y estudiantes... ,,, 8 En suma, la 5D es una comunidad de prácticas en la que los objetos de conocimiento se recrean a cada momento a través de la participación de sus miembros. Sus potencialidades en el abordaje de la diversidad cultural residen precisamente en ese papel fundamental de la participación en la creación de significados. Los objetos se incorporan -y por lo tanto se recrean- en cada comunidad local. Así, transmisión y adquisición se subordinan a participación. Los artefactos Cole (1996) define la cultura como un medio en el que se desenvuelve la vida humana y que consiste en un conjunto de instrumentos interrelacionados, compartidos por los miembros del grupo y heredados a través de generaciones. Estos artefactos incluyen instrumentos físicos, conocimientos y creencias, organización social y conductas asociadas a los instrumentos físicos, simbólicos y sociales. La cultura provee mecanismos de mediación cultural (herramientas o signos) al niño en desarrollo en contextos de actividad específica, y el niño toma (se apropia) de tales medios culturales, reconstruyéndolos en el proceso de la actividad. El niño, pues, no accede al mundo como algo inmediato. Su conocimiento está mediado por los artefactos que le son provistos en los distintos contextos de actividad en los que se desenvuelve. Su identidad no se entiende de una manera separada a tales artefactos. Su desarrollo consiste precisamente en la apropiación de esos artefactos. Los artefactos mediadores incluyen instrumentos y signos, tanto herramientas materiales, como conceptos, signos y modelos mentales (guiones, esquemas, etc.). Al tiempo que los artefactos “externos” son interiorizados, las representaciones internas se exteriorizan a través del discurso, el gesto, la escritura, la manipulación del material del entorno, etc. (Engeström, 1999) El modelo 5D crea un espacio en el que aprendices y expertos (sean adultos o niños) trabajan para la solución de tareas y problemas determinados, con el fin de fomentar la participación activa de los diferentes actores en el proceso de aprendizaje. El artefacto coordinador central de la 5D es un laberinto1 a través del cual se estructura el camino a seguir y en el que están repartidas las variadas actividades que se posibilitan. El niño que inicia la actividad comienza su recorrido en una “habitación” del laberinto, donde puede escoger una tarea. Estas tareas o actividades suelen ser algún tipo de juego informático educativo, convirtiéndose el ordenador en una herramienta mediadora en la mayoría de las interacciones educativas que se dan durante la actividad. De todas formas estas no son las únicas tareas posibles sino que, y debido a la flexibilidad del modelo, se pueden introducir otro tipo de actividades utilizando herramientas diversas, con el fin de ofrecer mayores posibilidades de acción. Así pueden existir actividades en las que se usen las nuevas tecnologías (páginas web, e-mail, chat, scanner, videocámaras, etc) u otras en las que se recurra a herramientas más tradicionales (lápiz y papel, colores, juegos de mesa, etc). 1 Insertar figura: Laberinto ,,, 9 Dentro del laberinto el aprendiz escoge su recorrido por las distintas habitaciones, aunque siempre siguiendo algunas restricciones. Esto promueve la toma de decisiones y la planificación de la acción por el aprendiz. Cada una de las actividades del laberinto cuenta con una ficha de juego2, en la que se explica la tarea a realizar. En ella se establecen también diferentes niveles de experiencia y proporciona pistas para su resolución. Avanzar un nivel depende de cada aprendiz y su ritmo. Cuando el aprendiz ha realizado las actividades marcadas en cada nivel puede moverse por el laberinto hacia aquellas salas dónde tiene acceso. La estructuración de las actividades a través de un laberinto y la consecución de diferentes niveles de experticia supone el funcionamiento básico del modelo. Este funcionamiento, una vez asumido por el aprendiz, se convierte en una motivación intrínseca para superar cada una de las actividades propuestas en la actividad. Quien organiza y ofrece la actividad suele ser alguna figura fantástica (el Mago, en nuestro caso Shere Rom) a la que los participantes no conocen y que suele ser bastante ambigua (en cuanto a género, procedencia, edad, etc.). Esta figura es la que propone las normas de funcionamiento, quien ofrece la infraestructura y a quien deben dirigirse los participantes de la actividad para cualquier duda o requerimiento. Las características de esta figura fantástica pueden definirse en cada contexto para adecuarse mejor a las realidades de la población a la que se dirige la actividad, pero aún así está definida de forma ambigua facilitando el surgimiento de discusiones y debates sobre sus posibles identidades. Las normas de funcionamiento que rigen las rutinas diarias, los rituales extraordinarios (entrada, cambio de estatus, sanciones) y definen los roles, surgen tanto explicita como implícitamente en cualquier encuentro social. En el modelo 5D se convierten también en un elemento importante para el funcionamiento de la actividad. Estas normas vienen definidas de entrada por el mago y todos los miembros de la comunidad deben aceptarlas para poder formar parte de ella. Aunque también pueden cambiarlas a partir del diálogo con el resto de compañeros y con el propio mago (a partir de carta o correo electrónico). Este es un punto importante, el modelo 5D pretende ser un modelo de actividad adaptable a las necesidades de cada uno de los contextos, así pues es necesario que los miembros de cada 5D local puedan ser partícipes en la creación y cambio de sus reglas de funcionamiento. La adaptabilidad del modelo permite pues el cambio constante de la estructura en cada momento. Así pues, las herramientas aquí descritas son sólo el esqueleto a partir del cual se estructura la actividad, pero no son necesariamente todas las que pueden existir, y en algunos casos alguna de ellas puede desaparecer para poder responder mejor a las características del lugar. Los actores3 La 5D se caracteriza por un diseño intergeneracional e interinstitucional. Es fruto de la colaboración entre instituciones o agentes de la comunidad (escuelas, centros de educación no formal, asociaciones de barrio, etc.) y la Universidad. De ambas entidades 2 3 Insertar figura insertar figura ,,, 10 surgen los diferentes participantes cuyos roles pueden sufrir transformaciones en el desarrollo de la actividad. 9 Niños: Son, en principio, el aprendiz de la díada experto-novicio. Siguen un itinerario definido por el laberinto y las reglas de la 5D local, y ejecutan las actividades orientadas al aprendizaje. Pero juegan también el papel de experto. Directamente en la ayuda a otros niños en actividades que ellos ya han completado; indirectamente, a través de sus cartas al mago o a niños de otras comunidades, informando sobre sus conocimientos y recomendaciones para ejecutar un juego en particular. De manera formal, una vez completado el laberinto a un determinado nivel, ascienden al rol de “ayudante de Mago”, con lo que su rol de experto es ritualizado e institucionalizado. 9 Estudiantes: Son el experto de la díada. Proporcionan un conocimiento general sobre el mundo, sobre los conceptos tal como se usan en ámbitos formales y son modelo de un determinado uso del lenguaje y en el desarrollo de estrategias de resolución de problemas. Pero están allí como estudiantes de prácticas, como aprendices que deben adquirir experiencia en el trato con niños en situaciones de enseñanza-aprendizaje. Si, además, son miembros de un grupo cultural diferente al de la comunidad donde está enclavada la 5D, deben aprender algo acerca de los significados compartidos en el seno de una cultura que les resulta extraña. Por último, en tanto que redactan notas de campo, son ayudantes de la investigación. 9 Educadores y coordinadores. Aunque los estudiantes juegan un papel como educadores, existe además una figura que consiste en expertos que permanecen en la actividad por períodos de más de un semestre (hasta varios años). Pueden ser estudiantes implicados a través de prácticums de pregrado o de programas de postgrado, becarios en algunos casos. Pero también miembros de la comunidad local cuya presencia se da en régimen de voluntariado o como contratados. Su rol se desglosa en toda una serie de funciones: enlaces entre la comunidad local y la Universidad, gestores de la actividad cotidiana, dinamizadores de la actividad grupal, registradores de eventos, promotores de cambio. En muchas ocasiones, su rol se une al de investigador. 9 Investigadores. Todo equipo de investigación ha de tener una presencia en la actividad que va más allá de la recogida de datos. La 5D es tanto intervención como investigación –dejaría de serlo si faltase alguno de esos polos- por lo que los investigadores están implicados, como colectivo, en la planificación y el desarrollo cotidiano de la actividad, y no sólo en el estudio de lo que en ella acontece. Juegan a menudo un papel docente respecto a los estudiantes, pero su principal objetivo es aprender acerca del desarrollo de la actividad 9 Agentes locales. Sean los maestros o el director si la 5D se halla en una escuela, o miembros de asociaciones si se halla en otro lugar. Estos agentes juegan un importante papel en tanto que proporcionan un espacio y el acceso de miembros de la comunidad. Contribuyen a definir las metas de la actividad y tienen por ello incidencia en su desarrollo. Son expertos sobre su comunidad, y hallan en la 5D tanto un recurso para intervenir, como un campo de aprendizaje sobre nuevas herramientas. ,,, 11 La práctica cotidiana Como se puede ver, el rol de aprendiz o experto está distribuido entre los diferentes actores de manera flexible. Es sumamente instructivo observar cómo un niño enseña a un estudiante universitario cómo hay que entrar en un determinado programa o alguna característica de la red de ordenadores. O cómo un doctor en psicología y un gitano autodidacta sin estudios formales, discuten sobre los objetivos y diseño de la actividad. La 5D hace hincapié en uno de los elementos fundamentales de las comunidades de práctica: la identidad. Los diferentes actores participan de acuerdo a metas en principio diferenciadas (los estudiantes, superar sus créditos; los niños, jugar; los investigadores, obtener una “laboratorio” para el estudio de procesos educativos y culturales; los agentes de la comunidad, promocionar a su población y a la propia entidad...). Sin embargo, la participación lleva a procesos de negociación de metas compartidas. Y, al mismo tiempo, al compartir objetos se crean significados compartidos. La afiliación de sujetos de procedencias diversas a una misma comunidad implica compromiso mutuo, responsabilidad ante la empresa compartida, en tanto que todos son considerados como interlocutores. Las trayectoria de aprendizaje de los miembros pueden ser periféricas, pero ello no excluye fenómenos de afiliación y, al fin y al cabo de creación de identidades basadas en una multiafiliación. Es en sí, un proyecto intercultural. Después de cinco años de funcionamiento de la Casa de Shere Rom, la actividad sigue llenándose de niños que acuden semanalmente, hasta el punto que se ha debido de programar turnos diferentes para cada día de la semana. La asistencia no es obligatoria, ni son derivados desde ningún servicio ni escuela. Es habitual que el primer día, al proponerles que han de escribir una carta a Shere Rom para presentarse, la respuesta sea una queja del tipo “yo venía a jugar, no a escribir”. Por lo general, son niños que tienen una pésima imagen de sí mismos como escolares, y no quieren saber nada con algo que tenga que ver con “el cole”, donde a menudo han experimentado el fracaso (ver Lalueza, Crespo, Pallí y Luque, 2001). Pero al cabo de una o dos semanas, se muestran excitados ante la recepción de una carta o de un e-mail de Shere Rom o de otro niño que vive al otro lado del Atlántico. ¿Qué ha pasado? Consideramos que son dos los elementos que hacen esta actividad sostenible. En primer lugar, el marco institucional en que se desarrolla. La Asociación gitana es percibida como algo propio, donde se mueven entre adultos y jóvenes de su comunidad. Es fácil, por tanto, sentirse miembro, identificarse. Pero esta identificación se nutre de otros referentes, pus también hay gente joven de otras comunidades que asiste a la Universidad y que se comportan como un amigo que les sirve de enlace con otros mundos. En segundo lugar, lo que allí ocurre es significativo. Escribir no es un ejercicio, sino un acto comunicativo que recibe respuesta. Escribir bien no depende de una sanción, sino que se manifiesta como una necesidad para ser comprendido. ,,, 12 Identidad y significatividad son consecuencia de una estrategia basada en la participación. Conclusiones La Casa de Shere Rom está situada intencionalmente en un contexto no escolar. Ello se debe a su origen, por un lado una demanda concreta de una asociación gitana cuyos miembros estaban preocupados por el escaso éxito cualitativo de la entrada en la escuela de los niños de su comunidad. Por otro lado, el interés de un grupo de investigadores en promover formas de actividad educativa fuertemente vinculadas a la comunidad. Además de una experiencia de intervención socioeducativa, es un laboratorio donde psicólogos y psicopedagogos pueden estudiar el aprendizaje colaborativo mediado por nuevas tecnologías y, con la ayuda de ingenieros informáticos, desarrollar nuevas herramientas educativas. Pero este tipo de actividad se puede trasladar a la escuela -en otros países hay quintas dimensiones en escuelas- y estamos trabajando en experiencias concretas en ese sentido. Pero ello será sostenible sólo cuando la escuela incorpore la participación y el aprendizaje colaborativo como elementos esenciales. Es decir, cuando la escuela, seguramente espoleada por la necesidad de atender a la diversidad cultural, apueste decididamente por la introducción del aprendizaje colaborativo y las nuevas tecnologías. Cuando la participación real de todos los actores y su vinculación al cambiante contexto sociocultural la conviertan en una comunidad de aprendizaje, con un impacto cotidiano más allá de sus muros. Pero estén tranquilos aquellos que quieren desarrollar su actividad en la educación no formal. Nuevas necesidades sociales proporcionarán oportunidades para desarrollar nuevas experiencias educativas. ,,, 13 Referencias Cole, M. (1996): Cultural Psychology. A once and future discipline. Mambridge, MA: Harvard University Press. (traducción castellana (1999): Psicología Cultural. Madrid. Morata.) Crook, Ch. (1994): Computers and the collaborative experience of learning. London. Roudledge. (traducción castellana (1998): Ordenadores y aprendizaje colaborativo. Madrid. Morata.) Engeström, Y. 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Madrid: Visor. Esta es una sólida obra, tanto por los capítulos dedicados a la fundamentación teórica, como aquellos que orientan la práctica. Recomendaríamos especialmente las páginas dedicadas al concepto de comunidad. Estudia los procesos educativos en su contexto, tanto formal como no formal. Wenger, E. (2001): Comunidades de práctica. Aprendizaje, significado e identidad. Barcelona. Paidós) Este libro parte del supuesto de que el compromiso en la práctica social es el proceso fundamental por el cual aprendemos y nos convertimos en quienes somos. Ofrece una explicación social del aprendizaje a partir del análisis de la intersección entre la comunidad, la práctica social, el significado y la identidad. Tienen especial interés el primer y último capítulos del libro: en el primero se aborda la perspectiva teórica y el último está centrado en la educación. Los contenidos de este artículo se han desarrollado a partir de proyectos de investigación financiados por la Dirección General de Estudios Superiores del Ministerio de Educación (PB98-0905) y el V Programa de la Unión Europea (IST-2000-23435) ii Grupo de Investigación en Desarrollo Humano, Intervención Social e Interculturalidad (DEHISI, Universitat Autònoma de Barcelona). Además de los autores de este escrito, en esta investigación participan Juan Muñoz, Miquel Àngel Essomba, María José Luque, Marc Bria, Luana Mourâo, Meritxell Portell, Susana Serrano y Àbel Beremenyi. iii Lalueza, j. L.; Barrientos, A.; Crespo, I. y Martínez, S. (2001): Estudio de necesidades sociales del barrio de Sant Roc, encargado por la Generalitat de Catalunya. i ,,, 15