El curita que todo lo bautizaba

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LECTURA 4º BÁSICOS
El curita que todo lo bautizaba
Pedro Urdemales
Apenas llegando a una aldea del norte o sur, Pedro se notició que el párroco del lugar
andaba buscando un ayudante, y pensó que esa era su oportunidad de conseguir mesa, cama y
techo, tres cosas que siempre le costaba reunir.
El dato de los dieron unos muchachones que charlaban en una esquina, y le extrañó que
ninguno de ellos se interesara por conseguir ese empleo.
-
Es que el pairecito es algo raro – explicó uno.
A todo le anda poniendo nombre – aclaró otro.
A Pedro no le parecía raro en que un curita anduviera bautizando, pero no dijo nada, pues
sus andanzas le habrían enseñado que no era prudente discutir con desconocidos.
El párroco lo recibió muy bien, y mientras le explicaba las obligaciones del trabajo, le iba
mostrando la sencilla casa parroquial.
Abriendo la puerta del dormitorio, le preguntó:
- ¿Qué es esto que ves aquí?
- Un catre, pues, señor cura – respondió confiado Pedro.
- No, hombre, eso se llama caramiscle y a mí me llamarás Pontemiscle.
- Y esos ¿qué son? – siguió el párroco.
- Esos son zapatos…
- No, no – lo atajó de nuevo el curita – esos se llaman carabitate.
El interrogatorio siguió en la cocina:
- Y eso, ¿qué es?
- ¡Eso es agua, su mercé!
- No. No: eso se llama clarencia.
- ¿Y esto?
- ¡Esto es el fuego!
- Tampoco lo sabes, hombre: esto se llama violencia.
En ese momento se acercó ronroneando un gato y el cura le dijo que eso era el ave que
caza rate.
Por último lo llevó a conocer la bodega, donde le fue mostrando todo lo que debería
mantener en orden: elementos como el bitoque – nombre que le daba a la paja – y víveres
almacenados, como arrollado, salchichas, a los que había bautizado filitre y filitroque.
Aunque a Pedro todo esto le parecía harto curioso, solo le interesaba pensar que al fin la
divina providencia parecía ofrecerle una vida tranquila con un trabajo estable.
Así iban las cosas y así parecían seguir, hasta que una medianoche – seguramente
pensando en ordenar su estómago – Pedro decidió meterse en la bodega, donde el gato,
sobresaltado, da vuelta el mechero encendido sobre la paja…
Mal alumbrado por el fuego y bien ahogado por el humo, solo atinó a correr a dar la
alarma a su patrón:
Señor don Pontemiscle,
Salga de su caramiscle:
calce sus carabitate,
que el ave que caza rate
se ha vestìo de violencia
y si no hecha la clarencia
se quemará el bitoque.
Yo me llevo los filitre
Y salvo los filitroque.
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