Problemas de aprender a tocar el violín a una edad demasiado

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Problemas de aprender a tocar el violín a una edad demasiado
avanzada.
Por Juan Krakenberger
Sentir impotencia es probablemente la cosa más denigrante que un ser
humano puede experimentar. En consecuencia, antes de que una persona
adulta – digamos con más de 18 años – se decida a seguir el íntimo deseo
de aprender a tocar un instrumento, y en particular el violín (o la viola), unas
cuantas cosas deberían ser aclaradas, para evitar precisamente esto: Ese
sentimiento de impotencia cuando uno se ve obligado a decidir, después de
un año o dos, si hay que abandonar el intento.
Permítanme proceder gradualmente, con paciencia, para definir el asunto.
Las estadísticas muestran que casi todos los violinistas famosos empezaron
a estudiar el instrumento a temprana edad: Alrededor de 5-6 años, y aún
antes. Un adulto dirá: No pretendo ser célebre, quiero solamente tocar una
melodías y tal vez entrar en una orquesta de aficionados. ¡Perfectamente
plausible! Pero aún así, no debe subestimarse el resultado de esas
estadísticas que nos dicen, en resumidas cuentas, que llegar a tocar el violín
resulta más fácil si se empieza a temprana edad. Y, en consecuencia, que la
cosa se pone más difícil a medida que pasa el tiempo y uno envejece.
¿Porqué es esto así? Es precisamente esto lo que quiero explicar en estas
líneas. Estoy convencido que es importante saber porqué, ya que siempre
puede haber una excepción a la regla, y si el lector está convencido, a pesar
de todo, que él/ella o un alumno en ciernes son capaces de superar el
handicap de empezar tarde, entonces – porqué no – hay que darle una
oportunidad al intento.
Yo tengo alumnos adultos, novatos, que proceden de varias actividades
musicales: Cantantes, pianistas, guitarristas, bailarines, y también neófitos
totales. Éstos últimos probablemente son más fáciles de manejar, porque
sus expectativas son menores, y tienen más paciencia hacia el primer
objetivo, que consiste en poder tocar una melodía sencilla de forma afinada.
Pero el problema básico es el mismo, y lo malo es que poco y nada tiene
que ver con música. Tiene que ver con los músculos del cuerpo, psicología,
neurología, memoria táctil, relajamiento, paciencia, perseverancia, arrojo, y
de nuevo paciencia.
Es un hecho bien conocido que tocar el violín es una de las tareas más
exigentes que “ homo sapiens” se ha propuesto a dominar. El instrumento
mismo, inventado por una persona que debió tener un conocimiento
profundo e íntimo del cuerpo humano – hay indicios que fuera Leonardo da
Vinci, pero faltan pruebas para afirmarlo - presupone una postura que, a
primera vista, es diferente de todas las otras posturas que el ser humano
adopta para realizar sus múltiples actividades. Cualquier persona puede
probar elevar su brazo izquierdo, con un ángulo de aprox. 60º en el codo, y
sin que el antebrazo toque el torso. ¿Cuánto tiempo aguanta Ud. esto sin
cansarse? Pues bien, los violinistas hacen eso por horas, y no deben
cansarse. ¿Y porque no se cansan? Porque, si se hace esto durante algún
tiempo todos los días, desde temprana edad, músculos se desarrollan que
convierten esto en una postura natural. Lo malo es, que si esto no se
convierte en algo habitual y cotidiano, los hombros se tensan, y entonces
realmente tendremos serias dificultades. Yo estimo que el 95% de todos los
defectos de los que aprenden el violín proviene de hombros tiesos. Es fácil
demostrar porqué. Levante cualquiera de sus brazos, con un ángulo en la
región del codo, y comience a agitar su muñeca, como si quisiera decir
adiós, pero con las palmas para arriba. Ahora tense sus hombros y,
inmediatamente, las muñecas se endurecen y la moción del adiós se
convierte en algo duro, forzado. Esto demuestra que hombros sueltos y
muñecas sueltas son la misma cosa, y ya que el violín se toca con dedos
igualmente sueltos, éstos lo serán solamente si la muñeca lo es también.
(También es fácil poner esto a prueba). Hemos descrito todo este camino
para entender porque el cuerpo y ciertos músculos constituyen las
herramientas básicas de cuyas buenas condiciones dependen resultados
satisfactorios.
Pero, esto es apenas uno de los aspectos. Miremos los ángulos psicológicos
y neurológicos. Para empezar, hay que superar la simetría que tenemos
instalada en nuestro cerebro. El ser humano tiende a querer hacer lo mismo
con ambos pies, o sus dos manos, o ser activo con apenas una mano y
descansar la otra. (Por ello está prohibido manejar un coche y hablar
simultáneamente por el teléfono móvil). Para poder hacer cosas diferentes
simultáneamente con ambas manos hace falta entrenamiento. Y para hacer
cosas diferentes difíciles simultáneamente con ambas manos hace falta un
entrenamiento intensivo y prolongado. O, para ir aproximándonos al asunto
desde otra perspectiva, la habilidad de coordinar las notas que se tocan
sobre el violín con la izquierda, y de tirar arco con la derecha, representa
para nuestro cerebro un esfuerzo considerable, lo que implica ejercicios
complicados, precisamente para desarrollar esta comprensión y –
indispensable – para lograr eventualmente su total automatización. Es vital
que esto sea así porque – y aquí tocamos otro punto álgido – se supone que
toquemos con facilidad, sin un esfuerzo consciente, precisamente para
poder expresar libremente nuestros sentimientos para llegar a la meta
original: hacer música con el violín.
Agarrar el arco correctamente – para lograr usarlo de forma adecuada – es
otro problema mayor. El pulgar se convierte en el dedo más importante de la
mano derecha. Debe doblarse en la articulación más cercana de las uñas, y
su nudillo no debe sobresalir, porque si lo hace el pulgar se acorta. La punta
del pulgar debe formar un anillo con el dedo cordial, más o menos cerca de
la articulación vecina a la uña, y este punto de contacto se convierte en una
articulación universal, con el arco metido entre ambos dedos. Pruebe
mantener un arco horizontalmente, con estos dos dedos cerca del talón, y
verá lo difícil que es esto. Requiere mucha destreza hacerlo sin que los
nudillos salgan. Sería muy largo explicar aquí la función de los otros tres
dedos que se apoyan sobre el arco. Resumamos diciendo que las señales
que vuelven (feedback) a través de las vibraciones del arco a los nervios que
tenemos en el índice, anular y meñique, se transmiten directamente a
nuestro cerebro, que debe haber sido entrenado a interpretar este tipo de
mensaje para instruir a los dedos de ejercer mayor o menos presión a fin de
obtener la sonoridad o calidad de sonido deseada. Este feedback es tan sutil
que sería difícil de medirlo si nos lo propusiéramos – la sensibilidad de la
superficie de nuestros dedos es casi milagrosamente intensa, pero esto
funciona solamente si la postura de la mano es correcta, suelta, sin
obstáculos. Y con eso volvemos a la muñeca, a los hombros, a nuestra
capacidad de relajarnos, a nuestra manera natural de pretender hacer
música con el violín o la viola.
Hay otro asunto: Se aprende el violín parado – no sentado. ¿Porqué? Pues
para que sea algo más fácil relajar los hombros y también para asegurar que
nuestra espina dorsal no esté indebidamente curvada. Pero esto no quita
que cansa estar parado hora tras hora, a medida que uno envejece.
Además se supone que se tengan las rodillas ligeramente dobladas, que la
postura sea natural para nuestro espinazo, y que sepamos girar nuestro
torso en ambas direcciones sin mover los pies. Y me abstendré, a propósito,
de describir lo que significa tener el violín “ enchufado” bajo el mentón: Los
cuellos varían en tamaño, y cada caso debe resolverse individualmente, para
no cansar las cervicales, los dientes, o la mandíbula.
Después de divagar largamente sobre nuestro cuerpo, aún no hemos
hablado del órgano más indispensable: Nuestro oído. Pues, por raro que
parezca, toda persona que canta de manera afinada, que puede repetir una
nota dada sin titubear, y que puede recordar una melodía en ritmo correcto,
es capacitada para aprender un instrumento si no fuera, en el caso del violín
y viola, por los obstáculos precedentes. En ese contexto hay un detalle que a
los profesores de violín/viola nos asombra una y otra vez: El hecho que la
torpeza física es capaz de anular hasta el oído más entrenado. Cancela la
percepción del alumno e impone erre que erre notas desafinadas. Lo que
nos vuelve una vez más al mismo sitio de antes: Destreza es absolutamente
necesaria, y por ello es en esa dirección que debemos concentrarnos
cuando tratamos con novatos adultos. Sin duda esto hallará resistencia:
¡Qué aburrido! ¿Qué lata! ¿Porqué no puedo entretenerme con unas
melodías?
Es, por todo esto, indispensable confrontar a los candidatos adultos con
todos estos problemas, antes de empezar. Si han entendido lo que significa
el aprendizaje del violín, su actitud será más resueltamente decidida hacia la
superación de los obstáculos, y entonces puede haber alguna remota
posibilidad que la meta de tocar una sencilla melodía de manera afinada y
con una calidad sonora discreta pueda ser alcanzada en, digamos, un año y
medio.
El camino es totalmente diferente con un niño: debe divertirse, aún si suena
a truenos. Precisamente, la gente adulta es más exigente, quieren obtener
satisfacciones y no sufrir frustraciones, y por ello es mejor tratar el problema
como si de gimnasia se tratara. Entrenar al cuerpo y los músculos
involucrados, con ejercicios físicos (por ej., Sevcik) y explicarles que este es
el camino más rápido hacia la meta deseada. ¡Porqué resulta que eso es la
verdad!
Quisiera relatarles mis propios resultados, después de más de un año de
trabajo con novatos adultos: La cantante no consiguió relajarse: Fracaso. La
pianista va bastante bien, después de aprender que los dedos no deben
seguir presionando, como es en el piano. Prometedor. El guitarrista aún no
puede soltar sus dedos de la mano izquierda lo suficientemente para adquirir
agilidad, lo que también significa intonación deficiente: Difícil pero no
imposible. La bailarina – por raro que parezca – tiene problemas de relajar
todo el cuerpo, con las consecuencias resultantes. Los bailarines necesitan
una disciplina extrema, y abandonarse sin control no les resulta fácil. Esto se
ha de superar en su debido tiempo. Pero – y esto es un gran “ pero” - ninguno
de ellos será jamás un profesional - esto está fuera de cuestión. Tocarán
cosas sencillas, pero adquirirán conocimientos, que les serán útiles en sus
carreras profesionales. En cuanto a los neófitos, yo diría que las
probabilidades de adquirir una destreza modesta son 90:10 en contra. Pero
como siempre existen excepciones, nadie debería ser eliminado “ a priori” –
por sí acaso. Si después de un año no se han hecho avances significativos,
entonces sería bastante injusto crear falsas expectativas.
Una palabra respecto a niños/niñas menores de 10 años, o jóvenes menores
de 18: Si se detecta un talento genuino, la cosa debe ponerse a prueba de
todas maneras. Hay gente que toca muy bien y que empezó después de los
10 años de edad. Tuve hace años un alumno de viola que inició estudios
serios en la viola después del bachillerato, y le fue muy bien. Pero él se
concentró en el instrumento por varios años, no haciendo nada más que
eso. Aún así, yo considero este caso como algo excepcional.
Dado que la variedad en la especie humana es infinita, no se pueden
establecer reglas rígidas. Si una persona es feliz tocando – aún cuando
suene a truenos – dejémosla ser feliz y ayudémosla a superarse
gradualmente. Una consecuencia positiva de alumnos que empiezan tarde
en la vida es que se dan cuenta de los obstáculos que deben vencer, y si
tienen hijos, harán lo necesario para que éstos empiecen más temprano. Y
esto es eminentemente positivo.
Aquellos violinistas o violistas que han aprendido a tocar razonablemente
bien a pesar de haber comenzado tarde seguramente no serán muy felices
cuando lean esta historia. Pero, mano sobre el corazón, ¿no empezarían
todos ellos antes si tuvieran nuevamente la ocasión de hacerlo? Y si este
punto es afirmativo, entonces todo el mundo – y especialmente padres –
debería estar atento a posibles talentos de los niños, haciéndoles comenzar
con el instrumento a temprana edad, y cuanto antes, mejor. Si este mensaje
convence, se justifica éste artículo y mi consciencia estará tranquila.
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