Ejercitar nuestro espiritu

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EJERCITAR NUESTRO ESPÌRITU
EJERCITARNOS ORANDO
Tenemos que comenzar a ejercitar nuestro espíritu orando, porque en
principio, orar es algo que se efectúa en el espíritu (Ef. 6:18). Si vamos a
ejercitar los ojos, lo hacemos mirando. Si vamos a ejercitar los pies, tenemos
que caminar. Cuanto más caminemos, más ejercitamos los pies. Del mismo
modo, la mejor forma de ejercitar el espíritu es orar. Sin embargo, en nuestra
experiencia, orar tal vez no nos parezca tan fácil.
Una razón por la que en ocasiones no podemos orar, es que no usamos
nuestro espíritu regularmente; éste no funciona por falta de ejercicio. En una
ocasión, un médico me dijo que si cubríamos nuestros ojos por tres meses,
perderíamos la práctica de ver. Aunque abriéramos nuestros ojos, no
tendríamos la visión, porque no habríamos ejercitado nuestros ojos por
bastante tiempo. Si no usamos nuestros ojos, éstos dejarán de funcionar. Del
mismo modo, muchos hermanos y hermanas sencillamente dejan de usar su
espíritu. Usan constantemente la mente, la parte emotiva, la voluntad, o el
cuerpo físico, pero no su espíritu. Por lo tanto, el espíritu deja de funcionar y
como consecuencia se atrofia.
La mejor manera de ejercitar nuestro espíritu es orar. Al ejercitar nuestro espíritu
en oración, nuestra meta debe ser tener contacto con el Señor, y no
simplemente orar por ciertas personas o cosas. Sencillamente establezca
contacto con el Señor y permítale que El le dé la carga de orar por alguien. No
vaya al Señor con la mente llena de peticiones. Si trata de establecer
contacto con el Señor de esta manera, su espíritu se cerrará. Debemos ir al
Señor con un espíritu completamente abierto, adorándole, alabándole y
dándole gracias. Entonces sabremos por qué orar y tendremos mucho que
decir al Señor en oración.
Orar sin cesar al invocar el nombre del Señor
En 1 Tesalonicenses 5:17 Pablo nos exhorta a orar sin cesar. ¿Qué significa orar
sin cesar? Aunque podamos comer y beber varias veces al día, nadie puede
hacerlo sin cesar. Lo que sí podemos hacer es respirar sin cesar. El mandato de
Pablo es que oremos sin cesar, e implica que el orar sin cesar es semejante a
respirar. ¿Pero de qué manera nuestra oración se convierte en nuestra
respiración espiritual? ¿Cómo podemos lograr esto? La forma es invocar el
nombre del Señor. Debemos invocar al Señor Jesús continuamente. Así
respiramos, es decir, oramos sin cesar. Debido a que no estamos
acostumbrados a ello, debemos practicarlo todo el tiempo, debemos invocar
el nombre del Señor. Vivir es respirar. Hablando espiritualmente, respirar es
invocar el nombre del Señor y orar a Él. Invocando el nombre del Señor Jesús,
respiramos al Espíritu.
Orar-leer la Palabra
A fin de experimentar el suministro del Espíritu que se halla en la Palabra,
tenemos que ejercitar nuestro espíritu, y orar-leer es una de las mejores formas
de hacerlo.
Usemos el salmo 133 para mostrar la diferencia entre analizar la Biblia y disfrutar
el alimento que ella contiene al orar-leer. Durante el tiempo devocional,
algunos cristianos leen el salmo 133. Mientras lo hacen, quizás comiencen a
analizar y preguntarse acerca del ungüento, la barba, el borde de las
vestiduras, el rocío y el monte de Hermón. En lugar de recibir el suministro
abundante, se distraen con muchas preguntas sin respuesta. Pero si en vez de
eso, oramos-leemos el salmo 133, tomaremos este salmo de una manera
viviente. Mientras oramos-leemos, podríamos decir: “¡Mirad, amén! Cuán
bueno y cuán delicioso, amén”. Al tomar la Palabra de esta manera,
aplicamos el Espíritu todo-inclusivo a nuestro ser interior. Al orar-leer,
ejercitamos nuestro espíritu para recibir el alimento espiritual de la Palabra.
Mediante esta nutrición, crecemos en vida, somos nutridos con las palabras de
fe y con la sana enseñanza. Si invertimos tan sólo diez minutos para orar-leer un
pasaje de la Palabra, seremos nutridos ricamente. Más aún, experimentaremos
los numerosos elementos de las riquezas de Cristo.
EJERCITAR NUESTRO ESPIRITU EN LAS REUNIONES
Finalmente, debemos ver que es crucial que ejercitemos nuestro espíritu en las
reuniones de la iglesia. Cada vez que nos congreguemos, debemos funcionar.
Podemos orar, alabar, o compartir un testimonio. Esto es ejercitar nuestro
espíritu y no permitir que permanezca en una condición de muerte ni
aletargamiento. Pero siento decir que muchos santos no ejercitan su espíritu. En
lugar de esto, permiten que su espíritu permanezca adormecido. Tal pareciera
que dejan su espíritu en una tumba.
Cuando en una reunión todos ejercitan su espíritu, el Espíritu Santo tiene la
libertad para moverse y fluir. Esto constituye una verdadera batalla, pues
Satanás sabe que si todos liberan su espíritu, él será derrotado; así que,
sutilmente ataca este blanco estratégico, y ahoga el espíritu de los santos. En
tanto que él logre ahogar nuestro espíritu, nosotros seremos derrotados, y él
saldrá ganando. Por lo tanto, tenemos que pelear la batalla; tenemos que
aprender a liberar nuestro espíritu todo el tiempo, y estar siempre preparados
para orar. Siempre que asistamos a una reunión, inmediatamente debemos
ejercitar y liberar nuestro espíritu para orar.
Todos nuestros problemas pueden ser resueltos y todas nuestras necesidades
satisfechas si ejercitamos nuestro espíritu. Todo lo que Dios es y todo lo que El
ha logrado y obtenido se halla en el Espíritu que incluye todos los elementos
divinos, el cual fue instalado en nuestro espíritu. Por consiguiente, al volvernos a
nuestro espíritu y ejercitarlo, obtenemos el rico suministro que satisface toda
necesidad.
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