San Lorenzo 79 Diario del AltoAragón - Miércoles, 10 de agosto de 2011 El tenor y brigadista italiano Ennio Tofoni y la familia Gómez-Nogarol de Lascasas Milicianos disfrazados con vestiduras religiosas tras el saqueo de la Iglesia en la plaza de Lascasas, posiblemente el 23 de julio de 1936. El edificio central es la Escuela y la casona blanca que se ve al fondo a la derecha es casa Claver, donde se instaló el grupo de Ennio Tofoni. (Foto: Juan Guzmán, Archivo EFE). de esos días. Una vez que fue sofocada la rebelión militar en Barcelona en la tarde del 19 de julio, el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña –constituido el 21 de julio y que estará en vigor hasta el 1 de octubre– pensó que la mejor forma de hacer frente a una posible invasión militar fascista desde Aragón era la organización y envío de una serie de columnas de milicianos voluntarios que permitiese la conquista de Zaragoza primero y de Huesca después. Una avalancha de voluntarios antifascistas se presentó a las sedes de las distintas organizaciones políticas y sindicales de izquierda –CNT, UGT, ERC, POUM, Estat Catalá, etc. – para enrolarse en las columnas que se estaban preparando para marchar hacia Aragón. En el caso de Ennio Tofoni, su condición de militante comunista hizo que se presentase en el cuartel Carlos Marx, donde se estaba organizando una columna con militantes del PSUC y de UGT. En dicho cuartel, o más tarde en la columna, Tofoni se encontró –según manifiesta en su libro de memorias Il lungo cammino nella Sierra– con otros italianos antifascistas que habían llegado voluntarios a España para combatir contra el fascismo y defender la República. Es el caso de Nino Nanetti, de Bolonia, mecánico de profesión, que conduciría el vehículo en el que iba el jefe de la columna, José del Barrio, y que más tarde llegaría a ser jefe de brigada e incluso de división; Francesco Scotti, médico milanés, líder comunista italiano que combatirá en nuestra guerra, en la Resistencia francesa e italiana, y que con la paz tendrá importantes responsabilidades políticas en el partido comunista italiano, llegando a ser diputado y senador; Giulio Perini, de Ascoli Piceno, obrero; Giovanni Stefanelli, alias Esteban, de Fabriano, perito industrial; Giovanni Caselli, de Trieste, escultor; Osvaldo Negarville, periodista milanés, líder comunista italiano que sufrió muy pronto cárcel en Italia por combatir a Mussolini, y que luego luchó en España y en la Resistencia en Francia e Italia, ocupando después de la guerra cargos de responsabilidad en el partido comunista italiano; R. Pellegrini, alias Redi, de Venecia, ingeniero, y que, según F. Scotti, participó junto a otros dos italianos, Paolo Comida y Angelo Curti, en la voladura del puente de ferrocarril sobre el río Sotón en las cercanías de Gurrea de Gállego. En esta acción murieron el mencionado P. Comida, uno de los nueve italianos compañeros de Tofoni citados en su libro, y la pintora inglesa Felice Browne, que también menciona Tofoni como compañera y amiga del grupo de italianos que como él pasaron por el cuartel Carlos Marx de Barcelona antes de partir en la columna del mismo nombre. El 24 de julio salieron de Barcelona Tofoni y sus amigos enrolados en la columna Carlos Marx, integrada por unos dos mil milicianos, mayoritariamente del PSUC y de UGT. Entre sus integrantes había ya un cierto número de extranjeros, como el mismo Tofoni y sus amigos italianos. Algunos de estos extranjeros se encontraban en Barcelona con motivo de la celebración de la Olimpiada Popular y habían participado en los combates habidos en la ciudad. La columna la dirigían José del Barrio, Antonio Trueba y Ángel Estívill, con el asesoramiento militar del comandante de infantería Enrique Sacanell. La columna saldría en tren hacia Lérida, llegando a Grañén el día 25 de julio. Allí, estando en la estación, sufrieron el bombardeo de unos aviones que les causó cuatro muertos y una veintena de heridos, y también una profunda conmoción entre los voluntarios que hizo que muchos abandonaran. La columna se ubicó, en el frente aragonés, en el flanco derecho de la de Durruti, al norte. Tras reorganizarse en Grañén, se dispersaría por Tardienta –donde se estableció el cuartel general–, Grañén y Robres, cubriendo hasta la zona de Alcubierre. Desde allí, centurias y secciones de la columna acudirían a realizar distintas misiones bélicas en el frente de Huesca, por Lascasas, Igriés, Yéqueda, Banastás, Montearagón, Estrecho Quinto… Il lungo cammino nella sierra Para conocer las andanzas de Ennio Tofoni por nuestras tierras du- >“Soy Ennio Tofoni, el italiano al que usted curó de las importantes heridas recibidas en un brazo...” rante la guerra contamos con lo que él mismo relató a la familia Gómez –y que ahora sus miembros, de forma generosa, han compartido conmigo– y con lo que dejó escrito en su libro Il Lungo cammino nella Sierra, publicado en Milán en 1971. Se trata de un texto autobiográfico concebido inicialmente como diario, que se va escribiendo durante la contienda pero que no verá la luz hasta veinticinco años después. Narrado en tercera persona, el protagonista principal es Enrico Belmonte, “il tenore”, “l’artista”, que no es otro que el propio Ennio Tofoni. Es un tipo de escritura donde el relato personal del escritor pasa a ser, y quiere ser, relato colectivo. Un relato –como ha señalado el investigador Gil Rovira– concebido desde el frente para las retaguardias y publicado teniendo como referencia una retaguardia concreta, toda España. Es un tipo de escritura activa. Autobiográfica, sí, pero dirigida a recabar voluntades y que pretende evidenciar la solidaridad real y sin complejos del pueblo italiano con la causa republicana. Por ello, Enrico Belmonte, el alias de Tofoni, aparece como testigo directo de los sucesos, como observador involucrado en los hechos narrados. Tofoni novela su vida de combatiente voluntario italiano en nuestra guerra al servicio de la República. Es por ello que esta obra, sin estar exenta de verdad, es literatura, y como tal hay que abordarla. De cualquier forma, según nos ha contado nuestro amigo Vicente Gómez Nogarol –testigo presencial de aquellos hechos con sus catorce años– y hemos podido leer en el libro Sois Leyenda de Salvador Trallero, Ennio Tofoni formaba parte de un grupo de unos quince voluntarios internacionales –italianos, alemanes y franceses– encargados del servicio de transmisiones y tendido de líneas en las proximidades de Huesca y en la zona de la sierra de Alcubierre. Formando parte de la columna Carlos Marx –también conocida como columna Del Barrio-Trueba–, Tofoni y sus compañeros llegarían a Lascasas en fecha posterior al 26 de julio, permaneciendo durante varios meses en esta localidad donde fijaron su base de operaciones. Lascasas se viste de luto Pero antes de que llegara Tofoni y sus compañeros a Lascasas, un crimen alevoso tiñó de sangre esas tierras. El 22 de julio de 1936, el anciano párroco de Lascasas, D. Nicolás Castell Panzano, natural de Tramaced, fue asesinado por un grupo de desconocidos a unos 25 metros de la casa abadía donde residía. Don Nicolás –según relata Damián Peñart en su obra La diócesis de Huesca y la guerra de 1936– hizo caso omiso a las advertencias del sacristán Fermín Nogarol de que abandonara el pueblo por el peligro que podía correr su vida tras la llegada a la localidad de un grupo de unos quince o veinte revolucionarios que con aviesas intenciones le habían preguntado al propio sacristán por el paradero del cura. Cuando el grupo –al parecer de ideología anarquista– se presentó en la casa del cura, a eso de las tres de la tarde, de nada sirvió la intervención en su defensa del alcalde de Lascasas, don Germán Peña Laliena, un señor “que no iba mucho a misa” pero que era muy buen amigo de don Nicolás, y al que estuvieron a punto también de llevarse por delante. Empujado y arrastrado por los verdugos, don Nicolás se sentó agotado sobre un fajo de leña, momento en que le descerrajaron un tiro en el costado. El crimen fue presenciado por un grupo de niños del pueblo que salieron huyendo horrorizados. Al día siguiente, un abatido y apesadumbrado pueblo de Lascasas lo enterró en el cementerio católico. Después del asesinato del párroco vendría la profanación del templo, según hemos podido consultar en el archivo de La Causa General referida a Lascasas. Según esta documentación, “en Lascasas, el 23 de julio, se destruyeron completamente todos los altares de la Iglesia, arrasándola y profanándola completamente, dedicándola luego a graneros y almacenes. Escarnecieron y rasgaron los objetos de culto”. Con las vestiduras y objetos litúrgicos saqueados, los asesinos del cura, u otros compinches, protagonizarían con toda probabilidad los actos de mofa y escarnio recogidos en la instantánea que reproducimos aquí, y que se ha convertido en todo un icono de la ira anticlerical y de la saña destructora de todo lo religioso en “los días de llamas de la revolución”. En esta famosa fotografía de la agencia EFE, seis milicianos –cuatro de ellos ataviados con ropas litúrgicas y otros objetos sagrados– posan ufanos en la Continúa en la página siguiente