El tenor y brigadista italiano Ennio Tofoni y la familia Gómez

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Diario del AltoAragón - Miércoles, 10 de agosto de 2011
El tenor y brigadista italiano
Ennio Tofoni y la familia
Gómez-Nogarol de Lascasas
Milicianos disfrazados con vestiduras religiosas tras el saqueo de la Iglesia en la plaza de Lascasas, posiblemente el 23 de julio de 1936. El edificio central es la Escuela y
la casona blanca que se ve al fondo a la derecha es casa Claver, donde se instaló el grupo de Ennio Tofoni. (Foto: Juan Guzmán, Archivo EFE).
de esos días. Una vez que fue sofocada la rebelión militar en Barcelona en la tarde del 19 de julio,
el Comité de Milicias Antifascistas
de Cataluña –constituido el 21 de
julio y que estará en vigor hasta el
1 de octubre– pensó que la mejor
forma de hacer frente a una posible invasión militar fascista desde
Aragón era la organización y envío
de una serie de columnas de milicianos voluntarios que permitiese
la conquista de Zaragoza primero
y de Huesca después. Una avalancha de voluntarios antifascistas se
presentó a las sedes de las distintas organizaciones políticas y sindicales de izquierda –CNT, UGT,
ERC, POUM, Estat Catalá, etc.
– para enrolarse en las columnas
que se estaban preparando para
marchar hacia Aragón. En el caso de Ennio Tofoni, su condición
de militante comunista hizo que
se presentase en el cuartel Carlos
Marx, donde se estaba organizando una columna con militantes del
PSUC y de UGT. En dicho cuartel,
o más tarde en la columna, Tofoni se encontró –según manifiesta
en su libro de memorias Il lungo
cammino nella Sierra– con otros
italianos antifascistas que habían
llegado voluntarios a España para
combatir contra el fascismo y defender la República. Es el caso de
Nino Nanetti, de Bolonia, mecánico de profesión, que conduciría
el vehículo en el que iba el jefe de
la columna, José del Barrio, y que
más tarde llegaría a ser jefe de brigada e incluso de división; Francesco Scotti, médico milanés, líder
comunista italiano que combatirá
en nuestra guerra, en la Resistencia francesa e italiana, y que con
la paz tendrá importantes responsabilidades políticas en el partido
comunista italiano, llegando a ser
diputado y senador; Giulio Perini,
de Ascoli Piceno, obrero; Giovanni Stefanelli, alias Esteban, de Fabriano, perito industrial; Giovanni
Caselli, de Trieste, escultor; Osvaldo Negarville, periodista milanés,
líder comunista italiano que sufrió muy pronto cárcel en Italia por
combatir a Mussolini, y que luego
luchó en España y en la Resistencia en Francia e Italia, ocupando
después de la guerra cargos de responsabilidad en el partido comunista italiano; R. Pellegrini, alias
Redi, de Venecia, ingeniero, y que,
según F. Scotti, participó junto a
otros dos italianos, Paolo Comida
y Angelo Curti, en la voladura del
puente de ferrocarril sobre el río
Sotón en las cercanías de Gurrea
de Gállego. En esta acción murieron el mencionado P. Comida, uno
de los nueve italianos compañeros
de Tofoni citados en su libro, y la
pintora inglesa Felice Browne, que
también menciona Tofoni como
compañera y amiga del grupo de
italianos que como él pasaron por
el cuartel Carlos Marx de Barcelona antes de partir en la columna
del mismo nombre.
El 24 de julio salieron de Barcelona Tofoni y sus amigos enrolados en la columna Carlos Marx,
integrada por unos dos mil milicianos, mayoritariamente del PSUC y
de UGT. Entre sus integrantes había ya un cierto número de extranjeros, como el mismo Tofoni y sus
amigos italianos. Algunos de estos extranjeros se encontraban en
Barcelona con motivo de la celebración de la Olimpiada Popular y
habían participado en los combates
habidos en la ciudad. La columna
la dirigían José del Barrio, Antonio
Trueba y Ángel Estívill, con el asesoramiento militar del comandante de infantería Enrique Sacanell.
La columna saldría en tren hacia
Lérida, llegando a Grañén el día
25 de julio. Allí, estando en la estación, sufrieron el bombardeo de
unos aviones que les causó cuatro
muertos y una veintena de heridos, y también una profunda conmoción entre los voluntarios que
hizo que muchos abandonaran.
La columna se ubicó, en el frente
aragonés, en el flanco derecho de
la de Durruti, al norte. Tras reorganizarse en Grañén, se dispersaría
por Tardienta –donde se estableció
el cuartel general–, Grañén y Robres, cubriendo hasta la zona de
Alcubierre. Desde allí, centurias y
secciones de la columna acudirían
a realizar distintas misiones bélicas en el frente de Huesca, por Lascasas, Igriés, Yéqueda, Banastás,
Montearagón, Estrecho Quinto…
Il lungo cammino nella sierra
Para conocer las andanzas de Ennio Tofoni por nuestras tierras du-
>“Soy Ennio Tofoni,
el italiano al que
usted curó de las
importantes heridas
recibidas en un
brazo...”
rante la guerra contamos con lo
que él mismo relató a la familia Gómez –y que ahora sus miembros,
de forma generosa, han compartido conmigo– y con lo que dejó escrito en su libro Il Lungo cammino
nella Sierra, publicado en Milán
en 1971. Se trata de un texto autobiográfico concebido inicialmente
como diario, que se va escribiendo durante la contienda pero que
no verá la luz hasta veinticinco
años después. Narrado en tercera
persona, el protagonista principal
es Enrico Belmonte, “il tenore”,
“l’artista”, que no es otro que el
propio Ennio Tofoni. Es un tipo de
escritura donde el relato personal
del escritor pasa a ser, y quiere ser,
relato colectivo. Un relato –como
ha señalado el investigador Gil
Rovira– concebido desde el frente para las retaguardias y publicado teniendo como referencia una
retaguardia concreta, toda España. Es un tipo de escritura activa.
Autobiográfica, sí, pero dirigida a
recabar voluntades y que pretende evidenciar la solidaridad real
y sin complejos del pueblo italiano con la causa republicana. Por
ello, Enrico Belmonte, el alias de
Tofoni, aparece como testigo directo de los sucesos, como observador involucrado en los hechos
narrados. Tofoni novela su vida
de combatiente voluntario italiano en nuestra guerra al servicio de
la República. Es por ello que esta
obra, sin estar exenta de verdad,
es literatura, y como tal hay que
abordarla.
De cualquier forma, según nos
ha contado nuestro amigo Vicente Gómez Nogarol –testigo presencial de aquellos hechos con
sus catorce años– y hemos podido leer en el libro Sois Leyenda
de Salvador Trallero, Ennio Tofoni formaba parte de un grupo de
unos quince voluntarios internacionales –italianos, alemanes
y franceses– encargados del servicio de transmisiones y tendido
de líneas en las proximidades de
Huesca y en la zona de la sierra
de Alcubierre. Formando parte de
la columna Carlos Marx –también
conocida como columna Del Barrio-Trueba–, Tofoni y sus compañeros llegarían a Lascasas en
fecha posterior al 26 de julio, permaneciendo durante varios meses
en esta localidad donde fijaron su
base de operaciones.
Lascasas se viste de luto
Pero antes de que llegara Tofoni
y sus compañeros a Lascasas, un
crimen alevoso tiñó de sangre esas
tierras. El 22 de julio de 1936, el
anciano párroco de Lascasas, D.
Nicolás Castell Panzano, natural
de Tramaced, fue asesinado por
un grupo de desconocidos a unos
25 metros de la casa abadía donde residía. Don Nicolás –según relata Damián Peñart en su obra La
diócesis de Huesca y la guerra de
1936– hizo caso omiso a las advertencias del sacristán Fermín Nogarol de que abandonara el pueblo
por el peligro que podía correr su
vida tras la llegada a la localidad
de un grupo de unos quince o veinte revolucionarios que con aviesas
intenciones le habían preguntado
al propio sacristán por el paradero
del cura. Cuando el grupo –al parecer de ideología anarquista– se
presentó en la casa del cura, a eso
de las tres de la tarde, de nada sirvió la intervención en su defensa
del alcalde de Lascasas, don Germán Peña Laliena, un señor “que
no iba mucho a misa” pero que era
muy buen amigo de don Nicolás, y
al que estuvieron a punto también
de llevarse por delante. Empujado
y arrastrado por los verdugos, don
Nicolás se sentó agotado sobre un
fajo de leña, momento en que le
descerrajaron un tiro en el costado. El crimen fue presenciado por
un grupo de niños del pueblo que
salieron huyendo horrorizados. Al
día siguiente, un abatido y apesadumbrado pueblo de Lascasas lo
enterró en el cementerio católico.
Después del asesinato del párroco vendría la profanación del
templo, según hemos podido consultar en el archivo de La Causa
General referida a Lascasas. Según esta documentación, “en
Lascasas, el 23 de julio, se destruyeron completamente todos los altares de la Iglesia, arrasándola y
profanándola completamente, dedicándola luego a graneros y almacenes. Escarnecieron y rasgaron
los objetos de culto”. Con las vestiduras y objetos litúrgicos saqueados, los asesinos del cura, u otros
compinches, protagonizarían con
toda probabilidad los actos de mofa y escarnio recogidos en la instantánea que reproducimos aquí,
y que se ha convertido en todo un
icono de la ira anticlerical y de la
saña destructora de todo lo religioso en “los días de llamas de la
revolución”. En esta famosa fotografía de la agencia EFE, seis milicianos –cuatro de ellos ataviados
con ropas litúrgicas y otros objetos sagrados– posan ufanos en la
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