El concepto de suspensión general de los

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El concepto de suspensión general de los
derechos fundamentales
BENITO ALAEZ CORRAL
Universidad de Oviedo
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SUMARIO: 1. ¿Suspensión o limitación suspensiva? a) ¿Desconstitucionalización o
desfundamentalización? b) ¿Suspensión formal o suspensión material? 2. La suspensión de
los derechos fundamentales como mecanismo inmunitario para la superación de situaciones
de crisis. a) Regulación constitucional detallada de los presupuestos y efectos de las
situaciones de crisis. b) Regulación constitucional de las situaciones de crisis mediante la
concentración de los poderes de emergencia en el Jefe del Estado. c) Ignorancia constitucional del fenómeno de los Estados de crisis 3. La suspensión g eneral de los derechos
fundamentales en la CE de 1978. a) La suspensión general como modo de reacción a las
situaciones más graves de crisis. b) Sometimiento de la suspensión constitucional de los
derechos fundamentales a condición suspensiva. e) La suspensión como
desconstitucionalización y no mera desfundamentalización.
1. ¿SUSPENSIÓN O LIMITACIÓN SUSPENSIVA?
Nuestro texto constitucional contempla en su art. 55 la posibilidad de
suspender los derechos fundamentales en determinadas circunstancias en las
que la supervivencia del Estado mismo se puede ver comprometida por graves
alteraciones de su seguridad interior o exterior, del normal funcionamiento de
las instituciones o del normal ejercicio de los derechos y libertades, así como
seriamente amenazada por una lacra social como la del terrorismo, sin que los
instrumentos normativos ordinarios resulten suficientes para dar respuesta a
dichas situaciones. Sin embar go, con ello no aclara una primera cuestión
problemática que plantea esta drástica decisión del denominado «derecho de
excepción», la relativa a en qué consista la suspensión de un derecho fundamental. Es, pues, preciso determinar el`vocablo utilizado por el texto constitucional
se corresponde con una auténtica suspensión, normativamente hablando, o con
una forma más o menos intensa de limitación de los derechos con efectos
suspensivos y, en consonancia con ello, sí debe adoptar una determinada forma
(constitucional y expresa) o puede llevarse a cabo de forma tácita alcanzando
una determinada intensidad en la injerencia en el ámbito protegido por el
derecho fundamental.
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a) ¿Desconstitucionalización o desfundamentalización?
En efecto, es preciso plantearse si la suspensión es una forma más intensa de
limitación de los derechos fundamentales, consistente en su pérdida de
fundamentalidad, o si, por el contrario, se trata de una auténtica
desconstitucionalización temporal de aquéllos, es decir, de una supresión
temporal de la vigencia de una norma constitucional. Dicho con otras palabras,
es preciso determinar cuál puede ser el alcance de las medidas a adoptar por el
poder público en relación con los ámbitos de libertad garantizados por los
derechos fundamentales y ello porque según cuáles sean los efectos así tendrá
que ser la forma que adopte la norma que los pretenda alcanzar. En el primer
caso, el de la desfundamentalización, el poder público podría afectar a dicho
ámbito de libertad sin necesidad de respetar su contenido esencial, pero no
podría regularlo corno si no estuviese protegido por una norma fundamental,
que seguiría vigente, por lo que cabría exigir proporcionalidad en su actuación
tanto al legislador que declara el estado de crisis y como al que decreta la medida
suspensiva de los derechos. En el segundo caso, el de la desconstitucionalización,
el poder público puede regular el ámbito de libertad como si no estuviese
protegido por una norma iusfundamental, puesto que la misma ha perdido
temporalmente su vigencia debido a la suspensión constitucionalmente prevista y activada por el poder que declara el estado de crisis.
Las opciones que nos ofrece el derecho comparado son en este punto, como
se verá después, diversas y dependen fundamentalmente de dos variables: el
modelo de regulación constitucional de las situaciones de crisis que pueden dar
lugar a la suspensión de los derechos, de un lado; y lo más o menos generoso que
haya sido el poder constituyente a la hora de prever las limitaciones de los
derechos fundamentales en tiempos de normalidad, de otro.
b) ¿Suspensión formal o suspensión material?
Además, en correlación con lo anterior, es preciso responder a una segunda
cuestión problemática, la relativa a si la medida suspensiva del derecho
fundamental debe tener un carácter formal para ser considerada tal o si, por el
contrario, es identificable materialmente por el grado de intensidad de la
injerencia en el ámbito de libertad protegido por el derecho fundamental. Esta
distinción ha de permitir resolver cuestiones como la relativa a si la limitación
a la que se ve sometido un derecho fundamental no súspendible es tan intensa
que ha de considerarse equivalente a su suspensión y, por consiguiente, es
inconstitucional o, a la inversa, la suspensión acordada respecto de un derecho
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fundamental es de tan baja intensidad que no deba considerarse tal sino una
simple limitación.
Desde una perspectiva formal, la suspensión es una operación jurídicoconstitucional conforme a la cual un acto normativo expreso de quien está
constitucionalmente habilitado para decidir en las situaciones de excepción deja
sin efecto parcial o totalmente la obligatoriedad jurídica de un derecho fundamental. Desde una perspectiva material, por su parte, la suspensión sería el efecto
jurídico que produciría el acto de quien, habilitado constitucionalmente para
decidir en las situaciones de crisis, limita más intensamente de lo normal, hasta su
práctico desconocimiento, los derechos fundamentales, sin necesidad de adoptar
una formulación expresa o un determinado rango normativo.
Si la suspensión es concebida como una mera limitación suspensiva del
derecho (desfundamentalización), pero no como una auténtica
desconstitucionalización de éste, cabría admitir un concepto material, puesto
que los poderes públicos (tanto el que declara la situación de crisis y la
suspensión, como el que la pone en práctica) se moverían en el plano de la
legalidad ordinaria y, al no tratarse por sus efectos de una operación constituyente, podría ser realizada materialmente por una norma infraconstitucional
con fuerza de ley. Por el contrario, si se concibe la suspensión como una
auténtica pérdida de la vigencia del derecho fundamental, parece lógico que ésta
tenga que producirse de una manera formalizada y expresa, puesto que la
misma constituiría una operación constitu y ente. Como manifestación de una
voluntad constituyente, en aquellos ordenamientos cuya Constitución no la
prevé originariamente, tendría que ser introducida por el poder de reforma
constitucional, y su carácter expreso evitaría quiebras constitucionales y refor-
zaría la supremacía constitucional. En aquellos otros cu ya Constitución sí la ha
previsto originariamente con antelación a la existencia de las situaciones de
crisis, cabe que aquélla haya sometido su actualización a la activación por parte
cíe los poderes constituidos de una condición suspensiva, la declaración de la
situación de crisis y de la necesidad de suspender ciertos derechos fundamentales, que, en aras de una seguridad jurídica, también debiera ser expresa.
2. LA SUSPENSIÓN DE LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES COMO MECANISMO INMUNITARIO
PARA LA SUPERACIÓN DE SITUACIONES DE CRISIS
Para poder resolver los interrogantes planteados, por lo menos en relación
con lo dispuesto en el art. 55 CE, es preciso tener en cuenta el papel que puede
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llegar a jugar la suspensión de los derechos fundamentales en la estructura de
una Constitución democrática. La suspensión de los derechos fundamentales se
configura como un mecanismo a través del cual el propio texto constitucional
trata de autoprotegerse frente a situaciones de crisis, tanto exterior como
interior, que amenazan con una pérdida generalizada de eficacia del sistema
jurídico, comenzando por la Constitución misma (pérdida de positividad), y con
su consiguiente pérdida de validez (pérdida de autorreferencialidad). Se podría
calificar, pues, de un mecanismo inmunitario del propio ordenamiento, que
renuncia temporalmente a una fórmula de garantía de determinadas expectativas (las que reflejan las normas de derechos fundamentales), en aras de
mantener su identidad como sistema y recuperar aquella capacidad para
garantizar los derechos fundamentales. No se trata de, confundidos por el
decisionismo schmittiano, perseguir la salvaguardia de la Constitución como
decisión política a costa de su sacrificio como norma, sino de que la propia
norma constitucional prevea la garantía de su identidad funcional (aquella
positividad y aquella autorreferencialidad), plasmada en sus principios estructurales, a través del sacrificio temporal de algunas de las disposiciones en las que
éstos se concretan.
En este sentido, los ordenamientos jurídicos contemplan diversos modelos
de enfrentamiento a las situaciones de crisis y, por tanto, diversas soluciones en
relación con la suspensión de los derechos como uno de los instrumentos a
través de los cuales superarlas.
a) Regulación constitucional detallada de los presupuestos y
efectos de las situaciones de crisis
Una primera modalidad regulativa consiste en que el texto constitucional
afronte el reto de autoinmunizarse frente a situaciones excepcionales que se
produzcan en el futuro y regule de forma detallada los presupuestos y efectos
jurídicos de la situación de crisis, y, con ello, de considerarlo necesario, los
supuestos y extensión de la suspensión de ciertos derechos fundamentales. Dos
fórmulas bien distintas de desarrollar este modelo son las que están presentes
en la Ley Fundamental de Bonn de 1949 y en la Constitución española de 1978.
Mientras la Constitución alemana, tras la reforma operada por la Ley de 4 de
junio de 1968, ha prescindido de introducir una auténtica suspensión de los
derechos fundamentales y ha optado por fórmulas de limitación mas intensa de
aquéllos, que ni siquiera llegan a permitir su desfundamentalización, la CE de
1978 se inclina, como se verá, por la más delicada operación de la suspensión
de determinados derechos fundamentales para dos de los estados de crisis más
graves (el estado de excepción y el estado de sitio).
SUSPENSIÓN GENERAL DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
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En efecto, la LFB prevé la posibilidad de limitaciones más intensas de los
derechos fundamentales durante la vigencia de los estados de crisis
(Notstandsverfassung). Básicamente distingue entre el estado de necesidad
interna (Innere Notstand), que puede derivarse tanto de catástrofes o infortunios
naturales (art. 35 LFB) como de una amenaza interna contra la existencia de la
Federación, de un Estado o del orden democrático-liberal de una y otro (art.
87a.4 y art. 91 LFB), y el estado de necesidad exterior o de defensa
(Verteidigungsfall), presente únicamente cuando la República Federal sea militarmente agredida desde el exterior o amenace semejante agresión (art. 80a y
115a-115m LFB).
Esta más intensa limitación, que en todo caso debe respetar el contenido
esencial de los derechos salvo que se introduzca en virtud de una ley de reforma
constitucional, responde a un modelo de constitucionalización de los derechos
fundamentales en el que las limitaciones de éstos durante los «períodos de
normalidad» pueden ser más intensas que en otros sistemas como el español.
No sólo porque el ordenamiento alemán se configure conforme a una democracia militante, sino porque, además, termina existiendo una reserva general de
limitación incluso para la protección de bienes o derechos de rango
infraconstitucional, lo que hace dogmáticamente necesaria la cláusula del
contenido esencial del art. 19.3 LFB.
De ahí que muchos de los derechos fundamentales ya contengan una reserva
de limitación de carácter general casi suspensiva, dentro de la que cabrían las
limitaciones necesarias en algunas situaciones propias de los estados de
necesidad interna o externa. Tal es el caso de los derechos de asociación (art. 9.2
y 3 LFB), al secreto de las comunicaciones (art. 10.2 LFB), a la libertad de
circulación (art. 11.2 LFB), a la libertad de elección de profesión u oficio (art.
12a.4-6 LFB), ala inviolabilidad del domicilio (art. 13.3 LFB), susceptibles de
limitación en caso de peligro para la existencia de la Federación, los Estados o
del orden democrático liberal, o en caso de lucha contra epidemias, catástrofes
naturales, etc...
Con independencia de ello, no obstante, el texto constitucional incorpora,
además, diversas limitaciones específicas para las situaciones de crisis más
graves, las derivadas del estado de defensa externa, aunque lo haga de forma
dispersa. Así, el art. 17a.2 LFB contempla la posibilidad de que una ley federal
reguladora del estado de defensa limite con esta finalidad los derechos a la
libertad de circulación v residencia y a la inviolabilidad del domicilio. Y el art.
115c.2 LFB autoriza a idéntica ley federal la limitación de los derechos de
propiedad (art. 14.3.2 LFB) y de libertad personal (art. 104.2 v 3 LFB). Esta
última permite suprimir provisionalmente la garantía de que la expropiación se
produzca contra una indemnización justa, así como ampliar el plazo de puesta
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a disposición judicial en caso de detención preventiva a un máximo de cuatro
días, en lugar de las veinticuatro horas ordinarias.
b) Regulación constitucional de las situaciones de crisis mediante
la concentración de los poderes de emergencia en el Jefe del
Estado
Una segunda posibilidad de que dispone el ordenamiento para protegerse y
superar las situaciones de crisis consiste en concentrar los poderes constitucionales durante las mismas en un sujeto con capacidad de decisión política y de
acción ágil, el Jefe Estado. En algunos sistemas presidencialistas y
semipresidencialistas éste es el sujeto en el que se concentran las principales
funciones de indirizzo politico y, sobre todo, las principales h.mciones ejecutivas,
aunque sea compartidas con un Primer ministro y su Gobierno, responsables
ante el Parlamento. Se trata, en efecto, de lo que se ha venido en llamar dictadura
comisoria, pues la plenipotencia de aquél sujeto ha sido instituida por el propio
texto constitucional para su salvaguardia.
Dos buenos ejemplos de este modelo, uno histórico y otro actual, son los de
la Constitución alemana de Weimar de 1919 y la Constitución francesa de 1958,
que aun coincidentes en el aspecto orgánico de la concentración del poder en el
Presidente de la República, divergen en lo referente a la regulación de los
derechos fundamentales durante estas situaciones. En efecto, el art. 48.2 de la
Constitución de Weimar, de forma muy semejante a lo que dispone hoy el art.
48 de la Constitución griega de 1975 para los estados de excepción o de sitio,
preveía que si la seguridad y el orden públicos se viesen gravemente alterados
o amenazados el Presidente de la República podrá adoptar las medidas necesa-
rias para el restablecimiento de la seguridad y orden públicos, utilizando
incluso la fuerzas armadas si fuera necesario. Esto es, unos plenos poderes que,
como el propio precepto constitucional añadía, podían llegar a la suspensión
temporal del disfrute total o parcial de los derechos a la libertad personal, la
inviolabilidad del domicilio, la libertad de expresión, el derecho de reunión y
manifestación, el derecho de asociación y el derecho de propiedad, derechos
todos ellos cuyo régimen de ejercicio y limitación en situaciones ordinarias
venía expresamente previsto por un propio texto constitucional, cuya supremacía normativa estaba, no obstante, aún poco afirmada.
Frente a esta regulación constitucional detallada de los concentrados poderes
de excepción, el art. 16 de la Constitución francesa de 1958 sólo contempla la
atribución al Presidente de la República de facultades extraordinarias para los
supuestos de graves estados de crisis interna o externa. Sin embargo, tanto dicho
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precepto corno el resto del texto constitucional están huérfanos de disposición
alguna sobre la suspensión de los derechos fundamentales. Ello es congruente con
que el régimen ordinario del ejercicio y limitación de los mismos se derive,
mediante la técnica del reenvío, de disposiciones como el Preámbulo de la
Constitución de 1946 o la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano
de 1789 y no del propio texto constitucional de 1958, disposiciones que, por su
naturaleza, tampoco dibujan un régimen técnico preciso para la limitación de los
derechos fundamentales. Bajo semejante régimen cabe plantearse si el Presidente
puede acordar medidas suspensivas de los derechos fundamentales o si dichas
medidas pueden ser sólo limitativas, aunque más intensas que las ordinarias.
Según el art. 16 CF, las medidas excepcionales del Presidente en situaciones
de crisis están sometidas al escrutinio del Consejo Constitucional, tanto a priori
(al ser consultado sobre las medidas a adoptar) como a posteriori (si dichas
medidas se impugnasen), en función de que sirvan para restaurar el normal
funcionamiento de los poderes constitucionales. Por ello, dichas medidas
nunca deberían poder alcanzar una auténtica supresión de la vigencia de las
normas sobre derechos fundamentales, que por su naturaleza constitucional
debería ser prevista por la Constitución misma. Esta ori g inariamente no lo ha
hecho de forma expresa y no parece, a tenor del art. 89.4 CF, que pudiera hacerse
a través de una reforma constitucional unilateralmente ordenada por el Presidente, pues toda reforma se encuentra proscrita durante algunos de los supuestos de estados de crisis (aquéllos en los que se vea menoscabada la integridad
territorial de la República francesa). Las medidas a adoptar por el Presidente de
la República francesa debieran ser, pues, de carácter limitativo, orientadas a la
protección de los derechos de los demás o del interés general, lo que en todo caso
se halla presente en el concepto de estado de crisis, y deben tener carácter
razonable y proporcionado para la superación de la situación de crisis y el
restablecimiento del normal funcionamiento de los poderes por expresa deci-
sión constitucional. En este sentido, las medidas limitativas adoptadas por los
poderes excepcionales del Presidente deben, incluso, respetar las garantías
formales y materiales que se derivan de la fundamentalidad de los derechos,
como la reserva de ley o el contenido esencial, tal y como se desprende del único
supuesto en el que se ha controlado jurisdiccionalmente la aplicación del art. 16
CF (Decisión del Consejo de Estado francés de 19 de octubre de 1962).
c) Ignorancia constitucional del fenómeno de los estados de
crisis
Un tercer y último modelo con el que afrontar las situaciones de crisis,
consiste en ignorarlas constitucionalmente, tanto en lo relativo a los sujetos y
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competencias necesarios para hacerlas frente, como en lo relativo a la posible
suspensión de los derechos fundamentales, y esperar que las mismas se
resuelvan por la vía de los hechos, como sucede en el Reino Unido, o por la vía
legislativa de su limitación, como en Bélgica y Luxemburgo, pero con la expresa
prohibición de suspender la vigencia de cualesquiera normas constitucionales.
En efecto, en ordenamientos como el británico, carentes de una Constitución escrita, el ejercicio por parte del Gobierno de su Majestad de los poderes
de excepción, derivados de la prerrogativa que según el common law conserva
la monarquía parlamentaria británica, está eximido confollire a la costumbre
constitucional del respeto a la legalidad vigente, incluso, o sobre todo, en lo que
se refiere a los derechos y libertades. Por ello, éstos pueden perder su vigencia
durante dichos períodos y no cabe exigir responsabilidad al Gobierno. Las
actuaciones de éste contrarias a los derechos y libertades, tanto en situaciones
de necesidad exterior corno en situaciones de emergencia interior, obtienen la
protección del Parlamento soberano a posteriori, cuando el mismo vuelva a estar
en disposición de actuar y cese el ámbito temporal de vigencia de la prerrogativa
del Gobierno, a través de la denominada «Ley de indemnidad» (amnistía
parlamentaria para quienes han violado las reglas constitucionales sobre
derechos fundamentales con el fin de salva guardar la esencia de la Constitución.
Pero también la obtienen a priori a medida que se va racionalizando la actividad
parlamentaria, a través de disposiciones legales de carácter permanente que
tratan de disciplinar el ejercicio de aquéllos poderes excepcionales de prerrogativa (como la Emergency Powers Act de 1920), estableciendo un régimen de
suspensión legal de los derechos y libertades. Un panorama plenamente congruente con la falta de constitucionalidad y de fundamentalidad de los derechos
y libertades en el Reino Unido, consecuencia del dogma de la soberanía del
Parlamento, que permite su suspensión legal sin quiebra constitucional.
Por su parte, otros ordenamientos continentales en los que la Constitución
se ha formalizado, como Bélgica o Luxembur go, pero que también han renunciado a disciplinar constitucionalmente la organización y competencias de los
poderes públicos en los supuestos de crisis, se encuentran con que una
actuación del poder ejecutivo en estado de excepción o de sitio contraria a los
derechos fundamentales no podría verse sanada por decisión legislativa alguna,
salvo que adoptase la forma de una reforma constitucional realizada una vez
superada la crisis (pues durante la misma aquélla está prohibida), y modificase
el art. 187 del texto constitucional belga de 1994 o el art. 113 de la Constitución
de Luxemburgo, preceptos que expresamente proscriben la suspensión de
cualesquiera de las disposiciones constitucionales. De ahí que la afectación de
los derechos fundamentales en situaciones de crisis solo pueda acontecer por la
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vía de su limitación (incluso suspensiva) si quiere ser respetuosa con la
supremacía constitucional.
3. LA SUSPENSIÓN GENERAL DE LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES EN LA CE DE 1978
a) La suspensión general como modo de reacción alas situaciones
más graves de crisis
Como ya se adelantó antes, nuestro texto constitucional ha optado por un
modelo de enfrentamiento a las situaciones de crisis consistente en una
regulación constitucional detallada tanto de la estructura de los poderes
durante las mismas como de su incidencia en los derechos fundamentales. Y por
lo que a esto último respecta, que es lo que aquí interesa, la CE de 1978 ha
previsto la posibilidad de suspender ciertos derechos fundamentales como la
libertad personal, la inviolabilidad del domicilio, el secreto de las comunicaciones, la libertad de circulación y de residencia, la libertad de expresión e
información y el derecho a recibir información, el derecho de reunión, el
derecho de huelga y de adopción de medidas de conflicto colectivo, en los
supuestos de crisis interna más graves (estado de excepción) y en los supuestos
de crisis externa (estado de sitio), quedando a sensu contrario proscrita su
suspensión en los supuestos de crisis interna menos grave (estado de alarma).
Se trata de un modelo que, aun con distintas dicciones lingüísticas respecto
de la operación suspensiva, ha sido seguido por otros ordenamientos de nuestro
entorno, como el holandés (art. 103 de la Constitución de 1983) o el portugués
(art. 19 de la Constitución de 1976). En efecto, unos textos, como el español o
el portugués, utilizan el término suspensión (aunque la Constitución portuguesa lo refiera al ejercicio de los derechos fundamentales), mientras otros, como
el holandés, hacen referencia respectivamente a la posibilidad de «establecer
una regulación divergente» de las normas constitucionales sobre derechos
fundamentales. Sin embargo, en todos los supuestos se trata de la supresión
temporal de la garantía constitucional que aporta la norma de derecho fundamental excepcionada, contrariada por otra norma o simplemente suspendida.
cuyo art. 23 contempla
Otros textos constitucionales como el finlandés de 1999,
la posibilidad de «excepcionar la vigencia» de las disposiciones constitucionales
sobre derechos fundamentales durante ciertas situaciones de crisis, se aparta de
este modelo suspensivo en la medida en que dichas medidas deben estar de
acuerdo con los compromisos internacionales de Finlandia sobre derechos
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humanos, por lo que podrán tener un carácter limitativo más o menos intenso
pero nunca desfundamentalizador.
b) Sometimiento de la suspensión constitucional de los derechos
fundamentales a condición suspensiva
El texto constitucional de 1978 prevé la posibilidad de suspender ciertos
derechos fundamentales, pero no conlleva su inmediata suspensión ni predetermina de forma matemática el momento en el que ésta opera. Que la suspensión
ha de derivarse por lo menos mediatamente del propio texto constitucional es
una exigencia que se deriva del efecto jurídico que posee: suprimir temporalmente la vigencia de una norma constitucional, algo que sólo puede llevar a cabo
una norma del mismo rango que la norma suspendida.
Dado que la suspensión aparece como un mecanismo inmunitario del que
pretende servirse la CE de 1978 para superar las situaciones de crisis y retornar
a la normalidad, la suspensión tiene un carácter extraordinario que, además de
en su vinculación a la existencia de las situaciones de crisis más graves, se
manifiesta en el sometimiento de su aplicación al cumplimiento de una
condición suspensiva, prevista genéricamente por la propia Constitución y
desarrollada, por remisión de ésta, en la Ley Orgánica 4/1981 (LOEAES): la
declaración de los estados de excepción o sitio que lleven a cabo el Gobierno con
la autorización del Congreso de los Diputados (en el primer caso) o el Congreso
sólo (en el segundo). En efecto, sólo en los concretos términos en los que la
declaración del estado de excepción o de sitio establezca la suspensión de
algunos o de todos los derechos enumerados en el art. 55.1 CE, podrá hablarse
de la pérdida de vigencia de las normas constitucionales sobre aquellos derechos fundamentales.
La remisión a una Ley orgánica para la determinación de las condiciones,
requisitos y efectos de la declaración de los estados de excepción o sitio, que
dispone el art. 116.1 CE, además de conferir al legislador constituido el
extraordinario poder de decisión política de regular la forma de actualizar dicha
condición suspensiva, tiene un efecto condicionante de la suspensión adicional.
Este efecto se deriva del hecho de que la LOEAES puede subordinar la
suspensión del derecho al cumplimiento de determinados requisitos legales
(art. 18.2 y 7 LOEAES, en lo que se refiere, por ejemplo, a la inviolabilidad del
domicilio), que pasan a configurar el contenido legal del derecho suspendido,
o puede limitar la extensión de la suspensión sólo a parte del contenido del
derecho fundamental (art. 22.3 LOEAES, en lo que se refiere, por ejemplo, a la
suspensión del derecho de reunión que no incluye el de los partidos políticos,
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los sindicatos o las asociaciones empresariales). La decisión queda, pues, en
manos de un poder, el legislador orgánico, que dentro del margen de razonabilidad que exige la prohibición de arbitrariedad, y del respeto a los expresos
condicionantes orgánicos y materiales que se derivan de los arts. 55.1 y 116 CE,
goza de libertad en la definición de aquél marco.
c) La suspensión como desconstitucionalización y no como
mera desfundamentalización
La suspensión a que hace referencia el art. 55.1 CE ha de ser entendida en un
sentido estricto, y además formal, como la temporal supresión de la vigencia de
las normas constitucionales sobre determinados derechos fundamentales, y no
como una mera limitación suspensiva de los mismos, por muy intensa que ésta
quiera ser entendida. En ese sentido, tanto el art. 116.3 CE respecto del estado
de excepción (lo que es implícitamente aplicable al estado de sitio, en tanto
supuesto agravado del de excepción), como el art. 13.2.1' y 13.3 LOEAES,
contemplan la necesidad de que la actualización de la condición suspensiva que
pone en marcha la suspensión constitucional de los derechos se realice de forma
expresa mediante la previsión por el le gislador de excepción de los concretos
derechos suspendidos. La suspensión conlleva, por tanto,, la
desconstitucionalización de la norma iusfundamental, cuyo régimen jurídico
pasa a estar compuesto por las disposiciones de la LOEAES, las previsiones de
la declaración del estado de excepción o de sitio que la establecen, y cualesquiera
otras disposiciones legales de desarrollo que no se vieran desplazadas en su
aplicación por las anteriores.
No se trata, pues, de una mera desfundamentalización del derecho como a
veces se ha pretendido, cuyo efecto se agota en liberar a los poderes públicos,
y en particular al legislador, de la obligación de respetar el contenido esencial
de los derechos fundamentales cuando las circunstancias lo requieran. Aparentemente esta configuración de los efectos de la suspensión no sería diferente de
la que la concibe como una desconstitucionalización, pero, si se observa con
atención, sí lo es. En efecto, la modificación del régimen ordinario de garantía
de un derecho fundamental tiene consecuencias bien distintas según la norma
constitucional que lo instituye siga vigente durante el período temporal de la
suspensión, aunque no sea obligatorio respetar su contenido esencial
(desfundamentalización), o no siga vigente al haber sido temporalmente suprimida (desconstitucionalización).
En el primero de los casos, la dimensión objetiva del derecho fundamental,
uno de cuyos elementos es el efecto recíproco y, dentro de éste, el principio de
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proporcionalidad, debiera continuar vigente, para convertir no sólo en ilícitas
sino también en inconstitucionales las medidas suspensivas adoptadas que, por
desproporcionadas o irrazonables, desconozcan el derecho fundamental. Incluso la propia regulación legal de tales situaciones de crisis devendría también
inconstitucional si no regulase las condiciones de la suspensión acorde con la
pervivencia de las nor Mas de derechos fundamentales durante aquéllas. En el
segundo de los supuestos, por el contrario, la supresión temporal de la vigencia
del derecho fundamental tiene como consecuencia que únicamente cabrá
tachar de inconstitucional la actuación del legislador que sea no razonable por
no responder, conforme a un mínimo esquema argumental formal (de forma
parecida a como sucede con el legislador de urgencia), a los supuestos previstos
en el art. 55.1 CE, con independencia de que se desconozca la existencia de un
derecho fundamental cuya suspensión es activada por el legislador. En términos más concretos: las exigencias, previstas en el art. 1.2 y 13.2.3 a LOEAES, de
que se relacionen las concretas medidas (también las suspensivas) a adoptar y
de que dichas medidas adoptadas sean las estrictamente necesarias para
superar la situación de crisis (proporcionalidad), serían necesarias para quien
concibe la suspensión como desfundamentalización, y meramente contingente
para quien la concibe como desconstitucionalización. Sin embargo, lo cierto es
que la dimensión objetiva de un derecho fundamental, de la que se derivan las
exigencias de proporcionalidad normativa antes mencionadas, es instrumental
de su dimensión subjetiva y esta última es, precisamente, la que se podría ver
suspendida con una mera desfundamentalización del derecho, lo que haría
inviable el recurso a la primera.
El por qué de esta caracterización auténticamente supresiva de la suspensión general ha de ser visto en las peculiaridades del modelo español de
regulación de los derechos fundamentales y de las situaciones de crisis. A
diferencia de otros sistemas corno el alemán, nuestro texto constitucional
contiene un conglomerado más sistemático y, a la vez, más restrictivo y rígido,
de limitación de los derechos fundamentales en situaciones de normalidad, que
en muy pocos casos. se permite para la protección de bienes o valores
infraconstitucionales, y en la mayoría de los casos se somete a una regulación
por mayoría cualificada (ley orgánica de desarrollo del contenido de los
derechos). Todo ello hace altamente insuficiente el régimen limitativo de las
situaciones ordinarias para las situaciones extraordinarias, por su poca ductilidad y su difícil adaptación a éstas. De ahí que la CE de 1978 haya tenido que
optar por una medida mucho más drástica, cuál es la de la suspensión con todas
las consecuencias dogmáticas que de ello se derivan.
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