Cómo lograr que el ego juegue a favor en nuestro equipo Por Ernesto Weissmann A sí como no se debe tropezar dos veces con la misma piedra, tampoco se puede caminar con una en el zapato. El ego excesivo, y también su inexistencia, perturban con igual intensidad la sana marcha de los negocios. Saber qué aspectos del comportamiento lo condicionan sirve para mantenerlo en la dosis justa que un equipo ganador necesita para tomar decisiones. colaterales. Es también quien maneja los invisibles hilos de las fallidas fusiones y adquisiciones corporativas: está probado que el 65% de estas operaciones fracasan. De hecho, un estudio de la Small Business Administration demostró que el 60% de todas las empresas nuevas muerden el polvo de la derrota en los seis años siguientes a su estreno, e incluso Dun & Bradstreet estimó que el 82% quiebra antes de su décimo aniversario. Según un estudio realizado por David Marcum y Detrás de semejante performance adversa, se Steven Smith, autores del libro Egonomics, el agita la mano del ego, quien –se calcula- es 51% de la gente de negocios estimó que el ego responsable de más de un tercio de todas las le cuesta a su compañía entre el 6 y el 15% de decisiones de negocios que han fallado. su revenue anual. El Fischer College of Business de la Ohio State University, ha La tragedia del trasbordador Challenger, que en estudiado durante más de 20 años los 1986 estalló y se desintegró en el aire pocos resultados de las decisiones y descubrieron segundos después de su despegue, es un buen que la mayoría de las decisiones reflejaban una ejemplo. Los especialistas de la NASA actitud egoísta de control. El 81% de los admitieron que un problema de ego fue el que gerentes hacía valer sus desencadenó el desastre. opiniones por medio de la Se calcula que el ego es Convencidos de que el persuasión o la imposición. responsable de más de un tercio de resultado del viaje iba a ser excelente, apoyados Las cifras impactan porque todas las decisiones de negocios por la experiencia y la si se hace una encuesta en que han fallado trayectoria de la agencia la que se pregunta cuántas espacial de los Estados Unidos, los encargados de sus decisiones fracasaron, la mayoría de los de la misión no realizaron los controles consultados tiene una mirada autocompasiva y suficientes. Su orgullo mal entendido no les no admite ni remotamente que la mitad fue un permitió ver las posibles fallas. Pero no hace fiasco. falta ser un avezado astronauta para observar No es pura casualidad: la mente humana tiende otros casos cotidianos de egos henchidos que a pensar que el ser que la alberga es mejor que se presentan en cada empresa, al momento de el promedio. Creemos que somos mejores que tomar una decisión. el promedio de alumnos de la clase, que el Cuando las facetas no productivas del ego promedio de los ejecutivos en puestos similares, están insertas en el estilo de liderazgo y la que el promedio de profesionales que trabajan cultura de una corporación, hay un incremento en el mismo rubro. importante de las probabilidades de que los que El responsable de tanta confianza en uno toman las decisiones, en todos los niveles de la mismo, que la realidad desmiente, no es otro organización, resuelvan de manera mediocre o, que el ego, a quien se le conocen otros efectos Cómo lograr que el ego juegue a favor en nuestro equipo | 1 peor aún, obligando a la compañía a afrontar pérdidas. ¿Cómo nos afecta el Ego en nuestras decisiones? El ego se hace presente en las decisiones de maneras muy diversas, y afectándonos en varios de los elementos de una decisión. Nos afecta cuando estamos pensando las alternativas, dado que nos restringe la capacidad de pensar abiertamente varios cursos de acción diferentes entre sí. Cuando nuestro ego es muy alto, creemos que tenemos la mejor solución de inmediato, y que cualquier esfuerzo extra para pensar más alternativas apenas si mejorará nuestra situación. Por supuesto, si el ego es muy bajo no confiaremos en ninguna de las ideas que se nos ocurren y no les daremos siquiera el lugar para el análisis. Como mala socia del ego, la mente nos tiende a veces algunas trampas. Por ejemplo, la llamada “trampa de la elección”: una vez que una persona eligió algo tiende a asimilar la información que recibe luego de modo tal que respalde su decisión. Por supuesto que esto sólo nos confirma y re afirma que somos los mejores tomando decisiones. Mediante una serie de investigaciones, Thomas Gilovich descubrió que cuando la gente quiere creer algo analizan toda la información relevante teniendo en mente la siguiente pregunta: “¿Puedo creer esto?”. Este es un criterio muy fácil de encontrar ya que aún aquellas proposiciones que son dudosas, cuentan con un mínimo de evidencia que las respalde. Si por el contrario, las personas no quieren creer algo, lo que se preguntan es: “¿Tengo que creer esto?”. Este obstáculo es mucho más difícil de sortear ya que uno va a aferrarse del menor defecto en la evidencia para descartar la proposición. Precisamente, Eileen Langer, psicóloga de la Universidad de Harvard, describió un fenómeno al que llamó “cara, gano; ceca es suerte”. La idea es que cuando las cosas suceden de tal forma que confirman que nuestras acciones o creencias son correctas, uno tiende a atribuir que es fruto de nuestra habilidad. Por el contrario, cuando la realidad muestra que estábamos equivocados, se piensa que todo pasó por causas externas sobre las que no ejercemos ningún tipo de control. El ego también impacta en la forma en que pensamos la incertidumbre inherente a las alternativas de nuestras decisiones. Creemos que tenemos mucho más poder para adivinar lo que va a pasar del que realmente tenemos. Existen innumerables sesgos que nos hacen estimar probabilidades de manera errada. En los últimos treinta años, las ciencias del comportamiento han investigado y tipificado una serie de errores comunes que todos cometemos al trabajar con incertidumbre. En la gran mayoría de los casos, estos sesgos hacen que confiemos más en nuestra propia intuición (subjetiva por definición) que en la evidencia que tenemos disponible. El equilibrio justo Hay quienes creen que las personalidades egocéntricas, con un yo exacerbado y una integridad avasallante que avanza a fuerza de prepotencia, son perjudiciales para los negocios. Tienen razón. El efecto que producen es la falta de debate, lo que realimenta el ciclo vicioso de ausencia de nuevas propuestas: se piensa que van a ser desestimadas, y por lo tanto no tiene sentido exponerlas. Los equipos que trabajan bajo este esquema ven el mundo que los rodea como limitado, polarizado y amenazante. Todo es blanco y negro en ese reino donde los matices brillan por su ausencia. Para los que deciden en este contexto, elegir provoca necesariamente que alguien pierda. No hay chances de integrar, de Cómo lograr que el ego juegue a favor en nuestro equipo | 2 cooperar, ni de encontrar soluciones en las que sean varios los que se sientan satisfechos. El problema es que el extremo opuesto –la carencia de autoestima, la falta de determinación, la poca firmeza, la inexistencia de amor propio- tampoco es garantía de éxito. El poseedor de semejante perfil es visto poco menos que como un pusilánime inseguro y carente de iniciativa. El balance perfecto se ubica, como siempre, justo en el medio, lugar que suele ser difícil de alcanzar. Un directivo humilde aprecia las ideas de su equipo de trabajo, las pondera y las aplica si las considera adecuadas. Sabe cuándo su criterio es el mejor, y cuándo reconocer que otro estuvo un paso adelante. Tiene capacidad para escuchar y es curioso y creativo porque no se conforma fácilmente. Pero, sobre todo, es veraz: busca siempre lo más conveniente para la empresa, de manera noble y objetiva. Pero no es fácil encontrar un ejemplar de esta especie. El contar con un ego equilibrado es una característica esquiva sencillamente porque son muchas las variables que deben estar alineadas para alcanzar como resultado la dosis exacta. ¿Cómo hacer para neutralizar el efecto del ego? Una de las formas de contrarrestar la presencia de managers demasiado egocéntricos y evitar que afecte el proceso de toma de decisiones es recurrir a metodologías de decisión colaborativas que permitan que los distintos integrantes de un equipo opinen ordenadamente. Las empresas que han implementado este tipo de metodologías suelen contar con un facilitador cuya labor es velar porque las ideas sean presentadas por todos los participantes de la decisión y sean evaluadas independientemente de las personas. Estos procesos buscan que los egos de los ejecutivos no estén peleándose entre sí como si disputaran la batalla final por el poder, sino generar espacios de apertura para que se puedan discutir ideas y elegir la que mejor satisfaga los objetivos. Cuando el ego nos envuelve en sus redes, usualmente nuestra intención cambia de defender honestamente el propio punto de vista hacia querer probar que tenemos razón. Nos ponemos reactivos a ser influenciados, no escuchamos ni vemos dónde falla nuestro razonamiento. No hay nada malo en sostener los argumentos que se poseen, pero debe quedar en claro que hay una gran diferencia entre defender abiertamente una idea y ponerse a la defensiva. En esta rueda incluso se puede llegar a exagerar información más allá de su significancia real, a minimizar o bloquear datos, a manipular o hasta fabricar cifras y hechos. Son trampas de la mente de las que todo manager exitoso debe huir. Durante el proceso de aprovechar el ego de los managers, se refuerza la búsqueda de caminos alternativos para resolver un problema, lo que además de permitir que se alcancen mejores decisiones elimina conflictos internos. Es que el ego constituye una cualidad que, explotada desde su mejor perfil, puede convertirse en un diferencial al momento de implementar una acción. Ernesto Weissmann es director de Tandem, Soluciones de Decisión y profesor de Teoría de la Decisión de la Universidad de Buenos Aires. Obtuvo su Licenciatura en Administración de Empresas en la Universidad de Buenos Aires, y su Master en Marketing en la Universidad de San Andres, Argentina. Este mecanismo separa la idea de quien la gestó, se entiende que es solamente un aporte de alguien que puede ser llevado adelante o desechado. Lo importante no es el nombre o la posición del que la propuso sino su viabilidad. Cómo lograr que el ego juegue a favor en nuestro equipo | 3