Además de la distinguida Almagro o la elegante Villanueva de los Infantes, la provincia de Ciudad Real guarda lugares menos célebres, pero no menos jugosos. Fundada en 1252 por Alfonso X el Sabio con el nombre de Villa Real y elevada por Juan II de Castilla a la categoría de ciudad en 1420, Ciudad Real es la capital de la provincia del mismo nombre –la más extensa de las cinco que forman la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha–, un importante centro universitario y eje del tráfico entre el centro peninsular y Andalucía, gracias al tren de alta velocidad AVE. No lejos de la capital, al sureste, se alza la hermosa población de Almagro, famosa por las berenjenas en adobo, los encajes de bolillos y su Corral de Comedias. Es la histórica capital del Campo de Calatrava, vasta comarca dominada antaño por la poderosa orden militar de Calatrava. Surgida a mediados del siglo XII para hacer frente a los almohades, esta hermandad de caballeros, mitad monjes, mitad soldados, llegaría a ser la dueña de más de 350 pueblos –esparcidos por toda la frontera con el moro, desde Portugal hasta Aragón– y señora de 200.000 vasallos. Testigo de su poderío es la impresionante arquitectura del castillo de Calatrava la Nueva, en Aldea del Rey, que fue su cuartel general hasta finales del XVIII. Al este de dicha comarca se encuentra Valdepeñas, también fundada por calatravos, hoy la capital del vino manchego. Y más a naciente aún, la muy noble y monumental Villanueva de los Infantes. Mientras que, en el ángulo nororiental de la provincia, en la linde con Toledo y Albacete, se hallan numerosos enclaves inmortalizados por Cervantes, como los molinos de Campo de Criptana o las lagunas de Ruidera, jalonando la Ruta del Quijote. Además del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, Ciudad Real posee dos espacios ecológicos de enorme relevancia, razón por la que ambos han sido declarados parques nacionales: Cabañeros, que está en la esquina noroccidental de la provincia, a la caída de los montes de Toledo; y Las Tablas de Daimiel, en la zona norte, a escasa distancia de la capital. La capital De la muralla que ceñía antaño la ciudad, con 4,5 kilómetros de perímetro y 130 torreones, sólo se conserva la puerta de Toledo, mudéjar. Fue construida en 1328 y consta de seis arcos. Entre sus iglesias, destacan la de Santiago (finales del siglo XIII), la de San Pedro (siglos XIV y XV), ambas monumentos nacionales, y la catedral, que fue erigida durante los siglos XV y XVI. También son dignos de atención el Rectorado de la Universidad, antiguo palacio de Medrano; el casino, hoy Conservatorio Municipal; y la Diputación. El Museo Provincial acoge una muestra retrospectiva de artistas manchegos, entre ellos, Antonio López Torres. El centro presenta dos sedes. La de la calle Prado cobija excelentes colecciones de arqueología y paleontología provincial. Por su parte, el antiguo Convento de la Merced muestra en su colección de bellas artes importantes obras de los siglos XX y XXI. A 8 kilómetros de la capital, se encuentra el cerro de Alarcos, con el santuario de Nuestra Señora de Alarcos y un importante yacimiento íbero. Almagro Almagro (a 23 kilómetros al sureste de Ciudad Real) es lugar de monumentalidad sosegada, sin estridencias, donde conviven armoniosamente arquitecturas cultas como el claustro del monasterio de la Asunción o los palacios del Barrio Noble con casas de tradición vernácula: muros de tapial encalados con verdugadas y portadas de ladrillo o cantería, al exterior, y patios manchegos con corredores de madera, en rojo almagre, al interior. Se perdió el palacio de los Fúcares –los banqueros alemanes Fugger que vinieron a cobrarse las deudas del emperador Carlos V en mercurio de las minas de Almadén–, pero se conserva su almacén, así como las casas de los Wessel y los Xedler. La que no guarda proporción es la plaza Mayor, que parece concebida para concentraciones muy superiores a los 9.000 habitantes de Almagro. Es rectangular y presenta dos largos soportales con 85 columnas toscanas de piedra, entre las que exhiben su género los comercios de encajes. En un extremo, se alza la escultura ecuestre de Diego de Almagro, que fue a Perú con Pizarro, pero al final en Perú sólo había sitio para uno y el extremeño lo ejecutó. Sus huesos, con el cráneo aparte, reposan en la iglesia de la Merced, en Cuzco. Dicen que era pequeño, feo y tuerto de resultas de un flechazo que le dieron en la costa del Choco. La estatua no le hace justicia. En la misma plaza, en el flanco sur, abre sus puertas desde el siglo XVII el Corral de Comedias, célebre por ser el único teatro de su especie que aún funciona en Europa. Consta de dos plantas sostenidas por 54 pilastras de madera y de varios espacios bien definidos: la alojería, bar donde antaño se despachaba aloja –refresco de agua, miel, canela y pimienta blanca– y vino bajo mano; el patio de los Mosqueteros, reservado para la bulliciosa plebe; los corredores, equivalentes a los palcos de ahora; la cazuela, donde se sentaban las mujeres; y, por último, los aposentos privados, situados en los laterales del escenario y cerrados con celosías, para ver sin ser vistos. Inaugurado en 1629 en lo que era patio del mesón del Toro, el Corral de Comedias entretuvo al respetable hasta finales del siglo XVIII, cuando los ilustrados repudiaron estos espacios por incómodos, sucios e inseguros, retornando el de Almagro a su uso como mesón y posada. Así hasta que en 1950, durante unas obras en el inmueble, apareció una baraja pintada a mano, recuperándose gracias a esta pista la memoria, el aspecto y la función de un lugar que, actualmente, es sede del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro y atrae a miles de espectadores al año. Otra visita de sumo interés en Almagro es el Museo Nacional del Teatro, donde se exhiben maquetas, vestuarios y documentos sobre la actividad teatral en nuestro país desde el siglo XVIII. Castillo de Calatrava La Nueva A 7 kilómetros de Calzada de Calatrava, en el término municipal de Aldea del Rey, se alza sobre el cerro del Alacranejo esta imponente fortaleza del siglo XIII que fue sede de la Orden de Calatrava hasta finales del XVIII. Edificada con rocas blancas y bermejas, como una prolongación del crestón cuarcítico sobre el que se aúpa, nada más verla se nos viene a las mientes la siniestra abadía de El nombre de la rosa. Nos sobrecogen su altura, su soledad, su pétrea gravidez y, sobre todo, el rasgar el silencio sepulcral de su iglesia de estilo cisterciense, de dimensiones catedralicias, con un rosetón que se come media fachada. Menudo posadero de cuervos. Y menudas las vistas desde sus almenas: hacia el norte, se ve un paisaje casi infinito y muy suavemente ondulado –típicamente manchego– de labradíos intercalados con olivares y viñedos, y de charcas donde a la tardecica abrevan las ovejas camino de su hato, el pastor oyendo la radio debajo de un chopo; hacia el sur, entre crecientes montañas, se atisba Sierra Morena, y señalando el paso de Andalucía, a través de ellas, la hoz del Fresnedas; mientras que, en el cerro de enfrente, se avizoran las ruinas del castillo de Salvatierra, recordatorio de que todas las obras humanas no son sino castillos de naipes que acaba derribando el solo roce del minutero. Valdepeñas Fundada por la Orden de Calatrava en 1245, Valdepeñas (a 34 kilómetros de Almagro y a 58 de Ciudad Real por la CM-412) posee edificios de gran interés, como las iglesias barrocas de los Trinitarios y del Santo Cristo de la Misericordia (siglo XVII). La plaza de España es un bello compendio de diversos estilos: gótico florido, herreriano, manierista… Ancianas bodegas con grandes tinajas de barro en cueva salpican esta localidad que presume de ser la capital del vino manchego y que cuenta con la Denominación de Origen Valdepeñas. El Museo del Vino, inaugurado en 1999 sobre la antigua bodega de Leocadio Morales, es un flamante centro dotado de las últimas tecnologías museísticas que muestra la evolución del mundo de la viticultura en la zona. Una casa solariega del XVIII, con dintel blasonado y columnas toscanas, alberga el Museo de Gregorio Prieto, pintor valdepeñero de la generación del 27. Además de su obra, se pueden ver lienzos de artistas como Picasso, Dpsissis, Chirico, Max Ernst, Solana, Matisse, Chagall o Francis Bacon; dibujos originales de García Lorca y Rafael Alberti; y una colección de esculturas y tallas religiosas policromadas de los siglos XV al XVIII. También notable es el Museo de los Molinos, donde pueden contemplarse maquetas y dibujos de molinos de todo el mundo; en la planta alta de este último, además, se hallan el Museo de la Ciudad y la Colección Nacional de Alfarería. En la actualidad, está cerrado temporalmente. A 8 km de Valdepeñas, se halla el Cerro de las Cabezas, yacimiento arqueológico íbero-oretano considerado un referente en la cultura íbera por la monumentalidad de sus sistemas defensivos, la excelente conservación de sus restos y por ser una de las pocas ciudades ibéricas conservadas en su integridad. Villanueva de los Infantes A 33 km al este de Valdepeñas, en tierra también de caballeros, pero de la orden de Santiago, se alza Villanueva de los Infantes, soberbio conjunto de palacetes, casas solariegas –como la del Caballero del Verde Gabán, que sale en El Quijote– y conventos, entre los que destaca el de Santo Domingo, hoy hotel Hospedería El Buscón, donde murió Quevedo en 1645. Nada, ni una losa del suelo, parece haberse tocado en los cinco siglos que han pasado desde que se fundó este convento de dominicos. Ese respeto escrupuloso se respira en el claustro, en las gastadas escaleras y, sobre todo, en la celda-museo de Quevedo. Los últimos versos y misivas que escribió este poeta, humorista, político y caballero de Santiago, decoran la lóbrega habitación donde el autor de El Buscón, sintiéndose morir, vino a ponerse en paz con Dios y consigo mismo. Emocionante. Sus restos reposan todavía hoy en la iglesia de San Andrés Apóstol, que se abre a la Plaza Mayor de la villa. Villanueva de los Infantes fue capital del histórico Campo de Montiel, territorio perteneciente a la Orden de Santiago. En el pueblo que le da nombre se alzan los restos del castillo de la Estrella, en cuyas faldas tuvo lugar en 1369 la muerte de Pedro I el Cruel a manos de su hermano Enrique de Trastamara, ayudado por el mercenario francés Bertrand du Guesclin con la famosa frase “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Viso del Marqués Apostado entre sierras de variado relieve, preámbulo de Sierra Morena, aparece Viso del Marqués, un pueblo de apenas 3.000 habitantes que cobija el palacio del Marqués de Santa Cruz, un edificio renacentista, pesadote y solemne, que sorprende por su magnificencia y riqueza artística, aunque lo que verdaderamente llama la atención es su función como Archivo Histórico de la Armada en pleno páramo manchego. El palacio fue declarado monumento nacional en 1931 y actualmente está considerado bien de interés cultural. Los documentos que cobija el Archivo son toda una lección de historia sobre las empresas navales españolas. Son cerca de 12 kilómetros de documentos, fechados desde el siglo XVIII y hasta comienzo de la Guerra Civil española. La documentación anterior está en el Archivo General de Simancas. Resulta gratificante bucear entre los papeles y encontrar información acerca de las expediciones marítimas a Indias o sobre la construcción de buques. Entre los documentos que se extraen de sus estanterías aparece, por ejemplo, un registro de emigrantes de la compañía naviera alemana Norddeutscher Lloyd, que recoge origen, profesión y edad de los viajeros, y que es consultado a menudo por hispanoamericanos que tratan de conseguir la nacionalidad demostrando el origen español de sus ancestros. Otra curiosidad que sale a la luz hurgando en estos papeles es la preocupación que existía en el siglo XIX por la sobreexplotación pesquera. Ya en aquella época existían prohibiciones expresas para el empleo de ciertas artes de pesca y se limitaba el tamaño de las capturas. Y también andaban preocupados por el tabaquismo, y es que incluso entonces los médicos de la Armada se mostraban alarmados por sus efectos nocivos como constata la topografía médica Uso y abuso del tabaco. A 22 km en dirección a Santa Cruz de Mudela, se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de las Virtudes, que da paso a una singular plaza de toros cuadrada, construida con una galería alta formada por una balaustrada de madera en 1645, por lo que pasa por ser el coso taurino más antiguo de España. Almadén La naturaleza ha sido muy generosa con la comarca de Almadén, situada en el extremo suroccidental de la provincia, lindando con Córdoba y Badajoz. En sus entrañas duerme hoy el mayor yacimiento de mercurio del mundo, que ya explotaron los romanos y que ha producido la tercera parte del mercurio consumido por la humanidad en toda su historia. Las minas más antiguas del mundo, que cerraron en 2003, son desde 2012 Patrimonio de la Humanidad declarado por la Unesco. Parte de sus 25 kilómetros de subsuelo se visitan hoy, en un recorrido a pie por túneles explotados en los siglos XVI y XVII, sin iluminación moderna y con el solo apoyo de lámparas individuales. El recorrido deja poco espacio a la imaginación: la humedad, las maderas que apuntalan techos y paredes, la resistencia de la roca, la oscuridad… dan una clara idea de la dureza del trabajo desarrollado allí durante más de dos mil años. El pueblo cuenta también con la Escuela de Minas, de 1777, alzada sobre los restos de la real Cárcel de Forzados, donde vivían los condenados a galeras que llegaban a las minas a cambio de reducir su condena a la mitad; con el Hospital de Mineros de San Rafael, del siglo XVIII; y con dos museos, uno geológico y otro científico, con asombrosas muestras de la aplicación y las propiedades mercuriales. Para financiar el hospital, los propios mineros tuvieron que construir primero una plaza de toros, que tiene forma octogonal porque, para financiar a su vez el coso, hubieron de edificar viviendas a su alrededor, parte de las cuales son actualmente un hotel y desde las que aún hoy se puede asistir a los festejos taurinos. La Ruta del Quijote La forma más bella y directa de adentrarse en los paisajes cervantinos es por la carretera N-430. Esta vía, procedente de la capital ciudadrealeña, corta la autovía de Andalucía (N-IV) a la altura de Manzanares y continúa por Membrilla, La Solana y Alhambra hasta las lagunas de Ruidera, 15 hermosas manchas de agua que se suceden a lo largo de 25 kilómetros, saltando de cascada en cascada por el límite entre Ciudad Real y Albacete. Muy cerca de este conjunto lacustre, donde los viejos libros de geografía situaban el nacimiento del río Guadiana, pueden visitarse dos famosos enclaves cervantinos: la cueva de Montesinos y el castillo de Rochafrida. De Ruidera pueblo sale una desviación que, rodeando un embalse, lleva a Argamasilla de Alba, lugar donde los mismos viejos libros decían que el Guadiana se ocultaba bajo tierra para volver a surgir 40 kilómetros después en los Ojos del Guadiana, cerca de Daimiel. Pero la realidad es que el río lleva varias décadas sin hacer ni lo uno ni lo otro, debido, entre otras cosas, a la sobreexplotación del acuífero para regar los campos de cultivo. Lo que sí se conserva en Argamasilla de Alba es la cueva de Medrano –donde, preso Cervantes, empezó a escribir su gran obra–, la supuesta casa del Bachiller Carrasco y el santuario de Nuestra Señora de Peñarroya, desde donde se domina una espléndida panorámica de los carrizales de la zona. A 7 kilómetros está Tomelloso, el municipio con más viñas de toda España y donde la mayor parte de las casas mantiene las antiguas bodegas con enormes tinajas. La Posada de los Portales, del siglo XVII, representa la arquitectura de la comarca, así como los llamados bombos manchegos, construcciones abovedadas de piedra que servían de refugio a los pastores. Desde Tomelloso, y una vez cruzado el río Záncara, se llega a Alcázar de San Juan y, 8 kilómetros después, a Campo de Criptana, enclave de los celebérrimos molinos quijotescos, tres de los cuales –el Burleta, el Infante y el Sardinero– están declarados Monumento Nacional. Además, aquí se encuentra el santuario del Cristo de Villajos, que custodia una preciosa talla del siglo XIII de la Virgen con el Niño. A 18 kilómetros, ya en la provincia de Toledo, se halla El Toboso, donde se conserva una casa del siglo XVI que se supone que fue la de Dulcinea. Cuenta con un Museo Cervantino, en el que se exhibe una colección de ediciones del Quijote en distintos idiomas, firmadas por personajes ilustres de todo el mundo. Parque Nacional de Cabañeros Cabañeros fue siempre feudo de señores con mano de hierro y señoritos con escopeta, pero en los años 90 del pasado siglo, este paraje castellano-manchego fue declarado parque nacional (1995). Ello no quita para que las tres cuartas partes del parque sigan siendo cotos privados de caza y que en el 25% restante se celebren todavía monterías. Aun así, en sus más de 40.000 hectáreas sobreviven 276 especies de vertebrados, algunas tan valiosas como el lince, el águila imperial y la cigüeña negra. El paisaje típico de Cabañeros es el de los montes tapizados de jarales y carrascas y, a sus pies, las rañas o llanuras salpicadas de encinas y alcornoques, el clásico bosque mediterráneo cuya música clásica la ponen los berridos otoñales de los ciervos en celo. Éste es el paisaje que le ha valido el sobrenombre del Serengeti español. Una cooperativa local ofrece la posibilidad de recorrer la raña de Santiago, la más bella del parque, en todoterreno. En realidad, no hay otra forma –está prohibido adentrarse en este sector por libre, ni siquiera a pie–, de ahí que sea una actividad muy solicitada y que haya que reservar con antelación para asegurarse un sitio en este vehículo que durante cuatro horas recorre lugares como el puntal del Rostro, el arroyo del Peral, el pantano del Brezoso y el antiguo poblado de Anchurones. Ciervos y jabalíes pululan a lo largo de toda la gira, que concluye con un audiovisual en el Centro de Interpretación Casa Palillos. Lo que sí está permitido es recorrer a pie y por libre las rutas senderistas, debidamente señalizadas, por la zona de uso público del parque nacional, aunque también es posible contratar los servicios de un guía para completar estos senderos. Hay, sin embargo, otro Cabañeros que no es llano y pajizo como la sabana ni puede recorrerse en coche, sino sólo a pie: es el curso multicolor del río Estena, afluente del Guadiana, particularmente bello cuando ataja por el cañón llamado Boquerón a través de un estribo sureño del pico Rocigalgo (1.448 metros), entre quejigos, robles melojos, fresnos e incluso tejos. La ruta del Boquerón (8 km, ida y vuelta por el mismo camino, y 3 horas de duración) se inicia en el pueblo de Navas de Estena (a 96 km al noroeste de Ciudad Real) bajando por el arroyo del Chorito hasta su confluencia con el Estena, que es un río notable, con pozas y rabiones dignos de parajes más lluviosos. Dicha confluencia acaece en el fondo de un selvático cañón, en medio de extraños plegamientos rocosos y afilados cuchillares. En él abunda la fauna ribereña, como el cachuelo y el calandino, el galápago y la nutria, y una flora propia de otras latitudes, como los tejos que llegaron hace 10.000 años huyendo de los hielos de los glaciares y aquí se quedaron, entre Ciudad Real y Toledo, a 150 km de sus parientes más próximos en la sierra madrileña. Parque Nacional de las Tablas de Daimiel Hasta mediados del siglo XX, La Mancha era un mar de tablas, charcas formadas por el fácil desbordarse de los ríos en esta tierra llanísima. Entre todas ellas, destacaban las de Daimiel (a 28 kilómetros de la capital yendo por la N-430): 30.000 hectáreas del norte de Ciudad Real que, merced a los aportes constantes del Guadiana y los estacionales del Cigüela, estaban siempre rebosantes, incluso en el rigor del estío, no sólo de agua, sino de pájaros y de vegetación palustre, y de bípedos implumes hendiendo el masegar en barcas de dos proas a la busca de cangrejos y anguilas. Hacia 1960, los cauces de la cuenca alta del Guadiana fueron canalizados y Las Tablas hubiesen quedado reducidas a campos de cultivo de no ser porque, en 1973, cuando las excavadoras ya les estaban metiendo mano, o pala, los científicos protestaron y fueron declaradas parque nacional 1.928 hectáreas de Daimiel y Villarrubia de los Ojos. En 2014 ,el Gobierno aprobó la ampliación en 1.102 hectáreas sobre fincas de titularidad pública, con lo que la superficie actual del parque es de 3.030 ha. La buena salud de la que gozan hoy Las Tablas nada tiene que ver con la situación crítica vivida los últimos meses de 2009 con los incendios de turbas y la desecación por las graves sequías de aquellos años. Las medidas adoptadas para controlar los incendios, la ampliación de su tamaño como medida de protección y las abundantes lluvias de los últimos años han recuperado el aspecto que jamás debió perder. Itinerario imprescindible para conocer el parque es el de la Isla del Pan, un paseo circular de dos km y una hora y media de duración que arranca junto al centro de visitantes, está señalizado con flechas amarillas y discurre por pasarelas de madera uniendo las islas que afloran sobre las aguas someras, aquéllas pobladas por tarayes –único árbol del parque– y éstas cuajadas de masiegas, carrizos, eneas y praderas de ovas. Por esta insólita vía, el excursionista avanza saltando de la isla de la Entradilla a la del Descanso y, de ésta, a la Isla del Pan, el punto más elevado del parque, con un mirador desde el que se avizoran, allende Las Tablas, viñedos, olivares y campos de cereales; y, al fondo, la sierra de la Virgen y el caserío de Villarrubia de los Ojos. El observatorio que hay en la penúltima pasarela, entre la isla de los Tarayes y la del Maturrio, es buen lugar para ver las muchas aves que arriban procedentes del centro y norte de Europa. Más que un ave concreta, llama la atención el bullicio de miles, un caos alado tal que hasta los jóvenes fumareles se posan al alcance de la mano. http://clubcliente.aena.es