¿Qué pasa cuando amenazan a un periodista colombiano?

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¿Qué pasa cuando amenazan a
un periodista colombiano?
Por Laura María Panqueva Otálora
¿Qué pasa cuando
amenazan a un
periodista colombiano?
Un reportaje y dos
crónicas responden a
esta pregunta
Por Laura María Panqueva Otálora
2012
Índice
10
20
24
REPORTAJE
La amenaza A periodistas en
colombia: censura, muerte y
soledad.
Crónica
Diro González: coraje
incansable.
Crónica
Al aire con Edgar Astudillo.
7 Censura, Muerte y Soledad
A Guillermo y a Sonia –mis padres–
por ser pacientes y creer en mis ideas.
A Beto, quien se unió a este viaje y lo
hizo suyo. A José Navia, por exigirme
precisión y más precisión. A David
Reina y su diseño desinteresado. Y
a Mauricio, ese editor y compañero
incansable de mis letras.
REPORTAJE
La amenaza A
periodistas en
colombia:
Doce periodistas ríen y hacen chistes
recostados sobre un muro de la explanada ubicada frente a
la Alcaldía de Montería, Córdoba, mientras esperan que un
funcionario de la oficina de prensa aparezca y les entregue
un comunicado. El sol es sofocante esta mañana.
Dentro del grupo se encuentra un hombre de estatura
baja, gafas gruesas y camisa de rayas. Desde hace más de una
hora espera sentado en uno de los muros aledaños a la portería
de la edificación, y carga bajo su brazo derecho una revista. Es
Rodrigo Castilla, hermano del periodista Clodomiro Castilla,
asesinado el 19 de marzo de 2010 en su residencia, ubicada en
la urbanización El Puente Uno, a doscientos metros de un CAI
de la Policía. Un desconocido le disparó en ocho oportunidades
y huyó con su cómplice en una motocicleta. Clodomiro Castilla, quien era director y propietario de la revista El Pulso del
Tiempo, además de periodista de la emisora La voz de Montería,
había denunciado amenazas de muerte en su contra.
Censura, Muerte y Soledad 10
Foto: 123RF
censura,
muerte y
soledad
La Relatoría
Especial para la
Libertad de Prensa
de la Comisión
Interamericana de
Derechos Humanos
ha comunicado su
preocupación por
la situación de
impunidad que
rodea a los crímenes
de periodistas
colombianos.
Este hecho atemorizó a los periodistas de la región y levantó voces de inconformidad por parte de organismos internacionales, como la Relatoría Especial para la
Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH). En un comunicado la entidad “expresa su preocupación por la situación descrita y
exhorta al Estado colombiano a avanzar en la lucha contra
la situación de impunidad que aún rodea estos crímenes.
Para ello, se debe apoyar la labor de jueces y fiscales, e impulsar mecanismos reforzados de prevención y protección
de la libertad de pensamiento y de expresión”.
Sin embargo, este tipo de pronunciamientos no
han sido efectivos en el desarrollo de estos procesos judiciales, pues Pedro Vaca, asesor de la Línea de Lucha contra
la Impunidad de la Fundación para la Libertad de Prensa,
FLIP, asegura que después de dos años el caso de Castilla
fue trasladado a la Unidad de Derechos Humanos de Bo-
gotá y aún se encuentra en la primera etapa procesal, es
decir que no ha pasado de la indagación preliminar.
Para muchos periodistas, como Rodrigo Castilla,
el asesinato de su hermano fue una mordaza. Para otros,
como Edgar Astudillo, quien en ese entonces era director
del programa El informador de Córdoba, en Radio Panzenú,
“un caso delicado que visibilizó la situación de su gremio
en la región”. Astudillo fue amenazado menos de un mes
después del asesinato de Clodomiro Castilla.
Al igual que Castilla, Astudillo –en un principio– ignoró las dos llamadas anónimas que le hicieron
después de publicar una denuncia en mayo de 2010 en la
que afirmaba que Los Paisas, una banda ilegal que opera
en Antioquia y tiene presencia en La Guajira, Córdoba,
Sucre y Cesar, estaba invadiendo la vereda de San Francisco del Rayo, zona rural del municipio de Montelíbano,
sur de Córdoba.
Como Astudillo no dejó de emitir sus informativos,
aún con los riesgos advertidos, un día, al salir de Radio Panzenú, fue interceptado en una esquina cercana por un grupo de
hombres con armas automáticas que iban en una camioneta
blindada. Uno de ellos se bajó y le puso su pistola en la cabeza,
a pesar de que el periodista iba escoltado por un policía. En
ese momento comprendió que irse de la ciudad era la única
opción para seguir con vida. Esa misma noche empacó una
maleta y se abordó en un vuelo directo a Bogotá.
Su intempestiva huida despertó en sus colegas y
en su familia un miedo lleno de incertidumbre y silencio,
pues no sabían su paradero ni tampoco se atrevían a dar
declaraciones profundas sobre su caso. Sin embargo, su
amigo y colega Rodrigo Castilla fue el único que advirtió que Edgar Astudillo tuvo que salir de Montería por la
misma situación que otros han padecido: “Como aquí no
le dan el valor al periodista, uno tiene que sobrevivir como
11 Censura, Muerte y Soledad
sea y cuidarse de lo que va a decir. Si eso no le gusta al
‘gamonal’, al funcionario o al politiquero, lo ponen entre la
espada y la pared. Ahora, en febrero de 2011 Expectativa,
mi revista, cumplió 30 años y en el número de aniversario
le hice una mención a Edgar, en la que decía que esperábamos que volviera a hacer periodismo en Montería, como él
lo sabe hacer. Pero es muy difícil. No creo que regrese porque
aquí no hay garantías”.
Su caso es un retrato
de lo que sucede en Colombia
cuando amenazan a un periodista: coerción a la libertad de
expresión, desplazamiento, autocensura, inestabilidad económica, inseguridad, impunidad
y, en ocasiones, muerte. Así lo
aseguran cuatro periodistas colombianos y líderes de opinión
que han denunciado este flagelo social a través de agudas investigaciones.
Desde la óptica de Ignacio Gómez, director de
la Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP, “muy frecuentemente el periodista acaba marginándose del oficio o
entrando a la lista de muertos. Además, su sustento queda
en riesgo y sus contenidos dejan de existir”. Y es que es
un problema de tal magnitud que termina “acabando com-
pletamente con la libertad de expresión, convirtiéndose en
un constreñimiento a la democracia, pues el periodista de
inmediato vira la información hacía temas banales, dejando
de contextualizar, de analizar y de interceptar las noticias”,
explica Marta Ruiz, asesora editorial de la revista Semana. Por otro lado, Jorge González, jefe de investigaciones
de la revista Dinero y autor de
La censura del fuego. Periodistas
asesinados en Colombia, agrega
que “la amenaza logra, en ocasiones, desplazar al periodista,
separándolo de su familia, la
cual se convierte en un rehén
más de la situación. Muchas
veces es ésta la que le pide al
periodista que por el bien de
sus hijos se abstenga de seguir
denunciando”. Sin embargo,
“las reacciones de sus seres
queridos son muchas. Desde el
divorcio, la pelea matrimonial, hasta la solidaridad total.
Entonces, así como hay periodistas que han sufrido el final
de su vida familiar con motivo de las amenazas, hay otros
que, admirablemente, sus familias los han acompañado
hasta el final”, afirma Ignacio Gómez, destacado por sus
investigaciones sobre parapolitica y corrupción durante el
gobierno de Álvaro Uribe.
Foto: Archivo LA PATRIA
Censura, Muerte y Soledad 12
El 1 de febrero
de 2002 miles
de personas se
manifestaron
en el centro
de Manizales
para despedir a
Orlando Sierra.
Foto: Archivo LA PATRIA
“Tratar de silenciar los medios
de comunicación es un acto
doblemente terrorista, porque
es, al miedo, infundirle el
silencio”. Esta fue una de las
reflexiones de Orlando Sierra,
días antes de ser asesinado.
En definitiva, cuando se amenaza a un periodista
se intimida a sus seres queridos, al gremio y al medio; se
atenta contra uno de los valores más importantes de la
democracia que es la libertad de prensa y se le cercena
a la comunidad el derecho que le otorga el artículo 20
de la Constitución Política a estar pronta y debidamente
informada. Sin embargo, aun cuando quienes profieren la
amenaza logran la mayoría de veces estos fines perversos,
hay periodistas que deciden asumir los riesgos para cumplir con su misión de denunciar sin contemplación, así
como lo hizo Orlando Sierra, subdirector del periódico
La Patria de Manizales, quien fue asesinado el 30 de enero de 2002, frente a su hija.
Su historia, registrada en el libro La censura del
fuego, expone un ejemplo de valentía en esa tarea diaria
de contarle a la sociedad sobre los abusos del poder público. “En los últimos tiempos [Sierra] estuvo dedicado
a espolear a miembros de la coalición política encabezada por los senadores Omar Yepes Alzate y Víctor Renán
Barco. A esa coalición atribuía varios de los males que
aquejaban al departamento de Caldas”, asegura este relato. Su muerte despertó la indignación de algunos medios
de comunicación nacionales, como el diario El Tiempo,
El Espectador, la revista Cambio y la revista Semana. Durante varios días un grupo de periodistas de estos medios
investigó en Manizales las circunstancias del asesinato.
Los periódicos y revistas que formaron parte del proyecto
publicaron en forma conjunta, el mismo día, el reportaje
producto de esa labor investigativa.
En 2002, Luis Fernando Soto, el hombre que disparó, fue sentenciado a 19 años de cárcel, de los cuales solo
pagó cinco gracias a una suma de beneficios que fueron
muy cuestionados. Un año después fue muerto por la policía en un enfrentamiento en Cali. Por este crimen también
fueron condenados a pagar 28 años de prisión Luis Arley
Ortiz, alias “Pereque”, y Francisco Antonio Quintero, alias
“Tilín”, reconocido como jefe de los sicarios de la Galería
de Manizales. Tras diez años del homicidio de Sierra la
justicia colombiana continúa en el proceso para condenar
a los actores intelectuales.
Tan solo el 17 de septiembre de 2012 comenzó el
juicio en Pereira al ex dirigente liberal de Caldas Ferney
Tapasco. En esta audiencia las declaraciones de algunos
de los testigos señalan que el político sí tuvo relación con
el asesinato de Sierra.
Según La Patria, Flavio Restrepo, quien para la
época trabajaba como periodista en ese diario, les contó a
los investigadores detalles de una de las amenazas: “Tapasco le tira las gafas al piso a Sierra y se las rompe, además le dice que lo va a matar”. Según el testimonio, Sierra
recoge las gafas se las entrega a su agresor y le dice, palabras más palabras menos: “usted me puede matar, pero las
gafas me las tiene que pagar”. A los dos días llegaron las
gafas reparadas al periódico.
En este proceso, que fue aplazado para el próximo
26 de noviembre, también están vinculados otros miembros
de la coalición: Henry Calle Obando, asistente de Tapasco,
y los hermanos Jorge y Fabio López.
En una columna publicada días después del fallecimiento de Sierra, Flavio Restrepo cuestiona el hecho así:
“¿Saben ustedes por causalidad quién en este Departamento
[Caldas] tiene poder político-sicarial para matar al contradictor [...] ¿Sumisión o muerte? ¿Será esa la nueva consigna
para una región tan sufrida?”.
13 Censura, Muerte y Soledad
Sin duda alguna, los periodistas regionales están más expuestos a las intimidaciones, debido a que “no cuentan con los
mismos regímenes de garantía y de protección que tienen
los periodistas que estamos trabajando en Bogotá. No es lo
mismo que Jorge González, periodista de Dinero, reciba una
amenaza y tenga la posibilidad de comunicarle a la policía,
a que la reciba un periodista de Caquetá, en donde han sido
asesinados 14 colegas durante los últimos tres lustros, donde
no existe ni la más mínima protección”, sentencia González.
Y agrega que “la mayoría de estos medios son independientes
entre comillas porque se financian con la pauta oficial y a veces una forma de amenaza tiene que ver con ‘te voy a retirar la
pauta publicitaria, con lo cual vas a morir asfixiado financieramente’”. Además, en estas zonas en donde el debate no es
tan rico, la amenaza termina por acabar completamente con
la libertad periodística, afirma Martha Ruiz.
Según informaciones recientes de la FLIP, los territorios que presentan mayores problemas para ejercer el oficio son
Cesar, Antioquia, Valle del Cauca, Tolima, Arauca, Atlántico,
Cauca, Bogotá y Norte de Santander. Esto en tanto a número de obstrucciones periodísticas que se han presentado a los
largo de este año. Sin embargo, Javier Vargas, quien trabaja en
el área de monitoreo de la FLIP, asegura que “la existencia de
un conflicto permanente representa un riesgo más grande para
la labor del periodista. Por eso, en departamentos como Cesar
y Arauca existe un tipo de obstrucción mucho más violento y
serio que los que se presentan en Bogotá, ya que en sus casos las
amenazas provienen usualmente de actores ilegales”.
Debido a estas limitaciones, Ignacio Gómez asegura que “en la prensa de provincia hay temas que prefieren no
tocar por las consecuencias que eso puede tener, toda vez que
los periodistas regionales son gente muchísimo más vulnerable
que aquellos que trabajan para los grandes medios”. Pero si estos
temas son investigados y el periodista es amenazado y callado,
todos callarán. De esta manera, “el delito que iba a hacerse público queda oculto y pierde toda la ciudad o pueblo porque el
crimen se va a seguir cometiendo, sea robo, abusos, violaciones a
los Derechos Humanos, contaminación o cualquier otro”, explica María Teresa Ronderos, asesora editorial de la revista Semana,
directora de VerdadAbierta.com y columnista de El Espectador.
Según la FLIP , los territorios que
presentan mayores problemas para ejercer
el oficio son Cesar, Antioquia, Valle
del Cauca, Tolima, Arauca, Atlántico,
Cauca, Bogotá y Norte de Santander.
Censura, Muerte y Soledad 14
“En la prensa
de provincia
hay temas que
prefieren no
tocar por las
consecuencias que
eso puede tener,
toda vez que
los periodistas
regionales son
gente muchísimo
más vulnerable
que aquellos que
trabajan para los
grandes medios”,
Ignacio Gómez.
Foto: 123RF
El riesgo de informar
en la provincia
Por otro lado, al ser señalado el periodista se convierte
en una voz solitaria pues, por lo general y apelando a su instinto de supervivencia, su gremio se distancia de este tipo de
denuncias. En la actualidad, para el periodista Jorge González, “no existe el sentido de colegaje y de solidaridad, y la única
ayuda que se puede esperar es de parte de unas organizaciones
no gubernamentales”. González reconoce el trabajo de iniciativas como el Proyecto Antonio Nariño, que desde 2001 se ha
dedicado a capacitar a los periodistas regionales en temas de
cubrimiento de conflicto armado, autoprotección y Derechos
Humanos. Esto con el fin de fortalecer el trabajo investigativo
en zonas que tienen mayor incidencia de grupos al margen de
la ley como Antioquia, Cauca y Norte de Santander. Según
Claudia Mejía, directora del proyecto, “estos periodistas tienen
que estar más acompañados, pues las problemáticas en el periodismo regional son bastantes. Van desde las malas condiciones laborales –ya que la gran mayoría no están vinculados a
los medios de comunicación, así que nadie los respalda en sus
denuncias y están condicionados por la pauta– hasta obstrucciones en su oficio por parte de actores ilegales y autoridades;
limitaciones en el acceso a la información y desconocimiento
de las herramientas investigativas como las bases de datos”.
Entre las 111 víctimas por amenaza que se registraron en 2011 por la Red de Alerta y Protección al Periodista
se encuentran dos casos muy nombrados en los informes de
libertad de expresión de la FLIP. Estos son el ya mencionado
caso de Edgar Astudillo, director del noticiero El Informador
de Córdoba, y el de Diro César González, director del semanario La Tarde en Barrancabermeja, Santander.
Estos comunicadores fueron entrevistados en las
ciudades donde se encontraban en el primer semestre de
2011. Edgar Astudillo, debido a las constantes amenazas,
se había trasladado a Bogotá, y Diro César González estaba
ubicado en Barrancabermeja.
En el caso de Astudillo, sobrevivió en la capital del
país casi un año –desde octubre de 2010 hasta julio de 2011–
trabajando en un principio como vendedor en un almacén de
frutas y verduras y narrando las novenas navideñas en un conjunto residencial de Soacha, Cundinamarca. Luego, pagó un
espacio los fines de semana al mediodía en Radio Cordillera,
de Radio Todelar, para emitir un programa de noticias, que fue
cancelado tres meses después por falta de recursos económicos.
Mientras tanto, su esposa y su hija –Liney y Andrea–, vivían en
una habitación pequeña, en una pensión en Montería porque
se vieron oligados a entregar la casa que tenían en arriendo.
Para sostenerse trabajaban en “un programa radial dirigido por
Andrea, del que Edgar participaba con informes y entrevistas
políticas, conseguidas después de pasar horas en el Senado de
la República”, asegura Liney, quien en ese entonces (6 de junio
de 2011) buscaba un tiquete de avión hacia Bogotá.
En medio de esta situación Astudillo decidió en
julio de 2011 regresar sin medidas de seguridad a Montería
porque, según él, en la Dirección de Derechos Humanos del
Ministerio del Interior y de Justicia, le dijeron que si se iba
15 Censura, Muerte y Soledad
Durante este tiempo su esposa sufrió graves problemas de salud y nadie quería arrendarles una vivienda por
la situación de riesgo en la que se encontraban. Sin embargo,
esto no impidió que el periodista continuara con sus investigaciones. En junio de 2012, González publicó el libro Los días
que estremecieron a Barrancabermeja, que reúne varias de sus indagaciones sobre temas de corrupción, paramilitarismo y orden
público en Santander. Según informaciones de la FLIP, este
trabajo le provocó nuevas amenazas, pues a su casa llegó el 5 de
junio de 2012 este panfleto: “Un mensaje hecho a tu medida,
el cementerio está lleno de valientes como el de la foto. Bobo
hijueputa no queremos ver más tu pasquín. No te metas con
nuestros amigos gonorrea. RASTROJOS AUC”. Los supuestos autores son una de las bandas criminales más grandes del
país, que nacieron en el Norte del Valle y se expandieron hacia
Nariño, Putumayo, Cauca y la Costa Pacífica.
Para complementar y corroborar la situación de los
periodistas víctimas de amenazas, también se entrevistó a
ocho periodistas regionales, entre ellos Marco Tulio Valencia, quien era director del periódico El Norte, de Mariquita
(Tolima), Leiderman Ortiz, director del periódico La voz
del pueblo, de Caucasia (Antioquia), Alex Pájaro, redactor
de la sección Judicial del periódico vespertino El Propio, de
Montería (Córdoba), y Luis Eduardo Montoya, director y
propietario del periódico El Puente, de Honda (Tolima).
A Valencia le hicieron un atentado en 2010, según
documentó la Federación Colombiana de Periodistas, Fecolper,
por denunciar la existencia de expendios de droga, la violencia
y la corrupción de su región. Leiderman también fue víctima
de un atentado con granada el 22 de mayo de 2010, según su
versión, por hablar en el programa Hora 13 del canal Teleantioquia, sobre un atentado perpetrado por Los Rastrojos en un
edificio vecino a su vivienda, donde se alojaba un miembro de
Los Urabeños. Por otro lado, Pájaro fue amenazado en 2010
a las afueras de las instalaciones del periódico por un hombre
armado, tras una noticia en la que informaba sobre la presunta
complicidad entre senadores de Córdoba para asesinar al exalcalde del municipio de San Antero (Córdoba), William Pérez.
Al igual que Pájaro, Montoya fue intimidado desde 2009 por
señalar escándalos de corrupción, sobornos e inoperancias de
los servidores públicos de Tolima.
Sus testimonios documentan la delicada situación
a la que se enfrenta un comunicador después de haber sido
amenazado. En un primer momento guardan completo silencio y cambian de rutina. Luego denuncian su situación
ante la Fiscalía y en algunos casos reciben protección. De
esta manera, continúan informando a veces igual de comprometidos con sus denuncias, a veces lejos de estas. Sin embargo, siempre conscientes de que los autores de sus constreñimientos se encuentran libres.
Foto: cortesía Diro González
A la izquierda,
Diro César
González en un
congreso sobre Paz
en Noruega. A la
derecha, uno de los
tantos sufragios
que ha recibido el
periodista en los
últimos años.
Censura, Muerte y Soledad 16
Alrededor de 10 periodistas que
trabajan en el Valle del Cauca,
Cauca, Santander, Tolima y
Sucre, recibieron amenazas
atribuidas a las Autodefensas,
Los Rastrojos y Los Urabeños.
Foto: cortesía Diro González
era bajo su responsabilidad, pues al no pertenecer al programa de protección a periodistas, no podían asignarle ni
escoltas ni carro blindado.
Luz Stella Moncada, jefe del área de protección
de esta Dirección, no quiso referirse a los casos de amenazas con el argumento de que estos archivos son privados y
es prohibido publicarlos.
En la actualidad, Astudillo es coordinador de
prensa de los Juegos Nacionales en Montería y su único
interés es terminar de pagar los estudios de Derecho de
su hija, por lo que prefiere evitar los temas que mencionen
a las bandas criminales, pues no está dispuesto a volver a
vivir desplazado y lejos de su familia.
Por otro lado, Diro César González, quien en
2010 recibió el Premio al Coraje de un Periodista Colombiano, ha sido víctima en los últimos seis años de siete
amenazas, en las que se incluye un atentado frustrado en
2006 a las afueras de la casa de sus suegros, ubicada en
el barrio Provivienda, de Barrancabermeja. Por esta razón
tuvo que salir de la región con su esposa, Tatiana Jiménez,
y asentarse durante 11 meses en un apartamento arrendado
en el barrio Kennedy, de Bogotá.
Volvió a Barrancabermeja con dos escoltas y una
camioneta blindada para reabrir su periódico e insistir en sus
denuncias, como aquella titulada Las mulas del microtráfico,
publicada en mayo de 2011. Aquí relataba la historia de un
menor que tuvo que escapar de la ciudad porque le debía
dinero a una banda ilegal dedicada al tráfico de drogas, y lo
estaban buscando para asesinarlo.
¿Quiénes amenazan?
Según el periodista Ignacio Gómez, “muy frecuentemente
se trata de parapolíticos. Es decir, de políticos que están involucrados en temas de narcotráfico. Y cuando el periodista
revela esos nexos, termina amenazado. Otros actores son los
grupos ilegales. En su orden: los paramilitares, la guerrilla,
luego autoridades civiles y militares, es decir policías y militares”. Así también lo asegura María Teresa Ronderos, quien
afirma que “los que amenazan son los funcionarios corruptos, los grupos armados, los empresarios que han cometido
delitos y quieren ocultarlos, y la mafia del narcotráfico”.
Tales aseveraciones son confirmadas por los informes que han publicado en los últimos dos años organizaciones como Reporteros Sin Fronteras (RSF). Esa entidad
ubica al grupo ilegal Águilas Negras en la lista de “depredadores de la libertad de prensa”. Esta organización criminal
es acusada de amenazar a cinco periodistas y 60 ONG, entre
ellas la Federación Colombiana de Periodistas, Fecolper. Se
resalta, además, que alrededor de 10 periodistas que trabajan en el Valle del Cauca, Cauca, Santander, Tolima y Sucre, recibieron amenazas atribuidas a las Autodefensas, Los
Rastrojos y Los Urabeños, estas dos últimas denominadas
por las autoridades como Bandas Criminales (Bacrim). Sin
embargo, la distinción que el gobierno de Álvaro Uribe hizo
entre estas y los paramilitares no existe para Ignacio Gómez.
Según él, “si uno mira dónde están estas bandas y qué hacen, son paramilitares. Ellos no han perdido su asociación
con las Fuerzas Militares y muy frecuentemente delinquen
gracias a su relación con los militares. Solo que les cambiaron el nombre para dar la sensación falsa de que los
paramilitares se habían acabado. Pero ellos operan igual a
los paramilitares. Es decir, no hay ningún cambio”.
No obstante, las Bacrim –entre las que se incluyen a las Águilas Negras, Los Urabeños, Los Paisas
y Los Rastrojos– fueron diferenciadas por la Fundación Arco Iris en una investigación realizada en 2008,
que exponía la magnitud de su poderío territorial en
el país. Este informe afirma lo siguiente: “Divididas
en 100 núcleos armados y con 21 nombres diferentes, estás bandas ejercen algún tipo de acción violenta en 246
municipios”. Y aunque todas generan terror, cabe resaltar
que se diferencian en tres tipos: “Las emergentes como las
Águilas Negras; las de rearmados, como la de alias ‘Cuchillo’ (muerto el 25 de diciembre de 2010 en una zona selvática cercana al municipio de Mapiripán); y las disidentes,
lideradas por paramilitares que se salieron del proceso de
desmovilización o que nunca quisieron entrar”.
Actualmente, departamentos como Córdoba,
Magdalena, Bolívar, Norte de Santander, Santander, Antioquia, Tolima y Cauca están invadidos por estos grupos
que luchan entre sí para apoderarse de más tierras y mover el negocio de las armas y las drogas. En este contexto,
defensores de los derechos, como los periodistas que se
17 Censura, Muerte y Soledad
los casos de periodistas asesinados en el país señaló para
la agencia AP que estos “generalmente no obedecen a un
plan sistemático, sino a la reacción de algún personaje, de
esos políticos asociados con organizaciones criminales, que
resultan denunciados públicamente (por comunicadores) y
entonces cometen el homicidio”.
Impunidad: factor que alimenta
la violencia
Foto: 123RF
Entre 2000 y
2011 se han
presentado 48
casos de periodistas
asesinados
por razones
relacionadas con
el oficio. De estos,
solo en nueve casos
se han proferido
sentencias
condenatorias,
afirma la FLIP.
arriesgan a denunciar las atrocidades cometidas por actores
ilegales y los casos de corrupción, son sometidos a amenazas, censuras, intimidaciones y asesinatos. Ellos, afirma
Ignacio Gómez, “fueron incluidos en las listas de personas
eliminables publicadas por los actores ilegales”. Por ejemplo, en 2003 se revelaron en Arauca dos “listas negras”,
una de las Farc y otra de las AUC, en donde se incluía a
18 periodistas. Así lo asegura la investigación El Estado de
prensa en Colombia: una mirada con énfasis en las regiones,
del académico Carlos Alfonso Velásquez.
Por otro lado, de acuerdo con los informes de la
FLIP, entre el 2000 y el 2011 se han presentado 48 casos
de periodistas asesinados por razones relacionadas con
el oficio. De estos, solo en nueve casos se han proferido
sentencias condenatorias, la mayoría contra los autores
materiales. Sin embargo, gracias a las preguntas incluidas
en las versiones libres de los paramilitares en el marco
Censura, Muerte y Soledad 18
de la Ley de Justicia y Paz, sobre su participación en los
homicidios a periodistas –una iniciativa de la Sociedad
Interamericana de Prensa– los tribunales pudieron vincular a políticos regionales con algunos de estos crímenes.
Así fue como se esclareció el asesinato del periodista José
Emeterio Rivas.
Él, quien trabajaba como locutor y director del
programa de investigación contra corrupción de la emisora Calor Estéreo en Barrancabermeja, fue asesinado el
6 de abril de 2003 en el corregimiento de Meseta San
Rafael, por un grupo de paramilitares del Bloque Central
Bolívar (BCB) de las Autodefensas Unidas de Colombia
(AUC). Su desaparición fue financiada por el exalcalde
de Barrancabermeja, Julio César Ardila. El político fue
condenado en 2009 a 28 años de prisión por pagar 150
millones de pesos para que se cometiera el crimen. También fueron sentenciados Fabio Pajón Lizcano y Abelar-
do Rueda Tobón, quienes desempeñaban los cargos de
secretario de infraestructura y secretario de gobierno, respectivamente, en la alcaldía de Barrancabermeja, para la
época de los hechos.
Los otros dos homicidios en el marco de la Ley
de Justicia y Paz fueron confesados por los paramilitares
Andrés Darío Cervantes, alias ‘El Chiche’, y Juan Francisco
Prada Márquez, alias ‘Juancho Prada’.
El primero admitió haber asesinado a Efraín Varela,
quien se desempeñaba como director de la emisora Meridiano
70, en Arauca, en 2002. Y el segundo se declaró autor intelectual
de la muerte de Martín La Rotta Duarte, director de la emisora
La Palma Estéreo, en el municipio de San Alberto, Cesar.
De parte de la Fiscalía también ha habido una
denuncia pública sobre estas alianzas ilegales para matar
periodistas. En 2010 Diego Mendoza, en ese entonces el
fiscal general de la Nación, tras hacer una evaluación de
No obstante, es preocupante que las investigaciones de delitos
contra periodistas amenazados y asesinados, como la de Clodomiro Castilla, no tengan grandes avances. Esta es una queja de
todos los periodistas que fueron entrevistados para este reportaje, pues hasta el momento no han recibido ninguna respuesta
judicial sobre sus casos. Por su parte, Leiderman Ortiz asegura
que “esta lentitud en los procesos genera una sensación de desprotección, desinterés y abandono por parte del Estado”.
En la actualidad son más de 157 periodistas –según los indicadores de 2011 de la Fundación para la Libertad de Prensa– los que han denunciado y no han tenido
importantes resultados en su investigación. Según el último informe de esta organización, titulado El olvido de la
Justicia, “la impunidad tiene efectos graves en el periodismo, ya que se convierte en una forma de coartar las libertades de opinión, de ex­presión y de prensa”.
Para el periodista Jorge González “la impunidad es
un mensaje para que los que amenazan y asesinan periodistas
sigan actuando libremente, pues se convierte en su mejor aliado,
pero para la sociedad la impunidad es un cáncer terminal”. Así
que, “mientras esta continúe, los periodistas están atados a vivir
con la incomodidad de un esquema de protección, o aún más
complejo, permanecer en estado de riesgo y ser asesinados”,
esgrime Ignacio Gómez. Ese es el caso de los 67 periodistas,
confirmados por la Unidad Nacional de Protección del Ministerio del Interior y de Justicia, que hasta el 7 de mayo de 2012
se encontraban en estas condiciones.
Luz Stella Moncada, jefe de la Dirección de Derechos Humanos del Ministerio del Interior y de Justicia
admite que, “en un ideal, el programa de protección no
debería existir si funcionara el aparato judicial. Es decir,
que hay unos temas que son estructurales y no se van a
mejorar con un esquema de protección o con sacar a un
periodista de su territorio”. Por eso, en la medida en que
haya una voluntad y rigurosidad para investigar las amenazas contra los periodistas, y que desde la jurisprudencia
colombiana se fortalezca la libertad de información, los
delincuentes van a entender que están afectando los derechos de todos y que una sociedad reacciona en estos casos.
Mientras tanto, la vocación periodística parece ser la única herramienta para enfrentar el miedo a ser asesinados, y
aunque ésta es fundamental en la tarea periodística, resulta insuficiente cuando el deber es mantener debidamente
informada a una sociedad.
‹›
19 Censura, Muerte y Soledad
Barrancabermeja, santander
Diro
González:
coraje incansable
Censura, Muerte y Soledad 20
La Tarde, una publicación
independiente
Foto: cortesía Diro González
Sentado EN el andén de una polvorienta calle que conecta el barrio Provienda con la avenida 52 en
el sector nororiental de Barrancabermeja, Santander, Diro
César González, director y propietario del semanario La
Tarde, se lleva las manos a la cabeza y recuerda cómo fue ese
día cuando un hombre armado llegó a la casa de sus suegros
y le gritó a su esposa que los iba a matar.
Todo comenzó el 26 de diciembre de 2005 cuando La
Tarde publicó en la sección Judicial una noticia sobre la detención de José del Carmen Arévalo, sindicado por ser cómplice
del homicidio de una joven llamada Marelbis Rocío Ospina. El
artículo escrito por la esposa de Diro César González, Tatiana
Jiménez, se ilustraba con una foto de un hombre identificado
como José del Carmen Arévalo, esposado. Además narraba
los momentos previos y posteriores a la muerte de la mujer, e
incluía algunos apartes del comunicado del comandante de la
Policía para el Magdalena Medio, Óscar Hernando Torres. El
informe oficial aseguraba que las autoridades se encontraban
“estableciendo la participación o la presunta responsabilidad del
detenido de pertenecer al grupo ilegal de las Autodefensas”.
José del Carmen Arévalo salió libre menos de un mes
después y una de las primeras cosas que hizo fue ir a amenazar
al periodista que, según él, le había dañado la hoja de vida.
En 2007 la Federación Internacional de periodistas,
Fecolper, aseveró que “Diro Cesar González entregó la fotografía y el nombre del paramilitar que intentó asesinarlo el año
pasado al propio Vicepresidente de la República, y el sujeto,
José del Carmen Arévalo Quintero, alias “Pata de Palo” o “El
Toche”, se pavonea tranquilamente por las calles del puerto”.
Posteriormente, entre junio y diciembre de 2011 la Unidad
Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz fijó una diligencia
para versión libre de Arévalo Quintero.
Diro César ha
sido invitado
a conferencias
y eventos sobre
libertad de
prensa, Derechos
Humanos y
procesos de paz en
México, República
Dominicana y
Noruega.
Este semanario se caracteriza por abordar temas de corrupción, orden público y tráfico de drogas. Su enfoque investigativo no es nuevo. Desde hace más de 20 años Diro César
González, un hombre de bigote canoso, voz lenta, estatura
mediana, pantalón de dril y poncho al hombro, investiga los
temas de corrupción y violencia que se presentan en su región. Primero cuando comenzó su carrera periodística en
una emisora regional de Radio Todelar y posteriormente en
los tres periódicos independientes, de los que fue dueño y
director. Su experiencia le ha permitido conocer a fondo los
acontecimientos más importantes que han ocurrido en los
últimos 50 años en Barrancabermeja, y aunque esta ciudad
parece su tierra natal, no lo es. Esos rasgos indígenas, acentuados en la forma rasgada de sus ojos, le recuerdan a sus
ancestros wayuu y a una familia que dejó en 1970 cuando se
fue de Pedraza, Magdalena, un pueblo donde todavía el agua
se carga con burro y la gente se baña en el río.
De los años setenta a los noventa trabajó como locutor de varios informativos de noticias que se emitían en las
emisoras regionales. Sus entrevistas a políticos y figuras públicas, como Luis Carlos Galán, le dieron un reconocimiento
social. Durante este tiempo se casó cinco veces, tuvo cuatro
hijos y apareció en la lista de las 10 personas más amenazadas
de Santander, lo que lo obligó a salir del país por tres años.
Vivió en Madrid, París y Finlandia, donde se capacitó en temas de Derechos Humanos y periodismo, y confirmo que su
trabajo era en Colombia. “Es un castigo que no aguanté. Por
eso, decidí volver al país a pesar del riesgo”, asegura González.
En 2001, conoció a Tatiana, una joven de piernas
largas, pelo ondulado, facciones marcadas y mejillas coloradas.
Con ella, su sexta esposa, fundó un nuevo periódico. La tarde,
como lo llamó, son ocho pliegos que visualizan el conflicto armado y la inoperancia de los servidores públicos de Santander.
“Si venía de Diro César iba a ser diferente”, aseguró uno de los
vecinos cuando tuvo en sus manos el nuevo periódico.
Entre los centenares de artículos que ha publicado, resaltan algunos de denuncia, como aquel que denunciaba la persecución que sufría un niño a causa de
sus nexos con el microtráfico. Fue en abril de 2011 cuando La Tarde abrió con la historia de un joven que se vio
obligado a salir de Barrancabermeja porque lo estaban
buscando para matarlo. Mulas del microtráf ico titulaba la
nota, en la que se afirmaba lo siguiente: “Para nadie es un
secreto que en algunas discotecas del puerto petrolero, la
zona rosa del sector nororiental y la famosa calle 10 cuentan con la entrega de productos controlados por Urabeños y Rastrojos [grupos ilegales], que utilizan una red de
menores para evadir el control de las autoridades cuando
adelantan operativos o detenciones”. A raíz de estos informes recibió un panfleto, amenazas telefónicas y videos
intimidantes. Pero de todas estas presiones, la que lo llevó
21 Censura, Muerte y Soledad
al límite y lo silenció durante un largo tiempo fue la de
un hombre que amenazó a su esposa Tatiana en la puerta
de la casa de sus suegros, ubicada en el barrio Provivienda. Según ella, el mismo que había sido detenido por el
asesinato de Marelbis Ospina: José del Carmen Arévalo.
***
Una hora antes de que el hombre agrediera con
sus palabras a Tatiana, Diro César disfrutaba de un bocadillo y un vaso de leche en la puerta, mientras reposaba con
tranquilidad el almuerzo. Al rato decidió tomar una siesta y
mientras tanto dos tipos en moto aparecieron por la cuadra
preguntando con tono fuerte por el periodista.
“Era una DT blanca que aceleraba horrible.
Cuando oí que mi sobrina estaba diciéndoles que Diro
César no estaba, salí. Ahí mismo se me hizo conocida
la cara del tipo. Me dijo ‘Malparida hijueputa perra’. El
parrillero le preguntó: ‘¿le damos?’, él respondió ‘no, ya
sabemos donde vive’. Pero antes de irse me dijo ‘ustedes
me dañaron la hoja de vida’”, asegura Tatiana mientras sus
piernas se mueven inconscientes y nerviosas.
Impactada con el inesperado encuentro, esperó a que
el ruido de la moto se alejara para entrar a la casa. Mientras cerraba las ventanas, por su cabeza se paseaba la cara del
hombre. En ese momento se acordó
de la foto que ella misma había tomado el día de la detención de José
del Carmen Arévalo y le dijo a su
mamá que creía que era él.
El temor invadió a las
mujeres de la casa. Su madre estaba pasmada. Acelerada, Tatiana
entró al cuarto y con voz de apuro
despertó a su esposo. “Vino ese
tipo a matarte”, le gritó. Todavía
adormilado, Diro no entendía con claridad lo que su esposa le trataba de decir. Pensaba que estaba exagerando.
Ella, sin esperar a que el periodista reaccionara, buscó en el
archivador la noticia sobre el asesinato de Marelbis Ospina
para comprobar que el hombre era el mismo que la agredió.
Horas más tarde su casa estaba repleta de policías,
miembros de la Sijin (Policía Judicial) y demás entidades
de seguridad. La gente afuera especulaba sobre el alboroto
y corrió el chisme de que los estaban allanando por drogas.
Sin embargo, dentro de la vivienda la situación era
más delicada y sensible. Allí se encontraba el defensor del pueblo, Jorge Gómez Lizarazo, quien en un intento por calmar a
Tatiana le preguntó si quizá los nervios la habían llevado a confundir al sicario, lo que le valió un enfrentamiento con ella. Para
salir de dudas, Gómez Lizarazo llamó y comprobó que José
del Carmen Arévalo, efectivamente, había salido de la cárcel
la mañana del 17 de enero de 2007. “De ahí en adelante fue el
calvario. A las 11 de la noche, después de poner la denuncia,
me empecé a sentir muy mal. Me dio vómito, desesperación y
nervios. Me tuvieron que hospitalizar, porque según el médico
el cuerpo estaba muy débil”, cuenta la esposa de Diro.
La mañana siguiente la casa de sus padres, en donde
habían pasado la noche, amaneció en completo silencio. En la
calle dos patrullas hacían ronda y adentro ella en cama y su
esposo preocupado. Entonces, una mujer de piel morena tocó
su puerta. Les dijo que venía de parte del negro –uno de los sobrenombres de José del Carmen Arévalo–, que se comunicaran
con él. Cortante y enfada Tatiana se negó: “Dígale que si tiene
algo de qué hablar, que vaya a la Policía”. Ante esta situación las
autoridades les recomendaron que viajaran a Bogotá.
***
Durante los 11 meses de exilio en la capital del
país Diro no consiguió ningún trabajo y el bajo estado de
ánimo de Tatiana era preocupante. Sin embargo, gracias a
la intervención de la Fundación para la Libertad de Prensa,
FLIP, el Gobierno les otorgó durante tres meses un subsidio de poco más de un millón de pesos. Con eso, cuenta
la pareja, pagaban el arriendo de un apartamento ubicado
detrás del Hospital de Kennedy, y lo restante alcanzaba
apenas para los servicios. “Vivíamos con lo poco”, es la
conclusión de su dramática experiencia.
En la capital nadie los conocía. Su nombre solo aparecía en
las bases de datos de desplazados
del Ministerio de Protección Social.
Y para completar, la situación laboral no mejoraba. Diro continuaba
desempleado. “Las dinámicas han
cambiado y él ya es un hombre entrado en edad”, dice Tatiana.
La alimentación era escasa. Cada tres meses el Ministerio de
Protección Social les regalaba una canasta familiar, que, según
ella, “venía con productos de mala calidad, algunos imposibles
de consumir porque ya estaban cristalizados”.
Finalmente, después de varios estudios de riesgo, el
Ministerio del Interior y de Justicia les asignó un esquema
de seguridad con dos escoltas, dos chalecos antibalas, dos
teléfonos y una camioneta blindada. Entonces en 2008, decidieron volver a Barranca.
Sin embargo, no todo iba bien, la salud de Tatiana se encontraba en el límite. Estuvo en cuidados intensivos, perdió 20 kilos y su pelo se debilitó. Cuenta Diro
que “antes de las amenazas ella era una mujer saludable,
se podría decir que robusta”.
En 2009 las intimidaciones regresaron y el rechazo
de sus vecinos se manifestó aún más. Nadie les quería arrendar una casa. La razón: por seguridad. Ante esta dificultad los
padres de Tatiana les prestaron una propiedad pequeña a pocos metros de la de ellos, donde intentaron volver a comenzar.
“Gracias a la intervención
de la FLIP , el Gobierno les
otorgó durante tres meses
un subsidio de poco más de
un millón de pesos”.
Censura, Muerte y Soledad 22
Ya en el segundo semestre de 2009, en medio
de la presión por las llamadas que le hacían para exigirle
que retirara la denuncia instaurada en contra de José del
Carmen Arévalo, llegó la noticia: Tatiana iba a ser mamá.
Desde ese momento a ella le fue retirado su esquema de
seguridad sin ninguna explicación; según ella por la noticia de su embarazo. Se quedaron solamente con el de
Diro, que estaba compuesto por una camioneta, un teléfono Avantel y un escolta.
Para el comunicador la aparición de Oriana Fallacci –nombre que le puso a su hija en honor a la irreverente
periodista italiana– fue un cambio de vida. Ella lo estimuló
a pensar en nuevos proyectos. Se volvió más disciplinado
con los horarios y preocupado por la educación de su bebé.
Mientras compartía con ella comenzó a escribir un título
que desarrolla los casos de personajes –guerrilleros, civiles,
paramilitares y políticos– que por alguna razón fueron noticia en su región, pero que hoy permanecen en el olvido. Sus
insumos y la experiencia de su carrera periodística le han
dejado muchas inquietudes, que busca responder en lo que
sería su ideal de vejez: escribir libros.
Ser padre de nuevo le trajo responsabilidades y preocupaciones, pues debido a las difíciles condiciones de seguridad en las que nació la niña, sus familiares aseguran que ella es
poco tolerante y se desespera por el encierro en el que viven.
Por esta razón, el médico les recomendó sacarla a caminar,
mínimo, una vez al día. Sus padres saben que cuando empieza
a gritar fuertemente es porque necesita cambiar de ambiente.
A Tatiana le pasa algo similar cuando siente que sus días son
monótonos y sus desplazamientos limitados. Como solución
a esto, Diro viaja con frecuencia con su familia a algún sitio
que los haga olvidar la Barrancabermeja que los amenaza.
El descanso es sentarse frente al mar, comer pescado y cuidar a su bebé. Es en Santa Marta donde caminan por la playa sin preocuparse. El miedo desaparece
por unos días, y entonces es cuando Diro piensa en la
posibilidad de trasladarse a otro lugar muy cerca del mar.
Pero esto es un proyecto a largo plazo, pues todavía no
está preparado para retirarse del periodismo.
La última amenaza la recibió el 5 de junio de 2012,
luego de publicar Los días que estremecieron a Barrancabermeja, el libro que llevaba escribiendo más de un año y que
compila algunas de sus investigaciones más profundas. El
panfleto decía: “Un mensaje hecho a tu medida, el cementerio está lleno de valientes como el de la foto. Bobo hijueputa
no queremos ver más tu pasquín. No te metas con nuestros
amigos gonorrea. RASTROJOS AUC”. Este tipo de mensajes le generan temor y lo obligan a aislarse de los lugares
públicos por varios días, pero aún así, no está dispuesto a
dejar de escribir. Es un hombre valiente que lucha diariamente contra una pesadilla constante: la muerte. Su esposa
con tranquilidad sabe que, de llegar a suceder, lo único que
quiere Diro es que sus cenizas vuelen sobre el mar Caribe.
“De allá vengo yo y allá quiero volver”.
‹›
23 Censura, Muerte y Soledad
montería, córdoba
Al aire con
Edgar Astudillo
Sin salir del impacto, esa noche llegó pálido, nervioso y desesperado; empacó ropa en una maleta y sin que
nadie se diera cuenta, ni siquiera su escolta, se fue al aeropuerto y abordó el último vuelo hacia Bogotá.
***
“Ahora, cuando alguien se me acerca, yo no le miro
los ojos sino las manos. Es raro, pero desde que me pusieron
esa arma en la cabeza se me ha vuelto una obsesión”, afirma
el periodista mientras voltea los ojos para echar un vistazo a
los extraños que entran y salen de una de las tiendas, ubicada a pocas cuadras de la Plaza de Bolívar, en Bogotá. Desde
hace más de 20 años este payanés apasionado de la política
es víctima de graves amenazas. Antes de que lo abordaran a
la salida de Radio Panzenú ya había sido atacado vía telefónica. Esa vez le advirtieron que si no dejaba de hablar de
Los Paisas, una banda ilegal que opera fundamentalmente en
el norte del país, lo iban a callar. El amenazante se refería a
las noticias en las que Edgar Astudillo había mencionado a
ese grupo. Una de estas correspondía al asesinato de un dirigente en San Bernardo del Viento, municipio de Córdoba.
“Las autoridades están investigando el hecho. Pero algunos de
los habitantes del sector, que prefieren reservar su identidad,
acusan a la banda criminal de Los Paisas como los autores de
este homicidio”, aseveró Edgar esa tarde en su informativo, en
donde, además, les abrió un espacio a los testigos del crimen.
Aunque él hizo caso omiso a la advertencia y continuó su trabajo, al poco tiempo, mientras se dirigía acompañado
de un fotógrafo bogotano a la ciénaga Arcial, ubicada cerca del
municipio Pueblo Nuevo, lo amenazaron en persona: “Íbamos
en el carro cuando aproximadamente 60 motos aparecieron en
el camino. Uno de ellos se bajó y me dijo que yo no podía ir a la
reunión y pese a que le insistí que no sabía de qué me hablaba,
nos quitaron los equipos de fotografía y nos obligaron a devolvernos. Asustados llegamos a la Alcaldía y coincidencialmente
me encontré con tres campesinos que estaban denunciando que
el grupo criminal de Los Paisas les había quemado sus parcelas.
Al día siguiente –el 25 de agosto de 2009– publiqué esa información en mi programa y de nuevo me amenazaron”.
A las seis de la tarde la bahía del río
Sinú se prende de voces y de vallenatos. Sus canoas recobran movimiento para llevar a los habitantes que viven al
otro lado. Desde el balcón de la casa de Radio Panzenú
–una emisora de Montería que lleva más de 20 años funcionando– se observa un paisaje tranquilo ambientado, en
ese instante, con la voz de Edgar Astudillo.
“Amigos oyentes, que Dios los siga bendiciendo y
protegiendo, no olviden que la paz es un derecho y un deber
de todos”. El hombre de tono grueso, camisa azul manga
corta y alma rebelde apaga el micrófono, recoge los papeles
y sale de la cabina convencido de que al otro día volverá. Su
escolta, un joven policía, pronto se le une.
Así recuerda Astudillo esa tarde en que pensó que
lo iban a matar: juntos caminan por el borde de la acera sin
mucha prisa. Astudillo, inseparable de su maletín y su grabadora, inicia una conversación que pronto es interrumpida
de manera abrupta en la esquina de la cuadra, cuando una
camioneta les detiene el paso. En ese momento, un hombre
se baja del carro y con la pistola apuntándole en la cabeza
llama de su celular para pedir las instrucciones de su jefe. El
periodista, paralizado, mira hacia donde está el policía, pero
pronto comprende que él no puede controlar la situación,
pues el sicario está acompañado de varios hombres armados.
“Me amenazó y me dijo que si quería amanecer vivo
en Montería necesitaba que le cumpliera cinco requerimientos. Uno de esos era que reuniera a los periodistas para convencerlos de que no mencionaran el nombre de la banda criminal Los Paisas, pero yo no acepté. Hablé por teléfono con
el jefe de ellos, quien insistió en lo mismo. Finalmente, el tipo
colgó y se quedó mirándome. Pensé que me iba a matar, pero
bajó el arma, se montó al carro y desapareció”, cuenta Edgar.
Censura, Muerte y Soledad 24
Foto: cortesía Edgar Astudillo
Los programas
radiales de Edgar
Astudillo se han
caracterizado por
sus entrevistas a
líderes sociales y
políticos.
25 Censura, Muerte y Soledad
***
Había sido amenazado uno de los periodistas más
antiguos de la región, quien, gracias a su ingenio, marcó un
punto de referencia en la radio de Montería. Su historia de
periodista comenzó en 1977 por casualidad, gracias un amigo
–José Vicente Moskus– quien al percatarse de sus capacidades como locutor le ofreció la dirección de un noticiero en
Radio Panzenú. Así, el joven de pelo esponjado y curiosidad
profunda se fue a Montería durante un mes con la idea de
experimentar nuevas oportunidades. Pero sus cálculos fallaron
y terminó quedándose durante los siguientes 35 años.
“Cuando llego a Córdoba encuentro un periodismo cerrado. Sin embargo, como yo llevaba una grabadora
de voz empecé a utilizar testimonios en mis programas y
de alguna manera fui cambiando la costumbre de hacer
periodismo libreteado”. Eso, sumado a su astuta idea de
brindarle un espacio a la gente para que hablara sobre sus
problemas, le generó mayor audiencia.
Todos los días entre las 12 del día y las 2 de la tarde
los habitantes encendían sus radios para oír Habla Pueblo, un
noticiero en el que Edgar contaba los hechos y las noticias
coyunturales, y posteriormente daba vía libre a las voces de
la gente. El formato tuvo tanta aceptación popular que originó el Movimiento Social Cívico Habla Pueblo, por medio
del cual, y en alianza con la Unión Patriótica (UP), se lanzó
a las elecciones al Concejo Municipal.
Los resultados de esta contienda fueron satisfactorios. En representación de la Unión Patriótica quedó electo
su amigo Alfonso Cubajante. Sin embargo, ese triunfo les
duró poco tiempo. A los tres días de las votaciones mataron
a Cubajante, según Astudillo, por pertenecer a ese partido de
izquierda, que sufrió el asesinato de 2.800 de sus militantes y
miles de desaparecidos a finales de la década de los ochenta.
En esa época Astudillo era reconocido, más que
como periodista, como un líder político. Él había decido, al
A la izquierda,
el periodista con
la exsecuestrada
Clara Rojas en el
centro de Bogotá.
A la derecha,
Astudillo en la
emisión de uno
de los primeros
programas que
hizo para Radio
Todelar.
Foto: cortesía Edgar Astudillo
Lleno de temor decidió autocensurarse, dejando
de emitir denuncias que relacionaran a las bandas criminales. Pero, en mayo de 2010, no aguantó el silencio y volvió
a informar sobre las acciones por parte de esos grupos. Los
campesinos de San Francisco del Rayo, jurisdicción del municipio de Montelíbano, Córdoba, le contaron que Los Paisas
estaban controlando las rutas del narcotráfico desde el sur de
su corregimiento y él lo denunció en su programa.
Esto le valió nuevas llamadas amenazantes y un
sufragio que describía el día y la hora de su supuesta muerte.
Asustado, se fue a la Fiscalía en una caravana conformada
por otros 20 periodistas y allá, durante tres horas, contó las
últimas intimidaciones. A raíz de estas denuncias le asignaron un escolta, el mismo que estuvo presente la noche en
que lo arrinconaron en la esquina de Radio Panzenú y que
oyó las advertencias que el sujeto le hizo mientras le apuntaba en la cabeza con un arma.
igual que varios comunicadores en Colombia, especialmente en la región, vincularse a la administración local. Frente
a esto, el jefe de investigaciones de la revista Dinero, Jorge González, considera que “cuando un comunicador decide trasponer la puerta giratoria e ir del oficio al servicio
público y, luego, comprar el tique de regreso, debe asumir
inevitablemente el riesgo de ser considerado como un ‘periodista militante’. Y le resultará difícil desprenderse del
sambenito según el cual todo
lo que escriba, diga o difunda
por cualquier medio tendrá la
intención de favorecer o de
hacerle deleznable el terreno
a alguien. Esta situación será
particularmente inquietante
si quienes lo ‘matriculan’ son
miembros de grupos violento
o pertenecen a sectores aliados
de la corrupción”.
Cuenta Edgar, quien en ese entonces era concejal suplente, que después de hacerle un reclamo al alcalde
de Montería, Jesús María López, por incongruencias con
unos manejos de dineros, es amenazado nuevamente y para
salvaguardar su vida se ve obligado a declararse víctima de
la violencia. Durante seis meses permaneció escondido y silenciado, hasta que el 23 de agosto de 1988 decidió convocar
en el Concejo a un debate para denunciar tales anomalías.
“Ese día en el establecimiento no había un solo policía ni nadie del Departamento Administrativo de Seguridad
(DAS), lo cual me pareció raro. Sin embargo, continué con
mi plan. A los pocos minutos el presidente, Héctor Londoño,
suspendió el debate y yo me di cuenta que algo raro pasaba.
Decidimos aplazar la reunión e irnos en el carro de Londoño.
Cuando transitábamos la carretera de Montería que conduce
a Medellín, nos abrieron fuego. Creo que logramos salir con
vida porque el carro se metió
debajo de una tractomula y los
tipos que nos perseguían pensaron que habíamos muerto”.
En esa oportunidad, una de las
balas alcanzó a penetrar en su
mano izquierda y con los años
el impacto se convirtió en una
pequeña cicatriz, testimonio
del crudo atentado.
Los meses posteriores al intento de asesinato el periodista vivió resguardado
en compañía de Liney, quien para ese momento ya era su
pareja. Juntos se apoyaron, pues al igual que Edgar, ella había sido amenazada por militar en el partido de la Unión
Patriótica. Sin embargo, cuando comenzaron a perseguirlo
motos desconocidas decidió salir de Montería una madrugada escondido en una nevera. La idea fue de un amigo suyo,
quien le prestó un pequeño camión para su huida. Así, in-
Foto: cortesía Edgar Astudillo
"Logramos salir con vida porque
el carro se metió debajo de
una tractomula y los tipos que
nos perseguían pensaron que
habíamos muerto”.
Censura, Muerte y Soledad 26
27 Censura, Muerte y Soledad
Foto: cortesía Edgar Astudillo
marcan de mamerto y de izquierdista y no era la idea. Además,
en Córdoba el tema de la paz está vedado”. (Esta afirmación la
hizo meses antes de que se conocieran las negociaciones entre
las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos).
A pesar de los problemas que le generó el periodismo, Astudillo fomentó la práctica de ese oficio en su
familia. Por ejemplo, con escasos siete años, Andrea –su
última hija– se paraba frente a su padre para declamarle
poemas. “Él era estricto y si tú te equivocabas te lo hacía
repetir hasta que te saliera perfecto”. Así fue como la pequeña empezó a destacarse en público y a participar en los
programas de radio transmitidos desde su casa.
Con ella tiene una relación más cercana a la que
maneja con sus otros tres hijos, quizá porque con Andrea –la
única que tuvo con Liney– le dedicaba mucho tiempo y le
contaba con todo detalle sus experiencias en el campo periodístico. Actualmente, esta joven de 22 años es reconocida
en Montería como una líder. Su capacidad comunicativa y
familiaridad con el micrófono la llevan hoy a coordinar El
programa de Andrea, un espacio en el que transmite diferentes contenidos de interés social y en ocasiones las noticias
políticas que su padre le enviaba desde Bogotá.
La gente la oye por su tono juvenil y serio, por lo que
Edgar la apoya y se siente orgulloso, pues cree en su vocación,
merso en una claustrofobia, sin luz y con la tristeza de dejar
a su esposa, llegó de nuevo a Bogotá.
Durante más de seis meses, mientras buscaba
trabajo, estuvo resguardándose en casas de amigos y conocidos, en los barrios de Villa Mayor y Santa Rita. Un
día inesperadamente lo llamó Horacio Serpa, quien en ese
momento era consejero de paz, para que volviera a la capital de Córdoba y apoyara un proceso de desmovilización
de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá. En
una de esas reuniones se entrevistó con el líder de esta organización ilegal, Fidel Castaño y, según él, el jefe paramilitar le dijo que podía volver con la condición de que no se
metiera con su grupo armado. “Con esta información decido regresar para no dejarme prescribir y luchar por lo que
había conseguido durante esos años”, afirma el periodista,
quien cumplió con la exigencia del jefe paramilitar, y por
algunos años se abstuvo de mencionar en su programa las
atrocidades que este grupo paramilitar cometía.
A raíz de esto, en plena década de los noventa, Edgar
se dedicó a los informes culturales, deportivos y sociales. “Me
pasé a otro punto, porque cuando uno habla de justicia lo enCensura, Muerte y Soledad 28
A la izquierda, Astudillo con Andrea,
su hija menor y también su colega. A la
derecha, Andrea con Liney, su mamá,
en uno de los supermecados aledaños a
la pensión donde vivían en Montería,
durante el tiempo que Astudillo estuvo
desplazado en Bogotá.
y respeta la decisión que tomó Andrea de no emitir ninguna
clase de información relacionada con las bandas criminales
que comprometa la seguridad de la familia.
Tanto la joven como su mamá, tuvieron que
afrontan una situación muy delicada. Cuenta Liney que
el hogar se vio afectado por las constantes amenazas que
sufría su esposo. “Cuando mi mamá se enfermó y no había
sino una hermana atendiéndola, nosotros decidimos irnos
a vivir con ella. Pero en el periodo en el que estaba grave, Edgar fue amenazado. Tristemente, a los pocos días mi
mamá murió y él tuvo que huir a Bogotá”.
Duró 30 días escondido en la capital, sin contestar
el celular ni dar pistas de su paradero. “Mi vieja experiencia
me ha enseñado que cuando tú haces denuncias terminas
siendo víctima o del Estado o de estos grupos ilegales”, asegura el periodista. Sin darse por vencido comenzó a buscar
trabajo en cualquier lugar en donde pudiera utilizar su inge-
nio periodístico. Pasó hojas de vida a las diferentes cadenas
radiales, habló con sus colegas para tantear las oportunidades y al ver que en ningún lugar lo empleaban aceptó con
humildad un trabajo en el que le tocaba usar un megáfono
para vender las frutas de un almacén ubicado en el centro. A
este le sumó otro empleo que consistía en narrar las novenas
de aguinaldos, en un barrio de Soacha, Cundinamarca.
A pesar de que fue un diciembre lleno de soledad, nunca se apartó de la locución. “El micrófono ha
sido su vida”, afirma Liney, quien durante esa misma época se vió obligado a irse a vivir con su hija a una pensión.
“Al principio nos tocó muy duro, sobre todo a Andrea,
quien enfrentó el aislamiento de sus compañeros”. Hoy
eso las tiene sin cuidado, pues saben que la gente, incluso
del gremio periodístico, tiende a alejarse cuando hay rumores de amenaza. Ellas solo quieren seguir trabajando
para que Andrea termine su carrera de derecho.
Durante esos primeros días de junio de 2011 Liney extrañaba a su marido y sus tiempos de tranquilidad.
Constantemente se soñaba en medio de una persecución, en
donde corría para escapar del filo de un cuchillo. Esa angustia era mitigada por su hija, quien la despertaba con el ánimo
de tranquilizarla y traerla a la realidad.
Mientras tanto, Edgar no lograba estabilizarse.
Como su alimentación era desorganizada adelgazó y también envejeció bastante. Su esposa asegura que a pesar de
esto, experimentó una nueva etapa: cambió su forma de
vestir por una similar a la de su ídolo, el “Che” Guevara.
Era usual encontrarlo por las calles del centro de Bogotá
con una boina negra, un chaleco rojo y una camisa blanca,
azul o de cuadros. Además, se ingenió un nuevo programa de noticias en Radio Cordillera, de Radio Todelar, que
pagó durante tres meses con el dinero reunido de las ayudas de diferentes organizaciones internacionales y de los
tres salarios mínimos que tiene presupuestado el Gobierno
para apoyar la reubicación de periodistas amenazados. Pero
aunque el programa contenía entrevistas interesantes con
políticos, no pudo sostenerse por falta de pauta publicitaria. Ya en marzo de 2011 se había quedado sin ahorros y
estaba profundamente preocupado, pues tenía que pagar la
matrícula de la universidad de su hija y otros gastos.
En ese momento, cualquier dinero que le entrara era significativo. Por ejemplo, algunos de sus colegas en
Córdoba le pagaban cien mil o doscientos mil pesos por hacer especiales de algún tema político. Para esto pasaba horas
caminando por la Plaza de Bolívar y por el Congreso de la
República, donde entrevistaba a los congresistas que salían
del recinto directo a sus carros. Igual, el pago no era lo que
lo motivaba a seguir buscando nuevas informaciones, sino
su interés de no desvincularse con el periodismo regional.
Así, pasaba informes desde muy temprano a Radio Panzenú
y después a La voz de Montería, a Radio RCN y a Radio
Lorica. La mayoría de estas noticias hablaban sobre el riesgo
electoral por la intervención de las bandas criminales en la
política; sobre el aumento de desplazados en las diferentes
regiones, entre otros temas que involucraban casi siempre a
la administración de Córdoba.
Durante estos meses las amenazas no cesaron. Una
vez, comenzando el 2011, lo llamaron a su celular mientras
caminaba por la carrera Séptima. “Me dijeron ‘Sapo, hijueputa te tememos ubicado, te vamos a matar’. Ese día a mí
se me salió la rabia, y en lugar de quedarme callado empecé a tratarlos mal. Cuando devolví la llamada, me encontré
que había sido realizada desde una cabina, ubicada cerca a la
Plaza de Bolívar. Todo eso lo he ido denunciando pero hasta
ahora no ha pasado nada”, cuenta Edgar.
Cansado de no encontrar ninguna oportunidad laboral estable y de no ver avances en sus investigaciones judiciales pensó en regresar a Montería a finales de julio de 2011.
Alejandro Lyons, actual gobernador de Córdoba, le ofreció
trabajar como su asesor de prensa. Él informó al Ministerio
del Interior y de Justicia y pese a las advertencias que le hizo la
entidad de que regresar a Montería era un riesgo, se fue, pues
no estaba dispuesto a seguir pasando necesidades.
Durante la campaña, Lyons le prestó una camioneta
para su movilización, pero ésta le fue retirada y ahora anda
por las calles escoltado de nuevo por un policía. Desde agosto
de este año se desempeña como coordinador de prensa de los
Juegos Nacionales en Montería. Y aunque volvió a la radio
con el programa El informativo de Córdoba, en el que trata
temas de la actualidad nacional, admite que se ha “autocensurado, como mecanismo de supervivencia”.
‹›
29 Censura, Muerte y Soledad
"Hay una lucha pendiente
que es la de la libertad de
expresión y la tenemos que
librar con ferocidad".
Kurt Westergaard
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