Conmemoraciones del cuarto y quinto centenario del “12 de octubre

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Conmemoraciones del cuarto y quinto
centenario del “12 de octubre de 1492”:
debates sobre la identidad americana*
por Sandra Patricia Rodríguez **
Fecha de recepción: 26 de enero de 2009
Fecha de aceptación: 14 de mayo de 2009
Fecha de modificación: 14 de agosto de 2009
Resumen
En este artículo se realiza una comparación diacrónica de las conmemoraciones centenarias del Doce de Octubre que se llevaron
a cabo en 1892 y 1992, en la perspectiva de mostrar la manera como celebraciones de alcance continental se constituyeron en
escenarios de debate por la identidad americana, donde participaron diversos actores que confrontaron sus interpretaciones
del pasado, mediante festejos, duelos, objetos e inscripciones simbólicas, empleados para la activación de la memoria, y en los
cuales se expresaron estrategias de control simbólico del pasado.
Palabras clave
Conmemoraciones, centenarios, identidad y memoria.
The Fourth- and Fifth-Centenary Commemorations of “October 12, 1492”:
Debating American Identity
Abstract
This article compares the centenary commemorations of October 12th carried out in 1892 and 1992. It shows how the continentalwide celebrations arose in the context of debates about American identity in which diverse actors struggled to promote their own
interpretations of the past. They strategically employed celebrations, duels, objects, and memory-jarring symbolic inscriptions
to symbolically control the past.
Key words
Commemorations, Centenaries, Identity, Memory.
Comemorações do quarto e quinto centenário do “12 de outubro de 1492”:
debates sobre a identidade americana
Resumo
Neste artigo é feita uma comparação diacrônica das comemorações centenárias do 12 de outubro que foram realizadas em
1892 e 1992, na perspectiva de mostrar a maneira como as celebrações de alcance continental se constituíram em cenários de
debate pela identidade americana, do qual participaram diversos atores que confrontaram as suas interpretações do passado,
por meio de festejos, duelos, objetos e inscrições simbólicas, utilizados para a ativação da memória, e nos quais expressaram
estratégias de controle simbólico do passado.
Palabras chave
Comemorações, centenários, identidade e memória.
* El artículo hace parte de la investigación doctoral titulada Políticas de la memoria oficial en Colombia: la construcción del pueblo en el escenario público
(1930-1960), que se encuentra en curso.
** Licenciada en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas; Magíster en Educación, con énfasis en Historia de la Educación y la
Pedagogía de la Universidad Pedagógica Nacional. Actualmente finaliza su doctorado en Historia en la Universidad Nacional de Colombia, es profesora
de planta del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional e investigadora de la Corporación Sociedad Colombiana de
Pedagogía. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: Producción, difusión y consolidación de la memoria oficial en Colombia, 1930-1950. En Las
luchas por la memoria, comps. Absalón Jiménez y Francisco Guerra, 95-126. Bogotá: Instituto para la Pedagogía, la Paz y el Conflicto Urbano de la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas - IPAZ - UD, 2009; Narrativa, memoria y enseñanza del conflicto armado colombiano. Propuesta para superar las políticas
de olvido e impunidad (escrito con Marlene Sánchez Moncada). En El papel de la memoria en los laberintos de la justicia, la verdad y la reparación, Comps.
Diana Gómez y Adrian Serna, 203-230. Bogotá: Instituto para la Pedagogía, la Paz y el Conflicto Urbano de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas
- IPAZ - UD, 2009; El 9 de Abril en las políticas de la memoria oficial: el texto escolar como dispositivo de olvido. En Mataron a Gaitán: 60 años, comps. César
Augusto Ayala, Óscar Javier Casallas y Henry Alberto Cruz, 135-154. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009; Subjetividad, formación política y
construcción de memorias (escrito con Nydia Constanza Mendoza). Revista Pedagogía y Saberes 27: 77-85, 2007; Sujeción, corrección y disciplina: pedagogía
social de masas en Santa Fe de Bogotá. Serie Premio Nacional de Educación Francisca Radke. Bogotá: Fundación Francisca Radke - Universidad Pedagógica
Nacional, 2007. Correo electrónico: [email protected] y [email protected].
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Sandra Patricia Rodríguez
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producto de un proceso de intensa competencia, lucha
y, en algunos casos, aniquilación” (Gillis 1996, 5).
En cada uno de estos eventos presento los diversos
actores que expresan, comparten o confrontan sus interpretaciones del pasado, las prácticas sociales de recordación y los objetos e inscripciones simbólicas que
caracterizaron estas celebraciones centenarias del 12
de octubre de 1492. A pesar de la distancia de un siglo
de las dos celebraciones, existen continuidades sobre
las cuales se discute el problema de la identidad americana, puntos de inflexión sobre el sentido de estas
celebraciones y la manera como en ellas se mantienen
formas de exclusión sobre las poblaciones indígenas,
afrodescendientes y campesinas.
os rastros del proceso de construcción de
la identidad y de la memoria de los colectivos sociales
se pueden encontrar en las prácticas conmemorativas.
En estos eventos se expresan distintas interpretaciones
sobre el pasado, que al ser confrontadas reelaboran la
identidad de los grupos, sus posiciones ideológicas y
sus demandas políticas (Gillis 1996). En el caso de la
construcción de las identidades nacionales, que se consolidaron a finales del siglo XIX y comienzos del siglo
XX, fueron fundamentales los centros de conservación
patrimonial (museos, bibliotecas, archivos), la construcción de marcas físicas de la memoria (estatuas, bustos, placas) y la producción de objetos con insignias
y escudos (monedas, medallas, estampillas) (Le Goff
1991, 172), que se fueron convirtiendo en referentes
de identidad colectiva, a partir de una versión oficial de
la historia promovida por instituciones estatales de carácter cultural, como academias o asociaciones de intelectuales. Esta narrativa histórica dotó de contenido
a un conjunto de celebraciones inventadas y propagadas por los grupos dominantes (Jeffrey 1998) en rituales patrióticos y cívicos, donde las élites y el pueblo
(Burucúa 2003) empezaron a manifestar sentimientos
considerados connaturales a la identidad nacional (Rodríguez 2009), remitidos a la religión, el idioma, las
costumbres, y el amor, la lealtad y el sacrificio por la
patria (Anderson 1997).
IV Centenario: del “Descubrimiento de
América” al “Día de la Raza”
Se registran celebraciones simultáneas en América y
España desde 1892, aunque ya para el tercer centenario
se realizaron homenajes en Estados Unidos, Londres2 y
Francia. Merece ser destacado el premio que otorgó la
Académie Française a un ensayo histórico que respondió a la siguiente pregunta: ¿Cuál ha sido la influencia
de América sobre la política, el comercio y las costumbres
de Europa? El ganador del premio “sostuvo que una influencia muy significativa de América fue haber hecho
regalo a Europa y al mundo entero, de la sífilis, la ‘enfermedad vergonzosa’ que muchos llamaban ‘morbo gálico’
o ‘mal francés’” (León-Portilla 1992, 155).
En el caso de la construcción de identidades continentales, los rituales conmemorativos enfrentan otros retos, donde la superación de las fronteras nacionales y
los procesos de integración se convierten en objetivos
de la nueva agenda conmemorativa. En la perspectiva
de contribuir al debate sobre el carácter de la identidad continental, propongo una comparación diacrónica
entre el cuarto y el quinto centenarios del 12 de octubre de 1492, que se realizaron en 1892 y 1992, respectivamente. Este ejercicio comparativo tiene como
referente conceptual la noción de conmemoración,1 en
la perspectiva de John Gillis, para quien “La actividad
conmemorativa […] consiste en la coordinación de memorias individuales y grupales, cuyos resultados pueden
aparecer como un consenso, cuando en realidad son el
En 1892 se celebró el IV Centenario del arribo de Cristóbal Colón a América. España, varios países de América Latina e, incluso, Estados Unidos declararon el Doce
de Octubre como día cívico, para la celebración de El
descubrimiento de América, por iniciativa del Congreso
Internacional de Americanistas en su IV sesión, reunida
en Madrid en 1881,3 de la primera Conferencia Interna-
2 Según Rodriguez (2004), se publicaron discursos y disertaciones como la
de Jeremy Belknap, “A Discourse, Intended Commemorate the Discovery
of America by Christopher Columbus. Delivered all Request of the Historical Society in Massachusetts on the 23rd Day of October, Being the
Completion of the Third Century Since that Memorable Event”, se brindaron banquetes, como el que organizó la Columbian Order, y se otorgó el
nombre al District of Columbia y al College of Columbia en NuevaYork.
También se pronunció una alocución en Londres por parte de Elhanan
Winchester, titulada “An Oration on the Discovery of America. Delivered
in London, October 12th, 1792, Being Three Hundred Years from the Day
on Which Columbus Landed in the New World”.
3 El Congreso Internacional de Americanistas se realizó en Francia en
1875, impulsado por la Société Américaine de France (Comas 1974).
1 Según Kocka “dos o más fenómenos sólo pueden ser comparados en relación a algo, a un tercero (tertium comparationis)” (2002, 49), en la perspectiva de identificar similitudes y diferencias relevantes.
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cional Americana, celebrada en Washington, D.C., entre
octubre de 1889 y abril de 1890, y de la Unión Iberoamericana. Esta última asociación se conformó en 1885
para estrechar las relaciones entre España, Portugal y
las naciones americanas. Al convertir el hispanoamericanismo en su mayor objetivo, fue declarada en 1890
como entidad de “fomento y utilidad pública para la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de
América” (Martín, Martín y Solano 1985, 163).
IV Centenario–, que fue inaugurada en mayo de 1894;
en México se construyó un monumento en la Estación
de Ferrocarriles de Buenavista; en Argentina se presentó el cuadro, la Vuelta del Malón de Ángel Della
Valle, enviado por Argentina a los festejos organizados
en Chicago, en el marco del mismo evento conmemorativo, vinculado a la idea “de que ‘la conquista del
desierto era en realidad’ el final de un proceso que se
había iniciado en América precisamente con la llegada
del Colón” (Aznar 2005, 35).
Las celebraciones se iniciaron el 2 de agosto de 1892 en
la ciudad de Huelva, con la llegada de una réplica de la
Santa María, la embarcación más grande con la que Colón realizó su primer viaje, seguida de embarcaciones de
varias nacionalidades, recibidas con salvas de honor. Al
día siguiente se izaron las banderas de los estados americanos en el Monasterio de La Rábida y se celebraron
dos misas, una ante la Virgen de los Milagros y otra en el
Templo de La Merced de Huelva. En octubre se buscó
establecer por decreto la perpetuidad de la celebración,
por iniciativa de periodistas españoles como José Alcantara Galiano, quien escribió en el periódico El Centenario: “Nunca celebración más universal ha conmovido al
mundo, porque nunca se ha conmemorado hecho más
trascendental y culminante en la vida histórica de las
humanas criaturas, […] las fiestas colombinas, el 12 de
octubre (que en lo sucesivo será nacional en España
y la América) es una fiesta casi planetaria, porque dos
continentes la celebran”.4
En Colombia se realizaron festejos y se comprometieron recursos para dicha conmemoración. “Colombia
no podía quedarse a la zaga de semejante apoteosis, y
por medio de la Ley 59 de 1890 ordenó erigir un monumento a Colón y a la reina española protectora del
descubrimiento” (Cortázar 1938, 114), pero debido a
la guerra de los Mil Días, el proyecto se pospuso hasta
1906, año en el cual se inauguró el monumento, en la
entonces llamada Avenida Colón, entre las carreras 16
y 17; posteriormente fue trasladado a la Avenida de las
Américas y actualmente se encuentra en la Avenida El
Dorado con carrera 97. También Uruguay se unió a los
festejos con la impresión de partituras musicales6 y el
encargo de obras precursoras del género operístico uruguayo, dentro de las cuales se destaca Colón: alegoría
melodramática, con música de León Riveiro y escrita por
Nicolás Granada, para ser presentada en el Teatro Solís
de Montevideo, con cuatro personajes: Colón, América
(representada por una mujer nativa), el Genio de las Tinieblas y el Genio de la Civilización (Manzino 1993).
El 7 de octubre se reunió el IX Congreso Internacional
de Americanistas, presidido por el historiador Antonio
María Fabié Escudero y organizado por las autoridades
civiles y militares, en el monasterio franciscano de Santa María de La Rábida; el 8 de octubre llegó al puerto el
buque Conde de Venadito,5 con réplicas de las carabelas, y a bordo la familia real española; finalmente, el 12
de octubre se realizaron un desfile en Huelva y la visita
de la familia real al Monasterio de La Rábida, donde se
inauguró un monumento a Cristóbal Colón. Del mismo
modo, en varios países americanos se iniciaron obras
monumentales, que fueron inauguradas durante los
años posteriores a la celebración del IV Centenario. En
Estados Unidos, la New York Genealogical and Biographical donó una escultura de Colón –para ser situada
en Central Park, en memoria de las celebraciones del
Después de la pérdida de las últimas colonias,7 España
quedó reducida a la Península y tuvo que replantearse
su identidad nacional como imperio ultramarino desaparecido, a partir de un proceso de regeneración nacional que le permitiera mantenerse como tutora moral
de las antiguas colonias, para lo cual fue fundamental el
contacto iniciado con América, a propósito del IV Centenario del Descubrimiento de América. El ideario del
hispanoamericanismo promovido durante dicha conmemoración convirtió progresivamente al idioma y la religión en los cimientos culturales legados por España, a
los cuales América debe la grandeza de su raza. Los partidarios del hispanoamericanismo promovieron la religión
6 Comisión del IV Centenario del Descubrimiento de América (1892).
Montevideo-Colón. Montevideo: Imprenta El Siglo Ilustrado. Citado por
Manzino (1993, 103).
7 Como resultado de la guerra sostenida entre Estados Unidos y España,
mediante los Acuerdos de París de 1898 se definió la independencia de
Cuba (ocurrida finalmente en 1902), y España cedió su dominio en Filipinas, Puerto Rico y Guam (De Zuleta 1992).
4 Citado por Rodríguez (2004, 29) como ejemplo del culto colombino de los
apologistas de Colón.
5 Este buque fue llamado así en honor al último virrey de Nueva España,
Juan Luis de Apocada, primer Conde Venadito, y transportó a la reina
Regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena, y a sus hijos para las celebraciones del IV Centenario.
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como principio evangelizador, base de la solidaridad, las
tradiciones y las costumbres, y fundamento del proceso
civilizador emprendido por España a partir de la llegada
de Colón a América; asimismo, emprendieron la defensa de la lengua castellana, considerada la base de la gran
comunidad hispánica, “sede del genio nacional, moldeadora del espíritu, directora del pensamiento, conformadora de las concepciones vitales” (Martín, Martín,
y Solano 1985, 150). Dicha defensa fue incentivada
por la presencia creciente de inmigrantes españoles en
América –sobre todo en Argentina, México y Uruguay–,
por la hispanización de las letras americanas y por la
difusión de la lengua mediante la educación. Escritos
de españoles y americanos –divulgados en las revistas de
la Unión Ibero-Americana, del Centro de Cultura Hispanoamericana, del Centro de Estudios Americanistas
de Sevilla y de la Real Academia Hispanoamericana de
Ciencias, Letras y Artes de Sevilla, entre otras– mostraban la grandeza de la raza latina frente a la amenaza
de la anglosajona, la unidad iberoamericana mediante
el fortalecimiento de las tradiciones y la importancia
del intercambio comercial (Pazos y Pérez 2006). De ese
modo, la lengua y la religión fueron los estandartes de
un nuevo relato histórico que buscó superar la llamada
“Leyenda Negra”,8 creada en torno a la Conquista y la
Colonia, y promover la idea de una raza orgullosa, valiente y generosa.9 La “raza hispánica”, caracterizada por
sus grandes ideales, altruismo y magnificencia, se contrapuso a la “raza anglosajona”, que buscaba el “dominio
económico” mediante el panamericanismo, ostentando
“con inusitado orgullo la moneda de oro y el billete de
banco” (Ramírez 1907, citado en Martín, Martín y Solano 1985, 152). Así, el hispanoamericanismo se convirtió en un ideario central de las celebraciones del Doce
de Octubre, que desde 1913 recibió el nombre de “Día
de la Raza”, por iniciativa de Faustino Rodríguez-San
Pedro, presidente de la Unión Iberoamericana. Esta denominación evocaba los valores que constituyen la raza,
sobre los pilares de la lengua y la religión, la defensa de
la propiedad, el orden y la autoridad, y el fomento de los
lazos comerciales bajo el supuesto de que Iberoamérica
era el “mercado natural” de España.
8 De acuerdo con Rómulo Carbia, la Leyenda Negra es un juicio sobre
España que la califica de cruel, oscurantista y tirana: “A la crueldad se
le ha querido ver en los procedimientos de que se echara mano para
implantar la fe en América o defenderla en Flandes; al oscurantismo,
en la presunta obstrucción impuesta por España a todo progreso espiritual y a cualquier actividad de la inteligencia; y a la tiranía, en las
restricciones con que se habría ahogado la vida libre de los españoles
nacidos en el nuevo mundo y a quienes pareciera que se hubiera querido esclavizar sine die” (Carbia 2000, 23). Para este autor éstos son
juicios anacrónicos producto de la fábula y la especulación.
9 Así se expresó en el discurso pronunciado por Martín Restrepo Mejía, en
una de las celebraciones del 12 de octubre: “Dueños ya nuestros abuelos
de la tierra americana, no la consideraron como simple campo de explotación sino como patria adoptiva en donde habían de dejar su descendencia
y sus huesos. No colonizaron como lo han hecho otras naciones, barriendo de nativos el suelo conquistado, recluyéndolos en regiones remotas, o
donde esto no ha sido posible, limitándose a aprovechar sus servicios, con
absoluto desprecio de las personas, y a explotar sus necesidades para el
consumo y cambio de productos, abandonándolos por lo demás a su suerte; sino que se mezclaron con los naturales considerándolos dignos de la
comunidad humana, trabajaron por ponerlos a su nivel intelectual y moral
y los prepararon así para la vida política de la civilización cristiana. La
sangre indígena que llevamos en nuestras venas y la raza pura que de esa
sangre subsiste bendice la colonización española. Sobre los horrores de la
conquista, porque toda guerra los produce, hubo una acción piadosa, conciliadora, cristiana. Mezcláronse las dos razas, y resulto la hispanoamericana, prueba irrefutable del humanitario concepto con que estas tierras
fueron colonizadas” (Restrepo 1930, 140).
Las divergencias en torno a la fecha fueron escasas en
la primera celebración centenaria del Descubrimiento,
pero se destaca la posición del peruano Ricardo Palma,
quien como representante de su país abandonó el recinto de los festejos en España, al sentirse indignado
por las afirmaciones que se hicieron sobre América. Durante los años posteriores a la Revolución Mexicana, en
México también se propuso una celebración distinta. El
ideario de la celebración no fue el hispanismo, centrado en la herencia ibérica, sino un hispanoamericanismo basado en la importancia de reconocer el mestizaje,
a partir de la crítica al racismo con el cual se sometió
a la sumisión y exterminio a los pueblos originarios de
América. Esta posición fue ampliamente difundida por
José Vasconcelos Calderón,10 quien en sus obras Raza
cósmica. Misión de la raza iberoamericana, de 1925, y
En los años posteriores al IV Centenario no se realizaron festejos simultáneos en los países que inicialmente
promovieron su conmemoración, pero la Unión Iberoamericana mantuvo la iniciativa de las celebraciones.
De este modo, el Doce de Octubre se estableció en
América como fiesta oficial entre 1915 y 1928. En Estados Unidos, por iniciativa de los migrantes italianos,
se consagró como “Día de Colón” o Columbus Day;
en Argentina, Venezuela, Chile, México y Uruguay se
oficializó como “Día de las Américas”, y en Colombia,
Ecuador, El Salvador y Perú se instituyó como “Día de
la Raza”. Durante esta etapa, los festejos estuvieron
acompañados de la construcción de estatuas y bustos
en honor de Colón y la inauguración de calles y plazas
con su nombre, para perpetuar su memoria mediante
los monumentos y la nomenclatura urbana.
10 José Vasconcelos Calderón (1882-1959) lideraba un grupo de escritores
denominado Grupo La Colonia, en el cual también se encontraban personajes como José Carlos Mariátegui (Perú, 1894-1930), quien influyó de
manera importante en esta postura, mediante sus trabajos Escena contemporánea, de 1925, y Siete ensayos de la realidad peruana, de 1928.
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Bolivarismo y monroísmo, de 1934, buscó la reivindicación del mestizaje.11 En España también se realizó un
congreso de librepensadores, que señaló la necesidad
de establecer relaciones con Iberoamérica a partir del
reconocimiento de la dominación ejercida por España
sobre dichos territorios (Aznar 2005); sin embargo, el
hispanismo de arraigo europeo fue el que prevaleció
en las celebraciones, apoyado en posturas como la del
uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), quien representó una reacción conservadora que propuso el hispanismo, en oposición al modelo anglosajón,12 lo cual es
expresión de una continuidad en la manera como fueron
registrados los festejos del IV Centenario por la prensa
española, que consideraba el Descubrimiento como “el
destino de un ‘pueblo elegido’ para la misión civilizadora
por su fe y por su patrimonio monárquico”,13 y le atribuía
a la celebración del Doce de Octubre el reconocimiento
de “la superioridad de una nación que llevó el progreso a
los americanos”,14 el máximo aporte de España, con la que
mantenían “un vinculo no ininterrumpido de continuidad
de la vida de nuestra patria y de nuestra raza que nos hace
comunicar en espíritu con las generaciones vigorosas de
hace cuatro siglos”.15 Durante el siglo XX prevaleció el
nombre de Día de la Raza en los países americanos que
acogieron el Doce de Octubre como fiesta nacional, pero
en España se cambió la denominación de Día de la Raza
por Fiesta de la Hispanidad, en 1958, y, posteriormente,
por Fiesta Nacional de España, en 1987, apropiándose de
ese modo de una fiesta que la misma España, mediante la
Unión Iberoamericana, propuso como continental.
“V Centenario del Descubrimiento de América”. Allí,
la comisión que representó a México anunció que se
denominaría Comisión Mexicana del Quinto Centenario “Encuentro de Dos Mundos”. Según León-Portilla
(1992, 155-156), algunos asistentes manifestaron su
disgusto por la denominación de la comisión, porque
interpretaron que se pretendía negar a España y a Colón, y solicitaron como desagravio que al día siguiente
se hiciera “una ofrenda floral y una guardia ante el monumento a Cristóbal Colón”, mientras que otros consideraron que la idea de encuentro ocultaba la invasión
española y la muerte de millones de indígenas. En el
marco de este debate, los 163 estados miembros de la
Unesco y las comisiones creadas en América Latina y
en Francia, Rusia, Polonia y Japón acordaron por unanimidad, la propuesta mexicana de conmemorar el “Quinto Centenario del Encuentro de Dos Mundos”.
La Unesco y varios investigadores asociados a la iniciativa conmemorativa de este organismo multilateral defendieron la posibilidad de reinterpretar el sentido de esta
fecha, celebrada hasta ese momento en América como
“Día de la Raza”, y consideraron que era importante
construir un relato histórico en el cual no solamente
estuviera la versión de los vencedores, en este caso descubridores, sino también la de los vencidos. Según esta
posición, acogida mayoritariamente, la celebración del
V Centenario debía mostrar que 500 años “representan
una ocasión única para reflexionar sobre las condiciones y consecuencias del encuentro de los pueblos y sus
culturas; de sus influencias recíprocas, sus aportaciones
mutuas y las transformaciones profundas que resultaron
del encuentro para el destino global de la humanidad”
(Unesco 1989, 5). El programa de la Unesco, al cual
se acogieron las distintas comisiones nacionales, buscaba incorporar la voz de “los habitantes originarios del
continente americano” y de todo aquel que se sintiera
parte de la celebración, mediante dos ejes programáticos: uno de cobertura universal, que llevó el nombre de
“Encuentros en Cadena”, y otro específico, centrado en
las poblaciones indígenas americanas, que se denominó
“Amerindia 92”.
V Centenario: disputas en torno al
“encuentro de dos mundos”
El 9 de julio de 1984 se reunieron en Santo Domingo
las comisiones16 conformadas para la celebración del
11 Sobre la reivindicación del carácter mestizo de los pueblos americanos
en la obra de Vasconcelos existen apreciaciones polémicas que ponen en
duda el planteamiento incluyente del autor sobre los pueblos indígenas:
“Habría pues un doble registro en el discurso del mestizaje de Vasconcelos: por un lado, su discurso afirma una integración nacionalista y síntesis
utópica feliz de las diferencias raciales y culturales; por otro lado, sugiere
una degradación o ansiedad racial encubierta hacia la especificidad de los
pueblos indígenas existentes” (Grijalva 2004, 341).
12 Su obra Ariel, de 1900, se dirige a la juventud de América y propone
como modelo cultural la tradición grecolatina de la cultura iberoamericana. Plantea una visión de Estados Unidos como imperio de la materia o reino de Calibán, donde el utilitarismo se había impuesto a los
valores espirituales y morales.
13 La Época (Madrid), 12 de octubre de 1892, citado por Aznar (2005, 35).
14 El Liberal (Madrid), 12 de octubre de 1892, citado por Aznar (2005, 36).
15 La Época (Madrid), 13 de octubre de 1892, citado por Aznar (2005, 36).
16 Los países donde se conformaron las primeras comisiones fueron España,
Las acciones que se desarrollaron en el marco de este
programa, entre las que se encontraron eventos académicos, premios y exposiciones museológicas, buscaron
reelaborar las versiones sobre el Descubrimiento, superando las imágenes paradójicas que cronistas y conquistadores transmitieron de América, así como la “Leyenda
Argentina, Venezuela, Perú, Jamaica, República Dominicana, Estados
Unidos y México.
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Negra” de la Conquista, que había resquebrajado las relaciones entre España y sus antiguas colonias.17 La superación de estas dos posturas dicotómicas implicaba,
para académicos como Miguel León-Portilla, reconocer
que los pueblos que fueron conquistados dejaron evidencias sobre lo que significó para ellos dicho encuentro
–en los vestigios de ciudades y monumentos del área
andina y Mesoamérica, en las inscripciones en piedra y
barro, en libros y códices prehispánicos y en los testimonios de los pobladores indígenas del momento conmemorativo–, que incorporaron la llegada de los españoles
en su cosmovisión y que dichas posiciones amerindias
debían ser validadas como la visión de los vencidos.18 Pero
la idea más difundida sobre la denominación Encuentro
de Dos Mundos buscaba, fundamentalmente, mostrar
que el Descubrimiento había contribuido a completar
la imagen del mundo y a producir un “efecto globalizador, gestando cambios que han afectado a la humanidad
entera hasta nuestros días” (Unesco 1989, 5).
presentó una demanda ante el Tribunal Internacional
de La Haya contra España y el Vaticano, por los crímenes de la Conquista y la evangelización. Por su parte, el
Consejo Supremo de los Pueblos Indígenas (CSPIHN),
conformado por 52 organizaciones, manifestó su desacuerdo con la propuesta de denominar al V Centenario
“Encuentro de dos Mundos” (Pereña 1999).
El 12 de octubre de 1992 los gobiernos de América celebraron el V Centenario del Encuentro de Dos Mundos, invitando a la reflexión, al respeto por el pasado,
“a la búsqueda de la identidad y a la consolidación de
procesos de integración, desarrollo y paz”. Los presidentes Carlos Saúl Menem (Argentina), Carlos Salinas de
Gortari (México), Jorge Antonio Serrano (Guatemala),
Jaime Paz Zamora (Bolivia), Patricio Aylwin (Chile), Rafael Ángel Calderón (Costa Rica) y Luis Lacalle (Uruguay) coincidieron en afirmar que era necesario superar
las visiones apasionadas de los 500 años y redescubrir a
América en sus recursos naturales, en su historia, en su
lengua y en sus tradiciones, para consolidar los procesos
de integración en torno a un pasado común desde el
cual fuera posible proyectar el desarrollo futuro. Para
estos mandatarios, “la conmemoración del Quinto Centenario constituye una oportunidad única” para rescatar
la “identidad regional que marca a Iberoamérica”, y para
hacer realidad “el sueño bolivariano, esta vez con el apoyo de la corona española”, en un encuentro con España,
“sustentado en la igualdad y el respeto, el diálogo, la
cooperación y la amistad” (Sin autor 1992a).
Paralelo a las celebraciones planteadas por la Unesco,
otras iniciativas proponían reparación histórica, reconocimiento de la violencia de la Conquista y distanciamiento crítico de la denominación Encuentro de Dos
Mundos. La Asamblea Paritaria ACP-CEE, reunida
entre el 17 y el 21 de febrero de 1992 en Santo Domingo, responsabilizó a Europa del genocidio y la explotación de la población americana y africana, por lo
cual reclamaron reparación y devolución de los bienes
usurpados. En el mismo sentido, el Centro Cristianismo y Justicia de Barcelona exigió que las autoridades
oficiales de España y de la Iglesia católica ofrecieran
disculpas públicas al pueblo iberoamericano por la explotación padecida, y el Tribunal de los Derechos Indios
Paralelo a las celebraciones oficiales, en Bolivia los indígenas inauguraron la Primera Asamblea de Naciones
Originarias y marcharon hacia La Paz para manifestar
su rechazo al festejo del V Centenario; en México,
indígenas, indigenistas y asociaciones populares se
congregaron en el Zócalo de Ciudad de México para
pronunciarse contra la celebración del V Centenario; en
Ecuador los indígenas caminaron hacia Quito; en Perú
los campesinos ofrecieron un minuto de silencio por las
víctimas y rindieron homenaje en la Plaza de Armas del
Cuzco a los héroes de la resistencia andina; en Colombia se realizaron marchas silenciosas de campesinos e
indígenas, en señal de luto (Sin autor 1992b), y en los
países de Centroamérica los indígenas protestaron contra las celebraciones. Incluso, en Génova (Italia) miles
de pacifistas se reunieron bajo el lema “1492-1992, Jamás más Conquistas” (Sin autor 1992c).
17 Con respecto a América se afirmaba que “Las gentes de esas tierras del
oro y la plata vivían en pueblos y grandes ciudades con templos, palacios,
casas de libros, y mercados. Se refería que su refinamiento era grande pero
mayores aún eran sus aberraciones. Además de ser idólatras, practicaban
repugnantes sacrificios humanos, comían la carne de sus víctimas, y, por
añadidura, muchos de ellos eran sodomíticos” (León-Portilla 1992, 161);
y con respecto a España se propagaron relatos como el escrito por el fraile
dominico Bartolomé de las Casas, quien narró la destrucción de las indias
en pasajes como éste: “[…] desde la entrada de la Nueva España, que fué
a dieciocho de abril del dicho año de dieciocho, hasta el año de treinta,
que fueron doce años enteros, duraron las matanzas y estragos que las
sangrientas e crueles manos y espadas de los españoles hicieron continuamente en cuatrocientas e cincuenta leguas en torno cuasi de la ciudad de
Méjico e a su alrededor, donde cabían cuatro y cinco grandes reinos, tan
grandes e harto más felices que España” (De las Casas 1982, 53).
18 Éste es precisamente el título de uno de los libros más difundidos sobre
testimonios indígenas de la Conquista, en el cual se exploran las imágenes
que “los mesoamericanos de idioma náhuatl de Tenochtitlan, Tlatelolco,
Tetzcoco, Chalco y Tlaxcala, se formaron acerca de Cortés y los españoles,
acerca de la Conquista y la ruina final de su metrópoli, México-Tenochtitlan” (León-Portilla, Garibay y Beltrán 1972, 10).
Resulta paradójico que, con la participación activa de
las comunidades indígenas en las conmemoraciones del
Doce de Octubre –y con la denuncia reiterada en dicha
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fecha del alcance nominal que ha tenido en los nuevos
contextos políticos latinoamericanos la apertura democrática al reconocimiento constitucional del carácter
multicultural y pluriétnico de la población americana–,
el calendario oficial atribuya poco valor a esta celebración, después de los recursos que se movilizaron desde los gobiernos y la comisiones internacionales de la
Unesco para la celebración del V centenario.
Por eso luchamos, no sólo por justicia, por vivienda,
salud, educación, tierra, trabajo, alimentación. También luchamos por nuestro derecho a ser libres, a
elegir libremente a los que gobiernan, a vigilarlos,
a sancionarlos si no cumplen su labor. Luchamos
también por libertad y democracia. Quien pretenda
negarnos esos derechos y trate de convencernos de
conformarnos con menos, pone su palabra al servicio
de la mentira y nos trata como animales que rehúsan
vivir en una celda aseada, pero una celda al fin y al
cabo (EZLN 1994).
Son pocas las modificaciones oficiales en la denominación y el sentido de esta conmemoración, y en la actualidad apenas reviste importancia como un día feriado,
que puede moverse en el calendario de las festividades,
para prolongar el fin de semana y favorecer el turismo.19
La poca presencia mediática que tuvo después la celebración del Doce de Octubre encubre las denuncias de
la posición marginal en la que continúan las poblaciones indígenas, afrodescendientes y campesinas, caracterizada por un acceso desigual a la tierra, a los recursos,
a la educación formal, a la atención médica y a información cualificada, que les otorgue poder de decisión
como miembros de un grupo social.
La denominación oficial como Día de la Raza se ha
mantenido en la mayor parte de América Latina, con excepción de Chile, donde se modificó en el año 2000 por
Día del Descubrimiento de Dos Mundos, y de Venezuela, donde el ministro de Educación Superior, Samuel
Moncada, cambió el nombre y el sentido de esta conmemoración, y de Día de la Raza pasó a ser Día de la
Resistencia Indígena, en 2002. El decreto del gobierno
venezolano argumentó que la categoría raza procede de
un sistema colonial de dominación instaurado en América que no da cuenta de la diversidad cultural, y que,
a partir del reconocimiento del legado indígena que se
derivó de los debates durante la Conmemoración del
V Centenario, “nuestros pueblos retoman su historia
local, regional, nacional y continental en todo su milenarismo indígena y los cincos siglos recientes, con los
profundos cambios, rupturas parciales y continuidades,
en su unidad y diversidad” (Decreto Nº 2.028 del 10 de
octubre de 2002).
Estas denuncias se hicieron visibles en las mismas celebraciones del V Centenario, cuando una multitud de
indígenas echó abajo la estatua del conquistador español Diego de Mazariegos en las calles de San Cristóbal
de las Casas, en Chiapas, por la falta de atención estatal a sus demandas (Millán 2006), y en la posterior
aparición pública del Ejército Zapatista del Liberación
Nacional (EZLN) el 1 de enero de 1994, que en sus
peticiones del 12 de octubre del mismo año reivindicó
su derecho ancestral a la tierra apelando a la conmemoración de los 500 años, pero en la perspectiva de sus
reivindicaciones actuales:
Esta modificación en las festividades oficiales es la más
significativa, porque ha generado enfrentamientos por
la memoria de lo que unos consideran es patrimonio
histórico, y otros, símbolo del genocidio contra los pueblos originarios de América. Así se registró en la prensa
de oposición venezolana, la acción de quienes, como
parte de la conmemoración del Día de la Resistencia
Indígena en Caracas, derribaron la estatua de Colón:
Hoy, 502 años después de que el poder invadió nuestros suelos, quiere el poderoso arrinconarnos en
nuestro dolor indio. […] Nosotros somos los habitantes originales de estas tierras. Todo era nuestro antes
de la llegada de la soberbia y el dinero. Por derecho
todo nos pertenece, y nunca antes tuvimos problema
para compartirlo con justicia y razón. Es nuestro derecho el vivir con dignidad, y ningún hombre o mujer
son dignos si viven como esclavos. No queremos una
cadena de oro para adornar nuestra esclavitud. Queremos el derecho a gobernarnos, a decidir libremente
lo que queremos y la forma en la que lo queremos.
Día de la resistencia indígena en la Venezuela
de Chávez: Una turba que se manifestaba por las
calles de Caracas en conmemoración del Día de la
Resistencia Indígena (Hugo Chávez abolió el Día de
la Raza en 2002) destruyó este martes el monumento
erigido al Almirante en el Paseo de Colón. Horas
antes, el ex golpista rindió homenaje al cacique Guaicaipuro, que se levantó contra los españoles a mediados del siglo XVI. Precisamente, los maleantes que
causaron el destrozo exigían que el paseo fuera rebautizado con el nombre de dicho jefe indio (s.a. 2004b).
19 Esta medida ocurre en varios países que consideran el “Día de la Raza”
como una de las fiestas móviles, que pasa al siguiente lunes o al tercer
lunes del mes en el cual se celebre.
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Sandra Patricia Rodríguez
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pero el hispanoamericanismo terminó imponiéndose
como principio común de esta conmemoración. Las
dos posturas se fundamentaron en la idea de raza, una
basada en la grandeza de la Península, y la otra, en la
importancia del mestizaje, pero las dos suscritas a la validación de una jerarquía de razas fuertes sobre razas
débiles (Hund 2003).
En las cifras presentadas en 1993 –con motivo del “Año
Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo”
propuesto por la Confederación Indígena del Oriente
Boliviano (CIDOB), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Instituto de Cooperación
Iberoamericana (ICI)–, la población indígena seguía
siendo marginal en atención estatal y recursos. En
1994, cuando se inició el Decenio Internacional de las
Poblaciones Indígenas del Mundo, en 2001, durante
la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas
de Intolerancia (CMR), y en 2004, en la VI Asamblea
General del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas de América Latina y El Caribe, la situación
continuó y se agudizó, con cifras alarmantes de exclusión (CEPAL 2006).
En el V Centenario, las distintas interpretaciones del
pasado se confrontaron abiertamente en el espacio público. La iniciativa de “Encuentro de Dos Mundos” se
afianzó en el ámbito de las fiestas formales promovidas
por la Unesco y las comisiones nacionales asociadas a
esta idea, pero en el momento de la celebración los movimientos sociales ganaron el espacio conmemorativo
en las calles y plazas, y en el escenario simbólico de
la música y el arte, donde obtuvieron reconocimiento y
legitimidad. Durante este centenario se puso el acento
en el análisis de la raza como una construcción conceptual (Hund 2003), que justificó procesos de exclusión y
segregación contra las comunidades étnicas y lingüísticamente diferenciadas en América y condenó su uso en
las siguientes conmemoraciones.
Las constantes movilizaciones sociales y los procesos
políticos nominales de reconocimiento cultural de los
pueblos primigenios no han tenido efectos en la solución de las carencias detectadas por los gobiernos y autoridades que asisten a estas asambleas y conferencias
mundiales; contrario a esto, lo que se ha producido es
un incremento de la inequidad y una creciente criminalización de la protesta social, en Colombia, Perú, Chile,
Argentina, Ecuador y Estados Unidos.
Los festejos y los duelos como prácticas sociales
del recuerdo
El IV Centenario fue un festejo solemne y restringido;
no se menciona la presencia del pueblo pero se infiere que estuvo sólo como espectador y receptor del
mensaje conmemorativo. Lo fundamental de la celebración consistió en la congregación en torno a las
figuras de autoridad, encarnadas en la familia real, los
representantes de los gobiernos nacionales y los monumentos erigidos en nombre de la hazaña de Colón.
El V Centenario fue un festejo mediático de todas las
posiciones enfrentadas.
Perspectiva comparada de los centenarios
del “Doce de Octubre”: 1892-1992
Al comparar los dos centenarios, se encuentran los debates por la identidad americana en las posiciones e interpretaciones del pasado promovidas por los grupos que
participaron en estas conmemoraciones, en las prácticas sociales del recuerdo –que para unos es motivo
de festejo y celebración, y para otros, duelo y necesidad
de reparación– y en los objetos e inscripciones simbólicas, que en cada caso, además de expresar los debates
sobre la identidad continental, fijan un cierto tipo de
memoria sobre el evento conmemorado.
Los promotores del “Encuentro de Dos mundos” llevaron a cabo ciclos de conferencias, exposiciones e
instalaciones y premiaciones, como el Nobel de Paz
obtenido por la indígena guatemalteca Rigoberta Menchú. De manera paralela, las organizaciones sociales
realizaron pronunciamientos públicos, cartillas, afiches promocionales, conciertos y, finalmente, una movilización popular en todo el continente, protagonizada
por los indígenas, afrodescendientes y campesinos,
quienes protestaron contra los festejos con marchas y
momentos de silencio, en señal de duelo, con la destrucción de monumentos centenarios del Descubrimiento y con bloqueos que fueron contenidos por las
fuerzas policiales.
Las interpretaciones del pasado
En el IV Centenario, el control simbólico del pasado
por parte del culto a Colón y al Descubrimiento inauguró una tradición conmemorativa basada en las ideas
conservadoras de un hispanoamericanismo que promovió la lengua y la religión, la propiedad, el orden y la
autoridad, y el fomento de los lazos comerciales como
agenda cultural. Las posturas disidentes también buscaban un referente común sobre la base del mestizaje,
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Avenida Cristóbal Colón, entre las carreras 16 y 17. Estos
monumentos fueron trasladados a la Avenida de las Américas y actualmente se encuentran en la Avenida El Dorado con
carrera 97. Fotografía del álbum de la Sociedad de Mejoras
y Ornato (1938).
visión de los vencidos, como una manera de contrarrestar
el olvido.20 Varias investigaciones sobre recuperación de
lenguas, tradiciones orales, prácticas médicas tradicionales, saberes ancestrales y chamanísticos y diversidad
musical (Guerrero 2005) fueron promovidas desde el V
Centenario, para recobrar el patrimonio inmaterial. De
otro lado, los movimientos sociales rescataron la memoria
de personajes importantes en la historia de la resistencia
indígena, como el cacique Guaicaipuro, en Venezuela, o
el indio Arbolito, en Argentina, que sirvieron de símbolo
para renombrar calles, construir monumentos e, incluso,
conformar grupos musicales en su memoria.
Portada de La Alternativa (2008).
Actualmente, las protestas contra la celebración han
generado fechas alternativas como el Once de Octubre,
“Último Día de la Libertad“ (s.a. 2004a), o han promovido la idea de no celebrar nada el 12 de octubre, lo cual
hasta ahora no ha ocasionado ninguna reacción oficial
de los gobiernos y organismos multilaterales como la
Unesco, que participaron tan activamente en el V Centenario, posiblemente porque su agenda conmemorativa
ha transitado hacia otro centenario, el de las independencias, sobre el cual los debates apenas comienzan.
Conclusiones: continuidad en las celebraciones
Estas celebraciones establecieron como momento de
génesis de la identidad continental “el 12 de octubre
de 1492”. Sobre este momento fundador de la identidad americana se construyó una versión oficial de la
historia, a partir de la instauración y desarrollo de instituciones y asociaciones estatales y supraestatales de
carácter cultural, que, mediante las publicaciones de los
hispanoamericanistas, la edificación de monumentos
para la activación de la memoria, la música para la
exaltación del Descubrimiento como hecho épico y
Objetos e inscripciones simbólicas
El IV Centenario dejó vestigios monumentales de la
celebración: estatuas, bustos, réplicas de las carabelas,
óperas, poemas, cuadros, monedas acuñadas en honor
de Colón y del Descubrimiento, fueron legados por los
gestores de la celebración, para que Iberoamérica construyera su agenda de conservación patrimonial, a partir
de esas grandes marcas simbólicas de la memoria del
evento conmemorado.
En cuanto al V Centenario, los promotores del “Encuentro de Dos mundos” restauraron los monumentos legados por el IV Centenario, y las posturas más académicas
iniciaron la búsqueda de testimonios que mostraran la
20 En esta perspectiva se realizó el IV Encuentro Debate América Latina
Ayer y Hoy, que reúne las elaboraciones sobre memoria indígena en el
libro de compilación Memoria, creación e historia. Luchar contra el olvido
(García, Izard y Lavina 1993).
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Conmemoraciones del cuarto y quinto centenario del “12 de octubre de 1492”: debates sobre la identidad americana
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la exhibición reiterada de imágenes –en museos y libros
de texto, como el cuadro Homenaje a Cristóbal Colón
de José Gamelo (1892)– inspiraron una memoria del
12 de octubre de 1492 basada en la celebración de la
conformación de la raza hispanoamericana, caracterizada por la prevalencia del componente europeo sobre
los legados indígena y africano. A pesar de la “Leyenda
Negra” promovida después de las independencias americanas, el legado cultural del Imperio hispánico buscó
su restitución21 después del IV Centenario mediante la
configuración de una identidad transatlántica fundada
en la “Raza Iberoamericana”.
Los centenarios, como “fechas redondas”, no solo se constituyen en momentos de condensación y recapitulación,
como lo afirman Carvalho y Da Silva (2002), también son
fechas de emergencia de nuevas tradiciones conmemorativas. En el caso del IV Centenario, la “Raza Hispanoamericana” fue el principio de evocación y se fundó una
tradición en torno a la necesidad de superar la “Leyenda
Negra” y de restablecer los lazos con España, como regente de la cultura americana, basada en la lengua española y la religión católica. En el caso del V Centenario,
la denominación de la celebración como “Encuentro de
Dos Mundos” entró en disputa con la “Resistencia de los
Pueblos Indígenas”, en medio de debates historiográficos
que, a pesar de sus valiosas reinterpretaciones, aportaron
poco al ejercicio conmemorativo.
Como resultado de las luchas sociales en el siglo XX
de grupos excluidos de los principios conmemorativos
del hispanoamericanismo, el V Centenario mostró una
dispersión de iniciativas para gestionar la memoria del
“Doce de Octubre”, que disputaron con la memoria
oficial el escenario conmemorativo. De ese modo, los
rituales patrióticos y cívicos se fueron diluyendo, dando
paso a las protestas sociales por el reconocimiento de
identidades populares, ya no sujetas a la tradición centenaria, sino al legado ancestral de los pueblos nativos
de América.
En las dos celebraciones, el predominio es de la cultura
hispánica, particularmente, de la lengua y la religión como
legados culturales. Según Aznar y Wechsler (2005, 16):
[…] toda la historia cultural de la hispanidad es una
serie continuada de censuras, supresiones y desplazamientos (fundamentalmente de la voz de los exiliados, de la historia no oficial), ocultos detrás de
una mítica identidad carente de fisuras que, desde
la engañosa exaltación de los héroes de la conquista,
ha englobado bajo la confusa y ambigua palabra ‘civilización’, una herencia (la lengua y la religión) tan útil
como destructiva en su intento de homogeneización.
Esto muestra que las conmemoraciones no son celebraciones estáticas, fundadas en la perspectiva de la
construcción de una nacionalidad perpetua, sino que
su carácter se va modificando de acuerdo con las condiciones históricas que hacen posible el evento conmemorativo, lo cual implica que la memoria oficial, a pesar
de trabajar sobre sí misma para mantener coherencia
y unidad, no puede evitar que permanezcan latentes
otras memorias y que se hagan visibles cuando se transformen las condiciones históricas de quienes han sido
censurados o excluidos. La memoria oficial no puede
marginar a perpetuidad otras memorias, y su cuestionamiento no necesariamente ocurre, como lo plantea
Elizabeth Jelin (2002), cuando se dan quiebres institucionales en el ámbito nacional (golpes de Estado y dictaduras), cuando emergen relatos alternativos o cuando se
enfrentan amenazas externas; la necesidad de reordenar
los sentidos del pasado también aparece en contextos
poscoloniales, como el latinoamericano, en los cuales
los referentes de identidad han permanecido en amplios
períodos de calma y aparente consenso.
21 Con la incidencia del legado hispánico en América al finalizar el siglo
XIX, y con su presencia económica al culminar el siglo XX, resulta
interesante pensar la tesis del reacomodamiento de la soberanía imperial planteada por Adelman (2008), en la perspectiva de articular
los territorios americanos en una nueva idea de imperio integrado
cultural y comercialmente.
Imagen tomada de La Alternativa (2008).
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7. Carvalho, Alessandra y Ludmila Da Silva Catela. 2002. 31
de marzo de 1964 en Brasil: memorias deshilachadas. En
Las conmemoraciones: las disputas en las fechas “in-felices”,
comp. Elizabeth Jelin, 195-244. Madrid: Siglo XXI Editores.
No es descartable que existan vínculos entre la memoria hispánica y la presencia económica de España en el
continente, con 743 empresas, entre las cuales lideran
la lista de operaciones en el comercio latinoamericano
Telefónica, los grupos bancarios Santander y BBVA, las
empresas eléctricas Endesa, Unión Fenosa, Iberdrola o
la compañía de petróleos Repsol (García et al. 2008),
como si estuvieran actuando bajo los principios de la
Unión Iberoamericana, que determinó a finales del siglo
XIX que América era el “mercado natural” de España,
excluyendo nuevamente las reivindicaciones y protestas
sociales de las poblaciones indígenas, las comunidades
afrodescendientes, los movimientos sociales ambientalistas y los defensores de derechos humanos.22
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22 Esta permanencia de la herencia hispánica es muy fuerte en Colombia,
donde a pesar del reconocimiento constitucional como país diverso en
1991, el 12 de octubre de 2008, mediante un acto litúrgico, se renovó la
consagración del país al Sagrado Corazón de Jesús, realizada por el arzobispo de Bogotá, monseñor Bernardo Herrera Restrepo hace 106 años.
La renovación incluyó la consagración al Inmaculado Corazón de María,
porque, según afirmó el cardenal Pedro Rubiano, “Si en 1902 se consagró
el Sagrado Corazón de Jesús para ponerle fin a la guerra de los Mil Días,
en esta ocasión la Virgen se encargará de ayudar a liberar a todos los secuestrados, de llamar a su redil a la guerrilla y a los grupos paramilitares,
y de acabar con la corrupción política y la violencia”, y agregó: “también de
terminar con el paro judicial, que está haciendo mucho daño” (s. a 2008).
18.Grijalva, Juan Carlos. 2004. Vasconcelos o la búsqueda de
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