Melilla eltelegrama, lunes 2 de abril de 2012 Volver a Melilla: 32 años de recuerdos castrenses Por Sergio Valdivieso Viví en Melilla el año 1980, haciendo la mili, destinado en la Habilitación de la Comandancia General. Me llevé un disgusto cuando me tocó. Sin embargo, 32 años después, lo recuerdo con nostalgia. Fue un año muy concreto de mi vida, distinto a lo anterior y a lo que ha venido después. Dicen que borramos los recuerdos tristes de la mili y que nos quedamos los momentos buenos. A lo largo de estos años he ido rememorando muchas vivencias gratas. Tuve la suerte de vivir una mili muy activa y de conocer a personas entrañables, algunas de las cuales espero ver ahora, cuando venga para la jura civil. Otras, lamentablemente, ya no estarán, como el capitán Ramírez. Lo conocí pasando a la reserva y preparándose para volver a su Córdoba natal, y a Olot, donde había estado destinado y de donde era su esposa. Era un hombre muy emprendedor, generoso y algo cascarrabias. No consentía que los soldados pagáramos los cafés. Cuando teníamos un rato tranquilo, cosa rara en aquella trepidante Habilitación, me hablaba en catalán y me pedía que lo corrigiera. Quería tener la lengua en forma para cuando volviera a Olot, y prefería -no sé por quépracticar con el soldado antes que con la esposa. Años después, pasando por Córdoba lo quise visitar. No respondían. Conseguí dar con su hija cuando mi tren ya se iba: "¿Vas en tren, no? Pues ahora lo podrás saludar cuando pases por el cementerio. Murió feliz, militar con el deber cumplido". A veces pensé que un día volvería a Melilla con Vicente Díez García, Regular de Zamora y periodista del gabinete de prensa de la Comandancia. Pero murió de infarto en 2004, siendo delegado de RTVE en Castilla y León. Había llegado muy alto. Con Vicente y con Juan Manuel Ges, regular de Barcelona, formamos el equipo que inventó "Vidilla en las Ondas". Todo empezó cuando el Comandante General, Don José María Bourgon, creyó que habiendo una emisora de radio en Melilla -la cadena Ser- se podría emitir un programa dirigido a la tropa. A través de su ayudante, el comandante Emilio Atienza, nos localizaron a Vicente y a mí. Obtuve que se nos uniera un buen técnico conocido mío, Juan Ges. Un año después, cuando nos licenciamos el general nos recibió a los tres y nos entregó un diploma. "Vidilla en las Ondas" era su título. Duraba una hora, iba grabado y se emitía semanalmente. El señor Moriche nos hizo un hueco en la programación de Radio Melilla. A cambio, nos pidió que colaboráramos en aquella radio con un personal tan entusiasta y bueno, pero escaso: Toñi, Antonio... ¡Qué recuerdos! Con Vicente no existía ningún obstáculo. Fue directo a ver al alcalde D. Rafael Ginel para pedirle un local para montar el programa. Así llegamos a "Las Aulas de la Tercera Edad", situadas muy cerca del Parque y de Comandancia. Fue entrañable aquella escuela de mayores con Laura y Pepe, con Tere, y otros animadores. Allí nos deleitábamos con la voz de la cantautora Ana María Riaño. Todas las tardes, en Aulas, nos sentíamos unos nietos privilegiados, con el afecto de muchos mayores activos que iban a pasar la tarde y a aprender: desde lecciones de historia, de cocina, de salud, o del taller de electricidad, que impartía el señor Céspedes. Les gustaba entrar en nuestro salón-estudio, para ver como se grababa el programa. También a ellos les entraron ganas de tener un programa de radio propio. Y así fue. Al poco tiempo, el equipo de soldados al que se iban añadiendo nuevas incorporaciones, como Antonio Alegre, Frías Alonso..., trabajaba en la confección de los dos programas. Nos pasábamos las tardes ocupados, buscando noticias y personajes para los programas siguientes. Recortábamos y comentábamos noticias amenas, que pudieran interesar a los soldados. Del trío fundador, Juan Manuel Ges resultó el más sacrificado. Como montador era muy escrupuloso con el sonido. Hasta que no conseguía borrar el mínimo ruidito no daba la cinta por acabada, aunque aquella tarde se quedara sin tiempo de tomar una caña con los demás. Lo suyo era más duro que buscar, redactar o entrevistar. Buscábamos personajes dentro de la propia guarnición. Dábamos voces entre los compañeros para localizar dos tipos de protagonistas: los artistas y los otros. Entre los artistas, hubo humoristas muy buenos, y entre los artistas, muchos grupos que se formaban en los cuarteles, flamencos, cantautores, concertistas... De los otros, pudimos entrevistar a ganadores de premios científicos y literarios, a un campeón de vela, a jugadores de futbol y baloncesto, al arquitecto que estaba haciendo la maqueta de la ciudad, a aquellos trillizos que servían en el Ramix y que eran tan clavados que el mando -para poderlos identificar- les había obligado a uno a dejarse el bigote, y a otro la barba.... Todo esto no se hubiera llevado a cabo tan eficazmente de no ser por la gran persona que fue -y sigue siendo- Miguel Gómez, entonces sargento primero y hoy comandante. Miguel, -el sargento del RES (el recreo educativo del soldado)- siempre estaba dispuesto a conducirnos adonde hiciera falta, a traer protagonistas pidiendo permiso para sacarlos del cuartel, a facilitarnos las gestiones, y a tomar algo cuando salíamos de las Aulas. A Miguel, le debo el haberme presentado a sus amistades... y pagarme muchas cañas. Gracias a su inquietud, el RES montó festivales nocturnos en los cuarteles. Los presentábamos Vicente y yo, y actuaban los artistas que iban pasando por "Vidilla en las Ondas". Abrió el fuego, un concierto en Regulares 2., donde había un oficial con barba que tocaba la batería y que había montado un conjunto que amenizaba las comidas tocando en el comedor. El concierto lo hicimos en un lugar magnifico. El público estaba sentado en unas gradas y nosotros actuábamos del otro lado de la piscina. Recuerdo a Juanjo Linares, un imitador excepcional que parodió con gran respeto a Félix Rodríguez de la Fuente, recién fallecido. El público lo interrumpió con un respetuoso aplauso. Actuamos, también, en Regulares-5, en el Tercio Gran Capitán, en el Ramix,... Miguel no descansaba hasta que devolvía a todo el mundo a su cuartel: "Buenas noches, que traigo a los artistas del RES", le decía al jefe de la guardia. En las Fiestas, el ayuntamiento ofreció en el auditorio un concierto de uno de los guapos de moda, creo que fue Iván. Y nosotros triunfamos en el Parque. Con todos aquellos grupos, cantautores, humoristas... hicimos que la caseta militar fuera la más concurrida. Recuerdo aquellas noches frescas de verano, junto a la Plaza de España, en un escenario enorme, con un patio de butacas casi siempre lleno, rodeado de los bares del Tercio, de Ingenieros, de Regulares, de Caballería... Después de una actuación venia la siguiente, y así durante horas. Quedó todo el mundo tan satisfecho, que nos concedieron un permiso extraordinario de ¡diez días! Eso si que fue un puntazo. Los sábados, me esperaba Jerónimo en el hogar del cuartel de la Guardia Civil. Era el cocinero y preparaba unos pinchos de impresión. Había estado destinado en Cataluña y guardaba un gran recuerdo y curiosidad: "¿Ya han arreglado la carretera de Vilafranca?...", me decía alargándome una croqueta que yo no había pedido. En el puerto había un bar, algo escondido, bajo unos arcos. Servían un gazpacho incomparable, antes de la paella que podía ser para seis o más. A veces en una mesa próxima, comía algún oficial de Comandancia con su familia. Ellos de paisano, y nosotros de romano, claro. Después de la paella y del paseo junto al muelle, para hacerla bajar, íbamos con Vicente a la Capilla Castrense. Nos habíamos hecho amigos del Pater, "A mí, llamadme César" Después de un café y algún güisqui- ¡Qué envidia los güisquis que siempre se han tomado en Melilla!- íbamos a los abarrotados locutorios de telefónica, donde toda la tropa se empeñaba en querer llamar a casa o a la novia. Horas de espera, y pacientes operadoras. Ahora con los móviles...pero entonces.... En verano, hubo unos campeonatos de España de boxeo aficionado, que seguí en silla de pista en la plaza de toros. Radio Juventud me acreditó y pude ver casi todos los combates. Un soldado llamado Antúnez, creo que Artillero, se convirtió en el ídolo local. A mi me encantaba ver la sencillez del ex-campeón Luis Folledo dando consejos, en el rincón, a los boxeadores del equipo de Madrid. Pero a quién más admiré fue a un melillense que arbitró bastantes combates, vestido de blanco y con pajarita, en el ring, bajo los focos, y con gran seriedad. Con el tiempo, cuando se marchó el capitán Ramírez, pasó a ser mi jefe directo. Era el brigada Casas, un gran deportista. Arbitro de boxeo, entrenador de atletismo, una persona grande y una gran persona. Me acabo de enterar que por unos meses tampoco llegaré a tiempo de abrazarlo, como aquella tarde, en que Vicente, Casas y yo, nos emocionamos al despedirnos. Casas era un caudal de conocimiento de deporte de base, de filosofía del arbitraje. Por aquel entonces, su pupilo era ‘Musta’, un muchacho fuertote que quería triunfar en las carreras de gran fondo, y para ello daba cada día varias vueltas a Melilla, más de las que le recetaba el entrenador. En Melilla se respiraba deporte. Ciertos soldados eran solicitados para jugar con los equipos de Futbol y Baloncesto. Algunos suboficiales empezaron a formar ligas locales del recién nacido futbol-sala. Los soldados dedicábamos mucho tiempo a ir de tiendas. Queríamos volver a la ‘Peni’ con regalos. Primero a la novia, luego a los padres y hermanos. Pero la compra era un proceso largo. Teníamos poco dinero y mucho tiempo. No era cuestión de precipitarse. Y luego estaba la incomodidad del regateo. Los precios estaban señalados en una clave que solo conocían los de la tienda. De vez en cuando alguien entraba en la compañía, anunciando: "Chavales, tengo la clave de precios de Electro Enchufe. Mirad: la "M" significa el uno, la "K" el dos...". Nunca supe si la información servia de algo, porque imagino que de vez en cuando cambiarían la clave. Ibas a pedir precio por una cámara de fotos, y después de leer la etiqueta con las letras te decían: "Te la puedo dejar en... pesetas". Luego, en el bar, en la calle o en cuartel intercambiabas información. "Mira, en Pagoda te piden tanto, y en Palacio Oriental, cuanto". Así poco a poco se iba estrechando el cerco, hasta que, de pronto, aparecía un modelo de cámara nuevo, y vuelta a empezar. Había una serie de objetos de compra casi obligada: el quimono para la novia o la hermana -que solo se pondrían para hacerse una foto-, las blusas exóticas, los relojes Casio -en Melilla conocí la marca-, los aparatos de radio Sanyo o Sony, las cámaras de fotos y los objetivos. Entonces aún eran prohibitivas las primeras y enormes cámaras de video. También había estuches de estilográficas y bolígrafos, juegos de café de porcelana, pañuelos de seda y paraguas, muchos paraguas colgaban en los bazares. A los soldados solo se nos permitía en negro, y como la cartera de cremallera negra, siempre en la mano izquierda, para dejar la derecha libre por si se terciaba tener que saludar a un superior. Recuerdo al siempre sonriente brigada Garvín -¿con "b" o con "v"?- que cuando lo encontrábamos por la calle, de paisano, tras un momento de simpática conversación, se despedía diciéndonos: "Y ahora no hace falta que os cuadréis, porque a nadie le importa si yo soy vuestro superior o no. Hasta mañana, chavales". Melilla era un pañuelo, era tan fácil y tan grato ir encontrando conocidos, sobre todo a paisanos, o a colegas del campamento de Campo Soto. Entre la Avenida y el Mantelete, había un fotógrafo que mostraba impresionantes retratos de jóvenes soldados. Dominaban los legionarios, con puños y cintas de gastador, muy serios junto a un Cristo. ¿Sabéis una cosa? Gracias a Internet he vuelto a menudo a Melilla. ¡Qué gran invento! Te permite leer noticias, historias, y ver fotos y videos, como esa pagina que describe el modernismo de tantos edificios, obra de Nieto y de los arquitectos que se inspiraron de él, como el lo hizo de su maestro Gaudí. Los bares de Melilla ofertaban enormes bocatas -por entonces apareció esta palabra, al tiempo que "cubata"- de lomo o de tortilla, con un pan que se me antojaba delicioso, y que podían servirte, con tomate perfectamente restregado. Cuando llegaba la "ayuda familiar" podíamos pegarnos un homenaje en algún restaurante, en cualquiera se comía buen pescado. Aquel año, para el festival de cine vino a Melilla, A.J. Alés, entonces estrella de las noches de la Cadena Ser, y que junto al Loco de la Colina escuchábamos bajo la almohada con el "loro" que habíamos comprado. El Capitán Galindo mandaba en la compañía. Era un buen hombre preocupado por el confort de los soldados que se pasó el año que estuve allí, dirigiendo obras: los baños, el hogar, la compañía. Durante las obras de la compañía, nos mudaron a un lugar increíble: Fuerte Camellos. Era un castillo redondo, con foso y puente, que dicen que había servido de prisión. Allí, los fines de semana del verano se vivían con gran relajación. Gracias a nuestro mentor en el RES, el sargento primero y amigo, Miguel Gómez, conocimos a buenos colegas suyos como el sargento Antonio Rico -que le sucedió en el destino- y los también sargentos Soler, Costa y Chaves. Recuerdo una merienda en los pinares con la familia de Rico, ¡qué buena gente! Me pasaba las mañanas en la Habilitación o haciendo gestiones por la ciudad -¡la de veces que iba a la papelería López Ochoa! -¿aún está?-, con aquel olor a imprenta que emanaba-. Las tardes transcurrían alegres en las Aulas, montando "Vidillas" o el programa de los abuelos, que tenían una sección fija de historias de la Historia de Melilla, en forma de dialogo y que acababan a dúo sentenciando: "...como me lo contaron lo cuento". En Julio hubo JJOO en Moscú, con un importante boicot por la presencia de tropas soviéticas en Afganistán. Noguer y Abascal lograron el oro en vela. Me emocionó ver desde el cuartel a Jordi Llopart ganar la medalla de plata en 50kms marcha. La liga la ganó el Real Madrid y la Copa también, con un 6 a 1 espectacular sobre su filial, el Castilla. ¡Cómo gritaban los merengues en el abarrotado hogar del entonces llamado cuartel del Generalísimo! Cuántas veces me he acordado de un bar que llevaban dos hermanos y que tenía dos mostradores: uno para los seguidores del Madrid y otro para los del Barça. Me dicen que todavía está y se llama Bar Aragón. El ambiente tiene que estar a tope ahora. Espero poder ir. Como espero ir a tantos otros sitios que encontraré igual, o muy cambiados. Aquel año, también vimos la transmisión del Tour, que ganó Bernard Hinault. Umberto Eco publicó "El nombre de la Rosa". En la radio sonaba "Santa Lucía" de Miguel Ríos. Y estrenaron en Melilla: Superman II, El Resplandor y Aterriza como puedas. Amigo lector del Telegrama de Melilla, gracias por tu atención. Casi toda esta historia la vivimos juntos, con Vicente, y con Juan Ges, y con Miguel Gómez, y también con Arturo González, el artillero que, destinado en el RES, traía alboroto y alegría a nuestro grupo, y que hoy es el causante de habernos movilizado para volver a Melilla. Yo no era artillero, sino de Infantería de la Cía. Del Cuartel del Generalísimo A él le debo esta carta y las ganas de volver 32 años después a Rusadir.