Editorial Revista Hospitalaria -Edición 89 (Agosto de 2013) Tanto mercado como pueda quebrar a los hospitales y clínicas y tan poco Estado para hacerlos viables Durante los últimos meses, de manera paralela al proceso de reforma al Sistema de Salud, la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC) ha seguido llamando la atención -como lo ha hecho desde hace más de 15 años- sobre el aparente problema imposible de resolver: no flujo de recursos al interior del sector salud, que trae como consecuencia unos crecientes niveles de cartera, que harán insostenibles las instituciones hospitalarias en el tiempo El gremio insiste en el tema, porque no puede entenderse que haya un paso hacia un nuevo sistema, si no se da una transición adecuada -que nunca podrá ser calificada como funcional-, si, a su vez, no se encarga de resolver los problemas acumulados y además, se asegura, entretanto, de evitar que esas mismas situaciones empeoren. En pocas palabras, la secuencia resolución de crisis- buena transición- reforma al sistema, más allá de una presentación, es la descripción de una ruta crítica o un marco lógico para pasar de un sistema al siguiente. No se podrá poner en marcha el próximo Sistema, si las crisis precedentes están vivas; eso sería aceptar que el nuevo modelo llegue y se instale, sobre una base deleznable. Después de tanto tiempo de registrar, organizar y presentar las cifras de cartera bajo la misma estructura, la ACHC no puede decir que haya cambios significativos o que haya mejoramiento de entidades; por el contrario, es más que evidente que hay una serie de tendencias malas que se consolidan: unos compradores de servicios que definitivamente no pagan, otros que han creado unas prácticas dilatorias de pago con altísimos costos de transacción; entidades bajo control directo, indirecto o accidental por parte del Estado que aportan en el empeoramiento del resultado; ningún régimen ni naturaleza jurídica escapa al mal comportamiento y al final del día -siendo pragmáticos, los resultados están muy lejos de augurar una normalización en el flujo de recursos o un alivio a la iliquidez de los hospitales y clínicas. Si bien, medidas como el giro directo en régimen subsidiado aportan recursos para el pago de la cartera corriente (aunque no toda), es paradójico que no se hayan dirigido desde el principio a paliar la cartera vencida y que sólo ahora el Gobierno se decida a autorizar que contablemente se apliquen a lo antiguo. Vale la pena recordar que esta solución fue planteada por este gremio desde hace varios años, al observar el comportamiento de algunas nuevas aseguradoras que, en virtud de su desgreño administrativo, no reportaban a cuáles facturas correspondían los pagos que hacían. Editorial Revista Hospitalaria -Edición 89 (Agosto de 2013) Las otras medidas que fueron contempladas en las recientes Leyes 1438 y 1608, además de las directamente relacionadas con las cuentas maestras, permanecen sin reglamentar o instrumentar. No se decide el Gobierno a hacer oficial el mecanismo para traer el giro directo al régimen contributivo. Tampoco hace que la subcuenta de garantía tenga fondos efectivos para hacer que las alternativas de cesión de cartera, compra de facturas y fondo rotatorio, se conviertan en realidad. De igual forma, lo que en su oportunidad se celebró como un avance al permitir que los pagos por recobros no Pos fueran directamente girados desde el Fosyga hasta los prestadores, ahora se convirtió en una sustitución de fuente que hace que en la práctica no sean recursos aditivos para descontar del enorme hueco de la cartera vencida, sino que se apliquen como pagos a las cuentas corrientes. Esto último, ante la mirada sorprendida de un Ejecutivo que ha sido enterado oportunamente de esta situación y que no toma medidas drásticas a través de los competentes para sancionar. No se podrá decir que no ha habido ideas, presentación de propuestas ni sugerencia de alternativas; muchas de las que han sido mencionadas –listado no exhaustivo- han sido propuestas desde el gremio; sin embargo, así como no se ha podido derrotar la deliberada voluntad de no pago por decreto, tampoco se ha logrado que el Ejecutivo crea en las suficientes evidencias presentadas y sea radical en sus determinaciones. Preocupa que en lugar de hacer operativos para recuperar dineros y facilitar pagos efectivos, se desgaste el Gobierno, y lo haga con todo el sector, en una serie de operativos mal denominados “aclaratones”. Pareciera que ante la fiebre, la solución es sólo calibrar el termómetro, pero no tratar la infección. Por supuesto que debe haber claridad para que se pague lo debido, pero el Gobierno no puede ser tan cándido para no entender que este tipo de mecanismos (ya ensayados en instancias parecidas como las conciliaciones, preconciliaciones, mesas de trabajo con autoridades de vigilancia y control, preacuerdos de pago y operativos de regularización de cartera, más los múltiples nombres eufemísticos que se inventa este sector) han servido -en la mayoría de los casos- para oficializar dilaciones adicionales en los pagos y, a la vez, han derivado en incentivos para esperar el nuevo cronograma de reuniones para conversar sobre la cartera y nuevamente, obtener descuentos o alargar los plazos. Esto es así y si no hay seriedad por parte del Gobierno y los órganos de vigilancia y control, los “aclaratones” se convertirán en otro paso obligado o requisito adicional para acceder a los pagos que tanto reclama y necesita el sector hospitalario. En resumen, no se necesitan tantos “aclaratones”, se necesita es un gran “pagatón”. Editorial Revista Hospitalaria -Edición 89 (Agosto de 2013) Ahora, si el Gobierno se decide a promover el “pagatón”, como creemos que lo tiene que hacer, debe ser consciente de que el hueco financiero tal vez no pueda taparse con los recursos que circulan y, por lo tanto, para que no se engañe y no genere falsas expectativas, tendrá que conseguir los recursos adicionales para darle vida a ese fondo rotatorio o de salvamento que estamos reclamando. Si eso es así, pues está en mora de presentar el correspondiente texto, la sustentación y los cálculos requeridos para esa adición presupuestal. El país no puede seguir manejando ese discurso donde pareciera lícito gastar en cuanto menester se ocurra, pero para la salud siempre están los opinadores fiscalistas, atravesando palos a la rueda. Ojalá el tan anhelado derecho a la salud que requiere, por su naturaleza, apropiaciones presupuestales suficientes, sea tratado con la misma solicitud que se da a la vivienda, a la educación o a la defensa. En este punto y para que quede constancia, recordamos que el propio Presidente de la Republica hace casi dos años dijo que “una mafia se está robando la salud de los Colombianos”; pues bien, la propuesta del pagatón no puede ser entendida como la amnistía a los que se robaron los dineros de la salud, los distrajeron o malversaron; no, para ellos que caiga el peso de la ley y que las autoridades avancen y recuperen todo lo que sea posible, pero ese proceso, que puede demorar mucho tiempo, debe ser paralelo a los otros mecanismos que permitan mantener la red hospitalaria funcionando. Una red asfixiada por las estrictas normas que el Estado produce y por las innovadoras regulaciones que se les ocurren a los funcionarios, pero a la vez abandonada a su suerte en un mercado donde deliberadamente los compradores no pagan, está condenada a la muerte. Se nota una gran falta de coherencia: tanto mercado como pueda quebrar a los hospitales y clínicas y tan poco Estado para hacerlos viables. La exhortación que hacemos al Gobierno es a que se tomen medidas audaces e inmediatas para solucionar esta crisis; pero si no se puede –por los motivos que sea- al menos se reglamenten y ejecuten las que ya tienen el aval de Ley.